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La base revolucionaria dónde Krauser tenía su despacho estaba en aquella isla. Era el centro de operaciones de los demonios de su división. Al parecer el día de hoy se presentaba con lluvias bastante grandes y por ello lo que el Gran Espada había preparado iba a estar cubierto. Desde que conoció a sus nuevos camaradas estuvo preguntando por sus habilidades hasta que se fijó en una chica. Alice. Dexter le había hablado de ella y además le había encargado un favor personal. El castaño prometió cumplirlo y una de las partes para que su palabra fuese cumplida debía centrarse en la protección. No había mejor ayuda que enseñar a alguien a pelear. En el momento en que la presa es combativa deja de ser una presa. A los oídos del oficial había llegado la noticia de que la chica no tenía haki armadura.
Aquello podía suponer una tremenda desventaja en muchos casos. Los logias eran débiles ante este poder y sin algo así ella no podría defenderse de ellos salvo con Kairouseki. De modo que el propio demonio de la niebla había preparado un entrenamiento especial para ella para formarla en dicho arte. Le había enviado de hecho una carta a su habitación, metiéndola por debajo de la puerta pues ante todo el asesino respetaba la intimidad de las personas. “Alice, según mis informes tu actual haki armadura es cero. Me ocuparé de que eso cambie. Att: Krauser K. Redfiel.” Ella debía ocuparse de buscarle a él en cuanto hallara dicha carta. El antiguo marine iba a hacer aquella formación en una enorme sala dentro de la base. Un lugar dónde él mismo mejoró su mantra.
Ahora se hallaba en dicho lugar. Sentado en mitad de la sala. Era enorme y había varios sacos de arena colgando, pesas y algunas maquinas. Tampoco faltaban las botellas de agua ni las toallas, era como una especie de gimnasio. Los ojos del asesino estaban cerrados y a su alrededor le rodeaba una leve niebla que tan solo se expandía a dos metros a la redonda y de forma débil. Podía vérsele fácilmente. Tenía su haki de observación activado y ahora esperaba a que la chica apareciera por allí. No podía ser difícil localizarle teniendo en cuenta que el enorme sitio de practicabas estaba a menos de dos minutos del cuarto de ella. El que seguro que se perdía era Daneer. Ese hombre tenía pinta de perderse en su propia casa pero no pasaba nada. El tito Krau estaba allí para guiarlos a todos hacia la victoria. Ese era ahora su objetivo e iba a empezar por mostrarle las maravillas del haki a la espadachín.
Aquello podía suponer una tremenda desventaja en muchos casos. Los logias eran débiles ante este poder y sin algo así ella no podría defenderse de ellos salvo con Kairouseki. De modo que el propio demonio de la niebla había preparado un entrenamiento especial para ella para formarla en dicho arte. Le había enviado de hecho una carta a su habitación, metiéndola por debajo de la puerta pues ante todo el asesino respetaba la intimidad de las personas. “Alice, según mis informes tu actual haki armadura es cero. Me ocuparé de que eso cambie. Att: Krauser K. Redfiel.” Ella debía ocuparse de buscarle a él en cuanto hallara dicha carta. El antiguo marine iba a hacer aquella formación en una enorme sala dentro de la base. Un lugar dónde él mismo mejoró su mantra.
Ahora se hallaba en dicho lugar. Sentado en mitad de la sala. Era enorme y había varios sacos de arena colgando, pesas y algunas maquinas. Tampoco faltaban las botellas de agua ni las toallas, era como una especie de gimnasio. Los ojos del asesino estaban cerrados y a su alrededor le rodeaba una leve niebla que tan solo se expandía a dos metros a la redonda y de forma débil. Podía vérsele fácilmente. Tenía su haki de observación activado y ahora esperaba a que la chica apareciera por allí. No podía ser difícil localizarle teniendo en cuenta que el enorme sitio de practicabas estaba a menos de dos minutos del cuarto de ella. El que seguro que se perdía era Daneer. Ese hombre tenía pinta de perderse en su propia casa pero no pasaba nada. El tito Krau estaba allí para guiarlos a todos hacia la victoria. Ese era ahora su objetivo e iba a empezar por mostrarle las maravillas del haki a la espadachín.
