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El enorme cuerpo del reptil surcaba los cielos del Nuevo Mundo. Ya había terminado sus asuntos en aquel mar, por lo que decidió volver raudo al Paraíso. Sin embargo, hasta los dragones deben descansar y llevaba toda la noche volando, habiendo amanecido ya. Si bien aún no necesitaba dormir, necesitaba descansar las alas un rato. El gigantesco reptil descendió hasta la isla más cercana que vio, poniendo pie en forma humana en esta nada más llegar. Miró a su alrededor, confuso y algo desorientado.
"S... ¿Son todo cactus?"
Menudo sitio había elegido para bajar y reponer fuerzas. Se sentó en el suelo y rebuscó entre su mochila hasta sacar una bolsa de malvaviscos sin abrir. Siempre podría comer. Se tiró en el suelo boca arriba y abrió la bolsa. Sacó una de las golosinas y la lanzó al aire. Escupió una llamarada que quemó el malvavisco y después abrió la boca, dejando que este cayera dentro bien quemado. Estuvo comiendo malvaviscos quemados de aquella forma tan peculiar durante un rato, y lo cierto es que agradeció que no hubiese nadie a su alrededor para ver como cada uno de tres fallaba y caía al suelo.
"S... ¿Son todo cactus?"
Menudo sitio había elegido para bajar y reponer fuerzas. Se sentó en el suelo y rebuscó entre su mochila hasta sacar una bolsa de malvaviscos sin abrir. Siempre podría comer. Se tiró en el suelo boca arriba y abrió la bolsa. Sacó una de las golosinas y la lanzó al aire. Escupió una llamarada que quemó el malvavisco y después abrió la boca, dejando que este cayera dentro bien quemado. Estuvo comiendo malvaviscos quemados de aquella forma tan peculiar durante un rato, y lo cierto es que agradeció que no hubiese nadie a su alrededor para ver como cada uno de tres fallaba y caía al suelo.
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Se agachó y observó el enorme rastro zigzagueante en la tierra seca. Claramente el Almirante Papuhebi había pasado por ahí con su mascota... eso, o había grandes bestias en aquel lugar, lo cuál no le hubiera extrañado tratándose de Grand Line. En todo caso, no tenía nada que perder. Siguió el rastro, atento a su haki de observación y a todo lo que le rodeaba, bastante desconfiado. Caía un sol de justicia, pese a que para el marine era una temperatura la mar de agradable. En condiciones normales hubiese disfrutado bastante del lugar, pero los motivos que le llevaban a aquel lugar hacían que cualquier atractivo que pudiese tener llevar acabo una misión allí quedase eclipsado. Frunció el ceño, y se llevó la mano inconscientemente al lado izquierdo del pecho, donde tenía la cicatriz del tiro de Émile. Aun le dolía en ocasiones, a pesar de que la herida ya había cicatrizado. Meneó la cabeza y sacó sus gafas de sol redondas, poniéndoselas.
Al cabo de un rato llegó a un punto donde el rastro torcía de golpe. No parecía un movimiento muy natural. Intrigado, Kai comenzó a revisar la zona cercana. El viento ya había borrado casi todos los rastros, pero encontró lo que parecían huellas de botines. El marine frunció el ceño. Así que el Almirante y "él" se habían encontrado allí. Comenzó a mirar el suelo y los enormes cactus, pero no había signos de pelea. Extraño, muy extraño. La pelea podía haber sido aérea, lo que explicaría la falta de marcas, pero, ¿se había mantenido la serpiente totalmente al margen? No, algo no le cuadraba. Recordó entonces cómo Émile había desaparecido sin más de la casa en que habían estado viviendo juntos, desvaneciéndose en el aire. Lo había achacado inicialmente a que el trauma del momento le había hecho imaginarse cosas que no eran, pero ahora no parecía tan descabellado. Debía asumir que el pirata poseía la capacidad de teletransportarse de alguna manera, lo que dificultaría enormemente su captura.
