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Peste se masturbaba concienzudamente observando la foto de una dama. La joven que salía en la foto estaba algo ligera de ropa, estaba bien dotada y era realmente preciosa. El gyojin parecía que quería sacar fuego de sus partes, acompañado por ruidos extraños y movimientos que parecían que le estaba dando un ataque al corazón. Todo el que entraba en al baño, salía a los pocos minutos despavoridos al oír aquellos ruidos y golpes tan extraños. Al final después de unos tres minutos eternos, el gyojin consiguió extraer su hombría por todo el baño, manchando paredes, suelo y casi todo lo que había a su alrededor. No era una imagen muy agradable, pues si alguna vez habéis visto la corrida de un gyojin es más similar a un vomito de ballena y huele cien veces peor. Al terminar, Peste se quedó desplomado encima de la taza como si se hubiera quedado sin energías. Rebusco por el suelo con la mano y cogió una cartera vieja que había al lado de sus hijitos sin fecundar. Sacó una especie de carnet de la billetera y se quedó observándolo.
-Vaya, Manolo Periplo. Tienes una mujer realmente preciosa, me ha hecho gozar de lo lindo, y estoy seguro de que ella también ha gozado.- dijo Peste desviando la mirada a la foto que ahora estaba toda arrugada y llena de esa sustancia pegajosa y maloliente. Después Peste tiro todas las cosas de la billetera por el suelo, y cogió el dinero. Se lo guardo en los bolsillos y se subió los pantalones.
Al salir del baño las miradas se clavaron en él. Algo de lo cual estaba ya tan acostumbrado que se la sudaba por completo. Era fácil fijarse en él, le faltaba un brazo, tenía un aspecto diferente, había salido de un baño del cual ahora nadie podía entrar...nada más pensar eso alguien salió corriendo del baño y se puso a vomitar como loco por el suelo. "Qué asco de gente", pensó Peste para sus adentros. Se acercó a la barra, pidió una botella entera, la cual casi no se la dan hasta que enseño el dinero, y se puso de pie en la barra.
-¡Panda de holgazanes! ¿Cuáles de vosotros quiere conseguir una gran cantidad de dinero hoy?- todo los allí presentes le miraron dudosamente. Pero al cabo de unos minutos unas tres personas se pusieron en pie.- Genial, parece que no todo el bar está lleno de maricas. Bien, seguirme por aquí, valientes.- dijo Peste con toda naturalidad mientras se introducía a las cocinas de la taberna. Creando un espectáculo de lo más pintoresco.
-Vaya, Manolo Periplo. Tienes una mujer realmente preciosa, me ha hecho gozar de lo lindo, y estoy seguro de que ella también ha gozado.- dijo Peste desviando la mirada a la foto que ahora estaba toda arrugada y llena de esa sustancia pegajosa y maloliente. Después Peste tiro todas las cosas de la billetera por el suelo, y cogió el dinero. Se lo guardo en los bolsillos y se subió los pantalones.
Al salir del baño las miradas se clavaron en él. Algo de lo cual estaba ya tan acostumbrado que se la sudaba por completo. Era fácil fijarse en él, le faltaba un brazo, tenía un aspecto diferente, había salido de un baño del cual ahora nadie podía entrar...nada más pensar eso alguien salió corriendo del baño y se puso a vomitar como loco por el suelo. "Qué asco de gente", pensó Peste para sus adentros. Se acercó a la barra, pidió una botella entera, la cual casi no se la dan hasta que enseño el dinero, y se puso de pie en la barra.
-¡Panda de holgazanes! ¿Cuáles de vosotros quiere conseguir una gran cantidad de dinero hoy?- todo los allí presentes le miraron dudosamente. Pero al cabo de unos minutos unas tres personas se pusieron en pie.- Genial, parece que no todo el bar está lleno de maricas. Bien, seguirme por aquí, valientes.- dijo Peste con toda naturalidad mientras se introducía a las cocinas de la taberna. Creando un espectáculo de lo más pintoresco.
Zack Suky
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Estaba sentado en un tugurio de mala muerte descansando los músculos entumecidos por la labor que había estado realizando. Estaba harto de que me cobrasen un ojo de la cara por una cama mohosa con olor a meados y llena de manchas sospechosas, las cuales tenían llevar más tiempo allí que yo años en este mundo. Esas sábanas eran como una plancha de cartón más que de tela y me negué a dormir allí por el precio que tenía. Hubiese degollado a aquel tipo ahí mismo y borrar el gesto estúpido que tenía en la cara de su rostro ratonil, pero no quería adquirir mala fama hasta que no fuese necesario o por una suculenta razón y el garito estaba repleto de alcahuetes que me venderían por un par de monedas y de ahí que me fuese a las afueras y estuve cavando una madriguera lo suficientemente grande en la cual podía dormir.
Me encontraba agusto en aquellos agujeros que creaba con mis garras gracias a la extraña fruta que comí, aunque no sabía si mi relax en aquellos sitios eran frutos de dicho poder que había adquirido o porque me solía molestar la gente. Era un trabajo arduo el realizarlos, pero merecía la pena el esfuerzo ya que también valían para mantener mi buen tono muscular.
Por todos esos motivos me encontraba en aquel bar, porque en la misma casa que robé una manta también había un monedero con unos pocos berries pidiéndome que los gastase en priva. Estaba reclinándome en una sucia silla que amenazaba con tirarme en cada balanceo y disfrutaba de un buen trago de whisky y de unos cigarrillos que había comprado. Me encontraba pensando en lo maravilloso que sería excavar una madriguera gigantesca en la cual poder montar su taller. Ya me veía excavando las distintas dependencias con sus respiraderos hacia el exterior. Tenía que tener exactamente habitáculos bien distribuido y sin falta de nada, pero sólo eran ensoñaciones en mi cabeza hasta que consiguiese una manera de financiármelo, o tendría que ir robando todo poco a poco, aunque esa opción era la más arriesgada y que menos me interesaba. Asique aquí estaba yo esperando una ayuda divina.
De repente un revuelo me sacó de mis ensoñaciones, puesto que un ser de lo máa peculiar se había subido a la barra del bar y comenzó a gritarnos a todos, seguramente sería cualquier alborotador demasiado borraco y que no soportaba la soledad, peros sus últimas palabras hicieron ganarse mi atención. Al escuchar que el ser manco preguntaba quien quería una gran suma de dinero y casi me comienzo a reír puesto que iba enlazado con mis pensamientos. Nunca había visto a un tipo así de raro ni de peculiaridad, pero ya que no tenía nada que hacer ni perder me levanté tras coger mi enorme espada devolviéndola a su sitio. Me coloqué mi gabardina negra y mientras pude ver que tras mi puesta en pie dos tipos más se levantaron, cosa que me hizo pensar que no era el único loco que se iba con un desconocido así como así, además si luego resultaba ser una fantochada podríamos darle una paliza entre los tres por engañarnos.
Nos instó a entrar en las cocinas tras él y a pesar del que el tabernero patecía dispuesto a reclamar me adentré detrás suya para escuchar que tenía que decir aquel ser. El interior estaba guarrísimo asique me quedé de pie con los brazos cruzados mirando al tipo. No me fiaba de él lo más mínimo y por lo tanto no iba a quitarle el ojo de encima.
- ¿Qué tienes que contarnos?.
Me encontraba agusto en aquellos agujeros que creaba con mis garras gracias a la extraña fruta que comí, aunque no sabía si mi relax en aquellos sitios eran frutos de dicho poder que había adquirido o porque me solía molestar la gente. Era un trabajo arduo el realizarlos, pero merecía la pena el esfuerzo ya que también valían para mantener mi buen tono muscular.
Por todos esos motivos me encontraba en aquel bar, porque en la misma casa que robé una manta también había un monedero con unos pocos berries pidiéndome que los gastase en priva. Estaba reclinándome en una sucia silla que amenazaba con tirarme en cada balanceo y disfrutaba de un buen trago de whisky y de unos cigarrillos que había comprado. Me encontraba pensando en lo maravilloso que sería excavar una madriguera gigantesca en la cual poder montar su taller. Ya me veía excavando las distintas dependencias con sus respiraderos hacia el exterior. Tenía que tener exactamente habitáculos bien distribuido y sin falta de nada, pero sólo eran ensoñaciones en mi cabeza hasta que consiguiese una manera de financiármelo, o tendría que ir robando todo poco a poco, aunque esa opción era la más arriesgada y que menos me interesaba. Asique aquí estaba yo esperando una ayuda divina.
De repente un revuelo me sacó de mis ensoñaciones, puesto que un ser de lo máa peculiar se había subido a la barra del bar y comenzó a gritarnos a todos, seguramente sería cualquier alborotador demasiado borraco y que no soportaba la soledad, peros sus últimas palabras hicieron ganarse mi atención. Al escuchar que el ser manco preguntaba quien quería una gran suma de dinero y casi me comienzo a reír puesto que iba enlazado con mis pensamientos. Nunca había visto a un tipo así de raro ni de peculiaridad, pero ya que no tenía nada que hacer ni perder me levanté tras coger mi enorme espada devolviéndola a su sitio. Me coloqué mi gabardina negra y mientras pude ver que tras mi puesta en pie dos tipos más se levantaron, cosa que me hizo pensar que no era el único loco que se iba con un desconocido así como así, además si luego resultaba ser una fantochada podríamos darle una paliza entre los tres por engañarnos.
Nos instó a entrar en las cocinas tras él y a pesar del que el tabernero patecía dispuesto a reclamar me adentré detrás suya para escuchar que tenía que decir aquel ser. El interior estaba guarrísimo asique me quedé de pie con los brazos cruzados mirando al tipo. No me fiaba de él lo más mínimo y por lo tanto no iba a quitarle el ojo de encima.
- ¿Qué tienes que contarnos?.
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Peste camino hasta el fondo de las cocinas, y una vez allí se apoyó en una encimera maloliente y sucia. Después observo como los tres tipos que se habían puesto en pie entraban al estrecho pasillo de cocinas, encimeras, neveras,...y demás con un aspecto desagradable. Peste los observo detenidamente, hasta que uno de ellos rompió el hielo.
-¿Qué tengo que contaros? Primero, más bien, deberíais preguntaros que podéis ofrecerme vosotros a mí.-dijo con una voz psicópata. Uno de los tipos, el más grande, suspiro pesadamente y se dio la vuelta para volver a la taberna. Peste le miro con rabia y cogiendo un tenedor cercano, y atravesó a una rata que por una de las encimeras correteaba. El tipo grande al oír el ruido se volteó y miró la escena con extrañeza.- ¿A dónde te crees que vas?- dijo Peste alzando la rata clavada en el tenedor y acercándosela a la boca para darla un mordisco y arrancarla la cabeza. Se acercó con un aura terrorífica al grandullón y se acercó a su rostro para que oyera como masticaba el cráneo de aquel roedor.-Repito, ¿qué podéis ofrecerme?- dijo echando un aliento podredumbre al grandullón. El tipo no parecía muy convencido de contestarle.
-Soy bastante fuerte, podría levantar un furgón con mi fuerza.-dijo sin entablar miradas con Peste, y con algo de miedo en su rostro.
-A mí se me da bien abrir cerraduras y escalar a sitios altos.- dijo uno de los tipos que tenía un parche y un peinado peculiar.
-¿Y tú qué sabes hacer?- dijo Peste señalando con la cabeza a Zack, mientras daba otro bocado a la nauseabunda rata. (Después de las palabras de Zack)-Bien, queridos amigos. Quiero dar un golpe al banco de este poblado. Tengo información de que es una ciudad muy rica, pero que os parece si hacemos un estiramiento antes de ir a trabajar. La diversión va primero.- dijo Peste mientras corría de nuevo hacía la taberna.
Antes de que llegaran a salir los tipos de las cocinas, unos gritos y ruidos de golpes empezaron a sonar desde la taberna. Cuando salís os encontráis con Peste atrancando la puerta de la taberna para que nadie salga, y unos cuatro tíos muertos por el suelo.-Venga chicos, divertiros un poco. Además os podéis quedar con todo lo que tienen en los bolsillos.- dijo Peste agarrando la cabeza de un tipo que iba a atacarle, y estampándola en el suelo de forma muy violenta. A los pocos minutos los demás tipos empezaron a atacar a la gente de la taberna, y la verdad sabían luchar con maestría. Todo aquello se convirtió en un mar de sangre y sesos, pero algunos tipos de la taberna sabían defenderse y no se dejarían matar tan fácilmente.
-¿Qué tengo que contaros? Primero, más bien, deberíais preguntaros que podéis ofrecerme vosotros a mí.-dijo con una voz psicópata. Uno de los tipos, el más grande, suspiro pesadamente y se dio la vuelta para volver a la taberna. Peste le miro con rabia y cogiendo un tenedor cercano, y atravesó a una rata que por una de las encimeras correteaba. El tipo grande al oír el ruido se volteó y miró la escena con extrañeza.- ¿A dónde te crees que vas?- dijo Peste alzando la rata clavada en el tenedor y acercándosela a la boca para darla un mordisco y arrancarla la cabeza. Se acercó con un aura terrorífica al grandullón y se acercó a su rostro para que oyera como masticaba el cráneo de aquel roedor.-Repito, ¿qué podéis ofrecerme?- dijo echando un aliento podredumbre al grandullón. El tipo no parecía muy convencido de contestarle.
-Soy bastante fuerte, podría levantar un furgón con mi fuerza.-dijo sin entablar miradas con Peste, y con algo de miedo en su rostro.
-A mí se me da bien abrir cerraduras y escalar a sitios altos.- dijo uno de los tipos que tenía un parche y un peinado peculiar.
-¿Y tú qué sabes hacer?- dijo Peste señalando con la cabeza a Zack, mientras daba otro bocado a la nauseabunda rata. (Después de las palabras de Zack)-Bien, queridos amigos. Quiero dar un golpe al banco de este poblado. Tengo información de que es una ciudad muy rica, pero que os parece si hacemos un estiramiento antes de ir a trabajar. La diversión va primero.- dijo Peste mientras corría de nuevo hacía la taberna.
Antes de que llegaran a salir los tipos de las cocinas, unos gritos y ruidos de golpes empezaron a sonar desde la taberna. Cuando salís os encontráis con Peste atrancando la puerta de la taberna para que nadie salga, y unos cuatro tíos muertos por el suelo.-Venga chicos, divertiros un poco. Además os podéis quedar con todo lo que tienen en los bolsillos.- dijo Peste agarrando la cabeza de un tipo que iba a atacarle, y estampándola en el suelo de forma muy violenta. A los pocos minutos los demás tipos empezaron a atacar a la gente de la taberna, y la verdad sabían luchar con maestría. Todo aquello se convirtió en un mar de sangre y sesos, pero algunos tipos de la taberna sabían defenderse y no se dejarían matar tan fácilmente.
Zack Suky
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El manco se mostró esquivo ante mi pregunta y respondió con otra. Era algo que me repateaba, pero dada la situación no contesté puesto que un tipo grande reaccionó primero con intención de irse. Parecía a punto de conseguirlo cuando el ser comenzó un espectáculo apuñalando a una rata comenzando a comersela por la cabeza mientras paraba al grandullón repitiéndole la pregunta. El tipo parecía intimidado por el espectáculo, pero yo ya había visto en un circo ambulante a un tipo arráncarsela a unas gallinas y quizás por eso no me inmuté demasiado.
