Brand
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- Mundo de los sueños:
- - ¡Mamá! ¡He conocido a una chica que se llama Aki! ¡Es muy guapa! Tiene unos ojos azules y un pelo rojo, pero rojo intenso, muy largo y bien cuidado – gesticulaba con sus manos, muy expresivo el muchacho- También es muy rápida y fuerte ¡Oh! ¡Pero aún hay más! ¡Es como una caja de sorpresas! ¿Sabes? ¡Se transforma en una TIGRESA! ¡Nunca me lo hubiera imaginado! ¡Tenia zarpas, cola, orejas! ¡De todo! ¡Era maravillosa! ¡Pero de verdad! ¿Eh? Le acaricié el pelaje, era muy suave… –
Allí estaba Brand, hablando con Amelia en la costa de la isla de Grehim, en las Lágrimas de Arashi. La mujer de pelo blanquecino y de rostro feliz, sonreía al muchacho mientras le iba contando parte de sus historias.
- ¡Me explicó varias cosas! ¡Algunas de ellas me sorprendieron, pero pensándolo bien es cierto! ¡Recuerdo ver a animales amamantar a las crías, al igual que mujeres con sus hijos en algunas plazas de Kumo! Al estar tan centrado en los entrenamientos con Grehim y la faena en la isla no me percataba de esas cosas ¡También están esas frutas del diablo que ofrecen poderes! – No se cortaba ni un pelo el pirata en contarle todo a su madre - ¡Vamos a ir al Monte Olim! Ya verás mamá, te gustará y hay piedras preciosas ¡Yo te llevaré allí! ¡Lo prometo! Oh, no lo dije, pero Aki se ofreció a acompañarme, seguro que será un viaje entretenido y divertido. Para llegar hay que pasar por un laberinto, que se rumorea que los caminos cambian de forma aleatoria ¡Seguro que con ella será todo más fácil! También prometo que intentaré no tartamudear cuando hable con Aki, es que… no me acostumbro a hablar con desconocidos y con mujeres menos ¡En la isla solo nos visitaban piratas y habían pocas chicas entre ellos! Sí… lo sé, no tengo que poner excusas, he de buscar soluciones… - Era como si la mujer le dijera las cosas, con esa expresión de tranquilidad en su mirada. Amelia se iba alejando, era un movimiento un tanto innatural; sentada en esa silla se iba desplazando hacia el lateral adverso en que estaba Brand – Mamá espera, tengo muchas cosas que contarte. ¡No te vayas! - mientras se alejaba la dulce voz de Amelia llegaba a los oídos del peliblanco - Hijo… siempre te estaré observando desde las estrellas, recuérdalo siempre que las mires, allí estaré velando por ti – eran las últimas palabras que escuchó de ella, antes de su muerte.
El pirata abrió los ojos de golpe, se había quedado dormido y allí dedujo que Aki lo debió de arropar bajo aquella manta, sobre la alfombra.
<< Ohh... me volví a dormir… >>
Suspiró con cierto tono de derrota, deslizando su rostro por una superficie suave, mullida y a la vez cálida.
<< Que manta más suave >>
Prestó atención a lo que tenía delante, mientras se apartaba un poco para agrandar su campo de visión. A escasos centímetros de su rostro, estaba el generoso busto que tenía la pelirroja. Alzó la mirada con cierto temor, solo hacía falta que estuviera despierta, pero por su suerte tenía los ojos cerrados. La noche anterior le quedó bien claro que no podía ir tocando los pechos de la gente, por eso dedujo, que rozarse entraba en esa normativa. Luego estaba el contacto de esa cálida mano en uno de sus costados, giró un poco su cabeza para verla por debajo de la manta.
<< Aquella mano… la noche anterior era una zarpa… >>
Volvió su mirada al frente, siendo participe de aquella sensación de calidez al estar los dos cuerpos bajo la misma tela. Las mejillas del muchacho estaban sonrojadas, no por estar durmiendo junto a esa la chica, más bien era por el calor que habían ofrecido los tres cuerpos: el del dragón, el de Aki y el suyo propio.
Con mucho cuidado, el pirata sujetó la muñeca de Aki para retirarla poco a poco y no despertarla. De nuevo el pequeño temor se asomó en su mente, si en esos momentos la mujer se incorporase ¿Qué le diría? No lo sabía ni él, tal vez un buenos días o… ¿Un gracias por haberle arropado con la manta? Allí la mente del peliblanco volvía hacerse un lío, pero por suerte, la mujer seguía con los ojos cerrados.
Sin hacer mucho ruido se retiró de la manta, una vez fuera la acomodó sobre Aki y Cetus para que siguieran con su descanso. Antes de salir de la cueva con sus ropajes y bolsa, decidió preparar un par de platos con trozos de melón cortado y rebanadas de jamón; un pequeño desayuno para la pelirroja y el dragón. Dichos platos estaban junto a la hoguera, sobre una lisa piedra. Con un pequeño palo escribió en la arenilla una especie de nota “¡Buenos días y buen provecho, estaré en la playa!”.
Más contento que una perdiz decidió abandonar aquella cueva, dejó las herramientas que utilizó para hacer la cena en su barca y así tener todo listo para partir cuanto antes hacia el laberinto. Al llegar en la orilla de aquella solitaria cala, dejó en la arenilla su mochila y un coco; acto seguido se desnudó para zambullirse en el agua. El astro rey se asomaba por el horizonte y poco a poco iba pillando altura. El pirata empezó a nadar y bucear por la costa, siempre necesitaba hacer algo de ejercicio matutino, era su estilo de vida. Brand disfrutó de la experiencia del buceo divisando los peces, la vegetación submarina y la forma de las rocas bajo el agua; era un mundo totalmente diferente y mágico.
<< Es una pena que los usuarios de una Akuma No Mi no puedan disfrutar de esto… pero y si utilizaran ¿Flotadores? ¿Una tabla? No se podrían sumergir… pero lo verían flotando… ¡Tengo que informarme más sobre eso de las frutas! >>
Brand salió del agua y caminó por esa suave arenilla, notando las gotas de agua que recaían por su cuerpo. Sujetó la toalla y empezó a secarse las extremidades inferiores, cintura, torso y brazos. Antes de volver a la cueva se puso la ropa interior, para luego envolverse en aquella toalla, frotándola contra su piel y así acabar de secarse. Con el wakizashi hizo un pequeño orificio en el coco, para beber el líquido de su interior.
<< ¿Se habrán despertado ya? >>
Con eso en mente se encaminó hacia la cueva, estaba ansioso de iniciar ese trayecto al laberinto; el pirata ya tenía ganas de vivir nuevas aventuras.
Aki D. Arlia
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Aki sabía que estaba despierta, pero en lugar de abrir los ojos se dio la vuelta y se acurrucó más contra Cetus. De todas maneras la luz comenzaba a molestarla, y a los dos minutos suspiró y abrió los ojos. Se sentó, estirándose y conteniendo un bostezo para después mirar alrededor.
Mientras se iba despertando, iba recordando todos los acontecimientos de la noche pasada. Y del día. Una sonrisa acudió a sus labios al recordar a Brand cayendo agotado. Estaba adorable. Buscó por la cueva, dándose cuenta de pronto de que no estaba. El fuego también estaba apagado, pero hacía calor. Frunciendo el ceño, se levantó y dio un par de pasos mientras se hacía una coleta para no tener que lidiar con sus pelos de recién levantada. Vio la inscripción en la arena y sonrió. Eso estaba bien, así tendría unos minutos para arreglarse. Vio el melón que le había dejado el peliblanco y se le hizo la boca agua, pero controlándose decidió que primero iría a la parte de atrás de la cueva y se daría una ducha en condiciones. Tenía que aprovechar que estaba sola.