Visto lo visto, no encontraría a Émile en aquella isla posiblemente. Suspiró, sintiéndose muy cansado y vacío por dentro. Si no hubiese cometido el error de dejarle vivir... ni siquiera podía achacarlo al pensamiento inocente de haber pensado que ya no era el sanguinario criminal de antes. Eso podía ser justificable... sobre todo teniendo en cuenta el estado en que se hallaba el pirata en aquel momento. Sin embargo, cuando lo tuvo frente a frente en el Archipiélago no tuvo valor para darle muerte, lo que le costó la vida a cientos de personas y casi la suya. Se sentó, o más bien hubiese sido más correcto decir que se dejó caer, sintiendo una honda tristeza. Sacó la pitillera y la abrió, pero no le quedaba tabaco. Enfadado, dio un fuerte puñetazo en el suelo y respiró hondo para intentar calmarse. Fue entonces cuando vio una de las escenas más extraña de su vida: notó una presencia de gran poder entrando en el radio de su mantra, y al alzar la vista vio a un inmenso dragón con la piel de un tono similar al dorado. La noble bestia descendió a unos seis metros de él, dándole la espalda, y al tocar tierra se transformó en un joven de larga melena negra y ropas de colores rojizos y negros. Lo observó con curiosidad, sorprendido de que no se hubiese percatado de su presencia. El chico comenzó a sacar malvaviscos, tirarlos al aire y... ¿soplar fuego sobre ellos? Increíble. ¿Era parte del poder de su akuma? Pero si no estaba transformado... ¿las zoan daban también poderes así en forma humana? La mayoría de las nubes que tiraba al aire no caían en su boca, si no al suelo. "Un dragón muy hábil" pensó, divertido. La verdad es que era mono, a pesar de la quemadura de su rostro.
- Ey, chico dragón, ¿no te apetecerá compartir esas delicias? Puedo ayudarte a prepararlas - dijo, haciendo aparecer una llama en la palma de su mano.
Al cabo de un rato llegó a un punto donde el rastro torcía de golpe. No parecía un movimiento muy natural. Intrigado, Kai comenzó a revisar la zona cercana. El viento ya había borrado casi todos los rastros, pero encontró lo que parecían huellas de botines. El marine frunció el ceño. Así que el Almirante y "él" se habían encontrado allí. Comenzó a mirar el suelo y los enormes cactus, pero no había signos de pelea. Extraño, muy extraño. La pelea podía haber sido aérea, lo que explicaría la falta de marcas, pero, ¿se había mantenido la serpiente totalmente al margen? No, algo no le cuadraba. Recordó entonces cómo Émile había desaparecido sin más de la casa en que habían estado viviendo juntos, desvaneciéndose en el aire. Lo había achacado inicialmente a que el trauma del momento le había hecho imaginarse cosas que no eran, pero ahora no parecía tan descabellado. Debía asumir que el pirata poseía la capacidad de teletransportarse de alguna manera, lo que dificultaría enormemente su captura.
Visto lo visto, no encontraría a Émile en aquella isla posiblemente. Suspiró, sintiéndose muy cansado y vacío por dentro. Si no hubiese cometido el error de dejarle vivir... ni siquiera podía achacarlo al pensamiento inocente de haber pensado que ya no era el sanguinario criminal de antes. Eso podía ser justificable... sobre todo teniendo en cuenta el estado en que se hallaba el pirata en aquel momento. Sin embargo, cuando lo tuvo frente a frente en el Archipiélago no tuvo valor para darle muerte, lo que le costó la vida a cientos de personas y casi la suya. Se sentó, o más bien hubiese sido más correcto decir que se dejó caer, sintiendo una honda tristeza. Sacó la pitillera y la abrió, pero no le quedaba tabaco. Enfadado, dio un fuerte puñetazo en el suelo y respiró hondo para intentar calmarse. Fue entonces cuando vio una de las escenas más extraña de su vida: notó una presencia de gran poder entrando en el radio de su mantra, y al alzar la vista vio a un inmenso dragón con la piel de un tono similar al dorado. La noble bestia descendió a unos seis metros de él, dándole la espalda, y al tocar tierra se transformó en un joven de larga melena negra y ropas de colores rojizos y negros. Lo observó con curiosidad, sorprendido de que no se hubiese percatado de su presencia. El chico comenzó a sacar malvaviscos, tirarlos al aire y... ¿soplar fuego sobre ellos? Increíble. ¿Era parte del poder de su akuma? Pero si no estaba transformado... ¿las zoan daban también poderes así en forma humana? La mayoría de las nubes que tiraba al aire no caían en su boca, si no al suelo. "Un dragón muy hábil" pensó, divertido. La verdad es que era mono, a pesar de la quemadura de su rostro.
