[Privado][Alistar - Akagami] Caballero y dragón

- Vaya... Tal vez esto no haya sido una buena idea.

El sonido producido por un simple suspiro resonó como un eco a lo largo de toda la mina, propagándose por sus galerías y túneles sin descanso, probablemente llegando incluso hasta la entrada de esta. Tal vez debiera haber tratado de pasar desapercibido, especialmente cuando habían comenzado a circular carteles de "se busca" por su cabeza durante las últimas semanas. Sin embargo, no creía que en un lugar como aquél alguien fuera a reconocerle o, al menos, nadie que pudiera hacerle frente. De todos modos sería una gran molestia que los mineros decidieran subir hasta allí para ver qué demonios era aquella gigantesca criatura, la cual había sobrevolado sus pueblos sin reparo alguno, causando más de un grito de terror e incluso que la gente se frotara los ojos, pensando que aquello no era más que un simple espejismo, una ilusión; un sueño. Pero no, había sido tan real como que ahora se encontraba en el interior de aquella montaña, donde el aire era bastante cargado y las temperaturas un tanto bajas. De todos modos, ninguna de esas cosas le importaban demasiado, aunque la primera tal vez fuera una pequeña molestia.

- En fin... -murmuró, sacudiéndose la ropa tras haber vuelto a su apariencia humana. La verdad es que el sitio estaba algo sucio, cosa normal si tenemos en cuenta que era un yacimiento minero, aunque no tenía muy claro aún qué clase de material extraerían. ¿Tal vez carbón? ¿Hierro? Bueno, qué más daba.

El azabache no tardó demasiado en acostumbrarse a la escasa iluminación del lugar, y pronto pudo distinguir el relieve de las paredes, así como lo extensos que eran los túneles, pese a que no alcanzara a ver demasiado lejos. Siempre podría emplear su aura si se veía en la necesidad, pero tampoco tenía intención de ponerse a explorar. Porque, oh, ¿qué podría haberle traído hasta un lugar como aquél? Podría decir que una causa valerosa y honorable, la determinación de lograr algo que nadie más había podido hasta la fecha. Tal vez la persecución de un peligroso criminal o, por el contrario, el comienzo de una conquista implacable... Pero mentiría descaradamente. No, lo cierto es que sus motivos para estar allí eran bastante simples, y es que tras volar durante kilómetros y kilómetros por encima del gran azul uno termina algo cansado, incluso si se es un dragón. Su intención era, mayormente, tomarse un respiro. Tal vez durmiera durante el resto del día... O de la semana, ya iría viendo. Irónico, pues no necesitaba hacer nada de eso para recuperar sus fuerzas, ni siquiera precisaría de dormir o comer durante varias semanas... Pero era un pequeño placer del que disfrutaba siempre que podía. Además, no esperaba que nadie fuera a subir hasta allí.

El pirata dormitó, apoyando su espalda en una de las paredes tras haberse asegurado de limpiar la roca de esta un poco. No le apetecía mancharse más de la cuenta. Lo cierto es que debía reconocer que, para estar tumbado sobre la fría piedra, en el interior de una sucia mina, no se estaba tan mal. Esbozó una leve sonrisa mientras llevaba las manos a la nuca, estirándose y acomodándose para mayor disfrute de aquellas "lujosas instalaciones". Su próximo destino... Sería Sakura, probablemente. Llevaba mucho sin pisar aquellas níveas tierras, y había oído rumores sobre cierto pirata que se estaba dirigiendo hacia allí.

- Oh... Parece que se acerca alguien -susurró para sí mismo, abriendo los ojos y emitiendo una tenue luz desde sus iris en medio de la oscuridad- ¿Un valiente héroe dispuesto a enfrentar al dragón? -prosiguió, sonriendo levemente ante la idea. Tal vez alguno de los mineros hubiera decidido subir a ver qué narices ocurría, o simplemente para comprobar si sus ojos no le habían engañado. Un poco temerario por su parte, ¿no?

Su presencia no tardó en alcanzar la de aquel tipo, sintiéndole en la entrada de la mina con su mantra. Al parecer no iba a compañado más que por un animal... ¿Un cazador? Tal vez estuviera aspirando a obtener piezas más grandes que un ciervo o simples liebres. Berthil se puso en pie con calma, sacudiéndose la ropa de nuevo, y emprendió el camino hacia la salida tranquilamente. Pronto su cuerpo comenzó a cambiar de nuevo, y en apenas unos pocos segundos había adquirido la apariencia de un enorme dragón dorado. Provocaba algunos temblores con cada paso que daba, y lo cierto es que esperaba que aquel desconocido diera media vuelta a causa del miedo. No parecía especialmente fuerte, al menos no a su lado, aunque sí era bastante más fuerte que la gente común. Sus fauces se abrieron, e incluso pareció que estuviera sonriendo por un momento, justo antes de lanzar un sonoro rugido que se vio amplificado a causa del eco de los túneles.