Brand
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Akuma no mi
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La barca, del joven pirata Brand, se acercaba al tecnológico puerto de la isla Nueva Esperanza. Los ojos del espadachín no daban crédito a toda la tecnología que observaba en los barcos, submarinos y objetos de extraña creación. Le impresionaban las formas ovaladas de aquel pedazo de tierra, decorado con estructuras poco usuales que daban un aspecto de agradable acogida. Después de llevar el barco hacia una especie de hueco, este se cerró por un material que impedía que su medio de transporte acuático volviera a pleno mar. El muchacho no tenía ni idea de lo que era, pero le aseguraron que su barca estaría allí cuando volviera.
Unos días antes, Brandom consiguió un pase para esa isla. Todo fue gracias a la ayuda ofrecida a un científico en pleno mar. El barco, en que se encontraba aquella persona de ciencias, tenía una serie de daños causados por un fuerte temporal. El peliblanco se dispuso a ayudarlo y arreglar aquella brecha ofreciendo el material que tenía en su barca. Después de varias horas, con la ayuda de los marineros y el material previsto por el pirata lograron parchear aquel agujero. Aquel científico, para ofrecer las gracias a Brand le entregó un pase para Nueva Esperanza. Era como un boleto turístico, permitiéndole acceder a la habitación de un lujoso hotel y disfrutar de aquella isla tecnológica incluyendo sus piscinas, teatros, bares, etc.
Lo primero que hizo el pirata al llegar a su destino, dejando la barca en buen recaudo, fue buscar una especie de recepción. Después de darse un pequeño paseo por aquel puerto, logró encontrar el lugar indicado para presentar aquel boleto. Los trabajadores que había detrás de la barra, tardaron un poco en verificar aquellos datos.
- Bien ¿Brand, no? Los datos son correctos, no hay problema. Guarda este boleto y preséntalo en los diferentes establecimientos que quieras entrar. Toma, aquí tienes un pequeño mapa de la isla con sus lugares más representativos. Esperemos que tu instancia en Nueva Esperanza sea de tu agrado, no dudes en consultarnos cualquier duda que tengas. Estaremos encantados de solucionarla –
El peliblanco atendía a esas palabras, concentrado en entender cada una de las frases que le ha ido diciendo. En ese momento acabó sujetando el papel que le ofrecía, al igual que el mapa – Gracias – dijo mientras se inclinaba en gesto respetuoso. No dijo nada más, sujetando su bolsa de viaje fue hacia el interior de aquella nueva isla.
Durante ese paseo Brand fue participe de las varias tecnologías que había en aquel islote, desde la iluminación a la decoración. Había máquinas que desconocía su utilización, todo era tan diferente a todos los lugares que había visitado; aquella isla le parecía realmente maravillosa y sobretodo innovadora. Reprimía los instintos de ir tocando los botones y en una de esas caminatas en una zona de hierba y matorrales, unos aspersores se asomaron por el suelo... lo dejaron bien empapado.
- ¡Ohhh! ¡Mierda! – El peliblanco salió de aquel recinto para acercarse a una especie de claro. Allí se estiró en el suelo, dejando su bolsa de viaje a un lado, admirando el cielo azul sin ningún tipo de nube en el horizonte. Cerró los ojos y lo último que recuerda era el canto de aquellos pájaros, una melodía tranquila y agradable para los oídos. Se durmió, no pudo evitarlo y ni siquiera se dio cuenta. En el momento en que abrió los ojos, el sol había desaparecido en el horizonte dejando que la luna adornara aquel cielo estrellado.
<< Ohh… ¡Me volví a quedar dormido! ¡Un día perdido! >>
El pirata suspiró con el rostro apenado y abatido, sujetó la bolsa de viaje para colgársela en el hombro y continuar así con su trayecto hacia un restaurante, que se localizaba junto al hotel en que había de residir. Sus ropajes se habían secado cuando entró en aquel local, con la intención de llenarse el estómago.
Aquel restaurante era algo especial, en cada mesa había una especie de pantalla táctil y los clientes elegían los platos que querían solicitar. Al ver esa tecnología, el peliblanco llamó a uno de los trabajadores para que le ofreciera su ayuda. Se podía ver que el pirata no tenía ni puñetera idea sobre la utilización de esos aparatos. Su vida había sido meramente sencilla, englobando el cultivo de la tierra y la pesca. Los ropajes del espadachín, hacían que destacara entre las diferentes personas de aquel establecimiento. Su vestimenta estaba compuesta por un kimono negro de mangas anchas con una túnica abierta, sin olvidar, esos zancos de madera que le otorgaba un aire claramente tradicional.
Unos días antes, Brandom consiguió un pase para esa isla. Todo fue gracias a la ayuda ofrecida a un científico en pleno mar. El barco, en que se encontraba aquella persona de ciencias, tenía una serie de daños causados por un fuerte temporal. El peliblanco se dispuso a ayudarlo y arreglar aquella brecha ofreciendo el material que tenía en su barca. Después de varias horas, con la ayuda de los marineros y el material previsto por el pirata lograron parchear aquel agujero. Aquel científico, para ofrecer las gracias a Brand le entregó un pase para Nueva Esperanza. Era como un boleto turístico, permitiéndole acceder a la habitación de un lujoso hotel y disfrutar de aquella isla tecnológica incluyendo sus piscinas, teatros, bares, etc.
Lo primero que hizo el pirata al llegar a su destino, dejando la barca en buen recaudo, fue buscar una especie de recepción. Después de darse un pequeño paseo por aquel puerto, logró encontrar el lugar indicado para presentar aquel boleto. Los trabajadores que había detrás de la barra, tardaron un poco en verificar aquellos datos.
- Bien ¿Brand, no? Los datos son correctos, no hay problema. Guarda este boleto y preséntalo en los diferentes establecimientos que quieras entrar. Toma, aquí tienes un pequeño mapa de la isla con sus lugares más representativos. Esperemos que tu instancia en Nueva Esperanza sea de tu agrado, no dudes en consultarnos cualquier duda que tengas. Estaremos encantados de solucionarla –
El peliblanco atendía a esas palabras, concentrado en entender cada una de las frases que le ha ido diciendo. En ese momento acabó sujetando el papel que le ofrecía, al igual que el mapa – Gracias – dijo mientras se inclinaba en gesto respetuoso. No dijo nada más, sujetando su bolsa de viaje fue hacia el interior de aquella nueva isla.
Durante ese paseo Brand fue participe de las varias tecnologías que había en aquel islote, desde la iluminación a la decoración. Había máquinas que desconocía su utilización, todo era tan diferente a todos los lugares que había visitado; aquella isla le parecía realmente maravillosa y sobretodo innovadora. Reprimía los instintos de ir tocando los botones y en una de esas caminatas en una zona de hierba y matorrales, unos aspersores se asomaron por el suelo... lo dejaron bien empapado.
- ¡Ohhh! ¡Mierda! – El peliblanco salió de aquel recinto para acercarse a una especie de claro. Allí se estiró en el suelo, dejando su bolsa de viaje a un lado, admirando el cielo azul sin ningún tipo de nube en el horizonte. Cerró los ojos y lo último que recuerda era el canto de aquellos pájaros, una melodía tranquila y agradable para los oídos. Se durmió, no pudo evitarlo y ni siquiera se dio cuenta. En el momento en que abrió los ojos, el sol había desaparecido en el horizonte dejando que la luna adornara aquel cielo estrellado.
<< Ohh… ¡Me volví a quedar dormido! ¡Un día perdido! >>
El pirata suspiró con el rostro apenado y abatido, sujetó la bolsa de viaje para colgársela en el hombro y continuar así con su trayecto hacia un restaurante, que se localizaba junto al hotel en que había de residir. Sus ropajes se habían secado cuando entró en aquel local, con la intención de llenarse el estómago.
Aquel restaurante era algo especial, en cada mesa había una especie de pantalla táctil y los clientes elegían los platos que querían solicitar. Al ver esa tecnología, el peliblanco llamó a uno de los trabajadores para que le ofreciera su ayuda. Se podía ver que el pirata no tenía ni puñetera idea sobre la utilización de esos aparatos. Su vida había sido meramente sencilla, englobando el cultivo de la tierra y la pesca. Los ropajes del espadachín, hacían que destacara entre las diferentes personas de aquel establecimiento. Su vestimenta estaba compuesta por un kimono negro de mangas anchas con una túnica abierta, sin olvidar, esos zancos de madera que le otorgaba un aire claramente tradicional.
Dexter Black
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"Qué población tan primitiva", pensó Dexter, recordando con cierta nostalgia la primera vez que estuvo allí, inocente y confiado. Aún no había perdido a Nadia, y Alice se había perdido en las profundidades de su mente para no hacerle daño en un tiempo... Pero sobre todo, inculto; apenas consciente de la realidad que había más allá de sus ojos, como científico se había maravillado con cada pequeña extravagancia que la isla poseía, examinando con detenimiento cada cachivache con ojos hambrientos y un deseo ferviente. ¿Habría estado mal robar algo de cultura en ese lugar para llevarla al mundo? Convertirse en un Prometeo no era su prioridad ni de lejos, pero siempre estaba bien ayudar a la humanidad.
Con una orden hizo al barco detenerse frente a la costa, y bajó las anclas al tiempo que descendía por el castillo de popa camino del muelle. No podía evitar pensar en las horas de charla con Worgulv cuando volviera al barco y le preguntara por algún nuevo licor que hubiese obtenido, o el enfurruñamiento de Hinori mientras le preguntaba si se había reunido con alguna amante. La verdad era que no pretendía absolutamente nada de aquel día, sólo rememorar un tiempo más sencillo, de cuando las preocupaciones no se lo llevaban por delante todo el tiempo y su ínfima recompensa hacía que su cara fuese desconocida. Cuando era Dexter, y no "El Shichibukai Dexter Black". Definitivamente sonaba muy serio, y sumado en parte a la isla donde lo consideraban el Bondye a la ecuación resultaba un atosigamiento bastante grande. Necesitaba relajarse en un lugar donde su mente no fuera algo especial, y Nueva Esperanza cumplía la función, además de tener un nombre alegórico: Las alegorías eran fantásticas.
-Saludos, señor Black- se presentó un hombre trajeado, completamente de negro y con una rosa roja destacando sobre el bolsillo de su chaqueta de corte americano. No llevaba ningún tipo de identificación que delatara su puesto en el complejo vacacional y su expresión serena y perfectamente armónica lo hacían sospechar lo peor. ¿Ya habían llegado al punto de investigarlo? Es decir, no había sido muy discreto en sus reuniones con Krauser, pero se había asegurado de que no los relacionaran, o por lo menos siempre aparentar que el Oficial se le escapaba de las manos justo en el momento. Tal vez sólo estuviera ahí otra vez para aquello...-. ¿Desea una habitación en las dependencias nobles? Podemos conseguírsela sin incrementar el precio de su estancia, y...
-Ya he pagado por la, literalmente, "mejor habitación" del complejo. Si me cambian a otra me lo tomaré como que no queda sitio donde meterme- respondió. Lo ponía de los nervios que el Cipher Pol apareciera en aquellos momentos. ¡Y encima le ofrecían las habitaciones reservadas a la nobleza! Si quisiera, podría comprar un maldito título-, si me disculpa tengo que marchar.
Comenzó a avanzar, mientras el hombre lo seguía ofreciéndole cada vez sumas más ingentes de dinero, hasta que llegó al punto de la amenaza.
-Mire, señor Black. Estoy intentando ser amable, pero me han dado licencia para ignorar su corso y detenerlo por pirata si no acepta dar clase en el centro de investigación de G-3.
-Me encantaría ver cómo me detiene, caballero- dijo, sin prestar ninguna atención. Su mantra detectaba un nivel de poder bastante bajo en comparación al suyo, y no quería perder el tiempo con aquella clase de tonterías-, pero me he tomado estas dos semanas de vacaciones. No se preocupe, seguiré ejerciendo mis labores cuando termine mi descanso.
Pasó un rato. Dexter ya había dejado su maleta en la "Suit Imperator" y se tomaba un relajante baño de burbujas con sales de olor a naranja y rosa azul. "Tal como pedí", dijo para sí mientras ignoraba por completo los golpes constantes en la puerta, así como los gritos de "Abra la puerta" y "En nombre del gobierno, exijo..." más cualquier otra tontería. Aquel día era de él y nadie más.
Llegó la noche, y junto a un atontado hombre de traje elegante que lo miraba con fascinación, el Shichibukai estaba sentado en un cómodo sillón de terciopelo rojo, mirando en un pequeño pad lo que pediría para cenar en aquella ocasión, cuando observó a uno de los camareros acercarse a ayudar con su aparato a un joven samurai peliblanco, que parecía no entenderse demasiado bien con la tecnología. Aunque eso no tendría que pasar si, por lo que cobraban, los camareros hiciesen su trabajo y atendieran debidamente a sus clientes.
"Y además maleducado", pensó, cuando el camarero terminó yéndose con gesto desairado a por una libreta y así tomar las comandas a mano. ¿Tal vez debería ayudarlo? Quizá, aunque fuera sólo por no pasar dos semanas hablando solo o con una piña, podría echarle un cable. Se remangó ligeramente la camisa, negra con motivo de una rosa azul y tallo blanco en el lado izquierdo, y se levantó para ir hacia él.
