El fabricante de muñecos y la gran semana de campeonato [Pasado][Privado][Maximilian - Sarah]

El clima estaba cambiando, a la distancia podíamos ver la silueta de una isla. El aire se enfriaba rápidamente y cuando el Tiger Claws llegó al puerto podemos ver que estaba nevando. Mis compañeros y yo nos colocamos nuestros abrigos más gruesos y descendimos al muelle. Podemos ver que había algunas casas de madera, algunos trineos más allá y carros de colores. No sentía mucho el frio debido a que estaba usando guantes de lana y un buen abrigo que cubría incluso mi cabeza. La nieve seguía cayendo cuando un muchacho llegó corriendo hasta nosotros.

-He, ustedes – dijo mientras miraba a nuestro variado grupo -. Podemos transportarlos hasta la ciudad o el pueblo con seguridad. Solo les costara unas cuantas monedas.

-¿Dónde queda el pueblo, nos dijeron que podríamos ir allí para comprar algunas cosas? – dije recordando a un hombre hablando sobre eso en una taberna en la última isla que habíamos estado.

-¿Los llevó?

-Está bien – respondí.

El chico desapareció entrando a una de las casas y luego de un momento un hombre grande sacaba a cuatro renos de un establo y los ataba a un carruaje con la cabina cerrada. El muchacho subió a lugar donde debía estar el conductor. Mis compañeros y yo intercambiamos miradas. El chico con una orden tiro de las riendas y los renos comenzaron a andar. El carruaje apareció frente a nosotros y el muchacho nos pidió que entráramos. Los cuatro subimos y comenzamos a movernos al instante.

-Parece que el chico sabe cómo hacerlo – dijo Owen mirando por la ventana de la puerta.

-No me esperaba eso – dijo Ariana colocando su rifle entre sus piernas.

-Hey, dijimos que nada de problemas – dije mientras miraba a mis compañeros –. Estamos aquí para ver divertirnos, no para iniciar una guerra entre el pueblo y la ciudad.

-Ya lo sabemos

-Hay algo ahí afuera, siguiéndonos – dijo Ariana mirando por la otra ventana del carruaje.

Me acerqué y vi que había una figura corriendo a unos cuatro metros a nuestra derecha.

-No hay que prestarle importancia hasta que no intente matarnos – dijo Ryuto.

-Tiene razón, debe ser algo a lo que el chico está acostumbrado.

Ya he llegado a la isla, está todo completamente nevado y con algunos adornos de navidad, donde he dejado mi barco, se iban un par de ellos, así que en lo referente a barcos, solo había dos, uno muy grande, que de hecho me suena, y otro un poquito mas pequeño, que es el mío, hay varias casas alrededor, y todos con pequeños adornitos en las puertas, todo está precioso, hay poca gente por la calle, algunos están en el mercadillo, otros paseando, y otros volviendo para sus hogares con las manos llenas de bolsas, yo como los demás he venido a comprar unas cosas, lo que si debo hacer es pasar desapercibida, a pesar de mi altura.

Camino unos metros hacía la parte de arriba, por un caminito donde hay una tienda de dulces, los niños han hecho una larga cola para poder comprar su dulce favorito, algunos me han saludado, y les he devuelto el saludo con una sonrisa, y otros se me han quedado mirando un poco asustados, me he acercado a alguno de ellos y le he acariciado el pelo, se ha sonreído, y los que me temían un poco ya sonríen, -Así está mejor, -pensé para mi cuando finalmente los vi sonreír a todos. -Por suerte no está nevando en este momento, si no se iban a poner bonitos, -me sonreí al pensar eso, -Si Max estuviera aquí estoy segura de que ya habría hecho cola para comprar algún dulce, -pienso para mi cuando llego a la parte alta del pueblo, llego al mercado, para comprar algunas cosas para casa, y que Íkaro no tiene, el sitio es muy bonito y muy grande, lo suficientemente alto para caber sin agacharme lo mas mínimo, es algo así como un gran bazar, al entrar veo unas grandes tiendas a los lados, con especias, otras con verduras, alguna carnicería, alguna pesquería, alguna tienda de dulces, de ropa, y de muchas mas cosas, yo como soy muy curiosa, miro todas las tiendas, nunca se sabe lo que pueda haber y que me interese, veo en una tienda de armas unas cerbatanas, yo podría hacer los dardos, o los que tienen los podría preparar, -Podría regalarle dos a Fian, -pensaba para mi mientras compraba 4, con 60 dardos, realmente barato, ¿4 cerbatanas y 60 dardos solo por 1000 berries?, si, muy barato, compré también algunas especias, algo de carne y pescado para tener varias comidas, algunas mantas para casa, unos buenos trozos de queso, me encanta el queso, y algunas cosas mas.

Finalmente cuando me dirijo de vuelta al barco, pasando de nuevo delante de la tienda de dulces, que sigue teniendo una cola gigante de niños, y algún que otro adulto, veo a unos metros un grupo de chicos que está hablando con un niño, -Me suenan, pero no acabo de darme cuenta de quienes son, -dije en voz baja para mi, a pesar de que no creo que sea buena idea, decido seguirlos, veo al chico que entra en la casa, y luego sale, y un hombre saca un carro con renos, miro a unos y otros, sin hacer nada, solo observo.

