Yarmin Prince
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-Padre, no tengo nada en tu contra, pero me han surgido negocios y eres un verdadero estorbo...
Aquellas eran las últimas palabras que le dirigí a mi padre hace un año, durante mi última visita a Water7, antes de que fuera asesinado por un carterista local. La verdad es que si fuera hoy le habría dicho algo más bonito, pero para matarlo y echar la culpa a otro esa sencilla explicación sobraba. Al fin y al cabo, si hubiera deseado en algún momento mantener una relación cordial con él no habría apretado el gatillo, sin embargo... Le faltó algo. No me recreé lo suficiente, y mis lágrimas durante el juicio de aquel niño de apenas quince años fueron, entre otras cosas, por vergüenza de lo mal interpretado que estuvo mi gran momento de gloria. Pero bueno, así es la vida. Salvo para mis padres, claro. Ellos están muertos.
La verdad es que la ciudad siempre me gustó mucho, y una de las razones para visitarla de nuevo era acomodar la vieja mansión heredada para mis reuniones de la cábala. Al fin y al cabo, ahora que empezaba a fomentar un grupo más avanzado con gente de todos los mares para lograr mi objetivo necesitaba un lugar donde reunirme con ellos, y la vieja casa de los Prince ofrecía todo lo que una Liga de villanos podía necesitar: Un amplio vestíbulo, mueble bar, enfermería y un frigorífico industrial con depósito para tubos de ensayo de 200 mililitros. Además de aislamiento sónico y térmico, calefacción y una salida secreta por los astilleros, por si nos descubriesen en algún momento y hubiera que escapar por piernas...
-Oh... Hola Yarmin- me saludó Oliver Frost, el vecino de la calle justo frente a mi propiedad, un cotilla consumado y amante de la jardinería (aunque siempre creí que esta clase de afición se debía únicamente a que desde su patio observaba mejor los chismorreos)-, creí que ibas a alquilar la casa, ¿Has quedado con algún cliente?
-Bueno, la verdad es que he cambiado de idea- dije, con cierta timidez, como pretendiendo ocultar algo que era obvio. Sus ojos ya estaban mostrando la emoción, y en su boca formaba casi una "C"-. He conocido una persona...- me ruboricé por un instante, como si fuera verdad y no quisiera admitirlo, o como si mi orgullo se ocultase tras una máscara de modestia.
-Eso es fantástico Yarmin, ¿Cómo es ella?
-Es morena, preciosa y de ojos color ámbar- comenté, recreándome. Había una chica así, pero sólo era mi salvavidas. Nunca he sido hombre de una sola mujer, al menos no mientras pueda tener el mundo-. Y eso, estoy aprovechando unos días libres para acomodar la casa y que se venga.
Eran demasiadas mentiras juntas, pero gracias a mi encandiladora presencia apenas se cuestionaba mi siempre aparente asexualidad, y ya cuando fuera la primera reunión tendría tiempo de encargarme de este cretino. Tal vez una bala entre los sesos fuera demasiado, pero Bisutomaru estaba con ganas de matar y una oleada de abandonos en el barrio rico de la ciudad podía venirme muy bien.
-En fin, hasta más ver señor Frost- dije, dándome la vuelta y quitándome la chaqueta, para mostrar la ajustada camisa blanca que llevaba bajo ella, con cuello abierto y remangada.
-Chao, chico. Y no te olvides de volver y presentármela.
"En eso mismo estaba yo pensando", dije para mí mientras buscaba la llave que abriría la puerta a la finca. Estaba seguro de que la llevaba encima.
Aquellas eran las últimas palabras que le dirigí a mi padre hace un año, durante mi última visita a Water7, antes de que fuera asesinado por un carterista local. La verdad es que si fuera hoy le habría dicho algo más bonito, pero para matarlo y echar la culpa a otro esa sencilla explicación sobraba. Al fin y al cabo, si hubiera deseado en algún momento mantener una relación cordial con él no habría apretado el gatillo, sin embargo... Le faltó algo. No me recreé lo suficiente, y mis lágrimas durante el juicio de aquel niño de apenas quince años fueron, entre otras cosas, por vergüenza de lo mal interpretado que estuvo mi gran momento de gloria. Pero bueno, así es la vida. Salvo para mis padres, claro. Ellos están muertos.
