El infierno es de color rosa. [Kyofu - Castor Troy]

Nokotori se hallaba en un barco de alquiler en mitad del mar del paraíso. Miraba al frente mientras divisaba una isla muy peculiar al fondo. Tenía un aspecto similar al de varios corazones y su color era rosa. El espadachín desconcertado miraba a la isla, era un color muy raro. Bajó la mirada y en sus manos portaba un papel que estaba escrito. Aquella carta le llegó a Madara hace casi tres y se la pasó al moreno. Cuando se la dio, el espadachín pudo ver como el Shichibukai casi vomita y tenía la cara de color verde. No dijo mucho al respecto y dejó que el moreno leyese aquel papel.

Dicha carta decía que Kyofu realizase un rescate en aquella isla. Nokotori no le haría caso a algo así debido a cómo es, pero había una recompensa bastante jugosa. No sabía exactamente por qué su líder no venía con ellos ya que no le explicó qué era aquella isla. Solo se limitó a irse medio mareado. El moreno pensaba que esa isla sería sumamente peligrosa ya que Madara no quería ir. Aun así la recompensa seguramente valía el esfuerzo. No obstante pidió ayuda a sus compañeros para no ir solo. Si iba solo a una isla tan peligrosa probablemente no saldría de ahí. La carta era algo rara, decía que al señor que pedía el rescate estaba siendo apuntado por sables. Aquellas personas entonces estarían armadas. El nombre de la persona que mandó la carta era Castor Troy, un nombre bastante singular.

El viento mecía el pelo de Nokotori y se guardó la carta en el bolsillo. Pronto iban a llegar a la isla y tenían que prepararse para lo peor. Se dirigió hacia el timón donde se encontraba Jhon manejando el barco. Jhon, estamos llegando ya. Tenemos que estar preparados al parecer esa isla es jodidamente peligrosa y están armados.- Una vez dicho esto fue en busca de Ragerok que estaba por lo visto dentro del barco. Abrió la puerta y entró, pasó por el pasillo y sin llamar abrió la puerta de golpe. -Oye, que ya estamos llegado. Prepárate.-

Salió tranquilamente a cubierta y volvió a mirar a la isla. Quedaban escasos minutos para poder llegar a aquella isla. El moreno ya estaba preparado, como siempre. Iba con dos espadas en la cadera en la zona derecha y otra en la zona izquierda. Ésta vez iba más preparado de lo normal por el supuesto riesgo. Llevaba unas botas que llegaban casi a la rodilla, unos pantalones negros con bastantes bolsillos muy resistentes y una camiseta de tirantes negra. Recogió su pelo atándose una bandana de color blanco en la frente para que el pelo no molestase. Ya estaba listo. Esos veinticinco millones no iban a escapar. Había adquirido algo en concreto de su líder, Madara. El gusto por el dinero, pasar de la pobreza a estar sobrado económicamente le gustó muchísimo. Ahora siempre que podía intentaba sacar dinero por la mayoría de sus trabajos.

Ragerok se encontraba en uno de los camarotes, tirado en el suelo, pensando en que podía escribir para sacarse un dinerillo. De vez en cuando publicaba en algunas revistas y siempre sacaba algo de pasta para algún caprichito, aunque ahora no era tiempo de pensar en eso pues se encontraban de camino a una misión de rescate.

El chico se levantó y comenzó a hacer ejercicio para calentar y despejarse un poco antes de comenzar su trabajo, por lo que se puso a hacer flexiones con su única mano, algo que le costaba bastante. Una. Dos. Tre... De repente la puerta se abrió rápidamente, golpeando al chico en la cabeza, mientras escuchaba la voz de Noko decirle que ya estaban llegando y que se preparase. El joven se desequilibró y se golpeó de cara contra el suelo. En ese momento se acordó de San Pedro y toda la corte celestial. Se levantó, pero el espadachín ya no estaba. Cogió sus armas, se puso la ropa, y se echó un último vistazo en el espejo. Se tapó la cara con el pañuelo y la capucha, además tapó su ojo dañado con un mechón de pelo. Así estaba bien. Salió al pasillo y corrió hacia cubierta, saltando un poco por las paredes, creyéndose un maestro del parkour.

Al salir se puso a la izquierda del espadachín, que estaba preparándose, y tenía una mirada bastante seria. Parecía que aquel trabajo iba a necesitar un esfuerzo importante. El chico comprobó que llevaba todas sus pertenencias encima, y sacó un regaliz verde que partió en tres pedazos, ofreciendo a sus compañeros. Después de esto el chico suspiró. No sabía si un trabajo que parecía complejo iba a ser lugar para un medio tullido. De repente una voz sonó dentro de su cabeza.

-No es momento de sentir pena por ti mismo. Actúa y calla. Sé un buen asesino, joder.

Qui Gon se encontraba manejando un barco de camino a una isla desconocida para él hasta la fecha. Seguían un encargo que había llegado en carta a la base de Kyofu, la recompensa eran veinticinco millones y esto hizo que el castaño se decidiera a asistir sin pensárselo dos veces y sin preguntar nada más. El dinero era el dinero.

Ya estaban llegando a la isla y Nokoyuri no paraba de andar por la cubierta. Parecía ansioso por empezar aquella misión. Se acercó al fornido y le dijo que había que estar preparados ya que esa isla parecía jodidamente peligrosa y estaban armados. Esto hizo que el luchador suspirara. “Otra vez los típicos capullos con sus armas… Si todos se diesen de hostias con los puños como yo esto sería algo más llevadero, hace tiempo que no disfruto de una buena pelea cuerpo a cuerpo.” pensó. Nokoyuri fue a los camarotes al parecer a avisar a Ragemoko, que también iba con ellos. En cuanto se metió dentro, el luchador revisó que llevase los guantes Urano que le había dado Madara y así era. Esto hizo que soltase un suspiro de alivio puesto que creía que se los había dejado en la base con las prisas. Una pequeña brisa comenzó a levantarse acelerando la marcha del barco. Iban a llegar antes de lo previsto a la isla así que en unos minutos ya estarían en tierra buscando al hombre al que debían rescatar. Al poco tiempo salió el asesino y le ofreció un pedazo de regaliz a cada uno. Qui Gon cogió su pedazo y se lo agradeció al chico. Se lo metió entero en la boca y se puso a masticarlo con fuerza. Él también estaba ansioso por llegar a aquella isla y completar la misión. Quería ese dinero y pensaba donar una parte de lo que le tocase a la caja común de la banda. Pasaron unos minutos y ya llegaron a tierra. Qui Gon echó el ancla y se preparó para desembarcar.

- Chicos… Ya hemos llegado.

La habitación disponía de un color rosado por dentro. Había una enorme cama con dibujos de lenguas llenas de pelos. Las estanterías poseían libros de posturas extrañas relacionadas con el placer masculino. En lo alto de una mesita podía verse un artilugio para mandar cartas y era lo que le había salvado la vida a aquel hombre. El destino podía ser muy cruel y la misión que había recibido el asesino era una locura para él. “Visitar un prostíbulo y ver si todo está en orden” le dijeron. Cualquier idiota se negaría a algo tan maravillo como aquello. Sin duda aquella persona había aceptado el primero y además de su cartera cogió sus armas por si debía ponerse serio con los liantes. Ante todo debía cumplir méritos a ojos de su querido gobierno para llegar a lo más alto.

Este hombre se llamaba Castor Troy. Un tipo de un metro ochenta más o menos. Escaso pelo castaño con entradas y ojos azules. Tenía un cuerpo delgado pero bien entrenado para responder a lo que hiciese falta. En ese momento llevaba puesto su traje, su camisa blanca y su corbata negra. Era su uniforme de agente del CP8. En su cintura poseía dos fundas y en la rodilla otra un poco más grande. En un bolsillo interno su puñal de kairouseki y por las mangas más cuchillos escondidos. En sus pies se hallaban unos zapatos de buena marca y en su bolsillo derecho unos calmantes. En el izquierdo su tabaco junto al mechero plateado. No era una mala ropa para ir a sitios así pero él no pensaba tener que usarla hasta que estuvo en el interior. Cuando vio a aquellas terribles fieras mirarle con ojos viciosos tuvo que huir hacia arriba. Entró en la primera habitación que pudo y cerró con el pestillo. Tuvo mala suerte pues no había ventanas por las que escapar y los muros eran muy gruesos. Ni si quiera su rankyaku podía cortarlo y eso era malo para él.

