Diana de Carlein
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La cazadora chocó contra el suelo sin poder aliviar la caída, ya que no tuvo tiempo alguno de colocar su hombro para reducir el impacto. Gesticuló una mueca de dolor y se quedó apoyada varios segundos en el suelo intentando reincorporarse sin éxito. Arrastró poco a poco su brazo hasta hacer la fuerza suficiente como para levantarse y después lograrlo gracias a un barril que se encontraba cerca de ella. Qué mal empezamos el día..., pensó, mientras recordaba que lo último que había hecho era quedarse dormida en el carguero de presos en el que se había "infiltrado".
La cacería de Carlein tardaría unos días en seguir su rastro, así que podía divagar tranquila por las calles de...
-¿Dónde estoy?- Preguntó cabizbaja.
Elevó la mirada y observó a su alrededor, logrando notar demasiada gente extraña por los lares en los que permanecía a través de su épica aventura, si podía llamársele así. Llevaban bandanas atadas al pelo, cimitarras colgadas en la espalda... ¿Piratas? Sí, debían de serlo. Las banderas que ondeaban con el intenso viento lo confirmaban del todo. Una ciudad de piratas, se dijo a sí misma. Solo podía ser Jaya. Le otorgaría tiempo extra con suerte, ya que podía camuflarse con muchísima facilidad entre las calles de la nación de los corsarios y demás truhanes.
Si lograba mantenerse camuflada entre la multitud y llegaba a alguna taberna para estafar a alcohólicos sin remedio estaría salvada esa noche. Si no, de la otra forma, debería atenerse a las consecuencias. El ocaso comenzaba a teñir el cielo de un color rojizo muy característico y no tenía demasiado tiempo para desperdiciarlo intentando buscar algún lugar en el que perderse. Elevó aún más la cabeza, colocó bien su capa y prosiguió su marcha por la calle principal, esquivando a bellacos que intentaban golpearla en un afán de demostrar que no tenía por qué apartarse, mostrando estúpidamente la testosterona que irradiaban aquella gente que no tenía ni por asomo dos dedos de frente.
Si sigo así no habrá ningún problem... Algo la interrumpió. Alguien chocó contra ella bruscamente y le agarró del cuello al instante con un movimiento ágil y preciso. Le quitó la capucha y le echó una ojeda por encima para después tirarla contra el suelo como si de un burdo objeto se tratase.
-¡¿Qué haces?!- Gritó tras recobrar el aire.
-Me apetece violarte, así que resístete. Así será más divertido. Te dejo unos segundos para correr o...
Apoyó la mano contra el suelo para levantarse de un salto que iba dirigido en una patada hacia su agresor. Lo empujó varios metros hacia atrás y se limpió las manos para después volverse a colocar bien la indumentaria. La capa negra le tapaba entera y necesitaba discreción ante todo. Pero el corral que comenzó a formarse en círculo alrededor de ella y del hombre que quería profanarla no era para nada discreto.
-Siempre me tengo que meter en líos... Siempre...
La cacería de Carlein tardaría unos días en seguir su rastro, así que podía divagar tranquila por las calles de...
-¿Dónde estoy?- Preguntó cabizbaja.
Elevó la mirada y observó a su alrededor, logrando notar demasiada gente extraña por los lares en los que permanecía a través de su épica aventura, si podía llamársele así. Llevaban bandanas atadas al pelo, cimitarras colgadas en la espalda... ¿Piratas? Sí, debían de serlo. Las banderas que ondeaban con el intenso viento lo confirmaban del todo. Una ciudad de piratas, se dijo a sí misma. Solo podía ser Jaya. Le otorgaría tiempo extra con suerte, ya que podía camuflarse con muchísima facilidad entre las calles de la nación de los corsarios y demás truhanes.
Si lograba mantenerse camuflada entre la multitud y llegaba a alguna taberna para estafar a alcohólicos sin remedio estaría salvada esa noche. Si no, de la otra forma, debería atenerse a las consecuencias. El ocaso comenzaba a teñir el cielo de un color rojizo muy característico y no tenía demasiado tiempo para desperdiciarlo intentando buscar algún lugar en el que perderse. Elevó aún más la cabeza, colocó bien su capa y prosiguió su marcha por la calle principal, esquivando a bellacos que intentaban golpearla en un afán de demostrar que no tenía por qué apartarse, mostrando estúpidamente la testosterona que irradiaban aquella gente que no tenía ni por asomo dos dedos de frente.