El tipo respondió cabizbajo dando una imagen cómica. Casi me río al ver a un tipo tan grande amilanarse así, aunque peor fue el tipo del parche que ni siquiera se habían fijado en él y respondió corriendo. A mí tuvo que preguntármelo directamente, pero no estaba dispuesto a mostrar mis cartas a alguien de quien todavía no me fiaba, aunque visto lo visto parecía el más capaz de todos ellos dejando su bravuconería aparte.
- ¿Ser el más guapo del grupo?. - respondí con una pregunta como había hecho él. Puesto que llevaba una gran espada a la espalda dudaba que hiciera falta reseñar lo obvio, y mis ases no los mostraría hasta que fuese necesario.
Si pensó algo sobre mi respuesta pareció callárselo y comenzó por fin a dar algo de información útil. La idea de asaltar una casa adinerada hizo que prestase más atención a aquel tipo, puesto que ya olía la fragua que me iba a comprar con el dinero, incluso una mesa de ensayo si el golpe era bueno. Mi cabeza ya volaba en sus propios intereses cuando el tipo habló de estirar y divertirse, pero no me dio tiempo a replicar nada puesto que salió corriendo de la asquerosa cocina dejándonos allí pasmados. - ¿Pero qué mierda hace?. - pensé. Yo no tenía ganas de divertirme, si no de planear el golpe para realizarlo bien.
Unos gritos hicieron que saliéramos de la cocina para encontrarnos con una extraña escena. El ser manco estaba atrancando la puerta dejándonos a todos encerrados en el interior, hasta yo tuve ganas de unirme a las voces de unos cuantos que lo insultaban sin parar. Lo hubiese hecho con sumo gusto, pero entonces me fijé en los cuatro cuerpos tirados por el suelo. El camarero estaba asistiendo a uno de ellos en lo que parecía una reanimación estúpida por el charco de sangre que rodeaba el cuerpo, pero lo que más me había impresionado había sido lo rápido que tendría que haber sido el manco. El ser parecía inmerso en su tarea y hacía oídos sordos de los que quedaban, pero al fin se giró y se dispuso a gritar.
Mientras se refería a nosotros me deslicé por dentro de la barra buscando así cobertura para lo que se avecinaba. No tenía ningún interés en matar a estos palurdos ya que no iba a conseguir nada con sus muertes. Las migajas de sus bolsillos no parecían motivo suficiente para el precio a pagar, pero a ver como les explicaba yo eso a los tipos que veían como el manco se había dirigido a nosotros y comenzaba a machacarle la cabeza a un hombre que se le había acercado, además al parecer mis otros dos compañeros si que parecían divertirse con la situación y se unieron a la reyerta directamente haciendo menos pausible que les hiciera entender que yo pasaba del tema, sólo me interesaba el golpe grande y no mancharme las manos con minucias.
Mis intentos de pasar desapercibido detrás de la barra al principio funcionó bien, incluso pude encerme un cigarro y coger una botella de whisky puesto que al camarero ya no iba a importarle, ya que el grandullón había partido su cuello aprovechando que todavía intentaba reanimar desesperadamente a uno de los caídos. - ¿Será su primo... Quizás su amante?. Pensaba tranquilamente hasta que un estúpido decidió irse a por el que más tranquilito estaba.
Era uno de los que parecía defenderse mejor, ya que se había librado del grandullón zafándose de él para venir a por mí. Esperé con calma, incluso di una última calada al cigarro antes de tirarlo. Todo lo hice con un movimiento tranquilo mientras el tipo se acercaba y en el momento en el que recogía la mano tras tirar el pitillo agarré la botella rápidamente y se la lancé al tipo al rostro. Hubiese sido una suerte que el botellazo noquease al tipo sin más problemas, o incluso que el grandullón se hubiese encabezonado con él y no haberlo dejado escapar cuando pasó por su lado, pero no. El tipo demostró tener unos reflejos decentes y cruzó los brazos en bloqueando la botella. Tampoco es que al final fuese un gran problema porque ya contaba con que mi suerte se hubiese acabado y pasase algo así, asique aprovechando el que había parado el retroceso del tipo y calculando que estaba a una distancia óptima había saltado hacia él mientras desenvainaba mi preciosa nodachi lanzándole un tajo en diagonal hacia el vientre.
El tipo se había sorprendido al verme lanzarme así a por él y lo siguiente en lo que se fijó fue en sus tripas que comenzaron a asomarle por el vientre. Parecía que quería volver a introducirlas en su sitio en un vano intento de no se qué cayendo de rodillas por la gran pérdida de sangre que estaba sufriendo. Tampoco era necesario alargar lo inevitable, asique con un tajo vertical hacia el cuello el tipo cayó decapitado dejando de sufrir a lo tonto. Mi encuentro había conseguido que otro tipo se pensase el acercarse a mí al verme manchado de sangre yo y mi gran espada, pero ya habían conseguido molestarme.
Aproveché que el tipo reculaba para lanzarme hacia él y una vez llegué a su altura comencé un gran giro acumulando la fuerza de la inercia de la fuerza del giro sumado al peso de mi arma conseguí lanzar un potente giro bajo que impactó en la cadera del tipo. El tipo soltó un alarido horroso por el feo corte, pero yo me encontraba desde mi forma de ver peor. Mi arma había quedado enganchado en el hueso del tipo y no era capaz de sacarla por mucho que tirara y sólo conseguía que el tipo chillase más, incluso en un momento de furia ciega lanzó un puñetazo que me impactó en plena cara haciendo que reculase soltando el arma puesto que no lo esperaba. Casi me transformo en mi forma híbrida por el mosqueo para así atravesarlo con mis propias garras, pero conté rápidamente hasta cuarenta, de ocho en ocho y me decidí por darle una patada en el pecho para tumbarlo de espaldas abalanzarme sobre él y con la fuerza extra de la rabia saqué mi arma y volví a clavarsela en el pecho como una bandera macabra.
Todo había casi terminado. Ya sólo quedaba uno de los tipos vivos y era porque parecía que el manco se estaba divirtiendo con él. Dejé mi arma donde estaba y comencé a tocarme la zona donde me habían golpeado con la certeza de que saldría un moratón, pero me limpié las gotas de sangre con una servilleta que había por allí para luego encerme un cigarrillo esperando al que el manco terminase.
- ¡Joder! Sólo me queda un piti. - mascullé al ver el interior del paquete. - Seguro que alguno fuma. - pensé mientras buscaba en los bolsillos del muerto más cercano en busca de alguna cajetilla.
El tipo respondió cabizbajo dando una imagen cómica. Casi me río al ver a un tipo tan grande amilanarse así, aunque peor fue el tipo del parche que ni siquiera se habían fijado en él y respondió corriendo. A mí tuvo que preguntármelo directamente, pero no estaba dispuesto a mostrar mis cartas a alguien de quien todavía no me fiaba, aunque visto lo visto parecía el más capaz de todos ellos dejando su bravuconería aparte.
- ¿Ser el más guapo del grupo?. - respondí con una pregunta como había hecho él. Puesto que llevaba una gran espada a la espalda dudaba que hiciera falta reseñar lo obvio, y mis ases no los mostraría hasta que fuese necesario.
Si pensó algo sobre mi respuesta pareció callárselo y comenzó por fin a dar algo de información útil. La idea de asaltar una casa adinerada hizo que prestase más atención a aquel tipo, puesto que ya olía la fragua que me iba a comprar con el dinero, incluso una mesa de ensayo si el golpe era bueno. Mi cabeza ya volaba en sus propios intereses cuando el tipo habló de estirar y divertirse, pero no me dio tiempo a replicar nada puesto que salió corriendo de la asquerosa cocina dejándonos allí pasmados. - ¿Pero qué mierda hace?. - pensé. Yo no tenía ganas de divertirme, si no de planear el golpe para realizarlo bien.
Unos gritos hicieron que saliéramos de la cocina para encontrarnos con una extraña escena. El ser manco estaba atrancando la puerta dejándonos a todos encerrados en el interior, hasta yo tuve ganas de unirme a las voces de unos cuantos que lo insultaban sin parar. Lo hubiese hecho con sumo gusto, pero entonces me fijé en los cuatro cuerpos tirados por el suelo. El camarero estaba asistiendo a uno de ellos en lo que parecía una reanimación estúpida por el charco de sangre que rodeaba el cuerpo, pero lo que más me había impresionado había sido lo rápido que tendría que haber sido el manco. El ser parecía inmerso en su tarea y hacía oídos sordos de los que quedaban, pero al fin se giró y se dispuso a gritar.
Mientras se refería a nosotros me deslicé por dentro de la barra buscando así cobertura para lo que se avecinaba. No tenía ningún interés en matar a estos palurdos ya que no iba a conseguir nada con sus muertes. Las migajas de sus bolsillos no parecían motivo suficiente para el precio a pagar, pero a ver como les explicaba yo eso a los tipos que veían como el manco se había dirigido a nosotros y comenzaba a machacarle la cabeza a un hombre que se le había acercado, además al parecer mis otros dos compañeros si que parecían divertirse con la situación y se unieron a la reyerta directamente haciendo menos pausible que les hiciera entender que yo pasaba del tema, sólo me interesaba el golpe grande y no mancharme las manos con minucias.
Mis intentos de pasar desapercibido detrás de la barra al principio funcionó bien, incluso pude encerme un cigarro y coger una botella de whisky puesto que al camarero ya no iba a importarle, ya que el grandullón había partido su cuello aprovechando que todavía intentaba reanimar desesperadamente a uno de los caídos. - ¿Será su primo... Quizás su amante?. Pensaba tranquilamente hasta que un estúpido decidió irse a por el que más tranquilito estaba.
Era uno de los que parecía defenderse mejor, ya que se había librado del grandullón zafándose de él para venir a por mí. Esperé con calma, incluso di una última calada al cigarro antes de tirarlo. Todo lo hice con un movimiento tranquilo mientras el tipo se acercaba y en el momento en el que recogía la mano tras tirar el pitillo agarré la botella rápidamente y se la lancé al tipo al rostro. Hubiese sido una suerte que el botellazo noquease al tipo sin más problemas, o incluso que el grandullón se hubiese encabezonado con él y no haberlo dejado escapar cuando pasó por su lado, pero no. El tipo demostró tener unos reflejos decentes y cruzó los brazos en bloqueando la botella. Tampoco es que al final fuese un gran problema porque ya contaba con que mi suerte se hubiese acabado y pasase algo así, asique aprovechando el que había parado el retroceso del tipo y calculando que estaba a una distancia óptima había saltado hacia él mientras desenvainaba mi preciosa nodachi lanzándole un tajo en diagonal hacia el vientre.
El tipo se había sorprendido al verme lanzarme así a por él y lo siguiente en lo que se fijó fue en sus tripas que comenzaron a asomarle por el vientre. Parecía que quería volver a introducirlas en su sitio en un vano intento de no se qué cayendo de rodillas por la gran pérdida de sangre que estaba sufriendo. Tampoco era necesario alargar lo inevitable, asique con un tajo vertical hacia el cuello el tipo cayó decapitado dejando de sufrir a lo tonto. Mi encuentro había conseguido que otro tipo se pensase el acercarse a mí al verme manchado de sangre yo y mi gran espada, pero ya habían conseguido molestarme.
Aproveché que el tipo reculaba para lanzarme hacia él y una vez llegué a su altura comencé un gran giro acumulando la fuerza de la inercia de la fuerza del giro sumado al peso de mi arma conseguí lanzar un potente giro bajo que impactó en la cadera del tipo. El tipo soltó un alarido horroso por el feo corte, pero yo me encontraba desde mi forma de ver peor. Mi arma había quedado enganchado en el hueso del tipo y no era capaz de sacarla por mucho que tirara y sólo conseguía que el tipo chillase más, incluso en un momento de furia ciega lanzó un puñetazo que me impactó en plena cara haciendo que reculase soltando el arma puesto que no lo esperaba. Casi me transformo en mi forma híbrida por el mosqueo para así atravesarlo con mis propias garras, pero conté rápidamente hasta cuarenta, de ocho en ocho y me decidí por darle una patada en el pecho para tumbarlo de espaldas abalanzarme sobre él y con la fuerza extra de la rabia saqué mi arma y volví a clavarsela en el pecho como una bandera macabra.
Todo había casi terminado. Ya sólo quedaba uno de los tipos vivos y era porque parecía que el manco se estaba divirtiendo con él. Dejé mi arma donde estaba y comencé a tocarme la zona donde me habían golpeado con la certeza de que saldría un moratón, pero me limpié las gotas de sangre con una servilleta que había por allí para luego encerme un cigarrillo esperando al que el manco terminase.
- ¡Joder! Sólo me queda un piti. - mascullé al ver el interior del paquete. - Seguro que alguno fuma. - pensé mientras buscaba en los bolsillos del muerto más cercano en busca de alguna cajetilla.
Peste blanca
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
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Peste golpeaba una y otra vez a aquel tipo contra el suelo. Después se puso en pie y observo como sus chicos empezaban a rebanar cabezas y matar a gente. Todos menos el "guapo" del grupo, Peste le miró con despreció y siguió matando a los tipos del bar.
El tipo del parche tenía dos dagas, y con movimientos rápidos y precisos cortaba los cuellos de los enemigos. El tipo grande aplastaba cabezas con sus manos, y parecía ser bastante resistente a ser apuñalado. Peste sonreía al ver a aquellos soplagaitas hacerles caso, mientras iba introduciendo los dedos en los ojos de los enemigos. Pero seguía un poco pispado por el tipo que seguía apoyado en la barra.
Cuando ya quedaban solo unos cinco tipos en la taberna, Peste se acercó a uno regordete y muy bien vestido para estar en ese lugar. -Vaya, vaya,...pero mira quien tenemos aquí. La hucha con forma de cerdito.- dijo Peste apretando los morros al tipo gordito.-Resulta que necesito algo de dinero, y por desgracia para conseguirlo debo romper la hucha.- Peste puso cara de pena, delante del sujeto.
De repente escucho como caían los últimos tipos, el gyojin se volteó y sonrió al ver que había acabado con ellos el tipo de la barra. Después volvió a mirar al tipo trajeado.-Te voy a proponer una cosa. Quiero que me habrás la puerta trasera del banco para que yo y mis amigos podamos entrar .-Peste lamió la calva sudorosa del tipo.- Si no lo haces en menos de cinco minutos, iré a tu casa y matare a toda tu familia. Así que date prisa, el tiempo es oro.- el tipo se quedó en sock al escuchar las palabras del pirata. Peste lo agarró del cuello y lo lanzó casi hasta la mitad de la taberna. El tipo choco con varios cuerpos inertes hasta acabar parando. Después se puso en pie y huyó de forma muy cómica a la calle, aunque tardo los suyo el conseguir abrir la puerta atrancada.
-Chicos, tenemos cuatro minutos. Robar todo lo que podáis y salir del local. Nos vemos en la calle.- decía Peste mientras recorría todo el lugar hasta introducirse de nuevo en las cocinas. A los pocos minutos volvió a aparecer y salió directo a la calle. Espero unos segundos a que los tipos salieran, y entonces "BUM". La taberna explotó en mil pedazos. La onda expansiva hizo que casi se cayeran al suelo, pero como eran tipos duros aguantaron para dejar una escena épica de película.
