[+18][Pasado-Privado] El festival (Visitando la Isla del Puño III) [Alexandra-Lavi]

Luces, color, música y el olor a comida recién hecha. Me encontraba en mi salsa, como un pez en el agua, caminando por las calles de la ciudad portuaria en la Isla del Puño. Aquella noche se celebraba un festival, en celebración a varias cosas: Para empezar, el aniversario de uno de los dojos más antiguos y tradicionales de la isla; también porque coincidía con que cada año, por esas fechas, celebraban uno; además, aquel mismo día por la tarde, se había celebrado un torneo... Torneo en el que me había alzado vencedora, me gustase o no. Por lo que se habían juntado una serie de factores que daban la excusa perfecta para celebrar el mayor festival que había tenido la isla en décadas.

Yo se suponía que debía encontrar a Eichi. Él había salido antes que yo del tratamiento por nuestras contusiones, por lo que se adelantó diciendo que tenía que prepararse o algo así. Sin embargo, no me dijo exactamente dónde debía esperarle, por lo que decidí darme una vuelta o dos alrededor de la zona, y así ir viendo los diferentes puestos que habían montado los lugareños. Estaba impaciente, ¡y hambrienta! Aquellos olores despertaban unos rugidos en mi estómago que habrían competido con un Dragón. Y lo más preocupante de todo era que faltaban unas horas para el espectáculo de fuegos artificiales... ¡Y ese sí que no me lo pensaba perder, estuviese el pelirrojo conmigo o no!

Varias veces me pareció verle entre la muchedumbre, pero resultó ser otra persona a la que había confundido. Decepcionada, esperaba encontrarle pronto, y que me dijera lo que opinaba de mi nuevo kimono para el festival. ¡Hasta me había tomado la molestia de alquilar una de esas sombrillas tan elegantes! (Aunque no entendiera su propósito más allá de la decoración)

Un halago sorpresa me hizo dar un pequeño salto, asustada. Entre el ruido de la calle y mi sordera, me costó reconocer a quién pertenecía la voz, por lo que hasta que no me dí la vuelta no pude ver a Eichi. Abrí la boca un poco, asombrada ante la elegancia de mi acompañante. Nunca antes había pensado que un traje tan simple y tradicional, podía quedarle tan naturalmente bien a una persona. Su siguiente pregunta me sacó de mi ensimismamiento, a la par que me ofrecía su brazo. "Oh, que atrevido..." Pensé divertida. "Esta vez no dejaré que la vergüenza estropee el momento." Sonriendo ámpliamente, pasé el mío entre el suyo, quedando los dos enganchados por los codos.

En aquella posición parecíamos una pareja normal y corriente, paseando entre la gente y disfrutando de la cultura local. Sin embargo, había detalle que me escamaba un poco. Ya conocía la doble personalidad del pelirrojo, pero el hecho de que en ese momento no estuviese claro quién estaba bajo control me tenía preocupada.

- Oye... - Comencé, insegura de cómo formular la pregunta sin sonar ofensiva. - En este momento... ¿Eres Eichi o Akashi? - Sonaba preocupada, pues lo que más me temía era que me respondiera lo segundo. Quería pasar aquella velada con el Eichi que conocí... Pero no importaba demasiado lo que me respondiera, mientras tuviera claro con quién estaba pasando el rato. Una vez estuve satisfecha con la respuesta, no le dí más vueltas al asunto.

En varias ocasiones me detuve a comprar un dulce, ofreciéndole un poco a mi amigo para que no se sintiera desplazado. Tanto si aceptaba como si no, yo disfrutaba de mi parte como si no hubiera comido en años, y un ligero rubor de placer invadió mis mejillas.

- Aahhh... - Suspiré extasiada. - No es la primera vez que vengo a un festival. ¡Pero sin duda este ha sido mejor! ¿Habías asistido tú a algo como esto antes? - Mi pregunta iba dirigida a Eichi, cargada de curiosidad. Si mi compañero tenía experiencia en eventos tan grandes, seguro que podía indicarme cuales eran los mejores sitios a los que ir primero. Si no, improvisaríamos igualmente.

En ese momento, un grupo de niños pasó a mi lado corriendo y riendo. Llevaban en las manos diversos objetos que parecían premios de feria, lo que me iluminó los ojos.

- ¿Crees que más adelante habrán puestos de esos para tirar anillas, disparar rifles y capturar peces? - Me moría de ganas por probarlos, pues nunca antes lo había intentado. - Apuesto a que eres muy bueno en esas cosas... Tienes cara de 'chico que le gana un peluche a su novia'. - Bromeé entre risas.