- Ey, chico dragón, ¿no te apetecerá compartir esas delicias? Puedo ayudarte a prepararlas - dijo, haciendo aparecer una llama en la palma de su mano.
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El joven dragón empezó a pensar en su tierra natal. Aquella gran isla que era el centro de un imperio creciente del cual era el príncipe. Aunque ya no. Había sido desterrado por su padre hará poca cosa de un año, bajo cargos de alta traición y conspiración contra el emperador. Solo había pisado de nuevo suelo imperial cuando decidió colarse en la isla a visitar a su hermana. Lo cierto es que no le importaba, pues su padre era una persona bastante déspota y, en efecto, tarde o temprano el dragón acabaría rebelándose contra él. Una voz lo sacó de su ensimismamiento cuando lanzó una de las nubes al aire. Giró la cabeza dirección a aquella voz, haciendo que la golosina cayese en su sien.
Un tipo de pelo negro y barba perfilada se encontraba mirándolo, con una llama bailando en la palma de su mano. ¿Control del fuego? ¿Un soldado del imperio que lo estaba buscando? No, imposible. Ni siquiera un soldado del imperio podría mantener una llama en la palma de la mano tanto tiempo sin quemarse. El dragón se puso de pie rápidamente mientras pensaba de donde podría provenir aquella llama. Si no era control del fuego, debía ser...
"Akuma no mi..."
El agente miró al recién llegado con una sonrisa, pero sin llegar a bajar la guardia. Nunca se sabía lo que podía pasar. Metió la mano en la bolsa, sacó un malvavisco de esta y lo ofreció al extraño de la llama.
- Habrá que ir con cuidado, no sea que quememos los cactus. Me llamo Zuko.
Un tipo de pelo negro y barba perfilada se encontraba mirándolo, con una llama bailando en la palma de su mano. ¿Control del fuego? ¿Un soldado del imperio que lo estaba buscando? No, imposible. Ni siquiera un soldado del imperio podría mantener una llama en la palma de la mano tanto tiempo sin quemarse. El dragón se puso de pie rápidamente mientras pensaba de donde podría provenir aquella llama. Si no era control del fuego, debía ser...
"Akuma no mi..."
El agente miró al recién llegado con una sonrisa, pero sin llegar a bajar la guardia. Nunca se sabía lo que podía pasar. Metió la mano en la bolsa, sacó un malvavisco de esta y lo ofreció al extraño de la llama.
- Habrá que ir con cuidado, no sea que quememos los cactus. Me llamo Zuko.
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Kai se acercó y aceptó el malvavisco, soplando una pequeña llamarada encima para calentarlo. Tras darle un par de vueltas y soplar varias veces más hasta comprobar que lo había hecho bien, se dio cuenta de que estaba quemado por la zona donde lo había estado sujetando... al igual que todo el suelo a su alrededor, donde se había formado una pequeña hoguera. Soltó una risa nerviosa y dijo:
- Lo siento, lo siento. A veces soy un poco despistado. He pasado estos últimos meses entrenando, y estoy acostumbrado a mantener mi forma logia las veinticuatro horas del día. Mi maestro era un poco... rudo.
Recordó algunas de las veces en que Asahi-sensei lo había atacado mientras dormía para forzarlo a mantenerse alertar a todas horas. Sintió un escalofrío, y se llevó el malvavisco requemado a la boca. Entonces recordó que aun no había apagado el fuego, y se rascó la cabeza con un suspiro mientras veía las llamas a su alrededor. No parecía tener mucha prisa. Finalmente se encogió de hombros y chasqueó los dedos empleando su Full Control. El pequeño incendio se apagó al instante, dejando únicamente la tierra requemada y aun caliente. Alzó la mirada para comprobar la reacción de Zuko, preguntándose si no habría sido un tanto descuidado de más mostrándole sus poderes. Émile había estado allí la noche anterior... bien podía ser unos de los miembros de su banda. Decidió intentar sonsacarle de quién se trataba.
