El torneo de ajedrez. Pasado. Privado Yarmin/Adam.

Me estoy quedando sin opciones... parece ser que no voy a conseguir mi propósito... hoy.
El reloj se agotó y el contrincante realizó su forzado movimiento.
- Jaque mate.-tomé su rey, sus ojos se salieron de las órbitas mientras repasaba los rangos de las piezas, sus objetivos y la táctica...
- Ha sido una gran partida... me he divertido mucho- tendió su mano con una vencida sonrisa. Él disfrutaba… Estreché mi guante contra el cuarentón.
Pasaba a la gran final... y aún no había cumplido la tarea... cada vez era más difícil encontrar un oponente interesante. Los niños del orfanato lo eran… quizás debería ir en vez de invertir mi tiempo aquí… no necesito una copa grabada… y tampoco tiene pinta de ser algo que se venda fácilmente… sólo queda una única oportunidad. La última.
- Espere aquí, se celebrará el torneo en su mesa.- al menos no tendría que ir a ningún lado… será mejor colocar las piezas para minimizar mi estancia. Hecho.

Off: Mi ropa es el traje negro con camisa interior ligeramente azulada y corbata blanca, la gabardina/casaca roja está apoyada en el regazo y la chistera en el palo de la silla. Ahora que me doy cuenta parezco un maldito mago.

-Jaque- dijo la irritante voz de mi rival. Apenas le quedaban seis piezas en el campo y tres de ellas eran peones, pero lo había arriesgado todo en una estratagema tan obvia que podría haber pasado desapercibida. Mi torre sólo tenía que comer al desafortunado peón y las tornas cambiarían.

Sonreí, pero examiné con detenimiento una vez más el tablero. ¿De verdad? Tanto su caballo como su alfil estaban al borde de atacar a mi rey, y si no actuaba en consecuencia estaría dejando que ese alfeñique ganase. Pero bueno, ganar con todas las facilidades era casi jugar sucio. Y aunque era mi especialidad, no podía manchar mi buen nombre de esa forma al menos hasta que consiguiera mi objetivo... ¿Quién de los presentes era? El gobierno me había ordenado venir, y aunque no soporto al inútil de Fudge hasta esto es mejor que quedarse en Ennies Lobby como un idiota. Además, estar de vuelta en casa me permitirá más tarde ocuparme de ciertos asuntilllos...

-Muevo dama a peón, y lo como. Jaque.

La reina cubría mi partida mientras las dos torres escoltaban al rey blanco, temeroso entre la negra sombra de mis alas. Sonreí. Él movió su caballo para cubrir el peligro, pero no sirvió. El único movimiento que podía realizar dio entrada a mi alfil, que desde su quietud observó las casillas del enemigo, donde mi último caballero esperaba acechante dar un salto.

-Jaque mate.

Nos estrechamos la mano. Doscientos treinta y un movimientos, era la partida más larga de todo el torneo, y aun así no habíamos superado el tiempo límite de diez minutos por partida. Tenía que reconocer sus aptitudes extraordinarias, pero ese patinazo justo al final, y tratar con tanto mimo al rey cuando un ataque de vigor me habría desbancado... Bueno, casi mejor.

-¿Te apetece una onza?- comenté, sacando una tableta de chocolate. Era perfecto, nunca sabré por qué, para comer mientras se piensa.

-No, gracias. Buena partida y enhorabuena- me tendió la mano con un gesto afable, y correspondí. Por lo menos no tenía que verlo más.

Mi siguiente rival... Oh, el de la chistera. Ha sido muy llamativo desde el principio, aunque dudo que sea mi objetivo. Bueno, al menos dará un buen juego. No soportaría derrochar mi tiempo como en la primera partida, y mientras pensaba cómo comenzar me fui deshaciendo el nudo de la corbata y revolviendo mi cabello con la mano, más para molestar a la impoluta pulcritud de mi rival que para refrescar mi mente, y aún masticando un último pedazo de chocolate, con la chaqueta desabrochada y el primer botón de la camisa suelto, me senté frente a él.