La Luna lucía espléndida en su ascensión por el firmamento, las estrellas brillaban llenas de vida y no parecía que hubiera nubes a la vista. Nada podía estropear aquella noche mágica, y me propuse disfrutarla tanto como pudiese. Momentos de paz como aquellos eran raros últimamente.

La cosa se ponía interesante: en lugar del chico tímido y recluido que esperaba que se volviese, Eichi se estaba poniendo picarón mientras me devolvía las bromas. Aquello me sorprendió por un instante, para luego dar paso a una sensación de confianza y comodidad que no sabría describir. El Eichi avergonzado era mono, pero este Eichi puede que me gustase incluso más.

- De acuerdo pues. - Respondí mirándole directamente a los ojos. - Trátame como tu chica especial... Por esta noche, tú seras mi 'chico especial' también. - Con esas palabras, apreté un poco más el agarre de nuestros brazos. No pensaba dejarlo escapar ahora que habíamos llegado tan lejos. Sonriendo, tomé una pausa, antes de preguntar: - ¿Y bien, cielo? ¿Adónde llevarás a tu pareja primero?

Aquella relación temporal era peligrosa para mí. Tenía que tener cuidado de no empezar a sentir emociones extrañas, y recordar en todo momento que sería un rollo de una noche (puede que dos o tres más en el futuro si esa salía bien, pero nada serio). Yo no estaba preparada para algo duradero y estable, simplemente no podía permitirmelo. Pero esperaba que mi acompañante (¿O a esas alturas se estaba volviendo mi amante? Que me aspen si lo se...) tuviera una mente abierta y no me juzgara demasiado duramente, aceptando la propuesta sin hacerse la idea equivocada. Lo peor que podía pasar era que quisiera llevarlo un paso demasiado lejos... o que directamente se negara a tener una relación sin compromisos, y me dejara allí plantada.

Oh bueno, al menos tenía que intentarlo. ¿Qué es de la vida sin un poco de riesgo?

Parpadeé varias veces, víctima de la sorpresa. No porque Eichi hubiera aceptado mis egoístas proposiciones, aquello era algo que había tenido en cuenta (de lo contrario, ¿por qué me habría molestado siquiera en pedirlo?). Lo que me extrañó fue la palabra que usó para definirme y llamarme, la cual me costó entender del todo. Al principio pensé que era alguna clase de indirecta o innuendo sexual, algo acerca de gemir... y digamos que aquel pensamiento no me hizo demasiada gracia. Esperaba que el pelirrojo fuera un poco más paciente y delicado con ese tema, sinceramente. Casi me estaba arrepintiendo de mi decisión cuando caí en la cuenta de que se trataba de un extranjerismo.

"Cierto, 'hime' en algunos idiomas del este significa 'princesa'..." Pensé aliviada de que todo hubiera sido un malentendido. "¡Eso fue peligroso! Imagina que yo no supiera de idiomas..." Parecía querer transmitirle con la mirada a mi acompañante, usando un poco de acusación mezclado con entendimiento. Se me daba fatal aquello de la comunicación silenciosa, pero bueno. Era trabajo del hombre comprender el corazón de la mujer.

Una vez se me pasó el rápido disgusto, pude sentirme halagada por la forma de referirse a mí que tenía Eichi. Aunque yo no era una princesa de verdad, por alguna razón estar allí con él me hacía sentir como una. No estaba segura de si era el porte de mi acompañante, las festivales circunstancias, o si simplemente me dio la vena presumida y mimada, pero realmente estaba satisfecha con la situación. En aquel momento no relacioné la palabra con nada en particular, pensando que simplemente era su forma de llamar a su pareja (tal como yo tenía la costumbre de usar 'cielo').

Al poco rato, llegamos a la parte del festival menos 'tradicional', aquella donde familias, parejas y diversos grupos de gente en general iban a divertirse más que a relajarse. Entre las diversas y simples atracciones se encontraba una pista de baile, lo que me causó un poco de ansiedad y decepción. Me encantaba bailar, pero con el traje que llevaba puesto para aquella ocasión solo me tropezaría y haría el ridículo. Deseando que mi amante no me llevase a aquella zona, dejé que decidiera él por dónde empezar. ¿Jugaríamos a alguno de los puestos para intentar ganar un premio? ¿Subiríamos a lo alto del parque, a aquella misteriosa rueda? ¿Daríamos simplemente un paseo por el lugar? Decidiese lo que decidiese, confiaría en su juicio y lo seguiría llena de expectación.

