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Eichi Tsukasa
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Vaya, si Tristan lo pudiera ver en ese momento, probablemente silbaría y luego mostraría el pulgar arriba; estúpido pervertido de mierda. ¿Mónica? Si ella viera lo que estaba aconteciendo dentro de la cabina... Probablemente el se hubiera ido volando con Alex, lo que sea con tal de estar lejos de esa loca cuando estaba en modo "yandere"; sería lo mejor para su salud y para la de su pelirroja acompañante. Pero... ¿Que se supone que estarían viendo? La respuesta sería ver el radical cambio en la psicología del príncipe, dicha persona ahora se encuentra ocupado besando con pasión a su...¿Amante? Si, ese sería el término correcto que se podía utilizar en aquel momento. La timidez que, hasta ahora, siempre predominaba en el joven, se había convertido en uno de los pecados capitales: lujuria. Extrañamente, no se sentía sucio, sino que al contrario. Era libre, por primera vez en su puta vida podía gozar de la libertad a toda su plenitud.
Tuvieron que separarse de aquel intercambio de saliva debido a razones obvias; era una lástima que el ser humano sea tan quisquilloso con temas como la respiración. Dentro de la ardiente mente del joven se estaba ideando cierto plan: deshacerse de su fruta actual y conseguir una mitológica. ¿Por qué razón? Simplemente porque le apetecía... Además de la enorme resistencia que ganaría debido al poder de un fruta así. Podían tener usos... útiles durante momentos como los que estaba viviendo junto a su amante. Vaya, hasta hace poco era el típico niño tímido que no tenía idea de como socializa. ¿Ahora? Casi ni se reconocía. Lo mejor era que Akashi no tenía que nada que ver en todo lo que estaba sucediendo. No, todo era mérito de Eichi y de nadie más.
Mientras recuperaba el aire, miraba con deseo directamente a los ojos de Alex. Una vez recuperado, ocurrió lo que debía ocurrir... Simplemente, otro beso. Pero, como los dos anteriores, había evolucionado nuevamente. La pasión ahora fue liberada completamente, por lo que ya nada podía detenerlos; a ninguno de los dos. De algo estaba seguro el joven príncipe; ya perdió una lucha en el torneo de hoy, ni de broma dejaría que la victoria se le escapase de las manos esa noche. En caso de que no se hayan dado cuenta, el joven era alguien muy competitivo cuando quería serlo... Pero, ¿de que lucha hablaba? Fácil, se refería a la pelea de los apéndices bucales de ambos. Se trataba de una contienda que aún no tenía ganador... Por el momento.
Se separaron nuevamente, se podía ver como una línea de un líquido transparente seguía manteniendo la conexión de sus bocas, pese a que no se estaban tocando. Un ligero ronroneo escapó del pelirrojo mientras seguía mirando directamente los ojos de la pelirroja. En un principio pensó en iniciar un cuarto beso, pero eso ya sería algo muy repetitivo. Lo único que le quedaba, sería que sus instintos naturales le guiasen; los humanos seguían siendo animales, después de todo. Con sus brazos, tomó de la cintura a la mujer y la sentó suavemente en su regazo, quedando ambos de frente y con ambos pechos presionados entre sí, cosa que no le molestaba en lo más mínimo.
El joven sonrío de forma algo salvaje y acercó su rostro de la mujer, pero en vez de conectar sus labios en una danza de pasión por cuarta vez, se decidió por otra cosa. Fue hasta el cuello de la mujer y lamió lentamente allí, para luego besarle y succionarlo suavemente. Al cabo de unos segundos, volvió hasta el rostro de la mujer y se fundieron en una cuarta pelea. Definitivamente, Tristán tenia razón en una cosa: los instintos eran el mejor amigo del hombre...
Oh, se había olvidado por completo de su pequeño amiguito, que en aquella posición, presionaba la retaguardia de su amante de una forma al vergonzosa, aunque... ¿Importaba realmente en esa situación?
Tuvieron que separarse de aquel intercambio de saliva debido a razones obvias; era una lástima que el ser humano sea tan quisquilloso con temas como la respiración. Dentro de la ardiente mente del joven se estaba ideando cierto plan: deshacerse de su fruta actual y conseguir una mitológica. ¿Por qué razón? Simplemente porque le apetecía... Además de la enorme resistencia que ganaría debido al poder de un fruta así. Podían tener usos... útiles durante momentos como los que estaba viviendo junto a su amante. Vaya, hasta hace poco era el típico niño tímido que no tenía idea de como socializa. ¿Ahora? Casi ni se reconocía. Lo mejor era que Akashi no tenía que nada que ver en todo lo que estaba sucediendo. No, todo era mérito de Eichi y de nadie más.
Mientras recuperaba el aire, miraba con deseo directamente a los ojos de Alex. Una vez recuperado, ocurrió lo que debía ocurrir... Simplemente, otro beso. Pero, como los dos anteriores, había evolucionado nuevamente. La pasión ahora fue liberada completamente, por lo que ya nada podía detenerlos; a ninguno de los dos. De algo estaba seguro el joven príncipe; ya perdió una lucha en el torneo de hoy, ni de broma dejaría que la victoria se le escapase de las manos esa noche. En caso de que no se hayan dado cuenta, el joven era alguien muy competitivo cuando quería serlo... Pero, ¿de que lucha hablaba? Fácil, se refería a la pelea de los apéndices bucales de ambos. Se trataba de una contienda que aún no tenía ganador... Por el momento.
Se separaron nuevamente, se podía ver como una línea de un líquido transparente seguía manteniendo la conexión de sus bocas, pese a que no se estaban tocando. Un ligero ronroneo escapó del pelirrojo mientras seguía mirando directamente los ojos de la pelirroja. En un principio pensó en iniciar un cuarto beso, pero eso ya sería algo muy repetitivo. Lo único que le quedaba, sería que sus instintos naturales le guiasen; los humanos seguían siendo animales, después de todo. Con sus brazos, tomó de la cintura a la mujer y la sentó suavemente en su regazo, quedando ambos de frente y con ambos pechos presionados entre sí, cosa que no le molestaba en lo más mínimo.
El joven sonrío de forma algo salvaje y acercó su rostro de la mujer, pero en vez de conectar sus labios en una danza de pasión por cuarta vez, se decidió por otra cosa. Fue hasta el cuello de la mujer y lamió lentamente allí, para luego besarle y succionarlo suavemente. Al cabo de unos segundos, volvió hasta el rostro de la mujer y se fundieron en una cuarta pelea. Definitivamente, Tristán tenia razón en una cosa: los instintos eran el mejor amigo del hombre...
Oh, se había olvidado por completo de su pequeño amiguito, que en aquella posición, presionaba la retaguardia de su amante de una forma al vergonzosa, aunque... ¿Importaba realmente en esa situación?
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Por la cara que ponía el pelirrojo, parecía que se estuviera cobrando venganza por algo. Se le había encendido una llama en los ojos que identifiqué como agresividad, y su forma de actuar cambió en consecuencia. Su ímpetu sustituyó a la cobardía, sin abandonar del todo la delicadeza... por poco tiempo.
Aquello ya no era un baile. Se había convertido en una batalla, en la que los dos peleábamos por ver quién hacía caer al otro primero. Mi competitividad salió a flote, sobretodo cuando recordé que se suponía que yo debía ser la que dirigiera aquel concierto. Que el inexperto de mi acompañante tratase ahora de tomar las riendas me hizo desear ponerlo en su sitio, y no tardé en pensar en un plan de ataque con el que tenerle comiéndome de la mano. Mientras tanto, fingiría naturalidad y le seguiría la corriente, a ver hasta dónde era capaz de llegar.
Solté un suspiro al notar cómo jugaba con mi cuello, y respondí metiendo mis manos en su cabeza y jugando con su cabello. Enredé mis dedos y sujeté con firmeza, mientras ejercía una sutil presión hacia mí y después hacia mi rostro. Cuando le atraje para el cuarto asalto (de aparentemente muchos que quedaban por llegar), noté algo duro presionar contra mi retaguardia. Sonreí con picaresca, al reconocer la sensación. Era la misma que cuando estuvimos comiendo helado en el parque. Ahora, aquel recuerdo parecía una tontería, comparado con lo que estábamos haciendo.
