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![[Byakuro, Shun y Kazuo] ¿Tú cazador? ¡Qué coincidencia! Empty](https://2img.net/i/empty.gif)
"¿Aquí estaré seguro? Sí, sí... Seguro. No hay duda alguna. Ninguna de esas cosas podría llegar hasta... Mierda, ¡Mierda! ¡Claro que podrían, estúpido! Aunque bueno... Siempre será menos peligroso que estar en la calle." Los iris carmesíes del cazador se movían de un lado a otro, comprobando con avidez que el pequeño edificio en el que consistía aquella taberna se encontraba en buen estado. Aunque... ¿Qué podría considerarse en buen estado cuando lo que tratas de hacer es protegerte de uno de esos malditos, infernales, terribles y apocalípticos astros en llamas? Porque, si tenía algún motivo para estar allí era precisamente ese: ponerse a cubierto de cualquier meteorito que pudiera descender del cielo para acabar con su vida. "Siempre aparecen cuando menos te lo esperas" solía decir Kazuo, el cual no recordaba ya cuándo había surgido ese temor en él. La posibilidad de que esto ocurriera era una entre setecientos mil, pero... ¡Seguía siendo posible!
- Un poco de sake -le pidió al tabernero, en un tono el cual plasmaba a la perfección su sentimiento de superioridad, como si le estuviese hablando a alguien, o mejor dicho, algo inferior a él- Y deprisa.
El hombre, que debía rondar los cuarenta y muchos años, hizo una mueca de desagrado ante tal actitud pero no le dio mayor importancia. Al fin y al cabo, debía de estar acostumbrado a ese tipo de situaciones, sobre todo si se tenía en cuenta que aquella era la isla de Jaya, antigua isla sin ley y en la que, pese a la amenaza que la marina presentaba en aquel lugar para los criminales, seguían residiendo multitud de piratas. Tal vez por simple orgullo, negándose a aceptar que aquél baluarte de la piratería hubiese caído en manos del gobierno. El tabernero le trajo la bebida y, cogiéndolo rápidamente, el espadachín lo bebió de un solo trago, sintiendo el ardor del alcohol en su garganta.
- Venga... Cálmate... No pasará nada -susurró para sí mismo, ya más tranquilo y menos temeroso, recuperado casi por completo de aquél ataque de pánico que había sacudido todo su cuerpo, justo en el momento en el que alguien le agarró del brazo.
- La gente como tú no es bienvenida en este sitio.
- Tú... -Kazuo desvió la mano libre hasta la negra empuñadura de su katana- ...escoria, ¿cómo te atreves a ponerme un solo dedo encima?
- Un poco de sake -le pidió al tabernero, en un tono el cual plasmaba a la perfección su sentimiento de superioridad, como si le estuviese hablando a alguien, o mejor dicho, algo inferior a él- Y deprisa.
El hombre, que debía rondar los cuarenta y muchos años, hizo una mueca de desagrado ante tal actitud pero no le dio mayor importancia. Al fin y al cabo, debía de estar acostumbrado a ese tipo de situaciones, sobre todo si se tenía en cuenta que aquella era la isla de Jaya, antigua isla sin ley y en la que, pese a la amenaza que la marina presentaba en aquel lugar para los criminales, seguían residiendo multitud de piratas. Tal vez por simple orgullo, negándose a aceptar que aquél baluarte de la piratería hubiese caído en manos del gobierno. El tabernero le trajo la bebida y, cogiéndolo rápidamente, el espadachín lo bebió de un solo trago, sintiendo el ardor del alcohol en su garganta.
- Venga... Cálmate... No pasará nada -susurró para sí mismo, ya más tranquilo y menos temeroso, recuperado casi por completo de aquél ataque de pánico que había sacudido todo su cuerpo, justo en el momento en el que alguien le agarró del brazo.
- La gente como tú no es bienvenida en este sitio.
- Tú... -Kazuo desvió la mano libre hasta la negra empuñadura de su katana- ...escoria, ¿cómo te atreves a ponerme un solo dedo encima?
Byakuro Kyoya
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Una poderosa luz descendía sobre la ciudad. A primera vista podía parecer un meteorito, pero una mirada más atenta descubriría que el meteorito tenía forma humana. Y que tenía un aspecto menos sólido que el de un meteorito, casi como de petróleo ardiendo.
El pegote de fuego cayó sobre una de las calles de Jaya, frente a una posada, desparramándose por el suelo en forma de mancha de tinta ardiendo. Tras unos segundos, la mancha se recompuso en forma de humano, un humano que aún tenía algunas partes en llamas, y que apagó con algunos golpecitos de la mano, con una mirada de suficiencia.
- Vaya, eso ha ido de un pelo... estúpidos pájaros gigantes... pensé que me comía.
Tres segundos después de pronunciar esas palabras, un enorme pájaro con aspecto de tucán chamuscado cayó sobre un edificio cercano. El edificio fue reducido a astillas por el impacto, y Byakuro se quedó mirando el estropicio, rascándose la cabeza.
- Vaya... -dijo mientras apagaba la última llama de su pelo de tinta.
El pegote de fuego cayó sobre una de las calles de Jaya, frente a una posada, desparramándose por el suelo en forma de mancha de tinta ardiendo. Tras unos segundos, la mancha se recompuso en forma de humano, un humano que aún tenía algunas partes en llamas, y que apagó con algunos golpecitos de la mano, con una mirada de suficiencia.
- Vaya, eso ha ido de un pelo... estúpidos pájaros gigantes... pensé que me comía.
Tres segundos después de pronunciar esas palabras, un enorme pájaro con aspecto de tucán chamuscado cayó sobre un edificio cercano. El edificio fue reducido a astillas por el impacto, y Byakuro se quedó mirando el estropicio, rascándose la cabeza.
- Vaya... -dijo mientras apagaba la última llama de su pelo de tinta.
Ichimura Hachiro
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Tras la caída del pringoso cometa negro, un poderoso viento comenzó a azotar la población. Las ventanas y puertas abierta se cerraron violentamente (o se abrieron, depende de su posición), y de repente una figura apareció junto al hombre de tinta. Un samurai de mediana edad, algo más bajito pero con apariencia imponente. Vestía un kimono azul que tenía por única decoración cuatro rombos a la altura del pecho izquierdo, y un sombrero cónico cubría su cabeza. Al obi llevaba dos espadas, una era una katana blanca y la otra una wakizashi azul. Alzó la cabeza hacia su compañero, mostrando un rostro serio, enmarcado por dos mechones de pelo que le caían a los lados de la cara, y unas gafas. El resto de la melena la llevaba recogida en una coleta alta. Meneó la cabeza y dijo con suavidad pero cierta severidad:
- Eso no ha sido buena idea, Byakuro-san. Te avisé de que perseguir pájaros gigantes tenía sus riesgos.
Suspiró, y se llevó la mano derecha a la cara. Llevaba muy pocos días con el peliblanco, y ya se preguntaba qué hacía viajando con él. Por un lado era un tanto inmaduro, infantil y demasiado despreocupado. Estar con él era meterse constantemente en líos y jaleos. Por otro lado... no tenía otro lugar a donde ir. Y al menos siempre tenía algo que hacer, aunque fuese deshacer los entuertos que su compañero provocaba. Sin embargo en ese momento tuvo un flashback del cazador aporreando con su bastón el pico del gigantesco tucán que pretendía llevárselo consigo, probablemente para merendárselo. El samurai había lanzado una onda cortante de llamas, pero por desgracia había quemado un poco a Byakuro además de matar al animal.
- Lo siento por las quemaduras. En fin... te invito a un poco de sake en ese local. Matar a esa bestia me ha dado sed.
Entró en la taberna con paso firme, y se dirigió directamente a la barra. Al verlo, muchos comenzaron a levantarse y salir disimuladamente de la taberna. No era un desconocido en Jaya, ya había estado en la isla con anterioridad siguiendo la pista de criminales... y más concretamente, había librado en ella su batalla contra Kogáto. El hecho de ver al Señor de la Caza derrotar de un sólo golpe y sin desenvainar a uno de los hombres más buscados del Grand Line había hecho le cogiesen un gran miedo. Los testigos hablaban de que los mismísimos vientos se habían doblegado a la voluntad del cazador a una mera orden suya, y habían aprisionado al ex-CP. Sin embargo, muchos decían que aquello era sólo palabrería. Un simple mortal no podía doblegar la voluntad del dios de las tormentas y dominar su elemento como si nada, decían los marinos. Al acercarse a la barra, el tabernero se echó a temblar. Shun se sentó en esta y dijo:
- Una ronda de tu mejor sake para mi y mi acompañante, tabernero - dijo, con cierta sequedad.
Entonces se fijó en que junto a él había un hombre con una mano sobre su katana. Shun le prestó atención durante apenas un par de segundos, para luego quitarse el sombrero y dejarlo sobre la barra. Se fijó en la posición de las manos del hombre, disimuladamente. "Es un novato. Su postura es un poco burda, pero indudablemente es de Wano."
- Yo que tú no haría eso, amigo. Si pretendes quedarte en este lugar, aparta tu mano de ese arma. Una katana no es un juguete - le avisó.
- Eso no ha sido buena idea, Byakuro-san. Te avisé de que perseguir pájaros gigantes tenía sus riesgos.
Suspiró, y se llevó la mano derecha a la cara. Llevaba muy pocos días con el peliblanco, y ya se preguntaba qué hacía viajando con él. Por un lado era un tanto inmaduro, infantil y demasiado despreocupado. Estar con él era meterse constantemente en líos y jaleos. Por otro lado... no tenía otro lugar a donde ir. Y al menos siempre tenía algo que hacer, aunque fuese deshacer los entuertos que su compañero provocaba. Sin embargo en ese momento tuvo un flashback del cazador aporreando con su bastón el pico del gigantesco tucán que pretendía llevárselo consigo, probablemente para merendárselo. El samurai había lanzado una onda cortante de llamas, pero por desgracia había quemado un poco a Byakuro además de matar al animal.
- Lo siento por las quemaduras. En fin... te invito a un poco de sake en ese local. Matar a esa bestia me ha dado sed.
Entró en la taberna con paso firme, y se dirigió directamente a la barra. Al verlo, muchos comenzaron a levantarse y salir disimuladamente de la taberna. No era un desconocido en Jaya, ya había estado en la isla con anterioridad siguiendo la pista de criminales... y más concretamente, había librado en ella su batalla contra Kogáto. El hecho de ver al Señor de la Caza derrotar de un sólo golpe y sin desenvainar a uno de los hombres más buscados del Grand Line había hecho le cogiesen un gran miedo. Los testigos hablaban de que los mismísimos vientos se habían doblegado a la voluntad del cazador a una mera orden suya, y habían aprisionado al ex-CP. Sin embargo, muchos decían que aquello era sólo palabrería. Un simple mortal no podía doblegar la voluntad del dios de las tormentas y dominar su elemento como si nada, decían los marinos. Al acercarse a la barra, el tabernero se echó a temblar. Shun se sentó en esta y dijo:
- Una ronda de tu mejor sake para mi y mi acompañante, tabernero - dijo, con cierta sequedad.
Entonces se fijó en que junto a él había un hombre con una mano sobre su katana. Shun le prestó atención durante apenas un par de segundos, para luego quitarse el sombrero y dejarlo sobre la barra. Se fijó en la posición de las manos del hombre, disimuladamente. "Es un novato. Su postura es un poco burda, pero indudablemente es de Wano."