Dicho y hecho, dejó las ropas por el suelo y disfrutó unos segundos del calor del sol en su piel antes de adentrarse en la cueva y utilizar la poza que habían descubierto ayer para bañarse. Salió relajada a los pocos minutos y se peinó mientras su cuerpo se secaba. Luego agarró un bikini azul y un vestido blanco corto con bastante vuelo, que se ataba al cuello y le dejaba total libertad de movimientos. Se ató las ligas con los cuchillos y el cinturón con los sai. Luego recogió su ropa y se deleitó con el jamón y el melón.
Se sentó a la entrada de la cueva con la fruta en las manos, mirando las nubes y degustando ese manjar de los dioses bocado a bocado. Completamente feliz, sonrió aún más cuando vio acercarse a Cetus, recién levantado. El dragoncito había vuelto a encoger y revoloteando se acercó para robarle un bocado. De ser otro tal vez Aki no lo habría tolerado, pero ya se conocían. No pasaba nada por un mordisquito.
Pero nada bueno dura para siempre y al final el melón se terminó. Aki volvió a desperezarse y salió de la cueva con la intención de ir a buscar al peliblanco y darle las gracias por el desayuno. Además, tenían que ponerse en marcha para ir al monte Olim. Antes había mirado en su reserva de frutas por si Brand aparecía con hambre; quería devolverle el favor.
Se lo encontró al doblar una esquina y chocó con él. Se apartó rápidamente y al ver quién era se echó a reír. Le sonrió calidamente mientras le miraba ¿Venía de nadar? Aún tenía el pelo algo mojado y llevaba una toalla. Que envidia... pero qué se le iba a hacer.
-¡Buenos días! Gracias por el desayuno, no me lo esperaba y ha estado delicioso. Si te apetece algo, queda cena de anoche y algunas frutas. Naranjas, peras... incluso he encontrado un mango. Necesitarás energía... para buscar el monte Olim.
Mientras se iba despertando, iba recordando todos los acontecimientos de la noche pasada. Y del día. Una sonrisa acudió a sus labios al recordar a Brand cayendo agotado. Estaba adorable. Buscó por la cueva, dándose cuenta de pronto de que no estaba. El fuego también estaba apagado, pero hacía calor. Frunciendo el ceño, se levantó y dio un par de pasos mientras se hacía una coleta para no tener que lidiar con sus pelos de recién levantada. Vio la inscripción en la arena y sonrió. Eso estaba bien, así tendría unos minutos para arreglarse. Vio el melón que le había dejado el peliblanco y se le hizo la boca agua, pero controlándose decidió que primero iría a la parte de atrás de la cueva y se daría una ducha en condiciones. Tenía que aprovechar que estaba sola.
Dicho y hecho, dejó las ropas por el suelo y disfrutó unos segundos del calor del sol en su piel antes de adentrarse en la cueva y utilizar la poza que habían descubierto ayer para bañarse. Salió relajada a los pocos minutos y se peinó mientras su cuerpo se secaba. Luego agarró un bikini azul y un vestido blanco corto con bastante vuelo, que se ataba al cuello y le dejaba total libertad de movimientos. Se ató las ligas con los cuchillos y el cinturón con los sai. Luego recogió su ropa y se deleitó con el jamón y el melón.
Se sentó a la entrada de la cueva con la fruta en las manos, mirando las nubes y degustando ese manjar de los dioses bocado a bocado. Completamente feliz, sonrió aún más cuando vio acercarse a Cetus, recién levantado. El dragoncito había vuelto a encoger y revoloteando se acercó para robarle un bocado. De ser otro tal vez Aki no lo habría tolerado, pero ya se conocían. No pasaba nada por un mordisquito.
Pero nada bueno dura para siempre y al final el melón se terminó. Aki volvió a desperezarse y salió de la cueva con la intención de ir a buscar al peliblanco y darle las gracias por el desayuno. Además, tenían que ponerse en marcha para ir al monte Olim. Antes había mirado en su reserva de frutas por si Brand aparecía con hambre; quería devolverle el favor.
Se lo encontró al doblar una esquina y chocó con él. Se apartó rápidamente y al ver quién era se echó a reír. Le sonrió calidamente mientras le miraba ¿Venía de nadar? Aún tenía el pelo algo mojado y llevaba una toalla. Que envidia... pero qué se le iba a hacer.
-¡Buenos días! Gracias por el desayuno, no me lo esperaba y ha estado delicioso. Si te apetece algo, queda cena de anoche y algunas frutas. Naranjas, peras... incluso he encontrado un mango. Necesitarás energía... para buscar el monte Olim.
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El paso de Brand era silencioso, la arena amortiguaba el escaso sonido que realizaban esos pies descalzos. El pirata sujetaba todo lo que había llevado a la costa, dichas pertenencias: ropajes, armas, gafas de buceo y coco. En una de las esquinas, justamente cuando iba a flanquear una de las grandes piedras que había en la entrada de la cueva, se topó con Aki, chocándose contra ella.- Uy – su voz salió de lo más natural, dando un par de pasos hacia atrás después de un repentino y pequeño salto. Sus ojos se quedaron mirando a la pelirroja y al ver que empezó a reír, acabó contagiándose en esas sonoras carcajadas.
- ¡Buenos días! – Su alegre voz respondió al saludo de Aki – De nada. Era lo mínimo que podía hacer al quedarme dormido ayer ¡Lo siento! – Las mejillas cogieron un tono rojizo ante la vergüenza de haberse quedado frito la noche anterior - ¡Gracias! – Los ojos del pirata resplandecían ante el ofrecimiento de las frutas, no estaba acostumbrado a recibir ese tipo de presentes y allí que ofreció el coco para hacer un intercambio – Si te apetece este coco está muy bueno, aún contiene líquido en su interior – Lo ofrecía con una sonrisa, como su madre se le dijo hace más de 10 años; debía ser educado y respetuoso. Esos valores habían sido inculcados tanto por Amelia como Grehim, su maestro y abuelo.
Después de hacer ese posible intercambio de frutas, el muchacho empezó a comerse ese mango - ¡Efta muyf fubfeuno! – No se esperó ni un segundo, que una vez lo tubo en las manos no tardo en disfrutar de ese buen sabor en su paladar. Tampoco esperaba para hablar, allí con la boca llena. Después de masticar y engullir esos trozos de mango, añadió – Viene buen un poco de fruta después de hacer ejercicio mañanero ¡Veo que ya estas preparada! – Se fijó en ese vestido blanco corto, luego las ligas con los cuchillos y ese cinturón con los sai, se quedó mirando esas armas con gesto pensativo. Volvieron a la entrada, allí estaba la barca de Brand y tenía la bolsa lista con varios suministros para esa nueva aventura.
- ¡Dame un momento! – De un salto se subió a la pequeña embarcación y se puso a revisar que todo estuviera correcto – Bien… comida, bebida, los antídotos que cogí prestados a ese comerciante… - hablaba para sí mismo, aunque se le podía escuchar a la perfección – Creo que está todo ¡No falta nada! – Sin perder un segundo se deshizo de la toalla para ponerse el kimono negro. Luego se anudó las armas en su cintura y espalda. El espadachín llevaba una katana a su espalda, luego en la cintura portaba un Wakizashi, otra katana y por último un boken. Para finalizar sus vestimentas, se colocó el calzado y la túnica abierta de un tono blanquecino con adornos verdes. - ¡Ya estoy! – Dijo ampliamente, no había tenido vergüenza alguna en ponerse allí la ropa, aparte de que llevaba la interior puesta, era una situación que no le solía crear incomodidad.
- ¡Ya tengo todo listo! – Comunicó mientras se colocaba la bolsa a sus espaldas, un auténtico excursionista parecía sino fuera por la bandera negra que ondulaba por el viento, en esa bandera había dibujada una calavera. El dibujo era de lo más cutre, parecía que había sido con una tiza; obra del espadachín, un manazas en el arte.
El peliblanco se esperó a que Aki y Cetus estuvieran preparados, les dio un tiempo para que acabaran de recoger todo lo que necesitaran y así iniciar el trayecto hacia el supuesto laberinto.