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Abrí la puerta de mi cuarto y al entrar noté que pisé algo que sonaba como papel. Me agaché para recoger la carta y ver de qué se trataba. "¿Un admirador secreto?" pensé, y si lo hubiera dicho, sonaría con sorna. Me senté en la cama y empecé a leer. Vaya. No era lo que me esperaba y tampoco lo que hubiera elegido entrenar en primer lugar, aunque debía admitir que sería de bastante ayuda. Me costaba demasiado ponerme a entrenar por mi cuenta, pero no quería ser un lastre en las misiones.
Saqué de mi boca la piruleta que me estaba comiendo y observé el corazón deforme en el que se había convertido. Bastaba de juegos. El mío ya no se parecía a aquel, estaba prácticamente curado, al menos hasta que los apuñalaran de nuevo, así que era hora de pasar a la acción. ¿Qué me esperaba? ¿Sería muy duro Krauser en el entrenamiento? ¿Y cómo pensaba conseguir que aprendiera el haki? Y lo más importante, por qué yo. "Bueno, estoy en su división y seguramente quiere que seamos algo más que novatos inútiles." Demasiadas preguntas para las que no tendría respuesta, no hasta que me encontrara con él. Cogí todas las katanas y hasta la pequeña daga que solía llevar oculta, porque no tenía ni idea de si me harían falta o no. ¿Algo más? "No, creo que eso es todo." Salí y cerré la puerta con delicadeza.
"Un momento..." La carta no decía a dónde tenía que ir, incluso la revisé para comprobarlo. Había varios lugares para entrenar en la base, unas cuantas habitaciones no muy grandes, algún sotano y el exterior, sin más. También había visto a gente entrenar en una gran sala que parecía un gimnasio, así que supuse que tendría que ir por allí y ver si estaba. Si no, pues preguntaría a alguien si lo había visto pasar por allí. Me estaba poniendo nerviosa, no sabía qué me esperaba y tampoco quería llegar tarde, aunque no hubiera puesto ninguna hora para aquel encuentro. Recorrí el pequeño tramo a la carrera, una estupidez teniendo en cuenta que la sala estaba tan cerca de mi habitación. Y efectivamente, allí había niebla y en medio de la sala estaba él. Respiré hondo un par de veces para calmarme y murmuré:
-Buenos días.
Así, sin saber si acercarme o qué hacer a continuación.
Saqué de mi boca la piruleta que me estaba comiendo y observé el corazón deforme en el que se había convertido. Bastaba de juegos. El mío ya no se parecía a aquel, estaba prácticamente curado, al menos hasta que los apuñalaran de nuevo, así que era hora de pasar a la acción. ¿Qué me esperaba? ¿Sería muy duro Krauser en el entrenamiento? ¿Y cómo pensaba conseguir que aprendiera el haki? Y lo más importante, por qué yo. "Bueno, estoy en su división y seguramente quiere que seamos algo más que novatos inútiles." Demasiadas preguntas para las que no tendría respuesta, no hasta que me encontrara con él. Cogí todas las katanas y hasta la pequeña daga que solía llevar oculta, porque no tenía ni idea de si me harían falta o no. ¿Algo más? "No, creo que eso es todo." Salí y cerré la puerta con delicadeza.
"Un momento..." La carta no decía a dónde tenía que ir, incluso la revisé para comprobarlo. Había varios lugares para entrenar en la base, unas cuantas habitaciones no muy grandes, algún sotano y el exterior, sin más. También había visto a gente entrenar en una gran sala que parecía un gimnasio, así que supuse que tendría que ir por allí y ver si estaba. Si no, pues preguntaría a alguien si lo había visto pasar por allí. Me estaba poniendo nerviosa, no sabía qué me esperaba y tampoco quería llegar tarde, aunque no hubiera puesto ninguna hora para aquel encuentro. Recorrí el pequeño tramo a la carrera, una estupidez teniendo en cuenta que la sala estaba tan cerca de mi habitación. Y efectivamente, allí había niebla y en medio de la sala estaba él. Respiré hondo un par de veces para calmarme y murmuré:
-Buenos días.
Así, sin saber si acercarme o qué hacer a continuación.
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Krauser continuaba allí sentado y con los ojos cerrados. La niebla se movía a su alrededor de forma leve y tranquila. Había sentido ya la presencia de Alice mediante el mantra. Cuando ella le habló simplemente abrió sus pardos orbes. Cuando ella se acercó no pudo evitar deshacer su niebla con toda la naturalidad del mundo para después ponerse en pie. Su figura de casi dos metros resultaba algo imponente a decir verdad. Clavó su mirada en la revolucionaria y ahora comenzó a hablarle. – Bueno Alice, voy a explicarte las instrucciones. Durante las primeras dos semanas vas a dedicarte dos horas por la mañana a golpear estos sacos de arena. Puedes hacerlo a puño desnudo o con la parte ancha de una espada. Po la tarde dedicaras tres horas a correr por esta sala y a hacer ejercicios físicos. Por último una hora y media por la noche lucharas contra mí en un combate cuerpo a cuerpo. No te preocupes que no voy a ponerme bruto. – Una vez dijo eso sonrió de lado.