- Yo que tú no haría eso, amigo. Si pretendes quedarte en este lugar, aparta tu mano de ese arma. Una katana no es un juguete - le avisó.
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El azabache estaba bastante malhumorado, no solo por el hecho de que acababa de superar el peligro de que un meteorito se estrellase contra su cabeza, sino que además uno de aquellos tipos de la taberna esta tocándole... ¡Tocándole! ¿Cómo se atrevía aquel tipo a siquiera atreverse a acercarse a él? Su mano estrechaba cada vez con más fuerza la empuñadura de la espada cuando, de repente, una especie de explosión seguida de mucha luz se pudo escuchar proveniente de la calle, a escasos metros de la taberna. Todo el mundo dio un pequeño bote, en especial Kazuo, que maldijo los infiernos por su mala suerte. "Joder, joder, joder... Lo sabía, sabía que caerían sobre mí." El hombre le había soltado justo en el instante en el que un fuerte viento azotaba ventanas y puertas por igual. ¿Qué era aquello, el apocalipsis?
- Esto solo me puede pasar a mí... -susurraba para sí mismo mientras mantenía su mirada clavada en la puerta, temeroso que una de aquellas bolas ígneas la reventase y fuese directa hacia él. Sin embargo, pasaron los minutos y nada atravesaba la entrada. Tan solo el murmullo de la gente que permanecía en la calle se podía llegar a escuchar desde allí, pues la taberna entera había enmudecido.
Justo después, ante el asombro de todos los presentes, un hombre ataviado con ropajes típicos de las gentes de Wano entró por la puerta. A simple vista se podía percibir que no era alguien normal, y el temor que había sentido Kazuo en un principio tornó en curiosidad. ¿Qué haría alguien de su tierra natal en un lugar como aquél? ¿Tendría algo que ver con la caída de aquél astro? No estaba muy seguro pero algo le decía que no podía ser más que una simple coincidencia. En cualquier caso, algunos de los allí presentes parecían alarmados e incluso tres o cuatro hombres corrieron despavoridos, alejándose del lugar en cuanto le vieron. Como si le tuvieran... Miedo. ¿Quién era ese tipo? Justo detrás de él otro hombre más joven, de cabellos níveos y de mirada violácea hizo acto de presencia. También transmitía una extraña sensación al castaño, el cual no apartó su mirada de ambos ni siquiera por un segundo. Sin embargo, quien más captaba su atención era el primero de ellos, aquél que portaba consigo una katana. "¿Será un samurái? Si ese es el caso, puede que mi estancia aquí sea más animada de lo que pensaba." El hombre se sentó a escasos metros del joven espadachín, pidiendo bebida tanto para él como para su acompañante mientras dejaba el sombrero sobre la barra. Pareció fijarse en él, ya que le llamó la atención. El cazador había mantenido la mano sobre la empuñadura desde hacía varios minutos y no se había dado cuenta de ello por lo que, con una ligera sonrisa, soltó el arma.
- Y... ¿Quién es aquél que me da tal consejo? -inquirió, alzando una ceja. El supuesto samurái parecía subestimarle y, en cierto modo, amenazarle- No veo problema en mantenerse alerta, mucho menos sabiendo en qué lugar nos encontramos.
Tomó aire con calma y lo expulsó en un largo suspiro. Realmente ardía en deseos por comprobar qué era lo que causaba tanto miedo a los criminales de poca monta que habían salido despavoridos... Debía de ser alguien conocido, por lo menos allí. Si así era, podría resultar interesante desafiarle. Al fin y al cabo pretendía derrotar a todos y cada uno de los samuráis de Wano, ¿qué habría de malo en hacerlo en aquella ocasión? Pero no, no era el lugar ni el momento. Aún tenía que hacerse una idea de cómo era... Y sobre todo, qué debilidades podría explotar. ¿Quien sabe? Tal vez incluso compartiese su forma de ver las cosas y no fuese necesario enfrentarse a él.
- Un placer encontrarme con alguien de mi tierra. Llevo mucho sin toparme con ninguno de nuestros... "Compatriotas". Kazuo Ryugetsu, para serviros -se presentó, encarándose a ambos desconocidos mientras apoyaba la cabeza sobre una mano- ¿Qué asuntos os traen a Jaya? No es un lugar que suela ser frecuentado por los nuestros
- Esto solo me puede pasar a mí... -susurraba para sí mismo mientras mantenía su mirada clavada en la puerta, temeroso que una de aquellas bolas ígneas la reventase y fuese directa hacia él. Sin embargo, pasaron los minutos y nada atravesaba la entrada. Tan solo el murmullo de la gente que permanecía en la calle se podía llegar a escuchar desde allí, pues la taberna entera había enmudecido.
Justo después, ante el asombro de todos los presentes, un hombre ataviado con ropajes típicos de las gentes de Wano entró por la puerta. A simple vista se podía percibir que no era alguien normal, y el temor que había sentido Kazuo en un principio tornó en curiosidad. ¿Qué haría alguien de su tierra natal en un lugar como aquél? ¿Tendría algo que ver con la caída de aquél astro? No estaba muy seguro pero algo le decía que no podía ser más que una simple coincidencia. En cualquier caso, algunos de los allí presentes parecían alarmados e incluso tres o cuatro hombres corrieron despavoridos, alejándose del lugar en cuanto le vieron. Como si le tuvieran... Miedo. ¿Quién era ese tipo? Justo detrás de él otro hombre más joven, de cabellos níveos y de mirada violácea hizo acto de presencia. También transmitía una extraña sensación al castaño, el cual no apartó su mirada de ambos ni siquiera por un segundo. Sin embargo, quien más captaba su atención era el primero de ellos, aquél que portaba consigo una katana. "¿Será un samurái? Si ese es el caso, puede que mi estancia aquí sea más animada de lo que pensaba." El hombre se sentó a escasos metros del joven espadachín, pidiendo bebida tanto para él como para su acompañante mientras dejaba el sombrero sobre la barra. Pareció fijarse en él, ya que le llamó la atención. El cazador había mantenido la mano sobre la empuñadura desde hacía varios minutos y no se había dado cuenta de ello por lo que, con una ligera sonrisa, soltó el arma.
- Y... ¿Quién es aquél que me da tal consejo? -inquirió, alzando una ceja. El supuesto samurái parecía subestimarle y, en cierto modo, amenazarle- No veo problema en mantenerse alerta, mucho menos sabiendo en qué lugar nos encontramos.
Tomó aire con calma y lo expulsó en un largo suspiro. Realmente ardía en deseos por comprobar qué era lo que causaba tanto miedo a los criminales de poca monta que habían salido despavoridos... Debía de ser alguien conocido, por lo menos allí. Si así era, podría resultar interesante desafiarle. Al fin y al cabo pretendía derrotar a todos y cada uno de los samuráis de Wano, ¿qué habría de malo en hacerlo en aquella ocasión? Pero no, no era el lugar ni el momento. Aún tenía que hacerse una idea de cómo era... Y sobre todo, qué debilidades podría explotar. ¿Quien sabe? Tal vez incluso compartiese su forma de ver las cosas y no fuese necesario enfrentarse a él.
- Un placer encontrarme con alguien de mi tierra. Llevo mucho sin toparme con ninguno de nuestros... "Compatriotas". Kazuo Ryugetsu, para serviros -se presentó, encarándose a ambos desconocidos mientras apoyaba la cabeza sobre una mano- ¿Qué asuntos os traen a Jaya? No es un lugar que suela ser frecuentado por los nuestros
Byakuro Kyoya
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Byakuro se encogió de hombros. El sake no era precisamente su bebida favorita. Prefería un buen zumito de frutas tropicales bien fresquito y con mucho hielo. Sobre todo mucho hielo. No era que estuviera aquejado de deshidratación, pero estar en llamas le había dado un poco de sed. Entró en la taberna tras el samurai mientras un montón de gente curiosa por el espectáculo se acercaba a presenciar la escena. Byakuro los miró con una sonrisa:
- Lo siento, el espectáculo ha terminado... -su sonrisa se desvaneció y pasó al interior de la taberna con una expresión neutra. Un par de hombres salieron corriendo por la puerta, con una expresión de miedo. Eso suscitó la curiosidad del chico. ¿Habría algo terrorífico dentro? Su mirada se paseó por los presentes, que parecían nerviosos y tensos. Todos ellos tenían la mirada clavada en el suelo o en sus copas, salvo un par, que parecían nerviosos y hablaban en susurros en una mesa del fondo del local. Cuando el samurai pidió sake para los dos, Byakuro negó con la mano y dijo:
- Yo prefiero un zumo de frutas. Con hielo, por favor.
El cazador se dirigió a continuación a la mesa de los dos hombres que susurraban, y que señalaban al samurai de gafas. Sin pensárselo dos veces, el cazador agarró una silla libre y con un movimiento rápido de muñeca, la giró para colocarla frente a los hombres y sentarse en ella.
- Buenas... -saludó con una sonrisa-. ¿Por qué es tan interesante mi amigo? -preguntó, mientras jugueteaba con su bastón en la mano izquierda.
- Lo siento, el espectáculo ha terminado... -su sonrisa se desvaneció y pasó al interior de la taberna con una expresión neutra. Un par de hombres salieron corriendo por la puerta, con una expresión de miedo. Eso suscitó la curiosidad del chico. ¿Habría algo terrorífico dentro? Su mirada se paseó por los presentes, que parecían nerviosos y tensos. Todos ellos tenían la mirada clavada en el suelo o en sus copas, salvo un par, que parecían nerviosos y hablaban en susurros en una mesa del fondo del local. Cuando el samurai pidió sake para los dos, Byakuro negó con la mano y dijo:
- Yo prefiero un zumo de frutas. Con hielo, por favor.
El cazador se dirigió a continuación a la mesa de los dos hombres que susurraban, y que señalaban al samurai de gafas. Sin pensárselo dos veces, el cazador agarró una silla libre y con un movimiento rápido de muñeca, la giró para colocarla frente a los hombres y sentarse en ella.
- Buenas... -saludó con una sonrisa-. ¿Por qué es tan interesante mi amigo? -preguntó, mientras jugueteaba con su bastón en la mano izquierda.
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Shun tan sólo le dirigió una mirada de interés. Vaya, así que no lo reconocía... eso implicaba que no era uno de los criminales que solía frecuentar Jaya. En el lugar conocían demasiado bien su aspecto como para no reconocerlo. El tabernero se acercó tembloroso con dos cuencos y una botella de sake, y empezó a llevar ambos. Byakuro declaró que prefería un zumo, ante lo que Shun reaccionó acercando el segundo cuenco al desconocido. No era un criminal, y estaba seguro de que era de Wano. Y si no lo era, al menos había estudiado de algún maestro de Kenjutsu. Beber en compañía siempre sentaba mejor que hacerlo en solitario, y Byakuro parecía más interesado en los lugareños que en sentarse con ellos. Entonces el otro reconoció ser de Wano, y se presentó como Kazuo Ryugetsu. El samurai cogió su cuenco y dio un trago antes de contestarle. Dejó un par de billetes sobre la barra y dijo:
- Tabernero, dejad la botella sobre la barra. Os la compro entera - acto seguido se giró hacia Kazuo - Mi nombre es Shun Hiroyuki, y mi compañero es Byakuro Kyoya. No teníamos previsto venir hasta Jaya, pero nos hemos... desviado de nuestro rumbo original, por así decirlo - dijo, recordando su encuentro con el tucán gigante - Así que sois de Wano. Eso me había parecido al ver cómo sujetabais vuestra katana.