Una vez iniciada la marcha hacia el Monte Olim, Brandom sacó algunos temas de conversación – En la cueva alterna hay varios animales y seres que podrían ser peligrosos – Informaba el muchacho – En el monte hay leones rojos, luego en nuestro siguiente paso, la cueva alterna hay pumas y… y… ¡Arañas gigantes! Las llaman arañas asesinas. Me explicaron que crean enormes telarañas de gran dureza y sus picotazos son venenosos, por eso ro… ro… ro…trome… tomeprestadounosantidotos – Soltó con rapidez, el pobre no se le daba bien improvisar. Era cierto, “tomó prestados” unos antídotos de una gran caja, había centenares por unos pocos no pasaría nada o eso creía el peliblanco, pero necesitaba llegar al Monte Olim, fuera como fuera.
- ¡Buenos días! – Su alegre voz respondió al saludo de Aki – De nada. Era lo mínimo que podía hacer al quedarme dormido ayer ¡Lo siento! – Las mejillas cogieron un tono rojizo ante la vergüenza de haberse quedado frito la noche anterior - ¡Gracias! – Los ojos del pirata resplandecían ante el ofrecimiento de las frutas, no estaba acostumbrado a recibir ese tipo de presentes y allí que ofreció el coco para hacer un intercambio – Si te apetece este coco está muy bueno, aún contiene líquido en su interior – Lo ofrecía con una sonrisa, como su madre se le dijo hace más de 10 años; debía ser educado y respetuoso. Esos valores habían sido inculcados tanto por Amelia como Grehim, su maestro y abuelo.
Después de hacer ese posible intercambio de frutas, el muchacho empezó a comerse ese mango - ¡Efta muyf fubfeuno! – No se esperó ni un segundo, que una vez lo tubo en las manos no tardo en disfrutar de ese buen sabor en su paladar. Tampoco esperaba para hablar, allí con la boca llena. Después de masticar y engullir esos trozos de mango, añadió – Viene buen un poco de fruta después de hacer ejercicio mañanero ¡Veo que ya estas preparada! – Se fijó en ese vestido blanco corto, luego las ligas con los cuchillos y ese cinturón con los sai, se quedó mirando esas armas con gesto pensativo. Volvieron a la entrada, allí estaba la barca de Brand y tenía la bolsa lista con varios suministros para esa nueva aventura.
- ¡Dame un momento! – De un salto se subió a la pequeña embarcación y se puso a revisar que todo estuviera correcto – Bien… comida, bebida, los antídotos que cogí prestados a ese comerciante… - hablaba para sí mismo, aunque se le podía escuchar a la perfección – Creo que está todo ¡No falta nada! – Sin perder un segundo se deshizo de la toalla para ponerse el kimono negro. Luego se anudó las armas en su cintura y espalda. El espadachín llevaba una katana a su espalda, luego en la cintura portaba un Wakizashi, otra katana y por último un boken. Para finalizar sus vestimentas, se colocó el calzado y la túnica abierta de un tono blanquecino con adornos verdes. - ¡Ya estoy! – Dijo ampliamente, no había tenido vergüenza alguna en ponerse allí la ropa, aparte de que llevaba la interior puesta, era una situación que no le solía crear incomodidad.
- ¡Ya tengo todo listo! – Comunicó mientras se colocaba la bolsa a sus espaldas, un auténtico excursionista parecía sino fuera por la bandera negra que ondulaba por el viento, en esa bandera había dibujada una calavera. El dibujo era de lo más cutre, parecía que había sido con una tiza; obra del espadachín, un manazas en el arte.
El peliblanco se esperó a que Aki y Cetus estuvieran preparados, les dio un tiempo para que acabaran de recoger todo lo que necesitaran y así iniciar el trayecto hacia el supuesto laberinto.
Una vez iniciada la marcha hacia el Monte Olim, Brandom sacó algunos temas de conversación – En la cueva alterna hay varios animales y seres que podrían ser peligrosos – Informaba el muchacho – En el monte hay leones rojos, luego en nuestro siguiente paso, la cueva alterna hay pumas y… y… ¡Arañas gigantes! Las llaman arañas asesinas. Me explicaron que crean enormes telarañas de gran dureza y sus picotazos son venenosos, por eso ro… ro… ro…trome… tomeprestadounosantidotos – Soltó con rapidez, el pobre no se le daba bien improvisar. Era cierto, “tomó prestados” unos antídotos de una gran caja, había centenares por unos pocos no pasaría nada o eso creía el peliblanco, pero necesitaba llegar al Monte Olim, fuera como fuera.
Aki D. Arlia
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Ambos nos sentamos, relajados y frescos, a desayunar. Sostuve el coco en mis manos, lanzándole una mirada de sospecha; nunca lo había probado, al menos que yo recordara. Pesaba, era marrón y tenía mucho pelo en el exterior. Pero tenía un agujerito por el que se veía que el interior era blanco y carnoso, y además estaba relleno de algo que tanto podía ser agua como zumo. Es decir, no podía ser agua porque... porque era una fruta. Eso lo sabía. Las frutas no guardan agua en su interior. Sin embargo, por lo que veía el líquido era... demasiado líquido para ser un zumo. ¿Cómo podía comerse, o en su defecto beberse, algo así? Dubitativa, lo levantó y posó los labios en el agujerito. Esperaba no hacer un papelón. Lo inclinó y de repente el sabroso líquido llegó a sus labios... y los rebasó. Bebió un par de tragos, pero para cuando bajó el coco un hilo de su agua bajaba ya por su barbilla, cuello...
Turbada, posó el coco en el suelo y se apresuró a secárselo rezando por que Brand no la hubiera visto. Aún avergonzada, agarró una naranja y decidió dejarlo aparte el resto de la comida. No estaba tan rico como para que tantos apuros al beberlo valieran la pena. Partió los gajos evitando mirar a la fruta, lo cierto es que su orgullo se había resentido un poco. Aunque jamás lo confesaría.
Pronto ambos hubieron terminado. Era muy gracioso ver comer a Brand, quien se deleitaba con el mango tanto como Aki con el melón, pero debían partir.
-Si, aproveché para ducharme y coger mis cosas mientras estabas fuera. No quería retrasarnos, ¡Hay que aprovechar el día!- Le expliqué con una sonrisa.
Agarré mi mochila y me la colgué de un hombro. Cetus se me posó en el otro y juntos seguimos a Brand hasta su barca. Él saltó dentro y se puso a comprobar que estaba todo. Me adelanté un par de pasos para dejar también mi mochila y entonces noté como a mi espalda Brand se quitaba la toalla.
Seguramente de no ser por la conversación de anoche habría malinterpretado la situación, pero ahora sabía que no podía haber segundas intenciones; Brand no tenía ni idea de qué eran o para qué servían. Me di la vuelta y efectivamente, ya se había vestido. Le observé algo extrañada: Tenía una personalidad tan jovial e incluso inocente que las cuatro desentonaban un poco. ¿No le pesarían? Bueno, y aunque no le pesaran, era un atuendo extraño. Le recordaba a las personas del país de Wano, aunque el suyo era algo diferente. ¡Y aún no había acabado! Se calzó y se colocó otra especie de túnica por encima. ¿Iba tan vestido cuando se conocieron? Hizo memoria, pero no logró recordarlo y antes de que se diera cuenta las palabras salieron de su boca:
-Wow, Brand, ¿No tienes calor con todo eso? Yo me moriría.
Entonces llegó volando mi alfombra, que se enrolló y se ''acurrucó'' en un extremo de la barca. A lo mejor dormía, pero Aki jamás lo supo. Lo cierto es que el barquito es confortable, pensaba Aki mientras avanzaban. La bandera hecha a mano era muy tierna y se notaba que se había esforzado... aunque no fuera la mejor calavera del mundo. De repente, oyó lo que Brand estaba contando y le sonrió con amabilidad.