Pero todavía era pronto para "liberar al Kraken", si quería que mi plan funcionase tenía que asegurarme de que Eichi estaba completamente intoxicado de mí, embriagados sus sentidos con cada parte de mi cuerpo hasta que no pudiera contradecir sus instintos más básicos. Aunque realmente, a juzgar por su efusividad hubiera dicho que ya estaba muy cerca de ese punto.
Con la habilidad de quien sabe cómo se hace, deslicé mis manos de nuevo hacia el punto donde nuestros pechos se unían. Por el camino recorrí su piel con mis uñas, trazando delicadamente un camino sensual por su cuello y pecho. Una vez allí, mantuve su atención centrada en mis labios mordiéndole ligeramente los suyos, y aproveché la distracción para abrir por completo su kimono, que al resbalar por sus brazos dejó al descubierto sus pectorales.
Guiñándole un ojo cuando me separé de él, descendí ligeramente para poder sujetar el nudo de su cinto con mi boca. Era un nudo sencillo, y no me costó demasiado deshacerlo usando solo mis dientes. Mientras tanto, usé mis palmas para acariciar sus costados, y le miré desafiante con mi premio (el cinto suelto) aún entre mis mandíbulas. El resto del kimono se separó, dejando al descubierto una preciosa tienda de campaña en la ropa interior de Eichi.
Arqueé las cejas, ahora que lo veía de cerca. A ojo debían ser unas siete pulgadas, y no pude evitar preguntarme cómo podía tener aquello oculto el resto del día. Es decir, no voy a mentir: las había visto más grandes y monstruosas, pero no dejaba de ser una cosa superior a la media. Aun así, confiaba plenamente en mis capacidades, y mi plan no cambió ni un ápice. Lo que faltaba por saber era: ¿Cómo actuaría el joven pelirrojo ante aquella visión?
Aquello ya no era un baile. Se había convertido en una batalla, en la que los dos peleábamos por ver quién hacía caer al otro primero. Mi competitividad salió a flote, sobretodo cuando recordé que se suponía que yo debía ser la que dirigiera aquel concierto. Que el inexperto de mi acompañante tratase ahora de tomar las riendas me hizo desear ponerlo en su sitio, y no tardé en pensar en un plan de ataque con el que tenerle comiéndome de la mano. Mientras tanto, fingiría naturalidad y le seguiría la corriente, a ver hasta dónde era capaz de llegar.
Solté un suspiro al notar cómo jugaba con mi cuello, y respondí metiendo mis manos en su cabeza y jugando con su cabello. Enredé mis dedos y sujeté con firmeza, mientras ejercía una sutil presión hacia mí y después hacia mi rostro. Cuando le atraje para el cuarto asalto (de aparentemente muchos que quedaban por llegar), noté algo duro presionar contra mi retaguardia. Sonreí con picaresca, al reconocer la sensación. Era la misma que cuando estuvimos comiendo helado en el parque. Ahora, aquel recuerdo parecía una tontería, comparado con lo que estábamos haciendo.
Pero todavía era pronto para "liberar al Kraken", si quería que mi plan funcionase tenía que asegurarme de que Eichi estaba completamente intoxicado de mí, embriagados sus sentidos con cada parte de mi cuerpo hasta que no pudiera contradecir sus instintos más básicos. Aunque realmente, a juzgar por su efusividad hubiera dicho que ya estaba muy cerca de ese punto.
Con la habilidad de quien sabe cómo se hace, deslicé mis manos de nuevo hacia el punto donde nuestros pechos se unían. Por el camino recorrí su piel con mis uñas, trazando delicadamente un camino sensual por su cuello y pecho. Una vez allí, mantuve su atención centrada en mis labios mordiéndole ligeramente los suyos, y aproveché la distracción para abrir por completo su kimono, que al resbalar por sus brazos dejó al descubierto sus pectorales.
Guiñándole un ojo cuando me separé de él, descendí ligeramente para poder sujetar el nudo de su cinto con mi boca. Era un nudo sencillo, y no me costó demasiado deshacerlo usando solo mis dientes. Mientras tanto, usé mis palmas para acariciar sus costados, y le miré desafiante con mi premio (el cinto suelto) aún entre mis mandíbulas. El resto del kimono se separó, dejando al descubierto una preciosa tienda de campaña en la ropa interior de Eichi.
Arqueé las cejas, ahora que lo veía de cerca. A ojo debían ser unas siete pulgadas, y no pude evitar preguntarme cómo podía tener aquello oculto el resto del día. Es decir, no voy a mentir: las había visto más grandes y monstruosas, pero no dejaba de ser una cosa superior a la media. Aun así, confiaba plenamente en mis capacidades, y mi plan no cambió ni un ápice. Lo que faltaba por saber era: ¿Cómo actuaría el joven pelirrojo ante aquella visión?
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El joven dejó que Alex tomara las riendas de la situación por algunos momentos. No es que el príncipe se estuviera rindiendo, pero incluso él necesitaba un pequeño descanso para calmar sus instintos carnales. Por suerte, aún no perdía la "cordura" del todo, por lo que aún tenía algo de uso de razón... O lo que quedaba, más bien. Recordando ciertas palabras de Tristan (aunque hubiera deseado no recordarlas, no podía por culpa de su memoria eidética), si un hombre perdía ante sus instintos, era lo mismo que admitir la derrota frente a su compañera; eso era algo que no se podía dar, y su orgullo no lo dejaría tampoco.
El joven se estremeció al sentir las cálidas manos de Alex recorrer su cuerpo, específicamente la zona del cuello y pecho. Al llegar a sus labios, la chica los mordió levemente y, sin que el pelirrojo se diera cuenta hasta muy tarde, abrió su kimono, dejando sus bien formas pectorales al desnudo. Normalmente uno sentiría frío al estar así en una cabina siendo de noche, pero allí dentro todo lo que se podía sentir era el calor corporal. Un puchero involuntario apareció en el rostro de Eichi una vez que la mujer se apartó, pero aquello duro muy poco. Alex le guiñó un ojo al pelirrojo y, con la gracia de un felino, retiró la cinta del atuendo del chico, dejándolo casi al desnudo. Se ruborizó un poco al ver que su amante veía fijamente lo de abajo; no sabía si sentir orgullo o pena.
– Creo que eso no es justo – Eichi hizo un puchero por algunos segundos, pero luego sonrío de forma traviesa. – Creo que es mi turno, Alex-chan – luego de decir aquello, empezó con su travesía.
Sin darle tiempo de reaccionar a la pelirroja, tomó con delicadeza su cintura, le depositó en el asiento y atacó sus labios nuevamente. Con sus manos, acarició los costados del estómago de su acompañante, por debajo del kimono. Apartó suavemente la parte superior del kimono, pero no se detuvo allí. Repitiendo lo mismo que hizo la pelirroja, bajó hasta la zona "prohibida", tomó la cinta con su boca y retiró el nudo, separando el resto de la vestimenta. Se retiró de allí para poder mejor el cuerpo reluciente de Alex, y lo que vio hizo que casi le de un infarto. Ella no llevaba ropa anterior, sino más bien... ¿Lencería? Eso el pelirrojo no se lo esperaba, pero debía admitir que esa pieza negra le hacía ver sexy. Por otro lado, si bien la joven no tenía muy desarrollado la delantera (no es como si le importara, no le gustaban mucho los melones), debía admitir que su retaguardia era de muerte.
– Lo pensé en su momento cuando te conocí, pero ahora lo digo de frente. En verdad eres muy hermosa, Alex-chan – lo dijo con un tono reverenciador. No dijo mas palabras; la apasionante quinta batalla que sucedió después, hablaba por si sola.
El joven se estremeció al sentir las cálidas manos de Alex recorrer su cuerpo, específicamente la zona del cuello y pecho. Al llegar a sus labios, la chica los mordió levemente y, sin que el pelirrojo se diera cuenta hasta muy tarde, abrió su kimono, dejando sus bien formas pectorales al desnudo. Normalmente uno sentiría frío al estar así en una cabina siendo de noche, pero allí dentro todo lo que se podía sentir era el calor corporal. Un puchero involuntario apareció en el rostro de Eichi una vez que la mujer se apartó, pero aquello duro muy poco. Alex le guiñó un ojo al pelirrojo y, con la gracia de un felino, retiró la cinta del atuendo del chico, dejándolo casi al desnudo. Se ruborizó un poco al ver que su amante veía fijamente lo de abajo; no sabía si sentir orgullo o pena.
