Alistar Reep
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- ¡Increíble! -gritó un hombre corpulento en una mesa de una taberna, la cual estaba llena de cartas.
El rubio soltó una carcajada y, con una mano, empezó a coger todos los billetes que habían sobre la mesa apostados. Acababa de ganar una mano de poker con un poker de ases. Alistar no podía creer su suerte. El grupo de maleantes que jugaba en la mesa eran tres hombres corpulentos, con tatuajes y cicatrices. El rubio destacaba demasiado con su armadura ligera y la capa roja, así como el perro sentado a su lado. Lo cierto era que el chico no estaba ganando de forma honrada siquiera. Había pagado al camarero de la taberna para que le hiciera señales cuando los demás fuesen de farol. No era la forma de ganar de un caballero, sin embargo... Necesitaba más dinero.
- Llevas ya tres manos ganadas. No me fío de ti, rubito...- dijo uno de ellos, poniéndose de pie y arrastrando la silla.
- Es normal. Sin embargo, te aseguro al cien por cien que estoy ganando de forma completamente honrada -dijo el rubio, poniéndose una mano en el pecho.
El tipo gruñó y volvió a sentarse. Hizo una seña con dos dedos al caballero, indicándole que iba a vigilarle, mientras recogía las cartas de nuevo para repartirlas.
El rubio soltó una carcajada y, con una mano, empezó a coger todos los billetes que habían sobre la mesa apostados. Acababa de ganar una mano de poker con un poker de ases. Alistar no podía creer su suerte. El grupo de maleantes que jugaba en la mesa eran tres hombres corpulentos, con tatuajes y cicatrices. El rubio destacaba demasiado con su armadura ligera y la capa roja, así como el perro sentado a su lado. Lo cierto era que el chico no estaba ganando de forma honrada siquiera. Había pagado al camarero de la taberna para que le hiciera señales cuando los demás fuesen de farol. No era la forma de ganar de un caballero, sin embargo... Necesitaba más dinero.
- Llevas ya tres manos ganadas. No me fío de ti, rubito...- dijo uno de ellos, poniéndose de pie y arrastrando la silla.
- Es normal. Sin embargo, te aseguro al cien por cien que estoy ganando de forma completamente honrada -dijo el rubio, poniéndose una mano en el pecho.
El tipo gruñó y volvió a sentarse. Hizo una seña con dos dedos al caballero, indicándole que iba a vigilarle, mientras recogía las cartas de nuevo para repartirlas.
Reiko
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Era un buen día para Reiko. El sol brillaba en el cielo, los pájaros cantaban al unísono y la gente era amable con ella, pero lo más importante: No había madrugado. Que bueno era tener unos días de descanso para sí, sin necesidad de tener que madrugar y tener que ir en busca de problemas. A Reiko le iba la buena vida, algo vaga, perezosa, dormilona, pero si tenía que cumplir su deber lo haría sin dudar.
Era ya mediodía y la joven rubia seguía sin salir de la cama. Estaba tumbada boca abajo envuelta en las mantas como si fuese un bollito de canela calentito. Un hilillo de baba bajaba por la comisura del labio hasta posarse en la almohada. Los halos de luz entraron penetraron por la ventana incidiendo sobre Reiko. Esta bostezó y se dio la vuelta hacia arriba. Que sueño seguía teniendo. Dormir era una droga demasiado poderosa para ella.
Nuestra chica siempre se toma su tiempo para salir de la cama. En este caso como una media hora para poder quitarse las sábanas de encima, pero finalmente lo logró. Una vez estaba de pie se aproximó a la ventana. Desde ella podía ver ya a toda la gente trabajando y el griterío que hacían. El día pintaba bien. Se acercó al espejo frotándose el cabello rubio platino. Se dio una vuelta y buscó la ropa que iba a ponerse. En el armario estaba muy bien doblado su traje de la marina, pero en una percha estaba una camisa con una minifalda, ambas prendas blancas. Se las puso y luego estuvo un buen rato peinándose de nuevo en el espejo.
Antes de salir se fijó en su espada. Tenía un dilema de si llevarla o no, pero finalmente la cogió. Quizás la desconfianza la llevase a actuar de aquella manera. Bajó las escaleras y se despidió de la posadera haciendo un gesto con la mano. Había llegado hacía un par de días a Rainbase. Al salir por la puerta un calor la invadió. El bochorno le resultaba agobiante, así que iría a la taberna más cercana para tomar algo refrescante.
