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- Este rol se ubica un poco después del cap de Kaito.
Laxus navegaba al son del viento. Rumbo a la famosa isla del Karate, buscando quizás ser más fuerte y fortalecer lo que ya sabía. Si existía alguna manera, no conocía otra mejor. Aparte, quizás su padre la había visitado en sus viajes y una que otra persona lo recordaba y le daba pistas de su paradero. No había tenido mucha suerte en sus islas anteriores. Cuando preguntaba, la gente reaccionaba mal y lo insultaba, seguramente, por el simple hecho de ser pirata. La otra reacción era que simple y llanamente no lo conocía. O bien, solo seguía pistas fantasmas y nada lo ayudaba. Suspiró mientras llegaba a la isla. De un barco llegó a la orilla y usando una mano sacó su transporte y dejarlo tierra adentro para no perderlo, después de todo, era su único medio de transporte.
– Bien, hora de partir. – dijo con una sonrisa. Según el mapa de la isla, la ciudad del karate no debería estar lejos. Era una suerte que las islas de los mares tuvieran mapas fiables, los del Grand Line eran un caos y muchos estaban totalmente errados ¿Por cuánto tiempo podría confiar en esos mapas? Fácil y sencillo, hasta llegar al mar de los poderosos y donde seguramente estaba Midorima Shintaro.
Con las manos en los bolsillos empezó a caminar atravesando el bosque. Vestía de forma típica de un luchador, unos pantalones largos y negros, y una camiseta sin mangas y bien pegada al cuerpo, dejando ver que sus pectorales y abdominales estaban a nada de salir de su cuerpo. No tardó más de lo que pensaba en llegar al pueblo y vio una cantidad increíble de dojos de karate y esas cosas. ”Esto puede ser interesante” – pensaba a la par que entraba en el primero que veía. El más grande de todos y el que llamaba más la atención. Al entrar, notó que era de unos 60 x 60 metros. En el centro, al parecer, había gente disputando un torneo. Todos vestían de la misma forma, un traje blanco entero con una cinta negra en la cintura. Notó que uno de los participantes perdía y era su turno de entrar en acción.
– Yo seré tu oponente. Un gusto. – dijo mientras iba estirando su brazo derecho mientras entraba en el círculo de pelea. Al frente de él, un hombre castaño, de ojos rojos y de tez blanca. Su cuerpo estaba bien entrenado y su rostro irradiaba confianza. Confianza que iba a destruir.
– Eres valiente niño. Pero no tienes oportunidad. Mejor regresa por donde viniste. – le dijo su rival.
– Lo siento, pero te ganaré. – respondió mientras hacía señas provocativas al castaño. Este cayó y lo atacó con una patada a las costillas. Laxus, con un simple movimiento la bloqueó bajando su brazo. No le iba a dar tiempo a respirar, o a preparar otro ataque y lo atacó con un puñetazo en el abdomen, que si bien fue bloqueado. El ataque del rubio no frenó con eso, sino que, con un rápido movimiento logró conectar una patada en su rostro que lo mandó contra la pared. No la destruyó por poco, pero le hizo una grieta.
– Vamos. Suban a este ring y peleen como hombres… Si es que quedan claro. – dijo mientras se cruzaba de brazos y sonreía de forma confiada. Era hora de ver quién era el más fuerte, y a ese mismo, le preguntaría sobre el paradero de su padre. Un buen plan, para un chico listo.
Dexter Black
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El aroma a madera y sudor reinaba en el enorme edificio, donde el sonido del suelo crujiendo bajo los contendientes del torneo era prácticamente el único sonido. Keikogis blancos con obis negros se asentaban en las primeras filas, y distintos colores hasta el cinturón blanco se esparcían hasta el fondo. En el Ring se presentaba un combate interesante, Luce Bree contra Nuck Chorris, dos rivales enfrentados desde hacía mucho tiempo, maestros karatekas ambos portadores del Dan VI, grandes luchadores y que daban un espectáculo realmente impresionante. Por desgracia, el combate duró apenas un instante antes de que, tras intercambiar un simple golpe, ambos se retiraron argumentando el empate.