-Los robaste.-Dijo sin rodeos.-No te preocupes, no creo que hayas vaciado la caja y lo cierto es que nos vendrán muy bien. No creo que los leones o los pumas nos den problemas, pero no sé mucho de arañas.Y ese comerciante seguramente ni se de cuenta de que le faltan, hiciste bien.
Quería tranquilizarle, porque no quería que el pobre se sintiera culpable. Robar podía no ser del todo legal, pero a veces no quedaba más remedio.
-¿Se te ocurre de qué manera nos orientaremos en el laberinto? Podríamos utilizar un rollo de cuerda, para saber por donde pasamos... o algo así.- Propuso. Poco a poco la idea de la aventura que estaban a punto de correr calaba en su cabeza, y la pelirroja se iba animando más y más.
Turbada, posó el coco en el suelo y se apresuró a secárselo rezando por que Brand no la hubiera visto. Aún avergonzada, agarró una naranja y decidió dejarlo aparte el resto de la comida. No estaba tan rico como para que tantos apuros al beberlo valieran la pena. Partió los gajos evitando mirar a la fruta, lo cierto es que su orgullo se había resentido un poco. Aunque jamás lo confesaría.
Pronto ambos hubieron terminado. Era muy gracioso ver comer a Brand, quien se deleitaba con el mango tanto como Aki con el melón, pero debían partir.
-Si, aproveché para ducharme y coger mis cosas mientras estabas fuera. No quería retrasarnos, ¡Hay que aprovechar el día!- Le expliqué con una sonrisa.
Agarré mi mochila y me la colgué de un hombro. Cetus se me posó en el otro y juntos seguimos a Brand hasta su barca. Él saltó dentro y se puso a comprobar que estaba todo. Me adelanté un par de pasos para dejar también mi mochila y entonces noté como a mi espalda Brand se quitaba la toalla.
Seguramente de no ser por la conversación de anoche habría malinterpretado la situación, pero ahora sabía que no podía haber segundas intenciones; Brand no tenía ni idea de qué eran o para qué servían. Me di la vuelta y efectivamente, ya se había vestido. Le observé algo extrañada: Tenía una personalidad tan jovial e incluso inocente que las cuatro desentonaban un poco. ¿No le pesarían? Bueno, y aunque no le pesaran, era un atuendo extraño. Le recordaba a las personas del país de Wano, aunque el suyo era algo diferente. ¡Y aún no había acabado! Se calzó y se colocó otra especie de túnica por encima. ¿Iba tan vestido cuando se conocieron? Hizo memoria, pero no logró recordarlo y antes de que se diera cuenta las palabras salieron de su boca:
-Wow, Brand, ¿No tienes calor con todo eso? Yo me moriría.
Entonces llegó volando mi alfombra, que se enrolló y se ''acurrucó'' en un extremo de la barca. A lo mejor dormía, pero Aki jamás lo supo. Lo cierto es que el barquito es confortable, pensaba Aki mientras avanzaban. La bandera hecha a mano era muy tierna y se notaba que se había esforzado... aunque no fuera la mejor calavera del mundo. De repente, oyó lo que Brand estaba contando y le sonrió con amabilidad.
-Los robaste.-Dijo sin rodeos.-No te preocupes, no creo que hayas vaciado la caja y lo cierto es que nos vendrán muy bien. No creo que los leones o los pumas nos den problemas, pero no sé mucho de arañas.Y ese comerciante seguramente ni se de cuenta de que le faltan, hiciste bien.
Quería tranquilizarle, porque no quería que el pobre se sintiera culpable. Robar podía no ser del todo legal, pero a veces no quedaba más remedio.
-¿Se te ocurre de qué manera nos orientaremos en el laberinto? Podríamos utilizar un rollo de cuerda, para saber por donde pasamos... o algo así.- Propuso. Poco a poco la idea de la aventura que estaban a punto de correr calaba en su cabeza, y la pelirroja se iba animando más y más.
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El muchacho se quedó observándola, viendo como la pelirroja bebía del coco. Pudo ver la garganta de la mujer moverse al hacer los dos tragos. El peliblanco vio aquella gota deslizarse por la barbilla, cuello en dirección al canalillo; pero para él no tenía importancia alguna, la ignoró como si se tratara de una hormiga paseando por la tierra. El muchacho tampoco se percató del motivo, el cual llevó a la mujer realizar aquel gesto para secarse la gota del jugo del coco. Para Brand fue como si se limpiara los labios... un gesto de lo más normal.
Después de comerse la fruta y cambiarse,el pirata escuchó la curiosa pregunta de la mujer - ¿Eh? No, bueno, de momento no – respondió el pirata viendo sus ropajes – Supongo que ya estoy acostumbrado a llevar el kimono – le mostró la vestimenta – Tampoco llevo mucha ropa, solo un kimono y esta prenda por encima. Debajo no hay nada más... – luego añadió - ¡Es broma! Llevo la ropa interior - allí soltó una carcajada improvisada, había intentado gastar una broma; por lo menos lo intentó. – Son cómodos y holgados – Brand se puso a hacer una serie de estiramientos, mostrando así la libertad de movimiento que ofrecían.
Después de que la alfombra voladora llegara a la barca y se acurrucara en uno de los rincones, el nerviosismo se apoderó del espadachín. Las palabras de Aki hicieron que el joven se quedara sin saber que decir – Pero, pero, pero… ¡Yo…! – se intentaba excusar, mientras la pelirroja acababa de hablar. La mujer tenía razón y eso lo reconfortó, pero… le había pillado por lo que Brand se hizo una nota mental de ir con más cuidado en sus explicaciones y no revelar más de lo necesario. – Sí bueno… solo… - musitó la palabra – Robé… - empezó hablar más normal – un poquito de antídoto… - alzó la mano indicando el número cinco con los dedos - ¡Pero habían muchos! ¡De verdad! –.
El joven se acabó tranquilizando gracias a las palabras de Aki, después de preparar todo y colgarse la mochila iniciaron su camino hacia el laberinto. – Mmmm… realmente no, pero tengo una libreta para apuntar los caminos. También tengo una cuerda gruesa que podemos anudarnos en la cintura, así no nos separaremos y estaremos unidos – se llevó la mano al mentón – No tengo un rollo de cuerda tan grande… sería una buena idea ¿Podríamos marcar el camino? A la vez que lo dibujamos en la libreta, así si cambia tenemos dos reseñas. La libreta y lo que marcamos en el camino – avanzaban por el bosque, el muchacho se sentía muy cómodo en ese ambiente. – Tenemos suministros, bebida y comida para sobrevivir. Los antídotos también. Los marineros me explicaron que en la entrada hay varias antorchas, las suelen utilizar los aventureros para iluminarse en el interior -.
Mientras caminaban, el espadachín le dedicaba curiosas miradas a la pelirroja. La miraba de reojo, a la altura de la cintura y muslos; esa zona que dejaba ver el pequeño vestido. Aunque el pirata tenía toda su atención en esas armas llamadas Sai. Después de esos vistazos, sin esconderse el pirata alzó una mano abriendo el dedo índice y corazón, haciendo el característico número dos. Con la otra mano estiraba el dedo índice y lo colocó entre los dos dedos; haciendo varios movimientos de un lado a otro. Lo siguiente fue hacer el número dos con las dos manos, es decir, los dedos índices y corazón estirados; luego los juntó como si mostrara el típico gesto de la tijera lésbica. Luego volvió a colocar solo el dedo índice entre los dos dedos.
- ¡OH! –
Ya lo entendía, el muchacho lo había entendido todo. La idea se iluminó en su mente como el fogonazo de un rayo en una noche oscura.
- ¡Tus armas! – dijo señalando los Sai que había en la cintura de la pelirroja - ¡Pueden bloquear mis sables con facilidad! – le mostró el gesto con los dos dedos, para luego colocar el índice en el medio. Reflejando la acción del Sai bloqueando el filo de una katana – Entonces – giró la muñeca de los dos dedos estirados, retorciendo un poco el dedo índice. – Una curiosa arma… - ya tenía deberes el peliblanco, en pensar como poder combatir contra esos Sai.