– Creo que eso no es justo – Eichi hizo un puchero por algunos segundos, pero luego sonrío de forma traviesa. – Creo que es mi turno, Alex-chan – luego de decir aquello, empezó con su travesía.
Sin darle tiempo de reaccionar a la pelirroja, tomó con delicadeza su cintura, le depositó en el asiento y atacó sus labios nuevamente. Con sus manos, acarició los costados del estómago de su acompañante, por debajo del kimono. Apartó suavemente la parte superior del kimono, pero no se detuvo allí. Repitiendo lo mismo que hizo la pelirroja, bajó hasta la zona "prohibida", tomó la cinta con su boca y retiró el nudo, separando el resto de la vestimenta. Se retiró de allí para poder mejor el cuerpo reluciente de Alex, y lo que vio hizo que casi le de un infarto. Ella no llevaba ropa anterior, sino más bien... ¿Lencería? Eso el pelirrojo no se lo esperaba, pero debía admitir que esa pieza negra le hacía ver sexy. Por otro lado, si bien la joven no tenía muy desarrollado la delantera (no es como si le importara, no le gustaban mucho los melones), debía admitir que su retaguardia era de muerte.
– Lo pensé en su momento cuando te conocí, pero ahora lo digo de frente. En verdad eres muy hermosa, Alex-chan – lo dijo con un tono reverenciador. No dijo mas palabras; la apasionante quinta batalla que sucedió después, hablaba por si sola.
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- Creo que es mi turno, Alex-chan.
Oh, estaba deseando ver lo que quería intentar. Al fin y al cabo una persona que no había conocido el calor de una cama carecía de la experiencia, pero seguramente lo compensara con imaginación. El hambre aguza el ingenio, ¿no? Dejé que me posicionara de forma que fuera más cómodo para él realizar su trabajo y... ¿Me estaba copiando? No estaba segura de si estar halagada o escandalizada. "Bueno, supongo que tendrá que aprender de alguna forma, ¿no?" Pensé, resignándome y decidiendo disfrutar del espectáculo.
Porque la cara de Eichi fue un espectáculo cuando vio lo que llevaba puesto. "No subestimes a una mujer previsora." Pensé divertida. Ciertamente, había contemplado la posibilidad... No, más bien me había preparado para aquella ocasión, incluyendo el par de preservativos que tenía escondidos en un bolsillo interior del kimono (los cuales sacaría cuando fuera el momento de la verdad).
A pesar de haber tardado un poco al trastear con el cinto, lo cierto es que no lo había hecho tan mal. Al menos había conseguido hacerlo, y con cierta fluidez. "Aprende rápido..." Lo que me hizo sentir un poco mal en ese momento, fue no tener más pechos que ofrecerle a la vista. Tenía entendido que a los hombres les gustaban grandes, y los míos aún estaban en desarrollo, como indicaban sus firmezas y suavidades. A pesar de todo, Eichi me miró con deseo y me dedicó unas palabras de alabanza, sacándome un ligero rubor momentáneo.
Antes de que pudiera replicar se lanzó de nuevo a la carga, y yo aproveché para deshacerme con un par de movimientos de los kimonos sueltos de ambos. Desprovistos de todo salvo los trapos nobles, ya se podía notar mucho mejor el contacto de piel con piel, y el calor que desprendía cada uno de nuestros movimientos. "Así tengo el tacto y la vista. También parece haber sucumbido al gusto, y aunque no tengo forma de saberlo voy a suponer que mi perfume se ha ganado su olfato. Así que queda..."
- Ha... Ha... - Jadeando, me separé de él durante unos momentos con la excusa de coger más aire, pero antes de pasar al asalto seis me acerqué a su oreja y susurré: - Tú también eres apuesto... Y estás bien equipado... - Seguidamente, mordí discretamente su lóbulo y bajé a hacer lo mismo en su cuello, al tiempo que mis manos recorrían su zona abdominal y acariciaban con suavidad sus pezones. Los hombres también eran sensibles en esa zona, por lo que pronto esbocé una sonrisa de triunfo al notar cómo crecían y se endurecían ligeramente. - Pero, ¿serás capaz de seguirme el ritmo? Porque parece que estaremos aquí arriba todavía por un buen rato más...
Intentaba acrecentar su deseo con mis palabras, despertar su lujuria. Pronto pasaríamos a la siguiente base, pero primero quería asegurarme de que iba por donde yo marcaba. De lo contrario, me vería obligada a tomar tácticas algo más extremas, y aunque sin duda sería divertido para mí tentarlo y dejarlo en el límite, no sabía hasta qué punto podría él tolerarlo antes de sucumbir y perder la cordura por completo. Aparentemente, ya estaba medio camino hecho. ¿O estaba más cuerdo que nunca? Ni lo sabía ni me importaba demasiado, para qué engañarnos...
Oh, estaba deseando ver lo que quería intentar. Al fin y al cabo una persona que no había conocido el calor de una cama carecía de la experiencia, pero seguramente lo compensara con imaginación. El hambre aguza el ingenio, ¿no? Dejé que me posicionara de forma que fuera más cómodo para él realizar su trabajo y... ¿Me estaba copiando? No estaba segura de si estar halagada o escandalizada. "Bueno, supongo que tendrá que aprender de alguna forma, ¿no?" Pensé, resignándome y decidiendo disfrutar del espectáculo.
Porque la cara de Eichi fue un espectáculo cuando vio lo que llevaba puesto. "No subestimes a una mujer previsora." Pensé divertida. Ciertamente, había contemplado la posibilidad... No, más bien me había preparado para aquella ocasión, incluyendo el par de preservativos que tenía escondidos en un bolsillo interior del kimono (los cuales sacaría cuando fuera el momento de la verdad).
A pesar de haber tardado un poco al trastear con el cinto, lo cierto es que no lo había hecho tan mal. Al menos había conseguido hacerlo, y con cierta fluidez. "Aprende rápido..." Lo que me hizo sentir un poco mal en ese momento, fue no tener más pechos que ofrecerle a la vista. Tenía entendido que a los hombres les gustaban grandes, y los míos aún estaban en desarrollo, como indicaban sus firmezas y suavidades. A pesar de todo, Eichi me miró con deseo y me dedicó unas palabras de alabanza, sacándome un ligero rubor momentáneo.
Antes de que pudiera replicar se lanzó de nuevo a la carga, y yo aproveché para deshacerme con un par de movimientos de los kimonos sueltos de ambos. Desprovistos de todo salvo los trapos nobles, ya se podía notar mucho mejor el contacto de piel con piel, y el calor que desprendía cada uno de nuestros movimientos. "Así tengo el tacto y la vista. También parece haber sucumbido al gusto, y aunque no tengo forma de saberlo voy a suponer que mi perfume se ha ganado su olfato. Así que queda..."
- Ha... Ha... - Jadeando, me separé de él durante unos momentos con la excusa de coger más aire, pero antes de pasar al asalto seis me acerqué a su oreja y susurré: - Tú también eres apuesto... Y estás bien equipado... - Seguidamente, mordí discretamente su lóbulo y bajé a hacer lo mismo en su cuello, al tiempo que mis manos recorrían su zona abdominal y acariciaban con suavidad sus pezones. Los hombres también eran sensibles en esa zona, por lo que pronto esbocé una sonrisa de triunfo al notar cómo crecían y se endurecían ligeramente. - Pero, ¿serás capaz de seguirme el ritmo? Porque parece que estaremos aquí arriba todavía por un buen rato más...
Intentaba acrecentar su deseo con mis palabras, despertar su lujuria. Pronto pasaríamos a la siguiente base, pero primero quería asegurarme de que iba por donde yo marcaba. De lo contrario, me vería obligada a tomar tácticas algo más extremas, y aunque sin duda sería divertido para mí tentarlo y dejarlo en el límite, no sabía hasta qué punto podría él tolerarlo antes de sucumbir y perder la cordura por completo. Aparentemente, ya estaba medio camino hecho. ¿O estaba más cuerdo que nunca? Ni lo sabía ni me importaba demasiado, para qué engañarnos...
