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La silueta femenina de la chica se perdió entre la multitud, caminando entre la multitud de falsos humanos que habitaban la isla o simplemente visitaban esta por sus astilleros. Mihaela, por su parte, había llegado al lugar por motivos de trabajo. ¿Qué incitaría sino a la joven científica a dejar su laboratorio? Bien cierto era, que últimamente encontraba cierto interés en visitar Baltigo, ya que había encontrado a un sujeto interesante en aquel lugar, que a su juicio era más humano que algunos de sus "compañeros de trabajo". Pero tampoco solía coincidir mucho con él. Tal vez porque el propio chico la evadía. Para una persona que había llamado su atención...Bueno, pero ese no era el punto en aquel momento.
La joven se detuvo una vez llegó al punto acordado con su comprador, o mejor dicho, con un enviado de este. En aquella ocasión, los planos eran para el gobierno, quien había pagado bastante bien por ellos. "Solo espero que no malgasten mi trabajo." Pensó mientras miraba de un lado a otro en busca de dicho mensajero, en vano. "¿En serio? Para ser alguien de confianza del gobierno de los estúpidos monos calvos...Bueno, a sabiendas de que seguramente no sea humano...No me resulta extraño." Y en efecto, aquel hombre se había perdido y había llegado más de una hora tarde. Mika suspiró con pesadez. ¿Por qué no eran capaces de mandar a alguien capacitado para variar? -Diles a tus superiores que espero una remuneración por la molestia. Oh, por si a caso preguntaré si lo has hecho mediante una llamada, así que espero que no trates de evadir tú responsabilidad.- Dijo con una sonrisa típica en ella, antes de marcharse, buscando algún restaurante algo apartado o donde poca gente se costeara entrar por lo caro que fuera.
Y lo encontró, en el centro de la ciudad. Un hermoso edificio de estilo victoriano, con las paredes pintadas de color azul ultramar. Un lugar digno de ser dibujado en su bloc, una pena no haberlo traído, pero tal vez pueda comprar otro una vez hubiera tomado un café con leche o comido algo. Lo único que esperaba era no encontrarse con ningún niño pijo que se cree mucho por la familia en la que nació. Esa era una de las cosas que más desagradaban a la joven. Ella también era de familia de alto nivel, pero todo lo que había construido había sido por sus medios, a excepción del laboratorio, en el que tuvo algo de ayuda. "Bueno, si encuentro a alguien así, tal vez pueda darle un mejor uso a su insignificante vida." Se dijo a sí misma antes de girar el pomo de la puerta y entrar al gran recibidor. Ahí, un camarero le indicó donde podía sentarse y le ofreció un menú con sus mejores platos. La chica le dedicó una amigable sonrisa y le agradeció sus servicios. "Al menos hay medio monos con algo de educación también." Tras eso, el hombre se marchó y la chica se quedó un rato observando el ambiente del lugar. Apenas había dos o tres personas en el lugar, y uno había alquilado media sala, para él solito.
-Ohhh....Me pregunto que clase de persona necesita tanto sitio solo para su persona.- Exclamó en voz alta mientras fijaba sus azules iris en dicho sujeto. ¿Sería divertido entrometerse un poco en su vida?
La joven se detuvo una vez llegó al punto acordado con su comprador, o mejor dicho, con un enviado de este. En aquella ocasión, los planos eran para el gobierno, quien había pagado bastante bien por ellos. "Solo espero que no malgasten mi trabajo." Pensó mientras miraba de un lado a otro en busca de dicho mensajero, en vano. "¿En serio? Para ser alguien de confianza del gobierno de los estúpidos monos calvos...Bueno, a sabiendas de que seguramente no sea humano...No me resulta extraño." Y en efecto, aquel hombre se había perdido y había llegado más de una hora tarde. Mika suspiró con pesadez. ¿Por qué no eran capaces de mandar a alguien capacitado para variar? -Diles a tus superiores que espero una remuneración por la molestia. Oh, por si a caso preguntaré si lo has hecho mediante una llamada, así que espero que no trates de evadir tú responsabilidad.- Dijo con una sonrisa típica en ella, antes de marcharse, buscando algún restaurante algo apartado o donde poca gente se costeara entrar por lo caro que fuera.
Y lo encontró, en el centro de la ciudad. Un hermoso edificio de estilo victoriano, con las paredes pintadas de color azul ultramar. Un lugar digno de ser dibujado en su bloc, una pena no haberlo traído, pero tal vez pueda comprar otro una vez hubiera tomado un café con leche o comido algo. Lo único que esperaba era no encontrarse con ningún niño pijo que se cree mucho por la familia en la que nació. Esa era una de las cosas que más desagradaban a la joven. Ella también era de familia de alto nivel, pero todo lo que había construido había sido por sus medios, a excepción del laboratorio, en el que tuvo algo de ayuda. "Bueno, si encuentro a alguien así, tal vez pueda darle un mejor uso a su insignificante vida." Se dijo a sí misma antes de girar el pomo de la puerta y entrar al gran recibidor. Ahí, un camarero le indicó donde podía sentarse y le ofreció un menú con sus mejores platos. La chica le dedicó una amigable sonrisa y le agradeció sus servicios. "Al menos hay medio monos con algo de educación también." Tras eso, el hombre se marchó y la chica se quedó un rato observando el ambiente del lugar. Apenas había dos o tres personas en el lugar, y uno había alquilado media sala, para él solito.
-Ohhh....Me pregunto que clase de persona necesita tanto sitio solo para su persona.- Exclamó en voz alta mientras fijaba sus azules iris en dicho sujeto. ¿Sería divertido entrometerse un poco en su vida?
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-Sí, es bastante habitual, me lo dicen mucho- respondí, como siempre, esbozando la mejor de mis sonrisas. Estaba claro que de aquella situación podía lograr algo muy interesante, y cuanto menos beneficioso. Sólo tenía que saber poner mi mejor cara, y todo lo que requería para poner mi plan en marcha iría llegando poco a poco. No importaba si tardaba un año, o dos, la cuestión era conseguirlo-, pero mi padre era algo más bajo que yo, y siempre llevaba barba. Pero hasta en los gestos nos parecemos, así que no pasa nada.
Mi mano sobre mi nuca, y cierto rubor en mis mejillas que hacían entrever mi alegría al compararme con mi padre. La verdad es que nunca lo admiré, ni me importó realmente más que en la medida de lo que pude obtener de su fortuna, la que ahora es mis rentas, pero era mucho mejor que la gente de Water Seven siguiera creyendo que venero a mi padre, así como que su muerte a manos de ese inmisericorde asesino no tenía nada que ver conmigo. La verdad es que tengo suerte de que media ciudad no sepa el significado de esa palabra, porque hasta la fecha no sé por qué la falta de misericordia sería un insulto. Hasta en los libros el perdón lleva siempre a que el héroe esté al borde de perder contra el malo; menos mal que el bueno de esta historia es el malo, por lo que nadie pisará mi camino, ¿No?
