Eichi Tsukasa
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Akashi musitó algo inaudible mientras paseaba por aquel pueblo. Aun no se entendía como había podido llegar hasta esa isla, tampoco le daba más vuelva en el asunto. De algo si estaba seguro; no podía dejar que Eichi estuviera en Jaya así como estaba. Era una isla peligrosa, y su contraparte era una presa fácil para toda esa basura que vivía por estos lares. Le costó lo suyo convencer a Eichi se cambiar de personalidad por ese día, pero, al exponer sus razones con un argumento válido, pudo convencerlo. Era extraño, era la primera vez que el pelirrojo alterno podría tener un día para él. Desde que nació, era Eichi la personalidad dominante. Ahora podría experimentar, por primera vez, el placer del mundo exterior, fuera de una pelea.
Caminaba sin un rumbo en mente, tan solo dejaba que el destino le guiase por aquella ocasión. Cuanto más veía a las personas que frecuentaban aquella isla, más disgusto comenzaba a sentir. El era distinto a Eichi, era su opuesto, a fin de cuentas. La gente para el no significaba nada; si fuera por él, ellos podrían irse directo al infierno. Lo único que le interesaba era la gente que consideraba como "suya" y "querida", esos era los únicos por los que el pelirrojo estaba dispuesto a dar su vida. No podría ser un buen rey, de lo contrario. Es sí, pese a su disgusto general con los desconocidos, no iría insultando o atacando a los demás porque sí. Por extraño que pareciera, Akashi era el inteligente y manipulador de los dos, aunque no lo parecía cuando se encontraba en combate; ahí era una bestia salvaje a punto de cazar a su presa.
En eso, sin darse cuenta, chocó contra una persona. Ojos dorados se entrecerraron al notar la desaliñada apariencia del hombre que tenía en frente. No había que ser genio para saber que se trataba de un pirata, saqueador, ladrón o lo que fuese. Muy mal para él, hoy le tocó meterse con la persona equivocada.
– Eh, tu. Dame todo el dinero que tengas a mano y puede que te deje vivir. – dijo arrogantemente ese hombre.
Una sonrisa fría y algo sádica apareció en el rostro del joven. ¿Ese insecto se atrevía a darle órdenes? ¿A él? Que ofensa más grande, y eso el futuro rey no lo iba a dejar pasar. El chico podía notar gente poderosa a kilómetros, y ese hombre, tan solo era una cucaracha que se había interpuesto en su camino; nada que su suela de zapato no pudiera arreglar. Sus ojos dorados brillaron con intensidad y, antes que el otro pudiera darse cuenta, le tomó del cuello. Lo elevó del suelo por algunos segundos, sonrío de lado al ver la cara aterrorizada del sujeto. Luego, Akashi bufó y azotó al hombre contra uno de los contenedores y siguió caminando. Aquella cucaracha no era digna de su tiempo, además, el no mataba porque sí. Susto, puede ser, pero nunca matar si no supiera que podía salirse con la suya...
Caminaba sin un rumbo en mente, tan solo dejaba que el destino le guiase por aquella ocasión. Cuanto más veía a las personas que frecuentaban aquella isla, más disgusto comenzaba a sentir. El era distinto a Eichi, era su opuesto, a fin de cuentas. La gente para el no significaba nada; si fuera por él, ellos podrían irse directo al infierno. Lo único que le interesaba era la gente que consideraba como "suya" y "querida", esos era los únicos por los que el pelirrojo estaba dispuesto a dar su vida. No podría ser un buen rey, de lo contrario. Es sí, pese a su disgusto general con los desconocidos, no iría insultando o atacando a los demás porque sí. Por extraño que pareciera, Akashi era el inteligente y manipulador de los dos, aunque no lo parecía cuando se encontraba en combate; ahí era una bestia salvaje a punto de cazar a su presa.
En eso, sin darse cuenta, chocó contra una persona. Ojos dorados se entrecerraron al notar la desaliñada apariencia del hombre que tenía en frente. No había que ser genio para saber que se trataba de un pirata, saqueador, ladrón o lo que fuese. Muy mal para él, hoy le tocó meterse con la persona equivocada.
– Eh, tu. Dame todo el dinero que tengas a mano y puede que te deje vivir. – dijo arrogantemente ese hombre.
Una sonrisa fría y algo sádica apareció en el rostro del joven. ¿Ese insecto se atrevía a darle órdenes? ¿A él? Que ofensa más grande, y eso el futuro rey no lo iba a dejar pasar. El chico podía notar gente poderosa a kilómetros, y ese hombre, tan solo era una cucaracha que se había interpuesto en su camino; nada que su suela de zapato no pudiera arreglar. Sus ojos dorados brillaron con intensidad y, antes que el otro pudiera darse cuenta, le tomó del cuello. Lo elevó del suelo por algunos segundos, sonrío de lado al ver la cara aterrorizada del sujeto. Luego, Akashi bufó y azotó al hombre contra uno de los contenedores y siguió caminando. Aquella cucaracha no era digna de su tiempo, además, el no mataba porque sí. Susto, puede ser, pero nunca matar si no supiera que podía salirse con la suya...
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Era el momento de ir por el puto tigre. Ese pedazo de foca habría estado dos años comiendo ladrones en mal estado. Su dueño iba por él, y no debía temer. Su precioso felino. Ese cabrón con el que se liaba a cortes cuando se miraban mal. De hecho, él terminaba peor. Puto gato enorme. Lo bueno es que se comía a muchos marines, y por eso lo quería. Un poco menos que a su guadaña, pero más que a su ropa. Era un comienzo, pero bueno, Jin era de ese tipo de tíos cabrones que no querían a nadie. Bueno, se amaba a sí mismo. Eso era evidente en un tío como él. Por el momento buscaría a su pequeño, si es que lo encontraba.
Caminaba con un paso calmado. Portaba su máscara blanca, dejando ver sus ojos, ambos rojizos. Vestía con una túnica, y unas sandalias de madera. En su espalda llevaba solo una guadaña, la que era de kairouseki puro. Muchos se iban apartando de su camino, y normal lo veía. Sabía que aquello estaba lleno de asesinos, y por ello iba calmado, pero en parte enfurecido. Si un tío podía sentir eso al mismo tiempo, era él. Soltó un enorme suspiro, y en ese momento se fijó en un joven pelirrojo que venía de frente. Pudo ver que tiró a un hombre contra unos contenedores. No tardó en sonreír de lado. A lo mejor el día no iba a estar tan mal después de todo.
- Me temo que por el momento no darás ni un solo paso. – Dijo entonces colocándose frente al chico de forma tranquila. Clavó sus rojizos ojos en él, y después dio un paso hacia delante. La situación para aquel joven, podía ser un poco crítica. En ese momento, el moreno metió la mano en su bolsillo.