Eichi Tsukasa
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Sin duda alguna, esa mujer sabía completamente lo que hacía. Cada caricia, cada roce, cada beso... Tan solo le dejaba deseando por más. Lujuria... Sin, sin duda eso era lo que sentía el chico, pero, extrañamente, aun no se sentía completamente entregado a sus instintos salvajes. Aquello era extraño; Eichi no era iluso, sabía muy bien que por muy dotado que fuese en aquella noble tradición, seguía siendo un inexperto total en ese tema. Entonces... ¿Cuál era la razón del por qué se sentía tan lucido, pese a todo lo acontecido?. La respuesta era tan absurda que ni el mismo pelirrojo se lo creía en un principio. Si alguien le hubiera dicho que "esa" persona le ayudaría en una situación así, se hubiera reído y luego dormido; así de incrédulo.
– Se puede saber... ¿Por qué me estás ayudando? Además, ¿no estabas durmiendo? – Confusamente le preguntó a su lúcida contraparte. Akashi tan solo bufó y se cruzó de brazos dentro de la mente del joven.
– Ustedes, par de estúpidos, hacen tanto ruido que no dejan dormir a nadie – se río por unos momentos el alterno y prosiguió. – Y la razón del que te esté ayudando... Digamos que te estoy pagando el favor que me hiciste al dejarme pelear en el torneo. Además, no voy a dejar que la princesa me vuelva a vencer. Considéralo como una vendetta personal, tan solo no la cagues – se podía notar un deje siniestro en el tono de voz de su otro yo. Eichi tan solo atinó a suspirar mentalmente; Akashi podía ser alguien muy rencoroso en ocasiones.
Pero... ¿Qué se supone que estaba haciendo su contraparte? La respuesta era sencilla. Mientras el joven pelirrojo seguía con sus... actividades junto a su amante, Akashi se encargaría de mantener sus instintos primarios y lujuria a raya. A veces trabajar en equipo tenía sus méritos.
– ¿Seguirte el ritmo? Creo que la verdadera pregunta es... –
Eichi tomó suavemente a la pelirroja de la cintura y la dejó recostada sobre el asiento, mientras él se ponía sobre ella. Aquello se llamaba... ¿Posición misionera? Si, sí era como se llamaba. El pelirrojo leyó sobre eso en contra de su voluntad por culpa de cierto rubio, aunque, viéndolo de una perspectiva distinta, ahora servían de algo. El joven se hizo una nota mental para mandarle un canasto de galletas a Tristán y una carta de agradecimiento. El joven príncipe acercó su rostro al oído de Alex y terminó con la oración de antes.
– ¿Puedes seguir tu el de nosotros? – terminó de susurrar sensualmente. Su ojo derecho nuevamente se tornó de color dorado, significando que ambos pelirrojos se encontraban trabajando juntos, por primera vez en su vida. ¿Lo mejor? Fue la misma Alex que ayudó en eso gracias a su charla emocional. Tampoco es que quisiera mantenerlo en secreto, por algo dijo "nosotros" en vez de "mío".
Sin darle tiempo tiempo de responder, Eichi atacó el cuerpo de la joven con su boca. Empezó por sus sensuales labios, luego bajó hasta el cuello, se saltó el valle del placer debido a que no era el tiempo indicado y, finalmente, terminó en su estómago. Hacía todo eso mientras acariciaba su espalda y piernas con sus manos, incluso en más de una ocasión acarició "accidentalmente" su retaguardia. Cumplido todo eso, el chico recobró su posición inicial y aclamó nuevamente los labios de la ardiente mujer, solo que incluyó algo nuevo. Mientras mantenía ocupada a la pelirroja, Eichi usaba sus manos para buscar cierto objeto en la espalda de ella con la intención de retirar algo muy molestó. Cuando lo encontró, presionó suavemente y apartó lentamente la prenda superior que molestaba.
Se apartó del rostro de Alex para poder mejor su premio; solo quedaba una prenda que se interponía entre él y la mujer, para ambos, mejor dicho. Levemente sonrío y luego volvió a empezar otra danza armoniosa, mientras que los pechos de ambos, libre de obstáculos, se presionaban entre sí. Fugazmente se le cruzó por la cabeza lo que estaba sucediendo afuera, pero rápidamente lo desechó. Ahora habían cosas más importantes que unos fuegos o juegos... Oh, eso rimó sin querer.
– Se puede saber... ¿Por qué me estás ayudando? Además, ¿no estabas durmiendo? – Confusamente le preguntó a su lúcida contraparte. Akashi tan solo bufó y se cruzó de brazos dentro de la mente del joven.
– Ustedes, par de estúpidos, hacen tanto ruido que no dejan dormir a nadie – se río por unos momentos el alterno y prosiguió. – Y la razón del que te esté ayudando... Digamos que te estoy pagando el favor que me hiciste al dejarme pelear en el torneo. Además, no voy a dejar que la princesa me vuelva a vencer. Considéralo como una vendetta personal, tan solo no la cagues – se podía notar un deje siniestro en el tono de voz de su otro yo. Eichi tan solo atinó a suspirar mentalmente; Akashi podía ser alguien muy rencoroso en ocasiones.
Pero... ¿Qué se supone que estaba haciendo su contraparte? La respuesta era sencilla. Mientras el joven pelirrojo seguía con sus... actividades junto a su amante, Akashi se encargaría de mantener sus instintos primarios y lujuria a raya. A veces trabajar en equipo tenía sus méritos.
– ¿Seguirte el ritmo? Creo que la verdadera pregunta es... –
Eichi tomó suavemente a la pelirroja de la cintura y la dejó recostada sobre el asiento, mientras él se ponía sobre ella. Aquello se llamaba... ¿Posición misionera? Si, sí era como se llamaba. El pelirrojo leyó sobre eso en contra de su voluntad por culpa de cierto rubio, aunque, viéndolo de una perspectiva distinta, ahora servían de algo. El joven se hizo una nota mental para mandarle un canasto de galletas a Tristán y una carta de agradecimiento. El joven príncipe acercó su rostro al oído de Alex y terminó con la oración de antes.
– ¿Puedes seguir tu el de nosotros? – terminó de susurrar sensualmente. Su ojo derecho nuevamente se tornó de color dorado, significando que ambos pelirrojos se encontraban trabajando juntos, por primera vez en su vida. ¿Lo mejor? Fue la misma Alex que ayudó en eso gracias a su charla emocional. Tampoco es que quisiera mantenerlo en secreto, por algo dijo "nosotros" en vez de "mío".
Sin darle tiempo tiempo de responder, Eichi atacó el cuerpo de la joven con su boca. Empezó por sus sensuales labios, luego bajó hasta el cuello, se saltó el valle del placer debido a que no era el tiempo indicado y, finalmente, terminó en su estómago. Hacía todo eso mientras acariciaba su espalda y piernas con sus manos, incluso en más de una ocasión acarició "accidentalmente" su retaguardia. Cumplido todo eso, el chico recobró su posición inicial y aclamó nuevamente los labios de la ardiente mujer, solo que incluyó algo nuevo. Mientras mantenía ocupada a la pelirroja, Eichi usaba sus manos para buscar cierto objeto en la espalda de ella con la intención de retirar algo muy molestó. Cuando lo encontró, presionó suavemente y apartó lentamente la prenda superior que molestaba.
Se apartó del rostro de Alex para poder mejor su premio; solo quedaba una prenda que se interponía entre él y la mujer, para ambos, mejor dicho. Levemente sonrío y luego volvió a empezar otra danza armoniosa, mientras que los pechos de ambos, libre de obstáculos, se presionaban entre sí. Fugazmente se le cruzó por la cabeza lo que estaba sucediendo afuera, pero rápidamente lo desechó. Ahora habían cosas más importantes que unos fuegos o juegos... Oh, eso rimó sin querer.
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"Eso es hacer trampa..." Pensé algo decepcionada, al ver de nuevo la dualidad de color en los ojos de Eichi. No se por qué, pero tenía la sensación de que estaba intentando ocuparse de aquel asunto él mismo, sin ayuda. Supongo que me equivocaba, pero en realidad eso hacía las cosas más interesantes. Me permitía dejar de lado las delicadezas.
- Bienvenido de nuevo, Akashi. ¿Listo para perder por segunda vez? - Le piqué, mientras Eichi trazaba una ida y vuelta desde mis labios hasta donde la espalda pierde su nombre.
Ciertamente, me gustaba el autocontrol que estaba ejerciendo el joven. Me hubiera enfadado bastante si de repente se le iba la pinza y decidía saltarse los preliminares, pero estaba haciendo un buen trabajo aguantándose. Lo cual compensaba su falta de experiencia, y su desconocimiento de anatomía femenina. Aunque no atacara mis puntos débiles, era difícil no sentir un pequeño placer en sus movimientos y caricias, debido al calor que estaba creciendo paulatinamente en nuestros cuerpos.