-Venga chicos, vamos a ganar algo de dinero.- dijo Peste yendo por una callejuela. Tenía la seguridad de que aquella explosión mantendría ocupados a casi todos los medios de policía. A los pocos minutos llegaron a la puerta principal del banco. Peste sonrió como un bobalicón al ver que no había guardias en la puerta.
-Ese sucio cerdo ha mandado a todas sus unidades a la puerta trasera. No se puede ser más inútil.- Peste se puso serio de repente y ordeno al grandullón que fuera por delante. El enorme tipo abrió la puerta y así fue como empezó el atraco.
El tipo del parche tenía dos dagas, y con movimientos rápidos y precisos cortaba los cuellos de los enemigos. El tipo grande aplastaba cabezas con sus manos, y parecía ser bastante resistente a ser apuñalado. Peste sonreía al ver a aquellos soplagaitas hacerles caso, mientras iba introduciendo los dedos en los ojos de los enemigos. Pero seguía un poco pispado por el tipo que seguía apoyado en la barra.
Cuando ya quedaban solo unos cinco tipos en la taberna, Peste se acercó a uno regordete y muy bien vestido para estar en ese lugar. -Vaya, vaya,...pero mira quien tenemos aquí. La hucha con forma de cerdito.- dijo Peste apretando los morros al tipo gordito.-Resulta que necesito algo de dinero, y por desgracia para conseguirlo debo romper la hucha.- Peste puso cara de pena, delante del sujeto.
De repente escucho como caían los últimos tipos, el gyojin se volteó y sonrió al ver que había acabado con ellos el tipo de la barra. Después volvió a mirar al tipo trajeado.-Te voy a proponer una cosa. Quiero que me habrás la puerta trasera del banco para que yo y mis amigos podamos entrar .-Peste lamió la calva sudorosa del tipo.- Si no lo haces en menos de cinco minutos, iré a tu casa y matare a toda tu familia. Así que date prisa, el tiempo es oro.- el tipo se quedó en sock al escuchar las palabras del pirata. Peste lo agarró del cuello y lo lanzó casi hasta la mitad de la taberna. El tipo choco con varios cuerpos inertes hasta acabar parando. Después se puso en pie y huyó de forma muy cómica a la calle, aunque tardo los suyo el conseguir abrir la puerta atrancada.
-Chicos, tenemos cuatro minutos. Robar todo lo que podáis y salir del local. Nos vemos en la calle.- decía Peste mientras recorría todo el lugar hasta introducirse de nuevo en las cocinas. A los pocos minutos volvió a aparecer y salió directo a la calle. Espero unos segundos a que los tipos salieran, y entonces "BUM". La taberna explotó en mil pedazos. La onda expansiva hizo que casi se cayeran al suelo, pero como eran tipos duros aguantaron para dejar una escena épica de película.
-Venga chicos, vamos a ganar algo de dinero.- dijo Peste yendo por una callejuela. Tenía la seguridad de que aquella explosión mantendría ocupados a casi todos los medios de policía. A los pocos minutos llegaron a la puerta principal del banco. Peste sonrió como un bobalicón al ver que no había guardias en la puerta.
-Ese sucio cerdo ha mandado a todas sus unidades a la puerta trasera. No se puede ser más inútil.- Peste se puso serio de repente y ordeno al grandullón que fuera por delante. El enorme tipo abrió la puerta y así fue como empezó el atraco.
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El manco parecía martirizar ya al único hombre que quedaba vivo en la taberna. Yo había estado buscando tabaco en los bolsillos de los tipos que por suerte uno de ellos tenía y por fin pude encenderme un cigarrillo mitigando mi fustración dando una larga calada mientras escuchaba al ser hablando con el calvo al que le chupaba la calva. Era una imagen más aquerosa que la anterior con la rata, aunque la conversación era interesante. - ¡Un banco!, eso sí que merece la pena. - pensé relajándome. Si sacábamos suficiente tajada podría comenzar a ahorrar para mis propios propósitos.
El manco habló de que teníamos cuatro minutos para salir y no me gustaba con la cara con la que lo decía. No me quedé rebuscando más bolsillos puesto que ya tenía lo que quería y ansiaba por llegar al plato gordo dejándome de entrantes. Esraba ya en el exterior cuando me fijé que salían los tres tipos corriendo y un mal presentimiento me inundó nada más ver que el sádico del manco iba en cabeza. Corrí tras ellos y de repente todo el local estalló en pedazos en una gran explosión que consiguió que casi cayera de bruces.
- Putos locos. - mascullé recobrando la compostura.
El manco nos increpó que le siguiésemos y eso hicimos. Callejeamos por la ciudad sin entrar en las vías principales demostrando que nuestro guía sabía moverse por la ciudad rápidamente hasta que llegamos a las puertas del banco. Tras unas palabras iniciales incitó al grandullón que entrase primero y el tipo del parche lo siguió. Yo no quise entrar tan a lo loco, si no que me quedé en la puerta desenvainando el arma mientras escuchaba con atención los ruidos del interior. El manco hablaba de que la seguridad estaba por detrás, pero no quería servir de peón para los planes del manco loco. No entraría ha perder la vida en una trampa asique comencé a hacerle gestos para que se acercara para entrar juntos.
- ¿Hay algún plan que tenga que saber? ¿O simplemente vamos a lo loco cómo en el restaurante?. - preguntaría si se acercaba a que hablásemos. Quería que viese que no era un loco que obedecía porque sí y que no pensaba hacer de carne de cañón para nadie.
El manco habló de que teníamos cuatro minutos para salir y no me gustaba con la cara con la que lo decía. No me quedé rebuscando más bolsillos puesto que ya tenía lo que quería y ansiaba por llegar al plato gordo dejándome de entrantes. Esraba ya en el exterior cuando me fijé que salían los tres tipos corriendo y un mal presentimiento me inundó nada más ver que el sádico del manco iba en cabeza. Corrí tras ellos y de repente todo el local estalló en pedazos en una gran explosión que consiguió que casi cayera de bruces.
- Putos locos. - mascullé recobrando la compostura.
El manco nos increpó que le siguiésemos y eso hicimos. Callejeamos por la ciudad sin entrar en las vías principales demostrando que nuestro guía sabía moverse por la ciudad rápidamente hasta que llegamos a las puertas del banco. Tras unas palabras iniciales incitó al grandullón que entrase primero y el tipo del parche lo siguió. Yo no quise entrar tan a lo loco, si no que me quedé en la puerta desenvainando el arma mientras escuchaba con atención los ruidos del interior. El manco hablaba de que la seguridad estaba por detrás, pero no quería servir de peón para los planes del manco loco. No entraría ha perder la vida en una trampa asique comencé a hacerle gestos para que se acercara para entrar juntos.
- ¿Hay algún plan que tenga que saber? ¿O simplemente vamos a lo loco cómo en el restaurante?. - preguntaría si se acercaba a que hablásemos. Quería que viese que no era un loco que obedecía porque sí y que no pensaba hacer de carne de cañón para nadie.
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Peste observaba como el tuerto y el grandullón entraban directos a la acción. Se escucharon un par de disparos y algunos golpes, seguramente de armarios o mesas cayendo al suelo. El gyojin miraba de un lado a otro de la calle esperando a que ocurriera algo. En ese momento se acercó "el guapo" a hablarle. Peste le sonrió de oreja a oreja al escuchar la pregunta del joven.
-Siempre tengo un as bajo la manga.-el gyojin le dio unos golpecitos en el hombro y señalo calle arriba por la que aparecía un carro de caballos. El carro paro en seco delante suya y un tipo calvo salió de el refiriéndose a Peste como "jefe". El tipo fue a la parte de atrás del carromato y saco dos sacos que se movían.
-Buen trabajo, Sebastián. Espera en el carro hasta que salgamos.-Peste cogió el saco más pequeño y de el saco una niña envuelta en lágrimas y muerta de miedo. Hizo una seña a "el guapo" para que cogiera el otro sacó y lo siguiera al interior del banco.
Nada más atravesar la puerta principal un enorme pasillo blanco y brillante te hacía ver lo caro del lugar. Peste caminaba agarrando del cuello a la chica mientras la susurraba "no llores, no te voy a hacer daño" Cada paso retumbaba en aquel lugar, hasta llegar a una sala en la que se encontraban sus dos aliados siendo apuntados por una docena de guardias.
-Retira a los hombres o mato a tu mujer y a tu hija.-dijo Peste alzando del cuello a la niña, y esperando a que "el guapo" trajera a la mujer. El hombre calvo y regordete se encontraba en medio de los guardias con cara de horror. Pobre hombre, seguramente el mayor terror de su vida estaba ocurriendo en ese momento. Al final el hombre hizo una seña a los soldados y estos bajaron las armas mientras salían por una puerta al exterior del establecimiento.
-Uoh, parece que ha funcionado.-dijo Peste sorprendido a los tipos que iban con él.
-Devuélveme a mi familia.-dijo aquel hombre con la voz temblorosa. Peste le hizo un gesto con la mano para que se marchara, pero aquel hombre parecía insistir.
-Cuando salgamos te entregare a tu familia, y si haces algo sospechoso...-Peste empezó a bajar la mano hacía las partes íntimas de la niña. El hombre gordo se puso a llorar y a repetir "No te preocupes amor. Papa está aquí, no tienes por qué tener miedo", decía mientras se marchaba por la puerta por la que habían salido los guardias. La niña empezó a llorar de nuevo.
-Ve a abrir la caja fuerte, le robe la llave a ese gordo seboso en la taberna.-Peste lanzó la llave al tuerto, mientras hacía un gesto al resto para que le acompañaran mientras seguía llevando a la niña agarrada del cuello. Llevándolos ante las enormes puertas de una caja fuerte.
-Siempre tengo un as bajo la manga.-el gyojin le dio unos golpecitos en el hombro y señalo calle arriba por la que aparecía un carro de caballos. El carro paro en seco delante suya y un tipo calvo salió de el refiriéndose a Peste como "jefe". El tipo fue a la parte de atrás del carromato y saco dos sacos que se movían.
-Buen trabajo, Sebastián. Espera en el carro hasta que salgamos.-Peste cogió el saco más pequeño y de el saco una niña envuelta en lágrimas y muerta de miedo. Hizo una seña a "el guapo" para que cogiera el otro sacó y lo siguiera al interior del banco.
Nada más atravesar la puerta principal un enorme pasillo blanco y brillante te hacía ver lo caro del lugar. Peste caminaba agarrando del cuello a la chica mientras la susurraba "no llores, no te voy a hacer daño" Cada paso retumbaba en aquel lugar, hasta llegar a una sala en la que se encontraban sus dos aliados siendo apuntados por una docena de guardias.
-Retira a los hombres o mato a tu mujer y a tu hija.-dijo Peste alzando del cuello a la niña, y esperando a que "el guapo" trajera a la mujer. El hombre calvo y regordete se encontraba en medio de los guardias con cara de horror. Pobre hombre, seguramente el mayor terror de su vida estaba ocurriendo en ese momento. Al final el hombre hizo una seña a los soldados y estos bajaron las armas mientras salían por una puerta al exterior del establecimiento.
-Uoh, parece que ha funcionado.-dijo Peste sorprendido a los tipos que iban con él.
-Devuélveme a mi familia.-dijo aquel hombre con la voz temblorosa. Peste le hizo un gesto con la mano para que se marchara, pero aquel hombre parecía insistir.
-Cuando salgamos te entregare a tu familia, y si haces algo sospechoso...-Peste empezó a bajar la mano hacía las partes íntimas de la niña. El hombre gordo se puso a llorar y a repetir "No te preocupes amor. Papa está aquí, no tienes por qué tener miedo", decía mientras se marchaba por la puerta por la que habían salido los guardias. La niña empezó a llorar de nuevo.
-Ve a abrir la caja fuerte, le robe la llave a ese gordo seboso en la taberna.-Peste lanzó la llave al tuerto, mientras hacía un gesto al resto para que le acompañaran mientras seguía llevando a la niña agarrada del cuello. Llevándolos ante las enormes puertas de una caja fuerte.
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Mi intuición se vio justificada nada más escuchar las palabras del manco. Se puso en mitad de la vía parando un carro, aunque al parecer conocía al cochero bastante bien por el apelativo que usó con él. Tras unas palabras iniciales el cochero trajo dos sacos que se movían intensamente. - No sé porqué me da... Que fruta no hay en su interior - pensé intuyendo que había que en el interior mientras el manco cogía uno y dejaba el otro para mí.
Tras quedar con el cochero en que esperase el ser sacó a una niña pequeña de su interior completamente aterrorizada. Mi intución no falló de nuevo, pero agarré mi saco y me adentré en el banco detrás de el manco. El banco estaba bastante pulcro y lo inundaba un silencio interrumpido por el eco de nuestros pasos y los gimoteos de la niña. El manco parecía intentar conciliar a la pequeña, aunque parecía asustarla más y para colmo mi saco no se estaba quieto. Por su tamaño superior al de donde estaba la niña suponía que habí un adulto, pero todavía no quería abrirlo.
Entramos en una sala donde había un montón de guardias y tenían a nuestros compañeros acorralados siendo apuntando por sus armas. - Si ya me decía el olfato que no tení que entrar tan deprisa - pensé con cara de pocos amigos mirando la nuca de el manco que comenzaba a hacerse oír haciendo que fuesemos blanco de todas las miradas. Creí que ya era hora de sacar el interior de mi saco y lo abrí para comprobar que había una mujer en su interior. Estaba amordazada e inmovilizada y la puse en pie de un tirón de sus brazos para colocarla delante mía por si necesitaba un escudo humano.
Allí estaba el tipo que el manco había amenazado antes y ahora lo hacía de nuevo. Al parecer la mujer y la niña eran su familia y opté por ser un poco de ayuda emulando al ser que amenazaba a la niña. Pasé a mi forma híbrida mientras pasaba uno de mis brazos por el cuello de la mujer a la par que mis rasgos cambiaban.
- ¡Hazle caso o quizás tenga que probar a tu zorrita! - grité haciéndome oír para que viese como comenzaba a lamer el cuello de la mujer. Lo cierto es que para ser mayor conservaba una figura, aunque tenía una prominente nariz que le afeaba el rostro.
Tras varias amenazas más pareció que el hombre entró en razón y comenzaron a retirarse todos, aunque el gordo ponía pegas por dejar allí a su familia antes de salir. Los sentimientos que generaban la familia sólo eran debilidades y nosotros acabábamos de explotarlos para conseguir todo lo que poseí ese hombre, por eso prefería las armas a las personas ya que causaban menos problemas.
Una vez la estancia quedó vacía salvo nosotros volví a mi forma normal mientras lanzaba a la mujer al gordo del grupo como si fuera un guiñapo. - No la uses demasiado - espeté mientras seguía al manco y al tuerto que decía tener la llave para entrar en la cámara fuerte ante la que nos situábamos. La llave hizo un hermoso ruido cuando giro en la cerradura y me apresuré a ayudar al enclenque del tuerto que no podía abrir la puerta solo.
Al entrar mis ojos seguramente adquirieron forma de berries ya que parecía el día de Navidad. La cámara estaba repleta de pequeños cajones con distintas numeraciones, pero también de unos sacos ya precintados. No podía creerme que todo estuviese hiendo tan bien, asique me aseguré rasgando uno de los sacos para ver su interior.
