Un nuevo encuentro. Ya parece costumbre.. [Ban - Ai][Priv][Pasado]

El viento soplaba con fuerza en aquella isla del Este. Los pasos de Ban le condujeron hasta una pequeña taberna del lugar. No dudó en entrar debido al temporal. Su mirada era mucho más sería que la de costumbre. Sus azulados ojos miraron un poco a su alrededor. Notó ciertas miradas de terror, debido al precio de su cabeza a lo mejor. Eso era debido al asesinato de Kleiton, o al menos eso le dijo Lovers. Ese día, vestía con su habitual camisa blanca, unos pantalones oscuros, y unos zapatos. En su boca llevaba un cigarro que tuvo que encender con su lava. Todo fue culpa del puto Eichi, que continuaba sin darle su mechero. Notó un pequeño dolor en el hombro, y se lo frotó un poco. El entrenamiento le había hecho estar un poco mal la noche anterior.

Lo primero que hizo fue caminar a la barra, pero entonces pudo ver en una mesa una persona que le resultó un poco familiar. Caminó despacio, y se sentó en la mesa de al lado, ajustándose bien sus gafas de sol. Soltó un pequeño suspiro, y la escuchó hablar. Frunció un poco el ceño al escucharla, pero entonces se fijó en que dormía. Aquello provocó que mirase un momento al camarero, y le hizo un gesto. De repente el sonido de un rugido le hizo llevar la mano derecha a Hudoku, pero se dio cuenta de que era la joven. Ai parecía tener un pedo como un piano, pero no era de las que solían beber mucho, o eso pensó el joven. En cuanto el tipo estuvo allí, le miró de forma calmada. – Dos botellas de agua. También quiero pedir dos fuentes de arroz, carne, patatas, y de paso pescado. – El hombre quedó impresionado, pero fue a ello en ese momento.

Se quedó unos momentos callado, hasta que el tipo trajo todo. Entonces el joven príncipe le dio un leve toque a la silla de Nanasaki con el pie. Pretendía despertarla de aquella forma. Si no funcionaba, daría un toque más fuerte. Habría unas ocho bandejas de comida en la mesa, y cubiertos para dos personas. – Eh, gatito-chan. La cena está lista. – Dijo mordiendo un trozo de pollo, y después mirándola con una tranquilidad impresionante. A lo mejor la pillaba por sorpresa, pero no quería que una buena rival como ella estuviese en ese estado. También habría ayudado a Eichi, pero llevaba sin saber de él desde Banaro.

La joven se despertó por fin. El chico continuaba comiendo mientras fumaba al mismo tiempo, cosa muy rara. Pero debido a lo acostumbrado que estaba, no le estaba costando mucho. El arroz en su opinión era lo mejor del mundo. Tenía un sabor increíblemente bueno. Combinado con la carne, y las patatas, era perfecto. También probó el pescado, y le pareció muy bueno. Con sus ocho millones, creía que era el rey del dinero. De hecho, no recordaba el por qué los tenía. Hizo un poco de memoria, y recordó su misión en la capital del agua. En ese momento continuó infiltrado en el CP, y por ello se dio el lujo de arrestar a idiotas. Siendo sincero, debía admitir que fue un poco divertido.

Entonces volvió al mundo real. El motivo fue que un trozo de pollo le impactó en la frente. Se quedó mirándolo después, y por último notó una pequeña gotita de sudor bajarle por la cabeza. La joven estaba comiendo a una velocidad impresionante, y por ello soltó un pequeño suspiro. A saber cuánto tiempo llevaba sin comer. No pudo evitar entrecerrar los ojos, y continuar de forma lenta. Cuando le dio las gracias, simplemente movió la mano de un lado a otro, indicando que no importaba. La otra pregunta era un poco complicada. Decirle que toda su familia había sido asesinada frente a él hacía unos meses, era un poco fuerte. De modo que prefirió callárselo. No era el momento de recordar lo ocurrido en aquel sitio.