Al cabo de un ratillo de trasteo (disimulado por el feroz combate que libraban nuestras bocas), noté cómo se me quitaba un peso de encima. El sostén se deslizó hasta el suelo con ligereza, y ceñí una ceja mientras arqueaba la otra. "Un poco de juego antes no hubiera estado mal tampoco, ¿eh?" Pensé, divertida. Eichi había cometido el error de no aprovechar el momento, y cederme de nuevo la iniciativa (involuntariamente supongo), y yo sí que no pensaba desaprovechar mi oportunidad.
Mientras con una mano sacaba cierto plastiquito de un bolsillo oculto en mi Kimono del suelo, con la otra interpuse un dedo entre nosotros, como si le estuviera pidiendo al hombre que se callase.
- Suficientes besos. - Susurré. - Ahora necesito libertad para otra cosa...
Y con esas palabras, luego de sujetar la esquina del envoltorio con los labios para tener las manos disponibles, descendí lo suficiente como para poder "desencadenar a la bestia". No pude evitar una ligera exclamación de sorpresa cuando la palanca dio un respingo, por fin liberada, y casi me golpea la nariz. Sonriendo con travesura, abrí el preservativo y lo sujeté por la punta de nuevo con mis labios. Debía evitar los dientes para no picarlo accidentalmente.
Y entonces, sin previo aviso, de un solo y hábil movimiento recorrí aquella longitud, ejerciendo presión suficiente para desenrollar aquel invento. Tras unos segundos, me retiré de nuevo para observar con satisfacción mi obra, ahora húmeda con mi saliva.
Por supuesto, no pensaba parar ahí. Debía perder el menor tiempo posible para que Eichi no tuviera opción de recuperarse de la sorpresa, por lo que procedí a sujetar el mango con suavidad y comenzar a... "comerme el helado."
Variando entre multitud de ángulos y fuerzas empleadas en el ataque, me aseguré de no dejar palmo sin tocar, mientras fijaba mi mirada en el rostro de Eichi. Aparte de que aquella perspectiva debía resultar muy erótica, buscaba en su expresión cualquier pista que me pudiera indicar si había encontrado un punto sensible.
Una vez hubiera localizado todos (o al menos unos cuantos), los atacaría con más ahínco. Quería llevarlo por la senda de la locura, así que primero esperaría a que estuviera alcanzando su climax...
Y luego me ralentizaría, pasando con suavidad por otras partes menos vulnerables para no seguir aumentando el nivel de peligrosidad. Confiaba en que mi fuerza sería suficiente para mantener a raya cualquier intento del hombre por forzar su propio final, aunque si veía que aun así lo intentaba, usaría mis índice y pulgar como una anilla, y presionaría en la base para bloquear cualquier flujo. Al mismo tiempo me detendría, dejando que aquello retrocediera...
- Ah, se me olvidó comentarlo. - Diría en ese momento. - Pero no tienes permitido "acabar" hasta que me lo ruegues. Quiero oirte suplicar... - Terminaría susurrando, sonriendo con picardía.
...Y cuando supiera que se estaba recuperando, volvería a la carga. Así durante tanto tiempo como fuera necesario para conseguir oír las palabras mágicas, atrayendo a la serpiente a la boca del túnel para luego cerrarla por completo y obligarla a regresar de nuevo. Justo. En. El. Límite.
- Bienvenido de nuevo, Akashi. ¿Listo para perder por segunda vez? - Le piqué, mientras Eichi trazaba una ida y vuelta desde mis labios hasta donde la espalda pierde su nombre.
Ciertamente, me gustaba el autocontrol que estaba ejerciendo el joven. Me hubiera enfadado bastante si de repente se le iba la pinza y decidía saltarse los preliminares, pero estaba haciendo un buen trabajo aguantándose. Lo cual compensaba su falta de experiencia, y su desconocimiento de anatomía femenina. Aunque no atacara mis puntos débiles, era difícil no sentir un pequeño placer en sus movimientos y caricias, debido al calor que estaba creciendo paulatinamente en nuestros cuerpos.
Al cabo de un ratillo de trasteo (disimulado por el feroz combate que libraban nuestras bocas), noté cómo se me quitaba un peso de encima. El sostén se deslizó hasta el suelo con ligereza, y ceñí una ceja mientras arqueaba la otra. "Un poco de juego antes no hubiera estado mal tampoco, ¿eh?" Pensé, divertida. Eichi había cometido el error de no aprovechar el momento, y cederme de nuevo la iniciativa (involuntariamente supongo), y yo sí que no pensaba desaprovechar mi oportunidad.
Mientras con una mano sacaba cierto plastiquito de un bolsillo oculto en mi Kimono del suelo, con la otra interpuse un dedo entre nosotros, como si le estuviera pidiendo al hombre que se callase.
- Suficientes besos. - Susurré. - Ahora necesito libertad para otra cosa...
Y con esas palabras, luego de sujetar la esquina del envoltorio con los labios para tener las manos disponibles, descendí lo suficiente como para poder "desencadenar a la bestia". No pude evitar una ligera exclamación de sorpresa cuando la palanca dio un respingo, por fin liberada, y casi me golpea la nariz. Sonriendo con travesura, abrí el preservativo y lo sujeté por la punta de nuevo con mis labios. Debía evitar los dientes para no picarlo accidentalmente.
Y entonces, sin previo aviso, de un solo y hábil movimiento recorrí aquella longitud, ejerciendo presión suficiente para desenrollar aquel invento. Tras unos segundos, me retiré de nuevo para observar con satisfacción mi obra, ahora húmeda con mi saliva.
Por supuesto, no pensaba parar ahí. Debía perder el menor tiempo posible para que Eichi no tuviera opción de recuperarse de la sorpresa, por lo que procedí a sujetar el mango con suavidad y comenzar a... "comerme el helado."
Variando entre multitud de ángulos y fuerzas empleadas en el ataque, me aseguré de no dejar palmo sin tocar, mientras fijaba mi mirada en el rostro de Eichi. Aparte de que aquella perspectiva debía resultar muy erótica, buscaba en su expresión cualquier pista que me pudiera indicar si había encontrado un punto sensible.
Una vez hubiera localizado todos (o al menos unos cuantos), los atacaría con más ahínco. Quería llevarlo por la senda de la locura, así que primero esperaría a que estuviera alcanzando su climax...
Y luego me ralentizaría, pasando con suavidad por otras partes menos vulnerables para no seguir aumentando el nivel de peligrosidad. Confiaba en que mi fuerza sería suficiente para mantener a raya cualquier intento del hombre por forzar su propio final, aunque si veía que aun así lo intentaba, usaría mis índice y pulgar como una anilla, y presionaría en la base para bloquear cualquier flujo. Al mismo tiempo me detendría, dejando que aquello retrocediera...
- Ah, se me olvidó comentarlo. - Diría en ese momento. - Pero no tienes permitido "acabar" hasta que me lo ruegues. Quiero oirte suplicar... - Terminaría susurrando, sonriendo con picardía.
...Y cuando supiera que se estaba recuperando, volvería a la carga. Así durante tanto tiempo como fuera necesario para conseguir oír las palabras mágicas, atrayendo a la serpiente a la boca del túnel para luego cerrarla por completo y obligarla a regresar de nuevo. Justo. En. El. Límite.
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Eichi miró confusamente como la chica interponía un dedo en sus labios, como intentando callarle. Su confusión creció al escuchar las palabras que salieron de sus finos labios. ¿Libertad para otra cosa? El joven iba a preguntar... Pero no hubo necesidad de aquello. En un principio parpadeó, pero luego su quijada bajó hasta donde más podía debido a la impresión. ¿Qué sucedió? La chica bajó su cabeza hasta su estómago. En un principio, el joven creyó que se mantendría allí, pero al ver como seguí bajando, no pudo dar un respingo de sorpresa.
– No me digas que hará lo que creo que hará – le preguntó mentalmente a su contraparte. Por otro lado, Akashi se quedó mudo. Él sabía muy bien lo que significaba, pero se negaba a creerlo. Si Alex hacía lo que en verdad estaba pensando... Vale, su respeto por la pelirroja había subido. En verdad se la jugó bien, demasiado diría él... Pero ya habría más tiempo para vengarse.