Tal vez él lo haga. Ese cretino egocéntrico y malcriado, ese niñato de los barrios pobres que ha comprado una maldita casa al lado de mi mansión... No es algo que llegara a importarme realmente, si no fuera porque desde siempre él ha sido más fuerte y rápido que yo, más trabajador y, también, para qué engañarlo, más encantador. Y mi mayor enemigo... Mi exnovio. Cabe destacar que a día de hoy es Marine, y me ha recordado decenas de veces lo bien que lo pasamos hace tres, cuatro años, cuando yo aún no era un asesino a sueldo del Gobierno Mundial; pobre iluso, cree que puede cambiar las cosas a mejor. Es una pena que esté yo en su camino.
¿Al final de qué estaba hablando? Ah, cierto. Estaba hablando con sus padres, porque obviamente voy a matarlo en cuanto tenga ocasión. Son una pareja de clase baja, pero bastante feliz y simpática, y me hablan de su hijo constantemente. La verdad, si no estuviera en mi camino me lo pasaría muy bien yendo de acá para allá e incluso tendríamos algún que otro encuentro; No obstante mi objetivo ahora era acabar con él, de una forma rápida y eficaz. Y, lógicamente, aquel salón de comidas pagado a mi cuenta con el dinero que había por los cajones de mi preciosa casa con olor a muerte, sangre y magdalenas era parte de mi plan.
¿Cómo lo era? Sencillo: decir que me quiero reconciliar con él, hacerme el celoso, fingir que abandono la isla y él muere de una horrible y desmembradora manera. ¿Tal vez debería hacerlo de otra forma? Por supuesto que sí, pero sin duda el primer paso estaba claro, conseguir que su familia confiase en mí.
-En fin, muchas gracias por acompañarme hoy- dije, finalmente, cuando ellos se marcharon, aparentemente muy contentos. Yo seguiría ahí un rato, mientras me deleitaba en el sonido de la dulce música y el movimiento constante de los camareros en aquella sección, reservada a mí y a mis invitados. No quería que nadie me molestara mientras hablaba de negocios, y en cosa de hora y media iba a empezar la fiesta secreta de cumpleaños de mi amado exnovio. Sería una pena que alguien resultase herido en medio de un atraco durante la fiesta, ¿No?
Poco tardó la tranquilidad en romperse cuando la puerta se abrió, y entró una mujer bastante coqueta de cabello... ¿Blanquecino? Tal vez, no sabría decirlo, pues bajo la luz del fluorescente se veía azul.
-Tengo preparada una fiesta, en unos minutos llega gente a ayudarme con todo- dije, saludando con la mano, mientras me levantaba de la mesa y comenzaba a acercarme, dispuesto a saludarla. Podía darme mucho juego, y mi casa estaba tan cerca... Si conseguía que mis planes para hoy salieran bien, muy pronto podría estar disfrutando de su compañía-. Creo que no nos conocemos, mi nombre es Yarmin Prince- tendí la mano, con un movimiento impecable, al tiempo que hacía una ligera reverencia-. Encantado, señorita... ¿Cómo te llamabas?
Mi mano sobre mi nuca, y cierto rubor en mis mejillas que hacían entrever mi alegría al compararme con mi padre. La verdad es que nunca lo admiré, ni me importó realmente más que en la medida de lo que pude obtener de su fortuna, la que ahora es mis rentas, pero era mucho mejor que la gente de Water Seven siguiera creyendo que venero a mi padre, así como que su muerte a manos de ese inmisericorde asesino no tenía nada que ver conmigo. La verdad es que tengo suerte de que media ciudad no sepa el significado de esa palabra, porque hasta la fecha no sé por qué la falta de misericordia sería un insulto. Hasta en los libros el perdón lleva siempre a que el héroe esté al borde de perder contra el malo; menos mal que el bueno de esta historia es el malo, por lo que nadie pisará mi camino, ¿No?
Tal vez él lo haga. Ese cretino egocéntrico y malcriado, ese niñato de los barrios pobres que ha comprado una maldita casa al lado de mi mansión... No es algo que llegara a importarme realmente, si no fuera porque desde siempre él ha sido más fuerte y rápido que yo, más trabajador y, también, para qué engañarlo, más encantador. Y mi mayor enemigo... Mi exnovio. Cabe destacar que a día de hoy es Marine, y me ha recordado decenas de veces lo bien que lo pasamos hace tres, cuatro años, cuando yo aún no era un asesino a sueldo del Gobierno Mundial; pobre iluso, cree que puede cambiar las cosas a mejor. Es una pena que esté yo en su camino.
¿Al final de qué estaba hablando? Ah, cierto. Estaba hablando con sus padres, porque obviamente voy a matarlo en cuanto tenga ocasión. Son una pareja de clase baja, pero bastante feliz y simpática, y me hablan de su hijo constantemente. La verdad, si no estuviera en mi camino me lo pasaría muy bien yendo de acá para allá e incluso tendríamos algún que otro encuentro; No obstante mi objetivo ahora era acabar con él, de una forma rápida y eficaz. Y, lógicamente, aquel salón de comidas pagado a mi cuenta con el dinero que había por los cajones de mi preciosa casa con olor a muerte, sangre y magdalenas era parte de mi plan.
¿Cómo lo era? Sencillo: decir que me quiero reconciliar con él, hacerme el celoso, fingir que abandono la isla y él muere de una horrible y desmembradora manera. ¿Tal vez debería hacerlo de otra forma? Por supuesto que sí, pero sin duda el primer paso estaba claro, conseguir que su familia confiase en mí.
-En fin, muchas gracias por acompañarme hoy- dije, finalmente, cuando ellos se marcharon, aparentemente muy contentos. Yo seguiría ahí un rato, mientras me deleitaba en el sonido de la dulce música y el movimiento constante de los camareros en aquella sección, reservada a mí y a mis invitados. No quería que nadie me molestara mientras hablaba de negocios, y en cosa de hora y media iba a empezar la fiesta secreta de cumpleaños de mi amado exnovio. Sería una pena que alguien resultase herido en medio de un atraco durante la fiesta, ¿No?
Poco tardó la tranquilidad en romperse cuando la puerta se abrió, y entró una mujer bastante coqueta de cabello... ¿Blanquecino? Tal vez, no sabría decirlo, pues bajo la luz del fluorescente se veía azul.
-Tengo preparada una fiesta, en unos minutos llega gente a ayudarme con todo- dije, saludando con la mano, mientras me levantaba de la mesa y comenzaba a acercarme, dispuesto a saludarla. Podía darme mucho juego, y mi casa estaba tan cerca... Si conseguía que mis planes para hoy salieran bien, muy pronto podría estar disfrutando de su compañía-. Creo que no nos conocemos, mi nombre es Yarmin Prince- tendí la mano, con un movimiento impecable, al tiempo que hacía una ligera reverencia-. Encantado, señorita... ¿Cómo te llamabas?