"Qué decepcionante", pensó Dexter, tachando los nombres de su cuaderno desde la tribuna de Jurados. Como uno de los más grandes luchadores, y Maestro del Masaenkokempou en la disciplina del viento, le habían ofrecido ser parte del comité del torneo, y había aceptado creyendo que sería bastante más entretenido, pero el karate... Era demasiado tranquilo, no terminaba de convencerlo. Casi todos comenzaban con una posición adelantada para cambiar a la del jinete de forma ridícula, aunque debía reconocer que bastante efectiva. Pocos combates duraban más de treinta segundos, y los golpes que volaban de un lado a otro en las pocas ocasiones que había un intercambio eran espectaculares.
-Y ahora...- dijo para sus compañeros jueces, señalando la lista-. Mirake Tekasko contra ---. ¿Por qué está en blanco?
-Ronda libre- dijo a su izquierda Kucyo Miyagi, un hombre de escasa altura y una barba blanca. Calvo y de ojos pequeños, sonreía con afabilidad mientras miraba al Zafiro Negro-. Cualquiera puede subir al tatami en esta ronda y enfrentar al contendiente.
-Comprendo. Bueno, por lo menos así se hace más interesante.
En el momento de decir aquello un tipo rubio entró. Tenía una cicatriz en la cara y vestía ropa deportiva. No parecía ni de lejos un Karateka, mucho menos una persona disciplinada capaz de derrotar al rival que tenía en frente, pero se atrevió a subir. "Rubio...", anotó en lugar del espacio en blanco de la hoja, antes de conocer el nombre de aquel valiente. Ni siquiera hacía el saludo de rigor, sino que trataba de estrechar la mano de su oponente, y éste la rechazaba. "Soberbio", anotó. Ya empezaba mal el tal Tekasko, y las palabras que soltó a continuación no fueron mucho más prometedoras. Y acertó.
Con un simple movimiento, el rubio derribó a su rival y le dio un puñetazo en el abdomen. Sin duda no era Karateka, ni respetaba el arte marcial. "Y también es un vanidoso", dijo en su mente. Le recordaba a alguien. Un viejo amigo que ya no estaba y que tampoco estaría más, salvo en el barco, que se mantendría siempre su estatua de madera. Pero a ése le iba a caer un bolazo en la cabeza.
-¡Cállate Midorima!- gritó, al tiempo que un bolígrafo volaba hacia él, con suficiente fuerza como para que llegara a su cabeza y darle un golpecito. Se levantó y miró a sus compañeros, que sin decir nada asintieron.
Vestido con judogi azul y un obi negro marcando nueve en números romanos, el dragón caminó hasta el escenario con cierta parsimonia, sin tomarse demasiada prisa, haciendo esperar a quien sería ahora su rival. Si era un novato con pretensiones por lo menos tomaría un poco de caldo de modestia. Si era más fuerte que él... Bueno, tendría una pelea interesante.
Subió al tatami de un salto y saludó con el rito habitual. Talones juntos, brazos paralelos al tronco y se dobló hasta llegar a los noventa grados con sus piernas, para tomar postura de combate.
-Un placer- dijo sonriente, sabiendo que pasara lo que pasara iba a tener un rato de diversión.
"Qué decepcionante", pensó Dexter, tachando los nombres de su cuaderno desde la tribuna de Jurados. Como uno de los más grandes luchadores, y Maestro del Masaenkokempou en la disciplina del viento, le habían ofrecido ser parte del comité del torneo, y había aceptado creyendo que sería bastante más entretenido, pero el karate... Era demasiado tranquilo, no terminaba de convencerlo. Casi todos comenzaban con una posición adelantada para cambiar a la del jinete de forma ridícula, aunque debía reconocer que bastante efectiva. Pocos combates duraban más de treinta segundos, y los golpes que volaban de un lado a otro en las pocas ocasiones que había un intercambio eran espectaculares.
-Y ahora...- dijo para sus compañeros jueces, señalando la lista-. Mirake Tekasko contra ---. ¿Por qué está en blanco?
-Ronda libre- dijo a su izquierda Kucyo Miyagi, un hombre de escasa altura y una barba blanca. Calvo y de ojos pequeños, sonreía con afabilidad mientras miraba al Zafiro Negro-. Cualquiera puede subir al tatami en esta ronda y enfrentar al contendiente.
-Comprendo. Bueno, por lo menos así se hace más interesante.