Cuando veo que se suben al carro y que el chico es quien lo ``conduce´´, decido ir detrás de ellos, quiero ver a donde van y quienes son, ya que me da la sensación de que los conozco, me quedo a bastantes metros detrás de ellos, no los quiero asustar, a ver si van a pensar que es otra persona o cosa que los quiere atacar, pido a una taberna cercana si puedo guardar un momento la mercancía que he comprado.

Hecho esto, me coloco bien la chaqueta, y voy detrás de ellos, como quien da un paseo. Con el frío que hace y que sabía que iba a hacer, me puse un pantalón largo de color negro y rojo, bastante grueso, una camiseta de manga larga de color rojo, una sudadera forrada con lana por dentro de color blanco, y un chaquetón largo de color marrón con pelo en la capucha. Voy como no con mi navaja, y la espada, y el puño claro, nunca está de mas ir bien armado.

Volví a mirar la pequeña ventana del carruaje y la figura seguía persiguiéndonos. Era bastante extraño porque parecía que corría en dos patas.

-¿Sigue allí? – preguntó Ariana mientras se acomodaba en su asiento.

-Sí, pero...hay algo familiar en esa cosa que nos sigue – dije mientras dejaba de mirar.

-Es muy grande para ser humano – dijo Owen mirándome.

-Tienes razón – dijo Ryuto sonriendo.

-¿Qué podría andar en dos patas, ser más grande que un oso y correr por la nieve detrás de un carruaje?

La pregunta salió instantemente. Me quede quieto por un momento y luego miré a mis compañero. Todos estábamos pensando en lo mismo y Owen gritó para que el muchacho que manejaba el carruaje se detuviera. Bajamos cuando ya no nos movíamos y vimos a la gran figura acercándose.

-¿Sarah?

-No es la hermosura de cuatro metros que nos ayudó en Orange a salvar a la gente de esas bestias – dijo Ryuto -. Se ve tan sensual con ese abrigo.

Sarah se acercaba a nosotros con rapidez. Me agradó verla otra vez y comenzamos a saludarla con los brazos en alto y sonriendo.

¡Hey Sarah! ¡Hola! – decíamos en grupo.

Me aparté por un momento de ellos y me dirigí al muchacho.

-¿Podemos continuar de aquí sin el carruaje? – pregunté a l muchacho que se estaba hurgando la nariz.

-Sí, pero antes debes pagarme

Le entregué al chico el dinero y me dijo que caminando llegaría al pueblo en una media hora. Solo tenía que seguir el sendero. Le agradecí y el carruaje se dio la vuelta para marcharse en dirección al muelle.

Cuando por fin veo que se dan cuenta que soy yo, corro con una sonrisa hacia ellos, llego a junto de ellos corriendo, a punto de abrazarlos a todos juntos y darles un par de vuestras en el aire, al ir corriendo hago que retumbe un poco el suelo, alguno sale de su casa a ver que origina que suelo retumbe de esa forma, cuando veo que la gente mira extrañado desde sus casas, modero un poco el paseo, -Vaya, debo ir con mas cuidado, puede que tire abajo esas casitas que hay alrededor, -dije mirando hacia las gente que vivían allí, pidiendo una disculpa con una mirada.

Llego a junto de ellos que me miran sorprendidos, pero con una sonrisa en la boca, están todos bien abrigaditos, parecen osos de peluche de los de mi tamaño, me acerco a ellos, y abrazo a los 4 juntos...

-¡HOLA!, cuanto tiempo sin veros, espero no haberos asustado, no pretendía seguiros, pero tenía ganas de veros, -digo dejándolos en el suelo, no quiero matarlos por una abrazo, me sonrío ante ese pensamiento.

-¿Que hacéis aquí?, ¿os puedo ayudar de algún modo?, ¿u os molesto?, -esto último lo digo de cachondeo, obviamente he de molestar, pero vaya, si ellos no me lo dicen, estaré con ellos un rato, volveré a por mis mercancías, y me iré de vuelta al barco.

Mientras digo todo esto veo que Max se acerca al chico dándole dinero, creo que ha dicho algo de seguir el sendero, así que los miro sonriendo a ver que van a hacer, y sobretodo si les molesta que los acompañe, hacía tiempo que no los veía, y entre eso, y que noto una extraña sensación dentro de mi, prefiero acompañarlos que dejarles solos, si ocurre algo siempre será mejor apoyo una semigigante y 4 humanos, que solo 4 humanos.

Miro el sendero, para mi es un poco angosto, pero nada que no se solucione agachándome un poco, o yendo a 4 patas, es lo que tiene medir casi 5 metros, que hay sitios por los que no puedes pasar.

-Cuando llegué al puerto, vi un barco que me sonó mucho, pero no me daba cuenta de si era vuestro o no, fijaos como tengo la cabeza, -dije sonriéndome, mientras miro hacía el puerto, la verdad es que ese barco me dio muy buenas sensaciones, ¿como no fui capaz de darme cuenta que eran ellos?, mira que cené allí con ellos.

Seguía nevando y algunas personas que vivían por allí se quedaron observando el espectáculo que había dado Sarah. La salude cordialmente y escuché lo que dijo. Empezamos a caminar para llegar al pueblo que estaba al sur de la isla, mientras respondíamos las preguntas que la semi gigante había planteado.

-No molestas para nada Sarah, es bueno volver a encontrar –dije sonriendo -. Estamos aquí porque bueno, escuchamos de esta isla y quisimos venir a ver que de interesante tenía.