Al momento sacó una fotografía. En ella se veía un enorme tigre de hermoso pelaje marrón, y ojos verdes. En su boca había un tordo medio masticado, y en el suelo muchas tripas con uniformes de la marina. Una foto preciosa. – ¿Has visto a este sujeto? Responde al nombre de Feng, aunque si le llamas cabronazo responde. – Una vez dijo aquello, le miró de forma seria. A lo mejor no le conocía, pero el puto Jin Surfer tuvo ochocientos millones en vida. Muchos pensaron que murió, pero allí estaba, frente al pelirrojo. A lo mejor podía ser un imitador, pero eso dependería del joven. – Lo dejé en esta isla hace dos años. – Terminó de decir mientras sonreía de lado.
Caminaba con un paso calmado. Portaba su máscara blanca, dejando ver sus ojos, ambos rojizos. Vestía con una túnica, y unas sandalias de madera. En su espalda llevaba solo una guadaña, la que era de kairouseki puro. Muchos se iban apartando de su camino, y normal lo veía. Sabía que aquello estaba lleno de asesinos, y por ello iba calmado, pero en parte enfurecido. Si un tío podía sentir eso al mismo tiempo, era él. Soltó un enorme suspiro, y en ese momento se fijó en un joven pelirrojo que venía de frente. Pudo ver que tiró a un hombre contra unos contenedores. No tardó en sonreír de lado. A lo mejor el día no iba a estar tan mal después de todo.
- Me temo que por el momento no darás ni un solo paso. – Dijo entonces colocándose frente al chico de forma tranquila. Clavó sus rojizos ojos en él, y después dio un paso hacia delante. La situación para aquel joven, podía ser un poco crítica. En ese momento, el moreno metió la mano en su bolsillo.
Al momento sacó una fotografía. En ella se veía un enorme tigre de hermoso pelaje marrón, y ojos verdes. En su boca había un tordo medio masticado, y en el suelo muchas tripas con uniformes de la marina. Una foto preciosa. – ¿Has visto a este sujeto? Responde al nombre de Feng, aunque si le llamas cabronazo responde. – Una vez dijo aquello, le miró de forma seria. A lo mejor no le conocía, pero el puto Jin Surfer tuvo ochocientos millones en vida. Muchos pensaron que murió, pero allí estaba, frente al pelirrojo. A lo mejor podía ser un imitador, pero eso dependería del joven. – Lo dejé en esta isla hace dos años. – Terminó de decir mientras sonreía de lado.
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No pudo dar más de dos pasos luego de los sucedido con el ladronzuelo, cuando cierto personaje se colocó frente a él. Akashi entrecerró los ojos y miró con indiferencia fría a la nueva presencia. El desconocido tenía una bonita máscara adornando su rostro, y para su enorme molestia, pudo ver como varios centímetros separaban la estatura de ambos. De todas formas, no dejó que su enojo se mostrara en su rostro, y tan solo miró de forma calmada al desconocido Akashi no era tonto, pudo reconocer de inmediato la identidad de aquel hombre. Lo único que le impedía estar completamente en lo cierto, era que, se suponía, esa persona había muerto hace mucho tiempo. ¿Un impostor, quizás? No podía asegurarse la segunda opción, por lo que solo le quedaba jugar sutilmente hasta saber más de... ese hombre. Se preparó para todo... Menos para lo que hizo el enmascarado a continuación. Dudó por algunos segundos y luego miró la foto.
– Bonito tigre... Y a la vez sanguinario – susurró el joven, el tono de su voz seguía denotando apatía.
Se colocó las manos al bolsillo mientras pensaba en como responder. Ciertamente, el chico no había visto a ese tigre, pero si el joven estaba en lo cierto acerca de la identidad del enmascarado... Entonces tenía la certeza de que aquella respuesta no le iba a gusta. ¿Como saldría de esa? La solución la tenía justo delante detrás de él. Sonrío de forma ladeada y se inclinó de forma respetuosa.
– Lamentablemente no conozco la localización de ese tigre... Pero puede que sepa de alguien que sí. Si me disculpa... Iré por él – volvió a inclinarse respetuosamente y se dirigió hasta donde estaba el maleante de antes.
Seguía adolorido debido a lo anterior... Pero eso sería la menor de sus preocupaciones ahora. Normalmente, se encontraría reacio a realizar acciones como la que haría, pero el tipo se lo buscó por lo de antes. Además, nadie extrañaría a un ladronzuelo de poca monta; una escoria menos en su libro era bienvenido a su libreta.
– Ne, ¿Tu conoces a los maleantes de mas jerarquía? – le preguntó Akashi al hombre mientras se ponía en cuclillas y miraba directamente a los ojos del ladronzuelo. Dicha persona, al ver el brillo peligroso en los orbes dorados de aquel demonio, tragó en seco y respondió.
– Los conozco... Pero si digo su localización, me matarán – dijo el atemorizado hombre. El pelirrojo rodó los ojos ante esa respuesta; de todas formas sus días estaban contados.
– Dime... ¿Ellos conocen todo lo que sucede en la isla? ¿Incluso cosas inusuales? – preguntó curiosamente el príncipe.
– Si... ¿Por qué? –
El pelirrojo no necesitó más respuesta que esa. Tomó del cuello al maleante y miró directamente a sus ojos. Luego, se giró para observar al enmascarado. Lentamente se acercó esta él y, cuando estaba a solo un par de metros de distancia, tiró al hombre a sus pies. Chasqueó su lengua de forma molesta al ver esa máscara; no le gustaba cuando no podía ver la expresión en el rostro de las personas.
– Este buen hombre conoce de alguien que podría saber donde está su tigre, señor. Se lo dejo a su cuidado –
Normalmente el joven no le hablaría a las personas con tanto respeto, pero si en verdad el enmascarado era quien decía ser, entonces no podía hacer nada... Tampoco quería hacerlo; no podía negar que sentía cierto rencor hacia el hombre que se encontraba tirado, y ver como era interrogado por la bestia que tenía en frente, sería satisfactorio. Si, el joven príncipe podía ser mu cabrón cuando quería ser; era el opuesto total de su otra mitad.
– Bonito tigre... Y a la vez sanguinario – susurró el joven, el tono de su voz seguía denotando apatía.
Se colocó las manos al bolsillo mientras pensaba en como responder. Ciertamente, el chico no había visto a ese tigre, pero si el joven estaba en lo cierto acerca de la identidad del enmascarado... Entonces tenía la certeza de que aquella respuesta no le iba a gusta. ¿Como saldría de esa? La solución la tenía justo delante detrás de él. Sonrío de forma ladeada y se inclinó de forma respetuosa.
– Lamentablemente no conozco la localización de ese tigre... Pero puede que sepa de alguien que sí. Si me disculpa... Iré por él – volvió a inclinarse respetuosamente y se dirigió hasta donde estaba el maleante de antes.
