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Madara finalmente empujó la puerta y entró a aquella taberna lujosa. Estaba feliz por haber cobrado y ahora miró a su alrededor tratando de encontrar a sus dos compañeros. Una sonrisa se mostró en su rostro cuando los vio, pero en ese momento había dos chicas con ellos. Era imposible que el espadachín las hubiese invitado y el luchador parecía demasiado serio para andar con mujeres. El moreno se acercó a ellos sentándose de repente en la tercera silla libre y dejando el maletín en la mesa. Después clavó su mirada en aquellas mujeres, eran bellezas exóticas y salvajes y el mercenario se relamió despacio. Pensaba hacer cosas muy indebidas con ellas si le dejaban pero fue entonces cuando escuchó la voz del camarero, la cual dijo algo que hizo al dragón fruncir el ceño.
- ¡Es Madara Uchiha! ¡El Shichibukai! – Toda la gente empezó a rodear a los tres compañeros y a gritar mientras decían cosas extrañas sobre autógrafos y demás. Las dos preciosidades se vieron empujadas también por toda la muchedumbre y aquello hizo al mercenario enfurecer.
Madara empezó a apretar los puños mientras unas venitas se marcaban en su frente, sin embargo debía aguantar por su posición social. No quería que lo vieran como un borde, más bien como un ejemplo a seguir y un héroe. Era un jodido hipócrita pero ocultándose en las sombras y teniendo a su hermano para proclamar su palabra, todo estaba bien. Pudo ver como trajeron unos alimentos bastante exquisitos. Había barras de pan, queso y también lomos de salmón. Al devastador empezó a hacérsele la boca agua pero estaba empezando a agobiarse, de modo que trató de calmar a todos aquellos seguidores. – ¡Tranquilos habitantes de Water Seven! Estoy aquí por trabajo y no quiero que se sepa mi identidad, si no os importa sed un poco discretos. – Dijo aquello con la mayor de las sonrisas y un tono amable. La gente eufórica le aclamó y volvió a sus respectivos sitios.
Ahora Madara observó como aquellas dos bellezas se volvían a acercar pero no decían nada y a juzgar por las miradas de sus compañeros no estaban muy cómodos. Decidió darles un regalo a la vista y abrió el maletín delante de ellos, dejándoles ver una enorme cantidad de billetes. Eran tres filas y cada una equivalí a diez millones de berries. El líder mercenario sonrió de lado y notó como la chica rubia se sentaba en sus rodillas acariciándole la cabeza y estirando la mano disimuladamente hacia el maletín. Antes de que sus colegas la decapitaran o le aplastaran la cabeza, el devastador agarró la mano de la mujer con la suya sobrante y la miró a los ojos de forma siniestra. – Yo puedo darte algo que el dinero no hará, pero antes de eso deberías buscar un sitio más intimo muñeca. Sin embargo hoy me temo que no, pero me he quedado con tu cara. – Dijo el dragón en un tono lascivo para después bajarla de sus rodillas y volver a la conversación de sus compañeros.
La chica no le dejó hablar y continuó insistiendo en estar con ellos hasta que finalmente el Shichibukai abrió la boca soltando un enorme rugido que puso en vilo a toda la taberna. La mujer miró a otro lado y obediente se fue. El imponente dragón se estiró un poco tras haber conseguido su objetivo y ahora miró a los suyos. – Bueno chicos, a cada uno os pertenece una hilera. Coged vuestros correspondientes diez millones, lo habéis merecido y mucho. – Una vez lo hubiesen hecho, el moreno cerraría el maletín con su parte allí dentro y lo pondría a su lado al mismo tiempo que metía ambas manos en los bolsillos. La misión había sido bastante dura pero no se arrepentía de haberla hecho. Llevaba un tiempo sin tener acción y se había entretenido mucho en la isla del agua. Sin embargo no quería permanecer mucho allí y decidió que iba siendo hora de largarse. Debía buscar un transporte en el que largarse y dónde poder llevar sin miedo a Spirit. De modo que ahora miró a su alrededor hasta dar con lo que buscaba. – Enseguida vuelvo, ya mismo partimos así que comed ya. – Nada más decir aquello se puso en pie y echó a caminar hacia una de las mesas más alejadas.
No tardó en sentarse junto a un hombre que portaba una capucha y de su boca sobresalía una pipa antigua. El dragón emitió una sonrisa algo siniestra y se puso a hablar con él tranquilamente, era necesario largarse de allí de una vez. – Dime buen hombre ¿Sabes de alguien que pueda llevar a tres pasajeros y un animal hasta Galuna? El dinero no es problema. – Aquel hombre asintió y se presentó como el capitán Hyusei y experto navegante. El Shichibukai no podía creer la suerte que había tenido al dar con una persona a la cual necesitaba en ese mismo momento. Esperaría un poco más para que sus hombres tuviesen tiempo de comer. – Bueno pues entonces espero que no le importe llevar a un miembro del Ouka y a sus dos humildes soldados. – La conversación era lenta pero intensa, se notaba que tanto Madara como él eran dos hombres de negocios y estaban dejando el tema del dinero para el final, antes era bueno ganar algo de confianza el uno con el otro.
- ¡Es Madara Uchiha! ¡El Shichibukai! – Toda la gente empezó a rodear a los tres compañeros y a gritar mientras decían cosas extrañas sobre autógrafos y demás. Las dos preciosidades se vieron empujadas también por toda la muchedumbre y aquello hizo al mercenario enfurecer.
Madara empezó a apretar los puños mientras unas venitas se marcaban en su frente, sin embargo debía aguantar por su posición social. No quería que lo vieran como un borde, más bien como un ejemplo a seguir y un héroe. Era un jodido hipócrita pero ocultándose en las sombras y teniendo a su hermano para proclamar su palabra, todo estaba bien. Pudo ver como trajeron unos alimentos bastante exquisitos. Había barras de pan, queso y también lomos de salmón. Al devastador empezó a hacérsele la boca agua pero estaba empezando a agobiarse, de modo que trató de calmar a todos aquellos seguidores. – ¡Tranquilos habitantes de Water Seven! Estoy aquí por trabajo y no quiero que se sepa mi identidad, si no os importa sed un poco discretos. – Dijo aquello con la mayor de las sonrisas y un tono amable. La gente eufórica le aclamó y volvió a sus respectivos sitios.
Ahora Madara observó como aquellas dos bellezas se volvían a acercar pero no decían nada y a juzgar por las miradas de sus compañeros no estaban muy cómodos. Decidió darles un regalo a la vista y abrió el maletín delante de ellos, dejándoles ver una enorme cantidad de billetes. Eran tres filas y cada una equivalí a diez millones de berries. El líder mercenario sonrió de lado y notó como la chica rubia se sentaba en sus rodillas acariciándole la cabeza y estirando la mano disimuladamente hacia el maletín. Antes de que sus colegas la decapitaran o le aplastaran la cabeza, el devastador agarró la mano de la mujer con la suya sobrante y la miró a los ojos de forma siniestra. – Yo puedo darte algo que el dinero no hará, pero antes de eso deberías buscar un sitio más intimo muñeca. Sin embargo hoy me temo que no, pero me he quedado con tu cara. – Dijo el dragón en un tono lascivo para después bajarla de sus rodillas y volver a la conversación de sus compañeros.
