Tomando un trago (Pasado-privado) (Byakuro y Julia)

Se encontraba en un bar de la enorme ciudad-isla que era Water Seven. Era ya bastante tarde, de hecho el sol se había comenzado a poner hace rato, y los escasos rayos de luz anaranjado se reflejaban en los canales de agua de toda la ciudad, siendo un verdadero espectáculo de luces.

Había llegado a aquella ciudad en su camino para convertirse en miembro de la Cipher Pol, y debía reconocer lo maravillada que había llegado a esta al ver como las gentes de la ciudad se desplazaban en unos curiosos botes tirados por algo similar a caballitos de mar, pero cuya envergadura era mucho mayor.

Aunque por grande que hubiera sido su asombro, todo eso pareció ser olvidado tras encontrar el local en el que se encontraba. Era una edificación bastante grande, teniendo dos plantas de bar-restaurante y otras dos de hospedamiento, lo que dejaba entrever que era un local de bastante prestigió y según la chica eso debía llevar a que mucha gente y diversión lo debían visitar por las noches con frecuencia y, de hecho así fue en esa noche.

El bar estaba a rebosar de alegría y de ron, hombres y mujeres armados, los cuales bien podían ser cazadores o piratas, de los cuales la chica se quedo con la segunda opción ya que más de uno se vanagloriaba de sus recientes cazas. Los que no hablaban se limitaban a gastar todo lo que llevaban encima en bebida y comida, cosa que ella también comenzaría a hacer cuando encontrase a alguien que platicará con ella. En esa noche no tenía demasiado interés en formas de diversión más "picantes" con solo tener una conversación agradable le bastaría. Aunque quien sabe lo que ocurriría más adelante en aquella noche. "Lo mejor será no descartar ninguna probabilidad" Pensó dando un trago al liquido contenido en la copa delante de ella.

Byakuro entró en la ciudad del agua con Yoko. Había dejado a la chica a su aire mientras él se internaba por las calles del puerto. Aquel lugar le traía recuerdos, recuerdos de cuando había conocido a Yumiko, muchos meses antes. Sonrió, algo triste. Había pasado tiempo, demasiado tiempo.

- Bueno... -el cazador escuchó ruido de bullicio procedente de lo que parecía ser un restaurante local. Atraído por el jolgorio, el chico entró en el sitio, siendo recibido por un ambiente cargado de risas, gente y una mezcla de olor a comida y humanidad-. Vaya... que sitio más agradable.

El chico se abrió paso entre varias mesas llenas de gente y se acercó a la barra. Un hombre que parecía ocupado preparando una bandeja de aperitivos le indicó con la mano que esperase un momento. El chico de pelo blanco se sentó en un taburete y esperó pacientemente a que le atendiesen, apoyando su bastón en la barra y dejando su bolsa en el suelo. En su hombro, Mostaza descansaba, con los ojos cerrados. El cazador esperaba que el barman no le dijese nada por llevar al loro al bar. Cuando se acercó, enseguida le pidió algo de beber:

- Un zumo de manzana, por favor.

Vio entrar a un hombre de cabellos blancos bastante interesante al bar. Quizá el interés que pudiera despertar no fuera más que el mero hecho de no ir acompañado, al igual que ella, o simplemente que era más agradable de ver que los borrachos sucios de comida y con la ropa empapada en alcohol que empezaban a llenar el bar.

No era quien para decir algo contra el emborracharse. Ella y su padre lo hacían desde que tenía 15 años. Pero de ahí a no saber comer con cubiertos. Dejo de pensar en ello al darse cuenta de lo que les estaba recriminando mentalmente. ¿Quién era? ¿Su madre? Eso si que no. No se había quejado desde los cinco años de las clases de protocolo de su madre para volverse ahora como ella.

Volvió a centrar su atención en el peliblanco y aprovecho que su copa estaba vacía para acercarse a la barra y sentarse junto a él mientras esperaba a que el atareado camarero pudiera servirle a ella también.

