La fiebre del Oro (CAPÍTULO LIGHT)

Avanzamos muy poco antes de que una explosión dentro de la cúpula casi nos golpeara a varios. Aunque gracias a ella, me di cuenta que el mar había avanzado terreno en la playa, esto, unido a la niebla, me hizo tener muy malas sensaciones. ¿Era posible que esa maldita isla estuviera hundiéndose de nuevo, o solo era la marea subiendo?

-¡Atrás! ¡Atrás! –Grité tan fuerte como pude.- ¡Todos a los barcos, esto se hunde! Ir a avisando a la gente que veáis, los de más rango controlando la evacuación. Si tenéis Akuma i veis que no vais a llegar al barco a mí. – Repetí todo esto varias veces mientras hacía salir a la gente de la selva en dirección a los barcos, esto era una cosa de locos y mi prioridad era salvar a todos, aunque no pudiéramos detener a nadie.

Cuando llegué a la playa volví a activar el mantra y me dispuse a esperar, ayudando a los heridos a llegar hasta el barco, incluso de ser necesario, controlaría en parte el agua para que dejara de subir en un pequeño pasillo hasta los navíos. No pensaba salir de allí hasta el último momento.

Ya pensaría más adelante acerca de esas malditas bombas y como podían haber atravesado mi barrera endurecida y con haki. Solo esperaba que ninguno de los altos rangos se despistara y tenerlo que ir a buscar, huir yo solo de las corrientes que podía generar ese terreno yo solo me parecía factible, acompañado, imposible.

Mientras empezaba a caminar hacia la gruta la tierra tembló, fragmentos de suelo empezaron a ceder dejando al descubierto dos cosas fascinantes. La primera de ellas, magma, esto resultaba fascinante, ya que este debía tener una conexión con el fondo de la tierra para poder emerger, o que una criatura con algún tipo Akuma lo generara en el interior de las isla, lo que era menos factible. La segunda cosa interesante eran los diamantes, o piedras que se le parecían justo bajo la superficie. Todo era de interés, pero muy arriesgado. Me ofrecí para sacar a mi nueva compañera volando hasta el barco, cosa que esperaba que aceptara.

-Al barco compañeros, nos vamos de esta isla, si esto estalla estaremos en problemas serios. – Avisé a todos los operativos que quedaran por la isla. Ya debíamos tener muestras para estudiar en parte la formación y composición de la isla.

Era una pena dejar sin clarificar lo de los diamantes, por lo que puse al TESLA que quedaba en el campamento la misión de recoger unas cuantas muestras de ellos volver al barco volando, mientras no se metiera en el magma, el tiempo muestreos fuera lo suficiente para un ligero enfriamiento y el magma no lo salpicara debía tener tiempo de sobra para cuatro o cinco nuestros antes de que llegáramos al barco y partiéramos. Pedí, por si acaso, que se reforzara la vigilancia del barco sacando un par de las torretas que había en el almacén y que se sincronizarían con los drones.

Un descuido, es todo lo que se necesita para pasar de estar haciendo labores de comunicación a estar tirada en la arena con una pierna rota. Por si eso no fuera suficiente, el agua empezaba a tragarse la playa. Entre gritos, órdenes y agonía se acercó hasta mí un oficial, ayudándome a poner de pies. Generé madera alrededor de la pierna, formando una especie de tocón, lo que permitiría caminar algo mejor, y dado que la pierna estaba aprisionada en su interior no agravaría la lesión.

Me deje guiar por el superior hasta los barcos, mientras avanzábamos el que parecía estar al mando, un Gyojin dorado y azul pedía a todos volver hasta los barcos. Al parecer tenía pensado quedarse allí abajo hasta que subiera el último, eso o esperaba por gusto mientras una bola de cañón podía estamparse en su cabeza. En cuanto me dejaran en el barco, usaría mi limitado poder para tapar agujeros en la madera, a poder ser mientras alguien cualificado me miraba y trataba la herida de la pierna, ya sin tocón alrededor.

