Hayden Ashworth
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Little Garden
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1- Yoko 2- Zane
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Aún no terminaba de comprender las palabras de aquella cazadora en su carta: “tengo dudas sobre ti y quiero resolverlas, pero no sin antes retarte a un duelo”. ¿A qué duda se refería? ¿Acaso querría preguntarme algo antes de combatir? Porque, aunque mi ética profesional me lo impidiese, no iba a dejar que una cazadora me llevara a la cárcel, aunque eso implicara que tuviera que hacerle daño.
Sobrevolé los cielos desde Jaya, donde se quedó Spanner esperándome a que volviese, en dirección a Little Garden, una isla anclada en la prehistoria tardía. Era la segunda vez que la visitaba, aunque de eso hacía mucho. Sin embargo, todo seguía igual, una naturaleza tan salvaje que ni la mano del hombre puede detenerla. Aquello me llevó a una cuestión, ¿porqué aquella isla y no otra? ¿Acaso quería tenderme una trampa y emboscarme entre varias personas de su gremio? No, no creo. Por lo que pude informarme aquella cazarrecompensas era de las pocas que tenía algo parecido al sentido del honor.
Llegué a la isla por la zona norte, para aterrizar a un par de kilómetros de la costa sur, el lugar del encuentro. No sabía si la muchacha era consciente de que era un usuario de una fruta del diablo, es por ello que quería ocultarlo todo lo posible, utilizándola solo si era necesario. Me dirigí a la costa sur, en la que no había ni un alma. Me senté en el suelo, apoyado en un árbol, a esperar a Yoko, mientras comía algo de regaliz rojo.
Sobrevolé los cielos desde Jaya, donde se quedó Spanner esperándome a que volviese, en dirección a Little Garden, una isla anclada en la prehistoria tardía. Era la segunda vez que la visitaba, aunque de eso hacía mucho. Sin embargo, todo seguía igual, una naturaleza tan salvaje que ni la mano del hombre puede detenerla. Aquello me llevó a una cuestión, ¿porqué aquella isla y no otra? ¿Acaso quería tenderme una trampa y emboscarme entre varias personas de su gremio? No, no creo. Por lo que pude informarme aquella cazarrecompensas era de las pocas que tenía algo parecido al sentido del honor.
Llegué a la isla por la zona norte, para aterrizar a un par de kilómetros de la costa sur, el lugar del encuentro. No sabía si la muchacha era consciente de que era un usuario de una fruta del diablo, es por ello que quería ocultarlo todo lo posible, utilizándola solo si era necesario. Me dirigí a la costa sur, en la que no había ni un alma. Me senté en el suelo, apoyado en un árbol, a esperar a Yoko, mientras comía algo de regaliz rojo.
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Había sido un día difícil, pero por suerte todo salió bien. Demasiadas emociones juntas en esta isla de mala muerte. Que tampoco era de mala muerte... simplemente era un lugar duro, lleno de especies de animales extrañas. Algunas no las había conocido en mi vida y, otras, solo sabía de ellas por historias y cuentos. Era un paraíso salvaje, pero a la vez tenía cierta belleza embriagadora.
No esperaba que un pirata con la recompensa que tenía hubiese accedido a venir, directamente no esperaba ni que me respondiese, otros habrían ignorado mi carta de llamamiento. Eso me hacía estar confiada, pues al parecer Zane era de palabra. Mi objetivo era llegar lo antes posible a la costa del sur, con lo bien que me quedaba la del norte... Agh.
Caminé lo más rápido que pude, siempre con cuidado de no volver despertar a ningún dinosaurio, bastante tuve con el anterior. El sonido de las olas romper contra las rocas se escuchaba cerca, eso significaba que ya estaba llegando. Eché a correr y dejé atrás la zona del bosque.
Una gran franja de arena se extendía en la longitud. Era una playa enorme, se perdía en los laterales de la distancia que tenía. Busqué de izquierda a derecha y finalmente encontré al pelirrojo, un poco lejos. No tardé mucho en llegar hasta él, e incluso me quedé a una distancia prudencial. Le miré de arriba abajo.
-Así que tu eres Zane... - Murmuré. La verdad es que esperaba algo distinto. Saqué mis dos katanas. - Veamos si eres tan malo como dice tu recompensa.
En ese momento alcé las katanas y corrí hacia él, activé mi mantra y las imbuí en haki. Mi objetivo era causar cortes en todo su abdomen, no iba a muerte, pero tampoco quería quedarme indefensa. Si resultaba ser un criminal a lo mejor trataría de matarme y yo solo quería saber si era bueno o malo.
No esperaba que un pirata con la recompensa que tenía hubiese accedido a venir, directamente no esperaba ni que me respondiese, otros habrían ignorado mi carta de llamamiento. Eso me hacía estar confiada, pues al parecer Zane era de palabra. Mi objetivo era llegar lo antes posible a la costa del sur, con lo bien que me quedaba la del norte... Agh.
