Siguiendo el rastro de leyendas [Dexter-Theo][Privado]

Dexter observó con detenimiento aquel libro. "Ryu Yoshiki, de la cama al tatami. Historia de cómo el sexo sirve para luchar" era un título más propio de un ensayo que de un libro, y lógicamente no parecía muy serio. Abrió la primera página, esperando ver algún tipo de broma y... Bueno, aquello explicaba muchas cosas acerca de Byakuro y sus habituales encamamientos con cualquier mujer que se le pusiera delante. "Aunque hay algo que me escama...", pensó, llevando a páginas posteriores el pasar del libro, viendo cómo se explicaba muy detalladamente cada postura, tanto horizontal como vertical, y hasta tenía sentido. ¡Era una maravilla lo que se encontraba en un kiosko cualquiera de Water7! Aunque era obvio, y bastante habitual, de hecho, que cuando una celebridad moría todo el mundo intentase hacer dinero de su memoria. Aunque fuera una vergüenza, debía reconocer que era una buena forma de tener un recuerdo de Byakuro.

-Me llevo éste, y dos más por si acaso- dijo a la mujer que atendía el local, una chica más bien joven y de cabello claro, bastante mona, que le dedicó una sonrisa al mismo tiempo que en una radio sonó "la frente muy alta, La lengua muy larga Y la falda muy corta", y ambos dejaron que sus miradas siguiesen trayectorias paralelas, él riendo por lo bajo y ella sonrojada.

Pagó y continuó su camino, algo distraído y tratando de no pensar en todo lo que tendría que hacer en ese tiempo de descanso... "Lo primero es ponerlo todo en orden, recuperar el equilibrio y..." y sus pensamientos se pararon en seco cuando fue arrollado por una especie de... ¿Oso? ¿Perro? Parecía una vaca grande sin cuernos mezclada con un tigre, extrañamente adorable, como una bola de pelo que podía matar un hombre de un zarpazo.

Y allí estaba, levantándose tras la caída, sin quejarse en absoluto más que por el miedo que tenía a que sus preciados libros se mancharan. Tal vez se le escapase un "No, el kamasutra de Bya...", aunque dado que nadie en la calle pareció girarse al escuchar semejante tontería puede que sólo fuera su imaginación. En cualquier caso, quien guiara al animal debía tener más cuidado la próxima vez.

-Oye, chica- dijo, mirando a la muchacha montada en el animal-, tal vez a mí no me importe que me atropelles, pero podrías haber cogido a un niño. Ten más cuidado.

-A veces lo soy- respondió instintivamente mientras se agachaba a recoger el libro que se le había caído, pero la muchacha fue más rápida. ¿Cómo sabía quién era? Oh, claro. El pelo, y su... ¿Sensualidad? ¿Su carisma? ¿Su atractivo sobrenatural? ¿Su modestia desbordante? No pudo evitar reírse momentáneamente, pensando en todas aquellas preguntas y en lo estúpido que sonaría decir todo aquello en voz alta, aunque conocía mucha gente que valiente y presta lo diría con orgullo-. Esto... ¿Y cómo sabes quién soy?

Contempló cómo las mejillas de la dama... ¿Dama? Parecía más bien una luchadora que una señorita, pero eso era irrelevante ahora. La chica se sonrojó al ver el libro, e instintivamente sintió la necesidad de arrancárselo de las manos, tratando de evitar explicar por qué llevaba encima varios ejemplares sobre un libro de posturas sexuales para mejorar el tono físico. ¿Alguien podía creer que lo necesitara? En serio, medía dos metros y pico y a veces el viento se lo llevaba por delante. Aunque seguramente alguien considerase trampa volar en él, pero tanto daba. Era una chica inocente, no podía destruir su virtud con aquel libro y... y...

Y sonrió. Vaya, una parejita de Bya. Casi podría levantar una piedra y surgirían aquellas mujeres que se acostaron con él. Debía reconocer que era guapo, muy atractivo y, seguramente, un gran amante, pero había sucedido de tal manera que la relación mujeres-Byakuro estaba desbalanceada. Si a cada hombre le correspondían siete mujeres, el cazador antes de morir tendría deudas con al menos doce hombres. No sonaba a mucho hasta que más de ochenta y cuatro chicas estaban incluidas en aquella afirmación.

-Perdona, es que quería un recuerdo de Byakuro, y con tanto buitre ha surgido un montón de información sobre él- empezó. ¿De verdad habría sido amante de Bya? No parecía su tipo, sabía que le iban pelirrojas de grandes pechos, o al menos de grandes pechos y algo más mayores de lo que esa muchacha aparentaba-, aunque no esperaba encontrarme con que el Ryu Yoshiki era eso. Por cierto, ¿Cómo me has reconocido? ¿Y con quién tengo el gusto de hablar? Si no es indiscreción, por supuesto.