El samurai cogió su cuenco y vació el resto de su contenido de un trago. Acto seguido lo volvió a llenar, y puso la jarra entre ambos por si su compatriota quería volver a servirse. Alzó el sakazuki (el vaso de sake), y lo agitó un poco removiendo su contenido. Volvió a darle un generoso trago, vaciándolo de nuevo. Era extraño, desde luego, encontrarse a otro como él allí. A Kazuo no le faltaba razón. Ciertamente, ¿qué haría allí, en una isla de criminales? Ahora que Dark se había marchado a Dios sabía a dónde, Jaya volvía a no ser un lugar seguro. El samurai se preguntó dónde se habría metido su antiguo nakama. "Era un buen espadachín. Una lástima que no llegáramos a cruzar nuestras katanas, hubiese sido un gran duelo."
- Bueno, creo que me toca devolveros la pregunta. ¿Qué hacéis vos en Jaya? No parecéis un criminal, a diferencia de la escoria que suele pulular por aquí.
En ese momento cayó en el hecho de que estaban en la isla de Dark. Debía tener su casa cerca... ¿estaría el cazador en el lugar? "Es posible que el muy vago esté durmiendo treinta y seis horas tras uno de sus aterrizajes forzosos, y por eso no se ha dado cuenta de que se le ha vuelto a llenar la isla de piratas. A lo mejor me paso a saludar después."
- Tabernero, dejad la botella sobre la barra. Os la compro entera - acto seguido se giró hacia Kazuo - Mi nombre es Shun Hiroyuki, y mi compañero es Byakuro Kyoya. No teníamos previsto venir hasta Jaya, pero nos hemos... desviado de nuestro rumbo original, por así decirlo - dijo, recordando su encuentro con el tucán gigante - Así que sois de Wano. Eso me había parecido al ver cómo sujetabais vuestra katana.
El samurai cogió su cuenco y vació el resto de su contenido de un trago. Acto seguido lo volvió a llenar, y puso la jarra entre ambos por si su compatriota quería volver a servirse. Alzó el sakazuki (el vaso de sake), y lo agitó un poco removiendo su contenido. Volvió a darle un generoso trago, vaciándolo de nuevo. Era extraño, desde luego, encontrarse a otro como él allí. A Kazuo no le faltaba razón. Ciertamente, ¿qué haría allí, en una isla de criminales? Ahora que Dark se había marchado a Dios sabía a dónde, Jaya volvía a no ser un lugar seguro. El samurai se preguntó dónde se habría metido su antiguo nakama. "Era un buen espadachín. Una lástima que no llegáramos a cruzar nuestras katanas, hubiese sido un gran duelo."
- Bueno, creo que me toca devolveros la pregunta. ¿Qué hacéis vos en Jaya? No parecéis un criminal, a diferencia de la escoria que suele pulular por aquí.
En ese momento cayó en el hecho de que estaban en la isla de Dark. Debía tener su casa cerca... ¿estaría el cazador en el lugar? "Es posible que el muy vago esté durmiendo treinta y seis horas tras uno de sus aterrizajes forzosos, y por eso no se ha dado cuenta de que se le ha vuelto a llenar la isla de piratas. A lo mejor me paso a saludar después."
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Observó con calma cómo el peliblanco se alejaba de ambos, dejándoles hablar tranquilamente mientras iba a sentarse con unos hombres que se encontraban algo apartados en una de las mesas más alejadas. Lo cierto es que parecieron bastante alarmados cuando le vieron tomar asiento junto a ellos... ¿También sería alguien conocido? El interés que el cazador sentía por ambos se acrecentaba más y más a cada segundo que pasaba. Cuando el hombre de Wano llamado Shun presentó tanto a su compañero como a sí mismo Kazuo tuvo la intuición que haber escuchado ambos nombres en alguna parte... Por lo que realmente debían de ser importantes. "Me pregunto... De dónde procederá el otro" pensaba mientras desviaba la mirada a Byakuro por un instante.
- Vaya, si que es usted perspicaz, Hiroyuki-san -le respondió tras asentir como muestra de gratitud justo antes de coger el sakazuki y terminar con el sake de un solo trago, sintiendo de nuevo el ardor del alcohol recorrer su garganta con suavidad. Lo volvió a dejar sobre la mesa- Si habéis podido reconocer mi procedencia con ese simple gesto, sin duda debéis de ser ducho en el arte de la espada. ¿Me equivoco?
Prácticamente aquella era una pregunta retórica, pues estaba más que claro que así era. Sin embargo, tal vez la respuesta de su acompañante le diese algún tipo de información, algo con lo que poder tratar de identificar su estatus. Mientras esperaba su respuesta pudo observar que varias personas se asomaban tímidamente por las ventanas del local, curiosos por ver qué clase de asuntos traerían a tales entidades a una isla como aquella. Por las palabras de Shun dedujo que no eran criminales precisamente, por lo que si el resto de escoria les temía debían de ser miembros de la ley... ¿O tal vez fuesen cazadores como él? Pronto trataría de averiguarlo. Antes de responder a su pregunta tomó la botella y volvió a llenar el cuenco, con tranquilidad, tomándose su tiempo en dar otro largo trago y degustarlo antes de escoger sus palabras.
- Bueno... Podríamos decir que he venido en busca de un conocido. Me dijeron que solía frecuentar la isla, así que vine lo más rápido que pude -fue su respuesta. Lo cierto era que cuando decía "en busca" se refería a "para cazar", y con "conocido" para referirse a "criminal", un pirata de poca importancia, con unos cinco millones por su cabeza. Por lo general no buscaba capturas tan mal pagadas pero aquella le pillaba cerca- Hablando de conocer... ¿Sería descortés por mi parte preguntaros quién sois? No es algo que me preocupe, pero siento curiosidad por saber el motivo de que estas ratas os teman tanto.
- Vaya, si que es usted perspicaz, Hiroyuki-san -le respondió tras asentir como muestra de gratitud justo antes de coger el sakazuki y terminar con el sake de un solo trago, sintiendo de nuevo el ardor del alcohol recorrer su garganta con suavidad. Lo volvió a dejar sobre la mesa- Si habéis podido reconocer mi procedencia con ese simple gesto, sin duda debéis de ser ducho en el arte de la espada. ¿Me equivoco?
Prácticamente aquella era una pregunta retórica, pues estaba más que claro que así era. Sin embargo, tal vez la respuesta de su acompañante le diese algún tipo de información, algo con lo que poder tratar de identificar su estatus. Mientras esperaba su respuesta pudo observar que varias personas se asomaban tímidamente por las ventanas del local, curiosos por ver qué clase de asuntos traerían a tales entidades a una isla como aquella. Por las palabras de Shun dedujo que no eran criminales precisamente, por lo que si el resto de escoria les temía debían de ser miembros de la ley... ¿O tal vez fuesen cazadores como él? Pronto trataría de averiguarlo. Antes de responder a su pregunta tomó la botella y volvió a llenar el cuenco, con tranquilidad, tomándose su tiempo en dar otro largo trago y degustarlo antes de escoger sus palabras.
- Bueno... Podríamos decir que he venido en busca de un conocido. Me dijeron que solía frecuentar la isla, así que vine lo más rápido que pude -fue su respuesta. Lo cierto era que cuando decía "en busca" se refería a "para cazar", y con "conocido" para referirse a "criminal", un pirata de poca importancia, con unos cinco millones por su cabeza. Por lo general no buscaba capturas tan mal pagadas pero aquella le pillaba cerca- Hablando de conocer... ¿Sería descortés por mi parte preguntaros quién sois? No es algo que me preocupe, pero siento curiosidad por saber el motivo de que estas ratas os teman tanto.
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Los hombres parecían nerviosos ante la presencia de Byakuro, tal vez porque iba acompañando a un poderoso Kari No Ryoshu. Espera, él también era un maldito Señor de la Caza, aunque ciertamente, no se dejaba ver de forma pública si podía evitarlo. Llamar la atención no era algo que le interesase.
- Ese hombre... derrotó a Kogáto en esta isla hace unos meses, y lo envió a Impel Down. Ese hombre no es humano, es un demonio... Algunos en la isla lo llaman el Diablo del Viento.
- Vaya... ¿Shun? Pero si es muy majo. Bueno, tal vez algo callado -el cazador se encogió de hombros-. De todos modos no os preocupéis, que no hemos venido a armar escándalo. Solo estamos... de paso. Digamos que me he dejado caer por aquí.
El cazador se levantó de nuevo y se dirigió a la barra, donde el hombre había puesto el sake, pero no así el zumo. El cazador frunció el ceño, algo molesto por eso:
- ¡Eh! ¿Dónde está mi zumo? -que injusticia era aquella.
- Ese hombre... derrotó a Kogáto en esta isla hace unos meses, y lo envió a Impel Down. Ese hombre no es humano, es un demonio... Algunos en la isla lo llaman el Diablo del Viento.
- Vaya... ¿Shun? Pero si es muy majo. Bueno, tal vez algo callado -el cazador se encogió de hombros-. De todos modos no os preocupéis, que no hemos venido a armar escándalo. Solo estamos... de paso. Digamos que me he dejado caer por aquí.
El cazador se levantó de nuevo y se dirigió a la barra, donde el hombre había puesto el sake, pero no así el zumo. El cazador frunció el ceño, algo molesto por eso:
- ¡Eh! ¿Dónde está mi zumo? -que injusticia era aquella.
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¿Un conocido? Era extraño que alguien decidiese marcar como punto de encuentro una isla tan peligrosa. En fin, era posible que la persona con la que había quedado también fuese alguien entrenado y fuerte. Sin embargo, lo de "fuerte" era relativo. Podía sentir el aura de Kazuo, y no era particularmente intensa. De hecho era muy débil comparada con la suya. Entonces le preguntó educadamente por su verdadera identidad. Se había dado cuenta de que no estaba ante alguien desconocido.
- Para estos pobres diablos soy uno de los Kari no Ryoshu. Sin embargo, siendo de Wano y practicante de kenjutsu, tal vez hayas oído hablar de mi por mi otro título. Soy Sasayaku Ken de Kamashi, el ronin.
En Wano se cantaban canciones sobre su historia y la de su aldea. Hacía tan sólo diez años del suceso. El daimyo de Kamashi, tras derrotar diferentes señores feudales vecinos y lograr triplicar el tamaño de su feudo, se volvió muy arrogante. Reuniendo sus ejércitos y aliándose con otros daimyos, comenzó a conquistar territorios y a desafiar a daimyos cada vez más poderosos, hasta que tuvo tanto poder que desafió al mismísimo Shogun. En una brutal batalla, las fuerzas de este destrozaron a las del orgulloso daimyo. Sin embargo, en un acto de magnanimidad, permitió a este morir mediante el seppuku en lugar de ser ejecutado como un traidor sin honor. Esto dejó a Kamashi sin líder, dado que el heredero había muerto en la batalla. Una noche, poco después del final de la guerra y con los samurais supervivientes aun heridos, una partida de bandidos asaltaron la aldea, mataron a todos el mundo y se fueron tras quemar la aldea. Sin embargo hubo un superviviente, un joven general samurai al que los bandidos habían dado por muerto. Este, una vez se repuso de sus heridas, cogió su katana y siguió la pista de los forajidos. El solo y sin ayuda dio caza hasta al último de ellos y los mató a todos. Tras eso, convertido en ronin, comenzó a viajar eliminando a criminales y asesinos por todo Wano. Y fue así como nació la historia de Sasayaku no Ken, el ronin. Shun contuvo un suspiro nostálgico.