Caminé lo más rápido que pude, siempre con cuidado de no volver despertar a ningún dinosaurio, bastante tuve con el anterior. El sonido de las olas romper contra las rocas se escuchaba cerca, eso significaba que ya estaba llegando. Eché a correr y dejé atrás la zona del bosque.
Una gran franja de arena se extendía en la longitud. Era una playa enorme, se perdía en los laterales de la distancia que tenía. Busqué de izquierda a derecha y finalmente encontré al pelirrojo, un poco lejos. No tardé mucho en llegar hasta él, e incluso me quedé a una distancia prudencial. Le miré de arriba abajo.
-Así que tu eres Zane... - Murmuré. La verdad es que esperaba algo distinto. Saqué mis dos katanas. - Veamos si eres tan malo como dice tu recompensa.
En ese momento alcé las katanas y corrí hacia él, activé mi mantra y las imbuí en haki. Mi objetivo era causar cortes en todo su abdomen, no iba a muerte, pero tampoco quería quedarme indefensa. Si resultaba ser un criminal a lo mejor trataría de matarme y yo solo quería saber si era bueno o malo.
El sol se encontraba en su apogeo sobre el cielo y brillaba con muchísima fuerza, tanto que, como de costumbre, acabé por deshacerme de mi sudadera, quedándome con mi musculado y definido torso al aire. Muchos me llamaban presumido, pero me encantaba presumir de un tren superior tan perfecto.
Al cabo de un buen rato, tras haberme comido un par de barras de mi querido regaliz, vino la cazarrecompensas. Al verla no pude evitar en abrir los ojos de par en par, ¿qué coño le habían dado de comer para tener tales protuberancias en el pecho? Sin embargo… me recordaba mucho a Harumi, quizás demasiado, ¿sería familia? Quién sabe, porque también era una cazadora de piratas.
Al verla, como el caballero que era, me levanté y le saludé con una pequeña reverencia.
—Sí, yo soy Zane –aclaré–. Tú debes de ser Yoko, un placer –dijo al mismo tiempo que ella desenvainaba sus katanas.
“Vaya, no pierde el tiempo” –pensé.
Sin tan siquiera presentarse, dejando de lado el protocolo de todo espadachín en un duelo, la bella pelirroja se abalanzó sobre mí, con sus katana cubiertas de haki de armadura. Algo que no me extrañaba, si tenía tanta fama sería por algo.
Con la mirada fija en la muchacha, sin perder ni un segundo desenfundé a aki no hikari con mi zurda y a cesura con mi diestra, la cual cogí a la inversa con la hoja paralela a mi brazo, y las cubrí de haki esperándola en guardia baja con intención de bloquear su golpe. Al hacerlo, retrocedí unos cuantos centímetros, algo que me asombró, sobre todo por lo pequeñita que era.
—Dime, ¿cuáles son esas dudas de las que hablabas en tu carta? –pregunté, intentando que el combate fuera a mayores.
Al cabo de un buen rato, tras haberme comido un par de barras de mi querido regaliz, vino la cazarrecompensas. Al verla no pude evitar en abrir los ojos de par en par, ¿qué coño le habían dado de comer para tener tales protuberancias en el pecho? Sin embargo… me recordaba mucho a Harumi, quizás demasiado, ¿sería familia? Quién sabe, porque también era una cazadora de piratas.
Al verla, como el caballero que era, me levanté y le saludé con una pequeña reverencia.
—Sí, yo soy Zane –aclaré–. Tú debes de ser Yoko, un placer –dijo al mismo tiempo que ella desenvainaba sus katanas.
“Vaya, no pierde el tiempo” –pensé.
Sin tan siquiera presentarse, dejando de lado el protocolo de todo espadachín en un duelo, la bella pelirroja se abalanzó sobre mí, con sus katana cubiertas de haki de armadura. Algo que no me extrañaba, si tenía tanta fama sería por algo.
Con la mirada fija en la muchacha, sin perder ni un segundo desenfundé a aki no hikari con mi zurda y a cesura con mi diestra, la cual cogí a la inversa con la hoja paralela a mi brazo, y las cubrí de haki esperándola en guardia baja con intención de bloquear su golpe. Al hacerlo, retrocedí unos cuantos centímetros, algo que me asombró, sobre todo por lo pequeñita que era.
—Dime, ¿cuáles son esas dudas de las que hablabas en tu carta? –pregunté, intentando que el combate fuera a mayores.
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Para ser un criminal era muy educado. Me estaba dejando llevar por los estereotipos últimamente, recuerda que no todos son como Berthil al principio... Mi ataque consiguió aguantarlo y se defendió bastante bien, no era débil, pero tampoco conocía su verdadera fuerza. Solo tenía mis espadas alzadas, pero aún no estaba dispuesta a atacar. Era un tipo muy alto, tenía que estirar la cabeza para verle la cara.