Seguía adolorido debido a lo anterior... Pero eso sería la menor de sus preocupaciones ahora. Normalmente, se encontraría reacio a realizar acciones como la que haría, pero el tipo se lo buscó por lo de antes. Además, nadie extrañaría a un ladronzuelo de poca monta; una escoria menos en su libro era bienvenido a su libreta.
– Ne, ¿Tu conoces a los maleantes de mas jerarquía? – le preguntó Akashi al hombre mientras se ponía en cuclillas y miraba directamente a los ojos del ladronzuelo. Dicha persona, al ver el brillo peligroso en los orbes dorados de aquel demonio, tragó en seco y respondió.
– Los conozco... Pero si digo su localización, me matarán – dijo el atemorizado hombre. El pelirrojo rodó los ojos ante esa respuesta; de todas formas sus días estaban contados.
– Dime... ¿Ellos conocen todo lo que sucede en la isla? ¿Incluso cosas inusuales? – preguntó curiosamente el príncipe.
– Si... ¿Por qué? –
El pelirrojo no necesitó más respuesta que esa. Tomó del cuello al maleante y miró directamente a sus ojos. Luego, se giró para observar al enmascarado. Lentamente se acercó esta él y, cuando estaba a solo un par de metros de distancia, tiró al hombre a sus pies. Chasqueó su lengua de forma molesta al ver esa máscara; no le gustaba cuando no podía ver la expresión en el rostro de las personas.
– Este buen hombre conoce de alguien que podría saber donde está su tigre, señor. Se lo dejo a su cuidado –
Normalmente el joven no le hablaría a las personas con tanto respeto, pero si en verdad el enmascarado era quien decía ser, entonces no podía hacer nada... Tampoco quería hacerlo; no podía negar que sentía cierto rencor hacia el hombre que se encontraba tirado, y ver como era interrogado por la bestia que tenía en frente, sería satisfactorio. Si, el joven príncipe podía ser mu cabrón cuando quería ser; era el opuesto total de su otra mitad.
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El moreno continuaba observando al chico de forma tranquila. No parecía ser el típico tonto que se ponía chulo por estar en Jaya. De hecho, pudo notar cierta calma en él. A lo mejor no le conocía, o simplemente tenía miedo, y trataba de parecer servicial en todo momento. Jin entonces quedó callado, observándole con calma. Escuchó el piropo al capullo del felino, y frunció un poco el ceño. La rata no merecía eso, ese puto gato enorme solo era útil para no aburrir al asesino. Por lo que el comentario del pelirrojo no terminó de gustarle mucho. De todas formas, por su parte no tenía problemas por el momento. Intentó relajarse un poco. No estaba allí para cortar cuellos, por el momento. Debía encontrar al puto ser. Ese jodido tigre del diablo que tanto le divertía cuando iban juntos de cacería. De hecho, pensaba ir muy pronto por un marine un poco molesto.
En ese momento el pelirrojo se inclinó, y dijo ir por un tío que podía saber de él. El moreno entonces se quedó callado, y atento a dónde fuese. No creía que tratase de huir de él. Si lo hacía, podía ser lo peor del mundo. El respeto que imponía le agradaba mucho, era una sensación de placer, o eso creía. En poco tiempo, el chico le trajo a un simple idiota, diciendo saber que podía ser útil. Cuando el tipo quedó en sus pies, ladeó un momento la cabeza, y después se cruzó de brazos mirándole. – ¿Dónde está…? – Justo cuando dijo aquello, un terrible rugido invadió la calle. En unos de los tejados, pudo verse el enorme animal, rugiéndole a Jin de forma furiosa. El marine sonrió de lado. Fue muy fácil, y supuso que su pequeño le iba a oler. Entonces miró al pelirrojo con tranquilidad. – Termina con la vida de este inútil. – Ordenó mirando al pobre hombre de sus pies.
De repente, el felino se tiró por él. Cayó sobre Jin, tirándolo de forma brusca, y tratando de morderle en el hombro con fuerza. El demonio paró al tigre colocándole la mano en la frente, y después le miró de forma seria. – Puto imbécil desagradecido. – Susurró impactando su pierna en el estómago de la bestia. El enorme ser cayó a un lado, rugiendo, y colocándose en pie. El asesino le miró de forma seria, y después empezó a arder en llamas. Los dos se mataban con la mirada, pero después de unos momentos, el enorme felino se puso a su lado. El moreno alzó una ceja, y después puso la mano en la cabeza del animal. – Bien, Feng. Hora de volver a casa. – Dicho aquello, miró al joven pelirrojo de forma tranquila. Después dio unos pasos hacia él. El felino le rugió con fuerza, a lo que Jin se relamió un poco. – Invítame a algo rico. – Mencionó con calma.
En ese momento el pelirrojo se inclinó, y dijo ir por un tío que podía saber de él. El moreno entonces se quedó callado, y atento a dónde fuese. No creía que tratase de huir de él. Si lo hacía, podía ser lo peor del mundo. El respeto que imponía le agradaba mucho, era una sensación de placer, o eso creía. En poco tiempo, el chico le trajo a un simple idiota, diciendo saber que podía ser útil. Cuando el tipo quedó en sus pies, ladeó un momento la cabeza, y después se cruzó de brazos mirándole. – ¿Dónde está…? – Justo cuando dijo aquello, un terrible rugido invadió la calle. En unos de los tejados, pudo verse el enorme animal, rugiéndole a Jin de forma furiosa. El marine sonrió de lado. Fue muy fácil, y supuso que su pequeño le iba a oler. Entonces miró al pelirrojo con tranquilidad. – Termina con la vida de este inútil. – Ordenó mirando al pobre hombre de sus pies.
De repente, el felino se tiró por él. Cayó sobre Jin, tirándolo de forma brusca, y tratando de morderle en el hombro con fuerza. El demonio paró al tigre colocándole la mano en la frente, y después le miró de forma seria. – Puto imbécil desagradecido. – Susurró impactando su pierna en el estómago de la bestia. El enorme ser cayó a un lado, rugiendo, y colocándose en pie. El asesino le miró de forma seria, y después empezó a arder en llamas. Los dos se mataban con la mirada, pero después de unos momentos, el enorme felino se puso a su lado. El moreno alzó una ceja, y después puso la mano en la cabeza del animal. – Bien, Feng. Hora de volver a casa. – Dicho aquello, miró al joven pelirrojo de forma tranquila. Después dio unos pasos hacia él. El felino le rugió con fuerza, a lo que Jin se relamió un poco. – Invítame a algo rico. – Mencionó con calma.