Redfield ahora caminó hasta uno de los sacos de arena y de un rápido movimiento impactó sus nudillos contra él. El resultado apenas fue visible pero después repitió el ataque imbuyéndolos en haki armadura. El golpe fue tan poderoso que incluso llegó a atravesar el saco. – ¿Estás viéndolo? Vas a lograr esto. – Tan solo que tal vez ella iba a tener que seguir desarrollándolo para llegar a aquel nivel del demonio. A continuación se acercó a un pequeño armario y de este sacó lo que parecía ser algo de ropa. La parte superior era una camiseta verde a franjas con algunos tonos negros y amarillos. El pantalón era del mismo color y largo. También había unas botas negras. Era un jodido uniforme militar. Lo puso sobre uno de los banquillos y le hizo un gesto con la mirada para que se lo pusiera. A continuación empezó a caminar hacia la salida. – Volveré en quince minutos. Puedes ir cambiándote y empezando. No creo que nadie entre. – Y así iba a ser.
Una vez salió por la puerta sacó un pequeño papel y un lápiz de su bolsillo. Escribió unas palabras algo amenazantes y a continuación clavó la nota con su machete eléctrico en la pared. “Prohibido el paso. Desobedece y cuando vuelva nos reiremos juntos”. De aquella forma se aseguraba de que nadie espiase a la chica. Le había dado su palabra a Dexter de protegerla ante todo y aquello era lo que iba a hacer. Ahora empezó a caminar hacia uno de los salones de actos de la base. Debía recoger unas cosas que iban a facilitarle el entrenamiento a la chica y además posiblemente lo iba a hacer más divertido. No podía esperar a que llegara la noche para verla combatir. Por el momento simplemente siguió su camino con ambas manos en los bolsillos y con una mirada inexpresiva como solía tener la mayoría del tiempo.
Redfield ahora caminó hasta uno de los sacos de arena y de un rápido movimiento impactó sus nudillos contra él. El resultado apenas fue visible pero después repitió el ataque imbuyéndolos en haki armadura. El golpe fue tan poderoso que incluso llegó a atravesar el saco. – ¿Estás viéndolo? Vas a lograr esto. – Tan solo que tal vez ella iba a tener que seguir desarrollándolo para llegar a aquel nivel del demonio. A continuación se acercó a un pequeño armario y de este sacó lo que parecía ser algo de ropa. La parte superior era una camiseta verde a franjas con algunos tonos negros y amarillos. El pantalón era del mismo color y largo. También había unas botas negras. Era un jodido uniforme militar. Lo puso sobre uno de los banquillos y le hizo un gesto con la mirada para que se lo pusiera. A continuación empezó a caminar hacia la salida. – Volveré en quince minutos. Puedes ir cambiándote y empezando. No creo que nadie entre. – Y así iba a ser.
Una vez salió por la puerta sacó un pequeño papel y un lápiz de su bolsillo. Escribió unas palabras algo amenazantes y a continuación clavó la nota con su machete eléctrico en la pared. “Prohibido el paso. Desobedece y cuando vuelva nos reiremos juntos”. De aquella forma se aseguraba de que nadie espiase a la chica. Le había dado su palabra a Dexter de protegerla ante todo y aquello era lo que iba a hacer. Ahora empezó a caminar hacia uno de los salones de actos de la base. Debía recoger unas cosas que iban a facilitarle el entrenamiento a la chica y además posiblemente lo iba a hacer más divertido. No podía esperar a que llegara la noche para verla combatir. Por el momento simplemente siguió su camino con ambas manos en los bolsillos y con una mirada inexpresiva como solía tener la mayoría del tiempo.