Las casas a nuestro alrededor fueron desapareciendo, dando paso a majestuosos arboles cubiertos por nieve. El sendero, que nos llevaría al pueblo, estaba marcado por unas huellas de ruedas dejadas en la nieve, señal muy probable de que había pasado un carruaje antes que nosotros.

-¿Tu qué haces aquí Sarah? – pregunté curioso por saber que había motivado a la chica a llegar a la isla.

Los observo, están geniales, miro alrededor y alguna gente nos mira, vamos andando por la zona, es superbonito, con los árboles nevados, hacía una estampa preciosa.

-En realidad viene simplemente por navegar, conocer otros lugares, -le dije mirándolos a todos. Miro las marcas del carruaje, en realidad no me está dando buena espina el lugar, pero sigo adelante, poniendo buena cara, y mas ahora que después de tanto tiempo he vuelto a encontrarlos a todos.

Escuché lo que dijo Sarah. Le regalé una sonrisa, mostrándole mi alegría por haberla encontrado nuevamente. Mis exhalaciones eran notorias en el gran frio que nos rodeaba. Mis pisadas marcaban el suelo. Veía como el sendero iba terminando luego de haber caminado unos treinta minutos y montones de casas aparecían más adelante. Algunas estaban decoradas con viejos dibujos de animales. El pueblo no parecía la gran cosa, pero era mejor que morir en el frio de la calle. Algo llamó mi atención, unas bonitas luces generadas por luciérnagas que pululaban por todas las casas. Había letreros de tiendas por todas las calles y algunos ancianos con abrigos bastante cómodos estaban sentados a lados de las puertas de cada tienda. Nos observaron mientras llegábamos y rápidamente se escondieron.

“No parece que les vaya bien del todo”, pensé mientras observaba como algunos niños con zapatos gastados jugaban a lanzarse bolas de nieve, mientras que otros ser esforzaban por crear un buen muñeco con grandes esferas decorada con verduras malogradas.

-Las tiendas no están mal, parecen haber buenas cosas aquí – dijo Owen mirando atravesó de los vidrios de las ventanas de las tiendas.

De pronto, cruzando la calle apareció una mujer con una canasta y un mono de dos metros caminando a su lado con una canasta más grande. Se acercó a nosotros junto el gran mono a su lado quien parecía bastante simpático.

-Buenos días, ¿desean comprar galletas recién horneadas?, tengo bizcochos con relleno de crema y algunas tartas de moras.

Enseguida eso llamó mi atención y pedí tres de todo. Ariana compró una pequeña bolsita de galletas decorada con dibujos de renos y Ryuto una tarta de moras que le entregaron en una pequeña cajita de cartón. Colocamos todo en una pequeña canasta que nos obsequió la mujer y compré un bizcocho de crema para cada uno de mis compañeros y dos para Sarah. El gran simio estaba mirando con curiosidad.

-Disculpe señora, pero hay algún lugar donde podamos quedarnos algunas noches y comer algo caliente.

-Si, al final de calle está el hospedaje de Bob. Tiene grandes habitaciones – dijo mirando a Sarah –. Espero que disfruten lo poco que pueda ofrecerles el pueblo.

-Gracias –respondí alegremente.

Le extendía una bolsa llena de monedas. La mujer sintió el peso de la bolsa e hizo un gesto cordial de agradecimiento. Se marchó contenta y mirando en dirección a alguno de los ancianos para ver si querían comprar algún dulce.

-He, vámonos – dije mientras mordía el bizcocho y saboreaba la crema que contenía en su interior.

Me parece que voy a dormir en el suelo, miro de reojo a los chicos, que se sonríen al mirarnos unos a otros, cogí los dulces que Max compró para mi, y los llevé en la mano.

-Id delante, yo os sigo, -dije mirándoles, aun así miraba a los niños jugar, y me daban mucha lastima sus zapatos, estaba por entrar a comprarles unos.

Antes de que la mujer de las galletas se fuese, le dije que viniera conmigo, finalmente le compré todas las galletas que tenia y todo el dulce que tenía, se que a Max le iba a gustar, a la mujer le di el doble de lo que me pedía por todo, no quería dejarla sin trabajo, al menos que le valiese la pena.

Después pasé al lado de aquellos pequeños que jugaban, y les di una bolsa de galletas a cada uno, y un bizcocho de crema a cada uno, me daba pena que nosotros fuésemos con todo aquello, y los pequeños así, les hice una caricia en la cabeza, sonriendo, y me dirigí a donde estaban los chicos.

Vi lo que estaba haciendo Sarah. No había pensado en eso, pero me agradó que a ella se le ocurriera la idea de ayudar a esos niños. Llegamos a la taberna de Bill. El lugar era inmenso. La puerta tenía al menos seis metros de alto y el lugar era increíblemente grande y con varios niveles. Owen y yo empujamos la puerta para abrirla. Luego de eso la cerramos. El techo habían extrañas siluetas moviéndose. Era simios de dos metros que colgaba de las maderas.

-Bienvenidos –dijo un hombre de casi dos metros y medio con una gran barriga y una barba inmensa -. Siéntense junto a la chimenea. No tenemos sillas, pero hay pieles de animales que pueden abrigarlos muy bien.

Caminamos junto a la chimenea y nos sentamos en el suelo. El encargado del lugar llegó inmediatamente.