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Un rugido se oyó en uno de los tejados. Algo alarmado (no lo demostraba en su rostro), el joven miró hacia arriba para ver de que se trataba. Se trataba del animal que vio en la foto que le mostró el enmascarado, y al parecer estaba furioso con él. Debía admitir que el animal era mucho más majestuoso en persona... Y sanguinario. No le molestaría tener uno así, aunque de poco le serviría si no podía domarlo. Suponía que podía lograrlo a base de sustos o con entrenamientos estrictos, casi inhumanos, pero él no era ese tipo de personas. Para él los animales eran lo único puro que iba quedando en el planeta, y en su opinión no debían maltratarlos, sino que cuidarlos. Al escuchar las palabras de Jin, el chico suspiró y se dirigió hasta el hombre caído; era una lástima, el realmente no quería ensuciarse las manos el día de hoy.
– Que sepas que no te guardo rencor – le dijo al asustado hombre caído. – No te preocupes, soy alguien misericordioso, te mandaré al otro mundo rápidamente. Quien sabe, tal vez allí puedas reivindicarte de todos tus pecador en vida – sin decir otra palabra, el joven levantó la pierna y pisó con fuerza el cuello del hombre. El sonido de huesos rompiéndose pudo escucharse, y el hombre murió instantáneamente. Akashi suspiró y levantó su pie del cuello. Normalmente se mostraría mas reacio a realizar una acción así, pero como se trataba de un criminal, no se lamentaba tanto.
Akashi suspiró nuevamente, y miró hacia donde se encontraban Jin y su tigre. Si la vida fuera una serie animada, entonces el pelirrojo tendría tremenda gota cayéndole por la sien. El sabía que el enmascarado era peligroso, pero eso no quitaba lo bizarro y cómico de aquella escena. Luego de que ambos terminasen de discutir (el pelirrojo ignoró la escena de las llamas, era lo mejor para su sanidad mental), Jin le dijo algo al chico que hizo que arqueara una ceja. Parpadeó lentamente y luego se dirigió hacia el enmascarado.
– Si no te molesta, prefiero cocinar yo. No me fío de aquellos idiotas que dirigen esos restaurantes – genial, estaba empezando a sonar como Hinori. Aunque, viéndolo por otro lado, la chica era un Markov. Con solo llevar ese apellido, significaba que poseías algo de respeto por Akashi.
– Que sepas que no te guardo rencor – le dijo al asustado hombre caído. – No te preocupes, soy alguien misericordioso, te mandaré al otro mundo rápidamente. Quien sabe, tal vez allí puedas reivindicarte de todos tus pecador en vida – sin decir otra palabra, el joven levantó la pierna y pisó con fuerza el cuello del hombre. El sonido de huesos rompiéndose pudo escucharse, y el hombre murió instantáneamente. Akashi suspiró y levantó su pie del cuello. Normalmente se mostraría mas reacio a realizar una acción así, pero como se trataba de un criminal, no se lamentaba tanto.
Akashi suspiró nuevamente, y miró hacia donde se encontraban Jin y su tigre. Si la vida fuera una serie animada, entonces el pelirrojo tendría tremenda gota cayéndole por la sien. El sabía que el enmascarado era peligroso, pero eso no quitaba lo bizarro y cómico de aquella escena. Luego de que ambos terminasen de discutir (el pelirrojo ignoró la escena de las llamas, era lo mejor para su sanidad mental), Jin le dijo algo al chico que hizo que arqueara una ceja. Parpadeó lentamente y luego se dirigió hacia el enmascarado.
– Si no te molesta, prefiero cocinar yo. No me fío de aquellos idiotas que dirigen esos restaurantes – genial, estaba empezando a sonar como Hinori. Aunque, viéndolo por otro lado, la chica era un Markov. Con solo llevar ese apellido, significaba que poseías algo de respeto por Akashi.
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Todo estaba saliendo de lujo para el moreno. No solo encontró al pequeño animal… Bueno, lo de pequeño se podía discutir. También tenía delante a un tío que sabía de cocina. Él no solía comer mucho, de hecho era poco lo que comía, pero quería que ese poco fuese rico, y muy lujoso. El cabrón era muy exigente con lo que comía. Recordaba sus cenas con vino tinto del Norte, y caviar del más caro del mundo. Por el momento iba a continuar fiándose del chico. Matarlo podía ser divertido, pero estaba resultando ser útil, no chulo, y encima obediente. Todo eso le sumó puntos para continuar viviendo. El moreno entonces miró de nuevo a su pequeña mascota, la cual rugió de nuevo sin permiso.
- Muy bien, Feng. Sé que te has aburrido, pero deja de hacer ruido o te corto un ojo. – Surfer lo dijo en serio, mirándolo con ira. El enorme ser frunció el ceño, tomando sus ojos un tono verdoso, dando a entender que iba a atacar. Jin lo fulminó con la mirada, pero el puto felino se lanzó de nuevo contra él. No tuvo otro remedio, y de un puñetazo lo tiró al suelo. – Qué te calmes, coño. – Dijo un poco molesto. Finalmente el animal se relajó un poco.
Era normal que el pobre bicho estuviese mosqueado. Dos años sin su dueño era mucho tiempo, y Jin era el único que le dejaba intentar matarle, sin cortarle la cabeza después. La vida del amo, y la mascota era constante supervivencia del uno con el otro.
Surfer volvió a mirar al chico a los ojos. No supo muy bien qué decirle, pero después cayó en la cuenta. – No me molesta, pero no sé donde te dejaran cocinar ¿Tienes por aquí una casa? – Preguntó entonces. No pensaba entrar a un sitio, y preguntar “oye ¿puede cocinar este tío?” eso era raro incluso para él. Esperó una respuesta, y mientras tanto dejó de arder. Miró el cadáver del otro hombre, con el cuello roto. Sonrió de lado, y se relamió. Un tipo que usaba fuerza física. Eran dos estilos diferentes. En ese momento, el tigre se acercó al cuerpo, y sin permiso comenzó a comérselo. Jin sonrió de lado, y continuó mirando al chico de forma tranquila.
- Muy bien, Feng. Sé que te has aburrido, pero deja de hacer ruido o te corto un ojo. – Surfer lo dijo en serio, mirándolo con ira. El enorme ser frunció el ceño, tomando sus ojos un tono verdoso, dando a entender que iba a atacar. Jin lo fulminó con la mirada, pero el puto felino se lanzó de nuevo contra él. No tuvo otro remedio, y de un puñetazo lo tiró al suelo. – Qué te calmes, coño. – Dijo un poco molesto. Finalmente el animal se relajó un poco.
Era normal que el pobre bicho estuviese mosqueado. Dos años sin su dueño era mucho tiempo, y Jin era el único que le dejaba intentar matarle, sin cortarle la cabeza después. La vida del amo, y la mascota era constante supervivencia del uno con el otro.