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La niebla se desvaneció cuando Krauser se levantó, como si se despertara después de un largo letargo o de un buen rato de meditación. No parecía sorprenderle mi presencia allí y parecía dispuesto a empezar cuanto antes la lección. "Cómo va a sorprenderle idiota, te ha citado aquí." Mi voz de la conciencia era odiosa a veces, pero tenía mucha razón. Seguí sin avanzar, a la espera de las órdenes que me indicaran lo que debía hacer. No sabía muy bien cómo sentirme o comportarme en presencia de aquel hombre, pero daba la impresión de que era mejor no llevarle mucho la contraria. Carraspeé, intentando aclarar mi garganta por si tenía algo más que decir, pero al parecer no sería muy necesario.
Contuve un resoplido. ¿Seis horas y media cada día? Joder. Aunque lo haría, porque quería aprender, no podía evitar desanimarme un poco. Además, lo que me ponía de los nervios no era tener que hacerlo, sino anticipar que no sería capaz y que me frustraría. Me imaginaba antes de cada entrenamiento con el corazón a punto de salirme del pecho y una tensión increíble. Sin duda debía aprender a relajarme o acabaría explotando.
-E-Está bien -dije, no muy convencida de cómo lo haría, pero algo más tranquila por esa sonrisa torcida.
Debió notar en mi cara que no era capaz de visualizarlo, porque se acercó a un saco y me hizo una demostración de lo que quería que consiguiera. Apuesto a que se me abrieron los ojos como platos, aunque intentara disimular mi asombro.
-No sé cómo voy a...
No me dejó terminar la frase, sólo sacó un uniforme militar y me dijo que me lo pusiera. Después salió con la promesa de volver en un rato.
Me agaché sobre las prendas para ver qué eran exactamente y si se me ajustaban, pero se oyó un golpe en la puerta que resonó en toda la sala e hizo que levantara la vista. ¿Acaso había asegurado la puerta para que nadie entrara? Lo veía capaz. Suspiré. Ya no me intimidaba tanto, pero aún así... Veríamos en el momento del entrenamiento. Me cambié en un par de minutos y doblé mi ropa para dejarla en el banco. También dejé mis armas cerca, ya que parecía que no me harían falta.
Eché un vistazo a los sacos de arena, con los brazos cruzados sobre el pecho y sin saber muy bien si acercarme a alguno de ellos. "Venga, va. Cuando antes empieces..." Empujé uno despacio con una mano para averiguar si pesaba tanto como parecía o... sí, mucho. Sólo empujando tendría que usar el peso de mi cuerpo y aún así no lo movería mucho. Le pegué despacito. Le pegué algo más fuerte. Lo intenté con la izquierda, en la que tenía menos fuerza por ser diestra. Me entraron ganas de darle una patada. Iban a ser días muy largos.
Contuve un resoplido. ¿Seis horas y media cada día? Joder. Aunque lo haría, porque quería aprender, no podía evitar desanimarme un poco. Además, lo que me ponía de los nervios no era tener que hacerlo, sino anticipar que no sería capaz y que me frustraría. Me imaginaba antes de cada entrenamiento con el corazón a punto de salirme del pecho y una tensión increíble. Sin duda debía aprender a relajarme o acabaría explotando.
-E-Está bien -dije, no muy convencida de cómo lo haría, pero algo más tranquila por esa sonrisa torcida.
Debió notar en mi cara que no era capaz de visualizarlo, porque se acercó a un saco y me hizo una demostración de lo que quería que consiguiera. Apuesto a que se me abrieron los ojos como platos, aunque intentara disimular mi asombro.
-No sé cómo voy a...
No me dejó terminar la frase, sólo sacó un uniforme militar y me dijo que me lo pusiera. Después salió con la promesa de volver en un rato.
Me agaché sobre las prendas para ver qué eran exactamente y si se me ajustaban, pero se oyó un golpe en la puerta que resonó en toda la sala e hizo que levantara la vista. ¿Acaso había asegurado la puerta para que nadie entrara? Lo veía capaz. Suspiré. Ya no me intimidaba tanto, pero aún así... Veríamos en el momento del entrenamiento. Me cambié en un par de minutos y doblé mi ropa para dejarla en el banco. También dejé mis armas cerca, ya que parecía que no me harían falta.
Eché un vistazo a los sacos de arena, con los brazos cruzados sobre el pecho y sin saber muy bien si acercarme a alguno de ellos. "Venga, va. Cuando antes empieces..." Empujé uno despacio con una mano para averiguar si pesaba tanto como parecía o... sí, mucho. Sólo empujando tendría que usar el peso de mi cuerpo y aún así no lo movería mucho. Le pegué despacito. Le pegué algo más fuerte. Lo intenté con la izquierda, en la que tenía menos fuerza por ser diestra. Me entraron ganas de darle una patada. Iban a ser días muy largos.