La pregunta de Eichi no me sorprendió en absoluto. Llevaba un rato intentando no hacer evidente las ganas que tenía de reír, por ver al pelirrojo en una situación comprometida. Por suerte no llegué a ver angustia o ansiedad por su parte, aunque pensaba echarle una mano de todas formas si veía que se había quedado en blanco. En cuanto a su interrogante, me limité a responder con una amplia sonrisa:

- Pero... ¡Esa es la magia del asunto! - Pude ver que en el fondo, mi acompañante no entendía a lo que me refería, por lo que proseguí: - Yo tampoco conozco mis gustos... eso es, hasta que los he probado. En experimentar cosas nuevas consiste la vida, ¿no? - Reí ante aquella simple pero profunda filosofía. Así es, yo creo que hay que saber apreciar tanto las experiencias agradables como las desagradables. Tras una pequeña pausa, decidí añadir: - ¿Sabes? Una misma persona puede experimentar la misma situación de varias formas distintas. Y contigo a mi lado... - Dejé aposta la oración en el aire durante un segundo o dos, para ver que clase de continuación estaba anticipando él. - ...todo esto será algo nuevo para mí. Así que no le des muchas vueltas al asunto. ¡De cabeza a la piscina! - Exclamé entusiasmada, mientras daba vueltas sobre mi propio eje, riendo. - ¡Ah! Pero en sentido figurado, ¡no literal! - Añadí abriendo los ojos y tapándome la boca, cuando me dí cuenta de que podría haber alguna piscina de verdad por allí en algún lado.

Una vez resuelto el tema, decidí simplemente seguir al chico adonde fuera que quisiera llevarme, como era el plan originalmente. Ahora que habría disipado sus dudas, seguramente se sentiría más confiado para tomar la iniciativa. Y dado que aún quedaba rato para los fuegos artificiales, no importaba demasiado por dónde empezar: habría tiempo de hacerlo todo, o al menos casi todo lo que tenía aquel lugar por ofrecer. Dependería de las colas de espera que hubiera.

A medida que nos acercábamos pude ver coches de choque, péndulos gigantes de esos que daban vueltas sobre sí mismos, y pequeñas montañas rusas como atracciones de emociones fuertes. También había una casa del terror, un túnel de los enamorados, un carrusel y una sección para mini-juegos de feria: acertar anillas en palos, meter bolas en cestas, derribar bolos con pelotas, y similares. Y posiblemente hubieran más cosas, solo que yo no las podía ver aún. Había variedad de sobra, y todo se veía interesante y apetecible. Y lo más importante de todo, aquella noria que parecía más pequeña desde lejos... aquello tenía pinta de ser un buen final para la 'cita', ver los artificios desde lo alto tenía que ser impresionante. Y por la mirada que le estaba dando Eichi, supuse que él pensaba lo mismo.

- ¿Y bueno? - Presioné un poco. - Tenemos toda la noche, pero por algún sitio hay que empezar. - Sonriendo, volví a cogerle del brazo, haciendo un gesto para que decidiera él. Aunque era cierto que teníamos mucho rato, ya tenía ganas de hacer algo y empezar a moverme, pues la noche era cálida pero el viento no tanto.

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Off: Recomiendo ver algún video sobre el tagadá, para ver qué es lo que le espera a Alex XD. Solo es por si no lo conoces, claro está.

"TAGADÁ"... Aquel nombre tan extraño sonaba a alguna clase de marea-bobos diseñada para hacerte vomitar, y por suerte o por desgracia dí de pleno con esa suposición. Desde la cola para montar pude ver cómo iba ser la atracción, aunque sabía que nunca podría imaginar la sensación de estar dentro, hasta que la probase.

Y cual no fue mi sorpresa cuando por fin ocurrió. Dí gracias a Dios que mi peluca era especial y no se soltó lo más mínimo, porque si había alguna máquina donde fuera a hacerlo, era aquella. La cantidad de vueltas y sacudidas que dio la maldita me dieron más dolores de cabeza por la sangre allí acumulada, que mareos reales.

Lo cierto era que me lo había pasado genial, hasta el punto de chillar como una niña pequeña emocionada, mientras me sujetaba con una mano al sistema de seguridad, y con la otra a Eichi que estaba a mi lado. Pero no estoy segura de querer repetirlo en un futuro, aún recuerdo la punzada de malestar detrás de los ojos, y los tambaleos con los que salí de la atracción. Seguro que parecía una borracha, aunque no tanto como otra gente, que se había subido al mismo tiempo que nosotros.