La verdad es que la ciudad siempre me gustó mucho, y una de las razones para visitarla de nuevo era acomodar la vieja mansión heredada para mis reuniones de la cábala. Al fin y al cabo, ahora que empezaba a fomentar un grupo más avanzado con gente de todos los mares para lograr mi objetivo necesitaba un lugar donde reunirme con ellos, y la vieja casa de los Prince ofrecía todo lo que una Liga de villanos podía necesitar: Un amplio vestíbulo, mueble bar, enfermería y un frigorífico industrial con depósito para tubos de ensayo de 200 mililitros. Además de aislamiento sónico y térmico, calefacción y una salida secreta por los astilleros, por si nos descubriesen en algún momento y hubiera que escapar por piernas...
-Oh... Hola Yarmin- me saludó Oliver Frost, el vecino de la calle justo frente a mi propiedad, un cotilla consumado y amante de la jardinería (aunque siempre creí que esta clase de afición se debía únicamente a que desde su patio observaba mejor los chismorreos)-, creí que ibas a alquilar la casa, ¿Has quedado con algún cliente?
-Bueno, la verdad es que he cambiado de idea- dije, con cierta timidez, como pretendiendo ocultar algo que era obvio. Sus ojos ya estaban mostrando la emoción, y en su boca formaba casi una "C"-. He conocido una persona...- me ruboricé por un instante, como si fuera verdad y no quisiera admitirlo, o como si mi orgullo se ocultase tras una máscara de modestia.
-Eso es fantástico Yarmin, ¿Cómo es ella?
-Es morena, preciosa y de ojos color ámbar- comenté, recreándome. Había una chica así, pero sólo era mi salvavidas. Nunca he sido hombre de una sola mujer, al menos no mientras pueda tener el mundo-. Y eso, estoy aprovechando unos días libres para acomodar la casa y que se venga.
Eran demasiadas mentiras juntas, pero gracias a mi encandiladora presencia apenas se cuestionaba mi siempre aparente asexualidad, y ya cuando fuera la primera reunión tendría tiempo de encargarme de este cretino. Tal vez una bala entre los sesos fuera demasiado, pero Bisutomaru estaba con ganas de matar y una oleada de abandonos en el barrio rico de la ciudad podía venirme muy bien.
-En fin, hasta más ver señor Frost- dije, dándome la vuelta y quitándome la chaqueta, para mostrar la ajustada camisa blanca que llevaba bajo ella, con cuello abierto y remangada.
-Chao, chico. Y no te olvides de volver y presentármela.
"En eso mismo estaba yo pensando", dije para mí mientras buscaba la llave que abriría la puerta a la finca. Estaba seguro de que la llevaba encima.
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En mi largo camino por el Paraíso, una corriente inesperada me condujo a lo que identifiqué como la ciudad de Water 7. Nunca antes había estado allí por lo que mi memoria recurrió a lo que había escuchado sobre ella. Años atrás había leído un articulo que decía que Water 7 era una ciudad sumamente inestable, y esto se decía básicamente que cada año ocurría una inundación que tapaba toda la ciudad.
A pesar de que la idea de que podía inundarse mientras yo estaba allí no me gustaba, decidí desembargar en una de sus entradas para obtener suministros y para conocer la llamativa ciudad. Al bajar de mi bote logré ver que la marea no estaba alta así que pensé que al menos por un tiempo la ciudad no se inundaría.
Como no encontré ningún tipo de mercado cerca del puerto, decidí que lo mejor sería recorrer las calles principales de la ciudad. En mi camino conocí a un par de hombres que fueron muy amables conmigo recomendándome que si quería comprar suministros me dirigiera al mercado llamado "Alshby".
No tardé en encontrarlo, ya que estaba a dos calles de donde me encontraba en ese momento. Luego de comprar todo lo que necesitaba para continuar mi viaje por los mares, escuche en el mercado que un tal Sr.Price estaba de vuelta en el pueblo luego de un tiempo de la muerte de su padre y que era una historia misteriosa.
Por simple curiosidad me dirigí cerca del lugar donde habían dicho las personas del mercado que este hombre extraño se encontraba. Como debía pasar un tiempo en tierra decidí quedarme en la esquina de enfrente de su casa para observar cual sería su siguiente movimiento y porque las personas de Water 7 pensaban que era un hombre extraño. Para esperar en ese lugar me senté en una pequeña silla de un bar a unos metros de la casa de Price y mientras esperaba una buena bebida ya ordenada, me dediqué a leer un diario con las noticias que el gobierno mundial quería comunicar.
A pesar de que la idea de que podía inundarse mientras yo estaba allí no me gustaba, decidí desembargar en una de sus entradas para obtener suministros y para conocer la llamativa ciudad. Al bajar de mi bote logré ver que la marea no estaba alta así que pensé que al menos por un tiempo la ciudad no se inundaría.