La chica no le dejó hablar y continuó insistiendo en estar con ellos hasta que finalmente el Shichibukai abrió la boca soltando un enorme rugido que puso en vilo a toda la taberna. La mujer miró a otro lado y obediente se fue. El imponente dragón se estiró un poco tras haber conseguido su objetivo y ahora miró a los suyos. – Bueno chicos, a cada uno os pertenece una hilera. Coged vuestros correspondientes diez millones, lo habéis merecido y mucho. – Una vez lo hubiesen hecho, el moreno cerraría el maletín con su parte allí dentro y lo pondría a su lado al mismo tiempo que metía ambas manos en los bolsillos. La misión había sido bastante dura pero no se arrepentía de haberla hecho. Llevaba un tiempo sin tener acción y se había entretenido mucho en la isla del agua. Sin embargo no quería permanecer mucho allí y decidió que iba siendo hora de largarse. Debía buscar un transporte en el que largarse y dónde poder llevar sin miedo a Spirit. De modo que ahora miró a su alrededor hasta dar con lo que buscaba. – Enseguida vuelvo, ya mismo partimos así que comed ya. – Nada más decir aquello se puso en pie y echó a caminar hacia una de las mesas más alejadas.
No tardó en sentarse junto a un hombre que portaba una capucha y de su boca sobresalía una pipa antigua. El dragón emitió una sonrisa algo siniestra y se puso a hablar con él tranquilamente, era necesario largarse de allí de una vez. – Dime buen hombre ¿Sabes de alguien que pueda llevar a tres pasajeros y un animal hasta Galuna? El dinero no es problema. – Aquel hombre asintió y se presentó como el capitán Hyusei y experto navegante. El Shichibukai no podía creer la suerte que había tenido al dar con una persona a la cual necesitaba en ese mismo momento. Esperaría un poco más para que sus hombres tuviesen tiempo de comer. – Bueno pues entonces espero que no le importe llevar a un miembro del Ouka y a sus dos humildes soldados. – La conversación era lenta pero intensa, se notaba que tanto Madara como él eran dos hombres de negocios y estaban dejando el tema del dinero para el final, antes era bueno ganar algo de confianza el uno con el otro.
Nokotori Kurodoku
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Por fin llegó el líder después de una pequeña espera en la taberna. Ambos compañeros se hallaban sentados en la mesa y siendo molestados por aquellas féminas. Madara se acercó e intentó seducir a la chica de cabello dorado. Después de que la muchedumbre reconociese al Shichibukai y que todo se calmara el espadachín pudo observar como su líder abría el maletín que llevaba y que antes no tenía. Una vez lo abrió pudo ver la cantidad de dinero que había en él. El joven moreno lo quería todo pero se resistió agarrar tanto dinero y pocos segundos después Madara apuntó que sólo 10 millones eran para él. Aún así era bastante dinero y el espadachín estaba satisfecho. Nunca tuvo tanto dinero en su poder.
Momentos después Madara se levantó y observó a los dos chicos comentando que pronto volvería y que terminaran de comer lo antes posible. Una vez más Nokotori observó los 10 millones y los guardó acto seguido debajo de su túnica. Se disponía a acabar con aquel manjar servido en el plato el cual aún no había podido ni probar por culpa de las mujeres, del barullo con su líder y luego la entrega del dinero. Pinchó con el tenedor por fin un poco de arroz que lentamente mientras observaba se lo llevaba a la boca haciéndosele esta agua. Casi parecía que se le caía la baba y de hecho un poco de saliva cayó por la comisura de sus labios. Estaba deseando comer de una vez.
Una vez estaba a punto de meter el tenedor en su boca la chica morena, que aún estaba ahí sentada y vio como se repartían el dinero, acercó su mano a la pierna del espadachín y lo miró a los ojos de manera sensual.
–Oye… ¿Qué tal si te vienes conmigo un ratito morenín?
Nokotori paró en seco antes de poder dar bocado. La ira que sentía en su interior estaba peleando con las palabras de su líder por no liarla en la taberna. Quería hacerle caso a Madara y no perjudicarle pero al parecer su furia en ese momento estaba ganando a aquellas palabras. Sus ojos ojos parecían la de una bestia y miró fijamente a su compañero Jhon. Poco a poco miró a los ojos de la muchacha la cual cuando observó como la miraba ésta sonrió cálidamente creyendo que eso iba a calmar al loco espadachín. La chica estaba acostumbrada a estas situaciones y siempre que se hallaba en esa situación recurría a su “sonrisa encantadora” para seducir a sus objetivos. Aquella muchacha no sabía lo que estaba haciendo y dónde se metía. Había encontrado probablemente al hombre que jamás sucumbiría a sus encantos y además reaccionaría de muy mala manera. El espadachín volvió a mirar a su compañero.
-Jhon… Esto…
Justo antes de que pudiera terminar la frase la chica morena intervino. Se estaba jugando la vida de sobremanera y además no lo sabía.
-Vamos guapetón, vente conmigo y sabrás lo que es puro placer. Deja ese estúpido arroz ya te lo pago yo y sígueme.
Poco a poco la situación estaba desbordando al espadachín que cada vez estaba más y más cabreado. Dejó el tenedor en el plato bruscamente y miró a su precioso arroz. Estaba bien condimentado, un buen sabor, buen color y una textura exquisita luego miró a la muchacha con la mirada algo perdida.
-¿Q-Qué has dicho mujer?
Al joven moreno no se le pasaba por la cabeza otra que la matanza, el asesinato, como descuartizaba a la chica, cómo se bañaba en la sangre de aquella persona y además nadaba. Todos los pensamientos más macabros que una persona así de loca podría tener. Estaba dispuesto a hacer muchas horrorosas cosas con el cuerpo de aquella joven. Jamás en la vida había estado tan cabreado. Tuvo una idea de tener una pequeña sala de tortura para estos casos, una sala privada.
-Qué bien me vendría ahora una cosa así…
El espadachín murmuraba en voz baja y volvió a mirar a la joven la cual sonreía aún. Después de todos los pensamientos macabros y ensueños con la sangre de aquella joven miró su plato de arroz. Ya estaba frío. Todo el mundo sabe que el arroz frío está peor que recién hecho y caliente. Algo en los adentros de Nokotori se rompió y parecía haberse escuchado un “crack”. Jamás le había ocurrido algo así. Nunca.
