Alexandr LaCroux
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Akuma no mi
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Era casi de noche en esa pequeña villa del East Blue. Había estado vagando por esos mares demasiado tiempo, o almenos más del que me hubiese gustado a mí. El sol se estaba poniendo por detrás de las pequeñas montañas que dibujaban el horizonte y una cálida y relajante aura amarillenta impregnaba el ambiente de aquell pueblo. No había mucha gente por la calle, e intuí que la mayoría de ellos se iban para casa al hacerse de noche. Pero yo no tenía ese privilegio. Después de haber desterrado de mi isla natal, Skypiea, no tenía casa, no tenía familia, no tenía amigos o dinero... y por lo que parecía tampoco tenía honor.
Estaba cansado después de intentar conseguir dinero y algo de comida todo el día ayudando a esos gusanos que se hacen llamar personas. Esos humanos, con sus sonrisas y sus discursos... me daban realmente asco. Yo nací para ser rey, nací para gobernar a los demás y reinar hasta donde abarca la vista. Y allí estaba. Solo, sin dinero, fama, ni poder. Andando con paso firme pero actitud apagada entre las calles de un pequeño pueblo, con la brisa del atardecer acariciándome la tez y los últimos rayos de sol iluminando esa escena tan melancólica.
Por suerte mía pude ver a lo lejos un pequeño puesto de ramen. Fue una suerte pues no tenía qué comer. Me puse las manos en los bolsillos y, tras comprobar que tenía suficiente para pedirme al menos una ración, me acerqué. Parecía que había un par más de personas sentadas en los taburetes de ese puesto, así que con suavidad separé las tiras de tela que cubrían parte del local y me senté en uno.
- Póngame una ración. - dije, mientras le tiraba encima de la mesa los cuatro berries que encontré en el bolsillo y apoyaba la gran espada que portaba a mi espalda sobre la barra.
Estaba cansado después de intentar conseguir dinero y algo de comida todo el día ayudando a esos gusanos que se hacen llamar personas. Esos humanos, con sus sonrisas y sus discursos... me daban realmente asco. Yo nací para ser rey, nací para gobernar a los demás y reinar hasta donde abarca la vista. Y allí estaba. Solo, sin dinero, fama, ni poder. Andando con paso firme pero actitud apagada entre las calles de un pequeño pueblo, con la brisa del atardecer acariciándome la tez y los últimos rayos de sol iluminando esa escena tan melancólica.
Por suerte mía pude ver a lo lejos un pequeño puesto de ramen. Fue una suerte pues no tenía qué comer. Me puse las manos en los bolsillos y, tras comprobar que tenía suficiente para pedirme al menos una ración, me acerqué. Parecía que había un par más de personas sentadas en los taburetes de ese puesto, así que con suavidad separé las tiras de tela que cubrían parte del local y me senté en uno.
- Póngame una ración. - dije, mientras le tiraba encima de la mesa los cuatro berries que encontré en el bolsillo y apoyaba la gran espada que portaba a mi espalda sobre la barra.
Elisian
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El cielo había desatado un formidable temporal para alborotar las aguas que envolvían aquella lúgubre isla de West Blue. Un viento rabioso aullaba todo el océano embravecido. Los truenos furiosos retumbaban el mar. Sólo un loco opinaría que hacía el tiempo ideal para pasar un buen rato navegando. Por muy creíble que parezca, pero, yo aún no estoy loco, así que ésa misma tarde até mi pequeño barco entre trompicones de ola en ola, mientras el océano hambriento me mordía los lados con la esperanza de voltearlo.
Cuando pasó el temporal llegué a la ciudad, al atardecer, con un caballo alquilado, y no me esperaba nadie.
Me parecía una experiencia agradable y excitante aquella profunda libertad que te brinda el clima cuando el sol se despide. La sangre, después del viaje largo y cansado, me empezaba a circular en las piernas entumecidas y con una sonrisa de asombro miraba la gente desfilar hacia sus casas con sus familias. Por primera vez en mucho tiempo me sentía nostálgico. No sé si por el olor especial, el rumor de la gente, las luces siempre tristes tenían en mi un gran encanto, ya que envolvía todas mis impresiones en la maravilla de haber llegado por fin a una ciudad grande, adorada en mis sueños por desconocida.
Pero basta. Yo, Elisian Scott Williams, ¿cayendo en la trampa de dejarse embaucar por los sentimientos? Los sentimientos son un defecto químico de los perdedores. Tenia que centrarme en el caso que me traía a la ciudad, así que me fui hacia un puesto de ramen para aislarme de la fría calle y reflexionar sobre mis cosas.
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Akuma no mi
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Hogo estaba en su completo ensimismamiento cuando de repente se fijó en el camarero que estaba atendiendo en la barra. Parecía mayor, pues sus bigotes le llegaban hasta el pecho y le hacía parecer un hombre sabio a pesar de estar trabajando en un puesto de ramen.
Pidió unos fideos que le llamaron la atención, parecían rubios cabellos de sirena flotando en las profundas aguas de un bol vagamente decorado.
Mientras se distraía mirando cómo trabajaba el anciano, de repente pensó en lo mal que llevó el viaje des del North Blue, hacía tres años que se había acostumbrado a la vida de trotamundos en la isla de Malkiham, a pesar de las noches frías y largas de invierno. Aún recordaba las historias que le contó a Aldo aquella noche de primavera al lado del fuego, pero para nada se parecían a la violenta y desgarradora mar que le acompañó durante los tres meses de viaje.
Ahora parecía estar resguardado pero desde la ventana todavía oía las olas gritar a lo lejos.
Parecía una noche normal, una noche de esas en las que uno, si tuviera hogar y familia la pasaría sentado jugando con los críos y despreocupado.
Pero de repente apareció un hombre, era alto, casi como el tendido del puesto. Tenía el pelo largo, liso y ceniciento, cómo si lo hubiéran sacado de un cuento de hadas, pero cuanto más le miraba, más misterioso le parecía. Llevaba una espada grande y brillaba como la luna que se escondía entre las densas nubes de aquella noche.
La dejó encima de la barra y se quedó mirando recto, pensativo.
Aún no tuvo tiempo de analizarlo más profundamente cuando de repente otro hombre se presentó. Éste tenía el pelo castaño oscuro y rizado, tenía unos ojos verdes como amatistas, le pareció un tipo curioso, nada más.
El hombre se sentó justo al lado del alvino hacían una extraña pareja, pero no pareció para nada que el destino los fuera a unir aquella noche. De hecho, a Hogo ni le interesaba, sólo estaba disfrutando de un cálido manjar pensando en cuán duro seria el regreso a casa.
Pidió unos fideos que le llamaron la atención, parecían rubios cabellos de sirena flotando en las profundas aguas de un bol vagamente decorado.
Mientras se distraía mirando cómo trabajaba el anciano, de repente pensó en lo mal que llevó el viaje des del North Blue, hacía tres años que se había acostumbrado a la vida de trotamundos en la isla de Malkiham, a pesar de las noches frías y largas de invierno. Aún recordaba las historias que le contó a Aldo aquella noche de primavera al lado del fuego, pero para nada se parecían a la violenta y desgarradora mar que le acompañó durante los tres meses de viaje.
Ahora parecía estar resguardado pero desde la ventana todavía oía las olas gritar a lo lejos.
Parecía una noche normal, una noche de esas en las que uno, si tuviera hogar y familia la pasaría sentado jugando con los críos y despreocupado.
Pero de repente apareció un hombre, era alto, casi como el tendido del puesto. Tenía el pelo largo, liso y ceniciento, cómo si lo hubiéran sacado de un cuento de hadas, pero cuanto más le miraba, más misterioso le parecía. Llevaba una espada grande y brillaba como la luna que se escondía entre las densas nubes de aquella noche.
La dejó encima de la barra y se quedó mirando recto, pensativo.
Aún no tuvo tiempo de analizarlo más profundamente cuando de repente otro hombre se presentó. Éste tenía el pelo castaño oscuro y rizado, tenía unos ojos verdes como amatistas, le pareció un tipo curioso, nada más.
El hombre se sentó justo al lado del alvino hacían una extraña pareja, pero no pareció para nada que el destino los fuera a unir aquella noche. De hecho, a Hogo ni le interesaba, sólo estaba disfrutando de un cálido manjar pensando en cuán duro seria el regreso a casa.
Alexandr LaCroux
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Desde detrás de la barra, el camarero servía el ramen en el bol que iba a darle a Alex. Un poco de pasta, especias, algo de verdura... Realmente no era lo que deseaba comer en ese momento. Estaba acostumbrado a comer filetes de gran calidad en su isla natal, adornados con las mejores verduras que se podían encontrar. Y estas sucias ratas le daban de comer esta mierda que no la querían ni las cabras. Debería esclavizarlos a todos y sodomizar a sus hijas, así se pensarían mejor las cosas antes de hacerlas.
- ¡Escuchenme, señores y señoras! ¡Niños y niñas! ¡Presten atención porque lo que voy a decir es realmente indignante! ¡Yo soy Alexandr LaCroux, sangre azul, señor de los Ángeles, el más Grande, El Emperador! ¡Y este pueblo es basura!