-Bien, nuevos clientes. ¿Qué desean servirse? Tenemos un gran jabalí asado que hemos cazado el día de ayer, pan y algunas frutas.

-Algo para beber y que este caliente.

-¿Qué les parece leche fresca y bollos con crema de queso?, también les traeré algo de carne.

-Gracias – respondí -. Todo eso estará bien.

El encargado nos sonrió y se marchó. No parecía un mal lugar, salvo por el olor a cuero gastado y madera por todos lados. El fuego de la chimenea nos calentaba.

Una vez llegamos ahí fuimos a sentarnos, yo agarré la piel mas grande, y me tapé lo mejor que pude, a pesar de ir completamente abrigada, aun tenía mucho frío, aquel lugar olía demasiado a madera, pero no me molestaba siempre que estuviese caliente, y pudiera comer o beber algo.

-¿Después que tenéis pensado hacer?, -pregunté refiriéndome al día siguiente, ya que obviamente íbamos a pasar allí la noche. Cuando llegó la comida y la bebida, si un gran trago de la leche fresca, yo en el bolsillo aún tenía los dulces que le compré a aquella mujer, cogí un pastel de crema, y lo empecé a comer, introduciendo de vez en cuando un trozo en la leche, como quien moja una magdalena.

No pensaba encontrarles allí, pero no me desagradaba acompañarlos, no tenía nada mejor que hacer de hecho, solo esperaba no molestarles, por mas que me dijesen que no molestaba, me da la sensación de que si lo hacía, a no ser que me lo pidiesen, yo mañana seguiría mi camino. No quiero entorpecerles.

El encargado del lugar regresó con la comida y la bebida caliente. Cogí una gran taza de leche caliente y uno de los panecillos con crema de queso. Mordí la maza suave del alimento que tenía en mi mano y sentí el sabor salado esparciéndose por mi boca. Fue bastante agradable, lo suficiente para mantenerme de buen humor. Mis compañeros también ya habían cogido sus raciones de comida. Solo esperaba que Sarah no se sintiera mal.

-¿Qué haremos?, pues creo que divertirnos. Buscar algo interesante en este lugar para poder pasar el rato. La verdad es que Ariana nos propuso que viniéramos porque sabía que aquí hacían muy bonitos juguetes, ella esta coleccionando muñecos y cosas así.

Ariana casi se atora con un trozo de pan cuando dije eso. Me miró fijamente. “Tal vez no debí haber dicho eso”, pensé mientras ella me lanzaba un panecillo en la cabeza. Reí y mis otros compañeros también.

Los grandes monos jugaban en el techo, parecían divertirse y decidí invitarles algo de comer. Lo recibieron de buena gana. La puerta se abrió en ese momento y un hombre al menos medio metro más grande que Sarah entró. Vestía con unas botas negras, un pantalón verde y un abrigo marrón. Tenía un pequeño gorro de lana que le cubría la cabeza y una gran barba gris que le llegaba hasta la cintura.

-Oh, Gabriel – dijo el encargado que se encontraba en la barra limpiando unos vasos.

El gigante avanzó y el encargado sacó un barril de cerveza que a su lado parecía un bazo. El hombre lo bebió y nos miró curiosamente. No parecía mala persona. Cogió el barril y se acercó a nosotros. Se dejó caer en el suelo y por un momento creí que lo iba a destrozar.

-Oh, vaya – dijo mientras bebía de su barril de cerveza -. Visitantes, ¿Qué los trae por aquí?

-Nuestra amiga busca juguetes, ¿sabes dónde podemos conseguirlos? – respondí sonriéndole al hombre.

El hombre lanzó una carcajada y todos nos contagiamos de su alegría. Reímos también, incluso Ariana quien se había ruborizado.

-Vengan a mi taller, yo hago juguetes y demás cosas – dijo mientras terminaba de beber -. Es extraño ver a otro semi –gigante. Me gustaría charlar más con ustedes, pero tengo trabajo que hacer. Si vienen a mi taller, podremos hablar mejor. Se encuentra junto al rio, algo alejado del pueblo. Pregúntenle al dueño de este lugar como llegar hasta ahí.

El hombre sonrió y se marchó.

Cuando aquel gigante se me quedo mirando me sorprendí, no pensé que iba a ser tan directo, lo miré brevemente con una sonrisa, mientras tomaba un poco de leche, y uno de los bollos que le había comprado a aquella mujer.

-Cuando os apetezca vamos, yo no tengo nada mejor que hacer, -los miré sonriendo, mientras terminaba aquel pastel tan rico.

Me rodeaba la curiosidad de saber quien era aquella persona, y por que me miraba a mi directamente.

Terminamos de comer y pagué al encargado por toda la comida. “Espero que tenga cosas interesantes”, pensé mientras preguntaba a Bill como llegar a la casa de Gabriel. El encargado me dio indicaciones precisas. Agradecí su amabilidad y me marché junto con mis compañeros. Abandonamos el pueblo y caminamos por sendero que nos llevaría al río. Luego de seguir las indicaciones de Bill, nos fuimos acercando a una gran cabaña junto al río que estaba a solo unos metros más allá. De pronto, uno de los árboles cercanos se vino a abajo.

-Creo que algo lo ha derribado –dijo Owen mientras trataba de ver donde estaba en árbol derribado.

Gabriel apareció frente a nosotros. Tiraba de unas sogas que estaba atadas a un tronco inmenso y supuse que era  el árbol que antes habíamos visto caer.

