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(Pasado) Dos desconocidos y la posible búsqueda de un tesoro [Aki y Brand] {Dom 29 Nov 2015 - 23:44}
En una pequeña pero acogedora cala se encontraba el pirata Glash D. Brandom realizando uno de sus particulares entrenamientos con las katanas. El día era soleado sin ninguna nube que pudiera interponerse entre el astro rey y la isla Zaren, por lo que el clima era caluroso invitando a cualquiera ir a la playa para pasar un día bajo ese hermoso cielo azul.
Era bien entrada la tarde cuando el espadachín decidió tomarse un descanso, el rugido de sus tripas reclamaba algo de comida, pero antes decidió darse un baño. Después de cambiarse y ponerse un bañador dobló los ropajes dejándolos encima de una manta de color azul que había puesto en la arena, de esas parecidas a un picnic, el muchacho se había montado su pequeño “campamento”.
Dicha zona consistía en esa manta con un par de bolsas de viaje y una caja encima, en el interior había algunos suministros, ropajes; no había nada de valor entre esas pertenencias. Al incorporarse pasó por el lado de un conjunto de maderas colocadas en el interior de un círculo formado por piedras, era una fogata que estaba apagada tenía intenciones de quedarse allí, tal vez, toda la noche hasta el día siguiente.
<< Todo preparado… >> Con total libertad corrió hacia la orilla para zambullirse en el agua. Los rasgos más característicos de Brandom es ese color blanco de su pelo, peinado en puntas hacia atrás con un fleco al lado izquierdo; sus ojos de un azulado turquesa tampoco solían pasar desapercibidos. No es un joven que destaque por su altura, midiendo un metro sesenta, ni tampoco por su corpulencia, siendo más bien una persona con una musculatura definida por su entrenamiento diario.
Después de nadar y bucear un rato, sorprendido de las espectaculares imágenes que podía ver a pocos metros de profundidad se dispuso a salir del agua para saciar su hambre. Pasó por la barca que había atrancada en la orilla, para evitar que el oleaje se la llevara mar adentro, dirigiéndose hacia el improvisado campamento que había a escasos metros de allí
Se sentó notando el agua recorrer su cuerpo, el sol impactaba con fuerza y sentía ese calor que le iba secando poco a poco, al igual que esa tímida brisa que apenas movía el pelo del espadachín. Era momento de zampa y de una de esas bolsas sacó un melón que no tardó en cortar por la mitad con un cuchillo, guardó una de las mitades repitiendo el proceso con la otra parte, depositando en la caja uno de esos cachos sobrantes de melón, junto a la otra mitad del principio. Con calma y paciencia empezó a cortar varios trozos, no tenía mucha soltura pero no se cortaba, el espadachín acabó colocando en una bandeja esas tajadas cortando algunas de ellas a trozos pequeños; para finalizar sacó un envoltorio, abriéndolo e ir colocando unas finas lonchas de jamón por encima, era apetecible ese plato y se relamía los labios.
<< Un día de descanso antes de ir al Monte Olim… Estoy seguro que será un lugar maravilloso, pienso llegar hasta allí y mostrártelo. También dicen que hay piedras preciosas y metales, si todo va bien puedo sacar beneficios con eso >> pensó mirando la perla que llevaba como colgante, que reposaba en su torso desnudo. Limpió de forma cuidadosa el cuchillo con sus labios, saboreando ese jugo del melón. Guardó el cubierto y se frotó las manos, era momento de comer; decidió pasar a la acción agarrando una tajada de melón con jamón, se la llevó a los labios y la saboreó.
- Mmmm… ¡Qué bueno! - Desde que salió del agua había estado tan centrado y entusiasmado en hacer ese plato, que ni siquiera se había percatado de si alguien había llegado a la solitaria cala. En esos momentos con el melón con jamón en sus manos poco podía enterarse, seguía disfrutando de la comida teniendo como paisaje ese hermoso mar azulado.
- Cala:
Era bien entrada la tarde cuando el espadachín decidió tomarse un descanso, el rugido de sus tripas reclamaba algo de comida, pero antes decidió darse un baño. Después de cambiarse y ponerse un bañador dobló los ropajes dejándolos encima de una manta de color azul que había puesto en la arena, de esas parecidas a un picnic, el muchacho se había montado su pequeño “campamento”.
Dicha zona consistía en esa manta con un par de bolsas de viaje y una caja encima, en el interior había algunos suministros, ropajes; no había nada de valor entre esas pertenencias. Al incorporarse pasó por el lado de un conjunto de maderas colocadas en el interior de un círculo formado por piedras, era una fogata que estaba apagada tenía intenciones de quedarse allí, tal vez, toda la noche hasta el día siguiente.
<< Todo preparado… >> Con total libertad corrió hacia la orilla para zambullirse en el agua. Los rasgos más característicos de Brandom es ese color blanco de su pelo, peinado en puntas hacia atrás con un fleco al lado izquierdo; sus ojos de un azulado turquesa tampoco solían pasar desapercibidos. No es un joven que destaque por su altura, midiendo un metro sesenta, ni tampoco por su corpulencia, siendo más bien una persona con una musculatura definida por su entrenamiento diario.
Después de nadar y bucear un rato, sorprendido de las espectaculares imágenes que podía ver a pocos metros de profundidad se dispuso a salir del agua para saciar su hambre. Pasó por la barca que había atrancada en la orilla, para evitar que el oleaje se la llevara mar adentro, dirigiéndose hacia el improvisado campamento que había a escasos metros de allí
Se sentó notando el agua recorrer su cuerpo, el sol impactaba con fuerza y sentía ese calor que le iba secando poco a poco, al igual que esa tímida brisa que apenas movía el pelo del espadachín. Era momento de zampa y de una de esas bolsas sacó un melón que no tardó en cortar por la mitad con un cuchillo, guardó una de las mitades repitiendo el proceso con la otra parte, depositando en la caja uno de esos cachos sobrantes de melón, junto a la otra mitad del principio. Con calma y paciencia empezó a cortar varios trozos, no tenía mucha soltura pero no se cortaba, el espadachín acabó colocando en una bandeja esas tajadas cortando algunas de ellas a trozos pequeños; para finalizar sacó un envoltorio, abriéndolo e ir colocando unas finas lonchas de jamón por encima, era apetecible ese plato y se relamía los labios.
<< Un día de descanso antes de ir al Monte Olim… Estoy seguro que será un lugar maravilloso, pienso llegar hasta allí y mostrártelo. También dicen que hay piedras preciosas y metales, si todo va bien puedo sacar beneficios con eso >> pensó mirando la perla que llevaba como colgante, que reposaba en su torso desnudo. Limpió de forma cuidadosa el cuchillo con sus labios, saboreando ese jugo del melón. Guardó el cubierto y se frotó las manos, era momento de comer; decidió pasar a la acción agarrando una tajada de melón con jamón, se la llevó a los labios y la saboreó.
- Mmmm… ¡Qué bueno! - Desde que salió del agua había estado tan centrado y entusiasmado en hacer ese plato, que ni siquiera se había percatado de si alguien había llegado a la solitaria cala. En esos momentos con el melón con jamón en sus manos poco podía enterarse, seguía disfrutando de la comida teniendo como paisaje ese hermoso mar azulado.
- Horizonte:
Aki D. Arlia
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La pelirroja dormía pacíficamente, arropada con su capa y acurrucada encima de su alfombra voladora. Cetus se había hecho una bolita encima de su hombro y le daba calor. Ambos se dirigían hacia la isla de Zaren, para continuar sus vacaciones y llevaban ya un par de días volando, con alguna parada para comer y poco más. Se habían ido a dormir en cuanto el sol se había acostado, y pese a que ya estaba bastante alto no había habido nada capaz de despertarlos. Sin embargo, cuando la alfombra giró y el sol comenzó a darle a Aki en la cara, esta abrió los ojos y poco a poco se fue despertando. La capa se escurrió y dejó al descubierto un cuerpo cuidado por el ejercicio, con alguna que otra cicatriz aquí y allá productos de un mal corte. Iba desnuda, pero a treinta pies de altura no había nadie a quien pudiera molestarle.
La pelirroja se giró y acarició con el dedo a Cetus en la naricita, hasta que este soltó una pequeña nubecita de humo y parpadeando bostezó. Aki sonrió, la imagen era ciertamente tierna. Pero no podían dormir más, ya faltaba poco para llegar a la isla; si se esforzaba podía verla como una manchita en el horizonte.
Aún no le apetecía vestirse, así que abrió la mochila donde guardaba todas sus cosas y algunas provisiones; agarró dos naranjas y comenzó a pelarlas mientras tarareaba para si: cantar no era una opción, o espantaría a Cetus. Y el dragoncito también tenía que comer, de manera que abrió obediente el morro para que la pelirroja le metiera un gajo en la boca. Sonriendo, ella le comentó:
-Eres todo un consentido, que lo sepas. Pero te lo paso porque estás dormido.
Cuando acabaron el tentempié la joven abrió la mochila resignada y agarró algo de ropa. Ya quedaba poco, y la alfombra había ido descendiendo hasta el punto de que Aki podía ver su reflejo en la superficie del agua. Pero no debía tocarla. Se puso en pie y se colocó el bikini blanco junto con un pareo del mismo color. Le gustaba porque le dejaba mucha agilidad de movimientos. Se ató también las ligas con los cuchillos; aunque le quedaran extrañas prefería ir armada. De todas maneras no iba a poder bañarse, ¿Qué importaba?
En cuestión de minutos, la isla se hizo más y más grande enfrente suya. Entre una cosa y otra, la tarde había ido avanzando y era conveniente que comenzaran a hacer algún refugio por si llovía. Dieron una vuelta y Aki divisó una hermosa cala que parecía perfecta... salvo por un pequeño defecto: Ya había alguien ahí. De todas maneras, la pelirroja hizo descender a la alfombra asegurándose de que el extraño la veía para no asustarlo y bajó. Suspiró al sentir la caricia de la arena entre sus pies, cálida como la promesa de vacaciones y diversión.
Se dirigió hacia el extraño para entablar conversación, ya construiría el refugio después. No iba a ignorarlo... sobre todo cuando se dio cuenta de que llevaba jamón con melón. Entonces la pelirroja se olvidó de todo y tan solo caminó hacia donde estaba él. Le miró con los ojos azules y le pidió:
-Perdona... ¿P-podrías darme un cachito? Tiene tan buena pinta...
La pelirroja se giró y acarició con el dedo a Cetus en la naricita, hasta que este soltó una pequeña nubecita de humo y parpadeando bostezó. Aki sonrió, la imagen era ciertamente tierna. Pero no podían dormir más, ya faltaba poco para llegar a la isla; si se esforzaba podía verla como una manchita en el horizonte.
Aún no le apetecía vestirse, así que abrió la mochila donde guardaba todas sus cosas y algunas provisiones; agarró dos naranjas y comenzó a pelarlas mientras tarareaba para si: cantar no era una opción, o espantaría a Cetus. Y el dragoncito también tenía que comer, de manera que abrió obediente el morro para que la pelirroja le metiera un gajo en la boca. Sonriendo, ella le comentó:
-Eres todo un consentido, que lo sepas. Pero te lo paso porque estás dormido.
Cuando acabaron el tentempié la joven abrió la mochila resignada y agarró algo de ropa. Ya quedaba poco, y la alfombra había ido descendiendo hasta el punto de que Aki podía ver su reflejo en la superficie del agua. Pero no debía tocarla. Se puso en pie y se colocó el bikini blanco junto con un pareo del mismo color. Le gustaba porque le dejaba mucha agilidad de movimientos. Se ató también las ligas con los cuchillos; aunque le quedaran extrañas prefería ir armada. De todas maneras no iba a poder bañarse, ¿Qué importaba?
En cuestión de minutos, la isla se hizo más y más grande enfrente suya. Entre una cosa y otra, la tarde había ido avanzando y era conveniente que comenzaran a hacer algún refugio por si llovía. Dieron una vuelta y Aki divisó una hermosa cala que parecía perfecta... salvo por un pequeño defecto: Ya había alguien ahí. De todas maneras, la pelirroja hizo descender a la alfombra asegurándose de que el extraño la veía para no asustarlo y bajó. Suspiró al sentir la caricia de la arena entre sus pies, cálida como la promesa de vacaciones y diversión.
Se dirigió hacia el extraño para entablar conversación, ya construiría el refugio después. No iba a ignorarlo... sobre todo cuando se dio cuenta de que llevaba jamón con melón. Entonces la pelirroja se olvidó de todo y tan solo caminó hacia donde estaba él. Le miró con los ojos azules y le pidió:
-Perdona... ¿P-podrías darme un cachito? Tiene tan buena pinta...
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Glash D. Brandom estaba degustando ese melón con jamón, la fruta estaba fresca y el sabor de esa loncha le proporcionaba un buen placer en su garganta. Como cada vez que come, ni siquiera se toma un descanso para darle el primer bocado, que ni un segundo espera a llevarse el trozo entre sus labios.
- Mmmm… que bueno… - Sonreía mientras iba comiendo en su pequeño “campamento” sobre esa especie de manta de forma rectangular. Encima estaba la bandeja con las tajadas de melón y los tacos, en un lateral se encontraban las dos bolsas de viaje y detrás la ropa del espadachín bien doblada; realmente le gustaba sentirse cómodo y ser ordenado, no era de las personas que dejaban todo tirado por allí. La barca reposaba sobre la orilla a unos 5 metros de él, alejada del oleaje para impedir que el mar se la tragara.
El espadachín seguía con ese bañador de pantalón que le llegaba por encima de las rodillas, era de un color verdoso. Su físico no destacaba por la corpulencia ni la anchura de los músculos, más bien por su definición, el joven era muy fibroso y se podía ver que no había grasa que pillar en sus carnes, el entrenamiento continuo que realizaba estaba mostrando todos sus resultados. Se podría decir que el pirata es más bien de una estatura baja, llegando a medir entre 1,65 o 1,70 metros.
- Mmmm… - seguía mordisqueando esa fruta, partiendo el trozo de jamón con los dientes para no llevárselo todo de un bocado y poder seguir mezclando esos saborcillos que explotaban en su lengua.
En esos suspiros placenteros el espadachín se percató de la sombra que se estaba proyectando sobre la hoguera que se encontraba apagada - ¿Eh…? – alzó la vista y sus ojos, de un azul turquesa, se abrieron de par en par al poder ver una alfombra que sobrevolaba a varios metros de altura, acercándose hasta dónde se encontraba él.
<< ¡UNA ALFOMBRA VOLADORA! >> Sus pensamientos azotaron su mente como una tempestad a una pequeña barca en medio del océano << ¿Cómo… cómo es posible? >> La boca del pirata se había quedado abierta, el jugo del melón goteaba entre los dedos de su mano; no daba crédito a lo que estaba viendo y en su rostro se podía apreciar el asombro que sentía como si fuera un libro abierto.
<< No puede ser… >> Cerró los ojos y los volvió abrir, viendo ese medio de transporte cada vez más cerca, una figura se podía apreciar encima pero el sol le dificultaba la visión. En el momento en que la persona bajó de la alfombra, Brand la pudo identificar, seguía con esa cara de sorprendido mientras veía a la pelirroja que descendía con ese biquini de color blanco y el pareo a juego con la misma tonalidad. Brandom alternaba su mirada entre la alfombra y la desconocida, no daba crédito a lo que estaba sucediendo.
La mente del espadachín seguía trabajando como una locomotora a toda potencia << Céntrate… una alfombra voladora y una chica baja de ella… ¿Se habrá perdido? ¿Qué querrá? Ohhh ¿Qué le digo? Oh mierda… Piensa, piensa, piensa… >> Hubo un momento en blanco mientras la seguía mirando desde los azulados ojos, que le recordaba a los suyos, hasta los pies; tragó saliva entre medio de ese recorrido al ver el buen cuerpo que tenía, desde los generosos pechos, pasando por las buenas curvas y esas fuertes extremidades que poseía, sin duda eso también le llamó la atención, ese cuerpo presentaba para el pirata indicios de un entrenamiento continuo. Tampoco le pasó por alto la larga melena rojiza que le llegaba por la cintura, abriéndose por las puntas con la intensidad del mismísimo fuego.
<< Se está acercando… >> los ojos de Brand volvieron a mirarla al mismo tiempo que un color rojizo adornaba sus mejillas; no sentía vergüenza por lo que veía, bueno… tal vez un poco, el joven pirata no estaba acostumbrado a tratar con las personas de género contrario, si ya le costaba establecer una comunicación fluida con un desconocido, súmale una alfombra voladora y la hermosa pelirroja que se presentaba ante él.
Escuchó las palabras de la chica y sus ojos se encontraron con los de ella; tardó unos escasos segundos en responder, tal vez un récord ya que si su cerebro fuera una máquina estaría sacando humo – S… s.. sí.. – dijo en un tono bajo, luego rectificó moviendo la cabeza de un lado a otro como queriendo expresarse mejor, afirmando con más convicción – Sí – agachó su mirada en esa bandeja, habían un par de tajadas y dos pares de taquitos; le entregó una de las tajadas ofreciéndosela con la mano que tenía limpia, la que no utilizaba en esos momentos para comer – Toma… - en su mente se vislumbró el rostro de Amelia, su difunta madre, que cuando le entregaba algo le sonreía. Brandom la imitó en esos instantes y con esas mejillas sonrojadas sus labios dibujaron una sincera y agradable sonrisa. Otra escena inundó la memoria, cuando su abuelo le ofrecía sitio para meditar junto a él << Vamos… puedes hacerlo… >> tragó saliva e inspiró - ¿Quieres sentarte? – la manta era lo suficientemente grande para que los dos se acomodaran, Brand se movió un poco para ofrecerle más espacio.
<< Preséntate, eso es lo que se suele hacer >> allí que su mente, como un mundo paralelo, seguía haciendo sus tareas.
- Mi nombre es Brand… ¿Cómo… te llamas? – preguntó algo más relajado y allí que para intentar desviar la atención hacia otra cosa, saca la caja que había entre las dos bolsas; abriéndola para enseñar los tres cuartos de melón y las lonchas de jamón que quedaban – Por si te apetece comer más… por lo que no te cortes si quieres coger la otra tajada y los trozos pequeños – allí que esperaba la respuesta de la pelirroja mientras dejaba la caja a un lado – Perdona… - la curiosidad le podía y necesitaba solucionar esa incógnita que le representaba el medio de transporte – No sé de dónde vienes... pero... ¿Es normal que la alfombra vuele? – menuda pregunta más tonta, pero es que el pobre Glash D. Brandom había visto muy poco de este basto y maravilloso mundo.
- Mmmm… que bueno… - Sonreía mientras iba comiendo en su pequeño “campamento” sobre esa especie de manta de forma rectangular. Encima estaba la bandeja con las tajadas de melón y los tacos, en un lateral se encontraban las dos bolsas de viaje y detrás la ropa del espadachín bien doblada; realmente le gustaba sentirse cómodo y ser ordenado, no era de las personas que dejaban todo tirado por allí. La barca reposaba sobre la orilla a unos 5 metros de él, alejada del oleaje para impedir que el mar se la tragara.
El espadachín seguía con ese bañador de pantalón que le llegaba por encima de las rodillas, era de un color verdoso. Su físico no destacaba por la corpulencia ni la anchura de los músculos, más bien por su definición, el joven era muy fibroso y se podía ver que no había grasa que pillar en sus carnes, el entrenamiento continuo que realizaba estaba mostrando todos sus resultados. Se podría decir que el pirata es más bien de una estatura baja, llegando a medir entre 1,65 o 1,70 metros.
- Mmmm… - seguía mordisqueando esa fruta, partiendo el trozo de jamón con los dientes para no llevárselo todo de un bocado y poder seguir mezclando esos saborcillos que explotaban en su lengua.
En esos suspiros placenteros el espadachín se percató de la sombra que se estaba proyectando sobre la hoguera que se encontraba apagada - ¿Eh…? – alzó la vista y sus ojos, de un azul turquesa, se abrieron de par en par al poder ver una alfombra que sobrevolaba a varios metros de altura, acercándose hasta dónde se encontraba él.
<< ¡UNA ALFOMBRA VOLADORA! >> Sus pensamientos azotaron su mente como una tempestad a una pequeña barca en medio del océano << ¿Cómo… cómo es posible? >> La boca del pirata se había quedado abierta, el jugo del melón goteaba entre los dedos de su mano; no daba crédito a lo que estaba viendo y en su rostro se podía apreciar el asombro que sentía como si fuera un libro abierto.
<< No puede ser… >> Cerró los ojos y los volvió abrir, viendo ese medio de transporte cada vez más cerca, una figura se podía apreciar encima pero el sol le dificultaba la visión. En el momento en que la persona bajó de la alfombra, Brand la pudo identificar, seguía con esa cara de sorprendido mientras veía a la pelirroja que descendía con ese biquini de color blanco y el pareo a juego con la misma tonalidad. Brandom alternaba su mirada entre la alfombra y la desconocida, no daba crédito a lo que estaba sucediendo.
La mente del espadachín seguía trabajando como una locomotora a toda potencia << Céntrate… una alfombra voladora y una chica baja de ella… ¿Se habrá perdido? ¿Qué querrá? Ohhh ¿Qué le digo? Oh mierda… Piensa, piensa, piensa… >> Hubo un momento en blanco mientras la seguía mirando desde los azulados ojos, que le recordaba a los suyos, hasta los pies; tragó saliva entre medio de ese recorrido al ver el buen cuerpo que tenía, desde los generosos pechos, pasando por las buenas curvas y esas fuertes extremidades que poseía, sin duda eso también le llamó la atención, ese cuerpo presentaba para el pirata indicios de un entrenamiento continuo. Tampoco le pasó por alto la larga melena rojiza que le llegaba por la cintura, abriéndose por las puntas con la intensidad del mismísimo fuego.
<< Se está acercando… >> los ojos de Brand volvieron a mirarla al mismo tiempo que un color rojizo adornaba sus mejillas; no sentía vergüenza por lo que veía, bueno… tal vez un poco, el joven pirata no estaba acostumbrado a tratar con las personas de género contrario, si ya le costaba establecer una comunicación fluida con un desconocido, súmale una alfombra voladora y la hermosa pelirroja que se presentaba ante él.
- Brand sorprendido:
Escuchó las palabras de la chica y sus ojos se encontraron con los de ella; tardó unos escasos segundos en responder, tal vez un récord ya que si su cerebro fuera una máquina estaría sacando humo – S… s.. sí.. – dijo en un tono bajo, luego rectificó moviendo la cabeza de un lado a otro como queriendo expresarse mejor, afirmando con más convicción – Sí – agachó su mirada en esa bandeja, habían un par de tajadas y dos pares de taquitos; le entregó una de las tajadas ofreciéndosela con la mano que tenía limpia, la que no utilizaba en esos momentos para comer – Toma… - en su mente se vislumbró el rostro de Amelia, su difunta madre, que cuando le entregaba algo le sonreía. Brandom la imitó en esos instantes y con esas mejillas sonrojadas sus labios dibujaron una sincera y agradable sonrisa. Otra escena inundó la memoria, cuando su abuelo le ofrecía sitio para meditar junto a él << Vamos… puedes hacerlo… >> tragó saliva e inspiró - ¿Quieres sentarte? – la manta era lo suficientemente grande para que los dos se acomodaran, Brand se movió un poco para ofrecerle más espacio.
<< Preséntate, eso es lo que se suele hacer >> allí que su mente, como un mundo paralelo, seguía haciendo sus tareas.
- Mi nombre es Brand… ¿Cómo… te llamas? – preguntó algo más relajado y allí que para intentar desviar la atención hacia otra cosa, saca la caja que había entre las dos bolsas; abriéndola para enseñar los tres cuartos de melón y las lonchas de jamón que quedaban – Por si te apetece comer más… por lo que no te cortes si quieres coger la otra tajada y los trozos pequeños – allí que esperaba la respuesta de la pelirroja mientras dejaba la caja a un lado – Perdona… - la curiosidad le podía y necesitaba solucionar esa incógnita que le representaba el medio de transporte – No sé de dónde vienes... pero... ¿Es normal que la alfombra vuele? – menuda pregunta más tonta, pero es que el pobre Glash D. Brandom había visto muy poco de este basto y maravilloso mundo.