En estremecimiento recorrió su espalda al notar cierto aire allá abajo, demás sentía que su herramienta ahora estaba libre. Tentativamente miró hacia abajo, pero lo que vio, casi le causa un infarto. La joven sacó algo de quién sabe donde, se lo colocó en la boca, y luego recorrió completamente esa longitud con esos carnosos labios. El efecto fue instantáneo, su cuerpo sufrió diversas sensaciones en aquél instante, pero todos coincidían en una sola: placer. El joven nunca antes había sentido algo así en su vida, pero ahora veía de lo que se perdía. Era agradable y placentero, más cuando se hacía con la compañera ideal.
Pero no todo lo bonito duraba, y eso el joven lo aprendió de la peor forma posible, también comprendió lo diabólica que podía ser Alex cuando quería. Luego de cinco minutos, el joven sintió algo en su parte baja, como si algo quisiera salir a la superficie... Pero no sucedió. La pelirroja, usando ciertos movimientos, cortó la conexión entre la herramienta y su... interior. El placer se había convertido en dolor y urgencia, y al escuchar las palabras de la pelirroja, supo porqué. Se mantuvieron así durante otro minuto, hasta que el pelirrojo cedió completamente ante las demandas.
– Esta bien, está bien. Por favor, deja liberar – se las arregló para decir Eichi entre jadeos. Miró con algo de súplica a esa pequeña demonio que tenía como amante. – Te lo ruego... – finalizó el pelirrojo.
Su orgullo fue lastimado completamente en esa última contienda, pero debía admitir que Alex jugó muy bien sus cartas. Aunque, eso no se iba a quedar así. En cuanto se saliera del agarre de la joven (y liberara... eso), Eichi tomaría su venganza, y ya sabía como hacerlo. Si... Le pagaría a la mujer con la misma moneda que ella usó.
– No me digas que hará lo que creo que hará – le preguntó mentalmente a su contraparte. Por otro lado, Akashi se quedó mudo. Él sabía muy bien lo que significaba, pero se negaba a creerlo. Si Alex hacía lo que en verdad estaba pensando... Vale, su respeto por la pelirroja había subido. En verdad se la jugó bien, demasiado diría él... Pero ya habría más tiempo para vengarse.
En estremecimiento recorrió su espalda al notar cierto aire allá abajo, demás sentía que su herramienta ahora estaba libre. Tentativamente miró hacia abajo, pero lo que vio, casi le causa un infarto. La joven sacó algo de quién sabe donde, se lo colocó en la boca, y luego recorrió completamente esa longitud con esos carnosos labios. El efecto fue instantáneo, su cuerpo sufrió diversas sensaciones en aquél instante, pero todos coincidían en una sola: placer. El joven nunca antes había sentido algo así en su vida, pero ahora veía de lo que se perdía. Era agradable y placentero, más cuando se hacía con la compañera ideal.
Pero no todo lo bonito duraba, y eso el joven lo aprendió de la peor forma posible, también comprendió lo diabólica que podía ser Alex cuando quería. Luego de cinco minutos, el joven sintió algo en su parte baja, como si algo quisiera salir a la superficie... Pero no sucedió. La pelirroja, usando ciertos movimientos, cortó la conexión entre la herramienta y su... interior. El placer se había convertido en dolor y urgencia, y al escuchar las palabras de la pelirroja, supo porqué. Se mantuvieron así durante otro minuto, hasta que el pelirrojo cedió completamente ante las demandas.
– Esta bien, está bien. Por favor, deja liberar – se las arregló para decir Eichi entre jadeos. Miró con algo de súplica a esa pequeña demonio que tenía como amante. – Te lo ruego... – finalizó el pelirrojo.
Su orgullo fue lastimado completamente en esa última contienda, pero debía admitir que Alex jugó muy bien sus cartas. Aunque, eso no se iba a quedar así. En cuanto se saliera del agarre de la joven (y liberara... eso), Eichi tomaría su venganza, y ya sabía como hacerlo. Si... Le pagaría a la mujer con la misma moneda que ella usó.
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Un brillo en mis ojos y la sonrisa de triunfo más grande que había enarbolando nunca, esos fueron los delatores que indicaron el júbilo que sentía. En mi humilde opinión, jueguitos como aquellos eran bastante buenos para alargar la diversión y acrecentar la sensación final, pero normalmente era yo la que los recibía. Expresiones atormentadas como las de Eichi eran las peligrosas, porque me hacían creer que tal vez pudiera acostumbrarme también a darlos, amenazando con despertar un lado sádico que solo debería pertenecer a mi contraparte peliblanca. Aunque también era un poco culpa del hombre, por ser tan competitivo incluso en ese momento.
Una gota de sudor recorrió mi cuello, solitaria. Pronto la seguirían muchas más, y también en el resto de mi cuerpo. Mantener la iniciativa me estaba empezando a pasar factura, y aunque seguía fresca mentalmente mi cuerpo pedía atención con urgencia. Otro tipo de humedad invadió mi espacio corporal más íntimo, con anticipación. Y un rubor acalorado tiñó mis mejillas. Pero sabía que tendría que esperar un poco más, así que hice de tripas corazón.
Acelerando mis movimientos, mi mano antes carcelera se movió más abajo para acariciar con suavidad las frágiles kintamas de Eichi. También aumenté la profundidad a la que llegaba, un movimiento sofocador para quien no está acostumbrado... Pero que yo realicé sin problemas. No temo en reconocer la cantidad de cosas que practiqué durante la privacidad de mi soledad.
Y en ese momento, empezaron los fuegos artificiales en el exterior de la cabina, el eufemismo perfecto pero lleno de luz y color. Cuando me retiré, hubo un par de instantes en los que un hilillo de saliva mantuvo conectada mi boca con la punta, abultada ahora con la blanca acumulación.
- Ahora sabes para qué sirven... - Mascullé entre jadeos, intentando retomar el aire. "Al que se le haya ocurrido, es un puto genio." Pensé, refiriéndome al 'saco de seguridad'.
No tardé en retirarlo con cuidado y hacerle un nudo para evitar que se derramara su contenido. Luego miré a Eichi a los ojos y sonreí.
- Empecemos a recoger. - Dije. - En cuanto acaben los fuegos esto se pondrá en marcha, estoy segura. Y no tendremos tiempo de mucho más... - Intenté ocultar las emociones en mi voz: decepción, previsión y excitación. -... Pero. Y escúchame un segundo: PERO. Aunque ha sido una velada entretenida, esto no ha terminado. - Con una mano acaricié la barbilla del pelirrojo, y le besé suavemente, sin agresividades. - Aún no estoy satisfecha, así que más te vale jugar tu papel cuando lleguemos al hotel, ¿eh?
La noche aún era joven, como nosotros. Una pena que tuviéramos que hacer esa pausa, pero había tiempo de sobra para retomar y compensar...
Una gota de sudor recorrió mi cuello, solitaria. Pronto la seguirían muchas más, y también en el resto de mi cuerpo. Mantener la iniciativa me estaba empezando a pasar factura, y aunque seguía fresca mentalmente mi cuerpo pedía atención con urgencia. Otro tipo de humedad invadió mi espacio corporal más íntimo, con anticipación. Y un rubor acalorado tiñó mis mejillas. Pero sabía que tendría que esperar un poco más, así que hice de tripas corazón.
Acelerando mis movimientos, mi mano antes carcelera se movió más abajo para acariciar con suavidad las frágiles kintamas de Eichi. También aumenté la profundidad a la que llegaba, un movimiento sofocador para quien no está acostumbrado... Pero que yo realicé sin problemas. No temo en reconocer la cantidad de cosas que practiqué durante la privacidad de mi soledad.
Y en ese momento, empezaron los fuegos artificiales en el exterior de la cabina, el eufemismo perfecto pero lleno de luz y color. Cuando me retiré, hubo un par de instantes en los que un hilillo de saliva mantuvo conectada mi boca con la punta, abultada ahora con la blanca acumulación.
- Ahora sabes para qué sirven... - Mascullé entre jadeos, intentando retomar el aire. "Al que se le haya ocurrido, es un puto genio." Pensé, refiriéndome al 'saco de seguridad'.
No tardé en retirarlo con cuidado y hacerle un nudo para evitar que se derramara su contenido. Luego miré a Eichi a los ojos y sonreí.
