Dark Cock [Privado, +18]

Hay ocasiones en las que uno debe hacer cosas que no terminan de convencerle. Tras visitar Ennies Lobby y Marineford, mucha gente podría pensar que uno encontraría cierta tranquilidad en el archipilélago Sabaody, pero ahí fue donde sucedió todo.

Me toco la nuca, incómodo, y siento palpitar la herida. Soy resistente, pero ni tanto como antes ni ahora tampoco fuerte. Solo tengo una oportunidad y en un segundo, en un solo segundo, todo puede acabar. Da igual si vuelvo a ser tan fuerte como antes, porque un poco de mala suerte significa mi fin. Y aún no estoy preparado para pisar los manglares.

Sin embargo lo hago. De forma mecánica y resistiendo la tentación de retroceder, pero lo hago. Avanzo por entre ellos como si los conociera desde niño, pero solo es la misma ruta que recorrí la última vez, la ruta que debí seguir hasta el Bar de Shaggy, un tipo encantador que fuma algo más que tabaco y cree que habla con su dogo disecado. Yo también lo haría si me sintiera solo, así que en cierto modo lo entiendo. Sin embargo, él tiene conversaciones profundas con él y hasta lo viste de muchas formas distintas. Hoy, de jugador de fútbol. Y yo no sé si estaré listo para hacerlo.

Pero, de nuevo, lo hago.

Entro al local, y con una sonrisa de oreja a oreja, como si nada hubiera pasado, me siento a la barra para decirle al tipo más cercano cómo me hice la cicatriz más cercana. Cuanta más gente lo sepa, más lejos llegará la leyenda del Basilisco de Thesalia.

- Ey, Shaggy. Una pinta para mí y otra para mi admirador -digo, tocándole el hombro al tipo de mi lado-. Soy Claude, mejor espada del mundo y hombre de tus sueños. ¿Quieres saber cómo escapé de la jungla thesaliana con vida?

La última vez que estuvo por aquí pasaron cosas malas, cosas de las cuales se arrepentía y no quería ni recordar. Como tirar un edificio encima a un tenryuubito, ayudar a los de la banda de Katharina a escapar en la carrera... Pero ahí estaba, casi intentando aprender de los errores que cometió mientras andaba amnésico. Se distraía de vez en cuando con las burbujas que flotaban y se veía a él mismo reflejado en ellas. Recordó más cosas: cómo conoció a su amiga Astartea, cómo le dejó tirado el hijo de la gran puta del tal Yuu en la carrera, cómo casi le corta un brazo a Inosuke... Eran experiencias que, aunque no había afrontado con su propio juicio, por lo menos sabía cómo no volver a cagarla.

En una de sus visitas anteriores al archipiélago se llegó a informar de una taberna en la que hacían un licor de la hostia. A lo mejor algo de licor abriría sus dudas y le harían entrar en una introspección más profunda, por lo que se dirigió hacia el lugar y entró de forma modesta. Logró girar cabezas hacia él y no tardaron en empezar los susurros. De hecho, toda la gente le había concedido varios segundos de silencio. Se sentó al lado de un tipo pelirrojo, no por casualidad, si no porque tenía una melena de la hostia. Y él también tenía una así, por lo que a lo mejor hasta podían tomar el famoso licor juntos.

Una vez habló, le escuchó y soltó una sonora carcajada. Le agradaba la gente de esa forma, siempre y cuando lo mantuviesen en la línea del humor. Lo del admirador era una de sus frases cuando era señor de la caza, ¿así que por qué no seguirle la broma?

―¿Cómo escapaste de la jungla thesaliana con vida, Claude? ―le preguntó mientras recibía agradecido la pinta―. Yo soy Dark E. Satou. Y espero no ser el hombre de tus sueños, porque lamentablemente, soy heterosexual y me partiría el corazón rompértelo a ti. ¿Qué melenaza, no?

Nadie contestó o dijo nada. Parecían tenerle bastante respeto, por lo que no comentar era una forma válida de tranquilidad para él. No deseaba destacar tanto, no por lo menos ahora. Le conocían en la isla como el gilipollas que le había tirado un edificio encima a un tenryubito, y como no quería que se pasase un almirante a saludar, prefería mantener el perfil bajo que tanto deseaba.

Está de coña. ¿Dark Satou? ¿El legendario vicealmirante? ¿El liberador de Jaya, que había logrado pacificar temporalmente la isla? Lo siento mucho pero no puedo creerlo; qué puto fantasma. Estoy acostumbrado a gente que no me toma en serio, pero encontrarme con el hombre que fue mi inspiración mientras asistía a la academia... No, es imposible, desapareció sin dejar rastro. De todos modos, es como extremadamente joven, y el vicealmirante Satou es un cuarentón. Cincuentón, tras tanto tiempo, o sesentón incluso. Podría esperar de él que tuviera barba blanca, cicatrices... ¡Pero es que parece mi hermano pequeño!

- Tranquilo por mi corazón, mientras no me rompas el culo yo soy feliz -respondo, todavía sonriente. Sea Dark Satou o no, lo mínimo que puedo hacer es tener un mínimo trato de respeto con él porque, aunque es imposible que sea Dark Satou, ya una vez se presentó a un torneo travestido. Si puede hacer eso, igual puede rejuvenecer también. Y si no me está vacilando, es que quiere saber mi historia.

Espera un momento. ¡Dark Satou quiere conocer mi historia! Asumiendo que sea él, claro, porque es imposible, ¿pero y si lo fuera? No cabría en mí de gozo, es más, tal vez sí que me partiese el corazón. Es que joder, es Dark Satou. O un puto fantasma. De momento vamos a ser educados, pero a mantener la cabeza fría. Aún puede ser un imbécil riéndose de mí, y si lo hace va a tener problemas.

