Las Palabras Son La Paz. [Pasado-Privado] [Madara-Zack]

Aquel hombre podía estar eliminando poderosos enemigos, y haciéndose de oro, pero no parecía ser así. El moreno se hallaba tumbado en un bote de madera, el cual le estaba acercando a aquella isla. Los ojos del dragón estaban totalmente cerrados, y eso era debido a que el muy cabrón estaba dormido. Los ronquidos que daba el devastador eran enormes, de hecho resultarían incómodos para la mayoría de las personas. Él era de esa forma, y si no se lo había comido un rey marino, había sido por pura chiripa. El Sol brillaba en lo más alto del cielo. Serían las cinco de la tarde. El objeto golpeó contra el muelle, y por ello el tío que estaba allí tumbado tan ricamente, dejó de roncar. El pequeño impacto hizo que la bella durmiente despertase tan ricamente, como si con él no fuese la cosa.

Los ojos de Madara se abrieron de forma perezosa, mostrando aquellas rojizas pupilas que poseía. Se estiró un poco, y acto seguido soltó un enorme bostezo. No llevaba la camiseta puesta, dejando ver un cuerpo musculoso y curtido. Tan sólo vestía con un pantalón corto rojo, y unas sandalias. El cabrón parecía estar en pijama. La cosa es que, no recordaba la forma en la que había llegado a aquel sitio. A lo mejor se había dado una buena borrachera, y por ello no tenía ni jodida idea de lo pasado. Lo que si vio, fue su guadaña. El espadón no parecía estar, pero imaginó que lo dejaría en Galuna. El pobre shichibukai terminó de desesperezarse del todo, y después de unos momentos se relamió. La verdad es que tenía un poco de hambre, y eso no solía ser problema habitualmente. Esta vez no tenía dinero encima, por lo que podía ser una desventaja.

Al principio la isla no le sonaba de nada, pero después la reconoció. Ese jodido antro de nobles no estaba hecho para él. Sin duda estaba impresionado de haber terminado en el mar más débil de todos, y encima en aquellas pintas. El poderoso shichibukai no se merecía aquello, aunque pensándolo bien, a lo mejor sí. Lo primero que hizo fue coger su arma, y de una patada volcar el bote en el que había ido hacia aquel sitio. Miró un poco a su alrededor mientras caminaba por el muelle, y después de unos momentos observó una extraña curiosidad. Frente a sus ojos había un pequeño perro, pero parecía tener múltiples heridas de arma blanca, y estaba muerto. El devastador frunció un poco el ceño. No podía creer lo que le habían hecho al pobre ser. Soltó un suspiro, y después notó como algunos pescadores le miraban con disimulo.

El tiempo acompañaba al paseo y por lo tanto la zona de los muelles estaba repleta de vida. No era solamente el trajín de personas para arriba y abajo inmersas en sus quehaceres, si no la propia vida de estos lugares. La brisa siempre tenía un sabor especial cargado de salitre y el graznar de los pájaros te acompañaba a cada paso siempre aguardando a poder robar alguna pieza de cualquier pescador distraído, aunque a mí todo eso me daba igual ya que me hallaba inmerso en mis propias cosas rompiendo ese estado de fluidez natural. Avanzaba corriendo con un gran pescado en las manos mientras echaba miradas furtivas hacia atrás prestando más atención hacia ese flanco. Llevaba mi usual gabardina oscura, pero sin usar la capucha dejando así al aire mi gran melena azulada al viento, haciendo así resaltar mis iris color rubí que se acentuaban aún más por los dos tatuajes de mi rodtro del mismo color, mientras que en la parte inferior llevaba unos vaqueros algo raídos por las rodillas, aunque eso sí. Mi nodachí colgaba en mi espalda siempre en su sitio.

Es cierto que yo andaba en mi mundo, pero en cierto modo había una única similitud existente entre esos detalles y mi momento actual, era que me sentía como cualquier vulgar gaviota. La noche anterior había quemado los pocos berries que me quedaban en alcohol aguado que sólo me levantó dolor de cabeza con una diarrea de propina. Aunque no acababa ahí mi suerte, puesto que como bien e dicho estaba "pelao". En mis bolsillos podían criarse telarañas y no podía comprar nada de comida, asique no me quedó otra opción que conseguirla a mi manera.

