Simo
Fama
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Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
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Saberes
Akuma no mi
Varios
Y caí en Gracia. ¿Chistoso, verdad? Me dirigí a cierta isla de cierto mar. Sería mi última participación en los cuatro mares finalmente antes de irme de una maldita vez. Simplemente tenía que terminar de realizar algunas cosas. Aprovechando que hube terminado mis días vacacionales, me pasé de seguido por esta isla. Su historia me fascinaba. Como último capricho personal no podría irme antes de ir. Resulta que aquí se encontraban viviendo una especie, o sub-raza, por llamarlos de alguna forma, de los skypeanos. Llevan cientos de años entre nosotros, para dejar de ser apodados como los habitantes del cielo. Según tenía entendido se trataba de una colonia que se independizó del resto, incluyendo el gobierno mundial, aunque no era ninguna sorpresa, Skypea nunca hizo caso del gobierno.
El caso es que dado que aún no había podido llegar a esa isla encontrada en las alturas del cielo, tenía cierta curiosidad sobre ella, y tal vez hacer una visita a lo más parecido que hay de ellos en el mar me dé una idea.
Para la isla no me haría falta cubrirme, podría ir cómodamente. Se suponía que constaba de un gobierno independiente, y según había leído solían ignorar, o gustaban de ignorar sucesos externos, así pues, y tras mucho tiempo no importaría salir reluciendo. Fui con mis vestimentas típicas de samurái que ya venía vistiendo desde hace tiempo, de colores oscuros, negros y grises. Mis katanas en mi costado como siempre, presumiendo de su buen cuidado. Hacía calor, así pues no me puse nada más de abrigo y fui tal cual. Hacía sol que pegaba y daba calor, pero iba acompañado de una dulce brisa que se metía entre los huecos dejados por mis anchas ropas refrescando mi cuerpo y haciendo que me sintiera bien, perfecto. Sin sudores que mancharan mi presentación, hice pie en la isla.
Me quedé admirando la arena de esta nueva tierra. Oscura por sí sola pero lúcida por el sol que encima nos protegía. La verdad es que me encontraba relajado, tal vez sean efectos del día vacacional que tuve. Y no sabría describirlo, tenía la sensación de que algo interesante me depararía en ese lugar.
El caso es que dado que aún no había podido llegar a esa isla encontrada en las alturas del cielo, tenía cierta curiosidad sobre ella, y tal vez hacer una visita a lo más parecido que hay de ellos en el mar me dé una idea.
Para la isla no me haría falta cubrirme, podría ir cómodamente. Se suponía que constaba de un gobierno independiente, y según había leído solían ignorar, o gustaban de ignorar sucesos externos, así pues, y tras mucho tiempo no importaría salir reluciendo. Fui con mis vestimentas típicas de samurái que ya venía vistiendo desde hace tiempo, de colores oscuros, negros y grises. Mis katanas en mi costado como siempre, presumiendo de su buen cuidado. Hacía calor, así pues no me puse nada más de abrigo y fui tal cual. Hacía sol que pegaba y daba calor, pero iba acompañado de una dulce brisa que se metía entre los huecos dejados por mis anchas ropas refrescando mi cuerpo y haciendo que me sintiera bien, perfecto. Sin sudores que mancharan mi presentación, hice pie en la isla.
Me quedé admirando la arena de esta nueva tierra. Oscura por sí sola pero lúcida por el sol que encima nos protegía. La verdad es que me encontraba relajado, tal vez sean efectos del día vacacional que tuve. Y no sabría describirlo, tenía la sensación de que algo interesante me depararía en ese lugar.
Brand
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Akuma no mi
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<< No me lo puedo creer… ¡Tienen alas! Y… y… ohhh… que vestimenta tan extraña… y esas armas ¿Cómo las hacen? ¡Mira que espada! Pero joder… lo más impresionante de todo son esas alas… ¡Qué lugar más extraño y a la vez maravilloso! ¡ES ALUCINANTE! >>
Los ojos del peliblanco resplandecían, mientras se encontraba en la ventana de la habitación que había alquilado en una especie de posada. Podía ver la plaza central y como esos habitantes, llamados entre ellos “Kamael”, hacían sus actividades diarias. Unos golpeteos en la puerta, hicieron que Brand desviara su atención de aquel cuadro que le proporcionaba aquella zona céntrica de la ciudad.