Se hallaba sentado en el suelo con la espalda pegada a la pared y teniendo de frente la puerta por donde se escuchaban risas lascivas. A su lado había una lata de atún abierta vacía. Su botella de agua estaba por debajo de la mitad y su mirada totalmente perdida. – Voy a morir violado… – Susurró en un tono enfermizo mientras acariciaba despacio el mango de una de sus pistolas. Encima desde hacía ya muchas horas su pequeño socio no se había puesto firme. Pensaba que había muerto y todo. – Bruce… perdóname por no llevarte ante mujeres jugosas… – Dijo en un estado de locura mientras sonreía de lado. Esperaba que los mercenarios de Kyofu aceptaran su petición y fueran a por él pues no se atrevía a salir solo de aquel jodido infierno. Parecían humanos pero eran demonios.

A su mente llegaron los recuerdos de aquellas barbas rosadas y aquellos labios azules. Los coloretes exagerados y los pelos en los pezones. Era una escena terrible que había tenido que soportar. Sin embargo lo peor fue cuando miró de cintura para abajo y vio aquella cosa bajo la ropa interior femenina. – Joder… – Lentamente movió la mano hasta el bolsillo sacando el paquete de cigarros. Cuando metió sus dedos en el interior notó que solo le quedaba uno. Frunció el ceño un poco y lo tomó con cuidado al mismo tiempo que se relamía. Lo puso en su boca y con el mechero lo encendió despacio. Soltó una enorme calada mientras recordaba su niñez ¿Iba a morir allí?

Por fin habían llegado a aquella isla. Jhon echó el ancla y el barco quedó en el muelle de aquella isla. El moreno de un salto bajó del navío, no acostumbraba a usar la rampa del propio barco. Una vez en tierra pudo ver que absolutamente todo es de color de rosa. A Nokotori no le hacía especial gracia aquel color pero algo le daba mala espina. La isla estaba perfumada y de un olor bastante fuerte. Olía a mujer. Tocó el suelo para comprobar que no era pintura y observó que era el color natural. Sin duda aquella isla le intrigaba.

Esperó a que sus compañeros también bajasen para ponerse en marcha juntos. Una vez que lo hicieron siguieron un sendero que llevaba a un pueblo. Tanto rosa estaba molestando al moreno. Veía de vez en cuando a varios animales, curiosamente con pelucas de colores. Parecían todas hembras. Nokotori andaba con las manos apoyadas en sus espadas para poder tenerlas a mano, estaba totalmente en alerta. No quería fastidiar la misión y no llevarse los veinticinco millones. Llevaban media hora caminando por aquel sendero y las indicaciones se hacían más claras y… grotescas. Cada señal sugería algo pervertido y el moreno por cada señal fruncía el ceño más aún.

-¿Qué diablos es esto? ¿Una puta broma?- Nokotori se estaba enfadando mucho. Pensaba que el que mandó la carta le estaba tomando el pelo. No obstante decidió seguir para zanjar aquel asunto. Llegaron al pueblo por fin, las casas eran algo raras y como no, también de color rosa. Según la carta Castor estaba en un hotel llamado “La Zanahoria Caliente”. El edificio se veía desde lejos puesto que era bastante alto y tenía forma de una zanahoria bastante extraña y asemejada a un miembro viril. Un escalofrío le recorrió por la espalda a ver aquello. -Como esto sea una broma pienso rebanar la cabeza de todo ser viviente de la isla.-

Una vez que llegaron al edificio el moreno dio una patada a la puerta bastante cabreado. La puerta se abrió de par en par y pudo ver como bastantes personas se encontraban en el vestíbulo del hotel. Al escuchar el sonido provocado por el espadachín al abrirse paso, todos se giraron a ver qué pasaba. La cara del moreno cambió drásticamente al ver tal escena.

Los tres mercenarios se dirigían al hotel que indicaban la misión. Aquella isla era rara de narices. Todo de color rosa y muchos animales hembra o altamente afeminados. Aquello hacía que Ragerok riese de vez en cuando en silencio, y como llevaba la cara tapada sus compañeros no podían verlo. A saber qué pensarían de él si lo viesen reírse en esa situación. Los carteles tenían indicaciones que no se sabía si indicaban un camino o una postura sexual. Aquel lugar te forzaba a no fijar nunca la vista en ningún lugar, porque en todos sitios había pequeños detalles que harían ruborizarse hasta al más pervertido.

Al llegar al pueblo, Ragerok se frenó, mirando con cara de asombro uno de los edificios. Aquel edificio enorme tenía forma claramente fálica, y eso lo desconcertó. ¿Dónde cojones estaban?¿Por qué en ese pueblo había un pene enorme por edificio?

-Eso es una polla. Eso es un puto pollón enorme con ventanitas y luces. ¿Qué mierda es este sitio?

El chico empezó a ponerse un poco más serio. Hasta el momento había tenido gracia, pero el tema de que en un pueblo se construyese eso...era algo más raro aún. ¿Qué clase de gente viviría ahí? Aquella misión empezaba a no gustarle. Cogió uno de los puñales y lo guardó hábilmente en la manga de su sudadera, por si necesitaba en algún momento sacarlo rápido. El tener solo una mano hacía que el manejo de la guadaña fuese dificultoso, algo que le molestaba bastante, pues prefería el uso de ésta. No era momento de pensar en eso. Poco a poco se acercaban al falo gigante, lo que hizo que se diese cuenta de que aquél era el destino de su misión. El tipo que pidió auxilio estaba ahí dentro, y empezaba a comprender el por qué de esa carta.

Nokotori abrió la puerta del hotel de una patada. Al hacer esto, Ragerok vio a un grupo numeroso de personas reunidas en aquel lugar, lo que le hizo retroceder un poco y ponerse tras sus compañeros. Un asesino atacaba mejor si conseguía ocultarse un poco, y parecía que aquello iba a acabar en pelea.

La isla era completamente rosa. El rosa era natural y no pintado y esto hizo que Qui Gon se estremeciese. Bajó a la bodega del barco en un santiamén y se puso una lona marrón a modo de capucha que le cubría por completo. Si sus sospechas eran ciertas la lona no iba a lograr mucho pero ayudarían bastante. Se puso los guantes Urano, bajó del barco y siguió a sus compañeros bastante cerca de ellos. A pesar de estar bastante tapado el luchador no paraba de mirar a todos lados y sobre todo a su espalda. Vio a los animales y sus pelos se pusieron de punta, tenía la piel de gallina y en su mente no paraba de decir “No puede ser… No puede ser…”

Siguieron caminando y pudieron observar el edificio en cuestión donde se encontraba el cliente que quería ser rescatado. Aquel edificio hizo que el fornido se quedase con la boca abierta y un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Las palabras de su mente cambiaron de “No puede ser” a un “¡Oh no!”. Sus sospechas parecían confirmarse, debido a su odio/miedo acérrimo hacia los okamas había escuchado historias sobre una lista plagada de estos. Okamas por todas partes con sus miembros viriles dando bandazos por doquier. Si ese sitio no lo era al menos tenía todas las papeletas. El pobre fornido solo quería completar la misión rápido y volver corriendo a la base.

Nokoyuri iba por delante y abrió la puerta del hotel de una patada. Dentro de la recepción había muchas personas las cuales se les quedaron mirando fijamente. Qui Gon abrió los ojos como platos, no podía creer que fuese verdad que estaban allí. “Me quiero ir de aquí, ¡ya! Pensó mientras gritaba a sus compañeros:

- ¿A DÓNDE COJONES ME HABÉIS HECHO VENIR?

El luchador se ajustó los guantes fuertemente y se preparó para lo peor. Instintivamente apretó el culo y no paraba de mirar hacia todos lados especialmente a su espalda, vigilando de cerca a aquellas… personas. “Este es el fin Qui Gon… La batalla final, es hora de enfrentarse a ellos y demostrar que has mejorado” se dijo a sí mismo mientras con cara de asustado y un leve temblor en los brazos se colocaba en posición para atacar.

Ya había pasado como una media hora y el último cigarro del pobre asesino se había acabado. No pudo evitar mostrar un rostro apenado para después sonreír de lado. Tres presencias fuertes comenzaron a acercarse al sitio. –   Parece que uno es poderoso con cojones. Supera mi nivel y todo. – Dijo ahora mientras suspiraba. Esperaba que no fuesen más de aquellas cosas. De todas formas él ya estaba planeando hacer una locura por el bien del planeta. Miró seriamente a la puerta y mostró una mirada sensual y a la vez un poco enfermiza. Justo entonces sacó su pistola dorada y colocó el cañón apuntando a su propia cabeza. En ese momento escuchó como un ruido que parecía ser algo cayéndose. Habían derribado la puerta en el piso de abajo y eso podía significar que esos cabrones tenían mucha fuerza o miembros impresionantes.