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Apenas pasaron un par de minutos desde la marcha del hombre que le había dado la carta con los menús hasta que otro camarero llegase, preguntando que desearía tomar, a lo que la chica contestó, que de momento solo pediría un café con leche y una pizca de chocolate, al fin y al cabo, ese mundo era demasiado agrio por la forma en la que la sociedad estaba constituida, entre otras cosas, y endulzarla de vez en cuando no estaba mal. Tras pedir, el hombre se marchó con una respetuosa reverencia, momento en el que la chica entornó la vista hacia el lugar en el que se encontraba la persona que parecía haber alquilado el lugar para él y sus acompañantes. Y Tal vez fuera por simple coincidencia, pero los ojos del que, pos sus ropas y su apariencia parecía más adinerado, se toparon con los suyos, antes de saludarla con un gesto de su mano, a lo que esta contestó con una sonrisa divertida y una fingida timidez, apartando la mirada levemente, antes de que el camarero regresara con su café, lo dejara sobre la mesa.
El hombre comenzó a acercarse a ella en el momento en que la chica tomó la taza de café, de forma elegante, sin estirar el meñique, como solían hacer mucho intentando dárselas de refinado, cuando realmente esa era una falta de educación. La joven probó un sorbo, procurando no hacer ruido al hacerlo pues supuso que en ese lugar no sería apropiado mostrar que la bebida le había gustado de esa forma. Tras eso, volvió a dejar la taza en su lugar y miró al chico frente a ella, quien le tendió la mano haciendo una reverencia, tras un encantador saludo. Casi demasiado encantador para una "persona normal". Tal ve se encontrara frente a un humano "real". -No recuerdo haberle dicho mi nombre antes Prince-san. Puede llamarme Mihaela o Mika, según lo que sea de su agrado.- Contestó la chica, aceptando la mano que le tendía. -¿Y bien, tenía algún asunto conmigo o el presentarse de forma tan encantadora a todo el mundo es una costumbre sura, Prince-san? Si desea que charlemos, le invito a que tome asiento conmigo, aunque creo que ya estaba atendiendo a otras personas antes.- Dijo, invitándole con un movimiento de mano a que se sentara junto a ella.
Una vez se sentase, si no declinaba su ofrecimiento y se marchara, le haría cierta pregunta, a parte de los típicos clichés que solían repetirse en esa clase de situación. Pero con la variante de añadir la inesperada pregunta de: "¿Prince-san, usted se considera humano? ¿Y qué opina de las personas a su alrededor?" Tenía cierta curiosidad por la cara que el chico pondría.
El hombre comenzó a acercarse a ella en el momento en que la chica tomó la taza de café, de forma elegante, sin estirar el meñique, como solían hacer mucho intentando dárselas de refinado, cuando realmente esa era una falta de educación. La joven probó un sorbo, procurando no hacer ruido al hacerlo pues supuso que en ese lugar no sería apropiado mostrar que la bebida le había gustado de esa forma. Tras eso, volvió a dejar la taza en su lugar y miró al chico frente a ella, quien le tendió la mano haciendo una reverencia, tras un encantador saludo. Casi demasiado encantador para una "persona normal". Tal ve se encontrara frente a un humano "real". -No recuerdo haberle dicho mi nombre antes Prince-san. Puede llamarme Mihaela o Mika, según lo que sea de su agrado.- Contestó la chica, aceptando la mano que le tendía. -¿Y bien, tenía algún asunto conmigo o el presentarse de forma tan encantadora a todo el mundo es una costumbre sura, Prince-san? Si desea que charlemos, le invito a que tome asiento conmigo, aunque creo que ya estaba atendiendo a otras personas antes.- Dijo, invitándole con un movimiento de mano a que se sentara junto a ella.
Una vez se sentase, si no declinaba su ofrecimiento y se marchara, le haría cierta pregunta, a parte de los típicos clichés que solían repetirse en esa clase de situación. Pero con la variante de añadir la inesperada pregunta de: "¿Prince-san, usted se considera humano? ¿Y qué opina de las personas a su alrededor?" Tenía cierta curiosidad por la cara que el chico pondría.
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-Mihaela...- susurré por un momento, clavando mi mirada en los ojos de la mujer, sin dejar de sonreír apaciblemente. Era bastante guapa, el tipo de mujer con la que jugar un poco nunca estaría de más, aunque por su forma de comportarse no parecía que fuese carnaza como las princesitas que rondaban la ciudad. Era una mujer hecha y derecha; parecía mayor que yo, aunque no mucho, y si lo fuera tampoco podía decir que me importase. Para saciar el instinto servía, y todas mis fantasías viéndola se liberaban con el simple roce de su mano. Sin embargo, mi propia psique no permitía que viera a esta mujer como una conquista de una noche y cadáver del amanecer, creo que al conocerla algo la estaba poniendo en mi camino, para saciar deseos más profundos que el simple erotismo: era sólo una corazonada, pero ella iba a ser parte de mi ascensión al poder-. Es un nombre precioso, aunque extraño escucharlo en esta ciudad- finalicé, antes de dar por terminada mi inclinación sin dejar de mirarla ni por un instante. Tenía una sonrisa inocente, aunque, como yo, podía perfectamente ser pura fachada. Al fin y al cabo, los primates somos gregarios y reconocemos a nuestros semejantes, ¿No?
Me senté frente a ella, y con un sencillo gesto hice llegar mi orden al camarero más cercano. Otro más de lo que estaba tomando antes. Espero que ese inepto haya entendido que me refiero a tan sólo el capuccino con vainilla y un matiz de achicoria, tres terrones de azúcar y una ligera nube de nata semimontada, o me enfadaré mucho. Habría que ser idiota para creer que quiero comer otra vez, aunque de todo hay en este mundo, y por ello era mi tarea, y ¿mi vicio? reconstruirlo a mi imagen y semejanza. Aunque, para qué engañarnos, todos sabemos que lo único que quiero es ver el declive de esta sociedad. No pude evitar que mis ojos brillasen por un momento al pensar en mi objetivo. Me hacía tanta ilusión pensar en ello a largo plazo como a corto me emocionaba la idea de matar a Matt... ¡La fiesta! Bueno, que los camareros se encarguen, al fin y al cabo nadie se va a enfadar conmigo por no echar una mano después de la exagerada cantidad que he pagado.
-A decir verdad, sólo me presento así a la gente que me encandila- dije, ya tomando un tono más tranquilo, mientras me recostaba con elegancia sobre la silla, cruzando las piernas discretamente. Siempre me había sido una postura bastante cómoda, la verdad-. No esperaba encontrarme hoy con alguien digno de atención, o habría preparado algo para recibirte debidamente- una buena sala de torturas, o una mesa con comida, ¿Quién sabe? ¿Acabaría eligiendo su cuerpo o su mente?.
Capuccino con vainilla y un matiz de achicoria, tres terrones de azúcar y una ligera nube de nata semimontada, con un muffin para acompañar . Qué deliciosa casualidad. Eso, sumado a las preguntas que Mika me estaba haciendo ahora, tal vez debiera plantearme que sí, definitivamente, era una señal del destino. No pude evitar reírme un poco, aunque lo contuve bien, para levantar la taza y comprobar que todo estuviera como debía estar. A la vista y el olfato parecía bien elaborado, era hora de preguntarlo al gusto.