- Empecemos a recoger. - Dije. - En cuanto acaben los fuegos esto se pondrá en marcha, estoy segura. Y no tendremos tiempo de mucho más... - Intenté ocultar las emociones en mi voz: decepción, previsión y excitación. -... Pero. Y escúchame un segundo: PERO. Aunque ha sido una velada entretenida, esto no ha terminado. - Con una mano acaricié la barbilla del pelirrojo, y le besé suavemente, sin agresividades. - Aún no estoy satisfecha, así que más te vale jugar tu papel cuando lleguemos al hotel, ¿eh?
La noche aún era joven, como nosotros. Una pena que tuviéramos que hacer esa pausa, pero había tiempo de sobra para retomar y compensar...
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Un suspiro de alivio escapó de los labios de Eichi cuando al fin pudo liberar aquella acumulación. Alex era una pequeña demonio, si, pero al menos no faltó a su palabra. El joven trataba de recuperar el aliento mientras miraba a cualquier parte menos a su acompañante que estaba enfrente. Por otro lado, sus ojos habían vuelto a ser rojizos completamente, lo que significaba que la influencia de Akashi desapareció nuevamente. Por unos segundos, el chico sintió lástima por su contraparte; fue el quien tuvo que contener los impulsos carnales y salvajes del cuerpo, por lo que se llevó la peor parte. Lo suficiente para dejarlo completamente fuera del circuito por algunas horas; ahora todo dependía de él.
Los fuegos artificiales comenzaron, pero la noche, en palabras y acciones de Alex, aún no había terminado. Una pequeña sonrisa apareció en su rostro; aquello esta bien, además la cabina no era muy apta para ese tipo de cosas. Silenciosamente tomó su kimono y se lo volvió a colocar mientras veía los fuegos por la ventanilla; realmente era el mejor lugar para verlos. En eso, notó cierto detalle que se le había escapado en medio de toda esa... pasión. El joven olvidó por completo la cicatriz que recorría gran parte del sector de su corazón. Trazó una pequeña línea en su pecho, luego suspiró y se puso la parte superior del kimono; era una suerte que, al parecer, la chica estaba tan perdida en sus... actividades, que no se dio cuenta de ese detalle... eso o simplemente lo ignoró; cualquiera de las dos alternativas estaba bien para él. Al cabo de unos minutos, terminaron y la noria volvió a funcionar. No tardaron mucho en llegar a tierra, conectó su brazo con el de ella y se marcharon del lugar. ¿Que harían? Terminar lo que empezaron en la cabina, en el hotel.
El establecimiento estaba cerca de la zona del festival, por lo que no tardaron mucho en llegar allí. Entraron, saludaron a la recepcionista (a pesar de que sus emociones eran un caos, seguía siendo alguien educado... en lo que se podía, considerando su estado actual) y fueron hasta la habitación. Una vez dentro, no perdieron el tiempo en retomar sus... actividades de antes. Tomó de la cintura a su acompañante, la elevó en el aire y la besó con pasión. Se la llevó a la habitación y la depositó suavemente en la cama; en menos de cinco minutos, sus cuerpos nuevamente quedaron como recién llegados al mundo. Se hubieran tomado su tiempo, pero considerando todo lo que hicieron en la cabina... era de esperarse.
Eichi se quedó en silencio por algunos segundos mientras contemplaba el, a su juicio, hermoso cuerpo de la pelirroja. Recordó lo sucedido en la noria y no pudo evitar sentirse algo apenado. Alex hizo casi todo en la cabina, mientras el a penas hizo algo; consideraba que no era justo lo que sucedió. Suspiró, sonrío traviesamente y clavó sus rojizos orbes en los de la mujer; ahora era su turno. Debía tener cuidado ahora, Akashi desapareció luego de lo sucedido anteriormente, por lo que haría todo sin ayuda.
– Creo que debo devolverte el favor de antes, Alex – si, iba a hacer "eso", pero no lo haría como la vez pasada. Aquella vez solo pensaba en una competencia. ¿Ahora? Solo en hacer sentir mejor a su acompañante, y lo haría. La noche era joven, después de todo, y tenían varias horas por delante para... jugar.
----------------------------------
Eichi abrió lentamente los ojos y bostezó un poco. Intentó levantarse de la cama, pero un peso a su lado se lo impidió. Parpadeó un poco, y al ver a su lado, descubrió el origen de eso. Inmediatamente, imágenes de lo ocurrido a noche se le vinieron de lleno a la mente. Un enorme sonrojo cubrió su rostro al recordar todo eso; habían sido varias horas de diversión, y si el joven no estuviera acostumbrado a despertar temprano, probablemente se hubiera pasado de largo. Con cautela, para no despertar a Alex, se levantó y puso marcha hasta la pequeña cocina; le daría una pequeña sorpresa a la pelirroja por toda la diversión de ayer (y no hablaba solo de los sucedido en la noche). Cocinó algo simple: unos huevos con jamón, tostadas a la francesa, mantequilla y dos jugos de naranja. Puso marcha hasta la habitación nuevamente, y estuviera o no dormida, el joven saludaría.
– Buenos días, Alex; traje esto – dijo mientras señalaba el contenido de la bandeja.
Eichi se había vestido... parcialmente. No tenía la más mínima idea de donde había quedado la parte superior, por lo que iba a torso descubierto. Como la chica ahora estaría más lúcida y no perdida en su pasión, probablemente ahora notaría lo de la cicatriz. Y francamente... No le importaba en lo más mínimo.
Los fuegos artificiales comenzaron, pero la noche, en palabras y acciones de Alex, aún no había terminado. Una pequeña sonrisa apareció en su rostro; aquello esta bien, además la cabina no era muy apta para ese tipo de cosas. Silenciosamente tomó su kimono y se lo volvió a colocar mientras veía los fuegos por la ventanilla; realmente era el mejor lugar para verlos. En eso, notó cierto detalle que se le había escapado en medio de toda esa... pasión. El joven olvidó por completo la cicatriz que recorría gran parte del sector de su corazón. Trazó una pequeña línea en su pecho, luego suspiró y se puso la parte superior del kimono; era una suerte que, al parecer, la chica estaba tan perdida en sus... actividades, que no se dio cuenta de ese detalle... eso o simplemente lo ignoró; cualquiera de las dos alternativas estaba bien para él. Al cabo de unos minutos, terminaron y la noria volvió a funcionar. No tardaron mucho en llegar a tierra, conectó su brazo con el de ella y se marcharon del lugar. ¿Que harían? Terminar lo que empezaron en la cabina, en el hotel.
El establecimiento estaba cerca de la zona del festival, por lo que no tardaron mucho en llegar allí. Entraron, saludaron a la recepcionista (a pesar de que sus emociones eran un caos, seguía siendo alguien educado... en lo que se podía, considerando su estado actual) y fueron hasta la habitación. Una vez dentro, no perdieron el tiempo en retomar sus... actividades de antes. Tomó de la cintura a su acompañante, la elevó en el aire y la besó con pasión. Se la llevó a la habitación y la depositó suavemente en la cama; en menos de cinco minutos, sus cuerpos nuevamente quedaron como recién llegados al mundo. Se hubieran tomado su tiempo, pero considerando todo lo que hicieron en la cabina... era de esperarse.
Eichi se quedó en silencio por algunos segundos mientras contemplaba el, a su juicio, hermoso cuerpo de la pelirroja. Recordó lo sucedido en la noria y no pudo evitar sentirse algo apenado. Alex hizo casi todo en la cabina, mientras el a penas hizo algo; consideraba que no era justo lo que sucedió. Suspiró, sonrío traviesamente y clavó sus rojizos orbes en los de la mujer; ahora era su turno. Debía tener cuidado ahora, Akashi desapareció luego de lo sucedido anteriormente, por lo que haría todo sin ayuda.
– Creo que debo devolverte el favor de antes, Alex – si, iba a hacer "eso", pero no lo haría como la vez pasada. Aquella vez solo pensaba en una competencia. ¿Ahora? Solo en hacer sentir mejor a su acompañante, y lo haría. La noche era joven, después de todo, y tenían varias horas por delante para... jugar.