En ese momento el agente del gobierno empezó a reírse como un jodido loco para después abrir los ojos todo lo posible y gritar. –   ¡Estoy listo para el viaje! –  Apretó el gatillo volándose la tapa de los sesos y quedando allí sentado. Unos momentos pasaron hasta que el agujero empezó a regenerarse con un líquido plateado extraño que le formó de nuevo la cabeza. En ese momento el castaño soltó un enorme suspiro al ver que no se había suicidado como era debido. –   Qué putada… – Dijo ahora mientras contenía la risa y notaba como empezaban a forzar la puerta. Era el momento de la verdad y de repente el pestillo cedió. Tragó saliva sintiendo el miedo apoderarse de su cuerpo y se preparó para lo peor.

A la sala entraron tres hombres cubiertos hasta los ojos de maquillaje. El de en medio era rubio y era el que parecía el cabecilla. Vestía con una falda rosa y una camisa verde. Empezó a acercarse a él con una sonrisa lasciva y habló en un tono enfermizo. – Mmmm los tipos como tú me ponen mucho… – Los ojos del loco se abrieron como platos y en ese momento estiró su mano libre sacando de su chaqueta una jodida Uzi. Los tres okamas al ver esto dieron un paso atrás pero ya era demasiado tarde. –   ¡Qué os jodan a todos! ¡Qué os jodan! ¡Qué os jodan! – Empezó a gritar sin control al mismo tiempo que dejaba pulsado el gatillo. Una impresionante ráfaga de balas salió vomitada de aquella arma de fuego rápido. Los travestis trataron de salir echando chispas y dos de ellos se llevaron un par de tiros en los brazos y piernas. Pese a que habían abandonado la sala el pobre hombre continuaba disparando sin parar agujereando las paredes del local y aguantando las ganas de llorar. –   ¡Moriiiiiiiiid! – Gritaba entre disparo y disparo.

Aquel jodido ruido debía de escucharse por todo el maldito local. De repente escuchó el sonido seco de haberse quedado sin balas y rápidamente cambió de cargador, se mantuvo allí sentado apuntando a la puerta. Su mirada mostraba que estaba a punto de estallar y volver a llenar todo de plomo. Los tres travestis se habían ido a curarse entre chillidos y aterrorizados. Ahora con la puerta abierta había más peligro.  –   ¡No vais a tocar mi culo, hijos de puta! – Jadeó mientras decía aquello y trataba de relajarse pues aquello era el mismísimo infierno.

Justo cuando entraron los tres se pudo escuchar un enorme estruendo proveniente de arriba. El moreno miró hacia arriba extrañado para luego volver la mirada al conjunto de personas que los observaban. A simple vista y, echando un vistazo MUY rápido, parecían mujeres algo corpulentas. Observándolos mejor se podía ver perfectamente lo que eran. Eran en total cinco personas. Dos morenas, dos rubias y una peliverde, o eso pensó Nokotori. Cuando se fijó detenidamente en quienes eran la cara del espadachín parecía ser un cuadro de Picasso. Eran travestis. Curiosamente todos tenían un vestido, se le podían ver perfectamente las piernas peludas y mal depiladas. Ni siquiera se habían tomado la molestia de haberse afeitado los cabrones. Los brazos de asquerosos invertidos estaban cubiertos también de pelo y la escena que dejaban a la vista era grotesca.

El fornido estaba cabreado al igual que el moreno. Al parecer a Jhon no le gustaban demasiado los travestis. Bueno, ¿a quién sí? Los cinco sonrieron de forma siniestra al ver al trío frente a ellos. Se lanzaron a por ellos sin avisar mientras reían salvajemente. -Uuhhh sangre fresca, seguro que quieren ponerse unos vestiditos monísimos con nosotras jujuju.- La risa de aquellos seres inmundos se le metía al espadachín por el oído y le daba dolor de cabeza. Desenvainó rápidamente su espada de color morado y acabó partiendo por la mitad a uno de ellos. La mitad superior acabó cayendo al suelo creando un golpe bastante seco. Los demás no se inmutaron siquiera de la pérdida de su compañero, estaban absortos con la idea de ponerle a los tres un vestido suyo. Al moreno le recorrió un escalofrío por la espalda y se estremeció al pensar en aquella escena. Quería evitarla a toda costa.

Nokotori de un grito se lanzó sobre aquellos cuatro y propinó un puñetazo en toda la cara a uno de ellos que cayó al suelo rápidamente. Se alejó de esas personas todo lo rápido que pudo y al que había golpeado se levantó nuevamente. El espadachín frunció el ceño más aún. Aquellas personas parecían unos enclenques pero eran bastante robustos. Sin duda eran las personas que tenían secuestrado al hombre que mandó la carta a Madara.

Pasaron varios segundos y observó como un grupo de travestis bajaban por las escaleras que estaban situadas a la derecha. Estaban heridos gravemente y gritaban de dolor con un chillido bastante estruendoso e irritante. Parecía que no hacían más que salir más y más de aquellos personajes. Por lo visto las heridas que tenían habían sido provocadas recientemente. Probablemente del estruendo que había escuchado anteriormente. Se escuchó bastante cerca por lo que el moreno pensó que se trataría de Castor intentando defenderse de aquellas bestias.

Nokotori se enfadó más aún ya que los que habían bajado ignoraron sus heridas y se fijaron también en él y su grupo. Curiosamente lo miraban casi todos a él. El cabreo del espadachín era tal que se tuvo que poner muy serio. Es cierto que estaban armados, ahora lo entendió todo. Desenfundó otra de sus espadas quedando en pose de combate. -Pienso aniquilaros a todos.-

La pelea por fin comenzaba. El asesino se disponía junto a sus compañeros contra un gran grupo de...¿travestis? Ragerok pensó que aquella situación se volvía cada vez más estúpida. Aquellos hombres vestidos con prendas de mujer querían volver al trío de mercenarios parte de su especie de secta travelo. El chico no tenía nada en contra de que esa gente fuese como era, pero que él lo dejasen tranquilo. No estaba dispuesto a ponerse un vestido, no al menos sin haber bebido antes lo suficiente.

Uno de aquellos tipos se lanzó a por ellos, pero Noko acabó con él de un tajo. Eso pareció no importar al resto. De repente se escuchó una ráfaga de disparos, tras la cual aparecieron 3 más por las escaleras. Aquel combate se volvía cada vez más extraño, pero también más peligroso. El chico pensó en los disparos. Podían provenir de la habitación de su objetivo. Necesitaban rescatarlo sano y salvo, por lo que alguien debía cerciorarse de que aquel tío estuviese bien.

El chico miró a sus compañeros y luego miró al grupo de okamas. Iba a arriesgarse demasiado, pero no había alternativa. Ragerok se agachó un poco, poniéndose en posición de salida, y se dirigió a sus compañeros.

-Joder...esos disparos podrían venir de la habitación de nuestro objetivo. Yo tengo más facilidad para moverme entre la gente y demás. Voy a subir y ver que aquel tipo no esté muerto. Necesito que me cubráis un poco.

Tras esto el chico esperó unos segundos. Le hiciesen caso o no sus compañeros, el chico haría un gesto de morder el aire. (Manual Kuchiyose) Tras esto, un perro-lobo aparecería frente a ellos y correría en dirección a la escalera, por si alguien se metía en el camino, golpearlo con energía vibratoria. El asesino salió corriendo tras él. Uno de aquellos tipos intentó meterse en medio, pero el animal lo golpeó directo en el pecho, dejándolo tirado en el suelo. El asesino hizo un último sprint y subió rápidamente las escaleras.

Cuando llegó a la puerta indicada vio que estaba toda llena de agujeros, así que decidió ser cuidadoso. Se apartó de ésta y gritó.

-¿Castor? ¿Estás ahí? Soy uno de los hombres de Madara. ¿Puedo entrar? Ya estamos aquí para ayudarte.

Si el tipo accedía, Ragerok entraría.

