El Lobo Y el Murciélago [Drake-Enra]

El lobo volaba por aquella isla del Norte. Una sonrisa exagerada se podía ver en su rostro. El entrenamiento de los dos años había terminado y ahora estaba muy feliz. Debía buscar a Iliana cuanto antes para hacer sus obligaciones de guardaespaldas. Vestía con una camiseta de manga corta que dejaba todo su cuerpo marcado. Era un monstruo debido al grosor de sus brazos y de su pecho. Sus cabellos habían crecido un poco y al parecer su personalidad había cambiado un poco. Su velocidad era considerable y no parecía querer pararse.

Desde que había hecho las paces con su hermano, estaba muy a gusto y calmado. El día parecía estar un poco nublado pero le daba lo mismo pues simplemente era clima y nada más. En esos momentos tenía ganas de entrenar un poco, pero por desgracia no notaba presencias que se acercasen a su fuerza. Debía de buscar a marines poderosos y de paso reírse un poco de ellos. Aterrizó en el puerto, viendo a varias personas cargar con cajas en algunos barcos. Muchos al verle empezaron a alejarse pues su cabeza ahora valía bastante. Le daba lo mismo y de hecho lo primero que hizo fue reír en voz alta.

Se acercó lo más rápido posible a un puesto de manzanas y le pidió a una de las mujeres que le diera unas cuantas. – Quiero cinco manzanas rojas y una indicación para el puesto de carne más cercano. – La chica, la cual era rubia y de ojos azules, al principio se quedó mirándole de arriba abajo al ver el cuerpo que poseía. Sin embargo cuando vio la cara recordó el cartel y rápidamente le dio lo pedido. Le dijo dónde estaba el restaurante con la mejor carne de todas y continuó a lo suyo. El lobo mostró una sonrisa ladeada y se puso en camino para poder disfrutar de unos filetes.

Estaba paseando por la Isla de Lveenl, no hacía mucho que me habían encargado unos trabajos allí y con ellos terminados era hora de gastarse la paga. Mi principal objetivo era comer, pero comer bien, a cuerpo de rey que se suele decir. Busque por la ciudad algún restaurante, y pregunté a más de un ciudadano por ellos. Casi todos coincidieron en señalar el mismo, aunque cuando llegué hasta él tenía en la puerta un cartelito que rezaba: “Cerrado, volvemos en una hora”. Cuando estaba a punto de irme me pareció escuchar algún sonido raro dentro, pero antes de investigar más me tope de frente con Drake.

-Hola Drake, si venias está cerrado, aunque creo que algo va mal, ¿Por qué un restaurante con fama cierra sus puertas una hora a medio día? Me ayudas averiguarlo, luego te invito a comer aquí.

Esperaba que el olfato de Drake sirviera de ayuda y si pasaba algo lo detectara, aunque ahora que recordaba cómo era, quizás el restaurante no estuviera allí para cuando todo terminara, lo que sería una pena en muchos sentidos. Aunque claro, si eran mafiosos, no habría muchos problemas, o eso creía. Si eran del gobierno o marines, lo mejor sería salir corriendo de la zona y no meterse en medio del Lobo y sus enemigos.

El lobo avanzaba con toda la calma del mundo cuando de repente pudo ver una figura que ya conocía. No pudo evitar mostrar una sonrisa al verle y dio un par de pasos hacia él. El murciélago no parecía haber cambiado mucho en aquellos dos años que habían pasado. La última vez se pudo muy violento en aquella isla Norteña. Era normal, teniendo en cuenta que su maestro había sido asesinado hacía muy poco. Ahora estaba mucho más calmado y había encerrado su odio un poco. No pensaba olvidarlo y por ello continuaba con su idea de reventar el gobierno si hacía falta.