- Mi nombre es Kai - dijo, tendiéndole la mano amigablemente.
Por un momento se había planteado revelarle que era de la Marina, lo que hubiese podido desembocar (en caso de ser un enemigo) o en un ataque, o en que mintiese sobre su identidad. Incluso en que intentase hacerse amigo suyo. En todo caso, le compensaba más no decirlo e intentar que lo dijera él primero. La pregunta era... ¿sería sutil o iría a saco? Por un lado, yendo a saco podía hacer que el otro se cerrase en banda en caso de que estuviera teniendo las mismas sospechas. Pero si era demasiado sutil, cabía la posibilidad de que el otro se diese cuenta de verdad. No, lo propio sería actuar con naturalidad. Cualquiera se interesaría por lo que estaba ocurriendo si un dragón bajase de los cielos y se transformase en un humano delante de sus narices, ¿no?
- Y bien, Zuko-kun, ¿qué te ha traído a esta isla? Al fin y al cabo estamos en tierra de nadie, disputada entre el Gobierno y la Revolución.
La lucha en Foolshout era un poco ambigua, en realidad. Tanto la Revolución como el Gobierno afirmaban proteger la isla, pero en la práctica nadie la dominaba. En ocasiones había escaramuzas entre ambos bandos, pero poca cosa más.
- Lo siento, lo siento. A veces soy un poco despistado. He pasado estos últimos meses entrenando, y estoy acostumbrado a mantener mi forma logia las veinticuatro horas del día. Mi maestro era un poco... rudo.
Recordó algunas de las veces en que Asahi-sensei lo había atacado mientras dormía para forzarlo a mantenerse alertar a todas horas. Sintió un escalofrío, y se llevó el malvavisco requemado a la boca. Entonces recordó que aun no había apagado el fuego, y se rascó la cabeza con un suspiro mientras veía las llamas a su alrededor. No parecía tener mucha prisa. Finalmente se encogió de hombros y chasqueó los dedos empleando su Full Control. El pequeño incendio se apagó al instante, dejando únicamente la tierra requemada y aun caliente. Alzó la mirada para comprobar la reacción de Zuko, preguntándose si no habría sido un tanto descuidado de más mostrándole sus poderes. Émile había estado allí la noche anterior... bien podía ser unos de los miembros de su banda. Decidió intentar sonsacarle de quién se trataba.
- Mi nombre es Kai - dijo, tendiéndole la mano amigablemente.
Por un momento se había planteado revelarle que era de la Marina, lo que hubiese podido desembocar (en caso de ser un enemigo) o en un ataque, o en que mintiese sobre su identidad. Incluso en que intentase hacerse amigo suyo. En todo caso, le compensaba más no decirlo e intentar que lo dijera él primero. La pregunta era... ¿sería sutil o iría a saco? Por un lado, yendo a saco podía hacer que el otro se cerrase en banda en caso de que estuviera teniendo las mismas sospechas. Pero si era demasiado sutil, cabía la posibilidad de que el otro se diese cuenta de verdad. No, lo propio sería actuar con naturalidad. Cualquiera se interesaría por lo que estaba ocurriendo si un dragón bajase de los cielos y se transformase en un humano delante de sus narices, ¿no?
- Y bien, Zuko-kun, ¿qué te ha traído a esta isla? Al fin y al cabo estamos en tierra de nadie, disputada entre el Gobierno y la Revolución.
La lucha en Foolshout era un poco ambigua, en realidad. Tanto la Revolución como el Gobierno afirmaban proteger la isla, pero en la práctica nadie la dominaba. En ocasiones había escaramuzas entre ambos bandos, pero poca cosa más.