-Hola, ¿Está ocupado este asiento?- preguntó, señalando una silla cualquiera-. Te acabo de ver en un aprieto, y a mí no me apetece cenar solo. Si quieres yo invito.
No esperó respuesta, sentándose con calma en el lugar que señaló para, algo apurado, finalmente volver a levantarse. Se había olvidado de algo fundamental.
-Por cierto, me llamo Dexter- dijo, tendiéndole la mano.
Con una orden hizo al barco detenerse frente a la costa, y bajó las anclas al tiempo que descendía por el castillo de popa camino del muelle. No podía evitar pensar en las horas de charla con Worgulv cuando volviera al barco y le preguntara por algún nuevo licor que hubiese obtenido, o el enfurruñamiento de Hinori mientras le preguntaba si se había reunido con alguna amante. La verdad era que no pretendía absolutamente nada de aquel día, sólo rememorar un tiempo más sencillo, de cuando las preocupaciones no se lo llevaban por delante todo el tiempo y su ínfima recompensa hacía que su cara fuese desconocida. Cuando era Dexter, y no "El Shichibukai Dexter Black". Definitivamente sonaba muy serio, y sumado en parte a la isla donde lo consideraban el Bondye a la ecuación resultaba un atosigamiento bastante grande. Necesitaba relajarse en un lugar donde su mente no fuera algo especial, y Nueva Esperanza cumplía la función, además de tener un nombre alegórico: Las alegorías eran fantásticas.
-Saludos, señor Black- se presentó un hombre trajeado, completamente de negro y con una rosa roja destacando sobre el bolsillo de su chaqueta de corte americano. No llevaba ningún tipo de identificación que delatara su puesto en el complejo vacacional y su expresión serena y perfectamente armónica lo hacían sospechar lo peor. ¿Ya habían llegado al punto de investigarlo? Es decir, no había sido muy discreto en sus reuniones con Krauser, pero se había asegurado de que no los relacionaran, o por lo menos siempre aparentar que el Oficial se le escapaba de las manos justo en el momento. Tal vez sólo estuviera ahí otra vez para aquello...-. ¿Desea una habitación en las dependencias nobles? Podemos conseguírsela sin incrementar el precio de su estancia, y...
-Ya he pagado por la, literalmente, "mejor habitación" del complejo. Si me cambian a otra me lo tomaré como que no queda sitio donde meterme- respondió. Lo ponía de los nervios que el Cipher Pol apareciera en aquellos momentos. ¡Y encima le ofrecían las habitaciones reservadas a la nobleza! Si quisiera, podría comprar un maldito título-, si me disculpa tengo que marchar.
Comenzó a avanzar, mientras el hombre lo seguía ofreciéndole cada vez sumas más ingentes de dinero, hasta que llegó al punto de la amenaza.
-Mire, señor Black. Estoy intentando ser amable, pero me han dado licencia para ignorar su corso y detenerlo por pirata si no acepta dar clase en el centro de investigación de G-3.
-Me encantaría ver cómo me detiene, caballero- dijo, sin prestar ninguna atención. Su mantra detectaba un nivel de poder bastante bajo en comparación al suyo, y no quería perder el tiempo con aquella clase de tonterías-, pero me he tomado estas dos semanas de vacaciones. No se preocupe, seguiré ejerciendo mis labores cuando termine mi descanso.
Pasó un rato. Dexter ya había dejado su maleta en la "Suit Imperator" y se tomaba un relajante baño de burbujas con sales de olor a naranja y rosa azul. "Tal como pedí", dijo para sí mientras ignoraba por completo los golpes constantes en la puerta, así como los gritos de "Abra la puerta" y "En nombre del gobierno, exijo..." más cualquier otra tontería. Aquel día era de él y nadie más.
Llegó la noche, y junto a un atontado hombre de traje elegante que lo miraba con fascinación, el Shichibukai estaba sentado en un cómodo sillón de terciopelo rojo, mirando en un pequeño pad lo que pediría para cenar en aquella ocasión, cuando observó a uno de los camareros acercarse a ayudar con su aparato a un joven samurai peliblanco, que parecía no entenderse demasiado bien con la tecnología. Aunque eso no tendría que pasar si, por lo que cobraban, los camareros hiciesen su trabajo y atendieran debidamente a sus clientes.
"Y además maleducado", pensó, cuando el camarero terminó yéndose con gesto desairado a por una libreta y así tomar las comandas a mano. ¿Tal vez debería ayudarlo? Quizá, aunque fuera sólo por no pasar dos semanas hablando solo o con una piña, podría echarle un cable. Se remangó ligeramente la camisa, negra con motivo de una rosa azul y tallo blanco en el lado izquierdo, y se levantó para ir hacia él.
-Hola, ¿Está ocupado este asiento?- preguntó, señalando una silla cualquiera-. Te acabo de ver en un aprieto, y a mí no me apetece cenar solo. Si quieres yo invito.
No esperó respuesta, sentándose con calma en el lugar que señaló para, algo apurado, finalmente volver a levantarse. Se había olvidado de algo fundamental.
-Por cierto, me llamo Dexter- dijo, tendiéndole la mano.
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<< Pero que cosas más complicadas… con lo fácil que es leer una carta y decir lo que quieres comer. Nunca llegaré a entender todas estas pizarras digitales… táctiles o como se llamen. Y este camarero… que parece que se está riendo de mí…. ¡Me pregunto si el inculto sabría conrear la tierra! >>
Brandom miraba, con los mofletes hinchados, al camarero que le iba dando instrucciones para utilizar aquella pantalla táctil. El hombre le iba mostrando todos los pasos, la selección de la carta o menú, la petición de la comida y bebida; con el objetivo de finalizar el envío.
- Pero entonces… yo solo apretando aquí ¿Vosotros ya sabréis lo que yo quiero pedir? ¿Cómo es eso? ¿Si luego está equivocado cómo reclamo? No sé yo… si estoy es muy de fiar ¿Eh? – Preguntó asombrado, mientras el trabajador respondía con cierta sorna – Pues claro que sí, estamos conectados con este aparato y si algo es erróneo, se puede comprobar y lo cambiaremos sin ningún tipo de problema. Pero te aseguro que tenemos un margen de error del 0,01% – Dijo mostrando la máquina que sujetaba con la mano, gran fallo. El dedo del peliblanco ya se alzaba para ir a tocar las teclas, todo curioso se mostraba él. El camarero apartó el aparato – No puedes ir tocando ¡Las cosas ajenas! – La mano del espadachín reculó - ¡Lo siento! ¡Perdón! ¡Perdón! – Agachó la cabeza con cierto aire de culpabilidad – Todo esto es nuevo para mí… - Comentó a baja voz, le daba algo de vergüenza; ya que alguna mesa había parado la atención en ellos dos.
El camarero fue apretando, en la pantalla, los diferentes platos que el espadachín quería. Estuvieron unos minutos, pero allí el dedo del peliblanco, de nuevo fue más rápido que el del camarero. La yema de Brand se acercó fugazmente a un botón rojo - ¿Y esto? ¿Para qué sirve? – Cuando el dedo se acomodó en la pantalla, el pedido fue cancelado y la cara del trabajador era un poema – Para… cancelarlo todo… - El joven Glash acabó por tensarse, ante la monumental cagada que había propiciado – Oh… no, no… no suena bien... - el trabajador contestó de inmediato – No pasa nada… Ya voy a por una libreta, ya está visto que esta tecnología no es para ti. Espérate y no toques nada, no sea que acabes rompiéndolo – El trabajador se iba de la mesa, mientras Brandom agachaba la cabeza con gesto derrotado – Con lo fácil que es decir las cosas y se lo apunten, pero bien es cierto… no tengo ni puñetera idea de estas máquinas - Murmuró con un ligero suspiro.
Mientras esperaba a que viniera el camarero para tomarle nota, una persona se acercó hacia él. Se la quedó observando, era un tipo de aspecto pulcro, bien arreglado con una asombrosa y bonita camisa negra. La mirada del espadachín se alzó, siendo partícipe de la gran altura que presentaba el desconocido hombre. Otro rasgo que le llamó la atención eran los diferentes colores del pelo, una mitad blanco y la otra mitad negro. Su rostro le sonaba, pero ahora mismo no lograba ubicarlo en su memoria ¿Quién sería aquel tipo? ¿Por qué le sonaba tanto? ¿Lo habría visto en algún lugar?
- No, no, no. No está ocupado – Recalcó la negativa por si no se le había entendido, alzando la mano hacia la silla ofreciendo así el asiento. Había estado unos segundos observando al hombre de piel pálida, pero había retomado la conversación cuando le preguntó por el asiento – Pues… sí, creo que hice enfadar al camarero ¡No se me dan bien todo esto! – Dijo moviendo la cabeza hacia la pantalla, luego alzó la mano para rascarse por detrás de la nuca, un pequeño tic nervioso que hacia cuando no sabía que decir o como continuar una conversación. Seguía sin acostumbrarse a que le entraran por sorpresa, gastaba mucho tiempo en pensar que decir – Quiero decir… que he tenido un pequeño mal entendido con esta tecnología – Señaló de nuevo el aparató que había junto a la mesa, justamente a lo que vendría a ser la aplicación central, para luego añadir a la petición del desconocido – Oh, no hace falta que me invites. Tengo un pase para disfrutar de las instalaciones de esta isla e incluyen este restaurante… - Unos segundos de silencio y propuso velozmente – Pero podemos cenar juntos, siempre viene bien un poco de compañía... ¿No? – Se reflejada la santa inocencia que tenía el pirata, alguien con dos dedos de frente hubiera aceptado la invitación por mera formalidad, otros para racanear. Brand era demasiado simple en ese aspecto, rozando la inexperiencia en los tratos con otras personas. Sería capaz de negar una caja llena de fruta, por la mera realidad de ya tener una en posesión.
Después de sentarse, el hombre volvió a incorporarse para presentarse, se llamaba Dexter. El peliblanco mostró una sincera sonrisa, con la cabeza mirando hacia arriba alzó la mano para estrechársela. La diferencia de tamaño era muy notable, dejando a Brand como un pequeño muchacho. – Me llamo Brand, un placer Dexter –
Fue una corta presentación, pero suficiente para que ambos compartieran mesa. El muchacho no mostraba desagrado alguno, es más, se sentía en deuda con él por interesarse sobre lo sucedido – Estoy esperando al camarero para que venga a tomarme nota. Espero que la comida esté deliciosa, el local presenta una muy buena decoración y en la guía turística hablaban muy bien del restaurante – Hubo un pequeño silencio, el pirata no sabía que decir << Mierda… piensa Brand, piensa… He de preguntar algo, no he de tartamudear ¡Vamos! >> El muchacho finalmente se adelantó - ¿Eres de la isla Nueva Esperanza, Dexter? – Al finalizar aquella pregunta, el camarero hizo acto de presencia – Venga muchacho, ya tengo la libreta. ¿Qué quieres para comer? Recuerda, hay un primer plato un segundo y luego el postre; rápido que no tengo toda... – se le notaba el tono irónico, pero calló ante la presencia del otro cliente. El trabajador cambió su tono a uno más profesional – Si lo desea, también puedo tomarle nota Sir… - se le veía, que intentaba salir de su metedura de pata dirigiéndose a Dexter.
La cabeza del peliblanco, se movía del camarero a Dexter y de él al trabajador. Allí que interrumpió - ¿Podrías repetirme la carta, otra vez…? Por favor – sí, el muchacho era olvidadizo, muy olvidadizo.
Brandom miraba, con los mofletes hinchados, al camarero que le iba dando instrucciones para utilizar aquella pantalla táctil. El hombre le iba mostrando todos los pasos, la selección de la carta o menú, la petición de la comida y bebida; con el objetivo de finalizar el envío.
- Pero entonces… yo solo apretando aquí ¿Vosotros ya sabréis lo que yo quiero pedir? ¿Cómo es eso? ¿Si luego está equivocado cómo reclamo? No sé yo… si estoy es muy de fiar ¿Eh? – Preguntó asombrado, mientras el trabajador respondía con cierta sorna – Pues claro que sí, estamos conectados con este aparato y si algo es erróneo, se puede comprobar y lo cambiaremos sin ningún tipo de problema. Pero te aseguro que tenemos un margen de error del 0,01% – Dijo mostrando la máquina que sujetaba con la mano, gran fallo. El dedo del peliblanco ya se alzaba para ir a tocar las teclas, todo curioso se mostraba él. El camarero apartó el aparato – No puedes ir tocando ¡Las cosas ajenas! – La mano del espadachín reculó - ¡Lo siento! ¡Perdón! ¡Perdón! – Agachó la cabeza con cierto aire de culpabilidad – Todo esto es nuevo para mí… - Comentó a baja voz, le daba algo de vergüenza; ya que alguna mesa había parado la atención en ellos dos.