Surfer volvió a mirar al chico a los ojos. No supo muy bien qué decirle, pero después cayó en la cuenta. – No me molesta, pero no sé donde te dejaran cocinar ¿Tienes por aquí una casa? – Preguntó entonces. No pensaba entrar a un sitio, y preguntar “oye ¿puede cocinar este tío?” eso era raro incluso para él. Esperó una respuesta, y mientras tanto dejó de arder. Miró el cadáver del otro hombre, con el cuello roto. Sonrió de lado, y se relamió. Un tipo que usaba fuerza física. Eran dos estilos diferentes. En ese momento, el tigre se acercó al cuerpo, y sin permiso comenzó a comérselo. Jin sonrió de lado, y continuó mirando al chico de forma tranquila.
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La relación del enmascarado con el felino le seguía siendo peculiar. No parecía como si fueran compañeros, más bien era similar al de un amo y su esclavo... Aunque mucho más bizarro que eso. Por primera vez en mucho tiempo, Akashi no sabía como reaccionar ante aquella situación. La opción de escapar estaba descartada; hasta que no supiera si se trataba de Jin o no, por lo menos. Si se trataba del verdadero... entonces era un hecho que no podría escapar. Akashi era arrogante, sí, pero incluso él no era tan loco para enfrentar a alguien de la talla de él... al menos aún no. Se colocó la mano en los bolsillo y sonrío de lado al escuchar las palabras de Jin; no necesitaba de una casa para cocinar algo delicioso.
– No se preocupe, Jin-san. Puedo cocinar perfectamente al aire libre – pese a ser un tío ególatra, eso últimas palabras del pelirrojo no tenían ningún deje de arrogancia. ¿Para que ser arrogante en algo que se le daba bien? Era pura habilidad, a fin de cuentas. Muy pocas personas podían hacerle frente, entre ellas, Hinori y Saiba. Lo sorprendente era que el pelirrojo aún no alcanzaba su apogeo en el arte culinario, por lo que no se sabían los límites que podía alcanzar Akashi (y Eichi) en su máximo potencial.
– Si no le molesta... Necesitamos ir al bosque para pueda cocinar libremente. ¿Vamos? – si el enmascarado accedía, el pelirrojo usaría "Paso Relámpago" para emprender marcha y llegar más pronto a su destino. El tiempo volaba, y necesitaba de la mayor velocidad posible para poder terminar rápido con todo ese asunto...
– No se preocupe, Jin-san. Puedo cocinar perfectamente al aire libre – pese a ser un tío ególatra, eso últimas palabras del pelirrojo no tenían ningún deje de arrogancia. ¿Para que ser arrogante en algo que se le daba bien? Era pura habilidad, a fin de cuentas. Muy pocas personas podían hacerle frente, entre ellas, Hinori y Saiba. Lo sorprendente era que el pelirrojo aún no alcanzaba su apogeo en el arte culinario, por lo que no se sabían los límites que podía alcanzar Akashi (y Eichi) en su máximo potencial.
– Si no le molesta... Necesitamos ir al bosque para pueda cocinar libremente. ¿Vamos? – si el enmascarado accedía, el pelirrojo usaría "Paso Relámpago" para emprender marcha y llegar más pronto a su destino. El tiempo volaba, y necesitaba de la mayor velocidad posible para poder terminar rápido con todo ese asunto...
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El moreno continuó observando al pelirrojo con toda la calma del mundo. Sus ojos continuaban entrecerrados, y en aquel tono rojizo de él. Escuchó sus palabras, y entonces miró al bosque. Allí podía eliminarlo de mejor forma. En ese momento soltó un suspiro, de nuevo pensando en matar sin ser el momento. Todo culpa del puto felino, que le ponía de mala hostia. Era el único ser que enfadaba al inexpresivo Vader. Se rascó un poco la cabeza, y después olisqueó un poco el ambiente. El puto alcohol llegaba hasta él. En los bares solo había idiotas que matar. La idea era buena, pero le daba pereza tener que correr de nuevo. No tardó mucho en pensar bien lo que quería hacer, y se decidió que el bosque podía ser la mejor opción de todas.
En ese momento el chico se desplazó a una buena velocidad, todo había que decirlo. El moreno entonces observó cómo iba desapareciendo. Miró unos momentos a Feng, y después le hizo un gesto con la cabeza. El ser comenzó a correr detrás del pelirrojo. El marine activó el kamisori, y salió disparado a toda velocidad hacia el chico. No pensaba adelantarle, simplemente quedar unos metros tras él, y seguirle. De ese modo podía controlar a su felino con total comodidad, y calma.
El bosque no estaba muy lejos, y entonces el moreno se puso a la par del pelirrojo, mirando al frente en todo momento. – Eres un tío rápido, y con recursos. Gente como tú hace más falta en este mundo. – Decidido. Debía volver a crear Akatsuki en cuanto tuviese terminado su plan en la marina. Pero para ello necesitaba un poco de tiempo. Después debería buscar un buen equipo que hiciera bien las cosas, y no una panda de inútiles.
En ese momento el chico se desplazó a una buena velocidad, todo había que decirlo. El moreno entonces observó cómo iba desapareciendo. Miró unos momentos a Feng, y después le hizo un gesto con la cabeza. El ser comenzó a correr detrás del pelirrojo. El marine activó el kamisori, y salió disparado a toda velocidad hacia el chico. No pensaba adelantarle, simplemente quedar unos metros tras él, y seguirle. De ese modo podía controlar a su felino con total comodidad, y calma.
El bosque no estaba muy lejos, y entonces el moreno se puso a la par del pelirrojo, mirando al frente en todo momento. – Eres un tío rápido, y con recursos. Gente como tú hace más falta en este mundo. – Decidido. Debía volver a crear Akatsuki en cuanto tuviese terminado su plan en la marina. Pero para ello necesitaba un poco de tiempo. Después debería buscar un buen equipo que hiciera bien las cosas, y no una panda de inútiles.
Eichi Tsukasa
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Akashi no tuvo que mirar hacia atrás para ver si el enmascarado y el tigre le seguían o no. Si el enmascarado en verdad se trataba de Jin Surfer, entonces aquella velocidad no debía de suponer un problema para él. En efecto, cuando el pelirrojo se detuvo en medio del bosque, notó de inmediato como es que el pelinegro apareció casi de forma instantánea a su lado... Y algo le decía que eso solo fue algo minúsculo de su poder. Por fuera seguía manteniendo su postura inexpresiva, pero por dentro sus instintos salvajes le pedían a gritos que enfrentara a ese hombre. El joven príncipe suspiró y ladeó su cabeza; no, aún no era el tiempo de enfrentar a los mas poderosos. Por ahora solo tomaría un papel pasivo frente a los enemigos monstruosos que ocupaban este mundo. No pudo seguir pensando en aquello, puesto que Jin le interrumpió nuevamente. Akashi sonrío un poco y se encogió de hombros.