Como no encontré ningún tipo de mercado cerca del puerto, decidí que lo mejor sería recorrer las calles principales de la ciudad. En mi camino conocí a un par de hombres que fueron muy amables conmigo recomendándome que si quería comprar suministros me dirigiera al mercado llamado "Alshby".
No tardé en encontrarlo, ya que estaba a dos calles de donde me encontraba en ese momento. Luego de comprar todo lo que necesitaba para continuar mi viaje por los mares, escuche en el mercado que un tal Sr.Price estaba de vuelta en el pueblo luego de un tiempo de la muerte de su padre y que era una historia misteriosa.
Por simple curiosidad me dirigí cerca del lugar donde habían dicho las personas del mercado que este hombre extraño se encontraba. Como debía pasar un tiempo en tierra decidí quedarme en la esquina de enfrente de su casa para observar cual sería su siguiente movimiento y porque las personas de Water 7 pensaban que era un hombre extraño. Para esperar en ese lugar me senté en una pequeña silla de un bar a unos metros de la casa de Price y mientras esperaba una buena bebida ya ordenada, me dediqué a leer un diario con las noticias que el gobierno mundial quería comunicar.
Diana de Carlein
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-Oh, ¡venga ya!- Gritó ligeramente irritada mientras lograba frenar la caída, apoyando el hombro contra el suelo para después inclinar el peso hacia delante y hacer una voltereta.
No era la primera taberna de la cual Diana, la joven Pecadora, era expulsada con malos tratos. Alabada por el ingenio de sus frases y despreciada por la sinceridad que a la vez irradiaban, fue echada sin ningún tipo de miramiento o duda. ¿Desde cuándo es ofensivo juzgar a una persona que molesta a otras con cantos sumidos en la embriagadez?, se preguntó a sí misma, mientras llevaba una de sus manos al mentón y elevaba poco a poco la vista hacia el cielo. Era un día como cualquier otro en la lujosa capital del agua, sin nada nuevo que objetar. Por el contrario, para la chiquilla, el que no hubiesen novedades era un dato que le otorgaba serenidad en sus actos y tranquilidad en sus viajes. Cualquier noticia que recibía sobre la Cacería de Carlein en su búsqueda le obligaba a partir y huir una vez más, cosa la cual no hacía desde ya cuatro días. Suponía que en una ciudad tan grande, con tantos canales y posibilidades para esconderse, podía pasar por lo menos una semana más.
Vagó durante media hora por algunos callejones donde la gente prefería no acudir, mostrándose silenciosos y vacíos, cosa la cual a Diana parecía gustarle. La paz interior y una buena vida eran el camino a seguir para eliminar su condición de amnésica total. El sonido del agua golpeando contra las paredes para contenerla, las pisadas de gente estableciendo su rutina diaria y las campanadas de una iglesia que no sonaba muy lejos de allá acabaron quebradas por unos malhechores que huían por el lugar del que la joven pretendía salir. Se apartó completamente y vio cómo varios guardias los perseguían unos minutos después, preguntándole a la cazadora y esta negando con la cabeza, mostrándose ignorante. No es algo que me incumbe o me lo tenga que tomar a personal, murmuró, tras dar la espalda a la autoridad y salir en una manzana llena de casas.
-Necesito pasar la noche en algún lugar, y no parece que hayan más tabernas...- Comentó en voz baja mientras miraba de un lado a otro.
Pero algo la sorprendió, e hizo que mostrase una pequeña sonrisa pícara. Un muchacho que parecía buscar algo se encontraba delante de una finca. ¿Por qué no se aprovechaba? Siempre y cuando fuese para su beneficio, consideraría aquello como algo bueno para su moralidad. Desaliñó un poco su pelo, bajó ligeramente su camisón de lana por la parte del hombro y practicó cara de pena por unos instantes. No era la primera vez que actuaba así, ni tampoco la última.
-Discúlpeme. ¿Tiene espacio para una persona más? No me gusta ser una señorita en una taberna llena de bravucones, sola e indefensa. Puedo pagarle la estancia, y parece estar solo.- Entabló conversación hacia él, dirigiendo la mirada hacia sus ojos y clavándola fijamente. Sonreía de forma natural y el tono de voz que mantenía era suave y sumiso. Diana era la mejor mintiendo.