El camarero fue apretando, en la pantalla, los diferentes platos que el espadachín quería. Estuvieron unos minutos, pero allí el dedo del peliblanco, de nuevo fue más rápido que el del camarero. La yema de Brand se acercó fugazmente a un botón rojo - ¿Y esto? ¿Para qué sirve? – Cuando el dedo se acomodó en la pantalla, el pedido fue cancelado y la cara del trabajador era un poema – Para… cancelarlo todo… - El joven Glash acabó por tensarse, ante la monumental cagada que había propiciado – Oh… no, no… no suena bien... - el trabajador contestó de inmediato – No pasa nada… Ya voy a por una libreta, ya está visto que esta tecnología no es para ti. Espérate y no toques nada, no sea que acabes rompiéndolo – El trabajador se iba de la mesa, mientras Brandom agachaba la cabeza con gesto derrotado – Con lo fácil que es decir las cosas y se lo apunten, pero bien es cierto… no tengo ni puñetera idea de estas máquinas - Murmuró con un ligero suspiro.
Mientras esperaba a que viniera el camarero para tomarle nota, una persona se acercó hacia él. Se la quedó observando, era un tipo de aspecto pulcro, bien arreglado con una asombrosa y bonita camisa negra. La mirada del espadachín se alzó, siendo partícipe de la gran altura que presentaba el desconocido hombre. Otro rasgo que le llamó la atención eran los diferentes colores del pelo, una mitad blanco y la otra mitad negro. Su rostro le sonaba, pero ahora mismo no lograba ubicarlo en su memoria ¿Quién sería aquel tipo? ¿Por qué le sonaba tanto? ¿Lo habría visto en algún lugar?
- No, no, no. No está ocupado – Recalcó la negativa por si no se le había entendido, alzando la mano hacia la silla ofreciendo así el asiento. Había estado unos segundos observando al hombre de piel pálida, pero había retomado la conversación cuando le preguntó por el asiento – Pues… sí, creo que hice enfadar al camarero ¡No se me dan bien todo esto! – Dijo moviendo la cabeza hacia la pantalla, luego alzó la mano para rascarse por detrás de la nuca, un pequeño tic nervioso que hacia cuando no sabía que decir o como continuar una conversación. Seguía sin acostumbrarse a que le entraran por sorpresa, gastaba mucho tiempo en pensar que decir – Quiero decir… que he tenido un pequeño mal entendido con esta tecnología – Señaló de nuevo el aparató que había junto a la mesa, justamente a lo que vendría a ser la aplicación central, para luego añadir a la petición del desconocido – Oh, no hace falta que me invites. Tengo un pase para disfrutar de las instalaciones de esta isla e incluyen este restaurante… - Unos segundos de silencio y propuso velozmente – Pero podemos cenar juntos, siempre viene bien un poco de compañía... ¿No? – Se reflejada la santa inocencia que tenía el pirata, alguien con dos dedos de frente hubiera aceptado la invitación por mera formalidad, otros para racanear. Brand era demasiado simple en ese aspecto, rozando la inexperiencia en los tratos con otras personas. Sería capaz de negar una caja llena de fruta, por la mera realidad de ya tener una en posesión.
Después de sentarse, el hombre volvió a incorporarse para presentarse, se llamaba Dexter. El peliblanco mostró una sincera sonrisa, con la cabeza mirando hacia arriba alzó la mano para estrechársela. La diferencia de tamaño era muy notable, dejando a Brand como un pequeño muchacho. – Me llamo Brand, un placer Dexter –
Fue una corta presentación, pero suficiente para que ambos compartieran mesa. El muchacho no mostraba desagrado alguno, es más, se sentía en deuda con él por interesarse sobre lo sucedido – Estoy esperando al camarero para que venga a tomarme nota. Espero que la comida esté deliciosa, el local presenta una muy buena decoración y en la guía turística hablaban muy bien del restaurante – Hubo un pequeño silencio, el pirata no sabía que decir << Mierda… piensa Brand, piensa… He de preguntar algo, no he de tartamudear ¡Vamos! >> El muchacho finalmente se adelantó - ¿Eres de la isla Nueva Esperanza, Dexter? – Al finalizar aquella pregunta, el camarero hizo acto de presencia – Venga muchacho, ya tengo la libreta. ¿Qué quieres para comer? Recuerda, hay un primer plato un segundo y luego el postre; rápido que no tengo toda... – se le notaba el tono irónico, pero calló ante la presencia del otro cliente. El trabajador cambió su tono a uno más profesional – Si lo desea, también puedo tomarle nota Sir… - se le veía, que intentaba salir de su metedura de pata dirigiéndose a Dexter.
La cabeza del peliblanco, se movía del camarero a Dexter y de él al trabajador. Allí que interrumpió - ¿Podrías repetirme la carta, otra vez…? Por favor – sí, el muchacho era olvidadizo, muy olvidadizo.
Dexter Black
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fuerza
Fortaleza
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Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
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Dexter no pudo evitar sonreír al ver la inocencia del muchacho. a él hacía mucho tiempo que Nueva Esperanza se le antojaba desactualizada y casi decadente, como Dark Dome City pero sin prostitutas. Bueno, seguramente aquel servicio de masaje caliente arrojara luz sobre la realidad tras todo aquello. Se fue sentando de nuevo mientras escuchaba la explicación del chico, al parecer llamado Brand. Tenía una expresión avergonzada, aunque no lograba interpretar si por pura incapacidad social o por su incompetencia en lo que a aquellos cachivaches se refería. Seguramente a lo segundo, aunque la forma de expresarse, inconexa, le daba pistas acerca de la realidad: Brand era tímido.
Y además desinteresado, al parecer. Un ofrecimiento de cena gratis y el rechazo llegó, aunque no podía decir que le molestase. Pese a que tenía más dinero del que podía gastar y no era una persona especialmente ahorradora siempre podía tener algo más de dinero en su cama. "Sin embargo no van a marcar la diferencia 20.000 o 30.000 berries", pensó. Bien visto, era una cantidad ingente de dinero, y podría empezar a construir una habitación alrededor de su cama, especialmente si usaba monedas en vez de billetes... ¿En serio estaba pensando en hacerse una habitación de monedas para guardar su cama de monedas? Sonaba estúpido, y no pudo evitar soltar una carcajada ante la persectiva de tener que reconstruir cada día aquel capricho. La verdad era que no le hacía ninguna gracia la idea, pero eran berries al montón.
Tal vez su risa hubiese sido extraña, pero Brand terminó preguntándole por su origen. Bueno, más bien por su "no-origen". ¿De Nueva Esperanza? Ya le gustaría, en realidad. Con todo lo que había logrado viniendo de una isla costera no podía ya imaginar si hubiera nacido en un oasis científico como aquel... Aunque conociéndolo tal vez no le hubiera interesado la Física de no ser por el poco estudio que se le dedicaba en su hogar.
-En realidad soy del North Blue- sonrió por un momento recordando Darmer, donde el Shichibukai de dos metros diez bajaba la media de estatura al resto de la población. Tal vez los genes de Legim era lo que lo hizo treinta centímetros más bajo que la media... Femenina-, aunque hoy en día vivo en el Nuevo mundo. Es un mar precioso. Inestable, pero hermoso. Nunca imaginé que acabaría allí, pero la verdad es que no me arrepiento de haber...
El mismo camarero por el que estaba en el lugar había vuelto, e interrumpiéndolo se disponía a tomar nota de forma muy poco considerada a Brand. No pudo evitar dirigirle una mirada algo molesta por cortar la conversación, y entonces pareció caer en la cuenta de su error, tomando una formalidad de la que lo creía carente. ¿Tan zalamera era la gente de la isla? Sólo el dinero y el miedo parecían mover el espíritu de la gente... En fin, qué se le iba a hacer.
-Para hoy tenemos, como primeros platos, a elegir entre Empanadilla de papel de arroz rellena de lubrigante y molleja, sobre cama de foie y caldo de atún dashi; Cantarelas con jugo de carne y nuez de macadamia, espuma de patata trufada y huevo a baja temperatura o Vieira sobre risotto de limón y salsa agridulce. Como segundo podemos ofrecerles Sargo con crema de espinaca y escabeche de mejillones y berberechos y Presa de Dressrosa de bellota con verduritas y salsa de sake. Finalmente, para rematar esta experiencia gastronómica ponemos a su alcance nuestra última creación, Cremoso de chocolate Valhrona sobre crema de haba tonka y tierra de cacao con migas de aceite de oliva.
Todo sonaba delicioso. Aunque él entendía algo de cocina sabía que, de intentar siquiera imaginarse preparando aquellos platos, el desastre formado sería legendario durante al menos siete generaciones. "La verdad, suena demasiado bien como para ser sencillo", se repitió varias veces mientras pensaba en qué pediría el chiquillo, y cómo hacer para evitar que a él le ofreciesen lo bueno. Porque sí, aquello que le ofrecían a Brand era la "Oferta" para captar clientes; por el contrario él había pagado un servicio integral VIP suit Deluxe y trece palabras más que demostraban lo elitista del lugar, aunque había confirmado al estar en la habitación que sobraban al menos tres de esos términos en el precio.
-¿Y qué tenéis fuera de menú? En la carta, vaya- preguntó. Sabía que estaba allí, en el aparatejo aquel, pero quería sentirla en papel.
-Sir Black, creo que a su compañero se le sal...
-No, no se le sale- aseguró-. ¿Podrías traerme dos cartas? Y un vaso de Bourbon; Tres dedos y dos hielos.
Cuando el hombre se fuera, igual se animaba a trastear con el Pad. Seguro que conseguía hacerlo quejarse cada vez que alguien pulsase la pantalla, o cualquier otra cosa que se le ocurriese. Sería divertido escuchar un "Au" u "Ouch" cada vez que alguien tratase de pedir un entrecot de mil apellidos o el solomillo de un animal que sólo existe en la imaginación del Cheff. Además, seguramente esa trastada no hiciese daño a nadie.
-En fin, ¿Y tú, Brand?- preguntó, ignorando al Camarero-. Ya imagino que no eres de aquí, ¿pero eres de cerca?
Y además desinteresado, al parecer. Un ofrecimiento de cena gratis y el rechazo llegó, aunque no podía decir que le molestase. Pese a que tenía más dinero del que podía gastar y no era una persona especialmente ahorradora siempre podía tener algo más de dinero en su cama. "Sin embargo no van a marcar la diferencia 20.000 o 30.000 berries", pensó. Bien visto, era una cantidad ingente de dinero, y podría empezar a construir una habitación alrededor de su cama, especialmente si usaba monedas en vez de billetes... ¿En serio estaba pensando en hacerse una habitación de monedas para guardar su cama de monedas? Sonaba estúpido, y no pudo evitar soltar una carcajada ante la persectiva de tener que reconstruir cada día aquel capricho. La verdad era que no le hacía ninguna gracia la idea, pero eran berries al montón.
Tal vez su risa hubiese sido extraña, pero Brand terminó preguntándole por su origen. Bueno, más bien por su "no-origen". ¿De Nueva Esperanza? Ya le gustaría, en realidad. Con todo lo que había logrado viniendo de una isla costera no podía ya imaginar si hubiera nacido en un oasis científico como aquel... Aunque conociéndolo tal vez no le hubiera interesado la Física de no ser por el poco estudio que se le dedicaba en su hogar.
-En realidad soy del North Blue- sonrió por un momento recordando Darmer, donde el Shichibukai de dos metros diez bajaba la media de estatura al resto de la población. Tal vez los genes de Legim era lo que lo hizo treinta centímetros más bajo que la media... Femenina-, aunque hoy en día vivo en el Nuevo mundo. Es un mar precioso. Inestable, pero hermoso. Nunca imaginé que acabaría allí, pero la verdad es que no me arrepiento de haber...
El mismo camarero por el que estaba en el lugar había vuelto, e interrumpiéndolo se disponía a tomar nota de forma muy poco considerada a Brand. No pudo evitar dirigirle una mirada algo molesta por cortar la conversación, y entonces pareció caer en la cuenta de su error, tomando una formalidad de la que lo creía carente. ¿Tan zalamera era la gente de la isla? Sólo el dinero y el miedo parecían mover el espíritu de la gente... En fin, qué se le iba a hacer.
-Para hoy tenemos, como primeros platos, a elegir entre Empanadilla de papel de arroz rellena de lubrigante y molleja, sobre cama de foie y caldo de atún dashi; Cantarelas con jugo de carne y nuez de macadamia, espuma de patata trufada y huevo a baja temperatura o Vieira sobre risotto de limón y salsa agridulce. Como segundo podemos ofrecerles Sargo con crema de espinaca y escabeche de mejillones y berberechos y Presa de Dressrosa de bellota con verduritas y salsa de sake. Finalmente, para rematar esta experiencia gastronómica ponemos a su alcance nuestra última creación, Cremoso de chocolate Valhrona sobre crema de haba tonka y tierra de cacao con migas de aceite de oliva.