Aki D. Arlia
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Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
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Aki extendió la mano como con miedo, no queriendo romper el momento. Notaba la calor en el rostro y el pelo volando a su espalda a causa de la brisa. El aire olía a mar... y a felicidad. Todo era perfecto, y aún así... aún así no podía evitar pensar que en el momento en el que lo tocara todo se desvanecería y ella volvería a quedar a merced del hambre... sola... desamparada... pero tenía que hacerlo. No había otra opción posible para ella en ese momento. Con cara de concentración alargó la otra mano y con cuidado, con mucho cuidado, agarró la tajada que alguien le ofrecía. ¿Quién? ¿Importaba? No, no lo hacía.
Aki cayó de rodillas en la arena tan pronto el delicioso manjar rozó sus manos, maravillada de lo que tenía ante si. Los cuchillos en las ligas de sus muslos tintinearon con el movimiento, pero en la cabeza de la pelirroja no era más que un coro celestial que venía a celebrar el reencuentro. No recordaba la última vez que había podido catarlo, pero sin duda había sido hacía mucho. Más que un plato o un tentempié, era un lejano recuerdo de su infancia, la felicidad hecha comida. Temerosa, acarició la loncha de jamón con la yema del dedo, para centrarla bien encima del melón y cerró los ojos. Poquito a poco, se fue acercando y abriendo la boca hasta que, por fin, lo notó. El delicioso sabor del melón inundó sus sentidos refrescante y dulce, rematado por el contrapunto que aportaba el jamón, salado y de la mejor calidad. Delicioso. Sublime. Una unión impensable en un principio, dos contrarios que se aliaban para formar un alimento de primera clase del cual muchos podían probar, pero tan solo unos pocos elegidos podían disfrutar.
Aki suspiró, notando sus mejillas ruborizadas. En cuestión de segundos se acabó el bocado y elevó la cara hacia el sol para recibir su calor. Estaba en paz, plena... aunque le daba pena que se hubiera acabado. Pero claro, el melón nos lo da y el jamón nos lo quita, como decía Akon. Y entonces oyó las palabras más dulces del mundo, que le hicieron regresar a la realidad. Se giró y vio a un joven peliblanco que también estaba dando cuenta del melón. Tenía los ojos azules como ella, y vestía tan solo un bañador. Se acercó hacia él muy seria, avanzando a cuatro patas por la arena y la manta hasta tenerle a centímetros. En algún lugar de su mente había entendido que él debía de haberle dado el primer cacho, pero eso no era importante ahora. Tan solo una cosa importaba:
-¿Lo harías? ¿De verdad sacrificarías lo que queda de melón para que yo pudiera comer otro cacho?
Por toda respuesta, el joven situó la caja con el resto del melón entre ambos. Aki, emocionada, se sentó a su lado y en silencio degustó otros dos pedazos. Dejó el último como símbolo de agradecimiento hacia su anfitrión y entonces cayó en que le había hablado. Se lamió los labios, contenta de que ahora supieran a melón. De repente, una pelotita verde oscura llegó de nadie sabe donde y se estrelló en la cabeza de Aki.
-¡Cetus!-Por toda respuesta, el dragoncito le dio con la cola en la frente y la pelirroja cayó en lo maleducada que estaba siendo. Ni siquiera se había presentado, y el joven le había hecho una pregunta... Se giró hacia el sonriendo.
-Por favor, discúlpame. Hacía mucho que no comía melón con jamón. Me llamo Aki. Oh, y la alfombra...hasta ahora es la única que he visto. Me la vendieron en un bazar de segunda mano lejos de aquí, pero hasta ahora no me ha fallado ni una vez. Es un cielo, la verdad.
Aki agarró a Cetus y lo puso en la arena. La criatura comenzó a hacer una montañita mientras la pelirroja le miraba.
-Él es Cetus, por cierto. Y gracias por la comida, ha estado mal por mi parte no preguntar ni siquiera. He venido a pasar las vacaciones, no pretendía interrumpirte. Si quieres yo me encargaré de la cena para compensarte. No se me da muy bien cocinar, pero si encontrar comida. Algo es algo, supongo.
La joven se estiró y se recogió el pelo en una coleta. Acto seguido se inclinó para ayudar a su dragón con el castillo, levantando pequeñas murallas aquí y allá. De repente, se giró hacia su improvisado compañero.
-¿Brand, cierto? ¿Qué te trae por aquí?
Aki cayó de rodillas en la arena tan pronto el delicioso manjar rozó sus manos, maravillada de lo que tenía ante si. Los cuchillos en las ligas de sus muslos tintinearon con el movimiento, pero en la cabeza de la pelirroja no era más que un coro celestial que venía a celebrar el reencuentro. No recordaba la última vez que había podido catarlo, pero sin duda había sido hacía mucho. Más que un plato o un tentempié, era un lejano recuerdo de su infancia, la felicidad hecha comida. Temerosa, acarició la loncha de jamón con la yema del dedo, para centrarla bien encima del melón y cerró los ojos. Poquito a poco, se fue acercando y abriendo la boca hasta que, por fin, lo notó. El delicioso sabor del melón inundó sus sentidos refrescante y dulce, rematado por el contrapunto que aportaba el jamón, salado y de la mejor calidad. Delicioso. Sublime. Una unión impensable en un principio, dos contrarios que se aliaban para formar un alimento de primera clase del cual muchos podían probar, pero tan solo unos pocos elegidos podían disfrutar.
Aki suspiró, notando sus mejillas ruborizadas. En cuestión de segundos se acabó el bocado y elevó la cara hacia el sol para recibir su calor. Estaba en paz, plena... aunque le daba pena que se hubiera acabado. Pero claro, el melón nos lo da y el jamón nos lo quita, como decía Akon. Y entonces oyó las palabras más dulces del mundo, que le hicieron regresar a la realidad. Se giró y vio a un joven peliblanco que también estaba dando cuenta del melón. Tenía los ojos azules como ella, y vestía tan solo un bañador. Se acercó hacia él muy seria, avanzando a cuatro patas por la arena y la manta hasta tenerle a centímetros. En algún lugar de su mente había entendido que él debía de haberle dado el primer cacho, pero eso no era importante ahora. Tan solo una cosa importaba:
-¿Lo harías? ¿De verdad sacrificarías lo que queda de melón para que yo pudiera comer otro cacho?
Por toda respuesta, el joven situó la caja con el resto del melón entre ambos. Aki, emocionada, se sentó a su lado y en silencio degustó otros dos pedazos. Dejó el último como símbolo de agradecimiento hacia su anfitrión y entonces cayó en que le había hablado. Se lamió los labios, contenta de que ahora supieran a melón. De repente, una pelotita verde oscura llegó de nadie sabe donde y se estrelló en la cabeza de Aki.
-¡Cetus!-Por toda respuesta, el dragoncito le dio con la cola en la frente y la pelirroja cayó en lo maleducada que estaba siendo. Ni siquiera se había presentado, y el joven le había hecho una pregunta... Se giró hacia el sonriendo.
-Por favor, discúlpame. Hacía mucho que no comía melón con jamón. Me llamo Aki. Oh, y la alfombra...hasta ahora es la única que he visto. Me la vendieron en un bazar de segunda mano lejos de aquí, pero hasta ahora no me ha fallado ni una vez. Es un cielo, la verdad.
Aki agarró a Cetus y lo puso en la arena. La criatura comenzó a hacer una montañita mientras la pelirroja le miraba.
-Él es Cetus, por cierto. Y gracias por la comida, ha estado mal por mi parte no preguntar ni siquiera. He venido a pasar las vacaciones, no pretendía interrumpirte. Si quieres yo me encargaré de la cena para compensarte. No se me da muy bien cocinar, pero si encontrar comida. Algo es algo, supongo.
La joven se estiró y se recogió el pelo en una coleta. Acto seguido se inclinó para ayudar a su dragón con el castillo, levantando pequeñas murallas aquí y allá. De repente, se giró hacia su improvisado compañero.
-¿Brand, cierto? ¿Qué te trae por aquí?
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Varios
Brand observaba, con cara de circunstancia, como la pelirroja sujetaba la tajada de melón con jamón como si fuera el tesoro más preciado del mundo en ese momento, esos ojos que brillaban y ese momento en que la chica se cayó de rodillas hizo que el joven se quedara algo atónito ante esas acciones.
<< Sí que le gusta sí… me sabe mal molestarla… >> se mantenía callado sin dejar de mirar a la mujer, de nuevo sus ojos se desviaron de arriba abajo percatándose de la presencia de esos cuchillos en la zona del muslo y de allí, al bikini que dejaba ver ese pareo de color blanco.
<< Céntrate… desvía tu atención hacia los cuchillos… >> allí que volvió a mirar esos cuchillos; cada minuto que pasaba la chica le sorprendía más y más. El pirata era participe de ese momento “íntimo” entre la mujer y la tajada de melón con jamón, lo notaba en el ambiente y ni “mu” dijo. Tragó saliva en el momento que la desconocida mordía la fruta, degustándola junto al jamón; Brandom sentía cosa si daba un mordisco a algún trozo sobrante por lo que se mantuvo a la espera.
<< Se ha sonrojado también… >> La mente del espadachín seguía con su propia conversación y allí que abrió los ojos de golpe al verla como avanzaba hacia él a cuatro patas, la primera imagen fueron esos exuberantes pechos bajo el bikini y el pareo << ¡Arriba! ¡Arriba! >> sus ojos se encontraron con los de ella cuando estaba a escasos centímetros, Brandom se inclinaba hacia atrás con cierto gesto de inseguridad al no saber cómo debía de actuar y sus mejillas seguían ruborizadas.
Cuando escuchó las palabras de ella las dudas se reflejaron en su rostro, no entendía lo que decía << ¿Sacrificar el melón…? >> luego al verla que se sentaba a su lado le dijo – Bueno… no me importa hacer más tajadas ¡Hay melón y jamón de sobra! – esperaba que esa respuesta fuera la correcta y aprovechó a comerse el último trozo de melón, saboreándolo que allí ya se disponía a cortar varias tajadas con un cuchillo – Si te apetece un par de trozos más los puedo preparar… o si no, para más tarde – era lo que quería distraerse con algo para no pensar en que le iba a decir o que iba hacer, alzó la vista mirándola, fijándose como la pelirroja se lamía los labios.
<< ¿Quién será…? Y… >> miró hacia abajo como cual pervertido, pero realmente lo que observaba Brand eran esos cuchillos que descansaban en la liga del muslo. Alzó de nuevo la vista de reojo y pudo ver algo que se acercaba a un ritmo vertiginoso, directamente hacia la joven. Por acto reflejo el pirata soltó el cuchillo que acabó en la manta, al igual que ese trozo de melón y allí iba Glash D. Brandom con toda la intención de empujar a la chica o tirarse encima; pero su mente reaccionó << ¡Espera! ¡Si la empujo tal vez roce alguna zona íntima! ¿¡Si me tiro encima qué pensará!? ¡¿Qué hago?! >> Los ojos observaban el buen cuerpo de la desconocida de pelo rojizo, en esos dos segundos Brand pudo presenciar en primera persona la silueta del físico de esa chica. El espadachín estaba en medio camino de abalanzarse sobre ella, de rodillas en la manta cuando… el artefacto desconocido impactó en la cabeza de Aki.
<< ¡HE LLEGADO TARDE! >> La cara de Brandom reflejaba sorpresa y incertidumbre por haberla cagado, ya que había actuado demasiado tarde; todo por culpa de su incapacidad para tratar asuntos con otras personas que no conoce ¿Tal vez por miedo a ser rechazado? ¿Miedo a no hacer las cosas bien? Lo que tenía que madurar el joven espadachín en el ámbito social.
El pirata miraba la cola que golpeó la frente del hermoso rostro de la pelirroja. Resiguió esa “extremidad” identificando la figura de un dragón que reposaba sobre ella.
<< ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡UN DRAGÓN!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! >> Su mente le abofeteó de tal manera que en la realidad se reflejó como un pequeño salto, cayendo de culo en la manta. Ahora estaba paralizado ante la presencia de ese diminuto animal que solo había escuchado o leído en cuentos y leyendas. En esos instantes solo tenía ojos para Cetus, ni la alfombra voladora, ni los pechos de la desconocida, ni los cuchillos, ni la melena de ese rojo intenso; nada, los ojos azulados de Brandom tenían la atención fija en ese pequeño dragón.
<< Te está hablando, responde >> seguía con esa cara sin poderse creer lo que veía sus ojos, bien cierto era que esa mujer llamada Aki lo sorprendía por cada minuto que pasaba – Aki…Aki…. Sí… aha… la alfombra… un bazar… - el cuarto de melón y el cuchillo se iluminaron en la vista del pirata, era su salvación. Se sentó todo rígido y sujetó la fruta con una mano, con la otra el cuchillo; empezó hacer varias tajadas, necesitaba hacer algo mientras esas mejillas se sonrojaban por la vergüenza de su actuación << Vergonzoso… has estado en situaciones algo jodidas y aquí eres como un animalillo perdido en medio de un bosque con depredadores rodeándote >> cerró los ojos en esa lucha interna por hablar. Seguía escuchando las palabras de Aki, presentándole al dragón llamado Cetus mientras Brandom miraba como el mitológico animal jugaba con la arena, miró de reojo a la pelirroja escuchando toda la información que le ofrecía.
<< Vacaciones… no, no molestas no te preocupes. ¿La cena? Ohh… bueno, como quieras. Tampoco soy muy bueno cocinando, se me daría mejor pescar… pero si te apetece... ¡IMBÉCIL! ¡Qué no te está escuchando! ¡Qué no lee la mente! >>
Seguía mirándola, como se recogía la enorme melena en una coleta y luego como jugaba con el dragón como si allí no pasara nada, creando murallas y castillos de arena. Brand inspiró muy profundamente, de golpe las palabras salieron como balas de una metralleta - EncantadodeconocerteAkitienesunalafombramuypeculiartubistesuertedeencontrarlaeneseebazar - su respiración era agitada y las gotas de sudor caían por su frente, era tanto el nerviosismo que el cuarto de melón se había transformado en perfectas tajadas sobre la bandeja.
<< Para que mentir… >>
Abatido por su forma de expresarse habló con cierto tono de derrota – Lo siento… - la preciosa y brillante perla que colgaba del colgante, en su torso, se movía al ritmo de la respiración que poco a poco iba controlando – Me cuesta expresarme con desconocidos… súmale la alfombra voladora, el dragón, tu cuerpo… - pausó su frase << ¡VIGILA! >> - Con eso no me refiero a que no me guste ¿Eh? – otra pausa << ¡No la cagues ahora! >> - ¡Quiero decir! ¡Me gusta! – Como en una sala con múltiples salidas, cada vez que abría la boca se sellaban la mitad – Me refería a que eres atractiva… - comentó en un hilo de voz, todo modosito, con parte del flequillo cubriendo sus ojos mientras esas mejillas volvían a iluminarse con ese tenue color rojizo.
- No hace falta que me compenses por lo del melón… si te apetece puedes buscar algo para cenar y ya lo cocinaré… podría enseñarte lo poco que sé – hablaba, pero los ojos de Brand miraban un punto en concreto de la bandeja con melón con jamón – Me llamo Brand… - apretó los puños… ya por vergüenza no podía ser, no podía caer más bajo y cobarde no lo era.
Alzó la mirada para observar a Aki - Soy un pirata y decidí venir a Zaren para visitar el Monte Olim , se rumorea que hay una infinidad de piedras preciosas y metales de gran valor. A parte, para llegar hay que pasar la cueva alterna, un lugar dónde los caminos cambian, al igual que los túneles y las bifurcaciones. Una vez juré a mi madre que vería en nombre de ella cada rincón de este mundo y pienso cumplirlo - esa mirada que tenía ahora era mucho más seria, no bromeaba en esas últimas palabras, sobretodo cuando habla de su madre su apreciada y difunta madre.
<< Sí que le gusta sí… me sabe mal molestarla… >> se mantenía callado sin dejar de mirar a la mujer, de nuevo sus ojos se desviaron de arriba abajo percatándose de la presencia de esos cuchillos en la zona del muslo y de allí, al bikini que dejaba ver ese pareo de color blanco.
<< Céntrate… desvía tu atención hacia los cuchillos… >> allí que volvió a mirar esos cuchillos; cada minuto que pasaba la chica le sorprendía más y más. El pirata era participe de ese momento “íntimo” entre la mujer y la tajada de melón con jamón, lo notaba en el ambiente y ni “mu” dijo. Tragó saliva en el momento que la desconocida mordía la fruta, degustándola junto al jamón; Brandom sentía cosa si daba un mordisco a algún trozo sobrante por lo que se mantuvo a la espera.
<< Se ha sonrojado también… >> La mente del espadachín seguía con su propia conversación y allí que abrió los ojos de golpe al verla como avanzaba hacia él a cuatro patas, la primera imagen fueron esos exuberantes pechos bajo el bikini y el pareo << ¡Arriba! ¡Arriba! >> sus ojos se encontraron con los de ella cuando estaba a escasos centímetros, Brandom se inclinaba hacia atrás con cierto gesto de inseguridad al no saber cómo debía de actuar y sus mejillas seguían ruborizadas.
Cuando escuchó las palabras de ella las dudas se reflejaron en su rostro, no entendía lo que decía << ¿Sacrificar el melón…? >> luego al verla que se sentaba a su lado le dijo – Bueno… no me importa hacer más tajadas ¡Hay melón y jamón de sobra! – esperaba que esa respuesta fuera la correcta y aprovechó a comerse el último trozo de melón, saboreándolo que allí ya se disponía a cortar varias tajadas con un cuchillo – Si te apetece un par de trozos más los puedo preparar… o si no, para más tarde – era lo que quería distraerse con algo para no pensar en que le iba a decir o que iba hacer, alzó la vista mirándola, fijándose como la pelirroja se lamía los labios.
<< ¿Quién será…? Y… >> miró hacia abajo como cual pervertido, pero realmente lo que observaba Brand eran esos cuchillos que descansaban en la liga del muslo. Alzó de nuevo la vista de reojo y pudo ver algo que se acercaba a un ritmo vertiginoso, directamente hacia la joven. Por acto reflejo el pirata soltó el cuchillo que acabó en la manta, al igual que ese trozo de melón y allí iba Glash D. Brandom con toda la intención de empujar a la chica o tirarse encima; pero su mente reaccionó << ¡Espera! ¡Si la empujo tal vez roce alguna zona íntima! ¿¡Si me tiro encima qué pensará!? ¡¿Qué hago?! >> Los ojos observaban el buen cuerpo de la desconocida de pelo rojizo, en esos dos segundos Brand pudo presenciar en primera persona la silueta del físico de esa chica. El espadachín estaba en medio camino de abalanzarse sobre ella, de rodillas en la manta cuando… el artefacto desconocido impactó en la cabeza de Aki.
<< ¡HE LLEGADO TARDE! >> La cara de Brandom reflejaba sorpresa y incertidumbre por haberla cagado, ya que había actuado demasiado tarde; todo por culpa de su incapacidad para tratar asuntos con otras personas que no conoce ¿Tal vez por miedo a ser rechazado? ¿Miedo a no hacer las cosas bien? Lo que tenía que madurar el joven espadachín en el ámbito social.
El pirata miraba la cola que golpeó la frente del hermoso rostro de la pelirroja. Resiguió esa “extremidad” identificando la figura de un dragón que reposaba sobre ella.
<< ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡UN DRAGÓN!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! >> Su mente le abofeteó de tal manera que en la realidad se reflejó como un pequeño salto, cayendo de culo en la manta. Ahora estaba paralizado ante la presencia de ese diminuto animal que solo había escuchado o leído en cuentos y leyendas. En esos instantes solo tenía ojos para Cetus, ni la alfombra voladora, ni los pechos de la desconocida, ni los cuchillos, ni la melena de ese rojo intenso; nada, los ojos azulados de Brandom tenían la atención fija en ese pequeño dragón.
<< Te está hablando, responde >> seguía con esa cara sin poderse creer lo que veía sus ojos, bien cierto era que esa mujer llamada Aki lo sorprendía por cada minuto que pasaba – Aki…Aki…. Sí… aha… la alfombra… un bazar… - el cuarto de melón y el cuchillo se iluminaron en la vista del pirata, era su salvación. Se sentó todo rígido y sujetó la fruta con una mano, con la otra el cuchillo; empezó hacer varias tajadas, necesitaba hacer algo mientras esas mejillas se sonrojaban por la vergüenza de su actuación << Vergonzoso… has estado en situaciones algo jodidas y aquí eres como un animalillo perdido en medio de un bosque con depredadores rodeándote >> cerró los ojos en esa lucha interna por hablar. Seguía escuchando las palabras de Aki, presentándole al dragón llamado Cetus mientras Brandom miraba como el mitológico animal jugaba con la arena, miró de reojo a la pelirroja escuchando toda la información que le ofrecía.
<< Vacaciones… no, no molestas no te preocupes. ¿La cena? Ohh… bueno, como quieras. Tampoco soy muy bueno cocinando, se me daría mejor pescar… pero si te apetece... ¡IMBÉCIL! ¡Qué no te está escuchando! ¡Qué no lee la mente! >>
Seguía mirándola, como se recogía la enorme melena en una coleta y luego como jugaba con el dragón como si allí no pasara nada, creando murallas y castillos de arena. Brand inspiró muy profundamente, de golpe las palabras salieron como balas de una metralleta - EncantadodeconocerteAkitienesunalafombramuypeculiartubistesuertedeencontrarlaeneseebazar - su respiración era agitada y las gotas de sudor caían por su frente, era tanto el nerviosismo que el cuarto de melón se había transformado en perfectas tajadas sobre la bandeja.
<< Para que mentir… >>
Abatido por su forma de expresarse habló con cierto tono de derrota – Lo siento… - la preciosa y brillante perla que colgaba del colgante, en su torso, se movía al ritmo de la respiración que poco a poco iba controlando – Me cuesta expresarme con desconocidos… súmale la alfombra voladora, el dragón, tu cuerpo… - pausó su frase << ¡VIGILA! >> - Con eso no me refiero a que no me guste ¿Eh? – otra pausa << ¡No la cagues ahora! >> - ¡Quiero decir! ¡Me gusta! – Como en una sala con múltiples salidas, cada vez que abría la boca se sellaban la mitad – Me refería a que eres atractiva… - comentó en un hilo de voz, todo modosito, con parte del flequillo cubriendo sus ojos mientras esas mejillas volvían a iluminarse con ese tenue color rojizo.
- No hace falta que me compenses por lo del melón… si te apetece puedes buscar algo para cenar y ya lo cocinaré… podría enseñarte lo poco que sé – hablaba, pero los ojos de Brand miraban un punto en concreto de la bandeja con melón con jamón – Me llamo Brand… - apretó los puños… ya por vergüenza no podía ser, no podía caer más bajo y cobarde no lo era.
- Brand con la mirada hacia abajo:
Alzó la mirada para observar a Aki - Soy un pirata y decidí venir a Zaren para visitar el Monte Olim , se rumorea que hay una infinidad de piedras preciosas y metales de gran valor. A parte, para llegar hay que pasar la cueva alterna, un lugar dónde los caminos cambian, al igual que los túneles y las bifurcaciones. Una vez juré a mi madre que vería en nombre de ella cada rincón de este mundo y pienso cumplirlo - esa mirada que tenía ahora era mucho más seria, no bromeaba en esas últimas palabras, sobretodo cuando habla de su madre su apreciada y difunta madre.