En el momento de decir aquello un tipo rubio entró. Tenía una cicatriz en la cara y vestía ropa deportiva. No parecía ni de lejos un Karateka, mucho menos una persona disciplinada capaz de derrotar al rival que tenía en frente, pero se atrevió a subir. "Rubio...", anotó en lugar del espacio en blanco de la hoja, antes de conocer el nombre de aquel valiente. Ni siquiera hacía el saludo de rigor, sino que trataba de estrechar la mano de su oponente, y éste la rechazaba. "Soberbio", anotó. Ya empezaba mal el tal Tekasko, y las palabras que soltó a continuación no fueron mucho más prometedoras. Y acertó.
Con un simple movimiento, el rubio derribó a su rival y le dio un puñetazo en el abdomen. Sin duda no era Karateka, ni respetaba el arte marcial. "Y también es un vanidoso", dijo en su mente. Le recordaba a alguien. Un viejo amigo que ya no estaba y que tampoco estaría más, salvo en el barco, que se mantendría siempre su estatua de madera. Pero a ése le iba a caer un bolazo en la cabeza.
-¡Cállate Midorima!- gritó, al tiempo que un bolígrafo volaba hacia él, con suficiente fuerza como para que llegara a su cabeza y darle un golpecito. Se levantó y miró a sus compañeros, que sin decir nada asintieron.
Vestido con judogi azul y un obi negro marcando nueve en números romanos, el dragón caminó hasta el escenario con cierta parsimonia, sin tomarse demasiada prisa, haciendo esperar a quien sería ahora su rival. Si era un novato con pretensiones por lo menos tomaría un poco de caldo de modestia. Si era más fuerte que él... Bueno, tendría una pelea interesante.
Subió al tatami de un salto y saludó con el rito habitual. Talones juntos, brazos paralelos al tronco y se dobló hasta llegar a los noventa grados con sus piernas, para tomar postura de combate.
-Un placer- dijo sonriente, sabiendo que pasara lo que pasara iba a tener un rato de diversión.
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Una gota de sudor frío le recorrió el rostro cuando vio al hombre que empezaba a subir al lugar de los enfrentamientos. Dexter Black, el actual Shichibukai. Nunca imaginó que se lo encontraría aquí, en este lugar y este mar. Aquel hombre tan poderoso y temido por mucho, odiado también por la misma cantidad, estaba ahí de frente y dispuesto a luchar contra él. ”Esta es la oportunidad de saber dónde está tu padre. Idiota.” – pensaba a la par que lo miraba con una sonrisa. Era cierto, esta era una oportunidad única y sentía que su padre estaba más cerca que nunca. Hizo lo mismo que él y lo saludó con respeto. No era que le tuviera miedo, pero ese hombre podría catalogarse como el más fuerte de todo el mundo y nadie se atrevería a discutirlo. Era la clase de persona con la que anhelaba llegar a ser, así de fuerte y así de respetado.
– Vaya, no me esperaba encontrar al capitán de los The Blue Roses Pirates. – dijo con una sonrisa mientras se ponía en guardia. Sabía que no tenía oportunidad, pero en su diccionario no existía la palabra “huir” o “rendirse”, definitivamente, iba a pelear. – Dexter Black, actual miembro del Ouka Shichibukai y uno de los causantes de frenar la guerra en Mariejoa. ¿Qué haces aquí en esta isla olvidada de la mano de Dios? – mientras decía iba pensando en alguna estrategia para luchar contra ese tipo. – Hagamos un trato. Si logro conectar un golpe en tu rostro, me aceptaras en tu banda sin peros y además, me revelarás el paradero de Midorima Shintaro. Digamos que ese hombre y yo tenemos cuentas pendientes… – no le iba a revelar así de fácil que era el hijo de aquel pirata del pelo verde, pero hasta el momento era el único que sabía dónde podía estar. Si dejaba escapar esta oportunidad no la iba a tener nunca más… Ese hombre volvería a estar en el mar de los más fuertes y le perdería la pista y eso solo lo alejaría de su objetivo. – ¿Aceptas, Dexter?