- Pues verás, Dark. -fuerzo su nombre, mirándolo fijamente mientras tanto-. Yo antes también era marine, y hace como seis años, me encomendaron a la flota del capitán Barrett Brigg...

Cuento toda la historia, con pelos y señales. La real, sin exagerar nada en absoluto. Cómo encontré mi fruta del diablo, cómo debí enfrentar a tres hombres con una lanza tras perder a mis compañeros... La historia ya es bastante espectacular por sí sola, y no tiene sentido intentar engañarlo si es él... Ojalá que lo sea, ojalá que lo sea. Oh, por favor, espero que no se pueda ver la emoción en mi cara, pero ojalá que lo sea.

- Y por eso en Thesalia me llamaron El Basilisco -finalizo. Es un apodo que me he ganado a pulso, aunque tienda a enfatizar mi grandiosidad un poco cuando se la cuento a la gente. Pero si es él... Se merece la verdad sin florituras.

Parecía al principio algo confuso, casi sin creerse que era él por forzar y arrastrar sus palabras. Tampoco le interesaba demasiado predicar que era Dark Satou, vamos. Si no se lo creía no sería algo que le quitaría el sueño: él venía aquí a ser uno con el licor. Pero conforme continuaba hablando, empezó a coger carrerilla y a hablar sobre si mismo. Parecía tan entusiasmado que, lo que empezó como un simple cuéntame tu historia acabó en algo más.

Había pasado... ¿una hora? ¿Hora y media? Él seguía ahí, escuchándolo atentamente con una pequeña sonrisa. Había aprendido historias más aburridas, la verdad, pero la comentaba con tanto júbilo que incluso le había acabado dando gancho. Una vez finalizó elevó las manos y le dedicó un aplauso, levantándose del sitio e influyendo su voz con los poderes de su fruta.

―¡Todos menos Claude, un aplauso por su historia! ―Gritó.

Y todos empezaron a aplaudir, obviamente. Unos cuantos se resignaron pero bastó una sutil mirada para que empezasen a hacerlo. ¿Realmente era un pollo? Más frutas raras había visto, la verdad. Pero con el entrenamiento adecuado hasta un pollo podía superar a un dragón. O bueno, no el dragón del cual resonaba su nombre por todos los mares. No, Zuko no, Dexter. Una vez dejaron de aplaudir volvió a sentarse y elevó la jarra hacia arriba. Había sido completamente transparente y honesto con él, por lo que él iba también a serlo.

―Impresionante, Claude. Hacía tiempo que no me contaban una historia tan buena ―le comentó mientras acariciaba su barbilla―. Por como lo has contado y que han acabado dándote por muerto... Hasta nos parecemos. Yo también desaparecí, pero es que verás, tras perder el torneo contra Leon...

Empezó a contarle todo, desde su envejecimiento prematuro hasta el rejuvenecimiento, la pérdida de la pika pika no mi, la ruptura con Kazumi, el rejuvenecimiento, la amnesia... Y bueno, su memoria y la oni oni no mi. Prefirió apartar de lado el dato de que Kiseki había muerto a manos de Rayne para no volver triste la conversación. No lo había explicado de forma tan literal como él, pero había hecho mi intento. Solté humo hacia el techo para no darle a él en la cara y apagué el cigarro en un cenicero que tenía más de setenta colillas. Y todas mías.

―...y así fue como recuperé la memoria. ¿Qué te parece? ¿Qué quieres hacer para celebrar que ahora nos conocemos? Porque yo me sé de una cosa: emborracharnos. O entrenar, lo que prefieras. Ligar no me va por lo que te he contado de ser viudo y tal.

Le dejaría elegir, ¿por qué no? Le había caído bien. Y no por casi ser un fan de él, sino que en cierta parte le recordaba a cuando era más joven.

Tal vez no he explicado correctamente esa última parte, pero claro, no suele ser la más fácil. Yo al final volví a un cuartel de la Marina, me puse en contacto con mi familia y pude pedir el traslado a uno de los cuarteles del Paraíso, donde mi leyenda se fue haciendo cada vez más y más grande. Al menos, mientras no ocurrió el accidente.

Él se alegra de que le haya contado mi historia, y me regala una tan increíble que, aun si es inventada en su mayor parte, que no creo, resulta espectacular. Sobre todo eso de envejecer y rejuvenecer, cambiar de fruta, hacerse enormemente poderoso... Yo algún día tal vez encuentre una fruta más poderosa que la mía, pero en ese momento sé lo que haré: la tiraré al mar. Al fin y al cabo, no puedo llegar a ser la persona más poderosa de este mundo si no me enfrento a poderes superiores a los míos. Si me rindiese a un mayor poder no sería un basilisco, tan solo un triste capón.

- Es una historia increíble, Dark, de veras. -Asiento con admiración, totalmente ojiplático-. Podemos entrenar, sin ningún problema. ¿Qué quieres aprender?

Va más o menos en broma. Creo que solo hay dos o tres personas a las que seguramente no les pueda enseñar nada, y él es una de ellas. De hecho, seguramente me pueda enseñar un montón. Por lo menos si de verdad es Dark, lo cual, dado su conocimiento de la Marina por dentro, parece ser cierto.

Vaya, él también se paró a escuchar. Era un chaval de lo más agradable y estaba seguro que allá donde fuese solo haría amigos. Joder, encima tenía una melenaza. ¿Quién no querría ser amigo de Claude?

―¿Que qué quiero aprender? ―empezó a reír a carcajada limpia―. Siempre se puede aprender algo de los demás, eso estoy seguro. Pero creo que es tu turno de aprender, no el mío ―cerró los ojos y dejó fluir su voluntad a través de todo el bar.