Después del trayecto, llegaron a la entrada de la cueva alterna. Allí en una de las paredes había varias antorchas, algunas encendidas y otras apagadas. – Vendría bien llevarnos un par cada uno – acto seguido Brand sacó la cuerda - ¿Ves bien lo de estar unidos con la cuerda? – no tenía experiencia en esa clase de aventuras, pero por lo menos intentaba aportar ideas.
Después de comerse la fruta y cambiarse,el pirata escuchó la curiosa pregunta de la mujer - ¿Eh? No, bueno, de momento no – respondió el pirata viendo sus ropajes – Supongo que ya estoy acostumbrado a llevar el kimono – le mostró la vestimenta – Tampoco llevo mucha ropa, solo un kimono y esta prenda por encima. Debajo no hay nada más... – luego añadió - ¡Es broma! Llevo la ropa interior - allí soltó una carcajada improvisada, había intentado gastar una broma; por lo menos lo intentó. – Son cómodos y holgados – Brand se puso a hacer una serie de estiramientos, mostrando así la libertad de movimiento que ofrecían.
Después de que la alfombra voladora llegara a la barca y se acurrucara en uno de los rincones, el nerviosismo se apoderó del espadachín. Las palabras de Aki hicieron que el joven se quedara sin saber que decir – Pero, pero, pero… ¡Yo…! – se intentaba excusar, mientras la pelirroja acababa de hablar. La mujer tenía razón y eso lo reconfortó, pero… le había pillado por lo que Brand se hizo una nota mental de ir con más cuidado en sus explicaciones y no revelar más de lo necesario. – Sí bueno… solo… - musitó la palabra – Robé… - empezó hablar más normal – un poquito de antídoto… - alzó la mano indicando el número cinco con los dedos - ¡Pero habían muchos! ¡De verdad! –.
El joven se acabó tranquilizando gracias a las palabras de Aki, después de preparar todo y colgarse la mochila iniciaron su camino hacia el laberinto. – Mmmm… realmente no, pero tengo una libreta para apuntar los caminos. También tengo una cuerda gruesa que podemos anudarnos en la cintura, así no nos separaremos y estaremos unidos – se llevó la mano al mentón – No tengo un rollo de cuerda tan grande… sería una buena idea ¿Podríamos marcar el camino? A la vez que lo dibujamos en la libreta, así si cambia tenemos dos reseñas. La libreta y lo que marcamos en el camino – avanzaban por el bosque, el muchacho se sentía muy cómodo en ese ambiente. – Tenemos suministros, bebida y comida para sobrevivir. Los antídotos también. Los marineros me explicaron que en la entrada hay varias antorchas, las suelen utilizar los aventureros para iluminarse en el interior -.
Mientras caminaban, el espadachín le dedicaba curiosas miradas a la pelirroja. La miraba de reojo, a la altura de la cintura y muslos; esa zona que dejaba ver el pequeño vestido. Aunque el pirata tenía toda su atención en esas armas llamadas Sai. Después de esos vistazos, sin esconderse el pirata alzó una mano abriendo el dedo índice y corazón, haciendo el característico número dos. Con la otra mano estiraba el dedo índice y lo colocó entre los dos dedos; haciendo varios movimientos de un lado a otro. Lo siguiente fue hacer el número dos con las dos manos, es decir, los dedos índices y corazón estirados; luego los juntó como si mostrara el típico gesto de la tijera lésbica. Luego volvió a colocar solo el dedo índice entre los dos dedos.
- ¡OH! –
Ya lo entendía, el muchacho lo había entendido todo. La idea se iluminó en su mente como el fogonazo de un rayo en una noche oscura.
- ¡Tus armas! – dijo señalando los Sai que había en la cintura de la pelirroja - ¡Pueden bloquear mis sables con facilidad! – le mostró el gesto con los dos dedos, para luego colocar el índice en el medio. Reflejando la acción del Sai bloqueando el filo de una katana – Entonces – giró la muñeca de los dos dedos estirados, retorciendo un poco el dedo índice. – Una curiosa arma… - ya tenía deberes el peliblanco, en pensar como poder combatir contra esos Sai.
Después del trayecto, llegaron a la entrada de la cueva alterna. Allí en una de las paredes había varias antorchas, algunas encendidas y otras apagadas. – Vendría bien llevarnos un par cada uno – acto seguido Brand sacó la cuerda - ¿Ves bien lo de estar unidos con la cuerda? – no tenía experiencia en esa clase de aventuras, pero por lo menos intentaba aportar ideas.
Aki D. Arlia
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Cada vez la tenía más confusa la libertad del chico con respecto a la desnudez y otros temas similares. Aun considerando que no estuviera acostumbrado a guardar pudor, a Aki le seguía chocando. Cuando dijo que no llevaba nada debajo, giró la cabeza bastante perpleja. Esbozó una sonrisa cuando él le aclaró que solo era una broma, pero no dijo nada. Seguramente solo lograría enzarzarse en una larga y tediosa discusión. ''No está bien hablar tan a la ligera del cuerpo, podrían malinterpretarte. Simplemente no se hace''. '' ¿Por qué?''.- Preguntaría él. Y Aki no sabría qué contestarle. Mal no estaba...
Volvió al presente. Brand todavía estaba tratando de justificarse por haber robado ese veneno. ¿5? Miró los dedos que levantaba, algo avergonzado. Cinco. Bueno, seguramente les hicieran falta. Pobrecito, le recordaba a ella cuando era mucho más pequeña y tenía que mentirse a si misma antes de robar, o no sería capaz de hacerlo. Antes de darse cuenta, se inclinó hacia delante y le revolvió el pelo con cariño.
-Deja de preocuparte. Aunque mucha gente diga que si, lo cierto es que no has hecho nada malo.
A continuación pasaron a hablar acerca de su estrategia a seguir en el laberinto. La idea de atarse era buena, muy buena. Separarse era seguramente lo peor que podían hacer. No solo estarían perdidos, sino que no podrían ayudarse mutuamente. Víveres, antídoto, armas y antorchas a la entrada de la cueva. Si Brand conseguía marcar bien los caminos, seguramente conseguirían recorrer el laberinto en poco tiempo. Eso eran buenas noticias, ya que Aki no creía que ese fuera el único obstáculo. Si el tesoro que buscaban era tan fabuloso como para protegerlo con criaturas venenosas sueltas en un laberinto, sin duda habría más pruebas que superar. Pero no se lo diría a Brand; no quería preocuparlo.
Comenzaron a caminar. Según iban avanzando, Aki notaba que él le miraba sus muslos, cada vez más y más insistentemente. Suspiró mientras sonreía para si, ¿Estaría pensando otra vez en...? Él interrumpió sus pensamientos con una exclamación de sorpresa y comprensión. Aki se giró hacia él, perpleja. En serio, o ella tenía la mente muy sucia o él era demasiado inocente. Contuvo el impulso de llevarse la mano a la frente y se echó a reír mientras agarraba un sai en cada mano. La punta de kairoseki brillaba a la luz.
-Si, podría sin ningún problema. Un día si quieres, podemos echar un combate de práctica... me gustaría ver como te desenvuelves con esas katanas.
Se lo dijo sonriendo y sinceramente. Le gustaba pelear, y ahora que lo mencionaba seguro que ver al peliblanco en combate sería todo un espectáculo. ¿Estaría serio? ¿Reiría? ¿Atacaría de frente y ciegamente o jugaría con el espacio?
Por fin llegaron a la entrada de la cueva. En cuanto Brand lo sugirió ella misma se adelantó y cogió la cuerda. Con movimientos suaves, intentando no sobresaltarle, se acercó y le rodeó con la cuerda (Y con los brazos) como si le estuviera abrazando, para finalmente agacharse un poco y anudársela a la cintura. A lo mejor no estaba bien picarle de esta manera, pero tenía curiosidad. Sabía que él no sabía nada, pero si podía intuirlo... o tal vez no. A lo mejor el arte de seducir y ser seducido tenía que aprenderse y no era natural. Esta era una buena ocasión para comprobarlo.