En ese momento escuchó sus palabras y a decir verdad no le interesaban mucho, pero las últimas fueron lo mejor del mundo. Iba a invitarle a comer y aquello ya le convirtió en uno de sus mejores aliados. Darle de comer a Drake era lo mejor que alguien podía hacer. – En ese caso miremos dentro del propio sitio, mi buen amigo. – Dijo entonces con una sonrisa ladeada para después de una potente patada tirar la puerta abajo como si no hubiese pasado nada. La fuerza del chico era ahora algo ridículamente fuerte, no había nada que no reventase.

Una vez dentro se puso a olisquear con toda la calma del mundo. – Estoy notando una enorme cantidad de olores en el sótano, habrá como quince personas. – Dijo entonces mientras metía ambas manos en los bolsillos y miraba a su compañero.

Se me había olvidado que el lobo no era precisamente discreto, la patada que acababa de darle a la puerta, que había saltado como si de un balón de cuero se tratara, me lo recordó de golpe. Una vez dentro se paró unos segundos para acabar sentenciando que había unas quince personas en el sótano. Aquello no tenía muy buena pinta, y una pelea allí dentro era potencialmente catastrófica para el local.

-Algo anda mal, me acercaré a mirar que está pasando, pero debemos tener cuidado, tengo hambre y no me gustaría tener que ir hasta otro local para comer, siendo este el mejor.

Dicho lo cual fui hasta la parte trasera, donde debían estar las escaleras para bajar al sótano, una vez en ellas me asome desde la parte superior de la puerta, nadie esperaba nunca que alguien se asomara por ella. Abajo pude ver a los dueños y trabajadores, cinco en total, atados a unas sillas y unos diez tipos con pinta de matones alrededor con armas de fuego y tubos de hierro. Volví sigilosamente hasta el Lobo y le expliqué la situación, entere los dos podríamos acabar con aquellos tipos en un abrir y cerrar de ojos y luego disfrutar de una agradable comida, charlando de lo que habíamos hecho esto años.

Drake permaneció calmado mientras el otro ser iba a comprobar cómo iban las cosas. Debido al buen olfato de la bestia, podía saber si había sangre o algo por el estilo. Se cruzó de brazos y decidió esperar a Énra para que él le informase de todo. Su mirada estaba fija en una de las ventanas y parecía no muy alborotador. Más bien una persona tranquila que esperaba pacientemente. Aquello no iba con él ni de coña, estaba claro que no iba a volver a ser el de antes. Desde la muerte de su maestro, todo había sido un infierno y lo echaba demasiado de menos. El vampiro era demasiado preciado para él.

En unos instantes apareció el murciélago y le contó cómo estaba todo el panorama. Al parecer cinco rehenes y diez criminales. Era el momento de mostrarle quién mandaba allí, a fin de cuentas estaban en el Norte. Se quedó mirando a su compañero y entonces le dedicó una sonrisa un poco forzada. Estaba destrozado por dentro pero trataba de mostrar lo contrario. Su plan iba a ser muy sencillo y pensaba pillar por sorpresa a todos aquellos capullos. En ese momento soltó un pequeño suspiro y entrecerró los ojos despacio. Era el momento de comer un poco para poder recordar el sabor de aquella deliciosa comida. Las islas de su hermano mayor debían ser las mejores sobre todas las cosas.

Sin pleno aviso, pegó un fuerte pisotón en el suelo, haciéndolo ceder y caer. Él también fue a parar al piso de abajo, quedando en un lado. Esperaba que Énra también le siguiera y pudieran de aquella forma acabar entre los dos, con aquellos capullos. Al ver al lobo aparecer de esa forma, todos empezaron a disparar de forma constante sobre él. Drake imbuyó su cuerpo en su haki armadura y pudo notar cómo las balas rebotaban en él. No le hacían ni cosquillas, sinceramente ya se esperaba eso por parte de ellos. No era nada fácil dañarle y unas armas de tres al cuarto lo iban a lograr. Sin pleno aviso, tomó del cuello a uno de aquello capullos y lo lanzó contra una pared, haciéndole un daño considerable. El resto empezaron a mirarle con miedo mientras se iban echando hacia atrás.