Todo sonaba delicioso. Aunque él entendía algo de cocina sabía que, de intentar siquiera imaginarse preparando aquellos platos, el desastre formado sería legendario durante al menos siete generaciones. "La verdad, suena demasiado bien como para ser sencillo", se repitió varias veces mientras pensaba en qué pediría el chiquillo, y cómo hacer para evitar que a él le ofreciesen lo bueno. Porque sí, aquello que le ofrecían a Brand era la "Oferta" para captar clientes; por el contrario él había pagado un servicio integral VIP suit Deluxe y trece palabras más que demostraban lo elitista del lugar, aunque había confirmado al estar en la habitación que sobraban al menos tres de esos términos en el precio.
-¿Y qué tenéis fuera de menú? En la carta, vaya- preguntó. Sabía que estaba allí, en el aparatejo aquel, pero quería sentirla en papel.
-Sir Black, creo que a su compañero se le sal...
-No, no se le sale- aseguró-. ¿Podrías traerme dos cartas? Y un vaso de Bourbon; Tres dedos y dos hielos.
Cuando el hombre se fuera, igual se animaba a trastear con el Pad. Seguro que conseguía hacerlo quejarse cada vez que alguien pulsase la pantalla, o cualquier otra cosa que se le ocurriese. Sería divertido escuchar un "Au" u "Ouch" cada vez que alguien tratase de pedir un entrecot de mil apellidos o el solomillo de un animal que sólo existe en la imaginación del Cheff. Además, seguramente esa trastada no hiciese daño a nadie.
-En fin, ¿Y tú, Brand?- preguntó, ignorando al Camarero-. Ya imagino que no eres de aquí, ¿pero eres de cerca?
Brand
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<< Le hice reír antes de preguntarle sobre su origen. ¡Eso es bueno! Si la gente se ríe significa que están felices. Bien, bien estoy aprendiendo >>
En su mundo estaba, que aquellas carcajadas le animaron y le dieron algo más de confianza al comunicarse con Dexter, siendo desconocedor del real motivo de las risas. La procedencia del hombre le resultó de lo más asombrosa, estaba conociendo a alguien que había cruzado la red line para ir al otro mar. Lo siguiente, cuando nombró el Nuevo Mundo, le hizo iluminar su mirada mostrando un brillo de ilusión en sus ojos. El camarero interrumpió la charla y allí que el espadachín prestó atención a lo que iba explicando el trabajador.
<< Empanadilla… ¿Papel de arroz? ¡Papel! ¿Eso se comerá? Lubrigante y molleja… eso parece sabroso. ¿Foie? Oh Atún, eso sí sé que es. Cantarelas, patatas, vieira, risotto… ¡Cuantas cosas! Empanadilla yo creo… ¡Oh! El segundo… el Sargo… eso lleva espinaca y mejillones… estará bueno. El postre también debe de estar delicioso >>
El rostro del peliblanco se centraba en lo que decía el trabajador, sin apenas pestañear. Cualquiera podía deducir que por su mente divagaba toda esa información, como olas en un día de tempestad. Se le estaba haciendo la boca agua y ya quería tener los platos delante, para clavar bien el diente y saborear todas esas explosiones de sabores.
<< ¿Qué será un Bourn… no… Borone… o sera Brum…? Que nombres más raros >>
Brand no dijo nada cuando Dexter habló con el camarero, pidiéndole dos cartas y un vaso de Bourbon con tres dedos y dos hielos. Cuando quedaron solos, los azulados ojos del muchacho volvieron a centrarse en aquel individuo de gran altura. Se había interesado por su procedencia, el joven respondió a la pregunta de él.
- Yo soy del East Blue, del Archipiélago de Arashi y concretamente de las Lágrimas de Arashi – Hablaba con seguridad… o lo intentaba, mientras reflejaba la auténtica verdad de sus palabras. Aunque, la localización que había expresado el pirata no era muy típica. Era bien sabido que las Lágrimas de Arashi son un conjunto de islotes, muy cerca de unos a otros en la zona norte del Archipiélago. Los lugareños suelen ser contrabandistas, mercenarios, piratas que tienen sus refugios; pero también están habitados por ermitaños o gente solitaria. Era raro que un muchacho que rondaba los 17 años hubiera vivido desde siempre en aquella inestable y “abandonada” zona.
- Crecí con mi madre y mi abuelo. Aunque mi madre murió cuando tenía 10 años por una enfermedad. El anciano me entrenó en el sendero de la espada y cuando logré superar una prueba; pude continuar mi propio camino. ¡Hice una promesa a mi madre! ¡Le mostraría todos los rincones del mundo y pienso cumplirlo! – Le mostró una perla que llevaba como colgante – Es de ella, me la regaló y conseguiré que visite hasta la isla más pequeña del planeta – Hablar de su pasado, no le importaba. Era algo fácil de relatar, solo tenía que expresar sus vivencias, no le provocaba temor alguno ni vergüenza ya que no debía de pensar que decir, simplemente contarlo. La expresión seguía reflejando una gran sonrisa y una sinceridad abismal, mostrando sus pensamientos al igual que esa preciosa gema; un objeto que podría generar codicia a un habilidoso ladrón.
- Y… -
Se le mezclaron las ideas, ahora no sabía si explicarle la prueba que hizo o contarle alguna anécdota con su maestro Grehim. Se podía ver de nuevo ese rostro pensativo y ese movimiento de mano hacia la nuca. << Piensa, piensa… ¡Nuevo Mundo! ¡Claro! >> A los pocos segundos volvió a hablar
- ¡He escuchado cosas sobre el nuevo mar! ¡Allí gobiernan los yonkous! ¿No? Oh Debe de ser espectacular ¡Y! – Sacó un pequeño bloc de nota y un lápiz, haciendo un pequeño croquis del planeta. El pirata identificó los cuatro mares con la Grand Line y luego esa línea de tierra llamada Red Line. Señaló el norte y el este, haciendo una pequeña circunferencia en lo que vendría a considerarse el único continente en el mundo. - Para llegar aquí, debiste de navegar la Grand Line o pasar la Red Line – Seguía con el pequeño croquis, marcando el mar del oeste y el del sud. Allí, pintó la parte de la “Grand Line” que separaba los mares del norte y oeste - ¿Esto es el Nuevo Mundo? - Brand estaba fascinado, tenía delante a alguien que había llegado a cruzar hacia el otro lado. Eso no se encontraba todos los días, debía de aprovechar el tiempo en descubrir más cosas.
Esperó las respuestas del hombre, allí que el camarero esta vez sin interrumpir ofreció las dos cartas y ese magnífico Bourne, con tres dedos perfectos de Whisky y los dos hielos; esta vez el servicio del camarero fue impoluto, acompañado de una deliciosa tapa de diferentes quesos. La mirada del muchacho se quedó puesta en aquel recipiente, llegando a preguntar - ¿Eso es Bo… Bou… Borm… Bourne? – Después de la cagada, intentó camuflarla preguntando a toda rapidez - ¿Está bueno? – Para finalizar comentó con algo de vergüenza – Por cierto… Gracias por invitarme… - No estaba acostumbrado a que le invitaran a cenar, para ser sinceros; era la primera vez alguien lo hacía. El pirata no era tampoco tonto, ya se percató en la pequeña conversación que tuvieron trabajador y cliente, sobre las cartas; pero se mantuvo callado esperando el momento para decirlo. Sí, una parte de su mente había indagado en encontrar el instante y las palabras adecuadas para agradecer esa fantástica invitación. Ahora esperaba a que Dexter iniciara la caza del queso, por mera educación él era el anfitrión.
En su mundo estaba, que aquellas carcajadas le animaron y le dieron algo más de confianza al comunicarse con Dexter, siendo desconocedor del real motivo de las risas. La procedencia del hombre le resultó de lo más asombrosa, estaba conociendo a alguien que había cruzado la red line para ir al otro mar. Lo siguiente, cuando nombró el Nuevo Mundo, le hizo iluminar su mirada mostrando un brillo de ilusión en sus ojos. El camarero interrumpió la charla y allí que el espadachín prestó atención a lo que iba explicando el trabajador.
<< Empanadilla… ¿Papel de arroz? ¡Papel! ¿Eso se comerá? Lubrigante y molleja… eso parece sabroso. ¿Foie? Oh Atún, eso sí sé que es. Cantarelas, patatas, vieira, risotto… ¡Cuantas cosas! Empanadilla yo creo… ¡Oh! El segundo… el Sargo… eso lleva espinaca y mejillones… estará bueno. El postre también debe de estar delicioso >>
El rostro del peliblanco se centraba en lo que decía el trabajador, sin apenas pestañear. Cualquiera podía deducir que por su mente divagaba toda esa información, como olas en un día de tempestad. Se le estaba haciendo la boca agua y ya quería tener los platos delante, para clavar bien el diente y saborear todas esas explosiones de sabores.
<< ¿Qué será un Bourn… no… Borone… o sera Brum…? Que nombres más raros >>
Brand no dijo nada cuando Dexter habló con el camarero, pidiéndole dos cartas y un vaso de Bourbon con tres dedos y dos hielos. Cuando quedaron solos, los azulados ojos del muchacho volvieron a centrarse en aquel individuo de gran altura. Se había interesado por su procedencia, el joven respondió a la pregunta de él.
- Yo soy del East Blue, del Archipiélago de Arashi y concretamente de las Lágrimas de Arashi – Hablaba con seguridad… o lo intentaba, mientras reflejaba la auténtica verdad de sus palabras. Aunque, la localización que había expresado el pirata no era muy típica. Era bien sabido que las Lágrimas de Arashi son un conjunto de islotes, muy cerca de unos a otros en la zona norte del Archipiélago. Los lugareños suelen ser contrabandistas, mercenarios, piratas que tienen sus refugios; pero también están habitados por ermitaños o gente solitaria. Era raro que un muchacho que rondaba los 17 años hubiera vivido desde siempre en aquella inestable y “abandonada” zona.
- Crecí con mi madre y mi abuelo. Aunque mi madre murió cuando tenía 10 años por una enfermedad. El anciano me entrenó en el sendero de la espada y cuando logré superar una prueba; pude continuar mi propio camino. ¡Hice una promesa a mi madre! ¡Le mostraría todos los rincones del mundo y pienso cumplirlo! – Le mostró una perla que llevaba como colgante – Es de ella, me la regaló y conseguiré que visite hasta la isla más pequeña del planeta – Hablar de su pasado, no le importaba. Era algo fácil de relatar, solo tenía que expresar sus vivencias, no le provocaba temor alguno ni vergüenza ya que no debía de pensar que decir, simplemente contarlo. La expresión seguía reflejando una gran sonrisa y una sinceridad abismal, mostrando sus pensamientos al igual que esa preciosa gema; un objeto que podría generar codicia a un habilidoso ladrón.
- Y… -
Se le mezclaron las ideas, ahora no sabía si explicarle la prueba que hizo o contarle alguna anécdota con su maestro Grehim. Se podía ver de nuevo ese rostro pensativo y ese movimiento de mano hacia la nuca. << Piensa, piensa… ¡Nuevo Mundo! ¡Claro! >> A los pocos segundos volvió a hablar
- ¡He escuchado cosas sobre el nuevo mar! ¡Allí gobiernan los yonkous! ¿No? Oh Debe de ser espectacular ¡Y! – Sacó un pequeño bloc de nota y un lápiz, haciendo un pequeño croquis del planeta. El pirata identificó los cuatro mares con la Grand Line y luego esa línea de tierra llamada Red Line. Señaló el norte y el este, haciendo una pequeña circunferencia en lo que vendría a considerarse el único continente en el mundo. - Para llegar aquí, debiste de navegar la Grand Line o pasar la Red Line – Seguía con el pequeño croquis, marcando el mar del oeste y el del sud. Allí, pintó la parte de la “Grand Line” que separaba los mares del norte y oeste - ¿Esto es el Nuevo Mundo? - Brand estaba fascinado, tenía delante a alguien que había llegado a cruzar hacia el otro lado. Eso no se encontraba todos los días, debía de aprovechar el tiempo en descubrir más cosas.
Esperó las respuestas del hombre, allí que el camarero esta vez sin interrumpir ofreció las dos cartas y ese magnífico Bourne, con tres dedos perfectos de Whisky y los dos hielos; esta vez el servicio del camarero fue impoluto, acompañado de una deliciosa tapa de diferentes quesos. La mirada del muchacho se quedó puesta en aquel recipiente, llegando a preguntar - ¿Eso es Bo… Bou… Borm… Bourne? – Después de la cagada, intentó camuflarla preguntando a toda rapidez - ¿Está bueno? – Para finalizar comentó con algo de vergüenza – Por cierto… Gracias por invitarme… - No estaba acostumbrado a que le invitaran a cenar, para ser sinceros; era la primera vez alguien lo hacía. El pirata no era tampoco tonto, ya se percató en la pequeña conversación que tuvieron trabajador y cliente, sobre las cartas; pero se mantuvo callado esperando el momento para decirlo. Sí, una parte de su mente había indagado en encontrar el instante y las palabras adecuadas para agradecer esa fantástica invitación. Ahora esperaba a que Dexter iniciara la caza del queso, por mera educación él era el anfitrión.