La situación era crítica, Nokoyuri ya había partido a uno de ellos por la mitad y dado un puñetazo a otro de ellos el cual se levantó rápidamente. Ragemoko corrió raudo a comprobar que el cliente estaba a salvo ya que se escucharon disparos provenientes del piso de arriba, se abrió paso entre ellos diciendo a sus compañeros que le cubrieran. Aquellos travestis querían ponerle vestidos al grupo de tres y quien sabe qué otras cosas pervertidas estaban pensando en hacer con ellos. Esto hizo que Qui Gon vomitara dejando el suelo hecho un cristo. Se limpió rápidamente para ver que uno de ellos se abalanzó rápidamente sobre él. El castaño lo agarró fuertemente de los brazos parándolo en seco, aquellos tipos eran bastante fuertes y al luchador le costaba un poco forcejear con ellos. Aquel hombre con la cara mal afeitada acercó su cara tratando de darle un beso al fornido a lo que agachó la cabeza y le dio un cabezazo en los labios reventándoselos. - ¡Aaaaaaaaah! ¡Qué puto asco, me ha llenado de babas! El castaño le dio una patada en el estómago y después un rodillazo en la cara seguido de un puñetazo con todas sus fuerzas en el abdomen produciendo una fuerte explosión que hizo que aquel tipo saliera volando estampándose contra la pared con los ojos en blanco.

- ¡RAGE! ¡CASTOR! RÁPIDO O YO ME LARGO DE AQUÍ Y OS FOLLAN ESTOS MALDITOS CABRONES EL CULO.

El resto de travestis seguían acercándose con mirada lujuriosa y para colmo los de las escaleras también venían a por ellos. El fornido pensaba esperar unos cinco minutos como máximo o saldría de ese lugar sin ellos. Aquel era el mismísimo infierno para el pobre luchador y a pesar de ser de mente calmada, fría y calculadora; esa situación le estaba poniendo de los nervios.

Castor se hallaba con una mirada seria allí echado. Continuaba apuntando con sus armas a la puerta y dispararía a cualquier cosa que entrase. La idea de que más de aquellos seres entrasen a por él le resultaba tenebrosa. No le quedaban latas de atún para seguir sobreviviendo y de repente escuchó bastantes ruidos en la zona de abajo. En ese momento su haki de observación le dijo que había una persona tras la puerta. Quizás la menos poderosa de las otras tres, dos estaban muy parejas. Apuntó con una sonrisa ladeada mientras segregaba saliva despacio y después la movía en su boca como símbolo de la locura que le estaba dando. Pensaba volarlo a tiros en cuanto asomase un ojo.

En ese momento escuchó sus palabras. Al parecer era uno de los mercenarios. Los ojos del asesino se llenaron de lágrimas debido a la felicidad que estaba sintiendo en ese momento. Podía ponerse a bailar en cualquier momento. – ¡Puedes entrar! – Era el día de la salvación. El castaño se esperaba un tipo alto y poderoso. Un espadachín de primera o un devastador con armadura de oro. Quizás venía el propio líder mostrando un aspecto impresionante. No descartaba que fuese un hombre de quemaduras y cicatrices de guerra, hecho un héroe. Estaba realmente emocionado con uno de sus salvadores cuando el chico atravesó la puerta. – ¡Tócate los cojones! ¿Quién coño me envía a un niño? Vaya mierda mercenarios. – Dijo de repente con ganas de llorar. No era su héroe legendario. De todas formas él ya estaba a punto de salir, habían tardado la de Dios pero una promesa era una promesa.

El loco se puso en pie y pasó por al lado de aquel mercenario. Empezó a dar tiros con su arma de ráfaga a todos los travestis que veía. Cuando por fin había salido del pasillo del segundo piso pudo ver un espectáculo horrible en la entrada. Pero había otros dos hombres. El de la presencia chunga era un chico moreno con espadas. El otro parecía un luchador alto y fornido. – Coño, ahora sí, benditos mercenarios. – Escuchó el grito del musculoso diciendo que se dieran prisa y el asesino saltó al piso de abajo partiéndose las piernas en el acto. Notó como caía al suelo y su frente estuvo a centímetros en caer en un charco de vómito. – ¡Puaj! ¡Su puta madre! – Dijo mirando aquella cosa pese a no tener piernas. Era una escena macabra pero en ese momento un líquido plateado le recorrió las piernas. Se le regeneraron como si nada hubiese pasado nunca y se puso en pie. El castaño se puso frente al fornido y al espadachín mientras les mostraba una sonrisa cachonda y llena de felicidad. – Mis putos héroes. Os daré la recompensa en cuanto salgamos de esta jodida isla. – Dijo ahora mirándoles. La cosa es que tenía huevos que dos fueran “mayores” por así decirlo y el otro un chico que aparentaba quince años. Al menos para el asesino.

En ese momento el espía notó cómo una enorme cosa tapaba la entrada. Era un semigigante Okama ¿Dónde cojones se había visto algo así? Era enorme y media tres metros y medio. Tenía el cabello rapado al dos y era rubio. Sus ojos eran azules y tenía un portentoso bigote. No llevaba camiseta y portaba una fusta negra. En el brazo un tatuaje de un rinoceronte rosa. – De aquí no sale nadie. Yo soy la madán de este sitio. Os voy a azotar para que seáis buenos chicos. Venga fuera esa ropa. – Castor vio que todo estaba llenándose de pervertidos por todos lados. En ese momento soltó un grito de ira mirando a aquella cosa. – ¡Rankyaku! – Pegó una patada al aire formando una onda cortante verde que salió despedida contra aquel tipo. Le hizo una herida media en la pierna y después empezó a disparar con su arma de fuego a los demás okamas. – ¡Wooooo! ¡Yo soy Castor Troy! ¡Sí! ¡Wooooooooo! – Los gritos del agente del CP8 eran impresionantes e incluso los travestis se acojonaban al escucharlos.

Nokotori vio como Ragerok traía a un sujeto con él. Dicho hombre era Castor Troy, la persona que mandó la carta de rescate que los llevó a aquella isla del diablo travesti. Por lo visto aquel hombre estaba algo decepcionado al ver a Ragerok y cuando vio al fornido y al espadachín se alegró de sobremanera. Cuando Castor se acercó al moreno éste dijo que estaba deseando salir de una vez de aquella isla y era normal, todos querían salir ya de aquel infierno de color rosa.

Justo cuando Nokotori se dio la vuelta para salir se dio cuenta de que un enorme mastodonte tapaba la única forma de escape. Observó a aquel tipo y además de lo grotesco que parecía pudo notar como un enorme bulto sobresalía de su entrepierna. La cara del moreno cambió drásticamente y miró a sus compañeros. -Nos van a petar a todos como nos dejemos…- Vio como Castor actuaba rápidamente y se liaba a tiros contra aquel tipo. No obstante no le pudo hacer mucho puesto que la masa muscular y de grasa de aquel leviatán era demasiado gruesa.

El espadachín se lanzó corriendo hacia el tipo del bigote. Una vez que se puso cerca del gigante dio varios estocadas con la mano izquierda y con la mano derecha intentó cortar el brazo derecho. Las estocadas las recibió de lleno pero el tacto de aquel tipo al ser cortado era diferente al de cualquier persona. El travesti gritó de dolor cuando notó las estocadas en su abdomen. No obstante aquel tipo no cayó debido a los ataques. Respecto la herida del brazo, no logró cortarlo del todo. De nuevo notó que el tacto del corte en el brazo tenía un tacto raro. Unas chispas salieron del corte producido del corte de Nokotori. Se trataba de un ciborg.

Nokotori cayó en la cuenta que era un tipo modificado científicamente. Probablemente aquel bicho iba a ser difícil de tumbar puesto a su resistencia. Por suerte el moreno pudo atravesar el cuerpo de aquella máquina. El moreno salió corriendo hacia atrás esperando a que aquella bestia atacase. Abrió la boca de manera que se desencajó, a continuación un montón de luces empezaron a meterse dentro de la boca. El travesti inclinó todo el cuerpo y lanzó un potente rayo abarcando a todo el grupo de mercenarios y a Castor. Nokotori se tiró al suelo rodando para escapar de aquel tipo y no recibir demasiado daño. No obstante recibió un impacto de refilón en el muslo haciendo una quemadura algo grave. -Puta máquina marica del puto diablo. Joder como duele esta mierda. Cuidado con aquel travelo mecánico.-

Una vez dicho aquello se puso de pie apoyándose con sus espadas.

Ragerok bajó corriendo con el tipo que había pedido ayuda a los mercenarios. Ese hombre parecía estar disgustado con la presencia del chico. Si no quería ayuda de ese chicho que se hubiese ido solo sin más. Aquel hombre disparaba a todos los que se encontraba, ahorrándole esfuerzo al asesino. No sabía por qué se preocupaba de él, si solo se las apañaba. Al llegar abajo, se encontraron a los compañeros de Kyofu matando a los tipos que los habían atacado.