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Krauser continuó caminando tranquilamente con ambas manos en los bolsillos mientras realizaba leves silbidos por el camino. Estaba planeando coger aquellas dos preciosidades que había usado él durante sus entrenamientos y que ahora debería aprender a manejar la chica. No pudo evitar soltar una leve risita siniestra por el camino. Estaba pasándoselo en grande pero planeaba mostrarles a sus alumnos un tipo sádico y siniestro aunque fuese lo contrario. Tal solo sus amigos o los estudiantes que aprobaban sus entrenamientos se ganaban el derecho de que les mostrara su verdadera faceta. De todas formas solía ser muy protector con todo el mundo y más tratándose del demonio morado de su brigada.
Después de unos momentos llegó a su habitación y nada más entrar se dirigió a un pequeño armario. Miró a los lados por si Dark se había vuelto a colar en su base pero parecía que no había sido el caso. Aquel capullo de luces solía usar el haki del rey para dejar dormidos a sus soldados e ir a verle. Más fácil era usar identidades secretas y quedar en otra isla que no fuese aquella ni ningún cuartel. Abrió la puerta despacio tomando unas botas de acero con calcetines largos incorporados algo más gruesos de lo normal. Acto seguido cerró el pequeño armario y se dio la vuelta saliendo de su cuarto y cerrando la puerta tras él. Sabía que nadie sería capaz de entrar allí y si así era lo detectaría con su mantra.
Tras unos minutos logró volver a la sala y tomó el machete eléctrico guardando después la hoja. Entró con cuidado y no notaba presencias salvo la de la chica. Aquello significaba que nadie había entrado. Se dio cuenta de que estaba golpeando el saco y aquello le hizo sonreír de lado. En ese momento se acercó a ella estirando su mano y agarrando la cuerda que mantenía el saco colgando. Tiró un poco hacia arriba para después mirarla a los ojos. – Deberás elevar las piernas para llegar. Golpea con todas tus fuerzas y con estas botas puestas. – Se las tendió y después se separó cruzándose de brazos. Cada una pesaba dos kilos y los calcetines servían para que no se dañara por dentro el pie. Ahora no solo iba a tener que usar toda la fuerza para elevar la pierna, se cansaría más rápido y eso era bueno para aquello.
Ahora el demonio caminó hasta el banquillo de nuevo y se sentó con toda la calma del mundo observando a la chica despacio. – Quiero que des diez patadas con cada pierna. Si lo haces esta noche le diré al cocinero que te prepare tu plato favorito. – Aquellas palabras eran las que hacían a la gente pensar raro de Krauser. No las decía como una broma pues su tono era serio pero realmente daban mucho que pensar a la gente. Los pardos ojos del asesino seguían centrados en sus piernas para ver los movimientos que realizaba. Tenía curiosidad por ver como una espadachín se manejaba con las piernas. Solían decir que en el cuerpo a cuerpo no solían ser poderosos pero tal vez se sorprendía con la chica. Después de todo sus demonios debían ser perfectos.
Después de unos momentos llegó a su habitación y nada más entrar se dirigió a un pequeño armario. Miró a los lados por si Dark se había vuelto a colar en su base pero parecía que no había sido el caso. Aquel capullo de luces solía usar el haki del rey para dejar dormidos a sus soldados e ir a verle. Más fácil era usar identidades secretas y quedar en otra isla que no fuese aquella ni ningún cuartel. Abrió la puerta despacio tomando unas botas de acero con calcetines largos incorporados algo más gruesos de lo normal. Acto seguido cerró el pequeño armario y se dio la vuelta saliendo de su cuarto y cerrando la puerta tras él. Sabía que nadie sería capaz de entrar allí y si así era lo detectaría con su mantra.
Tras unos minutos logró volver a la sala y tomó el machete eléctrico guardando después la hoja. Entró con cuidado y no notaba presencias salvo la de la chica. Aquello significaba que nadie había entrado. Se dio cuenta de que estaba golpeando el saco y aquello le hizo sonreír de lado. En ese momento se acercó a ella estirando su mano y agarrando la cuerda que mantenía el saco colgando. Tiró un poco hacia arriba para después mirarla a los ojos. – Deberás elevar las piernas para llegar. Golpea con todas tus fuerzas y con estas botas puestas. – Se las tendió y después se separó cruzándose de brazos. Cada una pesaba dos kilos y los calcetines servían para que no se dañara por dentro el pie. Ahora no solo iba a tener que usar toda la fuerza para elevar la pierna, se cansaría más rápido y eso era bueno para aquello.