El chico vio a una mujer rubia y de buen parecer que se le acercó y se puso a su lado. En cuanto el barman la vio con la copa vacía, se acercó a preguntarle qué deseaba. Al mismo tiempo, el hombre puso un vaso de caña con un líquido ambarino en su interior. El zumo de manzana.

- Mmmmm... -sonrió el peliblanco mientras tomaba el vaso y daba un largo trago, bebiendo la mitad del contenido de golpe. Hacía tiempo que no tomaba un zumo de manzana, y aquel le estaba sabiendo a gloria bendita.

El chico desvió la mirada hacia la mujer rubia. Tenía unos ojos del mismo color del zumo que acababa de beber, y una piel que parecía tan suave que invitaba a acariciarla. El cazador le hizo un gesto de saludo, inclinando levemente la cabeza, y le dijo, con voz suave:

- Buenas, señorita -viendo que el camarero estaba al lado, aprovechó para preguntar por hospedamiento. Al fin y al cabo, Yoko, Mostaza y él pasarían la noche en la isla antes de partir-. Perdone, ¿hay habitaciones triples libres?
- Sí, de hecho aún nos quedan unas pocas libres. ¿Los señores van a desear alguna en especial? -preguntó el hombre.
- ¿Eh? Oh, no, si nosotros no... -un tono rojizo empezó a pintarse en la cara del chico.

La chica no pudo evitar sonreír con algo de malicia al observar como el peliblanco se sonrojaba ante el comentario del camarero, el cual parecía ser también el dueño del local.

-No niego que me agradaría pasar la noche con este encantador joven.- Dijo la chica mientras tomaba su copa, otra vez llena, y la acercaba a ella para poder beber cuando lo deseara. -Pero por desgracia yo viajo sin acompañante y no conozco al caballero.- La chica se arrimo a la barra, apoyando los codos en esta. -Aunque.. sí pudiera ofrecerme alojamiento a mí también...- Dijo en un tono que pareció poner nervioso a aquel hombre cuya cara ahora estaba más rojo que el bikini que cubría sus pechos.

-Cla...claro señorita, no habrá problema.- Dijo al tiempo que se iba a atender a otros clientes. Al alejarse la chica no pudo evitar reír."Ver esa reacción en los hombres siempre es divertido." Pensó antes de dar un trago a su copa y volver a mirar al chico a su lado.

-Por cierto, no me he presentado. Me llamo Julia.- Dijo dedicándole una sonrisa con algo de picardía.

Byakuro se sonrojo ligeramente al oír las palabras de la mujer. La verdad, no estaba para nada mal. Una chispa apareció en los ojos del cazador, que no hizo sino potenciarse cuando ella le preguntó su nombre con una sonrisa que el chico reconoció como pícara.

- Byakuro Kyoya. Encantado, señorita Julia -justo de inmediato, añadió-. Ciertamente, parece una mujer con la que tampoco me disgustaría compartir cuarto. -esbozando una sonrisa, el chico mientras alzaba su vaso y dio un largo trago con el que terminó el zumo. Estaba bastante bueno, y el chico sentía la acidez de la manzana en su boca.

Entre los dos se interpuso un cazador, que se acercó a la barra para pedir un par de cervezas. Cuando se apartó, Byakuro cogió su taburete y se aproximó a la mujer para evitar futuras interrupciones de aquel tipo. Volvió su vista hacia la gente del bar, en la que apenas se había fijado antes. Había varios hombres que reconocía como cazadores de la zona. Era extraño que hubiera tantos reunidos en un solo local. ¿Estaría ocurriendo algo en la ciudad?

Le agrado la respuesta del chico. "Con que pensamos igual...Esto podría ser divertido para ambos." Pensó  mientras observaba al hombre que se acababa de interponer entre ambos. No tenía un olfato fuera de lo común pero no era necesario para saber que o bien se había tirado una jarra de cerveza encima o bien iba como una cuba. Quizá ambas opciones fueran correctas.

