Un lugar sumamente peligroso[Pasado] [Maximilian - Brand]

El olor a tabaco era casi asfixiante, combinado con la humedad que había en todo aquel lugar producía una cierta sensación de incomodidad en cualquier persona. Aquella taberna parecía un lugar de mala muerte por que no solo había gente muy sombría sino también personas con caras de mucho peligro y cuidado. Yo me encontraba sentado, tratando descansar un momento después de haber llegado al puerto de la ciudad. La isla de Sicilia era un lugar exactamente igual al que me habían descrito y sobre todo me interesaba saber por qué los marines le tenían mucho recelo a aquel territorio. Dos hombres me estaban mirando desde hace bastante rato pero desviaron sus miradas cuando la puerta de la taberna volvió abrirse. Un tipo de estatura baja acompañado de tres sujetos altos y fornidos, vestidos con abrigos que rosaban el suelo entró y se sentaron en una mesa cómoda arreglada con sillones. El sitio de aquellos sujetos era el más amplio y mejor arreglado y supuse que eran una especie de personajes importantes ya que enseguida todos se pusieron nerviosos y tensos.

“Vaya me preguntó que pasara en este lugar” – pensé mientras seguía mirando al resto de personas sin llamar la atención.

De pronto la puerta que había vuelto a cerrarse, se volvió a abrir pero esta vez de una manera tan brusca que casi todos se exaltaron. Una figura famélica y pálida entro cojeando al lugar. Jadeaba y de su brazo derecho caían gotas de sangre.

-¡Auxilio! – Grito con su voz destrozada - ¡Pofavor, no dejen que me lleven!

Todos se mantuvieron tranquilos, algunos desviaron la mirada y otros cerraron los ojos. Yo mantenía fija mi vista en él, sin parpadear y solo la aleje cuando un hombre con sombrero bastante alto entro al lugar para tomar del cuello al hombre delgado y pálido. Lo arrastro hasta afuera mientras este lanzaba quejidos y llantos para que lo dejaran en paz. La puerta se cerró nuevamente y pude escuchar un extraño crujido, como si una madera se estuviera rompiendo en dos.

Su nuevo destino era la isla de Sicilia, no era de su agrado por el tétrico ambiente que se presentaba en sus ciudades, pero ya se había decidido a visitar cualquier rincón de ese gran planeta, aventurándose en todos los lugares posibles para mostrar así, a su madre, cada pedazo de tierra y mar de ese basto y maravilloso mundo.

Glash D. Brandom estaba buscando una posada para pasar la noche, debía de encontrar un lugar para alojarse y descansar del pesado viaje. Después de dejar la barca en el puerto se adentró en la ciudad familiarizándose con ese ambiente enfermo que producía esa espesa niebla. Había dado varias vueltas pero no encontraba una posada, esa ciudad era muy diferente a las que había visitado anteriormente: los edificios eran muy altos, había automóviles, fábricas; todo era nuevo para el espadachín peliblanco. Finalmente decidió probar suerte en una taberna para llenarse la tripa, así podría preguntar a algún residente si conocían algún lugar para poder pasar la noche. El joven avanzaba entre la multitud con sus dos katanas, una en la espalda y otra en la cadera izquierda, su wakizashi y boken estaban anudados junto a la katana de su cintura.

Tenía intenciones de adentrarse en la taberna, pero antes de llegar a la puerta pudo observar como una figura masculina salía de ese local, el desconocido era un hombre con un sombrero alto que iba sujetando a otra persona de aspecto desnutrido, arrastrándola hacia el exterior.

<< Pero… >> apretó los puños, realmente no sabía que había sucedido pero esas injusticias y abusos no los podía aguantar, le sobrepasaban << Aunque no tenga un berrie… no merece ser expulsado de esa forma… >> el pirata peliblanco se plantó delante del hombre que sujetaba al pálido desconocido.