-Vamos, no se queden ahí, ayúdenme.

Corrimos para ayudarlo a tirar del tronco y lo llevamos hasta su taller. Dentro de esa parte de su cabaña, había una diversidad increíble de muñecos, osos de felpa de todos los colores, mesas y figuras talladas en madera.

-¿Tú has hecho todo? –pregunté asombrado.

-Sí –respondió Gabriel sonriendo.

Ariana vio un muñeco de madera pintado con colores que parecían darle vida. Extrañamente me giré y vi que una cabeza asomaba por la gran puerta del taller. Era más grande que todos nosotros pero más pequeña que Sarah. Una niña corrió hasta Gabriel y se pegó a su pierna.

-Ella es mi hija, Esmeralda – dijo Gabriel -. Me ayuda a decorar a los muñecos.

Esmeralda era una niña de cabello castaño largo y tenía las mejillas rosadas. Vestía un abrigó rosado con botones de lana y unas botas de cuero. Parecía ser tímida porque se escondía detrás d ese padre.

Al entrar a la tienda me quedé asombrada, juguetes de todos los tipos y colores, por todas partes, una gran habitación solo de juguetes.

Cuando vi a la pequeña esconderse detrás de su padre no pude evitar sonreír, me agaché un poco para ver si cogía confianza conmigo y quería jugar, miré hacía su padre con intención de que me diese su aprobación de jugar con la peque.

-Que bonita eres, ¿cuantos añitos tienes pequeña?, -le pregunté dándole la mano para que me enseñase los juguetes, dijo que tenia 9 años.

-Tienes una hija preciosa Gabriel, seguramente lo heredó de sus padres, -le dije sonriendo, viendo como la pequeña me enseñaba cada juguete, diciéndome cuales adornó ella. Miraba asombrada todas aquellas maravillas talladas, los ojos de algunos de los dibujos eran como si te atravesaran el pecho de la impresión.

-Bueno Ariana, mira a ver que te gusta, desde luego no podrás quejarte de variedad, -dije sonriendo, mientras seguía viendo aquel taller, eran unos juguetes tan hermosos y tan bien tallados que casi daba lastima hasta cogerlos.

Di una vuelta por el taller, y encontré uno que me llamó especial atención, una muñeca bastante alta, con el pelo de rubio, ojos azules, delgada, y con ropas de época, su mirada parece que se mueve sola, una mirada muy penetrante.

-Vaya Gabriel, esta muñeca es preciosa, pero a la vez da un poco de miedo, tiene una mirada un poco... como decirlo, parece que te mira directamente, al verla me ha dado un pequeño escalofrío por toda la espalda, -dije sosteniendo la muñeca en las manos, mientras contaba lo del escalofrío me llevé la mano a la espalda, como si hubiese algo que me molesta.

Sarah y Ariana caminaron lentamente hacia los estantes para ver los muñecos que estaban allí. Ariana miraba algunos, tocaba otros y aun no se decidía. Sarah cogió una muñeca que parecía una persona. La expresión del rostro de Gabriel cambió.

-Lo siento, esa muñeca no está en venta – dijo con una voz apagada -. Esa muñeca la hice para recordar a mi querida esposa, su mirada siempre fue muy Penentrante creo que su espíritu vive en ella.

Me resultó muy familiar. Recordé en ese momento algo que había escuchado de mi madre. Ella guardaba las tijeras con las que trabajaba mi padre, el mejor sastre de la villa de Syrup. Mi madre siempre me decía que el espíritu de mi padre estaba en esas tijeras. “Tal vez, cuando nuestra termina en este mundo, una parte de nuestro espíritu se queda en aquellas cosas a las que siempre hemos estado apegados”, pensé mientras sonreía.

-¿Cómo murió?, espero no ser inoportuno –dije mientras le daba a la niña uno de los pastelillos dulces que antes había comprado.

-Una enfermedad –dijo sentándose en una gran silla.

-Ya veo, lo siento mucho

-No te preocupes, me alegra que vengan visitantes a la isla. La gente del pueblo no está muy bien, en la ciudad solo intentan aprovecharse de los viajeros. El encargado del pueblo nos cobra demasiados impuestos.

-Me lo imaginaba –dijo Owen mientras se acercaba a la ventana que estaba a lado de la puerta.

-Tal vez quieran ayudarme en algo – dijo cambiando la expresión en su rostro -. Podrían ayudarme a recolectar madera para poder crearles muñecos que sean iguales a ustedes.

La idea me pareció bastante divertida. Verme a mí mismo sería interesante.

Cuando comentó de crearnos en madera yo sonreí, estaba dispuesta a ayudar a aquel hombre como fuese, pues la idea de verme en madera me resultaba graciosa.

-Yo no tengo ningún problema, te ayudaré en lo que necesites, -dije sonriendo mirando hacía fuera, aunque hacía un frío que pelaba, me iba a dar igual, al moverme tendré menos frío.

Mientras esperaba que decidiesen, seguí paseando por el taller, frotándome las manos con el frío, soplando entre mis manos para calentarlas. Pocas veces he pasado tanto frío como hoy, es increíble, también casi siempre he estado en zonas un poco tropicales.

De repente me acuerdo del tiempo en Villa Syrup, aunque hiciese frío, nunca hacía algo como esto, era mas templado. No era lo normal este tipo de temperatura.