Me eché hacia atrás un poco confusa. Mi expresión debía decirlo todo. Recordaba la lista de los crímenes cometidos por mi rival. Quería averiguar si todo era cierto, últimamente la marina inventa más cargos de lo debido contra algunos criminales y ya no sabía si debía seguir fiándome de lo que decía un simple cartel.
-¿Por qué atacaste a la marina? - Inquirí con curiosidad sin bajar la guardia. Estaba esperando a que me atacase, ¿por qué no lo hacía? Bajé mis espadas un poco confusa, esperando su respuesta. - ¿Qué te ha pasado para que cometieras tal atrocidad de vencer a dos personas que solo trataban de hacer el bien?
Mis palabras podían sonar duras, pero solo trataba de averiguar cosas. Si quería exterminar la maldad, debía hacerlo bien.
Me eché hacia atrás un poco confusa. Mi expresión debía decirlo todo. Recordaba la lista de los crímenes cometidos por mi rival. Quería averiguar si todo era cierto, últimamente la marina inventa más cargos de lo debido contra algunos criminales y ya no sabía si debía seguir fiándome de lo que decía un simple cartel.
-¿Por qué atacaste a la marina? - Inquirí con curiosidad sin bajar la guardia. Estaba esperando a que me atacase, ¿por qué no lo hacía? Bajé mis espadas un poco confusa, esperando su respuesta. - ¿Qué te ha pasado para que cometieras tal atrocidad de vencer a dos personas que solo trataban de hacer el bien?
Mis palabras podían sonar duras, pero solo trataba de averiguar cosas. Si quería exterminar la maldad, debía hacerlo bien.
La exquisita educación que tenía con el sexo femenino me impidió contraatacar tras el bloqueo que le hice a la pelirroja, que no tardó en retroceder unos centímetros, pero en guardia. Su cara mostraba sorpresa, ¿qué le pasaba? ¿Acaso esperaba que la atacara sin escrúpulo? Sería eso, ya que no todos eran como yo. Muchos me tachaban de machista por no atacar a una mujer. Pero no era machismo, sino que mis padres me habían inculcado desde la niñez que una mujer es como una flor, bella y delicada, aunque con espinas, y debían ser tratadas con delicadeza.
—¿Qué porqué les ataqué? –pregunté, colocándome en guardia media con mi katana izquierda cubriéndome el torso y la derecha algo más retrasada, protegiéndome la cabeza–. La primera vez fue por cuestiones personales y ni siquiera toqué a aquel teniente patoso, únicamente se cayó en un boquete y no pudo salir. Fue gracioso, la verdad –sonreí al recordar aquel momento y como maldecía mi nombre en medio de aquella cruenta batalla–. Y la segunda fue en un combate de exhibición en shimotsuki. Si el marine ganaba estaba en su derecho de atraparme, pero al ganar yo, me subieron la recompensa.
No sabía porque le estaba diciendo aquello a la cazarrecompensas. No parecía mala persona, pero tras una cara linda, en muchos casos, se suele esconder alguien calculador y no sabía si estaba llevándome a su terreno para despistarme. Además se parecía a Harumi y tenía curiosidad por si eran familia, ¿dos cazarrecompensas pelirrojas con tanto parecido? No podía ser casualidad.
Un incómodo aire empezó a transformar aquel fantástico día, formando grandes olas que llegaban a nuestros pies al romper contra las pequeñas piedras que había en la orilla.
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¡Lo sabía! ¿Por qué siempre tenía que meterse la marina en asuntos que no le convenía? Estaba harta de este mundo injusto... Trataba de arreglarlo, pero resultaba imposible. Nunca lograría cumplir mi propósito... agh, maldita sea. Me hubiese gustado tirar las katanas ahora mismo y solucionar esto hablando, pero no podía saber cómo fiarme. Necesitaba una solución en vez de ir atacando a los criminales para saber cómo eran.
Respiré profundamente. Guardé las katanas y dejé apoyadas mis manos sobre las pistolas, una a cada lado de la de la cadera. Me quedé mirando al pelirrojo. No entendía por qué me miraba así, ¿acaso le sonaba de algo? Dejé ese tema de lado y me centré en mi rival. Estaba esperando a que me atacase, era una de las pruebas.
Saqué las dos pistolas de golpe y lancé una serie de ráfagas de tiro, las balas estaban entremezcladas con las de fuego y electricidad, aparte de tener haki, para atravesar mejor. Esto no conseguiría esquivarlo y si lo hacía... bueno, ya veré lo que hago.
-¿Por qué no me atacas? - Le grité mientras disparaba.
El tiempo estaba cambiando al parecer. Quizás se aproxima una tormenta o simplemente la marea estaba enfadada, no controlaba mucho los fenómenos meteorológicos así que no me me adentraba en ellos. En cuanto se levantó una fuerte brisa marina dejé de disparar.