Y así fue, llegó a una taberna de buen aspecto y se adentró. Se sentó al lado de la barra y le pidió al camarero una copa. Se giró para ver como estaba por dentro la estancia y se fijó en que delante de ella había cuatro hombres jugando al póker. Reiko dio un sorbo a su copa y se quedó observando la partida.
Era ya mediodía y la joven rubia seguía sin salir de la cama. Estaba tumbada boca abajo envuelta en las mantas como si fuese un bollito de canela calentito. Un hilillo de baba bajaba por la comisura del labio hasta posarse en la almohada. Los halos de luz entraron penetraron por la ventana incidiendo sobre Reiko. Esta bostezó y se dio la vuelta hacia arriba. Que sueño seguía teniendo. Dormir era una droga demasiado poderosa para ella.
Nuestra chica siempre se toma su tiempo para salir de la cama. En este caso como una media hora para poder quitarse las sábanas de encima, pero finalmente lo logró. Una vez estaba de pie se aproximó a la ventana. Desde ella podía ver ya a toda la gente trabajando y el griterío que hacían. El día pintaba bien. Se acercó al espejo frotándose el cabello rubio platino. Se dio una vuelta y buscó la ropa que iba a ponerse. En el armario estaba muy bien doblado su traje de la marina, pero en una percha estaba una camisa con una minifalda, ambas prendas blancas. Se las puso y luego estuvo un buen rato peinándose de nuevo en el espejo.
Antes de salir se fijó en su espada. Tenía un dilema de si llevarla o no, pero finalmente la cogió. Quizás la desconfianza la llevase a actuar de aquella manera. Bajó las escaleras y se despidió de la posadera haciendo un gesto con la mano. Había llegado hacía un par de días a Rainbase. Al salir por la puerta un calor la invadió. El bochorno le resultaba agobiante, así que iría a la taberna más cercana para tomar algo refrescante.
Y así fue, llegó a una taberna de buen aspecto y se adentró. Se sentó al lado de la barra y le pidió al camarero una copa. Se giró para ver como estaba por dentro la estancia y se fijó en que delante de ella había cuatro hombres jugando al póker. Reiko dio un sorbo a su copa y se quedó observando la partida.
Alistar Reep
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Las cosas salían a pedir de boca. Alistar tenía cada vez más dinero en su lado de la mesa y no parecía que fuesen a darse cuenta. Seguía las señas del camarero cada vez que las hacía, hasta que... Uno de los hombres se levantó, agarró la cabeza del camarero y lo estampó contra la mesa.
- ¡Le estaba haciendo señas!
El rubio se levantó de golpe, llevando la mano al mango de su espada a sus espaldas. Los demás hombres también se levantaron, arrastrando las sillas y tirándolas al suelo. El chico los miraba mientras estos sacaban navajas, alguno que otro con un bate y uno de ellos con un sable. Le había quedado claro. Debía marcharse de allí.
Desenvainó la espada y el tipo del sable lo atacó con un grito de furia. Paró el ataque y enseguida empezó a intentar deslizarse entre ellos. Esquivaba sus golpes, intentando ponerse a correr hasta la salida del local. Cuando por fin hubo conseguido salir de la marabunta de hombres y ver la salida, empezó a correr. Sin embargo, uno de ellos consiguió cogerle de la capa. Alistar sintió el tirón en el cuello y cayó al suelo, soltando la espada. La cogió rapidamente mientras estaba tirado, antes de que nadie la cogiese. En cuanto miró arriba, pudo ver como todos estaban preparados para darle la que sería la paliza de su vida.
- Ah... ¿Hay alguna forma de que arreglemos esto...?
- ¡Le estaba haciendo señas!
El rubio se levantó de golpe, llevando la mano al mango de su espada a sus espaldas. Los demás hombres también se levantaron, arrastrando las sillas y tirándolas al suelo. El chico los miraba mientras estos sacaban navajas, alguno que otro con un bate y uno de ellos con un sable. Le había quedado claro. Debía marcharse de allí.