No era la primera taberna de la cual Diana, la joven Pecadora, era expulsada con malos tratos. Alabada por el ingenio de sus frases y despreciada por la sinceridad que a la vez irradiaban, fue echada sin ningún tipo de miramiento o duda. ¿Desde cuándo es ofensivo juzgar a una persona que molesta a otras con cantos sumidos en la embriagadez?, se preguntó a sí misma, mientras llevaba una de sus manos al mentón y elevaba poco a poco la vista hacia el cielo. Era un día como cualquier otro en la lujosa capital del agua, sin nada nuevo que objetar. Por el contrario, para la chiquilla, el que no hubiesen novedades era un dato que le otorgaba serenidad en sus actos y tranquilidad en sus viajes. Cualquier noticia que recibía sobre la Cacería de Carlein en su búsqueda le obligaba a partir y huir una vez más, cosa la cual no hacía desde ya cuatro días. Suponía que en una ciudad tan grande, con tantos canales y posibilidades para esconderse, podía pasar por lo menos una semana más.
Vagó durante media hora por algunos callejones donde la gente prefería no acudir, mostrándose silenciosos y vacíos, cosa la cual a Diana parecía gustarle. La paz interior y una buena vida eran el camino a seguir para eliminar su condición de amnésica total. El sonido del agua golpeando contra las paredes para contenerla, las pisadas de gente estableciendo su rutina diaria y las campanadas de una iglesia que no sonaba muy lejos de allá acabaron quebradas por unos malhechores que huían por el lugar del que la joven pretendía salir. Se apartó completamente y vio cómo varios guardias los perseguían unos minutos después, preguntándole a la cazadora y esta negando con la cabeza, mostrándose ignorante. No es algo que me incumbe o me lo tenga que tomar a personal, murmuró, tras dar la espalda a la autoridad y salir en una manzana llena de casas.
-Necesito pasar la noche en algún lugar, y no parece que hayan más tabernas...- Comentó en voz baja mientras miraba de un lado a otro.
Pero algo la sorprendió, e hizo que mostrase una pequeña sonrisa pícara. Un muchacho que parecía buscar algo se encontraba delante de una finca. ¿Por qué no se aprovechaba? Siempre y cuando fuese para su beneficio, consideraría aquello como algo bueno para su moralidad. Desaliñó un poco su pelo, bajó ligeramente su camisón de lana por la parte del hombro y practicó cara de pena por unos instantes. No era la primera vez que actuaba así, ni tampoco la última.
-Discúlpeme. ¿Tiene espacio para una persona más? No me gusta ser una señorita en una taberna llena de bravucones, sola e indefensa. Puedo pagarle la estancia, y parece estar solo.- Entabló conversación hacia él, dirigiendo la mirada hacia sus ojos y clavándola fijamente. Sonreía de forma natural y el tono de voz que mantenía era suave y sumiso. Diana era la mejor mintiendo.
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Después de casi un minuto palpándome con la mano el pantalón caí en la cuenta de lo que sucedía. Tenía la llave en la chaqueta que acababa de quitarme, y además era estúpido. No por dejarla en la chaqueta, sino por olvidar dónde demonios la había dejado; pero claro, hablar con el estúpido de mi vecino siempre era una experiencia que ponía a prueba mi paciencia.
-Discúlpeme...
Mi monólogo interior fue interrumpido por una voz insidiosa a mi espalda, que pedía algo así como cama en mi casa. ¿De verdad, para una vez que venía en todo un año, tenía que aguantar malditos indigentes? No podía llamar demasiado la atención, aunque era difícil resistirse. Di una bocanada de aire y respiré hondo, fingiendo cierto cansancio o una ligera exasperación. Como si pretendiera hacerme el remolón, aunque lo único que quería era notar su olor y... Olía bien. Podía ser una buena adquisición para divertirme un rato una vez tuviera que ir de vuelta a Ennies Lobby o podía utilizarla para que limpiase la casa. Al fin y al cabo desde que murieron mis padres murieron no quedaba casi nada de valor, tal vez un par de sábanas de seda o un candelabro, pero nada que me importara.
-¡Aquí está!- dije sonriendo mientras sacaba la llave y la admiraba por un instante, fingiendo que ése era el motivo de mi anterior desplome y mi ahora alegría, ignorándola un poco también por un momento-. Bueno, si no te importa ayudarme a limpiar- comenté, encogiéndome de hombros por un momento y tensando ligeramente el rostro, como si me resistiera a expresar mi tristeza, aunque no la tuviera-. Desde que mataron a mis padres no he vuelto y debe estar hecho todo un desastre. Si no te importa ensuciarte un poco las manos creo que podría hacerte un hueco.
