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El lago Miries, desde que era pequeña había oido hablar de el y simpre había querido venir. Decían que sus aguas eran milagrosas pues curaban cualquier mal de piel o físico, o al menos ayudaba a ello y yo necesitaba urgentemente recuperarme de la pelea que había tenido.
Mientras me relajaba en el agua sanadora empecé a recordar el día tan movidito que pase en Shellstown.
Sino hubiese venido ese hombre yo no estaría aqui ahora mismo, en parte me alegró que hubiesen matado a su hija pues gracias a eso fue a vengarse salvándome a mi, se que no debería, pero yo solo quería salir de ahí.
Cuando se me acabó el tiempo decidí ir a dar un paseo por el bosque que se situaba debajo del lago.
Había mucha gente por la zona, la mayoría familias que habían decidido ir de acampada y no pude evitar envidiarles, yo nunca pude hacer nada como eso.
Me recosté a la sombra de un árbol, agarré una rama que había por ahí y empecé a afilarla con mi daga, según me había enterado en esta isla había mucha vigilancia pues había una base de marines cerca, tendría que intentar pasar desapercibida pero, ya que estaba aquí, podia hacer un poco de turismo.
Termine de aflilar la ramita y la clavé en la tierra para después ponerme de pie y dirigirme a la cueva Gibles, no pensaba gastarme nada más en esta isla, las aguas termales ya habían sido muy caras, pero podía ir a disfrutar de las vistas.
Mientras iba caminando al tren, empecé a tener la extraña sensación de que alguien me seguía pero por más veces que mirase en todas direcciones, no vi a nadie. Intenté convencerme que era cosa de mi imaginación pero por mas que lo intentase, esa sensación no se iba.
Al final, llegué a la parada del tren corriendo, mis nervios habían ido aumentando a cada paso que daba y ahora ya ni sabía a donde quería ir, solo necesitaba que esa sensación se fuese. Respiraba forzosamente y estaba empezando a ver borroso, la gente a mi alrededor se apartaba asustada mientras que yo solo seguía moviendome de un lado a otro. Me estaba dando un ataque de pánico y no podía controlarlo.
Mientras me relajaba en el agua sanadora empecé a recordar el día tan movidito que pase en Shellstown.
Sino hubiese venido ese hombre yo no estaría aqui ahora mismo, en parte me alegró que hubiesen matado a su hija pues gracias a eso fue a vengarse salvándome a mi, se que no debería, pero yo solo quería salir de ahí.
Cuando se me acabó el tiempo decidí ir a dar un paseo por el bosque que se situaba debajo del lago.
Había mucha gente por la zona, la mayoría familias que habían decidido ir de acampada y no pude evitar envidiarles, yo nunca pude hacer nada como eso.
Me recosté a la sombra de un árbol, agarré una rama que había por ahí y empecé a afilarla con mi daga, según me había enterado en esta isla había mucha vigilancia pues había una base de marines cerca, tendría que intentar pasar desapercibida pero, ya que estaba aquí, podia hacer un poco de turismo.
Termine de aflilar la ramita y la clavé en la tierra para después ponerme de pie y dirigirme a la cueva Gibles, no pensaba gastarme nada más en esta isla, las aguas termales ya habían sido muy caras, pero podía ir a disfrutar de las vistas.
Mientras iba caminando al tren, empecé a tener la extraña sensación de que alguien me seguía pero por más veces que mirase en todas direcciones, no vi a nadie. Intenté convencerme que era cosa de mi imaginación pero por mas que lo intentase, esa sensación no se iba.
Al final, llegué a la parada del tren corriendo, mis nervios habían ido aumentando a cada paso que daba y ahora ya ni sabía a donde quería ir, solo necesitaba que esa sensación se fuese. Respiraba forzosamente y estaba empezando a ver borroso, la gente a mi alrededor se apartaba asustada mientras que yo solo seguía moviendome de un lado a otro. Me estaba dando un ataque de pánico y no podía controlarlo.
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Tras un día de los más relajante en las aguas termales del lago Miries junto a su nueva tripulación Inaga decidió que ya era hora de marcharse pues la presencia de los marines en esta zona era bastante fuerte y ya habían transcurrido varias horas desde su llegada. Sin montar mucho revuelo el anciano ordenó a sus hombres volver al Santuario y ponerlo en marcha, el sin embargo aun tenía una cosa que hacer. Esa mañana mientras meditaba en el lago había sentido la presencia de alguien interesante y quería comprobar de quien se trataba.
Separado de sus compañeros el capitán intentaba pasar desapercibido pues su cabeza tiene una recompensa de más de 100 millones de berries, vestido con sus andrajosas túnicas y apoyado en su bastón era capaz de hacer creer a los demás que no era más que un viejo monje. Tras un buen tiempo caminando el destino le llevó a una parada de tren abarrotada de gente, para pasar inadvertido el monje se sentó en el suelo, se bajó la capucha de la túnica y se puso a rezar varios mantras de la buena suerte.
Al cabo de unos pocos minutos y varias patrullas de marines que no le prestaron ni la más mínima atención una joven de pelo castaño claro y ojos azules con un deje de gris en ellos. Una cicatriz en su ojo le daba un aspecto algo exótico pues no era algo normal en una chica tan joven. Pero lo que más llamo la atención del anciano fue la expresión de pánico que mostraba su cara, activando su tercer ojo en busca de algún peligro no detectó nada más que las personas que allí se encontraba y un lobo joven a las afueras de la estación el cual al escuchar el ruido de las personas se disponía a volver al bosque.
Cuando se aseguró que no había ningún peligro acechando a la joven Inaga se dispuso a calmarla, sacó de su funda la flauta travesera y empezó a tocar una reconfortante melodía la cual esperaba pudiera tranquilizar a la chica. Al acabar la relajante pieza musical el anciano sonrió mostrando sus envejecidos y amarillentos dientes.
Separado de sus compañeros el capitán intentaba pasar desapercibido pues su cabeza tiene una recompensa de más de 100 millones de berries, vestido con sus andrajosas túnicas y apoyado en su bastón era capaz de hacer creer a los demás que no era más que un viejo monje. Tras un buen tiempo caminando el destino le llevó a una parada de tren abarrotada de gente, para pasar inadvertido el monje se sentó en el suelo, se bajó la capucha de la túnica y se puso a rezar varios mantras de la buena suerte.
Al cabo de unos pocos minutos y varias patrullas de marines que no le prestaron ni la más mínima atención una joven de pelo castaño claro y ojos azules con un deje de gris en ellos. Una cicatriz en su ojo le daba un aspecto algo exótico pues no era algo normal en una chica tan joven. Pero lo que más llamo la atención del anciano fue la expresión de pánico que mostraba su cara, activando su tercer ojo en busca de algún peligro no detectó nada más que las personas que allí se encontraba y un lobo joven a las afueras de la estación el cual al escuchar el ruido de las personas se disponía a volver al bosque.
Cuando se aseguró que no había ningún peligro acechando a la joven Inaga se dispuso a calmarla, sacó de su funda la flauta travesera y empezó a tocar una reconfortante melodía la cual esperaba pudiera tranquilizar a la chica. Al acabar la relajante pieza musical el anciano sonrió mostrando sus envejecidos y amarillentos dientes.
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Estaba sentada en el suelo, no sabía exactamente cuando me había caido pero tampoco me importaba. Mi visión casi se había nublado por completo cuando de pronto, escuché el sonido de una flauta.
No estaba sonando fuerte pero podia oirla perfectamente, como si me estuviera llamando, la melodia era muy tranquila y estaba logrando calmarme. Sentía una calidez extraña, me recordaba a la sensación de tomarse chocolate caliente en invierno, que me recorría todo el cuerpo y, sin darme cuenta, ya estaba bien.
Me levanté despacio mientras volvía a respirar con normalidad y busque el origen de la música. No pude sorprenderme más al ver que el autor de esa bella melodía había sido un anciano monje vestido con una túnica hecha jirones. Cuando me vio, me sonrió, parecía que se había dado cuenta de lo que me pasaba y había tocado la canción adrede para calmarme.