Dexter Black
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-Bourbon- dijo con una pequeña risa. Era un muchacho simpático, y aunque tímido, parecía que sería un gran acompañante para la cena y tal vez algún tipo de actividad más interesante, como mirar las exposiciones de robótica que había por toda la isla, o ver si en algún lugar podían hacer algo más recreativo. Creía haber visto un cartel de concierto por ahí, pero con el idiota aquel no había mirado muy a fondo cada cosa con la que se topó. Más bien se había escabullido hasta su habitación para relajarse un poco-. ¿Quieres probarlo?- le puso el vaso delante, esperando por si quería tomar un trago, y abrió su carta-. Ten cuidado, es un poco fuerte la primera vez.
Observó con la carta abierta el dibujo del muchacho, que representaba los seis mares del mundo y la Red Line. Estaba bastante logrado para ser una improvisación, la verdad, y el sueño que tenía era, sinceramente, fabuloso. Todavía recordaba aquella época en la que él, aún siendo cazador, buscaba la canción perfecta en cada momento libre del que disponía. ¿Se había alejado tanto de sus sueños? No se lo había planteado nunca seriamente, pero había detenido la búsqueda del mejor músico al tiempo que su labor de Shichibukai había comenzado, o tal vez un poco antes con la marcha de Legim y la fundación de su banda.
-Creo que voy a contestarte a todo en orden- comentó, poniendo un tono algo más bajo mientras pasaba la primera página del libreto. No iba a pedir vinos, al menos no por el momento-. En primer lugar, me parece un sueño maravilloso, pero no lo hagas por tu madre- no podía evitar pensar en cómo él cazaba sólo por enorgullecer a su padre, y no era una vida que realmente le convenciese. Casi podría haber dicho que ser Pirata mejoró todo, e irónicamente eso no le gustaba, porque lo privó de lo que pudo ser un futuro maravilloso con Alice-. Por mucho que ella te haya dado, lo hizo desinteresadamente, así que si vas a recorrer el mundo por alguien, que sea por ti. Hay muchas islas en este mundo y sobre todo en Grand Line nos quedan muchas por conocer. Te lo digo por experiencia propia, he tenido la oportunidad de viajar con uno de los mejores cartógrafos del mundo y he navegado durante más de diez años por todo el mundo; sin embargo aún no he visto ni la décima parte de las islas que existen. Estoy seguro de que con tiempo y paciencia lo lograrás, pero la determinación tiene que venirte de ti mismo. Si no...
No terminó la frase. Había pasado por muchas experiencias de aquel estilo, y no podía evitar que la nostalgia y cierta tristeza lo embargaran por momentos, aunque se antepuso en poco tiempo
-En fin, es una tontería. Tienes un gran sueño, Brand, y no dejes que lo que te diga nadie te impida cumplirlo, ni siquiera yo. Por otro lado, he navegado Grand Line desde los Cabos Gemelos hasta Sabaody, y he bajado hasta la isla Gyojin y subido desde allí al Nuevo Mundo. Gobernaban los Yonkous, y era un sitio peligroso más por lo que podías encontrar que por el clima, aunque con el tiempo y la muerte de dos emperadores Pirata, todo está siendo bastante tranquilo- se detuvo en cierto momento, repasando sus palabras, tratando de obviar que la causa de las muertes de aquellos hombres eran "Dexter". Parecía que no había dicho nada al respecto. Perfecto, podía continuar-. Es un lugar... Particular. Si quieres llegar a él tal vez algún día podría llevarte.
¿Aquello no sonaba un poco extraño? Acababa de ofrecer un viaje por mar a un desconocido, y no un viaje cualquiera... ¿Había un viaje más largo? Desde el East Blue, pasando por todo el Paraíso hasta llegar al Ojo. Tal vez se estuviera pasando, pero ¿Por qué no? Al fin y al cabo, tenía tiempo para buscar al músico y por el camino no tenía que pasar nada realmente molesto. Hasta podía hacer una parada por Ennies Lobby si se encontraba con algún criminal interesante...
-Y de nada- sonrió, volviendo los ojos a la carta, contemplando con una mal disimulada avidez cada plato que leía y cada imagen que contemplaba. Ahí sí que estaban las verdaderas delicias del lugar, aunque por lo pronto no llegaban a los dieciséis apelativos que anunciaban-, al fin y al cabo acabo de cobrar por un trabajo y no sé qué hacer con tanto dinero. Tal vez dedique más tiempo a mi barco, pero a este paso acabará siendo una nave espacial. ¡Y sé lo que voy a tomar!
En realidad no lo sabía.
Cerró la carta y tan pronto como eso sucedió unos pasos apresurados sonaron a su espalda. El camarero estaba de vuelta, esta vez para tomar nota con una impecable educación. "Así me gusta, pero no vas a ganarte la propina tan fácilmente".
-Tomaré... Uno de cada- haciendo cálculos, el precio ascendía a unos 27 millones de Berries, ¿Pero qué era esa cantidad de dinero a cambio del placer de ver la mandíbula descoyuntada del hombre que lo atendía, tartamudeando e incapaz de hablar. Seguramente se llevara comisión cuando debía ayudar a la gente torpe, y con aquello le estuviera salvando el mes o incluso el año. Sin embargo, tardó unos segundos en salir de ese estado catatónico en que se encontraba y poder reaccionar.
-¿Se-seguro? Es mucha comida, no creo que quepa en la mesa siquiera.
-De hecho, teniendo en cuenta los más de cincuenta platos de primerísima categoría que anunciáis y las "raciones como las de antes" que acompañan vuestra publicidad, estoy seguro de que no caben aquí. Pero bueno, siempre podéis ir trayendo bandejas.
-Está bien, supongo- dijo, inseguro, anotando su comanda. Nunca cuatro letras habían sido tan complicadas de escribir, aunque tal y como le temblaba el pulso por la emoción, era comprensible-. ¿Y el joven acompañante qué desea tomar?
Observó con la carta abierta el dibujo del muchacho, que representaba los seis mares del mundo y la Red Line. Estaba bastante logrado para ser una improvisación, la verdad, y el sueño que tenía era, sinceramente, fabuloso. Todavía recordaba aquella época en la que él, aún siendo cazador, buscaba la canción perfecta en cada momento libre del que disponía. ¿Se había alejado tanto de sus sueños? No se lo había planteado nunca seriamente, pero había detenido la búsqueda del mejor músico al tiempo que su labor de Shichibukai había comenzado, o tal vez un poco antes con la marcha de Legim y la fundación de su banda.
-Creo que voy a contestarte a todo en orden- comentó, poniendo un tono algo más bajo mientras pasaba la primera página del libreto. No iba a pedir vinos, al menos no por el momento-. En primer lugar, me parece un sueño maravilloso, pero no lo hagas por tu madre- no podía evitar pensar en cómo él cazaba sólo por enorgullecer a su padre, y no era una vida que realmente le convenciese. Casi podría haber dicho que ser Pirata mejoró todo, e irónicamente eso no le gustaba, porque lo privó de lo que pudo ser un futuro maravilloso con Alice-. Por mucho que ella te haya dado, lo hizo desinteresadamente, así que si vas a recorrer el mundo por alguien, que sea por ti. Hay muchas islas en este mundo y sobre todo en Grand Line nos quedan muchas por conocer. Te lo digo por experiencia propia, he tenido la oportunidad de viajar con uno de los mejores cartógrafos del mundo y he navegado durante más de diez años por todo el mundo; sin embargo aún no he visto ni la décima parte de las islas que existen. Estoy seguro de que con tiempo y paciencia lo lograrás, pero la determinación tiene que venirte de ti mismo. Si no...
No terminó la frase. Había pasado por muchas experiencias de aquel estilo, y no podía evitar que la nostalgia y cierta tristeza lo embargaran por momentos, aunque se antepuso en poco tiempo
-En fin, es una tontería. Tienes un gran sueño, Brand, y no dejes que lo que te diga nadie te impida cumplirlo, ni siquiera yo. Por otro lado, he navegado Grand Line desde los Cabos Gemelos hasta Sabaody, y he bajado hasta la isla Gyojin y subido desde allí al Nuevo Mundo. Gobernaban los Yonkous, y era un sitio peligroso más por lo que podías encontrar que por el clima, aunque con el tiempo y la muerte de dos emperadores Pirata, todo está siendo bastante tranquilo- se detuvo en cierto momento, repasando sus palabras, tratando de obviar que la causa de las muertes de aquellos hombres eran "Dexter". Parecía que no había dicho nada al respecto. Perfecto, podía continuar-. Es un lugar... Particular. Si quieres llegar a él tal vez algún día podría llevarte.
¿Aquello no sonaba un poco extraño? Acababa de ofrecer un viaje por mar a un desconocido, y no un viaje cualquiera... ¿Había un viaje más largo? Desde el East Blue, pasando por todo el Paraíso hasta llegar al Ojo. Tal vez se estuviera pasando, pero ¿Por qué no? Al fin y al cabo, tenía tiempo para buscar al músico y por el camino no tenía que pasar nada realmente molesto. Hasta podía hacer una parada por Ennies Lobby si se encontraba con algún criminal interesante...
-Y de nada- sonrió, volviendo los ojos a la carta, contemplando con una mal disimulada avidez cada plato que leía y cada imagen que contemplaba. Ahí sí que estaban las verdaderas delicias del lugar, aunque por lo pronto no llegaban a los dieciséis apelativos que anunciaban-, al fin y al cabo acabo de cobrar por un trabajo y no sé qué hacer con tanto dinero. Tal vez dedique más tiempo a mi barco, pero a este paso acabará siendo una nave espacial. ¡Y sé lo que voy a tomar!
En realidad no lo sabía.
Cerró la carta y tan pronto como eso sucedió unos pasos apresurados sonaron a su espalda. El camarero estaba de vuelta, esta vez para tomar nota con una impecable educación. "Así me gusta, pero no vas a ganarte la propina tan fácilmente".
-Tomaré... Uno de cada- haciendo cálculos, el precio ascendía a unos 27 millones de Berries, ¿Pero qué era esa cantidad de dinero a cambio del placer de ver la mandíbula descoyuntada del hombre que lo atendía, tartamudeando e incapaz de hablar. Seguramente se llevara comisión cuando debía ayudar a la gente torpe, y con aquello le estuviera salvando el mes o incluso el año. Sin embargo, tardó unos segundos en salir de ese estado catatónico en que se encontraba y poder reaccionar.
-¿Se-seguro? Es mucha comida, no creo que quepa en la mesa siquiera.
-De hecho, teniendo en cuenta los más de cincuenta platos de primerísima categoría que anunciáis y las "raciones como las de antes" que acompañan vuestra publicidad, estoy seguro de que no caben aquí. Pero bueno, siempre podéis ir trayendo bandejas.
-Está bien, supongo- dijo, inseguro, anotando su comanda. Nunca cuatro letras habían sido tan complicadas de escribir, aunque tal y como le temblaba el pulso por la emoción, era comprensible-. ¿Y el joven acompañante qué desea tomar?
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Escuchó la palabra de aquella bebida que reposaba encima de la mesa – Bourbon – repitió, esta vez con una mejor pronunciación. El peliblanco clavó sus azulados ojos en ese recipiente, aquellos dos hielos de gran tamaño ofrecían una perfecta combinación con la estética del vaso. Se notaban que ambos se encontraban en un restaurante de gran calidad, no todos los días alguien se podía permitir el lujo de presentarse en ese tipo de locales; mucho menos Brand. Se sorprendió al ofrecimiento de Dexter, le dijo si quería probar aquella bebida, aconsejándole que tuviera cuidado; ya que la primera vez era un poco fuerte. El pirata sonrió - ¡Vale! ¡Gracias! – pobre inocente, no sabía dónde se metía.
Sujetó con seguridad el vaso y llevó el borde a sus labios, volcándolo un poco para dejar que esa deliciosa y dura bebida llegara a la boca del pirata. No lo había olido, su sabor era fuerte pero tampoco nada para exagerar. En el preciso instante en que dejó con cuidado el vaso sobre la mesa, tragó. La tensión en su rostro era fácilmente perceptible, a los pocos segundos empezó a toser y sus mejillas se enrojecían. Era la primera vez que llevaba ese tipo de alcohol a su garganta, simplemente no estaba acostumbrado. Su voz, ahogada por la abrasada bebida, llegó a musitar– Esta… bueno, sí, sí... Uff… - movía la mano sintiendo la garganta adolorida, pero no se quejó mucho más.
El espadachín se dedicó a atender cada una de las palabras que le dirigía Dexter, sobre sus sueños y objetivos. Algunas afirmaciones del hombre no las llegó a entender, hasta que finalizó todas las charlas. Dexter tenía razón, si quería hacerlo debería ser por su propia decisión; en eso no había diferencias. Brandom no se había explicado del todo bien, realmente su madre nunca le pidió que fuera por ella a visitar cada rincón del mundo. Dicha promesa, se la hizo después de la muerte de Amelia; teniendo como unión las estrellas sabiendo que desde ellas velaría por él. Era un sentimiento profundo que tenía el muchacho, algo que le daba fuerzas para continuar. No sacó más el tema, por temor a volver a liarse y no explicarlo del todo bien; por otro lado le pareció fascinante las experiencias que le contaba sobre los más de 10 años navegando. El no haber visto ni la décima parte de las islas que existen, intensificó esas ganas de comerse el mundo sin llegarse a cohibir en querer cumplir su sueño.