Si sigo así no habrá ningún problem... Algo la interrumpió. Alguien chocó contra ella bruscamente y le agarró del cuello al instante con un movimiento ágil y preciso. Le quitó la capucha y le echó una ojeda por encima para después tirarla contra el suelo como si de un burdo objeto se tratase.
-¡¿Qué haces?!- Gritó tras recobrar el aire.
-Me apetece violarte, así que resístete. Así será más divertido. Te dejo unos segundos para correr o...
Apoyó la mano contra el suelo para levantarse de un salto que iba dirigido en una patada hacia su agresor. Lo empujó varios metros hacia atrás y se limpió las manos para después volverse a colocar bien la indumentaria. La capa negra le tapaba entera y necesitaba discreción ante todo. Pero el corral que comenzó a formarse en círculo alrededor de ella y del hombre que quería profanarla no era para nada discreto.
-Siempre me tengo que meter en líos... Siempre...
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El viaje hasta Jaya fue agradable, y a pesar de que me avisaran que era una isla de piratas totalmente decidí acercarme hasta ella, ahora que no había ganado fama como cazadora y aún podía explorarla. La verdad, pensaba que me resultaría muy útil a la hora de futuras capturas en ella conocer el terreno de antemano. La zona en la que me dejaron estaba algo alejada de la población, por lo que tuve que caminar un buen trecho por bosque. Mientras caminaba por este iba pensando que sería uno de los lugares perfectos donde atraer a los piratas y capturarlos.
Cuando pude tener la ciudad a la vista me sorprendió que alguno de los edificios aún pudieran mantenerse en pie. En general toda la ciudad tenía un aspecto horrible, pero que me podía esperar de un pueblo únicamente de piratas. Cuanto más me acercaba más me llegaba el olor a alcohol derramado, excrementos y otros tantos que no supe identificar. Alguno de los transeúntes se empezaron a dar cuenta de mi llegada, aunque generalmente solo me miraban y luego volvían a los suyo.
-Guapa, tú eres nueva verdad. – Me preguntó uno de los piratas que estaban justo en la entrada del pueblo.- Para entrar tienes que pagar un millón, o en carne como tu decidas.
-Decido que ninguna, gracias. – Y les lancé dos Negative Hollow, haciendo que se quedaran de rodillas pidiendo morir, mientras yo seguía mi camino.
La verdad es que la entrada no había sido para nada discreta, pero ahora los demás parecían que ya no me miraban como a una chiquilla si no como a uno de los suyos. Me daban pena aquellos dos, a saber que les estaban haciendo ya el resto de piratas, pero tenía que explorar la ciudad, incluso si alguno pirata de una buena recompensa se delataba podría tratar de atraerlo al bosque de antes para capturarlo.
Cuando pude tener la ciudad a la vista me sorprendió que alguno de los edificios aún pudieran mantenerse en pie. En general toda la ciudad tenía un aspecto horrible, pero que me podía esperar de un pueblo únicamente de piratas. Cuanto más me acercaba más me llegaba el olor a alcohol derramado, excrementos y otros tantos que no supe identificar. Alguno de los transeúntes se empezaron a dar cuenta de mi llegada, aunque generalmente solo me miraban y luego volvían a los suyo.
-Guapa, tú eres nueva verdad. – Me preguntó uno de los piratas que estaban justo en la entrada del pueblo.- Para entrar tienes que pagar un millón, o en carne como tu decidas.
-Decido que ninguna, gracias. – Y les lancé dos Negative Hollow, haciendo que se quedaran de rodillas pidiendo morir, mientras yo seguía mi camino.
La verdad es que la entrada no había sido para nada discreta, pero ahora los demás parecían que ya no me miraban como a una chiquilla si no como a uno de los suyos. Me daban pena aquellos dos, a saber que les estaban haciendo ya el resto de piratas, pero tenía que explorar la ciudad, incluso si alguno pirata de una buena recompensa se delataba podría tratar de atraerlo al bosque de antes para capturarlo.
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Mucho más allá de decidir algo sensato para la situación en la que se encontraba, se lanzó hacia delante cogiendo carrerilla y tumbando al bravucón de un solo golpe. Agitó la mano para evitar que el dolor de los nudillos se traspasase a todo el cuerpo y suspiró aliviada.
-Mucho hablar pero ya veo qué no vas a acercarte a mí nunca más.- Colocó su pie encima de la entrepierna de su contrincante que ya yacía en el suelo -Y me aseguraré de que no puedas violar a nadie jamás en tu vida.
