¿Aliado? ¿Enemigo? ¿Quién eres, maldito? [Ushio - Jin]

La isla dónde todos los marines comenzaban su camino se encontraba repleta de paz y tranquilidad. Sin duda el día era bastante bueno. La gente iba de un lado a otro totalmente tranquila y haciendo sus cosas. Dentro del enorme cuartel los superiores le daban caña a los novatos con toda la calma del mundo. Era la rutina de cada día en aquella isla del Este. Parecía que no iba a haber nada nuevo y todo sería tan aburrido como de costumbre. Los reclutas no nacían ya como Dioses. Primero debían curtirse, entrenar y realizar objetivos. Pero por suerte para una persona, eran demasiado fáciles de manipular. Ese día era el momento de que cierto hombre se diera un paseo por la isla para estudiarla bien desde su nueva posición. El espía número uno de los mares. El cabrón más despiadado del planeta y asesino del Vice-Almirante Ashura. Ejecutor del cazador de leyendas Mark y terror de los mares. El hombre que había estado más de cinco años infiltrado en el gobierno mundial y se hizo con sus técnicas secretas.

Las puertas del cuartel se abrieron en ese momento dejando salir a una guarnición de unos ocho marines. Todos vestían el típico uniforme básico salvo uno. Era un hombre alto y de largos cabellos morenos. Sus ojos eran grisáceos y su piel pálida. En su rostro podía verse una siniestra sonrisa un poco arrogante. Vestía con un traje blanco y por dentro una camisa azulada con corbata negra. En la cabeza portaba un sombrero blanco. Unos finos zapatos y unos pantalones de etiqueta del mismo tono que el traje. No portaba ningún arma pues no necesitaba su guadaña para dar un paseo. Sabía lo suficiente del cuerpo a cuerpo como para asesinar a poderosos oponentes con las manos y a veces con los dedos. Muchos pensarían que ese hombre era el capitán de la marina Aomine Daiki. Sin embargo la verdad era mucho más oscura y temible.

Era Jin Surfer. El asesino más peligroso del planeta. Su precio rozaba los seiscientos millones. Fue rebajado debido a que fue encarcelado por aquel maldito samurái. Sin embargo ahora ya no servía de nada que le encontrase. Podía cambiar su aura a voluntad, de ese modo el mantra para él solo era un juego de niños. Empezó a caminar junto a aquellos novatos por la calle principal haciendo la ruta y esperando encontrar algo interesante ese día. A ojos de los demás no podía mostrar por el momento que se trataba de un usuario. Si se veía forzado tan solo tenía que decir que era un hombre inmune al fuego y se acabó. – Vigilen cada rincón. No quiero criminales en esta isla. Debemos velar por la justicia ante todo, caballeros. Yo mismo os guiaré a lo más alto. – Dijo ahora en un tono arrogante y con una voz totalmente distinta a la suya pues podía modificarla con sus dotes de espía. – ¡Si señor Aomine! – Dijeron todos los demás al mismo tiempo mientras continuaban el viaje por aquella calle. Estaba demasiado tranquilo pues no había forma alguna de que le pillasen. Era la persona más segura y su mente apenas podía ser engañada como buen psicólogo que era.

Los pasos de Jin continuaban efectuándose tranquilamente. Su mirada se posaba en todo lo que le resultase sospechoso pues siempre era bueno ganar medallas al mérito para ascender lo más rápido posible. Los soldados también iban bastante relajados y seguros ante aquel hombre que iba con ellos. La fuerza de Aomine era buena pero lo mejor era su capacidad de asesino. El viento empezó a ondear su gabardina blanca mientras que él continuaba su camino tranquilamente. Notaba las miradas de las personas a través de las ventanas y la verdad no le desagradaba. Sabía que solo eran presas que poder ejecutar con su verdadera apariencia cuando fuese necesario. Tenía demasiada sangre fría para ir de aquella forma tan tranquila por la isla de los marines, era impresionante pese a ser un asesino. Si una mente así fuese usada para el bien, habría muchos problemas menos en el mundo pero no era así.