-¿Cómo influye arrebatarle la vida a una persona en ti? ¿Eres alguien sin escrúpulos o tienes piedad? - Inquirí sin dejar de apuntarle.
Respiré profundamente. Guardé las katanas y dejé apoyadas mis manos sobre las pistolas, una a cada lado de la de la cadera. Me quedé mirando al pelirrojo. No entendía por qué me miraba así, ¿acaso le sonaba de algo? Dejé ese tema de lado y me centré en mi rival. Estaba esperando a que me atacase, era una de las pruebas.
Saqué las dos pistolas de golpe y lancé una serie de ráfagas de tiro, las balas estaban entremezcladas con las de fuego y electricidad, aparte de tener haki, para atravesar mejor. Esto no conseguiría esquivarlo y si lo hacía... bueno, ya veré lo que hago.
-¿Por qué no me atacas? - Le grité mientras disparaba.
El tiempo estaba cambiando al parecer. Quizás se aproxima una tormenta o simplemente la marea estaba enfadada, no controlaba mucho los fenómenos meteorológicos así que no me me adentraba en ellos. En cuanto se levantó una fuerte brisa marina dejé de disparar.
-¿Cómo influye arrebatarle la vida a una persona en ti? ¿Eres alguien sin escrúpulos o tienes piedad? - Inquirí sin dejar de apuntarle.
El paradisiaco clima primaveral de la isla estaba cambiando, se podía sentir como aumentaba la humedad del ambiente, haciendo el aire más pesado; además de que el viento estaba trayendo consigo unas nubes grises que no me gustaban nada. Al mismo tiempo, la pelirroja seguía frente a mí, a unos dos metros de distancia, con sus armas en ristre esperando que yo hiciera algo. Ante mi negativa de atacar a una mujer, aunque no le había dicho nada al respecto, la muchacha de deslumbrantes caderas enfundó sus aceros. ¿Qué demonios estaba haciendo? ¿Acaso había resuelto ya aquellas dudas que tenía? En fin, no lo sabía, pues la chica, para ser una cazarrecompensas, era bastante rara.
La chica me miró con fiereza y desenfundó dos revólveres algo extraños. Eso solo hizo que mis sentidos se pusieran más alerta todavía, pues yo era una de esas personas que sentía pavor por las armas a distancia, por razones que ni llego a recordar; posiblemente inculcadas por mi padre, sin contar algún que otro balazo recibido en el culo mientras huía de marines. Ante aquello, casi por instinto, posiblemente por mi mantra, usé mi firebust para desplazarme a toda velocidad hacia mi oponente, intentando esquivar sus disparos, con el infortunio de recibir dos de los tiros. Uno de ellos me rozó el hombro derecho, quemándome y levantándome la piel, mientras que el otro me atravesó la cadera por la superficie, dejándome un precioso agujero, al faltarme algo de carne.
—¡Eh, gatita! –exclamé–. ¿Nunca te han dicho que en un combate legal no se usan armas de fuego?
Al mismo tiempo, aprovechando que me encontraba a una distancia ideal para atacarle, aumenté la fuerza de mi haki, haciendo que el negro de mis katanas se tornara aún más oscuro, con pequeños destellos violáceos. E hice un barrido con mi diestra a la atura del voluptuoso pecho de la pelirroja, a la par que intentaba desarmarla con mi zuda, golpeándole con la parte no cortante de mi katana en las manos.
—Respondiendo a tus preguntas… Una cosa es que sea un caballero y me niegue a atacarte porque no tengo motivos y otra que me vaya a dejar derrotar por ti –sonreí, colocándome en guardia media–. Y que yo sepa aún no he matado a nadie, cómo mucho le he humillado y le he robado lo que tenía.
La chica me miró con fiereza y desenfundó dos revólveres algo extraños. Eso solo hizo que mis sentidos se pusieran más alerta todavía, pues yo era una de esas personas que sentía pavor por las armas a distancia, por razones que ni llego a recordar; posiblemente inculcadas por mi padre, sin contar algún que otro balazo recibido en el culo mientras huía de marines. Ante aquello, casi por instinto, posiblemente por mi mantra, usé mi firebust para desplazarme a toda velocidad hacia mi oponente, intentando esquivar sus disparos, con el infortunio de recibir dos de los tiros. Uno de ellos me rozó el hombro derecho, quemándome y levantándome la piel, mientras que el otro me atravesó la cadera por la superficie, dejándome un precioso agujero, al faltarme algo de carne.
—¡Eh, gatita! –exclamé–. ¿Nunca te han dicho que en un combate legal no se usan armas de fuego?