-Delicioso- sentencié, para dejar la taza sobre el platillo, cuchara paralela, y mis manos sobre el regazo-. ¿Humano? Depende de lo que entiendas como humanidad. El nombre es arbitrario, pero los habitantes del planeta son inferiores, un eslabón destinado a cambiar y a mejorar; están destinados a extinguirse, y me gusta pensar que mi gen es el que perdurará. La pregunta es, ¿A qué llamas humano, señorita Mihaela? A la gente como yo, tal vez, o... ¿A ellos?- señalé discretamente a los camareros que trabajaban a escasos metros de nosotros, despreocupado pero tratando que no nos escucharan. No es bonito escuchar cómo hablan de ti tus superiores, y a veces hay que tener cierta condescendencia. Al menos de momento.
Me senté frente a ella, y con un sencillo gesto hice llegar mi orden al camarero más cercano. Otro más de lo que estaba tomando antes. Espero que ese inepto haya entendido que me refiero a tan sólo el capuccino con vainilla y un matiz de achicoria, tres terrones de azúcar y una ligera nube de nata semimontada, o me enfadaré mucho. Habría que ser idiota para creer que quiero comer otra vez, aunque de todo hay en este mundo, y por ello era mi tarea, y ¿mi vicio? reconstruirlo a mi imagen y semejanza. Aunque, para qué engañarnos, todos sabemos que lo único que quiero es ver el declive de esta sociedad. No pude evitar que mis ojos brillasen por un momento al pensar en mi objetivo. Me hacía tanta ilusión pensar en ello a largo plazo como a corto me emocionaba la idea de matar a Matt... ¡La fiesta! Bueno, que los camareros se encarguen, al fin y al cabo nadie se va a enfadar conmigo por no echar una mano después de la exagerada cantidad que he pagado.
-A decir verdad, sólo me presento así a la gente que me encandila- dije, ya tomando un tono más tranquilo, mientras me recostaba con elegancia sobre la silla, cruzando las piernas discretamente. Siempre me había sido una postura bastante cómoda, la verdad-. No esperaba encontrarme hoy con alguien digno de atención, o habría preparado algo para recibirte debidamente- una buena sala de torturas, o una mesa con comida, ¿Quién sabe? ¿Acabaría eligiendo su cuerpo o su mente?.
Capuccino con vainilla y un matiz de achicoria, tres terrones de azúcar y una ligera nube de nata semimontada, con un muffin para acompañar . Qué deliciosa casualidad. Eso, sumado a las preguntas que Mika me estaba haciendo ahora, tal vez debiera plantearme que sí, definitivamente, era una señal del destino. No pude evitar reírme un poco, aunque lo contuve bien, para levantar la taza y comprobar que todo estuviera como debía estar. A la vista y el olfato parecía bien elaborado, era hora de preguntarlo al gusto.
-Delicioso- sentencié, para dejar la taza sobre el platillo, cuchara paralela, y mis manos sobre el regazo-. ¿Humano? Depende de lo que entiendas como humanidad. El nombre es arbitrario, pero los habitantes del planeta son inferiores, un eslabón destinado a cambiar y a mejorar; están destinados a extinguirse, y me gusta pensar que mi gen es el que perdurará. La pregunta es, ¿A qué llamas humano, señorita Mihaela? A la gente como yo, tal vez, o... ¿A ellos?- señalé discretamente a los camareros que trabajaban a escasos metros de nosotros, despreocupado pero tratando que no nos escucharan. No es bonito escuchar cómo hablan de ti tus superiores, y a veces hay que tener cierta condescendencia. Al menos de momento.
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-Supongo que debería sentirme halagada al saber que he encandilado a un hombre tan interesante. Me preguntó, quién hubiera tenido que realizar los preparativos de los que acaba de hablar, Yarmin-san.- Contestó la chica al tiempo que tomaba su café y daba otro sorbo, no le apetecía que este se enfriara, pues en su opinión, lo servido caliente debía tomarse caliente y lo frío, frío. Además, mientras degustaba el café, podía imaginarse las dos opciones, según si el chico fuera humano o no. Una mesa de operaciones o un paseo tranquilo y una buena charla...Ambas posibilidades sonaban bien para la chica. Una pena que no tuviera ninguna sede del laboratorio en aquella isla... "Hmmm...tener varias sedes sería de ayuda para situaciones como esta..." Pensó mientras observaba al chico, que había terminado de degustar su bebida y había comenzado a explicar su punto de vista, un punto de vista bastante interesante. "Vaya, lo mismo hasta nos parecemos y todo." Se dijo a sí misma, al tiempo que una sonrisa divertida se dibujaba en su rostro.
-Dice usted unas cosas muy interesantes...y bastante divertidas.- Comentó Mihaela antes de dejar su taza en su sitio, sobre el platillo, sin derramar una sola gota. - ¿Qué son los humanos? ¿Para qué existen? ¿Qué son las jerarquías sociales y quién las impone? Para mí, los humanos son escasos y se encuentran ocultos entre un montón de seres con apariencia similar, pero que difieren de ellos. Sin embargo, viven subyugados por la sociedad. Algunos de estos, llegan a ser más que "monos calvos" pero no llegan a humanos. Y los verdaderos humanos tienen ciertas características...Esas son las que definen a un humano para mí. Lo demás son solo seres inferiores que por número han logrado imponerse, pero que deberían desaparecer...O ser usados para experimentos o cosas por el estilo.- Dijo antes de entrelazar sus dedos y apoyar sus codos sobre la mesa, apoyando al mismo tiempo (valga la redundancia) la barbilla sobre sus manos.
-Dice usted unas cosas muy interesantes...y bastante divertidas.- Comentó Mihaela antes de dejar su taza en su sitio, sobre el platillo, sin derramar una sola gota. - ¿Qué son los humanos? ¿Para qué existen? ¿Qué son las jerarquías sociales y quién las impone? Para mí, los humanos son escasos y se encuentran ocultos entre un montón de seres con apariencia similar, pero que difieren de ellos. Sin embargo, viven subyugados por la sociedad. Algunos de estos, llegan a ser más que "monos calvos" pero no llegan a humanos. Y los verdaderos humanos tienen ciertas características...Esas son las que definen a un humano para mí. Lo demás son solo seres inferiores que por número han logrado imponerse, pero que deberían desaparecer...O ser usados para experimentos o cosas por el estilo.- Dijo antes de entrelazar sus dedos y apoyar sus codos sobre la mesa, apoyando al mismo tiempo (valga la redundancia) la barbilla sobre sus manos.