Ahora el demonio caminó hasta el banquillo de nuevo y se sentó con toda la calma del mundo observando a la chica despacio. – Quiero que des diez patadas con cada pierna. Si lo haces esta noche le diré al cocinero que te prepare tu plato favorito. – Aquellas palabras eran las que hacían a la gente pensar raro de Krauser. No las decía como una broma pues su tono era serio pero realmente daban mucho que pensar a la gente. Los pardos ojos del asesino seguían centrados en sus piernas para ver los movimientos que realizaba. Tenía curiosidad por ver como una espadachín se manejaba con las piernas. Solían decir que en el cuerpo a cuerpo no solían ser poderosos pero tal vez se sorprendía con la chica. Después de todo sus demonios debían ser perfectos.
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Krauser debía haberme leído la mente en cuanto a las ganas de patear el saco, porque parecía que ése sería nuestro siguiente ejercicio. No sabía si eso era bueno o malo, pero quizás se me diera mejor que darle puñetazos. Aún así me resultaba extraño.
¿Las... piernas? Miré las botas que me tendía y las tomé, sorprendida al ver que pesaban más de lo habitual. No rechisté, me agaché y me las puse. Levanté una pierna para ver si pesaban tanto como parecían. Sí, me iba a costar un poco llegar al saco. Di un par de pasos y traté de golpearlo. Estaba acostumbrada a utilizar un par de katanas en los pies para pelear, pero debían pesar la mitad y el movimiento no era el mismo, la fuerza no se distribuía de igual manera... "¿Por qué tendré que meterme en estos líos?"
Me dijo lo que quería que hiciera y me prometió un "premio" a cambio. Viniendo de él, se hacía raro oírlo. Al final acabaría pensando que era un cachito de pan y no un "demonio" que asustaba a enemigos y aliados por igual.
-No tengo de eso -dije, refiriéndome a mi plato favorito. Apreté los dientes, haciendo fuerza para pegar la primera patada con la pierna derecha, que se suponía que era la buena. -Creo... Pero gracias por la intención. -Pegué otra más.
Me estaba centrando en darle lo más fuerte posible y pillar el ángulo más efectivo, pero no demasiado en ir rápido. Con lo que me costaba de por sí levantar la pierna para llegar... Como no sabía en qué se iba a centrar, traté de observarle a él por el rabillo del ojo, para averiguar si estaba conforme con lo que hacía. Por desgracia, aquello hacía que no apuntara del todo bien, así que lo dejé estar. Ya me lo diría.
Para cuando llegué a la mitad ya empezaba a dolerme la pierna, sobre todo la rodilla, y tenía la respiración descontrolada. ¿Para hacer algo tan simple en apariencia tenía que preocuparme de tantas cosas diferentes? No me permití parar hasta que terminé la serie, pero me daba la impresión de que me iba ralentizando más y más. Quizás eran imaginaciones mías. Paré un par de segundos, respiré hondo y me dispuse a hacer lo mismo con la otra pierna, sin saber si lo estaba haciendo bien, ni si podría mantener un buen equilibrio en la siguiente serie. Si no me interrumpía, simplemente pensaba completarla y ya.
¿Las... piernas? Miré las botas que me tendía y las tomé, sorprendida al ver que pesaban más de lo habitual. No rechisté, me agaché y me las puse. Levanté una pierna para ver si pesaban tanto como parecían. Sí, me iba a costar un poco llegar al saco. Di un par de pasos y traté de golpearlo. Estaba acostumbrada a utilizar un par de katanas en los pies para pelear, pero debían pesar la mitad y el movimiento no era el mismo, la fuerza no se distribuía de igual manera... "¿Por qué tendré que meterme en estos líos?"
Me dijo lo que quería que hiciera y me prometió un "premio" a cambio. Viniendo de él, se hacía raro oírlo. Al final acabaría pensando que era un cachito de pan y no un "demonio" que asustaba a enemigos y aliados por igual.
-No tengo de eso -dije, refiriéndome a mi plato favorito. Apreté los dientes, haciendo fuerza para pegar la primera patada con la pierna derecha, que se suponía que era la buena. -Creo... Pero gracias por la intención. -Pegué otra más.