No le iba a dar tiempo a responder. Poco y nada le importaba seguir las reglas del karate o esas mierdas, si las seguía solo cavaría su tumba y sabía que el Shichibukai aceptaría su trato. Lo sabía, su instinto le gritaba que así sería y que no le iba a dar la espalda a algo así. Aparte, si era como todos decían, lo más seguro era que querría saber qué tipo de cuentas tenía un extraño como él con uno de sus mejores hombres, sino el mejor de todos. Era un trato fijo y para eso tenía que conectar un solo golpe en su rostro. Una tarea que parecería titánica, una misión imposible para un novato en el mar como él, pero lo iba a lograr aun si perdía sus extremidades en el camino. ”Solo debes concentrarte, Laxus. No pares de atacar, si pierdes tus brazos usa tus piernas, si pierdes tus piernas muérdelo hasta morir, si pierdes tus ojos míralo hasta matarlo. Y aun si pierdes tu cuerpo entero, del otro mundo sigue atacando. No pares tu ofensiva.” – empezó a correr hacía Dexter. Su mirada mostraba su fuego interior, su decisión y su enorme voluntad. Una vez estuvo cerca de él, lanzó una patada a su costado izquierdo, acto seguido, diera o no, lanzaría un gancho derecho para conectar en el hígado. Seguido de eso, lanzaría una poderosa patada dirigida al rostro, si fallaba seguiría con una combinación de dos puñetazos seguidos al mismo punto para finalizar con un puñetazo que buscaba su caja torácica. Una vez terminó su combinación, que en el interior esperaba que funcionara, se alejaría unos metros y generaría distancia… La hora de la verdad estaba cerca…. Su padre estaba más cerca que nunca y finalmente podría cumplir con sus metas… Era el todo o nada.
Dexter Black
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Hablaba como Midorima... Y de Midorima. Tenía el mismo deje que el peliverde, aquella egolatría que escondía una gran inseguridad probablemente. ¿Y para qué querría ver a su compañero? En fin, qué mas daba, tampoco tenía nada que perder, y si se ponía violento durante el viaje sólo tenía que atizarle, ya que al parecer, con ese trato, él mismo había asumido que la diferencia de poder era casi infinita. "Bueno, no importa". Tan sólo era momento de esperar a la ofensiva, que de todas formas no se hizo mucho de rogar.
Como una versión torpe de su amigo finado, el rubio conectó una patada a su costillar, muy meritorio si no fuera por la indiferencia del dragón. El trato era en la cara, no en el cuerpo, y su dominio del Haki de armadura era tal que tendría suerte aquel muchacho si no se rompía algo. "Y ahí viene", dijo de repente su mente cuando una nueva patada trató de impactar su rostro, y una salva de puñetazos tras él. Pero su mano los iba deteniendo de uno en uno, hasta que se aburrió, y dio un salto hacia atrás.
-¿Y ese interés por entrar en mi tripulación?- inquirió, con cierta curiosidad. Aunque la verdad, se le ocurría una buena forma de conocer sus intenciones-. Veamos, te ofrezco un trato mejor. Me cuentas por qué quieres unirte a mi tripulación y me planteo llevarte ante Midorima.Me cuentas por qué quieres verlo y te dejo darme un puñetazo en la cara.
Era su turno de atacar, de todos modos. Flexionó la pierna izquierda mientras mantenía la derecha estirada hacia atrás, para terminar luego impulsándose sobre la primeram tratando de atinar una potente patada voladora a aquel rostro. Si él atinaba, probablemente los daños no fueran demasiados, pues sólo tenía potencia para derribarlo. Por el momento se contenía, y si demostraba tener poder ya haría algo más.
-De todas formas aún no sé tu nombre. Deberías darlo antes de atacar, es de buena educación- ya que él lo conocía, era injusto que Dexter no estuviera enterado de a quién se enfrentaba.
La batalla no se presentaba muy entretenida, pero podía surgir algo muy interesante de aquello. Aún recordaba cuando se encontró por primera vez a Midorima en Tequila Wolf, y sus fuerzas estaban casi a la par... Durante los años venideros Dexter entrenó de manera enfermiza, y aunque Midorima no dejó de lado sus entrenamientos, se había quedado atrás. Pero casi mejor, un Kage Akuma podía serlo para siempre, y si Kedra había colocado a Midorima junto a él para controlarlo no le había servido de mucho. "Siempre preguntabas si no confiaba en ti, viejo amigo. Supongo que nunca conseguí olvidar que serviste con Kedra...". Una lágrima resbaló por su mejilla, recordando los buenos tiempos. Tal vez no confiara en él, pero trataba de ganárselo a cada momento. Quién sabe qué pasaría por su cabeza cuando abandonó a Kedra, y qué importaba ahora, ¿No? Estaba muerto y aparecía alguien buscándolo de repente. ¿Qué iba a suceder a continuación?