- Brand con la mirada seria:
Aki D. Arlia
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Aki se recogió un mechón rebelde tras la oreja, mordiéndose el labio con cara de concentración al tiempo que escarbaba con el dedo para retirar la arena sobrante y conseguir un puente. Le gustaba jugar con la arena. Su tacto, y el hecho de trabajarla era algo que siempre la relajaba. El castillo no les estaba quedando nada mal, la verdad. Tenía una torre principal con dos escaleras que escapaban hacia otras estructuras, y varias ventanitas aquí y allá. Además había tres o cuatro murallas que lo protegían todo y dos puentes que conectaban la torre más grande con dos de las pequeñas. Aunque claro, Cetus era de mucha ayuda; al ser tan pequeño los detalles se le daban mejor. La pelirroja pensaba que hacían un buen equipo.
Miró de reojo al joven mientras aguardaba a que le respondiera con paciencia. Ahora que el melón ya no podía distraerla, era buena idea estudiar al peliblanco. Parecía ser algunos años más pequeño que ella, y de hecho estaba muy nervioso. No era complicado adivinar que no sabía como comportarse: Miraba a todas partes, Aki incluida, y parecía como si no supiera qué frase escoger de las que se le pasaban por la mente. A veces cerraba los ojos como para poder pensar mejor, y era evidente que jamás había visto un dragón: Los ojos se le iban hacia el animalito, que perdido entre la arena no se enteraba de nada. Pero a la pirata se le daba bien leer el rostro de la gente. Había aprendido de pequeña en el circo y más adelante le había sacado mucho partido, de manera que seguía practicando cuando podía. Siempre era importante e interesante averiguar más de las personas con las que te encontrabas, al fin y al cabo.
Entonces, el joven respiró hondo y Aki le miró mientras el pobre soltaba una frase atropellada. Ella tan solo sonrió amable, mientras él intentaba tranquilizarse. De repente, la pelirroja vio que había más tajadas de melón. Fue su turno de respirar hondo y apartar la vista: No podía distraerse y echar a perder los esfuerzos del chico por hacerse entender. Sabía que debía darle tiempo. Talló otras dos ventanitas y empezó a amontonar arena para hacer un par de pinos. Entretanto, él había comenzado a hablar, esta vez a una velocidad normal. Aki se giró hacia él y terminó por tumbarse en la manta bocabajo, con la cabeza apoyada en las manos. Así se estaba cómoda. Jugueteó con un mechón de su pelo mientras miraba al peliblanco sin poder dejar de sonreír. Era adorable, diciendo frases inconexas acerca del cuerpo de Aki. De hecho, casi casi le daba ganas de tomarle un poco el pelo, a ver como reaccionaba. Los chicos tímidos eran tan lindos... Oh, incluso se estaba ofreciendo a enseñarle cocinar. Aunque claro, eso no era necesario; era consciente de que de intentarlo acabaría por incendiar la playa. Volvió a sentarse y se acercó a él para darle un beso en la mejilla. Sonrió con inocencia mientras le agradecía el cumplido, aunque sus ojos brillaban con diversión.
-Encantada, Brand, y gracias por el piropo. Eres un cielo... pero es mejor que yo esté lejos de los fogones. Tan solo dime qué te apetece comer y yo lo cazaré para ti antes de que puedas decir ''melón''.
Y era cierto. El león era más agresivo y el rey de la selva, cierto, pero el tigre de Aki era más rápido. Ella misma era muy ágil y flexible; cazar un conejo o un ciervo no era más que un juego incluso en territorio desconocido. La pelirroja volvió al presente al ver la cara seria que estaba poniendo Brand y se apartó sutilmente unos centímetros para dejarle espacio. ¿Cueva alterna? ¿Pasadizos que cambiaban? Eso sonaba a un laberinto... y no tenía muy buena experiencia con ellos. Se estremeció recordando las horas pasadas en la cueva de hielo durante su entrenamiento, pero una ráfaga de aire cálido la sacó de su ensimismamiento. Respiró hondo antes de ponerse en pie y revolverle el pelo al joven. Las piedras preciosas no estaban mal, pero no iba a dejar solo al peliblanco. Por una promesa, una persona puede volverse loca y perder el juicio. Tienden a poner las palabras por delante de si mismos. Aki sin embargo estaba libre de juramentos y le aportaría la prudencia y la fuerza que al joven pudiera faltarle.
-Te acompañaré hasta allá, no me hace gracia que te pierdas en las entrañas de la tierra. Pero de momento, tal vez sería mejor ir a perseguir la cena y partir a la mañana. No te preocupes por las cosas, Cetus puede ser un guardián muy convincente.
Aki echó a andar hacia la línea de árboles. Sabía que en cuanto se alejaran un poco, el dragoncito crecería hasta alcanzar su máximo tamaño, de metro y medio. No le gustaba pelear, pero sin duda imponía respeto. Una vez a cubierto bajo la vegetación Aki levantó una pierna hasta apoyarla en una rama cercana y se agachó un poco a agarrar dos cuchillos. Si, podría haberlos cogido sin más, pero eso... no sería divertido. Quería poner nervioso a Brand para que se olvidara un poco de sus promesas y recuerdos. El presente había que disfrutarlo, ¿No? Acto seguido dejó salir sus orejas y su cola y se giró hacia el con una sonrisa.
-¿Y bien? ¿Qué quieres comer?
Miró de reojo al joven mientras aguardaba a que le respondiera con paciencia. Ahora que el melón ya no podía distraerla, era buena idea estudiar al peliblanco. Parecía ser algunos años más pequeño que ella, y de hecho estaba muy nervioso. No era complicado adivinar que no sabía como comportarse: Miraba a todas partes, Aki incluida, y parecía como si no supiera qué frase escoger de las que se le pasaban por la mente. A veces cerraba los ojos como para poder pensar mejor, y era evidente que jamás había visto un dragón: Los ojos se le iban hacia el animalito, que perdido entre la arena no se enteraba de nada. Pero a la pirata se le daba bien leer el rostro de la gente. Había aprendido de pequeña en el circo y más adelante le había sacado mucho partido, de manera que seguía practicando cuando podía. Siempre era importante e interesante averiguar más de las personas con las que te encontrabas, al fin y al cabo.
Entonces, el joven respiró hondo y Aki le miró mientras el pobre soltaba una frase atropellada. Ella tan solo sonrió amable, mientras él intentaba tranquilizarse. De repente, la pelirroja vio que había más tajadas de melón. Fue su turno de respirar hondo y apartar la vista: No podía distraerse y echar a perder los esfuerzos del chico por hacerse entender. Sabía que debía darle tiempo. Talló otras dos ventanitas y empezó a amontonar arena para hacer un par de pinos. Entretanto, él había comenzado a hablar, esta vez a una velocidad normal. Aki se giró hacia él y terminó por tumbarse en la manta bocabajo, con la cabeza apoyada en las manos. Así se estaba cómoda. Jugueteó con un mechón de su pelo mientras miraba al peliblanco sin poder dejar de sonreír. Era adorable, diciendo frases inconexas acerca del cuerpo de Aki. De hecho, casi casi le daba ganas de tomarle un poco el pelo, a ver como reaccionaba. Los chicos tímidos eran tan lindos... Oh, incluso se estaba ofreciendo a enseñarle cocinar. Aunque claro, eso no era necesario; era consciente de que de intentarlo acabaría por incendiar la playa. Volvió a sentarse y se acercó a él para darle un beso en la mejilla. Sonrió con inocencia mientras le agradecía el cumplido, aunque sus ojos brillaban con diversión.
-Encantada, Brand, y gracias por el piropo. Eres un cielo... pero es mejor que yo esté lejos de los fogones. Tan solo dime qué te apetece comer y yo lo cazaré para ti antes de que puedas decir ''melón''.
Y era cierto. El león era más agresivo y el rey de la selva, cierto, pero el tigre de Aki era más rápido. Ella misma era muy ágil y flexible; cazar un conejo o un ciervo no era más que un juego incluso en territorio desconocido. La pelirroja volvió al presente al ver la cara seria que estaba poniendo Brand y se apartó sutilmente unos centímetros para dejarle espacio. ¿Cueva alterna? ¿Pasadizos que cambiaban? Eso sonaba a un laberinto... y no tenía muy buena experiencia con ellos. Se estremeció recordando las horas pasadas en la cueva de hielo durante su entrenamiento, pero una ráfaga de aire cálido la sacó de su ensimismamiento. Respiró hondo antes de ponerse en pie y revolverle el pelo al joven. Las piedras preciosas no estaban mal, pero no iba a dejar solo al peliblanco. Por una promesa, una persona puede volverse loca y perder el juicio. Tienden a poner las palabras por delante de si mismos. Aki sin embargo estaba libre de juramentos y le aportaría la prudencia y la fuerza que al joven pudiera faltarle.
-Te acompañaré hasta allá, no me hace gracia que te pierdas en las entrañas de la tierra. Pero de momento, tal vez sería mejor ir a perseguir la cena y partir a la mañana. No te preocupes por las cosas, Cetus puede ser un guardián muy convincente.
Aki echó a andar hacia la línea de árboles. Sabía que en cuanto se alejaran un poco, el dragoncito crecería hasta alcanzar su máximo tamaño, de metro y medio. No le gustaba pelear, pero sin duda imponía respeto. Una vez a cubierto bajo la vegetación Aki levantó una pierna hasta apoyarla en una rama cercana y se agachó un poco a agarrar dos cuchillos. Si, podría haberlos cogido sin más, pero eso... no sería divertido. Quería poner nervioso a Brand para que se olvidara un poco de sus promesas y recuerdos. El presente había que disfrutarlo, ¿No? Acto seguido dejó salir sus orejas y su cola y se giró hacia el con una sonrisa.
-¿Y bien? ¿Qué quieres comer?
Brand
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Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Los ojos de Brandom estaban fijos en esas estructuras de arena que la pelirroja y el dragoncito construyeron con gran dedicación, sin dejarse esos detalles como podrían ser los relieves de los edificios, ventanas, vegetación, hasta las decoraciones de los puentes. No se podían pasar por alto esas murallas que protegían todo el recinto, como una indicación de que nadie se atreviera a sobrepasarlas para destrozar semejante obra de arena. Realmente ese pequeño animal tenía una mente privilegiada dedicándose a los detalles más insignificantes que daban propia vida a ese castillo, ayudándose de sus patitas y la cola; formaban un estupendo equipo, un gran dúo.
Aunque el espadachín mirase esas construcciones su mente estaba bien alejada de allí, se percató de cómo la pelirroja se acercó tumbándose bocabajo en la manta, sonreía, eso le beneficiaba dándole algo de tranquilidad. Era mejor esa curva en los labios de Aki, que una mirada incrédula por el comportamiento del pirata.
Los ojos del pirata brillaron durante unos instantes con un gesto de sorpresa al recibir ese beso en la mejilla, el muchacho no había experimentado tales sensaciones, las cuales son antiguos recuerdos de su madre; eran impresiones que el propio espadachín las identificaba como amistosas, cariñosas... era la primera vez que una mujer le besaba la mejilla en muchos años, tal vez, desde que se murió Amelia.
<< Qué extraño… pero a la vez agradable >> seguía inmerso en su mente mientras sus labios dibujaban una sonrisa recordando la sensación de ese beso en su moflete. La miró de reojo al verla sentada a su lado, escuchando lo que le decía. Parecía ser que la hermosa pelirroja era un peligro cocinando, el muchacho sonreía más abiertamente, tal vez con un poco más de confianza; resultado que le facilitó Aki al no tomarse mal la primera actitud del inocente pirata.
<< Será verdad que podrá cazar algo antes de que pueda yo decir la palabra ¿Melón? >> Le costaba creérselo, pero por el momento la mujer lo sorprendía en cada gesto que hacía, ahora, se añadía las frases que le dijo; era como una caja de sorpresas que no dejaba de asombrarte contra más vas averiguabas de ella.
<< ¿Me acompañara? >> No se lo podía creer, las últimas palabras antes de que se levantara le dejaron desconcertado, el rubor de las mejillas había desaparecido parecía ser que los antiguos recuerdos habían formado una barrera en esos sentimientos que fueron erradicados de su rostro - ¿D..e.. de… verdad? – le costaba de creérselo << ¿Le habré caído bien? Tal vez… me he comportado bien… por eso… o bueno, puede que por las piedras preciosas o… ¿Vivir aventuras? ¿Qué importa? Quiere venir… ¡¿Será mejor que ir solo?! Pero para que me lo pregunto… ¡Es mejor ir acompañado! >> se levantó como un resorte cuando ella habló sobre ir a buscar la cena – Gracias… por querer acompañarme – inclinó la cabeza y un poco el cuerpo en gesto de gratitud, parecía ser que ya no hablaba de forma atropellada, por lo menos, se le entendía bastante bien; aunque sus gestos fueran precavidos y muy meditados antes de hacerlos.
Se colocó una de las katanas en la espalda desnuda, pasando un cordel por el torso; luego el cinturón con el resto de armas: wakizashi, katana y Boken. Estaba listo, allí con su bañador se dispuso a seguir a Aki para adentrarse en el bosque, mirando hacia atrás observando al dragón que se quedaba allí, tampoco tenía muchas cosas de valor ya que lo que más apreciaba lo llevaba encima. Su vista fue de nuevo a la mujer, fijándose en esa larga y rojiza melena, luego desvió su mirada al resto del bosque adentrándose cada vez más, perdiéndose entre esa espesa vegetación.
En el rostro de Brandom se veía reflejada tranquilidad, le gustaba caminar por esas zonas boscosas mientras acariciaba con las manos las plantas como si se trataran de animales e intentaba no destrozarlas tras su paso. El pirata iba descalzo, estaba acostumbrado por lo que se movía con total soltura dejando escapar algún que otro salto. Ese estado de relajación desapareció cuando la pelirroja paró su paso, el espadachín estaba detrás y tubo una perfecta perspectiva del trasero de Aki, en el momento en el que ella alzaba una de sus piernas y se agachaba, haciendo que el pareo se levantara. La acción de la mujer era agarrar dos cuchillos, pero allí que Brand miraba parte de las nalgas que sobresalía por el lateral del bikini. Apartó la vista cuando le preguntó que quería comer << Mierda… seguro que me ha pillado… >> miraba al suelo con algo de vergüenza, que allí no tenía excusa ya que le había pillado mirándole claramente los glúteos. Alzó esos ojos azules con las mejillas sonrojadas mientras ideaba una excusa, pero lo que observó a continuación no se lo esperó, esas orejas y la cola. Se quedó paralizado con claro rostro de sorpresa y incredulidad, no sabía que decir ni que hacer, hasta su mente se había bloqueado durante unos segundos intentando asimilar lo que sus ojos enfocaban.
<< Orejas… y una cola… ¿Cómo? Pero… >> no entendía nada el pobre espadachín, se mordió el labio inferior como reprimiendo un impulso, le gustaban los animales y esa imagen de Aki con esas orejas y cola felina no le desagradaban en absoluto. Se acercó con decisión, la primera vez que hacía un movimiento sin torpeza ni duda alguna, agazapándose detrás de la pelirroja, allí estaba mirando la cola que desde esa perspectiva tenía tremenda vista del culo, pero para él solo existía ahora la cola. Con delicadeza como si fuera el filo de su katana deslizó la mano por ella, con suavidad notando el tacto del pelaje. Acto seguido se alzó colocándose delante, rascando la zona trasera de las orejitas con una sonrisa en los labios, olvidándose del hermoso rostro de la mujer y de esos sugerentes pechos que presentaba Aki, en aquel momento solo buscaba hacerle cosquillas tras las orejas felinas << Son de verdad… >> notaba el tacto de esa suave piel, no se creía lo que acariciaba, ni siquiera se daba cuenta de la cercanía ni del abuso que realizaba ¡Ni que fuera un animal para sobar y jugar!.
- ¿Qué eres…? – se tapó la boca << ¡Pero vigila! >> Se corrigió - ¡Perdón! ¡Perdón! Me refería a… a… ¿Qué son esas cos... – se volvió a callar que volvía a ponerse algo nervioso << ¡ALTO! >> Ahora que empezaba hablar es cuando le venía todo el nerviosismo que había desaparecido antes, ante la expectación de la cola y las orejas - ¡Me refiero a… ¿Cómo has conseguido que salieran? – no entendía nada y la cara de incredulidad se veía años luz.
Unas sombras avanzaron entre la maleza y eso hizo que Brand girara su rostro para mirar detrás suyo, parecían depredadores lo que se dirigían hacia ellos a un ritmo de vértigo. Un total de tres lobos se precipitaban hacia Aki y Brandom, el muchacho solo pudo llevarse la mano a la empuñadura de su Katana que llevaba en la espalda, iban atacar por detrás de él pero no se movió.
<< ¡Si me aparto le atacaran a ella! Pero no me va a dar tiempo a envainar la katana… ¡Si pienso menos tiempo tendré en actuar! >> cogió aire, tal vez Aki le volvía a sorprender, no había dejado de hacerlo y sus palabras antes de abandonar la playa seguían retumbando en su mente, al fin y al cabo le debía la caza. ¿Qué podía perder? Nada… como mucho ganarse algún mordisco y zarpazo antes de envainar sus katanas y luchar pero... no podía apartarse. Aki se había comprometido a acompañarlo en su aventura y no iba a dejar que le hicieran daño, mucho menos por intentarse salvar él.
Poniendo su cuerpo como escudo para proteger a la pelirroja de orejas y cola felina, ante la ofensiva de esos depredadores, Brand alzó la voz y gritó las primeras sílabas de una palabra - ¡¡¡¡ME-L..O…!!!! – esperaba, que lo que le dijo Aki anteriormente, fuera cierto.
Aunque el espadachín mirase esas construcciones su mente estaba bien alejada de allí, se percató de cómo la pelirroja se acercó tumbándose bocabajo en la manta, sonreía, eso le beneficiaba dándole algo de tranquilidad. Era mejor esa curva en los labios de Aki, que una mirada incrédula por el comportamiento del pirata.
Los ojos del pirata brillaron durante unos instantes con un gesto de sorpresa al recibir ese beso en la mejilla, el muchacho no había experimentado tales sensaciones, las cuales son antiguos recuerdos de su madre; eran impresiones que el propio espadachín las identificaba como amistosas, cariñosas... era la primera vez que una mujer le besaba la mejilla en muchos años, tal vez, desde que se murió Amelia.
<< Qué extraño… pero a la vez agradable >> seguía inmerso en su mente mientras sus labios dibujaban una sonrisa recordando la sensación de ese beso en su moflete. La miró de reojo al verla sentada a su lado, escuchando lo que le decía. Parecía ser que la hermosa pelirroja era un peligro cocinando, el muchacho sonreía más abiertamente, tal vez con un poco más de confianza; resultado que le facilitó Aki al no tomarse mal la primera actitud del inocente pirata.
<< Será verdad que podrá cazar algo antes de que pueda yo decir la palabra ¿Melón? >> Le costaba creérselo, pero por el momento la mujer lo sorprendía en cada gesto que hacía, ahora, se añadía las frases que le dijo; era como una caja de sorpresas que no dejaba de asombrarte contra más vas averiguabas de ella.
<< ¿Me acompañara? >> No se lo podía creer, las últimas palabras antes de que se levantara le dejaron desconcertado, el rubor de las mejillas había desaparecido parecía ser que los antiguos recuerdos habían formado una barrera en esos sentimientos que fueron erradicados de su rostro - ¿D..e.. de… verdad? – le costaba de creérselo << ¿Le habré caído bien? Tal vez… me he comportado bien… por eso… o bueno, puede que por las piedras preciosas o… ¿Vivir aventuras? ¿Qué importa? Quiere venir… ¡¿Será mejor que ir solo?! Pero para que me lo pregunto… ¡Es mejor ir acompañado! >> se levantó como un resorte cuando ella habló sobre ir a buscar la cena – Gracias… por querer acompañarme – inclinó la cabeza y un poco el cuerpo en gesto de gratitud, parecía ser que ya no hablaba de forma atropellada, por lo menos, se le entendía bastante bien; aunque sus gestos fueran precavidos y muy meditados antes de hacerlos.
Se colocó una de las katanas en la espalda desnuda, pasando un cordel por el torso; luego el cinturón con el resto de armas: wakizashi, katana y Boken. Estaba listo, allí con su bañador se dispuso a seguir a Aki para adentrarse en el bosque, mirando hacia atrás observando al dragón que se quedaba allí, tampoco tenía muchas cosas de valor ya que lo que más apreciaba lo llevaba encima. Su vista fue de nuevo a la mujer, fijándose en esa larga y rojiza melena, luego desvió su mirada al resto del bosque adentrándose cada vez más, perdiéndose entre esa espesa vegetación.
En el rostro de Brandom se veía reflejada tranquilidad, le gustaba caminar por esas zonas boscosas mientras acariciaba con las manos las plantas como si se trataran de animales e intentaba no destrozarlas tras su paso. El pirata iba descalzo, estaba acostumbrado por lo que se movía con total soltura dejando escapar algún que otro salto. Ese estado de relajación desapareció cuando la pelirroja paró su paso, el espadachín estaba detrás y tubo una perfecta perspectiva del trasero de Aki, en el momento en el que ella alzaba una de sus piernas y se agachaba, haciendo que el pareo se levantara. La acción de la mujer era agarrar dos cuchillos, pero allí que Brand miraba parte de las nalgas que sobresalía por el lateral del bikini. Apartó la vista cuando le preguntó que quería comer << Mierda… seguro que me ha pillado… >> miraba al suelo con algo de vergüenza, que allí no tenía excusa ya que le había pillado mirándole claramente los glúteos. Alzó esos ojos azules con las mejillas sonrojadas mientras ideaba una excusa, pero lo que observó a continuación no se lo esperó, esas orejas y la cola. Se quedó paralizado con claro rostro de sorpresa y incredulidad, no sabía que decir ni que hacer, hasta su mente se había bloqueado durante unos segundos intentando asimilar lo que sus ojos enfocaban.
- WTF:
<< Orejas… y una cola… ¿Cómo? Pero… >> no entendía nada el pobre espadachín, se mordió el labio inferior como reprimiendo un impulso, le gustaban los animales y esa imagen de Aki con esas orejas y cola felina no le desagradaban en absoluto. Se acercó con decisión, la primera vez que hacía un movimiento sin torpeza ni duda alguna, agazapándose detrás de la pelirroja, allí estaba mirando la cola que desde esa perspectiva tenía tremenda vista del culo, pero para él solo existía ahora la cola. Con delicadeza como si fuera el filo de su katana deslizó la mano por ella, con suavidad notando el tacto del pelaje. Acto seguido se alzó colocándose delante, rascando la zona trasera de las orejitas con una sonrisa en los labios, olvidándose del hermoso rostro de la mujer y de esos sugerentes pechos que presentaba Aki, en aquel momento solo buscaba hacerle cosquillas tras las orejas felinas << Son de verdad… >> notaba el tacto de esa suave piel, no se creía lo que acariciaba, ni siquiera se daba cuenta de la cercanía ni del abuso que realizaba ¡Ni que fuera un animal para sobar y jugar!.
- ¿Qué eres…? – se tapó la boca << ¡Pero vigila! >> Se corrigió - ¡Perdón! ¡Perdón! Me refería a… a… ¿Qué son esas cos... – se volvió a callar que volvía a ponerse algo nervioso << ¡ALTO! >> Ahora que empezaba hablar es cuando le venía todo el nerviosismo que había desaparecido antes, ante la expectación de la cola y las orejas - ¡Me refiero a… ¿Cómo has conseguido que salieran? – no entendía nada y la cara de incredulidad se veía años luz.
Unas sombras avanzaron entre la maleza y eso hizo que Brand girara su rostro para mirar detrás suyo, parecían depredadores lo que se dirigían hacia ellos a un ritmo de vértigo. Un total de tres lobos se precipitaban hacia Aki y Brandom, el muchacho solo pudo llevarse la mano a la empuñadura de su Katana que llevaba en la espalda, iban atacar por detrás de él pero no se movió.