Quedaron solo los dos. Los otros, lógicamente, estaban en el suelo. Se levantó del sitio y empezó a mover la gente inconsciente de un lado para otro, apilándolos en un solo lugar. Después movió las mesas y dejó todo el local vacío, para poder entrenar ahí. Era un buen lugar para probar lo que quería: ver si era hábil con el mantra. O por lo menos, si había despertado ese tipo de haki. No quería sonar borde, pero realmente le quedaba mucho por aprender. Pero esa llama que tenía, esa motivación por contar su historia a grito pelado... Sería su camino a recorrer. Estaba muy seguro que necesitaba un pequeño empujoncito y él sería el que se lo daría.

Le entristecía a veces pensar que había pasado de codearse con los más fuertes a ser un simple instructor, pero su época ya había pasado. Agarró uno de los inconscientes con facilidad y se lo lanzó. Si lo esquivaba, sin problema: le estaba lanzando ahí otro tío. ¿Que lograba escabullirse de dos? El tercero iba en camino. Ya estaba acostumbrado a pegarle a Galhard, ¿por qué no pegarle a Claude? Así podría añadir en sus historias: sobreviví a Dark E. Satou.

―Es hora de que lleves más allá tu predicción, Claude ―le dijo en voz alta mientras preparaba otra tanda de gente inconsciente―. Escucha la voz, siente lo que te rodea y anticípate al resultado.

Vale, su plan parece que es enseñarme, aunque no tengo muy claro cómo pretende hacerlo. Ha dejado inconsciente a toda la taberna del pobre Shaggy, y diría que incluso el pobre dogo está desmayado, a pesar de ser una estatua. Sí que es poderosa la fruta de demonio, ¿no? Ni en un millón de años yo podría hacer eso siendo un gallo, aunque puedo reventarles los tímpanos fácilmente. Pero no es algo que desee especialmente, claro.

- ¡Ey, un mom...!

Consigo esquivar al primer borracho que me lanza, pero con el segundo acabo estampado contra la pared, y tanto el tercero como el cuarto me caen encima como sacos de patatas que me dejan un poco dolorido. ¿De verdad puede lanzar a cuatro personas por los aires sin inmutarse? Y ni siquiera parece resentirse, cuando me ha lanzado a velocidad considerable lo menos trescientos kilos. ¿De qué pasta está hecha este hombre?

- ¿Pero esto a qué se debe? -pregunto, mientras me escurro entre los desmayados-. ¿Predicción?

Espera, ¿Dark puede ver el futuro? No debe ser un poder de fruta del diablo, o no estaría intentando que yo lo desarrollase. ¡Debe ver algo muy especial en mí si cree que puedo aprender eso! Porque, lógicamente, casi nadie puede ver el futuro. De hecho, dudo que nadie aparte de él, y si lo consigo, yo, pueda utilizarlo.

- Está bien, ¿qué tengo que hacer? ¿Debería cerrar los ojos o algo? -Los cierro sin esperar respuesta, evitando el impulso natural de tantear el aire por si acaso. Pero esto no va a salir bien, casi seguro.

―Cerrar los ojos es para un nivel más avanzado que no nos interesa por ahora. Por ahora quiero que escuches la voz ―le explicó mientras se acercaba a él con un hombre en cada mano―. Todo tiene voz y yo sé que tú puedes escucharla, Claude.

Tiró cada uno de las personas inconscientes en un lado y lo miró fijamente, concentrándose él a la vez que tocaba su hombro. Quizás dejando fluir su mantra le acabaría contagiando algo, lo llamado flor del haki. Era un concepto que le ayudó en el pasado, entrenando siempre con gente con un mayor control que él. ¿Por qué iba a ser menos Claude? Era un buen chaval. Sincero y con una causa justa.

―Vamos a ver... El mantra es algo que todos podemos despertar ―exclamó mientras agarraba más personas y volvía a tirarlas hacia él―. Podrás predecir mis movimientos, quizás con algo de antelación. Si necesitas recibir hostias, lo harás. No pararé hasta que puedas ver el futuro ―acabó diciéndole.

Abro los ojos y observo emocionado al hombre, que me explica que debo centrarme en escuchar la voz, aunque no entiendo muy bien qué quiere decir. Sin embargo, aún no puedo cerrar los ojos porque no sé escuchar, supongo, y además lo llama mantra o algo así. Debe haberse confundido y con "todos" se refiere a todos los que él entrena. O, tal vez, lo que está haciendo es animarme para que no parezca una tarea tan titánica como parece ya que, al fin y al cabo, ver el futuro se antoja cuanto menos complicado.

- Está bien, concentrarme en escuchar. No en ver, pero no cerrar los ojos.

Escuchar, escuchar. Puedo oír la respiración de la gente inconsciente, y los quejidos de los de detrás. Escucho las pisadas de Dark, y también el roce de la tela cuando su cuerpo se tensa durante el lanzamiento. Sin embargo, no escucho nada especial o extraño que me dé una pista. Tampoco sé lo que tengo que ver, pero cuando el segundo golpea la pared escucho un "crack", y aunque sé que no se ha despertado, escucho la palabra "dolor" salir de él. ¿Es eso a lo que se refiere Dark? Pero si es eso, no tiene nada con ver el futuro.

- Dark... Me da algo de vergüenza, pero creo que no voy a ser capaz de ver el futuro -digo, agachando la cabeza-. No quiero decepcionarte, de verdad, pero no estoy seguro de que esto vaya a funcionar. ¿No hay otra manera?

La verdad es que romperle la espalda a un señor me ha dejado a mí las vértebras al bies, como si me la hubiese partido yo mismo, y no me resulta nada agradable. Tiene que haber una manera en la que para entrenar no mueran inocentes. Seguro que sí.

―Había centrado el entrenamiento en que tú no sufrieras, pero supongo que tendremos que hacerlo a la vieja usanza.

Arrancó una manga de su kimono y con cuatro ágiles cortes la dejo perfectamente como una tela. Una tela que servía casi como bandana, pero el objetivo real era taparle los ojos. Se ofreció para ponérsela y, como sabía que no iba a decir que no, lo hizo directamente. Ahora le tocaba volver a escuchar, pero de una forma más grave. Pensó en si endurecer su puño, pero lo mejor era no hacerlo.