Uno de los compañeros del demonio plateado, Ai para ser precisos, pero sabía que era otra persona la que había dentro. Ella en su sano juicio no se pondría a rezarle a una entidad mística, aunque claro, él se había puesto a amenazar a la montaña.
Pero de alguna manera, eso había funcionado, ya que unos segundos después noto como algo recorría su cuerpo. Como se le hubiese caído un rayo, Osu sintió como le azotaba por dentro dejándolo de rodillas. Tras abrir sus ojos después del dolor, se miró de nuevo las manos, que eran más grandes que antes e ilusionado se agarró de un mechón de pelo para poder verlo de reojo de qué color eran, descubriendo que había vuelto a su cuerpo.

- ¡Pelo naranjito! ¡Juro que no me quejare más de ti, pero no te vayas nunca más!-. Dijo a punto de saltársele las lágrimas.
La alegría no duro mucho, la isla empezó a temblar y a provocar  un gran ruido. Osuka sabía que eso no era bueno y su akuma tampoco le estaba diciendo que era algo bueno, hasta que se dio cuenta de lo que iba a pasar y sabía que era de todo menos bueno, sobre todo siendo un Usuario.

- ¡La isla se hunde! ¡Si no volvemos al barco pronto no saldremos de esta a menos que tengamos una balsa hinchable!
El revolucionario, sabía medio orientarse y saber en qué dirección estaba el barco, habiendo solo un bosque separándolos. El pasarlo o rodearlo iba a ser un gasto de tiempo que no tenían, por lo que, con su Akuma, levanto el suelo haciendo que saliese una plataforma que empezaba con una escalera y pasaba por encima de los árboles, haciendo un camino que se iría formando mientras fuesen por el los revolucionarios.
Pero el destino era cruel y no parecía dejar de darles problemas, mar que se empezaba a mover violentamente, hizo aparecer una gran bestia marina de aspecto poco amigable. El demonio plateado se iba a poner a la forma defensiva, pero el grandullón no reaccionaba, solo se movía solo a su alrededor, como si no notara la presencia del grupo.

- No tenemos tiempo… para esto… no hagáis ruido… y salgamos cagando leches…-. Dijo en voz baja intentando no alertar a aquel tiparraco.

El barco fantasma, resulto ser de lo más fantasmagórico. Nada más pisarlo, comenzamos a caer agarrados de la mano. Parecía uno de mis fantasmas intangibles, y dada la altura a la que estábamos aunque pasara a forma astral no podría quedarme en esa altura tras la caída. Esta tenía otro problema, la gracia de mi jefe y compañero con partirse las piernas. Finalmente pareció entrar en razón y saco las alas de ángel de nuevo.

Nada más aterrizar Kasai sugirió que nos fuéramos directamente al barco, pues parecía que el agua estaba subiendo de nuevo, y aquella niebla había vuelta a nosotros. Me mantuve detrás de él todo el camino, confiaba en sus habilidades para guiarnos hasta el barco, además por algo era el jefe. Era una pena no haberme podido quedar arriba en el barco para averiguar el motivo de su existencia, pero creo que sería uno de esos misterios con los que tendría que lidiar, al menos hasta que volviera a emerger y la encontrara.

Al final, mi capitán había decidido rodear el acantilado tal como yo deseaba. No me fiaba un pelo de aquellas piedras y podríamos habernos hecho mucho daño si nos caíamos en mitad de la escalada. En esas estábamos, caminando en busca de algo interesante, cuando me di cuenta de que a nuestros pies les estaba llegando agua, pero no era salpicada por el mar. La marea estaba subiendo peligrosamente rápido, indicio de que la isla muy probablemente no duraría mucho tiempo más a flote.