- Mirar de reojo :
<< ¡Si me aparto le atacaran a ella! Pero no me va a dar tiempo a envainar la katana… ¡Si pienso menos tiempo tendré en actuar! >> cogió aire, tal vez Aki le volvía a sorprender, no había dejado de hacerlo y sus palabras antes de abandonar la playa seguían retumbando en su mente, al fin y al cabo le debía la caza. ¿Qué podía perder? Nada… como mucho ganarse algún mordisco y zarpazo antes de envainar sus katanas y luchar pero... no podía apartarse. Aki se había comprometido a acompañarlo en su aventura y no iba a dejar que le hicieran daño, mucho menos por intentarse salvar él.
Poniendo su cuerpo como escudo para proteger a la pelirroja de orejas y cola felina, ante la ofensiva de esos depredadores, Brand alzó la voz y gritó las primeras sílabas de una palabra - ¡¡¡¡ME-L..O…!!!! – esperaba, que lo que le dijo Aki anteriormente, fuera cierto.
Aki D. Arlia
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Akuma no mi
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Observé curiosa como el chico cogía todas sus armas. ¿Acaso nadie iba desarmado hoy en día? Verle utilizando todas esas espadas y katanas seguro sería un espectáculo. Pero no comenté nada, no quería avergonzarle más... de momento.
Llegamos a los árboles y paré un momento para coger los cuchillos y pasar a mi forma parcial. Mi sonrisa se fue haciendo más y más grande al ver cómo me miraba primero, se sonrojaba después al saberse pillado y por último se sorprendía. Me agarré una oreja con inocencia. -¿Pasa algo? De repente, la expresión de Brand pasó a ser de absoluta seriedad y se dirigió hacia mi sin vacilar. Me puse en guardia, ¿A qué venía ese cambio qué pretendía? Pero en lugar de pararse frente a mi, se agachó a mi espalda. En un acto reflejo, tapé mi culo. De acuerdo, yo me lo había buscado, pero no esperaba que fuera tan directo y que... que...
-¿N-nya?
Cerré los ojos cuando comenzó a tocarme la cola. Pasó la mano por ella y me fui poniendo más y más nerviosa hasta que terminó y la soltó, dejándome temblando. Normalmente la gente no iba tocándomela sin más, y era muy sensible. ¿Desde cuándo era tan decidido? De repente, noté una caricia en mis orejas. Parpadeé mirando al peliblanco con incredulidad, algo sonrojada. Casi sin querer comencé a ronronear y volví a cerrar los ojos mientras movía la cola de un lado a otro. Pero en cuanto paró di un paso atrás, nerviosa.
-¿¿Qu-qué hacías?? No me toques la cola sin permiso, es muy... sensible...-Acabé por susurrar. Comencé a jugar con un mechón de mi pelo cuando me di cuenta de que él había vuelto a su naturaleza nerviosa y estaba musitando cosas sin sentido. Le miré sin entender nada.
-Es mi akuma no mi... pensé que lo habrías adivinado al verlas.
De repente él se giró y yo oí unas pisadas con mis orejas. Tres lobos. En cuanto aparecieron, el fue a agarrar la katana y se puso delante mía como para protegerme. De mi cabeza se fueron la timidez y la vacilación, sustituidas por mi habitual sonrisa y dos cuchillos en la mano. En cuanto abrió la boca, los lancé por encima de su hombro, con precisión. Dos tiros, dos lobos al suelo, mientras él terminaba de decir ''melón''. Les había apuñalado en la arteria, pero aún no estaban muertos.
-Espera aquí, me queda uno.
Salí corriendo descalza sin importarme nada. El otro lobo al verme hizo ademán de huir y se metió entre la maleza, pero no le dejé. Me agarré a una rama según corría y la utilicé de impulso para saltar hasta el animal. En segundos, convertí mis manos en garras y le rajé la garganta. Era mejor acabarlo de un golpe para que no sufriera. Me lo cargué a hombros y volví hasta donde había dejado a Brand. Los otros dos estaban tirados en el suelo, uno junto a otro. Fui a rematarlos mientras pensaba. Realmente no necesitábamos tres lobos, pero no quería dejar solo al último. Y no quería que Brand pensara que lo había matado sin razón. Me senté en el suelo y comencé a desollarlos y quitarles las entrañas para que él los cocinara más adelante. Por lo menos eso si que sabía hacerlo.
-No quería matar al último, pero como lobo solitario no habría vivido mucho. Los lobos viven en manada, y la única manera de que consiguiera otra sería retando al líder. Pero este es un lobo joven, es imposible que hubiera ganado. Es mejor así.
Ahora que los veía bien, tenían buenas pieles. Tal vez podría hacer una capa o algo con ellos. Volví a cargarme un lobo en cada hombro para llevarlos a la playa. El resto de animales vendrían pronto a por las sobras.
-¿Puedes coger al último, por favor? Solo tengo dos manos.-Le pedí sonriendo.
Llegamos a los árboles y paré un momento para coger los cuchillos y pasar a mi forma parcial. Mi sonrisa se fue haciendo más y más grande al ver cómo me miraba primero, se sonrojaba después al saberse pillado y por último se sorprendía. Me agarré una oreja con inocencia. -¿Pasa algo? De repente, la expresión de Brand pasó a ser de absoluta seriedad y se dirigió hacia mi sin vacilar. Me puse en guardia, ¿A qué venía ese cambio qué pretendía? Pero en lugar de pararse frente a mi, se agachó a mi espalda. En un acto reflejo, tapé mi culo. De acuerdo, yo me lo había buscado, pero no esperaba que fuera tan directo y que... que...
-¿N-nya?
Cerré los ojos cuando comenzó a tocarme la cola. Pasó la mano por ella y me fui poniendo más y más nerviosa hasta que terminó y la soltó, dejándome temblando. Normalmente la gente no iba tocándomela sin más, y era muy sensible. ¿Desde cuándo era tan decidido? De repente, noté una caricia en mis orejas. Parpadeé mirando al peliblanco con incredulidad, algo sonrojada. Casi sin querer comencé a ronronear y volví a cerrar los ojos mientras movía la cola de un lado a otro. Pero en cuanto paró di un paso atrás, nerviosa.
- Aki nerviosa:
-¿¿Qu-qué hacías?? No me toques la cola sin permiso, es muy... sensible...-Acabé por susurrar. Comencé a jugar con un mechón de mi pelo cuando me di cuenta de que él había vuelto a su naturaleza nerviosa y estaba musitando cosas sin sentido. Le miré sin entender nada.
-Es mi akuma no mi... pensé que lo habrías adivinado al verlas.
De repente él se giró y yo oí unas pisadas con mis orejas. Tres lobos. En cuanto aparecieron, el fue a agarrar la katana y se puso delante mía como para protegerme. De mi cabeza se fueron la timidez y la vacilación, sustituidas por mi habitual sonrisa y dos cuchillos en la mano. En cuanto abrió la boca, los lancé por encima de su hombro, con precisión. Dos tiros, dos lobos al suelo, mientras él terminaba de decir ''melón''. Les había apuñalado en la arteria, pero aún no estaban muertos.
-Espera aquí, me queda uno.
Salí corriendo descalza sin importarme nada. El otro lobo al verme hizo ademán de huir y se metió entre la maleza, pero no le dejé. Me agarré a una rama según corría y la utilicé de impulso para saltar hasta el animal. En segundos, convertí mis manos en garras y le rajé la garganta. Era mejor acabarlo de un golpe para que no sufriera. Me lo cargué a hombros y volví hasta donde había dejado a Brand. Los otros dos estaban tirados en el suelo, uno junto a otro. Fui a rematarlos mientras pensaba. Realmente no necesitábamos tres lobos, pero no quería dejar solo al último. Y no quería que Brand pensara que lo había matado sin razón. Me senté en el suelo y comencé a desollarlos y quitarles las entrañas para que él los cocinara más adelante. Por lo menos eso si que sabía hacerlo.
-No quería matar al último, pero como lobo solitario no habría vivido mucho. Los lobos viven en manada, y la única manera de que consiguiera otra sería retando al líder. Pero este es un lobo joven, es imposible que hubiera ganado. Es mejor así.
Ahora que los veía bien, tenían buenas pieles. Tal vez podría hacer una capa o algo con ellos. Volví a cargarme un lobo en cada hombro para llevarlos a la playa. El resto de animales vendrían pronto a por las sobras.
-¿Puedes coger al último, por favor? Solo tengo dos manos.-Le pedí sonriendo.
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Akuma no mi
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Los ojos del pirata reflejaban esta vez algo de temor, esa chica pelirroja había acabado con los tres lobos en un instante. Tal vez no fue exactamente como ella dijo, pero antes de que Brand pudiera acabar la palabra melón, ya había derribado a dos de los tres animales salvajes. El espadachín pudo ver esos cuchillos sobrevolar por encima de su hombro y como impactaban con gran precisión en el cuerpo de esos experimentados cazadores, derribándoles y abriéndoles las puertas al otro mundo.
<< No lo entiendo… El ruidito que emitió cuando le toqué la cola… tenía sus mejillas sonrojadas y hasta podría decir que estaba nerviosa. Tal vez actué sin pensar, luego ronroneaba cual felino y ya por último esos susurros explicando que la cola era muy sensible. ¡No lo sabía! Pero… pero… era… algo tan inusual ¿Quién no sentiría ganas de acariciarlo? Luego dijo algo como Akuma ke… o algo así… ¿Qué significaría esa palabra? Pero lo más importante de todo… fue el súbito cambio de estar con las mejillas rojizas a unos movimientos implacable con una precisión milimetrada… >>
Alzó la vista el peliblanco fijándose en como Aki saltaba hacia una de las ramas para impulsarse, quería dar caza a uno de esos lobos que quería escapar, estaba asustado el animal y no lo envidiaba ¿Quién no se hubiera asustado ante tal reacción? En menos de un segundo había contratacado de forma efectiva la ofensiva de esos tres cazadores. Observaba la totalidad del cuerpo de la mujer, esos fuertes músculos y la facilidad que tenía para avanzar por la vegetación.
<< Es impresionante… ¿Quién es ella…? >> Su corazón latió con fuerza, enviando sangre a todos los rincones de su cuerpo. Sus ojos, paralizados, observaban ese cambio de manos en garras << No, no lo entiendo… >> la sangre de los lobos fallecidos había salpicado el rostro del espadachín y allí seguía apoyado en el árbol que tenía cerca, se calló de culo con claro gesto de incredulidad e incerteza, todo era nuevo para él.
La maleza no dejó ver como Aki ponía fin a la vida de ese lobo, al acercarse la mujer Brandom seguía sin poder moverse con ese rostro de asombro que poco a poco parecía decantarse hacia la admiración.
<< Que fuerte y rápida que es… ¡ES IMPRESIONANTE! ¡TENGO UN MONTON DE PREGUNTAS! >>
Sin pestañear escuchó cada palabra que dijo la cazadora pelirroja después de dar fin a la vida de los lobos. Ya tenían la cena y allí estaba con esas garras desollándolos con gran habilidad, se podía ver que ya lo había hecho más de alguna vez – Lo… lo… entiendo… - dijo en referencia a los motivos que expuso ella por el que había matado al último, ya que con dos tenían suficiente para comer. Una vez Aki acabó de separar el pelaje y las entrañas, para que Brand lo pudiera cocinar, se colocó los dos lobos en el hombro.
La sonrisa de la pelirroja hizo que el muchacho se levantara como un resorte – S… sí ¡Sí! – dijo como respuesta a las palabras de Aki, mientras se palpaba el bañador, quitándose la tierra y las hierbas que tenía. Con unos pasos se puso frente al animal y lo cargó en uno de los hombros. Su vista volvió a la experta cazadora de orejas, cola y garras felinas; tragó saliva dando un par de pasos más rápidos y esta vez solo tenía ojos para esas garras. Con gran curiosidad una de las manos iba acariciar las garras de Aki << ¡Alto! ¡Recuerda lo que sucedió antes! >> las imágenes de la pelirroja sonrojada, con el rostro sorprendido hicieron que el pirata cancelara esa acción de tocarle las garras, se quedó a medio camino y retiró la mano apartándose un paso para dejar espacio, disimulando como podía, que mira, que disimulaba mal el peliblanco.
- Antes… dijiste algo de… - puso un gesto pensativo - ¿Akuma… Akumata… Akumake? No recuerdo la palabra ¿Qué es eso? – demostraba así lo poco que había visto del mundo. Clavó los azulados ojos en los de la chica, intentando vencer a la tentación de mirar esas garras, orejas y cola con intenciones de acariciarlas; que aún le costaba de creérselo, él nunca había visto nada parecido.
La tarde ya estaba dejando paso a la noche, en el momento que llegaron a la costa de aquella cala pudieron ver como el sol se iba escondiendo en ese horizonte. El cielo y el reflejo del agua presentaba un tono rojizo más oscuro que el pelo de la cazadora, esa puesta se mostraba ante ellos dibujando una hermosa perspectiva – Ohh… - el pirata miraba atónito ese horizonte, le gustaba ese paisaje – Creo que el cielo te tenía envidia y se ha querido teñir del mismo color de tu pelo – sonreía ampliamente y una gota cayó en la nariz del espadachín que por acto reflejo cerró los ojos pasándose el dorso de la mano – Uy – miró hacia arriba viendo la acumulación de nubes que se estaban formando, parecía ser que iba a caer una tormenta.
- Hay una cueva en la cala, allí nos podemos refugiar del chaparrón – después de pensar unos instantes añadió – Bueno… si te parece bien… - no sabía la confianza que podía tener con esa chica, pero tenía tantas preguntas que hacerle, poco a poco Brandom se iba abriendo a la pelirroja. El pirata dibujó una sonrisa con sus labios y con el lobo en el hombro empezó a correr hacia esa manta, con cuidado sujetó los extremos para envolver todo lo que había encima y así cargar con todo. Uno de los extremos parecía estar pellizcado con algo y fue en esos momentos en que sus ojos vislumbraron un dragón de gran tamaño.
- ¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH! – saltó del susto con tanta potencia que recogió automáticamente la manta, colgándosela del hombro que tenía libre y preparado para salir pitando para ganar una distancia de precaución, no iba a dejar que esa bestia le hincara el diente tan fácilmente. << ¡MIERDA CETUS! >> Se giró mirando a Aki - ¡NO ESTA CETUS! ¡SE LO HA COMIDO! – Señaló al dragón tumbado sobre la arena, tenía un tamaño más grande que el dragoncillo que dejaron en la costa de la cala y el pirata pensaba que se había merendado al dragón de la cazadora.
En uno de los extremos de esa costa se podía apreciar una acogedora cueva, el interior era amplio y no había otra salida. En la zona más interna, había un pequeño estanque natural de agua limpia, surgida de alguna corriente de bajo tierra y por alguna circunstancia daba al mar pero a simple vista la profundidad no cubría en su totalidad por lo que los orificios por dónde circulaba el agua eran pequeños. El suelo de esa cueva era de una arenilla fina y suave, no había suciedad alguna por lo que poca gente debería conocer ese sitio, al no presentarse marcas que delataran la presencia de humanos en ese pasaje totalmente natural. La entrada estaba formada por varias rocas que recortan el acceso, protegiendo así de las posibles corrientes de aire. Realmente era un sitio acogedor, sobre todo si esos nubarrones que se formaban encima de aquella isla dejaban caer una fuerte lluvia.
<< No lo entiendo… El ruidito que emitió cuando le toqué la cola… tenía sus mejillas sonrojadas y hasta podría decir que estaba nerviosa. Tal vez actué sin pensar, luego ronroneaba cual felino y ya por último esos susurros explicando que la cola era muy sensible. ¡No lo sabía! Pero… pero… era… algo tan inusual ¿Quién no sentiría ganas de acariciarlo? Luego dijo algo como Akuma ke… o algo así… ¿Qué significaría esa palabra? Pero lo más importante de todo… fue el súbito cambio de estar con las mejillas rojizas a unos movimientos implacable con una precisión milimetrada… >>
Alzó la vista el peliblanco fijándose en como Aki saltaba hacia una de las ramas para impulsarse, quería dar caza a uno de esos lobos que quería escapar, estaba asustado el animal y no lo envidiaba ¿Quién no se hubiera asustado ante tal reacción? En menos de un segundo había contratacado de forma efectiva la ofensiva de esos tres cazadores. Observaba la totalidad del cuerpo de la mujer, esos fuertes músculos y la facilidad que tenía para avanzar por la vegetación.
<< Es impresionante… ¿Quién es ella…? >> Su corazón latió con fuerza, enviando sangre a todos los rincones de su cuerpo. Sus ojos, paralizados, observaban ese cambio de manos en garras << No, no lo entiendo… >> la sangre de los lobos fallecidos había salpicado el rostro del espadachín y allí seguía apoyado en el árbol que tenía cerca, se calló de culo con claro gesto de incredulidad e incerteza, todo era nuevo para él.
- Brand:
La maleza no dejó ver como Aki ponía fin a la vida de ese lobo, al acercarse la mujer Brandom seguía sin poder moverse con ese rostro de asombro que poco a poco parecía decantarse hacia la admiración.
<< Que fuerte y rápida que es… ¡ES IMPRESIONANTE! ¡TENGO UN MONTON DE PREGUNTAS! >>
Sin pestañear escuchó cada palabra que dijo la cazadora pelirroja después de dar fin a la vida de los lobos. Ya tenían la cena y allí estaba con esas garras desollándolos con gran habilidad, se podía ver que ya lo había hecho más de alguna vez – Lo… lo… entiendo… - dijo en referencia a los motivos que expuso ella por el que había matado al último, ya que con dos tenían suficiente para comer. Una vez Aki acabó de separar el pelaje y las entrañas, para que Brand lo pudiera cocinar, se colocó los dos lobos en el hombro.
La sonrisa de la pelirroja hizo que el muchacho se levantara como un resorte – S… sí ¡Sí! – dijo como respuesta a las palabras de Aki, mientras se palpaba el bañador, quitándose la tierra y las hierbas que tenía. Con unos pasos se puso frente al animal y lo cargó en uno de los hombros. Su vista volvió a la experta cazadora de orejas, cola y garras felinas; tragó saliva dando un par de pasos más rápidos y esta vez solo tenía ojos para esas garras. Con gran curiosidad una de las manos iba acariciar las garras de Aki << ¡Alto! ¡Recuerda lo que sucedió antes! >> las imágenes de la pelirroja sonrojada, con el rostro sorprendido hicieron que el pirata cancelara esa acción de tocarle las garras, se quedó a medio camino y retiró la mano apartándose un paso para dejar espacio, disimulando como podía, que mira, que disimulaba mal el peliblanco.
- Antes… dijiste algo de… - puso un gesto pensativo - ¿Akuma… Akumata… Akumake? No recuerdo la palabra ¿Qué es eso? – demostraba así lo poco que había visto del mundo. Clavó los azulados ojos en los de la chica, intentando vencer a la tentación de mirar esas garras, orejas y cola con intenciones de acariciarlas; que aún le costaba de creérselo, él nunca había visto nada parecido.
La tarde ya estaba dejando paso a la noche, en el momento que llegaron a la costa de aquella cala pudieron ver como el sol se iba escondiendo en ese horizonte. El cielo y el reflejo del agua presentaba un tono rojizo más oscuro que el pelo de la cazadora, esa puesta se mostraba ante ellos dibujando una hermosa perspectiva – Ohh… - el pirata miraba atónito ese horizonte, le gustaba ese paisaje – Creo que el cielo te tenía envidia y se ha querido teñir del mismo color de tu pelo – sonreía ampliamente y una gota cayó en la nariz del espadachín que por acto reflejo cerró los ojos pasándose el dorso de la mano – Uy – miró hacia arriba viendo la acumulación de nubes que se estaban formando, parecía ser que iba a caer una tormenta.
- Puesta de sol:
- Hay una cueva en la cala, allí nos podemos refugiar del chaparrón – después de pensar unos instantes añadió – Bueno… si te parece bien… - no sabía la confianza que podía tener con esa chica, pero tenía tantas preguntas que hacerle, poco a poco Brandom se iba abriendo a la pelirroja. El pirata dibujó una sonrisa con sus labios y con el lobo en el hombro empezó a correr hacia esa manta, con cuidado sujetó los extremos para envolver todo lo que había encima y así cargar con todo. Uno de los extremos parecía estar pellizcado con algo y fue en esos momentos en que sus ojos vislumbraron un dragón de gran tamaño.
- ¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH! – saltó del susto con tanta potencia que recogió automáticamente la manta, colgándosela del hombro que tenía libre y preparado para salir pitando para ganar una distancia de precaución, no iba a dejar que esa bestia le hincara el diente tan fácilmente. << ¡MIERDA CETUS! >> Se giró mirando a Aki - ¡NO ESTA CETUS! ¡SE LO HA COMIDO! – Señaló al dragón tumbado sobre la arena, tenía un tamaño más grande que el dragoncillo que dejaron en la costa de la cala y el pirata pensaba que se había merendado al dragón de la cazadora.
En uno de los extremos de esa costa se podía apreciar una acogedora cueva, el interior era amplio y no había otra salida. En la zona más interna, había un pequeño estanque natural de agua limpia, surgida de alguna corriente de bajo tierra y por alguna circunstancia daba al mar pero a simple vista la profundidad no cubría en su totalidad por lo que los orificios por dónde circulaba el agua eran pequeños. El suelo de esa cueva era de una arenilla fina y suave, no había suciedad alguna por lo que poca gente debería conocer ese sitio, al no presentarse marcas que delataran la presencia de humanos en ese pasaje totalmente natural. La entrada estaba formada por varias rocas que recortan el acceso, protegiendo así de las posibles corrientes de aire. Realmente era un sitio acogedor, sobre todo si esos nubarrones que se formaban encima de aquella isla dejaban caer una fuerte lluvia.
- Cueva:
Aki D. Arlia
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fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
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Akuma no mi
Varios
Me centré en desollar a los lobos porque me daba algo de vergüenza mirar a Brand a la cara. Se había caído al suelo y notaba sus ojos en mi aunque yo los tuviera fijos en los lobos. Tenía una expresión de asombro que lejos de enorgullecerme me hacía preguntarme si no lo habría asustado. Suspiré, ¿Cuánto tiempo llevaría ese chico fuera de su isla? Me recordaba a mi en mi primer viaje; entusiasmada y pronto derribada por el peso de los acontecimientos. Terminé y me cargué dos de los animales a hombros. El peliblanco se levantó enseguida y me ayudó con el tercero. Le sonreí intentando calmarle y comencé a caminar. De reojo vi como alargaba el brazo, ¿Pretendía que nos tomáramos de las manos? Pero yo estaba sujetando los animales... sacudí mi cola y moví las orejas sin darme cuenta; no entendía nada. Y entonces él retiró la mano y yo suspiré. Pues al final si que debía de haberlo asustado... ¡Pero no era culpa mía! ¡Yo le había dicho que cazaría la cena, y esta era la única manera! Bueno, puede que tan solo con los cuchillos... vale, pero eso no era divertido, y además...
Su curiosa pregunta me sacó del bucle mental en el que me había mentido. ¿No conocía las frutas del diablo? Oh, vale... me eché a reír, eso lo explicaba todo. Normal que se asustara... me giré hacia él nuevamente con una sonrisa en la cara.
- A-ku-ma - no - mi.- Dije vocalizando.- Significa fruta del diablo. Hay varias esparcidas por el mundo, de diferentes tipos, y cada una te da un poder específico al comerla. Gracias a la mía soy capaz de convertirme en un tigre blanco a placer, de ahí las orejas y mi cola.