Uno de los marines apuntó a un contenedor de basura que se movió y de éste salió un simple gato. Cosa que hizo al capitán sonreír de lado y chasquear la lengua. Hasta en aquellos sitios estaban aquellas molestas criaturas revoloteando. Agarró su corbata despacio ajustándosela para después entrecerrar los ojos unos momentos. De repente una presencia llegó hasta él. No tenía la capacidad de saber de quién o qué era. Pero lo que si estaba claro, es que su poder era bueno. No tanto como el suyo pero tenía cierto “talento”. Quizás más que aquellos simples soldados que le acompañaban sin saber junto a quién iban. En breves se dio cuenta de que pertenecí a un joven de cabellos morenos y pinchudos. No lo había visto antes y la verdad es que podía ser perfectamente un cazador o un mercenario. En ese momento sonrió de lado y simplemente bajó un poco el sombrero ocultando su rostro.

Esperó a que estuviese cerca para después frenarse en seco. Los reclutas hicieron lo mismo extrañados y ahora fue cuando Aomine miró fijamente a aquel chico que caminaba tranquilamente. – No eres un ciudadano de esta isla ¿Verdad? – Mencionó en voz alta y de forma calmada con un tono un poco engreído. El resto de hombres se interesaron un poco pero el asesino chasqueó los dedos y éstos empezaron a caminar alejándose y dejándolos solos. Los ojos de aquel tipo se clavaron en el joven mientras mantenía sus manos en los bolsillos. Una sonrisa siniestra se formó en su boca y a continuación estiró su lengua relamiéndose un poco. – Pensaba que en esta isla solo vivían marines y ciudadanos normales. Identifícate ahora mismo, pequeño-chan. – Mencionó de forma un poco molesta mientras sonreía mostrando sus dientes esperando una respuesta por parte de aquel joven.

Tal y como el marine había predicho, sucedió. Ese hombre no era de la isla y ahora tenía material interesante para divertirse un poco. No dejaba de mirarlo en todo momento con una tranquilidad inhumana. Era como estar hablando frente a una pequeña hormiga. Así le parecían todos a aquel asesino. No hacía excepciones y tan solo tenía a una persona como una hormiga un poco más grande. Al capullo del samurái que le encerró. Aquel idiota tenía que haberse hecho el shupukuku ese extraño. Pero no, tenía que darle la tabarra a él cuando estaba herido tras la peligrosa guerra. En otras condiciones lo habría enfrentado o tal vez se habría largado a toda velocidad. Ni siquiera fue a por su tigre hasta la semana siguiente pero aquel capullo se había comido a varios idiotas de Jaya y había sobrevivido.

Ahora escuchó cómo le llamaba y en su rostro se formó una sonrisa siniestra. Después caminó hacia él con toda la confianza del mundo hasta ponerse delante. – Quizás tengas razón en eso. Soy Aomine Daiki, capitán de la marina y siguiente almirante en jefe. – Nada más decir aquello continuó escuchándole y no pudo evitar notar como quería irse. No pensaba dejarle fácilmente y ahora simplemente se cruzó de brazos al mismo tiempo que le observaba. – ¿Por qué tanta prisa, Ushio? Tratar de evadir a un marine es gesto de nerviosismo. Nadie que no ha hecho nada debería estar nervioso. Ahora dime ¿Ocultas algo que deba saber? – Dijo aquello con una sonrisa bastante arrogante mientras ahora esperaba una posible respuesta. El aburrimiento lo estaba matando hasta puntos insospechables.