Pisó con toda su fuerza, hasta el punto que comenzó que por la cremallera del pirata comenzó a salir sangre. No podía gritar de dolor ni reaccionar ante lo que le había hecho debido a la condición en la que se encontraba, pero seguramente no podría caminar en unos cuantos días cuando recuperase la consciencia. Volvió a colocarse bien de pie y tapar su cabeza una vez más con la capucha para que nadie viera mucho más de ella.
-¿Alguno más quiere hacer el subnormal?- Preguntó en voz alta.
Nadie respondió, señal que le permitió continuar su marcha entre un paso que cedieron los mismos muchachos al acercarse lentamente ella. Así se lo pensarán para la próxima. No tengo temor a nadie ni tengo que rebajarme por ser mujer.
Lo único que le faltaba era llegar a la taberna, la cual tardó media hora en encontrar tras recorrer un tercio de la capital. Se llamaba "Los regidores" y esperaba que los que la frecuentasen no fueran acorde al título del hostal. Una vez dentro observó los alrededores pero algo le sorprendió. ¿Qué hacía una taberna, en medio de la capital de Jaya, vacía? Solo había un hombre en la barra con un delantal, el cual daba indicio de ser el dueño. Diana se acercó y lo miró con el ceño fruncido.
-¿Cuánto cuesta una noche aquí?- Exclamó, haciendo caso omiso al contexto en el que se encontraban -Estoy interesada.
-Ciento cincuenta berries. Pero, ¿qué hace aquí?
¿Ciento cincuenta berries? Ostia, ya entiendo por qué no hay nadie en la zona. Después de deducir de forma clara el origen de la falta de gente, sacó una bolsa de su cinturón y dejó en la mesa dos cientos berries.
-Ponme lo que más alcohol tenga y prepárame una habitación, lo que sobre puedes quedártelo.
El dueño corrió ante la expectación de tener un cliente en bastante tiempo, dándole tiempo a Diana en pensar en lo que haría al día siguiente. Basta de pensar. Toca beber y olvidar las penas.
-Mucho hablar pero ya veo qué no vas a acercarte a mí nunca más.- Colocó su pie encima de la entrepierna de su contrincante que ya yacía en el suelo -Y me aseguraré de que no puedas violar a nadie jamás en tu vida.
Pisó con toda su fuerza, hasta el punto que comenzó que por la cremallera del pirata comenzó a salir sangre. No podía gritar de dolor ni reaccionar ante lo que le había hecho debido a la condición en la que se encontraba, pero seguramente no podría caminar en unos cuantos días cuando recuperase la consciencia. Volvió a colocarse bien de pie y tapar su cabeza una vez más con la capucha para que nadie viera mucho más de ella.
-¿Alguno más quiere hacer el subnormal?- Preguntó en voz alta.
Nadie respondió, señal que le permitió continuar su marcha entre un paso que cedieron los mismos muchachos al acercarse lentamente ella. Así se lo pensarán para la próxima. No tengo temor a nadie ni tengo que rebajarme por ser mujer.
Lo único que le faltaba era llegar a la taberna, la cual tardó media hora en encontrar tras recorrer un tercio de la capital. Se llamaba "Los regidores" y esperaba que los que la frecuentasen no fueran acorde al título del hostal. Una vez dentro observó los alrededores pero algo le sorprendió. ¿Qué hacía una taberna, en medio de la capital de Jaya, vacía? Solo había un hombre en la barra con un delantal, el cual daba indicio de ser el dueño. Diana se acercó y lo miró con el ceño fruncido.
-¿Cuánto cuesta una noche aquí?- Exclamó, haciendo caso omiso al contexto en el que se encontraban -Estoy interesada.
-Ciento cincuenta berries. Pero, ¿qué hace aquí?
¿Ciento cincuenta berries? Ostia, ya entiendo por qué no hay nadie en la zona. Después de deducir de forma clara el origen de la falta de gente, sacó una bolsa de su cinturón y dejó en la mesa dos cientos berries.
-Ponme lo que más alcohol tenga y prepárame una habitación, lo que sobre puedes quedártelo.
El dueño corrió ante la expectación de tener un cliente en bastante tiempo, dándole tiempo a Diana en pensar en lo que haría al día siguiente. Basta de pensar. Toca beber y olvidar las penas.
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Seguí mi paseo por la ciudad, la verdad es que había bastante ambiente, peleas y en general un poco de todo por las calles, incluso un hombre arrastrado por otros dos y que parecía sangrar bastante por la entre pierna. Me acerqué a un grupo de personas que estaban hablando a ver si me enteraba de que es lo que había pasado allí.
-Lo viste jones, esa mujer le piso la entrepierna hasta que se lo aplastó.