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-El nombre es ciertamente arbitrario, ¿Verdad?- respondí tras su explicación. Aquella mujer parecía querer darme a entender que buscaba... ¿Un genocidio? No puedo evitar sonreír cuando la gente dice cosas tan maravillosas, aunque tal vez sólo esté esperando mi reacción. En cualquier caso, mis dientes se vieron por un instante, blancos e impolutos en una mueca alegre que no dejé se entreviese más de medio segundo-. En realidad, llamar humanos a los simios no los convierte en humanos, ¿Verdad? Decían en una obra de teatro que una rosa con otro nombre no tendría mejor aroma, y la verdad es que lo comprendo a la perfección. ¿Por qué buscarse la enemistad de simios cuando podrían ser usados para nuestros propósitos, llevando una vida de aparente felicidad mientras realmente sólo trabajan para nosotros? Es decir, ¿Por qué llamarnos humanos cuando podríamos decir "semidioses"? Nuestra evolución es más patente, nuestra mente alcanza a abarcar una profundidad que la mayoría no ve... ¿Pero por qué aniquilarlos? Bueno, al menos de momento. Seguimos necesitándolos para hacer un mundo a nuestra talla. Y, a decir verdad, me divierte ver cómo los insectos se acercan a su perdición guiados por quienes los aniquilarán.
Di un nuevo sorbo a mi capuccino, aún observándola. Era una pena tener que desperdiciar aquel cuerpo, pero no me molestaba del todo. Mordisqueé la magdalena con cuidado de que no perdiera el glass más de la cuenta. Estaba bastante buena, aunque odio la sensación del exceso de azúcar en las manos: es como la sangre, mancha tanto que no se puede disimular ni intentándolo fervientemente. Aunque el placer que me provoca la sangre no se podría comparar al del azúcar, claro. La sangre es, con diferencia, mejor.
-Voy a entender, señorita Mihaela, por tus palabras deduciré que buscas algo similar a lo que yo persigo- una pequeña tarjeta salió de mi bolsillo según dejé la magdalena en su lugar del plato, paralela a sus dos diagonales. Ésta era un pequeño cartón negro con letras doradas, con una dirección y el acrónimo L.O.V.E.M.U.F.F.I.N. en una esquina, junto al ya icónico arlequín de mascarada con la taza y el Muffin. Qué desacertado era ese logo, en serio. Por lo menos no despertaba demasiadas sospechas-. Aquí tienes, por si deseas hablar conmigo en un ambiente más relajado. Me temo que en cuanto llegue la gente que estoy esperando no voy a poder entrar en detalles ni... ¡Hola!- dije en voz bastante alta, levantándome con cuidado, haciendo una reverencia a la dama. Quién sabe, aunque no me divirtiera con ella, tal vez pudiéramos dejarlo en una amistosa sesión de sexo. Mi pene lo agradecería.
Fui rápidamente a hablar con los camareros y decoradores que recién habían llegado, y les di unas instrucciones bastante precisas. No quería que nada saliera mal, y si pasaba iba a haber más de un cadáver en Water Seven al amanecer. Pero terminé bastante rápido y pude volver a la mesa con ella, si es que aún seguía allí.
-Disculpa, a veces hay que fingir ser uno de ellos para conseguir facilidades.
Di un nuevo sorbo a mi capuccino, aún observándola. Era una pena tener que desperdiciar aquel cuerpo, pero no me molestaba del todo. Mordisqueé la magdalena con cuidado de que no perdiera el glass más de la cuenta. Estaba bastante buena, aunque odio la sensación del exceso de azúcar en las manos: es como la sangre, mancha tanto que no se puede disimular ni intentándolo fervientemente. Aunque el placer que me provoca la sangre no se podría comparar al del azúcar, claro. La sangre es, con diferencia, mejor.
-Voy a entender, señorita Mihaela, por tus palabras deduciré que buscas algo similar a lo que yo persigo- una pequeña tarjeta salió de mi bolsillo según dejé la magdalena en su lugar del plato, paralela a sus dos diagonales. Ésta era un pequeño cartón negro con letras doradas, con una dirección y el acrónimo L.O.V.E.M.U.F.F.I.N. en una esquina, junto al ya icónico arlequín de mascarada con la taza y el Muffin. Qué desacertado era ese logo, en serio. Por lo menos no despertaba demasiadas sospechas-. Aquí tienes, por si deseas hablar conmigo en un ambiente más relajado. Me temo que en cuanto llegue la gente que estoy esperando no voy a poder entrar en detalles ni... ¡Hola!- dije en voz bastante alta, levantándome con cuidado, haciendo una reverencia a la dama. Quién sabe, aunque no me divirtiera con ella, tal vez pudiéramos dejarlo en una amistosa sesión de sexo. Mi pene lo agradecería.
Fui rápidamente a hablar con los camareros y decoradores que recién habían llegado, y les di unas instrucciones bastante precisas. No quería que nada saliera mal, y si pasaba iba a haber más de un cadáver en Water Seven al amanecer. Pero terminé bastante rápido y pude volver a la mesa con ella, si es que aún seguía allí.
-Disculpa, a veces hay que fingir ser uno de ellos para conseguir facilidades.
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La chica escuchó, complacida, la respuesta de su acompañante, a quien pareció escaparsele una sonrisa momentáneamente. Al parecer, ambos habían encontrado interesante la opinión del otro. Tenían varios puntos de vista en común y, al parecer, una meta similar, aunque realmente, ella solo veía a los "falsos humanos" como un medio para experimentar y encontrar la razón de la muerte o, en su defecto, la cura para aquella incoherencia, la inmortalidad. ¿De qué servía una vida que solo se iba a esfumar? Existir con el fin de simplemente desaparecer, era algo que simplemente no podía aceptar, por mucho que luego, irónicamente, no le importase dar su vida por lograr finalizar su trabajo. Aunque esos eran temas sobre los que ya divagarían en otro momento, porque habría otro encuentro, o eso parecía esperar el joven de cabellos dorados, que acababa de cederle una tarjeta de visita bastante curiosa, sobre la que se encontraban las siglas "L.O.V.E.M.U.F.F.I.N." que cualquier idiota hubiera tomado por una tarjeta de visita de una tienda de bromas o una pastelería especializada en magdalenas. Ni que los puntos fueran invisibles.