Se levantó de repente y miró a los hombres que tenía sentados al lado. Había un tipo extraño con una máscara y otro que parecía un poco más normal. Señaló con efusividad a este último.
- ¡Tú! ¿Cómo te llamas? ¡Espera! ¡No me lo digas, no quiero saberlo! ¿Acaso has visto este pueblucho de mierda? ¡Los humanos no saben hacer nada bien! ¡Son seres egoístas, soeces, bárbaros, salvajes! Hay que exterminarlos a todos, Alex... Solo deberían existir los ángeles. ¡Ahora no me interrumpas, coño! ¿A quien cojones crees que le hablas, puto lunático? ¡Soy el futuro emperador de la tierra! ¡Que me dejes en paz, pesado! ¡Que estaba conversando con mi buen amigo... - dijo el ángel, mirando a ese chico y haciendo un gesto con la cabeza dando a entender que quería que le dijese su nombre. El numerito que acababa de montar había dejado completamente incrédulo al camarero, que se lo miraba con una cara entre horror y duda.
- ¡Escuchenme, señores y señoras! ¡Niños y niñas! ¡Presten atención porque lo que voy a decir es realmente indignante! ¡Yo soy Alexandr LaCroux, sangre azul, señor de los Ángeles, el más Grande, El Emperador! ¡Y este pueblo es basura!
Se levantó de repente y miró a los hombres que tenía sentados al lado. Había un tipo extraño con una máscara y otro que parecía un poco más normal. Señaló con efusividad a este último.
- ¡Tú! ¿Cómo te llamas? ¡Espera! ¡No me lo digas, no quiero saberlo! ¿Acaso has visto este pueblucho de mierda? ¡Los humanos no saben hacer nada bien! ¡Son seres egoístas, soeces, bárbaros, salvajes! Hay que exterminarlos a todos, Alex... Solo deberían existir los ángeles. ¡Ahora no me interrumpas, coño! ¿A quien cojones crees que le hablas, puto lunático? ¡Soy el futuro emperador de la tierra! ¡Que me dejes en paz, pesado! ¡Que estaba conversando con mi buen amigo... - dijo el ángel, mirando a ese chico y haciendo un gesto con la cabeza dando a entender que quería que le dijese su nombre. El numerito que acababa de montar había dejado completamente incrédulo al camarero, que se lo miraba con una cara entre horror y duda.
Elisian
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Elisian estaba tan perdido en sus pensamientos que se le estaba enfriando el ramen de ternera de tanto tiempo sorbiéndolo. En ése momento, su cabeza era un tablero de ajedrez tridimensional con un montón de fichas moviéndose y buscando la obertura perfecta para matar al rey y terminar la partida. De repente todas las fichas cayeron derrumbadas al suelo cuando el hombre sentado al lado de Elisian empezó a despotricar a gritos contra el pueblo donde se encontraban. Aquél acto escandaloso e inapropiado le había desconcentrado totalmente de su meditación. Elisian ya estaba poniendo los palmos de la mano encima de la mesa para seguidamente levantarse y agarrar a ése estúpido loco por el cuello, pero el discurso elocuente de éste lo detuvo. Para Eli todas las palabras eran balbuceos incomprensibles, pero una línea de excelsa oratoria despertó su atención: -¡Los humanos no saben hacer nada bien! ¡Son seres egoístas, soeces, bárbaros, salvajes!
El Skypiean empezó a hablar sólo, cual lunático solitario, delante del alucine de las 2 personas que restaban en el bar, pero Elisian ya no quiso entender nada más. Se mantuvo dandole vueltas a las palabras que aquél desganado dijo unos instantes antes.
Por fin alguien que juzgaba a la gente de la misma manera que él. Un comportamiento convencionalista y mediocre no puede sustituir los verdaderos significados de justicia y de moralidad. La gente actúa según estándares asquerosos que absorben la personalidad de los individuos.
Elisian quiso pensar que había encontrado una pieza clave para alcanzar su plan, así que sin ningún tipo de cohibición se levantó y gritó: -¡Basta ya de actuaciones de circo barato, payaso negligente! Escúchame, tenias mi curiosidad, pero ahora tienes toda mi atención.
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En las calles de la villa abundaba un cada vez más misterioso silencio, hacía un buen rato que la gente de Shimotsuki dejó de pasearse por los estrechos callejones de la isla.
Mirando el bol ya vacío, Hogo continuaba inmerso en sus pensamientos. No pensaba en quedarse mucho tiempo en ese lugar, pues tampoco parecía que careciese de servicios tan ruines como los que estaba acostumbrado nuestro trotamundos.
Pero entre ruines pensamientos, algo aún más abyecto superó en tono las voces de su interior.
De repente, el albino de ojos enfermizos se levantó y empezó a desvariar y despotricar, parecía un feligrés encima de un pequeño altar, tratando de convencer a un impío de la creación de nuestra sociedad, gesticulando y pronunciando muy lentamente cada una de sus palabras. Hablaba orgulloso y con un tono incrédulo, como si alguien en realidad lo escuchara.
Pero resultó que Hogo se equivocaba, en seguida el hombre castaño y de ojos esmeraldinos se unió al alboroto que, a juzgar por la cara del anciano que se mantenía quieto detrás de la barra, había causado el misterioso hombre de pelo blanco.
Hablaban alto, el uno por encima del otro, parecía un pleno entre comerciantes que se peleaban por un puesto en el mercado.
Observó que de repente en esa noche, el aún cada vez más misterioso silencio había llegado a su apogeo. Pero ni siquiera levantó la mirada del bol que tenía cogido entre las dos manos.
Mirando el bol ya vacío, Hogo continuaba inmerso en sus pensamientos. No pensaba en quedarse mucho tiempo en ese lugar, pues tampoco parecía que careciese de servicios tan ruines como los que estaba acostumbrado nuestro trotamundos.
Pero entre ruines pensamientos, algo aún más abyecto superó en tono las voces de su interior.
De repente, el albino de ojos enfermizos se levantó y empezó a desvariar y despotricar, parecía un feligrés encima de un pequeño altar, tratando de convencer a un impío de la creación de nuestra sociedad, gesticulando y pronunciando muy lentamente cada una de sus palabras. Hablaba orgulloso y con un tono incrédulo, como si alguien en realidad lo escuchara.
Pero resultó que Hogo se equivocaba, en seguida el hombre castaño y de ojos esmeraldinos se unió al alboroto que, a juzgar por la cara del anciano que se mantenía quieto detrás de la barra, había causado el misterioso hombre de pelo blanco.
Hablaban alto, el uno por encima del otro, parecía un pleno entre comerciantes que se peleaban por un puesto en el mercado.
Observó que de repente en esa noche, el aún cada vez más misterioso silencio había llegado a su apogeo. Pero ni siquiera levantó la mirada del bol que tenía cogido entre las dos manos.
Alexandr LaCroux
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Por sorpresa de Alexandr el chico al que acababa de soltarle el discurso se levantó y comentó que ahora tenía su atención. ¡Claro que sí! ¡Él siempre tiene razón! ¡Es hijo de reyes, noble del cielo y conquistador de océanos!
- ¡Así es! ¡Los humanos son criaturas egoístas, cínicas y violentas! ¡Cualquiera que tenga dos dedos de frente sabe que su objetivo es acabar con la injusticia, el hambre, la miseria y la violencia! ¿Entonces lo mejor sería asesinar a pobres y criminales? Pues quizás si… ¡Quizás esa es la solución! ¡Acerquense, señoras y señores, porque lo que se está cociendo aquí va a revolucionar el mundo! ¿Acaso no crees eso mismo, amigo? ¿Qué la sociedad se ha corrompido y que merece ser cambiada? – gritó. Estaba realmente entusiasmado. Le suele pasar a menudo debido a sus problemas mentales, por lo que la mayoría de gente simplemente pasa de él o lo toma por loco. - ¡Solamente nosotros, los superhombres, somos los capaces de cambiar este mundo y esta sociedad! ¡Y tu, chico, intuyo que eres de los míos! ¡Puedo verlo en tu mirada, puedo verlo a través de tu alma, puedo ver que es pura, que es limpia y que está pidiendo orden a gritos!
Alzó los brazos en alto y empezó a mirar al cielo, poniendo una cara como si estuviese teniendo una epifanía.
- ¿Acaso no es maravilloso cuando llueve? ¿Cuándo las finas y puras gotas te rozan la piel, antes de tocar este sucio suelo habitado por gusanos y se corrompan y conviertan en barro? Habría que matarlos a todos... - susurró LeRoi.