Me estaba centrando en darle lo más fuerte posible y pillar el ángulo más efectivo, pero no demasiado en ir rápido. Con lo que me costaba de por sí levantar la pierna para llegar... Como no sabía en qué se iba a centrar, traté de observarle a él por el rabillo del ojo, para averiguar si estaba conforme con lo que hacía. Por desgracia, aquello hacía que no apuntara del todo bien, así que lo dejé estar. Ya me lo diría.
Para cuando llegué a la mitad ya empezaba a dolerme la pierna, sobre todo la rodilla, y tenía la respiración descontrolada. ¿Para hacer algo tan simple en apariencia tenía que preocuparme de tantas cosas diferentes? No me permití parar hasta que terminé la serie, pero me daba la impresión de que me iba ralentizando más y más. Quizás eran imaginaciones mías. Paré un par de segundos, respiré hondo y me dispuse a hacer lo mismo con la otra pierna, sin saber si lo estaba haciendo bien, ni si podría mantener un buen equilibrio en la siguiente serie. Si no me interrumpía, simplemente pensaba completarla y ya.
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La mirada del demonio estaba clavada en los ejercicios que la chica estaba realizando. Al parecer estaba haciéndolo bastante bien. El ex almirante esperaba que no llegase a cinco patadas pero debía admitir que estaba sorprendido. En su rostro se formó una leve sonrisa para después observar bien como lo hacía. Él en cambio ahora estiró la mano hacia su bolsillo y sacó de éste un pequeño libro de pasta roja y letras doradas. Mientras ella continuaba podía darse el lujo de seguir leyendo su libro. Podía controlarla por el mero hecho de la respiración. Si la escuchaba acelerada y constante sabría que estaba esforzándose. Si no era así levantaría la mirada para fijarse bien en lo que estuviese haciendo en ese mismo momento. Era su forma de entrenar a la gente.
¿De qué trataba aquel libro? Se llamaba “A la caza de la Panlicano” era una historia sobre como una pantera mítica se apareaba con un pelicano y salía un ser híbrido llamado así. Un joven de una tribu indígena iba buscando a ese ser por todas las islas. El libro pintaba interesante pero había demasiadas escenas picantes para su gusto y la mayoría trataban de un animal con una persona. No sabía quién diablos había escrito aquello pero se lo habían recomendado. Cuando escuchó que ella no tenía comida favorita recordó que él en cambio tenía muchísimos. Por el momento no se iba a poner a pensar en comida o debería abandonar la sala de nuevo. Estaba leyendo un par de líneas cuando notó cambiar un poco la respiración. Lo estaba haciendo bastante bien y se dio cuenta de que terminó con una pierna, no pensaba interrumpirla hasta que hiciese la otra serie.
Una vez la hiciera, se pondría en pie y se colocaría frente a ella. Con un puñetazo imbuido en haki armadura apartaría el seco y quedaría frente a ella. – No hemos acabado. Has cansado las piernas, vamos al pecho y a los brazos. – Dicho aquello saltó hacia atrás y se colocó bocabajo para después empezar a realizar flexiones con una sola mano mientras colocaba la otra a su espalda. – Puedes usar las dos pero quiero mínimo cincuenta ¡Vamos a ello! ¡Uno! ¡Dos! ¡Tres! – Dijo aquello mientras empezaba a bajar y subir a una velocidad notable para intentar motivarla pues por el momento debían continuar. Tras aquel ejercicio quizás harían un descanso de tres minutos pero por el momento no había que parar. – ¡Piensa como un soldado! ¡Eres el infierno! ¡Muéstrales a tus enemigos el camino a la desesperación! ¡Quiero oír un sí señor! – Krauser era un jodido militar de toda la vida y sus métodos parecían exagerados pero eran muy eficaces.
¿De qué trataba aquel libro? Se llamaba “A la caza de la Panlicano” era una historia sobre como una pantera mítica se apareaba con un pelicano y salía un ser híbrido llamado así. Un joven de una tribu indígena iba buscando a ese ser por todas las islas. El libro pintaba interesante pero había demasiadas escenas picantes para su gusto y la mayoría trataban de un animal con una persona. No sabía quién diablos había escrito aquello pero se lo habían recomendado. Cuando escuchó que ella no tenía comida favorita recordó que él en cambio tenía muchísimos. Por el momento no se iba a poner a pensar en comida o debería abandonar la sala de nuevo. Estaba leyendo un par de líneas cuando notó cambiar un poco la respiración. Lo estaba haciendo bastante bien y se dio cuenta de que terminó con una pierna, no pensaba interrumpirla hasta que hiciese la otra serie.
