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Por fin llegué a aquella maldita isla, antes de bajar de mi pequeña embarcación le eché un vistazo rápido al lugar. Pantano y lagunas, breve y preciso resumen del islote en el que me encontraba... tal vez solo faltaba añadir que olía a mierda. No me encontraba en aquel vertedero por gusto, ni mucho menos. Hacía pocos días llegó un rumor a mis oídos el cual decía que recientemente se vio la sombra de un dragón surcar los cielos de la isla. Tal vez y solo tal vez... se tratara del helado lagarto al que buscaba...
Tras dejar atrás mis pensamientos bajé de un salto de mi barco, tan solo aterrizar me fijé en la oscura y fina arena de la playa. Aquel lugar era realmente extraño... a medida que avanzaba el suelo se iba humedeciendo, hasta volverse un agua lodosa de un color marrón oscuro, a cada paso que daba el olor se hacía más fuerte, de golpe escuché el sonido de unas alas chocando unas contra otras. Aquél no era el sonido que hacían las alas de un dragón, más bien parecía el sonido que harían las alas de un insecto... pero no uno de tamaño normal. Alarmado por el sonido desenfundé una de mis espadas, a Bagami. Segundos después un mosquito tan grande como yo apareció delante de mi, aquello hizo que una pequeña sonrisa se dibujara en mi rostro.
Una pena que me haya dejado el repelente...
Dije confiado mientras me preparaba para cortar al insecto por la mitad.
Tras dejar atrás mis pensamientos bajé de un salto de mi barco, tan solo aterrizar me fijé en la oscura y fina arena de la playa. Aquel lugar era realmente extraño... a medida que avanzaba el suelo se iba humedeciendo, hasta volverse un agua lodosa de un color marrón oscuro, a cada paso que daba el olor se hacía más fuerte, de golpe escuché el sonido de unas alas chocando unas contra otras. Aquél no era el sonido que hacían las alas de un dragón, más bien parecía el sonido que harían las alas de un insecto... pero no uno de tamaño normal. Alarmado por el sonido desenfundé una de mis espadas, a Bagami. Segundos después un mosquito tan grande como yo apareció delante de mi, aquello hizo que una pequeña sonrisa se dibujara en mi rostro.
Una pena que me haya dejado el repelente...
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Rei Arslan
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Un hedor inundó el barco en cuanto atracamos en la isla. Era repugnante, como una mezcla de animales muertos con agua derramada. Debieron cometerse muchos asesinatos entre piratas y cazadores por este lugar, es un sitio ideal para que no te encuentre nadie o para cometer alguna fechoría contra alguien sin que te descubran. Respiré de nuevo y pasé la mano por delante de ella, quizás era porque mi olfato al estar tan desarrollado podía sentir olores que un humano no percibiría, pero no sé si considerar esto como bien o mal.
Acomodé mis katanas y me dispuse a caminar. La verdad es que no tenía un destino fijo en esta isla, solo quería saber si estaba como antes. Hacía más de tres años aquí mismo conocí al lobo llamado Drake y en aquel barco, que se encuentra encallado contra las rocas y medio destruido, encontré a mi pequeña mascota. Que rápido pasaba el tiempo. Me fijé en el cielo, estaba nublado y con pintas de llover. La humedad se podía palpar en el aire. Odiaba este tipo de climas, eran agobiantes.
En cuestión de minutos ya había perdido el barco de vista. Los insectos parecían dominar el territorio y el hedor era persistente. Llegué a una zona repleta de rocas y cuando bajé la vista encontré un muchacho frente a un insecto gigante. No era por ser orgullosa, pero si pensaba atacar de frente a aquel bicho le iba a salir mal la jugada. Sigilosamente bajé de las rocas y me situé detrás de unos arbustos para tener un ángulo de vista sobre los dos. Corrí hasta quedarme justo detrás él. Tras eso arranqué las alas del mosquito. Este quedó tirado en el suelo y aún movía las patas, y para dar el golpe final, saqué mi katana y le corté en dos. Un líquido verde mezclado con tintes rojos comenzó a esparramarse en el suelo. Que asco.
Miré al muchacho de arriba abajo. - ¿Sabes que podría haberte matado? Un insecto de esta altura no es precisamente una presa fácil. Deberías controlar tus movimientos.
Acomodé mis katanas y me dispuse a caminar. La verdad es que no tenía un destino fijo en esta isla, solo quería saber si estaba como antes. Hacía más de tres años aquí mismo conocí al lobo llamado Drake y en aquel barco, que se encuentra encallado contra las rocas y medio destruido, encontré a mi pequeña mascota. Que rápido pasaba el tiempo. Me fijé en el cielo, estaba nublado y con pintas de llover. La humedad se podía palpar en el aire. Odiaba este tipo de climas, eran agobiantes.