-Esto... muchas gracias por haber tocado esa canción tan relajante- le dije tímidamente mientras jugueteaba con mi anillo -Había entrado en un ataque de pánico y gracias a ella me he logrado calmar-
Realmente me estaba volviendo a poner nerviosa; no sabía muy bien porque, pero este anciano tenía algo que me intimidaba muchísimo, no sabía si era por su estatura ,pues aun estando sentado se podía ver que era muy alto, o por sus rasgados ojos verdes que brillaban con luz propia o por otra cosa que no podía explicar, pero había algo que me provocaba estar así.
No estaba sonando fuerte pero podia oirla perfectamente, como si me estuviera llamando, la melodia era muy tranquila y estaba logrando calmarme. Sentía una calidez extraña, me recordaba a la sensación de tomarse chocolate caliente en invierno, que me recorría todo el cuerpo y, sin darme cuenta, ya estaba bien.
Me levanté despacio mientras volvía a respirar con normalidad y busque el origen de la música. No pude sorprenderme más al ver que el autor de esa bella melodía había sido un anciano monje vestido con una túnica hecha jirones. Cuando me vio, me sonrió, parecía que se había dado cuenta de lo que me pasaba y había tocado la canción adrede para calmarme.
-Esto... muchas gracias por haber tocado esa canción tan relajante- le dije tímidamente mientras jugueteaba con mi anillo -Había entrado en un ataque de pánico y gracias a ella me he logrado calmar-
Realmente me estaba volviendo a poner nerviosa; no sabía muy bien porque, pero este anciano tenía algo que me intimidaba muchísimo, no sabía si era por su estatura ,pues aun estando sentado se podía ver que era muy alto, o por sus rasgados ojos verdes que brillaban con luz propia o por otra cosa que no podía explicar, pero había algo que me provocaba estar así.
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El efecto de la melodía había funcionando justo como el anciano había predicho pues la joven consiguió calmarse, estando ya más tranquila se dirigió hacia el monje y sin ningún rastro de prejuicios por su parte le dio las gracias con una voz un tanto tímida.
-Esto... muchas gracias por haber tocado esa canción tan relajante. Había entrado en un ataque de pánico y gracias a ella me he logrado calmar-
Una sonrisa inundó el rostro de Inaga al escuchar esas palabras, observo cómo esta jugueteaba con un anillo que poseía en la mano derecha revelando así que se empezaba a encontrar nerviosa. Con gran meticulosidad el monje introdujo la flauta travesera en su estuche limpiándola previamente con su raída túnica. Tras esto saco de su bolsa una pequeña vasija y dos tazas de té.
Relájate joven bebe un poco de té, no tienes nada que temer mientras yo esté cerca, cuéntame ¿qué te ha hecho estar así de nerviosa?
El anciano sirvió con dedicación las dos tazas y se bebió la suya de un buche, las tazas eran bastante austeras hechas de barro cocido pero la tetera era de oro y plata desentonando así con sus acompañantes. Durante la conversación el viejo estudiaba a la joven pues tenía algo que hacía mucho tiempo que no observaba en alguien tan joven.
Que malos modales los míos, mi nombre es Inaga un placer conocerte, cuéntame ¿qué te trae a esta isla?
-Esto... muchas gracias por haber tocado esa canción tan relajante. Había entrado en un ataque de pánico y gracias a ella me he logrado calmar-
Una sonrisa inundó el rostro de Inaga al escuchar esas palabras, observo cómo esta jugueteaba con un anillo que poseía en la mano derecha revelando así que se empezaba a encontrar nerviosa. Con gran meticulosidad el monje introdujo la flauta travesera en su estuche limpiándola previamente con su raída túnica. Tras esto saco de su bolsa una pequeña vasija y dos tazas de té.
Relájate joven bebe un poco de té, no tienes nada que temer mientras yo esté cerca, cuéntame ¿qué te ha hecho estar así de nerviosa?
El anciano sirvió con dedicación las dos tazas y se bebió la suya de un buche, las tazas eran bastante austeras hechas de barro cocido pero la tetera era de oro y plata desentonando así con sus acompañantes. Durante la conversación el viejo estudiaba a la joven pues tenía algo que hacía mucho tiempo que no observaba en alguien tan joven.
Que malos modales los míos, mi nombre es Inaga un placer conocerte, cuéntame ¿qué te trae a esta isla?
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El anciano pareció darse cuenta de mi nerviosismo pues, después de volver a guardar la flauta travesera, sacó dos tazas de té hechas de barro y una preciosa tetera de oro y plata y ,mientras me sonreía alegremente, me dijo
-Relájate joven bebe un poco de té, no tienes nada que temer mientras yo esté cerca, cuéntame ¿qué te ha hecho estar así de nerviosa?-
Al escuchar la oferta del monje, me senté a su lado y dejé de juguetear con el anillo, cuando terminó de servir las tazas, acepté la mía y pegué un pequeño sorvo. El té no me gustaba demasiado, las pocas veces que había tomado lo había encontrado demasiado amargo, pero este tenía algo diferente que hizo que lo disfrutara más.
-Seguramente le resulte algo extraño, pero no se porque me he agobiado así, simplemente tenía la extraña sensación de que debía salir corriendo de aquí, como si alguien me estuviese siguiendo y fuera a por mi- le contesté mientras mantenía la mirada en el suelo algo avergonzada- Había decididó ir a la cueva Gibles para disfrutar de las vistas pero, en el camino hacia el tren, me agobié y empecé a correr sin ningún tipo de destino- paré un segundo para tomar otro trago del té- Y después, sin darme cuenta, estaba tirada en el suelo como si estuviese loca... ha, a lo mejor es que si que estoy loca- añadí en un tono irónico.
Durante mi explicación, había notado como el anciano me había estado estudiando de arriba a abajo, lo que me resultó un poco incómodo al principio pero luego simplemente continué hablando. Cuando acabé de hablar, me apresuré en terminarme la taza de té tomandome de un solo trago lo que me faltaba para despues devolvérsela.
-Que malos modales los míos, mi nombre es Inaga un placer conocerte, cuéntame ¿qué te trae a esta isla?-
-El placer es mio. Mi nombre es Roora y había venido aquí para poder recuperar fuerzas en las aguas termales de la isla pues, según he oido, tienen fama de ser curativas- le contesté algo más animada- Hace poco me tendieron una trampa en Shellstown y casi no vuelvo para contarlo- rápidamente decido cambiar de tema pues, no quiero que me pregunte o podría denunciarme a la marina -¿y a usted que le trae por aquí?-
-Relájate joven bebe un poco de té, no tienes nada que temer mientras yo esté cerca, cuéntame ¿qué te ha hecho estar así de nerviosa?-
Al escuchar la oferta del monje, me senté a su lado y dejé de juguetear con el anillo, cuando terminó de servir las tazas, acepté la mía y pegué un pequeño sorvo. El té no me gustaba demasiado, las pocas veces que había tomado lo había encontrado demasiado amargo, pero este tenía algo diferente que hizo que lo disfrutara más.
-Seguramente le resulte algo extraño, pero no se porque me he agobiado así, simplemente tenía la extraña sensación de que debía salir corriendo de aquí, como si alguien me estuviese siguiendo y fuera a por mi- le contesté mientras mantenía la mirada en el suelo algo avergonzada- Había decididó ir a la cueva Gibles para disfrutar de las vistas pero, en el camino hacia el tren, me agobié y empecé a correr sin ningún tipo de destino- paré un segundo para tomar otro trago del té- Y después, sin darme cuenta, estaba tirada en el suelo como si estuviese loca... ha, a lo mejor es que si que estoy loca- añadí en un tono irónico.
Durante mi explicación, había notado como el anciano me había estado estudiando de arriba a abajo, lo que me resultó un poco incómodo al principio pero luego simplemente continué hablando. Cuando acabé de hablar, me apresuré en terminarme la taza de té tomandome de un solo trago lo que me faltaba para despues devolvérsela.