Una vez la hiciera, se pondría en pie y se colocaría frente a ella. Con un puñetazo imbuido en haki armadura apartaría el seco y quedaría frente a ella. – No hemos acabado. Has cansado las piernas, vamos al pecho y a los brazos. – Dicho aquello saltó hacia atrás y se colocó bocabajo para después empezar a realizar flexiones con una sola mano mientras colocaba la otra a su espalda. – Puedes usar las dos pero quiero mínimo cincuenta ¡Vamos a ello! ¡Uno! ¡Dos! ¡Tres! – Dijo aquello mientras empezaba a bajar y subir a una velocidad notable para intentar motivarla pues por el momento debían continuar. Tras aquel ejercicio quizás harían un descanso de tres minutos pero por el momento no había que parar. – ¡Piensa como un soldado! ¡Eres el infierno! ¡Muéstrales a tus enemigos el camino a la desesperación! ¡Quiero oír un sí señor! – Krauser era un jodido militar de toda la vida y sus métodos parecían exagerados pero eran muy eficaces.
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¿De verdad era el momento de ponerse a leer tranquilamente? "Ojalá yo pudiera hacer lo mismo, será cabrón..." No estaba enfadada realmente, pero sí tenía la impresión de que lo que buscaba era desesperarme o algo por el estilo. Menos mal que tenía bastante paciencia. Seguí sin rechistar con la otra pierna, sin ser capaz de pegarle al saco tan fuerte por no ser zurda, y porque la derecha ya casi no era capaz de mantener estable el peso de su cuerpo. Paré y tuve que inclinarme hacia delante y apoyar las manos en las rodillas mientras resollaba. Si aquello era capaz de tumbarme, ¿llegaría al final del entrenamiento? Porque no parecía que el resto fuera a ser mucho mejor. "Será cuestión de acostumbrarse" pensé, y me incorporé, ya más traquila.
Krauser no había dejado que descansara, nada más acabar la serie estaba allí, apartando el saco de un puñetazo y diciéndole qué debía hacer a continuación. ¿Ni un minuto de misericordia? Y las flexiones siempre se me habían dado mal. Me tiré al suelo demasiado deprisa, y esperando que la cabeza no me diera vueltas y acabara vomitando. Ni de coña iba a hacer las flexiones como él, con una sola mano, pero estaba claro que ya no se lo esperaba de mí. ¿Cómo cojones se suponía que era posible mantener el cuerpo tieso y recto, y que todo bajara a la vez y en la misma medida? Unas clases de física me vendrían mejor. Lo hice, apretando los dientes y sin saber muy bien si la forma en que lo hacía era la correcta porque no podía verme. Ahora sí que me interesaba más hacerlo rápido y acabar de una vez, aunque era consciente de que a continuación vendría algún otro ejercicio diseñado para fortalecerme o acabar conmigo, lo cierto es que no estaba muy claro.
Hice unas diez y mis brazos empezaron a temblar. Muchas me parecían ya, para no estar acostumbrada a entrenar de esa manera. ¡Plof! Caí de bruces en el suelo, haciéndome algo de daño en la cara. Me entraron unas pocas ganas de llorar por el dolor, y probablemente por los gritos de militar de Krau, pero me obligué a apretar los dientes de nuevo, levantarme rápido y seguir con la serie. Seguramente me caería un par de veces más antes de terminar las cincuenta.
Krauser no había dejado que descansara, nada más acabar la serie estaba allí, apartando el saco de un puñetazo y diciéndole qué debía hacer a continuación. ¿Ni un minuto de misericordia? Y las flexiones siempre se me habían dado mal. Me tiré al suelo demasiado deprisa, y esperando que la cabeza no me diera vueltas y acabara vomitando. Ni de coña iba a hacer las flexiones como él, con una sola mano, pero estaba claro que ya no se lo esperaba de mí. ¿Cómo cojones se suponía que era posible mantener el cuerpo tieso y recto, y que todo bajara a la vez y en la misma medida? Unas clases de física me vendrían mejor. Lo hice, apretando los dientes y sin saber muy bien si la forma en que lo hacía era la correcta porque no podía verme. Ahora sí que me interesaba más hacerlo rápido y acabar de una vez, aunque era consciente de que a continuación vendría algún otro ejercicio diseñado para fortalecerme o acabar conmigo, lo cierto es que no estaba muy claro.
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