Se levantó de la silla y miró el arroz. Una vez hecho esto miró a la chica la cual malentendió aquello y se levantó junto a él. Sonrió pícaramente y anduvo un par de pasos.
-Je, vamos sígueme.
Dijo aquello y justo después se giró dándole la espalda al espadachín. Éste le siguió varios pasos mientras desenfundaba su katana blanca lentamente. Observó como Madara hablaba con un hombre encapuchado. Sintió mucho lo que iba a hacer y cerró los ojos brevemente. Varios segundos después los abrió de nuevo. Ya tenía media katana fuera.
-Lo siento, jefe. Pero esta mujer ha herido todo lo que amo.
Momentos después Madara se levantó y observó a los dos chicos comentando que pronto volvería y que terminaran de comer lo antes posible. Una vez más Nokotori observó los 10 millones y los guardó acto seguido debajo de su túnica. Se disponía a acabar con aquel manjar servido en el plato el cual aún no había podido ni probar por culpa de las mujeres, del barullo con su líder y luego la entrega del dinero. Pinchó con el tenedor por fin un poco de arroz que lentamente mientras observaba se lo llevaba a la boca haciéndosele esta agua. Casi parecía que se le caía la baba y de hecho un poco de saliva cayó por la comisura de sus labios. Estaba deseando comer de una vez.
Una vez estaba a punto de meter el tenedor en su boca la chica morena, que aún estaba ahí sentada y vio como se repartían el dinero, acercó su mano a la pierna del espadachín y lo miró a los ojos de manera sensual.
–Oye… ¿Qué tal si te vienes conmigo un ratito morenín?
Nokotori paró en seco antes de poder dar bocado. La ira que sentía en su interior estaba peleando con las palabras de su líder por no liarla en la taberna. Quería hacerle caso a Madara y no perjudicarle pero al parecer su furia en ese momento estaba ganando a aquellas palabras. Sus ojos ojos parecían la de una bestia y miró fijamente a su compañero Jhon. Poco a poco miró a los ojos de la muchacha la cual cuando observó como la miraba ésta sonrió cálidamente creyendo que eso iba a calmar al loco espadachín. La chica estaba acostumbrada a estas situaciones y siempre que se hallaba en esa situación recurría a su “sonrisa encantadora” para seducir a sus objetivos. Aquella muchacha no sabía lo que estaba haciendo y dónde se metía. Había encontrado probablemente al hombre que jamás sucumbiría a sus encantos y además reaccionaría de muy mala manera. El espadachín volvió a mirar a su compañero.
-Jhon… Esto…
Justo antes de que pudiera terminar la frase la chica morena intervino. Se estaba jugando la vida de sobremanera y además no lo sabía.
-Vamos guapetón, vente conmigo y sabrás lo que es puro placer. Deja ese estúpido arroz ya te lo pago yo y sígueme.
Poco a poco la situación estaba desbordando al espadachín que cada vez estaba más y más cabreado. Dejó el tenedor en el plato bruscamente y miró a su precioso arroz. Estaba bien condimentado, un buen sabor, buen color y una textura exquisita luego miró a la muchacha con la mirada algo perdida.
-¿Q-Qué has dicho mujer?
Al joven moreno no se le pasaba por la cabeza otra que la matanza, el asesinato, como descuartizaba a la chica, cómo se bañaba en la sangre de aquella persona y además nadaba. Todos los pensamientos más macabros que una persona así de loca podría tener. Estaba dispuesto a hacer muchas horrorosas cosas con el cuerpo de aquella joven. Jamás en la vida había estado tan cabreado. Tuvo una idea de tener una pequeña sala de tortura para estos casos, una sala privada.
-Qué bien me vendría ahora una cosa así…
El espadachín murmuraba en voz baja y volvió a mirar a la joven la cual sonreía aún. Después de todos los pensamientos macabros y ensueños con la sangre de aquella joven miró su plato de arroz. Ya estaba frío. Todo el mundo sabe que el arroz frío está peor que recién hecho y caliente. Algo en los adentros de Nokotori se rompió y parecía haberse escuchado un “crack”. Jamás le había ocurrido algo así. Nunca.
Se levantó de la silla y miró el arroz. Una vez hecho esto miró a la chica la cual malentendió aquello y se levantó junto a él. Sonrió pícaramente y anduvo un par de pasos.
-Je, vamos sígueme.
Dijo aquello y justo después se giró dándole la espalda al espadachín. Éste le siguió varios pasos mientras desenfundaba su katana blanca lentamente. Observó como Madara hablaba con un hombre encapuchado. Sintió mucho lo que iba a hacer y cerró los ojos brevemente. Varios segundos después los abrió de nuevo. Ya tenía media katana fuera.
-Lo siento, jefe. Pero esta mujer ha herido todo lo que amo.
Qui Gon Blackheart
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Madara volvió pronto y se encargó de que al menos las chicas no dieran por culo. Entonces sacó un maletín y nos dijo que cogiéramos 10 millones cada uno. Eso era una buena cantidad de dinero que Qui Gon se encargaría de administrar bien si no quería verse como cuando llegaron a esta isla, con un barco destartalado y robando comida. Los ojos de Qui Gon brillaban al ver la fila de billetes, cogió su parte del botín y la escondió en los entresijos de su pantalón bombacho.
Madara se levantó e indicó que fuesen comiendo, que volvería pronto. Qui Gon cogió el cuchillo y se puso a cortar una barra de pan entera por la mitad, partió 4 cuñas de queso y cogió dos lomos de salmón. ¡Listo! El perfecto bocata para el perfecto momento, durante la preparación de dicho bocadillo se podían ver algunas muecas de dolor en la cara de Qui Gon debido a sus dedos rotos, aunque procuraba no usarlos era difícil no rozarse alguno de ellos, además, se cortó con el cuchillo al haberlo cogido tan rápido y se hizo un pequeño corte en el pulgar el cual remedió rápido chupándose el dedo. Nokoyuri se disponía a comer también, tanto el espadachín como el luchador estaban en el paraíso, delante de su comida favorita preparados para zampar hasta que la morena tuvo que volver a inmiscuirse… Qui Gon miraba a Nokoyuri horrorizado… Su mirada de odio era reconocible hasta la otra punta de la taberna. Murmuró algo llamando a Qui Gon por el nombre de Jhon, pero este ya se había acostumbrado a que lo llamase así, pero antes de que pudiera decir algo más la chica volvió a la carga intentado seducir al espadachín.