-Que malos modales los míos, mi nombre es Inaga un placer conocerte, cuéntame ¿qué te trae a esta isla?-
-El placer es mio. Mi nombre es Roora y había venido aquí para poder recuperar fuerzas en las aguas termales de la isla pues, según he oido, tienen fama de ser curativas- le contesté algo más animada- Hace poco me tendieron una trampa en Shellstown y casi no vuelvo para contarlo- rápidamente decido cambiar de tema pues, no quiero que me pregunte o podría denunciarme a la marina -¿y a usted que le trae por aquí?-
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Inaga escuchaba atentamente como la joven le relataba lo sucedido mientras se bebía la taza de té, al parecer se había agobiado mientras iba de camino a la cueva Gibles. Al parecer de alguna manera fue capaz de detectar al lobo que estaba en el bosque ¿es posible que sus destinos estuvieran entrelazados? Absorto en sus pensamientos lo último que escucho de ella fue decir que a lo mejor estaba loca.
Cuando se acabó el té de un sorbo la joven le devolvió la taza, la cual recogió el monje para después limpiarla con una tela que tenía en la bolsa del té. Cuando termino su propia tanza hizo lo mismo y volvió a prestarle atención a la joven.
Por fin le dijo su nombre Roora, al monje el nombre le resulto extraño pero no exento de belleza. Le comentó que el motivo de estar en esta isla era descansar en las aguas termales, pues hacia poco había recibido un ataque en Shellstown y necesitaba recuperarse. Rápidamente cambió de tema y le pregunto a él sus motivos, Inaga estaba seguro de que ocultaba algo pues ese cambio de tema tan brusco seguramente se debía a algún secreto que no estaba dispuesta a revelar. Sin insistir más en ese tema por ahora el anciano le respondió.
-Pues la verdad estoy en una peregrinación en busca de inspiración para mis canciones. Y de paso ayudar a los más necesitados, pero no te equivoques no soy un santo ni busco serlo. Cruzo los mares buscando aventuras para componer el mejor réquiem jamás escuchado.
Tras recitar parte de uno de los mantras en los que había estado repitiendo en los últimos días empezó a levantarse con cierta dificultad seguramente a causa de su edad, o eso quería hacerle creer.
-¿Te importaría ayudar a este humilde anciano a encontrar esas maravillosas aguas termales joven?-tenia la esperanza de que Roora le acompañara quería saber más de esta joven, evaluarla para ver si tenía lo que hacía falta para surcar los mares con él, no en vano el destino los había juntado a ellos también.
Cuando se acabó el té de un sorbo la joven le devolvió la taza, la cual recogió el monje para después limpiarla con una tela que tenía en la bolsa del té. Cuando termino su propia tanza hizo lo mismo y volvió a prestarle atención a la joven.
Por fin le dijo su nombre Roora, al monje el nombre le resulto extraño pero no exento de belleza. Le comentó que el motivo de estar en esta isla era descansar en las aguas termales, pues hacia poco había recibido un ataque en Shellstown y necesitaba recuperarse. Rápidamente cambió de tema y le pregunto a él sus motivos, Inaga estaba seguro de que ocultaba algo pues ese cambio de tema tan brusco seguramente se debía a algún secreto que no estaba dispuesta a revelar. Sin insistir más en ese tema por ahora el anciano le respondió.
-Pues la verdad estoy en una peregrinación en busca de inspiración para mis canciones. Y de paso ayudar a los más necesitados, pero no te equivoques no soy un santo ni busco serlo. Cruzo los mares buscando aventuras para componer el mejor réquiem jamás escuchado.
Soy la puerta que se cierra,
el no más temido,
un espectro de lo oprimido,
la esencia pura del amor
no correspondido.-
el no más temido,
un espectro de lo oprimido,
la esencia pura del amor
no correspondido.-
Tras recitar parte de uno de los mantras en los que había estado repitiendo en los últimos días empezó a levantarse con cierta dificultad seguramente a causa de su edad, o eso quería hacerle creer.
-¿Te importaría ayudar a este humilde anciano a encontrar esas maravillosas aguas termales joven?-tenia la esperanza de que Roora le acompañara quería saber más de esta joven, evaluarla para ver si tenía lo que hacía falta para surcar los mares con él, no en vano el destino los había juntado a ellos también.
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Tras escuchar las palabras de Inaga me quedé bastante sorprendida, no podía imaginar que un monje como el que parecía ser, estuviera navegando por el mar en busca de aventuras como inspiración para un requiem; esto último me entristeció un poco pues, un requiem es una canción en honor a un difunto y si quería que fuera el mejor, debía ser para una persona muy importante para el. Después de contarme esto, recitó unas frases que parecían una especie de cántico. No sabía exactamente que era lo que intentaba expresar con las palabras que estaba diciendo pero, por lo que pude entender, estaba hablando del paso del tiempo y de las cosas que ya no volverán. Mientras reflexionaba sobre esto, Inaga se intentó poner en pie y rápidamente le agarré del brazo para ayudarlo y evitar que se cayera pero, al cogerlo, noté que estaba realmente fuerte y le miré un tanto extrañada, decidí no darle mucha importancia pues viajar por el mar debía ser lo que lo mantenía en forma.
-¿Te importaría ayudar a este humilde anciano a encontrar esas maravillosas aguas termales joven?-
-Por supuesto, es lo menos que puedo hacer como agradecimiento por haberme calmado- le contesté con una sonrisa- No queda muy lejos de aquí, entre unos diez o quince minutos andando, si quiere puede apoyarse en mi para andar-
Esperé a que Inaga estuviera listo y nos dirigimos a la salida de la estación donde, en la puerta, habían dos marines charlando tranquilamente. Al verlos me puse un tanto nerviosa, no podía evitarlo. Sabía que era imposible que sospecharan de mi como pirata y no había hecho nada que pudiera delatarme, por ahora, pero no podía controlarlo, vez que veía un marine, vez que me ponía nerviosa. Intenté disimularlo lo mejor posible para que Inaga no se diera cuenta y decidí hablar de algo para dejar de pensar en ello.
-Las frases que has dicho antes, esas donde decías que eras la puerta que se cierra, ¿que son? me refiero ¿tienen un significado en concreto o es para que...- no pude terminar de hablar pues, al estar a pocos metros de los marines, estos se nos quedaron mirando mientras murmuraban cosas entre ellos. Era imposible que sospecharan de mi, me dije a mi misma, no había hecho nada con lo que pudieran definirme como pirata y tampoco podían haberme visto la daga porque la llevaba escondida así que, me forcé a calmarme y a seguir como si nada.
-¿...o es para que cada uno la interprete a su manera?- le conseguí preguntar finalmente bajo la atenta mirada de los marines a los cuales nos íbamos acercando lentamente en nuestro camino hacia la salida.
-¿Te importaría ayudar a este humilde anciano a encontrar esas maravillosas aguas termales joven?-
-Por supuesto, es lo menos que puedo hacer como agradecimiento por haberme calmado- le contesté con una sonrisa- No queda muy lejos de aquí, entre unos diez o quince minutos andando, si quiere puede apoyarse en mi para andar-
Esperé a que Inaga estuviera listo y nos dirigimos a la salida de la estación donde, en la puerta, habían dos marines charlando tranquilamente. Al verlos me puse un tanto nerviosa, no podía evitarlo. Sabía que era imposible que sospecharan de mi como pirata y no había hecho nada que pudiera delatarme, por ahora, pero no podía controlarlo, vez que veía un marine, vez que me ponía nerviosa. Intenté disimularlo lo mejor posible para que Inaga no se diera cuenta y decidí hablar de algo para dejar de pensar en ello.