Desenvainó la espada y el tipo del sable lo atacó con un grito de furia. Paró el ataque y enseguida empezó a intentar deslizarse entre ellos. Esquivaba sus golpes, intentando ponerse a correr hasta la salida del local. Cuando por fin hubo conseguido salir de la marabunta de hombres y ver la salida, empezó a correr. Sin embargo, uno de ellos consiguió cogerle de la capa. Alistar sintió el tirón en el cuello y cayó al suelo, soltando la espada. La cogió rapidamente mientras estaba tirado, antes de que nadie la cogiese. En cuanto miró arriba, pudo ver como todos estaban preparados para darle la que sería la paliza de su vida.
- Ah... ¿Hay alguna forma de que arreglemos esto...?
Reiko
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Todo estaba yendo demasiado bien. A Reiko le parecía raro que hubiese tanta calma en una taberna de ese estilo dado que las peleas de borrachos siempre florecían por cualquier motivo. Ella siguió bebiendo y, de vez en cuando, entablaba un poco de charla con el posadero, el cual resultó ser una persona bastante agradable para su gusto. La paz que había adquirido desde que entró se vio truncada al cabo de un rato. Estúpidos, pensó. Estando fuera de servicio incluso tenía que poner orden.
Los gritos que ocasionaron le levantarían dolor de cabeza pronto. Se dio la vuelta, posando el vaso en la mesa, y vio a los hombres que estaban echando la partida de poker discutir. El chico rubio se había metido en un buen lío por hacer trampas. Reiko no tenía ni idea de si era fuerte o no, pero por aspecto, los otros hombres imponían más. La recluta se puso de pie y, llevando la mano a su empuñadura, se quedó al lado del muchacho estirando el brazo para ayudar a levantarlo.
-Señores, creo que no es necesario llegar a este punto. - Reiko no llegó a desenvainar su espada, pero estaría alerta en todo caso. No se fiaba de la gente que era tan impulsiva y, en casos como este, unas palabras nunca llegaban a servir. - Este lugar no es el adecuado para iniciar una pelea así que os pido que dejéis vuestras armas y os retiréis del lugar.
Reiko se fijó en la cara del camarero de la barra, parecía aliviado al ver que la recluta trataba de calmar el ambiente. Esta le dedicó una cálida sonrisa. La rubia tenía la esperanza de que le hiciesen caso, de no ser así, estaría metida también en un buen lío puesto que no podría ella contra todos. Miró al joven de cabellos dorados seriamente.
-Te aconsejo que les devuelvas el dinero a cada uno para no acabar malherido. Mi objetivo es disolver esta pelea, pero ambos lados tenéis que poner de vuestra parte.- El aspecto de Reiko demostraba seriedad, pero a la vez calma y serenidad.
Los gritos que ocasionaron le levantarían dolor de cabeza pronto. Se dio la vuelta, posando el vaso en la mesa, y vio a los hombres que estaban echando la partida de poker discutir. El chico rubio se había metido en un buen lío por hacer trampas. Reiko no tenía ni idea de si era fuerte o no, pero por aspecto, los otros hombres imponían más. La recluta se puso de pie y, llevando la mano a su empuñadura, se quedó al lado del muchacho estirando el brazo para ayudar a levantarlo.
-Señores, creo que no es necesario llegar a este punto. - Reiko no llegó a desenvainar su espada, pero estaría alerta en todo caso. No se fiaba de la gente que era tan impulsiva y, en casos como este, unas palabras nunca llegaban a servir. - Este lugar no es el adecuado para iniciar una pelea así que os pido que dejéis vuestras armas y os retiréis del lugar.
Reiko se fijó en la cara del camarero de la barra, parecía aliviado al ver que la recluta trataba de calmar el ambiente. Esta le dedicó una cálida sonrisa. La rubia tenía la esperanza de que le hiciesen caso, de no ser así, estaría metida también en un buen lío puesto que no podría ella contra todos. Miró al joven de cabellos dorados seriamente.
-Te aconsejo que les devuelvas el dinero a cada uno para no acabar malherido. Mi objetivo es disolver esta pelea, pero ambos lados tenéis que poner de vuestra parte.- El aspecto de Reiko demostraba seriedad, pero a la vez calma y serenidad.
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