Antes de que nos diéramos cuenta, el atardecer se nos había echado encima. Agradecí con una tímida sonrisa el cumplido del chico, siempre era agradable escuchar cosas así. De repente, una gota de agua me cayó en el ojo. Puse mala cara ante la perspectiva de tener que construir un refugio en medio de la lluvia, pero por suerte para ambos él tenía una buena solución. Emocionada por la idea de dormir dentro, secos y calentitos, en lugar de bajo la lluvia, aceleré el paso.
-¡Claro! Además no quiero que las pieles se echen a perder.
Yo iba rápido, pero él me adelantó y cuando llegué a la playa me encontré con una escena de lo más curiosa: Él recogía sus cosas a toda prisa, mientras miraba a Cetus aterrado y me gritaba algo acerca de que el dragón se había comido a Cetus. Sin entender nada, me acerqué hasta el pobre animal.
-¿Qué ha ocurrido? ¿Ha sido cosa tuya, pequeño bromista?
Me giré, pero Brand ya estaba en la entrada de la cueva. Llamé a la alfombra con un silbido y me subí. Fue un alivio soltar los lobos. Cetus nos siguió sin encogerse, caminando por la arena. Cuando llegamos, lo primero que hice fue dejar los los lobos en el suelo, al lado del de Brand... y apartarme. A partir de ahí eran un ingrediente para la cena y lo mejor que podía hacer era alejarme. Me giré para explorar la cueva, la verdad es que era ideal. Un suelo de arena, una poza de agua potable y rocas en la entrada para que no entrasen ni el viento ni la lluvia. Sonreí encantada y entonces me di cuenta del apuro de Brand.
-Etto... él es Cetus. Puede cambiar de tamaño, creí habértelo dicho. ¿No me digas que se me pasó? Que mala pata...
Riendo, fui a acariciar a mi dragón para demostrarle que no presentaba ningún peligro. Cetus se echó al suelo bocarriba para que le rascara la barriga.
-¿Ves? Inofensivo. Vuelvo ahora, voy a por leña para hacer una hoguera antes de que el sol huya.
Salí y fui hasta el bosque. Había muchas ramitas pequeñas que recogí, y aproveché mis garras para cortar algunas más gruesas. Recogí también algunas piedrecitas y hojas. Todo lo necesario. Volví justo cuando comenzaba a levantarse viento y la lluvia empeoraba.
-Uff, yo que tu no saldría. Ahí afuera ha comenzado el diluvio. Menos mal que encontraste la cueva, Brand.
Me recogí las orejas y la cola, además de las garras. Realmente no soportaba tener el pelaje mojado. Con ayuda de Cetus, que me traía las ramitas mientras yo manejaba un mechero hice una pequeña fogata. Entretanto, le fui contando a Brand los contratiempos de las akuma no mi... seguro que tendría curiosidad.
-Hay dos cosas que son perjudiciales para los usuarios de akuma. El kairoseki, un metal algo escaso, y el agua. No podemos nadar, aunque la lluvia no molesta, tranquilo. También puedo ducharme sin problema, por suerte.
Entonces me di cuenta de que tenía todo el bañador sucio de tierra y algo mojado. La verdad es que debería cambiarme, sobretodo teniendo en cuenta que a la noche haría frío. Fui a trastear en mi mochila hasta dar con una camiseta de manga larga y unos leggins negros, eso serviría. Lo cogí todo y me giré hacia Brand sonriendo.
-Voy a cambiarme allí detrás, si paso la noche así acabaré resfriada. Vuelvo pronto.
Llegué al fondo de la cueva y tras unas rocas me desnudé y me cambié. Habría preferido bañarme, pero la poza estaba delante de todo y no podía... de repente vi otro charquito, algo escondido. Sonriendo, aproveché ese agua para lavarme un poco antes de vestirme. Una vez lista me recogí el pelo en una trenza y volví a donde estaba él, tras dejar el bañador en la mochila.
Me senté frente al fuego a cotillear cómo hacía él la cena. Ahora estaba calentita y cómoda, muy contenta. Agarré al buelo la pelotita verde en que se había Cetus y comencé a acariciarle mientras él se acurrucaba en mi regazo.
Su curiosa pregunta me sacó del bucle mental en el que me había mentido. ¿No conocía las frutas del diablo? Oh, vale... me eché a reír, eso lo explicaba todo. Normal que se asustara... me giré hacia él nuevamente con una sonrisa en la cara.
- A-ku-ma - no - mi.- Dije vocalizando.- Significa fruta del diablo. Hay varias esparcidas por el mundo, de diferentes tipos, y cada una te da un poder específico al comerla. Gracias a la mía soy capaz de convertirme en un tigre blanco a placer, de ahí las orejas y mi cola.
Antes de que nos diéramos cuenta, el atardecer se nos había echado encima. Agradecí con una tímida sonrisa el cumplido del chico, siempre era agradable escuchar cosas así. De repente, una gota de agua me cayó en el ojo. Puse mala cara ante la perspectiva de tener que construir un refugio en medio de la lluvia, pero por suerte para ambos él tenía una buena solución. Emocionada por la idea de dormir dentro, secos y calentitos, en lugar de bajo la lluvia, aceleré el paso.
-¡Claro! Además no quiero que las pieles se echen a perder.
Yo iba rápido, pero él me adelantó y cuando llegué a la playa me encontré con una escena de lo más curiosa: Él recogía sus cosas a toda prisa, mientras miraba a Cetus aterrado y me gritaba algo acerca de que el dragón se había comido a Cetus. Sin entender nada, me acerqué hasta el pobre animal.
-¿Qué ha ocurrido? ¿Ha sido cosa tuya, pequeño bromista?
Me giré, pero Brand ya estaba en la entrada de la cueva. Llamé a la alfombra con un silbido y me subí. Fue un alivio soltar los lobos. Cetus nos siguió sin encogerse, caminando por la arena. Cuando llegamos, lo primero que hice fue dejar los los lobos en el suelo, al lado del de Brand... y apartarme. A partir de ahí eran un ingrediente para la cena y lo mejor que podía hacer era alejarme. Me giré para explorar la cueva, la verdad es que era ideal. Un suelo de arena, una poza de agua potable y rocas en la entrada para que no entrasen ni el viento ni la lluvia. Sonreí encantada y entonces me di cuenta del apuro de Brand.
-Etto... él es Cetus. Puede cambiar de tamaño, creí habértelo dicho. ¿No me digas que se me pasó? Que mala pata...
Riendo, fui a acariciar a mi dragón para demostrarle que no presentaba ningún peligro. Cetus se echó al suelo bocarriba para que le rascara la barriga.
-¿Ves? Inofensivo. Vuelvo ahora, voy a por leña para hacer una hoguera antes de que el sol huya.
Salí y fui hasta el bosque. Había muchas ramitas pequeñas que recogí, y aproveché mis garras para cortar algunas más gruesas. Recogí también algunas piedrecitas y hojas. Todo lo necesario. Volví justo cuando comenzaba a levantarse viento y la lluvia empeoraba.
-Uff, yo que tu no saldría. Ahí afuera ha comenzado el diluvio. Menos mal que encontraste la cueva, Brand.
Me recogí las orejas y la cola, además de las garras. Realmente no soportaba tener el pelaje mojado. Con ayuda de Cetus, que me traía las ramitas mientras yo manejaba un mechero hice una pequeña fogata. Entretanto, le fui contando a Brand los contratiempos de las akuma no mi... seguro que tendría curiosidad.
-Hay dos cosas que son perjudiciales para los usuarios de akuma. El kairoseki, un metal algo escaso, y el agua. No podemos nadar, aunque la lluvia no molesta, tranquilo. También puedo ducharme sin problema, por suerte.
Entonces me di cuenta de que tenía todo el bañador sucio de tierra y algo mojado. La verdad es que debería cambiarme, sobretodo teniendo en cuenta que a la noche haría frío. Fui a trastear en mi mochila hasta dar con una camiseta de manga larga y unos leggins negros, eso serviría. Lo cogí todo y me giré hacia Brand sonriendo.
-Voy a cambiarme allí detrás, si paso la noche así acabaré resfriada. Vuelvo pronto.
Llegué al fondo de la cueva y tras unas rocas me desnudé y me cambié. Habría preferido bañarme, pero la poza estaba delante de todo y no podía... de repente vi otro charquito, algo escondido. Sonriendo, aproveché ese agua para lavarme un poco antes de vestirme. Una vez lista me recogí el pelo en una trenza y volví a donde estaba él, tras dejar el bañador en la mochila.
- Algo así llevaba Aki :
- (Sin las orejas/cola xD)
Me senté frente al fuego a cotillear cómo hacía él la cena. Ahora estaba calentita y cómoda, muy contenta. Agarré al buelo la pelotita verde en que se había Cetus y comencé a acariciarle mientras él se acurrucaba en mi regazo.
Brand
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Akuma no mi
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<< Akuma No Mi, la fruta del diablo… no recuerdo haber escuchado esa palabra nunca. Parece ser que los poderes que ofrecen son espectaculares… puede convertirse en un tigre blanco… ¿Qué diferentes tipos habrán…? ¿Cualquier animal? Tal vez… me he topado con algún animal que sea usuario de una de esas frutas… >> allí estaba el espadachín con sus pensamientos, hablando con su yo interno, una de las múltiples charlas que suele tener el pirata de pelo blanco. Recordaba cada palabra que le había dicho la pelirroja, al igual que esas carcajadas y sonrisas, al entender que Brand no sabía nada en absoluto sobre esas frutas del diablo.
El joven miraba atónito como Aki hablaba al gran dragón, luego visualizó a la chica subirse a la alfombra voladora y acercarse a la cueva. La mitológica bestia también avanzaba detrás de su dueña, aproximándose ambos a la acogedora caverna. Sin decir nada el pirata le ofreció sitio a la mujer escuchando todo lo que le dijo.
<< Entonces… El dragón es… es… ¿Cetus? Ohh… >> las mejillas del joven se sonrojaron ante la escena que inició antes, temiendo que el dragón se hubiera comido a Cetus, menuda metedura de pata – No… creo que no me lo dijiste… - dijo con un fino hilo de voz, con timidez << Entonces Cetus puede cambiar el tamaño… que curioso ¿Pero quién es esta mujer? Aparece de la nada… y cada minuto me sorprende más… >> la miraba con gran curiosidad mientras acariciaba al dragón - Vale… ¡Yo iré preparando todo! - se fiaba de esa bestia al ver que la pelirroja lo acariciaba sin problema alguno, animándose de nuevo, abandonando esa vergüenza.
Brandom aprovechó que Aki fue a buscar leña, para salir al exterior de la cueva y arrastrar la barca. Sujetó con firmeza las gruesas cuerdas y empezó a estirarlas, remolcando dicho transporte por la arena. El sudor recaía por su sien mientras las gotas de la lluvia iban cayendo a un ritmo constante, pero por el momento suave. Colocó la barca cerca de la entrada, beneficiando así, esa protección de las piedras para pausar el aire que pudiera entrar. Luego se adentró de nuevo agarrando un par de bolsas que necesitaba, justo en ese momento la lluvia empezó a caer con más fuerza e intensidad, por suerte Brand ya estaba en el interior
<< ¿Estará Bien Aki? >> podía ver al dragón recostado con ese gran tamaño, se acercó curioso y alzó la mano con intención de acariciarle parte del cuello, sentía curiosidad por esa bestia. En esos instantes apareció la pelirroja con lo necesario para hacer una hoguera, Brandom pudo ver como esas orejas, cola y garras desaparecían, la miraba con ese brillo en los ojos que seguía sin podérselo creer. La voz de la mujer hizo que despejara su mente y la atendiera percatándose de la hoguera que estaba haciendo << ¡No pueden nadar! El Kairoseki… tampoco había escuchado hablar… >> su mente seguía funcionando a plena potencia, luego respondió – Entiendo… debe de ser… un poco duro no poder nadar, pero bueno mirando el lado positivo puedes ducharte – sonreía el pirata intentando darle ánimos, que seguía asimilando toda esa información.
- ¡Vale! Yo empezaré hacer la cena – se escuchaba la lluvia caer con fuerza en el exterior, la cueva les ofrecía una gran protección y no había ninguna gotera, las rocas de la entrada les protegían de ese asqueroso aire que azotaba la isla. Miró como Aki se encaminaba hacia el fondo de la cueva para cambiarse, iba hacer una noche algo fría y allí estaba Brandom con solo el bañador, debía de ponerse las pilas y moverse. De una bolsa sacó un par de cazos mientras dejaba las tres piezas de carne encima de una bolsa, para evitar que se ensuciaran de arena.
Con los dos recipientes el pirata se encaminó hacia el pozo de agua que había por el fondo de la cueva, los llenó y en ese instante pudo ver a Aki lavándose en otro pozo de agua más pequeño, que había detrás de una roca, en una zona más escondida. Los azulados ojos del espadachín se fijaron en el voluminoso cuerpo de la pelirroja, fijándose en esos pechos, caderas y culo; la mirada no reflejaba perversidad, más bien curiosidad ya que era la primera vez que veía a una mujer desnuda. Los recipientes se habían llenado de agua, pero allí que los ignoraba el muchacho, que seguía perdido entre las curvas del vertiginoso cuerpo de Aki, como si esa curiosidad lo hubiera hechizado.
<< Nunca había visto nada parecido. ¿Qué tacto… >> una presencia hizo que su mente se detuviera, desvió la mirada del cuerpo de Aki, mientras esa agua recaía por encima de ella. Brand giró su cabeza y tragó saliva, allí estaba Cetus mirándole a medio palmo de su cara, como si quisiera reciminarle algo, mientras señalaba las piezas de carne << Ohh… >> el rubor volvió a surgir en las mejillas del pirata murmurando – Lo siento… - que allí con los cazos volvió hacia donde estaban la comida, mirando de reojo hacia atrás que el mitológico animal volvía con él, desde esa posición ya no podía ver nada; suspiró siguiendo preparando la cena.
El menú iba a ser sencillo, Brand estaba acabando de limpiar la carne quitando cualquier rastro de arenilla o vegetación. Luego cortó algunas verduras, separando varios trozos y colocándolos en uno de los recipientes al igual que unos trozos de carne. Su intención era hacer un caldo de verdura y carne para pasar ese frío que se presentaba en la tormentosa noche. El muchacho tenía algunos suministros en sus bolsas y no dudo en utilizarlos, al fin y al cabo Aki se había ofrecido a acompañarlo, no perdía nada en utilizar los ingredientes que tenía. En una sartén empezó a cocinar los otros trozos de carne, colocando la verdura con un chorrito de aceite; quería hacer un salteado de verduras para acompañar el sabor de esa carne.
Mientras iba haciendo la cena, el pirata pudo ver como la pelirroja se acercaba con esa camiseta de manga larga y unos leggins negros, dibujó una sonrisa como bienvenida mientras ella se sentaba y jugaba con Cetus, que se había vuelto a empequeñecer. La imagen del dragoncito le recordó lo que observó minutos antes, los ojos del joven se fijaron en ese busto que ofrecía esa camiseta. Luego desvió la mirada con gesto de curiosidad mientras le iba dando vueltas al caldo, inundando el interior de la cueva de un buen y agradable olor. Removió la sartén, haciendo que la carne se diera la vuelta al igual que las verduras que se iban haciendo en el fuego de esa hoguera; el pirata ya se preocupó de dejar la brasa suficiente para que se vayan cocinando, haciéndose hueco entre esa madera y las piedras que formaban la hoguera.
- No soy un experto en la cocina, pero por lo menos me defiendo para no morir de hambre – iba hablando el pirata con algo más de confianza – Nací en el Archipiélago de Arashi, viví con mi abuelo y mi madre. Nunca había visto mundo, solo conocía ese pequeño rincón, de allí mi timidez e inseguridad. Por ejemplo... nunca había estado con una chica a solas – mientras cocinaba le iba explicando a la pelirroja parte de su vida – Mi abuelo me enseñó el arte de la espada. Una vez aprendí todo lo necesario inicié mi viaje por mi cuenta – sonreía mientras daba vueltas al caldo con esa cuchara.
- Mi madre… - suspiró – Mi madre murió cuando yo tenía 10 años por una extraña enfermedad, no pudimos hacer nada para salvar su vida. Le prometí, que vería todos los rincones de este planeta junto a ella – alzó su mano para sujetar la perla que llevaba como colgante – Esto me lo regaló, así estará junto a mí vaya donde vaya – sonreía el espadachín, no había rasgo de tristeza en su rostro solo ilusión, era la primera vez que explicaba eso.
El pirata colocó algo de caldo en una cuchara, poniendo la mano debajo y soplando acercando luego dicho cubierto a los labios de Aki – Pruébalo – sonreía el pirata esperando que la mujer catara ese buen caldo de verduras y carne.
Después de ofrecerle esa cucharada, mientras la carne y el caldo se terminaba de hacer decidió ir a cambiarse – Ahora vendré Aki, dame unos momentos – dijo el muchacho que aprovechó a irse a cambiar, se fue detrás de esas rocas al fondo de la cueva justo en el mismo sitio en que Aki se lavó. Brand hizo lo mismo que la mujer, después de lavarse se puso algo de ropa cómoda, consistía en una camiseta ancha y unos cómodos pantalones largos, se dejaba el kimono para mañana.
Una vez limpito y cambiado se acercó hacia la zona de la hoguera, la comida ya estaba acabada. Sirvió ese humeante y sabroso caldo a Aki, ofreciéndole también en un plato la carne con las verduras salteadas. No era una auténtica delicia, pero por lo menos era comestible y tenía sabor.
- Esto… ¿Cetus come la carne cruda? O… ¿La prefiere cocinada? – realmente no sabía la alimentación del dragón, esperó que la pelirroja decidiera, había lobo de sobra. Glas D. Brandom se sirvió la cena, sentándose al lado de la Pelirroja, se podía escuchar como la lluvia caía con fuerza y el viento rugía ferozmente en el exterior de esa cueva, las llamas ofrecían esa iluminación que permitían tanto a Brand como a Aki observar su alrededor.
Estaba mirando a la pelirroja y en esos instantes se percató de esa cicatriz que tenía en el cuello, iba a preguntar sobre ella, pero finalmente se decantó por otra curiosidad – Aki… ¿Qué tipos de Akuma No Mi hay? – hizo un pequeño sorbo al caldo, sin apartar la mirada de ella, aunque la bajaba un poco fijándose en el resto cuerpo. Reviviendo esa imagen cuando ella se iba lavando tras la roca, al fondo de la cueva.
El joven miraba atónito como Aki hablaba al gran dragón, luego visualizó a la chica subirse a la alfombra voladora y acercarse a la cueva. La mitológica bestia también avanzaba detrás de su dueña, aproximándose ambos a la acogedora caverna. Sin decir nada el pirata le ofreció sitio a la mujer escuchando todo lo que le dijo.
<< Entonces… El dragón es… es… ¿Cetus? Ohh… >> las mejillas del joven se sonrojaron ante la escena que inició antes, temiendo que el dragón se hubiera comido a Cetus, menuda metedura de pata – No… creo que no me lo dijiste… - dijo con un fino hilo de voz, con timidez << Entonces Cetus puede cambiar el tamaño… que curioso ¿Pero quién es esta mujer? Aparece de la nada… y cada minuto me sorprende más… >> la miraba con gran curiosidad mientras acariciaba al dragón - Vale… ¡Yo iré preparando todo! - se fiaba de esa bestia al ver que la pelirroja lo acariciaba sin problema alguno, animándose de nuevo, abandonando esa vergüenza.
Brandom aprovechó que Aki fue a buscar leña, para salir al exterior de la cueva y arrastrar la barca. Sujetó con firmeza las gruesas cuerdas y empezó a estirarlas, remolcando dicho transporte por la arena. El sudor recaía por su sien mientras las gotas de la lluvia iban cayendo a un ritmo constante, pero por el momento suave. Colocó la barca cerca de la entrada, beneficiando así, esa protección de las piedras para pausar el aire que pudiera entrar. Luego se adentró de nuevo agarrando un par de bolsas que necesitaba, justo en ese momento la lluvia empezó a caer con más fuerza e intensidad, por suerte Brand ya estaba en el interior
<< ¿Estará Bien Aki? >> podía ver al dragón recostado con ese gran tamaño, se acercó curioso y alzó la mano con intención de acariciarle parte del cuello, sentía curiosidad por esa bestia. En esos instantes apareció la pelirroja con lo necesario para hacer una hoguera, Brandom pudo ver como esas orejas, cola y garras desaparecían, la miraba con ese brillo en los ojos que seguía sin podérselo creer. La voz de la mujer hizo que despejara su mente y la atendiera percatándose de la hoguera que estaba haciendo << ¡No pueden nadar! El Kairoseki… tampoco había escuchado hablar… >> su mente seguía funcionando a plena potencia, luego respondió – Entiendo… debe de ser… un poco duro no poder nadar, pero bueno mirando el lado positivo puedes ducharte – sonreía el pirata intentando darle ánimos, que seguía asimilando toda esa información.
- ¡Vale! Yo empezaré hacer la cena – se escuchaba la lluvia caer con fuerza en el exterior, la cueva les ofrecía una gran protección y no había ninguna gotera, las rocas de la entrada les protegían de ese asqueroso aire que azotaba la isla. Miró como Aki se encaminaba hacia el fondo de la cueva para cambiarse, iba hacer una noche algo fría y allí estaba Brandom con solo el bañador, debía de ponerse las pilas y moverse. De una bolsa sacó un par de cazos mientras dejaba las tres piezas de carne encima de una bolsa, para evitar que se ensuciaran de arena.
Con los dos recipientes el pirata se encaminó hacia el pozo de agua que había por el fondo de la cueva, los llenó y en ese instante pudo ver a Aki lavándose en otro pozo de agua más pequeño, que había detrás de una roca, en una zona más escondida. Los azulados ojos del espadachín se fijaron en el voluminoso cuerpo de la pelirroja, fijándose en esos pechos, caderas y culo; la mirada no reflejaba perversidad, más bien curiosidad ya que era la primera vez que veía a una mujer desnuda. Los recipientes se habían llenado de agua, pero allí que los ignoraba el muchacho, que seguía perdido entre las curvas del vertiginoso cuerpo de Aki, como si esa curiosidad lo hubiera hechizado.
<< Nunca había visto nada parecido. ¿Qué tacto… >> una presencia hizo que su mente se detuviera, desvió la mirada del cuerpo de Aki, mientras esa agua recaía por encima de ella. Brand giró su cabeza y tragó saliva, allí estaba Cetus mirándole a medio palmo de su cara, como si quisiera reciminarle algo, mientras señalaba las piezas de carne << Ohh… >> el rubor volvió a surgir en las mejillas del pirata murmurando – Lo siento… - que allí con los cazos volvió hacia donde estaban la comida, mirando de reojo hacia atrás que el mitológico animal volvía con él, desde esa posición ya no podía ver nada; suspiró siguiendo preparando la cena.
El menú iba a ser sencillo, Brand estaba acabando de limpiar la carne quitando cualquier rastro de arenilla o vegetación. Luego cortó algunas verduras, separando varios trozos y colocándolos en uno de los recipientes al igual que unos trozos de carne. Su intención era hacer un caldo de verdura y carne para pasar ese frío que se presentaba en la tormentosa noche. El muchacho tenía algunos suministros en sus bolsas y no dudo en utilizarlos, al fin y al cabo Aki se había ofrecido a acompañarlo, no perdía nada en utilizar los ingredientes que tenía. En una sartén empezó a cocinar los otros trozos de carne, colocando la verdura con un chorrito de aceite; quería hacer un salteado de verduras para acompañar el sabor de esa carne.
Mientras iba haciendo la cena, el pirata pudo ver como la pelirroja se acercaba con esa camiseta de manga larga y unos leggins negros, dibujó una sonrisa como bienvenida mientras ella se sentaba y jugaba con Cetus, que se había vuelto a empequeñecer. La imagen del dragoncito le recordó lo que observó minutos antes, los ojos del joven se fijaron en ese busto que ofrecía esa camiseta. Luego desvió la mirada con gesto de curiosidad mientras le iba dando vueltas al caldo, inundando el interior de la cueva de un buen y agradable olor. Removió la sartén, haciendo que la carne se diera la vuelta al igual que las verduras que se iban haciendo en el fuego de esa hoguera; el pirata ya se preocupó de dejar la brasa suficiente para que se vayan cocinando, haciéndose hueco entre esa madera y las piedras que formaban la hoguera.