Entonces, Syxel se transformó en algo que no sabría describir mucho mejor que "un demonio." Sabía ya que contaba con los poderes de una Zoan, pero no recordaba haberlo viso transformarse antes... Por otra parte, mi memoria es bastante poco fiable, por eso me gustaba tanto hacer mapas que perduraran en el tiempo. "Un momento... ¡Mapas!" Pensé, mientras me daba con la palma de la mano en la frente. "La última vez tuvimos que seguir un rastro de rumores y teorías, pero si fuera capaz de trazar un mapa, aunque fuera burdo, para encontrar esta isla de nuevo en el futuro..." Mis pensamientos volaban con ideas, aunque por desgracia no tenía los materiales encima. Algo frustrado, casi ni me di cuenta de que mi compañero me sujetó y me subió a las alturas.

- Pues no te voy a mentir. - Contesté a su diálogo. - Me encantaría quedarme y seguir explorando, y muy probablemente yo sea de los pocos que puedan hacerlo. No se cuántos gyojins habrán venido en otros grupos, pero dudo que sean demasiados. Por otra parte, yo solo no creo ser capaz de enfrentarme a los peligros y guardianes que custodien la isla, ni siquiera bajo el agua. - Estaba pensando en voz alta. - Yo diría que lo mejor es que nos retiremos por el momento. - Concluí. - Busquemos un barco en el que colarnos y escapar, preparémonos como es debido y volvamos en otra ocasión. Seguramente, con el "poco tiempo" que la isla ha estado disponible, no creo que nadie haya encontrado el afamado tesoro.

Con esas palabras le sonreí, convencido de mis palabras. A lo mejor me equivocaba, pero aun así merecería la pena volver, aunque fuera solo a explorar estas tierras extrañas defendidas por un barco fantasma volador.

Huir entre el ruido, recuerdo hacer esto, como tantas otras cosas. El peligro a la espalda y en el cielo... Giro mi rostro hacia atrás, queriendo vislumbrar a la criatura cuyos pasos no noto entre las bombas que silban en el cielo.

No está.

Me detengo progresivamente, dándome la vuelta hacia el abandonado grupo que parece agruparse tranquilamente… ¿Dónde está el escamoso animal? Ahí… pulverizado e inerte como una montaña de carne y huesos.
La huida podría haber sido tomada como un acto de traición, de desertor… pero puede ser rápidamente justificado si se da la ocasión. Vuelvo a paso ligero con la vista hacia el cielo, uno de los peligros ha sido derrotado pero el otro aún ha de ser considerado. Escucho como mis pies chapotean… El mayor peligro, antes vaticinado, ha vuelto. Por suerte no entramos en la gruta.

El pelirrojo está de pié, pero su rostro no muestra un estado de salud… ni tampoco ese bulto anómalo en su pecho. La mujer y el nuevo están cubiertos de fluidos internos, probablemente de las criaturas. ¿Cómo la habrán derrotado? ¿Con ayuda de ese tipo con claro signos de pérdida de cordura? Mi compañero parece no haber tomado parte en el combate dado su limpio atuendo. Han hablado, pero los atisbos de conversación no han podido ser del todo escuchados.

Tomo un trozo del destrozado animal tras mirar su cadáver un rato, una muestra del cráneo destrozado y unos pequeños trozos de la piel. Quizás cuando salgamos de aquí pueda ser correctamente identificado. Las muestras son introducidas en un bolsillo diferente al de las rocas para evitar contaminación. Me dirijo al cercano grupo social.

Permanezco en silencio una vez unido al grupo, dispuesto a cumplir órdenes, no quiero llamar la atención.

La mirada del luchador se puso algo seria cuando aquellas personas hablaron, ese tipo debía morir lo más pronto posible. Apretó su puño derecho, y miró hacia el barco con el ceño fruncido. Los payasos como aquel pirata le ponían de los nervios. Malditos cobardes que atacaban a distancia sin tener los huevos necesarios para bajar a hacerle frente. Se dio cuenta de que el agua estaba subiendo, pero no quería dejar a aquellas personas allí. Entonces empezó a pensar un poco, pues su inteligencia era considerable. Aquella isla estaba metida bajo el mar anteriormente, y ahora ya no. Esas personas tenían edad de sobra, por lo que llevaban mucho tiempo viviendo. Debía de tener algún método para sobrevivir bajo el agua, o simplemente… No estaban vivos…

- Sí, será mejor que salgamos de aquí.