Ban era del tipo de personas que prefería ocultar su dolor. En aquel momento, sentía uno muy intenso en su corazón. Saber que no volvería a ver a su padre, ni a sus amigos, le reventaba por dentro. Pese a todo, continuaba con aquella mirada fría. Tan solo le quedaban dos personas vivas. Lovers, y el chico del cabello rubio. Soltó un pequeño suspiro, y miró de nuevo a la joven. No tenía una respuesta clara. – Simplemente daba un paseo. Fue mucha casualidad venir por aquí. – ¿Mencionarle que costaba cien millones? No, mejor no. Ya podría verlo ella misma en los carteles. Por el momento, simplemente metió la mano en su bolsillo, y se puso a buscar.

Al cabo de unos momentos, pudo sacar un pequeño papel con un número. Lo colocó cerca de ella, y después cerró los ojos. – Es mí número. No me hace gracia que pases hambre. De modo que llámame si necesitas algo, o simplemente combatir. – Una vez hizo aquello, entrecerró los ojos de nuevo. Se notaba que no estaba en plan engreído como de costumbre. Todo debido al imbécil de Kleiton, puto traidor. De repente el camarero se acercó con una sonrisa. – Espero que todo esté bueno, chico de los cien millones. – Impresionante. Al mafioso le dieron ganas de meterle un buen puñetazo. Había que ser un perfecto idiota. No podía callarse el inútil.

Midou asintió con la cabeza, y de esa forma el hombre se fue. No pudo evitar mirar un leve momento a la chica, quería ver su reacción. No era su culpa que su precio fuese subiendo como la espuma. Tomó otro pedazo de pescado, y lo masticó despacio. En ese momento se fijó en un pequeño cartel dónde decía que se alquilaban habitaciones. De camino, pudo ver dos buques marines, y por ello le pareció una buena idea quedarse. Miró a los ojos de la morena, y después le señaló aquel letrero que él mismo había podido leer. – No sé si tienes transporte. Pero si te quedas conmigo, te puedo llevar mañana en mi barco. – El precioso navío era robado, pero no a inocentes. Se lo quitó a Lovers, y por eso estaba calmado. La verdad es que no veía a la chica en un buen estado. Él sabía bien lo que era aquello, pero no quería que otros pasasen por lo mismo que él. – Así podremos hablar sobre lo que dijiste, lo de que eres un fracaso. A mí no me lo parece. – Mencionó levantando un poco el pantalón, y mostrando un corte. El que le hizo ella en el combate de dos contra uno. El pollo estuvo metido de hecho.

El mafioso miró un momento el plato de arroz, y después de unos momentos volvió a comer despacio. Estaba demasiado bueno. Ojeó un poco la carta, y dejó el dinero justo en un pequeño cenicero vacío. No pensaba dejar propina después de lo que dijo el camarero sobre su precio. El chico entonces se estiró un poco. Se dio cuenta de que el cigarro se le terminó, y por ello lo dejó en otro de los ceniceros. Por suerte, en aquella mesa había dos. Entrecerró los ojos, y se quedó mirando a la chica a los ojos. Esperaba su respuesta.

El chico continuaba calmado, comiendo despacio, y escuchando las palabras de ella. Por mucha idiotez que fuese, él la escuchó hablar de aquella forma, y por ello dijo aquello. El mafioso dio un pequeño suspiro, y por ello cerró los ojos unos leves momentos. Se encontraba totalmente relajado, como si fuese un tío normal en un mundo normal. Su imaginación a veces era enorme, y con ella se refugiaba la mayoría del tiempo. Bebió un poco de agua. El líquido de la vida recorrió su boca, y después de unos momentos abrió los ojos de nuevo. Frente a él continuaba la morena. Pensó que a lo mejor los suyos estarían allí de nuevo, pero no parecía ser de aquella forma. No iba a cambiar el pasado por lo que se veía, y entonces simplemente se limpió la boca despacio con una de las servilletas. No quería continuar comiendo, y por ello miró a otro lado.