-Las frases que has dicho antes, esas donde decías que eras la puerta que se cierra, ¿que son? me refiero ¿tienen un significado en concreto o es para que...- no pude terminar de hablar pues, al estar a pocos metros de los marines, estos se nos quedaron mirando mientras murmuraban cosas entre ellos. Era imposible que sospecharan de mi, me dije a mi misma, no había hecho nada con lo que pudieran definirme como pirata y tampoco podían haberme visto la daga porque la llevaba escondida así que, me forcé a calmarme y a seguir como si nada.
-¿...o es para que cada uno la interprete a su manera?- le conseguí preguntar finalmente bajo la atenta mirada de los marines a los cuales nos íbamos acercando lentamente en nuestro camino hacia la salida.
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No esperaba que la joven me tocará mientras me levantaba, si bien mi aspecto es el de un anciano mis músculos no tenían nada que envidiar a los de un joven de 20 años bien fornido y al tocarlos podía descubrir mi pequeño engaño. Tras no producirse ninguna reacción por su parte el anciano se apoyó en la joven en busca de las aguas termales, la cual se había ofrecido para acompañarlo.
En la puerta de la estación haciendo guardia había dos marines vigilantes, seguramente como prevención para evitar que algún desgraciado que hubiera bebido más de la cuenta armara un escándalo. Inaga observó como la joven volvía a ponerse nerviosa al pasar junto a ellos e intento relajarse dándole conversación, esta le pregunto qué significado tenían las palabras que antes había recitado, antes de responder dirigió una furtiva mirada hacia los marines y agudizo su oído para escuchar lo que estos decían.
-Ese viejo… me resulta familiar.-
-Lleva un par de semanas en la isla es un pobre viejo que desvaría, déjalo.-
-Lo dejare estar, pero te digo que esa cara ya la había visto antes.-
Y tanto que la as visto y mas que la veras en un futuro. Pensó para si mismo Inaga.
Cuando los dejamos atrás finalmente respondí a la joven.
-Esas palabras son un verso de un mantra, mi propio mantra en el que en vez de hablar yo habla mi alma, pero aun no lo eh acabado y dominado, pues es el comienzo para encontrar la paz interior. Puede que esto te sea ajeno pero en el universo existen fuerzas más allá de nuestro entendimiento yo les rindo culto a esas fuerzas en concreto a la muerte, la más fuerte de todas, al morir se libera esa energía la cual me inspira para crear mis réquiems. Pero no te confundas no mato sin una causa lógica no soy un sádico. Sé que estarás confundida y podrás pensar que estoy divagando pero mira en tu interior recuerda tu pasado y sabrás que lo que digo es verdad, tras toda perdida en tu vida te as hecho más fuerte.-
El monje hablaba con la joven como quien habla con su propia hija, sus palabras iban cargadas de sentimientos que reflejaban toda una vida entera de convicción, no quería que ella adoptara su culto ni nada parecido, simplemente que llegara a comprender que es lo que lo motivaba. Si bien también se podía apreciar un poco de miedo en sus palabras pues si la joven no era como el creía le dejaría y saldría corriendo.
Perdona por si antes no me presente como es debido, si bien mi nombre es Inaga Castamere y soy monje, también soy un pirata.
El anciano esperó a la reacción de la joven, si huía gritando tendría que salir de la isla cuanto antes, si no le acompañaría y le haría una grata proposición.
En la puerta de la estación haciendo guardia había dos marines vigilantes, seguramente como prevención para evitar que algún desgraciado que hubiera bebido más de la cuenta armara un escándalo. Inaga observó como la joven volvía a ponerse nerviosa al pasar junto a ellos e intento relajarse dándole conversación, esta le pregunto qué significado tenían las palabras que antes había recitado, antes de responder dirigió una furtiva mirada hacia los marines y agudizo su oído para escuchar lo que estos decían.
-Ese viejo… me resulta familiar.-
-Lleva un par de semanas en la isla es un pobre viejo que desvaría, déjalo.-
-Lo dejare estar, pero te digo que esa cara ya la había visto antes.-
Y tanto que la as visto y mas que la veras en un futuro. Pensó para si mismo Inaga.
Cuando los dejamos atrás finalmente respondí a la joven.
-Esas palabras son un verso de un mantra, mi propio mantra en el que en vez de hablar yo habla mi alma, pero aun no lo eh acabado y dominado, pues es el comienzo para encontrar la paz interior. Puede que esto te sea ajeno pero en el universo existen fuerzas más allá de nuestro entendimiento yo les rindo culto a esas fuerzas en concreto a la muerte, la más fuerte de todas, al morir se libera esa energía la cual me inspira para crear mis réquiems. Pero no te confundas no mato sin una causa lógica no soy un sádico. Sé que estarás confundida y podrás pensar que estoy divagando pero mira en tu interior recuerda tu pasado y sabrás que lo que digo es verdad, tras toda perdida en tu vida te as hecho más fuerte.-
El monje hablaba con la joven como quien habla con su propia hija, sus palabras iban cargadas de sentimientos que reflejaban toda una vida entera de convicción, no quería que ella adoptara su culto ni nada parecido, simplemente que llegara a comprender que es lo que lo motivaba. Si bien también se podía apreciar un poco de miedo en sus palabras pues si la joven no era como el creía le dejaría y saldría corriendo.
Perdona por si antes no me presente como es debido, si bien mi nombre es Inaga Castamere y soy monje, también soy un pirata.
El anciano esperó a la reacción de la joven, si huía gritando tendría que salir de la isla cuanto antes, si no le acompañaría y le haría una grata proposición.
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Al final pasamos por los marines y no nos dijeron nada, lo que fue todo un alivio. Tras dejarlos atrás Inaga me explicó que las frases que había dicho antes eran parte de su mantra y después me explico en que consistía un mantra. La verdad es que estaba un poco confundida pero más o menos había entendido lo que quería decir. Como si le hubiera leído la mente el monje añadió:
-Sé que estarás confundida y podrás pensar que estoy divagando pero mira en tu interior recuerda tu pasado y sabrás que lo que digo es verdad, tras toda perdida en tu vida te as hecho más fuerte.-
Tras escuchar estas palabras se me hizo un nudo en la garganta, sabía perfectamente que lo que decía era verdad pues, tras la muerte de mis padres me convertí en una persona completamente diferente a la que era en ese entonces. Me volví mas fuerte para poder superar su muerte y poder seguir adelante, aunque también había otros como yo que no pudieron con ello y se volvieron autómatas que simplemente dejaban pasar los días uno a uno, . Sonreí tristemente para después mirar a Inaga, para que su alma fuera la que hablara de ese tema, debía de haber tenido una vida mucho más dura y difícil que la mía.
-Perdona por si antes no me presente como es debido, si bien mi nombre es Inaga Castamere y soy monje, también soy un pirata.- dijo de pronto Inaga
Me quedé mirándolo con una mezcla de asombro y expectación, pero por alguna razón había algo que me decía que este hombre que tenía delante si que era un pirata
-¿Pirata?-dije sorprendida- ¿De verdad eres un pirata?- volví a preguntar algo incrédula y emocionada al mismo tiempo. Si realmente era un pirata como decía ser, pensaba acribillarlo a preguntas sobre sus viajes y experiencias, era la primera vez, desde que había salido de Derive, que me cruzaba con uno que no intentaba matarme y ,además, me había ayudado por lo que parecía que podía fiarme de el. Esperé ansiosa su respuesta pues quería confesarle que yo también lo era, bueno... lo empezaba a ser, y pedirle consejos para que me guiara en mi aventura.
-Sé que estarás confundida y podrás pensar que estoy divagando pero mira en tu interior recuerda tu pasado y sabrás que lo que digo es verdad, tras toda perdida en tu vida te as hecho más fuerte.-
Tras escuchar estas palabras se me hizo un nudo en la garganta, sabía perfectamente que lo que decía era verdad pues, tras la muerte de mis padres me convertí en una persona completamente diferente a la que era en ese entonces. Me volví mas fuerte para poder superar su muerte y poder seguir adelante, aunque también había otros como yo que no pudieron con ello y se volvieron autómatas que simplemente dejaban pasar los días uno a uno, . Sonreí tristemente para después mirar a Inaga, para que su alma fuera la que hablara de ese tema, debía de haber tenido una vida mucho más dura y difícil que la mía.