Dijo en un tono calmado, pero serio. Pisó un poco el agua con fuerza, haciendo que salpicase, y después volvió a mirar hacia el cielo. Deseaba poder subir a pegarle una paliza a aquel capullo del barco. Lo siguiente que hizo fue iluminar sus ojos en un tono dorado. Su piel comenzó a cubrirse de un pelaje amarillento, lleno de manchas oscuras. Su altura bajó hasta convertirse en un guepardo algo más grande que uno normal. La bestia le hizo a su compañero un gesto para que se montase en el lomo, pues no parecía pesar mucho. Lo hiciese o no, miraría hacia aquellas personas con toda la calma del mundo.

- Trataré de volver en cuanto pueda. Derrotaré al payaso del barco en cuanto me sea posible. Mientras tanto continúen aquí ocultos.

Dicho aquello, trataría de usar su olfato para detectar cualquier cosa de utilidad, como a otras personas. También activó su haki de observación. Si detectaba algo, saldría corriendo hacia aquella dirección a toda velocidad.

Milena se dio cuenta de que el jodido barco se le iba a escapar, y todo por culpa de no poder volar con plena libertad. Aquello la hizo fruncir el ceño, justo para después quedarse quieta, y cruzada de brazos. No sabía qué hacer en ese momento, y por ello soltó el mayor de los suspiros. Ese jodido barco se las iba a pagar en un futuro, pero por el momento parecía que no iba a ser así. Lo que sí pudo ver, fueron dos figuras bajando hacia el suelo. Una de ellas parecía tener seis alas blancas, y eso la hizo quedar un poco confusa. Soltó un pequeño suspiro, y después notó una sensación incómoda en los pies. El agua estaba subiendo, y eso no era nada agradable para ella. Chasqueó la lengua, y de repente salió corriendo hacia aquellas siluetas de forma calmada.

- Puto mar…

Susurró al mismo tiempo que veía correr también a aquel tipo y a la otra pelirroja. Decidió seguirlos con calma, y sin intenciones agresivas. A lo mejor ellos podían ayudarla y llevarla en su vehículo. Tampoco tenía otra opción, y por ello decidió darse toda la prisa del mundo en hacerlo.

El espadachín escuchó las palabras de aquel tipo, y la verdad es que le agradaron. Un vehículo siempre era de agradecer, y no porque él no pudiese volar. Le daba demasiada pereza tener que usar aquella habilidad del rokushiki que aprendió, y ahora lo mejor era descansar después de aquel pequeño combate contra la araña. En términos de temperatura, aquel equipo era el mejor. Nadie podría tener algo más caliente que ellos. Sonaba un poco mal, pero así era la cosa entre el fuego y el magma. El otro chico además tenía un poder bastante interesante, y eso sumaba a tres espadachines bastante peligrosos. Una batalla contra ellos podía ser un baño de sangre y quemaduras.

El que no fumase no era problema, pues a más tocaba el mafioso. No tardó en montarse en el lomo de aquella criatura, y después de unos momentos se agarró al plumaje. Gracias al ser de llamas, no iba a haber problema con las balas, pues parecía esquivarlas bien. Si no les dieron fue de milagro, pero se conformaba. En ese momento hizo una pregunta que dejó a Ban un poco descolocado. Atacar era lo más aconsejable, pero esa cosa podía ser difícil de manejar. Y por ello el chico hizo lo más sensato de todo.

- Spanner, decide tú, amigo.