Como una versión torpe de su amigo finado, el rubio conectó una patada a su costillar, muy meritorio si no fuera por la indiferencia del dragón. El trato era en la cara, no en el cuerpo, y su dominio del Haki de armadura era tal que tendría suerte aquel muchacho si no se rompía algo. "Y ahí viene", dijo de repente su mente cuando una nueva patada trató de impactar su rostro, y una salva de puñetazos tras él. Pero su mano los iba deteniendo de uno en uno, hasta que se aburrió, y dio un salto hacia atrás.
-¿Y ese interés por entrar en mi tripulación?- inquirió, con cierta curiosidad. Aunque la verdad, se le ocurría una buena forma de conocer sus intenciones-. Veamos, te ofrezco un trato mejor. Me cuentas por qué quieres unirte a mi tripulación y me planteo llevarte ante Midorima.Me cuentas por qué quieres verlo y te dejo darme un puñetazo en la cara.
Era su turno de atacar, de todos modos. Flexionó la pierna izquierda mientras mantenía la derecha estirada hacia atrás, para terminar luego impulsándose sobre la primeram tratando de atinar una potente patada voladora a aquel rostro. Si él atinaba, probablemente los daños no fueran demasiados, pues sólo tenía potencia para derribarlo. Por el momento se contenía, y si demostraba tener poder ya haría algo más.
-De todas formas aún no sé tu nombre. Deberías darlo antes de atacar, es de buena educación- ya que él lo conocía, era injusto que Dexter no estuviera enterado de a quién se enfrentaba.
La batalla no se presentaba muy entretenida, pero podía surgir algo muy interesante de aquello. Aún recordaba cuando se encontró por primera vez a Midorima en Tequila Wolf, y sus fuerzas estaban casi a la par... Durante los años venideros Dexter entrenó de manera enfermiza, y aunque Midorima no dejó de lado sus entrenamientos, se había quedado atrás. Pero casi mejor, un Kage Akuma podía serlo para siempre, y si Kedra había colocado a Midorima junto a él para controlarlo no le había servido de mucho. "Siempre preguntabas si no confiaba en ti, viejo amigo. Supongo que nunca conseguí olvidar que serviste con Kedra...". Una lágrima resbaló por su mejilla, recordando los buenos tiempos. Tal vez no confiara en él, pero trataba de ganárselo a cada momento. Quién sabe qué pasaría por su cabeza cuando abandonó a Kedra, y qué importaba ahora, ¿No? Estaba muerto y aparecía alguien buscándolo de repente. ¿Qué iba a suceder a continuación?
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Había pasado lo que debía pasar. Lo obvio, Dexter ni siquiera se inmutó ante sus ataques. Era un monstruo y él no le iba a poder ganar, por ahora claro. Ante sus palabras dudó unos segundos, decirle sus motivos de por qué quería entrar a su tripulación, a cambio, Dexter pensaría en llevarlo ante su padre y si le decía por qué quería verlo, le dejaría pegarle en la cara. Su trato era simple, saber que tramaba y que quería con su padre. No lo negaba, era inteligente y quizás si trataba de mentirle lo descubriría en el acto. No tuvo mucho tiempo para pensar pues vio el ataque, una patada voladora directo a su rostro. Elevó sus brazos para bloquearla, aunque fue tal fuerza del impacto, que lo terminó por derribar de todas maneras. Su cuerpo cayó como peso muerto al suelo y sonó con fuerza. ”Este sujeto es fuerte… Ahora ¿Qué hago?” – pensaba mientras que golpeaba el aire con sus dos piernas y así lograba levantarse. Tuvo problemas con mantener el equilibrio y cayó sentado. Un intento más y finalmente logró estabilizar su cuerpo y quedarse de pie.