- Hola, soy Kharen. Trabajo en la posada, vengo a subir el desayuno –
El pirata albino se acercó a la puerta con cierta curiosidad, parecía ser que tenían un gran servicio en aquella isla, concretamente en esa ciudad. Brand abrió la puerta observando a una de esas mujeres que habitaban la isla de Gracia, con la característica ala que se desplegaba en su espalda. Su pelo era rubio y sus rasgos finos con una piel blanquecina. La mujer reflejaba felicidad en ese rostro impoluto, con una amplia sonrisa le ofrecía una bandeja. El contenido de aquel recipiente era un conjunto de tostadas con mermelada y un zumo de frutas.
- Esto… - el peliblanco no sabía que decir – Bueno… ¡Gracias! – soltó sujetando aquella bandeja y dejándola en el escritorio – Aquí tienes un pequeño plano de la ciudad, con sus respectivas salidas y direcciones. Espero que la hospitalidad sea de tu agrado – el pirata recogió ese pequeño mapa que le ofrecía Kharen – Mm.. ¡Mucho! – se sonrojó un poco, seguía con esa timidez en las charlas. La mujer acabó por retirarse para hacer sus tareas pendientes.
Glash D. Brandom almorzó en su habitación, dicha instancia tenía un armario para guardar la ropa. Una especie de baúl a los pies de una gran cama y luego un escritorio frente a un ventanal. El color de las paredes eran de un azul oscuro y algunos cuadros de paisajes colgaban de adorno.
Una vez terminada la comida decidió marchar. Se colocó una katana en la espalda, luego otra en su cintura, junto al Wakizashi y el boken. Sus vestimentas se asemejaban a un kimono negro, de pantalones anchos y mangas que llegaban a medio antebrazo. Encima, portaba una prenda de ropa parecida a una túnica abierta, de color blanco, con decoraciones de un tono verdoso. El pirata se encaminó a las afueras de aquella ciudad, el territorio montañoso e inhóspito le hechizaba por su belleza y extrañeza.
La caminata le llevó a una de las costas con esa arena de tono oscuro, su paso se detuvo al ver la silueta de un tipo vestido con ropajes típicos de un samurái. Lo que le llamó más la atención eran esas tres katanas que reposaban impecables en su cintura.
<< Que bonitas >> Pensó mirando esas armas, luego alzó la vista viendo el rostro de aquel tipo. Le sonaba de algo, sí, estaba convencido de que lo había visto ¿Dónde? No caía en esos momentos. De repente, un pequeño fogonazo le vino a su memoria: el rescate del príncipe con sombrero de rana en la piscina de un complejo hotelero, en la isla llamada Kyuuka.
- ¡Eh! – Buscó llamar la atención de aquel hombre que se iba acercando - ¿Eres…? – se llevó la mano a la cara, no se acordaba de su nombre.
<< Mierda… como se llamaba… ¡NO ME ACUERDO! ¡MIERDA DE MEMORIA! ¡¿POR QUÉ?! >>
- No me acuerdo de tu nombre… - sentenció el albino, para luego añadir – Eres el tipo de una cicatriz en el torso, que se acercó a mí y al chico de sombrero de rana. En una piscina de un hotel de la isla Kyuuka ¡En el paraíso! ¿Te acuerdas? – preguntó algo dubitativo, tal vez estaba metiendo la pata y se estaba confundiendo.
<< ¿Me estaré equivocando? >>
De nuevo, los ojos turquesa del espadachín se clavaron en esos tres sables que tenía Drake en la cintura.
Ante esas armas no pudo evitar añadir - ¡Unas Katanas de calidad! Las debes de cuidar mucho, están impolutas esas vainas y empuñaduras – que de eso no le importaba hablar, admiraba ese tipo de espadas; no hacía falta ser un gran detective para percatarse del buen mantenimiento que recibían.