-¿Y que tipos de madera suele usar para sus creaciones?, -le pregunté con total curiosidad, pues a pesar de que el taller olía bastante a madera, no sabía a que árbol pertenecían, aunque viendo el camino que vi probablemente fuese pino, o alguno de esos.

Gabriel nos explicó que el pino que crecía en esa isla era el mejor de todos los árboles para hacer los muñecos. Los árboles en esa isla crecían fuertes y sus troncos eran muy gruesos. Alguno de ellos podrían ser más anchos que dos personas juntas. El alto de los más viejos era aproximadamente de cuarenta a cincuenta metros. Para él no sería un problema, pero para nosotros representaba un reto. Estaba seguro de que Sarah también no tendría problemas. De pronto, escuché un ladrido. El hombre enorme movió la cabeza a la entrada del taller y apartó a Esmeralda de su lado. Se acercó a la ventana miró tras ellas. Se dio media vuelta bastante molesta.

-¿Qué pasa? – pregunté preocupado por él.

-Son esos malditos de la ciudad otra vez –respondió colocándose su abrigo encima.

Lo acompañamos fuera y vi como unos veinte hombres con fusiles estaba frente a la casa de Gabriel. Tres hombres estaban delante del grupo y detrás de ellos unos quince simios de casi dos metros de alto con mazos de madera. Seis hombres sostenían las correas de dos perros enormes que ladraban y mostraban los dientes.

-Buenos días –dijo uno de los hombres que estaban delante del grupo -. Señor Gabriel, hemos venido para cobrarle el pago de este mes y del mes pasado. Espero que tenga el dinero ya.

-No lo tengo –dijo cruzándose de brazos -. Ustedes los de la ciudad siempre nos arrebatan todo, ¿con que creen que voy a alimentar a mi hija?

-Ese no es nuestro problema, debe pagar o le quitaremos su casa.

-Inténtelo –gruño Gabriel mostrando los puños.

Me puse delante del hombre enorme y extendí una bolsa llena de monedas. El hombre miró dentro y sonrió.

-Espero que vaya a la ciudad, muy pronto. Hay una competencia de artistas en tres días por el aniversario de la ciudad. Toda una semana de fiesta.

Lo miré fijamente y el tipo pareció tragar saliva. Se marchó con todos su grupo.

-Así que una semana de competencia, eh –dije pensando que sería interesante visitarla, sabiendo que habría bastante dinero de por medio.

Observo todo de cerca, tampoco me quiero meter mucho, pues parece que Max sabe perfectamente que hacer. Aún así miro de reojo al hombre al que Max entrega el dinero, no me da buena espina, y encima ha de volver. En cualquier caso me preparo por lo que hubiese, nunca se sabe cuando necesitará mi ayuda.

-Así que una competencia, habrá que ir, ¿no chicos?, -dije mirándolos a todos. Una vez se dieron la vuelta le di un toque a Gabriel en el hombro.

-No te preocupes, si vuelven se van a encontrar con algo mas que dinero en las manos, -dije en voz baja, mientras veía como se iban aquellas personas.

-Bueno, cambiando de tema, hablaste de ayudarte a meter madera para hacernos a nosotros mismos, vamos a ello entonces, ¿no?, -dije sonriendo, mirando hacía aquellos enormes árboles, miraba para mis manos y para Gabriel, y luego para Max y los demás, pensé que sería complicado para ellos, o quizás para Max no, tanto si convierte en lo que el ya sabe.

Sarah me hizo recordar lo que nos había pedido Gabriel. Le sonreí al gigante.

-Creo debes ponerte a practicar Gabriel, tal vez el dinero te siente bien si lo ganas. Nosotros te traeremos la madera –dije mientras aplaudía para calentar mis manos y darme ánimos.

Le pedí a Ariana que se marchara a la casa de Gabriel y se quedara allí para evitar cualquier problema. Me marché junto los demás chicos al bosque. Owen había cogido un hacha enorme y parecía poder cargarla sin problemas. Nos separamos para poder escoger un tronco cada uno. Yo caminaba tranquilo alejándome un poco de los demás. Adoraba estar relajado. Me senté bajo un árbol y comencé a jugar con la nieve. “Me comporto como un niño”, pensé mientras sonreía. Hice una pequeña esfera. Me puse de pie mientras seguía dándole forma a la nieve que tenía en mis manos. Lancé hacía arriba. Retrocedí rápidamente, respiré profundamente y calmé mi mente. La esfera caí desde arriba, pero cuando estuvo justo frente a mis ojos, desenvaine mi katana de hoja curvada y la corte en cuatro.

La esfera se partió en cuatro trozos que cayeron al suelo. “Aun no. Creo que necesito entrenar más”, pensé mientras miraba la nieve que antes había sido una esfera. Miré al árbol que estaba frente a mí. Llevé mi pierna derecha un poco hacia atrás, flexione un poco la derecha, relaje mis hombres y me concentré en el árbol. Mi maestro apareció en mi mente como un recuerdo de mi niñez. Sus lecciones eran duras, pero nos formaba bajo el régimen de las espadas. Recordé en ese momento cuando me hizo una pregunta que jamás me olvidaría. “¿Sabes cuál es el sentido básico del ataque de un espadachín?”, mi respuesta en ese momento fue un no rotundo. “El sentido básico del ataque de un espadachín, es no atacar”.