- ¡Así es! ¡Los humanos son criaturas egoístas, cínicas y violentas! ¡Cualquiera que tenga dos dedos de frente sabe que su objetivo es acabar con la injusticia, el hambre, la miseria y la violencia! ¿Entonces lo mejor sería asesinar a pobres y criminales? Pues quizás si… ¡Quizás esa es la solución! ¡Acerquense, señoras y señores, porque lo que se está cociendo aquí va a revolucionar el mundo! ¿Acaso no crees eso mismo, amigo? ¿Qué la sociedad se ha corrompido y que merece ser cambiada? – gritó. Estaba realmente entusiasmado. Le suele pasar a menudo debido a sus problemas mentales, por lo que la mayoría de gente simplemente pasa de él o lo toma por loco. - ¡Solamente nosotros, los superhombres, somos los capaces de cambiar este mundo y esta sociedad! ¡Y tu, chico, intuyo que eres de los míos! ¡Puedo verlo en tu mirada, puedo verlo a través de tu alma, puedo ver que es pura, que es limpia y que está pidiendo orden a gritos!
Alzó los brazos en alto y empezó a mirar al cielo, poniendo una cara como si estuviese teniendo una epifanía.
- ¿Acaso no es maravilloso cuando llueve? ¿Cuándo las finas y puras gotas te rozan la piel, antes de tocar este sucio suelo habitado por gusanos y se corrompan y conviertan en barro? Habría que matarlos a todos... - susurró LeRoi.
Elisian
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Elisian estaba demasiado excitado por haber encontrado a alguien que pensara igual que él, que no se daba cuenta de la locura de aquel personaje. Similar a cuando uno se enamora, que no ve los defectos de su pareja. Aún y así, a Elisian no le gustó ni un pelo que alguien con tan poco tacto y cuidado con sus palabras le intentara embaucar. Así que se calmó e intentó desarrollar un buen discurso acorde a su gran intelecto, ya que no es una persona que se deje llevar por sus emociones. De buenas a primeras, Elisian siempre ha tenido en mente ser el Evangelio que llevará a la humanidad a redimirse, pero por falta de recursos y poder nunca había estructurado un guión digno para llevar tal proeza a cabo. Ahora, delante suyo, tenia una persona cuyas palabras calcaban los pensamientos de Elisian. ¿Superhombres? ¿Razas superiores? Ideas primitivas que con un poco de sensatez podrían formar las bases de un nuevo movimiento social. El hombre de cabello plateada era un diamante en bruto, un loco de remate con nobles ideas, y Elisian se veía dispuesto a pulirlo. Dirigió su mano derecha hacia él.
-Elisian Scott Williams, el Redentor. ¿Con quién tengo el placer de hablar? -Dijo.
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Parecía que la tormenta insensata que se había avecinado nunca fuera a parar, aquel pálido y alto hombre cuyas sandeces eran aún más prominentes, casi daba miedo. Pero por desgracia o por fortuna, a Hogo no le parecía más que un descerebrado intentando llamar la atención.
Había empezado a llover, las gotas sonaban como un metrónomo en cuando caían encima del toldo del puesto. Una, dos, tres… Al principio eran pocas y sólo se oía una cada pocos segundos, luego, como si se hubieran puesto de acuerdo, la marcha militar creada por su sonido cada vez iba a más velocidad.
No paraba de hablar. Por un momento, deseó que esas diminutas gotas de agua se unieran y formaran un tsunami de tales dimensiones que le hiciera cerrar el pico. En seguida se quitó ese pensamiento de la cabeza, entre otras cosas porque le hacía recordar su atormentada llegada a la isla.
Entre palabras, algo le llamó la atención. O quizás le molestó. El caso es que Hogo había salido de sus pensamientos y algo muy gordo se acababa de pronunciar para causarle tal reacción. Al principio solo oía el molesto sonido de una mosca cojonera, pero las palabras del albino ahora eran más viles y aterradoras.
-Tse.- se le escapó a Hogo por entre sus dientes.- Me juego cien mil berrys a que esa boca se ha llevado más de una nariz rota.
A Hogo pocas cosas le llevan a tal extremo de reacciones, suele estar callado y reflexivo casi siempre. Pero demasiado rato estaba durando aquella broma.
Fuera del puesto, la lluvia había empezado a formar reflejos de luces en las calles adoquinadas de la isla. Empezaba a hacer frío cuando un golpe de aire muy oportuno terminó de enmarcar la tensa situación golpeando el sito de comida.
Hogo dejó el bol de fideos encima de la barra y, después de hacerle un ademán al camarero, se levantó y se fué del puesto.
Pero algo le hizo parar por unos segundos...
Había empezado a llover, las gotas sonaban como un metrónomo en cuando caían encima del toldo del puesto. Una, dos, tres… Al principio eran pocas y sólo se oía una cada pocos segundos, luego, como si se hubieran puesto de acuerdo, la marcha militar creada por su sonido cada vez iba a más velocidad.
No paraba de hablar. Por un momento, deseó que esas diminutas gotas de agua se unieran y formaran un tsunami de tales dimensiones que le hiciera cerrar el pico. En seguida se quitó ese pensamiento de la cabeza, entre otras cosas porque le hacía recordar su atormentada llegada a la isla.
Entre palabras, algo le llamó la atención. O quizás le molestó. El caso es que Hogo había salido de sus pensamientos y algo muy gordo se acababa de pronunciar para causarle tal reacción. Al principio solo oía el molesto sonido de una mosca cojonera, pero las palabras del albino ahora eran más viles y aterradoras.
-Tse.- se le escapó a Hogo por entre sus dientes.- Me juego cien mil berrys a que esa boca se ha llevado más de una nariz rota.
A Hogo pocas cosas le llevan a tal extremo de reacciones, suele estar callado y reflexivo casi siempre. Pero demasiado rato estaba durando aquella broma.
Fuera del puesto, la lluvia había empezado a formar reflejos de luces en las calles adoquinadas de la isla. Empezaba a hacer frío cuando un golpe de aire muy oportuno terminó de enmarcar la tensa situación golpeando el sito de comida.
Hogo dejó el bol de fideos encima de la barra y, después de hacerle un ademán al camarero, se levantó y se fué del puesto.
Pero algo le hizo parar por unos segundos...
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Alexandr estaba hablando con gran entusiasmo cuando el chico que al parecer le había caído bien le tendió la mano y se presentó como Elisian. Estaba claro que no conocía lo suficiente al ángel si pensaba que tocaría a un sucio gusano a la primera de cambio. Se tenía que ganar su respeto, tenía que hacer algo para tener el gran honor de tocar a un ser superior como lo era él.
- No te voy a dar la mano porque los humanos me dáis asco, pero intuyo que eres diferente. Eres de los míos y parece que piensas como yo... ¿O me equivoco? - dijo, dirigiéndose a ese tal Elisian. - ¡Así se habla, primero debes ganarte el respeto que te mereces para tocarme! No eres suficiente puro aún para compararte conmigo. ¡Exacto, a un macarra no se la dan con queso! ¡Pero tienes madera! ¡Quedamos pocos como nosotros, que entienden el verdadero significado de la vida...!
Estaba en una especie de estado de euforia y felicidad, pensando en lo bonito que sería unirse todos para acabar con una raza tan sucia como la humana, una raza subdesarrollada, egoísta y soez, cuando el extraño hombre con máscara le comentó que en más de una ocasión deberían haberle partido la nariz. Y luego de eso intentó huir como rata cobarde que era. Eso no iba a quedar así. Nadie, absolutamente nadie falta al respeto a un semi-diós como Alexandr y sale vivo para contarlo.
- ¡Tu! ¡Pichafloja! ¿Que cojones crees que haces? ¡Ni siquiera muestras tu cara y faltas al respeto a seres a los que deberías pedir clemencia! ¿Qué te hace pensar que voy a dejarte ir con vida? Quizás tu también eres uno de esos gusanos a los que me refiero y te has sentido aludido... ¡Desenfunda!
Gritó el ángel, para coger rápidamente la gran espada que tenía apoyada a la mesa y desenvainarla, tirar la funda al suelo y ponerse en una posición como retando al enmascarado.
- No te voy a dar la mano porque los humanos me dáis asco, pero intuyo que eres diferente. Eres de los míos y parece que piensas como yo... ¿O me equivoco? - dijo, dirigiéndose a ese tal Elisian. - ¡Así se habla, primero debes ganarte el respeto que te mereces para tocarme! No eres suficiente puro aún para compararte conmigo. ¡Exacto, a un macarra no se la dan con queso! ¡Pero tienes madera! ¡Quedamos pocos como nosotros, que entienden el verdadero significado de la vida...!
Estaba en una especie de estado de euforia y felicidad, pensando en lo bonito que sería unirse todos para acabar con una raza tan sucia como la humana, una raza subdesarrollada, egoísta y soez, cuando el extraño hombre con máscara le comentó que en más de una ocasión deberían haberle partido la nariz. Y luego de eso intentó huir como rata cobarde que era. Eso no iba a quedar así. Nadie, absolutamente nadie falta al respeto a un semi-diós como Alexandr y sale vivo para contarlo.
- ¡Tu! ¡Pichafloja! ¿Que cojones crees que haces? ¡Ni siquiera muestras tu cara y faltas al respeto a seres a los que deberías pedir clemencia! ¿Qué te hace pensar que voy a dejarte ir con vida? Quizás tu también eres uno de esos gusanos a los que me refiero y te has sentido aludido... ¡Desenfunda!