Aquella explosión interna hizo que el rubio se tambalease un poco, pero debido a su armadura no recibió mucho daño. Escuchó las palabras del Gyojin, y asintió con calma. El objetivo ahora era correr hacia los barcos lo antes posible. No iba a quedarse allí cuando se hundiese la isla, pero él tenía la ventaja de poder nadar. Empezó a trotar a un ritmo calmado, mirando a su alrededor, y de esa forma asegurándose de que nadie se quedaba atrás. Su mirada en todo momento era seria. Su haki de observación estaba activado para que nadie pudiese quedarse atrás, y si así era él mismo se ocuparía de cogerlo con sus propios brazos.

- ¡Vamos! ¡Todo el mundo al barco más cercano!

Gritó con fuerza al mismo tiempo que avanzaba tranquilamente. Aunque él se quedase atrapado en algunas explosiones, no pensaba adelantar a los demás. Quería cuidar de todos los hombres posibles. El sonido de una explosión cercana le hizo caer al suelo de forma violenta, pero eso no le detuvo. Se quedó unos momentos en el suelo, sintiendo un ligero dolor en el brazo izquierdo, pero nada grave. No podía ver aquellas cosas, y eso le jodía bastante. Se colocó de nuevo en pie, y continuó con su tarea de proteger a los demás hasta el camino al barco.

La cuesta arriba no le costó tanto como en un principio parecía que le iba a costar. Qué redundante todo, por dios. Al caso. Neo acabó por llegar al lugar por el que habían desaparecido aquellas extrañas personas, mas nada más llegar no encontró ni rastro: como si por allí no hubiera pasado nadie en siglos. Excepto por un pequeño y sutil detalle.

-¿Tantas ganas tenías de ir al baño? Podía haber cagado detrás de una palmera, más rápido.- comentó Shiro, que se había quedado dormido en un abrir y cerrar de ojos -qué juego de palabras, por dios- cuando habían empezado a caminar.

-¡No, maldita rata, claro que no!- agarró a Shiro por la parte de atrás del cuello cual gato y lo puso mirando a su alrededor. -Estamos en la isla. Aquí es a donde han venido aquellas personas. Y... No sé si será una buena idea, pero...-

Soltó a Shiro, el cual cayó como si estuviera a cámara lenta tras haber abierto sus orejas y haberlas usado como pequeños paracaídas, y se acercó al retrete, que de cerca parecía incluso más grande de lo que en realidad era; aunque eso también podía ser por la propia estatura de nuestro pequeño. Sep, sin duda es muy mala idea, pensó a la par que limpiaba como podía el "desatascador" con los papeles y se lo llevaba. Mi retraso es un gran problema, pensaría para sí mismo mientras se colocaba encima del retrete y tiraba de la cadena.

-Vamos Shiro.- le diría a la pequeña rata blanca mientras esperaba que ocurriera algo y no quedar como un auténtico estúpido. El "greedy" le podía demasiado; si había piratas, habría recompensas; si había recompensas, HABRÍA MUCHAS COSAS QUE COMPRAR Y COMER. Y eso era algo a lo que Neo no podía arriesgarse a perder.

El pelirrojo se mantuvo expectante a la respuesta de la líder del otro grupo, quien no pareció escuchar su respuesta o, simplemente, no se dignó a contestarle. Era extraño, pues sabía que aquella mujer era correcta en su forma de actuar como si le llevara la vida en ello, por lo que dio por hecho que no había recibido su contestación. Quizá hubiera algún problema con las comunicaciones y aquella cosa que surcaba los cielos estuviera interfiriendo en la señal de los den den mushi, pero le resultaba sumamente extraño. Para hacerlo precisarían de una tecnología muy avanzada, y dudaba mucho que en un lugar como aquél pudiera haber algo similar, a no ser que estuviera relacionado con la extraña conducta que parecía poseer aquella tierra. Muchas incógnitas, pero poco tiempo para obtener respuestas. Dio un paso hacia delante, pero al momento de moverse un terrible pinchazo de dolor recorrió su torso desde el costado, obligándole a detenerse.

- Joder... -murmuró, frunciendo el ceño y apretando los dientes, con una expresión de claro sufrimiento. Aquello le iba a pasar más factura de lo que esperaba, y no le agradaba la idea de resultar una carga para aquellos que debían estar bajo su protección, no al revés.