Sus ojos brillaron de admiración y sorpresa, Dexter se estaba ofreciendo a ir al Nuevo Mundo. Aquello le había pillado por sorpresa, nunca se hubiera imaginado que alguien le invitaría a hacer ese largo viaje de forma gratuita. Le iba a dar las gracias y aceptar lo que le dijo, estaría encantadísimo de iniciar ese trayecto hacia el Nuevo Mundo; pero el camarero hizo acto de presencia esperando la petición de los dos clientes.
<< ¡No me he mirado la carta! >>
Aprovechó ese periodo de tiempo para mirarse el contenido que había en aquella carta gastronómica. De lejos, escuchó la corta conversación entre el trabajador y cliente.
<< Bueno… si él se pide uno de cada. Yo me pediré… ¿Cómo? ¡Uno de cada! >>
El pirata contó mentalmente cada uno de los platos, llegando a sobrepasar los cincuenta. Lo miró de reojo, volviendo la vista a las letras mientras su cerebro no dejaba de funcionar a plena velocidad. Un montón de ideas se acumulaban en su mente, no sabía que pedir.
<< ¡Y qué me pido yo! ¡¿Se comerá todo?! ¿¡Lo habrá pedido para mí y para él!? Tal vez se molesta si pido algo más… ¡Mierda! ¡Qué hago! >>
El muchacho alzó su mirada para dirigirse al camarero – Pues… mira yo de primero quiero este… - se lo señaló, era imposible pronunciar aquellas exactas y maravillosas palabras – Luego de segundo este de aquí y por último de postre ¡Este! ¡Sí, parece delicioso! Y también una botella de agua - sentenció al final, que su garganta seguía resentida.
El camarero, atónito ante la situación en que se encontraba, aun le costaba creerse todo lo que había pedido el cliente de pelo blanco y negro. Después de tomarle la nota al muchacho, se retiró con toda la cordialidad del mundo.
- Esto… - seguía sorprendido ante lo que había pedido Dexter – Bueno… que decir… ¡Ya! ¡Sí! Gracias por ofrecerte a llevarme al Nuevo Mundo, me gustaría poder viajar. ¡Seguro que tienes un barco gigante! –
Una camarera trajo la lujosa botella de agua, la abrió para dejar caer contenido en aquel impoluto vaso – Gracias – dijo de forma educada el peliblanco, purificando su garganta tras el servicio.
Ya la tenía mucho mejor, no notaba el escozor de aquella bebida alcohólica. El joven hizo memoria de todo lo que le explicó Dexter, allí organizó todas las ideas y se propuso a responder a cada uno de los comentarios que quedaban pendientes - Aunque antes de poder iniciar esa travesía… debería despedirme de mi maestro. Seguro que tardaría en volver, me gustaría pasarme por el Archipiélago Arashi –.
Antes de irse de viaje, debía de poner algunas cosas en su sitio. No era alguien que se precipitara mucho en sus acciones, pensaba meditarlas pero esa oportunidad no la podía dejar pasar. Un grupo de camareros se encargaron de ir trayendo las bandejas a la mesa, poco a poco aquel mantel se empezó a llenar de recipientes con contenidos deliciosos. Brand no esperó a empezar a comer su primer plato, estaba caliente, pero tenía una manía y era hincar el diente a la comida justo verla. Sus ojos se humedecían pero allí seguía saboreándolo, mirando atónito como los trabajadores no paraban de ir y venir con esa ronda de platos que acabaron por llenar toda la superficie de la mesa.
- ¿No hay mucha comida…? – comentó con cierto tono dubitativo, tal vez lo había pedido para él también; no lo sabía. Luego prosiguió con un tono curioso - ¿De qué trabajas Dexter? Debes tener mucho dinero – bien era cierto, todo aquello el muchacho no se lo hubiera podido costear.
Sujetó con seguridad el vaso y llevó el borde a sus labios, volcándolo un poco para dejar que esa deliciosa y dura bebida llegara a la boca del pirata. No lo había olido, su sabor era fuerte pero tampoco nada para exagerar. En el preciso instante en que dejó con cuidado el vaso sobre la mesa, tragó. La tensión en su rostro era fácilmente perceptible, a los pocos segundos empezó a toser y sus mejillas se enrojecían. Era la primera vez que llevaba ese tipo de alcohol a su garganta, simplemente no estaba acostumbrado. Su voz, ahogada por la abrasada bebida, llegó a musitar– Esta… bueno, sí, sí... Uff… - movía la mano sintiendo la garganta adolorida, pero no se quejó mucho más.
El espadachín se dedicó a atender cada una de las palabras que le dirigía Dexter, sobre sus sueños y objetivos. Algunas afirmaciones del hombre no las llegó a entender, hasta que finalizó todas las charlas. Dexter tenía razón, si quería hacerlo debería ser por su propia decisión; en eso no había diferencias. Brandom no se había explicado del todo bien, realmente su madre nunca le pidió que fuera por ella a visitar cada rincón del mundo. Dicha promesa, se la hizo después de la muerte de Amelia; teniendo como unión las estrellas sabiendo que desde ellas velaría por él. Era un sentimiento profundo que tenía el muchacho, algo que le daba fuerzas para continuar. No sacó más el tema, por temor a volver a liarse y no explicarlo del todo bien; por otro lado le pareció fascinante las experiencias que le contaba sobre los más de 10 años navegando. El no haber visto ni la décima parte de las islas que existen, intensificó esas ganas de comerse el mundo sin llegarse a cohibir en querer cumplir su sueño.
Sus ojos brillaron de admiración y sorpresa, Dexter se estaba ofreciendo a ir al Nuevo Mundo. Aquello le había pillado por sorpresa, nunca se hubiera imaginado que alguien le invitaría a hacer ese largo viaje de forma gratuita. Le iba a dar las gracias y aceptar lo que le dijo, estaría encantadísimo de iniciar ese trayecto hacia el Nuevo Mundo; pero el camarero hizo acto de presencia esperando la petición de los dos clientes.
<< ¡No me he mirado la carta! >>
Aprovechó ese periodo de tiempo para mirarse el contenido que había en aquella carta gastronómica. De lejos, escuchó la corta conversación entre el trabajador y cliente.
<< Bueno… si él se pide uno de cada. Yo me pediré… ¿Cómo? ¡Uno de cada! >>
El pirata contó mentalmente cada uno de los platos, llegando a sobrepasar los cincuenta. Lo miró de reojo, volviendo la vista a las letras mientras su cerebro no dejaba de funcionar a plena velocidad. Un montón de ideas se acumulaban en su mente, no sabía que pedir.
<< ¡Y qué me pido yo! ¡¿Se comerá todo?! ¿¡Lo habrá pedido para mí y para él!? Tal vez se molesta si pido algo más… ¡Mierda! ¡Qué hago! >>
El muchacho alzó su mirada para dirigirse al camarero – Pues… mira yo de primero quiero este… - se lo señaló, era imposible pronunciar aquellas exactas y maravillosas palabras – Luego de segundo este de aquí y por último de postre ¡Este! ¡Sí, parece delicioso! Y también una botella de agua - sentenció al final, que su garganta seguía resentida.
El camarero, atónito ante la situación en que se encontraba, aun le costaba creerse todo lo que había pedido el cliente de pelo blanco y negro. Después de tomarle la nota al muchacho, se retiró con toda la cordialidad del mundo.
- Esto… - seguía sorprendido ante lo que había pedido Dexter – Bueno… que decir… ¡Ya! ¡Sí! Gracias por ofrecerte a llevarme al Nuevo Mundo, me gustaría poder viajar. ¡Seguro que tienes un barco gigante! –
Una camarera trajo la lujosa botella de agua, la abrió para dejar caer contenido en aquel impoluto vaso – Gracias – dijo de forma educada el peliblanco, purificando su garganta tras el servicio.
Ya la tenía mucho mejor, no notaba el escozor de aquella bebida alcohólica. El joven hizo memoria de todo lo que le explicó Dexter, allí organizó todas las ideas y se propuso a responder a cada uno de los comentarios que quedaban pendientes - Aunque antes de poder iniciar esa travesía… debería despedirme de mi maestro. Seguro que tardaría en volver, me gustaría pasarme por el Archipiélago Arashi –.
Antes de irse de viaje, debía de poner algunas cosas en su sitio. No era alguien que se precipitara mucho en sus acciones, pensaba meditarlas pero esa oportunidad no la podía dejar pasar. Un grupo de camareros se encargaron de ir trayendo las bandejas a la mesa, poco a poco aquel mantel se empezó a llenar de recipientes con contenidos deliciosos. Brand no esperó a empezar a comer su primer plato, estaba caliente, pero tenía una manía y era hincar el diente a la comida justo verla. Sus ojos se humedecían pero allí seguía saboreándolo, mirando atónito como los trabajadores no paraban de ir y venir con esa ronda de platos que acabaron por llenar toda la superficie de la mesa.
- ¿No hay mucha comida…? – comentó con cierto tono dubitativo, tal vez lo había pedido para él también; no lo sabía. Luego prosiguió con un tono curioso - ¿De qué trabajas Dexter? Debes tener mucho dinero – bien era cierto, todo aquello el muchacho no se lo hubiera podido costear.
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El tiempo pasaba y la conversación avanzaba, como la charla de dos viejos amigos que se conocieran desde siempre, aunque acababan de tomar cuenta de la existencia mutua. Aquella isla era, en todos los aspectos, mágica. Tecnología y relax en un simple punto del espacio, donde todos podían dejar sus labores atrás, sus vidas, sus preocupaciones... La verdad es que no le importaría posponer el resto de sus obligaciones con tal de disfrutar un tiempo tranquilo. ¿Cuándo se había vuelto así? Aún quedaba mucho mar por recorrer, y el músico perfecto podía estar a cada instante más cerca. ¿Podría escuchar su canción algún día? Ni siquiera sabía lo que buscaba, ni si lo reconocería cuando lo hiciese. ¿Podía él decidir cuál sería la pieza única? Quién sabe, tal vez cuando estuviera ante ella fuese capaz de verla debidamente.
-Endivias a la plancha con tartar de manzana- anunció cuando había pasad algo de tiempo un camarero.
-Muchas gracias, ya sólo quedan cincuenta y ocho- comentó, con el plato ya sobre la mesa y listo para hincarle el diente. La verdad es que no sabía muy bien a qué sabría aquello, aunque se solucionaba con un sencillo bocado-. Deliciosas.
Aquella palabra marcó el inicio de una experiencia. Desde que llegó, más y más platos iban llegando cada par de minutos, y el desfile de camareros mientras el dragón iba engullendo era, simplemente, espectacular. ¿Debía entender que la gente a su alrededor lo miraba con curiosidad y mido por ello? Tal vez estaba comiendo demasiado.
-Pues, es bastante grande, sí. Pero no es el más grande que he visto. Ni el más lujoso. Es sencillo, aunque trabajé mucho sus acabados- comentó, respondiendo al comentario del pirata. La verdad era que su navío era casi un gran bloque de apartamentos, con una cubierta principal perfecta para reuniones y un par de estancias algo reducidas para pasar el rato. Sin embargo, el tamaño de las habitaciones hacían que una de ellas, amueblada como sala de estar, sirviera perfectamente. Tal vez debiera hacerlo-. Y bueno, navega casi solo, lo cual es un logro muy importante.
Tardó algo más en llegar el plato de Brand, que comenzó a comerlo sin darle tiempo a enfriar, y ello se notó, sobre todo en sus ojos llorosos. "Y aún así no dejas de comer", pensó, casi con una risotada, observando cómo Brand se quemaba mientras, además, miraba para todo lo que se iba acumulando a su alrededor. Tal vez pedir la ternera asada entera no había sido tan buena opción, al menos cuando no podía tonar una forma que le permitiera comerla... En fin, siempre podían comer los dos.
-Si quieres comer cualquier cosa no te cortes, creo que me he pasado al pedir tanto- reconoció, cerrando los ojos mientras negaba con la cabeza. No iba a poder con todo, era físicamente imposible-. Y entiendo que debas ir a Arashi, si quieres puedo dejarte en una isla cercana- y entonces llegó la pregunta que no quería responder allí. ¿Tal vez pudiera evadirla? La verdad es que no le agradaría descubrir que alguien lo temía habiéndolo conocido antes de saber su posición, aunque tarde o temprano lo sabría... ¿Qué debía hacer? La verdad era el único camino que podía tomar en aquel momento-. Soy una de las Siete espadas del rey del mar. Pero eso es otra historia, la verdad, no me gusta hablar de trabajo en vacaciones.
-Endivias a la plancha con tartar de manzana- anunció cuando había pasad algo de tiempo un camarero.
-Muchas gracias, ya sólo quedan cincuenta y ocho- comentó, con el plato ya sobre la mesa y listo para hincarle el diente. La verdad es que no sabía muy bien a qué sabría aquello, aunque se solucionaba con un sencillo bocado-. Deliciosas.