Parecía que la situación estaba controlada. Noko y Qui eran dos tipos fuertes con narices, y no parecía que aquellos travestis les estuviesen dando demasiados problemas. Por fin estaban todos juntos, y podían salir corriendo de aquel sitio. Era estúpido seguir en aquel lugar que parecía sacado de la pesadilla de un homófobo. El grupo se dirigió hacia la puerta cuando algo los detuvo. Un hombre que ocupaba toda la puerta les cortaba el paso. Debía de ser un semigigante por su tamaño. Aquel tipo acojonaba mucho. Parecía sacado de una revista de moda militar, y aparentaba ser muy fuerte.


Ragerok se quedó esperando a que sus compañeros atacasen, para tras esto lanzarse. Pero algo ocurría, los ataques no hacían demasiado daño a aquel tipo. Y cuando un corte de Noko hizo saltar chispas, el asesino se dio cuenta de que aquel tipo tenía modificaciones biónicas, por lo que iba a costar más de lo que esperaban derrotarlo.


Cuando Ragerok se iba a lanzar a atacar, aquel tipo lanzó un rayo enorme por la boca, algo que pilló un tanto desprevenido al chico. Se lanzó hacia un lado, esquivando parte de ese rayo, pero lo que le impactó le causó una herida media en el costado que le hizo soltar un quejido de dolor.

Puso su mano en la herida, mientras ésta se cerraba poco a poco, quedándose en una más leve. (Manual Micaiah) El chico agarró su guadaña, apretando los dientes, lanzándose contra el rubio. Apoyándose en una de las mesas que había en la escena del combate, saltó para lanzarse contra el cuello del tipo, intentando cortarle la cabeza girando apoyando la hoja en su cuello. El chico no consiguió su objetivo, pero al menos consiguió hacerle un corte importante, aunque estaba un poco expuesto, y mientras con una mano se tocaba la herida del cuello, con la otra lanzó al chico por los aires de un golpe.

Ragerok se incorporó tras el golpe. Escupió algo de sangre, y se puso de nuevo en posición de ataque, mientras esperaba a ver que hacían sus compañeros.

Por fin habían bajado aquellos dos, Castor les daba las gracias como si los considerase dioses. Normal, estando donde estaba y rodeado de tantos okamas cualquiera estaría acojonado. Estaban a punto de huir cuando un enorme ser obstruyó la puerta. Castor, Nokoyuri y Ragemoko efectuaron sus ataques, al parecer aquel enemigos no era humano, o al menos no completamente. Chispas y partes metálicas salían de aquel tipo enorme. El luchador ya estaba empezando a sentir claustrofobia debido a la cantidad de okamas por metro cuadrado que había en la sala. Sus ojos se movían como locos y miraban hacia todos lados como si tratase de buscar otra salida. Entonces su mente le dijo que tenía que ir con todo. Se agachó concentrando toda su energía para atacar pero aquel tipo desencajó su mandíbula y concentraba luz en su boca. Qui Gon saltó hacia un lado soltando la energía que estaba acumulando para atacar esquivando el rayo de aquel ciborg pero no pudo evitar comerse la pared lo cual hizo que se le inflamara la mitad izquierda de la cara.

Sacudió su cabeza, volvió a agachase en la misma postura que toman los corredores para salir a correr y salió corriendo hacia el okama gigante, dio un salto con sus dos puños por delante en dirección a su pecho pero el impulso no fue el suficiente y acabó impactándole con toda su fuerza e impulso en todo el paquete. “Soul of Doom” dijo el luchador mientras activaba el poder de sus guantes Urano. Miles de corte surgieron del miembro viril de aquel ciborg que tras el golpe explotaron cayendo aquel tipo de bruces al suelo. Qui Gon salió disparado por el impulso y retroceso de la explosión estampándose contra la pared de atrás y llevándose un golpe en la espalda bastante fuerte que hizo que le crujiesen un par de huesos.

Cayó al suelo y se levantó poco a poco apoyándose sobre su rodilla y mirando hacia la salida con un ojo guiñado.

- Vámonos de aquí, ¡YA!

Se puso totalmente en pie y salió corriendo de la sala pasando por encima de un amasijo de metal, carne y piel que había dejado aquel hombre. Qui Gon estaba decidido a huir de allí con o sin sus compañeros. Iba cojeando un poco y colocaba su brazo izquierdo sobre su costillar derecho, al parecer se había hecho daño al golpearse contra la pared.

- Bueno Castor, ve preparando esos 25 millones de berries porque ya van empezando a no valer lo que estamos haciendo. Juro no volver a pisar esta isla nunca mientras sea consciente.

La cosa estaba mejorando bastante pues el asesino no tenía que luchar solo en aquella jodida isla de enfermos. No entendía como aquellas cosas deseaban cosas tan raras como penes ajenos. Encima el pedazo de morsa fue atacada por los demás mercenarios. – ¡Eliminad a esa foca! – No entendía cómo el diablo con maquillaje podía aguantar tanto pero que fuera un enorme semigigante era una opción. Por si fuera poco tenía partes biónicas. Realmente era un tipo muy pesado. La situación continuaba fuera de control y las balas empezaban a gastársele con tanto idiota muerto. Por lo menos tenía su precioso puñal de kairouseki el cual nunca le iba a dar a nadie. Lo amaba demasiado y cortar sujetadores con él era una de sus nuevas fantasías.


Aquel enorme monstruo abrió la boca empezando a cargar un ataque de nivel alto. De hecho el propio asesino pudo predecirlo dos segundos antes del lanzamiento y simplemente activó el soru para después saltar a un lado. – ¡Jódete cabrón! – Gritó empezando a reírse tras haber evadido el ataque para después darse cuenta de que le faltaba el brazo izquierdo. Enseguida lo regeneró como si la cosa no fuese con él y sonrió de lado. Tras haber realizado aquellos tipos sus ataques, escuchó como el fornido hablaba. Le había nombrado lo de los millones y por ello soltó una leve carcajada.


Por fin estaban fuera pues el castaño no iba a quedarse mucho tiempo allí. En ese momento metió la mano en su chaqueta sacando un sobre y dándoselo al musculoso. – ¡Aquí tienes tu dinero, perra! – Mencionó al mismo tiempo que continuaba corriendo intentando salir de allí lo más rápido posible. No esperaba que aquellos tipos fuesen tan buenos, al menos había visto el estilo de dos de ellos. El fornido peleaba bien y el espadachín parecía demasiado peligroso. Al pequeño chibi-chan no lo había visto mucho pues estaba más ocupado salvándose el culo así mismo.

En ese momento dejó de pensar en aquellas cosas y pegó un salto. En pleno aire pateó éste con fuerza y comenzó elevarse mediante el geppou. Ahora estaba a unos diez metros del suelo y comenzaba a reírse dirigiéndose a su pequeña lancha, la cual tenía escondida en un lado de la playa. Había mucha maleza tapándola e iba a tardar un poco en meterla en el agua pero le bastaba. En ese momento sacó su den den mushi comenzando a hablar con sus superiores. – ¡Señor estoy vivo! ¡Me han salvado dos tipos muy épicos! – Dicho aquello escuchó la contestación de su jefe y frunció el ceño. – ¿No sabíais que había sido secuestrado? ¡Qué os jodan, cabrones! ¡Espero que os metan un dedo en el culo! – Dicho eso continuó dirigiéndose hacia la playa.

Aquel hombre estaba malditamente loco. Jhon preguntó por el dinero y Castor acabó lanzando un sobre hacia el luchador. Como habían salido corriendo de aquel lugar esperaba que éste fuese ágil y agarrase el dinero rápidamente. No tenía demasiada intención de quedarse un rato más y tener que darse la vuelta para recoger el dinero con todo ese puñado de travestis violadores. Nokotori una vez que salió de aquel hotel con forma de falo pudo ver como la persona que habían salvado se iba volando hacia una dirección. El espadachín pasó de seguir a aquel tipo puesto que la dirección del barco en el que había venido era opuesta.

El espadachín esperaba que su otro compañero, Ragerok también saliese corriendo de aquel sitio. No tenía demasiado tiempo para ir y tener que recoger a nadie ya que se pondría en peligro. De todos modos confiaba en las aptitudes del asesino. Miró hacia atrás un momento y pudo ver como restos del gigante estaban esparcidos por todo el lugar, esto hizo que el moreno soltase una pequeña carcajada. No obstante no pudo ver al chico. Lo que si vio era un grupo de mariquitas corriendo tras ellos. Al ver aquello, Nokotori aumentó el ritmo de forma exagerada.