- Si has escuchado mi historia anteriormente, entonces supongo que he respondido a tu pregunta sobre mi destreza.
En ese momento escuchó las quejas de Byakuro, y se giró hacia el tabernero con una mirada cortante. Este retrocedió, intimidado. Shun era una persona paciente, pero muy severa, como reminiscencia de su pasado militar.
- Os he pagado bebida para los tres. Servidle el zumo a mi amigo, tabernero-san.
- Para estos pobres diablos soy uno de los Kari no Ryoshu. Sin embargo, siendo de Wano y practicante de kenjutsu, tal vez hayas oído hablar de mi por mi otro título. Soy Sasayaku Ken de Kamashi, el ronin.
En Wano se cantaban canciones sobre su historia y la de su aldea. Hacía tan sólo diez años del suceso. El daimyo de Kamashi, tras derrotar diferentes señores feudales vecinos y lograr triplicar el tamaño de su feudo, se volvió muy arrogante. Reuniendo sus ejércitos y aliándose con otros daimyos, comenzó a conquistar territorios y a desafiar a daimyos cada vez más poderosos, hasta que tuvo tanto poder que desafió al mismísimo Shogun. En una brutal batalla, las fuerzas de este destrozaron a las del orgulloso daimyo. Sin embargo, en un acto de magnanimidad, permitió a este morir mediante el seppuku en lugar de ser ejecutado como un traidor sin honor. Esto dejó a Kamashi sin líder, dado que el heredero había muerto en la batalla. Una noche, poco después del final de la guerra y con los samurais supervivientes aun heridos, una partida de bandidos asaltaron la aldea, mataron a todos el mundo y se fueron tras quemar la aldea. Sin embargo hubo un superviviente, un joven general samurai al que los bandidos habían dado por muerto. Este, una vez se repuso de sus heridas, cogió su katana y siguió la pista de los forajidos. El solo y sin ayuda dio caza hasta al último de ellos y los mató a todos. Tras eso, convertido en ronin, comenzó a viajar eliminando a criminales y asesinos por todo Wano. Y fue así como nació la historia de Sasayaku no Ken, el ronin. Shun contuvo un suspiro nostálgico.
- Si has escuchado mi historia anteriormente, entonces supongo que he respondido a tu pregunta sobre mi destreza.
En ese momento escuchó las quejas de Byakuro, y se giró hacia el tabernero con una mirada cortante. Este retrocedió, intimidado. Shun era una persona paciente, pero muy severa, como reminiscencia de su pasado militar.
- Os he pagado bebida para los tres. Servidle el zumo a mi amigo, tabernero-san.
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Kazuo abrió los ojos como platos al escuchar los títulos del ronin. "Vaya, no me puedo creer que haya encontrado a una leyenda como él en un sitio así." Aún recortaba las incontables historias y gestas que se contaban sobre él y su aldea, así como del difunto daimyo de Kamashi. Era una magnífica casualidad que estuviese justo en ese momento frente a uno de los que quizá podrían definirse como "mejores espadachines de Wano". El castaño se preguntaba hasta dónde llegaría su fama si llegara a derrotar a una leyenda así. De hecho, de llegar a retarle podría aspirar al puesto de Señor de la Caza. Sí, definitivamente debía retar a aquel hombre, pero... ¿Estaría a la altura? ¡Ja! Pues claro que lo estaría, nadie sería capaz de llegar a su nivel. Su sonrisa se ensanchó un poco más y abrió la boca para mostrarle sus intenciones cuando, de pronto, el peliblanco volvió junto a ellos para reclamar el zumo que había pedido. Shun le dedicó una intimidante mirada al tabernero, el cual, tras retroceder algunos pasos, se disculpó repetidas veces y le trajo la bebida a Byakuro para, inmediatamente después, seguir disculpándose como si le fuera la vida en ello.
- Desde luego, si quedaba alguna duda sobre la veracidad de vuestras palabras la acabáis de disipar, Hiroyuki-san. Vuestra sola presencia hace honor a ambos títulos. Es una suerte haberme topado con vos, jamás pensé que nuestros caminos se cruzarían... O, al menos, no tan pronto -dijo Kazuo mientras se servía otro trago para, inmediatamente después, sostener el cuenco con una mano. Mantuvo aquella pose durante unos segundos en los que guardó silencio antes de dirigirse de nuevo al Señor de la Caza- Me sentiría muy afortunado si me permitieseis cruzar mi katana con la vuestra, tan solo para ver cuánto hay de cierto en las historias que se cuentan... Si no os es molestia, claro.
Terminó entonces con el contenido del cuenco de un solo trago, sin desviar sus brillantes ojos que permanecían clavados en los del ronin mientras esperaba su respuesta. Realmente le daba igual si la respuesta era afirmativa o negativa; nadie podría arrebatarle aquella oportunidad. De negarse estaba dispuesto a provocarle por cualquier medio que le fuera posible, aunque aún existía un problema: el peliblanco. Tras escuchar la respuesta de Shun, si es que se la daba, Kazuo se giró al albino y, con expresión amable, se dirigió a él.
- ¿Y qué hay de usted, Byakuro-san? Su nombre me resulta familiar por haberlo escuchado en algún lado... Aunque mi memoria no alcanza a decirme por qué. ¿Tiene acaso un sobrenombre tan imponente como él?
- Desde luego, si quedaba alguna duda sobre la veracidad de vuestras palabras la acabáis de disipar, Hiroyuki-san. Vuestra sola presencia hace honor a ambos títulos. Es una suerte haberme topado con vos, jamás pensé que nuestros caminos se cruzarían... O, al menos, no tan pronto -dijo Kazuo mientras se servía otro trago para, inmediatamente después, sostener el cuenco con una mano. Mantuvo aquella pose durante unos segundos en los que guardó silencio antes de dirigirse de nuevo al Señor de la Caza- Me sentiría muy afortunado si me permitieseis cruzar mi katana con la vuestra, tan solo para ver cuánto hay de cierto en las historias que se cuentan... Si no os es molestia, claro.
Terminó entonces con el contenido del cuenco de un solo trago, sin desviar sus brillantes ojos que permanecían clavados en los del ronin mientras esperaba su respuesta. Realmente le daba igual si la respuesta era afirmativa o negativa; nadie podría arrebatarle aquella oportunidad. De negarse estaba dispuesto a provocarle por cualquier medio que le fuera posible, aunque aún existía un problema: el peliblanco. Tras escuchar la respuesta de Shun, si es que se la daba, Kazuo se giró al albino y, con expresión amable, se dirigió a él.
- ¿Y qué hay de usted, Byakuro-san? Su nombre me resulta familiar por haberlo escuchado en algún lado... Aunque mi memoria no alcanza a decirme por qué. ¿Tiene acaso un sobrenombre tan imponente como él?
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Byakuro vio cómo el hombre le traía un zumo de tonalidad entre el ámbar y el naranja. Con delicadeza, agarró el vaso y le dio un trago al fresco contenido. Aquello habría estado de muerte si tuviera un toque de licor, pero al cazador le parecía de lo mejor que había tomado en semanas.
- Mmmm... oye sí... pero qué rico. -murmuró, mientras daba otro sorbo.
Entonces escuchó cómo el desconocido le pedía a Shun un duelo de katanas. Byakuro supuso que se referían a un duelo armado, y no a algo de índole sexual... aunque el tipo de ojos rojos estaba bastante bien. Dejando de lado eso, el desconocido quiso saber más cosas de Byakuro.
- Bueno, no se puede decir que sea tan famoso como mi colega... pero he hecho mis pinitos -el cazador se apoyó en la barra-. ¿Te suena la isla de Sunaba? Y supongo que has oído hablar de los Yonkaikyos en alguna ocasión, pues soy uno de ellos. -el chico se llevó la mano a la cabeza, algo azorado. No era que le gustase hablar de sus méritos, prefería pasar desapercibido mayormente.
El chico agarró de nuevo el vaso de zumo y dijo:
- De todos modos, si vais a hacer algo, será mejor que no sea aquí dentro, no queremos que se rompa nada. -sonrió.
- Mmmm... oye sí... pero qué rico. -murmuró, mientras daba otro sorbo.
Entonces escuchó cómo el desconocido le pedía a Shun un duelo de katanas. Byakuro supuso que se referían a un duelo armado, y no a algo de índole sexual... aunque el tipo de ojos rojos estaba bastante bien. Dejando de lado eso, el desconocido quiso saber más cosas de Byakuro.
- Bueno, no se puede decir que sea tan famoso como mi colega... pero he hecho mis pinitos -el cazador se apoyó en la barra-. ¿Te suena la isla de Sunaba? Y supongo que has oído hablar de los Yonkaikyos en alguna ocasión, pues soy uno de ellos. -el chico se llevó la mano a la cabeza, algo azorado. No era que le gustase hablar de sus méritos, prefería pasar desapercibido mayormente.
El chico agarró de nuevo el vaso de zumo y dijo:
- De todos modos, si vais a hacer algo, será mejor que no sea aquí dentro, no queremos que se rompa nada. -sonrió.
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Shun dejó su cuenco sobre la barra, acariciándose la barbilla pensativo. ¿Un duelo? No acostumbraba a conceder combates a otro espadachines si no era un duelo de honor. Y no tenía intención de matar a un compatriota sin un buen motivo. Aunque desde el punto de vista del bushido podía haber muchos buenos motivos bastante laxos. Sospechaba sin embargo que no era eso lo que buscaba Kazuo, algo que tampoco le acababa de hacer gracia. Se quedó callado por unos instantes y dejó que hablase con Byakuro. Este le mencionó sus títulos, aunque se calló el de Kari no Ryoshu. Ahora que lo pensaba, el cazador nunca mencionaba que fuese uno de los seis Señores. ¿Habría algún motivo para ello? Pensó en preguntarle más tarde, con tacto claro. Igual había algún motivo sentimental, y no quería abrir viejas heridas a su compañero. Él había sufrido como poco tanto como él. El ronin alzó la mirada hacia Kazuo.
- Como te dije antes - dijo, en un tono severo - una katana no es un juguete. Si quieres te daré una pequeña muestra de mi poder... pero no te concederé un duelo real a menos que asumas las consecuencias. Yo sólo combato para entrenar o para matar... así que no aseguraría tu supervivencia.
Se levantó de su silla, con la mano izquierda sobre la vaina de Meiyo. Caminó hacia la salida, y parándose al lado de la puerta, se giró de nuevo hacia el samurai.
- Sea cual sea tu decisión, vayamos fuera.
Una vez en el exterior, se situó en mitad de la calle y dirigió miradas intimidatorias a los transeúntes para que se alejasen. No quería que hubiese heridos. "Si me pide un duelo de honor, me veré obligado a ir a matar. Sería una lástima, espero que no lo haga." No había mejor forma de morir para un guerrero que hacerlo en la batalla, pero Kazuo era joven aun. Tenía bastante por vivir... si sobrevivía a aquel día, claro.
- Como te dije antes - dijo, en un tono severo - una katana no es un juguete. Si quieres te daré una pequeña muestra de mi poder... pero no te concederé un duelo real a menos que asumas las consecuencias. Yo sólo combato para entrenar o para matar... así que no aseguraría tu supervivencia.