“No ataques, no sientas, tu mente en blanco. Solo concéntrate en tus movimientos”. Mi mente se tranquilizó, sentí el aire frio a mi alrededor, sentí la vibración de las hojas y el crujido de la nieva con los pasos de más allá de mis compañeros. Abrí los ojos y desenvainé mi espada rápidamente para cortar el árbol. Guardé mi espada y unos segundos después el árbol comenzó a inclinarse y venirse abajo. Comencé a quitarle las ramas y luego corte en tres el gran tronco. Me fue más fácil llevarlo así al taller de Gabriel.

Nos separamos para poder recoger la madera, yo me fui a los mas altos, vi allí un árbol precioso, que daba pena cortarlo, pero tal como olía, y el tacto que tenía bajo mis manos parecía perfecto para la talla, agarré el mancho del hacha fuertemente, con las dos manos, eché el pie derecho hacía atrás, y puse el hacha detrás de mi, a punto de darle el golpe de gracia a aquel árbol, con todas mis fuerzas le hice el primer tajo al árbol, y casi único, con toda la fuerza que puse pensé que de un solo golpe lo tiraría, -bien, ahora le puedo dar una patada y acabar de tirarlo, no está ninguno de los chicos cerca, así que no les puede caer encima el tronco, -pensé para mi cuando cogí carrerilla a eso de 5 metros del árbol, y acto seguido le di una buena patada.

Dio un pequeño retumbe el árbol antes de caer estrepitosamente, dando varios saltos en el suelo antes de quedarse quieto. Agarré de nuevo el hacha y lo partí en los trozos que consideraba del tamaño que Gabriel necesitaba, puesto que las muñecas serían de un tamaño aproximado a las del taller, según los fui partiendo los cogí de uno en uno para llevarlos al taller.

Al llegar puse la madera dentro, al lado de la mesa de tallado de Gabriel, así hice con toda la madera, en total debí de cortar unos 5 árboles, que darían para unas 15 muñecas, o como mínimo para varias pruebas según le gustasen o no los troncos, puesto que eso se elige.

Cuando creí que eran suficientes tronquitos de madera, me senté en la nieve, y me puse a jugar con ella, cogí varios puñados, y lo lancé sobre mi cabeza, como si me nevase encima, de cerca vi a Maxi, y a Gabriel, me sonreí con picardía cuando también vi a Owen y a Ryuto, sin que me viesen hice una pila de bolas de nieve.

-Bien, estoy dispuesta a jugar un ratito, somos adultos, pero no ancianos, así que vamos a ello, -pensé para mi mientras cogía la primera bola de nieve, se la lancé a Max, y poco a poco se la empecé a tirar a los demás, una guerra de bolas de nieve comenzó con aquel sencillo gesto.

-¡VAMOS!, no seáis así, juguemos un rato, que seamos adultos no significa que no podamos divertirnos un rato, -grité sonriendo, con otra bola en la mano, preparada para lanzarsela a Ryuto.

Sarah nos lanzó bolas de nieve. Parecía más contenta de lo normal. Owen hizo unas bolas de nieve grandes y le lanzó una a Sarah. Yo por mi parte le lancé una en la cara de Ryuto, quien resbaló y cayó al suelo. Reíamos y como nunca nos divertíamos en ese lugar tan inusual. Luego de que terminamos de jugar, me animé a hacer un muñeco de nieve. Hice una esfera grande y luego otra más pequeña y otra aún más pequeña. Cogí unas dos piedras circulares que usaría como ojos y una rama pequeña como su nariz. Fue divertido distraerse un momento. Gabriel nos llamó para que entráramos su gran cabaña, ya que pronto anochecería y debíamos cobijarnos para no pescar un resfriado. Entramos en la gran cabaña y un olor a madera nos rodeaba por completo. Había pieles de animales por todos lados, con las que abrigarnos.

Ariana estaba ayudando a la pequeña Esmeralda a preparar algo en un gran caldero. Me asomé y vi que una especie de líquido espeso de color marrón hervía sobre el fuego.

-¿Qué es eso? –pregunté bastante curioso.

-Ah, eso es chocolate caliente. Nosotros lo hacemos más espeso, agregando granos de avena machacada. Es bastante bueno –dijo Gabriel acercándose al caldero.

Olía bastante bien y me dieron ganas de probarlo. El semi-gigante dijo que casi nunca tenía visitantes, así que trataría de darnos lo mejor que podía ofrecernos. Agradecimos su gesto de cordialidad. Me acerqué a Sarah y me senté a su lado. Gabriel comenzó a servir el preparado en tazas pequeñas para nosotros.

-¿Estás bien? –pregunté curioso -. Normalmente no siempre andamos luchando, a veces también tenemos momentos para divertirnos y compartir.

Miro sonriendo a Max, abrazándole con cuidado, ciertamente no siempre hay que luchar, y después, que hay luchas de muchos tipos, de bolas de nieve como hace un rato, de cosquillas, de almohadas, hay muchas cosas que hacer sin violencia de por medio, no estaba de mas un cambio así.

-Si, me gustan los cambios, no me disgusta luchar, pero no todo es eso, cuando vi la nieve, me acordé de lo que te gustan los dulces, así que pensé que también te gustaban estas cosas, -dije sonriendo hacía el, sabía que le gustaba divertirse de vez en cuando, lo que me chocaba es que no hubiese empezado el la guerra.