Pasó por el bosque por donde habían venido. Los carteles seguían perturbando al moreno y le hacía enfadar, además de tener a un grupo bastante grande okamas tras él. Al espadachín se le ocurrió intentar frenar el paso de aquellos tipos con algún tronco. -Strong Snake…- Los brazos del moreno crecieron exageradamente marcándose. Los bíceps de éste ahora se veían demasiado portentosos. Si no llega a tener una camiseta de tirantes probablemente acabaría destrozando las mangas. Los travestis gritaron como niñas que habían visto a su ídolo en persona y habían mojado las bragas. Al moreno le pareció una situación bastante grotesca. Apretó su puño intentando acumular toda la energía que podía y a su vez desenfundó dos de sus espadas. De un rápido salto se dirigió hacia una masa de árboles bastante gruesos y los cortó como si fuese mantequilla.

Un sonoro ruido se escuchó y varios pájaros salieron volando. Nokotori se fijó en los pájaros y también se dio cuenta de que llevaban una peluca de cada color. Al moreno le dio un escalofrío pero había parado un poco a sus perseguidores. Echó nuevamente a correr e intentó no pensar demasiado en aquello. No obstante cuando llevaba cinco minutos corriendo se percató de que Ragerok podría ir detrás de él y le habría jodido aquello. A pesar de todo siguió corriendo una cara de asco impresionante recordando al ser gigante que vieron antes.

Todos habían salido por patas de aquel lugar, aquel tipo llamado Castor Troy le dio al fornido un sobre que supuestamente contenía el dinero, el luchador lejos de fiarse de aquel tipo lo abrió un poco viendo que todo estuviese correcto. Todo estaba en orden y ahora solo quedaba escapar. Castor salió volando hacia una dirección contraria hacia donde ellos tenían la embarcación pero a Qui Gon eso le daba igual. Ya tenía su puto dinero y ahora solo faltaba irse de aquel maldito infierno de color rosa. Tantos falos pendulantes le estaban volviendo loco y si por desgracia tuviesen que quedarse ahí al pobre muchacho le daría un ictus.

- Chavales, ya tengo el dinero, hora de irse a la base. Con razón no quería venir el puto Madara de los cojones. ¡Anda que me advirtió! Sabe que odio a los okamas.

Al girarse para ver si sus compañeros le seguían pudo ver primero a Nokoyuri siguiéndole de cerca pero lo siguiente que vio no le gustó nada. Todavía le sseguía un grupo de aquellas bestias con pene. La cara del luchador se puso de un tono azul y volvió a echar la pota mientras corrían. Era increíble que aún tuviese algo en el estómago. Era algo lógico que volviese a potar puesto que uno de aquellos energúmenos corría frotándose los pezones y vestía con un trikini de color rosa fucsia. Y para colmo al correr se le movía el paquete que no era poco y se podía apreciar como miles de pelos asomaban por fuera del propio trikini. Una escena ciertamente asquerosa para un heterosexual que odia a los okamas como Qui Gon.

El fornido pudo observar como su compañero de banda, Nokoyuri, cortaba árboles a su para intentar frenar el paso de aquel grupo de reinonas. El luchador vio esto una fantástica idea y usó su técnica Edge of Doom para cortar todos cuanto pudo conforme corría. Tres árboles cortados en trozos se colocaron tras ellos, usaba las explosiones del guante Urano para mandarlos hacia atrás y así obstruyesen el paso. Tras esto el fornido volvió a correr, se notaba ya algo cansado pero todo el cansancio del mundo no sería suficiente para hacerle frenar ni una sola pizca, en ese momento quien corría no era el luchador, era su alma impía que luchaba por no ser mancillada por un grupo de okamas calentorros. Llevaban ya un rato corriendo cuando el luchador se percató de algo de lo hasta el momento en que empezó a correr no había notado. Faltaba el chico.

- ¡MIERDA! Nokoyuri, ¿has visto al crío?

A Qui Gon le preocupaba su compañero de banda pero él dejó expresamente claro que él se iba de allí sin esperar a nadie así que por mucha pena que le diese el chico el fornido solo podía rezar por él y por si virgen ano. Además, era un chico listo y seguro que estaba bien. O al menos eso se decía a sí mismo para reconfortarse.

Ragerok vio como sus compañeros salían de aquel hotel infernal. El chico estaba medio oculto, y pudo ver como unos cuantos de los okamas salían corriendo tras los otros mercenarios. El chico soltó un pequeño suspiro, que fue ahogado inmediatamente cuando uno de esos tipos lo agarró del cuello. ¿Cómo pudo no haberlo visto venir? El tipo en cuestión era un hombre de unos dos metros, vestía un pantalón rojo ajustado y tenía una cadena que unía los piercings que tenía en ambos pezones. Con un brazo sujetaba al chico del cuello, mientras con el otro le agarró la camiseta y de un tirón se la arrancó. El chico estaba intentando mantener la calma, pero era difícil en esa situación. Había una manera.

El asesino cerró los ojos, justo cuando aquel tipo sacó un puñal rosa, desde el mango hasta la hoja, con la palabra "KOKORO" escrita en ésta, dispuesto a comenzar a torturar al chico. En ese momento, Ragerok comenzó a pensar en una explosión. Una gran explosión vibrante.(Manual Explosión galáctica) Del cuerpo del asesino salió una onda vibratoria que hizo que el cuerpo del tipo dejase de responder. Ragerok se soltó de la mano de aquel tipo, le quitó el puñal, y con una sonrisa, se lo clavó en el corazón.

-Que irónico. ¿No?

Ahora el asesino debía darse prisa. Sus compañeros se habían marchado hacía un rato y no creía que lo esperasen demasiado. Al fin y al cabo, estaba claro que él era el menos necesario. El chico usó su habilidad como espía para salir del pueblo sin ser visto, y luego corrió por el bosque, sin separarse demasiado del camino para no perderse, pues no era guardabosques. Pudo ver que los okamas se habían frenado debido a un árbol enorme caído. Pensó en que seguro que era obra de sus compañeros, y se puso alerta, intentando no hacer ruido para no alertar a los travestis. Una vez pasó la zona de peligro, el chico volvió a correr para llegar cuanto antes. Aquella misión había sido disparatada, y no sabía si merecía la pena haber salvado a aquel tipo que tan mal lo había tratado."En fin. Mientras nos pague." El chico quería comprarse un cinturón para llevar más puñales, y además quería darse algún caprichito más. Ahora tenía tres puñales, y se veía obligado a llevar uno en la mano. Después de unos minutos acabó viendo a sus compañeros a lo lejos en el camino. En un último esfuerzo, corrió rápidamente hasta ponerse a su lado.

-Bueno, aquí estoy. Ya podemos irnos.

Castor continuaba dirigiéndose a la playa a toda velocidad. Por suerte no había cosas okamas aéreas y eso le suponía una ventaja enorme a la hora de escapar. Estaba pensando en que ni siquiera había usado sus mejores habilidades, siempre era bueno guardarse ases en la manga. Mostrar sus bazas en público no era buena opción pues a lo mejor algún día aquellos tipos eran sus oponentes en el campo de batalla. De todas formas al menos en ese momento no lo eran, más bien todos debían colaborar para salir vivos de aquel sitio de mala muerte. No iba a volver a pisar aquella maldita isla en la vida y nadie lo iba a convencer de ello. Ni siquiera sus superiores pues prefería pegarse un tiro antes de volver. Lástima que no pudiera matarse por su jodida fruta pues sin haki no se hería como deseaba. Cierto era que la activaba él pero había que dar emoción a la cosa.

Por fin después de unos momentos por al aire pudo divisar el sitio dónde había metido su preciosa lancha. Aterrizó lo mejor que pudo y sacó su precioso puñal de kairouseki empezando a lanzar tajos con fuerza hacia las ramas del sitio. Éstas caían como si nada debido a la perfecta habilidad de corte que tenía aquel precioso objeto. No tardó mucho en terminar con todas las cosas y ahora comenzó a tirar del vehículo para el mar. No dominaba muy bien el tema físico y le estaba costando pero en ese momento decidió formar una capa de plata que salió de sus pies hacia la parte baja de aquel transporte. Por allí era mucho más cómodo que por la maldita arena y eso le iba a servir para terminar antes. Después de unos momentos empujando la logró depositar en la orilla y se montó en ella.