Se levantó de su silla, con la mano izquierda sobre la vaina de Meiyo. Caminó hacia la salida, y parándose al lado de la puerta, se giró de nuevo hacia el samurai.
- Sea cual sea tu decisión, vayamos fuera.
Una vez en el exterior, se situó en mitad de la calle y dirigió miradas intimidatorias a los transeúntes para que se alejasen. No quería que hubiese heridos. "Si me pide un duelo de honor, me veré obligado a ir a matar. Sería una lástima, espero que no lo haga." No había mejor forma de morir para un guerrero que hacerlo en la batalla, pero Kazuo era joven aun. Tenía bastante por vivir... si sobrevivía a aquel día, claro.
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Kazuo escuchó con atención las palabras de Byakuro, el cual se presentó a él como uno de los cuatro Yonkaikyos. "Vaya... Ya decía yo que me sonaba." Conocía de oídas el significado de aquel título pese a no haberse topado nunca con uno de ellos. Era un cargo similar al de Sichibukai, aunque no tan prestigioso como este pero que otorgaba ventajas similares. Hombres de un poder temible que trabajaban para el gobierno a cambio de que este no se metiera en sus asuntos. Codiciado por muchos, obtenido por muy pocos. Un puesto a tener en cuenta, sin duda alguna.
- Vaya, veo que hoy ha de ser mi día de suerte. Un Señor de la Caza y un Yonkaikyo -dijo en un tono calmado, sin apartar la mirada de los ojos violáceos del albino- Sin duda este día pintará más que interesante.
Tras aquellas palabras se giró de nuevo hacia Shun, el cual comenzó a hablar. Estaba dispuesto a mostrarle su habilidad, aunque fue tajante en su respuesta. Si decidía desafiarle en un duelo de honor el ronin le mostraría todo su potencial, pero debería asumir las consecuencias de ello. "Duelo de honor... ¿Quién podría llamarlo así? Menuda estupidez..." Además, no pretendía eliminar a ese hombre pese a la fama que esto pudiera darle. Sobre todo teniendo en cuenta la presencia del Yonkaikyo. Tal vez lastimar de gravedad a su compañero no fuera la idea más brillante del mundo. Mientras el espadachín de Wano se levantaba y dirigía hacia la puerta, Kazuo se sirvió un último trago de sake, el cual terminó en un instante. Se puso en pie y siguió a Shun hasta la calle, observando mientras tanto cómo la gente se alejaba del lugar.
- No tengo intención de derramar sangre hoy, Hiroyuki-san -decía el castaño mientras caminaba, sin perder de vista la posición en la que se encontraba el Señor de la Caza ni por un segundo- Un "duelo de honor" no es algo a lo que le retaría... Tampoco creo que merezca la pena morir por algo tan superfluo como "el honor." Imagino por vuestras formas que sois fiel seguidor de las enseñanzas del bushido... Enseñanzas tan útiles como la ceniza en un desierto. Dime, Shun -su tono se volvió más serio y su mirada más fría. Ni siquiera parecía guardar las formas ya- ¿De qué le sirve el honor a un difunto?
Sin siguiera esperar su respuesta ni dar un aviso de que pretendía iniciar el enfrentamiento, Kazuo llevó la mano a la empuñadura de Yoake y a una velocidad de 30 m/s trataría de ponerse tras el ronin, habiendo pasado por su lado y realizando una técnica de iaijutsu capaz de quebrar el mismísimo acero, de modo que de darle de lleno la herida habría sido mortal, recorriendo todo su torso en ascenso.
- Kindan no äto: Nichibotsu...
- Vaya, veo que hoy ha de ser mi día de suerte. Un Señor de la Caza y un Yonkaikyo -dijo en un tono calmado, sin apartar la mirada de los ojos violáceos del albino- Sin duda este día pintará más que interesante.
Tras aquellas palabras se giró de nuevo hacia Shun, el cual comenzó a hablar. Estaba dispuesto a mostrarle su habilidad, aunque fue tajante en su respuesta. Si decidía desafiarle en un duelo de honor el ronin le mostraría todo su potencial, pero debería asumir las consecuencias de ello. "Duelo de honor... ¿Quién podría llamarlo así? Menuda estupidez..." Además, no pretendía eliminar a ese hombre pese a la fama que esto pudiera darle. Sobre todo teniendo en cuenta la presencia del Yonkaikyo. Tal vez lastimar de gravedad a su compañero no fuera la idea más brillante del mundo. Mientras el espadachín de Wano se levantaba y dirigía hacia la puerta, Kazuo se sirvió un último trago de sake, el cual terminó en un instante. Se puso en pie y siguió a Shun hasta la calle, observando mientras tanto cómo la gente se alejaba del lugar.
- No tengo intención de derramar sangre hoy, Hiroyuki-san -decía el castaño mientras caminaba, sin perder de vista la posición en la que se encontraba el Señor de la Caza ni por un segundo- Un "duelo de honor" no es algo a lo que le retaría... Tampoco creo que merezca la pena morir por algo tan superfluo como "el honor." Imagino por vuestras formas que sois fiel seguidor de las enseñanzas del bushido... Enseñanzas tan útiles como la ceniza en un desierto. Dime, Shun -su tono se volvió más serio y su mirada más fría. Ni siquiera parecía guardar las formas ya- ¿De qué le sirve el honor a un difunto?
Sin siguiera esperar su respuesta ni dar un aviso de que pretendía iniciar el enfrentamiento, Kazuo llevó la mano a la empuñadura de Yoake y a una velocidad de 30 m/s trataría de ponerse tras el ronin, habiendo pasado por su lado y realizando una técnica de iaijutsu capaz de quebrar el mismísimo acero, de modo que de darle de lleno la herida habría sido mortal, recorriendo todo su torso en ascenso.
- Kindan no äto: Nichibotsu...
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Byakuro se cruzó de brazos con una sonrisa divertida. "Un duelo entre dos samuráis borrachos, esto puede ser divertido", pensó. Lo más irónico era que ninguno de aquellos dos era un verdadero samurái, pero eso a Byakuro no le importaba. Se quedó a un lado, observando a los contendientes. El aspirante dijo algo contra el honor y el bushido, y si bien Byakuro no estaba del todo de acuerdo con aquello, Shun pareció crisparse mucho. El único cambio visible fue que una de las venas de su frente se hinchó. Byakuro murmuró:
- Ay, ay... -Kazuo se lanzó a gran velocidad contra Shun, espada en mano, y con un aire asesino. Sin embargo, el samurai de gafas parecía tenerlo todo bajo control. Soltó la katana y se lanzó contra él y le agarró la muñeca del arma, sacando su propia katana, con un movimiento rápido en dirección a la garganta del chico.
- ¡Shun! -gritó el chico, con expresión tajante. No quería meterse en un duelo entre su compañero y el otro hombre, pero no quería tampoco que Shun cometiese una estupidez. Un leve viento se levantó, levantando la arena de la polvorienta calle.
El chico agarró su bastón con fuerza. Si Shun intentaba algo extraño, lo detendría a la fuerza.
- Y tú, mide tu lengua delante de mi compañero. Él no es tan permisivo como yo.
- Ay, ay... -Kazuo se lanzó a gran velocidad contra Shun, espada en mano, y con un aire asesino. Sin embargo, el samurai de gafas parecía tenerlo todo bajo control. Soltó la katana y se lanzó contra él y le agarró la muñeca del arma, sacando su propia katana, con un movimiento rápido en dirección a la garganta del chico.
- ¡Shun! -gritó el chico, con expresión tajante. No quería meterse en un duelo entre su compañero y el otro hombre, pero no quería tampoco que Shun cometiese una estupidez. Un leve viento se levantó, levantando la arena de la polvorienta calle.
El chico agarró su bastón con fuerza. Si Shun intentaba algo extraño, lo detendría a la fuerza.
- Y tú, mide tu lengua delante de mi compañero. Él no es tan permisivo como yo.
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Escuchó las palabras de otro con cierto alivio. No le apetecía matar, menos a un novato. No había gloria en vencer a un enemigo más débil que uno mismo. Se colocó bien las gafas y continuó escuchando sus palabras, con interés. Estas le hicieron arquear una ceja. ¿Quién se creía aquel novato para ir a darle a él lecciones sobre el valor del honor? Pero lo siguiente fue más de lo que Shun podía soportar... Por un momento apretó los dedos sobre la empuñadura de Meiyo, mientras una vena se marcaba en su frente. Podría haber borrado su existencia en un instante de haberlo querido. Haberlo destrozado en mil pedazos con su viento, o con su propia espada. Sin embargo, no lo hizo. En su lugar, soltó a Meiyo y dejó caer los brazos. De repente, su rostro pasó a reflejar serenidad y concentración.
- Mushin.
Kazuo se lanzó a por él a una velocidad que debía ser increíblemente elevada, pero Shun lo veía como si estuviese corriendo a un ritmo normal. Es más, el resto del mundo parecía moverse con mayor lentitud de lo habitual. Esto no extrañó al espadachín. Aquel estado era el Mushin, una técnica que elevaba el nivel de concentración del espadachín hasta el punto de que todo parecía moverse más lento. Alcanzar el Mushin era el objetivo de muchos maestros de Kenjutsu, pero no era fácil dado que requería vaciar totalmente la mente. Muy pocos lograban dominarla totalmente, pero Shun tenía un don especial para ella, y lograba entrar y salir de aquel estado a voluntad. Combinando su mantra y aquel poder, se limitó a esperar el golpe del otro. Entonces, en un movimiento rápido y fluido como el viento, avanzó un paso echando la mano izquierda velozmente hacia delante, agarrando la muñeca de Kazuo justo en el momento en que comenzaba a desenvainar. Entonces interpuso su codo derecho en la trayectoria del cuerpo de su oponente, con lo que se lo clavaría bajo el esternón al tiempo que su mano se cerraba en torno a la empuñadura de Meiyo. Entonces, en un movimiento increíblemente veloz, casi imperceptible para los ojos de un novato, desenvainó velozmente la katana en dirección al cuello del joven, frenando el filo a pocos centímetros de su cuello. Esta ni siquiera había salido totalmente de la vaina. Entonces lo miró directamente los ojos. Estos traslucían un intenso instinto asesino y una rabia fría y letal. Escuchó el grito de Byakuro tras él, y notó su intensa presencia. Por un instante estuvo a punto de desconcentrarse, pero logró recomponerse. "Eso era... ¿Haoshoku?" se preguntó para sus adentros.
- Un leve movimiento mío y estás muerto. Jaque mate.
Durante unos segundos, le sostuvo la mirada, sin moverse ni un milímetro. Los ojos del ronin no parecían los de un defensor del honor, si no más bien los de un asesino frío y sin escrúpulos. Kazuo había escogido al samurai equivocado. Shun no era como sus compañeros... había roto el bushido en el pasado, y volvería a romperlo si lo veía apropiado. "No hay honor para con los que no lo tienen." pensó. Finalmente soltó al espadachín sin decir nada, pero sin romper el contacto visual. Retrocedió un par de pasos, envainando lentamente a Meiyo. Entonces tuvo una idea: ya sabía cuál sería el castigo de Kazuo. "No cumple con el bushido pese haber aprendido de un maestro de kenjutsu de Wano. Eso debe ser castigado." Hizo un leve gesto con la mano derecha, y una onda cortante de viento se dirigió hacia el torso de su enemigo, concretamente a un punto entre el hombro derecho y el pectoral. Esta iba a 370 km/h, y no era un ataque cualquiera; tenía la forma del kanji de Justicia, Gi (義), y de darle se lo grabaría en la carne. Así jamás olvidaría la lección. La herida sería profunda y dolorosa, pero no pasaría del músculo, aunque le dejaría una cicatriz nítida. Que era justo su objetivo.