Abrí la verja y entré al jardín. Estaba todo hecho un asco, incluso había por ahí restos de tiza y la silueta de mi difunto padre, apenas reconocible entre las hierbas ya crecidas. Por suerte había desaparecido la sangre con el tiempo y no daba una primera impresión tan desagradable. Aunque la verdad, debía reconocer que aun con la parcela hecha una mierda, mi casa era preciosa.
-Bueno, vamos allá. ¿Cómo te llamas, si no es mucho preguntar?
Sin esperar respuesta abrí la puerta y me guardé las llaves en la cartera. Esta vez no iba a olvidarlas.
-En fin, detrás de ti, señorita- dije, con una leve inclinación, dando dos palmadas para que las luces del vestíbulo se encendiesen-. Es el único sitio de la casa donde lo hacen, pero mola mucho.
-Discúlpeme...
Mi monólogo interior fue interrumpido por una voz insidiosa a mi espalda, que pedía algo así como cama en mi casa. ¿De verdad, para una vez que venía en todo un año, tenía que aguantar malditos indigentes? No podía llamar demasiado la atención, aunque era difícil resistirse. Di una bocanada de aire y respiré hondo, fingiendo cierto cansancio o una ligera exasperación. Como si pretendiera hacerme el remolón, aunque lo único que quería era notar su olor y... Olía bien. Podía ser una buena adquisición para divertirme un rato una vez tuviera que ir de vuelta a Ennies Lobby o podía utilizarla para que limpiase la casa. Al fin y al cabo desde que murieron mis padres murieron no quedaba casi nada de valor, tal vez un par de sábanas de seda o un candelabro, pero nada que me importara.
-¡Aquí está!- dije sonriendo mientras sacaba la llave y la admiraba por un instante, fingiendo que ése era el motivo de mi anterior desplome y mi ahora alegría, ignorándola un poco también por un momento-. Bueno, si no te importa ayudarme a limpiar- comenté, encogiéndome de hombros por un momento y tensando ligeramente el rostro, como si me resistiera a expresar mi tristeza, aunque no la tuviera-. Desde que mataron a mis padres no he vuelto y debe estar hecho todo un desastre. Si no te importa ensuciarte un poco las manos creo que podría hacerte un hueco.
Abrí la verja y entré al jardín. Estaba todo hecho un asco, incluso había por ahí restos de tiza y la silueta de mi difunto padre, apenas reconocible entre las hierbas ya crecidas. Por suerte había desaparecido la sangre con el tiempo y no daba una primera impresión tan desagradable. Aunque la verdad, debía reconocer que aun con la parcela hecha una mierda, mi casa era preciosa.
-Bueno, vamos allá. ¿Cómo te llamas, si no es mucho preguntar?
Sin esperar respuesta abrí la puerta y me guardé las llaves en la cartera. Esta vez no iba a olvidarlas.
-En fin, detrás de ti, señorita- dije, con una leve inclinación, dando dos palmadas para que las luces del vestíbulo se encendiesen-. Es el único sitio de la casa donde lo hacen, pero mola mucho.
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Mientras esperaba sentado en esa pequeña silla levemente incomoda, logré ver que una muchacha rubia se aproximaba a la casa del extraño hombre. Por más que no pude escuchar lo que decían por la distancia que nos separaba, logré ver que ambos se mostraron amables entre sí y el dueño de la casa la dejó pasar a la misma. Esta acción me intrigó demasiado, ya que por su expresión al abrir la puerta no conocía a la señorita, y ¿quién dejaría entrar así a un desconocido a su casa?
Bueno el punto era que mi ficticia investigación se estaba tornando más importante de lo que parecía en un principio. Entonces decidí que era momento de apartar el diario de mi mano, levantarme de esa diminuta silla y acercarme más a la casa de ese hombre. Utilizando mis pocas pero efectivas habilidades del sigilo, rodeé la casa, viendo así la parte trasera de la misma. El jardín parecía que no era mantenido, ya que el césped estaba tan alto como la puerta de su casa. Mientras me distraía con el jardín, vi de reojo como el dueño de la casa salía de la casa observando el mismo paisaje que yo.
Segundos después de un momento de tensión para mi, el hombre tomó la decisión de volver a entrar en su casa. Como no entendía que estaba pasando y había estado a punto de que me descubrieran, me dirigí a una de las tuberías externas de la casa por la cuál subí sin que nadie me viera hacia el techo de la misma. Cuando finalmente estaba arriba logré ver que había una ventana en el techo que iluminaba una parte pequeña de la casa. Desde esta me decidí a observar a estos dos sujetos extraños que hablaban. Por segunda vez no logré escuchar lo que decían, así que decidí abrir levemente la ventana para que el sonido llegara a mis oídos. Cuando produje esta arriesgada acción la ventana continuó su curso hacia abajo y dejó caer al joven pirata Juka B.Volpi al interior de la casa. En ese momento no sabía que hacer o como reaccionar frente a las caras de asombro que tenían los dos extraños. Observándolos a ambos con una mirada inocente les dije:"Que tal... vine a visitarlos y no encontré la puerta de entrada". Obviamente fue algo sumamente irónico e irracional, pero en ese momento no se me pudo ocurrir otra cosa y todo sería mejor que decir:"Perdonen... los estaba espiando y me caí de la ventana por no ser precavido".