La joven tomó la tarjeta sin dudarlo y la observó con cierta curiosidad, mientras se planteaba como seguir su charla en aquel momento, una pena que el chico la interrumpiera y se alejara un momento por asuntos de "trabajo". Por lo visto, estaba organizando una fiesta en aquel lugar. ¿Qué clase de fiesta sería? Tal vez pudiera preguntárselo cuando volviese, pues por norma, las personas no se van sin despedirse si tienen una pizca de educación y este caballero, parecía ser una galán encantador. Y de esa forma, regresó disculpándose por dejarla momentáneamente por eso monos calvos. -Lo entiendo, al fin y al cabo, la mejor forma de lograr lo que uno desea es, siendo encantador.- Comentó la chica, que había tomado una apariencia algo más infantil gracias a su formula especial de rejuvenecimiento. El poder de su Akuma no mi. -Y bien, Prince-san. ¿Cree que pueda pasarme por la fiesta para que continuemos nuestra platica o prefiere que nos encontremos aquí en otro momento?- Dijo mostrado la tarjeta que le había cedido. -Me quedaría más días en el lugar para que me mostrara la "belleza" de su isla, pero temo que no dispongo de ese tiempo...-
La joven tomó la tarjeta sin dudarlo y la observó con cierta curiosidad, mientras se planteaba como seguir su charla en aquel momento, una pena que el chico la interrumpiera y se alejara un momento por asuntos de "trabajo". Por lo visto, estaba organizando una fiesta en aquel lugar. ¿Qué clase de fiesta sería? Tal vez pudiera preguntárselo cuando volviese, pues por norma, las personas no se van sin despedirse si tienen una pizca de educación y este caballero, parecía ser una galán encantador. Y de esa forma, regresó disculpándose por dejarla momentáneamente por eso monos calvos. -Lo entiendo, al fin y al cabo, la mejor forma de lograr lo que uno desea es, siendo encantador.- Comentó la chica, que había tomado una apariencia algo más infantil gracias a su formula especial de rejuvenecimiento. El poder de su Akuma no mi. -Y bien, Prince-san. ¿Cree que pueda pasarme por la fiesta para que continuemos nuestra platica o prefiere que nos encontremos aquí en otro momento?- Dijo mostrado la tarjeta que le había cedido. -Me quedaría más días en el lugar para que me mostrara la "belleza" de su isla, pero temo que no dispongo de ese tiempo...-
Yarmin Prince
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Akuma no mi
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Me quedé por un momento hipnotizado por los ojos de aquella mujer. Azul celeste en un anillo alrededor el verdadero iris, rosa palo... ¿Aquello era posible? No he estudiado genética, siempre me he centrado, es más, en la percepción de la mente, en las facetas del dolor y de la manipulación... Pero por aquellos ojos merecía la pena aprender. No puedo evitar imaginarme si mis ojos poseyesen un Iris dorado, magno y regio, digno de un dios. Aunque el rojo también me gusta, por qué negarlo, pero si pudiera tenerlo todo... ¡No! Lo voy a tener todo. Nada se interpondrá en mis planes, y esos ojos van a ayudarme a que nada me estropee este juego en el que he convertido mi vida. La conquista del mundo, la forja de un imperio y su destrucción, todo en mis manos, y la visión de la gente desquiciada a mi costa... Mientras los verdaderos merecedores de su vida se regodean cerca de mí. Una evolución forzosa, divertida, y, por supuesto, muy beneficiosa. Mihaela, vas a ser una pieza importante en mi tablero.
-Señorita Mihaela- dije, esgrimiendo una de mis expresiones más plácidas, tomando otro sorbo de café y pensando en que, de un momento a otro, todo estaría terminado y la diversión estaría por comenzar. En pocos instantes sabía que iban a entrar dos trabajadores, gente convencida de que debía hacer todo por tomar los bienes de todos los presentes, y centrarse especialmente en tratar de golpearme, así como acabar con cualquiera que intentase defenderme... Hasta que alguien muera, claro. La verdad, es que no me apetece recibir un golpe, espero que ese estúpido de Matt se haga el héroe, como siempre, y se lo carguen cuanto antes. Me estoy olvidando de ella, cierto-, la verdad es que tu compañía sería como un rayo de sol en esta noche oscura. Creo que sólo tú puedes hacerme algo entretenido esta celebración con los "humanos"- hice un gesto bastante exagerado y en mi boca se mascó la palabra, pretendiendo sonar sarcástico... ¿Era ésa la palabra? Creo que no, pero no se me ocurre una forma mejor de describirlo.
-¡Paso, que voy ardiendo!- gritó un hombre bastante ligero de ropa, con una especie de sombrero semiesférico y llevando la fondie de chocolate. ¿Se puede saber por qué la llevaba caliente en vez de esperar a tenerla colocada?
Y no podía ser de otra forma, el inepto cae sobre mí. Esto arde, joder. ¡Escuece! Traté de resistir el dolor, pero las lágrimas escapaban de mí al tiempo que no pude evitar un chillido de dolor y rabia. Habían estropeado mi fiesta. Sin chocolate no era ni de lejos lo que debía ser: Una fiesta.
-Mierda- dije, secamente, cuando pude volver a decir algo audible. Menos mal que aquel día no llevaba las pistolas encima, o me las habría estropeado-. Bien, te voy a decir lo que va a suceder ahora. Vas a ir al sastre más caro de todo Water Seven- mis ojos se iluminaron por un momento, al tiempo que el poder de la charm charm no mi se liberaba íntegro sobre ese hombre-, vas a explicarle a Geoffrey qué le has hecho a mi traje, y cuando él termine de machacar tus huesos, vas a volver con el traje que quedé de recoger esta noche. Traje que, obviamente, vas a pagar tú.
Mi voz debía sonar celestial para todos, a pesar de lo dicho, salvo para mi víctima, que parecería escuchar las puertas del infierno abrirse. Al menos yo habría salido así de deprisa sólo en esa circunstancia, y eso que soy un experto en la autoconservación. En fin, qué se le va a hacer.
-Espero que esto no te importe, señorita- comenté, mientras me levantaba de la silla estropeada por el chocolate y me desvestía. El calor de la fondie me empezaba a hacer daño y necesitaba librarme de él. Menos mal que aquel día llevaba ropa interior elegante, no soportaría que alguien me viera con un calzón que no fuera de Búho Gosh-. Hay demasiado estúpido en el mundo. Podemos hablar cuanto quieras, e incluso te agradecería mucho que me acompañaras a buscar otra de éstas, que si no todo se irá al garete.
-Señorita Mihaela- dije, esgrimiendo una de mis expresiones más plácidas, tomando otro sorbo de café y pensando en que, de un momento a otro, todo estaría terminado y la diversión estaría por comenzar. En pocos instantes sabía que iban a entrar dos trabajadores, gente convencida de que debía hacer todo por tomar los bienes de todos los presentes, y centrarse especialmente en tratar de golpearme, así como acabar con cualquiera que intentase defenderme... Hasta que alguien muera, claro. La verdad, es que no me apetece recibir un golpe, espero que ese estúpido de Matt se haga el héroe, como siempre, y se lo carguen cuanto antes. Me estoy olvidando de ella, cierto-, la verdad es que tu compañía sería como un rayo de sol en esta noche oscura. Creo que sólo tú puedes hacerme algo entretenido esta celebración con los "humanos"- hice un gesto bastante exagerado y en mi boca se mascó la palabra, pretendiendo sonar sarcástico... ¿Era ésa la palabra? Creo que no, pero no se me ocurre una forma mejor de describirlo.
-¡Paso, que voy ardiendo!- gritó un hombre bastante ligero de ropa, con una especie de sombrero semiesférico y llevando la fondie de chocolate. ¿Se puede saber por qué la llevaba caliente en vez de esperar a tenerla colocada?
Y no podía ser de otra forma, el inepto cae sobre mí. Esto arde, joder. ¡Escuece! Traté de resistir el dolor, pero las lágrimas escapaban de mí al tiempo que no pude evitar un chillido de dolor y rabia. Habían estropeado mi fiesta. Sin chocolate no era ni de lejos lo que debía ser: Una fiesta.