Al mismo tiempo, aprovechando que me encontraba a una distancia ideal para atacarle, aumenté la fuerza de mi haki, haciendo que el negro de mis katanas se tornara aún más oscuro, con pequeños destellos violáceos. E hice un barrido con mi diestra a la atura del voluptuoso pecho de la pelirroja, a la par que intentaba desarmarla con mi zuda, golpeándole con la parte no cortante de mi katana en las manos.
—Respondiendo a tus preguntas… Una cosa es que sea un caballero y me niegue a atacarte porque no tengo motivos y otra que me vaya a dejar derrotar por ti –sonreí, colocándome en guardia media–. Y que yo sepa aún no he matado a nadie, cómo mucho le he humillado y le he robado lo que tenía.
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Era la primera vez que me enfrentaba a un pirata de ese estilo. Por suerte ya tenía las ideas claras sobre él. Bajé las pistolas. Al parecer alguna que otra bala había tenido efecto; sin embargo, el comentario del pelirrojo me dejó confusa. ¿Usar armas de fuego no era legal? No entendía muy bien a qué se refería... y un momento,¡yo no soy una gatita!
Bufé. Momentos así me exasperaban. En cuanto él se detuvo activé mi haki de observación. Vaya, sí que parecía herido, quizás me había pasado. Como era de esperar, no dudó en atacarme de nuevo. Intenté esquivarlo a medida que iba hacia atrás, pero logró alcanzarme con la tsuka. Sentí dolor en el abdomen y pasé la mano sobre él sintiendo el frío metal de la pistola sobre mi piel.
El golpe había sido más fuerte de lo que creía. Jadeé un poco, pero retomé la compostura. No hice nada más salvo escucharlo. Es normal que me hiciese esto si yo lo había atacado. Tenía que buscar una estrategia mejor, no podía continuar así para buscar animales.
Tiré las pistolas al suelo y, al lado de estas, las katanas. Luego me acerqué a él.
-Lo siento. - Esas disculpas me salieron del alma. Quizás por ver la sangre de los disparos o por haberlo hecho venir hasta aquí. - Zane, cómo ves estoy completamente desarmada. No tengo nada para defenderme, pero no me costaría nada pegarte una patada en la entrepierna con haki. - Me crucé de brazos. - Yo soy una cazadora y tu un pirata, ¿qué sería correcto para ti ahora? ¿Matarme, robarme, ignorar que este duelo existió?
Bufé. Momentos así me exasperaban. En cuanto él se detuvo activé mi haki de observación. Vaya, sí que parecía herido, quizás me había pasado. Como era de esperar, no dudó en atacarme de nuevo. Intenté esquivarlo a medida que iba hacia atrás, pero logró alcanzarme con la tsuka. Sentí dolor en el abdomen y pasé la mano sobre él sintiendo el frío metal de la pistola sobre mi piel.
El golpe había sido más fuerte de lo que creía. Jadeé un poco, pero retomé la compostura. No hice nada más salvo escucharlo. Es normal que me hiciese esto si yo lo había atacado. Tenía que buscar una estrategia mejor, no podía continuar así para buscar animales.
Tiré las pistolas al suelo y, al lado de estas, las katanas. Luego me acerqué a él.
-Lo siento. - Esas disculpas me salieron del alma. Quizás por ver la sangre de los disparos o por haberlo hecho venir hasta aquí. - Zane, cómo ves estoy completamente desarmada. No tengo nada para defenderme, pero no me costaría nada pegarte una patada en la entrepierna con haki. - Me crucé de brazos. - Yo soy una cazadora y tu un pirata, ¿qué sería correcto para ti ahora? ¿Matarme, robarme, ignorar que este duelo existió?
El ataque había sido efectivo o, al menos, era lo que parecía. Sin saber porque, la pelirroja de curvas peligrosas tiró sus armas al suelo. ¿Qué pretendía haciendo eso? ¿Sería una especie de pistolas explosivas? Quien sabía. Pero no dudé en retroceder un par de metros, colocándome en guardia por lo que pudiera suceder. Pero entonces, también tiró sus katanas, quedándose sin ninguna de sus armas.
Entonces, me preguntó algo. ¿Qué le pasaba a esta cazadora? ¿Qué pretendía con aquellas preguntas? Era fuerte, eso seguro. ¿Por qué se dejaba derrotar de esa manera? Todo era muy raro, pero para mi mejor porque no me gustaba la idea de hacerle daño a una muchacha.