-Hemos tenido que ser muy buenos porque Papá Noel ha llegado - grité mientras lanzaba el saco abierto a los pies de mi compañero más cercano esparciendo su interior. Parecía ser la recaudación de los impuesto u algo ya que llevaba sellos gubernamentales y eso lo hacía más delicioso, aunque pensé que quizás no sólo podría haber allí guardado.
- Tú, vete a buscar los registros de las cajas y mira si hay alho interesante en alguna de ellas. Llévate al otro para que te ayudes si lo crees necesario - le dije al tuerto. El tipo dado a su actitud sumisa obedeció llevandose al grandullón con él. Era cierto que me interesaba saber el interior de las cajas, pero también quería hablar con el manco a solas ya que la anterior vez me había salido bien. Los otros dos habían tenido suerte de no ser tiroteados antes de entrar nosotros y como bien le habí hecho entender antes no quería ser un cebo más.
-¿Tienes pensado algo para salir? Va a ser difícil con tantos guardias fuera esperándonos, incluso tendremos suerte si no se presentan los marines ya que podrían haberles avisado. Además, ¿cómo cargaremos con el dinero y los rehenes? Podríamos usarlas como escudo si no han intervenido a tu colega Sebastian en la puerta - dije al manco. No quería que me excluyese de su plan de huida.
Tras quedar con el cochero en que esperase el ser sacó a una niña pequeña de su interior completamente aterrorizada. Mi intución no falló de nuevo, pero agarré mi saco y me adentré en el banco detrás de el manco. El banco estaba bastante pulcro y lo inundaba un silencio interrumpido por el eco de nuestros pasos y los gimoteos de la niña. El manco parecía intentar conciliar a la pequeña, aunque parecía asustarla más y para colmo mi saco no se estaba quieto. Por su tamaño superior al de donde estaba la niña suponía que habí un adulto, pero todavía no quería abrirlo.
Entramos en una sala donde había un montón de guardias y tenían a nuestros compañeros acorralados siendo apuntando por sus armas. - Si ya me decía el olfato que no tení que entrar tan deprisa - pensé con cara de pocos amigos mirando la nuca de el manco que comenzaba a hacerse oír haciendo que fuesemos blanco de todas las miradas. Creí que ya era hora de sacar el interior de mi saco y lo abrí para comprobar que había una mujer en su interior. Estaba amordazada e inmovilizada y la puse en pie de un tirón de sus brazos para colocarla delante mía por si necesitaba un escudo humano.
Allí estaba el tipo que el manco había amenazado antes y ahora lo hacía de nuevo. Al parecer la mujer y la niña eran su familia y opté por ser un poco de ayuda emulando al ser que amenazaba a la niña. Pasé a mi forma híbrida mientras pasaba uno de mis brazos por el cuello de la mujer a la par que mis rasgos cambiaban.
- ¡Hazle caso o quizás tenga que probar a tu zorrita! - grité haciéndome oír para que viese como comenzaba a lamer el cuello de la mujer. Lo cierto es que para ser mayor conservaba una figura, aunque tenía una prominente nariz que le afeaba el rostro.
Tras varias amenazas más pareció que el hombre entró en razón y comenzaron a retirarse todos, aunque el gordo ponía pegas por dejar allí a su familia antes de salir. Los sentimientos que generaban la familia sólo eran debilidades y nosotros acabábamos de explotarlos para conseguir todo lo que poseí ese hombre, por eso prefería las armas a las personas ya que causaban menos problemas.
Una vez la estancia quedó vacía salvo nosotros volví a mi forma normal mientras lanzaba a la mujer al gordo del grupo como si fuera un guiñapo. - No la uses demasiado - espeté mientras seguía al manco y al tuerto que decía tener la llave para entrar en la cámara fuerte ante la que nos situábamos. La llave hizo un hermoso ruido cuando giro en la cerradura y me apresuré a ayudar al enclenque del tuerto que no podía abrir la puerta solo.
Al entrar mis ojos seguramente adquirieron forma de berries ya que parecía el día de Navidad. La cámara estaba repleta de pequeños cajones con distintas numeraciones, pero también de unos sacos ya precintados. No podía creerme que todo estuviese hiendo tan bien, asique me aseguré rasgando uno de los sacos para ver su interior.
-Hemos tenido que ser muy buenos porque Papá Noel ha llegado - grité mientras lanzaba el saco abierto a los pies de mi compañero más cercano esparciendo su interior. Parecía ser la recaudación de los impuesto u algo ya que llevaba sellos gubernamentales y eso lo hacía más delicioso, aunque pensé que quizás no sólo podría haber allí guardado.
- Tú, vete a buscar los registros de las cajas y mira si hay alho interesante en alguna de ellas. Llévate al otro para que te ayudes si lo crees necesario - le dije al tuerto. El tipo dado a su actitud sumisa obedeció llevandose al grandullón con él. Era cierto que me interesaba saber el interior de las cajas, pero también quería hablar con el manco a solas ya que la anterior vez me había salido bien. Los otros dos habían tenido suerte de no ser tiroteados antes de entrar nosotros y como bien le habí hecho entender antes no quería ser un cebo más.
-¿Tienes pensado algo para salir? Va a ser difícil con tantos guardias fuera esperándonos, incluso tendremos suerte si no se presentan los marines ya que podrían haberles avisado. Además, ¿cómo cargaremos con el dinero y los rehenes? Podríamos usarlas como escudo si no han intervenido a tu colega Sebastian en la puerta - dije al manco. No quería que me excluyese de su plan de huida.
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Peste no pudo sorprenderse al ver como "el guapo" del grupo se transformaba en un bicho extraño cuando este amenazaba con la mujer del banquero. Le recordaba a él y eso le gustaba. Peste se hurgó dentro de sus enormes pantalones y encontró lo que estaba buscando, una bolsa con un montón de píldoras rojas. Decidió guardarse un puñado en el bolsillo y se acercó al joven antes de que el tuerto consiguiera abrir la puerta.
-¿Sabes que esto?-dijo enseñándole la bolsita de píldoras.- Son unas cositas mágicas que hacen que los Zoan potencien su poder hasta recovecos inexplicables, y bueno dado el espectáculo que has formado hace unos segundo transformándote en un bicho muy feo creo que es conveniente que los tengas tú, ya que a mí solo me produce una enorme diarrea al comerlas. -dijo el gyojin entregándole la bolsa como si le estuviera pasando droga ilegalmente, mirando de un lado a otro de forma muy exagerada.
De repente la puerta de la caja fuerte se abrió y en su interior apareció el enorme tesoro que esperaba encontrar el gyojin. Pues a pesar de parecer que estaba improvisando llevaba semanas espiando aquel banco, por eso sabía cómo entrar y llegar a aquella caja cuando más abarrotada estaba. El tipo Zoan se puso a dar órdenes al tuerto y este se marchó a por los registro de las cajas, Peste no pudo evitar mirarlo con algo de odio, pues el jefe de esa misión era él. Después una vez que estaban a solas, el joven se puso a hablar con Peste.
-Claro que tengo pensado algo para salir de aquí. Sebastián está en la puerta esperando a que salgamos. Además es un buen luchador y dudo que los guardias consigan vencerlo.- después le dio unos golpes en el hombro a él joven para que no se preocupara.- Por cierto, ¿Cómo cojones te llamas?
En ese momento casi apareció el tuerto con una lista bastante grande, diciendo algo así como que había unas diez cajas con diamantes. Peste hizo una seña a él joven para que fuera cargando los sacos de dinero y los llevara a la sala de los rehenes, mientras Peste arrancaba las cajas de la pared tan solo con la fuerza de su mano. Sin duda los gyojin eran sobrenaturales y útiles en situaciones como aquellas.
En menos de cinco minutos habían vaciado la caja fuerte y habían conseguido cargar con todos los sacos. Bueno aunque el grandullón era el que llevaba todo la carga. Peste agarró a la chica y se dispuso a salir por el mismo lugar que habían entrado. Y bueno, la mujer esperaba que la cogiera otro compañero o que la metieran en la caja fuerte. Cuando estaban a menos de un metro de la puerta el calvo sudoroso entro por ella apuntando con un revolver a Peste. El gyojin fue rápido y alzó a la chica para cubrirse con ella. La chica empezó a llorar desesperada mientras poco a poco se estaba asfixiando.
-Baja el arma o tu hija morirá.- dijo el gyojin al darse cuenta que el calvo había sacado valor para enfrentarse a él. El calvo no parecía ceder y estaba dispuesto a disparar antes de que la niña se asfixiara. Pero Peste fue piedad y apretó con fuerza l cuello de la joven produciendo un enorme chasquido que retumbando el pasillo. El calvo se quedó paralizado con los ojos muy abiertos mientras observaba como el cuerpo de su hija había dejado de moverse y ya no emitía ningún ruido.
-¿Marta...Marta...Mar...?-el hombre empezó a llorar derrumbándose en el suelo. Peste se estaba cansando de aquel espectáculo y decidió poner fin a la actuación. Cogió el cuerpo inerte de la chica y lo arrojo con todas su fuerzas al enorme calvo llorón. El cuerpo de la niña choco contra el gordo haciendo que cayeran de espaldas y este le cogiera a la niña muerta con el rostro lleno de lágrimas.
-Vámonos chicos. Este tipo hoy ha aprendido por las malas a no meterse con un Gyojin.- dijo Peste con aire de superioridad. Pero cuando el gyojin estaba a punto de salir por la puerta, observo sorprendido el cuerpo inerte de Sebastián tirado al lado de su coche.
-Maldito cabrón.- en ese momento empezaron a aparecer un montón de guardias por la puerta. Los cuales empezaron a disparar a los atracadores. Peste consiguió cubrirse por los pelos detrás de una columna mientras se acercaba poco a poco hacía sus compañeros. Pero lo peor estaba por suceder, por la parte trasera también empezaron a llegar más guardias que estaban acorralando a los atracadores. Peste suspiro para calmarse, y con frialdad agarró el puñado de píldoras que se había guardado en el bolsillo.
-Chicos, si nos separamos quiero que nos intentemos reunir en la colina negra dentro de dos días. Esto se está yendo de madre y Zack es nuestra única forma de escape. Os deseo mucha suerte.- dijo Peste. En el momento en el que Zack se volteaba para mirar a Peste, este le golpeo con la mano en la boca para introducirle las píldoras y con suerte, surgiera efecto su plan. Un enorme Zack descontrolado y peligroso que le diera cobertura para escapar de allí.
-¿Sabes que esto?-dijo enseñándole la bolsita de píldoras.- Son unas cositas mágicas que hacen que los Zoan potencien su poder hasta recovecos inexplicables, y bueno dado el espectáculo que has formado hace unos segundo transformándote en un bicho muy feo creo que es conveniente que los tengas tú, ya que a mí solo me produce una enorme diarrea al comerlas. -dijo el gyojin entregándole la bolsa como si le estuviera pasando droga ilegalmente, mirando de un lado a otro de forma muy exagerada.
De repente la puerta de la caja fuerte se abrió y en su interior apareció el enorme tesoro que esperaba encontrar el gyojin. Pues a pesar de parecer que estaba improvisando llevaba semanas espiando aquel banco, por eso sabía cómo entrar y llegar a aquella caja cuando más abarrotada estaba. El tipo Zoan se puso a dar órdenes al tuerto y este se marchó a por los registro de las cajas, Peste no pudo evitar mirarlo con algo de odio, pues el jefe de esa misión era él. Después una vez que estaban a solas, el joven se puso a hablar con Peste.
-Claro que tengo pensado algo para salir de aquí. Sebastián está en la puerta esperando a que salgamos. Además es un buen luchador y dudo que los guardias consigan vencerlo.- después le dio unos golpes en el hombro a él joven para que no se preocupara.- Por cierto, ¿Cómo cojones te llamas?
En ese momento casi apareció el tuerto con una lista bastante grande, diciendo algo así como que había unas diez cajas con diamantes. Peste hizo una seña a él joven para que fuera cargando los sacos de dinero y los llevara a la sala de los rehenes, mientras Peste arrancaba las cajas de la pared tan solo con la fuerza de su mano. Sin duda los gyojin eran sobrenaturales y útiles en situaciones como aquellas.
En menos de cinco minutos habían vaciado la caja fuerte y habían conseguido cargar con todos los sacos. Bueno aunque el grandullón era el que llevaba todo la carga. Peste agarró a la chica y se dispuso a salir por el mismo lugar que habían entrado. Y bueno, la mujer esperaba que la cogiera otro compañero o que la metieran en la caja fuerte. Cuando estaban a menos de un metro de la puerta el calvo sudoroso entro por ella apuntando con un revolver a Peste. El gyojin fue rápido y alzó a la chica para cubrirse con ella. La chica empezó a llorar desesperada mientras poco a poco se estaba asfixiando.
-Baja el arma o tu hija morirá.- dijo el gyojin al darse cuenta que el calvo había sacado valor para enfrentarse a él. El calvo no parecía ceder y estaba dispuesto a disparar antes de que la niña se asfixiara. Pero Peste fue piedad y apretó con fuerza l cuello de la joven produciendo un enorme chasquido que retumbando el pasillo. El calvo se quedó paralizado con los ojos muy abiertos mientras observaba como el cuerpo de su hija había dejado de moverse y ya no emitía ningún ruido.
-¿Marta...Marta...Mar...?-el hombre empezó a llorar derrumbándose en el suelo. Peste se estaba cansando de aquel espectáculo y decidió poner fin a la actuación. Cogió el cuerpo inerte de la chica y lo arrojo con todas su fuerzas al enorme calvo llorón. El cuerpo de la niña choco contra el gordo haciendo que cayeran de espaldas y este le cogiera a la niña muerta con el rostro lleno de lágrimas.
-Vámonos chicos. Este tipo hoy ha aprendido por las malas a no meterse con un Gyojin.- dijo Peste con aire de superioridad. Pero cuando el gyojin estaba a punto de salir por la puerta, observo sorprendido el cuerpo inerte de Sebastián tirado al lado de su coche.
-Maldito cabrón.- en ese momento empezaron a aparecer un montón de guardias por la puerta. Los cuales empezaron a disparar a los atracadores. Peste consiguió cubrirse por los pelos detrás de una columna mientras se acercaba poco a poco hacía sus compañeros. Pero lo peor estaba por suceder, por la parte trasera también empezaron a llegar más guardias que estaban acorralando a los atracadores. Peste suspiro para calmarse, y con frialdad agarró el puñado de píldoras que se había guardado en el bolsillo.
-Chicos, si nos separamos quiero que nos intentemos reunir en la colina negra dentro de dos días. Esto se está yendo de madre y Zack es nuestra única forma de escape. Os deseo mucha suerte.- dijo Peste. En el momento en el que Zack se volteaba para mirar a Peste, este le golpeo con la mano en la boca para introducirle las píldoras y con suerte, surgiera efecto su plan. Un enorme Zack descontrolado y peligroso que le diera cobertura para escapar de allí.