Aquella palabra marcó el inicio de una experiencia. Desde que llegó, más y más platos iban llegando cada par de minutos, y el desfile de camareros mientras el dragón iba engullendo era, simplemente, espectacular. ¿Debía entender que la gente a su alrededor lo miraba con curiosidad y mido por ello? Tal vez estaba comiendo demasiado.
-Pues, es bastante grande, sí. Pero no es el más grande que he visto. Ni el más lujoso. Es sencillo, aunque trabajé mucho sus acabados- comentó, respondiendo al comentario del pirata. La verdad era que su navío era casi un gran bloque de apartamentos, con una cubierta principal perfecta para reuniones y un par de estancias algo reducidas para pasar el rato. Sin embargo, el tamaño de las habitaciones hacían que una de ellas, amueblada como sala de estar, sirviera perfectamente. Tal vez debiera hacerlo-. Y bueno, navega casi solo, lo cual es un logro muy importante.
Tardó algo más en llegar el plato de Brand, que comenzó a comerlo sin darle tiempo a enfriar, y ello se notó, sobre todo en sus ojos llorosos. "Y aún así no dejas de comer", pensó, casi con una risotada, observando cómo Brand se quemaba mientras, además, miraba para todo lo que se iba acumulando a su alrededor. Tal vez pedir la ternera asada entera no había sido tan buena opción, al menos cuando no podía tonar una forma que le permitiera comerla... En fin, siempre podían comer los dos.
-Si quieres comer cualquier cosa no te cortes, creo que me he pasado al pedir tanto- reconoció, cerrando los ojos mientras negaba con la cabeza. No iba a poder con todo, era físicamente imposible-. Y entiendo que debas ir a Arashi, si quieres puedo dejarte en una isla cercana- y entonces llegó la pregunta que no quería responder allí. ¿Tal vez pudiera evadirla? La verdad es que no le agradaría descubrir que alguien lo temía habiéndolo conocido antes de saber su posición, aunque tarde o temprano lo sabría... ¿Qué debía hacer? La verdad era el único camino que podía tomar en aquel momento-. Soy una de las Siete espadas del rey del mar. Pero eso es otra historia, la verdad, no me gusta hablar de trabajo en vacaciones.
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Los ojos de Brandom observaban el caminar de los camareros mientras iban colocando los platos sobre la mesa, no paraban de ir y venir. El rostro del pirata reflejaba incredulidad, no se había llegado a imaginar la cantidad de comida que se había pedido Dexter. Allí veía las envidias a la plancha con tartar de manzana, una presentación espectacular y un gusto exquisito para los paladares más estrictos.
<< ¡Cincuenta y ocho! ¡Ha dicho cincuenta y ocho! Un Cinco y un ocho >> allí estaba el peliblanco abriendo los ojos como platos, ante las palabras que dijo el hombre de pelo blanco y negro.
Mientras los camareros iban trabajando la conversación continuaba, esta vez por el transporte de Dexter. En la mente del espadachín se iba visualizando ese barco de grandes dimensiones, con lujos pero sin llegar a ser una obra de arte con unos acabados bien perfilados. Luego lo mejor, navegaba casi solo << Ohh… ¿Cómo navegara casi solo? Uhmmm… >> allí que pensaba hasta que Dexter le dijo que podía comer de aquellos platos jugosos. - ¡Muchas gracias Dexter! – La viva mano del pirata junto al tenedor se encargaron de “abordar” aquellos platos que se iban acumulando en la mesa – Mmmm… - en su rostro se reflejaba el disfrute de esa comida.
- Oh no hace falta de verdad, ya tengo mi barca para moverme por el mar - allí sonreía, todo inocente. ¿Quién se negaría a que un gran barco lo llevase a su destino sin preocupaciones por tener una pequeña barca para transportarse? Solo Brand. El peliblanco añadió una pregunta – Aunque antes de marchar me gustaría ver tu barco ¡Yo tengo una barca de vela pequeña con un Jet Dial! Es una concha que al apretarla… ¡Fiuuuu! Sales volando por las olas, saltando sobre ellas – allí haciendo el gesto con la mano.
<< ¿Quién será ese Rey del Mar para que él sea una de las siete espadas…? ¿Qué espada será? ¿Por qué son siete? ¿Será un pirata? Pero los piratas son libres… tal vez esté dentro de una tripulación del Rey del Mar… >> esas preguntas hicieron que el joven no prestara atención a ese tono que manifestaba Dexter al tener pocas ganas de hablar del tema, su mente ya se había ido a diferentes conclusiones.
El segundo plato de Brand llegaba a la mesa, después de varias oleadas de platos y ese ternera asada que traían en un gran soporte, al no caber en la mesa lo colocaron en un lateral en una especie de carretón.
- ¡Qué aproveche de nuevo! – Allí el pirata empezó a comer y sus ojos brillaron, esta vez no eran lágrimas; aquel brillo reflejaba la gran felicidad que sentía al dar bocado a esa exquisita comida. - ¡Ohhhhhhhh! ¡Está delicioso! ¡Nunca había comido nada tan bueno de verdad! – siguió zampando mirando por el rabillo del ojo a que Dexter catara esa ternera; cuando metió “zarpazo” Brand aprovechó a atacar con el tenedor y cuchillo al pedazo de carne.
- Mmmm… - masticó y se tragó la comida para hablar de nuevo – Antes dijiste que eres una de las Siete espadas del Rey del Mar y para mí… pues no sé que quieres que te diga Dexter no me gustan – allí hubo un segundo de silencio – Es decir, que no es que no me gusten – allí como si intentara arreglarlo – Me refiero a que prefiero las katanas, no sé, tal vez porque aprendí de bien pequeño. Aunque manejar un espadón grande… tendría lo suyo ¿Eh? – se reía, había pillado algo de confianza y se expresaba sin tropezarse con sus palabras. Se podía intuir que lo que dijo tal vez era irónico, pero era la pura verdad, no había segundas en sus frases; literalmente es lo que había dicho. - ¿Comiste una Akuma No Mi que te transforma en una espada? - se podía esperar de todo, si habían frutas del diablo que los transformaban en animales tal vez habría alguna que pudiera transformar en una gran espada al usuario.
Iba avanzando con los platos ayudando a Dexter a ir acabando con la comida, luego quedaban los postres… esos dulces y sabrosos postres. – Mmmm… ¿Quién es el Rey del Mar? – allí se inclinó para susurrar - ¿Eres un pirata y ese Rey del mar es una tripulación? Es decir… eres uno de sus capitanes de las siete divisiones que tiene el Rey del Mar o... ¿Eres una espada de verdad? – se montó su película – Yo soy un pirata… bueno… un novato. Pero tengo la bandera dibujada por mí – realmente esa bandera era un garabato en forma de calavera, no tenía mucha habilidad en el dibujo. Pero lo más importante era que Brand no tenía ni idea de quienes eran las Siete espadas del Rey del Mar, ni lo que significaba ser un Shichibukai.
<< ¡Cincuenta y ocho! ¡Ha dicho cincuenta y ocho! Un Cinco y un ocho >> allí estaba el peliblanco abriendo los ojos como platos, ante las palabras que dijo el hombre de pelo blanco y negro.
Mientras los camareros iban trabajando la conversación continuaba, esta vez por el transporte de Dexter. En la mente del espadachín se iba visualizando ese barco de grandes dimensiones, con lujos pero sin llegar a ser una obra de arte con unos acabados bien perfilados. Luego lo mejor, navegaba casi solo << Ohh… ¿Cómo navegara casi solo? Uhmmm… >> allí que pensaba hasta que Dexter le dijo que podía comer de aquellos platos jugosos. - ¡Muchas gracias Dexter! – La viva mano del pirata junto al tenedor se encargaron de “abordar” aquellos platos que se iban acumulando en la mesa – Mmmm… - en su rostro se reflejaba el disfrute de esa comida.
- Oh no hace falta de verdad, ya tengo mi barca para moverme por el mar - allí sonreía, todo inocente. ¿Quién se negaría a que un gran barco lo llevase a su destino sin preocupaciones por tener una pequeña barca para transportarse? Solo Brand. El peliblanco añadió una pregunta – Aunque antes de marchar me gustaría ver tu barco ¡Yo tengo una barca de vela pequeña con un Jet Dial! Es una concha que al apretarla… ¡Fiuuuu! Sales volando por las olas, saltando sobre ellas – allí haciendo el gesto con la mano.
<< ¿Quién será ese Rey del Mar para que él sea una de las siete espadas…? ¿Qué espada será? ¿Por qué son siete? ¿Será un pirata? Pero los piratas son libres… tal vez esté dentro de una tripulación del Rey del Mar… >> esas preguntas hicieron que el joven no prestara atención a ese tono que manifestaba Dexter al tener pocas ganas de hablar del tema, su mente ya se había ido a diferentes conclusiones.
El segundo plato de Brand llegaba a la mesa, después de varias oleadas de platos y ese ternera asada que traían en un gran soporte, al no caber en la mesa lo colocaron en un lateral en una especie de carretón.
- ¡Qué aproveche de nuevo! – Allí el pirata empezó a comer y sus ojos brillaron, esta vez no eran lágrimas; aquel brillo reflejaba la gran felicidad que sentía al dar bocado a esa exquisita comida. - ¡Ohhhhhhhh! ¡Está delicioso! ¡Nunca había comido nada tan bueno de verdad! – siguió zampando mirando por el rabillo del ojo a que Dexter catara esa ternera; cuando metió “zarpazo” Brand aprovechó a atacar con el tenedor y cuchillo al pedazo de carne.
- Mmmm… - masticó y se tragó la comida para hablar de nuevo – Antes dijiste que eres una de las Siete espadas del Rey del Mar y para mí… pues no sé que quieres que te diga Dexter no me gustan – allí hubo un segundo de silencio – Es decir, que no es que no me gusten – allí como si intentara arreglarlo – Me refiero a que prefiero las katanas, no sé, tal vez porque aprendí de bien pequeño. Aunque manejar un espadón grande… tendría lo suyo ¿Eh? – se reía, había pillado algo de confianza y se expresaba sin tropezarse con sus palabras. Se podía intuir que lo que dijo tal vez era irónico, pero era la pura verdad, no había segundas en sus frases; literalmente es lo que había dicho. - ¿Comiste una Akuma No Mi que te transforma en una espada? - se podía esperar de todo, si habían frutas del diablo que los transformaban en animales tal vez habría alguna que pudiera transformar en una gran espada al usuario.
Iba avanzando con los platos ayudando a Dexter a ir acabando con la comida, luego quedaban los postres… esos dulces y sabrosos postres. – Mmmm… ¿Quién es el Rey del Mar? – allí se inclinó para susurrar - ¿Eres un pirata y ese Rey del mar es una tripulación? Es decir… eres uno de sus capitanes de las siete divisiones que tiene el Rey del Mar o... ¿Eres una espada de verdad? – se montó su película – Yo soy un pirata… bueno… un novato. Pero tengo la bandera dibujada por mí – realmente esa bandera era un garabato en forma de calavera, no tenía mucha habilidad en el dibujo. Pero lo más importante era que Brand no tenía ni idea de quienes eran las Siete espadas del Rey del Mar, ni lo que significaba ser un Shichibukai.
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-No, Brand- esbozó una sonrisa ante las preguntas inocentes del muchacho. Era una conversación muy agradable, acompañada de tanta comida como podrían desear, y la desinformación del navegante era revitalizante. Por fin alguien curioso en el mundo, alguien sin corromperse una vez tras otra... ¿Un espíritu puro? Tal vez sí, en aquella mente infantil, hubiera aquella grandeza-. Comí una fruta que me transforma en dragón.
Esperaba su reacción mientras hincaba con cuidado el tenedor en el costal de la ternera. El fuego quemaba ligeramente, pero lo más cercano a él sería lo primero en cocinarse, y no dudaba que el interior del animal tardase sus buenas horas en hacerse. Por suerte al menos la limpiaban, y en su panza abierta y eviscerada el calor entraba, haciendo una bolsa de aire que cocinaría independientemente al animal del resto, estofándolo. Siendo sinceros la ternera estaba demasiado seca para su gusto, especialmente preparada al fuego, aunque debía reconocer que aquella estaba especialmente buena. Tal vez se debiera a la mantequilla sobre ella, o a la grasa derretida del animal, que no estaba precisamente mala.
-En realidad el rey del mar no existe, es sólo una forma bonita de decir "Perros del gobierno" para que los criminales se sientan valorados, es una...- el hombre calló cuando la mirada gélida del shichibukai lo atravesó, con una expresión entre la indiferencia y el enfado, y se limitó a seguir llevándoles platos y más platos. Los había deliciosos, pero durante un par de minutos los ojos de Dexter tan sólo se centraron en ese tipo y su incesante vaivén entre comida.
-El rey del mar- terminó diciendo, cuando estuvo seguro de que aquel hombre no iba a abrir la boca más en un rato- no existe. Sin embargo, perro del Gobierno suena demasiado ofensivo, y Shichibukai la mitad de la gente no sabe ni pronunciarlo- probó de nuevo bocado, en aquel momento de unas patatas con mantequilla, deliciosas y grasientas. Hinori lo mataría si supiera todas las porquerías que comía, y tal vez Alice también... Pero bueno, ¿Qué más daba?-. En esencia se podría decir que el Ouka Shichibukai es una organización de "criminales redimidos". Como imagino que sabrás, el Gobierno no tiende a perdonar los delitos de la gente, pero a veces se puede llegar a tratos con ellos para recuperar esa... Impunidad, por decirlo de algún modo. No me van a limpiar el historial, y seguramente me traicionen de un momento a otro, pero es una fuente de ingresos y me vale para proteger a mi tripulación durante nuestros viajes.