Qui Gon no podía creer como había tanta estupidez en el mundo, encima la chica llamó estúpido al arroz de Nokoyuri. “Maldita zorra, ¿no ves que es su puta comida preferida? ¿Quieres que te maten?”. Nokoyuri miró de nuevo a su arroz y vio que estaba frío, eso es algo que se nota a la legua, cuando el arroz está pasado y frio… Eso es lo peor que le puede pasar a un amante del arroz; el moreno se levantó y la chica le dijo que la siguiera. Y así hizo él, mientras llevaba sus manos a su katana. Qui Gon debía pensar rápido, o si no se iba a liar en esa taberna y él habría fracasado en su misión de intentar que Nokoyuri no armara jaleo. Rápidamente Qui Gon llamó al gordo y le susurró algo al oído…
- Escúchame puto cerdo, si no te llevas ahora mismo este arroz y tras más recién hecho y que encima sea el mejor arroz que hayas hecho en tu puta vida, tu posada va a teñirse de rojo. ¡Así que deprisa!
- S-sí señor, ¡ahora mismo!
Qui gon se levantó rápidamente de la mesa y siguió a Nokoyuri y la chica hasta que estuvieran algo apartados del barullo, Nokoyuri empezó a desenfundar su katana y cerró sus ojos unos instantes, ahora era el momento de actuar. Qui Gon hizo un movimiento rápido colocándose entre ambos y de un rodillazo en el estómago dejó KO a la chica del pelo moreno. Nokoyuri abrió sus ojos y ya había desenfundado su katana por completo.
- Noko… Por favor, perdona la vida a esta mujer. Una persona tan sumamente estúpida no merece morir así. Además, romperías la promesa que le hiciste a Madara y los compañeros debemos cumplir nuestras promesas. Te he visto luchar y sé que cuando desenfundas tu katana siempre ha corrido la sangre así que si has de cortar a alguien adelante, pero no aquí. Salgamos fuera, he escuchado de un barrio cerca de aqui donde hay ciertos matones dando por culo, lo escuché cotilleando las conversaciones de la gente de esta taberna.
Qui Gon intentaba ganar tiempo hasta que el arroz estuviese listo, a lo lejos ya podía verse al gordo con un plato enorme de arroz, eran más grande que su maldita barriga y lo portaba con ayuda de otros dos hombres, apartó todo lo que había en la mesa y depositó el platazo en la mesa, pero para ello tuvo que retirar el perfecto bocadillo que Qui Gon había preparado, esto hizo que Qui Gon se llenara de ira y diera un grito enmudeciendo la taberna.
- ¡EH! ¡¿QUÉ COÑO TE CREES QUE ESTÁS HACIENDO?! NO TE DIJE QUE QUITASES LA MESA Y MENOS… ¡MI! ¡BOCADILLO!
- Noko, ahí tienes tu arroz, espero que sea suficiente, he de arreglar unos asuntos y no te preocupes, en cuanto terminemos de esto te llevo a desmembrar cuerpos si no lo hemos hecho ya aquí.
Qui Gon se alejó de Nokoyuri enfadado mirando al gordo lleno de ira, apretaba su puño aguantando el dolor como si lo preparase para dar un puñetazo, entonces acercó su brazo a la cara del gordito que sudaba como un puerco y miraba al portentoso luchador con ojos llorosos. El navegante colocó su puño cerca de su cara por encima del hombro, abrió la mano y la colocó sobre su clavícula apretando.
- Has hecho el trabajo bien a medias… Dame el puto bocadillo ahora mismo y desaparece, no quiero verte mientras esté yo aquí.
El navegante mostraba una sonrisa enfermiza, al parecer se estaba contagiando del sadismo de sus compañeros de banda.
Madara se levantó e indicó que fuesen comiendo, que volvería pronto. Qui Gon cogió el cuchillo y se puso a cortar una barra de pan entera por la mitad, partió 4 cuñas de queso y cogió dos lomos de salmón. ¡Listo! El perfecto bocata para el perfecto momento, durante la preparación de dicho bocadillo se podían ver algunas muecas de dolor en la cara de Qui Gon debido a sus dedos rotos, aunque procuraba no usarlos era difícil no rozarse alguno de ellos, además, se cortó con el cuchillo al haberlo cogido tan rápido y se hizo un pequeño corte en el pulgar el cual remedió rápido chupándose el dedo. Nokoyuri se disponía a comer también, tanto el espadachín como el luchador estaban en el paraíso, delante de su comida favorita preparados para zampar hasta que la morena tuvo que volver a inmiscuirse… Qui Gon miraba a Nokoyuri horrorizado… Su mirada de odio era reconocible hasta la otra punta de la taberna. Murmuró algo llamando a Qui Gon por el nombre de Jhon, pero este ya se había acostumbrado a que lo llamase así, pero antes de que pudiera decir algo más la chica volvió a la carga intentado seducir al espadachín.
Qui Gon no podía creer como había tanta estupidez en el mundo, encima la chica llamó estúpido al arroz de Nokoyuri. “Maldita zorra, ¿no ves que es su puta comida preferida? ¿Quieres que te maten?”. Nokoyuri miró de nuevo a su arroz y vio que estaba frío, eso es algo que se nota a la legua, cuando el arroz está pasado y frio… Eso es lo peor que le puede pasar a un amante del arroz; el moreno se levantó y la chica le dijo que la siguiera. Y así hizo él, mientras llevaba sus manos a su katana. Qui Gon debía pensar rápido, o si no se iba a liar en esa taberna y él habría fracasado en su misión de intentar que Nokoyuri no armara jaleo. Rápidamente Qui Gon llamó al gordo y le susurró algo al oído…
- Escúchame puto cerdo, si no te llevas ahora mismo este arroz y tras más recién hecho y que encima sea el mejor arroz que hayas hecho en tu puta vida, tu posada va a teñirse de rojo. ¡Así que deprisa!
- S-sí señor, ¡ahora mismo!
Qui gon se levantó rápidamente de la mesa y siguió a Nokoyuri y la chica hasta que estuvieran algo apartados del barullo, Nokoyuri empezó a desenfundar su katana y cerró sus ojos unos instantes, ahora era el momento de actuar. Qui Gon hizo un movimiento rápido colocándose entre ambos y de un rodillazo en el estómago dejó KO a la chica del pelo moreno. Nokoyuri abrió sus ojos y ya había desenfundado su katana por completo.
- Noko… Por favor, perdona la vida a esta mujer. Una persona tan sumamente estúpida no merece morir así. Además, romperías la promesa que le hiciste a Madara y los compañeros debemos cumplir nuestras promesas. Te he visto luchar y sé que cuando desenfundas tu katana siempre ha corrido la sangre así que si has de cortar a alguien adelante, pero no aquí. Salgamos fuera, he escuchado de un barrio cerca de aqui donde hay ciertos matones dando por culo, lo escuché cotilleando las conversaciones de la gente de esta taberna.
Qui Gon intentaba ganar tiempo hasta que el arroz estuviese listo, a lo lejos ya podía verse al gordo con un plato enorme de arroz, eran más grande que su maldita barriga y lo portaba con ayuda de otros dos hombres, apartó todo lo que había en la mesa y depositó el platazo en la mesa, pero para ello tuvo que retirar el perfecto bocadillo que Qui Gon había preparado, esto hizo que Qui Gon se llenara de ira y diera un grito enmudeciendo la taberna.