―Ahora no ves nada, ¿no? ―preguntó de forma retórica―. Te golpearé. Una sola vez y después haré una pausa. Volveré a golpear y vendrá otra. Tienes que escuchar, pero no el viento silbar o cómo piso. Todos tenemos algo que nos define: nuestra presencia. Y esta presencia se puede ver o escuchar. Eso es la voz ―le explicó―. El haki de observación.

¿Por qué cojones le estaba costando tanto explicar cómo funcionaba el mantra? Creía que lo estaba haciendo bien, pero si no se enteraba a lo mejor era porque lo hacía mal. Así que se limitó a lanzar un puñetazo hacia su cara, pero sin intentar darle en la nariz o los ojos, más bien hacia el pómulo o el mentón. Ahí no le dolería tanto. Y, lógicamente, uso la parte más ínfima de su fuerza. Quizás una décima parte o por ahí, pero tenía que doler aún así. Así que se le ocurrió una idea excelente: clavarse a Haruno Rö. Se la incrustó en un brazo y sollozó con un grito ahogado pero definitivamente se sentía mermado. Y ahí fue el segundo: más lento aún, y esperando que pudiese esquivarlo de alguna forma.

Pero él no se olvidó de su cometido, claro. Mientras pegaba se encargaba, activamente, de reprimir su presencia y lanzarla aleatoriamente a cada ser vivo que había en la sala que no fuese Claude. Complicado, sí, pero si no hacía algo de ese estilo su haoshoku no avanzaría.

El primer puñetazo llega. Noto cómo el viento se pliega, el aire silba y sobre todo, noto cómo su puño me golpea en la cara. De verdad que intento escuchar cómo suena un puño por su "voz", pero resulta extremadamente complicado. De hecho, cuando te mandan volando contra una pared y hunden la pared de cáñamo con tu cuerpo llegas a plantearte si realmente el entrenamiento funciona, pero a pesar del dolor me salgo de mi silueta y vuelvo a bajar al ruedo, donde el segundo golpe me hace sacar la cabeza al exterior, que no veo.

- ¡Menuda hostia! -me quejo, pero Dark no para de golpearme sin piedad, y casi parece que empieza a convertirse en el plan de la tarde golpearme como si fuese una piñata.

De hecho, parece que ese es el plan. Golpe tras golpe, voy sufriendo la ira de Dark mientras intento evadir con los ojos cerrados y una venda en la cara los puñetazos que me dedica. Uno, dos, tres... No logro evitar ninguno, hasta que de pronto cientos de estrellas van apareciendo en medio de lo negro. No sé cuánto tiempo ha pasado realmente, pero cuando el vicealmirante mueve su puño es como si algunas se movieran ligeramente. Casi nada, pero algo se desplazan, y eso me permite moverme para intentar esquivarlo.

Pero es demasiado rápido.

Creo que he contado setecientos nueve puñetazos, pero igual eran menos y simplemente estoy hecho polvo. Al final, fruto del agotamiento, caigo al suelo, derrotado.

- ¿Cuánto tiempo...? -No puedo terminar la frase. No me quedan fuerzas.

Me desplomo.

Cuando cayó desplomado hacia atrás, agarró a Haruno Rö y se preparó para lo peor. Tocó el mango y afirmó los dedos ante él, sacándolo acompañado de un pequeño chasqueo de lengua. Suspiró pesadamente y agitó el arma, quitándole la sangre de encima y guardándola después. Se cruzó de brazos y observó durante un rato al inconsciente Claude. Tenía el presentimiento que había despertado el mantra: más de una vez se movió de una forma un tanto... irregular. Habían pasado horas ahí dentro y el pelirrojo no era el único cansado: Dark había estado constantemente abusando del haoshoku a cada uno que se iba a levantar. Se encontraba bastante mal y algo mareado, ya que no había entrenado nunca ese tipo de haki. No que recordase, claro. Agarró en brazos a Claude y lo subió hacia el piso de arriba, dejándolo en una habitación ―que obviamente era gratis, Shaggy no podía recibir dinero si no estaba consciente― y arropándolo. Estaba orgulloso de que hubiese recibido tal paliza y era bastante admirable por su parte.

―Sin lugar a dudas, eres un buen chico, Claude ―le dijo mientras le daba un beso en la frente y se giraba para irse.

Una vez bajó, se sentó y empezó a concentrarse y meditar. Sin lugar a dudas Claude le recordaba a él demasiado. Esa actitud por mejorar, ser fuerte, el sentimiento de ser marine... Sin lugar a dudas se parecían bastante y eso le hacía recordar sus motivaciones y avanzar como persona. Claude le había recordado su objetivo inicial: el de ser más fuerte. Y no lo había estado intentando activamente, le faltaba algo para avanzar hacia delante. Una meta. ¿Y por qué no tenerla a pesar de tener cincuenta y cinco años? Tenía un cuerpo joven y una mente ágil, amigos y un sin fin de personas que le querían mucho. Había perdido demasiada gente por el camirno, eso también era verdad, pero por suerte mitigaba esa pérdida con nuevas amistades. Gracias a esa mentalización e introspección, algo espectacular pasó: el suelo se agrietó cuando volvió a liberar el haoshoku.

―Interesante ―exclamó en voz alta.

Ahora solo faltaba que Claude descansase.

La noche es dura. Solo veo estrellas bailando, juegos de luces y sombras, y en ocasiones los aullidos de gente me hacen abrir los ojos por breves instantes antes de volver a dormirme. No es un buen descanso, pero es un descanso, y por lo menos cuando me despierto soy capaz de levantarme. No habría esperado poder hacerlo, la verdad, después de semejante paliza, pero medio tambaleante llego hasta el servicio. No puedo evitar gritar.