Apuró un nuevo bocado con un trago de bourbon, y mientras sentía el alcohol raspar su garganta la carne dejaba un regusto intenso en su boca. No le importaría comprar un espetón y hacer grandes animales en él de vez en cuando, pero no tan improvisado como aquella res. A todo aquello... ¿Dónde guardarían una pieza tan grande? ¿Para qué la guardarían? No era normal que alguien tuviera una pieza entera sin encargo... Pero por lo menos tenía la conciencia tranquila de que él iba a pagar por ella. Bueno, más o menos. Si no recordaba mal toda su cuenta iba al fondo del "todo incluido".
-Si quieres cuando acabemos de comer te enseño el barco. O podemos hacer una breve pausa y volver dentro de un rato, seguro que todavía está todo caliente cuando terminemos- tomó otro trago, y tuvo que contener un eructo. Había bebido suficiente por hoy-. Por otro lado, no soy espadachín. Me defiendo con el bastón de combate, aunque siempre me enseñaron artes marciales desarmadas; es una pena, ya que la forja es una de mis pasiones. De hecho a Nadia lo reforjé yo hace poco tiempo- hizo una pausa-. Nadia es mi bastón, vaya, y somos Siete Espadas porque confían en el equilibrio de poderes. Siete Shichibukai para tres almirantes y cuatro yonkous. Ni piratas ni marines, criminales y cazadores al mismo tiempo. Se supone que somos la pieza fundamental de los tres poderes, aunque ni el gobierno confía en nosotros ni nosotros en el gobierno- recordó cómo muchos cazadores habían sido Shichibukai, y todos ellos eran reconocidos amantes de la libertad, si bien no contrarios al gobierno, no muy afines; desde Alex Drachen hasta Byakuro siempre eran proclives a defender al pequeño y no al grande-. Para algunos es tan sólo una forma de divertirse, incluso, o una forma de establecer una alianza, como Derian lo hacía... Antes de empezar a conquistar el North Blue, vaya.
Esperaba su reacción mientras hincaba con cuidado el tenedor en el costal de la ternera. El fuego quemaba ligeramente, pero lo más cercano a él sería lo primero en cocinarse, y no dudaba que el interior del animal tardase sus buenas horas en hacerse. Por suerte al menos la limpiaban, y en su panza abierta y eviscerada el calor entraba, haciendo una bolsa de aire que cocinaría independientemente al animal del resto, estofándolo. Siendo sinceros la ternera estaba demasiado seca para su gusto, especialmente preparada al fuego, aunque debía reconocer que aquella estaba especialmente buena. Tal vez se debiera a la mantequilla sobre ella, o a la grasa derretida del animal, que no estaba precisamente mala.
-En realidad el rey del mar no existe, es sólo una forma bonita de decir "Perros del gobierno" para que los criminales se sientan valorados, es una...- el hombre calló cuando la mirada gélida del shichibukai lo atravesó, con una expresión entre la indiferencia y el enfado, y se limitó a seguir llevándoles platos y más platos. Los había deliciosos, pero durante un par de minutos los ojos de Dexter tan sólo se centraron en ese tipo y su incesante vaivén entre comida.
-El rey del mar- terminó diciendo, cuando estuvo seguro de que aquel hombre no iba a abrir la boca más en un rato- no existe. Sin embargo, perro del Gobierno suena demasiado ofensivo, y Shichibukai la mitad de la gente no sabe ni pronunciarlo- probó de nuevo bocado, en aquel momento de unas patatas con mantequilla, deliciosas y grasientas. Hinori lo mataría si supiera todas las porquerías que comía, y tal vez Alice también... Pero bueno, ¿Qué más daba?-. En esencia se podría decir que el Ouka Shichibukai es una organización de "criminales redimidos". Como imagino que sabrás, el Gobierno no tiende a perdonar los delitos de la gente, pero a veces se puede llegar a tratos con ellos para recuperar esa... Impunidad, por decirlo de algún modo. No me van a limpiar el historial, y seguramente me traicionen de un momento a otro, pero es una fuente de ingresos y me vale para proteger a mi tripulación durante nuestros viajes.
Apuró un nuevo bocado con un trago de bourbon, y mientras sentía el alcohol raspar su garganta la carne dejaba un regusto intenso en su boca. No le importaría comprar un espetón y hacer grandes animales en él de vez en cuando, pero no tan improvisado como aquella res. A todo aquello... ¿Dónde guardarían una pieza tan grande? ¿Para qué la guardarían? No era normal que alguien tuviera una pieza entera sin encargo... Pero por lo menos tenía la conciencia tranquila de que él iba a pagar por ella. Bueno, más o menos. Si no recordaba mal toda su cuenta iba al fondo del "todo incluido".
-Si quieres cuando acabemos de comer te enseño el barco. O podemos hacer una breve pausa y volver dentro de un rato, seguro que todavía está todo caliente cuando terminemos- tomó otro trago, y tuvo que contener un eructo. Había bebido suficiente por hoy-. Por otro lado, no soy espadachín. Me defiendo con el bastón de combate, aunque siempre me enseñaron artes marciales desarmadas; es una pena, ya que la forja es una de mis pasiones. De hecho a Nadia lo reforjé yo hace poco tiempo- hizo una pausa-. Nadia es mi bastón, vaya, y somos Siete Espadas porque confían en el equilibrio de poderes. Siete Shichibukai para tres almirantes y cuatro yonkous. Ni piratas ni marines, criminales y cazadores al mismo tiempo. Se supone que somos la pieza fundamental de los tres poderes, aunque ni el gobierno confía en nosotros ni nosotros en el gobierno- recordó cómo muchos cazadores habían sido Shichibukai, y todos ellos eran reconocidos amantes de la libertad, si bien no contrarios al gobierno, no muy afines; desde Alex Drachen hasta Byakuro siempre eran proclives a defender al pequeño y no al grande-. Para algunos es tan sólo una forma de divertirse, incluso, o una forma de establecer una alianza, como Derian lo hacía... Antes de empezar a conquistar el North Blue, vaya.
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La comida parecía interminable pero mano a mano iban engullendo todo lo que iban trayendo los camareros de aquel excelentísimo local. La primera respuesta de Dexter hizo que el joven espadachín se atragantara, tosió durante unos segundos para ir recuperando el aliento – Un… un… ¡¿Dragon?! – se quedó boquiabierto, no podía creérselo eso debía de verlo con sus propios ojos.
- ¿Puedes… -
Se hizo el silencio.
<< ¡No! ¡Tonto! ¿Cómo va a transformarse allí mismo? Acabaría destrozando el local, no es algo que deba preguntar tampoco a la ligera ¿Y si se molesta? Debo esperar… cuando tenga la oportunidad se lo pediré >>
- Perdón… dijiste… ¿Dragón? Eso… eso… es… ¡Espectacular! Yo ya estaba sorprendido cuando se transformaban en un carnívoro. ¡Pero un dragón debe de ser enorme! –
Los ojos del espadachín brillaban de emoción, seguía comiendo mientras atendía a todas las palabras del shichibukai. Escuchó una definición del rey del mar y se giró para mirar a la susodicha persona que entró en aquella conversación, aquel sujeto se calló ante la imponente mirada de Dexter. Hubo unos minutos de silencio en los que el joven pirata se limitó a ir comiendo, esperando que su acompañante iniciase de nuevo la charla. A continuación, como si fuera un alumno se mantuvo callado el resto de la explicación, Brand no conocía nada sobre el rey del mar por eso no decía palabra alguna intentando entender todo lo que le iba diciendo Dexter.
- Si-chi-bu-kai – murmuró en un susurro para intentar decir bien aquella palabra – Shi-ci-bu-kai – volvió a repetir – Shi-chi-bu-kai - . Satisfecho volvió a centrarse en las explicaciones de su interlocutor. Una vez llegó al final de la conversación, el ofrecimiento de ver el gran barco se interpuso como una fuerte tormenta en todas las preguntas que quería hacer el espadachín. Dichas palabras fueron el detonante de una afirmación repentina - ¡Sí! ¡Podemos ir a ver el barco y después volver para terminar con el postre! –. El concepto de Yonkou lo guardó en un rincón de su mente para otro momento ya que se interesó más sobre el bastón de Dexter, Nadia. – Es un nombre muy bonito – sonrió ampliamente y una vez terminada la comida, dejando el postre en la reserva el espadachín se incorporó dispuesto a seguir a Dexter.
- ¡Vamos a ver el barco! – exclamó con felicidad mientras se acomodaba sus armas: una katana en la cintura junto a un Wakizashi y Boken. En la espalda llevaba otra katana con una funda blanquecina y un cordel que colgaba de su empuñadura.
Una vez fuera, mientras caminaban bajo el cielo estrellado el pirata se percató de la presencia de una persona que les seguía. Por el rabillo del ojo se fijó que era un hombre trajeado. - Tengo muchas preguntas Dexter… ¡Infinitas! Pero… ¿No soy peligroso eh? El tipo trajeado que nos sigue… ¿Es tu guardaespaldas? Aunque alguien tan fuerte como tú no necesita guardaespaldas, pero entonces... ¿Por qué nos sigue? Tal vez son imaginaciones mías -
Las preguntas sobre ver en acción los poderes de aquella Akuma No Mi debían de esperar, el muchacho no sabía quién era ese tipo trajeado que les seguía y prefería satisfacer su curiosidad cuando estuvieran tranquilos en su totalidad ¿De qué color sería el dragón? ¿Qué tamaño tendría? ¿Podría montarse en el lomo y volar? Tres miserables preguntas de una batería infinita.
- ¿Puedes… -
Se hizo el silencio.
<< ¡No! ¡Tonto! ¿Cómo va a transformarse allí mismo? Acabaría destrozando el local, no es algo que deba preguntar tampoco a la ligera ¿Y si se molesta? Debo esperar… cuando tenga la oportunidad se lo pediré >>
- Perdón… dijiste… ¿Dragón? Eso… eso… es… ¡Espectacular! Yo ya estaba sorprendido cuando se transformaban en un carnívoro. ¡Pero un dragón debe de ser enorme! –
Los ojos del espadachín brillaban de emoción, seguía comiendo mientras atendía a todas las palabras del shichibukai. Escuchó una definición del rey del mar y se giró para mirar a la susodicha persona que entró en aquella conversación, aquel sujeto se calló ante la imponente mirada de Dexter. Hubo unos minutos de silencio en los que el joven pirata se limitó a ir comiendo, esperando que su acompañante iniciase de nuevo la charla. A continuación, como si fuera un alumno se mantuvo callado el resto de la explicación, Brand no conocía nada sobre el rey del mar por eso no decía palabra alguna intentando entender todo lo que le iba diciendo Dexter.
- Si-chi-bu-kai – murmuró en un susurro para intentar decir bien aquella palabra – Shi-ci-bu-kai – volvió a repetir – Shi-chi-bu-kai - . Satisfecho volvió a centrarse en las explicaciones de su interlocutor. Una vez llegó al final de la conversación, el ofrecimiento de ver el gran barco se interpuso como una fuerte tormenta en todas las preguntas que quería hacer el espadachín. Dichas palabras fueron el detonante de una afirmación repentina - ¡Sí! ¡Podemos ir a ver el barco y después volver para terminar con el postre! –. El concepto de Yonkou lo guardó en un rincón de su mente para otro momento ya que se interesó más sobre el bastón de Dexter, Nadia. – Es un nombre muy bonito – sonrió ampliamente y una vez terminada la comida, dejando el postre en la reserva el espadachín se incorporó dispuesto a seguir a Dexter.
- ¡Vamos a ver el barco! – exclamó con felicidad mientras se acomodaba sus armas: una katana en la cintura junto a un Wakizashi y Boken. En la espalda llevaba otra katana con una funda blanquecina y un cordel que colgaba de su empuñadura.
Una vez fuera, mientras caminaban bajo el cielo estrellado el pirata se percató de la presencia de una persona que les seguía. Por el rabillo del ojo se fijó que era un hombre trajeado. - Tengo muchas preguntas Dexter… ¡Infinitas! Pero… ¿No soy peligroso eh? El tipo trajeado que nos sigue… ¿Es tu guardaespaldas? Aunque alguien tan fuerte como tú no necesita guardaespaldas, pero entonces... ¿Por qué nos sigue? Tal vez son imaginaciones mías -
Las preguntas sobre ver en acción los poderes de aquella Akuma No Mi debían de esperar, el muchacho no sabía quién era ese tipo trajeado que les seguía y prefería satisfacer su curiosidad cuando estuvieran tranquilos en su totalidad ¿De qué color sería el dragón? ¿Qué tamaño tendría? ¿Podría montarse en el lomo y volar? Tres miserables preguntas de una batería infinita.
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