En cuestión de minutos ya había perdido el barco de vista. Los insectos parecían dominar el territorio y el hedor era persistente. Llegué a una zona repleta de rocas y cuando bajé la vista encontré un muchacho frente a un insecto gigante. No era por ser orgullosa, pero si pensaba atacar de frente a aquel bicho le iba a salir mal la jugada. Sigilosamente bajé de las rocas y me situé detrás de unos arbustos para tener un ángulo de vista sobre los dos. Corrí hasta quedarme justo detrás él. Tras eso arranqué las alas del mosquito. Este quedó tirado en el suelo y aún movía las patas, y para dar el golpe final, saqué mi katana y le corté en dos. Un líquido verde mezclado con tintes rojos comenzó a esparramarse en el suelo. Que asco.
Miré al muchacho de arriba abajo. - ¿Sabes que podría haberte matado? Un insecto de esta altura no es precisamente una presa fácil. Deberías controlar tus movimientos.
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De repente, una extraña mujer pelirroja apareció de la nada para situarse detrás del mosquito, arrancándole las alas de cuajo y posteriormente cortando en dos al insecto, dejando así su inanimado y sangrado cuerpo desparramado en el suelo. Tras rematar al chupóptero, la chica empezó a meterme la bronca por intentar luchar contra aquel monstruo gigante.
Quien cojones se creía que era para hablarme así? Y lo más importante, que motivo tenía para meterse entre mi presa y yo? Tras plantearme aquella pregunta la miré mejor de arriba abajo intentando obtener alguna pista sobre su identidad. –Vaya… creo que he encontrado un buen par de motivos… Me dije susurrando a mí mismo al llegar a cierto punto de su cuerpo. Segundos después, dejé de lado aquel peque… gran detalle. Cuando terminó de hablarme le contesté al mismo tiempo que envainaba a Bagami en su respectiva funda.
-Escúchame bien niñata, no necesitaba tu ayuda para matar a ese bicho. Así que deja de molestarme.
Quien cojones se creía que era para hablarme así? Y lo más importante, que motivo tenía para meterse entre mi presa y yo? Tras plantearme aquella pregunta la miré mejor de arriba abajo intentando obtener alguna pista sobre su identidad. –Vaya… creo que he encontrado un buen par de motivos… Me dije susurrando a mí mismo al llegar a cierto punto de su cuerpo. Segundos después, dejé de lado aquel peque… gran detalle. Cuando terminó de hablarme le contesté al mismo tiempo que envainaba a Bagami en su respectiva funda.
-Escúchame bien niñata, no necesitaba tu ayuda para matar a ese bicho. Así que deja de molestarme.
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Le salvo la vida y encima se lo toma mal, menuda gente. Detesto ese tipo de personas ¿Acaso no son capaces de agradecer algo? Tampoco pido que me veneren por ello, con un simple "gracias" me habría bastado, pero bueno, en este mundo no hay lugar para la educación. Guardé la katana, pero antes la limpié contra la hierba. Me crucé de brazos mirando como aquel chico no paraba de echarme en cara que le había quitado su presa. Novato... No sé quien le enseñó a luchar, pero debería haberlo hecho mejor.
-Ese bicho te habría derribado fácilmente de no ser por mí. - Sonreí. - Pero no hace falta que me lo agradezcas, no está vivo porque apareciese yo ni nada de eso. - dije remarcando un poco el sarcasmo. Me acerqué un poco hasta él. - Pareces enfadado ¿tu cara es así siempre? Deberías tomarte las cosas con más calma, solo es un mosquito - Me encogí de hombros. - De todas formas, si tantas ganas tienes de tener una presa ahí tienes tres, y vienen bastante furiosos.
Me senté al pie de un árbol esperando a ver que hacía el muchacho ¿huir quizás? Las alas de los mosquitos se podían oír desde varios metros y eran un tanto molestas. Los tres bichos eran del mismo tamaño que el anterior aunque parecían un poco más reforzados en cuanto a su coraza.
-¡Disfrútalos! Exclamé riendo, el espectáculo iba a merecer la pena.
-Ese bicho te habría derribado fácilmente de no ser por mí. - Sonreí. - Pero no hace falta que me lo agradezcas, no está vivo porque apareciese yo ni nada de eso. - dije remarcando un poco el sarcasmo. Me acerqué un poco hasta él. - Pareces enfadado ¿tu cara es así siempre? Deberías tomarte las cosas con más calma, solo es un mosquito - Me encogí de hombros. - De todas formas, si tantas ganas tienes de tener una presa ahí tienes tres, y vienen bastante furiosos.
Me senté al pie de un árbol esperando a ver que hacía el muchacho ¿huir quizás? Las alas de los mosquitos se podían oír desde varios metros y eran un tanto molestas. Los tres bichos eran del mismo tamaño que el anterior aunque parecían un poco más reforzados en cuanto a su coraza.
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Tras mis palabras ella guardó la espada con la cual había matado a aquel mosquito, no sin antes limpiar aquella viscosas sangre verde contra las plantas del lugar. Con los brazos cruzados, empezó a decirme cosas, como que debería estar agradecido por salvarme la vida y que no debería enfadarme por cosas como esas. Antes de acabar nuestra conversación la pelirroja dijo que iban a venir tres mosquitos más y que esta vez eran todos míos. Cumpliendo su palabra se apartó del medio y se sentó bajo un árbol esperando que la batalla empezara.