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Hubo un momento en el que el manco se dirigió a mí entregándome una bolsa llena con unas especies de píldoras de color rojo. Decía que son unos potenciadores para mis poderes Zoan con los que me haría más fuerte que nunca. No terminaba de creer lo que decía, no sólo porque estuviese actuando de una forma un tanto extraña, si no porque la forma con la que había estado actuando no era muy de fiar. Seguramente si me comía una de esas pastillas me cagaría durante un mes u algo peor, pero aún así me colgé la bolsa en el cinto mientras asentía en forma de agradecimiento. Ya las tiraría de que nos separásemos.
Luego tras la marcha del tuerto y el otro cuando los mandé a buscar el registro tuve mi conversación con el ser. Parecía confiar en las cualidades del tipo que esperaba fuera con el carro, aunque yo no lo tenía tan claro. No conocía de nada al tal Sebastian, pero esperaba que fuese tan bueno como el manco aseguraba.
Los demás volvieron con la información necesaria. El manco se dispuso a arrancar las cajas que el tuerto enumeraba, el manco estaba haciendo gala de una fuerza descomunal, aunque yo comencé a colocar las bolsas grandes con el grandullón. Él iba a ser el que cargase con la mayoría de cosas puesto que decía que podía con todo. No puse pegas ante eso ya que yo tenía que volver a llevar a la madre de la niña que lloraba desconsoladamente, pero aún así cogí varias de las joyas que estaban sacando el manco y el tuerto. Un extra nunca venía mál pensé mientras salíamos de la caja fuerte cargados hasta los ojos.
Todo estaba saliendo demasiado bien, aunque sabía de sobra que lo difícil estaba por llegar. Dependería de lo buen conductor que fuese Sebastian para salir escopeteados de allí, pero de repente nos encontramos un contratiempo. El gordo apareció por la puerta apuntándonos con un arma. Se notaba que estaba desesperado por salvar a su familia. La mujer hizo intento de moverse, pero le quité las ganas retorciéndole el brazo a la altura del codo. Entendía que la mujer quisiera echar a correr al lado de su familia puesto que el manco había alzado a la niña usándola como un pequeño escudo. La niña pataleaba en un intento de librarse de su agresor e ir con su padre, pero de repente sus pierninas quedaron colgadas.
Un crujido hizo eco por todo el pasillo en el momento en que la niña dejó de moverse. No sabía exactemente porqué, pero me quedé helado. Incluso la mujer se escapó de mis brazos sin que hiciese nada para remediarlo. No entraba en mis planes matar una niña y menos tratar el cadáver cómo lo trató el ser. Lanzó a la niña inerte contra su padre como si fuera una pelota y la madre no terminó ni de llegar a ellos puesto que se dejó caer de rodillas a mitad del trayecto llorando desconsoladamente.
No me gustó para nada la manera de tratar a la niña muerta, pero no era momentos de sentimentalismos. El manco salió disparado con intención de salir por la puerta cuando de repenté reculó echando pestes. Ese hecho fue el que me hizo reaccionar de nuevo, eso y que varios guardias entraron dispuestos a abrir fuego. Corrí para resguardarme al lado del manco que era quien lo había liado todo. Si no hubiese matado a la niña quizás tuviésemos una oportunidad de seguir con vida usándolas como moneda de cambio, pero ya ni la madre valía puesto que una vez que entraron los guardias corrió en dirección a su marido. Tenía que pensar algo para poder salir de allí y rápido, ya que a nuestras espaldas entraban más guardias. Estaba girados hacia ellos valorando la opción de enfrentarlos e intentar salir por donde ellos habían entrado, pero no lo veía posible. El pasillo era demasiado estrecho y carente de coberturas como para llegar hasta ellos sin terminar hecho un colador. Varias opciones intentaban cuajar en el chaos en el que se había convertido mi mente cuando de repente escuché mi nombre, cosa que hizo girarme hasta la fuente del sonido para encontrarme con que el manco se abalanzaba contra mí.
Me pilló de sorpresa y quise gritarle, pero el tipo me metió a presión algo en la boca. Había varias cosas y tenían un sabor extraño. Hubiese escupido aquello que fuera que tenía en la boca, pero el manco presionaba sin dejarme respirar bien. Fueron unos segundos agónicos, aunque por fin conseguí zafarme y pude respirar tragando así un poco de aire a la par que esas cosas. Una de esas cosas se había quedada entrillada en mi tráquea y tuve que toser forzando la garganta para conseguir sacar lo que estaba impediéndome respirar. Lo escupí en mi mano para observar como una de aquellas píldoras coloradas reposaba en ella. Era una de esas cosas que el manco me había dado antes asegurándome un gran poder, pero no tuve tiempo de pedir explicaciones ya que mi mano comenzó a hechar pelo mientras notaba otros cambios físicos.
-¿Pero qué...? - fue lo único que pude mencionar con un tono de voz bastante grave antes de que todo comenzase a volverse más pequeño a la par que perdía el control de mis actos. Lo último que sentí fue un dolor agudo en un brazo tras el ruido de uno de los muchos disparos que comenzaron a resonar en la sala.
Todo lo que pasó a continuación lo recuerdo de una forma extraña. Las cosas se volvieron algo más borrosas, pero los ruidos y olores se intensificaron con cada segundo. El fuerte hedor a pólvora y los gritos de una mujer me alteraban por segundos, además comenzaba a quedarse el sitio pequeño y notaba como pequeñas picaduras de insectos por todo el cuerpo. No sentía dolor, pero picaban un montón y de repente en mi cabeza sólo cabía acabar con todo aquello. Me adelanté hacia delante buscando los múltiples insectos que no paraban de hacer ruidos con sus pequeños cachivaches hasta que llegué a ellos y los silencié de un barrido con mi brazo. Los insectos salieron despedidos contra las paredes y entonces fue cuando noté gritos a mis espaldas. Uno de esos bichos gritaba con los brazos en alto como de júbilo y era un ruido que me molestaba horrores. Me giré sobre mí mismo arrastrando con la cola toda lo que había a mi alrededor mientras aplasté a ese bicho que parecía un poco más gordo que los demás. El gesto fue como una palmada y noté sus pequeños huesecitos crujir. Los ruido atronadores dejaron de sonar y el olor a pólvora comenzaba a mitigarse, pero otro había comenzado a imperar en aquella sala que cada vez por tres me parecía más pequeña. Era un olor nauseabundo a la vez que apetecible, parecía miedo por los gritos de pavor que retumbaban produciendo un horrible eco. Comenzaba a sentirme enjaulado una vez mi cabeza tocó techo y me vi en la necesidad de salir de allí fuese como fuese.
Me tendí a cuatro patas para sentirme algo más relajado y reculé hasta la altura de una gran puerta por la que no cabía. Lancé una coz contra la puerta y ésta salió volando hacia fuera, aunque no era suficiente. Pude ver como varios insectos salían de allí despedidos por el hueco que acaba de abrir, pero no quería entretenerme con ellos puesto que sólo deseaba salir. Sólo podía moverme por instintos y ese era fuerte en ese momento asique comencé a patear las paredes hasta que abrí un boquete lo suficientemente grande. Cuando salí por el agujero varios cascotes comenzaban a caer del techo, aunque ya no me importaba puesto que ya olía a aire fesco.
Me extendí todo lo grande que era en ese momento y di un gran gruñido de satisfacción. Una brisa erizaba el pelo de mis orejas haciendo que un agradable escalofrío recorriera todo mi ser. Comenzaba a olvidarme del agobio anterior cuando volví a escuchar el zumbido de más insectos y sentir sus picaduras. Bajé la vista y ahí estaban un grupo de diez "bichitos" en una especie de formación lanzándome sus aguijones. Gruñí una sola vez de molestia y salté sobre ellos. Trez de ellos crujieron como ramitas bajo mi peso mientras arremetía contra dos de ellos lanzándolos por los aires de un movimiento de brazo a la par que agarraba a otro de ellos. Una ve me abalancé sobre ellos los que quedaban en pie comenzaro a revolotear por todos lados, pero no dejé que se escapase uno de ellos. Parecía mantenerse firme aguijoneándome desde la distancia y vestía de otra manera, pero no me importaba. Cogí al insecto que aún tenía en la mano y se lo lancé al bien vestido haciendo que los dos cuerpos colisiones en un choque fatal. Volví a escuchar el característico ruido que hacían al romperse. Qué divertidos eran aquellos "bichitos".
Creí que el chaos se había acabado y me dejarían ir a buscar comida. El trajín inicial me había despertado el apetito, pero aquellos bichitos no parecían tener chicha suficiente. Comencé a olisquear el aire en busca de algún aroma apetecible. Tuve suerte puesto que capté un matiz que parecía bastante suculento, pero parecía que estaba lejano. Aunque que más daba, ahora ya sólo pensaba en saciar mi hambre, asique me encaminé dejando atrás la destrucción buscando algo más prometedor.
Luego tras la marcha del tuerto y el otro cuando los mandé a buscar el registro tuve mi conversación con el ser. Parecía confiar en las cualidades del tipo que esperaba fuera con el carro, aunque yo no lo tenía tan claro. No conocía de nada al tal Sebastian, pero esperaba que fuese tan bueno como el manco aseguraba.
Los demás volvieron con la información necesaria. El manco se dispuso a arrancar las cajas que el tuerto enumeraba, el manco estaba haciendo gala de una fuerza descomunal, aunque yo comencé a colocar las bolsas grandes con el grandullón. Él iba a ser el que cargase con la mayoría de cosas puesto que decía que podía con todo. No puse pegas ante eso ya que yo tenía que volver a llevar a la madre de la niña que lloraba desconsoladamente, pero aún así cogí varias de las joyas que estaban sacando el manco y el tuerto. Un extra nunca venía mál pensé mientras salíamos de la caja fuerte cargados hasta los ojos.
Todo estaba saliendo demasiado bien, aunque sabía de sobra que lo difícil estaba por llegar. Dependería de lo buen conductor que fuese Sebastian para salir escopeteados de allí, pero de repente nos encontramos un contratiempo. El gordo apareció por la puerta apuntándonos con un arma. Se notaba que estaba desesperado por salvar a su familia. La mujer hizo intento de moverse, pero le quité las ganas retorciéndole el brazo a la altura del codo. Entendía que la mujer quisiera echar a correr al lado de su familia puesto que el manco había alzado a la niña usándola como un pequeño escudo. La niña pataleaba en un intento de librarse de su agresor e ir con su padre, pero de repente sus pierninas quedaron colgadas.
Un crujido hizo eco por todo el pasillo en el momento en que la niña dejó de moverse. No sabía exactemente porqué, pero me quedé helado. Incluso la mujer se escapó de mis brazos sin que hiciese nada para remediarlo. No entraba en mis planes matar una niña y menos tratar el cadáver cómo lo trató el ser. Lanzó a la niña inerte contra su padre como si fuera una pelota y la madre no terminó ni de llegar a ellos puesto que se dejó caer de rodillas a mitad del trayecto llorando desconsoladamente.
No me gustó para nada la manera de tratar a la niña muerta, pero no era momentos de sentimentalismos. El manco salió disparado con intención de salir por la puerta cuando de repenté reculó echando pestes. Ese hecho fue el que me hizo reaccionar de nuevo, eso y que varios guardias entraron dispuestos a abrir fuego. Corrí para resguardarme al lado del manco que era quien lo había liado todo. Si no hubiese matado a la niña quizás tuviésemos una oportunidad de seguir con vida usándolas como moneda de cambio, pero ya ni la madre valía puesto que una vez que entraron los guardias corrió en dirección a su marido. Tenía que pensar algo para poder salir de allí y rápido, ya que a nuestras espaldas entraban más guardias. Estaba girados hacia ellos valorando la opción de enfrentarlos e intentar salir por donde ellos habían entrado, pero no lo veía posible. El pasillo era demasiado estrecho y carente de coberturas como para llegar hasta ellos sin terminar hecho un colador. Varias opciones intentaban cuajar en el chaos en el que se había convertido mi mente cuando de repente escuché mi nombre, cosa que hizo girarme hasta la fuente del sonido para encontrarme con que el manco se abalanzaba contra mí.
Me pilló de sorpresa y quise gritarle, pero el tipo me metió a presión algo en la boca. Había varias cosas y tenían un sabor extraño. Hubiese escupido aquello que fuera que tenía en la boca, pero el manco presionaba sin dejarme respirar bien. Fueron unos segundos agónicos, aunque por fin conseguí zafarme y pude respirar tragando así un poco de aire a la par que esas cosas. Una de esas cosas se había quedada entrillada en mi tráquea y tuve que toser forzando la garganta para conseguir sacar lo que estaba impediéndome respirar. Lo escupí en mi mano para observar como una de aquellas píldoras coloradas reposaba en ella. Era una de esas cosas que el manco me había dado antes asegurándome un gran poder, pero no tuve tiempo de pedir explicaciones ya que mi mano comenzó a hechar pelo mientras notaba otros cambios físicos.
-¿Pero qué...? - fue lo único que pude mencionar con un tono de voz bastante grave antes de que todo comenzase a volverse más pequeño a la par que perdía el control de mis actos. Lo último que sentí fue un dolor agudo en un brazo tras el ruido de uno de los muchos disparos que comenzaron a resonar en la sala.
Todo lo que pasó a continuación lo recuerdo de una forma extraña. Las cosas se volvieron algo más borrosas, pero los ruidos y olores se intensificaron con cada segundo. El fuerte hedor a pólvora y los gritos de una mujer me alteraban por segundos, además comenzaba a quedarse el sitio pequeño y notaba como pequeñas picaduras de insectos por todo el cuerpo. No sentía dolor, pero picaban un montón y de repente en mi cabeza sólo cabía acabar con todo aquello. Me adelanté hacia delante buscando los múltiples insectos que no paraban de hacer ruidos con sus pequeños cachivaches hasta que llegué a ellos y los silencié de un barrido con mi brazo. Los insectos salieron despedidos contra las paredes y entonces fue cuando noté gritos a mis espaldas. Uno de esos bichos gritaba con los brazos en alto como de júbilo y era un ruido que me molestaba horrores. Me giré sobre mí mismo arrastrando con la cola toda lo que había a mi alrededor mientras aplasté a ese bicho que parecía un poco más gordo que los demás. El gesto fue como una palmada y noté sus pequeños huesecitos crujir. Los ruido atronadores dejaron de sonar y el olor a pólvora comenzaba a mitigarse, pero otro había comenzado a imperar en aquella sala que cada vez por tres me parecía más pequeña. Era un olor nauseabundo a la vez que apetecible, parecía miedo por los gritos de pavor que retumbaban produciendo un horrible eco. Comenzaba a sentirme enjaulado una vez mi cabeza tocó techo y me vi en la necesidad de salir de allí fuese como fuese.
Me tendí a cuatro patas para sentirme algo más relajado y reculé hasta la altura de una gran puerta por la que no cabía. Lancé una coz contra la puerta y ésta salió volando hacia fuera, aunque no era suficiente. Pude ver como varios insectos salían de allí despedidos por el hueco que acaba de abrir, pero no quería entretenerme con ellos puesto que sólo deseaba salir. Sólo podía moverme por instintos y ese era fuerte en ese momento asique comencé a patear las paredes hasta que abrí un boquete lo suficientemente grande. Cuando salí por el agujero varios cascotes comenzaban a caer del techo, aunque ya no me importaba puesto que ya olía a aire fesco.