- Mushin.
Kazuo se lanzó a por él a una velocidad que debía ser increíblemente elevada, pero Shun lo veía como si estuviese corriendo a un ritmo normal. Es más, el resto del mundo parecía moverse con mayor lentitud de lo habitual. Esto no extrañó al espadachín. Aquel estado era el Mushin, una técnica que elevaba el nivel de concentración del espadachín hasta el punto de que todo parecía moverse más lento. Alcanzar el Mushin era el objetivo de muchos maestros de Kenjutsu, pero no era fácil dado que requería vaciar totalmente la mente. Muy pocos lograban dominarla totalmente, pero Shun tenía un don especial para ella, y lograba entrar y salir de aquel estado a voluntad. Combinando su mantra y aquel poder, se limitó a esperar el golpe del otro. Entonces, en un movimiento rápido y fluido como el viento, avanzó un paso echando la mano izquierda velozmente hacia delante, agarrando la muñeca de Kazuo justo en el momento en que comenzaba a desenvainar. Entonces interpuso su codo derecho en la trayectoria del cuerpo de su oponente, con lo que se lo clavaría bajo el esternón al tiempo que su mano se cerraba en torno a la empuñadura de Meiyo. Entonces, en un movimiento increíblemente veloz, casi imperceptible para los ojos de un novato, desenvainó velozmente la katana en dirección al cuello del joven, frenando el filo a pocos centímetros de su cuello. Esta ni siquiera había salido totalmente de la vaina. Entonces lo miró directamente los ojos. Estos traslucían un intenso instinto asesino y una rabia fría y letal. Escuchó el grito de Byakuro tras él, y notó su intensa presencia. Por un instante estuvo a punto de desconcentrarse, pero logró recomponerse. "Eso era... ¿Haoshoku?" se preguntó para sus adentros.
- Un leve movimiento mío y estás muerto. Jaque mate.
Durante unos segundos, le sostuvo la mirada, sin moverse ni un milímetro. Los ojos del ronin no parecían los de un defensor del honor, si no más bien los de un asesino frío y sin escrúpulos. Kazuo había escogido al samurai equivocado. Shun no era como sus compañeros... había roto el bushido en el pasado, y volvería a romperlo si lo veía apropiado. "No hay honor para con los que no lo tienen." pensó. Finalmente soltó al espadachín sin decir nada, pero sin romper el contacto visual. Retrocedió un par de pasos, envainando lentamente a Meiyo. Entonces tuvo una idea: ya sabía cuál sería el castigo de Kazuo. "No cumple con el bushido pese haber aprendido de un maestro de kenjutsu de Wano. Eso debe ser castigado." Hizo un leve gesto con la mano derecha, y una onda cortante de viento se dirigió hacia el torso de su enemigo, concretamente a un punto entre el hombro derecho y el pectoral. Esta iba a 370 km/h, y no era un ataque cualquiera; tenía la forma del kanji de Justicia, Gi (義), y de darle se lo grabaría en la carne. Así jamás olvidaría la lección. La herida sería profunda y dolorosa, pero no pasaría del músculo, aunque le dejaría una cicatriz nítida. Que era justo su objetivo.
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Sus ojos se abrieron como platos al ver que su movimiento había sido detenido, con tal facilidad que parecía que el ronin tan solo estaba jugando. Un quejido escapó de su garganta cuando sintió el codo clavándose bajo su esternón para, en apenas un parpadeo, sentir la hoja de la katana cerca de su cuello. ¿Cómo podía aquel hombre haber reaccionado tan rápido? En toda su vida había conocido espadachines veloces pero aquello no tenía punto de comparación. La voz clara y fría de Shun llegó de forma nítida a sus oídos. Su vida estaba en sus manos. Realmente... No tenía ninguna posibilidad contra ese hombre, por mucho que él se negara a creerlo. Apretó los dientes mientras su mano, aún en la empuñadura de Yoake, temblaba de pura rabia. Sus miradas se mantenieron clavadas la una sobre la otra durante unos segundos y fue justo entonces cuando pudo percibir aquél instinto asesino que había nacido en el interior del Señor de la Caza. ¿"Y ya está? ¿Es así como acaba todo?" Pudo escuchar entonces la voz del Yonkaikyo, así como una fuerte presión y el movimiento del aire. Kazuo se quedó paralizado por un instante. ¿Tanto poder tenían aquellos dos? Su ceño se frunció al ver que el ronin le soltaba y retrocedía unos pasos mientras envainaba su katana.
- ¿¡Qué te crees que estás haciendo!? -le gritó con ira, apretando cada vez más fuerte la empuñadura de su propia espada- ¿¡Crees que necesito tu jodida piedad!? ¡No tienes...!
Pero no pudo terminar aquella frase. Con apenas un simple gesto de su mano su rival doblegó bajo su voluntad al viento, generando una onda cortante que se movió a tal velocidad que Kazuo apenas pudo verla. El impacto fue terrible, alcanzándole entre el hombro derecho y el pectoral, haciendo que el renegado de Wano sintiera un dolor intenso como nada que hubiese vivido antes. Un grito ahogado surgió de su garganta mientras retrocedía por la fuerza del impacto, llevándose la mano a la herida y cayendo de espaldas al suelo. Su cuerpo temblaba ligeramente y su mano se aferraba a la zona herida, manchándose con su propia sangre. Lentamente separó esta del lugar, pudiendo ver entonces lo que había hecho el ronin: una marca en su piel. No una marca cualquiera. Tenía la forma del kanji de la justicia y seguramente le quedara una cicatriz de por vida. Sus mirada se dirigió a Shun mientras sus ojos relampagueaban de pura ira. Trató de incorporarse, llevando de nuevo la mano a la empuñadura de Yoake, dispuesto a hacerle pagar aquella humillación... Mas no pudo. El dolor que sentía era tan intenso que al mover el brazo tuvo que inclinarse de dolor, soltando otro quejido más mientras cerraba los ojos con fuerza.
- Esto... Esto no quedará así -murmuró, lo suficientemente alto como para que el cazador lo escuchase. Las lágrimas querían salir, pero Kazuo no lo permitió. Únicamente por conservar lo poco que quedaba de su orgullo, ahora herido- No importa cómo... No importa el tiempo que me lleve... Desde hoy y hasta que llegue el momento, mi meta será superarte, Shun Hiroyuki -esto último lo dijo en un tono más elevado, clavando de nuevo su mirada en él- Y juro que lo haré...
No dijo nada más, simplemente apoyó la frente sobre el suelo, sintiendo el áspero tacto de la arena en esta mientras su mano cubría lo que se convertiría en su vergüenza, una marca que le recordaría su objetivo en los días venideros. Su cuerpo seguía temblando de ira, aunque de forma más leve e inapreciable que hacía unos segundos.
- ¿¡Qué te crees que estás haciendo!? -le gritó con ira, apretando cada vez más fuerte la empuñadura de su propia espada- ¿¡Crees que necesito tu jodida piedad!? ¡No tienes...!
Pero no pudo terminar aquella frase. Con apenas un simple gesto de su mano su rival doblegó bajo su voluntad al viento, generando una onda cortante que se movió a tal velocidad que Kazuo apenas pudo verla. El impacto fue terrible, alcanzándole entre el hombro derecho y el pectoral, haciendo que el renegado de Wano sintiera un dolor intenso como nada que hubiese vivido antes. Un grito ahogado surgió de su garganta mientras retrocedía por la fuerza del impacto, llevándose la mano a la herida y cayendo de espaldas al suelo. Su cuerpo temblaba ligeramente y su mano se aferraba a la zona herida, manchándose con su propia sangre. Lentamente separó esta del lugar, pudiendo ver entonces lo que había hecho el ronin: una marca en su piel. No una marca cualquiera. Tenía la forma del kanji de la justicia y seguramente le quedara una cicatriz de por vida. Sus mirada se dirigió a Shun mientras sus ojos relampagueaban de pura ira. Trató de incorporarse, llevando de nuevo la mano a la empuñadura de Yoake, dispuesto a hacerle pagar aquella humillación... Mas no pudo. El dolor que sentía era tan intenso que al mover el brazo tuvo que inclinarse de dolor, soltando otro quejido más mientras cerraba los ojos con fuerza.
- Esto... Esto no quedará así -murmuró, lo suficientemente alto como para que el cazador lo escuchase. Las lágrimas querían salir, pero Kazuo no lo permitió. Únicamente por conservar lo poco que quedaba de su orgullo, ahora herido- No importa cómo... No importa el tiempo que me lleve... Desde hoy y hasta que llegue el momento, mi meta será superarte, Shun Hiroyuki -esto último lo dijo en un tono más elevado, clavando de nuevo su mirada en él- Y juro que lo haré...
No dijo nada más, simplemente apoyó la frente sobre el suelo, sintiendo el áspero tacto de la arena en esta mientras su mano cubría lo que se convertiría en su vergüenza, una marca que le recordaría su objetivo en los días venideros. Su cuerpo seguía temblando de ira, aunque de forma más leve e inapreciable que hacía unos segundos.
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Byakuro vio cómo Shun envainaba la espada. Suspiró, aliviado, para a continuación observar cómo el samurai marcaba con una onda de viento cortante a su oponente en el pecho. Byakuro no vio nada malo en eso, él mismo había hecho cosas similares cuando la gente se había metido con Klaus en el pasado. Gente como Midorima. Seguía sin saber nada del cabeza verde, y empezaba a sospechar que estaría recluido en algún sitio lejano, entrenando para ser más rápido que una centella, más poderoso que un trueno y más letal que un rayo.
- Bien, Shun... ¿has terminado? -se dirigió a su compañero para empezar a caminar hacia el perdedor-. Y tú... -se agachó a su lado, viendo cómo temblaba ligeramente- tú vienes con nosotros. No hay mejor tutor que aquel al que quieres derrotar. Y estoy seguro de que a Shun no le importará instruirte. -miró al samurai de gafas. Si de verdad consideraba que el honor y el bushido eran tan importantes, intentaría lograr que aquel hombre los aceptase, o al menos no los negase por completo. Y si su compañero ya era fuerte, el tener a alguien a su lado intentando derrotarlo continuamente, lo haría más poderoso. Y sería divertido, para qué negarlo.
Tras eso, le tendió la mano al chico, con una sonrisa, a la par amable y divertida. Esperaba que el otro aceptase.
- Bien, Shun... ¿has terminado? -se dirigió a su compañero para empezar a caminar hacia el perdedor-. Y tú... -se agachó a su lado, viendo cómo temblaba ligeramente- tú vienes con nosotros. No hay mejor tutor que aquel al que quieres derrotar. Y estoy seguro de que a Shun no le importará instruirte. -miró al samurai de gafas. Si de verdad consideraba que el honor y el bushido eran tan importantes, intentaría lograr que aquel hombre los aceptase, o al menos no los negase por completo. Y si su compañero ya era fuerte, el tener a alguien a su lado intentando derrotarlo continuamente, lo haría más poderoso. Y sería divertido, para qué negarlo.
Tras eso, le tendió la mano al chico, con una sonrisa, a la par amable y divertida. Esperaba que el otro aceptase.