Gritó el ángel, para coger rápidamente la gran espada que tenía apoyada a la mesa y desenvainarla, tirar la funda al suelo y ponerse en una posición como retando al enmascarado.
Elisian
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A Elisian le sentó como una patada en la boca que un ser tan miserable e inculto lo tratase igual que un gusano viscoso. No le rompió la mandíbula en dos porqué se dio cuenta que con quien estaba hablando no era mas que un ser sin juicio, así que no entró en su juego. El vagabundo alado quería que Elisian se ganara su respeto porqué vio alguna semejanza con su personalidad, afirmando que era como él.
-Lo siento, no soy como tu. Yo solo desprecio a quien, con sus actos, demuestra ser indigno de llamarse humano. -respondió Elisian. -Sin embargo, sea puro balbuceo o no, hay en tus palabras una gran verdad. Si no fueras un extremista redomado te hubiera hasta creído. Pero no eres mas que un loco.
La euforia de Elisian al encontrar alguien que pensara igual que él se iba reduciendo cada vez que aquel albino abría su maleducada boca. Aún y así, Elisian creía que con un poco de educación y cultura podría pulir a ése diamante en bruto. Le podía ser muy útil para lograr conseguir su objetivo.
"Soy consciente que mi discurso, incluso tener mucha verdad en él, cuesta mucho de entender para la sociedad. Nadie quiere sentir ideas tan revolucionarias y me juzgaran de tirano autócrata. Dios permíteme agradecerte por éste precioso regalo que me has enviado. Podría utilizar a éste inútil como marioneta para que sea la cara pública de mis discursos, y si la gente quiere culpar a alguien será él. No creo que le importe mucho lo que piense la gente de sí mismo" -Pensó.
Un inesperado suceso interrumpió sus utópicos pensamientos. El hombre enmascarado que se sentaba al lado de Elisian parecía molesto, y, tras amenazar sutilmente al ángel, se dio la vuelta y se marchó. Elisian al ver de las pintas y actitud de ése hombre se dio cuenta en seguida que se trataba de un pobre vagabundo, o alguien con pocos recursos. Era normal que le hubieran molestado las palabras del payaso argenta. Éste, con una inconsideración total cogió la espada que llevaba y retó al oculto hombre. Elisian sabía que podía sacar mucho provecho de aquella situación actuando de moderador entre los dos, así que, por sorpresa, le bajó un poco la espada a Alexandr y se dirigió al andante disfrazado:
-Oe oe, permíteme disculparme en nombre de Alex. Entiendo que te hayan molestado nuestras palabras debido a tu condición, pero quizá me he expresado mal. Verás, a mi me da igual el estatus de las personas, mis ojos no diferencian entre un rico o un pobre, un bello encantador de un flaco paliducho. Lo que sobra en éste mundo es el exceso de maldad que hay en él. Los humanos nos regimos por sentimientos, lo que nos condiciona y nos vuelve egoístas. Siempre buscamos superioridad moral cuando conocemos a alguien nuevo. La historia de nuestra raza debió terminar hace tiempo. El único rasgo que nos da superioridad en frente los animales es la inteligencia, y déjame dudar de que tengamos alguna. Tenemos que renacer. Mi objetivo es encontrar a personas que les mueva la objetividad y el razonamiento puro para crear una nueva sociedad. Qué me dices, ¿tengo razón?
Elisian se acercó al enmascarado, tendiéndole la mano.
-Venga, ya has visto que mis palabras no están vacías, como las de él -con un ligero movimiento de cabeza señaló a Alexandr. -Así que, por favor, dejémonos de jergas estúpidas, ¿de acuerdo?
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Hubo un momento de silencio, Hogo se paró en seco. No le sorprendió la reacción de ese lunático, aunque hubiera preferido haberse callado y marcharse sin decir nada.
El albino empezó a hablar otra vez pero ahora tenía un tono distinto, no pensaba en voz alta como antes, esta vez se dirigía a él y parecía amenazador. Pero en seguida intervino el otro.
Quería arreglar las palabras antes nombradas por el tipo del pelo ceniciento. Le tendió la mano.
Hogo, aún dándoles la espalda, se mantuvo quieto unos instantes más. Pensaba en Aldo, ese pobre crio a la que su familia le fue arrebatada. Parecía valiente, pero era un insensato y por lo que pudo averiguar durante los tres días que pasaron en aquella cueva, su cara transmitía algo parecido al miedo.
Se giró dejando atrás esos pensamientos. Pero lo único que consiguió fue ver a un reflejo de ese crio. Delante de él estaba Elisian tendiéndole la mano en un gesto de amistad, pero en su cara observó algo de insensatez. Era mucho más joven que él.
Le cogió la mano y mirándola le dijo calmado:
-Tus manos están manchadas, igual que las mías. No sé lo que tratas de hacer, esa idea de convencerme no servirá, créeme. Si aún te queda algo de sensatez coge tus cosas y lárgate, el mundo no necesita a gente como vosotros, él mismo sigue su rumbo hacia su propia destrucción. El mal es el mal, menor, mayor o mediano, las proporciones son convenidas y las fronteras borrosas. Te parecerá imposible ser neutral en este sentido, pero si tengo que escoger entre un mal o el otro, prefiero no elegir. Tengo mis motivos para tener estos pensamientos, y por esto ninguno de los dos vais a poder convencerme, por lo menos aún no.
Dejó de estrecharle la mano.
-Y tu,- se dirigió a Alex, el albino.- Será mejor que dejes de volar tan alto, pues la caída va a ser aún más fuerte que tus pensamientos. -Volvió la mirada a Elisian y siguió.- Y yo que de tu no me gustaría estar cerca cuando esto pase.
Dio un paso hacia atrás para seguir con su camino, pero antes soltó unas últimas palabras dirigidas al albino:
-La libertad no es nada cuando se convierte en un privilegio, piénsalo. Desde que el mundo es mundo, los ideales como éste van seguidos de gente que recorre países enteros matando, quemando, robando y violando, y no necesariamente en este orden.
El albino empezó a hablar otra vez pero ahora tenía un tono distinto, no pensaba en voz alta como antes, esta vez se dirigía a él y parecía amenazador. Pero en seguida intervino el otro.
Quería arreglar las palabras antes nombradas por el tipo del pelo ceniciento. Le tendió la mano.
Hogo, aún dándoles la espalda, se mantuvo quieto unos instantes más. Pensaba en Aldo, ese pobre crio a la que su familia le fue arrebatada. Parecía valiente, pero era un insensato y por lo que pudo averiguar durante los tres días que pasaron en aquella cueva, su cara transmitía algo parecido al miedo.
Se giró dejando atrás esos pensamientos. Pero lo único que consiguió fue ver a un reflejo de ese crio. Delante de él estaba Elisian tendiéndole la mano en un gesto de amistad, pero en su cara observó algo de insensatez. Era mucho más joven que él.
Le cogió la mano y mirándola le dijo calmado:
-Tus manos están manchadas, igual que las mías. No sé lo que tratas de hacer, esa idea de convencerme no servirá, créeme. Si aún te queda algo de sensatez coge tus cosas y lárgate, el mundo no necesita a gente como vosotros, él mismo sigue su rumbo hacia su propia destrucción. El mal es el mal, menor, mayor o mediano, las proporciones son convenidas y las fronteras borrosas. Te parecerá imposible ser neutral en este sentido, pero si tengo que escoger entre un mal o el otro, prefiero no elegir. Tengo mis motivos para tener estos pensamientos, y por esto ninguno de los dos vais a poder convencerme, por lo menos aún no.
Dejó de estrecharle la mano.
-Y tu,- se dirigió a Alex, el albino.- Será mejor que dejes de volar tan alto, pues la caída va a ser aún más fuerte que tus pensamientos. -Volvió la mirada a Elisian y siguió.- Y yo que de tu no me gustaría estar cerca cuando esto pase.
Dio un paso hacia atrás para seguir con su camino, pero antes soltó unas últimas palabras dirigidas al albino:
-La libertad no es nada cuando se convierte en un privilegio, piénsalo. Desde que el mundo es mundo, los ideales como éste van seguidos de gente que recorre países enteros matando, quemando, robando y violando, y no necesariamente en este orden.
Alexandr LaCroux
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Elisian le contestó a su discurso. Le gustó que le dijese que había verdad en sus palabras, pues solo reafirmaba lo que él ya sabía: que era perfecto y siempre tenía razón. Pareció que intentó calmar un poco los ánimos, pues había bastante tensión en el ambiente, aunque casi consiguió enfadar más al ángel al decir que sus palabras eran vacías. ¿Vacias de qué? ¿Quién se creía que era ese sucio gusano para juzgar sus palabras? ¿Para tenerle tan poco respeto? Él es el ser más supremo que existe y nadie en ese mundo es capaz de cuestionar sus palabras y sus pensamientos.