-Perdona por si antes no me presente como es debido, si bien mi nombre es Inaga Castamere y soy monje, también soy un pirata.- dijo de pronto Inaga
Me quedé mirándolo con una mezcla de asombro y expectación, pero por alguna razón había algo que me decía que este hombre que tenía delante si que era un pirata
-¿Pirata?-dije sorprendida- ¿De verdad eres un pirata?- volví a preguntar algo incrédula y emocionada al mismo tiempo. Si realmente era un pirata como decía ser, pensaba acribillarlo a preguntas sobre sus viajes y experiencias, era la primera vez, desde que había salido de Derive, que me cruzaba con uno que no intentaba matarme y ,además, me había ayudado por lo que parecía que podía fiarme de el. Esperé ansiosa su respuesta pues quería confesarle que yo también lo era, bueno... lo empezaba a ser, y pedirle consejos para que me guiara en mi aventura.
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Tras unos instantes en los que la joven indagaba en el interior de su alma, vio como en sus ojos crecía la convicción en las palabras del monje y cuando escuchó que era un pirata su cara se tornó desde la expectación al asombro. El monje soltó un pequeño suspiro de alivio al ver que la joven no salía corriendo tras la revelación de quien era el anciano realmente. Este hurgo en los bolsillos de su túnica y extrajo un par de carteles de “se busca” de la marina, en ellas se veían varios carteles de un hombre mayor y en cada una la recompensa por su cabeza era aun mayor, desde su primera hasta la última hasta la fecha con un valor de 115.000.000 de Berries.
La verdad es que tampoco llevo mucho como pirata pues toda mi vida la dediqué a mi orden la cual se encuentra en vías de extinción, hace apenas 4 años que me embarqué en el mar procedente de las islas del cielo. Por eso cuando pasamos por la entrada los guardias estaban hablando en susurros uno de ellos creía haberme reconocido pero el otro al ver mi aspecto lo hizo desistir.
El viejo ahora ya no se apoyaba en la joven caminaba completamente erguido demostrando sus casi dos metros de altura y fuerte complexión muscular. De su espalda brotaron dos maravillosas alas una blanca y la otra negra, cualquiera que lo hubiera visto hace unos minutos apenas sería capaz de reconocerlo pues desprendía una presencia majestuosa. Llevaban caminando unos 10 minutos por el bosque cuando el anciano detecto otra vez al lobo que anteriormente perseguía a la joven, este no debía de tener más de un año pues aun era algo pequeño. Al comprobar que este no les atacaría el anciano decidió hacer un descanso haber si conseguía que el animal se les acercase.
Y cuéntame de ti joven ¿cómo es que no has huido al saber que soy un pirata? Vamos a hacer un pequeño descanso creo que nos será más productivo que si seguimos adelante en estos momentos.
La verdad es que tampoco llevo mucho como pirata pues toda mi vida la dediqué a mi orden la cual se encuentra en vías de extinción, hace apenas 4 años que me embarqué en el mar procedente de las islas del cielo. Por eso cuando pasamos por la entrada los guardias estaban hablando en susurros uno de ellos creía haberme reconocido pero el otro al ver mi aspecto lo hizo desistir.
El viejo ahora ya no se apoyaba en la joven caminaba completamente erguido demostrando sus casi dos metros de altura y fuerte complexión muscular. De su espalda brotaron dos maravillosas alas una blanca y la otra negra, cualquiera que lo hubiera visto hace unos minutos apenas sería capaz de reconocerlo pues desprendía una presencia majestuosa. Llevaban caminando unos 10 minutos por el bosque cuando el anciano detecto otra vez al lobo que anteriormente perseguía a la joven, este no debía de tener más de un año pues aun era algo pequeño. Al comprobar que este no les atacaría el anciano decidió hacer un descanso haber si conseguía que el animal se les acercase.
Y cuéntame de ti joven ¿cómo es que no has huido al saber que soy un pirata? Vamos a hacer un pequeño descanso creo que nos será más productivo que si seguimos adelante en estos momentos.
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Para demostrar que lo que decía era verdad, Inaga me mostró unos carteles de "se busca" en los que se le podía reconocer perfectamente. Al comprobar que eran auténticos de la marina, me quedé realmente impresionada al ver el precio que tenía actualmente, 115.000.000 de Berries, no podía ni imaginarme lo que debía haber hecho para ganarse esa recompensa
-La verdad es que tampoco llevo mucho como pirata pues toda mi vida la dediqué a mi orden la cual se encuentra en vías de extinción, hace apenas 4 años que me embarqué en el mar procedente de las islas del cielo. Por eso cuando pasamos por la entrada los guardias estaban hablando en susurros uno de ellos creía haberme reconocido pero el otro al ver mi aspecto lo hizo desistir-
La verdad es que no me extrañaba, yo tampoco habría sospechado de él por la forma en la que se había estado comportando conmigo desde que nos habíamos encontrado, pero ahora que me había contado su secreto; ya no fingia.
Con una altura de unos dos metros de altura, caminaba completamente erguido intimidándome al darme cuenta de lo pequeña que era en comparación. De su espalda salieron dos preciosas alas, una negra y la otra blanca; en el colegio nos contaron que los que nacian en las islas del cielo las tenían por genética, por lo tanto, lo que me había dicho de que él venía de ahí era verdad.
Maravillada, no aparte la vista de la nueva apariencia de Inaga, estudiando cada cambio con detenimiento y sintiendo cada vez mas respeto hacia el.
-Tus alas son preciosas, te hacen parecer un ángel caido- dije sin pensar- bueno...no me refiero a... no pienses nada malo, es solo que... bueno da igual, lo siento si te he ofendido- dije mientras me inclinaba para pedirle disculpas.
No sabía porque le había dicho algo así, supongo que me había salido solo, esperaba que no se molestara. No volví a decir nada por miedo a fastidiarla otra vez por lo que simplemente me dedique a caminar a su lado hacía las fuentes cuando, de repente, volví a tener esa sensación de que había algo acechandome pero, al estar al lado de Inaga conseguí mantener la calma. El pirata Decidió parar para hacer un descanso y me pregunto como era que no había huido al escuchar que era un pirata.
-Es simple, yo también lo soy- le contesté con una de mis mejores sonrisas- bueno, tan solo llevo unos meses fuera en el mar y todavía no he hecho nada por lo que ganar una recompensa pero, se podría decir que estoy en ello- Hice una pequeña pausa para coger aire y calmarme pues, cada vez sentía que ese "algo" estaba más cerca- Por eso me alegré tanto al escuchar que tu también lo eras, si no es mucha molestia me gustaría que me contaras alguna historia de lo que has vivido o me dieras algun consejo para ir mejor en mi aventura -
-La verdad es que tampoco llevo mucho como pirata pues toda mi vida la dediqué a mi orden la cual se encuentra en vías de extinción, hace apenas 4 años que me embarqué en el mar procedente de las islas del cielo. Por eso cuando pasamos por la entrada los guardias estaban hablando en susurros uno de ellos creía haberme reconocido pero el otro al ver mi aspecto lo hizo desistir-
La verdad es que no me extrañaba, yo tampoco habría sospechado de él por la forma en la que se había estado comportando conmigo desde que nos habíamos encontrado, pero ahora que me había contado su secreto; ya no fingia.
Con una altura de unos dos metros de altura, caminaba completamente erguido intimidándome al darme cuenta de lo pequeña que era en comparación. De su espalda salieron dos preciosas alas, una negra y la otra blanca; en el colegio nos contaron que los que nacian en las islas del cielo las tenían por genética, por lo tanto, lo que me había dicho de que él venía de ahí era verdad.