- Disculpa… - dijo interponiéndose - ¿Puedo saber que hizo este hombre? – Señaló al herido – Parece que no quiere irse con usted - el  pirata había logrado controlar su nerviosismo y vergüenza. Tal vez fuera parte de su inconsciencia, que actuaba al ver el abuso sobre esa persona, algo que odiaba des de siempre. Esperó aquella respuesta que pudiera resolverle lo que había sucedido en aquella taberna, el pirata miró a su alrededor, realmente se encontraba en una ciudad tétrica, de aspecto inhóspito para no decir tétrico; hasta la tensión se podía palpar en esa zona ¿Dónde se estaba metiendo el espadachín?

Las personas del bar murmuraban entre ellos, se miraban unos a otros pero nadie parecía querer decir algo respecto a lo que acababa de suceder. Por mi parte, sentía una fuerte indignación contra aquello pero poco podía hacer, realmente no quería meterme en problemas en una ciudad tan peligrosa como esa. Los pocos datos que había obtenido a lo largo de mi viaje sobre aquella oscura y misteriosa isla no era necesariamente la mejor información para alguien estuviera buscando conocer un lugar. Bien sabía que la mayoría de los sujetos que estaba sentados en las sillas próximas era peligrosos criminales y gánsters que con un solo chasquido de sus dedos podían determinar que alguien muriera.

Pagué la cuenta pocos minutos después de mis pensamientos se calmaran y de que aquella situación fuera rápidamente olvidada por los presentes. Caminé hacia la puerta y al abrirla, pude notar algo que realmente hizo que una extraña corriente eléctrica recorriera todo mi cuerpo. Un chico de aspecto extraño pero de cabellera casi blanca estaba frente al sujeto que tenía entre las manos al pobre hombre que minutos antes había protagonizado una aberrante actuación dentro de la taberna. Había fuego en los ojos del muchacho y todo indicaba que su indignación al ver aquello había salido a flote.

-El chico acaso quiere morir – pensé mientras me preparaba para reaccionar

Con un fuerte impulso de mi velocidad salí disparado en dirección al chico y con el brazo extendido, lo cogí del hombro y tiré de él con fuerza. Me puse a correr para sacarlo de allí y cuando pude notar que nos habíamos alejado bastante de la taberna, me detuve. El brazo me dolía un poco pero al menos había salvado al muchacho de una muerte segura.

-Oye, que pensabas hacer, aquí no puedes ir actuando como tú quieras – le dije mientras trataba de recobrar el aliento.

El peliblanco se mantenía paciente, observando al desconocido que portaba al moribundo y famélico hombre – Si no pagó, puedo pagar yo la cuenta – allí que intentaba remediar la situación el inocente muchacho.

<< ¿? >>

Sus ojos se giraron un instante, divisó a un hombre de cabello negro que se precipitaba a por él y cuando quiso revelar algunos rasgos de su rostro, ni siquiera le dio tiempo; aquel tipo lo sujetó del hombro para alejarlo de aquella escena.

- ¡Ehhhhhhh! ¡Espera! – Que tampoco hacía mucho el peliblanco para zafarse de aquel tipo, dejándose llevar por la inercia del movimiento mientras la estela de humo difuminaba las dos figuras - ¡Qué intentaba solucionar un problema! -  comentó una vez ceso esa vertiginosa carrera para alejarse de la taberna. Brand se recolocó los ropajes, estirando las mangas del oscuro kimono y acomodando sus armas: dos katanas, un Wakizashi y un boken.

Los ojos del pirata volvieron a la persona que intervino en aquella supuesta charla, delante del local. La cabeza del pirata se alzaba, aquel desconocido era alto y presentaba unos rasgos finos en su rostro. Brand respondió a las palabras de aquel hombre - ¿Actuar como quiera? Pero… ¡Si no hice nada! – Se defendía el muchacho – Solo estaba evitando que aquel moribundo no acabara peor, estaba prestándome a pagar lo que había pedido – allí que no se enteraba de nada Brand, pensando que el individuo no debió de pagar la cuenta de la taberna.  

- ¿Por qué dices que no puedo actuar como yo quiera? ¡Ese pobre hombre, tal vez no tenía culpa de nada!– Se le podía ver indignado, no sabía que tipo de isla era en la que se encontraba, desconocía todos sus peligros. Luego llegó a la cuenta que no se presentó ante el hombre << Mierda, así nunca mejoraré mi habilidad para comunicarme >> se llevó la mano a la cara, como si hubiera cometido un enorme y grave fallo.