Como no era para menos, mi compañero empezó a destrozar el local, aunque aún ni habíamos entablado combate. De un pisotón destrozo el suelo bajo sus pies, cayendo al piso de abajo, donde se empezaron a escuchar disparos. Bajé por el agujero, desplegando las alas estando ya abajo para parecer mayor, mientras me lanzaba a por él más de los sujetos que retenían a los empleados. Con un corte limpio en el cuello dejó de disparar para sujetarse el mismo sin ningún resultado. Los siguientes individuos cercanos estaban disparando al lobo, por lo que los flanqueé.

Ya estando detrás del más cercano clavé varias de mis agujas de acero en tres puntos de su columna, dejándolo paralizado, si sobrevivía al combate ya veríamos que hacer con él. El individuo a continuación ya me estaba esperando con una espada en la mano. Desenvaine mi espada corta, me ocuparía de este mientras Drake se divertía seguramente con el resto. Ya era un milagro haber podido acabar con dos de ellos antes que el grandullón hiciera un buen destrozo.

Drake permanecía observando a aquellos tipos con toda la calma del mundo. Los disparos continuaban rebotando en su cuerpo. Era una tontería por parte de aquellas personas el continuar disparándole. No iban a herirle de aquella forma. Entonces el castaño pudo ver como su compañero bajaba usando las alas y se ocupaba de un par. Estaba siendo demasiado fácil y los idiotas no habían pensado en la idea de tomar como rehenes a los demás. El lobo no iba a ser el que se los recordara. Podía ser demasiado problemático y no estaba dispuesto a pasar por dicha situación. – Se ha terminado… – Susurró de forma siniestra.

Uno de aquellos hombres sacó una espada, le miró de forma sádica y corrió por el lobo. El luchador estiró la mano hacia un lado, formando una especie de bola blanca en la palma de su mano. El poder que emanaba de aquella cosa, parecía ser algo terrible. – Ripera o utsu… – Dijo entonces el criminal. Cuando el tipo estuvo lo bastante cerca, impactó aquella bola en su pecho. Los ojos de su presa quedaron en blanco, un estallido interno dentro de él, le hizo escupir sangre y salir despedido unos diez metros hacia atrás. Se llevó un par de paredes en el proceso.

El resto al ver semejante ataque, salieron corriendo mientras soltaban quejidos. El miedo se había apoderado de ellos y no iban a quedarse. – Al menos he calentado un poco. – Dijo el chico lobo para después cruzarse de brazos y mirar a las personas atadas con toda la calma del mundo. – ¿Quién hace los mejore filetes de pollo? – Mencionó al mismo tiempo que los miraba. Estaba claro que el castaño estaba allí por la comida más que por otra cosa.

La fiesta terminó cuando Drake golpeo a uno de los hombres haciéndolo destrozar varias paredes. Sus compañeros salieron corriendo escaleras arriba como alma que lleva el diablo. Cosa bastante lógica viendo como estaban sus compañeros, aunque fueron algo idiotas al no coger rehenes, debían ser novatos, o tontos. El lobo simplemente preguntó quién era el que hacia el mejor pollo. Un hombre pareció removerse en el asiento, por lo que me acerqué hasta el para quitarle la mordaza y luego seguir soltándolo de las cuerdas, para seguir con el resto.

-Yo soy el chef, estaré encantado de serviros toda la carne que queráis. Esos tipos decían ser de una nueva mafia de la ciudad, que quiere aprovechar la delicada situación del imperio para arraigarse aquí.

Una vez todos sueltos dos de ellos se metieron por una puerta sacando a continuación dos cajas de lo que debía ser carne. La subieron siguiendo las indicaciones del chef, mientras uno de los camareros nos guiaba a una mesa del piso superior que se esmeró en preparar rápidamente. Por lo que vi, otro comenzaba a reparar el suelo del local.