La chica nombró entonces lo de su recompensa de cien millones de berries. Él la miró a los ojos de forma calmada ¿Cómo decir que era un mafioso solitario? ¿Cómo decirle que partió en dos a un puto traidor que le hizo subir de precio? El chico simplemente sacó otro cigarro, y usando el dedo convertido en lava lo encendió. Dio una enorme calada, y echó el humo a un lado. Después se quedó callado unos momentos. Entrecerró los ojos, mostrando una mirada fría como el hielo. Recordaba a los ojos de los reptiles. – Vengar a mi familia. – Dijo simplemente. Después de aquello no pudo evitar colocarse en pie, y mirar un poco a su alrededor. Mucha gente para su gusto. Entonces le dijo al camarero lo de la habitación, y él asintió. En ese momento el príncipe miró a la chica, y le indicó que fuera con él. No quería permanecer mucho tiempo allí.

Una vez abrió la puerta, pudo ver una habitación de tamaño mediano. Una cama, una pequeña mesa muy baja, y un pequeño cuarto de baño. El chico entonces le indicó con la mano que ella se quedase con la cama. Se quitó la camisa para quedar cómodo. No solo desveló un cuerpo curtido y fuerte. Estaba lleno de heridas de cortes, moratones, y una marca de bala en el hombro derecho. Lo primero que hizo fue ir al baño, y meter la cabeza bajo el agua fría. Sus cabellos quedaron hacia abajo en vez de pinchudos. Una vez se hubo refrescado, se sentó en el suelo de la habitación. – Los Taketo han caído, quedamos tres. Pero, no dejaré que nuestra historia termine. Terminaré con el gobierno, la marina, y todos los criminales que me molesten. – En cuanto dijo aquello, se colocó sus gafas moradas, y miró a la joven despacio.

Aspecto:

El chico continuó observando a la joven de forma relajada. El pequeño refresco que se dio, le hizo quedar un poco cómodo. Notó unas pequeñas gotas bajar por su pecho muy lentamente. Se quedó mirándolas despacio, y después cerró los ojos. No sentía frío, ni tampoco calor. Era como estar totalmente aislado del mundo. No pensaba quejarse en ningún momento, por lo que lo primero que hizo fue darle otra calada a su cigarro. Soltó el humo por la sala, y se quedó mirando al techo de forma inexpresiva ¿Qué hacer en ese momento? Simplemente esperar unas diez horas, pero eso podía ser un poco aburrido. Se crujió un poco el cuello, y después continuó con los huesos de los nudillos. Necesitaba distraerse de alguna forma, y por ello se puso a pensar en una.

Entonces escuchó lo que dijo la morena. Abrió los unos un poco, y después simplemente vio la forma en la que apartaba la mirada. La rebelión era un enorme equipo que luchaba contra el gobierno, pero el tener que seguir órdenes no iba con él ni mucho menos. Una cosa era completar misiones de los Taketo, que eran su familia, y otra cosa obedecer a desconocidos. Cuando dijo aquello quedó un poco impresionado, pues no supo que ella pertenecía a las filas de la revolución. El nombre de Krauser le sonaba un poco, pero no recordó de qué, siempre estaba a su bola. – Lo siento, pero no estoy hecho para seguir órdenes. Y los rebeldes no tienen nada en contra de los Holls o de otras mafias rivales. – Una vez dijo aquello, decidió apagar el cigarro. En ese momento se colocó en pie, y la miró de forma tranquila. Sus azulados ojos se clavaron en los de ella de forma intensa.

Lo próximo que hizo fue sentarse al lado, y después le sonrió de forma un poco siniestra. Típica de cuando combatía con sus oponentes. – No deberías invitar a un tío que casi te corta el pie. El pollo podría ser mucho mejor amigo. Yo soy un capullo frío, raro, y un poco sádico. – Dicho aquello, trató de darle un leve toque en el hombro. No sabía cómo se lo iba a tomar ella, y a lo mejor cambiaba de opinión en torno a él. No era un tipo que tuviese muchos compañeros salvo los suyos. Era un poco cabrón, pero sabía ayudar cuando era necesario, y la chica no le caía nada mal.