- Perdón, no me he presentado – allí todo educado, gastando unos segundos en pensar – Mi nombre es Brand. Mucho gusto… - se quedó callado, algo no iba bien.

<< Mierda… no sé su nombre… >>

- Mucho gusto… gusto… Eh... ¿Cómo te llamas? – preguntó de golpe, como si hubiera sido la salida a un estruendoso lío, que se hizo en su propia mente. Tanta era la concentración que necesitaba, que había dejado el asunto del local aparcado a un cajón de su memoria.

Centré mi mirada en el peliblanco que estaba frente a mí. Era extraño ver a alguien con el cabello de ese color así que por un momento mi mente divago entre las posibilidades que causarían que alguien tuviera un color así en la cabeza. Luego recordé que Ryuto, mi compañero de viaje, también tenía algo así en la cabeza solo que él tenía el cabello purpura. Mientras mis ojos recorrían su rostro y mis oídos prestaban atención a lo que decía, pude notar en el momento en que terminaba de decir su nombre la presencia de sus armas. Dos katanas y una tercera en espalda más una Boken.

“Acaso este chico”

La idea poco común del Santoryu vino a mi mente al instante. Un estilo de combate poco común entre los espadachines y que muy pocos podían dominar. Mi cuerpo se tensó al instante y solo una brisa calmada hizo que mi gabardina de elevar un poco.

-Soy Maximilian – Dije tranquilamente – Cálmate, poco podías hacer por ese hombre. Si no sabes dónde estás parado deberías al menos ser precavido con lo que haces – hice una pausa y continúe – no pretendo ser agresivo ni descortés pero el tipo al que ibas a ayudar- pensé por un momento lo que iba a decir y seguí hablando – puede estarías muerto en este instante, este lugar en un nido de criminales, mafiosos y bandas organizadas.

Llevé mi mano a la parte de atrás de mi espalda y de mi pequeño bolso de cuero saque una bolsa de galletas de naranja que siempre comía cuando conocía a alguien nuevo.

-Deseas, están buenas – dije mientras introducía dos de mis dedos en la bolsa sacaba una galleta para luego extender mi brazo en dirección hacia Brand.

Brand se quedó observando al hombre desconocido. El espadachín se fijó en aquella gabardina que le cubría, como se elevó unos centímetros a causa de aquella calmada brisa. El pirata miró a su alrededor, habían parado en algún callejón de aquella ciudad, entre los grandes rascacielos; alejados de la taberna. Realmente no se acostumbraba a ese tipo de estructuras, todo tan diferente a lo que él conocía. Hasta ponía mala cara  al ver el humo que desprendían aquellos vehículos a motor, estaba seguro que no sería nada bueno para la naturaleza.

<< ¿No había ni un maldito árbol en esta ciudad llena de polución? >> Pensó el espadachín con gesto dubitativo, pero la voz de Maximilian al presentarse hizo que le prestara toda su atención.

El peliblanco volvió a recordar esa escena, en la entrada de la taberna. Meditó unos instantes lo que iba a decir, mientras tanto su cabeza no dejaba de hablarle << Pues… tiene razón, si no sé en qué lugar me encuentro… debería ser más precavido para no entrar en líos >> Los azulados ojos del peliblanco se clavaron en los de Maximilian << Un nido de criminales, mafiosos y bandas organizadas… gente de la peor calaña. Nunca me hubiera imaginado que esta isla estaría repleta de gentuza como esa >> La bolsa hizo que el espadachín dejara sus voces internas de lado, el desconocido parecía un tipo amigable y no se había presentado de forma hostil. Había sido respetuoso con él, no podía rechazar esas galletas, por eso el peliblanco sujetó la que le ofreció.