- ¡EH! ¡¿QUÉ COÑO TE CREES QUE ESTÁS HACIENDO?! NO TE DIJE QUE QUITASES LA MESA Y MENOS… ¡MI! ¡BOCADILLO!
- Noko, ahí tienes tu arroz, espero que sea suficiente, he de arreglar unos asuntos y no te preocupes, en cuanto terminemos de esto te llevo a desmembrar cuerpos si no lo hemos hecho ya aquí.
Qui Gon se alejó de Nokoyuri enfadado mirando al gordo lleno de ira, apretaba su puño aguantando el dolor como si lo preparase para dar un puñetazo, entonces acercó su brazo a la cara del gordito que sudaba como un puerco y miraba al portentoso luchador con ojos llorosos. El navegante colocó su puño cerca de su cara por encima del hombro, abrió la mano y la colocó sobre su clavícula apretando.
- Has hecho el trabajo bien a medias… Dame el puto bocadillo ahora mismo y desaparece, no quiero verte mientras esté yo aquí.
El navegante mostraba una sonrisa enfermiza, al parecer se estaba contagiando del sadismo de sus compañeros de banda.
Invitado
Fama
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Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Madara había pedido dos copas de vino tinto y continuaba hablando con aquel hombre de forma tranquila. Mientras le escuchaba agitaba su bebida con una mano para después darle débiles y lentos sorbos para disfrutarlo. Debía celebrar que el día había ido genial con la caza del maldito rubio y sus secuaces. Tal vez ahora él y sus compañeros debían aspirar a un pez más gordo la próxima vez. Ajenos a lo que pasará en el resto de la taberna, los dos negociantes continuaban a su bola hablando entre ellos. Faltaba muy poco para que el dragón negro finalizase la conversación y pudieran partir de allí cuanto antes. No le desagradaba la ciudad del agua, es más estaban bastante cerca de la isla judicial. En un futuro haría una pequeña visita a aquel lugar dónde además residían muchos agentes del CP. Marineford tampoco era una mala opción después de todo.
El moreno continuaba a lo suyo mientras una pequeña gotita de sudor frío le caía por la mejilla. Su haki de observación estaba notando una presencia muy hostil. De hecho no tardó en reconocer quién era el causante. El capullo del espadachín no había podido contenerse y lo estaba notando muy nervioso. Además se estaba alejando de allí junto a una presencia bastante débil. La mano derecha del devastador empezó a tomar un tono negro metálico mostrando su haki armadura. Iba a tener que parar aquello cuanto antes si no quería que se liase mucho más. Justo cuando iba a interrumpir su conversación con aquel capitán, notó que otra presencia de poder mayor a la segunda se acercaba. La reconoció como Qui Gon y esperó a que él relajase las cosas. No estaba seguro pues no estaba viendo nada, solo presintiéndolo desde una mesa alejada.
Los rojizos ojos del dragón se abrieron como platos cuando la segunda aura quedó fuera de juego. – ¿Os encontráis bien, Madara-san? – Dijo ahora aquella persona mientras también le daba un sorbo a la copa de vino a la que le estaba invitando el moreno. El tío de la armadura roja asintió calmado y con una sonrisa tranquila mientras trataba de disimular. – A la perfección, solo estoy detectando a dos ardillas algo liantes. – La comparación hizo reír un poco a aquel hombre pero ambos continuaron con la conversación tranquilamente en aquella mesa. Llegaba la hora de la parte más importante del negocio, iban a hablar de una vez de la suma de dinero. Para ello se requería seriedad, sangre fría y tener los cinco sentidos puestos en el tema. El mercenario iba a por lo mejor que sabía hacer, quedarse con más dinero de la cuenta legalmente. También lo solía hacer de forma ilegal pero allí no podía liarla mucho, apreciaba muchísimo su puesto y no estaba dispuesto a perderlo por nada del mundo. Sería una cagada monumental y debería recuperarlo cuanto antes peleándose con otro Shichibukai y por desgracia eran demasiado fuertes.
Sonrió de lado a punto de hablar cuando un gritó abarcó toda la taberna. Era una voz que inspiraba terror pues alguien se había quedado sin bocadillo. Cuando el devastador giró un poco la mirada pudo ver a su navegante. Aquello ya estaba siendo demasiado para el pobre dragón negro. Se llevó una mano a la cabeza y empezó a temblar mientras las venas de su frente se marcaban de forma exagerada. Pudo ver como ahora además cogía del hombre al pobre diablo del camarero gordito. El capitán de en frente apuntó algo en un papel, iba a cobrarle de más por llevar a salvajes en el barco. Madara se puso en pie y frunció el ceño mientras ahora era él la persona que alzaba la voz en un tono agresivo y serio. – ¡Dejad de liarla coño! – Dicho aquello agarró una mesa entera con una sola mano y la lanzó con toda su fuerza hacia sus compañeros. Era tomó por el camino un tono negro a estar imbuida en haki. Sin embargo el devastador no era un tirador y su puntería no era buena si no lanzaba ácido. De modo que la mesa acabó estampando al camarero contra una pared. El silencio se hizo en la taberna y el Shichibukai se acercó disimulado a sus hombres pensando en lo que había hecho.
Además pudo ver que había un par de marines allí sentados, no tuvo más remedio que hacer gala de su teatro supremo. – ¿Qué dices Qui Gon? No puedo creer que ese gordito adorable fuese un revolucionario ¿Encima ha tratado de envenenar a Nokotori? – Ante aquellas palabras los dos hombres de la ley se levantaron y cogieron al camarero inconsciente llevándoselo de allí. Esos agoniosos buscarían dinero fácil pero al moreno le servía mientras se librase de aquello. Ahora giró la mirada y observó al capitán con el que negociaba. Estaba bastante tranquilo y ahora fue cuando soltó un suspiro. – Te daré un jodido millón entero pero sácanos de aquí. – Aquel hombre sonrió contento pues iba a pedir un cuarto de millón, pero uno entero era fantástico. Aceptó con ilusión y les pidió que le siguieran. El devastador les hizo un gesto a sus hombres para que le siguieran también. – Nos vamos de la isla, coged lo que tengáis que coger. No vamos a volver aquí en mucho tiempo. – Al menos ello no pero el moreno sí que iba a volver. Aquello estaba lleno de bellezas salvajes. Ahora salió de la taberna y recogió a Spirit mientras seguía a aquel hombre, era hora de largarse de allí. – Este de aquí es el precioso Spirit. Prohibido atentar contra su vida o querer comérselo, es mío. – Dicho aquello soltó un suspiro y continuó caminando con el maletín en la mano y siguiendo al capitán. Por fin iban a salir de aquella isla, además debían recoger al niño que lo habían dejado en el Reino de Sakura y aquello no podía ser. Podían tildarle de abusón infantil.