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Conforme se mostraban más indicios de poder de aquel hombre, Zuko se convencía más que no era un Maestro del Fuego de Reddo. Ni siquiera él, que había llegado a un nivel bastante alto en la maestría del rojo elemento, era capaz de crear fuego de aquella forma, casi como si no lo intentara. No tuvo que pensar mucho rato para saber de donde venía aquel increíble control, pues él mismo lo reveló, comiéndose el malvavisco requemado y apagando las llamas que había formado a sus pies. Zuko había oído hablar de los logia, sin embargo nunca se había encontrado o combatido con uno. El chico sonrió y activó su mantra. No parecía que aquel hombre fuese alguien hostil, pero nunca había que bajar la guardia ante desconocidos.
El aura de aquel hombre era de un gran poder. Si bien el dragón de su interior y Morrison le habían contado que los dragones eran capaces de sentirse unos a otros por el aura, aún no era capaz de hacerlo, por lo que de momento debía creerse que es logia. No descartó la posibilidad de que aquel hombre fuese un aprendiz de Morrison buscando venganza. Recordar al revolucionario hizo que la sonrisa del agente se borrase casi al instante, cambiando a un rostro melancólico. ¿Por qué tuvieron que llegar a aquel punto? Suspiró y miró a Kai, que es como se había presentado mientras el dragón se perdía en inútiles recuerdos. Estrechó la mano de aquel chico y escuchó su pregunta. El agente suspiró y miró a los cielos.
- Lo cierto es que solo estoy de paso. Descansando en mi vuelo de camino al Paraíso de nuevo. Yo... fui entrenado por un dragón en el arte del control del fuego, en mi isla natal. Era el último dragón de la isla y murió. Supongo que estoy buscando a otros dragones con el propósito de terminar mi entrenamiento con las llamas o... saber algo más de mi propio poder y especie.
Cerró los ojos. ¿Por qué siempre hacía aquello? Desde que se convirtió en un dragón, sus labios siempre soltaban información de forma caudalosa, como si hablaran por si solos. Como si Zuko solo quisiese hablar y hablar. Debía empezar a regular aquello, no podía permitirse soltar información indebida a desconocidos.
- Lo cierto es que, para estar en peligro en esta isla, uno de los dos bandos debería saber que estoy contra ellos, ¿no?
No sabía muy bien que intentaba con ello. Ya había revelado que pertenecía a una de los bandos que se disputaba aquella isla. Tal vez con aquello buscaba sonsacar al joven Kai si él también pertenecía a uno de los dos.
El aura de aquel hombre era de un gran poder. Si bien el dragón de su interior y Morrison le habían contado que los dragones eran capaces de sentirse unos a otros por el aura, aún no era capaz de hacerlo, por lo que de momento debía creerse que es logia. No descartó la posibilidad de que aquel hombre fuese un aprendiz de Morrison buscando venganza. Recordar al revolucionario hizo que la sonrisa del agente se borrase casi al instante, cambiando a un rostro melancólico. ¿Por qué tuvieron que llegar a aquel punto? Suspiró y miró a Kai, que es como se había presentado mientras el dragón se perdía en inútiles recuerdos. Estrechó la mano de aquel chico y escuchó su pregunta. El agente suspiró y miró a los cielos.
- Lo cierto es que solo estoy de paso. Descansando en mi vuelo de camino al Paraíso de nuevo. Yo... fui entrenado por un dragón en el arte del control del fuego, en mi isla natal. Era el último dragón de la isla y murió. Supongo que estoy buscando a otros dragones con el propósito de terminar mi entrenamiento con las llamas o... saber algo más de mi propio poder y especie.
Cerró los ojos. ¿Por qué siempre hacía aquello? Desde que se convirtió en un dragón, sus labios siempre soltaban información de forma caudalosa, como si hablaran por si solos. Como si Zuko solo quisiese hablar y hablar. Debía empezar a regular aquello, no podía permitirse soltar información indebida a desconocidos.
- Lo cierto es que, para estar en peligro en esta isla, uno de los dos bandos debería saber que estoy contra ellos, ¿no?
No sabía muy bien que intentaba con ello. Ya había revelado que pertenecía a una de los bandos que se disputaba aquella isla. Tal vez con aquello buscaba sonsacar al joven Kai si él también pertenecía a uno de los dos.
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