Mi cara está casi negra y amoratada, llena de bultos que duelen solo de mirarlos y al tocar es peor. Desde la frente hasta el cuello, y por puntos algo más difuminados en todo mi cuerpo, debido a los impactos contra paredes y techo. Pero estoy vivo, al menos, así que con mucha delicadeza me lavo la cara. El frío alivia, pero no lo suficiente, y emito sonoros quejidos cada vez que palpo con la toalla húmeda la piel.

Toco la toalla al terminar; tiene restos de sangre, además de que está caliente. Parece que voy a triunfar o morir, y debo estar más cerca de morir. Solo espero que no me queden más cicatrices en la cara.

- Estoy listo -digo, de nuevo en la sala principal, vendándome los ojos a pesar del dolor. Es la primera vez que alguien desea enseñarme algo que no sea destruir, y además es él. Si este es mi destino, lo cumpliré-. Pero hazlo con la espada.

Desenvaino el cuchillo. Cualquiera esperaría, y más tras conocer la historia, que desenfundase a Pluma, pero peleo con mi cuchillo. Siempre peleo con mi cuchillo, ya puede ser un ratero o el mismísimo Dark Satou -que, de hecho, parece que lo es-, esta es mi arma.

Me pongo en guardia, listo para todo lo que venga. Puedo ver el cielo estrellado en la total oscuridad. Algunos puntos forman una silueta: la silueta de mi maestro.

Sintió la presencia de Claude y se limitó a dejar de usar el haoshoku, centrándose en él y viendo lo mal que se encontraba físicamente. Otra persona le habría parado en aquel momento, pero Dark sabía que en el fondo del pelirrojo, deseaba con todo su corazón hacer esto. Él también había entrenado hasta casi morir más de una vez, así que no iba a ser quien le parase.

―Eres admirable, Claude. Realmente me recuerdas a mí cuando era más joven ―le comunicó mientras iba detrás de la barra y agarraba un cuchillo de mantequilla.

Una vez lo tuvo entre sus manos, lo endureció. Se veía negro azabache, porque si realmente no hacía aquello seguramente Claude lo partiría. Y, aunque era bastante resistente, no quería que le clavase un cuchillo porque sí. La herida de Haruno Rö ya había sanado, por lo que podía despreocuparse por ello. Pero el pelirrojo no sanaba y podía acabar matándolo. ¿Quizás lo mejor sería intentar no atacarle directamente? Es decir, predecir dónde iba a esquivar para introducir el cuchillo por los huecos que dejase abiertos. Así creería que estaba esquivando y su mantra podría funcionar con plena totalidad, ya que en un principio atacaría hacia él. Lo único que tendría que hacer sería giros de muñeca o distraerle para que no viese sus intenciones reales.

―Prepárate, Claude. Voy a matarte si no esquivas ―le provocó mientras se abalanzaba hacia delante.

Intentaría atacar hacia la altura del corazón y, gracias a sus bastos reflejos, cambiar la trayectoria donde esquivase para golpear en el vacío de su axila. Esperaba que funcionase, claro. Si no le iba a clavar el cuchillo en un sobaco o en la clavícula. Y eso tenía que doler.

Sonrío cuando me dice que le recuerdo a él, aunque me gusta pensar que soy bastante mejor. Al fin y al cabo, si no deseas superarlos no son ídolos sino dioses. Y no hay un Olimpo lo bastante grande para compartir conmigo.

De todos modos, dejo de pensar en el futuro y me centro en lo inmediato. La silueta de Dark, el arma que apenas percibo, y mi cuerpo que se mueve de forma casi natural cuando el primer golpe va hacia mi derecha, casi en el costado. Lo evito, pero me deja algo mosqueado la sensación. Ha bajado el ritmo.

Aunque me enfada, agradezco en silencio mientras sigo tratando de evadirlo. No siempre soy lo suficientemente veloz, y aunque vaya relativamente despacio tiene fuerza suficiente para hacerme cortes. No me cuesta tampoco darme cuenta de que está usando alguna clase de pala y no su espada, pero supongo que no quiere matarme y esas cosas, pero así no voy a avanzar nunca. Tengo que enfrentarme a una amenaza de verdad.

- ¡Por favor! -grito, empujando con todas mis fuerzas mi cuchillo para desviar su pala-. Usa al menos algo con filo. Respétame.

Puedo verlo, aunque su silueta está difusa. Tal vez hayan pasado veinte minutos, pero me molesta esto, e intento encajarle un puñetazo en la cara con mi mano libre. También trato de comprender adónde se moverá, si es que eso puede hacerse, aunque estoy seguro de que voy a fallar estrepitosamente. Pero, por lo menos, lo veo.

El muchacho seguía recibiendo cortes y daño pero no se rendía. Dark se separó de él y lo miró brevemente, pudiendo notar que quería más. A lo mejor había herido su orgullo con el cuchillo de mantequilla, pero es que le caía bien y no quería matarlo. ¿Quizás debería de animarlo de alguna forma? Su voluntad lo definía, al igual que el pelirrojo. Por lo que apuntó con un dedo hacia un hombre que se intentaba levantar y concentró otra vez su basta presencia en él, obligándole a dormir un rato más. Menudo dolor de espalda les iba a dar... Llevaban ahí horas. Intentó no soltar una carcajada porque realmente le hacía gracia abusar del haoshoku. Después contestó a Claude.

―¿Algo con filo? Estás usando un cuchillo, yo también. Además, podría cortar hasta la taberna si me lo propusiera.

¿Realmente podía? La pregunta danzó por su mente pero decidió no probarlo. Buscaba un perfil bajo: si hacía eso todos sabrían que tenía secuestradas... Bueno, llamarles secuestradas quizás era pasarse un poco. La taberna tenía veinte personas inconscientes. Así que prefería no derrumbar el techo sobre ellas. Así que se acercó a una mesa y partió una botella contra el filo, apuntándole después. Tenía filo de alguna forma, así que a lo mejor era hasta un arma respetable.