Ichimura Hachiro
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Shun se colocó bien el kimono, con rostro tranquilo. Escuchó las amenazas y quejas del otro con cierta indiferencia. Aquel era su castigo... Kazuo se había beneficiado de las enseñanzas de los maestros samurais de Wano y ahora despreciaba el Camino del Guerrero. Se giró hacia Byakuro, escuchando con cierta sorpresa sus palabras. Su primer pensamiento fue que no podía tolerar aquello. ¿Cómo iba a entrenar él a una persona sin honor, a un traidor al bushido? La mera idea era ridícula. ¿O no? Se acarició la barbilla, pensativo. "Ahora mismo es demasiado débil como para sostener un duelo a muerte y que sea honorable por mi parte llevarlo a cabo. No podría llegar ni a rozarme. Si lo entreno, cuando sea fuerte de verdad podremos terminar nuestros asuntos pendientes. Y si por el camino logro instruirle en el bushido, tal vez no tenga que matarlo." Con gesto serio, avanzó un par de pasos hacia el otro, evaluándolo con la mirada.
- Justicia... una de las siete virtudes del bushido. El guerrero debe ser justo en todos sus actos. Pero no sigue la justicia de otros, si no la suya propia y la del bushido. Para un samurai no hay puntos intermerdios, solamente justicia o injusticia.
Con parsimonia, se giró y se dirigió hacia el bar. Había pagado esa botella de sake, ahora no iba a dejarla allí. Además, se había dejado su kasa dentro. Cuando estaba en la puerta, se paró y giró la cabeza.
- Recoge tus cosas. A partir de hoy eres mi pupilo. El día que seas lo bastante fuerte como para que sea honorable que nos enfrentemos, o que te hayas y respetes el bushido, serás libre. Eso sí... - Shun se giró del todo, y la misma mirada amenazante de antes reapareció - Si es el primer caso, no volveré a tener piedad. Te mataré.
Le sostuvo nuevamente la mirada, aunque no tanto tiempo como antes, para luego girarse y entrar definitivamente en la taberna. Avanzó hacia la barra, un tanto pensativo. ¿Él, con un aprendiz? ¿Y uno que pretendía matarle? ¿Qué clase de locura era esa? Suspiró, llevándose la mano a la cara. Aquella situación era absurda. "Un día me arrepentiré de haber tomado esta decisión." Sin embargo, sus manos estaban atadas. Había dicho que le entrenaría, y dado que respetaba el bushido si decía algo, estaba obligado a hacerlo. Una cosa era mentir a gente sin honor... otra, romper una promesa. Y Shun podía reinterpretar el bushido a su conveniencia a veces, pero en general procuraba respetarlo. Se acercó a la barra, pero no había nada sobre era. Carraspeó, algo enfadado, e inmediatamente apareció el tabernero. Este se llevó un susto al verlo.
- ¡Oh, mi señor Shun! Le-le estaba guardando la botella...
- Ya, ya. Dádmela - dijo, extendiendo la mano.
El tembloroso hombre le entregó la botella, que Shun abrió y olisqueó. Efectivamente...
- ¿Quién os ha pagado? - preguntó, frunciendo el ceño.
- N-nadie, ¿qué ocurre?
El aterrorizado tabernero estaba pálido como la leche. Shun tiró la botella envenenada al suelo, y acto seguido desenvainó y trazó un par de rápidos cortes, partiendo la barra. Su objetivo trató de huir hacia la cocina, pero no se puede ser más rápido que el viento... al instante, tenía la hoja de la wakizashi al cuello.
- Si valoráis vuestra vida, hablaréis...
- Justicia... una de las siete virtudes del bushido. El guerrero debe ser justo en todos sus actos. Pero no sigue la justicia de otros, si no la suya propia y la del bushido. Para un samurai no hay puntos intermerdios, solamente justicia o injusticia.
Con parsimonia, se giró y se dirigió hacia el bar. Había pagado esa botella de sake, ahora no iba a dejarla allí. Además, se había dejado su kasa dentro. Cuando estaba en la puerta, se paró y giró la cabeza.
- Recoge tus cosas. A partir de hoy eres mi pupilo. El día que seas lo bastante fuerte como para que sea honorable que nos enfrentemos, o que te hayas y respetes el bushido, serás libre. Eso sí... - Shun se giró del todo, y la misma mirada amenazante de antes reapareció - Si es el primer caso, no volveré a tener piedad. Te mataré.
Le sostuvo nuevamente la mirada, aunque no tanto tiempo como antes, para luego girarse y entrar definitivamente en la taberna. Avanzó hacia la barra, un tanto pensativo. ¿Él, con un aprendiz? ¿Y uno que pretendía matarle? ¿Qué clase de locura era esa? Suspiró, llevándose la mano a la cara. Aquella situación era absurda. "Un día me arrepentiré de haber tomado esta decisión." Sin embargo, sus manos estaban atadas. Había dicho que le entrenaría, y dado que respetaba el bushido si decía algo, estaba obligado a hacerlo. Una cosa era mentir a gente sin honor... otra, romper una promesa. Y Shun podía reinterpretar el bushido a su conveniencia a veces, pero en general procuraba respetarlo. Se acercó a la barra, pero no había nada sobre era. Carraspeó, algo enfadado, e inmediatamente apareció el tabernero. Este se llevó un susto al verlo.
- ¡Oh, mi señor Shun! Le-le estaba guardando la botella...
- Ya, ya. Dádmela - dijo, extendiendo la mano.
El tembloroso hombre le entregó la botella, que Shun abrió y olisqueó. Efectivamente...
- ¿Quién os ha pagado? - preguntó, frunciendo el ceño.
- N-nadie, ¿qué ocurre?
El aterrorizado tabernero estaba pálido como la leche. Shun tiró la botella envenenada al suelo, y acto seguido desenvainó y trazó un par de rápidos cortes, partiendo la barra. Su objetivo trató de huir hacia la cocina, pero no se puede ser más rápido que el viento... al instante, tenía la hoja de la wakizashi al cuello.
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El castaño siguió en el suelo, estático, sin variar su posición e incapaz de alzar la cabeza. Se sentía humillado, destruido por dentro. ¿Acaso no era él quien se convertiría en el mejor espadachín de todo Wano? ¿Del mundo entero? ¿El que demostraría que ningún samurái defensor del bushido podría derrotar su katana? No entendía cómo podía existir una diferencia de poder tan abismal entre Shun y él. ¿Cuál había sido su error? Tal vez confiarse demasiado... O más bien subestimar al ronin. Había sido temerario, más de lo que acostumbraba, y aquello había supuesto su derrota. Pudo escuchar entonces la voz de Byakuro, el cual se había acercado. Alzó la mirada y pudo verle frente a él, agachado y ofreciéndole la mano mientras sonreía de forma amable... Estaba siendo amable con quien segundos antes había tratado de acabar con la vida de su compañero. No comprendía por qué lo hacía, ni siquiera sabía si aquel tipo estaba realmente en sus cabales, pero le estaba ofreciendo ir junto a él. No solo eso, sino que además el ronin pasaría a ser su maestro de hacerlo.
- ¿Ir con vosotros...? -musitó, incrédulo, aún con la mano sobre aquél kanji que hacía que le ardiese de dolor la piel.
No le gustaba para nada la idea de tener que considerar al Señor de la Caza como un "maestro". Era incapaz de admitir que hubiera alguien por encima de él, incluso cuando la realidad fuese demasiado clara como para negarlo. No solo eso, sino que además era la persona que acababa de quebrantar su orgullo y su arrogancia, mostrándole que realmente no estaba preparado para enfrentarse a todo el que se interpusiera en su camino. No, necesitaba mejorar... Y no podía negar que nadie podría ayudarle a ello que el hombre que se había convertido en su máximo rival y objetivo. "Sigue siendo una leyenda de Wano y... En cualquier caso... No importa el modo, no importa el tiempo que lleve. Lo único que importa es lograr superarle." El ronin le advirtió de las consecuencias de ello, de modo que llegado el momento de enfrentarse a él no mostraría piedad alguna. Kazuo no podía estar más de acuerdo, pues lo más probable es que él no la tendría con él de llegar a vencerle. Sí, por qué no... Además de eso disfrutaría de las ventajas de viajar junto a un Yonkaikyo. Tal vez sacará más beneficios de la situación de lo que se esperaba.
- Está bien... -separó la mano de la herida y estrechó la de Byakuro, ayudándose a erguirse para dejar de sentirse "inferior"- Os seguiré hasta que esta situación se resuelva, pero no esperes que sea el hombre más voluntarioso del mundo. Colaboraré, mas no olvides cual es mi meta... Y una vez se concluya, de una forma u otra, me marcharé.
No pensaba mentir en aquella ocasión, al fin y al cabo probablemente era gracias a su intervención por lo que su corazón aún seguía latiendo. Podría considerarse que le estaba agradecido por aquello, pero nada más. Fue entonces cuando escuchó el sonido de un recipiente quebrar contra el suelo, desviando su mirada a la entrada de la taberna.
- Creo que deberíamos entrar... Algo parece no ir bien -le dijo al peliblanco, comenzando a caminar con algo de dificultad hacia el interior.
- ¿Ir con vosotros...? -musitó, incrédulo, aún con la mano sobre aquél kanji que hacía que le ardiese de dolor la piel.
No le gustaba para nada la idea de tener que considerar al Señor de la Caza como un "maestro". Era incapaz de admitir que hubiera alguien por encima de él, incluso cuando la realidad fuese demasiado clara como para negarlo. No solo eso, sino que además era la persona que acababa de quebrantar su orgullo y su arrogancia, mostrándole que realmente no estaba preparado para enfrentarse a todo el que se interpusiera en su camino. No, necesitaba mejorar... Y no podía negar que nadie podría ayudarle a ello que el hombre que se había convertido en su máximo rival y objetivo. "Sigue siendo una leyenda de Wano y... En cualquier caso... No importa el modo, no importa el tiempo que lleve. Lo único que importa es lograr superarle." El ronin le advirtió de las consecuencias de ello, de modo que llegado el momento de enfrentarse a él no mostraría piedad alguna. Kazuo no podía estar más de acuerdo, pues lo más probable es que él no la tendría con él de llegar a vencerle. Sí, por qué no... Además de eso disfrutaría de las ventajas de viajar junto a un Yonkaikyo. Tal vez sacará más beneficios de la situación de lo que se esperaba.
- Está bien... -separó la mano de la herida y estrechó la de Byakuro, ayudándose a erguirse para dejar de sentirse "inferior"- Os seguiré hasta que esta situación se resuelva, pero no esperes que sea el hombre más voluntarioso del mundo. Colaboraré, mas no olvides cual es mi meta... Y una vez se concluya, de una forma u otra, me marcharé.
No pensaba mentir en aquella ocasión, al fin y al cabo probablemente era gracias a su intervención por lo que su corazón aún seguía latiendo. Podría considerarse que le estaba agradecido por aquello, pero nada más. Fue entonces cuando escuchó el sonido de un recipiente quebrar contra el suelo, desviando su mirada a la entrada de la taberna.
- Creo que deberíamos entrar... Algo parece no ir bien -le dijo al peliblanco, comenzando a caminar con algo de dificultad hacia el interior.
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- Bueno, yo no te obligo a estar con nosotros... solo digo que puede ser divertido, y supongo que a ti te interesa la oferta.
