|Privado| ¿Y dices que eres cazadora? A mí si que me gustaría cazarte. |Theo & Kuroi|

— ¡Que asco de clima, qué asco de isla y qué asco de ciudad! — Gritaba a los cuatro vientos mientras caminaba completamente helado por las calles de Robelle. Mi suerte me había traicionado una vez más, al parecer entre tempestades y jugar con Hinori los mercaderes que me habían estado llevando durante días se habían marchado sin mí, como los pille verán lo que es bueno. Ahora me toca esperar a que el siguiente barco de mercaderes salga, pero a cambio de llevarme me han pedido que pregunté un par de cosas en Robelle, suponía que para estas cosas lo mejor sería una taberna. Por desgracia la tempestad que se avecinaba apenas me dejaba avanzar y de nuevo tuve que pararme en una posada, pues iba a resultarme imposible completar aquella tarea.

El lugar era de lo más acogedor y rural, al parecer y según había podido leer en el cartel a la entrada, el hostal llevaba ofreciendo servicios a los viajeros desde hacía más de 150 años, no era común ver locales que se mantuviesen a flote durante tanto tiempo. Una viejecita muy mona y que tenía más o menos mi estatura estaba al cargo de lo que parecía ser la recepción del lugar, lancé un saquito de monedas y le dediqué una sonrisa. La señora asintió y me devolvió la mirada, al parecer estaban acostumbrados a los viajeros de pocas palabras y acciones claras, se agradecía no tener que perder el tiempo dando explicaciones de ningún tipo.

Tras un corto paseo que me llevó hasta las escaleras, y en el que pude disfrutar de un montón de cuadros con paisajes de Sakura, pude observar como las escaleras tenían forma de caracol y solo subían dos pisos, era un lugar pequeño, supongo que por eso se veía tan acogedor. Subí las escaleras hasta llegar al segundo piso, allí molestaría menos gente, o eso esperaba y entré en la habitación de la derecha, solo había dos en la planta. La habitación era completamente acorde a la decoración que envolvía todo el lugar y al igual que el resto se sentía muy acogedora. Dejé mis cosas y como el día anterior me dirigí al baño para calentarme, pero al parecer mi suerte iba a volver a traicionarme pues al entrar pude ver ante mis ojos a una morena de envidiables curvas que como no podía ser de otra forma acababa de salir de la ducha y estaba completamente descubierta. — Etto... — Ahora solo cabía esperar el inminente tortazo.