―Esto sí que va a doler, Claude. Te aconsejo que sigas con el tema de la voz ―le comentó mientras lanzaba una estocada hacia delante con la botella.

No iba a endurecerla. Aunque fuese una idea de la hostia, no iba a hacerlo.

- Me estás vacilando -digo, encogiéndome de hombros.

Aún a ciegas, intento orientarme. Tengo que evitar sus golpes, esquivar sin ver los obstáculos del suelo y además buscar la barra para poder defenderme en igualdad de condiciones. Lo primero que aprende un cocinero es a no exponer sus cuchillos a daños innecesarios, por lo que en cuanto meto la mano en un bote y saco una espumadera de metal.

- Bueno, algo es algo.

Es más difícil de lo que muchos podrían imaginar combatir contra una botella de cristal. Hay que intentar esquivarla, pero muchas veces tienes que desviarla, y durante las horas que dura esta competición del absurdo recibo numerosos cortes que van a tardar su tiempo en cicatrizar. Sangro, claro que sangro, pero no dejo que eso me detenga, y mientras me voy poniendo más y más pálido intento no solo encajar los golpes, sino evitarlos de la forma más práctica posible. Sin embargo, una vez más, termino cayendo.

Sin embargo, puedo verlo. Más o menos, pero soy capaz de echar la vista a esa porción del futuro que no doy evitado. Aun así, sonrío. Si no puedo combatirlo es porque es muy superior a mí, pero he aprendido esa habilidad única que ahora compartimos solo él y yo. ¿Hamon, la había llamado? ¡Pues voy a ser un experto en ver el futuro a través del Hamon! Y entonces, me convertiré en leyenda.

- ¿Podemos tomarnos una pausa? -pregunto, rendido en el suelo.

Una vez cayó al suelo tiró la botella hacia un lado y se quedó observándolo con el rostro serio. Estaba lleno de cortes, pálido, con hematomas, chichones, heridas por todos lados... Menudo festín. Por suerte Dark tenía conocimientos médicos básicos, por lo que podía tratarlo. Recordaba vagamente que había sido cirujano, pero sería algún problema con la amnesia. Se centró en él y procedió a contestarle.

―Felicidades, Claude. Hacía tiempo que no veía a alguien tan capaz sin conocimientos previos del mantra. Ahora, a dormir ―y acabó dejando caer su basta presencia ante él.

Sabía de sobras que no estaba bien hacerle aquello, pero intentar dormir con heridas de ese calibre era casi imposible. Por lo que se aventuró hasta el botiquín que había detrás de la barra y procedió a hacerle cuidados básicos: desinfectar, limpiar, aplicar una solución cutánea, cosas básicas para que no pillase algo raro. Además de que lo vendó bien pero con la de heridas que tenía acabó casi como una momia. Se encogió de hombros y volvió a llevarlo hasta arriba, volviéndolo a colocar en la cama y arropándolo una vez más.

Tras bajar, volvió a concentrarse para meditar. Sabía que el truco estaba ahí: no tenía que hacer más que indagar en su personalidad y abrirse paso a través de todo lo que recordaba. Louise había sido siempre la razón de su fuerza. «Si no vivo nadie la recordará.» pensó mientras agarraba el anillo que colgaba de su pecho. Aquella sortija le daba siempre fuerzas en los peores momentos.

Así que una vez se despertase el chavalote, le recomendaría descansar unos días. Sí, aquello quizás era lo más eficaz. Él ya tenía la cabeza como un bombo y se sentía débil por haber estado abusando de su voluntad. Así que colocó el cartel de cerrado tras echar a todos hacia fuera y se limitó a tirarse encima de una de las mesas para dormir ahí.

Me siento agotado y desfallecido, como si llevase semanas sin comer, pero Dark me confirma que estoy avanzando en el ¿mantra? ¿No era el Hamon, o algo así? Da igual, me quito la venda de los ojos para poder verlo y, la verdad, no debería haberlo hecho. Por primera vez en mucho tiempo siento miedo, pero no un miedo normal. Se trata de una losa que cae sobre mí y, aunque intento resistirla, estoy tan débil que tras unos segundos termino colapsando.

No sé cuánto he dormido desde ese momento, pero sí sé que me despierto. Repito el ritual del día anterior. Creía no sentir la cara, pero me doy cuenta de que me he equivocado totalmente. Duele, y mucho, pero hoy no dejo que esto me detenga y froto en ella. Algunas heridas se abren, pero apenas musito algún que otro quejido. Luego paso al cuerpo, lleno de vendas y estoy seguro que de algún que otro punto, y también lo lavo poco a poco. Estoy vivo, y por el momento sano, así que eso es lo que importa.

- Estoy listo, Dark -digo, igual que ayer, pero Dark insiste en que intente descansar.

Trato de negociar con él, pero acabo pensando que para él también debe ser duro permanecer aquí entrenándome, así que le hago caso. Bueno, a medias.

Preparo un plato sencillo para sobrellevar el hambre; algo nutritivo pero que no lleva mucho tiempo, y tras comer me siento en el suelo, frente a la puerta. Cierro los ojos y veo el manto de estrellas. Hay miles si no millones, que brillan con distintas intensidades, que se mueven para dibujar siluetas alrededor de mi cuerpo. Puedo ver a Dark, una figura totalmente contorneada y brillante, mientras la masa de cuerpos a mi espalda es apenas un borrón difuso. A veces pasa alguien cerca, al otro lado de la pared, y también lo voy notando, aunque de manera muy débil. También percibo, aunque de manera muy débil, que los tipos apilados están sufriendo.

Antes de repetir el proceso, los separo y coloco para que al menos estén cómodos. Así, al menos, dejarán de molestarme durante el entrenamiento.