-Sí, el pobre eligió mal a su víctima esta vez, esa mujer parecía bastante competente, y a juzgar por sus movimientos bastante fuerte.
-Según cuenta va oculta con la capucha porque tiene muchísima recompensa, y se está escondiendo de algún tipo fuerte, no me sorprendería que la marina viniera a por ella.
Así que una pirata con bastante recompensa, y que apaliza a otros piratas, sería una caza interesante, aunque bueno, después de Dark Dome no me fiaría de las apariencias, no quería volver a sentir esa vergüenza. Por lo que antes de hacer nada la buscaría e intentaría sacar algo de información, empezando por la recompensa y si era posible y lo tenía su puesto. Podría incluso hacer migas con ella y alejarla de la ciudad para que me fuera más fácil sin tantos piratas que seguro estarían interesados en mí.
Me moví por las cercanías, buscando a alguien que hubiera visto pasar a una mujer con su descripción, hasta que alguien me dijo que la habían visto en una posada, y de las más caras del lugar. Tras dirigirme hacia ella entre, viendo a una joven que efectivamente coincidía con la descripción y al posadero con una sonrisa de oreja a oreja. Al parecer la taberna no estaba en demasiado mal estado.
-Una de hidromiel, si es que tienes, si no cerveza.
-Lo viste jones, esa mujer le piso la entrepierna hasta que se lo aplastó.
-Sí, el pobre eligió mal a su víctima esta vez, esa mujer parecía bastante competente, y a juzgar por sus movimientos bastante fuerte.
-Según cuenta va oculta con la capucha porque tiene muchísima recompensa, y se está escondiendo de algún tipo fuerte, no me sorprendería que la marina viniera a por ella.
Así que una pirata con bastante recompensa, y que apaliza a otros piratas, sería una caza interesante, aunque bueno, después de Dark Dome no me fiaría de las apariencias, no quería volver a sentir esa vergüenza. Por lo que antes de hacer nada la buscaría e intentaría sacar algo de información, empezando por la recompensa y si era posible y lo tenía su puesto. Podría incluso hacer migas con ella y alejarla de la ciudad para que me fuera más fácil sin tantos piratas que seguro estarían interesados en mí.
Me moví por las cercanías, buscando a alguien que hubiera visto pasar a una mujer con su descripción, hasta que alguien me dijo que la habían visto en una posada, y de las más caras del lugar. Tras dirigirme hacia ella entre, viendo a una joven que efectivamente coincidía con la descripción y al posadero con una sonrisa de oreja a oreja. Al parecer la taberna no estaba en demasiado mal estado.
-Una de hidromiel, si es que tienes, si no cerveza.
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¿Qué casualidad, no?, pensó, mientras bebía lentamente de la jarra que le había ofrecido el posadero. Suspiró pesadamente y comenzó a beber intentando ignorar a la mujer que se había sentado cerca de ella. No le dejaría disfrutar de un momento de paz y tranquilidad en la primera taberna vacía que había encontrado en su vida. Aprovechó para vaciarla rápidamente y levantarse del taburete, dirigiéndose hacia el primer piso, no sin antes agarrar las llaves de la habitación.
Una vez anduvo por unas escaleras que parecían resquebrajarse ante cada pisada que hacía, giró un pasillo hacia la derecha y encajó la llave en la cerradura de la cuarta puerta, la que estaba más al fondo. ¿Por qué tiene que darme la que está más lejos si esto está vacío?, se preguntó a sí misma mientras lograba, en un estado de embriagadez, abrir la puerta sin demasiada dificultad. Después, al pasar por ella, entendió por fin el precio que le había costado. La boca se le hizo agua al ver pastas encima de un mueble de color caoba, tal vez de madera de roble tratada con colorantes raros. Conjuntaba con el resto de la decoración, combinado con unas cortinas en forma de luna de color carmín de la misma tonalidad que tenían las sábanas de la cama.
-¡Esto sí es vida!- Gritó, tapándose la boca unos instantes después. Llevaba semanas sin dormir en una habitación limpia, con una cama que comprobó al momento que era totalmente cómoda.
Aprovechó para levantarse, acercarse a la bollería y llevarse el plato de cristal que sostenía toda la parafernalia para la cama. Tras comerse sin ningún tipo de escrúpulos todo lo que había en el plato, se desnudó dejando la ropa en un cubo en el que deducía que sería el de la colada, para después meterse en una bañera que no tardó en llenar y echarle sales que aromatizaban el ambiente. Se relajó del todo y comenzó a cantar en voz baja. Esperaba que aquella paz durase por lo menos toda la noche.