Y para acabar de rematarlo, el enmascarado al que había amenazado hacía un momento comentó que no iban a convencerlo y que debería tener cuidado con lo que decía porque se llevaría un chasco.
- El peor pecado hacia vuestros semejantes no es odiarlos, asesinarlos o quemarlos, sino tratarlos con indiferencia; esto es la esencia de la humanidad. El mayor mal es la terrible indiferencia hacia vuestro vecino que vive al lado de la calle, asaltado por la explotación, la corrupción, la pobreza y la enfermedad. Una reacción negativa es mejor que ninguna reacción. Preferiría que alguien me odiase a que no me viera. Al menos si me odia, no le soy indiferente. Y este es el mayor problema que tenéis vosotros, los humanos. Con vuestra indiferencia permitís que todos los corruptos, los asesinos, los miserables, los violadores... actúen a sus anchas. Con vuestro silencio condenáis a aquellos que mueren luchando por sus ideales y por la igualdad y la justícia. ¿De que sirve el silencio si no encarcela a los criminales? ¿De que sirve huir de los problemas si estos seguirán estando presentes allá donde vayas? Tu indiferencia y tu silencio no te hacen mejor, te hacen cómplice. Y no me juzgues por pensar a lo grande, porque almenos hago el esfuerzo de pensar, hago el esfuerzo de creer en un mundo mejor, en una sociedad más justa. - Dijo LeRoi después de recoger la funda de su espada del suelo y volver a envainar esta. Estaba sereno, hablaba con voz firme y sin titubear. Su retórica y gran elocuencia se hacían visibles en situaciones como esta. Su mirada estaba clavada en los ojos de aquel hombre enmascarado, que había osado faltarle al respeto y decirle como tenía que hacer las cosas. - Porque cuando yo vuelva a ser rey y la gente me aclame, significará que entonces, y solo entonces, todos aquellos gusanos y escoria de la sociedad estarán encerrados o muertos, habrán fracasado y no tendrán ningún tipo de poder bajo mi mando. Y ahora mírame. Mírame a la cara y dime que no es eso lo que tú quieres. Dime que quieres seguir viviendo en esta basura de sociedad mientras huyes de los problemas como un niño asustado. Dime que prefieres que los que te han hecho daño sigan por ahí, destrozando la vida de más gente, a que estén encerrados o bajo tierra. Dímelo, porque no te voy a creer. Porque puedo ver tu dolor a través de tus ojos, aunque no vea tu cara. Porque puedo ver tus intenciones aunque no te vea el alma. Y puedes creer lo que quieras, pero en el fondo piensas lo mismo que yo. Y se que vas a hacer lo correcto cuando yo te lo pida.
Y para acabar de rematarlo, el enmascarado al que había amenazado hacía un momento comentó que no iban a convencerlo y que debería tener cuidado con lo que decía porque se llevaría un chasco.
- El peor pecado hacia vuestros semejantes no es odiarlos, asesinarlos o quemarlos, sino tratarlos con indiferencia; esto es la esencia de la humanidad. El mayor mal es la terrible indiferencia hacia vuestro vecino que vive al lado de la calle, asaltado por la explotación, la corrupción, la pobreza y la enfermedad. Una reacción negativa es mejor que ninguna reacción. Preferiría que alguien me odiase a que no me viera. Al menos si me odia, no le soy indiferente. Y este es el mayor problema que tenéis vosotros, los humanos. Con vuestra indiferencia permitís que todos los corruptos, los asesinos, los miserables, los violadores... actúen a sus anchas. Con vuestro silencio condenáis a aquellos que mueren luchando por sus ideales y por la igualdad y la justícia. ¿De que sirve el silencio si no encarcela a los criminales? ¿De que sirve huir de los problemas si estos seguirán estando presentes allá donde vayas? Tu indiferencia y tu silencio no te hacen mejor, te hacen cómplice. Y no me juzgues por pensar a lo grande, porque almenos hago el esfuerzo de pensar, hago el esfuerzo de creer en un mundo mejor, en una sociedad más justa. - Dijo LeRoi después de recoger la funda de su espada del suelo y volver a envainar esta. Estaba sereno, hablaba con voz firme y sin titubear. Su retórica y gran elocuencia se hacían visibles en situaciones como esta. Su mirada estaba clavada en los ojos de aquel hombre enmascarado, que había osado faltarle al respeto y decirle como tenía que hacer las cosas. - Porque cuando yo vuelva a ser rey y la gente me aclame, significará que entonces, y solo entonces, todos aquellos gusanos y escoria de la sociedad estarán encerrados o muertos, habrán fracasado y no tendrán ningún tipo de poder bajo mi mando. Y ahora mírame. Mírame a la cara y dime que no es eso lo que tú quieres. Dime que quieres seguir viviendo en esta basura de sociedad mientras huyes de los problemas como un niño asustado. Dime que prefieres que los que te han hecho daño sigan por ahí, destrozando la vida de más gente, a que estén encerrados o bajo tierra. Dímelo, porque no te voy a creer. Porque puedo ver tu dolor a través de tus ojos, aunque no vea tu cara. Porque puedo ver tus intenciones aunque no te vea el alma. Y puedes creer lo que quieras, pero en el fondo piensas lo mismo que yo. Y se que vas a hacer lo correcto cuando yo te lo pida.
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A-NO-NA-DA-DO se quedó Elisian. No por las palabras ni por el discurso, pues él piensa exactamente igual, sino por la boca de quién salieron. Hasta ahora, para él, Alexandr no era más que un bufón elocuente y sinvergüenza, pero éste alegato lo dejó desconcertado totalmente. Era como si Alex hubiera agarrado las ideas de un niño de primaria y las hubiera convertido en un trabajo de doctorado.
"O sea que infravaloré a éste titiritero" -Pensó. "Quizá aún pueda servirme para sacar algo de provecho". -Elisian se puso a aplaudir con una mueca barrida abajo.
-Ni yo puedo expresarlo mejor ¿Que pasa, Hogo, estás acojonado?. Sabes que tenemos razón, pero te da miedo a actuar ¿verdad?, no te atreves a hacer nada por miedo a las consecuencias, cuando las consecuencias de no hacer nada son mucho peor, ya has oído a Alex. Eres patético, paseas por el mundo como un héroe reluctante, como si tu no hubieras escogido ser así. Y, créeme, NO eres así. La noción de tu juicio está vacante de argumento, con palabras tan bonitas y ideas socialmente tan aceptadas te aseguras de encajar dentro de un mundo atroz. Quizá engañes a algún ingenuo, no a mí. Hoy es tu día de suerte, Hogo, ¿pero es tu sensatez tan precisa como nos quieres hacer creer?. Si tu capturas a un ladrón, lo mas probable será que lo entregues a la marina ¿voy bien?¿pero que sacas dejándolo vivo? Tiempo atrás yo lo hubiera entregado también, sí, pero me cansé de trabajar en vano. ¿De qué sirve que lo metan un tiempo en la cárcel si, cuando salga, arruinará la vida de mucha gente más? El hombre saldrá a repartir injusticia por culpa de una justicia mal elaborada. Lo sé, suena redundante y confuso, pero para erradicar las raíces del mal tenemos que acabar con todo vegetal que las plante. ¿Vas a seguir callado, hombre enmascarado? Ven aquí -Elisian le invitó a un bol de ramen. -Enséñame un poco de tu justicia.
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Podía habérselo esperado de Alex, aunque para ser un hombre que para nada recordaba a un humano, parecía que tenía cierto interés en hacer cambiar a la gente para traerla de su lado. A las personas así no se las puede hacer cambiar de idea, hay que matarlas. Pero ahora no sacaría nada y menos viniendo de un tipo tan aferrado como aquél.
Pero del otro chico… Hablaba como si supiera de lo que hablaba, y con quién lo hablaba.
Un chico humano de los más comunes y corrientes, en un mundo como este, el lugar menos común y corriente para chicos humanos comunes y corrientes.
Estaban abriendo heridas muy profundas para él. ¿Qué sabían ellos de su vida?
Hablaban como si quisieran ayudarlo.
-Veo que a más de uno se le ha hinchado la vena esta noche, parece que no os gusta que se os lleve la contraria, quizá sea esta clase de pensamiento el que sobra en este mundo, pero por desgracia este mundo es débil y queda poca gente a la que no podáis embaucar, y aún quedando poca gente, hoy os habéis topado con uno de ellos. –dijo Hogo despacio y como si pensara en voz alta.- Si de verdad apreciáis y respetáis vuestros ideales, sabréis muy bien de lo que hablo cuando os digo que los míos son igual de irrefutables.
Aún estaba girado de espaldas a los otros dos, y parecía que así se iba a quedar hasta que se marchara, pero de repente se volvió.
Hacía frio, y la tensión del momento, igual que el viento que se había levantado, cubría caras, soldaba miembros y secaba gargantas.
Hogo estaba callado y quieto, pero levantó un brazo. Parecía que ninguno de los otros dos sabía lo que estaba sucediendo, ya así era.