Trató de sonar solemne, pero la picaresca de su sonrisa al pensar que podía estar ante una pobre mujer de la que el Rey de la Caza se había aprovechado... "Una pena que aquellas feromonas no fuesen más fuertes, ¿Verdad, Bya?", pensó para sí, guardando el libro de nuevo en la bolsa con sumo cuidado.

-Bueno, famoso... No sé- comentó. Sabía que en ocasiones era conocido, pero otras pasaba completamente desapercibido entre la gente, y fuera del Nuevo Mundo por lo general nadie reparaba demasiado en él... Bueno, sin contar a aquella gente que de repente sí lo sabía, claro-. La verdad es que nunca me he preocupado por ese tipo de cosas. Aunque me tengo aprovechado de ellas en algunas ocasiones.

A su lado pasó un tipo extraño, con pantalones blancos y un delantal negro, cargado con una bandeja de pasteles recién hechos. entre ellos, olía uno de moras y vainilla que le hacía perder el sentido. La verdad es que siempre quiso cocinar, pero nunca encontró tiempo, y si ya tuvo que dejar de lado la navegación para centrarse en otras cosas más interesantes perder su tiempo para cocinar como un profesional ya era algo descabellado. Pero en cualquier caso, tenía ganas de probar aquel pastel. Además, ahora que tenía delante a una conocida de Bya tal vez pudiese hablar como si él estuviera de vuelta por un rato... Quién sabe.

-Bueno, Byakuro fue un gran amigo. ¿Te vienes?- le hizo un gesto para seguir al pastelero, y comenzó a avanzar-. Desde que nos conocimos en Little Garden hasta las tórridas partidas de poker en Rainbase que llegamos a jugar... La verdad es que el tiempo con él fue maravilloso. Era una persona que merecía ser recordada.

Siguió al tipo hasta una taberna de bastante buen gusto, aterciopelada con verdes y platas, y un par de sillones alrededor de una mesa de café. Parecía el lugar idóneo para entablar una conversación, y el olor a café y achicoria que salía de detrás de la barra. Puede que fuera un día entretenido, al fin y al cabo.

-Las damas primero- diría si ella lo había acompañado. De lo contrario, miraría por unos instantes el local antes de sentarse en el sillón sin más, tranquilamente.

Dexter se acercó a la mesa tras la muchacha. Era mona, aunque hasta que resolviese con Alice qué había entre ellos apenas se planteaba esos temas. Además, si ya había pasado por Byakuro complacerla iba a ser entre complejo y desagradable. Al cazador siempre le habían gustado cosas muy raras, y con aquella colección de fetiches que había expuesto en Arabasta quedaba demostrado que tenían un concepto muy distinto de lo que el sexo era, o debía ser. Para el dragón, una experiencia de descubrimiento mutuo; para el ilusionista una experiencia onírica donde el subconsciente liderase la acción. No era su estilo, él siempre fue algo más... ¿Tradicional?

-Yo no puedo adiestrarte en Ryu Yoshiki- respondió él-, ya que lo que yo practico es muy distinto. Sin embargo, sobre Byakuro podría contarte algunas cosas.

Se recostó sobre su sillón, negro y de cuero con pequeñas orejas que lo hacían bastante confortable, aunque daban un aspecto siniestro y cavernario al local. No le pasó desapercibido su pecho, aunque parecía muy escueto en comparación a la voluptuosidad del resto de su cuerpo. Qué raro resultaba, casi le daba curiosidad, aunque pedirle que se desnudara en público igual era descortés, por no hablar de inoportuno.

-El Ryu Yoshiki se basa en tres formas de combate, aunque no me preguntes nombres- rió. Si ella era alumna de Byakuro debía estar hasta las narices de escucharlo-. Una de combate armado a corta distancia, cuerpo a cuerpo desarmado y lanzamiento de armas arrojadizas. Bastante completito, la verdad- hizo una pausa, intentando recordar el nombre de la isla donde Byakuro nació, pero no le salía-. Es un arte marcial propia de su isla, donde, por cierto, los piratas Pinza Negra atacaron cuando Byakuro era niño- ¿Conocería Theo ese detalle? El odio irrefrenable por los tritones que sentía Bya en vida; tal vez ni se hubiera dado cuenta-. Pero antes de que divague tontamente, ¿Qué quieres saber exactamente?