El pollo. Ese tío era increíble, pero en ese momento no estaba. El muy puto no le devolvió el mechero, y eso solo indicaba que continuaba siendo un tipo débil, y sin mucho poder en sí mismo. Todo eso hizo que Ban le recordase unos momentos. Esperaba que al menos las heridas de lava que le propinó, hubiesen sanado bien. Todo tenía poco sentido con el chico. Se preocupaba, pero le daba lo mismo cortar un brazo entrenando, incluso a sus seres queridos. Al menos antes, continuaban muertos de todos modos. Eso le provocó un leve suspiro. No terminaba de acostumbrarse a todo aquello. Ya huía antes de los marines, pero no era lo mismo hacerlo sin un sitio al que volver. Al menos tendría que resolver ese problema por sí mismo en poco tiempo. Por el momento debía centrarse en ese momento, y en nada más. Siempre tenía que estar alerta.

El espadachín quedó callado, escuchando lo que le dijo la morena. No pudo evitar entrecerrar los ojos despacio. Le había llamado amigo, aun cuando trató de cortarle el pie. No pudo evitar soltar un nuevo suspiro. Si dijo que sabía lo que era estar sola, es que por el momento no lo estaba, y eso le hizo sonreír de lado. Lo de buena persona no lo entendió, pues no se consideraba como tal. A lo mejor lo de raro si le venía al pelo, pero después la vio apartar la mirada ¿Tímida? Pues con lo bien que luchaba, no tenía necesidad de serlo. Lo que hizo a continuación, fue colocarle la mano en la cabeza, y removerle el pelo de forma tranquila. En su rostro se mostró una leve sonrisa, y después soltó una pequeña carcajada siniestra. – Debes ser la única que le gusta algo de un tío como yo. Los cabrones tontos solemos caer mal. – En cuanto dijo aquello, miró al suelo.

Se puso a analizar los encuentros que tuvo con ella. El primero fue el peor, pues por culpa de una enferma, casi termina con un calentón supremo. La segunda fue un combate en desventaja donde pudo derrotar a los dos oponentes. Y el tercero era ese, una conversación sin drogas ni espadas de por medio. Entonces lo de amigo le hizo sonreír de lado, después le pasó el brazo izquierdo de forma amigable por el de ella, y le colocó o intentó colocar, sus gafas. Podría ver debido a que no eran graduadas, simplemente de Sol. – Observa, así veo yo el mundo. – Podría ver todo morado oscuro. Ban siempre solía estar con ellas, y por ello veía de esa forma. Quería saber la opinión de ella. Entonces retiró el brazo de sus hombros. Si era tímida eso a lo mejor la incomodaba. – Oh, lo siento, mucha confianza pillo rápido. – Terminó de decir.

El mafioso soltó un pequeño suspiro mientras entrecerraba los ojos con calma. No tenía problemas para ver sin las lentes, y por ello se relamió un poco. Se relajó totalmente, y después de eso notó un poco mejor su estado. El hecho de llevar sus gafas le traían unos recuerdos horribles. Todo por culpa de llevarlas todo el día encima. Eso le hacía odiarlas, pero quererlas al mismo tiempo. Un sentimiento un poco raro, pero de los que le valían, y por ello le daba lo mismo. Como ya se dijo mucho, Ban era un tío un poco raro para sus cosas. Pero continuaba muy tranquilo y calmado. Su forma de ser era de ese modo. De hecho, miraba el techo como el que miraba una lenteja, con inexpresividad. Era muy posible que estuviese mucho tiempo de aquella forma, por no decir que de por vida. A lo mejor podía cambiar con el tiempo, pero por el momento era así.

Cuando la chica habló, el chico alzó la ceja despacio. No podía creerse lo que dijo, y por ello la miró a los ojos. Pudo ver sus propias lentes, y por ello sonrió de lado. Después miró a otro lado, notando la cabeza de ella en su hombro. Llorar no iba con él. Ya rompió en el momento de la muerte de los suyos, despertando aquello llamado haki del rey. Entrecerró los ojos unos momentos, y entonces le contestó en un tono simple. – No me hago el duro, soy así de frío… – Dijo mintiendo mientras suspiraba. No tenía ni idea de qué decir, pero entonces notó la mano de ella en su pecho desnudo. No es que le incomodara, pero no estaba acostumbrado a dicho trato, y por ello se le erizó la piel un poco. De hecho, hizo el amago de apartarse, haciendo un leve quejido con la boca, pero enseguida se relajó, y la dejó hacer. No tenía nada en su contra.