- Vale, lo reconozco... - Cuando pude hablar sin sentir que vomitaba, musité. - Eso desde luego ha sido una experiencia nueva. - Me encantaban ese tipo de actividades feriantes, aunque fuera la primera vez que probaba algo de tal calibre. Buscando con la mirada algo más parecido a lo que ya conocía, insté a Eichi a que fueramos allí después: - ¡Mira, mira! ¡Un Barco Vikingo!

Recordaba con claridad la última vez que había montado en uno de esos. Había tenido la mala suerte de acabar sentada en el centro de la barcaza, por lo que no pude disfrutar de la misma forma de aquel movimiento pendular gigante. Esperaba que en esta ocasión pudiéramos tener acceso al extremo... o aún mejor: ¡a la jaula!

Mi emoción no hizo sino aumentar, cuando descubrí que efecivamente podríamos ir en una de las jaulas de los extremos. Esperaba que la sensación de caida libre fuera más intensa allí, justo en el borde del enorme péndulo con forma de barco.

Sin embargo, algo con lo que no contaba era con el hecho de que aquellas jaulas eran más pequeñas de lo que recordaba. Cuando las ví por primera vez, aún era una muchacha adolescente, bastante enana, aunque me amargue reconocerlo. Y ahora que había crecido unos cuantos palmos (tanto de alto como de frente), estar allí dentro se sentía un poco más agobiante y apretado de lo que imaginé.

La situación se puso especialmente tensa cuando Eichi acabó detrás mía, apretándose contra mi espalda por la falta de espacio, y tuve que vigilar sus manos como pude desde aquella posición, para asegurarme de que no aprovechaba para tocar donde no había que tocar.

Entonces, un ingenioso comentario por su parte me sacó de la distracción y me hizo reír un poco. Recordaba haber pensado que se parecía a una especie de pato cuando lo ví en el torneo, y supuse que su chiste se refería a eso mismo. Más tarde tendría que acordarme de preguntarle al respecto, pues aún no me había dicho nada sobre ello. Ni yo sobre lo mío, ya que estamos... Vaya, lo cierto es que podíamos haber aclarado todo aquello mucho antes de empezar el paseo, pero imagino que estabamos demasiado distraídos pensando en otras cosas. En fin, aquel tampoco era un buen momento para empezar, de todas formas. Tocaba disfrutar de la atracción.

- Si esto es tan intenso como espero, me van a salir canas del susto. - Bromeé yo como simple respuesta, intentando girar mi cuerpo para estar de frente a él, en lugar de espaldas.

Al ver la cara que ponía Eichi, quise preguntarle si estaba bien o le ocurría algo. Parecía estar preocupado por algo, pero no tuve tiempo de decir nada antes de que la maquinaria se pusiera en marcha, haciendo que un pequeño gritito de sobresalto saliera involuntariamente de mi boca. El empujón inicial fue suficiente para hacer que mi acompañante y yo nos apretáramos más, presión que yo noté en la zona de mi pecho, pero en lugar de decir nada simplemente me alejé de nuevo (todo lo que los barrotes me permitían, claro) y sonreí. No iba a dejar que algo como la vergüenza me arruinase la noche.

A medida que el barco ganaba velocidad en su movimiento ondulante, y recorría más y más espacio, me dí cuenta de que en algún momento acabaríamos en posición completamente vertical... En ese momento, la gravedad tiraría de mí hacia Eichi, lo cual era ligeramente preocupante por sí mismo. Pero lo que de verdad me dio miedo fue pensar lo que pasaría cuando estuviéramos en el lado inverso, y toda la jaula empezara a caer sobre mí. ¡Podría acabar aplastada o sofocada!

Por suerte, parecía que mi acompañante ya había pensado en algo, pues cuando se dio la primera situación, se sujetó con fuerza a los barrotes, rodeándome con sus brazos. Creo que no calculó bien el ángulo, porque su frente y la mía acabaron chocando de forma un tanto dolorosa. Cerrando los ojos y diciendo un ligero "¡Ay!", puse mis manos en su cuerpo para asegurarme de que no nos pegábamos demasiado, aunque ya estaba bastante sujeta por la presión en mis hombros.

Al abrirlos de nuevo, la cara de Eichi estaba justo ahí, enfrente mía, tan cerca que casi nos podríamos haber besado... Por un momento, la sangre me subió a las mejillas, pero no aparté la mirada.

Segundos más tarde, el empuje cambió de sentido, y tiró de mí hacia atrás de nuevo. La sensación era como de estar en caída libre, como si estuviera volando, lo que me provocó un malestar momentáneo que no esperaba. Me dolió la cabeza, como si tuviera que recordar algo, pero se pasó segundos después y solo quedó la euforia de la atracción.