El moreno continuaba a lo suyo mientras una pequeña gotita de sudor frío le caía por la mejilla. Su haki de observación estaba notando una presencia muy hostil. De hecho no tardó en reconocer quién era el causante. El capullo del espadachín no había podido contenerse y lo estaba notando muy nervioso. Además se estaba alejando de allí junto a una presencia bastante débil. La mano derecha del devastador empezó a tomar un tono negro metálico mostrando su haki armadura. Iba a tener que parar aquello cuanto antes si no quería que se liase mucho más. Justo cuando iba a interrumpir su conversación con aquel capitán, notó que otra presencia de poder mayor a la segunda se acercaba. La reconoció como Qui Gon y esperó a que él relajase las cosas. No estaba seguro pues no estaba viendo nada, solo presintiéndolo desde una mesa alejada.
Los rojizos ojos del dragón se abrieron como platos cuando la segunda aura quedó fuera de juego. – ¿Os encontráis bien, Madara-san? – Dijo ahora aquella persona mientras también le daba un sorbo a la copa de vino a la que le estaba invitando el moreno. El tío de la armadura roja asintió calmado y con una sonrisa tranquila mientras trataba de disimular. – A la perfección, solo estoy detectando a dos ardillas algo liantes. – La comparación hizo reír un poco a aquel hombre pero ambos continuaron con la conversación tranquilamente en aquella mesa. Llegaba la hora de la parte más importante del negocio, iban a hablar de una vez de la suma de dinero. Para ello se requería seriedad, sangre fría y tener los cinco sentidos puestos en el tema. El mercenario iba a por lo mejor que sabía hacer, quedarse con más dinero de la cuenta legalmente. También lo solía hacer de forma ilegal pero allí no podía liarla mucho, apreciaba muchísimo su puesto y no estaba dispuesto a perderlo por nada del mundo. Sería una cagada monumental y debería recuperarlo cuanto antes peleándose con otro Shichibukai y por desgracia eran demasiado fuertes.
Sonrió de lado a punto de hablar cuando un gritó abarcó toda la taberna. Era una voz que inspiraba terror pues alguien se había quedado sin bocadillo. Cuando el devastador giró un poco la mirada pudo ver a su navegante. Aquello ya estaba siendo demasiado para el pobre dragón negro. Se llevó una mano a la cabeza y empezó a temblar mientras las venas de su frente se marcaban de forma exagerada. Pudo ver como ahora además cogía del hombre al pobre diablo del camarero gordito. El capitán de en frente apuntó algo en un papel, iba a cobrarle de más por llevar a salvajes en el barco. Madara se puso en pie y frunció el ceño mientras ahora era él la persona que alzaba la voz en un tono agresivo y serio. – ¡Dejad de liarla coño! – Dicho aquello agarró una mesa entera con una sola mano y la lanzó con toda su fuerza hacia sus compañeros. Era tomó por el camino un tono negro a estar imbuida en haki. Sin embargo el devastador no era un tirador y su puntería no era buena si no lanzaba ácido. De modo que la mesa acabó estampando al camarero contra una pared. El silencio se hizo en la taberna y el Shichibukai se acercó disimulado a sus hombres pensando en lo que había hecho.
Además pudo ver que había un par de marines allí sentados, no tuvo más remedio que hacer gala de su teatro supremo. – ¿Qué dices Qui Gon? No puedo creer que ese gordito adorable fuese un revolucionario ¿Encima ha tratado de envenenar a Nokotori? – Ante aquellas palabras los dos hombres de la ley se levantaron y cogieron al camarero inconsciente llevándoselo de allí. Esos agoniosos buscarían dinero fácil pero al moreno le servía mientras se librase de aquello. Ahora giró la mirada y observó al capitán con el que negociaba. Estaba bastante tranquilo y ahora fue cuando soltó un suspiro. – Te daré un jodido millón entero pero sácanos de aquí. – Aquel hombre sonrió contento pues iba a pedir un cuarto de millón, pero uno entero era fantástico. Aceptó con ilusión y les pidió que le siguieran. El devastador les hizo un gesto a sus hombres para que le siguieran también. – Nos vamos de la isla, coged lo que tengáis que coger. No vamos a volver aquí en mucho tiempo. – Al menos ello no pero el moreno sí que iba a volver. Aquello estaba lleno de bellezas salvajes. Ahora salió de la taberna y recogió a Spirit mientras seguía a aquel hombre, era hora de largarse de allí. – Este de aquí es el precioso Spirit. Prohibido atentar contra su vida o querer comérselo, es mío. – Dicho aquello soltó un suspiro y continuó caminando con el maletín en la mano y siguiendo al capitán. Por fin iban a salir de aquella isla, además debían recoger al niño que lo habían dejado en el Reino de Sakura y aquello no podía ser. Podían tildarle de abusón infantil.
Nokotori Kurodoku
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Justo cuando Nokotori estaba a punto de partir por la mitad a aquella belleza y poder satisfacer sus deseos más mortíferos, su colega Jhon llegó con rapidez y pudo hacer lo que tenía que hacer. Dejó K.O a la chica de un rodillazo en el estómago. Esto hizo que el maniático del espadachín parase en seco y observó como caía al suelo la muchacha. No estaba satisfecho y quería sangre. Cuando miró a Jhon lleno de rabia éste le dijo que sabía de unas personas que estaban liándola por ahí y que si quisiera después podrían ir a matarlos tranquilamente.
-Espero que sea así. Estoy jodidamente furioso y necesito desollar a alguien. Quiero arrancar la piel de esta maldita mujer.
Nokotori miró de nuevo a la muchacha y éste estaba sopesando la idea de matarla. Pronto cambió de idea al ver como entre varios hombres traían el plato de arroz más grande que el espadachín pudo ver en toda su vida. Al ver que lo dejaban en la mesa donde se estaban sentando antes y retiraban el asqueroso plato de arroz frío el moreno tragó saliva. Estaba temblando. Miró sonriendo como un niño chico, jamás había visto tanto arroz junto en la vida. Lentamente se dirigió a la mesa y algo torpe se sentó en la silla. Pronto los camareros pudieron ponerle un tenedor y una jarra entera de zumo de piña. El espadachín estaba en el paraíso. Cuando pusieron el enorme plato de arroz en la mesa casi tan grande como ésta tuvieron que quitar el bocadillo de Jhon el cual empezó a gritarle al camarero que dejara el bocadillo en su sitio. Al moreno pareció importarle poco lo que estaba sucediendo y empezó a comer de una vez por todas. Comía rápidamente luego paraba y comía más lento. Pensaba que tenía que disfrutar aquel manjar que incluso lucía mejor que el anterior plato.
