AlexEmpanadilla
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Akuma no mi
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Ha empezado Kimura en la anterior moderación, así que... eso
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Alistar Reep
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Akuma no mi
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Mondo fue embestido por algo que no pude ver. Caí al suelo encima del perro, que soltó un gemido lastimero. Me levanté llevándome la mano al pecho y tosiendo. Aún no estaba del todo recuperado de aquel combate con aquel muerto gigantesco. Antes de nada, me agaché y ayudé a Mondo a ponerse de pie de nuevo. El animal intentó posar su pata delantera izquierda en el suelo con dificultad.
"Se habrá torcido la pata con el golpe..."
Me levanté del todo y miré a Hayate, que allí estaba. Hice ademán de llevar la mano a la empuñadura de Asta Brillante, pero no lo hice. No quería pelear, y menos con él. En vez de eso, señalé en dirección al castillo.
- ¡¿Has visto eso?! Esa cosa no es un rey normal. Es un monstruo. ¡Las fuerzas del infierno están de su lado! ¡¿Cómo vamos a luchar contra tal cosa?! -la mandíbula del ratón temblaba, tal como sus piernas, en una mezcla de rabia y miedo - No podemos, Hayate... Debo encontrar a mi padre y a mi hermano y unirme a ellos. Tal vez junto a ellos tengamos una oportunidad...
"Tal vez junto a ellos recupere mi valor..."
- Se que ya no confías en mi... Pero... ¿De verdad quieres manchar tu espada con la sangre de a quién una vez llamaste amigo?
"Se habrá torcido la pata con el golpe..."
Me levanté del todo y miré a Hayate, que allí estaba. Hice ademán de llevar la mano a la empuñadura de Asta Brillante, pero no lo hice. No quería pelear, y menos con él. En vez de eso, señalé en dirección al castillo.
- ¡¿Has visto eso?! Esa cosa no es un rey normal. Es un monstruo. ¡Las fuerzas del infierno están de su lado! ¡¿Cómo vamos a luchar contra tal cosa?! -la mandíbula del ratón temblaba, tal como sus piernas, en una mezcla de rabia y miedo - No podemos, Hayate... Debo encontrar a mi padre y a mi hermano y unirme a ellos. Tal vez junto a ellos tengamos una oportunidad...
"Tal vez junto a ellos recupere mi valor..."
- Se que ya no confías en mi... Pero... ¿De verdad quieres manchar tu espada con la sangre de a quién una vez llamaste amigo?
Nocturne93
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Akuma no mi
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Mi lobo blanco logró derribar al ratón, y su perro se quedó algo herido. Mandé al lobo retirarse, ese pobre animal no tiene culpa alguna. sujetando la espada maestra con mi mano izquierda avanzaba hacia Cadogan. Ahora mismo sólo sentía un gran odio por él.
¿Qué hizo él? Tratar de justificarse, soltar excusas para evitar un confrontamiento. No era ninguna mentira lo que él estaba diciendo, realmente es una temible bestia nuestro enemigo. Pero eso no quita que sus actos han sido más propios de un traidor que de un aliado.
Hablaba de encontrarse con su familia, su padre y hermano. Y con ellos todo su ejército. Eso supondría retroceder todo cuanto habíamos avanzado allí delante. Una triste retirada ocasionada por alguien que decía llamarse a sí mismo caballero. Un insulto a ese título a mi parecer. Sus piernas temblaban y su voz junto a su mandíbula. Se notaba que estaba aterrado. ¿Qué tipo de caballero se achantaba ante tal situación? Algo me dice que se sentía entre la espada y la pared, y buscaba alguna otra forma de escaparse de mí.
Sin embargo... ¿Por qué quería creerle?
-¿Amigo me dices? No eres el primero Cadogan. No eres el primer sucio bastardo que utiliza esas artimañas para intentar engañarme. Soy marine, soy un teniente, he apresado unos cuantos piratas y revolucionarios que al final de todo renegaban, decían ser unos simples infiltrados para destrozarles desde dentro. Pero no era así.
Apreté los dientes, me estaba enfureciendo yo solo con las palabras que estaba diciendo. No obstante no me callé.
-Un amigo no engaña Cadogan. Alguien que se hace llamar así mismo amigo de alguien, no le miente en su cara, no le oculta algo así... Quién sabe. Tal vez si desde el primer momento me llegas a contar que perteneces a la revolución, no estaríamos en ésta situación. ¿Son nobles tus intenciones? ¿Es verdad lo que me dices? No lo se. ¿Puedo fiarme de alguien que ya me ha engañado y mentido? Desde luego te aseguro, que no suelo hacerlo. Nunca.