Me extendí todo lo grande que era en ese momento y di un gran gruñido de satisfacción. Una brisa erizaba el pelo de mis orejas haciendo que un agradable escalofrío recorriera todo mi ser. Comenzaba a olvidarme del agobio anterior cuando volví a escuchar el zumbido de más insectos y sentir sus picaduras. Bajé la vista y ahí estaban un grupo de diez "bichitos" en una especie de formación lanzándome sus aguijones. Gruñí una sola vez de molestia y salté sobre ellos. Trez de ellos crujieron como ramitas bajo mi peso mientras arremetía contra dos de ellos lanzándolos por los aires de un movimiento de brazo a la par que agarraba a otro de ellos. Una ve me abalancé sobre ellos los que quedaban en pie comenzaro a revolotear por todos lados, pero no dejé que se escapase uno de ellos. Parecía mantenerse firme aguijoneándome desde la distancia y vestía de otra manera, pero no me importaba. Cogí al insecto que aún tenía en la mano y se lo lancé al bien vestido haciendo que los dos cuerpos colisiones en un choque fatal. Volví a escuchar el característico ruido que hacían al romperse. Qué divertidos eran aquellos "bichitos".
Creí que el chaos se había acabado y me dejarían ir a buscar comida. El trajín inicial me había despertado el apetito, pero aquellos bichitos no parecían tener chicha suficiente. Comencé a olisquear el aire en busca de algún aroma apetecible. Tuve suerte puesto que capté un matiz que parecía bastante suculento, pero parecía que estaba lejano. Aunque que más daba, ahora ya sólo pensaba en saciar mi hambre, asique me encaminé dejando atrás la destrucción buscando algo más prometedor.
Peste blanca
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Nada más meter las píldoras en la boca de Zack, este parecía un poco reacio de tragarlas. Peste insistió hasta que el joven no pudo evitar tragar. No pasaron ni dos minutos cuando el cuerpo de Zack empezó a metamorfosearse y a crecer descomunalmente. Las ropas del joven se desgarraron y todas sus pertenencias cayeron a los pies de Peste. El gyojin cogió la espada y la bolsa de píldoras del joven, con la intención de entregárselas en el punto de encuentro. Además en el caso de que no apareciera siempre podría revenderlas.
Peste se puso seria y ordeno a sus otros dos lacayos que cogieran todo el dinero y le siguieran. Estaba claro que no podían salir por la puerta principal, además de que corrían el riesgo de ser pisados por el enorme Zack. Peste se dirigió decidida a los baños del banco y una vez dentro, arranco de una patada el inodoro.
-Está en nuestra vía de escape.-dijo introduciéndose en un enorme agujero por el que transcurría agua.-Solo tenéis que aguantar la respiración hasta el otro lado. Os recomiendo que tiréis los sacos antes que vosotros y yo los cojo al otro lado.-Peste metió la cabeza y se dejó llevar por la corriente. Estuvo bajo el agua alrededor de cinco minutos hasta encontrar un claro por el que sacar la cabeza y coger aire, aunque a él como gyojin no le hacía mucha falta.
Al sacar la cabeza observó que se encontraba debajo de una alcantarilla, al levantarla con cuidado encontró un diminuto almacén abandonado. El mejor sitio para esconderse después de un atraco. Al salir de la alcantarilla siguió escuchando los disparos y los gruñidos del enorme Zack, el cual no parecía estar muy lejos ya que sentía temblar el suelo a su paso.
Peste se puso de rodillas y empezó a mirar la alcantarilla en busca del tesoro. Pasaron unos minutos eternos hasta que los primeros sacos de dinero empezaron a aparecer. Peste los sacaba todo lo rápido que podía. En uno de ellos aparecieron las pertenencias de Zack. A los pocos minutos de terminar de llegar los sacos, apareció el cuerpo inerte del tuerto. Peste lo saco del agua e intento ver si el joven tenía pulso, el cual era muy débil. Peste empezó a golpearlo con el puño en el pecho, para que expulsara el agua que había tragado, pero aquel tipo debía llevar más de dos minutos sin respirar. Peste empezó a cargar su ámbito eléctrico en su mano y a liberar descargas en el abdomen del tuerto. Al final el tipo reacciono y empezó a vomitar un montón de agua de alcantarilla. Peste le dio unos golpecitos en el hombro para que se calmara y volvió a la alcantarilla.
Como era de esperar el resto de sacos aparecieron y Peste empezó a sacarlos raudo y veloz. Hasta que apareció el cuerpo inerte del grandullón. Peste pensó que tal vez se había ahogado como el tuerto, pero al sacarlo de la alcantarilla, lo cual costo debido a su enorme tamaño, comprobó que tenía un balazo en la frente. Peste al observar aquello lo dejo caer contra el suelo y cerro la alcantarilla obstruyéndola con un armario viejo para que nadie pudiera abrirla. No quería que nadie les siguiera.
Los días pasaron y Peste y el tuerto se mantuvieron ocultos en aquel viejo almacén. En el tiempo de dos días, se repartieron el tesoro en tres partes y este por asombroso que pareciera estaba completamente seco. Resulta que los sacos que Peste había usado para ocultarlo estaban repletos de una capa de cera que lo hacía inmune al agua. Durante ese tiempo devoraron el cuerpo del grandullón, algo que a Peste no le resulto desagradable, pero que ha el tuerto no le paraba de hacer vomitar.
Al llegar al tercer día, Peste y el tuerto se separaron. Estaban hasta la polla uno del otro, y casi se matan en varias ocasiones debido al reparto del dinero. Peste se cargó su parte y la de Zack, además de sus pertenencias, y ocultándose con una capa vieja y haciéndose pasar por un anciano fue poco a poco hasta la colina donde había impartido el punto de encuentro si se separaban. El gyojin fue despacio y actuando mejor de lo que aparentaba para pasar desapercibido, esperaba que después de todo el esfuerzo aquel joven estuviera allí y así tener un buen aliado como lo era Sebastián.
Peste se puso seria y ordeno a sus otros dos lacayos que cogieran todo el dinero y le siguieran. Estaba claro que no podían salir por la puerta principal, además de que corrían el riesgo de ser pisados por el enorme Zack. Peste se dirigió decidida a los baños del banco y una vez dentro, arranco de una patada el inodoro.
-Está en nuestra vía de escape.-dijo introduciéndose en un enorme agujero por el que transcurría agua.-Solo tenéis que aguantar la respiración hasta el otro lado. Os recomiendo que tiréis los sacos antes que vosotros y yo los cojo al otro lado.-Peste metió la cabeza y se dejó llevar por la corriente. Estuvo bajo el agua alrededor de cinco minutos hasta encontrar un claro por el que sacar la cabeza y coger aire, aunque a él como gyojin no le hacía mucha falta.
Al sacar la cabeza observó que se encontraba debajo de una alcantarilla, al levantarla con cuidado encontró un diminuto almacén abandonado. El mejor sitio para esconderse después de un atraco. Al salir de la alcantarilla siguió escuchando los disparos y los gruñidos del enorme Zack, el cual no parecía estar muy lejos ya que sentía temblar el suelo a su paso.
Peste se puso de rodillas y empezó a mirar la alcantarilla en busca del tesoro. Pasaron unos minutos eternos hasta que los primeros sacos de dinero empezaron a aparecer. Peste los sacaba todo lo rápido que podía. En uno de ellos aparecieron las pertenencias de Zack. A los pocos minutos de terminar de llegar los sacos, apareció el cuerpo inerte del tuerto. Peste lo saco del agua e intento ver si el joven tenía pulso, el cual era muy débil. Peste empezó a golpearlo con el puño en el pecho, para que expulsara el agua que había tragado, pero aquel tipo debía llevar más de dos minutos sin respirar. Peste empezó a cargar su ámbito eléctrico en su mano y a liberar descargas en el abdomen del tuerto. Al final el tipo reacciono y empezó a vomitar un montón de agua de alcantarilla. Peste le dio unos golpecitos en el hombro para que se calmara y volvió a la alcantarilla.
Como era de esperar el resto de sacos aparecieron y Peste empezó a sacarlos raudo y veloz. Hasta que apareció el cuerpo inerte del grandullón. Peste pensó que tal vez se había ahogado como el tuerto, pero al sacarlo de la alcantarilla, lo cual costo debido a su enorme tamaño, comprobó que tenía un balazo en la frente. Peste al observar aquello lo dejo caer contra el suelo y cerro la alcantarilla obstruyéndola con un armario viejo para que nadie pudiera abrirla. No quería que nadie les siguiera.
Los días pasaron y Peste y el tuerto se mantuvieron ocultos en aquel viejo almacén. En el tiempo de dos días, se repartieron el tesoro en tres partes y este por asombroso que pareciera estaba completamente seco. Resulta que los sacos que Peste había usado para ocultarlo estaban repletos de una capa de cera que lo hacía inmune al agua. Durante ese tiempo devoraron el cuerpo del grandullón, algo que a Peste no le resulto desagradable, pero que ha el tuerto no le paraba de hacer vomitar.
Al llegar al tercer día, Peste y el tuerto se separaron. Estaban hasta la polla uno del otro, y casi se matan en varias ocasiones debido al reparto del dinero. Peste se cargó su parte y la de Zack, además de sus pertenencias, y ocultándose con una capa vieja y haciéndose pasar por un anciano fue poco a poco hasta la colina donde había impartido el punto de encuentro si se separaban. El gyojin fue despacio y actuando mejor de lo que aparentaba para pasar desapercibido, esperaba que después de todo el esfuerzo aquel joven estuviera allí y así tener un buen aliado como lo era Sebastián.
Zack Suky
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El aroma era cada vez más intenso. Corría a cuatro patas avanzando sin que nada me entretuviese hasta que llegase a la fuente de dicho olor. Ni siquiera los gritos y crujidos de todo lo que iba destrozando consiguieron detenerme. Tenía un hambre atroz.
Tras un rato de travesía llegué a una zona donde imperaba ese olor. Era una gran extensión de campo, la cual estaba llena de unos animales algo más grande que los "bichitos" que había estado aplastando y con mejor aspecto, también había una especie de nave industrial, pero ahora quería probar a aquellos animalejos antes de curiosear más.
Había dejado atrás el griterío y las edificaciones para encontrarme disfrutando mientras correteaba tras aquellos animalillos. Estaban riquísimos. Cuando los metía en mi boca y los masticaba parecía que estaba comiendo uno de esos chicles rellenos. Se producía una explosión de liquidillo llenando parte de mi boca. Me hubiese quedado plácidamente comiendo aquellas "bombitas" de sabor, pero un griterío volvió a molestarme.
De la gran edificación habían salido un grupo bastante numeroso de aquellos "bichitos" otra vez, aunque esta vez iban vestidos de otra manera. Unos largos mandiles blancos cubrían sus torsos y piernas, mientras que uno gorritos del mismo color cubrían sus cabezas al igual que sus bocas con unas mascarillas, aunque había cinco de ellos que vestían de otra forma. Eran de esos que producían aquel horroroso ruido al que acompañaba un picor en mi grueso pelaje. No sentía daño y por lo tanto me darían igual, pero el ruido que hacían sí que me era molesto. Encaré al grupo poniéndome a cuatro patas de nuevo mientras cargaba toda mi fuerza en las patas traseras para conseguir un gran impulso y caer entre todos ellos.
Conseguí caer encima de algunos cuantos mientras los demás se esparcieron como moscas. Comencé a encargarme de los más molestos aplastándolos o estrellándolos ya fuese contra el suelo o contra las paredes nave, incluso uno de ellos había salido despedido contra el portón de la nave abriéndola de par en par. Entonces fue cuando un olor más fuerte y suculento inundó mi hocico consiguiendo que me olvidara de los "bichitos" que corrían despavoridamente. Introduje la cabeza por el portón deleitándome con dicho aroma e intenté introducirme para terminar de saciar mi hambre. No cabía por dicha puerta, asique intenté entrar por otro lado. Sentía que podría tirar a abajo aquella edificación, pero no quería echar a perder la fuente del olor, asique saqué la cabeza me estiré cuan alto era y me dispuse a crear una entrada para mi tamaño.
Introduje mis garras en la parte del tejado mientras flexionaba las patas traseras para coger impulso y usar toda la fuerza en sintonía de mi cuerpo para levantar el tejado de chapa como si de una lata de atún se tratase. Un gruñido de satisfacción salió despedido de mi garganta al oler tan suculento lugar.
En su interior se podía ver alguno de aquellos bichitos correteando despavoridos mientras que varios de los mismos que me había comido estaban enjaulados en largas filas, pero eso no era lo que olía tan bien. El olfato me decía que ese olor venía de una enorme cubeta, la cual estaba conectada a una especie de cinta que transportaba unas pequeñas porciones de lo que había en dicha cubeta. No dudé un instante y alargué mis grandes brazos hacia la cubeta y la arranqué de cuajo de donde estaba consiguiendo sacarla. Estaba dispuesto a partirla y comérmela entera, pero un montón de ruido comenzó a sonar en mi retaguardia acompañado de una mayor sensación de picazón.
Al girarme cubeta en mano pude ver que un nuevo grupo de "bichitos" se habían reunido. Estaban distribuidos en tres grupitos de unos seis o siete e iban acompañado de una especie de carros en los cuales había uno de los bichos subido en cada uno de ellos usando algo que producía el doble de ruido que todos los anteriores. Esos picotazos eran mucho más molestos, me provocaban una sensación de quemazón que consiguió arrancarme un gruñido furioso. En el grupo del medio había uno de ellos que parecía el que mandaba a los demás a atacarme y dejé que toda mi rabia fluyese contra aquel ser que no me dejaba comer tranquilo. Lancé la cubeta contra el tipo con la intención de quedarlo aplastado, pero erré el tiro y la cubeta impactó contra el vehículo que había a sus espaldas reventándolo y dejando allí clavada la cubeta mientras dejaba de clavarme sus molestos aguijones. Me di cuenta que con aplastarlos paraban, asique me lancé contra la más próxima aplastando y lanzando por los aires a esos bichitos que vestían gorritas blancas ahora y agarrando con una de mis garras el vehículo se lo lancé al otro que quedaba en pie donde se estaban reagrupando los que quedaban en pie.
El que parecía que estaba al mando los organizaba detrás de él manteniéndolos en grupo. Yo mientras observaba como el vehículo que había lanzado formaba una parábola perfecta hacia los que estaban reagrupándose. Ya creía que estaba todo terminado cuando de repente el tipo que parecía mandar salió despedido hacia delante desenvainando una especie de espada que emitía un extraño brillo consiguiendo partir lo que había lanzado y así desvió el proyectil salvando a sus pequeños amiguitos, pero la cosa no quedó ahí, si no que siguió su avance decidido hacia mí subiendo por una de mis patas traseras en dirección a mi rostro. Intenté sacudírmelo de encima dándome manotazos por donde avanzaba sin conseguir nada. El tipo era bastante escurridizo y seguí subiendo hasta que casi lo alcanzo cuando iba por el pecho consiguiendo que parase de avanzar hacia mi rostro, pero el muy maldito se marchó recorriendo su brillante arma a la altura del pectoral derecho consiguiendo atravesar mi duro pellejo haciendo así que brotase algo de sangre al igual que un gruñido de sorpresa. Había conseguido herirme y ahora merecía la muerte.