Se apartó con agilidad y se anudó ella misma el otro extremo de la cuerda. En el medio aún quedaba suficiente para que pudieran andar sin chocarse. Sonriendo, agarró una antorcha encendida y dos apagadas, que anudó a su mochila: Cuando la suya estuviera a punto de consumirse encendería la siguiente. Así aguantarían más. Cuando hicieran el viaje de vuelta ya las repondría sin problemas.
-¿Listo para tu primera aventura, jovencito?- Le dijo en broma con su mejor tono de profesora. Sonriendo, se dio la vuelta y le precedió entrando a la cueva.
Volvió al presente. Brand todavía estaba tratando de justificarse por haber robado ese veneno. ¿5? Miró los dedos que levantaba, algo avergonzado. Cinco. Bueno, seguramente les hicieran falta. Pobrecito, le recordaba a ella cuando era mucho más pequeña y tenía que mentirse a si misma antes de robar, o no sería capaz de hacerlo. Antes de darse cuenta, se inclinó hacia delante y le revolvió el pelo con cariño.
-Deja de preocuparte. Aunque mucha gente diga que si, lo cierto es que no has hecho nada malo.
A continuación pasaron a hablar acerca de su estrategia a seguir en el laberinto. La idea de atarse era buena, muy buena. Separarse era seguramente lo peor que podían hacer. No solo estarían perdidos, sino que no podrían ayudarse mutuamente. Víveres, antídoto, armas y antorchas a la entrada de la cueva. Si Brand conseguía marcar bien los caminos, seguramente conseguirían recorrer el laberinto en poco tiempo. Eso eran buenas noticias, ya que Aki no creía que ese fuera el único obstáculo. Si el tesoro que buscaban era tan fabuloso como para protegerlo con criaturas venenosas sueltas en un laberinto, sin duda habría más pruebas que superar. Pero no se lo diría a Brand; no quería preocuparlo.
Comenzaron a caminar. Según iban avanzando, Aki notaba que él le miraba sus muslos, cada vez más y más insistentemente. Suspiró mientras sonreía para si, ¿Estaría pensando otra vez en...? Él interrumpió sus pensamientos con una exclamación de sorpresa y comprensión. Aki se giró hacia él, perpleja. En serio, o ella tenía la mente muy sucia o él era demasiado inocente. Contuvo el impulso de llevarse la mano a la frente y se echó a reír mientras agarraba un sai en cada mano. La punta de kairoseki brillaba a la luz.
-Si, podría sin ningún problema. Un día si quieres, podemos echar un combate de práctica... me gustaría ver como te desenvuelves con esas katanas.
Se lo dijo sonriendo y sinceramente. Le gustaba pelear, y ahora que lo mencionaba seguro que ver al peliblanco en combate sería todo un espectáculo. ¿Estaría serio? ¿Reiría? ¿Atacaría de frente y ciegamente o jugaría con el espacio?
Por fin llegaron a la entrada de la cueva. En cuanto Brand lo sugirió ella misma se adelantó y cogió la cuerda. Con movimientos suaves, intentando no sobresaltarle, se acercó y le rodeó con la cuerda (Y con los brazos) como si le estuviera abrazando, para finalmente agacharse un poco y anudársela a la cintura. A lo mejor no estaba bien picarle de esta manera, pero tenía curiosidad. Sabía que él no sabía nada, pero si podía intuirlo... o tal vez no. A lo mejor el arte de seducir y ser seducido tenía que aprenderse y no era natural. Esta era una buena ocasión para comprobarlo.
Se apartó con agilidad y se anudó ella misma el otro extremo de la cuerda. En el medio aún quedaba suficiente para que pudieran andar sin chocarse. Sonriendo, agarró una antorcha encendida y dos apagadas, que anudó a su mochila: Cuando la suya estuviera a punto de consumirse encendería la siguiente. Así aguantarían más. Cuando hicieran el viaje de vuelta ya las repondría sin problemas.
-¿Listo para tu primera aventura, jovencito?- Le dijo en broma con su mejor tono de profesora. Sonriendo, se dio la vuelta y le precedió entrando a la cueva.
Brand
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Allí estaba el peliblanco observando el cielo azulado que se cernía sobre ellos con alguna que otra nube dispersa de poco volumen. Brand pensaba en aquellas armas que colgaban en los laterales de Aki, esas brillantes puntas de una tonalidades diferentes que destacaba en aquellos afilados pinchos.
- ¡Claro! ¡Podríamos hacer un combate de entrenamiento! Así podría enseñarte mi habilidad con las katanas ¡Lo dejaremos pendiente! – sonreía abiertamente, que no tenía ningún problema ni inconveniente en entrenar o practicar, lo había hecho desde muy pequeño. Una vez llegaron a la entrada la pelirroja le cogió la cuerda, el pirata se la quedó mirando observando como la mujer le rodeaba con los brazos y allí que alzó un poco los suyos para no entorpecer sus movimientos. La cercanía hizo que Brand fuera receptor del olor que desprendía la mujer, al rodearlo con los brazos pudo sentir por el sentido olfativo la fragancia que desprendía la gran melena rojiza y allí que olisqueó sin pudor alguno – Mmmm… ¡Hueles muy bien! – lo siguiente que observó fue como se iba agachando para anudarle la cuerda a la cintura. Desde esa perspectiva, al estar Brand más elevado que Aki tuvo una perfecta visión del vestido blanco que llevaba puesto, ofreciendo una generosa imagen del escote y canalillo, vislumbrando de esa manera el bikini azulado que llevaba debajo. El espadachín miraba curioso el rostro de la mujer, la melena rojiza y de nuevo la piel de los pechos que sobresalía en aquel vestido corto de bastante vuelo.
- Gracias Aki – dijo agradeciendo el gesto que tenía la mujer en anudarle la cuerda. Algo llamó la atención al espadachín y mira que tenía que ser poderosa esa fuerza de curiosidad para vencer la gran imagen que tenía del busto de la pelirroja. Allí había una mariposa de alas rojizas con tonalidades negras y lilas, era preciosa. Mientras la pirata anudaba la cuerda aquel insecto avanzaba con ese vuelo aleatorio. Brand alzaba la cabeza para mantener ese contacto con la mariposa, ya que pasaba por encima de él. Por la inercia del movimiento, al arquear la espalda hacia atrás y seguir mirando esas alas rojizas la cintura del pirata llegó a colisionar suavemente con el rostro de Aki. Como consecuencia el muchacho se recompuso de un saltito - ¡Perdón! ¿Te hice daño? – se disculpaba Brand mientras señalaba la mariposa – Es que estaba mirando las alas de la mariposa – la señaló a lo lejos y allí sobrevolaba perdiéndose entre las hojas de los árboles.
Después de que Aki se anudara con agilidad el otro extremo de la cuerda y sujetara las antorchas, Brand hizo lo mismo colocándose un par en los laterales de la mochila. Brand, al ver que la mujer llevaba una antorcha encendida, decidió no prender fuego a ninguna de las suyas ya que prefería tener las manos libres por si debía de actuar. - ¡SÍ! ¡ESTOY LISTO! – su tono de voz fue elevado, estaba contento y esa felicidad era reflejada en su rostro. Ambos se introdujeron en el interior de la cueva alterna mientras la oscuridad iba desapareciendo a su paso ofreciendo un radio de luz de varios metros.
Brand observaba su alrededor fijándose en aquellas paredes rocosas que iluminaban la antorcha de la pelirroja, mientras caminaba llevaba sus manos a la cinturilla del pantalón para moverla, buscaba acomodarselo bien, algo le molestaba pero no dijo nada. << Que raro... esto me suele pasar al despertarme >> Después de la entrada se abría una gran e inmensa galería donde las piedras formaban varias estalactitas y estalagmitas. Por el momento no se avecinaba ningún peligro a sus alrededores, aunque los problemas se presentaron delante de sus narices. En aquella gran galería, concretamente en uno de los extremos había 5 oberturas en la gran pared, es decir, cinco caminos diferentes con una penumbra y oscuridad absoluta.