-Mierda- dije, secamente, cuando pude volver a decir algo audible. Menos mal que aquel día no llevaba las pistolas encima, o me las habría estropeado-. Bien, te voy a decir lo que va a suceder ahora. Vas a ir al sastre más caro de todo Water Seven- mis ojos se iluminaron por un momento, al tiempo que el poder de la charm charm no mi se liberaba íntegro sobre ese hombre-, vas a explicarle a Geoffrey qué le has hecho a mi traje, y cuando él termine de machacar tus huesos, vas a volver con el traje que quedé de recoger esta noche. Traje que, obviamente, vas a pagar tú.
Mi voz debía sonar celestial para todos, a pesar de lo dicho, salvo para mi víctima, que parecería escuchar las puertas del infierno abrirse. Al menos yo habría salido así de deprisa sólo en esa circunstancia, y eso que soy un experto en la autoconservación. En fin, qué se le va a hacer.
-Espero que esto no te importe, señorita- comenté, mientras me levantaba de la silla estropeada por el chocolate y me desvestía. El calor de la fondie me empezaba a hacer daño y necesitaba librarme de él. Menos mal que aquel día llevaba ropa interior elegante, no soportaría que alguien me viera con un calzón que no fuera de Búho Gosh-. Hay demasiado estúpido en el mundo. Podemos hablar cuanto quieras, e incluso te agradecería mucho que me acompañaras a buscar otra de éstas, que si no todo se irá al garete.
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Akuma no mi
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La respuesta del galante caballero que se encontraba acompañándola, complació a la chica notablemente, pues parecía haber encontrado a alguien a su nivel, alguien digno de interés y que compartía su opinión, un "humano de verdad". Sin embargo, contentarse de aquella manera sin hacer más pruebas que confirmaran tan maravilloso encuentro era todo lo contrario a lo que una científica como ella, alguien que busca desvelar los secretos de este mundo, haría. Había que asegurarse de que no fuera un híbrido o un mono que sabía ocultarse. Por suerte para ella, la velada iba a comenzar, y ser su acompañante le daría la oportunidad de seguir a su actual sujeto y ver como se desenvolvía. Lo que recordó a la chica que debería llamar a Wilhermina y asegurarse de que esta le trajera uno de sus vestidos de gala. Pues el vestido que llevaba en aquel momento no pegaba con la ocasión...Y no sería la única que necesitase un cambio de vestuario...
Sin que ninguno lo esperase, cosa algo difícil de comprender pues el peligro iba gritando al tiempo que se acercaba a ellos. Un hombre que llevaba lo que parecía una deliciosa fuente de chocolate, se tropezó y llevó por delante a Yarmin, derramando sobre este el chocolate fundido de dicha fuente. ¿Por qué estaba ya encendida? Si Wlhermina lo hubiera visto...Con lo excéntrica que era (y sigue siendo) cada vez que pisa el suelo de una cocina, momento en el que se divierte asegurándose de que la comida de Mihaela está en perfecto estado... y torturando a los cocineros y pinches en caso de que no fuera así. Aunque en aquel momento, el hecho de que el chico estuviera quemándose con el chocolate quizá fuera más preocupante que la perdida de este...De hecho, el joven no paraba de retorcerse, alarmando a todos a su alrededor. "Parece que tiene algunas quemaduras leves..." Pensó mientras con la mirada examinaba el cuerpo de Yarmin, una vez este se hubo levantado de nuevo y quitado la ropa.
-Parece que necesitará más chocolate y un traje provisional- Comentó la joven de forma inconsciente antes de que este comenzara a regañar "amablemente" al culpable, quien huyó despavorido a buscar su traje. Aunque, algo no cuadraba. Tal vez el tono y todo fuera amable en apariencia...Pero Mika no era tonta, sabía el significado de cada palabra que había pronunciado el señor Prince. "Parece que no soy la única interesante aquí, Prince-san." Pensó antes de aceptar su ofrecimiento para ir a buscar el chocolate, pasando su mano por el hombro del chico antes de dirigirse a la puerta, rejuveneciendo así sus células una media hora, para que el dolor cesase, aunque fuera solo durante un corto lapso de tiempo. El suficiente para cambiarse sin que pensará en matar a alguien. -Le esperaré en la entrada, Prince-san.-
Sin que ninguno lo esperase, cosa algo difícil de comprender pues el peligro iba gritando al tiempo que se acercaba a ellos. Un hombre que llevaba lo que parecía una deliciosa fuente de chocolate, se tropezó y llevó por delante a Yarmin, derramando sobre este el chocolate fundido de dicha fuente. ¿Por qué estaba ya encendida? Si Wlhermina lo hubiera visto...Con lo excéntrica que era (y sigue siendo) cada vez que pisa el suelo de una cocina, momento en el que se divierte asegurándose de que la comida de Mihaela está en perfecto estado... y torturando a los cocineros y pinches en caso de que no fuera así. Aunque en aquel momento, el hecho de que el chico estuviera quemándose con el chocolate quizá fuera más preocupante que la perdida de este...De hecho, el joven no paraba de retorcerse, alarmando a todos a su alrededor. "Parece que tiene algunas quemaduras leves..." Pensó mientras con la mirada examinaba el cuerpo de Yarmin, una vez este se hubo levantado de nuevo y quitado la ropa.
-Parece que necesitará más chocolate y un traje provisional- Comentó la joven de forma inconsciente antes de que este comenzara a regañar "amablemente" al culpable, quien huyó despavorido a buscar su traje. Aunque, algo no cuadraba. Tal vez el tono y todo fuera amable en apariencia...Pero Mika no era tonta, sabía el significado de cada palabra que había pronunciado el señor Prince. "Parece que no soy la única interesante aquí, Prince-san." Pensó antes de aceptar su ofrecimiento para ir a buscar el chocolate, pasando su mano por el hombro del chico antes de dirigirse a la puerta, rejuveneciendo así sus células una media hora, para que el dolor cesase, aunque fuera solo durante un corto lapso de tiempo. El suficiente para cambiarse sin que pensará en matar a alguien. -Le esperaré en la entrada, Prince-san.-
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Mucho más interesante de lo que yo esperaba... Mihaela no sólo estaba dotada de una inteligencia superior y una visión debida del mundo. También poseía los dones de una Akuma no mi. La verdad es que podría habérmelo esperado, al fin y al cabo si alguien puede caminar con tanta seguridad es porque tiene una capacidad innata o una capacidad sobrenatural. En cualquier caso, un talento que, junto a su maravillosa mente, la hace perfecta, más que nunca, para mis planes.
-Gracias, aunque tardaré un momento- respondí cuando la mujer se retiró. En serio, ¿Qué tienen esos ojos?-, al fin y al cabo Geoffrey está algo lejos. Espero que no te importune demasiado, señorita.
