En busca de la gaviota mayor... (Jack L. Shervalah & Danio Rerio)

Tras una húmeda despedida me embarqué a la mar, el viaje fue cuanto menos tranquilo y supe llegar a mi destino con bastante rapidez. En aquellos momentos estaba sentado en los tablones del barco comiéndome una manzana, contemplando la isla de Ohara que ya estaba a la vista. A primera vista me sorprendió ver el gran árbol que se alzaba en mitad del sitio, había escuchado historias sobre la gran cantidad de información acerca de la historia mundial que albergaba la misma, sin embargo, sabía que eso lo comprobaría antes de irme. Deseaba llegar cuanto antes a sus bibliotecas para poder leer todo sobre el mundo que aún me era desconocido y sobre las generaciones pasadas. Justo entonces sonreí tontamente y dirigí una última mirada al diario en el que estaba trabajando, un diario lleno de pérdidas y malos momentos.

El día se me antojaba calmado, tan calmado que me resultaba aburrido. Había embarcado horas antes en mi isla natal pero mis grandes habilidades en el mar me habían permitido tomar la buena ruta marítima. Apenas media hora me separaba de Ohara, sitio en el que comenzaría mi aventura, estaba nervioso, mucho, ya que nunca había salido de aquella pequeña isla a la que mi padre, Legan Legim, me había llevado. No tenía ningún recuerdo de aquel hombre más que las veces que llegó a visitar a mi nueva madre adoptiva para así fecundar a más hijos.

Terminé de devorar aquella jugosa manzana verde y la arrojé al mar, entonces me incorporé del asiento para revisar que todo estuviese como debía... Revisé que la ruta marítima estuviese acorde al mapa, reforcé la tensión de las cuerdas que sostenían la vela y miré a mi alrededor buscando algo de movimiento, no tardé demasiado en encontrarlo. Frente a mí, a lo lejos parecía llegar un acorazado de la marina y tras él un gran barco mercantil, supuse que la marina estaba escoltando el segundo.

No podía esperar más a llegar por lo que de los puros nervios tomé el peso entre mis brazos y esperé veinte largos minutos a estar cerca del puerto.

Una vez allí lancé el peso al mar, escondí el baúl en los tablones, me llevé de su interior una bolsa de 10 mil berries y me aventuré a caminar por los tablones del puerto. Había llegado antes que el barco de la marina, algo normal ya que yo tan sólo viajaba en un bote pequeño y por tanto iba más rápido así que tras echar un vistazo a aquel abarrotado mercado marítimo que parecía sentirse seguro ante la llegada del barco de la marina, algo que se dejaba ver por la gran cantidad de marineros que transportaban cajas de aquí para allá.

Volví a mi barcaza y me senté en el mismo lugar de siempre tomando entre mis brazos el fiel regalo que me hizo mi padre, la naginata, entonces le extraje la vaina y comencé a limpiarla con detenimiento y mimo, quería estar presentable ante la llegada de los marines ya que quería alistarme en el ejército.

Otra vez embarcado, esta vez hacia Ohara, la isla del conocimiento y poseedora de la mayor biblioteca, siempre había querido ir a ella y visitar la sección de arquitectura y gastronomía para aprender de los antiguos libros que debe guardar. A veces hasta divagaba con recetas que nadie habría hecho decenas de años y que sólo quedaban entre las estanterías de dicha biblioteca. Un golpe me sacó de golpe de mi momento relax, uno de los nuevos reclutas había tirado un cubo lleno de agua sobre la cubierta. Usé mi control sobre el agua para recogerla otra vez al cubo, escuchar al recluta veinte minutos mientras la recogía no me apetecía en absoluto, aunque ahora lo que le oía decir era gracias todo el rato.

El barco empezó a aminorar la velocidad, lo que indicaba nuestra llegada a la isla, por lo que bajé al camarote por mis cosas antes de presentarme ante el capitán del barco en cubierta para controlar la bajada de los marineros, reteniendo los que no estaban de permiso. Tras ver bajar a los emocionados marineros, y viendo las caras de los que pensaban que les tocaba y lo que en realidad tenían era guardia, yo mismo tuve que bajar a pedir la comida que necesitáramos. Por suerte para la isla Kai no había venido y necesitaríamos menos provisiones, por lo que sobrarían para vender a más gente.

Cuando bajé del barco pude fijarme en un muchacho que estaba sentado en una pequeña barca, parecía bastante atareado, pero por algún motivo me pareció que no quitaba ojo del barco y los marineros, estaría buscando a alguno, nos estaría espiando o simplemente tenia curiosidad, de cualquier modo no pasaba nada hoy había de guardia soldados bien capaces, aunque para asegurarme subí de nuevo a comentárselo a los que estaban de patrulla por cubierta, para luego volver a bajar y tirar hacia la ciudad.

Terminé de limpiar mi naginata y la volví a guardar en su vaina cuando me sorprendió la llegada de... ¿un humano?, aquello sí que me pilló por sorpresa hasta el punto de que me sobrecogí. "¿Qué demonios es eso?" Pensé para mis adentros viendo caminar al gyojin que se volvía a dirigir hacia la embarcación de la marina, no daba crédito a lo que mis ojos veían, "¿existen otras razas en el mundo que no sea la humana? ¿será quizá alguna bestia usada por la marina?", me volví a preguntar sin quitarle un ojo de encima mientras esta última volvía a la embarcación.

No quise perder el tiempo así que me levanté con rapidez, llevé la naginata conmigo a cuestas y avancé con ella hasta el puesto de vigía de los marines justo cuando aquel extraño ser parecía volver del barco, no quise mirarle demasiado por un extraño pavor que surgió en mi interior, aun así no pude evitar el mirarlo de arriba a abajo en numerosas ocasiones.