Pasó su brazo por encima de ella, dejando la cabeza de ella en su pecho, y pegándola a él. Soltó un pequeño suspiro, y se quedó mirando sus cabellos. – Si tienes que desahogarte hazlo, yo estoy bien, Ai. De hecho, no sabía que sentir a otro espadachín tan cerca podía ser agradable. – Mencionó mirando de reojo el suelo. Entonces con la otra mano comenzó a acariciar la cabeza de ella, masajeándola, y jugando con sus cabellos de forma simple. La tenía protegida totalmente. Quería que ella se sintiese bien de cualquier forma.

El chico continuaba mirando el suelo con calma. La situación continuaba siendo la misma, y por ello estaba relajado y calmado. Cerró los ojos unos momentos, no acostumbrado a no tener sus lentes que, en este caso las tenía la chica puestas. Se veía bien con ellas, pero no podía verle los ojos que tanto le molaban debido al parecido a los suyos. Una buena excusa, y además razonable. Soltó un pequeño suspiro, y contempló que cada vez había menos luz en la habitación. No es que el importase mucho, pero era lo mejor a fin de cuentas. En la oscuridad se sentía muy bien, mucho mejor que con el Sol, pero eso era cuestión de la persona. Se rascó un poco su propia cabeza, y después continuó con la de ella, haciendo movimientos con las uñas. De aquella forma trataba de relajarla, pues escuchó que eso encantaba a los felinos, y ella era como uno.

El chico notó la mano de ella moverse por su pecho, lo que le hizo relajarse mucho. Escuchó sus palabras, pero después abrió un poco los ojos mientras quedaba unido a ella. Movió un poco mejor su mano por los cabellos de ella, y después soltó un pequeño suspiro. Le parecía mucho más amable de lo que pensó desde el principio. – Ai, no sé como decírtelo, pero lo intentaré. – Ban entonces pasó de acariciar sus cabellos a tomar su mano despacio. Después cerró los ojos, y pegó su cabeza a la de ella. – No necesito ayuda de nadie. Siempre he sido un tío solitario que iba de un lado a otro, currando para una familia. Ellos murieron. En este mundo, solo me queda vagar sin rumbo, sin puerto, y sin hogar. No me queda nada por lo que luchar, solo la fría venganza. – Una vez dijo aquello, soltó un nuevo suspiro. Estaba totalmente en lo cierto.

Ban entonces apretó un poco la mano de la chica, pero sin ser violento. – ¿Qué quieres que te diga? La soledad es mi compañera, y poco a poco voy hundiéndome en la oscuridad, sin posibilidad de retorno. – En cuanto dijo aquello, frunció un poco el ceño. La verdad es que estaba contando demasiado, pero en el fondo le importaba poco. Podía sentirse solo, y muy mal, pero todo lo ocultaba. Él mismo era su propia fortaleza ante todas las cosas que había en el mundo. Continuó acariciando la mano de ella, notando su calidez. No había tocado a personas con sus manos, pues su espada se ocupaba. Sentía un poco de curiosidad, y continuó tocándola por instinto.

Un nuevo suspiro invadió la sala en la que los dos se encontraban sentados. El culpable volvió a ser el chico de la camisa blanca, bueno, la que tuvo puesta cuando entró en el local. En esos momentos ya no estaba en su cuerpo. No le importaba mucho, de hecho, se sintió muy cómodo sin ella puesta. El tacto de sus cabellos en la mano, le hicieron sonreír de lado, estaba muy cómodo en aquella situación, y tal vez no se movía en un buen rato. Por no decir que tal vez se quedaba allí a su lado. La espadachín era muy cariñosa por lo que veía, y eso en el terreno de los combates podía ser un poco malo, pues podrían usarlo a favor los oponentes en cualquier momento.