Era el momento de largarse y tenía combustible de sobra pero antes iría a ver cómo les iba a aquellos tres hombres. Activó el botón de encendido y con las manos en los mangos apretó los contactos de arranque. Aquella cosa empezó a hacer un ruido exagerado y provocó que del bosque empezaran a salir hombres maquillados corriendo hacia él. Sonrió de lado metiendo la mano en la guantera y sacando sus gafas de Sol rojas. Se las puso y tras hacerles un signo ofensivo con el dedo aceleró y salió despedido hacia la otra parte de la playa. Su haki de observación le indicó entonces dónde se hallaban aquellos tipos y hacia qué dirección corrían. No tardó mucho en llegar hasta un enorme barco que supuso que era de ellos para después quedarse en la playa con toda la calma del mundo. Notaba que se estaban acercando los tres y pronto estarían allí.

En ese momento por los lados de la playa comenzaron a salir jodidos okamas de debajo de la arena, eran trampillas ocultas. El asesino se puso de pie en la lanza y sacó ambas pistolas doradas. Una sonrisa recorrió su boca y empezó a disparar con todas sus ganas. No acertaba todas pero muchas de las balas impactaban contra aquellos tipos. Los cuerpos empezaron a amontonarse en la playa por momentos y pudo ver como algunos ya salían con espadas y todo. Cuando se le terminaban las balas sacaba más cargadores. –   ¡Yo os cubro! ¡Corred! – Dijo entre risas y a gritos esperando a que le escuchasen pues lo había dicho cuando su mantra le dijo que estaban cerca. Los tiros seguían sonando por la playa y los enemigos cayendo como moscas en un día de calor. Era una escena impresionante y el asesino se lo estaba pasando en grande.

Por fin había llegado el asesino. Vino sin ningún travesti tras él, por lo visto habían desistido de perseguirlos. Nokotori suspiró levemente y empezó a andar más tranquilo hacia el barco, que lo veía a lo lejos. Aquella isla sin duda era un maldito infierno. No sabía que había pasado para que aquellos hombres tuviesen tanto apego por ellos ni por el maldito loco que habían conseguido rescatar. -Jhon ¿tenemos todo el dinero?- Con toda la prisa que tenían por huir de aquellos tíos tan raros no se habían parado siquiera a contar el dinero del sobre que lanzó Castor. Debían asegurarse de que no estaban siendo timados o iría a por el loco, intentaría atarlo y posteriormente dejarle en la plaza principal de la isla para que fuese sodomizado una y otra vez.

Mientras iban andando, acercándose al barco, Nokotori escuchó sonidos de disparos. La voz de Castor llegaba a los oídos del espadachín. Cuando pasaron a estar en la playa vio como aquel tipo estaba subido en una lancha masacrando travestis sin compasión alguna. Aquellos tipos eran persistentes y pudo entender el porqué de haber parado de perseguirlos. Aquellos cabrones tenían túneles subterráneos que probablemente comunicarían por toda la isla. Salían como si fuesen hormigas intentando defender el hormiguero. Por mucho que Castor matase sin parar a los que salían no podía dar abasto.

Varios de aquellos okamas se dirigieron hacia el grupo de tres mercenarios. Algunos incluso podían esquivar las balas del asesino. El espadachín desenvainó rápidamente dos de sus espadas y se enzarzó en una pequeña “guerra”. Su objetivo era entrar en el maldito barco de una vez por todas, pero aquellos tipos se interponían. Nokotori iba asestando cortes a diestro y siniestro mientras que propinaba alguna que otra patada para alejar a los que se acercaban eludiendo el filo de sus espadas.

De pronto el moreno cambió su cara drásticamente. Imaginaba que sus compañeros también estarían luchando para hacerse un camino hacia el navío. Una mano llegó a su hombro apretándolo con bastante fuerza. Sin duda alguna, no se trataba de Jhon. Se giró lentamente y miró hacia atrás. Pudo ver como un gordo calvo con una camiseta de tirantes rosa lo tenía agarrado. En sus orejas tenía dos pendientes de color morado y tenía barba de varios días. Nokotori sintió un escalofrío recorriéndole la espalda. Se zafó con dificultad del agarre de aquella mole, era bajito pero bastante corpulento.

El espadachín se puso en pose de combate. Esperaba no tener que lidiar con aquel tipo demasiado tiempo. Tenían prisa por salir de aquel lugar. El travesti miraba hacia el espadachín y le lanzó un beso, Nokotori intentó esquivarlo con toda su alma. Una vez hecho aquello se lanzó a por el gordo y dio una estocada directa hacia el cuello. Aquel tipo paró la hoja de su espada con suma facilidad, además con la mano. La extremidad de aquel tipo se tornó de color negro y el espadachín se dio cuenta de lo que era. Incluso entre los travestis tenían tipos formidables, no obstante Nokotori cambió de estrategia. Envainó la espada de color morado y desenfundó la espada plateada, la hoja de aquella espada era muchísimo más mortífera. Una vez hecho aquello pronunció unas palabras bastante enrabietado. -¡Strong Snake!-

Los brazos del moreno crecieron considerablemente. Había usado la misma técnica que antes. Nuevamente sus bíceps se definieron exageradamente. Volvió a la carga y lanzó otro tajo en la misma dirección. -No creas que por atacar en la misma zona vas a conseguir algo, querido.- El travesti estaba muy convencido de su potencial, pero acabó sorprendiéndose. El tajo de aquel chico fue cortando todo cuando había a su paso con una potencia abrumadora. Llegó a cortarle la mitad superior del tirón a aquel tipo. La furia con la que había atacado Nokotori era bestial, estaba harto ya de aquella isla. Una vez hecho aquello se dirigió nuevamente hacia el barco para subirse. No sabía si sus compañeros lo habían conseguido antes que él o no. No obstante iría y se subiría para largarse cuanto antes.

Ragemoko ya se había unido a ellos y todos corrían juntos en dirección al barco. Nokoyuri preguntó si estaba todo y el luchador asintió. No quería seguir en esa isla y tenía unas ganas inmensas de salir de allí cuanto antes. - Noko, esto es más duro que el entrenamiento con Madara. Ya estaba llegando al barco cuando pudieron oír la voz de Castor, estaba desde una lancha disparando a diestro y siniestros a un montón de okamas. Estos aparecían como si de una pesadilla se tratase. La cara de Qui Gon era un poema, casi parecía desesperado y rebosaba horror por todos lados. “No… No puede ser… ¿Qué pesadilla es esta? El fornido se pellizcó la mejilla para ver si estaba soñando sufriendo un poco de dolor. “Soy gilipollas, con la de hostias que me he dado y me han dolido cómo va a ser una pesadilla… ¡Esto es el verdadero infierno!”

Se dirigía directo al barco cuando un par de okamas se pusieron frente a él. Sus compañeros no estaban cerca y probablemente estaba luchando con el resto. El fornido maldecía su suerte y no paraba de mirar el barco como mira un oasis un hombre perdido en un desierto sin agua. Aquellos okamas vestían con mallas de color negro. La lycra brillaba y cubría su cuerpo por completo salvo los brazos y la cabeza. Parecía un uniforme de bailarina pero llevaban zapatillas de deporte. Uno tenía el pelo rubio con tirabuzones y los ojos azules, el otro tenía el mismo peinado pero su pelo era de color moreno y sus ojos eran verdes. El vello de las axilas y del pecho brotaban por fuera de la lycra y sus barbas eran bastante cortas pero tenían un aspecto de lija.

- Mira Jinkaku, nos ha tocado el más guapo de los tres.

- Ya veo Kinkaku… Tiene una cara muy bonita. Tendremos que compartirlo, porque no me lo vas a dejar todo para mí, ¿verdad?

Justo cuando terminó de hablar ambos corrieron hacia el fornido dando saltos como si de bailarinas se tratasen. El castaño con la mirada asustada apretaba los dientes y se preparaba para recibir a aquellos dos energúmenos. El primero lanzó una patada a la cabeza pero el luchador la bloqueó con su brazo recibiendo algo de daño en este y soltando una mueca de dolor. El otro hizo el mismo ataque obligando al fornido a bloquear con el otro brazo.

- Ya me tenéis harto, todos vosotros. ¿Es que no puede vivir uno en paz?