El tipo al caer se alejó manteniendo distancia a la par que sus acompañantes lo jaleaban mientras usaban sus "aguijones" contra mí. No me producían daño alguno, pero eran lo suficientemente molestos como para que me olvidase de ellos. Comenzamos a correr al unísono tanto el cabecilla como yo hasta que llegamos cerca del uno al otro. El se lanzaba de nuevo con su resplandeciente arma mientras que yo esperé a estar cerca dando un salto pasando por encima de él y así poder lanzarme contra los ruidosos. Caí encima del vehículo que era el que más ruido hacía y aplasté a todo el que estaba cerca. Ya sólo quedaban dos de todos ellos y estaba apunto achucharlo como a una simple mosca cuando noté un dolor al lado del cuello, pero algo más a la izquierda. Por puro instinto rodé sobre mí mismo intentando quitarme aquella molestia, pero sólo conseguí que lo que fuese que estuviese ahí clavado lo introdujese más consiguiendo así que produjese el primer gruñido de dolor. Fue largo, rabioso y lastimero, pero rápidamente me levanté dispuesto a comerme a aquel ser tan despreciable que no me dejaba en paz y entonces me di cuenta que no lo veía por ningún lado. Temí que hubiese huido, pero entonces me percaté de un pequeño movimiento que provenía del suelo. Agaché todo mi cuerpo para poner la cabeza a la altura del suelo para ver mejor que era. Sin ninguna duda era el tipo de la brillante espada y estaba incrustado en el suelo. Al parecer mi gran peso había hecho la gran parte del trabajo, aunque el tipo aún se movía un poco. Demostraba tener una gran fuerza, pero me daba igual. Clavé una de mis garras en el suelo atravesando su cuerpecito para poder levantarlo ensartado en mis uñas y lanzarlo contra la gran nave que había dejado atrás. El ruido de sus huesecitos quebrándose fue reparador y así pude ponerme a quitarme el maldito pincho que aquel tipo había usado, que me costó bastante por cierto, y por fin pude recobrar la cubeta que seguía incrustada en uno de aquellos vehículos ruidosos pudiendo así marcharme a comer. Durante toda la movida había comenzado a oscurecerse el día
Vagué hasta adentrarme en las profundidades de los bosques. La noche me acompaño todo el trayecto y mi olfato me guio. Andé y andé hasta que casi estaba amaneciendo y por fin encontré un lugar lo bastante bueno para mi. Exprimí cada gota de carne que quedaba en la cubeta que había llevado conmigo y me dispuse a formarme un sitio para descansar.
Me levanté sumido por el anochecer. Un dolor horrible recorría mi cuerpo, de pies a cabeza. No recordaba haber bebido tanto como para perder el control. Comencé a estirar mis brazos y piernas para desentumecerme de tan largo y extraño sueño. Tenía el estómago revuelto y mi melena azulada llena de tierra, además que mierdas hacía desnudo. - ¿Qué mierdas me ha pasado? - mascullé mientras me auto inspeccionaba.
No parecía estar herido, pero no recordaba más allá del manco y el dinero... Joder, el robo. No sabía que me había pasado, pero me temía lo peor. Quizás me hubiesen drogado y robado, pero algo dentro de mí decía que no podía ser posible, además ¿qué hacía dentro de un agujero enorme? Se notaba que no llevaría más de un día hecho, incluso se parecía mucho a los que yo hacía cuando no tenía donde dormir, pero muchísimo más grande. Todo eso era horrible, aunque lo peor era que mi espada no se encontraba por ningún lado. Sin ella sí que me encontraba desnudo y encima no tenía tabaco para mitigar mi ansia. Decidí sentarme en el suelo e intentar recordar todo lo posible de las partes que no eran confusas en mi mente.
-¡Joder! Espero no llegar tarde - pensé cuando recordé el punto de encuentro. Sólo esperaba que aquel ser manco no me la hubiese jugado, porque si no lo perseguiría hasta que lo encontrase para arrancarle el brazo que le quedaba. Sería mi nuevo objetivo en la vida.
Salí al exterior sorprendido por ver donde estaba y el chaos que había a mi alrededor. Parecía como si algo enorme lo hubiese arrasado todo. Decidí que no me quedaría para ver volver al ser que hubiese hecho eso, asique andé como Dios me trajo al mundo de vuelta para buscar la colina y quizás algunas respuestas. Andé todo lo deprisa que mis pues descalzos me permitían, hasta que llegó un momento en el que no aguanté más y pasé a mi forma híbrida para poder correr más deprisa a cuatro patas y mitigando así el dolor de mis blandos pies de humano.
El trayecto pasó sin complicaciones amparado por el abrigo de la noche hasta que llegó el día y volví a mi forma humana. Sabía que desnudo llamaría la atención, pero seguro que menos que transformado. No sabía cuanto tiempo llevaba desaparecido puesto que a raíz de lo del banco todo era un batiburrillo. Ya podía divisar la colina, pero no podía llegar completamente desnudo, asique con unas ramas y unas hojas que encontré por ahí improvisé un taparrabo bastante incómodo. Me picaban lugares que nunca antes me habían picado, pero mejor eso que ir con todo al aire.
Subía la colina arrascándome por todos lados bastante irritado mientras pensaba en la ganas que tenía que fumar. Esperaba que fuese el sitio correcto, porque estaba apunto de perder los nervios.
Tras un rato de travesía llegué a una zona donde imperaba ese olor. Era una gran extensión de campo, la cual estaba llena de unos animales algo más grande que los "bichitos" que había estado aplastando y con mejor aspecto, también había una especie de nave industrial, pero ahora quería probar a aquellos animalejos antes de curiosear más.
Había dejado atrás el griterío y las edificaciones para encontrarme disfrutando mientras correteaba tras aquellos animalillos. Estaban riquísimos. Cuando los metía en mi boca y los masticaba parecía que estaba comiendo uno de esos chicles rellenos. Se producía una explosión de liquidillo llenando parte de mi boca. Me hubiese quedado plácidamente comiendo aquellas "bombitas" de sabor, pero un griterío volvió a molestarme.
De la gran edificación habían salido un grupo bastante numeroso de aquellos "bichitos" otra vez, aunque esta vez iban vestidos de otra manera. Unos largos mandiles blancos cubrían sus torsos y piernas, mientras que uno gorritos del mismo color cubrían sus cabezas al igual que sus bocas con unas mascarillas, aunque había cinco de ellos que vestían de otra forma. Eran de esos que producían aquel horroroso ruido al que acompañaba un picor en mi grueso pelaje. No sentía daño y por lo tanto me darían igual, pero el ruido que hacían sí que me era molesto. Encaré al grupo poniéndome a cuatro patas de nuevo mientras cargaba toda mi fuerza en las patas traseras para conseguir un gran impulso y caer entre todos ellos.
Conseguí caer encima de algunos cuantos mientras los demás se esparcieron como moscas. Comencé a encargarme de los más molestos aplastándolos o estrellándolos ya fuese contra el suelo o contra las paredes nave, incluso uno de ellos había salido despedido contra el portón de la nave abriéndola de par en par. Entonces fue cuando un olor más fuerte y suculento inundó mi hocico consiguiendo que me olvidara de los "bichitos" que corrían despavoridamente. Introduje la cabeza por el portón deleitándome con dicho aroma e intenté introducirme para terminar de saciar mi hambre. No cabía por dicha puerta, asique intenté entrar por otro lado. Sentía que podría tirar a abajo aquella edificación, pero no quería echar a perder la fuente del olor, asique saqué la cabeza me estiré cuan alto era y me dispuse a crear una entrada para mi tamaño.
Introduje mis garras en la parte del tejado mientras flexionaba las patas traseras para coger impulso y usar toda la fuerza en sintonía de mi cuerpo para levantar el tejado de chapa como si de una lata de atún se tratase. Un gruñido de satisfacción salió despedido de mi garganta al oler tan suculento lugar.
En su interior se podía ver alguno de aquellos bichitos correteando despavoridos mientras que varios de los mismos que me había comido estaban enjaulados en largas filas, pero eso no era lo que olía tan bien. El olfato me decía que ese olor venía de una enorme cubeta, la cual estaba conectada a una especie de cinta que transportaba unas pequeñas porciones de lo que había en dicha cubeta. No dudé un instante y alargué mis grandes brazos hacia la cubeta y la arranqué de cuajo de donde estaba consiguiendo sacarla. Estaba dispuesto a partirla y comérmela entera, pero un montón de ruido comenzó a sonar en mi retaguardia acompañado de una mayor sensación de picazón.
Al girarme cubeta en mano pude ver que un nuevo grupo de "bichitos" se habían reunido. Estaban distribuidos en tres grupitos de unos seis o siete e iban acompañado de una especie de carros en los cuales había uno de los bichos subido en cada uno de ellos usando algo que producía el doble de ruido que todos los anteriores. Esos picotazos eran mucho más molestos, me provocaban una sensación de quemazón que consiguió arrancarme un gruñido furioso. En el grupo del medio había uno de ellos que parecía el que mandaba a los demás a atacarme y dejé que toda mi rabia fluyese contra aquel ser que no me dejaba comer tranquilo. Lancé la cubeta contra el tipo con la intención de quedarlo aplastado, pero erré el tiro y la cubeta impactó contra el vehículo que había a sus espaldas reventándolo y dejando allí clavada la cubeta mientras dejaba de clavarme sus molestos aguijones. Me di cuenta que con aplastarlos paraban, asique me lancé contra la más próxima aplastando y lanzando por los aires a esos bichitos que vestían gorritas blancas ahora y agarrando con una de mis garras el vehículo se lo lancé al otro que quedaba en pie donde se estaban reagrupando los que quedaban en pie.
El que parecía que estaba al mando los organizaba detrás de él manteniéndolos en grupo. Yo mientras observaba como el vehículo que había lanzado formaba una parábola perfecta hacia los que estaban reagrupándose. Ya creía que estaba todo terminado cuando de repente el tipo que parecía mandar salió despedido hacia delante desenvainando una especie de espada que emitía un extraño brillo consiguiendo partir lo que había lanzado y así desvió el proyectil salvando a sus pequeños amiguitos, pero la cosa no quedó ahí, si no que siguió su avance decidido hacia mí subiendo por una de mis patas traseras en dirección a mi rostro. Intenté sacudírmelo de encima dándome manotazos por donde avanzaba sin conseguir nada. El tipo era bastante escurridizo y seguí subiendo hasta que casi lo alcanzo cuando iba por el pecho consiguiendo que parase de avanzar hacia mi rostro, pero el muy maldito se marchó recorriendo su brillante arma a la altura del pectoral derecho consiguiendo atravesar mi duro pellejo haciendo así que brotase algo de sangre al igual que un gruñido de sorpresa. Había conseguido herirme y ahora merecía la muerte.
El tipo al caer se alejó manteniendo distancia a la par que sus acompañantes lo jaleaban mientras usaban sus "aguijones" contra mí. No me producían daño alguno, pero eran lo suficientemente molestos como para que me olvidase de ellos. Comenzamos a correr al unísono tanto el cabecilla como yo hasta que llegamos cerca del uno al otro. El se lanzaba de nuevo con su resplandeciente arma mientras que yo esperé a estar cerca dando un salto pasando por encima de él y así poder lanzarme contra los ruidosos. Caí encima del vehículo que era el que más ruido hacía y aplasté a todo el que estaba cerca. Ya sólo quedaban dos de todos ellos y estaba apunto achucharlo como a una simple mosca cuando noté un dolor al lado del cuello, pero algo más a la izquierda. Por puro instinto rodé sobre mí mismo intentando quitarme aquella molestia, pero sólo conseguí que lo que fuese que estuviese ahí clavado lo introdujese más consiguiendo así que produjese el primer gruñido de dolor. Fue largo, rabioso y lastimero, pero rápidamente me levanté dispuesto a comerme a aquel ser tan despreciable que no me dejaba en paz y entonces me di cuenta que no lo veía por ningún lado. Temí que hubiese huido, pero entonces me percaté de un pequeño movimiento que provenía del suelo. Agaché todo mi cuerpo para poner la cabeza a la altura del suelo para ver mejor que era. Sin ninguna duda era el tipo de la brillante espada y estaba incrustado en el suelo. Al parecer mi gran peso había hecho la gran parte del trabajo, aunque el tipo aún se movía un poco. Demostraba tener una gran fuerza, pero me daba igual. Clavé una de mis garras en el suelo atravesando su cuerpecito para poder levantarlo ensartado en mis uñas y lanzarlo contra la gran nave que había dejado atrás. El ruido de sus huesecitos quebrándose fue reparador y así pude ponerme a quitarme el maldito pincho que aquel tipo había usado, que me costó bastante por cierto, y por fin pude recobrar la cubeta que seguía incrustada en uno de aquellos vehículos ruidosos pudiendo así marcharme a comer. Durante toda la movida había comenzado a oscurecerse el día
Vagué hasta adentrarme en las profundidades de los bosques. La noche me acompaño todo el trayecto y mi olfato me guio. Andé y andé hasta que casi estaba amaneciendo y por fin encontré un lugar lo bastante bueno para mi. Exprimí cada gota de carne que quedaba en la cubeta que había llevado conmigo y me dispuse a formarme un sitio para descansar.
Me levanté sumido por el anochecer. Un dolor horrible recorría mi cuerpo, de pies a cabeza. No recordaba haber bebido tanto como para perder el control. Comencé a estirar mis brazos y piernas para desentumecerme de tan largo y extraño sueño. Tenía el estómago revuelto y mi melena azulada llena de tierra, además que mierdas hacía desnudo. - ¿Qué mierdas me ha pasado? - mascullé mientras me auto inspeccionaba.
No parecía estar herido, pero no recordaba más allá del manco y el dinero... Joder, el robo. No sabía que me había pasado, pero me temía lo peor. Quizás me hubiesen drogado y robado, pero algo dentro de mí decía que no podía ser posible, además ¿qué hacía dentro de un agujero enorme? Se notaba que no llevaría más de un día hecho, incluso se parecía mucho a los que yo hacía cuando no tenía donde dormir, pero muchísimo más grande. Todo eso era horrible, aunque lo peor era que mi espada no se encontraba por ningún lado. Sin ella sí que me encontraba desnudo y encima no tenía tabaco para mitigar mi ansia. Decidí sentarme en el suelo e intentar recordar todo lo posible de las partes que no eran confusas en mi mente.
-¡Joder! Espero no llegar tarde - pensé cuando recordé el punto de encuentro. Sólo esperaba que aquel ser manco no me la hubiese jugado, porque si no lo perseguiría hasta que lo encontrase para arrancarle el brazo que le quedaba. Sería mi nuevo objetivo en la vida.
Salí al exterior sorprendido por ver donde estaba y el chaos que había a mi alrededor. Parecía como si algo enorme lo hubiese arrasado todo. Decidí que no me quedaría para ver volver al ser que hubiese hecho eso, asique andé como Dios me trajo al mundo de vuelta para buscar la colina y quizás algunas respuestas. Andé todo lo deprisa que mis pues descalzos me permitían, hasta que llegó un momento en el que no aguanté más y pasé a mi forma híbrida para poder correr más deprisa a cuatro patas y mitigando así el dolor de mis blandos pies de humano.