-Buenos días- sonreí, una vez terminé de comer. Pese al toque desgarbado, no me sentaba en absoluto mal aquella imagen. No era impecable, pero sí entrañable, y majestuoso en cierto modo. ¿Quién negaría al Príncipe vestir como le placiese?-. Buena suerte.

Sin esperar demasiado, el árbitro sacó una moneda y la lanzó al aire, saliendo resultado, cómo no, que Yarmin Prince jugaba de nuevo con piezas negras. Qué se le iba a hacer...

-Que gane el mejor- o sea, yo.

Le recuerdo de otras rondas. Había captado mi atención… quizás sí que valiera la pena. Pelo blancuzco y ojos rojos. Podría. Posible. Probable.

Ha llegado hasta aquí, sus habilidades deben de ser admirables… veamos si puede darme lo que quiero.
Se acerca despeinado… su pelo no es blanco… no el mismo blanco, hay muchos tonos. Pero podría seguir siendo. Parece relajado… o cansado, quizás está harto de estar aquí… como yo... eso no sería bueno para su juego, quizás su cremallera esté rota… ¿Debería decírselo? Creo que la “preocupación” por su bienestar social sería visto como un punto a favor…

- Tiene la bragueta bajada.
¿Habrá llegado a la conclusión de que las convenciones sociales son un mero artificio? De ser así parece que ha considerado no ser uno más del rebaño.

Me desea suerte… a pesar de que es un gesto vacío de utilidad no lo es en intención.
El azar me deja a mí el primer movimiento… eligiend… no.
“Que gane el mejor” está seguro de que ganará…  la confianza es un buen atributo... y dado que no hay consecuencias negativas de este dado que es un juego... no hay ninguna limitación que imponer.

- Dígame… ¿le gusta jugar al ajedrez?- quizás deba dar una partida interesante más que buscar el cumplimiento de mi propósito. La respuesta determinará el primer movimiento.

-Es una pregunta muy compleja- respondí tras subirme la cremallera. No entiendo cómo se me bajó, pero mejor será mantenerla en su sitio-. Para responderla, es importante tener en cuenta las piezas; todas ellas.

Habría agarrado al rey para jugar con él entre mis manos y enriquecer mi discurso, pero en un torneo tal vez estaba de más. Lo que sí hice fue acariciar lentamente cada una de las piezas de mi parte, haciendo especial hincapié en el rey.

-El movimiento tranquilo del rey. Va adónde quiere, pero sin prisa- dejé caer-. Para eso es el rey. Si tuviera que caminar, hacer el trabajo sucio... Podría, ¿Pero para qué? Tiene a la reina, que hace todo el trabajo sucio. Al fin y al cabo, detrás de cada gran hombre hay una gran mujer.

Miré las torres con detalle. Eran piezas bonitas, hexagonales y con cierto detalle. Cierto que no eran como mi juego de acero y bronce, pero se dejaban querer en algunos detalles. Obviamente en serie no se conseguía la marca de un artesano, ese cariño único, ese no sé qué...

-Las torres sólo van recto. Sin trampas. Son castillos, sólidos, y su línea de ataque está donde las paredes le dan ángulo. El rey se refugia entre sus paredes, aunque el enroque no es la mejor opción nunca, porque verás...

Sonreí. Saqué de mi bolsillo izquierdo una sencilla pieza, circular y achaparrada. Fue el primer peón que convertí en dama, y le tuve desde siempre un cariño especial. Hasta los más torpes peones con un poco de suerte o cerebro podían llegar a triunfar.

-El ejército no sigue a un rey cobarde. Y aunque los soldados inicien la partida con vigor lo pierden tras su primer movimiento. El rey debe estar cerca, dirigiéndolos. Si no, ¿Qué clase de rey sería? Da igual si es un santo o un tirano, todo general se debe a sus hombres; pero son prescindibles- me relamí los labios-. No es muy agradable verlo así, pero la partida sólo termina cuando muere un rey. Mucho mejor que en la vida real, ¿No?