Después de unos momentos suspiró para después quitarse un momento el sombrero y abanicarse con él. A continuación se lo volvió a poner y miró al chico con la mano en la barbilla. – De todas formas te haré unas pruebas antes de dejarte irte. Quiero que pongas todas tus pertenencias en el suelo. Después aléjate cinco metros y mantente a la pata coja veinte segundos. Es una prueba para ver si un tipo va bebido. – Dicho aquello simplemente apoyó su espalda en la pared esperando a que lo hiciera. Si se le ocurría desobedecer quizás tenía algo de acción pero si no era así ya le pondría más pruebas para continuar divirtiéndose. De todas formas estaba cumpliendo con su deber para que ese borracho no atacara a personas inocentes después de todo. Sus métodos de manipulación eran impresionantes. – Todos los objetos. No quiero que hagas trampas y si te cacheo y veo uno lo tomaré como un posible engaño a un capitán. – Mencionó de últimas sonriendo de lado.

El chico dejó todas sus cosas como había dicho y dijo aquellas palabras que a Jin le resultaron demasiado graciosas. Mucho hablar de carteles pero tenía delante al tío que se había cargado medio gobierno y su cabeza no valía ni un berrie en aquella forma. Sin duda le quedaba muchísimo por aprender. – Hay muchos asesinos sin precio. No todos son pillados. Para ti es Aomine-sama, Ushio-chan. – Una vez dijo eso pudo ver como tomaba aquella postura y aguantó las ganas de empezar a reírse. Era demasiado bueno para ser cierto. Ser un marine podía ser mejor que hasta ser un cp. Podía abusar de su poder de forma más cómoda.

Ahora miró las pertenecías de aquella persona y se agachó cogiendo lo que parecía ser una manzana. Tranquilamente la aplastó con su bota y la dejó hecha pedazos. Después miró las espadas pero sin fijarse de que estaban hechas, solo las pateó echándolas a un lado. Después empezó a caminar hacia aquel moreno y acto seguido se puso frente a él. – No sabes lo ridículo que te estás viendo, chico. La cosa es que tengo los zapatos un poco sucios. De modo que me gustaría que los limpiaras un poco y con la lengua. – Una vez dijo aquello simplemente se dio la vuelta lanzando una potente patada que mostró una onda de choque [Manual genkidama].

Alejó las armas lo suficiente por si trataba de cogerlas llegar antes. Después le miró a los ojos con una mirada bastante siniestra. – Ahora arrodíllate y cumple con la tarea encargada. Tratar de asesinar a un capitán está penado con la muerte. – Dijo guiñándole el ojo. Iba a jugar con él hasta que se aburriera y no le importaba sentir su lengua en las botas. Era totalmente asexual y por ello soportaba de todo sin importarle nada. Se quedó cruzado de brazos con su haki mantra activado y esperando a que el chico se pusiera a ello. – Si lo haces bien te dejaré ser mi perro. Te pondré una correa al cuello y me llamaras amo. – ¿Estaba hablando en serio? Solo Aomine sabía aquello.

Una carcajada salió de la boca de Aomine cuando el chico dijo que prefería morir. Le había encantado escuchar aquello pues terminar con las esperanzas de los demás sin duda era algo delicioso. Ya había logrado uno de sus objetivos pero el próximo podía ser mucho más duro para el moreno. Cuando dijo que no creía que él fuese almirante, Jin simplemente mostró una sonrisa siniestra. Ya tenía un plan para aquello y por muy bizarro que fuese iba a funcionar. Lo que pensaba solo podía saberlo él y nadie más. Era un asesino perfecto y en aquellos casos no decía ni una palabra de sus métodos. Ahora estaba centrado en el espadachín y en la situación que se estaba desarrollando. Todo se estaba poniendo muy divertido por momentos. Quizás y por desgracia para Ushio, demasiado divertido.