Bueno el punto era que mi ficticia investigación se estaba tornando más importante de lo que parecía en un principio. Entonces decidí que era momento de apartar el diario de mi mano, levantarme de esa diminuta silla y acercarme más a la casa de ese hombre. Utilizando mis pocas pero efectivas habilidades del sigilo, rodeé la casa, viendo así la parte trasera de la misma. El jardín parecía que no era mantenido, ya que el césped estaba tan alto como la puerta de su casa. Mientras me distraía con el jardín, vi de reojo como el dueño de la casa salía de la casa observando el mismo paisaje que yo.
Segundos después de un momento de tensión para mi, el hombre tomó la decisión de volver a entrar en su casa. Como no entendía que estaba pasando y había estado a punto de que me descubrieran, me dirigí a una de las tuberías externas de la casa por la cuál subí sin que nadie me viera hacia el techo de la misma. Cuando finalmente estaba arriba logré ver que había una ventana en el techo que iluminaba una parte pequeña de la casa. Desde esta me decidí a observar a estos dos sujetos extraños que hablaban. Por segunda vez no logré escuchar lo que decían, así que decidí abrir levemente la ventana para que el sonido llegara a mis oídos. Cuando produje esta arriesgada acción la ventana continuó su curso hacia abajo y dejó caer al joven pirata Juka B.Volpi al interior de la casa. En ese momento no sabía que hacer o como reaccionar frente a las caras de asombro que tenían los dos extraños. Observándolos a ambos con una mirada inocente les dije:"Que tal... vine a visitarlos y no encontré la puerta de entrada". Obviamente fue algo sumamente irónico e irracional, pero en ese momento no se me pudo ocurrir otra cosa y todo sería mejor que decir:"Perdonen... los estaba espiando y me caí de la ventana por no ser precavido".
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-Oh, un intruso- dije en voz alta, al tiempo que me acercaba hasta la entrada del jardín para cerrar la verja. Rodeada de enredaderas, hiedra y diversos arbustos florales, era completamente imposible divisar el muro más allá del hermoso verde que ahora nos cubría a los tres. Estábamos solos y era hora de que comenzase el juego. Tan sólo... ¿Cuántas balas tenía en el cargador?
Estaba claro. Reconocí al hombre de inmediato, un pirata con recompensa bastante jugosa; aunque no llegaba al millón de Berries, significaba una semana de vacaciones a costa del Cipher Pol y mi amadísimo Gobierno Mundial. Realmente podía hacer mucho, y... ¿Aquella chica merecería la pena para jugar un rato? Era fea y sucia, vulgar como cualquier prostituta de trescientos Berries... La verdad es que no me interesa en lo más mínimo. Peor para ella, por no cuidarse. Me temo que acabará pronto.
Con bastante calma saqué mi pequeña pistola de su funda, y con un gesto perezoso alcé la mano, centrándome en apuntar debidamente y no errar mi disparo, que lancé directo a su frente, entre ceja y ceja, pretendiendo tan sólo matarla rápidamente.
-¿Cómo decías que te llamabas?- dije, con una sonrisa tranquila mientras avanzaba hacia el pirata. La mujer no me interesaba, y tras el estruendo de la bala necesitaba un culpable si mi objetivo se había cumplido-. Has cometido crímenes contra el Gobierno Mundial, y debo atraparte no sólo por ellos, sino por el atentado contra la vida de una mujer hoy, en Water Seven. Sin embargo, creo que podríamos llegar a un trato...
Me acerqué a él con cautela, listo para disparar de nuevo ante cualquier intento de agresión, sin dejar de sonreír ni por un instante. El olor a sangre que probablemente en unos segundos notaría me haría sentir vivo, y si podía ganar un subordinado más siempre estaba bien una reunión. Era el momento de ganar nuevos aliados, y limpiar mi casa.
-Únete a mí, y te daré oro y bienes. Si me rechazas, bueno... Ya ves que no soy muy paciente.