—Aunque puede sonar machista… yo no ataco a mujeres, y menos desarmadas. Mi madre, esté donde esté, me dijo en su día que una mujer debe ser tratada con delicadeza, como si de una flor se tratara, al menos fuera de la cama –bromeé soltando una pequeña risotada–. Y como te dije antes, yo no tengo ningún motivo para atacarte. Fuiste tú quien me cito en esta isla y quien empezó todo esto, pero si es necesario seré quien lo acabe, porque tengo una banda que depende de mí y a la que debo proteger –dije mirándola fijamente a los ojos–. ¿Y qué más da lo que sea cada uno? Tú te ganas la vida cazando delincuentes, y yo… –hice una pequeña pausa–, podemos decir que soy una especie de justiciero, robo a los ricos para dárselos a los pobres, y por pobres entendemos a mis nakamas–reí–. Pero coñas aparte, como te dije antes soy un pirata por error, pero si el mundo me tacha de ello, si el destino quiere que sea uno, me convertiré en uno de los piratas más grandes que hayas conocido –alcé mi katana al cielo, para luego guardarlas en sus respectivas fundas.
Entonces, me preguntó algo. ¿Qué le pasaba a esta cazadora? ¿Qué pretendía con aquellas preguntas? Era fuerte, eso seguro. ¿Por qué se dejaba derrotar de esa manera? Todo era muy raro, pero para mi mejor porque no me gustaba la idea de hacerle daño a una muchacha.
—Aunque puede sonar machista… yo no ataco a mujeres, y menos desarmadas. Mi madre, esté donde esté, me dijo en su día que una mujer debe ser tratada con delicadeza, como si de una flor se tratara, al menos fuera de la cama –bromeé soltando una pequeña risotada–. Y como te dije antes, yo no tengo ningún motivo para atacarte. Fuiste tú quien me cito en esta isla y quien empezó todo esto, pero si es necesario seré quien lo acabe, porque tengo una banda que depende de mí y a la que debo proteger –dije mirándola fijamente a los ojos–. ¿Y qué más da lo que sea cada uno? Tú te ganas la vida cazando delincuentes, y yo… –hice una pequeña pausa–, podemos decir que soy una especie de justiciero, robo a los ricos para dárselos a los pobres, y por pobres entendemos a mis nakamas–reí–. Pero coñas aparte, como te dije antes soy un pirata por error, pero si el mundo me tacha de ello, si el destino quiere que sea uno, me convertiré en uno de los piratas más grandes que hayas conocido –alcé mi katana al cielo, para luego guardarlas en sus respectivas fundas.
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Solté una risilla mientras él hablaba. Sus comentarios eran divertidos, al fin y al cabo no había resultado ser mala persona. Me alegraba, ojalá a todos los que me enfrentase fueran así. Tal y como dijo él, "criminal por equivocación". Era a la vez un tanto estúpido y ¿creíble? Sé que en el mundo no había gente como yo y a la mínima alguna persona del gobierno o un cazador como yo iría a por su cabeza.
Qué irónico... Tratando de ayudar a los criminales mientras que los otros quieren cazarlos. Definitivamente si los de mi bando se enterasen acabaría metiéndome en un buen lío. Pero bueno, siempre hay que enfrentar los problemas y aunque acabase ganando recompensa sobre mi cabeza seguiría siendo yo misma. ¡Siempre ayudando a quien lo necesitase!
Me fijé en las heridas que le había causado al pelirrojo. Creo que me había pasado un poco y, a pesar de seguir diciéndolo, lo lamentaba. No era mi intención hacer daño a una persona buena, es que... agh, todavía no tenía los entrenamientos completados sobre mi fruta así que mientras tenía que hacer uso de las armas. Que suplicio.
-Déjame ayudarte. - Dije estirando el brazo y acercándome hacia él. Pasé la mano por la herida y luego sonreí. - No te dolerá.
No controlaba muy bien la curación, pero al ser unas heridas pequeñas no tendría problemas. Puse las manos sobre la primera de la herida y después brotó una luz celestial, esta fue cerrando la herida y así con otros rasguños. Recibir la sanación cuando estabas herido era un sensación reconfortante que pocos podían disfrutar.
-¿Sorprendido? - Reí.
Qué irónico... Tratando de ayudar a los criminales mientras que los otros quieren cazarlos. Definitivamente si los de mi bando se enterasen acabaría metiéndome en un buen lío. Pero bueno, siempre hay que enfrentar los problemas y aunque acabase ganando recompensa sobre mi cabeza seguiría siendo yo misma. ¡Siempre ayudando a quien lo necesitase!
Me fijé en las heridas que le había causado al pelirrojo. Creo que me había pasado un poco y, a pesar de seguir diciéndolo, lo lamentaba. No era mi intención hacer daño a una persona buena, es que... agh, todavía no tenía los entrenamientos completados sobre mi fruta así que mientras tenía que hacer uso de las armas. Que suplicio.
-Déjame ayudarte. - Dije estirando el brazo y acercándome hacia él. Pasé la mano por la herida y luego sonreí. - No te dolerá.
No controlaba muy bien la curación, pero al ser unas heridas pequeñas no tendría problemas. Puse las manos sobre la primera de la herida y después brotó una luz celestial, esta fue cerrando la herida y así con otros rasguños. Recibir la sanación cuando estabas herido era un sensación reconfortante que pocos podían disfrutar.