– Me halaga que el gran Jin Surfer piense eso de mí... – no pudo seguir hablando, debido a que sintió el sonido de unos arbustos moverse. Akashi entrecerró sus ojos y vio como de entre los matorrales surgió un cerdo de estatura mediana. Aquello era perfecto, no tendría que molestarse en buscar la comida por todo el bosque. Se relamió los labios, activó aura de aceros y antes que el pobre animal pudiera darse cuenta, cortó su cabeza. Miró atentamente al cuerpo del animal y suspiró. El amaba los animales, sí, pero también sabía muy bien como funcionaba el ecosistema, y lamentablemente una de las necesidades básicas de los humanos era comer carne.
Formó una fogata usando uno de sus diales de fuego, y luego sacó sus utensilios de cocina de su mochila. En silencio, se puso a trabajar en aquel animal. Cada cierto tiempo el pelirrojo pausaba en lo que estaba haciendo y probaba un bocado del cerdo, para luego negar con la cabeza y añadir un par de especias. Al cabo de unos minutos, el pelirrojo asintió satisfecho y empezó a servir. Era una suerte que hubiera desarrollado su sentido del gusto, debía admitir que era muy útil para poder cocinar y no meter la pata.
– Provecho – le dijo a Surfer mientras le tendía un plato de cerdo asado. Dejó el resto del animal a un lado por si el tigre se le apetecía y simplemente miró al enmascarado, expectante por saber su opinión... Y a quien engañaba, quería ver lo que estaba debajo de su máscara.
– Me halaga que el gran Jin Surfer piense eso de mí... – no pudo seguir hablando, debido a que sintió el sonido de unos arbustos moverse. Akashi entrecerró sus ojos y vio como de entre los matorrales surgió un cerdo de estatura mediana. Aquello era perfecto, no tendría que molestarse en buscar la comida por todo el bosque. Se relamió los labios, activó aura de aceros y antes que el pobre animal pudiera darse cuenta, cortó su cabeza. Miró atentamente al cuerpo del animal y suspiró. El amaba los animales, sí, pero también sabía muy bien como funcionaba el ecosistema, y lamentablemente una de las necesidades básicas de los humanos era comer carne.
Formó una fogata usando uno de sus diales de fuego, y luego sacó sus utensilios de cocina de su mochila. En silencio, se puso a trabajar en aquel animal. Cada cierto tiempo el pelirrojo pausaba en lo que estaba haciendo y probaba un bocado del cerdo, para luego negar con la cabeza y añadir un par de especias. Al cabo de unos minutos, el pelirrojo asintió satisfecho y empezó a servir. Era una suerte que hubiera desarrollado su sentido del gusto, debía admitir que era muy útil para poder cocinar y no meter la pata.
– Provecho – le dijo a Surfer mientras le tendía un plato de cerdo asado. Dejó el resto del animal a un lado por si el tigre se le apetecía y simplemente miró al enmascarado, expectante por saber su opinión... Y a quien engañaba, quería ver lo que estaba debajo de su máscara.
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“Peloteo” pensó el moreno cuando escuchó las palabras del pelirrojo. No necesitaba esos estúpidos halagos que las personas solían hacer, y siempre a los poderosos. No pudo evitar fruncir el ceño un poco, pero debido a que tenía su preciosa máscara, no pudo vérsele hacerlo. Tal vez lo juzgó medio bien demasiado rápido, pero no importaba. Mientras pudiese comer se saldría con la suya. Sin duda hacerle la pelota al moreno no era una buena opción. Pero meterse con él tampoco lo era, simplemente estar callado, y obedecer era el mejor truco de todos. Muy pocos sabían comportarse delante del asesino, y por ello terminaban muriendo de forma cruel, y muy poco ortodoxa en muchas situaciones.
Se quedó sentado en un lado, con la mirada perdida, y observando las llamas que, el chico prendió con un dial. Él podría haberlo hecho con un solo dedo. Empezó a molestarse un poco, el hecho de no haber matado a nadie ese día le ponía de los nervios. Finalmente el chico terminó de cocinar, y le tendió su parte. El hombre la tomó despacio, y después miró el plato. El olor era bueno, y no parecía haber nada raro. Entonces se quitó la máscara con toda la calma del mundo. Desveló su rostro, el de Vader, el original. Era un tipo joven, de ojos rojizos, cabello corto moreno, y un lado de la cara un poco herido, debido a una explosión de energía demoniaca de Émile hacía tiempo ya. Su expresión, lejos de ser amable o siniestra, era seria.
El asesino entonces probó un poco de la carne, y después de unos momentos cerró ambos ojos con calma. Los abrió a los pocos segundos, y pudo ver al tigre mirarle de forma siniestra. La bestia entonces se tiró por él, y Jin frunció el ceño. Estiró su mano hacia delante, y tres lanzas oscuras empalaron al animal. Los ojos del felino quedaron en blanco, y él simplemente chasqueó la lengua. Se había cargado a su mascota, al que fue a recoger. En definitiva, ese tío no quería a nadie. Miró entonces al joven pelirrojo, y simplemente alzó un poco la voz. – Está bueno. No le pondré pegas. – Dijo refiriéndose a la comida. Después de una llamarada, prendió el cuerpo del felino, y lo dejó arder. Sus ojos rojizos se entrecerraron, y comenzó a comer mientras observaba el fuego.
Se quedó sentado en un lado, con la mirada perdida, y observando las llamas que, el chico prendió con un dial. Él podría haberlo hecho con un solo dedo. Empezó a molestarse un poco, el hecho de no haber matado a nadie ese día le ponía de los nervios. Finalmente el chico terminó de cocinar, y le tendió su parte. El hombre la tomó despacio, y después miró el plato. El olor era bueno, y no parecía haber nada raro. Entonces se quitó la máscara con toda la calma del mundo. Desveló su rostro, el de Vader, el original. Era un tipo joven, de ojos rojizos, cabello corto moreno, y un lado de la cara un poco herido, debido a una explosión de energía demoniaca de Émile hacía tiempo ya. Su expresión, lejos de ser amable o siniestra, era seria.
El asesino entonces probó un poco de la carne, y después de unos momentos cerró ambos ojos con calma. Los abrió a los pocos segundos, y pudo ver al tigre mirarle de forma siniestra. La bestia entonces se tiró por él, y Jin frunció el ceño. Estiró su mano hacia delante, y tres lanzas oscuras empalaron al animal. Los ojos del felino quedaron en blanco, y él simplemente chasqueó la lengua. Se había cargado a su mascota, al que fue a recoger. En definitiva, ese tío no quería a nadie. Miró entonces al joven pelirrojo, y simplemente alzó un poco la voz. – Está bueno. No le pondré pegas. – Dijo refiriéndose a la comida. Después de una llamarada, prendió el cuerpo del felino, y lo dejó arder. Sus ojos rojizos se entrecerraron, y comenzó a comer mientras observaba el fuego.