"Tsk...Hay gente que no sabe beber con gracia. Parecen más cerdos que humanos." Esa era la opinión de la chica sobre aquel hombre y sus amigos, cuya mesa estaba a pocos metros de la barra. Si se giraba un poco, podía observarle a él y a los otros tres por el rabillo del ojo. Se notaba a leguas que la estaban observando y comentando algo sobre ella cosa que solo acabaría por que se llevaran un puñetazo de su parte, sino algo peor.

Notó que el peliblanco acercaba su asiento al de ella, seguramente para evitar más interrupciones, lo que le dio a la chica una idea para acercarse más a él y al mismo tiempo fastidiar de alguna forma a los grotescos cazadores que seguían desnudandola con la mirada.

Pegó su taburete al de Byuakuro y, aprovechando la cercanía, apoyo la cabeza en su hombro, de forma que necesitaba alzar cabeza para poder mirarle a la cara, ya que a pesar de ser bastante alta el chico la superaba. De la misma manera el tendría que bajar la suya, lo que llevaría a que tuviera una "bonita visión" mientras charlaban. -Y dime, Byakuro. ¿Qué te trae a esta grandiosa ciudad?-

Byakuro observó a la mujer cuando ella se apoyó en su hombro. Parecía una especie de juego de coqueteo. Era bastante agradable, aunque normalmente era él el que llevaba la iniciativa en aquellos temas.

-Y dime, Byakuro. ¿Qué te trae a esta grandiosa ciudad?
- Bueno, la verdad es que no tenía un objetivo concreto, pero creo que me acaba de surgir uno. -sonrió. Si aquella chica quería flirteo, él no se lo iba a negar. Iba a beber de nuevo, pero su vaso estaba vacío, así que pidió otro al camarero. El hombre se agachó para coger una botella y cuando se levantó negó con la cabeza.
- Lo siento, señor, ese era el último zumo de manzana que me quedaba hoy.
- Vaya, que pena... -dijo el cazador con gesto compungido-. Bueno, no importa... ponme uno de naranja. -sonrió. El hombre asintió y fue a la zona trasera del local a por un zumo de naranja.
- ¡Eh, preciosa! -sonó una voz desde una mesa cercana, a la espalda del peliblanco-. ¡Deja a ese pringado y ven a pasar un buen rato con nosotros! -Byakuro sonrió y pasó la mano por el pelo de Julia, dándole después un leve beso.
- ¿Te molestan esos babosos, cariño? -dijo con una media sonrisa de lado, mientras miraba a los cuatro borrachos con un brillo burlón en sus ojos.

Esperó a que el chico separase sus labios de los de ella para dedicarle una sonrisa de complicidad al tiempo que pasaba uno de sus brazos por su espalda, acariciándola. Le agrado el hecho de que le siguiera el juego de aquella forma. Seguramente pasarían una noche divertida, en más de un sentido.

-La verdad es que mucho. Es tan desagradable que unos borrachos te miren y te digan cosas....Y más estando tan bien acompañada como yo ahora mismo.- Esto último lo dijo pegándose más aún si cabe.

Seguramente, los hombres que antes habían invitado a Julia a dejar su cómodo sitio ahora mismo estuvieran rojos de rabia, ¿o era solo un efecto del alcohol? El caso es que uno de ellos, el que parecía el "cabecilla" del grupo, acababa de levantarse de su sitio, tambaleándose, con intención de acercarse a nosotros. "¿Que quiere este ahora?" La chica de cabellos dorados frunció el ceño al verle acercarse. -Son realmente molestos, ¿no crees?- Dijo mientras sacaba de su cinturón la pistola que le había regalado su padre y que siempre llevaba consigo.