-¿Sorprendido? - Reí.
La muchacha comenzó a reírse del pequeño discurso que había dado, haciendo que me encogiera de hombros y me ruborizara un poco. Sin pensarlo dos veces, me tiré al suelo y bostecé. Combatir a una hora tan temprana siempre era cansado, sobre todo porque tenía que madrugar.
—La próxima vez que me retes, que sea pasada la hora del almuerzo. Por favor.
Me toqué la herida de bala que me había hecho Yoko, la cual no era muy grave, únicamente dos rasguños que escandalizaban más por la cantidad de sangre que salía de ellas que por otra cosa. Sin embargo, la pelirroja se empeñó en curármelas. Sus manos se iluminaron y tras posarla sobre las heridas, éstas se cerraron. Fue algo increíble. Tras ello, mi cuerpo se sintió extraño, lleno de energía y vitalidad, algo parecido a cuando me transformaba en suzaku, pero sin hacerlo.
—Muchas gracias –me levanté y le ofrecí un regaliz rojo–. ¿Quieres? Está bueno –sonreí.
Entonces, pasado unos minutos en los que estuvimos charlando, sentí una amenaza que se aproximaba a gran velocidad. Cuando me quise dar cuenta, dos velociraptores que triplicaban mi altura, rondando los seis metros, estaban frente a nosotros, rugiendo con furia.
—La próxima vez que me retes, que sea pasada la hora del almuerzo. Por favor.
Me toqué la herida de bala que me había hecho Yoko, la cual no era muy grave, únicamente dos rasguños que escandalizaban más por la cantidad de sangre que salía de ellas que por otra cosa. Sin embargo, la pelirroja se empeñó en curármelas. Sus manos se iluminaron y tras posarla sobre las heridas, éstas se cerraron. Fue algo increíble. Tras ello, mi cuerpo se sintió extraño, lleno de energía y vitalidad, algo parecido a cuando me transformaba en suzaku, pero sin hacerlo.
—Muchas gracias –me levanté y le ofrecí un regaliz rojo–. ¿Quieres? Está bueno –sonreí.
Entonces, pasado unos minutos en los que estuvimos charlando, sentí una amenaza que se aproximaba a gran velocidad. Cuando me quise dar cuenta, dos velociraptores que triplicaban mi altura, rondando los seis metros, estaban frente a nosotros, rugiendo con furia.
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La próxima vez que lo rete lo hago mejor a la hora de la comida, así nos ahorramos peleas. Quizás sea mejor idea invitar a comer a los malos y así averiguar si tenían un alma buena o impura. Sonaba a disparate total, pero era una buena manera de obtener información sin tener que ir a luchar, sobre todo mejor para mí. Me ahorraba muchas peleas.
El pelirrojo me ofreció regaliz. ¡Pues claro que estaba buena! Era regaliz, el mejor dulce del mundo. En definitiva este chico me caía bien. Majo, cuidadoso y amante de la regaliz, no le haría nada, se había ganado mis respetos.
Me senté en la arena junto a él. Estuvimos comiendo más regalices y profundizando el uno en el otro. Resultaba agradable tener una buena charla de vez en cuando. Esto me hizo conocer mejor al pelirrojo y, esperaba, que él hiciera lo mismo conmigo. Acabé la regaliz y sentí dos presencias acercarse. Me puse de pie y Zane hizo lo mismo.
Ante nosotros habían llegado dos velociraptores enormes. Me eché hacia atrás. Definitivamente no volvería a pisar esta isla, ¡malditos dinosaurios!
-Esto... ¿Qué hacemos? - Pregunté sin dejar de mirarlos. - Da igual.
No había tiempo para pensar. Saqué mis dos pistolas y apunté hacia el de la izquierda, que estaba en frente de mí. Me daba pena atacar animales, pero esto solo lo ahuyentaría. No quería matarlo. Después, disparé hacia el abdomen con las balas imbuidas en haki. Hicieron salir sangre, pues esta tiñó la arena. El dinosaurio corrió herido y gritando hacia el centro de la selva.
El pelirrojo me ofreció regaliz. ¡Pues claro que estaba buena! Era regaliz, el mejor dulce del mundo. En definitiva este chico me caía bien. Majo, cuidadoso y amante de la regaliz, no le haría nada, se había ganado mis respetos.
Me senté en la arena junto a él. Estuvimos comiendo más regalices y profundizando el uno en el otro. Resultaba agradable tener una buena charla de vez en cuando. Esto me hizo conocer mejor al pelirrojo y, esperaba, que él hiciera lo mismo conmigo. Acabé la regaliz y sentí dos presencias acercarse. Me puse de pie y Zane hizo lo mismo.
Ante nosotros habían llegado dos velociraptores enormes. Me eché hacia atrás. Definitivamente no volvería a pisar esta isla, ¡malditos dinosaurios!