Maravillada, no aparte la vista de la nueva apariencia de Inaga, estudiando cada cambio con detenimiento y sintiendo cada vez mas respeto hacia el.
-Tus alas son preciosas, te hacen parecer un ángel caido- dije sin pensar- bueno...no me refiero a... no pienses nada malo, es solo que... bueno da igual, lo siento si te he ofendido- dije mientras me inclinaba para pedirle disculpas.
No sabía porque le había dicho algo así, supongo que me había salido solo, esperaba que no se molestara. No volví a decir nada por miedo a fastidiarla otra vez por lo que simplemente me dedique a caminar a su lado hacía las fuentes cuando, de repente, volví a tener esa sensación de que había algo acechandome pero, al estar al lado de Inaga conseguí mantener la calma. El pirata Decidió parar para hacer un descanso y me pregunto como era que no había huido al escuchar que era un pirata.
-Es simple, yo también lo soy- le contesté con una de mis mejores sonrisas- bueno, tan solo llevo unos meses fuera en el mar y todavía no he hecho nada por lo que ganar una recompensa pero, se podría decir que estoy en ello- Hice una pequeña pausa para coger aire y calmarme pues, cada vez sentía que ese "algo" estaba más cerca- Por eso me alegré tanto al escuchar que tu también lo eras, si no es mucha molestia me gustaría que me contaras alguna historia de lo que has vivido o me dieras algun consejo para ir mejor en mi aventura -
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Inaga había acertado, al escuchar las palabras de la joven supo que el destino los había reunido allí en aquella isla, lejos de todos los peligros reales que nos esperarían en el nuevo mundo. La joven realizo un par de cumplidos a sus alas comparándolo a un ángel caído, tras lo cual se intentó disculpar con él.
No tienes nada por lo que pedir disculpas jovencita, técnicamente soy un habitante del cielo que ha caído de él por lo que soy lo más parecido a uno que nos encontraremos. Gracias por el cumplido pues no estoy acostumbrado a oírlos.
Siguieron descansando en el bosque mientras conversaban, a su alrededor la espesura de los arboles los escondían de posibles miradas indiscretas, al parecer ella tampoco llevaba mucho tiempo en el mar y no tenia recompensa pero el viejo sabia que dentro de ella se escondía algo de gran valor. Inaga le conto alguna de sus historias, que anteriormente había estado en otra tripulación las cual se había disuelto hace tres años, como había participado en las anteriores guerras y sus gestas en las islas del cielo, no todas claro, solo las mas superfluas para conseguir dejarla con las ganas de saber más.
El viejo no se había olvidado de la pequeña criatura que nos estaba siguiendo aunque realmente perseguía a la joven y tras unos minutos se le empezó a escuchar merodear por los alrededores, seguía una ruta circular acercándose cada vez más a ellos. Parecía estar solo pues no habia sido capaz de sentir a ningún miembro mas de su especie, seguramente fuera un animal destinado a ser una mascota en una casa y morirse de autocompasión, Inaga sacó de su funda la flauta travesera sin llegar a tocarla y se la paso a la joven.
¿Sabes tocar? La música calma a los animales y este pequeño nos ha estado siguiendo desde hace un buen rato, concretamente a ti desde la entrada a la estación de trenes. ¿Qué quieres hacer con él?
El anciano se encontraba completamente tranquilo sentado encima de un tocón de madera y sin ninguna reacción de miedo o inseguridad en su rostro, simplemente se reflejaba la curiosidad de cómo actuaria la joven frente al animal. ¿Lo mataría? ¿O lo dejaría vivir?
No tienes nada por lo que pedir disculpas jovencita, técnicamente soy un habitante del cielo que ha caído de él por lo que soy lo más parecido a uno que nos encontraremos. Gracias por el cumplido pues no estoy acostumbrado a oírlos.
Siguieron descansando en el bosque mientras conversaban, a su alrededor la espesura de los arboles los escondían de posibles miradas indiscretas, al parecer ella tampoco llevaba mucho tiempo en el mar y no tenia recompensa pero el viejo sabia que dentro de ella se escondía algo de gran valor. Inaga le conto alguna de sus historias, que anteriormente había estado en otra tripulación las cual se había disuelto hace tres años, como había participado en las anteriores guerras y sus gestas en las islas del cielo, no todas claro, solo las mas superfluas para conseguir dejarla con las ganas de saber más.
El viejo no se había olvidado de la pequeña criatura que nos estaba siguiendo aunque realmente perseguía a la joven y tras unos minutos se le empezó a escuchar merodear por los alrededores, seguía una ruta circular acercándose cada vez más a ellos. Parecía estar solo pues no habia sido capaz de sentir a ningún miembro mas de su especie, seguramente fuera un animal destinado a ser una mascota en una casa y morirse de autocompasión, Inaga sacó de su funda la flauta travesera sin llegar a tocarla y se la paso a la joven.
¿Sabes tocar? La música calma a los animales y este pequeño nos ha estado siguiendo desde hace un buen rato, concretamente a ti desde la entrada a la estación de trenes. ¿Qué quieres hacer con él?
El anciano se encontraba completamente tranquilo sentado encima de un tocón de madera y sin ninguna reacción de miedo o inseguridad en su rostro, simplemente se reflejaba la curiosidad de cómo actuaria la joven frente al animal. ¿Lo mataría? ¿O lo dejaría vivir?
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Al parecer, no le molestó lo del ángel caido; es más, parece que hasta le había gustado, lo que hizo que me relajara un poco.
Inaga me contó algunas de sus historias como le había pedido y, a cada una que escuchaba, me quedaba con mas ganas de escuchar otra. Me contó que había pertenecido a otra tripulación hace tres años y algunas de sus batallas, supongo que no me contó ni la mitad. Sí ser pirata era tan emocionante como lo hacía parecer, me alegraba todavía más el haber elegido ser yo también uno.
Durante la conversación, había empezado a escuchar los pasos de algo merodeando a nuestro alrededor hasta que al final parecía que nos rodeaba una y otra vez, pensaba que sólo eran imaginaciones mias como lo había sido la presencia en la estación que me perseguía; por lo que no le di importancia, pero al parecer no estaba equivocada. Sentado en el tronco cortado de un árbol, Inaga sacó la flauta travesera ,con la que me había calmado, de su funda y mientras me la daba me pregunto
-¿Sabes tocar? La música calma a los animales y este pequeño nos ha estado siguiendo desde hace un buen rato, concretamente a ti desde la entrada a la estación de trenes. ¿Qué quieres hacer con él?-
Extendí la mano y agarre la flauta delicadamente con miedo de romperla. La verdad es que mi madre tenía una escuela de música y, desde siempre, me había enseñado a tocar distintos instrumentos pero al final me había quedado con la guitarra que era mi favorito, junto con el violín y el piano, pero también me había enseñado a tocar canciones con la flauta, pero era una flauta dulce. Esperaba que no fuera muy diferente.
Probé a tocar algunas notas y me di cuenta que, más o menos, era una especie de mezcla entre el saxofón y la flauta y pude improvisar una simple melodía.
Como atraído por la música, de entre la maleza del bosque, salió un joven lobo, que debía ser el animal que nos había estado rodeando todo este tiempo. Deje la flauta a un lado y, lentamente me acerqué a gatas al animal, manteniendo mi mirada fija en la suya. Cuando estuve lo suficientemente cerca extendí la mano hacia el lobo pero sin llegar a tocarle y me esperé a ver la reacción del animal, ya que no quería asustarlo.
En ese momento no fui consciente pero, la sensación de que me estaba siguiendo alguien, había desaparecido por completo.
Inaga me contó algunas de sus historias como le había pedido y, a cada una que escuchaba, me quedaba con mas ganas de escuchar otra. Me contó que había pertenecido a otra tripulación hace tres años y algunas de sus batallas, supongo que no me contó ni la mitad. Sí ser pirata era tan emocionante como lo hacía parecer, me alegraba todavía más el haber elegido ser yo también uno.