En ese momento, se escuchó un ruido en el interior de la taberna, y cuando Byakuro entró vio a Shun amenazando con su katana al dependiente. "Vaya... menos mal que dije que no causaríamos alboroto". El cazador vio una botella de sake en el suelo y pensó, en voz alta:
- No soy un fan de esto, pero habrá que terminárselo... -el chico agarró la botella y se la empezó a beber. La verdad es que era bastante suave, y no estaba tan malo.
Cuando terminó de beber sintió cómo su visión se emborronaba. ¿Tan fuerte era aquella bebida? No... aquel sake llevaba algo extraño. El cuerpo del cazador empezó a oscurecerse, al tiempo que sus venas se marcaron por todo él. El chico se hizo un pequeño corte en el antebrazo y dejó que un chorro de tinta negra saliera al exterior.
- Bej... que asco -murmuró, mientras su visión volvía a la normalidad y la herida se cerraba cuando un montón de cicatrices empezaron a recorrer la zona. Su cuerpo volvió a la normalidad entonces-. Parece que habían envenenado tu bebida, Shun.
En ese momento, se escuchó un ruido en el interior de la taberna, y cuando Byakuro entró vio a Shun amenazando con su katana al dependiente. "Vaya... menos mal que dije que no causaríamos alboroto". El cazador vio una botella de sake en el suelo y pensó, en voz alta:
- No soy un fan de esto, pero habrá que terminárselo... -el chico agarró la botella y se la empezó a beber. La verdad es que era bastante suave, y no estaba tan malo.
Cuando terminó de beber sintió cómo su visión se emborronaba. ¿Tan fuerte era aquella bebida? No... aquel sake llevaba algo extraño. El cuerpo del cazador empezó a oscurecerse, al tiempo que sus venas se marcaron por todo él. El chico se hizo un pequeño corte en el antebrazo y dejó que un chorro de tinta negra saliera al exterior.
- Bej... que asco -murmuró, mientras su visión volvía a la normalidad y la herida se cerraba cuando un montón de cicatrices empezaron a recorrer la zona. Su cuerpo volvió a la normalidad entonces-. Parece que habían envenenado tu bebida, Shun.
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Shun se fijó en que Byakuro estaba recogiendo la botella de sake del suelo. ¿Pero qué hacía? ¡Aquella cosa había sido adulterada! A saber qué podía tener... apartó de un empujón al tabernero y se lanzó a arrebatársela de las manos, pero era tarde. Ya había bebido. El cazador puso una expresión extraña y se tambaleó, mientras sus venas se volvían negras.
- ¡¿Pero qué has hecho?! - exclamó Shun, alarmado.
De repente su compañero se hizo un corte en el antebrazo... ¿con el dedo? Y de la herida comenzó a brotar un líquido negro. Al cabo de un instante se cerró, y su cuerpo volvió a la normalidad. Había... ¿eliminado el veneno? No era mal método, si bien un poco extraño. "Es logia, no debería extrañarme tanto." Frunció el ceño y observó a Byakuro.
- Eso ya lo sabía. ¿Cómo se te ocurre coger una botella del suelo? ¿Qué hubieses hecho si no... tuvieses ese poder?
Entonces se dio cuenta de que el tabernero había aprovechado para huir. Shun soltó un improperio típico de Wano y envainó la wakizashi.
- El dueño ha sido el que ha intentado envenenarme. Y estoy bastante seguro de que alguien le ha pagado. ¡Vamos, tras él!
Activó su mantra y buscó su presencia. Había salido ya del bar. Dando una maldición, corrió hacia unas de las paredes. Apoyó la mano sobre la empuñadura de Meiyo, y se preparó para el iai.
- Kuchibue no Ken, ¡Kagutsuchi!
Mientras la hoja salía de la vaina, un montón de llamas comenzaron a envolverla, y un torrente de ondas cortantes envueltas en fuego destrozaron la pared. Salió de un salto a la calle por el boquete ardiente, y vio al hombre huyendo. Se planteó sus opciones. Podía lanzarle una onda cortante y herirlo en las piernas, o lanzarse a su persecución. En ningún caso se libraría, era más veloz que él.
- ¡¿Pero qué has hecho?! - exclamó Shun, alarmado.
De repente su compañero se hizo un corte en el antebrazo... ¿con el dedo? Y de la herida comenzó a brotar un líquido negro. Al cabo de un instante se cerró, y su cuerpo volvió a la normalidad. Había... ¿eliminado el veneno? No era mal método, si bien un poco extraño. "Es logia, no debería extrañarme tanto." Frunció el ceño y observó a Byakuro.
- Eso ya lo sabía. ¿Cómo se te ocurre coger una botella del suelo? ¿Qué hubieses hecho si no... tuvieses ese poder?
Entonces se dio cuenta de que el tabernero había aprovechado para huir. Shun soltó un improperio típico de Wano y envainó la wakizashi.
- El dueño ha sido el que ha intentado envenenarme. Y estoy bastante seguro de que alguien le ha pagado. ¡Vamos, tras él!
Activó su mantra y buscó su presencia. Había salido ya del bar. Dando una maldición, corrió hacia unas de las paredes. Apoyó la mano sobre la empuñadura de Meiyo, y se preparó para el iai.
- Kuchibue no Ken, ¡Kagutsuchi!
Mientras la hoja salía de la vaina, un montón de llamas comenzaron a envolverla, y un torrente de ondas cortantes envueltas en fuego destrozaron la pared. Salió de un salto a la calle por el boquete ardiente, y vio al hombre huyendo. Se planteó sus opciones. Podía lanzarle una onda cortante y herirlo en las piernas, o lanzarse a su persecución. En ningún caso se libraría, era más veloz que él.
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Kazuo observó con asombro e incredulidad la situación. Byakuro había tomado la botella del suelo para, acto seguido, beberse el contenido con toda la despreocupación del mundo. ¿Acaso se había vuelto loco? Reconocía aquella botella y si el ronin la había arrojado al suelo debía de haber una razón de peso, sobre todo teniendo en cuenta que mantenía el filo de su wakizashi pegado al cuello del tabernero. Por la reacción que hubo en el cuerpo del yonkaikyo supo que aquella cosa había sido claramente envenenada. Sin embargo, para acrecentar su sorpresa, el albino se realizó un corte en el brazo del cual comenzó a emerger un líquido negro para, acto seguido, observar cómo la herida se cerraba, volviendo todo su cuerpo a la normalidad.
- ¿Qué...? -musitó, con los ojos abiertos como platos y sin poder apartar la mirada del brazo del cazador.
"Un usuario de tipo logia, tal vez. ¿Pero de qué elemento?" se preguntaba mientras miraba de forma alternativa tanto a Shun como a Byakuro, esperando tal vez algún tipo de explicación. El tabernero había huido sin que ninguno de los tres se diese cuenta y, como respuesta, el Señor de la Caza soltó un improperio que hizo que el castaño necesitase contener una risa. Le habría gustado soltarle algún comentario para tratar de humillarle, aunque tras la herida que acababa de recibir tal vez no habría sido la opción más adecuada. Había tentado a la muerte en una ocasión, suficiente por ese día. El hombre de gafas rápidamente y empleando una técnica que dejó perplejo a Kazuo reventó una de las paredes de la taberna en un festival de llamas cortantes, saliendo inmediatamente de esta por el hueco. La salida improvisada aún ardía, pero si pretendían alcanzar a ese tipo no podían permitirse el lujo de darle una mayor ventaja al fugitivo. Tomando algo de impulso para pasar lo más rápido posible entre las llamas el castaño atravesó la apertura, gruñendo de dolor al caer sobre el suelo en el otro lado, sintiendo punzadas justo en el lugar donde se encontraba su herida.
- No sé tú, pero yo no puedo perseguir a ese tío así -le dijo malhumorado al ronin, haciendo alusión al kanji que había grabado en su piel mientras veía cómo aquel hombre cada vez se alejaba más y más.
- ¿Qué...? -musitó, con los ojos abiertos como platos y sin poder apartar la mirada del brazo del cazador.
"Un usuario de tipo logia, tal vez. ¿Pero de qué elemento?" se preguntaba mientras miraba de forma alternativa tanto a Shun como a Byakuro, esperando tal vez algún tipo de explicación. El tabernero había huido sin que ninguno de los tres se diese cuenta y, como respuesta, el Señor de la Caza soltó un improperio que hizo que el castaño necesitase contener una risa. Le habría gustado soltarle algún comentario para tratar de humillarle, aunque tras la herida que acababa de recibir tal vez no habría sido la opción más adecuada. Había tentado a la muerte en una ocasión, suficiente por ese día. El hombre de gafas rápidamente y empleando una técnica que dejó perplejo a Kazuo reventó una de las paredes de la taberna en un festival de llamas cortantes, saliendo inmediatamente de esta por el hueco. La salida improvisada aún ardía, pero si pretendían alcanzar a ese tipo no podían permitirse el lujo de darle una mayor ventaja al fugitivo. Tomando algo de impulso para pasar lo más rápido posible entre las llamas el castaño atravesó la apertura, gruñendo de dolor al caer sobre el suelo en el otro lado, sintiendo punzadas justo en el lugar donde se encontraba su herida.
- No sé tú, pero yo no puedo perseguir a ese tío así -le dijo malhumorado al ronin, haciendo alusión al kanji que había grabado en su piel mientras veía cómo aquel hombre cada vez se alejaba más y más.
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Byakuro sonrió al samurai:
- Oh, pero hay un factor a tener en cuenta... Sí que tengo este poder. -la lógica del peliblanco era irrefutable.
Shun se dio cuenta entonces de que el tabernero se había ido. Tanto el samurai como su nuevo alumno salieron corriendo tras él a través de la pared, de una forma un tanto violenta. Byakuro dejó vagar la mirada por la habitación. Por mucho que corriera un tabernero, no iba a poder escapar del hombre de gafas. Vio a los dos de antes, aún cuchicheando entre ellos en la misma mesa, con cara de miedo. Y decidió volver a hacer una visita.
- Bueno, bueno... vosotros dos... ¿habéis visto quien ha envenenado la botella? -preguntó con una sonrisa torcida, mientras sacaba el bastón y de un golpe seco partía la mesa en dos, tirando todo lo que había en ella-. Porque estoy muy enfadado de que alguien haya intentado envenenar a mi amigo, y quiero saber quién lo ha hecho.
El cazador en ese momento estaba bastante cabreado. Y aunque no quería daños innecesarios, aquellos hombres seguro que sabían algo. Y él iba a saber la verdad.
- Oh, pero hay un factor a tener en cuenta... Sí que tengo este poder. -la lógica del peliblanco era irrefutable.
Shun se dio cuenta entonces de que el tabernero se había ido. Tanto el samurai como su nuevo alumno salieron corriendo tras él a través de la pared, de una forma un tanto violenta. Byakuro dejó vagar la mirada por la habitación. Por mucho que corriera un tabernero, no iba a poder escapar del hombre de gafas. Vio a los dos de antes, aún cuchicheando entre ellos en la misma mesa, con cara de miedo. Y decidió volver a hacer una visita.
- Bueno, bueno... vosotros dos... ¿habéis visto quien ha envenenado la botella? -preguntó con una sonrisa torcida, mientras sacaba el bastón y de un golpe seco partía la mesa en dos, tirando todo lo que había en ella-. Porque estoy muy enfadado de que alguien haya intentado envenenar a mi amigo, y quiero saber quién lo ha hecho.
El cazador en ese momento estaba bastante cabreado. Y aunque no quería daños innecesarios, aquellos hombres seguro que sabían algo. Y él iba a saber la verdad.
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