-Crees que deberíamos acabar con esa mafia antes de que llegué a más y cause problemas más adelante al imperio. - Le pregunte a mi compañero mientras el pollo empezaba a llegar.

Drake sonrió de lado cuando aquel tipo afirmó ser el chef. Al final iban a poder probar la deliciosa carne de aquel sitio. En ese momento vio a los demás camareros sacar las cosas. Mostró una pequeña sonrisa y escuchó todo. Al parecer una mafia deseaba tomar todo debido a lo pasado. Lo mejor iba a ser el intento que iban a hacer. Sus cadáveres adornarían la isla si se atrevían a hacerlo.

No tardaron mucho en subir y entonces se sentaron en una de las mesas. Escuchó las palabras del ser alado y mostró una sonrisa calmada. – Han huido. De aquí a quince minutos, vendrán con refuerzos. De modo que no es necesario buscarlos. – Dijo entonces mientras olfateaba la carne acercarse. Estaba convencido de lo que decía, sus años de luchador le habían servido para saber cómo pensaban los soldados. Si el jefe de aquellos capullos tenía orgullo, pronto de presentaría ante ellos. Eso era ley de vida y por ello debía de terminar pasando.

En ese momento comenzaron a ponerle trozos de carne a los dos. – Énra, sé que no hemos hablado mucho, me pillaste enfurecido la otra vez. Si necesitas ayuda para cualquier cosa, no dudes en pedirla. – Dijo el luchador mostrándole una sonrisa. Después de aquello empezó a comer tranquilamente, disfrutando del sabor de aquella delicia. El sitio sin duda era buenísimo.

Escuché las palabras del lobo, esperaba que tuviera razón y poder divertirme un poco más, pero si tardaban más de quince minutos y podíamos comer a gusto sería más que de agradecer. Más que de agradecer, seria para no torturarlos como pasaría si interrumpían la comida, y casi seguro que Drake opinaba lo mismo que yo en este aspecto. Las siguientes palabras de mi compañero sin embargo sí que me dejaron descolocado, quien habría pensado que esa mole de músculos, que casi parecían tener entidad propia, tendría un lado amable y amigable.

-Es muy amable por tu parte Drake, podríamos quedar más a menudo, con mi trabajo sólo puedo hablar con los demás miembros de la hermandad, sería bueno cambiar eso por una vez. –Le di un buen bocado al filete de pollo, no habían mentido, estaba exquisito. ¿Harían entregas a isla? – Si quieres, la siguiente vez pásate por Tātoruairando Kazan, daré orden de que te dejen entrar.

Continué comiendo, saboreando cada pedazo de carne que entraba en mi boca, necesitaba conseguir un cocinero así para la hermandad, con que hiciera esa clase de comida era suficiente, con los fondos comunes daría para darle un buen sueldo a cambio de comida diaria como aquella.

El lobo comenzó a comer en cuanto habían traído la carne. El sabor era delicioso y tenía que admitir que era la mejor comida que había probado en dos años. Sus constantes entrenamientos con su hermano y la falta de tiempo, le hicieron comer todo el rato jabalíes crudos. No se quejaba de ellos, pero no había nada mejor que los filetes bien cocinados por expertos. No se arrepentía de haber salvado a aquellos tipos, de hecho tal vez se pasaba más de una vez por aquel local. Ahora sí que no iba a dejar a los mafiosos joder aquello, les arrancaría la cabeza antes de que pudieran disparar una sola bala. Su mente en los últimos meses había dado un cambio importante. Su nivel de violencia había aumentado, pero también el de su autocontrol, pudiendo matar incluso de forma amable.

No era algo que haría a otra persona estar orgullosa, pero para él era más que suficiente, por ello estaba totalmente calmado. Escuchó la respuesta de su compañero y no pudo evitar asentir con la cabeza mientras sonreía de forma tranquila. – Eso está hecho, de hecho si deseas pasarte por Hallstat, tan solo di que vas de parte del capitán de la guardia. No creo que Iliana se queje. – Dijo entonces mientras soltaba una leve carcajada.