- No soy un experto en la cocina, pero por lo menos me defiendo para no morir de hambre – iba hablando el pirata con algo más de confianza – Nací en el Archipiélago de Arashi, viví con mi abuelo y mi madre. Nunca había visto mundo, solo conocía ese pequeño rincón, de allí mi timidez e inseguridad. Por ejemplo... nunca había estado con una chica a solas – mientras cocinaba le iba explicando a la pelirroja parte de su vida – Mi abuelo me enseñó el arte de la espada. Una vez aprendí todo lo necesario inicié mi viaje por mi cuenta – sonreía mientras daba vueltas al caldo con esa cuchara.
- Mi madre… - suspiró – Mi madre murió cuando yo tenía 10 años por una extraña enfermedad, no pudimos hacer nada para salvar su vida. Le prometí, que vería todos los rincones de este planeta junto a ella – alzó su mano para sujetar la perla que llevaba como colgante – Esto me lo regaló, así estará junto a mí vaya donde vaya – sonreía el espadachín, no había rasgo de tristeza en su rostro solo ilusión, era la primera vez que explicaba eso.
El pirata colocó algo de caldo en una cuchara, poniendo la mano debajo y soplando acercando luego dicho cubierto a los labios de Aki – Pruébalo – sonreía el pirata esperando que la mujer catara ese buen caldo de verduras y carne.
Después de ofrecerle esa cucharada, mientras la carne y el caldo se terminaba de hacer decidió ir a cambiarse – Ahora vendré Aki, dame unos momentos – dijo el muchacho que aprovechó a irse a cambiar, se fue detrás de esas rocas al fondo de la cueva justo en el mismo sitio en que Aki se lavó. Brand hizo lo mismo que la mujer, después de lavarse se puso algo de ropa cómoda, consistía en una camiseta ancha y unos cómodos pantalones largos, se dejaba el kimono para mañana.
Una vez limpito y cambiado se acercó hacia la zona de la hoguera, la comida ya estaba acabada. Sirvió ese humeante y sabroso caldo a Aki, ofreciéndole también en un plato la carne con las verduras salteadas. No era una auténtica delicia, pero por lo menos era comestible y tenía sabor.
- Esto… ¿Cetus come la carne cruda? O… ¿La prefiere cocinada? – realmente no sabía la alimentación del dragón, esperó que la pelirroja decidiera, había lobo de sobra. Glas D. Brandom se sirvió la cena, sentándose al lado de la Pelirroja, se podía escuchar como la lluvia caía con fuerza y el viento rugía ferozmente en el exterior de esa cueva, las llamas ofrecían esa iluminación que permitían tanto a Brand como a Aki observar su alrededor.
Estaba mirando a la pelirroja y en esos instantes se percató de esa cicatriz que tenía en el cuello, iba a preguntar sobre ella, pero finalmente se decantó por otra curiosidad – Aki… ¿Qué tipos de Akuma No Mi hay? – hizo un pequeño sorbo al caldo, sin apartar la mirada de ella, aunque la bajaba un poco fijándose en el resto cuerpo. Reviviendo esa imagen cuando ella se iba lavando tras la roca, al fondo de la cueva.
Aki D. Arlia
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Observé maravillada como Brand manipulaba la carne y las verduras. Entre cazos y cuchillos, pronto toda la cueva comenzó a oler al delicioso caldo que estaba haciendo. Yo sería completamente incapaz de hacer que algo oliera también. Empecé a salivar y de repente oí un sonido. ¿Me había rugido el estómago? Ah, no... era el de Cetus, que también tenía hambre. De repente, Brand comenzó a hablar. Miraba fijamente a la comida mientras lo hacía y aunque no estaba serio si se le notaba un poco tenso. Pero estaba hablándome de su familia, confiando en mí. Sonreí y escuché atentamente su historia.
Era tierna, y la cara del chico no parecía lamentar ninguna de las decisiones que había tomado. Aki se acercó despacio y se sentó a su lado poniéndole la mano en el hombro y sonriendo. Sabía que Brand no necesitaba consuelo y no pretendía dárselo. Tan solo quería que supiera que lo entendía, y que apoyaba su decisión. Era muy noble por su parte no olvidar a su madre.
-Lo siento por tu madre, pero me alegra que me cuentes tu historia... y me parece bonito que te lleves su colgante allí a donde vayas. Siempre está bien tener algo que te recuerde a tus seres queridos.
Entonces el peliblanco, con una sonrisa, me dio a probar el caldo. ¡Estaba buenísimo! Estaba caliente y notaba el sabor de cada ingrediente en mi boca. ¿Cómo habría logrado que no se quemara, explotara o quedara demasiado salado y/o dulce? Para Aki era un misterio y le miró con un respeto rayano en lo religioso.
-Es increíble...
El joven fue a cambiarse detrás y Aki se concentró en sujetar al dragoncito que parecía querer caerse dentro de la olla del caldo. La propia pirata tenía que resistir también el robar otro poquito. Era de mala educación. Pero es que el dragón le arañaba la ropa igualito que si fuera un gato, y no paraba de intentar escapar. Aunque claro, de momento no había intentado crecer, así que por lo menos era seguro que tenía intención de comportarse.
Entre una cosa y otra, Brand volvió al fin y pudieron ponerse a comer. Aki empezó a devorar su parte deleitándose en cada bocado. Estaba acostumbrada a comer fruta y otras cosas que no necesitaban cocinarse. Incluso algún animal crudo en su forma completa si no tenía más remedio, pero esto... esto era otra cosa.
-¡Está riquísimo!
El peliblanco preguntó acerca de la dieta de Cetus, pero antes de que Aki pudiera responder el dragoncito ya había robado un buen trozo de carne. La pelirroja le señaló con cariño.
-Puede comerla cruda y sería una buena comida, pero como yo no se resiste a un buen plato casero. Eres un gran cocinero, Brand.
Al cabo de unos minutos, él volvió a preguntarle por las akumas. Era normal, al fin y al cabo no sabía nada de ellas hasta hace unas horas.
-Bueno. Las de animales se llaman Zoan. Hay otras que te permiten controlar elementos como el carbono o el oxígeno y literalmente pasas a ser de ese elemento. Esas son las logias. Y por último están las paramecias, que te dan poderes varios, como causar terremotos o producir naranjas. Hay de todo.
Cuando terminó de comer, agarró los platos y se fue a la parte de atrás para lavarlos en el manantial. El agua se filtraba por las grietas del suelo, así que seguirían teniendo agua limpia. Además era lo menos que podía hacer, él había cocinado. Al terminar, volvió junto a él, parando un momento para coger su capa. Comenzaba a refrescar, y con ella puesta era como estar envuelta en una manta. Sonrió al joven antes de hablar. Había decidido sincerarse ella también.
Verás, yo... no conocí a mis padres. Me crecí con el circo. Sé que fui un bebe robado por una secta extraña, pero no tengo mucha más información. Tuve suerte de que algo saliera mal y Akon, el director del circo ambulante, me encontrara. La cicatriz que llevo- Dijo tocándosela.-fue hecha por gente de esa secta. Cuando cumplí los 17 decidí que quería ver mundo. He visto y vivido mucho desde aquella, pero no me canso. Siempre hay algo sorprendente que descubrir a la vuelta de la esquina, ¿No crees?
Era tierna, y la cara del chico no parecía lamentar ninguna de las decisiones que había tomado. Aki se acercó despacio y se sentó a su lado poniéndole la mano en el hombro y sonriendo. Sabía que Brand no necesitaba consuelo y no pretendía dárselo. Tan solo quería que supiera que lo entendía, y que apoyaba su decisión. Era muy noble por su parte no olvidar a su madre.
-Lo siento por tu madre, pero me alegra que me cuentes tu historia... y me parece bonito que te lleves su colgante allí a donde vayas. Siempre está bien tener algo que te recuerde a tus seres queridos.
Entonces el peliblanco, con una sonrisa, me dio a probar el caldo. ¡Estaba buenísimo! Estaba caliente y notaba el sabor de cada ingrediente en mi boca. ¿Cómo habría logrado que no se quemara, explotara o quedara demasiado salado y/o dulce? Para Aki era un misterio y le miró con un respeto rayano en lo religioso.
-Es increíble...
El joven fue a cambiarse detrás y Aki se concentró en sujetar al dragoncito que parecía querer caerse dentro de la olla del caldo. La propia pirata tenía que resistir también el robar otro poquito. Era de mala educación. Pero es que el dragón le arañaba la ropa igualito que si fuera un gato, y no paraba de intentar escapar. Aunque claro, de momento no había intentado crecer, así que por lo menos era seguro que tenía intención de comportarse.
Entre una cosa y otra, Brand volvió al fin y pudieron ponerse a comer. Aki empezó a devorar su parte deleitándose en cada bocado. Estaba acostumbrada a comer fruta y otras cosas que no necesitaban cocinarse. Incluso algún animal crudo en su forma completa si no tenía más remedio, pero esto... esto era otra cosa.
-¡Está riquísimo!
El peliblanco preguntó acerca de la dieta de Cetus, pero antes de que Aki pudiera responder el dragoncito ya había robado un buen trozo de carne. La pelirroja le señaló con cariño.
-Puede comerla cruda y sería una buena comida, pero como yo no se resiste a un buen plato casero. Eres un gran cocinero, Brand.
Al cabo de unos minutos, él volvió a preguntarle por las akumas. Era normal, al fin y al cabo no sabía nada de ellas hasta hace unas horas.
-Bueno. Las de animales se llaman Zoan. Hay otras que te permiten controlar elementos como el carbono o el oxígeno y literalmente pasas a ser de ese elemento. Esas son las logias. Y por último están las paramecias, que te dan poderes varios, como causar terremotos o producir naranjas. Hay de todo.
Cuando terminó de comer, agarró los platos y se fue a la parte de atrás para lavarlos en el manantial. El agua se filtraba por las grietas del suelo, así que seguirían teniendo agua limpia. Además era lo menos que podía hacer, él había cocinado. Al terminar, volvió junto a él, parando un momento para coger su capa. Comenzaba a refrescar, y con ella puesta era como estar envuelta en una manta. Sonrió al joven antes de hablar. Había decidido sincerarse ella también.
Verás, yo... no conocí a mis padres. Me crecí con el circo. Sé que fui un bebe robado por una secta extraña, pero no tengo mucha más información. Tuve suerte de que algo saliera mal y Akon, el director del circo ambulante, me encontrara. La cicatriz que llevo- Dijo tocándosela.-fue hecha por gente de esa secta. Cuando cumplí los 17 decidí que quería ver mundo. He visto y vivido mucho desde aquella, pero no me canso. Siempre hay algo sorprendente que descubrir a la vuelta de la esquina, ¿No crees?
Brand
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Brandom iba degustando ese caldo para ir entrando en calor, realmente hacía algo de frío allí dentro. Las estrellas adornaban el firmamento, aunque esos astros no estaban visibles a ojos de los seres que vivían en Zaren, ya que había una amplia masa de nubes tormentosas que ocultaban la estrellada noche. El cielo, fuera de la cueva, se mostraba de un azul oscuro, los rayos iluminaban la zona y escasos segundos después, el estruendo del trueno resonaba como pasos de gigantes en el interior de esa cueva dónde estaban refugiados Aki, Cetus y Brand.
El joven ya había terminado de beberse ese caldo y seguía con la carne, degustándola sin esperar a que se enfriara por lo que iba haciéndola saltar de una mano a la otra. Era un ansia para la comida y le pasaba desde pequeño. No tenía paciencia para esperarse, debía de comérsela una vez servida – Buff buff buff… Quema… quema… - allí iba el trozo de carne de una mano a la otra, hasta que se perdió en su boca – Mmm… - masticó y masticó hasta tragársela, alternó el vaso de agua, justo después de servirle uno a Aki.
- Tampoco es para tanto… - se puso algo rojo ante los halagos por lo que había cocinado. Brand no era un experto, pero por lo menos no se moría de hambre y lo que cocinaba tenía un gusto decente. El espadachín miraba como Cetus iba devorando también la comida, el mitológico animal también estaba hambriento, sonrió el peliblanco fijándose en la forma del dragón, sus escamas, sus alas, era un animal muy curioso.
<< Dragones… frutas que dan poderes, una chica con el poder de transformarse en un felino, el kairoseki… Me quedan muchas cosas por ver aún… >>
Se le iluminó la bombilla y de sus pertenencias sacó una especie de bloc de notas, era una pequeña libreta. Allí empezó a apuntar todo lo que había descubierto, lo relacionado con las Akuma No Mi y el Kairoseki. Miraba a la pelirroja mientras ella le relataba los tipos de frutas del diablo que había, todo quedaba apuntado en esas hojas de papel.
- Producir terremotos… - murmuró boquiabierto, que le costaba creérselo. El pirata solo había vivido en el Archipielago de Arashi, no se imaginó ni por un momento la cantidad de sorpresas que se iba a encontrar, una vez iniciado su viaje para descubrir mundo.
Una vez terminada la carne Brand pudo ver que había sobrado algo de caldo, lo dejó tapado en el recipiente encima de una piedra lisa, si se quería calentar solo se tendría que colocar en el pequeño trípode que había encima de las brasas. Brand observó como Aki se incorporaba para ir a fregar los platos, aprovechó el espadachín para ir organizando toda aquella zona. Cerró los sacos que había abierto, para sacar las especies que había utilizado. En una bolsa aparte tiró la corteza de las verduras que cortó; se podía decir que el peliblanco era un chico bastante ordenado. Las gotas de la lluvia tintineaban como una melodía furiosa en el exterior de la cueva, por suerte las rocas de la entrada y parte de la barca de Brand, hacían de barrera para que esa agua no acabara entrando y mojara la arenilla del suelo.
El peliblanco esperó sentado delante del fuego en esa gran manta de picnic, mientras miraba las figuras que dibujaba el fuego, en los azulados ojos de Brandom se visualizaba ese baile aleatorio de esas resplandecientes llamas que se entrelazaban unas a otras, formando otra más grande que se alzaba en dirección al techo. Estaba embobado, sumido en sus pensamientos y recordando parte de su pasado lejano y no tan lejano, las historias que había vivido con Renart, aquel zorro humanoide… tal vez engullido por las enormes olas de East Blue, le dedicó unos pensamientos. En su mente también llegaron los recuerdos de los acontecimientos en la Villa Cocoyashi y en esa misma isla Zaren, dónde coincidió con un par de hombres de lo más misteriosos.
Notó el movimiento de Aki al sentarse a su lado, ese movimiento fue el detonador de que dejara sus pensamientos de lado y pusiera su atención a la pelirroja que se envolvía en la manta, hacía algo de frío pero por el momento el espadachín estaba bien con aquella camiseta de manga corta y unos pantalones largos. Devolvió la sonrisa cuando la vio sonreír a ella, fue como un acto reflejo. Con curiosidad escuchaba el relato de la mujer y se giró un poco para estar de frente notando el crispar de las llamas en uno de sus lados. Dicha fuente ignífuga combatía en calentar aquella zona, una feroz batalla contra el frío viento, que entraba por los espacios que dejaban las rocas y la barca.
<< Ohh… no conoció a sus padres… ¿Un circo…? Como Renart… Pobre zorro humanoide. ¿Estará vivo…? Un bebe robado, por una secta… ¿Qué aventuras habrá vivido? Ohh parece ser… que la salvaron ¿Serán buenos los de ese circo? ¿Cuánto habrá vivido desde su inicio del viaje? ¿Descubrió su pasado? >>
Allí sumido en sus propios pensamientos sin dejar de escuchar cada palabra que pronunciaba la hermosa pelirroja, hasta que la pregunta de Aki hizo que Brandom la atendiera, pillándolo algo de improvisto.
- Esto… uhmmm… - había estado pensando tanto, que no sabía que decirle hasta que organizó todas sus palabras – Pienso que siempre hay cosas nuevas por descubrir. El mundo es muy grande y por ejemplo en esta isla llamada Zaren hay un rincón maravilloso por ver, el monte Olim – sonrío ampliamente el espadachín, para luego añadir – Lamento que no conocieras a tus padres… yo… no conocí a mi padre, mi madre me dijo que marchó en un viaje muy importante justo cuando acababa de nacer… nunca volvió – sonrío, no buscaba desanimar a la pelirroja – ¡Seguro que está vivo en algún lugar! – luego le propuso – No sé si sentirás curiosidad por resolver tu pasado, yo opino que no hay nada malo en conocerlo. Nunca esta demás indagar… por oscuro o triste que pueda ser, el pasado es algo que forma parte de nosotros... pienso que… si no se supera o se acepta, no acabas conociéndote a ti mismo. Al fin y al cabo, cuando estas solo… como decirlo… es el momento en el que realmente sabes quién eres ¿No te ha pasado nunca? – Allí que salía su lado filosófico de la vida – Por lo que… si algún día decides aventurarte en conocer tus orígenes o en cualquier otro viaje… cuenta con mi ayuda, te he de devolver el favor que me harás en la búsqueda del Monte Olim – sus ojos se achinaron al sonreír, demostraba sinceridad no tenía rumbo fijo, solo quería ver mundo y vivir aventuras.
El pirata se incorporó y empezó a rebuscar piedras por la cueva, las colocó junto a las brasas del fuego que seguía crispando la madera, puso un gran número de piedras, sin sofocar las llamas. Las piedras presentaban un tamaño, parecido al de un puño, no eran muy grandes – Creo… que vendrá bien calentar estas piedras en las brasas, luego las podemos enterrar debajo de la arenilla. De esa manera calentará el suelo y no tendremos tanto frío, la arena mantendrá el calor más rato antes de que se enfríen – iba explicando el espadachín, dando el motivo por el que había decidido colocarlas en la brasa.
El muchacho se sentó al lado de ella y volvió la vista hacia el fuego, luego miró a Aki a los ojos, desviando esa mirada hacia el resto del cuerpo de la mujer. Podía ver como la capa se amoldaba al perfil de la pelirroja, esos generosos pechos resaltaban, produciendo una de las exuberantes curvas que tenía la usuaria de una Akuma No Mi.
<< Mmmm que tacto deben de tener… Son claramente más grandes que las mías y no me caben ni en la mano… >> allí que pensaba el peliblanco mientras se miraba sus dos palmas, luego su propio torso, allí estaba en su mundo de incógnitas y dudas.
El espadachín se palpó el torso con una mano, notando la dureza del pectoral fruto de su entrenamiento. Miró de nuevo a la mujer, percatándose de esa característica forma, del busto que presentaba la camiseta de manga larga que llevaba puesta. El pirata alzó una de sus manos sin ningún tipo de gesto ofensivo, fue un movimiento suave y sobretodo curioso. La mano se acercaba hacia el torso de la mujer, mientras los dedos meñique, anular, corazón y pulgar se doblaban, estirando el dedo índice.
Sus movimientos no fueron bruscos, ni se percató de si Aki le miraba. La curiosidad le pudo al peliblanco, avanzó en su acción dejando que la yema del dedo índice se acomodara en el contorno del pecho de la pelirroja, hundiéndose lentamente, comprobando así ese tacto suave; una sensación claramente adversa al duro torso del pirata. La escena no duró muchos segundos, pero como si se hubiera tratado de un interruptor, una corriente de aire azotó el interior de la cueva, haciendo que la luminosidad de las llamas minguara, dejando la cueva prácticamente a oscuras. Solo el fervor de las brasas dejaban ver los perfiles de ambos integrantes de la caverna.
<< Es muy esponjoso… ¡Oh se ha apagado el fuego! No me digas que… no puede ser… >>
- ¡Uy! – Recogió la mano mientras miraba las brasas – ¡Hay que poner leña que se apaga el fuego! – dijo gateando hasta agarrar unos trozos de madera sobrantes y los dejaba entre la brasa, bufando un poco para que las pequeñas llamillas se avivaran. Luego miró de reojo a Aki poniéndose de rodillas delante de ella, el rostro denotaba clara fascinación y entonces le preguntó con cierto tono de duda en su voz, ya que la curiosidad ganó claramente a su timidez al hablar con ella – Oye… En el momento que presioné uno de tus pechos una corriente azotó la cueva… ¿También tienes ese poder? Es decir, los aprietas – allí que hace el gesto el espadachín, apretando sus propios pechos – Y… ¿Se desata una corriente de viento? – claramente existía esa duda en su cabeza, hoy había descubierto que existían los dragones, frutas que otorgan grandes poderes, como crear terremotos o transformarse en animales, alfombras voladoras… ¿Qué habría de malo que al apretarse las tetas se alzara una fuerte corriente de aire? Fuera cierto o no, ese día estaba descubriendo más cosas de las que podía llegar a imaginarse.
Aunque... hay otra pregunta que responder ¿Por qué motivo el peliblanco decidió tocar el busto de Aki? ¿Todo lo que dijo era una clara estrategia para evitar dar explicaciones? Porqué si la respuesta era afirmativa, el maldito pirata lo disimulaba a la perfección.
El joven ya había terminado de beberse ese caldo y seguía con la carne, degustándola sin esperar a que se enfriara por lo que iba haciéndola saltar de una mano a la otra. Era un ansia para la comida y le pasaba desde pequeño. No tenía paciencia para esperarse, debía de comérsela una vez servida – Buff buff buff… Quema… quema… - allí iba el trozo de carne de una mano a la otra, hasta que se perdió en su boca – Mmm… - masticó y masticó hasta tragársela, alternó el vaso de agua, justo después de servirle uno a Aki.
- Tampoco es para tanto… - se puso algo rojo ante los halagos por lo que había cocinado. Brand no era un experto, pero por lo menos no se moría de hambre y lo que cocinaba tenía un gusto decente. El espadachín miraba como Cetus iba devorando también la comida, el mitológico animal también estaba hambriento, sonrió el peliblanco fijándose en la forma del dragón, sus escamas, sus alas, era un animal muy curioso.
<< Dragones… frutas que dan poderes, una chica con el poder de transformarse en un felino, el kairoseki… Me quedan muchas cosas por ver aún… >>
Se le iluminó la bombilla y de sus pertenencias sacó una especie de bloc de notas, era una pequeña libreta. Allí empezó a apuntar todo lo que había descubierto, lo relacionado con las Akuma No Mi y el Kairoseki. Miraba a la pelirroja mientras ella le relataba los tipos de frutas del diablo que había, todo quedaba apuntado en esas hojas de papel.
- Producir terremotos… - murmuró boquiabierto, que le costaba creérselo. El pirata solo había vivido en el Archipielago de Arashi, no se imaginó ni por un momento la cantidad de sorpresas que se iba a encontrar, una vez iniciado su viaje para descubrir mundo.
Una vez terminada la carne Brand pudo ver que había sobrado algo de caldo, lo dejó tapado en el recipiente encima de una piedra lisa, si se quería calentar solo se tendría que colocar en el pequeño trípode que había encima de las brasas. Brand observó como Aki se incorporaba para ir a fregar los platos, aprovechó el espadachín para ir organizando toda aquella zona. Cerró los sacos que había abierto, para sacar las especies que había utilizado. En una bolsa aparte tiró la corteza de las verduras que cortó; se podía decir que el peliblanco era un chico bastante ordenado. Las gotas de la lluvia tintineaban como una melodía furiosa en el exterior de la cueva, por suerte las rocas de la entrada y parte de la barca de Brand, hacían de barrera para que esa agua no acabara entrando y mojara la arenilla del suelo.