– Cierto, perdón. No me presente. Soy Laxus Dreyar. – dijo con una sonrisa. Podría negarse al trato del Shichibukai y buscar de mil formas distintas conectar un golpe en su rostro, pero viendo que la obvia diferencia en habilidades sería una pérdida de tiempo. ¿Qué hacer? Ante esta situación, solo quedaba ver el bien mayor y olvidarse de los detalles. – Bueno, en cierta manera, te he estado buscando a ti, Dexter. La razón… – tomó una leve pausa mientras se limpiaba un poco de sangre de su boca. Seguramente, al defenderse con los brazos y terminar en el suelo, se pasó a llevar uno de los labios. – Midorima Shintaro y yo… Somos familia. Él me abandonó hace ya tiempo, y ahora lo estoy buscando y saber las razones. – otra ligera pausa. El término familia era demasiado general, no era una mentira… Solo estaba escondiendo el verdadero lazo entre ellos. Ese lazo de padre e hijo – Según me he enterado, él estuvo contigo. En tu banda y no creo que exista otra persona que sepa donde esta con la precisión tuya. – sin quererlo había respondido a las dos preguntas de Dexter ¿Qué importaba? Aun no revelaba todos sus secretos… Y no lo iba a hacer todavía, aun no confiaba del todo en aquel hombre y no sabía cómo reaccionaría ante la verdad, después de todo… Laxus vino del futuro. – Según sé y he escuchado, tú y él eran algo así como mejores amigos ¿no? Entonces… Dime donde está… Si no quieres, no importa… Te obligaré con la fuerza. – dijo con fuerza.
No iba a esperar una respuesta. Estaban en un combate y eso era lo que importaba. Ganara o perdiera, podría aprender de ese sujeto y quizás a través de sus habilidades convencerlo de hacer todo lo que él estaba pidiendo… Volvió a elevar su guardia. Sin dudarlo, empezó a correr hacía su rival, quizás futuro capitán, sin dudarlo esta vez. Atacó con todo, una nueva combinación de golpes, patadas y puñetazos todos dirigidos al rostro. Sin descanso, sin frenar ni una sola vez, incrementando su velocidad a medida que lanzaba sus ataques. Lo iba a dar todo para conectar una sola vez en su rostro. Era todo, quería lograr cumplir su trato y ganarse ese sitio en la banda de Dexter. Una vez acabó, con un total de 15 golpes distintos, volvió a retroceder esperando alguna respuesta de parte del Shichibukai.
– Cierto, perdón. No me presente. Soy Laxus Dreyar. – dijo con una sonrisa. Podría negarse al trato del Shichibukai y buscar de mil formas distintas conectar un golpe en su rostro, pero viendo que la obvia diferencia en habilidades sería una pérdida de tiempo. ¿Qué hacer? Ante esta situación, solo quedaba ver el bien mayor y olvidarse de los detalles. – Bueno, en cierta manera, te he estado buscando a ti, Dexter. La razón… – tomó una leve pausa mientras se limpiaba un poco de sangre de su boca. Seguramente, al defenderse con los brazos y terminar en el suelo, se pasó a llevar uno de los labios. – Midorima Shintaro y yo… Somos familia. Él me abandonó hace ya tiempo, y ahora lo estoy buscando y saber las razones. – otra ligera pausa. El término familia era demasiado general, no era una mentira… Solo estaba escondiendo el verdadero lazo entre ellos. Ese lazo de padre e hijo – Según me he enterado, él estuvo contigo. En tu banda y no creo que exista otra persona que sepa donde esta con la precisión tuya. – sin quererlo había respondido a las dos preguntas de Dexter ¿Qué importaba? Aun no revelaba todos sus secretos… Y no lo iba a hacer todavía, aun no confiaba del todo en aquel hombre y no sabía cómo reaccionaría ante la verdad, después de todo… Laxus vino del futuro. – Según sé y he escuchado, tú y él eran algo así como mejores amigos ¿no? Entonces… Dime donde está… Si no quieres, no importa… Te obligaré con la fuerza. – dijo con fuerza.
No iba a esperar una respuesta. Estaban en un combate y eso era lo que importaba. Ganara o perdiera, podría aprender de ese sujeto y quizás a través de sus habilidades convencerlo de hacer todo lo que él estaba pidiendo… Volvió a elevar su guardia. Sin dudarlo, empezó a correr hacía su rival, quizás futuro capitán, sin dudarlo esta vez. Atacó con todo, una nueva combinación de golpes, patadas y puñetazos todos dirigidos al rostro. Sin descanso, sin frenar ni una sola vez, incrementando su velocidad a medida que lanzaba sus ataques. Lo iba a dar todo para conectar una sola vez en su rostro. Era todo, quería lograr cumplir su trato y ganarse ese sitio en la banda de Dexter. Una vez acabó, con un total de 15 golpes distintos, volvió a retroceder esperando alguna respuesta de parte del Shichibukai.
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