Justo se metió otro pedazo de carne en la boca cuando notó un olor a pólvora enorme. Esos cabrones ya estaban llegando, encima parecían poseer artillería pesada. Aquello solo hizo sonreír de lado al lobo blanco. Masticó de forma tranquila y simplemente se puso en pie, mirando a la puerta y apretando el puño derecho. Quería dar a entender a su socio y a los demás que era hora del combate. Los camareros no dudaron en ocultarse en el piso de abajo. La fiesta estaba a punto de comenzar y por ello el castaño se relamió.

El ofrecimiento de pasarme por Hallstat de Drake me pillo de improviso, acaso Iliana no había hablado con nadie de nuestra relación, era posible que quisiera mantenerlo en secreto, cosa más que respetable, por lo que no sería yo quien le dijera al lobo que trabajamos para la misma persona, en parte. No tuve tiempo de muchas más cavilaciones pues el capitán de la guardia se levantó apretando los puños, solo significaba una cosa, problemas. Mientras los camareros y cocineros se refugiaban en el sótano ante la inminente lucha yo sacaba algunas agujas, y comenzaba a generar mercurio en el exterior del local, con intención de usarlo más adelante, además de como una ligera cobertura del local.

-Bien, divirtámonos un rato. –Dije mientras me metía el ultimo filete en la boca y me disponía a salir por la puerta a toda velocidad, planeando y en cuanto pudiera despegaría para dar cobertura aérea al lobo, y evitar que atacaran por la espalda, o nos flanquearan.

Cuando salí me sorprendió el arsenal que habían traído aquellos desgraciados, pero un cañón obstruido no sirve de mucho, y separando parte de la masa protectora de local la introduje en las bocas de los cañones, que harían unos bonitos fuegos de artificio al ser disparados.

Drake mantenía la calma. Sus dorados ojos continuaban clavados en la puerta y las acciones de su compañero parecieron tener un éxito increíble. Cuando aquellos idiotas abrieron fuego, las explosiones reventaron los objetos. Al parecer fuera se estaba liando un verdadero espectáculo, pero por el momento en el interior nadie tenía valor en entrometerse. El lobo esperaba a que los pardillos entrasen allí y mostrarles que en su coto de caza no se jugaba. Pero parecía ser que no iba a tener aquella suerte, deseaba con todas sus fuerzas reventarlos a puñetazos. La sangre empezaba a hervirle y aquello provocó que su ojo derecho tomase un color rojizo intenso.

Slayer también estaba preparado para la acción y su risa comenzó a invadir la mente del luchador. En ese momento una de las ventanas fue destruida del tirón. Un ser un poco extraño había entrado. Era una especie de persona de dos metros, de color gris y con varios ojos. Al parecer un cyborg y bastante musculoso. La terrible masa de hierro se lanzó a por el castaño y trató de estamparle el puño contra la cara. Los nudillos del chico chocaron contra los de aquella cosa, haciéndole trizas el brazo entero.

A continuación, el guardaespaldas lanzó una patada que partió en dos a aquella cosa, literalmente. Los cables soltaron un par de chispazos en el suelo y segundos después una terrible explosión invadió la zona. Unas leves llamar se formaron, pero no fue algo que importara mucho al luchador, hasta que se dio cuenta de que podía estar en problemas su comida. Entonces arrancó esa parte del suelo y la lanzó por la ventana, llevándose consigo un poco de la pared. A continuación se quedó sentado en el interior, esperando a que aquellos payasos empezaran a entrar y si es que podían hacerlo.