En otra punta del puerto había conseguido afanar una buena pieza de pescado de una señora distraída. Nada más tomar posesión de él había echado a correr dejándolos bastante atrás consiguiendo que se olvidasen de mí, pero aún así no me fiaba y miraba constantemente hacia atrás. Todo iba perfecto y una sonrisa fugaz recorría mi rostro de manera triunfal porque ya casi notaba mi estómago lleno, hasta que todo se trastocó. En un instante como iba tan distraído me choqué de repente contra algo realmente duro, parecía que había chocado contra un muro, pero no tenía tiempo de fijarme que era lo que acababa de conseguir que cayese de culo contra el suelo porque sólo tenía ojos para el pescado que se había resbalado de mi manos haciendo una parábola impresionante por el aire.

-Mierda, mierda, mierda. Mi comida... - mascullé maldiciendo mi suerte.

El shichibukai observaba el perro muerto con rabia. No podía tolerar el maltrato animal de aquella forma, y por ello escupió a un lado. Se notaba un poco mosqueado, y eso era debido al asesinato del pobre cánido. Su objetivo sería encontrar al culpable y hacerlo pedazos. Lo malo es que a lo mejor ni estaba en la isla. También había podido ser un puto noble haciéndose el gracioso, pero eso no iba a impedirle reventarlo a puñetazos de la peor forma posible. El moreno se cruzó de brazos, suspirando y esperando a ver qué pasaba por allí. No parecía haber nada interesante en el puerto, y eso le hizo rascarse un momento la cabeza. Su enorme mata de pelo no le estorbaba en absoluto, pero sospechaba que era la causante de todos sus picores. Sabía que no tenía piojos ni nada por el estilo, pero de todas formas el picor en la cabeza le acompañaba mucho últimamente.

De repente notó un pequeño golpe en su hombro izquierdo, y eso le hizo tambalearse un poco, pero sin llegar a caerse. Entonces quedó un poco confuso. Pensó que a lo mejor un vehículo había chocado contra su cuerpo. El devastador miró a su lado, y pudo ver a un chico de cabellos azulados pinchudos, y ojos rojos. Además, parecía estar jugando con un pez. El moreno no entendía nada de nada, y simplemente se quedó mirándolo de forma calmada. A lo mejor ese tipo conocía al asesino del perro, y podía interrogarle de forma pacífica. Por otro lado, pensó en que a los mejor, ya se conocían y todo, pues él era un miembro del Ouka. Todo eran ventajas en aquel precioso puesto que tenía el mercenario en sus manos. No quería desprenderse de él de ninguna forma, fuese cual fuese. Era su bonito premio por todo lo liado en la batalla contra los malditos Gyojines.

Se fijó en el chico, permaneciendo callado en todo momento. Entonces pudo ver por el fondo a unos guardias del puerto, al menos eso parecían. Vestían con armaduras, yelmos, y en sus manos llevaban lanzas. Aquello hizo que el dragón negro alzase una ceja y volviese a mirar al chico. Esperaba que no fuese un criminal ni nada por el estilo. – Oe ¿no habrás hecho nada raro, no? Esos tíos no tienen buena pinta. – Dijo en un tono tranquilo mientras observaba al chico. Entonces pisó con fuerza el suelo, haciendo que parte del muelle se echase abajo. La zona quedó separada en dos, por donde venían los guardias, y donde estaban ellos dos junto al resto de personas. Así hizo que los dos tipos no pudiesen continuar con el paseo.

Noté como en el último intento de coger el pez casi lo atrapo, pero el muy maldito era demasiado resbaladizo y terminó estrellándose contra el suelo.

-¡Joder! - mascullé maldiciendo mi suerte mientras mi estómago hacía lo mismo recordándome que estaba casi vacío.

Levanté la vista para fijarme con que me había chocado, y me quedé perplejo al ver a un tipo bastante alto como fornido. Lucía una mata de pelo aún más larga que la mía, pero negra como el carbón. Era sorprendente lo duro que estaba tío, creía que había chocado contra una farola u algo así, pero eso no fue lo que más me llamó la atención, si no que fue su arma. Portaba una enorme guadaña que poseía un aspecto sin igual, no tenía un aspecto cualquiera y se veía que estaba afilada al máximo. Mi fanatismo por las armas me impulsaba a abordar al pelinegro sobre su arma y si sabía algo de su confección, pero dado el aspecto de pocos amigos que tenía decidí guardarme todas mis preguntas y me levanté para disculparme puesto que comenzaba a incomodarme la manera en la que me miraba. ¿Su metal olerá diferente?