A pesar de la comprometida postura, al final Eichi y yo estábamos riendo y disfrutando, y a juzgar por la emoción en sus ojos diría que era la primera vez que él experimentaba algo parecido.

Más tarde, al salir, propuso ir a la "Mansión Embrujada", aunque no estaba segura de que estando tan hiperactivos fuera una buena idea. Sin embargo, parecía que no había nada de cola de espera, y mi acompañante sonreía como un chiquillo. Soltando una pequeña carcajada, lo volví a sujetar del brazo usando el mío, y asentí.

"Qué rápido se le ha pasado." Pensé con diversión. En cuanto estuvimos dentro de aquella casa, noté que Eichi se aferraba más a mí, y su energía previa se esfumó como por arte de magia. No le culpaba, el ambiente de aquella atracción estaba muy bien trabajado y cuidado al detalle.

Reprimiendo mi propio escalofrío, correspondí el apretón y me acerqué aún más al cuerpo de mi compañero, hasta el punto de que casi podía escuchar sus latidos entre todo aquel silencio sepulcral. Estaba aterrada, sí... pero sonreía de forma radiante, en parte por la anticipación de lo que nos esperaría más adelante.

...

Varias veces a lo largo del camino pobremente iluminado, tuve que dar saltitos asustados de forma reflexiva, cuando me vi sorprendida por diversos tipos de repentinos sustos. Una araña cayéndome en el pelo (que luego resultó ser de plástico), una tubería a mi lado soltándome un chorro de vapor encima (solo era agua en spray), unas manos que salieron del suelo para cogerme (parte del decorado)... En fin, que una vez que te parabas a mirarlos, no eran para tanto. Pero supongo que ese día descubrí hasta qué punto soy vulnerable a los scarejumps.

La gota que colmó el vaso fue justo cuando estábamos cerca del final, y ya se podía ver la luz entre las puertas de salida. Siendo de noche no era mucha luz, pero desde luego era mucha más que lo que ofrecían las lamparitas del suelo y techo. Así que comencé a correr tirando de Eichi conmigo, y señalando aquel vestigio de esperanza...

... Según me contaron, desde fuera se escucharon tres gritos seguidos, uno de un actor disfrazado, luego el mío, y luego otra vez el actor, solo que esta vez fue un grito ahogado. Yo salí roja como un tomate, y arrastrando por el suelo al inconsciente hombre, mientras pedía ayuda médica.

Creo que le golpeé con demasiada fuerza... Pero seguro que se pone bien, ¿verdad?

Aún afectada por las circunstancias, dejé que Eichi me alejara de la escena disimuladamente mientras se encargaban de comprobar que el hombre no estuviera muy mal. Quise quedarme, pero cuando oí que solo estaba inconsciente me relajé por fin y abandoné la zona.

Mi compañero parecía encontrar muy divertido el hecho de que hubiera noqueado a un actor, cosa que a mi no me hizo tanta gracia... Hasta que imaginé la escena vista desde su punto de vista. En ese momento no pude contenerme y empecé a acompañar su risa con la mía. Ante su comentario, dije lo primero que se me pasó por la cabeza:

- Akashi no parece haber molestado mucho, parece que está siendo un niño bueno. Supongo que tendré que recompensarle algún día... Seguro que arde en deseos de una revancha. - Sonreí ampliamente y con sinceridad. Yo también deseaba volver a pelear, aunque no demasiado pronto. Al fin y al cabo mi victoria en esta ocasión fue más un conjunto de casualidades que verdadera habilidad, y eso me dejó un ligero mal sabor de boca.

Y hablando de bocas, no tenía mucha hambre porque había estado picoteando antes de las atracciones, pero sí que tenía algo de sed. Y justamente el pelirrojo acababa de comprar una botella de agua en un estanquito. Mientras la abría, yo aproveché para comprar también unos chicles de frescor de menta.

En ese momento me ofreció de su propia botella, antes de que pudiera comprar una para mí, lo cual me pareció un gesto generoso que iba a aceptar con gusto. Solo cuando hube terminado, me di cuenta de las implicaciones que ello tenía. "Un beso indirecto..." Un ligero rubor invadió de forma discreta mis mejillas, mientras yo me llevaba una mano a los labios. Normalmente no soy demasiado escrupulosa, pero en esta ocasión sentí que me avergonzaba de nuevo durante un instante. Luego sonreí como si nada, esperando que Eichi no se hubiera dado cuenta de mi expresión anterior. Si lo que tenía planeado salía bien esa noche, tendría que hacer cosas mucho más embarazosas como para preocuparme por un simple beso.