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El pelirrojo miró curiosamente como Jin se quitaba la máscara; al fin pudo ver su rostro. Era alguien joven, de ojos rojos y con una bonita herida en uno de los costados de su cara. Una vez que su curiosidad fue saciada, el chico se limitó a encogerse de hombros y a continuar con su comida. Cerró sus ojos y se dejó llevar por el sabor de aquel cerdo. Debía admitir que se lució cocinando ese animal con tan pocos recursos, pero aun así, el joven pensaba que le faltaba algo a sus comidas. No tenían la esencia que Saiba solía impregnar siempre en sus plato. Akashi no tenía idea de lo que era, pero algún día lo averiguaría... Además de averiguar porqué le sonaba tanto su rostro, claro está. Por el momento seguiría viajando por el mundo, manteniendo un perfil bajo... O lo que pudiera tener un tío con recompensa como él.
En eso, notó cierto movimiento que hizo que abriera sus ojos de golpe. Giró la cabeza hacia un lado, y vio como unas lanzas oscuras salían del moreno y empalaban al tigre, matándolo en el acto. Por fuera el pelirrojo seguía manteniendo una expresión de completa apatía, pero por dentro rechinó los dientes y tuvo que resistir el impulso de lanzarse salvajemente en contra del hombre. Cerró los ojos y se relajó; no, aun no era el momento. Atacar a ese hombre era lo mismo que una sentencia a muerte, y Akashi no podía darse el lujo de morir en esa isla. Por lo menos, no hasta haber cumplido con su ambición.
En eso, cierto ruido en uno de los matorrales captó su atención. Entrecerró los ojos y observó como cuatro hombres salieron de aquellos arbustos y se ponían frente a ellos. Por las pintas que llevaban, el pelirrojo suponía que eran bandidos. En verdad habían personas de que no aprendían su lugar en este mundo. De todas formas, el pelirrojo no hizo nada y siguió comiendo con total tranquilidad. No iba a dejar que unos imbéciles arruinaran su almuerzo... Si los cuatro atacaban, podían considerarse muertos.
En eso, notó cierto movimiento que hizo que abriera sus ojos de golpe. Giró la cabeza hacia un lado, y vio como unas lanzas oscuras salían del moreno y empalaban al tigre, matándolo en el acto. Por fuera el pelirrojo seguía manteniendo una expresión de completa apatía, pero por dentro rechinó los dientes y tuvo que resistir el impulso de lanzarse salvajemente en contra del hombre. Cerró los ojos y se relajó; no, aun no era el momento. Atacar a ese hombre era lo mismo que una sentencia a muerte, y Akashi no podía darse el lujo de morir en esa isla. Por lo menos, no hasta haber cumplido con su ambición.
En eso, cierto ruido en uno de los matorrales captó su atención. Entrecerró los ojos y observó como cuatro hombres salieron de aquellos arbustos y se ponían frente a ellos. Por las pintas que llevaban, el pelirrojo suponía que eran bandidos. En verdad habían personas de que no aprendían su lugar en este mundo. De todas formas, el pelirrojo no hizo nada y siguió comiendo con total tranquilidad. No iba a dejar que unos imbéciles arruinaran su almuerzo... Si los cuatro atacaban, podían considerarse muertos.
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Todo parecía estar en calma, pues no había ni un ruido molesto. El moreno continuó comiendo con tranquilidad, mientras observaba a su pequeño animal arder con fuerza en aquel fuego que él mismo había montado a un lado. Comía tranquilamente el plato del cerdo asado, un sabor muy bueno, y por ello quizás el motivo por el que el chico vivía. Se estiró unos momentos, sintiéndose muy cómodo cuando lo hizo. Se rascó un poco la cabeza, y cuando terminó puso el plato a un lado. Miró las llamas un poco más, y justo entonces soltó un pequeño suspiro, que indicaba aburrimiento. Mucho de hecho, quizás demasiado. Miró un momento a su alrededor, y notó unos olores molestos.
Surfer se colocó su máscara de nuevo, ocultando el rostro. De repente los cuatro hombres aparecieron, y bueno, cuando miraron a Jin, sus rostros se pusieron blancos. Salvo uno de ellos, le cual sonrió de lado mirándole. – Que tío más raro. Dame todo lo que lleves. – Los otros tres se pusieron a temblar de pensar en quién podía ser aquel hombre que se hallaba sentado. De hecho, uno le pidió a su compañero que se fuesen, a lo que el cabecilla se negó afirmando que era un imitador. El moreno entonces los miró. – Ni un paso más. – Dijo simplemente en un tono serio. A continuación sus lanzas hicieron el trabajo de siempre, y en poco tiempo, todos estaban muertos. Uno de ellos se libró.
De hecho estaba en las últimas. A Jin se le ocurrió un juego muy bueno, y entonces miró al joven pelirrojo con calma. Era el momento de tener un buen espectáculo. – Cocinero, arranca los ojos de este inútil, y comételos delante de él. Cuando termines, afila le cuchillo que tiene en el cinto con su propia lengua. – Sin duda, era maldad pura. Quería que todo aquello ocurriese antes de irse, y por supuesto, no se conformaría con menos. Sonrió de lado, y sus rojizos ojos brillaron un poco.
Surfer se colocó su máscara de nuevo, ocultando el rostro. De repente los cuatro hombres aparecieron, y bueno, cuando miraron a Jin, sus rostros se pusieron blancos. Salvo uno de ellos, le cual sonrió de lado mirándole. – Que tío más raro. Dame todo lo que lleves. – Los otros tres se pusieron a temblar de pensar en quién podía ser aquel hombre que se hallaba sentado. De hecho, uno le pidió a su compañero que se fuesen, a lo que el cabecilla se negó afirmando que era un imitador. El moreno entonces los miró. – Ni un paso más. – Dijo simplemente en un tono serio. A continuación sus lanzas hicieron el trabajo de siempre, y en poco tiempo, todos estaban muertos. Uno de ellos se libró.
De hecho estaba en las últimas. A Jin se le ocurrió un juego muy bueno, y entonces miró al joven pelirrojo con calma. Era el momento de tener un buen espectáculo. – Cocinero, arranca los ojos de este inútil, y comételos delante de él. Cuando termines, afila le cuchillo que tiene en el cinto con su propia lengua. – Sin duda, era maldad pura. Quería que todo aquello ocurriese antes de irse, y por supuesto, no se conformaría con menos. Sonrió de lado, y sus rojizos ojos brillaron un poco.