-Perdona, pero no me fijé por donde iba - dije echándome una mano al pelo arrascándome. Era una especie de tic nervioso que tenía, pero el tipo parecía no haberme escuchado ya que miraba a mis espaldas.

Me di la vuelta para ver que miraba, llevándome así una sorpresa no muy grata. Se acercaban dos guardias bien pertrechados mirando hacia todos lados. Seguramente me buscaban a mí por la mierda de pescado que ahora yacía en el suelo. Estaba apunto de echar a correr nada más vi sus lanzas, pero el pelinegro se giró hacia mi de nuevo formulándome una pregunta. No sabía muy bien que responder ya que sólo pensaba en huir de aquellos tipos, por no mencionar que el estómago volvió a rugir. Era en gran parte por el hambre, aunque parte de la culpa comenzaba a ser por los nervios, pero por suerte o desgracia el pelinegro me dio tiempo a pensar.

El tipo que portaba la guadaña dio un fuerte pisotón en el suelo consiguiendo partir el suelo como si tal cosa. Me parecía una proeza increíble, por no decir imposible si no fuese por el mundo en el que vivía, pero me quedó realmente impresionado. Además me acababa de librar de los guardias... De momento, ya que parecía seguir esperando mi respuesta.

-La verdad es que no sabría decirte si e hecho algo bueno o malo... - dije como respuesta mientras me echaba la mano a la cabeza resolviéndome el pelo. El pelinegro tenía algo que denostaba autoridad y no sabía muy bien porqué, pero sentía la necesidad excusarme ante él. - Pero iba a ser mi primera comida desde hace tiempo.

No parecía ser ningún guardia, ni ningún marine como para que me preocupase en ese aspecto, aunque por otro lado había sido demasiado directo. Aparte claro estaba de que aparentemente podría partirme como una ramita.

Los rojizos ojos del shichibukai se clavaron en los del chico de forma seria. Al menos se había disculpado, y eso le honraba. Madara escuchaba las quejas de los guardias hacia su persona y el joven. En ese momento el devastador los miró con su expresión más seria posible. El silencio reinó entonces en el lugar, ya fuese por su intimidante presencia o por que le reconocieron. Al parecer tenía toda la pinta de ser lo segundo. Uno de los caballeros más poderosos del gobierno mundial, por no decir el más intimidante de los siete. No tardó mucho en ignorar a los guardias y volver a mirar al chico. Lo que le dijera podía ser su encerrona o su libertad, todo dependía de lo que hubiese hecho. No iba a tolerar por ejemplo un asesinato gratis. Pasaron unos momentos, y el terrible devastador continuaba serio, esperando una respuesta de aquel chico de melena erizada.

Después de unos momentos confesó su crimen. El dragón miró el pescado con una expresión fría como el hielo, y después cambió la dirección de su mirada a la del chico. No pudo evitar fruncir el ceño, notándose las venas de su frente. Volvió a mirar a los guardias, y de repente alzó el puño. El cielo comenzó a nublarse de forma exagerada, y todo quedó muy oscuro. Era como si una tormenta se hubiese colocado sobre ellos. En ese momento comenzó a hablar en un tono bastante autoritario.

- Miles de criminales matando gente inocente. Hombre que roban bancos, y violadores que abusan de las mujeres. Sin embargo, vosotros perseguís a una persona que busca poder alimentarse. La gente como vosotros es… ¡Despreciable!

Dijo gritando con fuerza. La mayoría de los guardias empezó a temblar de puro terror debido a las crueles palabras del moreno. De repente uno de los tipos se dio la vuelta, empezando a caminar al interior de la isla, con la cabeza totalmente agachada. El resto pareció hacer lo mismo, como si sintiesen vergüenza por lo que acababa de pasar. Sólo un tipo con una insignia en el pecho se quedó, al parecer era el líder. Su gesto serio parecía plantarle cara al dragón, el cual le miró también de forma seria.

- Estás ayudando a un criminal, Shichibukai. Las consecuencias podrían ser muy duras para ti, si se entera el gobierno.