Durante la conversación, había empezado a escuchar los pasos de algo merodeando a nuestro alrededor hasta que al final parecía que nos rodeaba una y otra vez, pensaba que sólo eran imaginaciones mias como lo había sido la presencia en la estación que me perseguía; por lo que no le di importancia, pero al parecer no estaba equivocada. Sentado en el tronco cortado de un árbol, Inaga sacó la flauta travesera ,con la que me había calmado, de su funda y mientras me la daba me pregunto
-¿Sabes tocar? La música calma a los animales y este pequeño nos ha estado siguiendo desde hace un buen rato, concretamente a ti desde la entrada a la estación de trenes. ¿Qué quieres hacer con él?-
Extendí la mano y agarre la flauta delicadamente con miedo de romperla. La verdad es que mi madre tenía una escuela de música y, desde siempre, me había enseñado a tocar distintos instrumentos pero al final me había quedado con la guitarra que era mi favorito, junto con el violín y el piano, pero también me había enseñado a tocar canciones con la flauta, pero era una flauta dulce. Esperaba que no fuera muy diferente.
Probé a tocar algunas notas y me di cuenta que, más o menos, era una especie de mezcla entre el saxofón y la flauta y pude improvisar una simple melodía.
Como atraído por la música, de entre la maleza del bosque, salió un joven lobo, que debía ser el animal que nos había estado rodeando todo este tiempo. Deje la flauta a un lado y, lentamente me acerqué a gatas al animal, manteniendo mi mirada fija en la suya. Cuando estuve lo suficientemente cerca extendí la mano hacia el lobo pero sin llegar a tocarle y me esperé a ver la reacción del animal, ya que no quería asustarlo.
En ese momento no fui consciente pero, la sensación de que me estaba siguiendo alguien, había desaparecido por completo.
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Inaga observó como la joven cogía su flauta travesera y empezaba a tocar para el animal, si bien su música no era muy sofisticada, si poseía ese sentimiento necesario para llegarte al alma. El lobo se relajaba a medida que la melodía llegaba a su punto álgido para finalmente acercarse a Roora cuando esta dejo de tocar. Cuando se fijó en el animal este tenía una gran sonrisa en el rostro y de forma juguetona se tumbó panza arriba para que esta le acariciara.
Vaya parece ser que le agradas, no soy capaz de sentir ninguna otra presencia por lo que seguramente estará solo. Es posible que lo hayan traído hasta aquí para estar en algún zoológico. O peor aun para ser una mascota domestica de algún niño noble, hasta que este se canse de él y lo abandone.
El monje terminó de guardar su flauta en su funda y en el momento que se disponía a levantarse, escuchó a lo lejos una explosión que provenía de la estación de trenes en la que habían estado hacia unos momentos. Una humareda se empezó a levantar provocando aun más caos entre los supervivientes de la explosión.
¡Pero qué demonios! Exclamo el viejo. -Rápido Roora vayamos a ver qué ha pasado.
Con gran presteza el monje se puso en marcha hacia la estación de trenes, esperaba que su nueva acompañante le siguiera pues si como sospechaba se tratara de un ataque es posible que necesitara de su ayuda. A lo lejos se empezaron a escuchar disparos y aun más gritos. Como era esto posible se preguntó el viejo, hacia apenas diez minutos que habían abandonado la estación y no había sido capaz de notar ningún peligro.
Vaya parece ser que le agradas, no soy capaz de sentir ninguna otra presencia por lo que seguramente estará solo. Es posible que lo hayan traído hasta aquí para estar en algún zoológico. O peor aun para ser una mascota domestica de algún niño noble, hasta que este se canse de él y lo abandone.
El monje terminó de guardar su flauta en su funda y en el momento que se disponía a levantarse, escuchó a lo lejos una explosión que provenía de la estación de trenes en la que habían estado hacia unos momentos. Una humareda se empezó a levantar provocando aun más caos entre los supervivientes de la explosión.
¡Pero qué demonios! Exclamo el viejo. -Rápido Roora vayamos a ver qué ha pasado.
Con gran presteza el monje se puso en marcha hacia la estación de trenes, esperaba que su nueva acompañante le siguiera pues si como sospechaba se tratara de un ataque es posible que necesitara de su ayuda. A lo lejos se empezaron a escuchar disparos y aun más gritos. Como era esto posible se preguntó el viejo, hacia apenas diez minutos que habían abandonado la estación y no había sido capaz de notar ningún peligro.
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El joven lobo se tumbó para que le rascara la tripa y yo, rápidamente, hice lo que me pedía. Mientras le acariciaba, Inaga me dijo que debía estar solo, pues no detectaba ninguna otra presencia y que seguramente sería comprado por algun noble rico de la isla.
Me quedé mirando al lobo que no dejaba de moverse para que no dejara de acariciarlo y no pude evitar sonreir, parecía tan feliz.
-Amigo, ¿con que tu también estas solo como yo eh?- le dije al animal con voz tierna- ¿Querrías venir a hacerme compañia?¿Que me dices?
No se si me entendió o no, pero parecía gustarle la idea pues se me quedó mirando a los ojos, como esperando que le dijera donde nos íbamos a ir.
De pronto, se escuchó una explosión que provenía de la estación de trenes en la que habíamos estado antes.
-¡Pero qué demonios! rápido Roora vayamos a ver qué ha pasado-Me gritó Inaga mientras empezaba a correr hacia la estación.
Sin pensarmelo un segundo, me levante de un salto y me puse a correr a su lado, junto con el lobo que nos había empezado a seguir. El cielo estaba tapado por la gran columna de humo que había levantado la explosión. Cuanto más nos acercábamos, más se podían escuchar los gritos de los supervivientes, pero lo más preocupante era el sonido de disparos que se estaba empezando a oir.
En pocos minutos llegamos a la entrada, bueno, lo que quedaba de ella pues los muros se habían derrumbado. La gente salía corriendo de la estación empujándose entre ellos para ser los primeros en escapar sin importarles la vida del resto.
-¡Espera a que volvamos, no te muevas de aquí!- le grite al lobo para que me escuchara por encima de los gritos, no creia que me hubiese entendido pero tenía que intentarlo, era demasiado peligroso para el estar en un sitió así.
Me hice paso como pude contra la muchedumbre, para lograr entrar dentro, y así poder averiguar lo que estaba pasando. El humo no dejaba ni ver ni respirar bien por lo que cogí el pañuelo que llevaba al cuello y lo use a modo de filtro para repirar la menor cantidad de humo posible, con los ojos no podía hacer nada pero tampoco sabía si quería ver lo que estaba esuchando.
Los gritos de angustia y los llantos de las personas que se habían quedado atrapadas bajo los escombros resonaban por toda la estación e instintivamente quise ir a ayudarlos. Me paré un momento para buscar a Inaga pero entre la gente que había salido en avalancha, nos habíamos debido de separar y, ahora con el humo no podía ver nada que no estuviera a dos palmos de mi. "Bueno no pasa nada, seguramente esta bien, luego le buscaré" me dije a mi misma mientras seguía con mi búsqueda de supervivientes.
Pero no había dado ni diez pasos cuando, de pronto, escuché un disparo a lo lejos y a los pocos segundos un dolor inmenso me recorrió todo el cuerpo, sin pensarlo, me lancé al suelo para evitar que me volvieran a dar mientras me mordia el labio y apretaba los puños para no gritar. La bala me había rozado el hombro izquierdo.
-Bueno, bueno, ¿pero qué tenemos aquí?- escuché a una voz masculina en la misma dirección de la que había venido el disparo -Otra persona que se quiere interponer en nuestros planes, ¿que no veis que no podeis hacer nada?- no entendía a quien se estaba refiriendo, ¿habían otras personas aparte de mi? -Teneis dos opciones; o os marchais de aquí... o os dejais matar; tic, tac, tic, tac, decidios rápido- La voz cada vez se escuchaba más cerca pero no sabía por donde venía, por lo que moverme del sitio donde estaba escondida podía ponerme en una situación peor -Se acabó el tiempo, elijo yo... despedios de este mundo- La carcajada que soltó después me heló los huesos, este tipo estaba loco y además, quería matarme.