<< Gracias, claro se ha de decir gracias >>

- Gracias por la galleta… Maxi.. Maximilian ¿No? – El pirata se la llevó a la boca y la degustó – Mmmm… ¡Esta buena! – La devoraba sin dejar que una migaja cayera de sus labios – Mmm… -  No hacía faltar ser un gran investigador, para percatarse de la inocencia en las actuaciones del muchacho. En caso de que la galleta fuera una trampa, había caído de pleno en ella. Eso dejaba ver, que aún tenía muchas cosas que aprender.

- ¿Conoces algún lugar de esta ciudad que haya vegetación? Parece… una isla… enferma con toda esta polución y atmósfera…Bah – Puso una cara de asco y amargor, no le agradaba aquel lugar, pero debía visitar todos los rincones de ese planeta sí o sí.  El pirata había dejado de lado el encontronazo que hubo en la taberna, por el momento decidió hacer caso a Maximilian e intentar pasar desapercibido y no montar problemas.

- ¿Por cierto, eres de esta isla? – quiso saciar su curiosidad, se quedó en silencio para escuchar las respuestas a sus preguntas.

Parecía disfrutar de las galletas que le ofrecí y las comía con toda confianza. Por un momento creí que las escupiría ya que cualquier pensaría que era una trampa pero el chico no hizo eso. A simple vista parecía ser una buena persona pero fueron sus katanas las que aun mantenían la señal de alerta en mí.

-No soy de aquí – dije mientras guardaba la empaquetadura de las galletas que había quedado vacía – yo recién he llegado hoy y si te dije todo eso es por las cosas que me han contado y he visto en unos pocos minutos. Este lugar es peligroso deberías tener cuidado.

Una extraña sensación recorrió todo mi cuerpo. Muy cerca de donde estábamos se oía el llanto de un niño, los pasos de personas caminando en la calle. Por solo un segundo, fui consiente de todo lo que me rodeaba. Aquello me pasaba muy pocas veces y era como un extraño presentimiento de algo no andaba bien. Mis ojos volaron fugazmente, mirando a mí alrededor de una manera tan rápida y concentrada que mi cuerpo no necesito sorprenderse o entrar en estado de alerta al ver lo que estaba pasando. Entre algunos rincones, figuras variadas aparecieron ocultas en la sombra de las paredes y la poca luz que llegaba. Algunos estaban en los techo de las casa y al menos conté 20.

-Parece que estamos rodeados – dije movimiento los ojos de derecha a izquierda

En un casi susurro pero que Brand pudiera oírme le dije:

-No hagas nada, deja que ellos actúen o hablen primero, reacciona de acuerdo a eso

De pronto una figura adelgazada, pálida y con cabello gris apareció saltando desde alguna parte. Los ojos casi le salían de la cara y los dedos de sus manos realizaban extraños movimientos, como si estuviera tocando las teclas de un piano o una guitarra.

-Vaya, vaya, miren que tenemos aquí, visitantes – dijo con su voz casi quebrada pero a la vez cómica – creo que les daremos a estos niños una bienvenida para que sepan cómo son las cosas aquí

-Agradecemos su cordialidad pero no la necesitamos

-Hay algunas personas que están interesadas en ti – hizo una pausa y luego levanto el brazo derecho y extendió el dedo índice- mejor dicho, están interesadas en lo que llevas en la cintura, Maximilian D. Frinz

“Ya me lo imaginaba” – pensé mientras el tipo famélico con cara graciosa sonreía de una manera macabra.

Antes de que pudieran actuar todos, incluso Brand, mi mano se había movido lo suficientemente rápido y la katana de mi izquierda, GURĒTO KOKURYŪ, está fuera de su funda y la cada negra que formaba el lazo entre portador y arma estaba alrededor de mi mano. Una oscuridad apareció rodeando a todos y quedaron cegados a excepción mía. Aproveche el desconcierto de los que nos rodeaban y fui moviendo mi espada lo más rápido que podía. Al cabo de unos pocos minutos, la oscuridad desapareció y mi katana estaba nuevamente enfundada. El sujeto que había estado hablándome estaba en el suelo y un pequeño charco de sangre lo rodeaba.