Estaba claro. Reconocí al hombre de inmediato, un pirata con recompensa bastante jugosa; aunque no llegaba al millón de Berries, significaba una semana de vacaciones a costa del Cipher Pol y mi amadísimo Gobierno Mundial. Realmente podía hacer mucho, y... ¿Aquella chica merecería la pena para jugar un rato? Era fea y sucia, vulgar como cualquier prostituta de trescientos Berries... La verdad es que no me interesa en lo más mínimo. Peor para ella, por no cuidarse. Me temo que acabará pronto.
Con bastante calma saqué mi pequeña pistola de su funda, y con un gesto perezoso alcé la mano, centrándome en apuntar debidamente y no errar mi disparo, que lancé directo a su frente, entre ceja y ceja, pretendiendo tan sólo matarla rápidamente.
-¿Cómo decías que te llamabas?- dije, con una sonrisa tranquila mientras avanzaba hacia el pirata. La mujer no me interesaba, y tras el estruendo de la bala necesitaba un culpable si mi objetivo se había cumplido-. Has cometido crímenes contra el Gobierno Mundial, y debo atraparte no sólo por ellos, sino por el atentado contra la vida de una mujer hoy, en Water Seven. Sin embargo, creo que podríamos llegar a un trato...
Me acerqué a él con cautela, listo para disparar de nuevo ante cualquier intento de agresión, sin dejar de sonreír ni por un instante. El olor a sangre que probablemente en unos segundos notaría me haría sentir vivo, y si podía ganar un subordinado más siempre estaba bien una reunión. Era el momento de ganar nuevos aliados, y limpiar mi casa.
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Apenas caí dentro de la casa, me di cuenta de que ese fue mi peor error, el rubio me reconoció al instante, tranquilamente cerró una de las rejas de su casa, y luego de sacar una pequeña pistola de su bolsillo, le apuntó rápidamente a la mujer que tenía a mi lado y no dudó en apretar el gatillo. Ésta calló al suelo con un agujero en su frente, y el hombre que disparó no mostraba emoción aparente.
Sabía desde el momento que lo vi poner su mano en el bolsillo, que haría algo imprudente, pero a pesar de anticipar su movimiento, no quería hacer nada hasta que el mostrara hostilidad. Por lo tanto, en cuanto vi que ponía su mano en el bolsillo, entrelacé mis manos, preparando uno de mis nuevos ataques, esperé hasta ver que la bala saliera de su arma, y cuando lo hizo, dije:"¡Rino Tank!". Sabía que si no le había importado en absoluto matar a la muchacha, no dudaría en atacarme a mí, por lo tanto debía anticiparme a sus movimientos.
En ese momento, un toro de color verde, apareció delante de mí, cargando sin parar en dirección al rubio. A pesar que mencionó algo de que si me unía a él, no me haría daño, no me rebajaría a eso. Mi toro avanzaba a gran velocidad hacia él, y mientras cargaba contra , yo esperaba a ver su siguiente movimiento para planear el mío.
Sabía desde el momento que lo vi poner su mano en el bolsillo, que haría algo imprudente, pero a pesar de anticipar su movimiento, no quería hacer nada hasta que el mostrara hostilidad. Por lo tanto, en cuanto vi que ponía su mano en el bolsillo, entrelacé mis manos, preparando uno de mis nuevos ataques, esperé hasta ver que la bala saliera de su arma, y cuando lo hizo, dije:"¡Rino Tank!". Sabía que si no le había importado en absoluto matar a la muchacha, no dudaría en atacarme a mí, por lo tanto debía anticiparme a sus movimientos.
En ese momento, un toro de color verde, apareció delante de mí, cargando sin parar en dirección al rubio. A pesar que mencionó algo de que si me unía a él, no me haría daño, no me rebajaría a eso. Mi toro avanzaba a gran velocidad hacia él, y mientras cargaba contra , yo esperaba a ver su siguiente movimiento para planear el mío.
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La bala dio en su objetivo. Cómo no, mi puntería es casi tan legendaria como mi carisma, aunque no me gusta mancharme las manos demasiado. Pero claro, ¿Quién querría mancharse las manos si mi traje, sólo mi traje, cuesta dos millones de berries? De todas formas, mi parabellum es limpia, y el tiro no ha dejado más que un fino hilo de sangre en su frente, y el aroma es estimulante... O lo sería si no estuviera un pirata loco no acabara de lanzarme un mulo a la cara. Como lo oyes, sin comerlo ni beberlo el tipo este acaba de inv...