Los mafiosos intentaron disparar los cañones, la mitad de los cuales apuntaban hacia mí. En cuanto accionaron los mecanismos de disparo la bala salió disparada cañón adelante. Pero las bombas chocaron contra el mercurio, reteniendo la explosión y haciendo reventar los tubos de las maquinas. Mientras esto pasaba uno de los hombres, mucho mayor que el resto se lanzó hacia el local, atravesando la barrera y desapareciendo de la vista. Esos momentos de distracción fueron suficientes para que varios agujeros se formaran en mi cuerpo, y se volvieran a cerrar al instante.

-No está bien querer agujerear a la gente por la espalda niños. – Dicho lo cual sacando agujas del cinturón se las lancé a los más cercanos, para luego desenvainar la espada y descender hasta el suelo, esparciendo mercurio por el mismo a mí alrededor.- Ahora empieza este de verdad, Kōon chitai.

Nada más decir esas palabras, la temperatura a mi alrededor aumento hasta los cuarenta y tres grados, haciendo que aparte del calor, el mercurio del suelo empezó a emitir vapores imperceptibles aunque letales.

El lobo continuaba allí sentado, con los ojos cerrados y esperando a sus presas. Con el último ser que había entrado, no le fue suficiente, y por ello pensó que a lo mejor debía de salir a repartir puñetazos. Fuera estaba su compañero, y quería dejarle diversión a él también. El chico entrecerró los ojos, y se quedó mirando a sus oponentes con calma desde el interior. Debido al agujero que había hecho, pudo ver a unos cuantos mafiosos ponerse de rodillas, y después caer entre tos y babas. Muchos sufrieron el mismo destino, y por ello el luchador quedó un poco confuso.

- ¿Veneno? – Dijo en voz baja mientras sonreía de lado. Él odiaba esos métodos, pero mientras que no los hicieran en su contra, todo iba bien. Encima eran muchos contra dos, los tramposos eran ellos. – Interesante… – Pudo susurrar el lobo blanco mientras se relamía.

De repente, un tipo de unos dos metros entró en el local. Parecía haberse librado del jodido veneno, el cual parecía no ser visible. Era un hombre calvo, de ojos dorados, y con un bate de beisbol de hierro en la mano derecha. Entre gritos que parecían mostrar enfado, se tiró por el lobo, el cual continuaba sentado. El bate se partió en dos cuando chocó contra el hombro imbuido en haki armadura de Drake. El castaño le miró entonces a los ojos, mostrando una mirada un poco amenazante. – Vuelve con tus amigos… – El calvo dio unos pasos hacia atrás entonces. El luchador golpeó el aire con calma. De su tremenda fuerza se formó una onda de choque que mandó a volar a aquel idiota hacia fuera.

- Espero que murciélago-chan termine rápido, estos idiotas dan pena. – Mencionó de forma despreocupada mientras colocaba ambas manos en sus mejillas. Soltó un leve suspiro, y después entrecerró los ojos. Supuso que la batalla iba a terminar dentro de poco. Su mantra le indicaba que muchos estaban cayendo a una velocidad asombrosa, y eso era bueno para él.

Los atacantes terminan sucumbiendo a los efectos tóxicos por inhalación masiva y continuada de vapores de mercurio. Puede que no fuera de los métodos más efectivos para acabar con mucha gente al aire libre por el tiempo que requería, pero en interior la cosa sería diferente, tenía que practicarlo. Ahora con todo resuelto volví a entrar en el restaurante, esperaba que Drake hubiera acabado ya con los que hubieran podido entrar dentro del local.

-Bueno Drake, espero que no haya habido muchos problemas aquí dentro, o al menos que no hayan roto la cocina, esto me ha vuelto a abrir el apetito, ¿A ti no? -Con hambre creciente me dispuse a llamar a los camareros. - ¡Chicos! – Grité de repente. – Podéis prepararnos un poco más de comida, esto da mucha hambre.

Bueno, a la espera de que las cosas hubieran quedado claras, nos trajeran más comida para saciar el apetito, y con la alegría, y la esperanza de cobrar por estos servicios al imperio, me podía relajar un poco y disfrutar de la compañía, cosa que no pasaba hacía mucho.