- Para mí, tú eres más criminal que él. Si el gobierno se entera de esto, te mandarían a tomar por saco. Pero si yo saliera perjudicado, creo que tu vida sería divertida de tomar, guardia-chan…

El tipo frunció el ceño al escuchar las palabras del devastador, pero entonces chasqueó la lengua y comenzó a caminar tras sus hombres. El moreno entonces miró al chico que había pretendido comer. Simplemente le dedicó una sonrisa amable y estiró su mano hacia él, esperando estrechársela.

Desde luego mi suerte estaba jugando de mala manera. Tras escuchar las palabras del moreno me quedé helado nuevamente. Dijo un discurso repleto de un honor que yo no comprendía aún, quizás fuese debido a mi personalidad caprichosa o que era un joven alocado, pero lo más desconcertante de todo fue escuchar el título que ostentaba aquel tipo con ojos como ascuas, Shichibukai. La sólo mención erizó hasta el último pelo de mi cabello dejándome mudo ante la escena que discurría ante mí. Menos mal que la recompensa que había sobre mi cabeza no sería lo suficientemente llamativa para que un tipo como él se molestara, o eso esperaba, pero me intrigaba bastante que hacía alguien de su rango en sitio como este. Quizás con suerte me enterase si no terminaba matándome ahora que los guardias se marchaban y el Sichibukai alargaba su brazo para ayudarme a incorporarme.

- Gracias por tu ayuda, mi nombre es Zack - dije mientras me ponía de pie. - Siento si esto puede traerte algún tipo de problema, no era mi intención ni mucho menos - seguí disculpándome. No quería mosquearlo ni mucho menos. Si era capaz de hacer crujir así el suelo... No quería ni imaginar que podría hacer con mi pobre cuerpecito. -Por cierto, me fascina tú arma. ¿La has fabricado tú? - pregunté algo nervioso sin saber muy bien de que hablar mientras sacaba un cigarrillo de uno los bolsillos de mi chaqueta. Ya no era sólo su rango, si no había algo en él bastante intimidante, pero no me perdonaría a mi mismo ni a mi alma de herrero saber algo más de un artilugio de tal calidad. Emanaba un poder propio, al igual que su propietario y así aunque se marchase por falta de interés al menos podría aprender algo. Algún día fabricaría armas de esa categoría.

El dragón observó cómo se iba aquel capullo por fin. Levantó al joven al que había ayudado, y le dedicó una amable sonrisa. La verdad es que viniendo de él era un poco rara a decir verdad, y por ello parecía un poco siniestra. Escuchó el nombre del chico, y no pudo evitar asentir con la cabeza. Acababa de ayudar a un desconocido en una isla que no era la suya, peor le daba lo mismo. Si alguien quería problemas con él, se buscaba la muerte. En ese aspecto, al moreno le daba lo mismo ejecutar sin piedad alguna. Partir a la gente en dos era muy divertido, y el que lo negase no tenía ni puta idea de cómo divertirse. Así pensaba las cosas el devastador del Ouka Shichibukai.

El chico hizo un comentario sobre el arma del moreno, y este la sacó entonces, mostrándola en todo su esplendor. Su preciosa guadaña resplandecía, y tenía marcas de sangre por la hoja. Cualquiera se ponía a limpiar a la cabrona, el dragón temía que le explotase una mano mientras lo hacía. El estómago del moreno soltó un tremendo rugido, lo que hizo que el mercenario sonriese de lado. Observó lo que hacía el joven con un cigarro, lo normal, fumar, y entonces sonrió de lado.

- Se llama Akaisame, uno de los tesoros Gen-kai. Este es el segundo más valioso que tengo, pues el primero está en mi base. Este tiene el poder de producir explosiones, que son más fuertes según la fuerza empleada.

Una vez dijo aquello, ocultó su arma con toda la naturalidad del mundo. La hoja de Kairouseki debía de estar en su base, o al menos por el bien del mundo debería estar allí. Madara no soportaba que le robasen, él podía darse el lujo, pero a él no. Empezó a mirar un poco en los alrededores, hasta que pudo ver un puesto de barbacoa. Una sonrisa siniestra se formó en su rostro, y empezó a caminar hacia el puesto.

- Vamos, chico, te invito.