Una vez anduvo por unas escaleras que parecían resquebrajarse ante cada pisada que hacía, giró un pasillo hacia la derecha y encajó la llave en la cerradura de la cuarta puerta, la que estaba más al fondo. ¿Por qué tiene que darme la que está más lejos si esto está vacío?, se preguntó a sí misma mientras lograba, en un estado de embriagadez, abrir la puerta sin demasiada dificultad. Después, al pasar por ella, entendió por fin el precio que le había costado. La boca se le hizo agua al ver pastas encima de un mueble de color caoba, tal vez de madera de roble tratada con colorantes raros. Conjuntaba con el resto de la decoración, combinado con unas cortinas en forma de luna de color carmín de la misma tonalidad que tenían las sábanas de la cama.
-¡Esto sí es vida!- Gritó, tapándose la boca unos instantes después. Llevaba semanas sin dormir en una habitación limpia, con una cama que comprobó al momento que era totalmente cómoda.
Aprovechó para levantarse, acercarse a la bollería y llevarse el plato de cristal que sostenía toda la parafernalia para la cama. Tras comerse sin ningún tipo de escrúpulos todo lo que había en el plato, se desnudó dejando la ropa en un cubo en el que deducía que sería el de la colada, para después meterse en una bañera que no tardó en llenar y echarle sales que aromatizaban el ambiente. Se relajó del todo y comenzó a cantar en voz baja. Esperaba que aquella paz durase por lo menos toda la noche.
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Al poco de entrar en la posada la mujer que había allí se marchó, parecía algo molesta por algún motivo, algo que contrastaba con la cara de máxima felicidad del posadero. No entendía a mucha de la gente de este mundo, y esa chica no sería una excepción. El posadero me sirvió otra jarra de hidromiel, no había probado nada así en mucho tiempo, aunque no se llegaba a comparar con la de mí isla. Tras un rato mirando la posada por dentro, que no estaba nada mal, y menos viendo como era el resto de la isla me dirigí al posadero.
-Perdona, ¿de dónde traes esta delicia, hacía mucho tiempo que no probaba una tan buena? Y perdona por la indiscreción, pero como es que no tienes casi clientes, bueno más importantes, cómo haces para que no te destrocen la taberna.
-Veras, suele estar vació porque los que suelen quedarse son gente como Yonkous o Shichibukais, que además son los responsables directos de que el resto no se acerqué o no me destrocen el local, aunque ahora mismo aparte de usted y la otra señorita no hay nadie.
Aquello me resultaba bastante interesante, había descubierto una base de operaciones perfecta para misiones de caza en esta isla, ahora me preguntaba se Byakuro habría estado alguna vez en esa taberna. Bueno, de cualquier forma, esta noche la pasaría allí por lo que pedí una habitación, a poder ser enfrente de la de la chica, para no tenerla muy lejos, pero enterarme si salía de la habitación o montaba pelea.
Cuando subí a la habitación y vi todas aquellas comodidades enseguida comprendí por que los poderosos protegían la posada, si tuvieran que ir a nueva cada vez no podrían disfrutar de las comodidades que ofrecía está, que no eran pocas. Barra privada, bañera con sales e hidromasaje, Den Den Mushi interislas, cama blanda y de matrimonio y un gran armario.
-Perdona, ¿de dónde traes esta delicia, hacía mucho tiempo que no probaba una tan buena? Y perdona por la indiscreción, pero como es que no tienes casi clientes, bueno más importantes, cómo haces para que no te destrocen la taberna.
-Veras, suele estar vació porque los que suelen quedarse son gente como Yonkous o Shichibukais, que además son los responsables directos de que el resto no se acerqué o no me destrocen el local, aunque ahora mismo aparte de usted y la otra señorita no hay nadie.
Aquello me resultaba bastante interesante, había descubierto una base de operaciones perfecta para misiones de caza en esta isla, ahora me preguntaba se Byakuro habría estado alguna vez en esa taberna. Bueno, de cualquier forma, esta noche la pasaría allí por lo que pedí una habitación, a poder ser enfrente de la de la chica, para no tenerla muy lejos, pero enterarme si salía de la habitación o montaba pelea.
Cuando subí a la habitación y vi todas aquellas comodidades enseguida comprendí por que los poderosos protegían la posada, si tuvieran que ir a nueva cada vez no podrían disfrutar de las comodidades que ofrecía está, que no eran pocas. Barra privada, bañera con sales e hidromasaje, Den Den Mushi interislas, cama blanda y de matrimonio y un gran armario.
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