El trayecto pasó sin complicaciones amparado por el abrigo de la noche hasta que llegó el día y volví a mi forma humana. Sabía que desnudo llamaría la atención, pero seguro que menos que transformado. No sabía cuanto tiempo llevaba desaparecido puesto que a raíz de lo del banco todo era un batiburrillo. Ya podía divisar la colina, pero no podía llegar completamente desnudo, asique con unas ramas y unas hojas que encontré por ahí improvisé un taparrabo bastante incómodo. Me picaban lugares que nunca antes me habían picado, pero mejor eso que ir con todo al aire.
Subía la colina arrascándome por todos lados bastante irritado mientras pensaba en la ganas que tenía que fumar. Esperaba que fuese el sitio correcto, porque estaba apunto de perder los nervios.
Peste blanca
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Peste caminaba cojeando debajo de aquella manta polvorienta y vieja, ocultando debajo de esta su apariencia y los sacos de dinero. La gente que pasaba por el lado suyo le miraba extrañados, pero Peste se ponía a toser y la mayoría se apartaba de él. Pues nadie en esa ciudad asquerosa de pijos se acercaría a ayudar a una pobre anciana moribunda. Lo cual era genial para pasar desapercibido por la ciudad, la cual había aumentado considerablemente el número de marines y soldados después del atraco. De vez en cuando escuchaba hablar a las gentes de un monstruo gigante que había atacado la fábrica de carne ¿Habría sido Zack? El gyojin esperaba que no hubiera acabado preso o muerto. No le gustaba trabajar en balde, esperaba que al menos después de esto tuviera un buen aliado para el futuro.
Mientras caminaba a su rumbo unos niños empezaron a tirarle piedras y a darle patadas mientras salían corriendo a esconderse. Peste quería salir corriendo y desollar a todos esos malditos malcriados. Pero de repente una voz adulta, seguramente de un marine, disperso a los niñatos que molestaban. Peste se quedó esperando a que el marine pasara de él, pero el muy buen samaritano tubo que ayudar a esa pobrecita anciana. Maldita sea.
-Señora, ¿se encuentra usted bien? Los niños han sido muy maleducados con usted.- dijo mientras le ponía la mano en la espalda. Peste se quedó callado y paralizado, mientras ocultaba su rostro bajo la manta y evitaba la mirada del marine.- Le puedo acompañar hasta su casa. Por si necesita protección de esos vándalos.- Peste negó con la cabeza, pero aquel gesto parecía más un tembleque típico de vieja. El marine le dio unos golpecitos en la espalda para que andará y Peste señalo un callejón.- ¿Por allí esta su casa? Vale, yo le acompaño.- el marine empezó a contar sus batallitas y aventuras cuando estaba de servicio, poniéndole cada vez más de los nervios a Peste.
Al entrar casi a la mitad del callejón, Peste se puso en pie mostrando su rostro. El marine se quedó sorprendido, pero antes de que pudiera decir nada, Peste le corto el cuello con uno de sus cuchillos arrojadizos. El marine intentó gritar o emitir algún ruido, pero con las cuerdas bocales destrozadas dudo que pudiera conseguirlo. Peste limpió con la manta polvorienta el cuchillo cuando de repente escuchó como algo salía corriendo del callejón. El gyojin por instinto lanzó el cuchillo que tenía en la mano, clavándoselo en la pierna a un niño que estaba al final del callejón. El crio empezó a gritar de dolor y Peste maldijo por no poder llegar a donde estaba para callarlo.
Cogió rápidamente el botín y se ocultó con la manta de nuevo, después salió despavorido del lugar. El gyojin corría con una cogerá muy extraña para pasar desapercibido, pero aquel maldito crio describió su tapadera. A los pocos segundos los marines estaban rodeándole y Peste acabó saltando a un rio que pasaba por detrás del pueblo. Recibió un par de balazos en el trasero, pero una vez se introdujo en el agua salió disparado como un torpedo.
Al cabo de unos minutos y comprobar que no había nadie alrededor, salió del agua con la manta pegada alrededor del cuerpo y con una mancha roja en la parte de atrás. Peste camino cojeando hasta el punto de encuentro y uno vez allí se desplomo debajo de un árbol oculto por unos arbustos. Ahora solo tenía que esperar a que llegara su compañero.
Para aligerar la espera intentó sacarse las balas con sus cuchillas y después cerrar las heridas con sus poderes acuáticos. Aquello le resulto más difícil de lo que creía a simple vista, pero al menos consiguió sacar todos los fragmentos de su cuerpo. Al cabo de un rato, la manta ensangrentada se había secado al ponerla tendida al sol. Peste abrió los dos sacos y comprobó que estaba todo correcto, pero se sorprendió por encontrar una cajetilla de tabaco entre las pertenecías de Zack. No recodaba haberlas metido allí, sería cosa del tuerto. De repente unos pasos hicieron ponerle en alerta. Se asomó con cuidado por encima de los arbustos y encontró al joven peli azul semidesnudo en medio del camino. Peste le hizo unos gestos con la mano para llamar su atención y que se acercara dónde estaba él.
Mientras caminaba a su rumbo unos niños empezaron a tirarle piedras y a darle patadas mientras salían corriendo a esconderse. Peste quería salir corriendo y desollar a todos esos malditos malcriados. Pero de repente una voz adulta, seguramente de un marine, disperso a los niñatos que molestaban. Peste se quedó esperando a que el marine pasara de él, pero el muy buen samaritano tubo que ayudar a esa pobrecita anciana. Maldita sea.
-Señora, ¿se encuentra usted bien? Los niños han sido muy maleducados con usted.- dijo mientras le ponía la mano en la espalda. Peste se quedó callado y paralizado, mientras ocultaba su rostro bajo la manta y evitaba la mirada del marine.- Le puedo acompañar hasta su casa. Por si necesita protección de esos vándalos.- Peste negó con la cabeza, pero aquel gesto parecía más un tembleque típico de vieja. El marine le dio unos golpecitos en la espalda para que andará y Peste señalo un callejón.- ¿Por allí esta su casa? Vale, yo le acompaño.- el marine empezó a contar sus batallitas y aventuras cuando estaba de servicio, poniéndole cada vez más de los nervios a Peste.
Al entrar casi a la mitad del callejón, Peste se puso en pie mostrando su rostro. El marine se quedó sorprendido, pero antes de que pudiera decir nada, Peste le corto el cuello con uno de sus cuchillos arrojadizos. El marine intentó gritar o emitir algún ruido, pero con las cuerdas bocales destrozadas dudo que pudiera conseguirlo. Peste limpió con la manta polvorienta el cuchillo cuando de repente escuchó como algo salía corriendo del callejón. El gyojin por instinto lanzó el cuchillo que tenía en la mano, clavándoselo en la pierna a un niño que estaba al final del callejón. El crio empezó a gritar de dolor y Peste maldijo por no poder llegar a donde estaba para callarlo.
Cogió rápidamente el botín y se ocultó con la manta de nuevo, después salió despavorido del lugar. El gyojin corría con una cogerá muy extraña para pasar desapercibido, pero aquel maldito crio describió su tapadera. A los pocos segundos los marines estaban rodeándole y Peste acabó saltando a un rio que pasaba por detrás del pueblo. Recibió un par de balazos en el trasero, pero una vez se introdujo en el agua salió disparado como un torpedo.
Al cabo de unos minutos y comprobar que no había nadie alrededor, salió del agua con la manta pegada alrededor del cuerpo y con una mancha roja en la parte de atrás. Peste camino cojeando hasta el punto de encuentro y uno vez allí se desplomo debajo de un árbol oculto por unos arbustos. Ahora solo tenía que esperar a que llegara su compañero.
Para aligerar la espera intentó sacarse las balas con sus cuchillas y después cerrar las heridas con sus poderes acuáticos. Aquello le resulto más difícil de lo que creía a simple vista, pero al menos consiguió sacar todos los fragmentos de su cuerpo. Al cabo de un rato, la manta ensangrentada se había secado al ponerla tendida al sol. Peste abrió los dos sacos y comprobó que estaba todo correcto, pero se sorprendió por encontrar una cajetilla de tabaco entre las pertenecías de Zack. No recodaba haberlas metido allí, sería cosa del tuerto. De repente unos pasos hicieron ponerle en alerta. Se asomó con cuidado por encima de los arbustos y encontró al joven peli azul semidesnudo en medio del camino. Peste le hizo unos gestos con la mano para llamar su atención y que se acercara dónde estaba él.
Zack Suky
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Terminé de subir la cuesta cansado e irritado. Lo de la irritación podía comprenderlo dado al calzoncillo improvisado que me había creado, pero lo del cansancio no tanto. Llevaba ya rato que había parado de correr e iba andando, asique no comprendía el sumo cansancio que arrastraba. Y eso que notaba que había dormido demasiadas horas, o por lo menos así me notaba la cabeza, aunque lo peor eran los terribles ardores que llevaban acompañándome todo el rato. A cada rato un eructo acompañado de un tropezón amenazaba con aflorar en mi boca, pero por fin llegué a la cima del punto de control dándome algo más de ánimos recuperando así algo de fuerzas.
Me quedé allí un rato intentando poner mis pensamientos en orden, pero por mucho que lo intentaba no podía. Era una sensación basta extraña, era como intentar coger aceite con un colador. Los recuerdos se retenían una milésima de segundo para escurrirse inmediatamente. Allí hubiese seguido sumido en aquel intento vano, si no fuera porque por el rabillo del ojo pude ver a alguien moviendo un brazo de un lado a otro.
De hecho quien me llamaba sólo tenía ese brazo. Nunca pensé que me alegraría tanto de ver a aquel ser. Había una parte de mi mente que no paraba de pensar que me habían quedado tirado sin dinero e incluso sin ropa, pero parecía que me había equivocado con el manco. Estaba cumpliendo su promesa, aunque al acercarme no pude evitar ver que sólo estaba él. ¿Dónde estarían los otros dos?¿Los habrá matado?. En el fondo me daba igual si conmigo repartía a medias, pero antes de preguntarle nada pude ver aliviado mis posesiones
Mi alma gritó de júbilo al observar mi preciada espada, pero más lo hizo el mono cuando vi el tabaco. Me apresuré a coger la cajetilla e inundar mis pulmones con aquel néctar mortal sacando el mechero del interior de la cajetilla mientras observaba más detenidamente las sacas. Al parecer al final habían conseguido salir de allí con el dinero a pesar de que yo e terminado sin ropa, y sólo esperaba que una de ellas fuese mía. Que sentido si no tendría que el manco hubiese vuelto, asique me dispuse a preguntarle los detalles de lo que había sucedido.
Me asombré al enterarme de lo que conseguían las píldoras que el manco me había entregado y decidí guardarlas para ocasiones especiales, ya que según él fui la clave para el golpe. No entendía muy bien como había sido eso, ya que no recordaba casi nada de lo sucedido, pero no pensaba rechazar ni mi parte del botín, ni aquella bolsa de esas misteriosas pastillas rojas. Debería estudiarlas más a fondo, pero sería en otro momento.
Cogí una manta llena de sangre que había por allí tendida e improvisé un nuevo atuendo algo menos molesto. Cierto era que olía peor, pero por lo menos no picaba en zonas donde no quería sentir nada extraño. Tras "vestirme" recogí mi espada colocándola en mi espalda mientras guardaba la bolsita entre los pliegues de la manta, para terminar cogiendo una de las sacas y echármelas al hombro. Tocaba la hora de despedirme de mi compañero de golpe, pero con la promesa de unir fuerzas en un futuro.
El manco tenía unos métodos un tanto peculiares y extravagantes, pero los resultados estaban siendo fructíferos. Con mi nuevo dinero ya podía comenzar el proyecto que tenía en mente, aunque también sabía que no me duraría para siempre y entonces sería cuando volvería a ver al manco. Siempre y cuando el destino no decidiese cruzarnos antes, pero eso ya se trataba de un futuro incierto. Quizás me moría antes de un coma etílico, nunca se sabía. Además ahora me tocaba pensar como sacar el dinero del lugar sin ser descubierto, seguramente estuviesen buscando a los causantes del robo y de la destrucción, siempre podía hacer un gran hoyo y enterrarlo para volver a por él después, aunque esa ya es otra historia que no me paro a contar.
Me quedé allí un rato intentando poner mis pensamientos en orden, pero por mucho que lo intentaba no podía. Era una sensación basta extraña, era como intentar coger aceite con un colador. Los recuerdos se retenían una milésima de segundo para escurrirse inmediatamente. Allí hubiese seguido sumido en aquel intento vano, si no fuera porque por el rabillo del ojo pude ver a alguien moviendo un brazo de un lado a otro.
De hecho quien me llamaba sólo tenía ese brazo. Nunca pensé que me alegraría tanto de ver a aquel ser. Había una parte de mi mente que no paraba de pensar que me habían quedado tirado sin dinero e incluso sin ropa, pero parecía que me había equivocado con el manco. Estaba cumpliendo su promesa, aunque al acercarme no pude evitar ver que sólo estaba él. ¿Dónde estarían los otros dos?¿Los habrá matado?. En el fondo me daba igual si conmigo repartía a medias, pero antes de preguntarle nada pude ver aliviado mis posesiones
Mi alma gritó de júbilo al observar mi preciada espada, pero más lo hizo el mono cuando vi el tabaco. Me apresuré a coger la cajetilla e inundar mis pulmones con aquel néctar mortal sacando el mechero del interior de la cajetilla mientras observaba más detenidamente las sacas. Al parecer al final habían conseguido salir de allí con el dinero a pesar de que yo e terminado sin ropa, y sólo esperaba que una de ellas fuese mía. Que sentido si no tendría que el manco hubiese vuelto, asique me dispuse a preguntarle los detalles de lo que había sucedido.
Me asombré al enterarme de lo que conseguían las píldoras que el manco me había entregado y decidí guardarlas para ocasiones especiales, ya que según él fui la clave para el golpe. No entendía muy bien como había sido eso, ya que no recordaba casi nada de lo sucedido, pero no pensaba rechazar ni mi parte del botín, ni aquella bolsa de esas misteriosas pastillas rojas. Debería estudiarlas más a fondo, pero sería en otro momento.
Cogí una manta llena de sangre que había por allí tendida e improvisé un nuevo atuendo algo menos molesto. Cierto era que olía peor, pero por lo menos no picaba en zonas donde no quería sentir nada extraño. Tras "vestirme" recogí mi espada colocándola en mi espalda mientras guardaba la bolsita entre los pliegues de la manta, para terminar cogiendo una de las sacas y echármelas al hombro. Tocaba la hora de despedirme de mi compañero de golpe, pero con la promesa de unir fuerzas en un futuro.
El manco tenía unos métodos un tanto peculiares y extravagantes, pero los resultados estaban siendo fructíferos. Con mi nuevo dinero ya podía comenzar el proyecto que tenía en mente, aunque también sabía que no me duraría para siempre y entonces sería cuando volvería a ver al manco. Siempre y cuando el destino no decidiese cruzarnos antes, pero eso ya se trataba de un futuro incierto. Quizás me moría antes de un coma etílico, nunca se sabía. Además ahora me tocaba pensar como sacar el dinero del lugar sin ser descubierto, seguramente estuviesen buscando a los causantes del robo y de la destrucción, siempre podía hacer un gran hoyo y enterrarlo para volver a por él después, aunque esa ya es otra historia que no me paro a contar.
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