Me detuve justo delante del puesto de vigía y me posicioné en una postura no amenazante, iba armado y quizás aquello pudiese crear malentendidos con los vigías.

-Buenos días...-

Saludé a los vigías esperando una respuesta que fue instantánea.

-Buenos días, ¿qué necesita un ciudadano indef... como usted?

Me preguntó el guardia un poco extrañado ante el hecho de que llevase una naginata, aunque, con los tiempos que corrían más extraño me parecía a mi su incomodidad.

-Venía a alistarme en la marina, ¿sabe si hay algún cargo superior dentro del barco?-

Quise averiguar tratando de ahorrarme el camino por mar hasta el cuartel de la marina en West Blue.

-Puede ser..., aunque tengo entendido que los barcos no admiten nuevos reclutas.-

Me volvió a responder el marine sin darme información que al parecer le resultaba demasiado sospechoso que alguien llegase preguntando por sus superiores.

-Por favor..., es una necesidad...-

Le supliqué sin moverme del sitio, haría todo lo posible para entrar en aquel barco como soldado, deseaba ser marine cuanto antes.

-Le ruego que me disculpe pero no sabemos qué podemos hacer para ayudarle...-

Me volvieron a responder los marines. Finalmente chasqueé la lengua con fiereza y me di la vuelta alejándome de ellos para quedarme de pie en mitad del puerto, de espaldas al gyojin. En ése momento quería saber qué podría hacer para entrar en la marina desde aquel momento pero nada se me pasaba por la cabeza, quizás encontrar a un superior o a un marine con capacidad de ayudarme fuese buena idea.

El chico de la barcaza que había visto antes ahora se encontraba parado en mitad de las tablas del puerto, a unos pocos metros del puesto de vigilancia que se había montado para subir al barco. Los marines de este hablaban de como el joven había querido subir a bordo para alistarse en la marina, y de las pintas que tenía y sobre el arma que portaba, dudando que pudiera usarla.

-Chicos, por que sois tan malos con él, sólo quiere ser como vosotros.- Les dije acercándome hasta ellos.- ¿Qué es lo quería exactamente?

Tras escuchar la respuesta de los ahora firmes marines, me acerque hasta el tipo, dependiendo de su reacción hacia mí, su única oportunidad en esta isla de unirse a la marina sin tener que ir hasta el cuartel general, hablaría con el capitán para subirle a bordo o no.

-Me han dicho que quieres entrar en la marina jovencito, tienes unos minutos para explicarte mientras me acompañas al puerto.- Tras lo que me puse a caminar hacia la zona de almacenes del puerto.

Cuando pensé que ya todo estaba perdido y que nadie podría ayudarme a embarcarme en aquel barco recibí la ayuda de la persona más extraña, aquella bestia de la marina, me sorprendió el hecho de que pudiese hablar pero no lo quise mostrar, estaba muy interesado en su oferta por lo que me incorporé con rapidez y caminé junto con él hacia el puerto.

-Discúlpeme... He venido hasta Ohara para presentar mi solicitud a la marina, desde siempre he visto que la labor de los marines en éste vasto mar ha sido necesaria, ahora que tengo la edad es el momento de que yo también aporte un diminuto grano de arena a la justicia.-

Le dije muy seguro de mis palabras, caminé junto con él a lo largo del puerto contemplando las miradas de la multitud hacia aquella bestia, parecían tenerle asco en la mayoría de los casos, en otros, las madres tomaban a sus hijos y los apartaban del camino. Pensé en que la presencia de aquella bestia sería nueva para aquellas gentes ya que aquel era mi caso, no quise prestarle más atención de la ya dada y continué con mis peticiones.

-Le presenté a sus hombres...-

Dije haciendo referencia a que él fuese un cargo más alto que ellos, ya que los marines parecieron darle explicaciones y él podría interferir en que yo entrase al barco.

-Mis habilidades y mi solicitud, ellos me negaron entrar porque dijeron que no eran quien para aceptarme, hablaron sobre la necesidad de que un alto cargo me permitiese entrar...-

Le dije otorgándole turno de palabra al fin, no quería avasallarlo con palabras.

El chico me alcanzó y comenzó a contarme lo que ya debía de haberles contado a los soldados del puesto de guardia, mientras caminábamos la gente se apartaba y me miraban mal, en parte a mi raza y en parte por ser de la marina. Unos mandos habían destruido la isla cientos de años antes y la gente que se había instalado en ella aún guardaba rencor hacía la marina, en parte por ser familiares de los antiguos moradores y en parte porque se decía que eran afines a la rebelión, pero no se atrevían a hacer nada por miedo a que se repitiera lo del pasado y volver a perder parte del conocimiento acumulado.

-Bien joven, espero no tener que comprobar tus habilidades en combate, pero sí que comprobare tu fuerza cargando con unas cuantas cosas que vamos a necesitar para el viaje. Aunque antes iremos a los almacenes a comprobar los encargos.

Nos pasamos por dos almacenes que nos proveían de comida y que ya habían sido inspeccionados otras veces, pero no estaba de más hacerlo a menudo por seguridad. Tras no encontrar nada raro me dirigí junto a mi compañero a unas tiendas más pequeñas, necesitaba algunas especias e ingredientes, pero no tanta cantidad de estos como de los otros. Por el camino a la primera tienda uno chicos nos salieron al paso exigiéndonos el dinero.

-Bien compañero, veamos cómo te defiendes, pero no los mates o mutiles, son solo críos.