Previsora como siempre, decidí que era un buen momento para empezar a mascar uno de los chicles que compré, sin olvidarme de ofrecerle uno también al pelirrojo en caso de que le gustasen. Sentí el frescor invadirme por completo, y no pude sino soltar un suspiro de alivio y placer. Seguidamente sonreí a mi acompañante, sujetándolo del brazo como hasta entonces, y puse rumbo a la Noria. Casi era media noche, y sería un lugar estupendo para observar los fuegos artificiales... y puede que para algo más.

Miré con tristeza a Eichi. Por lo que me estaba contando, sufría con su problema de personalidades, ya que cada una quería imponerse y dominar a la otra. Era el caso común, en este tipo de situaciones, o al menos del que más se oye hablar por ahí. En silencio, agradecí no tener que pasar por lo mismo.

- Bueno, lo mío es complicado también... - Expliqué. No quería enrollarme mucho así que traté de resumirlo: -... Pero yo y mi contraparte no somos "personas diferentes", sino dos complementos de un todo. Como el Ying y el Yang. - Sonreí, contenta de haber encontrado una comparación tan conveniente. - Cada una aparece cuando tiene que aparecer, y aunque tengamos diferencias de opinion, nos respetamos mutuamente. Porque sabemos que sin una, la otra no podría... - No pude terminar la frase. Aún recordaba cuando no había desarrollado todavía esta personalidad, aquellos oscuros tiempos en los que no era más que una máquina sin sentimientos. -... Depender de otros no siempre es malo. A veces están ahí precisamente para cubrir lo que te falte. - Sonreí de nuevo, aunque con algo de amargura.

No esperaba extenderme tanto en mi diálogo, ni quería acaparar el foco de atención, así que busqué con la mirada algo que me sirviera para cambiar de tema. Pensé en comentar acerca de ese futuro enfrentamiento, o de lo larga que era la cola para la Noria... "Un momento. ¿Por qué me está haciendo señas el tío de la cabina?" Pensé extrañada.

El hombre (que parecía ser el encargado de hacer que la Noria funcionase) me miraba como si fuera una criatura mitológica e inexistente, y me hacía gestos disimulados con el brazo si veía que miraba en su dirección. Quería que me acercase, eso estaba claro. ¿Debía hacerlo? No parecía muy sospechoso, y tenía una corazonada de que en realidad era una buena persona. De esas corazonadas que me estaban dando últimamente, y que cuando me daban acertaban casi siempre.

Miré con duda a Eichi, como preguntándole con los ojos si estaba bien que me acercase. Más que por pedir permiso, por saber su opinión al respecto. Una vez la escuché y sopesé las posibilidades, tomé una decisión.

La gente a mi lado me miró de forma curiosa cuando abrí la puerta de la cabina y pasé dentro. Dejé a Eichi atrás, para que guardara el sitio en la cola. Una mezcla de "La conozco de algo" y "¿Qué estará haciendo?" se reflejaban en sus rostros, pero yo los ignoré. Toda mi atención estaba centrada sobre la taza de café del hombre de la cabina, así como un poster escondido en la pared, de forma que era imposible verlo desde fuera a traves del cristal.

Ambos objetos lucían un estampado con mi logo y nombre de artista, "AlexDJ"

- N-No me lo puedo creer... ¡Eres tú! - Me dijo con voz apremiante en cuanto me tuvo enfrente. Yo arrugué la nariz disimuladamente, ahí dentro no es que oliera a rosas precisamente. - En cuanto te vi supe que eras tu, esa melena es inconfundible. - Parecía orgulloso de algo. Tardé en percatarme de lo que significaban sus palabras.

- Espera un segundo... ¿Eres un admirador? - Yo estaba un poco en shock. Apenas tenía unas cuantas decenas de seguidores online, menos de una centena. Nunca habría imaginado que en aquella isla habría uno... Y menos que sería tan fanático. Mirando la taza, no pude sino preguntar: - ¿La has hecho tú? - Yo no tenía merchandising oficial...

- ¡Ah, te has fijado! En mis ratos libres soy diseñador gráfico, y he estado probando a hacer este tipo de cosas. ¿Te gusta? - Él me sonreía, realmente contento de que hubiese admirado su creación, por simple que fuera.

- La verdad es que sí, encajan bastante al ponerlos de esta manera... - Vaya, tenía que tener cuidado de no irme por las ramas, era demasiado fácil distraerse en aquella situación. - Esto, eres el encargado de la Noria, ¿cierto? ¿Para qué me llamabas? - Lancé una ojeada hacia donde estaba Eichi, como indicando que me esperaban y que no quería perder mucho tiempo. Aunque en otras circunstancias, me pasaría un rato hablando y conociendo a aquella persona interesada en mi estilo musical.