En ese momento escuchó al chico decir aquellas palabras sobre limpiarle los zapatos. Encima le había llamado por un nombre realmente raro pero ofensivo seguramente. Después cayó en que era el apellido de su identidad secreta. Después le llamó escoria. Estaba claro que aquel chico se estaba buscando una paliza pero raramente el asesino estaba feliz aún así ¿Qué cojones estaba pasando? Jin no perdía nunca los nervios por insultos y simplemente le dedicó una sonrisa al chico. Su mente inquebrantable resultaba ser molesta para muchos. De hecho ahora simplemente analizó al chico de arriba abajo. En ese momento el moreno se dio la vuelta y a una velocidad impresionante se desplazó hasta las armas del joven. Había empleado el soru. Ahora tomó solo una de ellas, una que parecía ser de color negro. Miró a su alrededor y se aseguró de que nadie miraba pues el miedo de los ciudadanos podía ser a veces buena arma. Después se realizó un corte en el hombro, no grave pero tampoco leve.

De repente la sangre comenzó a salir de su traje blanco y él simplemente aguantó el dolor realizando un gesto un poco siniestro. A continuación lanzó la espada con toda su fuerza hacia su dueño con toda la intención de que Ushio la cogiera. Lo hiciese o no, él activaría el soru desplazándose a una impresionante velocidad hasta el lado derecho del chico. Una vez allí trataría de lanzarle una patada pero se trataría solo de un amago. Acto seguido intentaría desplazarse a su espalda y pegar un salto. En pleno aire intentaría darle un puñetazo pero de nuevo tan solo sería un amago y el verdadero objetivo sería dar una patada al aire mediante el geppou para desplazarse hacia arriba. Ya a tres metros del chico lanzaría tres rápidas patadas hacia abajo mediante su Rankyaku Kempo. Tres ondas verdes cortantes salieron disparadas hacia el moreno de forma rápida. Por si fuera poco estaban imbuidas en su haki armadura.

Le diese o no, se desplazaría con el kamisoru hasta quedar en un tejado con ambas manos en los bolsillos y una mirada siniestra. – ¿No puedes seguir mi velocidad? ¡Una lástima! ¡Ushio-chan! – Gritó entonces empezando a desplazarse con el kamirosu a una velocidad endiablada por varios edificios hasta que finalmente trató de ponerse frente a él e imbuyendo su brazo derecho en haki armadura lanzarle un puñetazo rápido al centro de la cara. [Manual prisa]. Le diese o no, simplemente soltaría una carcajada y se quedaría cruzado de brazos. – No me decepciones y muéstrame tu poder. Si te portas bien quizás salgas de aquí sin problemas. – Mencionó ahora de forma siniestra mientras se ajustaba bien su sombrero.

El puñetazo del asesino había impactado en su objetivo haciéndole volar por los aires y atravesar un edificio entero. A continuación el hombre de traje blanco simplemente sonrió de lado mientras ahora esperaba a que aquella persona apareciese de nuevo. Tal como pensaba lo pudo ver salir en un estado bastante malo. Aquello le hizo soltar una leve carcajada mientras se relamía despacio. Había sido una pena no llevarse sus armas pero podía usar su cuerpo de forma perfecta. El ser demoníaco del fuego esperaba ahora una respuesta por parte del moreno pero éste no pareció decir nada al principio. La situación cada vez era más divertida y después de unos momentos aquel chico le llamó bastardo. Sin duda alguna le provocó un poco de risa y después empezó a reír despacio.

No pensaba ofenderse por las palabras de una mosca. En ese momento le dijo que no podía confiar en él y lo mandó a desaparecer. Ondas cortantes comenzaron a acercarse a él pero el estratega ya tenía pensado evadirlas. Pegó su espalda a una pared y a continuación colocó los brazo en equis estándose quieto. Su piel empezó a tomar un tono negro metálico indicando que todo su cuerpo estaba recubierto de haki armadura. – Tekkai Kempo… – Susurró despacio mientras se relamía. Con aquellas defensas combinadas podía librarse de los daños. Empezó a notar como los ataques impactaban en él haciéndole solo leves rasguños. Los fragmentos cortantes que iban dañando la pared de forma grave terminaron echándola abajo y formando una cortina de humo. Aprovechando que estaba en un modo invisible usó su habilidad parcial.