El sonido de sus alas moverse cada vez era más fuerte, a los pocos segundos pude verlos, tres grandes mosquitos, más o menos del mismo tamaño que el anterior pero estos parecían algo diferentes, su coraza… si, sin duda era más gruesa. –No hay problema, una espada para cada mosquito. Dije con una pícara sonrisa en mi rostro mientras desenfundaba a mis tres katanas. Al ver que sacaba mis armas y a su compañero muerto en el suelo, sus ojos… cambiaron de alguna forma, como si ahora rebosasen furia. Empezaron a aletear más deprisa y cargaron contra mí a una velocidad estrepitosa. Logré detener el aguijón del primero colocando las dos katanas de mis manos en cruz, aun así su fuerza era impresionante, no lograría aguantarlo mucho más. Tras unos segundos de esfuerzo liberé al mosquito, imitando los movimientos de un torero me puse de lado, dejando que pasara por mi lado sin que me tocara. El segundo aprovechó mi posición y clavó su aguijón en mi hombro, un gran dolor recorrió todo mi cuerpo. De golpe sentí como la sangre era extraída de mi hombro, así que aprovechando que tenía al mosquito clavado corté su aguijón con la espada de mi boca. Cuando separé esa parte de su cuerpo un potente chorro de sangre salió disparado hacía mí, cubriéndome completamente de mi propia sangre.
El insecto al que herí soltó un fuerte grito y de una forma increíblemente rápida se desplazó hacía atrás, apartándose de mí. Antes de que pudiera sacarme el aguijón del hombro los dos mosquitos que aún no había herido me atacaron, uno por la espalda y otro de cara. Mierda… ahora sí que estaba jodido. En el último instante me agaché, evitando así que sus aguijones me alcanzaran, pero un momento… ¿Qué era eso? El mosquito al que antes había cortado ahora venía a toda velocidad contra mí, y este ataque, en la posición en la que me encontraba sí que no lo podía esquivar. Su cabeza impactó de lleno contra mi pecho, llevándome hasta el árbol más cercano y haciéndome chocar contra este. El golpe que había recibido era muy grande y la sangre que había perdido a causa de la picadura anterior era mucha, joder, no podía moverme. Los dos mosquitos con aguijón venían hacía mi a toda prisa, con intenciones de empalarme contra el árbol. Segundos antes de que estos me alcanzaran miré a la chica sentada en el árbol y poniendo morritos de lado dije algo que preferiría no haber dicho. –Está bien... tú tenías razón…
El sonido de sus alas moverse cada vez era más fuerte, a los pocos segundos pude verlos, tres grandes mosquitos, más o menos del mismo tamaño que el anterior pero estos parecían algo diferentes, su coraza… si, sin duda era más gruesa. –No hay problema, una espada para cada mosquito. Dije con una pícara sonrisa en mi rostro mientras desenfundaba a mis tres katanas. Al ver que sacaba mis armas y a su compañero muerto en el suelo, sus ojos… cambiaron de alguna forma, como si ahora rebosasen furia. Empezaron a aletear más deprisa y cargaron contra mí a una velocidad estrepitosa. Logré detener el aguijón del primero colocando las dos katanas de mis manos en cruz, aun así su fuerza era impresionante, no lograría aguantarlo mucho más. Tras unos segundos de esfuerzo liberé al mosquito, imitando los movimientos de un torero me puse de lado, dejando que pasara por mi lado sin que me tocara. El segundo aprovechó mi posición y clavó su aguijón en mi hombro, un gran dolor recorrió todo mi cuerpo. De golpe sentí como la sangre era extraída de mi hombro, así que aprovechando que tenía al mosquito clavado corté su aguijón con la espada de mi boca. Cuando separé esa parte de su cuerpo un potente chorro de sangre salió disparado hacía mí, cubriéndome completamente de mi propia sangre.
El insecto al que herí soltó un fuerte grito y de una forma increíblemente rápida se desplazó hacía atrás, apartándose de mí. Antes de que pudiera sacarme el aguijón del hombro los dos mosquitos que aún no había herido me atacaron, uno por la espalda y otro de cara. Mierda… ahora sí que estaba jodido. En el último instante me agaché, evitando así que sus aguijones me alcanzaran, pero un momento… ¿Qué era eso? El mosquito al que antes había cortado ahora venía a toda velocidad contra mí, y este ataque, en la posición en la que me encontraba sí que no lo podía esquivar. Su cabeza impactó de lleno contra mi pecho, llevándome hasta el árbol más cercano y haciéndome chocar contra este. El golpe que había recibido era muy grande y la sangre que había perdido a causa de la picadura anterior era mucha, joder, no podía moverme. Los dos mosquitos con aguijón venían hacía mi a toda prisa, con intenciones de empalarme contra el árbol. Segundos antes de que estos me alcanzaran miré a la chica sentada en el árbol y poniendo morritos de lado dije algo que preferiría no haber dicho. –Está bien... tú tenías razón…
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