Me quedé mirando al lobo que no dejaba de moverse para que no dejara de acariciarlo y no pude evitar sonreir, parecía tan feliz.
-Amigo, ¿con que tu también estas solo como yo eh?- le dije al animal con voz tierna- ¿Querrías venir a hacerme compañia?¿Que me dices?
No se si me entendió o no, pero parecía gustarle la idea pues se me quedó mirando a los ojos, como esperando que le dijera donde nos íbamos a ir.
De pronto, se escuchó una explosión que provenía de la estación de trenes en la que habíamos estado antes.
-¡Pero qué demonios! rápido Roora vayamos a ver qué ha pasado-Me gritó Inaga mientras empezaba a correr hacia la estación.
Sin pensarmelo un segundo, me levante de un salto y me puse a correr a su lado, junto con el lobo que nos había empezado a seguir. El cielo estaba tapado por la gran columna de humo que había levantado la explosión. Cuanto más nos acercábamos, más se podían escuchar los gritos de los supervivientes, pero lo más preocupante era el sonido de disparos que se estaba empezando a oir.
En pocos minutos llegamos a la entrada, bueno, lo que quedaba de ella pues los muros se habían derrumbado. La gente salía corriendo de la estación empujándose entre ellos para ser los primeros en escapar sin importarles la vida del resto.
-¡Espera a que volvamos, no te muevas de aquí!- le grite al lobo para que me escuchara por encima de los gritos, no creia que me hubiese entendido pero tenía que intentarlo, era demasiado peligroso para el estar en un sitió así.
Me hice paso como pude contra la muchedumbre, para lograr entrar dentro, y así poder averiguar lo que estaba pasando. El humo no dejaba ni ver ni respirar bien por lo que cogí el pañuelo que llevaba al cuello y lo use a modo de filtro para repirar la menor cantidad de humo posible, con los ojos no podía hacer nada pero tampoco sabía si quería ver lo que estaba esuchando.
Los gritos de angustia y los llantos de las personas que se habían quedado atrapadas bajo los escombros resonaban por toda la estación e instintivamente quise ir a ayudarlos. Me paré un momento para buscar a Inaga pero entre la gente que había salido en avalancha, nos habíamos debido de separar y, ahora con el humo no podía ver nada que no estuviera a dos palmos de mi. "Bueno no pasa nada, seguramente esta bien, luego le buscaré" me dije a mi misma mientras seguía con mi búsqueda de supervivientes.
Pero no había dado ni diez pasos cuando, de pronto, escuché un disparo a lo lejos y a los pocos segundos un dolor inmenso me recorrió todo el cuerpo, sin pensarlo, me lancé al suelo para evitar que me volvieran a dar mientras me mordia el labio y apretaba los puños para no gritar. La bala me había rozado el hombro izquierdo.
-Bueno, bueno, ¿pero qué tenemos aquí?- escuché a una voz masculina en la misma dirección de la que había venido el disparo -Otra persona que se quiere interponer en nuestros planes, ¿que no veis que no podeis hacer nada?- no entendía a quien se estaba refiriendo, ¿habían otras personas aparte de mi? -Teneis dos opciones; o os marchais de aquí... o os dejais matar; tic, tac, tic, tac, decidios rápido- La voz cada vez se escuchaba más cerca pero no sabía por donde venía, por lo que moverme del sitio donde estaba escondida podía ponerme en una situación peor -Se acabó el tiempo, elijo yo... despedios de este mundo- La carcajada que soltó después me heló los huesos, este tipo estaba loco y además, quería matarme.
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El caos se hizo dueño de la situación, el humo y el polvo en suspensión se propagaban llegando a todos los rincones de la ahora semiderruida estación. Los gritos de dolor que proferían los heridos se escuchaban por encima de los disparos que seguían causando bajas entre los desdichados ciudadanos.
Entre el humo el anciano no era capaz de detectar a los causantes del alboroto, por lo que con su tercer ojo se centro en localizar a todas las personas que se encontraran en el lugar. Una a una fue capaz de sentir las presencias tanto de Roora como la del lobo, pero lo que más llamó su atención fueron las presencias de 50 personas que se movían en grupo hacia la joven.
Tras escuchar más disparos Inaga decidió que era el momento de hacer desaparecer todo este humo y empezó a girar cada vez más rápido. Se encontraba volando encima de la estación creando un remolino con su cuerpo, el cual dispersó todo el humo del lugar y lo que vio no se lo esperaba. Su acompañante estaba tirada en el suelo delante de los piratas que habían atacado el lugar con una bala en el brazo.
En ese instante el capitán enemigo habló dirigiéndose a los presentes.- Bueno, bueno. ¿Pero que tenemos aquí? Otra persona que se quiere interponer en nuestros planes,¿ que no veis que no pueden hacer nada?- desde su posición Inaga vio que se refería a los marines, pero al haber disipado el humo estaba seguro que también iría por él. –tenéis dos opciones; o os marcháis de aquí u os dejáis matar. Los marines se encontraba sobrepasados por la situación por lo que sacando de su bolsillo un Den Den Mushi, Inaga llamó al resto de su tripulación.
–Don sancho, ¿me recibes?
-Alto y claro mi capitán.
-Manda a todos los hombres a la estación de trenes y prepara el Santuari.0 para salir de la isla a mi señal.
-Entendido capitán.
El anciano dispuesto a que el pirata enemigo no causase más sufrimiento decidió bajar y hacerle frente. Descendió en medio de una espiral de humo mientras su cuerpo pasaba del estado gaseoso al solido. Sus alas sobresalían por su espalda de una manera majestuosa y en sus manos portaba su bastón de monje. Su rostro mostraba una mirada severa, como la que pone un padre cuando regaña a su hijo.
¿Pero qué demonios piensas que estás haciendo aquí? ¿Quién te crees que eres?
Entre el humo el anciano no era capaz de detectar a los causantes del alboroto, por lo que con su tercer ojo se centro en localizar a todas las personas que se encontraran en el lugar. Una a una fue capaz de sentir las presencias tanto de Roora como la del lobo, pero lo que más llamó su atención fueron las presencias de 50 personas que se movían en grupo hacia la joven.
Tras escuchar más disparos Inaga decidió que era el momento de hacer desaparecer todo este humo y empezó a girar cada vez más rápido. Se encontraba volando encima de la estación creando un remolino con su cuerpo, el cual dispersó todo el humo del lugar y lo que vio no se lo esperaba. Su acompañante estaba tirada en el suelo delante de los piratas que habían atacado el lugar con una bala en el brazo.
En ese instante el capitán enemigo habló dirigiéndose a los presentes.- Bueno, bueno. ¿Pero que tenemos aquí? Otra persona que se quiere interponer en nuestros planes,¿ que no veis que no pueden hacer nada?- desde su posición Inaga vio que se refería a los marines, pero al haber disipado el humo estaba seguro que también iría por él. –tenéis dos opciones; o os marcháis de aquí u os dejáis matar. Los marines se encontraba sobrepasados por la situación por lo que sacando de su bolsillo un Den Den Mushi, Inaga llamó al resto de su tripulación.
–Don sancho, ¿me recibes?
-Alto y claro mi capitán.
-Manda a todos los hombres a la estación de trenes y prepara el Santuari.0 para salir de la isla a mi señal.
-Entendido capitán.
El anciano dispuesto a que el pirata enemigo no causase más sufrimiento decidió bajar y hacerle frente. Descendió en medio de una espiral de humo mientras su cuerpo pasaba del estado gaseoso al solido. Sus alas sobresalían por su espalda de una manera majestuosa y en sus manos portaba su bastón de monje. Su rostro mostraba una mirada severa, como la que pone un padre cuando regaña a su hijo.
¿Pero qué demonios piensas que estás haciendo aquí? ¿Quién te crees que eres?
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