El peliblanco esperó sentado delante del fuego en esa gran manta de picnic, mientras miraba las figuras que dibujaba el fuego, en los azulados ojos de Brandom se visualizaba ese baile aleatorio de esas resplandecientes llamas que se entrelazaban unas a otras, formando otra más grande que se alzaba en dirección al techo. Estaba embobado, sumido en sus pensamientos y recordando parte de su pasado lejano y no tan lejano, las historias que había vivido con Renart, aquel zorro humanoide… tal vez engullido por las enormes olas de East Blue, le dedicó unos pensamientos. En su mente también llegaron los recuerdos de los acontecimientos en la Villa Cocoyashi y en esa misma isla Zaren, dónde coincidió con un par de hombres de lo más misteriosos.
Notó el movimiento de Aki al sentarse a su lado, ese movimiento fue el detonador de que dejara sus pensamientos de lado y pusiera su atención a la pelirroja que se envolvía en la manta, hacía algo de frío pero por el momento el espadachín estaba bien con aquella camiseta de manga corta y unos pantalones largos. Devolvió la sonrisa cuando la vio sonreír a ella, fue como un acto reflejo. Con curiosidad escuchaba el relato de la mujer y se giró un poco para estar de frente notando el crispar de las llamas en uno de sus lados. Dicha fuente ignífuga combatía en calentar aquella zona, una feroz batalla contra el frío viento, que entraba por los espacios que dejaban las rocas y la barca.
<< Ohh… no conoció a sus padres… ¿Un circo…? Como Renart… Pobre zorro humanoide. ¿Estará vivo…? Un bebe robado, por una secta… ¿Qué aventuras habrá vivido? Ohh parece ser… que la salvaron ¿Serán buenos los de ese circo? ¿Cuánto habrá vivido desde su inicio del viaje? ¿Descubrió su pasado? >>
Allí sumido en sus propios pensamientos sin dejar de escuchar cada palabra que pronunciaba la hermosa pelirroja, hasta que la pregunta de Aki hizo que Brandom la atendiera, pillándolo algo de improvisto.
- Esto… uhmmm… - había estado pensando tanto, que no sabía que decirle hasta que organizó todas sus palabras – Pienso que siempre hay cosas nuevas por descubrir. El mundo es muy grande y por ejemplo en esta isla llamada Zaren hay un rincón maravilloso por ver, el monte Olim – sonrío ampliamente el espadachín, para luego añadir – Lamento que no conocieras a tus padres… yo… no conocí a mi padre, mi madre me dijo que marchó en un viaje muy importante justo cuando acababa de nacer… nunca volvió – sonrío, no buscaba desanimar a la pelirroja – ¡Seguro que está vivo en algún lugar! – luego le propuso – No sé si sentirás curiosidad por resolver tu pasado, yo opino que no hay nada malo en conocerlo. Nunca esta demás indagar… por oscuro o triste que pueda ser, el pasado es algo que forma parte de nosotros... pienso que… si no se supera o se acepta, no acabas conociéndote a ti mismo. Al fin y al cabo, cuando estas solo… como decirlo… es el momento en el que realmente sabes quién eres ¿No te ha pasado nunca? – Allí que salía su lado filosófico de la vida – Por lo que… si algún día decides aventurarte en conocer tus orígenes o en cualquier otro viaje… cuenta con mi ayuda, te he de devolver el favor que me harás en la búsqueda del Monte Olim – sus ojos se achinaron al sonreír, demostraba sinceridad no tenía rumbo fijo, solo quería ver mundo y vivir aventuras.
El pirata se incorporó y empezó a rebuscar piedras por la cueva, las colocó junto a las brasas del fuego que seguía crispando la madera, puso un gran número de piedras, sin sofocar las llamas. Las piedras presentaban un tamaño, parecido al de un puño, no eran muy grandes – Creo… que vendrá bien calentar estas piedras en las brasas, luego las podemos enterrar debajo de la arenilla. De esa manera calentará el suelo y no tendremos tanto frío, la arena mantendrá el calor más rato antes de que se enfríen – iba explicando el espadachín, dando el motivo por el que había decidido colocarlas en la brasa.
El muchacho se sentó al lado de ella y volvió la vista hacia el fuego, luego miró a Aki a los ojos, desviando esa mirada hacia el resto del cuerpo de la mujer. Podía ver como la capa se amoldaba al perfil de la pelirroja, esos generosos pechos resaltaban, produciendo una de las exuberantes curvas que tenía la usuaria de una Akuma No Mi.
<< Mmmm que tacto deben de tener… Son claramente más grandes que las mías y no me caben ni en la mano… >> allí que pensaba el peliblanco mientras se miraba sus dos palmas, luego su propio torso, allí estaba en su mundo de incógnitas y dudas.
El espadachín se palpó el torso con una mano, notando la dureza del pectoral fruto de su entrenamiento. Miró de nuevo a la mujer, percatándose de esa característica forma, del busto que presentaba la camiseta de manga larga que llevaba puesta. El pirata alzó una de sus manos sin ningún tipo de gesto ofensivo, fue un movimiento suave y sobretodo curioso. La mano se acercaba hacia el torso de la mujer, mientras los dedos meñique, anular, corazón y pulgar se doblaban, estirando el dedo índice.
Sus movimientos no fueron bruscos, ni se percató de si Aki le miraba. La curiosidad le pudo al peliblanco, avanzó en su acción dejando que la yema del dedo índice se acomodara en el contorno del pecho de la pelirroja, hundiéndose lentamente, comprobando así ese tacto suave; una sensación claramente adversa al duro torso del pirata. La escena no duró muchos segundos, pero como si se hubiera tratado de un interruptor, una corriente de aire azotó el interior de la cueva, haciendo que la luminosidad de las llamas minguara, dejando la cueva prácticamente a oscuras. Solo el fervor de las brasas dejaban ver los perfiles de ambos integrantes de la caverna.
<< Es muy esponjoso… ¡Oh se ha apagado el fuego! No me digas que… no puede ser… >>
- ¡Uy! – Recogió la mano mientras miraba las brasas – ¡Hay que poner leña que se apaga el fuego! – dijo gateando hasta agarrar unos trozos de madera sobrantes y los dejaba entre la brasa, bufando un poco para que las pequeñas llamillas se avivaran. Luego miró de reojo a Aki poniéndose de rodillas delante de ella, el rostro denotaba clara fascinación y entonces le preguntó con cierto tono de duda en su voz, ya que la curiosidad ganó claramente a su timidez al hablar con ella – Oye… En el momento que presioné uno de tus pechos una corriente azotó la cueva… ¿También tienes ese poder? Es decir, los aprietas – allí que hace el gesto el espadachín, apretando sus propios pechos – Y… ¿Se desata una corriente de viento? – claramente existía esa duda en su cabeza, hoy había descubierto que existían los dragones, frutas que otorgan grandes poderes, como crear terremotos o transformarse en animales, alfombras voladoras… ¿Qué habría de malo que al apretarse las tetas se alzara una fuerte corriente de aire? Fuera cierto o no, ese día estaba descubriendo más cosas de las que podía llegar a imaginarse.
Aunque... hay otra pregunta que responder ¿Por qué motivo el peliblanco decidió tocar el busto de Aki? ¿Todo lo que dijo era una clara estrategia para evitar dar explicaciones? Porqué si la respuesta era afirmativa, el maldito pirata lo disimulaba a la perfección.
Aki D. Arlia
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Akuma no mi
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Escuché amablemente a Brand mientras hablaba, mirándole con una sonrisa. Me encontraba a gusto. La luna comenzaba a elevarse en el cielo, y el viento se había calmado. Me estiré en el sitio y volví a encogerme acurrucándome más en la capa. Se estaba genial y notaba esa sensación que surge a veces de calma y quietud, cuando sabes que no tienes nada por hacer y ni siquiera necesitas moverte, tan solo seguir respirando. Notaba mi propia respiración y estaba en paz, tranquila. Las palabras del peliblanco surgían atropelladas, pese a que seguramente en su cabeza tendría ordenado lo que pretendía decir. Era cómico, y muy tierno a un tiempo. Este chico me recordaba a un cachorro de tigre, acelerado y deseoso de mejorar y agradar a sus hermanos. Curioso con el mundo, juguetón y tímido a un tiempo. Además, lo que decía no era ningún despropósito. ¿Estar solo para poder descubrirse a uno mismo? Puede que eso fuera lo que me hacía falta, en lugar de irme de vacaciones.
-En realidad... si que se dónde está la respuesta a mis orígenes. No me refiero a mis padres, por supuesto. Estén donde estén, estarán muertos o serán esclavos. No me han criado. Mis verdaderos padres son la gente del circo, Akon y... los demás...
Si, todos ellos... todos ellos me habían hecho quien era hoy. Me habían enseñado, consolado y animado. Puede que no me trajeran al mundo, pero sin lugar a dudas... ellos me regalaron la vida. Pero aún con eso, antes del circo vinieron los sectarios. Y eso... todavía no estaba lista para averiguarlo.
-Sé en qué isla se encuentra la gente de la secta que me quiso raptar, y de hecho fui ahí con mi maestro, pero... pero no fui capaz de entrar. Quise... quise matarlos a todos y liberar a la ciudad, pues ellos mandan ahí. Pero... pero me marché.
Brand quedó en silencio y comenzó a echar piedras al fuego. Salí de mis recuerdos en cuanto me contó para qué lo hacía. La verdad es que era una idea simple y muy útil. Suspiré y miré alrededor buscando a Cetus. Estaba.. ¿Eh? Se había enroscado en torno a una estalactita en el techo y parecía dormido. Vaya. Me quedé mirándole perpleja, ya había que tener pericia para poder...
Miré hacia abajo al notar un roce en el pecho. Brand estaba inclinado, con una mano en su pecho... y la otra en el mío. ¿Pero qué demonios...?.-Pensé. Con cara de concentración, hundió el dedo sin cortarse nada.
-O-oye...
Estaba dudando entre pegarle una colleja, apartarle sin más o preguntarle el por qué; pero en ese momento él se apartó, mientras que una corriente de aie azotaba la cueva. Me abracé con la capa aprovechando su momento de distracción. Brand corrió a poner más leña a la hoguera. Pensé que podría hacer como que no había pasado nada, pero con su siguiente pregunta me quedó claro que sería imposible. ¿Acaso nunca había tocado a una chica? No, claro que no. Efectivamente era como había pensado: Igual que un cachorro de tigre con curiosidad ilimitada. Me llevé la mano a la cara, medio divertida, medio desesperada. Le di un pequeño golpe en la cabeza. Estaba sonrojada, aunque no me diera cuenta.
-¡Por supuesto que no! Mis pechos no son para eso. Habrá sido casualidad...
Me levanté y fui a estirar bien la alfombra. Podía hacerlo ella sola, pero me gustaba consentirla. La arrastré al lado de la hoguera y me senté antes de llamar al peliblanco.
-Ven, estaremos mucho más cómodos aquí. Y cuando acaben de calentarse puedes enterrar las piedras igual, a mi alfombra no le pasará nada. Si después nos tapamos con la manta dormiremos como reyes.
Después de pensarlo un rato, me decidí a preguntarle. Al fin y al cabo alguien iba a tener que decírselo...
-Ne, nunca has estado con una chica ¿Verdad? No puedes ir por ahí tocándoles los pechos, igual que yo no puedo ir por ahí tocándote la entrepierna..- Añadí mientras se la señalaba.-Simplemente no es de buena educación... podrías llevarte una buena bofetada.
-En realidad... si que se dónde está la respuesta a mis orígenes. No me refiero a mis padres, por supuesto. Estén donde estén, estarán muertos o serán esclavos. No me han criado. Mis verdaderos padres son la gente del circo, Akon y... los demás...
Si, todos ellos... todos ellos me habían hecho quien era hoy. Me habían enseñado, consolado y animado. Puede que no me trajeran al mundo, pero sin lugar a dudas... ellos me regalaron la vida. Pero aún con eso, antes del circo vinieron los sectarios. Y eso... todavía no estaba lista para averiguarlo.
-Sé en qué isla se encuentra la gente de la secta que me quiso raptar, y de hecho fui ahí con mi maestro, pero... pero no fui capaz de entrar. Quise... quise matarlos a todos y liberar a la ciudad, pues ellos mandan ahí. Pero... pero me marché.
Brand quedó en silencio y comenzó a echar piedras al fuego. Salí de mis recuerdos en cuanto me contó para qué lo hacía. La verdad es que era una idea simple y muy útil. Suspiré y miré alrededor buscando a Cetus. Estaba.. ¿Eh? Se había enroscado en torno a una estalactita en el techo y parecía dormido. Vaya. Me quedé mirándole perpleja, ya había que tener pericia para poder...
Miré hacia abajo al notar un roce en el pecho. Brand estaba inclinado, con una mano en su pecho... y la otra en el mío. ¿Pero qué demonios...?.-Pensé. Con cara de concentración, hundió el dedo sin cortarse nada.
-O-oye...
Estaba dudando entre pegarle una colleja, apartarle sin más o preguntarle el por qué; pero en ese momento él se apartó, mientras que una corriente de aie azotaba la cueva. Me abracé con la capa aprovechando su momento de distracción. Brand corrió a poner más leña a la hoguera. Pensé que podría hacer como que no había pasado nada, pero con su siguiente pregunta me quedó claro que sería imposible. ¿Acaso nunca había tocado a una chica? No, claro que no. Efectivamente era como había pensado: Igual que un cachorro de tigre con curiosidad ilimitada. Me llevé la mano a la cara, medio divertida, medio desesperada. Le di un pequeño golpe en la cabeza. Estaba sonrojada, aunque no me diera cuenta.
-¡Por supuesto que no! Mis pechos no son para eso. Habrá sido casualidad...
Me levanté y fui a estirar bien la alfombra. Podía hacerlo ella sola, pero me gustaba consentirla. La arrastré al lado de la hoguera y me senté antes de llamar al peliblanco.
-Ven, estaremos mucho más cómodos aquí. Y cuando acaben de calentarse puedes enterrar las piedras igual, a mi alfombra no le pasará nada. Si después nos tapamos con la manta dormiremos como reyes.
Después de pensarlo un rato, me decidí a preguntarle. Al fin y al cabo alguien iba a tener que decírselo...
-Ne, nunca has estado con una chica ¿Verdad? No puedes ir por ahí tocándoles los pechos, igual que yo no puedo ir por ahí tocándote la entrepierna..- Añadí mientras se la señalaba.-Simplemente no es de buena educación... podrías llevarte una buena bofetada.
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<< Sus pechos no sirven para eso. Mmmmm bueno… es lo normal, sería muy extraño que al apretarlos surgiera de la nada una corriente de aire, pero comparado con esa alfombra voladora… ¿Quién podría tener una alfombra voladora? Pero espera… esa no es la cuestión más importante ¿Para qué servirán sus pechos? Si ha dicho que para eso no son… ¿Para qué serán? ¿Tendrán alguna otra utilidad? ¿Algún poder? Oh… ¿Cuál? >>
La mente de Brandom seguía en pleno funcionamiento, al igual que su imaginación que parecía no tener límites. Mientras volaba por su mundo de preguntas y dudas, la pelirroja se dedicaba a estirar la alfombra junto a la hoguera, para aprovechar el calor que proporcionaban aquellas llamas de ese fuego, que se alzaba en dirección al techo de la cueva. Las palabras de Aki hicieron despertar a Brandom, la miró para reparar su atención en ella y afirmó mirando la manta que tenía bajo su trasero, la que utilizaba para no ensuciarse con la arena.
- Esto… ¡Vale! – dijo mientras se disponía a incorporarse para ir al lado de la chica. Aunque decidió agarrar la manta, que habían utilizado para no ensuciarse con la arena, para retirar la arenilla que se había acumulado. Si luego se tenían que tapar era mejor que no se llenaran de arena. Estuvo un rato frotando, algo alejado de Aki para no llenar el ambiente de arena y acabó por doblarla sobre una roca.
- Ya está – comentó mientras se acercaba al lado de la pelirroja, se descalzó antes de llegar a la alfombra. Notó el tacto suave y mullido de la tela – Ohh… ¡Qué suave! – se arrodilló acariciándola con la palma de las manos, realmente era un tacto agradable. El joven no tardó en tumbarse y rodar un poco, siendo participe de las dimensiones que presentaba dicha alfombra ya que cabían ambas personas sin problemas de espacio.
- ¡Es muy grande! – el espadachín acabó sentándose con las piernas cruzadas escuchando las palabras de Aki, meditó un instante todo lo que dijo mientras se frotaba la barbilla con gesto dubitativo, la pregunta que le había formulado era un tanto comprometedora. El pirata nunca había estado con una mujer, tal vez alguna coincidencia con alguna banda pirata que visitara la isla o mientras esperaba que el carnicero le entregara la bolsa con lo que había pedido.
<< Parece ser que hice algo de mala educación. No puedo ir por ahí tocando los pechos… Ohh... ¡Cometí un error! Espero que no se enfadara... y lo de tocarme la entrepierna… ¿Será una de esas frases trampa? No sé… Le digo que tiene razón o… ¿Le pregunto? Ohhh ¿Por qué es tan complicado hablar con la gente? >>
El muchacho inclinó la cabeza una vez sentado frente a Aki y en gesto de disculpa le dijo – Perdón por lo que hice ¡Noeramiintenciónsermaleducado! – allí se expresó como buenamente pudo, que le sabía mal haber sido mal educado con ella, no era su intención. Aunque el tono y la velocidad no eran las adecuadas, el lenguaje corporal era muy marcial por lo que se podía deducir su entrenamiento o relación con un maestro.
La bombilla se le encendió que se dejaba de responder a algo – Ohh… y lo de ir tocando la entrepierna pues… - la miró a los ojos, como queriendo adivinar que quería escuchar, no quería cometer otro error, finalmente se lanzó al vació con todo lo que conllevara a ello – Puedes tocar pero no fuerte, por qué es una zona que hace daño… ¿No? Quiero decir… ¿A las chicas también, no? – Luego prosiguió explicando una anécdota con cierto entusiasmo - ¡Ostras si duele! Una vez mi maestro me lanzaba rocas y las tenía que desviar, no logré llegar a una que se dirigía a mi entrepierna, me golpeó. Quedé inconsciente por el dolor – le vino un repelús que le recorrió toda la columna vertebral – Por lo qué… si algún día tocas… procura no apretar ni golpear ¡Qué duele mucho! – allí que le explicaba eso a Aki como si el mismísimo Glash D. Brandom fuera un profesor y ella una alumna. De nuevo hubo un cambio de "papeles" el peliblanco se aventuró a preguntar - Antes dijiste que tus pechos no son para eso... ¿Para qué? ¿Tienen algún poder? -
De golpe cambió de tema, como si aquello de lo que hablaban fuera de lo más normal del mundo y pudiera esperar – Sobre lo de la secta… tampoco hay que tener prisa, la última decisión la tienes tú. Aunque… si buscas respuestas, tampoco es muy buena idea matarlos a todos., puedes dejar alguno vivo para sonsacarle información – que no se olvidó de lo que la pelirroja le explicó, tampoco quería indagar mucho en su pasado ya que era cosa de ella, ya había escuchado suficiente y ahora... ahora venía lo interesante.
Brand se colocó de rodillas sobre la alfombra y sus manos se apoyaron en la parte interna de los muslos de Aki, era algo que el pirata nunca había presenciado por lo que se podría decir que sería algo íntimo para él. Se mordió el labio inferior incorporándose un poco para acercarse al rostro de la mujer, sin llegar a ser una acción intimidatoria ya que había más de medio metro de separación – Aki… tú… tú… mmmm…. – algo parecido a un suspiro salió de sus labios – Podrías… me podrías… - un brillo se reflejaba en sus ojos – Tú… tú… - se fue inclinando hacia delante, en dirección a la cintura de la mujer, pero durante ese trayecto acabó con la frente en la alfombra y las dos manos del peliblanco se deslizaron por las piernas de la chica hasta la tela, en una posición que se solía utilizar para alabar a los dioses, se llamaba seiza.
- ¿Me podrías enseñar cómo te conviertes en un tigre blanco? - alzó la cabeza para mirarla, dejando toda formalidad, mientras colocaba de nuevo las manos en las rodillas de ella - ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Quiero verlo! ¡Es qué no puedo creérmelo! ¿Lo harías? ¡Haré lo que quieras! – allí estaba la curiosidad del espadachín que venció de pleno su timidez.
La mente de Brandom seguía en pleno funcionamiento, al igual que su imaginación que parecía no tener límites. Mientras volaba por su mundo de preguntas y dudas, la pelirroja se dedicaba a estirar la alfombra junto a la hoguera, para aprovechar el calor que proporcionaban aquellas llamas de ese fuego, que se alzaba en dirección al techo de la cueva. Las palabras de Aki hicieron despertar a Brandom, la miró para reparar su atención en ella y afirmó mirando la manta que tenía bajo su trasero, la que utilizaba para no ensuciarse con la arena.
- Esto… ¡Vale! – dijo mientras se disponía a incorporarse para ir al lado de la chica. Aunque decidió agarrar la manta, que habían utilizado para no ensuciarse con la arena, para retirar la arenilla que se había acumulado. Si luego se tenían que tapar era mejor que no se llenaran de arena. Estuvo un rato frotando, algo alejado de Aki para no llenar el ambiente de arena y acabó por doblarla sobre una roca.
- Ya está – comentó mientras se acercaba al lado de la pelirroja, se descalzó antes de llegar a la alfombra. Notó el tacto suave y mullido de la tela – Ohh… ¡Qué suave! – se arrodilló acariciándola con la palma de las manos, realmente era un tacto agradable. El joven no tardó en tumbarse y rodar un poco, siendo participe de las dimensiones que presentaba dicha alfombra ya que cabían ambas personas sin problemas de espacio.
- ¡Es muy grande! – el espadachín acabó sentándose con las piernas cruzadas escuchando las palabras de Aki, meditó un instante todo lo que dijo mientras se frotaba la barbilla con gesto dubitativo, la pregunta que le había formulado era un tanto comprometedora. El pirata nunca había estado con una mujer, tal vez alguna coincidencia con alguna banda pirata que visitara la isla o mientras esperaba que el carnicero le entregara la bolsa con lo que había pedido.
<< Parece ser que hice algo de mala educación. No puedo ir por ahí tocando los pechos… Ohh... ¡Cometí un error! Espero que no se enfadara... y lo de tocarme la entrepierna… ¿Será una de esas frases trampa? No sé… Le digo que tiene razón o… ¿Le pregunto? Ohhh ¿Por qué es tan complicado hablar con la gente? >>
El muchacho inclinó la cabeza una vez sentado frente a Aki y en gesto de disculpa le dijo – Perdón por lo que hice ¡Noeramiintenciónsermaleducado! – allí se expresó como buenamente pudo, que le sabía mal haber sido mal educado con ella, no era su intención. Aunque el tono y la velocidad no eran las adecuadas, el lenguaje corporal era muy marcial por lo que se podía deducir su entrenamiento o relación con un maestro.
La bombilla se le encendió que se dejaba de responder a algo – Ohh… y lo de ir tocando la entrepierna pues… - la miró a los ojos, como queriendo adivinar que quería escuchar, no quería cometer otro error, finalmente se lanzó al vació con todo lo que conllevara a ello – Puedes tocar pero no fuerte, por qué es una zona que hace daño… ¿No? Quiero decir… ¿A las chicas también, no? – Luego prosiguió explicando una anécdota con cierto entusiasmo - ¡Ostras si duele! Una vez mi maestro me lanzaba rocas y las tenía que desviar, no logré llegar a una que se dirigía a mi entrepierna, me golpeó. Quedé inconsciente por el dolor – le vino un repelús que le recorrió toda la columna vertebral – Por lo qué… si algún día tocas… procura no apretar ni golpear ¡Qué duele mucho! – allí que le explicaba eso a Aki como si el mismísimo Glash D. Brandom fuera un profesor y ella una alumna. De nuevo hubo un cambio de "papeles" el peliblanco se aventuró a preguntar - Antes dijiste que tus pechos no son para eso... ¿Para qué? ¿Tienen algún poder? -
De golpe cambió de tema, como si aquello de lo que hablaban fuera de lo más normal del mundo y pudiera esperar – Sobre lo de la secta… tampoco hay que tener prisa, la última decisión la tienes tú. Aunque… si buscas respuestas, tampoco es muy buena idea matarlos a todos., puedes dejar alguno vivo para sonsacarle información – que no se olvidó de lo que la pelirroja le explicó, tampoco quería indagar mucho en su pasado ya que era cosa de ella, ya había escuchado suficiente y ahora... ahora venía lo interesante.