Tarde. Cuando terminé de hablar ella ya estaba dirigiéndose a la entrada, aunque casi mejor. Su presencia me eriza la piel, y tiene las manos suaves. ¿Qué más hará con ellas además de quitar quemaduras? En fin, no importa. Mis pensamientos terminaron por interrumpirse cuando el mismo hombre que me atacó de esa manera volvió, con un ojo morado y el traje más perfecto que he visto en mi vida. Según me lo probaba noté que se sentía como un guante, y a pesar de parecer ajustado, en su interior me sentía perfectamente cómodo. ¿Cómo hará este sastre para acertar con todos sus trabajos? En fin, tanto tiene, pero tendré que felicitarlo un día de estos. Tal vez para el próximo encargo me acuerde.
-Bueno, ya estoy listo.
Me dirigí entonces hacia la entrada. Era sorprendente lo largo que se me hacía el camino de repente. La espera, el ansia, la curiosidad... ¿Cuán útil sería esta mujer más allá de un coqueteo basado en su supremacía sobre la humanidad y habilidad para quitar quemaduras? También hay otras preguntas, claro, pero la colonia que usa o si está dispuesta a llegar a otra clase de límites no es algo para discutir de momento... ¿O tal vez sí? Quién sabe.
-¿Vamos, señorita?- dije, tendiendo la mano a la dama, esperando que la cogiera para ir hasta la cocinas a solucionar el error de uno de esos ineptos.
-Gracias, aunque tardaré un momento- respondí cuando la mujer se retiró. En serio, ¿Qué tienen esos ojos?-, al fin y al cabo Geoffrey está algo lejos. Espero que no te importune demasiado, señorita.
Tarde. Cuando terminé de hablar ella ya estaba dirigiéndose a la entrada, aunque casi mejor. Su presencia me eriza la piel, y tiene las manos suaves. ¿Qué más hará con ellas además de quitar quemaduras? En fin, no importa. Mis pensamientos terminaron por interrumpirse cuando el mismo hombre que me atacó de esa manera volvió, con un ojo morado y el traje más perfecto que he visto en mi vida. Según me lo probaba noté que se sentía como un guante, y a pesar de parecer ajustado, en su interior me sentía perfectamente cómodo. ¿Cómo hará este sastre para acertar con todos sus trabajos? En fin, tanto tiene, pero tendré que felicitarlo un día de estos. Tal vez para el próximo encargo me acuerde.
-Bueno, ya estoy listo.
Me dirigí entonces hacia la entrada. Era sorprendente lo largo que se me hacía el camino de repente. La espera, el ansia, la curiosidad... ¿Cuán útil sería esta mujer más allá de un coqueteo basado en su supremacía sobre la humanidad y habilidad para quitar quemaduras? También hay otras preguntas, claro, pero la colonia que usa o si está dispuesta a llegar a otra clase de límites no es algo para discutir de momento... ¿O tal vez sí? Quién sabe.
-¿Vamos, señorita?- dije, tendiendo la mano a la dama, esperando que la cogiera para ir hasta la cocinas a solucionar el error de uno de esos ineptos.
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La chica salió a la terraza del local, donde se entretuvo observando como la gente iba de un lado a otro, mientras esperaba a que el hombre que había salido corriendo a la tintorería, regresase y el señor...¿O sería mejor llamarle señorito? Al fin y al cabo, seguramente ella fuera algo mayor. "Dejemoslo en llamarle joven Prince." Se dijo a sí misma mientras pasaba las puntas de sus dedos por la barandilla de madera lacada, la cual parecía carecer de polvo alguno, ni una mota. -Me pregunto que tipo de ideas se pasan por su mente.- Se dijo a sí misma, antes de sentarse en un banco que parecía situado ahí de forma estratégica. Tal vez usaran la terraza para servir a sus clientes al aire libre en días calurosos. La chica apoyó la cabeza sobre la baranda y se puso a fantasear, imaginando las distintas posibilidades: Si era, como ella esperaba, un humano con su mentalidad, quizá pudieran ayudarse mutuamente. La chica de cabellos claros podía ver un gran potencial en el chico. Sin embargo, siempre cabía la posibilidad de que el no pensara de la misma manera, por mucho que pareciera opinar de la misma forma. " ¡Tengo que hacerle muchas preguntas! Espero que no le moleste pasarse la mayor parte del baile conmigo". Pensó al tiempo que una sonrisa traviesa se dibujaba en su rostro, ahora aún más infantil que antes.
-Tal vez el joven Prince se sorprenda viendome así. Quiero ver su cara, será divertido..jeje.- Comentó la, ahora pequeña, Mihaela, quien aparentaba tener unos diez años. Lo único malo era que su ropa en esa forma le quedaba algo grande. La niña frunció el ceño. -Cuando vuelva a la isla tendré que investigar como hacer que mi ropa también cambie de forma.- Añadió, observando el escote de su vestido. Había un espacio considerable. Y luego algunas mujeres se quejan de no tener suficiente pecho. "Tal vez pueda ir con un mono o algo más ajustado la próxima vez." Pensó, antes de girar la cabeza, alertada por el sonido de las campanitas que colgaban de la puerta. Alguien acababa de entrar corriendo al local.
No pasó mucho antes de que su acompañante saliera por el mismo sitio. "Así que había sido eso". Pensó antes de responder: -Claro, vayamos.- Sin levantarse, para que el chico se fijara en el cambio. Una vez lo hiciera, ya volvería a su apariencia normal y se incorporaría.
-Tal vez el joven Prince se sorprenda viendome así. Quiero ver su cara, será divertido..jeje.- Comentó la, ahora pequeña, Mihaela, quien aparentaba tener unos diez años. Lo único malo era que su ropa en esa forma le quedaba algo grande. La niña frunció el ceño. -Cuando vuelva a la isla tendré que investigar como hacer que mi ropa también cambie de forma.- Añadió, observando el escote de su vestido. Había un espacio considerable. Y luego algunas mujeres se quejan de no tener suficiente pecho. "Tal vez pueda ir con un mono o algo más ajustado la próxima vez." Pensó, antes de girar la cabeza, alertada por el sonido de las campanitas que colgaban de la puerta. Alguien acababa de entrar corriendo al local.
No pasó mucho antes de que su acompañante saliera por el mismo sitio. "Así que había sido eso". Pensó antes de responder: -Claro, vayamos.- Sin levantarse, para que el chico se fijara en el cambio. Una vez lo hiciera, ya volvería a su apariencia normal y se incorporaría.
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- |Privado|Pasado| ¿Quién eres tú y por qué eres tan raro? |Ragnar & Kuroi|
- Humano y tritón una alianza de razas diferentes (pasado)(privado) (Kaiser y whitedog)
- [Privado - Genji S., Ker'Shar & Éinkil] Dos náufragos, un humano con complejo de gallina, una banda de delincuentes y tres agentes de paisano. Disturbios en el nuevo Baratie.
- Una fiesta... peculiar [Privado Aki - Yarmin] [+18, +24, +33, +666]
- Una amable reunión [Privado Yarmin - Aki]
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