- ¿Por cuál empezamos Aki? ¡Ya queda menos para llegar! – dijo el peliblanco mientras sacaba su bloc de notas e iba dibujando el trayecto que habían hecho, identificando la entrada y los cinco caminos diferentes que podían tomar.
- ¡Claro! ¡Podríamos hacer un combate de entrenamiento! Así podría enseñarte mi habilidad con las katanas ¡Lo dejaremos pendiente! – sonreía abiertamente, que no tenía ningún problema ni inconveniente en entrenar o practicar, lo había hecho desde muy pequeño. Una vez llegaron a la entrada la pelirroja le cogió la cuerda, el pirata se la quedó mirando observando como la mujer le rodeaba con los brazos y allí que alzó un poco los suyos para no entorpecer sus movimientos. La cercanía hizo que Brand fuera receptor del olor que desprendía la mujer, al rodearlo con los brazos pudo sentir por el sentido olfativo la fragancia que desprendía la gran melena rojiza y allí que olisqueó sin pudor alguno – Mmmm… ¡Hueles muy bien! – lo siguiente que observó fue como se iba agachando para anudarle la cuerda a la cintura. Desde esa perspectiva, al estar Brand más elevado que Aki tuvo una perfecta visión del vestido blanco que llevaba puesto, ofreciendo una generosa imagen del escote y canalillo, vislumbrando de esa manera el bikini azulado que llevaba debajo. El espadachín miraba curioso el rostro de la mujer, la melena rojiza y de nuevo la piel de los pechos que sobresalía en aquel vestido corto de bastante vuelo.
- Gracias Aki – dijo agradeciendo el gesto que tenía la mujer en anudarle la cuerda. Algo llamó la atención al espadachín y mira que tenía que ser poderosa esa fuerza de curiosidad para vencer la gran imagen que tenía del busto de la pelirroja. Allí había una mariposa de alas rojizas con tonalidades negras y lilas, era preciosa. Mientras la pirata anudaba la cuerda aquel insecto avanzaba con ese vuelo aleatorio. Brand alzaba la cabeza para mantener ese contacto con la mariposa, ya que pasaba por encima de él. Por la inercia del movimiento, al arquear la espalda hacia atrás y seguir mirando esas alas rojizas la cintura del pirata llegó a colisionar suavemente con el rostro de Aki. Como consecuencia el muchacho se recompuso de un saltito - ¡Perdón! ¿Te hice daño? – se disculpaba Brand mientras señalaba la mariposa – Es que estaba mirando las alas de la mariposa – la señaló a lo lejos y allí sobrevolaba perdiéndose entre las hojas de los árboles.
- Mariposa:
Después de que Aki se anudara con agilidad el otro extremo de la cuerda y sujetara las antorchas, Brand hizo lo mismo colocándose un par en los laterales de la mochila. Brand, al ver que la mujer llevaba una antorcha encendida, decidió no prender fuego a ninguna de las suyas ya que prefería tener las manos libres por si debía de actuar. - ¡SÍ! ¡ESTOY LISTO! – su tono de voz fue elevado, estaba contento y esa felicidad era reflejada en su rostro. Ambos se introdujeron en el interior de la cueva alterna mientras la oscuridad iba desapareciendo a su paso ofreciendo un radio de luz de varios metros.
Brand observaba su alrededor fijándose en aquellas paredes rocosas que iluminaban la antorcha de la pelirroja, mientras caminaba llevaba sus manos a la cinturilla del pantalón para moverla, buscaba acomodarselo bien, algo le molestaba pero no dijo nada. << Que raro... esto me suele pasar al despertarme >> Después de la entrada se abría una gran e inmensa galería donde las piedras formaban varias estalactitas y estalagmitas. Por el momento no se avecinaba ningún peligro a sus alrededores, aunque los problemas se presentaron delante de sus narices. En aquella gran galería, concretamente en uno de los extremos había 5 oberturas en la gran pared, es decir, cinco caminos diferentes con una penumbra y oscuridad absoluta.
- Galería principal:
- ¿Por cuál empezamos Aki? ¡Ya queda menos para llegar! – dijo el peliblanco mientras sacaba su bloc de notas e iba dibujando el trayecto que habían hecho, identificando la entrada y los cinco caminos diferentes que podían tomar.
Aki D. Arlia
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Lo cierto es que Brand era muy tierno. Ese pensamiento se repetía hasta la saciedad en la mente de la pelirroja; no era normal encontrar a alguien tan puro e inocente. En ningún lugar.
-Por supuesto. Estaré esperando ese combate con ilusión. -Le respondí con una sonrisa.
Algo más tarde, mientras estaba concentrada atando bien la cuerda, notó como Brand la estaba... ¿Olisqueando? Lo extraño de la situación la dejó sin palabras, parpadeando extrañada. Sin saber qué responder al piropo, se agachó para continuar atándosela en la cintura. Notó que le miraba el escote, pero nuevamente no dijo nada. Esbozó una pequeña sonrisa para si, en cambio. Era normal tener curiosidad, si nunca habías visto una mujer desnuda. Y de repente, notó como le colocaba la entrepierna en la cara. El chico saltó hacia atrás inmediatamente, farfullando algo de una mariposa. Aki se levantó y levantó una ceja.
-Estoy empezando a preguntarme si realmente haces las cosas sin querer.
Pero podía haber sido una casualidad. La pelirroja suspiró y se acercó a darle las antorchas. Aprovechó para revolverle el pelo como si fuera un niño rebelde. -Tienes que tener cuidado con lo que haces. Podrías causar algún malentendido.-Luego le sonrió y se adentraron por la cueva.
Era una caverna enorme y majestuosa. Aki miraba a todos lados con los ojos como platos, y por lo que comprobó Brand también. En una de estas, le pillo...¿Reacomodándose la entrepierna? La pelirroja casi se echa a reir. La cara de desconcierto que tenía no tenía precio. En verdad no pretendía causar esa reacción.
Siguieron avanzando y pronto se vieron en una encrucijada. 5 caminos se abrían ante ellos. Aki vio que Brand iba tomando nota de todo... por lo que no importaba qué camino tomaran, podrían volver atrás.
-Vayamos por el centro. Si algo sale mal, podemos retroceder.
Y avanzó. Dejando dos pasillos a su izquierda y dos a su derecha, se internaron en la montaña. Pronto el camino comenzó a hacer giros cerrados y a descender. Al final, llegaron a una sala pequeña, con 3 posibles salidas además de en la que estaban. Aki se giró hacia Brand, preocupada.
-No se si habremos descendido demasiado. ¿Deberíamos volver y probar otro o continuar?
-Por supuesto. Estaré esperando ese combate con ilusión. -Le respondí con una sonrisa.
Algo más tarde, mientras estaba concentrada atando bien la cuerda, notó como Brand la estaba... ¿Olisqueando? Lo extraño de la situación la dejó sin palabras, parpadeando extrañada. Sin saber qué responder al piropo, se agachó para continuar atándosela en la cintura. Notó que le miraba el escote, pero nuevamente no dijo nada. Esbozó una pequeña sonrisa para si, en cambio. Era normal tener curiosidad, si nunca habías visto una mujer desnuda. Y de repente, notó como le colocaba la entrepierna en la cara. El chico saltó hacia atrás inmediatamente, farfullando algo de una mariposa. Aki se levantó y levantó una ceja.
-Estoy empezando a preguntarme si realmente haces las cosas sin querer.
Pero podía haber sido una casualidad. La pelirroja suspiró y se acercó a darle las antorchas. Aprovechó para revolverle el pelo como si fuera un niño rebelde. -Tienes que tener cuidado con lo que haces. Podrías causar algún malentendido.-Luego le sonrió y se adentraron por la cueva.