El pelinegro se echó mano hacia la espalda y me mostró aquella maravillosidad de cerca. El estado del arma decía mucho de ella como de su dueño y estaba gritaba lucha. Aún había marcas de sangre decorando aquel magnífico filo, quizás otro se atemorizase ante aquella revelación, pero a mí sólo me demostraba el carácter que tenía. No dudaba de las palabras del Shichibukai cuando decía que era una de sus posesiones más preciadas, puesto que su mera presencia denostaba poder. Estuve apunto de pedirle al hombre que me dejase observarla más de cerca, pero cuando oí que decía que la hoja emitía explosiones me lo pensé dos veces, por no hablar de que parecía de esos que te cortarían un brazo sólo por mirarla demás de tiempo.

- Algún día seré capaz de forjar algo así - dije en un murmullo mientras observaba como el moreno envainaba de nuevo su arma. - ¿Conocerá al creador? - pensé con bastante curiosidad.

La verdad es que el moreno imponía aún cuando se estaba mostrando amable, ya que la sonrisa que mostró mientras señalaba un puesto de comida para invitarme a comer algo se alejaba mucho de ser una sonrisa amigable, pero aún así me parecía descortés a la par que sospechoso que dejase pasar algo de comer cuando precisamente me había metido en todo este lío por un estúpido pescado, y ahora me encontraba a punto de comer con alguien que cazaba piratas.

- Como decir que no - terminé contestando mientras disimulaba indiferencia con un encogimiento de hombros, pero la verdad es que ahora mismo tenía un pequeño nudo en el estómago.

Seguí al moreno hasta un puesto de comida a la brasa donde mi estómago se relajó con un profundo rugido al oler aquella barbacoa.

-Para mí una de esas - dije señalando un jugoso trozo de carne a medio hacer. Me gustaba la carne más bien cruda y con bien de salsa como comprobó el mercader cuando le cogí los botes para servirme.

- Al parecer eres alguien bastante conocido - dije retomando la conversación algo más relajado tras los dos primeros muerdos de aquella maravillosa comida. - Cualquier otro no se habría atrevido a desafiar a la guardia porque sí, y menos salir así de indemne tras el revuelo que has mostrado.

Más o menos a groso modo sabía a que se dedicaba, pero estaba demás saber que era exactamente que hacía y dudaba que muchos tuviesen la oportunidad de tratar con alguien tan poderoso de esta manera.

Madara se sentó frente al chico mientras observaba su pedido. Al parecer le gustaba la carne cruda. Cada cual tenía sus gustos y él sabía respetar aquello. Tomó la carta con cuidado y empezó a leerla de forma tranquila. Todo tenía demasiada buena pinta, pero no había chicas desnudas que ofrecieran nada, por lo que se desilusionó un poco. El dragón amaba la compañía femenina y eso no era un secreto. Escuchó las palabras del chico y entonces sonrió de lado. Pidió un enorme muslo de pollo atravesado por un hueso y bastante alioli. Cuando se lo pusieron, abrió la boca clavándole sus dientes. De un tirón despedazó la carne y comenzó a masticarla. El sabor era realmente delicioso y debía admitir que iba a visitar ese sitio muchas veces más. Decidió entonces volver a la conversación que tenía con el chaval.

- Es lógico, soy el Shichibukai más poderoso de los siete.

Se atrevió a decir de repente. Aunque Yazori pudiese estar a su nivel, se veía capaz de derrotarla empleando sus capacidades bélicas. Dañar la piel de Madara era toda una hazaña. Toda su vida se había dedicado a realizar misiones sin parar, y por ello su fortuna no conocía límites. Era curioso, pues casi no había entrenado mucho, salvo cuando decidió formar su haki armadura al máximo y lo consiguió. Tenía un dominio perfecto de él. Lo siguiente que hizo fue estirarse un poco mientras pedía que pusieran en medio de la mesa una bandeja con un poco de todo. El dueño se puso feliz, pues iba a llevarse una buena pasta ese día. Con más de mil millones, Madara consideraba aquello un chicle de cinco berries. Se estiró un poco y después comenzó a meter más pedazos de carne en la parrilla.

- Mi base está en Galuna, puedes ir para allá cuando quieras. Todo el mundo me teme fuera de ese sitio, allí la gente me conoce desde hace años y sabe que no suelo atacar sin motivo serio. Hay un club de alterne que es la hostia.

Maldito putero. Se sentía orgulloso de decir aquellas cosas, pero si estaba soltero era libre de hacer lo que le diese la gana. De hecho, rio un poco de forma calmada para después pedir que pusieran botellas de vinos y refrescos. Él pensaba tomarse una copa de tinto, pues se le había antojado un poco. El dragón sabía divertirse pese a su apariencia.