Se llevó la mano detrás de su cabeza, y con un gesto muy hábil pero lento como si fuera un ritual, se quitó la máscara y dejó al descubierto un rostro entumecido, rasgado y deformado.
-Dejad que os diga algo, no tenéis ni idea de lo que es vivir en este mundo, no entendéis este mundo ni los que lo habitan. Esto es exactamente lo que os pasa, es un hecho, no lo dice solo un vagabundo. Y esto será lo que os matará, no hoy, ni mañana, ni por supuesto voy a ser yo quien lo haga. Pero os aseguro que este mundo necesita a personas que lo entiendan.
Sin embargo,- dijo sin cambiar el tono en el que llevaba rato hablando- hay una cosa que os quisiera comentar antes de terminar. Yo no hago justicia, esto lo sé muy bien, mi justicia es mi venganza, y dudo que esté cerca en llegar. Aún así, mientras no ocurra, seguiré haciendo lo que llevo haciendo toda la vida, con o sin ayuda. Pero como parece que no lo entendéis, dejad que os lo aclare, no estoy de vuestra parte ni nunca lo voy a estar. A mí no se me manda, no se me exige, y por supuesto, no se me trata de estúpido. Así que os contaré lo que voy a hacer: voy a volver a ponerme mi máscara, voy a volver a meterme debajo del toldo de ese puesto y voy a disfrutar lo vagamente que pueda de éste ramen que me has prometido, entonces, y solo entonces, quizá vea si realmente ha valido la pena venir desde tan lejos.
Hacía frio, y el viento que se acababa de levantar entumecía manos, cegaba ojos y callaba bocas.
Pero del otro chico… Hablaba como si supiera de lo que hablaba, y con quién lo hablaba.
Un chico humano de los más comunes y corrientes, en un mundo como este, el lugar menos común y corriente para chicos humanos comunes y corrientes.
Estaban abriendo heridas muy profundas para él. ¿Qué sabían ellos de su vida?
Hablaban como si quisieran ayudarlo.
-Veo que a más de uno se le ha hinchado la vena esta noche, parece que no os gusta que se os lleve la contraria, quizá sea esta clase de pensamiento el que sobra en este mundo, pero por desgracia este mundo es débil y queda poca gente a la que no podáis embaucar, y aún quedando poca gente, hoy os habéis topado con uno de ellos. –dijo Hogo despacio y como si pensara en voz alta.- Si de verdad apreciáis y respetáis vuestros ideales, sabréis muy bien de lo que hablo cuando os digo que los míos son igual de irrefutables.
Aún estaba girado de espaldas a los otros dos, y parecía que así se iba a quedar hasta que se marchara, pero de repente se volvió.
Hacía frio, y la tensión del momento, igual que el viento que se había levantado, cubría caras, soldaba miembros y secaba gargantas.
Hogo estaba callado y quieto, pero levantó un brazo. Parecía que ninguno de los otros dos sabía lo que estaba sucediendo, ya así era.
Se llevó la mano detrás de su cabeza, y con un gesto muy hábil pero lento como si fuera un ritual, se quitó la máscara y dejó al descubierto un rostro entumecido, rasgado y deformado.
-Dejad que os diga algo, no tenéis ni idea de lo que es vivir en este mundo, no entendéis este mundo ni los que lo habitan. Esto es exactamente lo que os pasa, es un hecho, no lo dice solo un vagabundo. Y esto será lo que os matará, no hoy, ni mañana, ni por supuesto voy a ser yo quien lo haga. Pero os aseguro que este mundo necesita a personas que lo entiendan.
Sin embargo,- dijo sin cambiar el tono en el que llevaba rato hablando- hay una cosa que os quisiera comentar antes de terminar. Yo no hago justicia, esto lo sé muy bien, mi justicia es mi venganza, y dudo que esté cerca en llegar. Aún así, mientras no ocurra, seguiré haciendo lo que llevo haciendo toda la vida, con o sin ayuda. Pero como parece que no lo entendéis, dejad que os lo aclare, no estoy de vuestra parte ni nunca lo voy a estar. A mí no se me manda, no se me exige, y por supuesto, no se me trata de estúpido. Así que os contaré lo que voy a hacer: voy a volver a ponerme mi máscara, voy a volver a meterme debajo del toldo de ese puesto y voy a disfrutar lo vagamente que pueda de éste ramen que me has prometido, entonces, y solo entonces, quizá vea si realmente ha valido la pena venir desde tan lejos.
Hacía frio, y el viento que se acababa de levantar entumecía manos, cegaba ojos y callaba bocas.
Alexandr LaCroux
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¿Quién cojones se pensaba que era ese tío? Hablando sobre ideales, sobre la vida y sobre las emociones como si aquel puto gusano supiese más que nadie de lo que hablaba e incluso pudiese tener cualquier tipo de sentimiento importante. Se llenaba la boca de pseudo sabiduría, de lecciones morales y de patrañas que no se creería ni un perro con retraso.
- ¡No eres más que un puto saco de mierda, humano! ¡Sois todos igual de patéticos, de arrogantes y de repugnantes! ¡Debería haberte cortado esa sucia lengua en cuanto tuve oportunidad! – Gritó Alexandr en cuanto vio que aquel hombre se alejaba para después hacer un movimiento raro, al volver y tocarse la máscara. Entonces se la quitó y dejó relucir una cara llena de cicatrices y bastante desfigurada. No era lo peor que había visto, pues en varias ocasiones había comido humanos, así que casi ni se inmutó. En el fondo casi creyó que los humanos eran realmente así.
Para su sorpresa (o no), el enmascarado volvió a soltar un discurso sobre la moralidad, sobre que ellos no sabían nada de su vida ni del mundo en el que vivían. Contradictorio, pues él mismo los estaba acusando de no saber nada y casi les predecía el futuro al adivinar como la sociedad los mataría, y sin embargo tampoco les conocía de nada.
En ese momento, tanto Alexandr como LeRoi perdieron la paciencia. Ninguno de los dos aguantaba a ese tipo de la máscara, y esa oscura sensación de rabia y profundo odio volvía a recorrer su columna vertebral.
- ¡Está bien, pinpin! ¡No me extraña que estés tan amargado con lo feo que eres! ¡Antes me comería un truño de perro a darte un beso en la cara! ¿Crees que lo sabes todo, verdad? ¿Acaso piensas que necesito tu ayuda, puto gusano asqueroso? ¡No necesito tu ayuda ni la de nadie! ¡Córtale las manos, Alex, y dáselas de comer al Sr Lopes! ¡Eso es, te voy a dar tu merecido! Déjame matarle a mí. Voy a acabar con esto ahora mismo. ¡No, me lo pedí yo! Joder, si ni siquiera sirve para hacer un buen caldo. Ni un sabueso hambriento se comería a un humano así. ¡Que me dejes en paz, coño, que esta vez me encargo yo! – Gritó el ángel, completamente cegado por la rabia. Ambas personalidades se estaban peleando para ver quien se llevaría la cabeza del enmascarado a casa.
Volvió a agarrar su nodachi y la desenfundó, presentando otra vez la posición de batalla.
- ¡Ven aquí y demuestra que eres un hombre!
- ¡No eres más que un puto saco de mierda, humano! ¡Sois todos igual de patéticos, de arrogantes y de repugnantes! ¡Debería haberte cortado esa sucia lengua en cuanto tuve oportunidad! – Gritó Alexandr en cuanto vio que aquel hombre se alejaba para después hacer un movimiento raro, al volver y tocarse la máscara. Entonces se la quitó y dejó relucir una cara llena de cicatrices y bastante desfigurada. No era lo peor que había visto, pues en varias ocasiones había comido humanos, así que casi ni se inmutó. En el fondo casi creyó que los humanos eran realmente así.
Para su sorpresa (o no), el enmascarado volvió a soltar un discurso sobre la moralidad, sobre que ellos no sabían nada de su vida ni del mundo en el que vivían. Contradictorio, pues él mismo los estaba acusando de no saber nada y casi les predecía el futuro al adivinar como la sociedad los mataría, y sin embargo tampoco les conocía de nada.
En ese momento, tanto Alexandr como LeRoi perdieron la paciencia. Ninguno de los dos aguantaba a ese tipo de la máscara, y esa oscura sensación de rabia y profundo odio volvía a recorrer su columna vertebral.
- ¡Está bien, pinpin! ¡No me extraña que estés tan amargado con lo feo que eres! ¡Antes me comería un truño de perro a darte un beso en la cara! ¿Crees que lo sabes todo, verdad? ¿Acaso piensas que necesito tu ayuda, puto gusano asqueroso? ¡No necesito tu ayuda ni la de nadie! ¡Córtale las manos, Alex, y dáselas de comer al Sr Lopes! ¡Eso es, te voy a dar tu merecido! Déjame matarle a mí. Voy a acabar con esto ahora mismo. ¡No, me lo pedí yo! Joder, si ni siquiera sirve para hacer un buen caldo. Ni un sabueso hambriento se comería a un humano así. ¡Que me dejes en paz, coño, que esta vez me encargo yo! – Gritó el ángel, completamente cegado por la rabia. Ambas personalidades se estaban peleando para ver quien se llevaría la cabeza del enmascarado a casa.