Pero no ataqué. No por mi propio deseo, si no por una imagen que pude ver en la más profunda lejanía. En el mar, por el horizonte, una hilera de buques de guerra se aproximaban. Algo terrible estaba apunto de ocurrir. Si seguíamos allí cuando esos buques se aproximen lo suficiente, sería el fin.
-Llévame Sir Cadogan. -dije sin pensar. Tan solo miraba hacia el horizonte- Llévame hasta tu padre. -posé mis ojos en los suyos. Mi rostro había cambiado completamente. Si había algo a apreciar en mi mirada, sería el terror- Te doy una última oportunidad. Si resultas ser un traidor, puede que yo muera entre tu gente... Pero tú te vendrás conmigo.
Me giré rápidamente buscando a Kenichi, le agarraría de la mano y comenzaría a correr.
-Debemos marcharnos de aquí ya. Cadogan, si realmente estás con nosotros, demuéstralo. Pero no tendrás otra oportunidad. Y si aprecias la vida de tu gente... Seamos rápidos. O moriremos sin remedio alguno.
Realmente, comenzaba a desesperarme. Todo esto estaba quedando demasiado grande. Me lo estaba apostando todo a una sola carta. Todo a favor del ratón. Por dios, espero no equivocarme. Aquella bestia de tres cabezas recorría los cielos. Como se nos aproximase no habría escapatoria posible.
¿Qué hizo él? Tratar de justificarse, soltar excusas para evitar un confrontamiento. No era ninguna mentira lo que él estaba diciendo, realmente es una temible bestia nuestro enemigo. Pero eso no quita que sus actos han sido más propios de un traidor que de un aliado.
Hablaba de encontrarse con su familia, su padre y hermano. Y con ellos todo su ejército. Eso supondría retroceder todo cuanto habíamos avanzado allí delante. Una triste retirada ocasionada por alguien que decía llamarse a sí mismo caballero. Un insulto a ese título a mi parecer. Sus piernas temblaban y su voz junto a su mandíbula. Se notaba que estaba aterrado. ¿Qué tipo de caballero se achantaba ante tal situación? Algo me dice que se sentía entre la espada y la pared, y buscaba alguna otra forma de escaparse de mí.
Sin embargo... ¿Por qué quería creerle?
-¿Amigo me dices? No eres el primero Cadogan. No eres el primer sucio bastardo que utiliza esas artimañas para intentar engañarme. Soy marine, soy un teniente, he apresado unos cuantos piratas y revolucionarios que al final de todo renegaban, decían ser unos simples infiltrados para destrozarles desde dentro. Pero no era así.
Apreté los dientes, me estaba enfureciendo yo solo con las palabras que estaba diciendo. No obstante no me callé.
-Un amigo no engaña Cadogan. Alguien que se hace llamar así mismo amigo de alguien, no le miente en su cara, no le oculta algo así... Quién sabe. Tal vez si desde el primer momento me llegas a contar que perteneces a la revolución, no estaríamos en ésta situación. ¿Son nobles tus intenciones? ¿Es verdad lo que me dices? No lo se. ¿Puedo fiarme de alguien que ya me ha engañado y mentido? Desde luego te aseguro, que no suelo hacerlo. Nunca.
Pero no ataqué. No por mi propio deseo, si no por una imagen que pude ver en la más profunda lejanía. En el mar, por el horizonte, una hilera de buques de guerra se aproximaban. Algo terrible estaba apunto de ocurrir. Si seguíamos allí cuando esos buques se aproximen lo suficiente, sería el fin.
-Llévame Sir Cadogan. -dije sin pensar. Tan solo miraba hacia el horizonte- Llévame hasta tu padre. -posé mis ojos en los suyos. Mi rostro había cambiado completamente. Si había algo a apreciar en mi mirada, sería el terror- Te doy una última oportunidad. Si resultas ser un traidor, puede que yo muera entre tu gente... Pero tú te vendrás conmigo.
Me giré rápidamente buscando a Kenichi, le agarraría de la mano y comenzaría a correr.
-Debemos marcharnos de aquí ya. Cadogan, si realmente estás con nosotros, demuéstralo. Pero no tendrás otra oportunidad. Y si aprecias la vida de tu gente... Seamos rápidos. O moriremos sin remedio alguno.
Realmente, comenzaba a desesperarme. Todo esto estaba quedando demasiado grande. Me lo estaba apostando todo a una sola carta. Todo a favor del ratón. Por dios, espero no equivocarme. Aquella bestia de tres cabezas recorría los cielos. Como se nos aproximase no habría escapatoria posible.
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