Sus brazos crecieron rodeándose de una especie de coraza marrón y llena de fuego. Sus dedos eran garras y en las muñecas tenía dos brazaletes dorados. Con aquella protección era imposible recibir más daño. Cuando notó que el humo iba desapareciendo sintió unos impactos más y a continuación usó el soru para meterse por la casa. Anuló sus brazos de Ifrit y salió por la puerta trasera quedándose oculto. Se movió por las casas despacio con su perfecta habilidad de asesino y trató de localizar al chico con su mantra. Una vez lo tenía se desplazó hacia él llevándose otra pared por delante y quedándose a su lado derecho. Su puño estaba imbuido en energía cortante y se dirigía hacia el cuello del chico. Además había usado el Kamie-Kempo para que no pudiese apenas reaccionar.

Cuando estaba a punto de acabar con su vida o al menos a intentarlo se frenó en seco quedando a unos centímetros del joven. – bero bero… bero bero… – Aomine metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó un den den mushi para después cogerlo. – Aomine, te recuerdo que hoy tenemos reunión con el comodoro Gálio. Xemnas ha sido el último en llegar. Por lo que solo faltas tú, date prisa de una vez. – Jin tiró aquel objeto al suelo y lo reventó de un pisotón para después ajustarse bien el sombrero y mirar a aquel chico a los ojos. – Je… – Le dio la espalda simplemente y empezó a caminar rumbo al cuartel pasando totalmente de él. Era una lástima pero no podía divertirse más.

El asesino se alejaba tranquilamente con ambas manos en los bolsillos para después empezar a silbar con toda la calma del mundo. Escuchó las palabras de aquel chico y simplemente mostró una sonrisa siniestra. Ponerle precio era una putada para que lo cazaran pero se le ocurría algo muchísimo mejor y eso era dejarlo en paz. Sonaba raro tratándose de él pero ya llevaba la vergüenza y sabía que iba a ir por él. La próxima vez lo mataría personalmente. Así nadie le quitaría el gozo de verlo ahogarse en su propia sangre. Era demasiado sádico y el insulto no le había afectado lo más mínimo. Era demasiado frío para aquellas cosas y simplemente pasaba de todo lo que no fuesen cortes.

Ahora continuó con su camino la mar de tranquilo acordándose que había hecho pedazos el comunicador. Nada más llegar a la base entró de forma tranquila y abrió la puerta principal. Vio al soldado de guardia y simplemente le habló. – ¿Dónde era la reunión con los capitanes hoy? Indícamelo enseguida, recluta. – El chico era bastante joven. Sus cabellos eran rojizos y sus ojos azules. Vestía con el típico uniforme marine y parecía estar muy ilusionado. – Están al final del pasillo principal a la izquierda. – El capitán sin decir nada más comenzó a caminar despacio con ambas manos en los bolsillos y con el traje lleno de sangre. La excusa ya estaba preparada y perfectamente era creíble. El cabrón pensaba a una velocidad impresionante.

Nada más llegar abrió la puerta y pudo ver a todos sentados en cojines en la sala. Se fijó en aquel rubio llamado Xemnas y simplemente le sonrió de forma siniestra. Caminó hasta ponerse en el más alejado y se quitó el sombrero. Aquel comodoro le miró de forma seria y se cruzó de brazos. – ¿Se puede saber que has estado haciendo? Esa sangre es reciente, Daiki. – El marine simplemente mostró una sonrisa arrogante y se quedó mirándole a los ojos de forma un poco fría. – Un idiota intentó asesinarme en la calle. Sin embargo ya está muerto. Tiré su patético cadáver al mar. Respondía al nombre de Kuzuto Jubei. Ya no es problema. – Aquel hombre frunció el ceño al escuchar que lo había tirado al mar como si nada pero tenía prisa. De repente empezó a hablar dando comienzo aquella reunión en el cuartel.