Volvió a agarrar su nodachi y la desenfundó, presentando otra vez la posición de batalla.
- ¡Ven aquí y demuestra que eres un hombre!
Elisian
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Hogo agotó la paciencia de Elisian. ¿Como se atrevía a ningunearlo? La juventud no es sinónimo de ignorancia, y aquellas palabras fueron las detonantes para que se creara el desorden absoluto. De repente Alexandr reventó de rabia, pero esta vez no por su locura, ya que Elisian sentía la misma ira que él. ¿Que clase de hipócrita, no? Los rechaza por tener una opinión mientras les impone la suya. Hogo cada vez parecía menos listo a ojos de Elisian, su visión de él cambió a la de un hombre que persigue tópicos e ideales de cuentos de hadas. El mundo es cruel, no puedes esperar un final feliz de una historia de terror. Inesperadamente, cuando Alex terminó el discurso desenfundó la espada de nuevo y retó a Hogo a duelo. Elisian se dio cuenta que tenia que poner mano al asunto o la cosa se le iría de las manos.
-Espéra un rato, Alex, ya tendremos tiempo de jugar con él luego. -Le dijo a Alexandr. -Y tu, poeta desesperado -ahora le hablaba a Hogo -No sirve de nada alimentarse de esperanzas y después desengañarse. Has leído muchos libros, supongo, tu ves pero no observas. La mediocridad no conoce nada mas alto que si misma. Deja de vendernos ésta faceta madura tuya, eres más patético que el loco que tengo al lado, al menos él se rige por una voluntad firme, puede tener razón o no, pero dice lo que piensa, es transparente, es directo. Depositaría antes mi confianza en él que en ti, toda verdad es mejor que cualquier duda indefinida. -Parecía que la intervención de Elisian desvió un poco la atención de Hogo del reto que le proponia Alexandr.
-Escúchame bien, no eres nadie, y creo que ya lo sabes. No te necesitamos, no te creas importante, solo quiero que entiendas mi manera de ver el mundo. Yo no pienso imponerte mis ideales, solo quiero hacerte ver que son los menos subjetivos. Me has hecho rabiar ¿Sabes? Poca gente consigue terminar tan rápido con mi serenidad. Pero ahora es mi turno, ¿conseguirás mantener tu temple calmado?. -La cara de Elisian era un poema, cualquier felino se quedaría corto de mezquindad en comparación.
Elisian lanzó el bol de ramen por los aires y lo empujó dirección al dueño del puesto. Le empapó toda la cara. -¡Maldito crío! ¡Me arde la cara! ¡Me arde la cara! Seguidamente Elisian pegó un brinco por encima de la barra del bar y se puso detrás del camarero, atándole las manos. -Qué te pasa hombre enmascarado, ¿no te hierve la sangre al ver tal injusticia? ¿Que hago? ¿Lo mato, lo torturo? -Elisian aprisionó la cabeza del camarero con sus manos y de un giro repentino lo desnucó.
- ¡Uhhh mírame! Soy Elisian, un niñato que no entiende éste mundo. Como no llevo una máscara misteriosa ni me paseo como una ánima en pena presumiendo de un pasado oscuro, no puedo opinar sobre crueldades e injusticias. ¿Es eso, arlequín? Pero eh, tranquilo, no te asustes ¡Hahahaha! tu cara parece un auténtico poema. Bueno, espera, de hecho no lo sé porqué no te la puedo ver con éste sucio cubo de basura que llevas encima. Mira, fantasma de la ópera, hoy te llevarás una valiosa lección, no juzgues a alguien más seguro de él mismo que tú de ti. En un mundo de puertas cerradas, quien tiene la llave es el rey, y cielo, deberías verme con una reluciente corona encima. -Elisian se volvió a saltar la barra y se puso de espaldas a Hogo, con la voluntad de irse.
-Por cierto. -Elisian se sacó un pergamino del bolsillo y se lo pasó a Hogo. Era una orden judicial que pedía busca y captura para Denis Buch, cocinero de ramen, un pedófilo violador de niños. -Ten, para que veas que las palabras van más allá de meros balbuceos, yo con mis acciones pretendo edificar un mundo mejor. ¿Haces algo tu aparte de hablar?. No vuelvas a juzgarme, so espantapájaros. Si quieres algo de mi, ya sabes quien soy.
Luego Elisian se dirijió hacia Alex.
-Pretendía darte la mano pero no quiero ensuciarte. Creo que tengo algo que proponerte, mejor vámonos a un restaurante más agradable, ya pagaré yo, pide lo que quieras. ¿Qué me dices?
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Tras las duras palabras de Alexandr y Elisian, Hogo se quedó perplejo y se adentró en uno de sus pensamientos.
-He luchado, he sufrido, he robado y me han traicionado.- dijo -Todo el mundo que una vez estuvo delante de mis ojos, ahora no hace más que seguir girando sin contar conmigo. Hasta el día de hoy he seguido mis propios consejos que con los años jamás se han desviado, pero por desgracia, he tenido que hacer ciertos sacrificios a mis pensamientos, para poder seguir con vida. Ahora se me plantea uno de ellos. Hace tiempo que me di cuenta de que estoy luchando por nada, sólo para seguir comiendo y tener un techo en donde dormir. Pero ahora el mundo me devuelve a su órbita, me tiende la mano y me guía en uno de sus millones de caminos. ¿Y ahora soy yo quién no quiere formar parte de él? Por dios Hogo, ¿Qué te pasa? ¡No sabes adónde vas! Mírate, estas en una isla a cientos de miles de quilómetros de lo que un día fue tu hogar, y ¿para qué? ¿Para seguir adelante en un mundo del que no formas parte pero aún así sigues su juego?
Hogo estaba enfadado consigo mismo, parecía como si de repente se le hubiera abierto una puerta por dónde entrar de nuevo a su hogar. Pero había hablado demasiado con aquel par de individuos como para ahora rendirse y cambiar de opinión así sin más.
Era adulto, pero tenía una cabeza como la de un viejo de setenta años. Así que cerró los puños y con un tono de voz un poco más normal y serena prosiguió:
-Un día el diablo fue a ver a dios y dijo:
-Hagamos una apuesta, tu y yo por el alma de un hombre.
Y desde arriba se fijaron en Yismel, un hombre devoto y religioso. Entonces, el diablo dijo:
-Puedo hacer que cambie de opinión y que maldiga tu nombre.
-Inténtalo y fallarás.- le contestó el otro.
Así que el diablo empezó. Mató a los rebaños de Yismel y le arrebató sus campos. Los quemó y le arrojó las cenizas. Pero la opinión de aquel campesino siguió sin cambiar.
-Así que os pregunto hijos, ¿si el diablo no pudo hacer que Yismel cambiara de opinión, como vais a hacer que cambie la mía? Ya sé que ésta no era vuestra intención, pero por lo que pareció hace un momento uno de los dos intentó que lo hiciera. Des de luego, yo no os obligué bajo ningún concepto en que tuvierais que dejar de pensar así. Pero me estoy liando entre pensamientos estúpidos.
A lo que quiero llegar es que habéis hecho que una parte de mi que hacía tiempo que no reconocía, empezara a brillar de nuevo.
Es por eso que os pido disculpas si en algún momento pareció que no respetaba vuestra opinión.
Hogo cerró aún más los puños y empezó a notar como sus uñas le dañaban a pesar de llevar guantes. Hizo un paso a delante y pronunció clara y lentamente las siguientes palabras:
-Sé que hemos empezado con mal pié, así que intentaré comenzar de nuevo. Me llamo Hogo Ora, vengo de las tierras del mar del norte en busca de trabajo, y por lo que veo aquí hay poco.
Pero se me ha presentado una oportunidad ante mí y la he rechazado en contra de mis principios, así que no os pido que me disculpéis, os pido que toméis mi ayuda de vuestra parte hasta que nuestros caminos vuelvan a bifurcarse.
El viento, por un momento dejó de soplar, parecía que él también esperara la respuesta de los dos individuos del otro lado de la calle.
-He luchado, he sufrido, he robado y me han traicionado.- dijo -Todo el mundo que una vez estuvo delante de mis ojos, ahora no hace más que seguir girando sin contar conmigo. Hasta el día de hoy he seguido mis propios consejos que con los años jamás se han desviado, pero por desgracia, he tenido que hacer ciertos sacrificios a mis pensamientos, para poder seguir con vida. Ahora se me plantea uno de ellos. Hace tiempo que me di cuenta de que estoy luchando por nada, sólo para seguir comiendo y tener un techo en donde dormir. Pero ahora el mundo me devuelve a su órbita, me tiende la mano y me guía en uno de sus millones de caminos. ¿Y ahora soy yo quién no quiere formar parte de él? Por dios Hogo, ¿Qué te pasa? ¡No sabes adónde vas! Mírate, estas en una isla a cientos de miles de quilómetros de lo que un día fue tu hogar, y ¿para qué? ¿Para seguir adelante en un mundo del que no formas parte pero aún así sigues su juego?