Lo miré a los ojos, dejando la corbata tras de mí colgada en la silla. Tal vez estuviera aburriéndolo un poco. Mejor, así no pensaría debidamente y me sería más fácil ganar.

-La respuesta es que sí, me gusta el ajedrez. Y lo sacaré fuera del tablero algún día.

¿Va a contestar realmente? Zip. La alegoría es fluida, la idea de que los modus operandi de las personas puedan ajustarse a piezas es interesante. ¿Qué pieza… sería yo? ¿Otro rey…? No… carezco del carisma de mi oponente.

Su declaración final delimita la ruta a seguir… además de un ego apropiado a su habla…. aunque supongo que hay paletos que se creen mejor de lo que son.

Delimitación de algoritmo, jugador experto… objetivo final: “Ganar”-ruta larga.
Muevo. Toque al reloj.
- Me parece una buena metáfora… pero para que alguien se comporte realmente como la pieza que encarna debe abandonar primero todo acto de autoevaluación… bien sea por el seguimiento de unas convicciones ciegamente… o de unos líderes. Claro está que siempre pueden existir personas que sean tan autocríticas consigo mismas y con la sociedad en la que participan… es decir, con toda su realidad… que queden fuera del tablero. – mis ojos no se han apartado de los suyos en toda la partida… quizás debería evitar la confrontación, miraré por encima de su hombro- Y aunque el quedar fuera del tablero te permite una mejor visión de la partida es a expensas de participar… directamente.

Las manecillas se mueven…

- Por supuesto habría que delimitar también  las piezas que no ha mencionado. ¿El alfil quizá represente a gente que calcula sus movimientos desde la distancia? ¿ Es el caballo una manera de perpetrar actos saltándose las reglas que afectan a las demás piezas? ¿Sería justo decir que sólo hay dos bandos…? ¿El mío… y  el de los demás?- ningún gesto es añadido a mis palabras.- Y supongo que su referencia a la fuerza impulsora del rey se basa más en una identificación moral y de que lleguen sus palabras a sus soldados… y no a que esté en primera línea de combate, esa sería una partida muy poco común. El rey no hace... mucho.

Off: A Mi pj no le importan los movimientos. Pero es Peón a E4.

1. e4 Cc6 2. d4 b5 3. Axb5 Tb8 4. Cc3 a6 5. Axc6 dxc6 6. Cf3 Cf6

- No esperaba hacer ese movimiento- dijo mirándome-. Pero bueno, un error en un torneo, para todo hay...

¿Qué quería decir? ¿Para todo hay qué? ¿Qué es lo que para todo hay? ¿Para todo hay un error?

Me confunde, no sólo el hecho de que haya cometido el error, si no de que lo diga. ¿Quiere hacerme ganar? Eso sería un acto de amabilidad... sobretodo teniendo en cuenta que no sabe que no busco ganar. Yo busco ser derrotado.

Pero parece que no voy a poder aprender de una derrota hoy... No, este muchacho es listo. Debe ser muy listo, aún puede ganarme.

Dejo el peón completando la sigiente jugada sobre el tablero.
- Si fuera una partida amistosa le dejaría rectificar, pero temo que las normas del torneo lo impedirían. En otra ocasión... - comento mientras me limito a seguir las pautas mentales para la partida. Todo es cuestión de práctica, y en un sistema limitado a la lógica es bastante fácil seguir el hilo.

Tan sólo quiero completar los huecos de los árboles de probabilidad, tan sólo eso es lo que quiero para el día de hoy. Aunque hacer un amigo tampoco estaría de más...

- Me llamo Adam Smith y soy bibliotecario- dije con el tono más cordial que pude-. ¿Con quién tengo el placer de jugar?

Esperaba que se presentase mientras continuaba los movimientos tras una mirada al tablero. Aunque la respuesta a los suyos me venía rapidamente, tomaba unas pausas de cinco segundos para el correcto desempeño de la conversación. No quiero ponerle nervioso, no por falta de capacidad, si no por el peso del tiempo que se acaba.

A todos se nos acaba el tiempo.