Me quedé sorprendido de toda la comida que el moreno comenzó a pedir. Yo me consideraba de buen comer, pero eso debía de tener otro nombre. Dudaba que un humano normal pudiese comer tanto sin explotar, aunque tras escuchar sus palabras comprendí que no estaba ante un tipo normal.

No dudé de que podría ser el Shichibukai más poderoso, la demostración anterior de fuerza me había quedado pasmado. Nunca antes había visto proeza así y menos con tan poco esfuerzo. Tras este encuentro decidí que averiguaría más de él, ya que lo había prejuzgado al oír la palabra Shichibukai, pero estaba demostrando un carácter bastante distinto del que había imaginado. Tenía pinta de ser un buen compañero de juerga.

-Normal que te teman si vas rompiendo el suelo que pisas - dije en tono de broma contagiado por el buen humor del moreno mientras me servía un poco de vino del que había pedido. Realmente me estaba sorprendiendo y comencé a relajarme un poco.

- Pues si ese local es tan bueno como dices iré a Galuna a visitarlo. Seguro que si doy el nombre del jefazo me tratan bien - contesté a su oferta. ¿Quién haría caso omiso a algo así? No había mejor ejercicio que un buen encuentro sexual.

- Asique de que sea capaz de montar mi taller y vender mi arte conseguiré dinero, así podré dejar de enredar y centrarme, entonces iré a visitarte. Sé que no podré crear algo del nivel de esa preciosidad que te acompaña, pero intentaré llevarte un regalo por tu ayuda.

Podría ser egoísta la mayoría de veces y ser engañoso cuando algo me interesaba, pero esta vez estaba hablando de verdad. Sentía que con aquel tipo podría pasar un buen rato cada vez nos viésemos, por no decir que lo admiraba un poco. Era alguien que parecía hacer lo que quería cuando quería y sin que nadie se lo negase, ya fuese porque le temían o por respeto, aunque lo mejor de todo es que parecía darle igual.

El dragón continuaba consumiendo carne tranquilamente. Adoraba el sabor de aquella preciosidad junto a los buenos licores. Las palabras de aquel tipo le hicieron sonreír de lado, pues si iba a ese local diciendo su nombre se iba a llevar descuentos realmente buenos. Debía conocer a las gemelas, esas preciosidades amantes del dinero fácil. Pero que se lo ganaban a la perfección con sus movimientos. Eso era algo que provocaba felicidad al moreno en todo momento, de modo que se quedó mirando al chico y le habló con un tono bastante pícaro, buscando aumentarle las ganas de ir hacia aquella isla.

- Si dices que vas de parte de Uchiha Madara, te atenderán dos gemelas rubias de ojos claros que flipas. Dos hembras amantes del sado y los tríos. Te harán un descuento del ochenta por ciento.

Dijo mientras ponía ojos de pervertido supremo. Al escuchar lo del taller sonrió de lado. A lo mejor él mismo se hacía cliente de aquel joven o hasta socio cuando necesitase algunas cosas de alguien con conocimientos de física como él. Bebió un largo trago de una botella de vino y después le miró con una sonrisa calmada. Se lo estaba pasando bastante bien en aquella isla pese a lo que ocurrió de primeras.

- Yo mismo puede que te compre cosillas, de todas formas… Si necesitas ayuda de alguien con conocimientos de física avanzados, te echaré una mano a cambio del veinte por ciento de la venta de dicha arma u objeto. Deberíamos estar en contacto nosotros dos.

Dijo pasándole un papel con su número de Den den mushi. Una vez hizo aquello se colocó en pie y se estiró un poco. La verdad es que le daba mucha pereza empezar a estar sentado y tenía que mover el culo cuanto antes. Era el momento de volver a hacer lo que tenía en mente desde hacía un par de semanas. Observó a aquella persona de nuevo.

- Creo que voy a ir largándome. Puedes quedarte con todo lo de la mesa ¿Tienes alguna pregunta antes de que parta?