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Eichi abrió lentamente los ojos y bostezó un poco. Intentó levantarse de la cama, pero un peso a su lado se lo impidió. Parpadeó un poco, y al ver a su lado, descubrió el origen de eso. Inmediatamente, imágenes de lo ocurrido a noche se le vinieron de lleno a la mente. Un enorme sonrojo cubrió su rostro al recordar todo eso; habían sido varias horas de diversión, y si el joven no estuviera acostumbrado a despertar temprano, probablemente se hubiera pasado de largo. Con cautela, para no despertar a Alex, se levantó y puso marcha hasta la pequeña cocina; le daría una pequeña sorpresa a la pelirroja por toda la diversión de ayer (y no hablaba solo de los sucedido en la noche). Cocinó algo simple: unos huevos con jamón, tostadas a la francesa, mantequilla y dos jugos de naranja. Puso marcha hasta la habitación nuevamente, y estuviera o no dormida, el joven saludaría.
– Buenos días, Alex; traje esto – dijo mientras señalaba el contenido de la bandeja.
Eichi se había vestido... parcialmente. No tenía la más mínima idea de donde había quedado la parte superior, por lo que iba a torso descubierto. Como la chica ahora estaría más lúcida y no perdida en su pasión, probablemente ahora notaría lo de la cicatriz. Y francamente... No le importaba en lo más mínimo.
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El suave sonido de los pájaros al otro lado de la ventana me descubrió, recién despertada. Yo acababa de abrir los ojos, mirando al techo de la habitación de forma perdida mientras ponía mis recuerdos y emociones en orden. El día anterior había sido un día diferente, en todos los sentidos: me había sentido de forma diferente, conociendo a una persona diferente al resto, haciendo actividades que últimamente eran para mí un raro lujo que permitirme de vez en cuando... Sin duda, pasaría mucho tiempo y aún recordaría aquel día.
No sabía si sorprenderme o no del hecho de estar sola en la cama. Recordaba perfectamente lo que había sucedido en la noche, así como la promesa que habíamos hecho los dos jóvenes de no dejarnos llevar por nada más, de mantener aquello como una relación sin compromiso. "Un simple rollo de una noche..." Pensé. Y sin embargo había una sensación de incomodidad por ello que no sabía describir.
Juzgando su forma de actuar, hubiera jurado que Eichi era el tipo de hombre que al menos se despediría, pero tal vez lo había juzgado mal después de todo. Puede que aquello fuera una pieza inusual en su normalmente caballeroso carácter. Porque salvando aquel episodio de lujuria, el pelirrojo había demostrado varias veces ser un educado caballero. Puede que un poco tímido, pero tenía la sensación de que eso le iba a durar poco, después de conocerme.
Así es, cuanto más lo pensaba, más me daba cuenta de lo que me estaba perdiendo. Pensé que de tener una pareja estable, seguramente querría que fuera parecido a aquello que me había mostrado el hombre. Pero simplemente no estaba preparada para asentarme, para tener esa clase de relación. Soñaba con formar una familia... pero no en ese momento. Aún había muchas otras cosas que debía hacer, cosas que solo podía conseguir en solitario. Y también tenía mucha vida por delante aún para experimentar y seguir probando cosas, así que un voto de lealtad amorosa solo supondría un obstáculo.
Finalmente convencida de que era lo mejor para ambos, me vestí con rapidez y abandoné la habitación. Quizá si no hubiéramos desordenado tanto el cuarto durante la noche, o si hubiera prestado más atención a mis alrededores y sus detalles, las cosas se habrían desarrollado de forma diferente. Pero en aquel momento tan solo me fui sin mirar atrás, sonriente y deseando volver a encontrarme con Eichi en el futuro, convencida de que él habría llegado a la misma conclusión que yo.
"Adiós, Isla del Puño..." Pensé mientras cogía mi barco. "Volveré para visitarte de nuevo, eso es seguro."
No sabía si sorprenderme o no del hecho de estar sola en la cama. Recordaba perfectamente lo que había sucedido en la noche, así como la promesa que habíamos hecho los dos jóvenes de no dejarnos llevar por nada más, de mantener aquello como una relación sin compromiso. "Un simple rollo de una noche..." Pensé. Y sin embargo había una sensación de incomodidad por ello que no sabía describir.
Juzgando su forma de actuar, hubiera jurado que Eichi era el tipo de hombre que al menos se despediría, pero tal vez lo había juzgado mal después de todo. Puede que aquello fuera una pieza inusual en su normalmente caballeroso carácter. Porque salvando aquel episodio de lujuria, el pelirrojo había demostrado varias veces ser un educado caballero. Puede que un poco tímido, pero tenía la sensación de que eso le iba a durar poco, después de conocerme.
Así es, cuanto más lo pensaba, más me daba cuenta de lo que me estaba perdiendo. Pensé que de tener una pareja estable, seguramente querría que fuera parecido a aquello que me había mostrado el hombre. Pero simplemente no estaba preparada para asentarme, para tener esa clase de relación. Soñaba con formar una familia... pero no en ese momento. Aún había muchas otras cosas que debía hacer, cosas que solo podía conseguir en solitario. Y también tenía mucha vida por delante aún para experimentar y seguir probando cosas, así que un voto de lealtad amorosa solo supondría un obstáculo.
Finalmente convencida de que era lo mejor para ambos, me vestí con rapidez y abandoné la habitación. Quizá si no hubiéramos desordenado tanto el cuarto durante la noche, o si hubiera prestado más atención a mis alrededores y sus detalles, las cosas se habrían desarrollado de forma diferente. Pero en aquel momento tan solo me fui sin mirar atrás, sonriente y deseando volver a encontrarme con Eichi en el futuro, convencida de que él habría llegado a la misma conclusión que yo.
"Adiós, Isla del Puño..." Pensé mientras cogía mi barco. "Volveré para visitarte de nuevo, eso es seguro."
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Eichi suspiró al ver que Alex se había marchado. En parte, el joven se esperaba aquello por parte de ella, habían acordado que solo sería un rollo de una noche después de todo. Lentamente se acercó a la cama y empezó a comer del desayuno que preparó. En parte, hacer eso fue provechoso de su parte, no había comido nada desde el festival, y su estómago pedía a gritos que lo llenaran con algo. Al terminar, simplemente dejó la bandeja a un lado y se acostó en la cama nuevamente, mientras pensaba en todo lo sucedido el día de ayer. Eichi debía admitir, fue la primera vez que se divertía tanto en toda su existencia. Viéndose a sí mismo y comparándolo con el joven que huyó de Péndragon, las diferencias eran abismales, casi absurdas. Alex le enseñó a como ignorar todo lo que sucedía en el mundo y la diversión, Saiba y los demás le enseñaron a como enfrentar sus miedos, Castor le mostró la realidad del mundo con esa última jugarreta. Si, le debía a mucha gente, y el joven estaba más que agradecido.
– ¿Puedes dejar de hacerte el melancólico? Me das dolor de cabeza... Y eso de por si es impresionante, considerando que solo vivo en tu mente – la voz sarcástica de Akashi se escuchó por su cabeza.
Eichi sonrío con malicia, se encogió de hombros y cerró los ojos.
– También te quiero, Akashi – respondió con simpleza el pelirrojo. Debido a que no estaba dentro de su mente, no pudo observar como un tinte rojo aparecía en el rostro de su alterno.
Sea como sea, el día de ayer no pudo ser mejor. El mundo era grande, y tal vez sería muy difícil que él y Alex pudieran volver a verse, pero eso no lo frustrará. Eichi estaba seguro que él y ella se volvería a encontrar... Pero por el momento, el joven se echará una siesta rápida. Ayer no pudo dormir nada debido a la fiera que respondía por el nombre de Alex... Tampoco es como si se quejara, de todas formas.
– ¿Puedes dejar de hacerte el melancólico? Me das dolor de cabeza... Y eso de por si es impresionante, considerando que solo vivo en tu mente – la voz sarcástica de Akashi se escuchó por su cabeza.
Eichi sonrío con malicia, se encogió de hombros y cerró los ojos.
– También te quiero, Akashi – respondió con simpleza el pelirrojo. Debido a que no estaba dentro de su mente, no pudo observar como un tinte rojo aparecía en el rostro de su alterno.
Sea como sea, el día de ayer no pudo ser mejor. El mundo era grande, y tal vez sería muy difícil que él y Alex pudieran volver a verse, pero eso no lo frustrará. Eichi estaba seguro que él y ella se volvería a encontrar... Pero por el momento, el joven se echará una siesta rápida. Ayer no pudo dormir nada debido a la fiera que respondía por el nombre de Alex... Tampoco es como si se quejara, de todas formas.
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