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Bueno, al menos los cuatro tíos no eran idiotas... O al menos tres de ellos no lo eran. Tuvo que aguantarse las ganas de echarse a reír al ver como uno se quería hacer el valiente. Bueno, ya eran historia. Surfer usó los mismas lanzas de antes para cargarse a tres de esos molestos insectos, dejando a uno al borde de la muerte. Mientras, el pelirrojo comía con total naturalidad... hasta que escuchó la petición, o más bien orden, de Jin. Dejó caer el plato y por primera vez en ese día su mueca de apatía había desaparecido. ¿Comerse los ojos de aquel idiota? Quien se creía ese maldito. Akashi rechinó sus dientes y se acercó hasta el hombre caído, sintiendo disgusto a cada paso que daba. No podía creer lo que iba a hacer, pero no tenía elección. Tendría que tragarse su orgullo por aquella vez y seguirle el juego al maldito, sino acabaría muerto.
– Lo siento, pero no quiero morir, hoy no – le dijo al bandido caído una vez que llegó. – Si no hubieras sido un idiota, tal vez esto no hubiera pasado – terminó el pelirrojo, aun sin creerse lo que haría a continuación. Akashi cerró sus ojos, suspiró fuertemente y prosiguió con aquella monstruosidad.
Pasaron veinte minutos y el pelirrojo se dejó caer de rodillas. Inmediatamente vomitó en uno de los arbustos y empezó a respirar fuertemente debido a la adrenalina. A unos centímetros de distancia, se encontraba el ahora muerto hombre. El cuerpo estaba lleno de sangre, las cuencas de sus ojos estaba vacías y su lengua estaba tirada a su lado. Sin duda alguna era un espectáculo digno de una película de horror. Akashi recordó una vez más lo sucedido y vomitó nuevamente. Por su maldita memoria eidética, recordaría todo eso por el resto de sus días. En eso, el pelirrojo abrió sus ojos de golpe y se levantó. El recordaría, sí, pero antes muerto que dejar que Eichi viera todo lo que sucedió este día. Inhaló y exhaló varias veces, y luego miró a Jin; su rostro había recobrado la completa apatía de antes.
– Mi nombre es Akashi, Surfer – le dijo con total tranquilidad y en un tono que no denotaba nada de lo que sentía en ese momento. No sabía ni donde ni cuando, pero el pelirrojo se juró en ese mismo momento que algún día le haría pagar a Surfer por aquella ofensa, aunque le costase la vida; no iba a dejar que ese desgraciado se saliese con la suya.
– Lo siento, pero no quiero morir, hoy no – le dijo al bandido caído una vez que llegó. – Si no hubieras sido un idiota, tal vez esto no hubiera pasado – terminó el pelirrojo, aun sin creerse lo que haría a continuación. Akashi cerró sus ojos, suspiró fuertemente y prosiguió con aquella monstruosidad.
Pasaron veinte minutos y el pelirrojo se dejó caer de rodillas. Inmediatamente vomitó en uno de los arbustos y empezó a respirar fuertemente debido a la adrenalina. A unos centímetros de distancia, se encontraba el ahora muerto hombre. El cuerpo estaba lleno de sangre, las cuencas de sus ojos estaba vacías y su lengua estaba tirada a su lado. Sin duda alguna era un espectáculo digno de una película de horror. Akashi recordó una vez más lo sucedido y vomitó nuevamente. Por su maldita memoria eidética, recordaría todo eso por el resto de sus días. En eso, el pelirrojo abrió sus ojos de golpe y se levantó. El recordaría, sí, pero antes muerto que dejar que Eichi viera todo lo que sucedió este día. Inhaló y exhaló varias veces, y luego miró a Jin; su rostro había recobrado la completa apatía de antes.
– Mi nombre es Akashi, Surfer – le dijo con total tranquilidad y en un tono que no denotaba nada de lo que sentía en ese momento. No sabía ni donde ni cuando, pero el pelirrojo se juró en ese mismo momento que algún día le haría pagar a Surfer por aquella ofensa, aunque le costase la vida; no iba a dejar que ese desgraciado se saliese con la suya.
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El moreno sonrió de lado al ver lo que estaba pasando. De hecho, no pudo evitar relamerse un poco. No pensaba que el chico fuese tan loco de hacer lo que dijo, pero era la única forma de que no perdiese la vida. Entrecerró los ojos, y contempló la escena, complacido. Eso era música para él, y por ello quedó muy satisfecho. Durante todo el espectáculo, estuvo atento a los detalles, pues no quería que el pelirrojo escupiese los ojos. Su vista era muy buena, no como la de aquel pobre idiota. El asesino no tuvo que ser un experto para saber lo mal que lo pasó el joven, pero eso le daba lo mismo. De hecho, se comió otro plato durante lo que sucedió. A él no podían quitarle el hambre ni de la forma más horrible posible. Era un tío que vivía al límite por decirlo de una forma.
Después de un buen rato, y ver al joven vomitar, se colocó en pie, y miró de forma seria lo poco que quedaba del tigre. Sonrió de lado, y metió las manos en los bolsillos. Sus orbes se clavaron en los del joven. En cuanto le dijo su hombre, mostró una pequeña sonrisa ladeada. – Pues ha sido un placer, chico. Espero que en un futuro, tengas el poder necesario para matarme, de lo contrario, comerás una parte más intima de ese cadáver. – Dicho aquello, el moreno sonrió de lado, y comenzó a alejarse de donde estaba el pelirrojo.
Tenía un nuevo destino, y ese era el del cuartel del Norte. La próxima visita que le haría al joven, sería con la apariencia de Aomine. De esa forma podría arrestarle. Era muy listo, y supo al momento que el chico costaba muy poco, pero era un criminal. Se relamió despacio, y continuó su camino hasta el puerto. Pensaba robar un barco, y de paso eliminar a todo el que estuviese dentro. Podía ser un bonito espectáculo. Sonrió de nuevo, y tomó un pequeño den den mushi. Por el momento debería inventar una excusa por su ausencia, pero tenía muchísimas, y todas eran mentira.
Después de un buen rato, y ver al joven vomitar, se colocó en pie, y miró de forma seria lo poco que quedaba del tigre. Sonrió de lado, y metió las manos en los bolsillos. Sus orbes se clavaron en los del joven. En cuanto le dijo su hombre, mostró una pequeña sonrisa ladeada. – Pues ha sido un placer, chico. Espero que en un futuro, tengas el poder necesario para matarme, de lo contrario, comerás una parte más intima de ese cadáver. – Dicho aquello, el moreno sonrió de lado, y comenzó a alejarse de donde estaba el pelirrojo.
Tenía un nuevo destino, y ese era el del cuartel del Norte. La próxima visita que le haría al joven, sería con la apariencia de Aomine. De esa forma podría arrestarle. Era muy listo, y supo al momento que el chico costaba muy poco, pero era un criminal. Se relamió despacio, y continuó su camino hasta el puerto. Pensaba robar un barco, y de paso eliminar a todo el que estuviese dentro. Podía ser un bonito espectáculo. Sonrió de nuevo, y tomó un pequeño den den mushi. Por el momento debería inventar una excusa por su ausencia, pero tenía muchísimas, y todas eran mentira.
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