No podía creer la suerte que estaba teniendo con aquel tipo. Los ojos se me abrieron al escuchar la pedazo de rebaja que tendría con aquellas gemelas que tanto prometían, sino que al oír que podría ayudarme con alguno de mis proyectos a cambio de una remuneración casi me sonrojo como una colegiala. Si era capaz de mantener relaciones comerciales con él sería todo un avance para mis proyectos, por no mencionar que si conseguía que se dejase ver con alguna de mis creaciones podría conseguir muy buena publicidad. Un tipo de su poder no portaría cualquier baratija, asique el día que le hiciese el presente no podía ser cualquier cosa. Debía ser algo a la altura de su poder por mucho que me costase dar con algo.

- No dudes que haré buen uso de esto - contesté guardándome el papel con el número de den den mushi del pelinegro, tenía que comprarme un cacharro de esos. - Al igual de que tendrás noticias mías. Me has caído de puta madre y pienso devolverte este favor, como el que me cobraré cuando vaya a Galuna a ver a tus amigas - dije sonriendo de oreja a oreja imaginando como serían las hermanas.

A cualquiera que le contase esto pensaría que estoy loco. Cualquier otro pirata en mi situación señalaría en el calendario el día que se cruzó con un Shichibukai y vivió para contarlo, pero yo debía ser masoca, ya que estaba deseando volver a encontrarme con él.

- Y que si tengo alguna pregunta... La verdad es que varias, pero ya me pararé a preguntarte de que vaya a visitarte. No quiero entretenerte más. Imagino que serás alguien bastante ocupado, asique dejemos esto en un hasta la próxima. Que a esa invitaré yo - terminé a modo de despedida viendo que el moreno se levantaba.

Yo no tenía nada que hacer y me daba pena que toda aquella comida se fuese a desperdiciar, asique si el tipo se marchaba, definitivamente me quedaría allí degustando todo aquello.

- Espero que disfrutes tu estancia en Galuna, chico. Ahora me despido, espero que te siente bien todo lo que te he dejado, colega.

El moreno le dedicó una sonrisa ladeada y después hizo que dos alas oscuras saliesen de su espalda, como si fuesen de un murciélago gigante. El mercenario entonces alzó el vuelo y empezó a volar con sus armas equipadas. La estancia en aquella isla era aburrida y tan solo servía para comer, pero al menos había conocido a un tipo interesante. Si algún marine le decía algo en su camino, le daría una colleja de las fuertes. Parecía estar siendo un buen día después de todo.

Tal y como había dicho el chico, el dragón tenía otros asuntos pendientes. En esos momentos iba a dirigirse hacia Galuna para equipar unas cosas y salir rumbo a la isla Palmera. Recordó que tenía que entrenar a la arquera antes de comenzar a mandarle misiones peligrosas. El devastador mostró una sonrisa ladeada y después de unos momentos aumentó la velocidad. Tenía muchísimas ganas de llegar y tomarse una de aquellas tapas de queso azul que ponía el mesero de la posada “Tornado”.

- Ya estoy oliendo a Vylia desnuda… Digo, ese rico queso.

Dijo empezando a reír mientras pasaba a la forma completa, transformándose en un enorme dragón negro de proporciones importantes. La bestia continuó su camino con toda la calma del mundo, silbando despacio y manteniéndose relajado en todo momento. Tenía cerca de una hora de viaje o quizás algo menos y eso iba a ser aburrido. Adoraba el poder de su fruta y eso no era ningún secreto.

OFF:

No sabía si el Shichibukai era consciente de todo lo que molaba, pero a mí me tenía bastante sorprendido. Ya no era el simple hecho de esa aura de poder que parecía despender ni de la gran fuerza y poderío que había mostrado, sino que además sacó un par de alas negras de su espalda mientras se despedía que consiguió que no pudiese plasmar mi asombro con palabras. ¿También sería un Zoan?

No estuvo seguro de sus pensamientos hasta que no vio al tipo terminar de transformarse en un imponente dragón del mismo color que la noche, haciendo que me sintiese minúsculo. Mi poder era de risa en comparación a algo así. ¿Quién podría equipararse a algo así? Parecía que por mucho que mejorase nunca podría igualar algo así...

Me quedé allí sentado durante un rato más con aquellos estúpidos pensamientos como compañía. Tardé un rato en volver en animarme a mí mismo, pero tras terminar de beberme casi todo lo que el dragón había pedido conseguí recuperar gran parte de mi confianza y comencé a fantasear de nuevo con dos rubias con trajes de cuero. Algo así sí que animaría a un muerto o a un tejón.