Qui Gon estirazó sus brazos deshaciéndose de las piernas de aquellos hombres a la vez, soltó un grito de ira y fue a por el rubio primero, fue hasta él realizando una finta hacia la derecha y golpeó con su puño izquierdo en la cara de ese hombre logrando una explosión que lo dejó KO. Después se dirigió hacia el moreno al cual le intentó dar una patada en el estómago, pero este le agarró la pierna lanzando con gran fuerza al fornido por encima suya haciendo que este golpease contra el suelo, por suerte pudo colocar a tiempo los brazos para no golpearse en la cabeza. Tenía los antebrazos magullados y sangraban debido al golpe con las piedras del suelo, de hecho algunas pequeñas seguían clavadas en los brazos del fornido. Qui Gon se levantó como pudo y corrió hacia el okama lanzando otro grito de rabia. Lanzó un puñetazo directo a la cara de ese hombre [Manual Prisa] pero interpuso su mano lo que hizo una pequeña explosión que le voló la mano, tras eso volvió a golpear con el otro brazo impactándole en el pecho lo que hizo que cayera al suelo mientras se retorcía del dolor. Tras derrotar a sus enemigos el navegante corrió hacia el barco tan rápido como pudo. “Espero que mis compañeros lleguen a tiempo o se quedarán en tierra.”

La playa que parecía ser la puerta hacia el final de aquella misión, no era sino más que otro hervidero de okamas. Surgían de todas partes, como si de espectros se tratara, y el grupo de mercenarios estaba ya perdiendo los nervios. El que más afectado se veía era Qui, el cual parecía estar bastante afectado desde el primer momento. El objetivo de la misión apareció por el mar disparando a diestro y siniestro contra los travestis, intentando cubrir a los tres chicos, pero parecía haber más enemigos que balas, por lo que ese apoyo no era suficiente.

El grupo de los tres mercenarios se separó, yendo cada uno en una dirección diferente, luchando como podían. Ragerok se agazapó un poco, y cogiendo su guadaña con una mano, comenzó a avanzar, defendiéndose con esta del ataque de algún que otro okama, aunque parecían no sentir apenas dolor. Uno de ellos se abalanzó por la izquierda, y en un movimiento rápido el asesino pudo clavarle la guadaña en el costado derecho. El okama no murió instantáneamente, tuvo tiempo para, con el arma clavada, intentar besarlo, soltándole una gran bocanada de sangre en la cara. El chico desencajó la guadaña de el cuerpo muerto, mientras intentaba localizar rápidamente donde estaba el barco. Tenían que escapar de aquel sitio, pues aquellas personas no eran normales. Parecían estar preparadas para aguantar el dolor, incluso uno tan extremo.

El camino hacia el barco parecía estar limpio, pues excepto algún que otro cuerpo tirado en el suelo no había nada más. El chico corrió, pero un brazo proveniente de debajo de la arena lo agarró. Una trampilla se abrió y de ella terminó de salir un chico casi tan joven como él, vestido con un tutú rosa. Parecía estar asustado.

-Ayúdame. Ayú...JAJAJAJAJAJA

La expresión del chico cambió. Sus ojos se abrieron de par en par y comenzó a sonreír de forma macabra.

-Quita, coño.

El asesino dio un tajo con la guadaña en la muñeca del chico, haciendo que volviese a colarse por la trampilla. Parecía que aquella gente no estaba allí por voluntad propia. A saber. No iba a quedarse a averiguarlo, al menos no ahora. Llegó al barco y se subió, esperando encontrar allí a sus compañeros.

El asesino contemplaba desde la lancha como el combate en la playa se desarrollada de forma satisfactoria para ellos. Los mercenarios estaban luchando de una forma impresionante y al parecer tenían todas las papeletas para alzarse vencedores. El castaño no se había esperado un día así de infernal y había metido a aquellas tres personas para salvar su propio culo. Él estaba por encima de todo y pensaba que estaba en lo correcto. No estaba arrepentido de haber gastado su dinero en ellos de aquella forma. Estaba deseando llegar de una jodida vez a la isla judicial para tomarse un buen descanso. El viaje iba a ser horrible pero entonces cayó en la cuenta de que tal vez aquel chisme no llegaba hasta su objetivo. Era una posibilidad entre miles pero de todas formas no había que confiarse nunca con aquel tipo de cosas, el azar siempre solía joder mucho.

En ese momento pudo ver como uno de aquellos tíos sacaba un jodido lanzamisiles. Abrió los ojos como platos al no creerse que esos idiotas tuviesen aquel tipo de armas, encima estaba apuntando hacia él. El proyectil salió despedido hacia él y entonces no tuvo otra opción que evadirlo para no caer al agua. Se puso de pie en plena lancha y pegó un enorme salto hacia la playa. Cuando aquella cosa impactó contra el vehículo se desencadenó una terrible explosión que lo mandó a volar hacia la arena. El pobre CP rodó por ésta para después levantarse escupiendo un poco de aquellos jodidos granos. Pudo ver que su traje se había manchado un poco y aquello le hizo fruncir el ceño de forma un poco exagerada. Aquellos capullos merecían la muerte a toda la potencia posible, eran unos bastardos. Su ropa elegante era lo que más quería de aquella isla entera pues por desgracia no había ni una sola mujer a la que tratar de seducir para después pasarlo bien.

En ese momento pudo ver como aquellos tres iban montándose en un barco. Seguramente iban a irse ya de aquel infierno y era normal al fin y al cabo. De repente pudo ver como el travesti del lanzamisiles cargaba otro proyectil en su enorme arma. Ese hijo de puta iba a derribar el barco de aquellas personas y no podía permitir que pasara aquello. Estiró la mano derecha a un lado y entre sus dedos formó una daga de plata. Cuando aquel idiota estaba a punto de disparar, el agente lanzó su pequeña arma y casualmente impactó contra el misil. La explosión mandó al tirador hacia atrás y provocó una pequeña bola de fuego. Al menos había cumplido su meta de dejar a salvo el navío de sus compañeros. Se quedó mirándolos desde la playa con una sonrisa tranquila para después tratar de hacerles un gesto de despedida con la mano. Aquellos tipos empezaban a sacar arcos y flechas imbuidas en fuego. Si alcanzaban el transporte de aquellas personas podían hundirlas.

El asesino sacó un cigarro con toda la calma del mundo y lo metió en la boca para después sacar su mechero y encenderlo. Pegó una intensa calada para después girarse de nuevo mirando al navío. – ¡Gracias por todo a los tres! ¡Sayonara! – Una vez dijo eso se giró apuntando con sus pistolas a todos aquellos seres. Claramente se estaba sacrificando para que pudiesen escapar. Empezó a disparar sin parar abatiendo a aquellos cabrones que caían como moscas. Llegó un momento en el que se quedó sin balas y empezaba a verse rodeado. De todas formas no pensaba rendirse y sacó su puñal de kairouseki al mismo tiempo que se relamía. – ¡Hay para todos! – Gritó de forma siniestra para después liarse a cortes. Su agilidad como asesino era impresionante y lograba asestar golpes impresionantes que terminaban en arterias y venas cortadas. Sin embargo su energía no iba a durar para siempre. Al menos mientras pudiese respirar continuaría atacando a sus enemigos de aquella forma.

El luchador ya estaba a escasos metros del barco y podía seguir escuchando como los okamas se reagrupaban para ir en su búsqueda. El fornido subió al barco y levó anclas, ya iba siendo hora de volver a casa. El navegante comenzó a prepararlo todo en cubierta y a asegurarse de que estaban listos para partir. Al parecer Nokoyuri ya había subido y el asesino también pero tampoco se detuvo mucho en comprobarlo. Una vez hubo comprobado todo se puso al timón y empezó a virar el barco para largarse de ahí cuanto antes.

El viento les era favorable y unas leves voces eran arrastradas por la brisa hasta los oídos del navegante, pero este hizo oídos sordos de aquellas palabras. El fornido solo pensaba en volver cuanto antes a la base y perder de vista aquel infierno en la tierra. Desde luego, si querían volver a verle por allí tendría que ser una vez muerto o inconsciente. Qui Gon suspiró aliviado cuando ya estaban bastante lejos de la costa, al parecer aquellos malditos bastardos no iban a seguirlos en bote ni nada parecido y eso fue algo que alegró mucho al castaño. Ese día, concretamente esa misión había sido totalmente un horror para él. Probablemente tendría pesadillas los días siguientes en las que los okamas intentarían hacerle cosas nazis al pobre e indefenso fornido.

Ya estaban bastante lejos de la costa como para no verla, el navegante fijó el rumbo a la isla donde tenían la base y miraba tranquilamente hacia el horizonte. Paseó la mirada por cubierta y llamó a sus compañeros esperando una respuesta. Ya había pasado el peligro y quería asegurarse de que estuviesen los dos ahí. Si alguno faltase por responder el luchador rezaría una plegaria por él y proseguiría su camino, desde luego él no iba a dar la vuelta en dirección a ese lugar maldito.