-Esta maravilla me está enamorando. Casi que se me están quitando las ganas de matar…
Ya casi había terminado y devorado aquel manjar de los dioses, apartó la mirada durante unos segundos y pudo ver como una mesa de color metal chocaba contra el camarero gordito dejándolo inconsciente. Acto seguido vio como Madara se acercaba a los dos compañeros y acusaba al gordo de ser un revolucionario y que además intentó envenenar al espadachín. Nokotori que ya estaba terminando de comer al escuchar se levantó con las pilas cargadas y algo más relajado.
-Entonces sólo merece más que la muerte. Sucio puerco asqueroso. Jamás podrías contra alguien como yo en toda tu triste vida.
El espadachín se dispuso a desenfundar su katana pero unos cuantos marines se llevaron al hombre inconsciente antes de que éste pudiese hacer nada. Una vez más la situación hizo que Nokotori no la liase en la taberna. Después de que Madara decidiese el precio del viaje el cual ofrecía un millón entero se dispusieron a salir de la taberna de una vez por todas. Antes de salir Nokotori que iba el último escupió en el suelo y se marchó por la puerta.
-Vaya asco de taberna y de mujeres. Pienso matar a toda mujer que se ponga en mi camino.
Dicho esto el Shichibukai presentó lo que parecía ser su nueva mascota. Un yagara de color azul. Era uno de esos bichos que vio por los canales de la ciudad los cuales servían para transportar gente o cosas. Además Madara remarcó que no podían matarlo ni comérselo. De todos modos esa cosa debía saber mal en el arroz aunque con un buen sazonado tal vez…
Pronto el espadachín recordó que tenía otro compañero el cual lo habían dejado tirado en la isla de nieve en la que conocieron a Madara. Estaban andando tranquilamente siguiendo al hombre que los iba a llevar. Nokotori iba a su bola y pensando en el anterior barco que se habían cargado cuando llegaron a la isla.
-Oye espero que ese millón sirva para llevarnos en un buen barco. La basura en la que llegamos no servía para nada…
Después de decir esto y mirar al hombre siguió con lo suyo. Apoyó sus brazos en las empuñaduras de sus katanas y suspiró. Aquel arroz estaba muy bueno. Pensaba que fue un buen día. Arroz, muerte y dinero. No podía pedir nada más.
-Espero que sea así. Estoy jodidamente furioso y necesito desollar a alguien. Quiero arrancar la piel de esta maldita mujer.
Nokotori miró de nuevo a la muchacha y éste estaba sopesando la idea de matarla. Pronto cambió de idea al ver como entre varios hombres traían el plato de arroz más grande que el espadachín pudo ver en toda su vida. Al ver que lo dejaban en la mesa donde se estaban sentando antes y retiraban el asqueroso plato de arroz frío el moreno tragó saliva. Estaba temblando. Miró sonriendo como un niño chico, jamás había visto tanto arroz junto en la vida. Lentamente se dirigió a la mesa y algo torpe se sentó en la silla. Pronto los camareros pudieron ponerle un tenedor y una jarra entera de zumo de piña. El espadachín estaba en el paraíso. Cuando pusieron el enorme plato de arroz en la mesa casi tan grande como ésta tuvieron que quitar el bocadillo de Jhon el cual empezó a gritarle al camarero que dejara el bocadillo en su sitio. Al moreno pareció importarle poco lo que estaba sucediendo y empezó a comer de una vez por todas. Comía rápidamente luego paraba y comía más lento. Pensaba que tenía que disfrutar aquel manjar que incluso lucía mejor que el anterior plato.
-Esta maravilla me está enamorando. Casi que se me están quitando las ganas de matar…
Ya casi había terminado y devorado aquel manjar de los dioses, apartó la mirada durante unos segundos y pudo ver como una mesa de color metal chocaba contra el camarero gordito dejándolo inconsciente. Acto seguido vio como Madara se acercaba a los dos compañeros y acusaba al gordo de ser un revolucionario y que además intentó envenenar al espadachín. Nokotori que ya estaba terminando de comer al escuchar se levantó con las pilas cargadas y algo más relajado.
-Entonces sólo merece más que la muerte. Sucio puerco asqueroso. Jamás podrías contra alguien como yo en toda tu triste vida.
El espadachín se dispuso a desenfundar su katana pero unos cuantos marines se llevaron al hombre inconsciente antes de que éste pudiese hacer nada. Una vez más la situación hizo que Nokotori no la liase en la taberna. Después de que Madara decidiese el precio del viaje el cual ofrecía un millón entero se dispusieron a salir de la taberna de una vez por todas. Antes de salir Nokotori que iba el último escupió en el suelo y se marchó por la puerta.
-Vaya asco de taberna y de mujeres. Pienso matar a toda mujer que se ponga en mi camino.
Dicho esto el Shichibukai presentó lo que parecía ser su nueva mascota. Un yagara de color azul. Era uno de esos bichos que vio por los canales de la ciudad los cuales servían para transportar gente o cosas. Además Madara remarcó que no podían matarlo ni comérselo. De todos modos esa cosa debía saber mal en el arroz aunque con un buen sazonado tal vez…
Pronto el espadachín recordó que tenía otro compañero el cual lo habían dejado tirado en la isla de nieve en la que conocieron a Madara. Estaban andando tranquilamente siguiendo al hombre que los iba a llevar. Nokotori iba a su bola y pensando en el anterior barco que se habían cargado cuando llegaron a la isla.
-Oye espero que ese millón sirva para llevarnos en un buen barco. La basura en la que llegamos no servía para nada…
Después de decir esto y mirar al hombre siguió con lo suyo. Apoyó sus brazos en las empuñaduras de sus katanas y suspiró. Aquel arroz estaba muy bueno. Pensaba que fue un buen día. Arroz, muerte y dinero. No podía pedir nada más.
Qui Gon Blackheart
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Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
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Qui Gon soltó al camarero para que le devolviese el bocadillo, este cogió el bocata con las manos temblorosas, el sudor caía por su cara y su barbilla castañeaba como un flan. El gordo le entregó el bocata a Qui Gon lo que hizo que se tranquilizase y se pusiese a comérselo como si no hubiese mañana. Se sentó en la mesa mientras aún estaba comiéndoselo y se puso las botas. Pudo escuchar un gran golpe cerca suya como el de algo metálico impactando contra la pared pero no le dio importancia, tenía hambre y ya se la sudaba lo que estuviese pasando, Madara gritó algo pero Qui Gon lo ignoró y asintió como si estuviese prestando atención a lo que el hombre de armadura roja le estaba diciendo.