Hogo estaba enfadado consigo mismo, parecía como si de repente se le hubiera abierto una puerta por dónde entrar de nuevo a su hogar. Pero había hablado demasiado con aquel par de individuos como para ahora rendirse y cambiar de opinión así sin más.
Era adulto, pero tenía una cabeza como la de un viejo de setenta años. Así que cerró los puños y con un tono de voz un poco más normal y serena prosiguió:
-Un día el diablo fue a ver a dios y dijo:
-Hagamos una apuesta, tu y yo por el alma de un hombre.
Y desde arriba se fijaron en Yismel, un hombre devoto y religioso. Entonces, el diablo dijo:
-Puedo hacer que cambie de opinión y que maldiga tu nombre.
-Inténtalo y fallarás.- le contestó el otro.
Así que el diablo empezó. Mató a los rebaños de Yismel y le arrebató sus campos. Los quemó y le arrojó las cenizas. Pero la opinión de aquel campesino siguió sin cambiar.
-Así que os pregunto hijos, ¿si el diablo no pudo hacer que Yismel cambiara de opinión, como vais a hacer que cambie la mía? Ya sé que ésta no era vuestra intención, pero por lo que pareció hace un momento uno de los dos intentó que lo hiciera. Des de luego, yo no os obligué bajo ningún concepto en que tuvierais que dejar de pensar así. Pero me estoy liando entre pensamientos estúpidos.
A lo que quiero llegar es que habéis hecho que una parte de mi que hacía tiempo que no reconocía, empezara a brillar de nuevo.
Es por eso que os pido disculpas si en algún momento pareció que no respetaba vuestra opinión.
Hogo cerró aún más los puños y empezó a notar como sus uñas le dañaban a pesar de llevar guantes. Hizo un paso a delante y pronunció clara y lentamente las siguientes palabras:
-Sé que hemos empezado con mal pié, así que intentaré comenzar de nuevo. Me llamo Hogo Ora, vengo de las tierras del mar del norte en busca de trabajo, y por lo que veo aquí hay poco.
Pero se me ha presentado una oportunidad ante mí y la he rechazado en contra de mis principios, así que no os pido que me disculpéis, os pido que toméis mi ayuda de vuestra parte hasta que nuestros caminos vuelvan a bifurcarse.
El viento, por un momento dejó de soplar, parecía que él también esperara la respuesta de los dos individuos del otro lado de la calle.
Alexandr LaCroux
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Extrañamente el humano cambió la sensación que transmitía. Quizás realmente sus palabras habían calado hondo en él, o las de su otro semejante, que también fueron duras. La cuestión es que ese hombre enmascarado había pasado de ser un amargado de mierda a un ser un poco más agradable, aunque seguía siendo humano, así que no podía darle mucha importancia tampoco. Hizo alguna referencia bíblica y poca cosa más.
El que realmente le sorprendió fue el otro humano. Tras saltar la barra, desnucó al camarero, que parecía que en realidad era un violador de niños. Estuvo bien ese gesto, ahí, limpiando la suciedad que había en ese planeta y mostrando una sensibilidad, al menos para él, superior a la del resto de humanos. Quizás con ese chico podría acabar creando algún proyecto. Algo grande, aprovechando su forma de pensar y de ver la vida.
- Está bien. Vamos a sentarnos y a hablar de negocios. Y estás en lo correcto, no voy a darte la mano porque me dais bastante asco los humanos, pero tengo que reconocer que lo que acabas de hacer me ha sorprendido. - dijo a Elisian - Y tú - se giró, para hablar con el hombre enmascarado que ahora tenía una actitud más abierta a colaborar - si realmente quieres hacer algo para cambiar esta sociedad y eliminar toda aquella escoria que, como este camarero, solo hacen daño a este planeta, estaría encantado de escuchar lo que tienes que decir.
Quizás al final el viaje habría servido para algo más que para ayudar a las viejas a cambio de cuatro berries.
El que realmente le sorprendió fue el otro humano. Tras saltar la barra, desnucó al camarero, que parecía que en realidad era un violador de niños. Estuvo bien ese gesto, ahí, limpiando la suciedad que había en ese planeta y mostrando una sensibilidad, al menos para él, superior a la del resto de humanos. Quizás con ese chico podría acabar creando algún proyecto. Algo grande, aprovechando su forma de pensar y de ver la vida.
- Está bien. Vamos a sentarnos y a hablar de negocios. Y estás en lo correcto, no voy a darte la mano porque me dais bastante asco los humanos, pero tengo que reconocer que lo que acabas de hacer me ha sorprendido. - dijo a Elisian - Y tú - se giró, para hablar con el hombre enmascarado que ahora tenía una actitud más abierta a colaborar - si realmente quieres hacer algo para cambiar esta sociedad y eliminar toda aquella escoria que, como este camarero, solo hacen daño a este planeta, estaría encantado de escuchar lo que tienes que decir.
Quizás al final el viaje habría servido para algo más que para ayudar a las viejas a cambio de cuatro berries.
Elisian
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Hogo por fin abrió los ojos y reconoció que la causa por la que luchaban Elisian y Alex era razonable. Quizá la gran oratoria de aquellos dos había conseguido penetrar a través de la dura coraza que protegia al poeta enmascarado.
-Mira, Hogo, sé que me he pasado con el dramatismo, pero el demente de mi lado me ha entusiasmado con su retórica. Mis ilusiones no tienen que ser tus objetivos, pero me alegra que por fin consigas entenderme. Intuyo como eres, pareces buen tipo pero te lo han hecho pasar mal. -Elisian se dirijió a Hogo con un tono más serio.
-Sé que es difícil confiar en la gente más que nadie, pero, ¡MÍRAME! Soy un tipo transparente, dedico mi vida a acabar con las raíces de todo mal habido y por haber. -Elisian metió al camarero en un saco de pana y lo cargó en su espalda.
-Y ahora, amigo, permíteme dirigirme a entregar al cadáver de éste bastardo a la marina y cobrar una buena recompensa. Si quieres algo de mi dirígete a mi oficina y serás bienvenido.
Elisian se giró y dirigió su mirada a Alexandr. -Y tú, Alex, puedes acompañarme si quieres, y luego vamos por ahí a charlar un rato.
Seguidamente se marchó tranquilamente disfrutando de un cigarrillo debajo la fina lluvia.
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Hogo pensó que había acertado en pedir disculpas, aún así, en su interior aún brotaba algo de frustración por no darle lo merecido a Alex, pero pensó que quizá no valiera la pena.
Ahora había conseguido un objetivo por el que luchar y unos compañeros que a lo mejor, más adelante le ayudarían y le acompañarían en su viaje de venganza.
-Gracias Elisian por prestarme tu confianza a pesar de lo que ha ocurrido. -le dijo- Y gracias a ti también Alex por no matarme. –Esto lo dijo en un tono algo sarcástico- De verdad que me será de mucha ayuda para volver a encontrar mi camino.
Elisian le dijo que se podría pasar por sus dependencias si tenía alguna duda o asunto con el que tratar, y Alex que si querían, que podrían sentarse y hablar de futuros trabajos.
Hogo asintió con la cabeza, se los miro unos segundos y les dijo:
-Nos vemos pronto compañeros.
Se dio la vuelta y se marchó por la callejuela de donde vino.
En las calles de la villa abundaba un misterioso silencio, ya hacía un buen rato que la gente de Shimotsuki dejó de pasearse por los estrechos callejones de la isla.
Se figó a lo lejos y pudo ver el mar, un mar ya calmado y brillando a la luz de la luna. Había dejado de llover, pero a pesar de ese vacío que quedó al desaparecer la tormenta, Hogo se sentía lleno, después de tanto tiempo emprendía de nuevo su aventura.
Ahora había conseguido un objetivo por el que luchar y unos compañeros que a lo mejor, más adelante le ayudarían y le acompañarían en su viaje de venganza.
-Gracias Elisian por prestarme tu confianza a pesar de lo que ha ocurrido. -le dijo- Y gracias a ti también Alex por no matarme. –Esto lo dijo en un tono algo sarcástico- De verdad que me será de mucha ayuda para volver a encontrar mi camino.
Elisian le dijo que se podría pasar por sus dependencias si tenía alguna duda o asunto con el que tratar, y Alex que si querían, que podrían sentarse y hablar de futuros trabajos.
Hogo asintió con la cabeza, se los miro unos segundos y les dijo:
-Nos vemos pronto compañeros.
Se dio la vuelta y se marchó por la callejuela de donde vino.
En las calles de la villa abundaba un misterioso silencio, ya hacía un buen rato que la gente de Shimotsuki dejó de pasearse por los estrechos callejones de la isla.
Se figó a lo lejos y pudo ver el mar, un mar ya calmado y brillando a la luz de la luna. Había dejado de llover, pero a pesar de ese vacío que quedó al desaparecer la tormenta, Hogo se sentía lleno, después de tanto tiempo emprendía de nuevo su aventura.
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