La chica apunto, disparando a una botella que había en una mesa que les separaba de aquel hombre, la cual reventó y empapo de agua al hombre. -Creo que ya iba siendo hora de que se duchase.- Comentó riendo mientras miraba a Byakuro.

Tras el beso, la chica se pegó más a él, siguiendo con aquella pequeña broma, y entonces uno de los hombres de la mesa se levantó con intenciones poco amistosas.

Byakuro vio cómo la chica sacaba la pistola y frunció el ceño. Aquella no era una mujer normal, si portaba un arma de aquel tipo. Se escuchó un disparo en el lugar, y un par de personas soltaron un grito. Algunos de los cazadores del lugar se levantaron aceleradamente de sus sitios, observando a la mujer. Sin embargo, el cazador posó su mano en la de ella y bajó con lentitud el cañón del arma.

- Tal vez te hayas pasado un poco, cielo... -dijo, mientras se levantaba y se encaraba al hombre, que parecía algo asustado-. Tal vez deberíais irnos y no molestar más, ¿sabes? -el hombretón le sacaba casi dos cabezas de altura y era el doble de ancho que él, pero eso solo podía significar una cosa: sería más lento. Y el chico no necesitaba más que eso para ganar en una pelea.

La chica hincho las mejillas ante el comentario del peliblanco respecto a su "pequeña broma". ¿Qué problema había? Desde sus quince años, la primera vez que su padre la llevo furtivamente al bar de la ciudad con sus amigos, a pesar del peligro que suponía que su madre se enfadara, siempre había visto esa clase de tonterías. Era solo un juego y no le gustaba que la regañasen por divertirse. Sin embargo, de una forma u otra no logro enfadarse con el hombre que le ofrecía retirarse a otro lugar más tranquilo.

-Prometo ser una niña "buena", cariño.- Dijo la chica poniendo cara de chica buena antes de guiñarle un ojo y ponerse de pie, tomándole de uno de sus brazos. -Y dime, ¿a dónde me llevaras en esta ocasión?- Preguntó pícara. Mientras espera su reacción.

"Más vale que no me defraudes, Bya-ku-ro." Pensó recordando al último hombre que se mostraba como el mejor siendo un inútil. Aquel baboso no acabo especialmente bien....Incluso se podría decir que la chica le dejo sin l que le convertía en "hombre". Su orgullo.

Byakuro la miró y asintió, algo azorado ante aquello. El cazador empezó a caminar hacia la salida, no sin antes dejar un montón de propina en la barra.

- Bueno... se me había ocurrido que podíamos ir al puerto, o a la zona alta de la ciudad a ver el mar. Luego ya tendremos tiempo de venir aquí y... encargar una habitación, cielo.

En cuanto salieron del edificio, una brisa fresca los saludó, y el pelo del chico se alborotó hasta quedar algo revuelto. Ahora que ya no tenían que hacer de pareja feliz, el chico podría disfrutar de forma algo más natural de la compañía de la mujer:

- Bueno, Julia... -sonrió con un brillo en sus ojos-. He de decir que no besas nada mal. Y pareces la típica persona a la que le gusta divertirse, ¿me equivoco? -su sonrisa se ensanchó-. ¿Qué te apetece hacer? Bueno, a no ser que eso de ahí dentro solo haya sido una fachada y seas tan buena actriz que hasta yo me lo haya creído... -sinceramente, Byakuro quería que no fuera así. Ante él se presentaba una noche interesante, como poco, y hacía tiempo que no disfrutaba de los encantos de una mujer. No le disgustaba para nada la idea de que aquella chica al final quisiese dormir en su mismo cuarto... y en su misma cama.

Mientras esperaba expectante su respuesta, el cazador empezó a modelar una flor de tinta en la mano, dándole una forma delicada y perfecta. La tinta era completamente blanca e inmaculada, y quedaría preciosa en el pelo de aquella mujer. Cuando estuviera completa, cambiaría la tinta, haciéndola sólida para que no manchase a la mujer, y se la daría.