Una vez hecho esto, me concentro en mi meditación hasta que Dark me diga que sigamos trabajando, aunque agradezco finalmente que me deje un tiempo de descanso. Estoy molido.

En esos días, Dark insistió a Shaggy para una sola cosa: tener las habitaciones pagadas a todo gasto. Pero el tabernero era alguien bastante duro: no de voluntad, ya que podía tumbarlo con una sola mirada, pero por lo menos de cabezonería. Era imprescindible, sí o sí, que cogiesen delantales y ayudasen a la taberna. Y lógicamente, como se había corrido la voz de que él estaba ahí, estaba a rebosar. Cada cliente que entraba era una buena noticia tanto para Shaggy como Dark. Al fin y al cabo, Shaggy tenía clientes y Dark gente con la que abusar con el haoshoku. ¡Menuda suerte!

—Claude, ¿cómo vas? ¿Listo para otra ronda de paliza? —Le preguntó con una amplia sonrisa.

Dejó reposar la mano en el mango de Haruno Rö, sacándola lentamente y empuñándola con las dos manos y una postura firme. Empezaba a mejorar con el mantra, por lo que podía sacar su katana contra él. Volvería a aplicar la táctica anterior, intentando no cortarle o apuñalarle de ninguna forma. Además que aplicaría una fuerza muy parcial para no reventar nada de lo que estuviese por medio. Se quitó el delantal de: Shaggy's waggys y volvió a agarrar el arma, preparado para atacarle. O mejor dicho, defenderse.

—Atácame con todo lo que tengas. Intenta matarme —le retó.

Deberíamos haber buscado un sitio más tranquilo. Sí, muy bien, Dark, has conseguido dos buenas habitaciones, pero ahora tengo que pasarme al menos seis horas cada día cocinando para una infinidad de comensales sin tener apenas tiempo de descansar. Me duele todo el cuerpo aún, y aunque mi cara ya va encontrándose mejor, todavía estoy lleno de vendas y moretones.

Por lo menos, ahora puedo ver el cielo estrellado sin cerrar los ojos. Solo tengo que concentrarme en ello, y mientras paso el tiempo en la cocina mi mente se dedica a contar el número de personas que hay allí. Quince, veinte, cien... Demasiados fans de Dark Satou, aunque teniendo en cuenta cómo parecen ser todos, uno ya sería demasiado. Ya he recibido como treinta octavillas de "Testigos de Dark Satou", "la tribu Darkiana" y "los oscuritos", entre otras sectas que veneran al vicealmirante como si de un dios se tratase. Y me irrita, la verdad. Me irrita mucho, porque toda esa gente no debería estar interrumpiendo mi entrenamiento.

En fin, da igual, porque mi turno termina y puedo quitarme mi delantal. Shaggy quería darme uno de "Shaggy's Waggys", pero yo siempre llevo encima el mío de "Kiss the cock". Mucha gente lo malinterpreta, pero yo soy el Fancy Cock, así que no hay nada de lo que preocuparse. Pero vaya, que nada más acabar en la cocina Dark todos los días me pone a entrenar, y yo asiento mientras me preparo para la paliza. No obstante ese día es distinto: Yo soy quien atacará.

- ¿Estás seguro? -le pregunto-. Mira que no quiero hacerte daño.

En realidad lo que no quiero es quedar en ridículo. Probablemente Dark sea de las pocas personas más fuertes que yo, y además ve el futuro. Solo él y yo vemos el futuro, pero él puede moverse con una velocidad mucho mayor a la mía. Aun así, me pongo la venda y trato de demostrar lo que sé. El cuchillo gira entre mis manos por un instante, perdiéndose entre mis dedos mientras adopto una postura más ofensiva, viendo en el manto de estrellas la formidable y oscura figura de Dark E. Satou.

Empiezo a golpear, pero se mueve demasiado rápido. Me centro en ver dónde estará, y aunque casi puedo predecirlo sigo siendo demasiado lento. No puedo alcanzar su cuerpo mientras se defiende a través de una hoja tan larga, pero aun si no la tuviera, sería incapaz. Aun así, no pienso detenerme hasta que él tome la ofensiva, y aun así seguiré intentando hacerle al menos un corte.

Nada mejor que un buen batido de secta por la mañana. Le traían de todo, desde carneros a vírgenes. No le interesaba ninguno de los dos, pero los batidos eran increíbles. Podía degustar un mix de leche cuajada con sabor a fresa, ¿a lo mejor le añadían algo raro? Porque lo que no mata engorda. Dejó de pensar en lo que había desayunado y se acabó dando cuenta de Claude atacando. Era verdad: lo estaba haciendo. Su cuerpo esquivaba con soltura, adaptando con facilidad las posturas necesarias para esquivar. Florituras, giros, agacharse... Todo valía. De hecho parecía que estaba bailando y la gente de la tribu Darkiana parecía gozarlo. Tanto, que Dark no olvidó su propio entrenamiento: hacer que cayesen al suelo desmayados. ¿Por qué no iba a hacerlo?

—Joder Claude, menuda pasada. Lo estás haciendo de puta madre —le dijo mientras miraba sus uñas y pensaba lo jodidas que estaban. Tendría que repasárselas más adelante.

Pero bueno, quería darle algo de ventaja y se dejó cortar. De hecho movió su cuerpo para que le hiciese el mayor corte posible, rajando todo su pecho. Se cayó hacia atrás y se puso la mano en la frente, tosiendo y gritando de dolor. Después cerró los ojos y dejó de respirar. No necesitaba hacerlo, así que por lo menos podría asustarle. Escondió su presencia y cuando se acercase a ayudarle le soltaría un puñetazo en el estómago por iluso. Si es que llegaba a hacerlo, claro.