Era una caverna enorme y majestuosa. Aki miraba a todos lados con los ojos como platos, y por lo que comprobó Brand también. En una de estas, le pillo...¿Reacomodándose la entrepierna? La pelirroja casi se echa a reir. La cara de desconcierto que tenía no tenía precio. En verdad no pretendía causar esa reacción.
Siguieron avanzando y pronto se vieron en una encrucijada. 5 caminos se abrían ante ellos. Aki vio que Brand iba tomando nota de todo... por lo que no importaba qué camino tomaran, podrían volver atrás.
-Vayamos por el centro. Si algo sale mal, podemos retroceder.
Y avanzó. Dejando dos pasillos a su izquierda y dos a su derecha, se internaron en la montaña. Pronto el camino comenzó a hacer giros cerrados y a descender. Al final, llegaron a una sala pequeña, con 3 posibles salidas además de en la que estaban. Aki se giró hacia Brand, preocupada.
-No se si habremos descendido demasiado. ¿Deberíamos volver y probar otro o continuar?
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El pirata iba con una sonrisa dibujada en sus labios, bien amplia dejando ver esa hilera de dientes blancos. La ilusión venía por varios motivos, uno de ellos era el supuesto combate que tenía previsto con la pelirroja para compartir habilidades y tácticas, un combate de entrenamiento. Por otra parte, el muchacho no llegó a entender las causas que podrían generar un malentendido, dicha idea desapareció junto al dilema de las diferentes entradas que había en el interior de la cueva. El peliblanco iba dibujando en su pequeño bloc de notas un mapa de las trayectorias que iban eligiendo durante su paso. El pirata se mantenía cerca de la pelirroja para que le iluminara la libreta y así seguir haciendo las anotaciones, la oscuridad se cernía sobre ellos a unos 3 metros alrededor, ganando cada vez más terreno.
- Realmente no sé si hemos descendido mucho. ¡Pero hemos venido a seguir adelante! Tenemos tres salidas… ¡No hace falta retroceder! ¡Si vamos para atrás nunca encontraremos el Monte Olim! – Exclamó señalando las oberturas que había en aquella pequeña sala – Podemos ir por la de la izquierda y yo me lo anotaré en el pequeño mapa que estoy haciendo – propuso el espadachín.
Sin esperar respuesta el peliblanco se puso en marcha, iluminando su alrededor con la antorcha viendo las aleatorias formas que dibujaban las rocas en las paredes de la cueva. El camino se hacía interminable, múltiples salas formaban aquel vertiginoso laberinto, con varias oberturas para continuar un auténtico desafío para los más intrépidos.
- ¡Espera! – dijo sentándose en el suelo, parecía que estaba abatido y exhausto. Pero la ilusión con la que empezó la expedición seguía en su rostro, simplemente se había acomodado en el suelo para repasar el mapa e ir perfilando las últimas decisiones. – Vale… ahora deberíamos ir por esta de aquí – dijo señalando la del centro. Al dar dos pasos para acercarse, algo inédito sucedió. La cueva empezó a temblar y la incertidumbre sustituyó la ilusión del rostro de Brand. El pirata se acercó a la pelirroja para permanecer juntos y ser espectadores del cambio que estaba teniendo aquel majestuoso y terrorífico laberinto. Se colocó detrás de ella, apoyándose a su espalda, culo contra culo para así tener un rango de visión de 360 grados. Después del crujir de las piedras, cuando el silencio volvió a reinar, Brand vio su libreta y miró su alrededor – Oh mierda… todo… ¡TODO HA CAMBIADO! – Exclamó llevándose una mano, la de la libreta, a la cabeza - ¡PERO! ¡PERO! ¡¿CÓMO ES ESO POSIBLE?! ¡¿Lo has visto?! ¡IMPRESIONANTE! - allí que no había miedo en sus ojos, más bien entusiasmo y sorpresa por lo que acababa de presenciar, ignorando que por el momento estaba atrapado en aquel laberinto. Los ojos de Brand parpadearon una, dos y hasta tres veces mirando a Aki, concretamente la vestimenta que llevaba, es decir, el vestido corto y debajo aquel exuberante bikini de color azulado.
La mano del peliblanco se alzó, ganando terreno hacia la zona del vientre de la mujer y ascendía dirección al busto, tal vez no con buenas intenciones o… si depende del punto en que se mire. Allí se paró a unos 10 centímetros estirando el dedo índice, que de nuevo la santa inocencia brilló en él – Tienes una araña pequeñita escalando por la zona del pecho, por encima del vestido – y era cierto, una mini-araña avanzaba por el abultado contorno que proporcionaba aquel vestido. – No parece peligrosa -
Mientras tanto, en las zonas más oscuras de la sala y en los rincones más altos las arañas de un tamaño considerable seguían ocultándose sin moverse, pero observando a los intrusos que habían osado llegar a su territorio.
- Realmente no sé si hemos descendido mucho. ¡Pero hemos venido a seguir adelante! Tenemos tres salidas… ¡No hace falta retroceder! ¡Si vamos para atrás nunca encontraremos el Monte Olim! – Exclamó señalando las oberturas que había en aquella pequeña sala – Podemos ir por la de la izquierda y yo me lo anotaré en el pequeño mapa que estoy haciendo – propuso el espadachín.
Sin esperar respuesta el peliblanco se puso en marcha, iluminando su alrededor con la antorcha viendo las aleatorias formas que dibujaban las rocas en las paredes de la cueva. El camino se hacía interminable, múltiples salas formaban aquel vertiginoso laberinto, con varias oberturas para continuar un auténtico desafío para los más intrépidos.
- ¡Espera! – dijo sentándose en el suelo, parecía que estaba abatido y exhausto. Pero la ilusión con la que empezó la expedición seguía en su rostro, simplemente se había acomodado en el suelo para repasar el mapa e ir perfilando las últimas decisiones. – Vale… ahora deberíamos ir por esta de aquí – dijo señalando la del centro. Al dar dos pasos para acercarse, algo inédito sucedió. La cueva empezó a temblar y la incertidumbre sustituyó la ilusión del rostro de Brand. El pirata se acercó a la pelirroja para permanecer juntos y ser espectadores del cambio que estaba teniendo aquel majestuoso y terrorífico laberinto. Se colocó detrás de ella, apoyándose a su espalda, culo contra culo para así tener un rango de visión de 360 grados. Después del crujir de las piedras, cuando el silencio volvió a reinar, Brand vio su libreta y miró su alrededor – Oh mierda… todo… ¡TODO HA CAMBIADO! – Exclamó llevándose una mano, la de la libreta, a la cabeza - ¡PERO! ¡PERO! ¡¿CÓMO ES ESO POSIBLE?! ¡¿Lo has visto?! ¡IMPRESIONANTE! - allí que no había miedo en sus ojos, más bien entusiasmo y sorpresa por lo que acababa de presenciar, ignorando que por el momento estaba atrapado en aquel laberinto. Los ojos de Brand parpadearon una, dos y hasta tres veces mirando a Aki, concretamente la vestimenta que llevaba, es decir, el vestido corto y debajo aquel exuberante bikini de color azulado.
La mano del peliblanco se alzó, ganando terreno hacia la zona del vientre de la mujer y ascendía dirección al busto, tal vez no con buenas intenciones o… si depende del punto en que se mire. Allí se paró a unos 10 centímetros estirando el dedo índice, que de nuevo la santa inocencia brilló en él – Tienes una araña pequeñita escalando por la zona del pecho, por encima del vestido – y era cierto, una mini-araña avanzaba por el abultado contorno que proporcionaba aquel vestido. – No parece peligrosa -
Mientras tanto, en las zonas más oscuras de la sala y en los rincones más altos las arañas de un tamaño considerable seguían ocultándose sin moverse, pero observando a los intrusos que habían osado llegar a su territorio.
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