Cuando terminó de comer y de terminar de beberse otra jarra de hidromiel pudo notar como su cuerpo era más liviano, el dolor de las manos se disipó levemente y ya no le dolían tanto, estaba con la barriga llena y contento, encima había ganado mucho dinero. Cuando pudo cerciorarse de lo que ocurría a su alrededor pudo ver una mesa destrozada, al parecer había golpeado contra la pared posiblemente lanzada por alguien y al camarero se lo llevaban arrestado unos marines. “Bueno, al menos no se ha liado mucho, ese gordo no me daba buena espina desde el principio”, pensó Qui Gon.
Nokoyuri y Madara estaban listos para abandonar la posada, habían contratado un nuevo buque para salir de allí por 1 milloncejo y decían de recoger a un niño que era miembro de la banda. “Un niño… ¿Qué coño hará un crío en la banda? Espero que no dé por culo”. Qui Gon salió fuera y Madara les presentó a su nueva adquisición, un yagara de color azul, se usaban para transportar personas y objetos. El sichibukai les advirtió de que no podían matarlo ni podían comérselo. Qui Gon pensaba que a lo mejor podría asarse a fuego lento con unas pocas especias, pero sería mejor no enfadar al líder y tratar bien al animal. Qui Gon se dirigió al yagara para acariciarlo y este le mordió la mano.
- ¡Aaaaahhh! ¡PUTO BICHO! JURO QUE TE MATO, COMO TE DESCUIDES PILLO Y TE METO UN CEPAZO EN LO ALTO DE LA CABEZA Y BESAS EL SUELO CONDENADO MONSTRUO, HIJO DE UN CALAMAR, CARA DE CE…
Antes de que pudiese terminar de insultar al yagara Madara golpeó a Qui Gon en la cabeza haciéndole golpearse la mandíbula contra el suelo.
- No insultes a Spirit y no lo toques sin permiso, no le gusta que lo toquen.
Qui Gon se levantó mientras seguía murmurando insultos y Madara volvió a mirarlo con cara homicida a lo que Qui Gon dejó de hablar, pero seguía maldiciendo a ese bicho en su mente. No olvidaría fácilmente aquel bocado que le había dado, encima en la mano en la que tenía dos dedos rotos, ahora no le dolía mucho pero cuando se le pasase la borrachera iba a flipar en colores. Finalmente salieron dirección al barco y Qui Gon los siguió mientras se tambaleaba debido a los efectos del alcohol, se tropezó contra un barril de manzanas que cayó desparramando todas las manzanas. De repente el tendero salió a regañarles, era el tendero de la otra vez, el mismo al que Nokoyuri le tiró otro barril de manzanas y Qui Gon le robó el salmón.
- ¿Tú otra vez? ¿Pero qué tengo que hacer para que me dejéis en paz?
- ¡Calla tonto! Que no ha sid… ¡HIP! …ido nada. ¿Qué te pasa? ¿Quieres pelea?
Qui Gon alzó sus puños para enfrentarse al tendero y este se asustó y gritó como una nena implorando que no lo matase.
- ¡TSE! Maldita esc… ¡HIP! …coria. ¡Me das pena! Anda, toma y cállate ya, que no sirves ni para estar escondido.
Qui Gon sacó un par de billetes de sus pantalones y le dio 120.000 berries al tendero.
- Esto debería cubrir los gastos… Y gracias por el salmón.
Cogió otro poco de salmón ahumado que tenía a la venta y se lo fue comiendo por el camino mientras reía a carcajadas. Había sido un día completo y Qui Gon había acabado feliz.
Cuando terminó de comer y de terminar de beberse otra jarra de hidromiel pudo notar como su cuerpo era más liviano, el dolor de las manos se disipó levemente y ya no le dolían tanto, estaba con la barriga llena y contento, encima había ganado mucho dinero. Cuando pudo cerciorarse de lo que ocurría a su alrededor pudo ver una mesa destrozada, al parecer había golpeado contra la pared posiblemente lanzada por alguien y al camarero se lo llevaban arrestado unos marines. “Bueno, al menos no se ha liado mucho, ese gordo no me daba buena espina desde el principio”, pensó Qui Gon.
Nokoyuri y Madara estaban listos para abandonar la posada, habían contratado un nuevo buque para salir de allí por 1 milloncejo y decían de recoger a un niño que era miembro de la banda. “Un niño… ¿Qué coño hará un crío en la banda? Espero que no dé por culo”. Qui Gon salió fuera y Madara les presentó a su nueva adquisición, un yagara de color azul, se usaban para transportar personas y objetos. El sichibukai les advirtió de que no podían matarlo ni podían comérselo. Qui Gon pensaba que a lo mejor podría asarse a fuego lento con unas pocas especias, pero sería mejor no enfadar al líder y tratar bien al animal. Qui Gon se dirigió al yagara para acariciarlo y este le mordió la mano.
- ¡Aaaaahhh! ¡PUTO BICHO! JURO QUE TE MATO, COMO TE DESCUIDES PILLO Y TE METO UN CEPAZO EN LO ALTO DE LA CABEZA Y BESAS EL SUELO CONDENADO MONSTRUO, HIJO DE UN CALAMAR, CARA DE CE…
Antes de que pudiese terminar de insultar al yagara Madara golpeó a Qui Gon en la cabeza haciéndole golpearse la mandíbula contra el suelo.
- No insultes a Spirit y no lo toques sin permiso, no le gusta que lo toquen.
Qui Gon se levantó mientras seguía murmurando insultos y Madara volvió a mirarlo con cara homicida a lo que Qui Gon dejó de hablar, pero seguía maldiciendo a ese bicho en su mente. No olvidaría fácilmente aquel bocado que le había dado, encima en la mano en la que tenía dos dedos rotos, ahora no le dolía mucho pero cuando se le pasase la borrachera iba a flipar en colores. Finalmente salieron dirección al barco y Qui Gon los siguió mientras se tambaleaba debido a los efectos del alcohol, se tropezó contra un barril de manzanas que cayó desparramando todas las manzanas. De repente el tendero salió a regañarles, era el tendero de la otra vez, el mismo al que Nokoyuri le tiró otro barril de manzanas y Qui Gon le robó el salmón.
- ¿Tú otra vez? ¿Pero qué tengo que hacer para que me dejéis en paz?
- ¡Calla tonto! Que no ha sid… ¡HIP! …ido nada. ¿Qué te pasa? ¿Quieres pelea?
Qui Gon alzó sus puños para enfrentarse al tendero y este se asustó y gritó como una nena implorando que no lo matase.
- ¡TSE! Maldita esc… ¡HIP! …coria. ¡Me das pena! Anda, toma y cállate ya, que no sirves ni para estar escondido.
Qui Gon sacó un par de billetes de sus pantalones y le dio 120.000 berries al tendero.
- Esto debería cubrir los gastos… Y gracias por el salmón.
Cogió otro poco de salmón ahumado que tenía a la venta y se lo fue comiendo por el camino mientras reía a carcajadas. Había sido un día completo y Qui Gon había acabado feliz.
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