Brand se colocó de rodillas sobre la alfombra y sus manos se apoyaron en la parte interna de los muslos de Aki, era algo que el pirata nunca había presenciado por lo que se podría decir que sería algo íntimo para él. Se mordió el labio inferior incorporándose un poco para acercarse al rostro de la mujer, sin llegar a ser una acción intimidatoria ya que había más de medio metro de separación – Aki… tú… tú… mmmm…. – algo parecido a un suspiro salió de sus labios – Podrías… me podrías… - un brillo se reflejaba en sus ojos – Tú… tú… - se fue inclinando hacia delante, en dirección a la cintura de la mujer, pero durante ese trayecto acabó con la frente en la alfombra y las dos manos del peliblanco se deslizaron por las piernas de la chica hasta la tela, en una posición que se solía utilizar para alabar a los dioses, se llamaba seiza.
- Seiza:
- ¿Me podrías enseñar cómo te conviertes en un tigre blanco? - alzó la cabeza para mirarla, dejando toda formalidad, mientras colocaba de nuevo las manos en las rodillas de ella - ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Quiero verlo! ¡Es qué no puedo creérmelo! ¿Lo harías? ¡Haré lo que quieras! – allí estaba la curiosidad del espadachín que venció de pleno su timidez.
Aki D. Arlia
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Me hizo gracia como Brand rodaba por la alfombra. Yo había hecho lo mismo el día en que la compré, pero es que era irresistible. Tan grande y mullidita, invitaba a revolcarse en ella del gusto y... -Necesito concentrarme. Ya.- Pensé mirando a otro lado. Desde luego no era el momento. Volví en mi al ver que Brand me estaba mirando muy serio. De repente inclinó la cabeza y soltó un chorro de palabras. No fue complicado entender que trataba de pedirme perdón, aunque estaba muy rígido. Casi recordaba a un soldado... ¿Habría ido al ejército, o a la marina? No lo parecía... qué misterio. Y además, eso me hacía preguntarme todavía más cosas. ¿De verdad no estaba seguro de cuan grave era la falta? Era la única explicación para que se disculpara de esa manera.
Pero pronto mis dudas quedaron despejadas. Al principio, la pelirroja se quedó mirándolo con cara de no entender nada, que después cambió a una de confusión. ¿En serio le había dicho que de tocarle la entrepierna lo hiciera flojito? Qué... oh. No acababa ahí.
-Antes dijiste que tus pechos no son para eso... ¿Para qué? ¿Tienen algún poder?
La mano de Aki se estrelló contra su cara, dejando una leve marca rojiza que fue desapareciendo en cuestión de segundos. Oh, eso lo explicaba todo. De verdad era como un cachorro de tigre... ¡Pero es que hasta los cachorros de tigre sabían cómo aparearse! Lo veían todo el tiempo... tal vez fuera ese el problema. Aki le miró, calculando qué y cuánto debía contarle... al fin y al cabo no era como si supiera cómo explicárselo... Ella solo había experimentado la parte práctica, nadie le contó la teoría. Aki miró hacia el techo, un poco avergonzada de ese pensamiento. De todas maneras era mejor que se lo contara... o muchas chicas correrían peligro a merced de la curiosidad del peliblanco. El destino de muchos pechos... y la salud física del pobre Brand estaban en sus manos. Más decidida, le miró.
-Mis pechos... valen para dar de comer a los bebés cuando son muy pequeños. Bueno, o valdrían si tuviera un hijo. Sale leche de ellos.... y eso. Por aquí, pero no toques.- Añadió por si acaso al tiempo que le señalaba el lugar. Era un poco incómodo que le mirara mientras hablaba de eso, pero al fin y al cabo era solo con un fin educativo... ¿No?
-Supongo que no lo sabías, pero cuando tocas el pecho de una mujer... o una mujer te toca la entrepierna... suele significar que quiere tener relaciones contigo. Y de esas relaciones a veces sale un bebé. ¡Pero es algo que se hace en la intimidad, por eso es de mala educación ir haciéndolo sin preguntar!
Supuso que era la manera más corta de explicárselo, aunque ya se veía venir más preguntas. De repente, Brand se colocó delante suya, tocándole los muslos para despues ir bajando hasta ponerse como si estuviera rezando y comenzó a hablar. No podía... No iría a pedirle eso, ¡¿Verdad?!
Le pidió con fervor que se transformara en tigre... y la palma de Aki volvió a estrellarse contra su frente. Suspiró, sintiéndose idiota y un poco sucia. Ayudó a Brand a levantarse y se levantó ella también. Sonriendo, fue transformándose lentamente. Las manos, las orejas, las patas y la cola... para lentamente ir cambiando en un enorme y majestuoso tigre blanco. Aki sabía que intimidaba en esa forma, así que se acercó al chico y le lamió la mano para que viera que no le haría daño. Al fin y al cabo, no quería asustarle.
Pero pronto mis dudas quedaron despejadas. Al principio, la pelirroja se quedó mirándolo con cara de no entender nada, que después cambió a una de confusión. ¿En serio le había dicho que de tocarle la entrepierna lo hiciera flojito? Qué... oh. No acababa ahí.
-Antes dijiste que tus pechos no son para eso... ¿Para qué? ¿Tienen algún poder?
La mano de Aki se estrelló contra su cara, dejando una leve marca rojiza que fue desapareciendo en cuestión de segundos. Oh, eso lo explicaba todo. De verdad era como un cachorro de tigre... ¡Pero es que hasta los cachorros de tigre sabían cómo aparearse! Lo veían todo el tiempo... tal vez fuera ese el problema. Aki le miró, calculando qué y cuánto debía contarle... al fin y al cabo no era como si supiera cómo explicárselo... Ella solo había experimentado la parte práctica, nadie le contó la teoría. Aki miró hacia el techo, un poco avergonzada de ese pensamiento. De todas maneras era mejor que se lo contara... o muchas chicas correrían peligro a merced de la curiosidad del peliblanco. El destino de muchos pechos... y la salud física del pobre Brand estaban en sus manos. Más decidida, le miró.
-Mis pechos... valen para dar de comer a los bebés cuando son muy pequeños. Bueno, o valdrían si tuviera un hijo. Sale leche de ellos.... y eso. Por aquí, pero no toques.- Añadió por si acaso al tiempo que le señalaba el lugar. Era un poco incómodo que le mirara mientras hablaba de eso, pero al fin y al cabo era solo con un fin educativo... ¿No?
-Supongo que no lo sabías, pero cuando tocas el pecho de una mujer... o una mujer te toca la entrepierna... suele significar que quiere tener relaciones contigo. Y de esas relaciones a veces sale un bebé. ¡Pero es algo que se hace en la intimidad, por eso es de mala educación ir haciéndolo sin preguntar!
Supuso que era la manera más corta de explicárselo, aunque ya se veía venir más preguntas. De repente, Brand se colocó delante suya, tocándole los muslos para despues ir bajando hasta ponerse como si estuviera rezando y comenzó a hablar. No podía... No iría a pedirle eso, ¡¿Verdad?!
Le pidió con fervor que se transformara en tigre... y la palma de Aki volvió a estrellarse contra su frente. Suspiró, sintiéndose idiota y un poco sucia. Ayudó a Brand a levantarse y se levantó ella también. Sonriendo, fue transformándose lentamente. Las manos, las orejas, las patas y la cola... para lentamente ir cambiando en un enorme y majestuoso tigre blanco. Aki sabía que intimidaba en esa forma, así que se acercó al chico y le lamió la mano para que viera que no le haría daño. Al fin y al cabo, no quería asustarle.
Brand
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<< Dar de comer a los bebes. Ohh claro ahora lo entiendo… como los animales cuando amamantan a los recién nacidos >> En su mente se vislumbraron recuerdos en el Archipiélago Arashi, concretamente de las caminatas por los bosques y las crías siendo alimentadas por la madre << Sale leche… >> miró curioso la zona que indicaba Aki, el espadachín se apartó un poco su camiseta hacia delante fijándose en el suyo, percatándose de la zona, llegando a la conclusión de que la pelirroja le indicaba el pezón << ¡Nunca me lo hubiera imaginado! >>
Siguió prestando atención a toda indicación por parte de Aki << Entonces eso significa que quiere tener relaciones y de esas relaciones sale un bebé >> se sentó cruzando las piernas y colocó la barbilla en la palma de la mano con gesto pensativo, dando vueltas a toda la información que le ofrecía la mujer. Su mente, como si fuera una habitación llena de archivadores, recorría cada uno de los cajones para buscar recuerdos que pudieran asemejarse a lo que decía la pelirroja, una conexión parecida. Algunas parejas caminando por el mercado, la imagen de un hombre y una mujer compartiendo un helado en una de las terrazas de Kumo se visualizó en su cabeza.
<< Una relación… pero una relación… yo tengo una relación de maestro y alumno con Grehim… también una relación familiar de nieto y abuelo. Debe de ser otro tipo de relación entre chico y chica… ¡Pero eso es malo! ¡Si tuviera una relación podría tener un bebé! ¡No! ¡No! ¡No me vería capaz de tener esa responsabilidad! Mejor dejarlo estar… Aunque eso de que se hace en la intimidad… que es de mala educación hacerlo sin preguntar… ¿Qué será? Bueno… demasiadas cosas por hoy… >>
El espadachín la miraba, ya había dejado todos esos pensamientos y sus ojos solo prestaban atención al rostro de la pelirroja. Eso sí que era importante para Brand, ni relaciones, ni bebes, ni intimidades, ni nada por el estilo. Quería ver como se transformaba en un tigre blanco y así pudo presenciarlo. Sujetó la mano de la mujer para levantarse, aceptando la ayuda que le ofrecía, acto seguido su rostro, con los ojos abiertos como platos, no daba crédito a lo que veía. Se fijó en la transformación de las orejas, patas y la cola hasta que todo el cuerpo… no, toda ella se transformaba en un enorme y majestuoso tigre blanco.
<< No bromeaba… Se… se ha… ha… >>
El pirata se apartó unos pasos, tragó saliva mientras su mente intentaba encontrar algo de lógica a toda aquella situación, pero estaba en “shock”.
-¿A..a…a..k..i?– su voz titubeaba, por el rabillo del ojo pudo ver sus katanas a unos dos metros de distancia. Dudaba en llegar a ellas, ese animal sería mucho más rápido que él. Se quedó más tieso que un árbol cuando el tigre se acercó a él, si la pelirroja podía oler el miedo, podría ver a Brand confuso y temeroso. Tal vez por la presencia del tremendo felino o por la realidad de la transformación que acababa de presenciar, todo era nuevo para él.
Notó el tacto jugoso en la mano, observando cómo le relamía. Ese gesto fue suficiente para que el joven se calmara y no se asustase, sus piernas se doblaron y cayó de rodillas en la alfombra – Ufffffffffffff… ¡Me habías asustado! – le recriminó mientras empezaba a reírse a carcajada limpia. Extrañado empezó acariciar la cabeza del animal poco a poco, pasando la palma por el pelaje, mimando la zona de atrás de las orejas. Se percató de la cola, pero recordando lo que le dijo Aki prefirió no tocarla; las caricias surcaban por el lomo y las patas… todos esos mimos se transformaron en claros gestos de observación. Le miró las garras, los dientes, los ojos, la nariz.
- ¡Es increíble! ¡Nunca había visto nada parecido! ¿Puedes entenderme? – se colocó a cuatro patas y empezó a imitar a un tigre, dando varios pasos - ¡Yo también quiero! ¡Quiero transformarme en un tigre! – toda vergüenza y timidez había desaparecido en el mismísimo instante en que la pelirroja se transformó. Ya no había vergüenza, no había ninguna persona delante de él, era un maravilloso tigre blanco - ¡Oh! ¡No! Si me transformara no podría nadar… ¡Me ahogaría en el mar! Eso es mejor meditarlo con tiempo… - hablaba consigo mismo y luego la miró para abrazarse a ella – Es… es… es… - su voz empezó a perder intensidad, sus ojos se iban cerrando y el brillo de ilusión se iba apagando en su mirada. El muchacho estaba agotado, había tenido un día muy duro y uno de los rasgos característicos del espadachín era caer dormido en el momento en que el sueño le llegaba, no podía evitarlo, así fue siempre.
Glash D. Brandom cayó dormido a uno de los laterales de la tigresa, el muchacho estaba claramente frito. Su respiración era calmada y una sonrisa se dibujaba en sus labios, el único pensamiento que pudiera rondar ahora en su mente, en lo denominado inconsciente, era que todo lo que había vivido en ese día no fuera un simple sueño.
Siguió prestando atención a toda indicación por parte de Aki << Entonces eso significa que quiere tener relaciones y de esas relaciones sale un bebé >> se sentó cruzando las piernas y colocó la barbilla en la palma de la mano con gesto pensativo, dando vueltas a toda la información que le ofrecía la mujer. Su mente, como si fuera una habitación llena de archivadores, recorría cada uno de los cajones para buscar recuerdos que pudieran asemejarse a lo que decía la pelirroja, una conexión parecida. Algunas parejas caminando por el mercado, la imagen de un hombre y una mujer compartiendo un helado en una de las terrazas de Kumo se visualizó en su cabeza.
<< Una relación… pero una relación… yo tengo una relación de maestro y alumno con Grehim… también una relación familiar de nieto y abuelo. Debe de ser otro tipo de relación entre chico y chica… ¡Pero eso es malo! ¡Si tuviera una relación podría tener un bebé! ¡No! ¡No! ¡No me vería capaz de tener esa responsabilidad! Mejor dejarlo estar… Aunque eso de que se hace en la intimidad… que es de mala educación hacerlo sin preguntar… ¿Qué será? Bueno… demasiadas cosas por hoy… >>
El espadachín la miraba, ya había dejado todos esos pensamientos y sus ojos solo prestaban atención al rostro de la pelirroja. Eso sí que era importante para Brand, ni relaciones, ni bebes, ni intimidades, ni nada por el estilo. Quería ver como se transformaba en un tigre blanco y así pudo presenciarlo. Sujetó la mano de la mujer para levantarse, aceptando la ayuda que le ofrecía, acto seguido su rostro, con los ojos abiertos como platos, no daba crédito a lo que veía. Se fijó en la transformación de las orejas, patas y la cola hasta que todo el cuerpo… no, toda ella se transformaba en un enorme y majestuoso tigre blanco.
<< No bromeaba… Se… se ha… ha… >>
El pirata se apartó unos pasos, tragó saliva mientras su mente intentaba encontrar algo de lógica a toda aquella situación, pero estaba en “shock”.
-¿A..a…a..k..i?– su voz titubeaba, por el rabillo del ojo pudo ver sus katanas a unos dos metros de distancia. Dudaba en llegar a ellas, ese animal sería mucho más rápido que él. Se quedó más tieso que un árbol cuando el tigre se acercó a él, si la pelirroja podía oler el miedo, podría ver a Brand confuso y temeroso. Tal vez por la presencia del tremendo felino o por la realidad de la transformación que acababa de presenciar, todo era nuevo para él.
Notó el tacto jugoso en la mano, observando cómo le relamía. Ese gesto fue suficiente para que el joven se calmara y no se asustase, sus piernas se doblaron y cayó de rodillas en la alfombra – Ufffffffffffff… ¡Me habías asustado! – le recriminó mientras empezaba a reírse a carcajada limpia. Extrañado empezó acariciar la cabeza del animal poco a poco, pasando la palma por el pelaje, mimando la zona de atrás de las orejas. Se percató de la cola, pero recordando lo que le dijo Aki prefirió no tocarla; las caricias surcaban por el lomo y las patas… todos esos mimos se transformaron en claros gestos de observación. Le miró las garras, los dientes, los ojos, la nariz.
- ¡Es increíble! ¡Nunca había visto nada parecido! ¿Puedes entenderme? – se colocó a cuatro patas y empezó a imitar a un tigre, dando varios pasos - ¡Yo también quiero! ¡Quiero transformarme en un tigre! – toda vergüenza y timidez había desaparecido en el mismísimo instante en que la pelirroja se transformó. Ya no había vergüenza, no había ninguna persona delante de él, era un maravilloso tigre blanco - ¡Oh! ¡No! Si me transformara no podría nadar… ¡Me ahogaría en el mar! Eso es mejor meditarlo con tiempo… - hablaba consigo mismo y luego la miró para abrazarse a ella – Es… es… es… - su voz empezó a perder intensidad, sus ojos se iban cerrando y el brillo de ilusión se iba apagando en su mirada. El muchacho estaba agotado, había tenido un día muy duro y uno de los rasgos característicos del espadachín era caer dormido en el momento en que el sueño le llegaba, no podía evitarlo, así fue siempre.
Glash D. Brandom cayó dormido a uno de los laterales de la tigresa, el muchacho estaba claramente frito. Su respiración era calmada y una sonrisa se dibujaba en sus labios, el único pensamiento que pudiera rondar ahora en su mente, en lo denominado inconsciente, era que todo lo que había vivido en ese día no fuera un simple sueño.
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Intenté reprimir una sonrisa cuando vi que Brand buscaba en su propio pecho hasta llegar al pezón y conectar las dos ideas. Era muy gracioso ver como se concentraba y ponía una cara seria. Esperaba que me hubiera entendido, ¿En qué estaría pensando? Tenía el ceño fruncido y se miraba las manos. Parecía un niño descubriendo algo nuevo. Era curioso que no tuviera ni idea de sexo, pero quién sabe cuál era la razón. Tal vez su abuelo nunca se lo había comentado por vergüenza o quizás dio por hecho que el chico se las apañaría.
Bueno, yo no podía ponerme a darle una clase de educación sexual ahora mismo, por muchas dudas que tuviera. Además íbamos a compartir la cueva y la cama. Mejor no llenarle la cabeza de ideas extrañas. Y entonces recordé su petición y sonriendo me levanté. Cerré los ojos, notando como mi cuerpo cambiaba y al volver a abrirlos, abría los ojos de un tigre. Brand estaba asombrado, y al cabo de un par de segundos su expresión pasó de la sorpresa al miedo. Dio un par de pasos hacia atrás, llamándome con un hilo de voz. Pobre. No quería asustarlo. Cuando le lamí la mano se calmó, por suerte.
Comenzó a andar a mi alrededor, investigándome entera. Me dejé hacer con paciencia, consciente de que era una oportunidad única. Esperaba que él supiera apreciarla, no era mi costumbre dejar que la gente me manoseara como a un vulgar perrito doméstico. Ronroneé cuando me acarició las orejas, azotando el suelo con la cola. Tuve cuidado de no arañarle mientras me miraba las patas, o le habría envenenado. Pero por suerte no hubo incidentes y me ahorré las respectivas explicaciones.
Una vez satisfizo su curiosidad se puso a cuatro patas y comenzó a imitarme. Era tan gracioso e inocente, allí en el suelo monologando consigo mismo... la nostalgia me invadió. Hubo un tiempo en que yo había sido como él... pero ya no. ¿Por qué? ¿Le pasaría lo mismo a él? Me habría gustado que no fuera así. Que no saliera al mundo y descubriera la crueldad. Así, por lo menos, estaría segura de que quedaba algo de buena voluntad en el mundo... pero no. Las cosas no funcionaban así.
Me di cuenta de que mientras pensaba, el pobre peliblanco había caído dormido. Le empujé un poco con la nariz, pero no despertó. Así que con cuidado pasé la cabeza por debajo y lo tumbé en mi lomo para llevarlo a la alfombra. Luego me transformé y le tapé antes de llamar a Cetus y pedirle que le vigilara.
Estuve varias horas caminando por la playa, justo en ese punto en el que notas el agua mojarte los pies antes de que se vaya. Era todo lo lejos que podía ir sin quedar atrapada. Pero me calmaba. Para cuando regresé a la cueva, la luna ya estaba alta y tanto Brand como Cetus seguían roncando. Me metí entre ellos y me hice una bolita, pensando que ya mañana sería otro día. Extendí una mano para agarrarme a la cola de Cetus como siempre, pero no estábamos en nuestra posición usual. En lugar de su escamosa piel, estaba el costado de Brand. Pensé que tenía que apartar el brazo, pero gracias a la manta también hacía más calor del normal, y yo estaba cansada de tanto caminar y pensar. De esta forma, quedé dormida antes de poder apartarme.
Lo último que pensé antes de sumirme en la inconsciencia fue que quería que Brand se subiera a mi lomo para llevarlo a correr y sorprenderlo. De nuevo.
Bueno, yo no podía ponerme a darle una clase de educación sexual ahora mismo, por muchas dudas que tuviera. Además íbamos a compartir la cueva y la cama. Mejor no llenarle la cabeza de ideas extrañas. Y entonces recordé su petición y sonriendo me levanté. Cerré los ojos, notando como mi cuerpo cambiaba y al volver a abrirlos, abría los ojos de un tigre. Brand estaba asombrado, y al cabo de un par de segundos su expresión pasó de la sorpresa al miedo. Dio un par de pasos hacia atrás, llamándome con un hilo de voz. Pobre. No quería asustarlo. Cuando le lamí la mano se calmó, por suerte.
Comenzó a andar a mi alrededor, investigándome entera. Me dejé hacer con paciencia, consciente de que era una oportunidad única. Esperaba que él supiera apreciarla, no era mi costumbre dejar que la gente me manoseara como a un vulgar perrito doméstico. Ronroneé cuando me acarició las orejas, azotando el suelo con la cola. Tuve cuidado de no arañarle mientras me miraba las patas, o le habría envenenado. Pero por suerte no hubo incidentes y me ahorré las respectivas explicaciones.
Una vez satisfizo su curiosidad se puso a cuatro patas y comenzó a imitarme. Era tan gracioso e inocente, allí en el suelo monologando consigo mismo... la nostalgia me invadió. Hubo un tiempo en que yo había sido como él... pero ya no. ¿Por qué? ¿Le pasaría lo mismo a él? Me habría gustado que no fuera así. Que no saliera al mundo y descubriera la crueldad. Así, por lo menos, estaría segura de que quedaba algo de buena voluntad en el mundo... pero no. Las cosas no funcionaban así.
Me di cuenta de que mientras pensaba, el pobre peliblanco había caído dormido. Le empujé un poco con la nariz, pero no despertó. Así que con cuidado pasé la cabeza por debajo y lo tumbé en mi lomo para llevarlo a la alfombra. Luego me transformé y le tapé antes de llamar a Cetus y pedirle que le vigilara.
Estuve varias horas caminando por la playa, justo en ese punto en el que notas el agua mojarte los pies antes de que se vaya. Era todo lo lejos que podía ir sin quedar atrapada. Pero me calmaba. Para cuando regresé a la cueva, la luna ya estaba alta y tanto Brand como Cetus seguían roncando. Me metí entre ellos y me hice una bolita, pensando que ya mañana sería otro día. Extendí una mano para agarrarme a la cola de Cetus como siempre, pero no estábamos en nuestra posición usual. En lugar de su escamosa piel, estaba el costado de Brand. Pensé que tenía que apartar el brazo, pero gracias a la manta también hacía más calor del normal, y yo estaba cansada de tanto caminar y pensar. De esta forma, quedé dormida antes de poder apartarme.
Lo último que pensé antes de sumirme en la inconsciencia fue que quería que Brand se subiera a mi lomo para llevarlo a correr y sorprenderlo. De nuevo.
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