-Muchas gracias por tu hospitalidad Gabriel, mucha gente que tiene mas no da tanto como tu, de nuevo te lo agradezco, de parte de todos, -dije alzando la taza de chocolate en dirección a Gabriel, pues como dije, hay gente con mas que si te da la hora te la cobra prácticamente.

Escuché aquella conversación, sonriendo, nunca pensé que estaría tan a gusto, no sería tan extraño, pues conozco a todos menos a Gabriel y a su preciosa hija, pero en resumen, me sentía como estuviese con mi propia familia, el recuerdo de Shein y de Erick llegaron a mi cabeza, pero antes de ponerme a llorar o de que me notaran triste me espabilé, y volví a poner atención a lo que estábamos.

-Y pregunto yo, ¿cuando haces las muñecas, de donde sacas la inspiración para algunas de ellas?, ¿y quien hace la ropa para vestirlas?, -le pregunté con gran curiosidad, ya que muchas de aquellas muñecas tenían vestidos de tela, o ropa sin mas, no estaban pintados sobre las muñecas, al menos no era el caso de todas.

Noté algo en el rostro de Sarah, me acurruque a su lado y escuché lo que preguntaba a Gabriel. El semi – gigante se sorbió un trago del chocolate y miró a Sarah con una sonrisa.

-Desde muy pequeño, me gustaron los muñecos. Mis padres nunca pudieron conseguirme uno, ya que siempre estábamos huyendo. Había grupos de personas queriendo atraparnos para venderlos como esclavos. Fue por esos días que llegué a una isla donde me refugie en una cueva. La cueva no estaba sola, en ella habitaba un anciano ermitaño que parecía estar más cerca de morir que de vivir. El me enseño a tallar cosas, yo fui ingeniándomelas para mejorar mi técnica. Si preguntas de donde saco la inspiración. Pues de mi hija, ella necesita compañeros para que no esté sola y los muñecos la ayudan.

El gigante volvió a beber un poco de chocolate. Miró el fuego de la chimenea que estaba un lado y dijo:

-Los vestidos los hace una joven que vive en el pueblo, tiene bastante habilidad y no le importa mucho que sea diferente a ella. Además, ella esta ciega. Poco le importa como son las cosas, ventas o feas, ella valora a cada persona como es.

Me sorprendió bastante el escuchar eso. Había oído antes que cuando un sentido se ausentaba podías potenciar otros. Recordé en ese momento que mi padre también solía hacer pequeñas vestimentas para los muñecos de los artistas de mi pueblo y siempre era grandioso ver los actos de títeres vestidos con la ropa que mi padre había confeccionado.

Vaya, así que una chica ciega es quien hace la ropa, para ser ciega sabe bien lo que hace, no hay una puntada fuera de su sitio, ni mucho menos, y los colores ha sabido prepararlos y conjuntárlos muy bien.

-Esa chica ya no solo es que tenga habilidad, es que siendo ciega como dices tiene talento natural, para sabe como conjuntar los colores, y no dar un hilada donde no debe, tiene que tener o mucha experiencia, quizás es un poco complicada esta pregunta, pero..., -me detuve un momento para dar un trago del chocolate, -¿esa chica ya es ciega de nacimiento, o fue un problema?, me da la sensación de que primero veía, y que luego tuvo un problema que la dejó ciega, -comenté abrazando con el brazo izquierdo a Max, mientras con el derecho bebía otro poco del chocolate.

Fuera se seguía viendo nieve, no era una mala visión, desde fuera probablemente pareceríamos la típica familia de postal navideña, una chimenea, 7 personas disfrutando de un chocolate calentito, he historias que se podrían contar a nuestros hijos y nietos cuando los haya. Siempre es bueno conocer gente en todas partes, tener amistades en cualquier lado, cuando vas a esos lugares siempre puedes necesitar quedarte en un lugar, si no conoces a nadie, ya es mas complicado.

-No, esa chica ya nació así. Su nombres Ana, tal vez vayamos en estos días a visitarla –dijo sonriendo el semi –gigante -. ¿Quieren ver como fabrico los muñecos?

Moví la cabeza de arriba a abajo emocionado por la idea y me balance de adelante hacia atrás como un niño ansioso por descubrir un nuevo juego recién aprendido. La noche llegó y mientras todos dormían, yo me quedé despierto para montar la guardia por si algo pasaba. A media noche desperté a Owen y me fui a dormir yo. El último en hacer guardia era Ryuto.

A la mañana siguiente

El sol entró por las ventanas. Ryuto estaba jugando con sus cartas mientras vigilaba por las ventanas de la gran cabaña. Me puse de pie y miré a mí alrededor. Parecíamos una familia feliz. Me rasqué la cabeza y salí por la puerta a orinar. Cuando terminé, escuché un ruido extraño que hizo que mirará hacía atrás. Una esfera de nieve llegó a toda velocidad desde alguna posición y me golpeó en la cara. Una silueta peluda apareció detrás de un árbol. Era un simio y parecía estar riéndose por haber logrado dar en su objetivo.

-Ah,¿así que quieres jugar' –dije mirándolo y cogiendo un poco de nieve -. Bien jugaré.

Comencé a lanzar esferas de nieve a su posición. El simio trepó a una rama esquivando mi lanzamiento. Hice una esfera con sus pies y me lanzó. Esquivé su ataque y luego se acercó a mí corriendo. Me miró por un momento y me pareció bastante gracioso. Se lanzó hacía mí y comenzó a hacerme cosquillas. Comencé a reír sin control.