-Ah, que no es a mí. Menos mal- dije, observando cómo el animal embestía justo por mi lado. ¿Estaría teniendo una crisis? Pobre, aunque la verdad es que si este tipo era drogadicto no me interesaba para mis planes. Algo podría salir mal por su culpa, y entonces sí que me enfadaría. Más de lo que me cabreó que esa cosa casi me despeinara, pero por lo visto el tipo estaba muy concentrado en el mismo punto donde el animal había embestido. ¿Por qué me pasan a mí estas cosas?-. Mira, muchacho, si no quitas esta cosa de mi jardín, y de paso a la vaca- dije, señalando a la muchacha que había recibido mi disparo-, saldré gritando que un pirata ha intentado asesinarme. Tienes diez segundos para hacerlo.
En ese momento enfundé la pistola y me preparé para sacar mi cuchillo, estando preparado por si hacía alguna tontería. La verdad, estaba deseando probar su sangre, aunque la de hombre es mucho peor: Sabe añeja, medio pútrida y ferrosa. Sobre todo ferrosa. La verdad es que este tipo parecía fuerte, y me podía poner en serios problemas. Pero mi actitud relajada pese a mi miedo interior haría, o esperaba, que el hombre se largase.
-Ah, que no es a mí. Menos mal- dije, observando cómo el animal embestía justo por mi lado. ¿Estaría teniendo una crisis? Pobre, aunque la verdad es que si este tipo era drogadicto no me interesaba para mis planes. Algo podría salir mal por su culpa, y entonces sí que me enfadaría. Más de lo que me cabreó que esa cosa casi me despeinara, pero por lo visto el tipo estaba muy concentrado en el mismo punto donde el animal había embestido. ¿Por qué me pasan a mí estas cosas?-. Mira, muchacho, si no quitas esta cosa de mi jardín, y de paso a la vaca- dije, señalando a la muchacha que había recibido mi disparo-, saldré gritando que un pirata ha intentado asesinarme. Tienes diez segundos para hacerlo.
En ese momento enfundé la pistola y me preparé para sacar mi cuchillo, estando preparado por si hacía alguna tontería. La verdad, estaba deseando probar su sangre, aunque la de hombre es mucho peor: Sabe añeja, medio pútrida y ferrosa. Sobre todo ferrosa. La verdad es que este tipo parecía fuerte, y me podía poner en serios problemas. Pero mi actitud relajada pese a mi miedo interior haría, o esperaba, que el hombre se largase.
Haxter
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Mi habilidad le había pasado a un lado y parecía un chiste y una película de terror todo el ambiente. Un rubio loco había asesinado a una mujer que se encontraba en su casa, en la que previamente había caído luego de husmear desde su techo. En cierta forma me causaba gracia, pero lo que no me hacía reír era que una mujer aparentemente inocente hubiera sido asesinada a sangre fría por ese hombre.
Luego de que dijo lo que dijo, me sentí inseguro, no quería que el asesino no fuera castigado por su crimen, pero si salía a las calles a gritar que un pirata lo atacaba, seguramente obtendría muchos más problemas de los que ya tenía. Ante las pocas opciones que tenía, opté por desaparecer a mi toro, y mirar seriamente al rubio diciendo:"Esa mujer a muerto por tu propia bala, no pienso limpiar eso, lo siento por interrumpir, al parecer llego en un mal momento, pero... ¿porqué una mujer como ella merece ser asesinada con tal crueldad de tu parte?".
A pesar que lo miraba con seriedad y confianza, temía de que me delatara como pirata, ya que si lo hacía debía salir a las apuradas de Water 7 para evitar mayores problemas. Por esta razón, mientras lo observaba, mantenía mi mano sobre la empuñadura de mi espada, preparando una defensa en mi mente, por si decidía actuar.
Luego de que dijo lo que dijo, me sentí inseguro, no quería que el asesino no fuera castigado por su crimen, pero si salía a las calles a gritar que un pirata lo atacaba, seguramente obtendría muchos más problemas de los que ya tenía. Ante las pocas opciones que tenía, opté por desaparecer a mi toro, y mirar seriamente al rubio diciendo:"Esa mujer a muerto por tu propia bala, no pienso limpiar eso, lo siento por interrumpir, al parecer llego en un mal momento, pero... ¿porqué una mujer como ella merece ser asesinada con tal crueldad de tu parte?".
A pesar que lo miraba con seriedad y confianza, temía de que me delatara como pirata, ya que si lo hacía debía salir a las apuradas de Water 7 para evitar mayores problemas. Por esta razón, mientras lo observaba, mantenía mi mano sobre la empuñadura de mi espada, preparando una defensa en mi mente, por si decidía actuar.
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