Pasamos un largo rato. Mis ojos vendados, él tratando de evadirme... Estoy plenamente concentrado, intentando hacer que reciba por lo menos un mísero corte, pero de pronto noto que el cuchillo se hunde en la carne por un instante, trazando una trayectoria diagonal que, una vez me quito la venda, descubro que le ha atravesado el torso de arriba abajo.

- ¿Dark? -pregunto, al verlo tirado en el suelo. No hace ningún ruido-. ¿Dark?

Por un momento se cruzan en mi mente un sinfín de pensamientos. Lo he derrotado, pero también lo he matado. ¿Cómo voy a entrenar ahora? No hay nadie más capaz de hacerme ser mejor, solo él podía superarme, solo... ¿De verdad he matado a mi héroe? Me dan ganas de entrar corriendo a la taberna a gritarlo, a hacerme extraordinariamente famoso por haber derrotado al primero de una larga lista en la que está gente no tan poderosa, pero que al menos me dará un combate a la altura: Dexter Black, Katharina von Steinhel, Zane D. Ken... No, ese la verdad es que por lo que he visto de él va a ser coser y cantar.

Lo que se impone en ese momento es mi conciencia, y me acerco a comprobar su pulso, pero cuando lo hago noto algo que va mal. Veo su puño, y lo esquivo a duras penas. Pero quien dice a duras es a duras, porque me ha arrancado un cacho del vendaje este desgraciado. Me cabrea bastante, la verdad, y le intento dar una patada en la cabeza. Sé que no le hará nada, pero es una forma romántica de decir lo que confirmo con mis palabras:

- ¡Serás gilipollas! ¡Pensé que te había hecho daño!

—Gilipollas no, era para ver si lo podías ver con el mantra —exclamó mientras hacía la croqueta y esquivaba el pisotón—. Creo que ya lo empiezas a llevar bien. ¿Qué ves? ¿Puedes tener premoniciones? ¿Sentir presencias?

Porque era interesante. A más rato pasaba con él, más fuerte se volvía su haoshoku. ¿Quizás entrenar a gente más débil era el salvoconducto para ser él más fuerte? No lo sabía exactamente, pero se sentía fuerte. Sentía que su voluntad abarcaba más lugar, que todo lo que conocía como aire lo impregnaba ahora con su presencia. Se llevó la mano al pecho y cerró los ojos por un momento. Le costaba mantener su presencia. Su voz le pedía extenderse por todos los lados, casi como el mar que recorría toda la tierra. Dedicó una larga mirada a Claude y volvió su rostro de uno normal a más serio. No iba a amedentrarse. Lanzó un tajo con todas sus fuerzas y empezó a danzar alrededor de Claude. No le daba directamente, pero quería que sintiese lo que era ser sometido por una voluntad tan fuerte. Así es como él se sentía con su maestra, alguien extraordinariamente más fuerte que él dejándole en las puertas de la muerte. Le ayudaría. Se asustaría, creería que iría a morir, pero era el único camino.

Y así seguiría hasta que su cuerpo no pudiese más, hasta que tuviese que rendirse por el cansancio. No iba a permitirlo pero tenía algo muy claro: lo iba a entrenar una semana y media más. No podía permitirse estar más de dos semanas en Shabaody, por lo que haría de Claude alguien mucho más fuerte y crecerían juntos.

- Eres imbécil. -Le doy la espalda, molesto, pero en cuanto me pregunta no puedo evitar pensar en ello-. Veo como un campo de estrellas, y siluetas entre ellas. Algunas son muy intensas, y otras difusas, pero cuando por ejemplo tú me atacas lo que puedo ver es una especie de cometa. Y lo que más noto son... No sé explicarlo, pero es como que escucho cosas. Muy de vez en cuando, pero a veces mientras reflexiono escucho cosas que nadie dice, o al menos que no dice en voz alta. -Vuelvo a mirar hacia él-. Pero ese es mi Hamon, no creo que tú puedas hacerlo.

En realidad, si todo forma parte de esta habilidad única que compartimos exclusivamente él y yo, es probable que a través de su Hamon él también escuche voces. La primera vez sentí que me estaba volviendo loco, pero luego ya empecé a vislumbrar que eran como pensamientos, aunque todavía no logro escuchar apenas nada. Pero sí sé que Shaggy es muy lujurioso y Dark haría bien en dormir con un tapón en el culo si no quiere un "Shaggy Waggy".

- Pero t...

No me da tiempo a terminar la frase, porque Dark me ataca. En un acto reflejo saco a Pluma hasta la mitad y detengo el impacto, yéndome atrás un par de metros. Maldigo en voz baja y saco mi cebollero de la funda, tratando de desviar sus golpes. Mis vendas van cayendo, y soy consciente a estas alturas de que intenta no matarme, pero aun así fallar una esquiva supone un corte, y el peso que cae sobre mis hombros no ayuda. Cada vez mayor, Dark parece un titán frente a mí, cada vez más pequeño y sometido. Grito algo incomprensible, y por un momento deseo ser capaz de derrotarlo. Lo intento con todas mis fuerzas, me sobrepongo, y peleo durante todo el tiempo que haga falta, pero es demasiado poderoso.

También para lo que él espera.

Fallo la esquiva, y mi cuchillo no me protege. El golpe atraviesa mi cuerpo, rajando paralelo a las costillas parte de mi fibra. No parece haber daños internos, pero el dolor vuelve a ser demasiado intenso y tengo que detenerme por un instante.

- ¡No esta vez! -grito, incombustible, y saco el mechero de flambear de mi bolsillo. Se me ha olvidado sacarlo después del turno.

Cauterizo la herida. Chillo, claro que chillo. Me duele tanto que tiro el cuchillo, pero en cuanto lo hago no importa el dolor, y lo único en lo que me centro es en Dark. Detengo su filo desviando la hoja con las piernas, evadiendo por completo y, cuando otro golpe letal se acerca a mí, desenvaino mi hoja por completo. No puedo ganar, pero si voy a morir, será como un espadachín.