<< Entonces él tampoco es de Sicilia… ¿De dónde será? >>

Pensó al escuchar las palabras de Maximiliam, mientras acababa de saborear aquellas galletas. Acató todas las indicaciones y consejos, parecía ser que aquella isla era bastante peligrosa; iba a ir con más cuidado de ahora en adelante, por lo menos para no meter la pata. El pirata se percató de la tensión de su acompañante, estaba mirando a su alrededor y Brand hizo lo mismo. Pudo ver algunas sombras por las paredes, la gente se acercaba manteniéndose a la espera mientras algunos desconocidos hacían presencia en las zonas altas de las casas.

- Sí… parece que sí – afirmó el pirata, siendo participe de aquella escena. Afirmó a cada palabra del hombre de pelo negro, se mantuvo en silencio pero no había tensión aparente en el cuerpo de Brand. Escuchó un extraño ruido y allí reparó su atención en una figura paliducha, se dirigía hacia ellos, concretamente a Maximilian .  

- No hace falta, no… - seguía la misma corriente que el desconocido que le sacó de la entrada de la taberna. Parecía ser que estaban interesados en él, por lo que el peliblanco se salvaba de lo que estaba sucediendo.

<< … >>

La mente del pirata se quedó en blanco, no veía nada, todo era oscuro. Su voz resurgió en esa  oscuridad llevándose las manos en la cabeza con claro gesto de pánico, mientras se movía de un lado a otro nervioso - ¡ME QUEDADO CIEGO! ¡ME QUEDADO CIEGO! ¡NO VEO NADA! ¡NO VEO NADA! -  casi se le salían los ojos, aunque esa negación del sentido visual no duró mucho. En uno de los parpadeos pudo ver aquel tipo en el suelo, junto a un charco de sangre - ¡QUÉ HA PASADO! ¡YO NO HE SIDO, LO JURO! – Allí que se lo decía a Maximilian, que el peliblanco no había tenido nada que ver con ello - ¡YO NO HE SIDO! – estaba a varios metros de distancia, tal vez a unos 15 de separación. Eso fue por las carreras de un lado a otro al no ver nada y asustarse.

- ¿Has sido t…? -

Un grupo de cinco personas rodeó al peliblanco por eso  se calló de golpe, esos desconocidos portaban armas  blancas y barrotes de hierro, uno de ellos un arma de fuego con la que le apuntaba. Glash D. Brandom desenvainó las dos katanas, había actuado acuerdo a la situación, ya que se sentía amenazado al tener cinco personas a menos de cinco metros. Aquel desgraciado de la pistola miraba a Maximilian, quería chantajearlo y por algún motivo no podían retirarse sin conseguir lo que habían llegado a buscar – Entréganoslo… o morirán personas inocentes –

Brand se protegía, con una katana, la parte frontal de su cuerpo, con la otra la zona trasera. Sus armas de filo se encontraban en un enfoque horizontal, su posición era claramente defensiva mientras flexionaba levemente las rodillas cargando algo la cadera. - ¡No esperaré mucho más! ¡A la mínima que hagas algo raro le dispararé! – Allí aquel individuo movió la pistola, dejándolo de apuntar por unos segundos.

El peliblanco no dejó mucho tiempo de maniobra al ver tal acción. En un abrir y cerrar de ojos  hizo un potente movimiento rotativo - Suwāru sendan – en ese preciso instante una corriente de aire, parecida a un pequeño tornado rodeó el cuerpo del pirata en su totalidad. En el mismo segundo varias ondas cortantes impactaron a los cinco tipos, que le habían rodeado, lanzándolos varios metros atrás por la potencia del viento generado, con  múltiples cortes tanto por el torso y piernas. Las heridas se presentaban graves, aquellas personas no portaban armaduras, ni mallas; simplemente ropa por lo que la tela no pudo protegerlos de tales tajos. El movimiento había salido a la perfección, ninguno se había centrado en el peliblanco ya que estaban más pendiente de Maximilian.

- ¡Hay que correr! – dijo alzando la voz mientras iniciaba su escapatoria, no quería quedarse para comprobar si habían francotiradores; debía de aprovechar el factor sorpresa.