Entonces ella comenzó a echarle una especie de sermón, o al menos eso parecía, debido al tono y a sus palabras. Él simplemente suspiró, y se quedó escuchándola con mucha calma, y tranquilidad. No interrumpió ni un solo momento. La dejó terminar, y entonces entrecerró los ojos un poco. Lo de la venganza ya lo supo, pero de todas formas era el camino que tomó, y pensó en ejecutarlo de cualquier forma posible. No iba a rendiré, y reventaría al gobierno de la mejor forma posible. Soltó un enorme suspiro, y después se llevó la mano libre a su frente, pensando en qué hacer o decir. La joven lo tenía en un estado de culpa, y un poco de inquietud, como si sus palabras resonasen dentro de su cabeza una y otra vez.

Cuando ella terminó, el chico simplemente se dejó caer. Pegó su frente en las piernas de la morena, quedando bocabajo sobre ella, y con los ojos cerrados. Soltó un suspiro enorme, y después tomó un poco de aire. – Tus palabras cortan más que mi espada. Pero no puedo evitar querer hacerlo de esa forma. – Dicho aquello se puso en posición bocarriba, colocó la mano en la nuca de ella, y la bajó, uniendo su frente con la de la rebelde. Sus ojos se clavaron en los de ella, y le daban lo mismo las lentes. – No puedo ir contigo a la rebelión, pero puedo acudir a ayudarte cuando quieras. Puede que no tenga nada, pero quiero al menos dedicarme a que tú estés bien. De esa forma tendré motivo para continuar con esta estúpida vida. Acéptame como guardaespaldas, si no lo haces, iré mañana contra el gobierno yo solo. – Una vez dijo aquello, se quedó en aquella posición, acariciando su nuca.

El chico continuaba con sus ojos clavados en los de ella, observándola con mucha calma, y con la frente unida a la chica. Adoraba mirar los ojos que eran idénticos a los suyos. Estuvo un poco callado, escuchando lo que decía, hasta que finalmente aceptó su oferta. Lo mejor de todo, es que Ban no pensaba ir por el momento contra el gobierno, por lo que podía decirse que su plan funcionó de maravilla. No pudo evitar sonreír de lado, y entonces recibió el beso en la frente. Nunca habría pensado que la chica eléctrica podía ser de esa forma. No tuvo otro remedio que el de soltar un pequeño suspiro. Entonces ella decidió separarse, por lo que el chico dedujo que la intimidaba un poco.

Ban entonces mostró una expresión calmada, y después trató de tomarla en brazos, y dejarla sobre la cama. Después se colocaría en pie, mirándola de forma un poco siniestra. – Lo mejor será que descanses en una buena cama. – Dicho aquello, el joven soltó un suspiro, y sin pensárselo mucho fue de nuevo al baño. Sus pelos volvieron a su estado cuando se secaron, y por ello notó de nuevo el calor. Metió la cabeza de nuevo bajo el grifo, y después cerró los ojos, notando el agua caer sobre él. Soltó un suspiro de alivio, y después se secó con una pequeña toalla que había en un mueble. Salió del baño, y miró a la chica con una calma enorme. Entonces se estiró un poco.

Sin decir nada, se tumbó al lado de ella, y dejó a Hudoku en el suelo, pero en una posición que le venía muy bien para tomarla en caso de necesitarlo. Colocó la otra mano en la mejilla de la morena, y sonrió de lado. – Si sientes gritos, no te preocupes. Cortaré al que intente mirarse, como si es un simple camarero. – Dicho aquello puso su mirada más sádica posible. Quería acojonarla un poco si era posible. De hecho, le encantaría poder verla temblar. – Por cierto, duerme mirando hacia mí, quiero ver si todo va bien. – Mencionó con el rostro a unos centímetros de ella, y con seriedad. Eso si iba en serio, por si le pasaba algo. Sus ojos continuaban clavados en los de la morena.