- Bueno... - Al darse cuenta, él decidió ir al grano también. Me alegré por ello. -... Solo quería decirte cuánto admiro tu valor y esfuerzo. Lo que haces ahora mismo quizá se vea como algo más "raro" que "novedoso", pero estoy convencido de que acabará por ser aceptado. Quisiera darte ánimos para que continúes.

No pude evitar sonreír, emocionada y divertida. Me conmovía que aquella persona me tuviera en tan alta estima, aunque me hacía gracia que me dijera aquellas cosas. Mi estilo es como es porque disfruto haciéndolo, y pensaba continuar pasara lo que pasase. No obstante, sería maleducado por mi parte no agradecerle al hombre su apoyo.

- Gracias, lo tendré en cuenta.

- Ah, y una cosa más. - Esperaba que no se extendiera demasiado más, la cola se le debía estar haciendo insufrible en solitario al pelirrojo. - Me he enterado de lo que pasó hoy. Y tengo un regalo para vosotros. - Al decir "vosotros", miró a Eichi también. Luego me guiñó un ojo. - Seguidme.

Salí de la cabina con cara de perdida, mientras le hacía señas a mi joven acompañante nocturno para que viniera también. Él a su vez también parecía algo confuso, pero me encogí de hombros e insistí.

Mi admirador caminó junto a la cola con nosotros dos detrás, al grito de "¡Dejen paso a los ganadores del Torneo! ¡Tienen derecho a su premio!" Era una excusa pobre, lo sabía hasta yo. Pero era una excusa válida. Y agradecí a los cielos que la gente dejara de mirarme con rabia y envidia para dar paso a la curiosidad y el asombro.

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OFF: Dado el estado "vegetativo" de Eichi, no pudo apreciar como era la noria. Pero aquí dejo imagen de referencia.

Cuando el desfile de miradas por fin terminó, y pudimos entrar a la cabina de aquella brillante noria tan grande, suspiré de alivio. Sentía que si tenía que soportar a aquella gente observándonos un minuto más, me derrumbaría de la vergüenza. Al fin y al cabo, fuera por la razón que fuera nos acabábamos de colar. Nos habíamos saltado las normas y recibido trato preferente. Me pregunté con seriedad si no perdería todo el respeto que me había ganado por lo del Torneo...

Al cerrarse la puertilla, Eichi de repente reaccionó como si se hubiese despertado de un sueño, parpadeando y mirando para todos lados, causando que me saliera una pequeña carcajada de forma involuntaria. Sin embargo, cuando se le pasó la mirada perdida se puso serio y me dirigió unas palabras que, al oírlas, me alegraron y halagaron por igual. Estaba contenta de que pudiera haberle sido de ayuda en algo, pero estaba más contenta por saber que Akashi y Eichi estaban empezando a resolver su conflicto. O al menos a tener entendimientos, los conflictos nunca terminan del todo, por desgracia.

Decidí no decir nada, con miedo a no elegir palabras adecuadas para el momento, así que simplemente sonreí con dulzura y asentí. Aunque me hubiera gustado poder oír lo último que dijo (que por mi pequeño problema de sordera no entendí), no pregunté al respecto, pues me dio la impresión de que era más una reflexión personal que algo que quisiera decirme.

El silencio se apoderó del reducido espacio en el que estábamos sentados uno frente al otro. Pero no era un silencio incómodo, sino más bien algo parecido a "ambiente." Sí, se había creado una tranquila atmósfera en aquel acogedor pedacito del mundo, mientras ascendíamos con parsimonia.

Decidí darle un vistazo al interior de la cabina, algo más detallado. No había mucho que mirar, pero un par de detalles llamaron mi atención: Había un cenicero a uno de los lados, aparentemente no había sido usado en algún tiempo (a juzgar por los chicles secos y la escasez de cenizas), y se me ocurrió que podía aprovechar para dejar allí el que tenía yo en la boca, que ya no sabía a nada; Y aunque la forma exterior fuera circular, en el interior era como si estuviéramos en un cubo perfecto, igual de largo que ancho y que alto. Eso estaba bien, había algo de distancia entre mi asiento y el de Eichi para que nuestras piernas no nos molestasen; la altura era adecuada para erguirnos sin dar con el techo; y los asientos eran amplios como para acostarse en ellos...