Desde su posición vio, poco después, aparecer por entre la maleza a Castor, completamente manchado de sangre. El corazón le dio un vuelco al verle, pues la imagen que daba era muy distinta a la del, ya de por sí, extraño agente. Casi estuvo tentado a desenvainar a Seigi y tratar de ver si poseía la capacidad de exorcizar demonios o algo por el estilo, aunque su sentido común y el costado le hicieron recapacitar. Especialmente lo segundo. Sonrió con levedad al escuchar que el resto de integrantes de su grupo se encontraba sano y salvo, y esperaba que tanto Zuko como Azula estuvieran bien. No iba a dudarlo, ambos podían defenderse solos sin problemas.

Su mirada se posó entonces en la agente Alexandra, que se acercó para prestarle ayuda, aparentemente. En el momento en que vio sus intenciones, el pelirrojo torció sus labios en una mueca al ver lo que se le venía encima. El dolor iba a ser innombrable, pero debía dejarse hacer si quería poder continuar junto al resto. Suspiró despacio, intentando hacer el menor número de movimientos posible, y asintió con la cabeza, dándole el visto bueno. En cuanto sus manos se posaron sobre la costilla sintió escozor, pero no fue nada en comparación al momento en que ejerció fuerza sobre ella. El sonido que produjo era el más desagradable que jamás podría haber escuchado, y estaba seguro de que nunca lograría olvidarlo. Pese a ello, la peor parte fue el dolor que le produjo. Era como si alguien hubiese machacado repetidas veces su costado con una maza de acero, para después pisotear la zona con un calzado lleno de agujas que le atravesaban por incontables puntos. Un grito de dolor escapó de su garganta al tiempo que se encogía, llevándose las manos a la zona. Apenas había durado un instante, pero se le había hecho eterno. El dolor se alivió en cuanto Alex comenzó a recitar una oración, produciendo que una energía verde recorriera su cuerpo, apartando cualquier aflicción de este. Seguía sintiendo molestias, pero nada que no pudiera soportar. Movió con cuidado el brazo y dio unos pocos pasos, asegurándose de que todo estaba bien.

- Alex... -fijó su mirada de esmeralda sobre la de su compañera, acercándose a ella y posando una mano sobre su hombro. Una leve sonrisa apareció en su rostro.- Me alegra tenerte con nosotros. Buen trabajo.

Tras esto se separó y miró al resto del grupo, analizando con la mirada a los recién llegados agentes. El que parecía haberse extraviado logró encontrar el camino de regreso aparentemente, lo cual alivió al chico. No quería verse en la necesidad de ir a buscarle, pues la situación acababa de empeorar. No solo las balas de cañón habían comenzado a impactar por la zona, sino que el nivel del agua parecía haber ascendido hasta allí. O, más bien, la isla había comenzado a sumergirse de nuevo. Frunció el ceño y se dirigió al resto, en un tono más serio, recomponiéndose tras un momento en el que sintió que su sangre se helaba a causa de la voz de los piratas.

- No voy a permitir que nadie quede atrás en esta misión, independientemente de si debemos dejar de lado el asunto del barco volador. Aquellos que os veáis con fuerzas os ocuparéis de escoltar a Shiki y Ryuta. Nos moveremos en grupo, sin separarnos. O llegamos todos o no llegamos ninguno. No se deja a nadie atrás -ahora se dirigió expresamente a Adam y a Natsuki- ¿Comprendido?

No sabía por qué, pero creyó sentir percibir extraño en Seigi desde el momento en que el moreno hizo acto de presencia. Podía sentir su luz vibrar, aún débilmente, como si quisiera advertirle del posible peligro. ¿Portaría alguno de ellos malas intenciones consigo? No estaba seguro, pero el juicio de la espada era infalible. Allá donde hubiera maldad ella podía sentirlo. No les quitaría el ojo de encima.

- En marcha.