Los ojos del peliblanco resplandecían, mientras se encontraba en la ventana de la habitación que había alquilado en una especie de posada. Podía ver la plaza central y como esos habitantes, llamados entre ellos “Kamael”, hacían sus actividades diarias. Unos golpeteos en la puerta, hicieron que Brand desviara su atención de aquel cuadro que le proporcionaba aquella zona céntrica de la ciudad.
- Hola, soy Kharen. Trabajo en la posada, vengo a subir el desayuno –
El pirata albino se acercó a la puerta con cierta curiosidad, parecía ser que tenían un gran servicio en aquella isla, concretamente en esa ciudad. Brand abrió la puerta observando a una de esas mujeres que habitaban la isla de Gracia, con la característica ala que se desplegaba en su espalda. Su pelo era rubio y sus rasgos finos con una piel blanquecina. La mujer reflejaba felicidad en ese rostro impoluto, con una amplia sonrisa le ofrecía una bandeja. El contenido de aquel recipiente era un conjunto de tostadas con mermelada y un zumo de frutas.
- Esto… - el peliblanco no sabía que decir – Bueno… ¡Gracias! – soltó sujetando aquella bandeja y dejándola en el escritorio – Aquí tienes un pequeño plano de la ciudad, con sus respectivas salidas y direcciones. Espero que la hospitalidad sea de tu agrado – el pirata recogió ese pequeño mapa que le ofrecía Kharen – Mm.. ¡Mucho! – se sonrojó un poco, seguía con esa timidez en las charlas. La mujer acabó por retirarse para hacer sus tareas pendientes.
Glash D. Brandom almorzó en su habitación, dicha instancia tenía un armario para guardar la ropa. Una especie de baúl a los pies de una gran cama y luego un escritorio frente a un ventanal. El color de las paredes eran de un azul oscuro y algunos cuadros de paisajes colgaban de adorno.
Una vez terminada la comida decidió marchar. Se colocó una katana en la espalda, luego otra en su cintura, junto al Wakizashi y el boken. Sus vestimentas se asemejaban a un kimono negro, de pantalones anchos y mangas que llegaban a medio antebrazo. Encima, portaba una prenda de ropa parecida a una túnica abierta, de color blanco, con decoraciones de un tono verdoso. El pirata se encaminó a las afueras de aquella ciudad, el territorio montañoso e inhóspito le hechizaba por su belleza y extrañeza.
La caminata le llevó a una de las costas con esa arena de tono oscuro, su paso se detuvo al ver la silueta de un tipo vestido con ropajes típicos de un samurái. Lo que le llamó más la atención eran esas tres katanas que reposaban impecables en su cintura.
<< Que bonitas >> Pensó mirando esas armas, luego alzó la vista viendo el rostro de aquel tipo. Le sonaba de algo, sí, estaba convencido de que lo había visto ¿Dónde? No caía en esos momentos. De repente, un pequeño fogonazo le vino a su memoria: el rescate del príncipe con sombrero de rana en la piscina de un complejo hotelero, en la isla llamada Kyuuka.
- ¡Eh! – Buscó llamar la atención de aquel hombre que se iba acercando - ¿Eres…? – se llevó la mano a la cara, no se acordaba de su nombre.
<< Mierda… como se llamaba… ¡NO ME ACUERDO! ¡MIERDA DE MEMORIA! ¡¿POR QUÉ?! >>
- No me acuerdo de tu nombre… - sentenció el albino, para luego añadir – Eres el tipo de una cicatriz en el torso, que se acercó a mí y al chico de sombrero de rana. En una piscina de un hotel de la isla Kyuuka ¡En el paraíso! ¿Te acuerdas? – preguntó algo dubitativo, tal vez estaba metiendo la pata y se estaba confundiendo.
<< ¿Me estaré equivocando? >>
De nuevo, los ojos turquesa del espadachín se clavaron en esos tres sables que tenía Drake en la cintura.
Ante esas armas no pudo evitar añadir - ¡Unas Katanas de calidad! Las debes de cuidar mucho, están impolutas esas vainas y empuñaduras – que de eso no le importaba hablar, admiraba ese tipo de espadas; no hacía falta ser un gran detective para percatarse del buen mantenimiento que recibían.
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