Teníamos un par de grandes cristales con los cuales admirar las vistas desde la altura, aunque me extrañó que no pudiese ver lo que pasaba en el interior de otras cabinas. Parece ser que por la posición, se favorecía la intimidad y privacidad, algo que también agradecí en silencio. Y aquel era un sitio espectacular para ver los fuegos artificiales... "Oye, espera un momento... ¡Los fuegos!" Pensé. "¿No nos hemos montado demasiado rápido? Terminará el viaje antes de que podamos verlos..."

Y como escuchando mi llamamiento, justo cuando estábamos en el punto más alto, la Noria se detuvo de forma repentina. Pude escuchar los quejidos de la gente de abajo, y algún grito de alarma proveniente de otra cabina, pero decidí mantener la calma y asomarme al cristal. Algo me decía que no era tanto un accidente como parecía...

Y efectivamente, el encargado había salido de su habitáculo para disculparse con la gente que estaba esperando en la cola, mientras hacía gestos en dirección a la Noria para que la gente se tranquilizara. Parecía querer decir que era una avería, que lo solucionaría enseguida... Ayudaba mucho los gestos que hacía con sus herramientas. En cuanto la situación se calmó, regresó a su puesto y fingió trastear con cables y tuercas.

- Gracias... - Musité en voz baja, mientras sonreía. Luego miré a Eichi fijamente, pues había llegado el momento de jugar mis cartas: - Eichi... En este día tengo la impresión de que te he conocido mejor, que a mucha gente con la que llevo viéndome años. Gracias por todo. Gracias por hacerme disfrutar de este maravilloso día.

Mientras decía aquello, me incliné ligera y progresivamente hacia adelante, acercándome al pelirrojo. Me detuve a medio camino entre la distancia que nos separaba, lo observaba sonriente y con cierta expectación. Por alguna razón, estaba mal visto en la sociedad que fuera la mujer la que tomara la iniciativa, por lo que decidí dejar la situación puesta en bandeja para que fuera él quien tomara la oportunidad, de desearlo. "Ven y coge tu premio..." Pensé, cerrando los ojos.

Se estaba tomando su tiempo, lo que me preocupó ligeramente. ¿Quizá no había entendido la indirecta? O peor, ¿habría decidido rechazarla? Aunque bueno, con lo tímido que era cuando lo conocí, tal vez simplemente le estuviera costando un poco elegir. A pesar de mi impaciencia, mantuve los ojos cerrados y confié en él, por lo que sentí un gran gozo cuando finalmente noté su respiración cerca de mí. En ese momento, dí el último empujoncito y junté mis labios con los suyos.

Fue un momento breve, pero cargado. En su vergüenza noté la falta de experiencia por su parte, y nos separamos antes de lo que me hubiera gustado. Cuando murmuró, lo hizo todavía pegado a mí por su frente, por lo que pude oír perfectamente sus palabras. "Primer beso... Vaya, eso es una gran responsabilidad que debo tomar ahora." Pensé. "Más razones para asegurarme de que su primera experiencia merezca la pena..."

Aquella excusa sonó divertida en mi mente. No solo podría disfrutar de una buena compañía, sino que además tenía el 'deber' de guiar a ese muchacho por el camino a la edad adulta... Porque si aún no había tenido su primer beso hasta entonces, estaba segura de que también sería virgen. Eso me colocaba en una perspectiva ventajosa, pues abría la puerta para que yo pudiera tener la voz cantante. Normalmente me hubiera dejado llevar, pero dada la situación... Era mejor para ambos que actuara de guía. "Poco a poco entonces." Me dije a mí misma con convicción.

No tardamos en juntarnos de nuevo en otro beso, cuando se hubo roto el hielo de la primera barrera que imponía la inseguridad. Esta vez actuamos con más pasión, y pude notar que él estaba mejorando también. Incluso se atrevió a tocar mis labios con la punta de su lengua, seguramente tanteando el terreno antes de lanzarse de cabeza. Como dándole el visto bueno, toqué la suya con la mía suavemente, antes de deslizarme a su propio espacio.

En sincronía, me levanté de mi asiento para arrodillarme en el de Eichi, de tal forma que sus piernas estaban entre las mías, y mis brazos acariciaban sus hombros. Sin perder la concentración en aquel intercambio de saliva, pegué mi cuerpo al del pelirrojo y comencé a explorar con mis manos su espalda, pasando luego al torso. Por la ropa no se notaba, ya que no eran excesivamente abultados, pero tenía unos músculos firmes por el entrenamiento y me resultaron agradables al tacto.

Cuando tuvimos que parar para coger aire, abrí los ojos y lo miré con deseo. Al tercer beso no me molesté en cerrarlos, quería ver su expresión y ahondar en aquellos ojos de rubí, que reflejaban los míos como un espejo...