-Esto... ¿Qué hacemos? - Pregunté sin dejar de mirarlos. - Da igual.
No había tiempo para pensar. Saqué mis dos pistolas y apunté hacia el de la izquierda, que estaba en frente de mí. Me daba pena atacar animales, pero esto solo lo ahuyentaría. No quería matarlo. Después, disparé hacia el abdomen con las balas imbuidas en haki. Hicieron salir sangre, pues esta tiñó la arena. El dinosaurio corrió herido y gritando hacia el centro de la selva.
La moza aceptó mi ofrecimiento de regaliz, un manjar que solo unos pocos adictos a las golosinas se atrevía a cogerme. Estuvimos charlando durante unos minutos y a medida que avanzaba el tiempo más me recordaba a Harumi, con la diferencia que ella era más joven y su instinto depredador era mayor; sobre todo porque siempre intentaba matarme. Y por eso le di un trozo de mi vibre card.
Al llegar los velociraptores, Yoko me preguntó qué hacer con ellos y antes de que pudiera contestar disparó a uno de ellos, consiguiendo que se fuera gritando y expulsando sangre por una de sus patas.
—Eso ha sido una mala idea… –comenté, llevando mi mano a la cabeza y rascarme el cuero cabelludo–. Ahora vendrán más –suspiré.
Aquel colosal reptil estaba enfadado, grujía y elevaba su cabeza, al mismo tiempo que amenazaba con las garras. Sabía que en uno contra uno podía derrotarlo, pero no quería verme rodeado de dinosaurios, así que miré al bicho fijamente a los ojos, desafiándole, y paró de rugir. Aumenté mi presencia hasta intimidarle y, pasados unos segundos, huyó del lugar.
—¿Cómo te irás de aquí? Porque yo volando –sonreí.
Al llegar los velociraptores, Yoko me preguntó qué hacer con ellos y antes de que pudiera contestar disparó a uno de ellos, consiguiendo que se fuera gritando y expulsando sangre por una de sus patas.
—Eso ha sido una mala idea… –comenté, llevando mi mano a la cabeza y rascarme el cuero cabelludo–. Ahora vendrán más –suspiré.
Aquel colosal reptil estaba enfadado, grujía y elevaba su cabeza, al mismo tiempo que amenazaba con las garras. Sabía que en uno contra uno podía derrotarlo, pero no quería verme rodeado de dinosaurios, así que miré al bicho fijamente a los ojos, desafiándole, y paró de rugir. Aumenté mi presencia hasta intimidarle y, pasados unos segundos, huyó del lugar.
—¿Cómo te irás de aquí? Porque yo volando –sonreí.
Yoko Littner
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Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Ser impulsiva no había sido lo correcto, según Zane, aquel dinosaurio volvería y con muchos. Y por eso no deberíamos meternos con esos bichos tan peligrosos, era de locos. Suspiré y guardé las pistolas. El pelirrojo había conseguido librarse del que quedaba, a mi parecer usó una fuerza poderosa...
Acabados con ambos dinosaurios solo quedaba irse de aquí. Había venido por mi propio, en un barco mercante, habían sido muy amables de traerme; sin embargo, ellos me habían dejado en la otra punta de la isla y se fueron. No me interesaba meterme de nuevo a la selva así que me iría por aquí.
El pelirrojo se iría volando. Yo solo me transformaba en momentos de necesidad y... este lo era. No había barcos ni otra manera de irse, me tocaba volar. Me transformé en arcángel y unas bellas y enormes alas blancas brotaron de mi espalda.
-Yo también me iré volando - Dije con una sonrisa. - Si necesitas algún día ayuda, ya sabes dónde encontrarme - Tras esto le di una vibre card. - Buena suerte en tu viaje, pirata ¡y no la líes mucho! - Reí.
Una vez nos despedimos tocaba tomar un camino diferente. Ahora, a buscar el siguiente criminal de mi lista...
Acabados con ambos dinosaurios solo quedaba irse de aquí. Había venido por mi propio, en un barco mercante, habían sido muy amables de traerme; sin embargo, ellos me habían dejado en la otra punta de la isla y se fueron. No me interesaba meterme de nuevo a la selva así que me iría por aquí.
El pelirrojo se iría volando. Yo solo me transformaba en momentos de necesidad y... este lo era. No había barcos ni otra manera de irse, me tocaba volar. Me transformé en arcángel y unas bellas y enormes alas blancas brotaron de mi espalda.
-Yo también me iré volando - Dije con una sonrisa. - Si necesitas algún día ayuda, ya sabes dónde encontrarme - Tras esto le di una vibre card. - Buena suerte en tu viaje, pirata ¡y no la líes mucho! - Reí.
Una vez nos despedimos tocaba tomar un camino diferente. Ahora, a buscar el siguiente criminal de mi lista...
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