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Zuko se encontraba en Bighorn, apoyado de espaldas a la pared. Tenía un cigarro humeante en la boca, recién encendido, e iba vestido con un traje oscuro sobre una camisa blanca y corbata negra. Debido al frío que hacía, llevaba una bufanda roja alrededor del cuello. Lo cierto es que destacaba mucho en lo referente a su traje. El dragón miró a los lados. Kusanagi le había dicho que tenía que conocer a la única miembro de la división a la que aún no había visto, ya que según él, todos debíamos conocernos. Lo que Zuko no entendía es porque demonios había decidido dejar que la conociera solo en una isla, en vez de hacer presentaciones formales como todo el mundo. El dragón suspiró. Kus no era como todo el mundo.
- ¡Woah, mamá! ¡Es enorme! -gritó un niño que iba de la mano con su madre, señalando a Zuko.
La madre, recriminando su falta de educación y enseñándole que no se señalaba a extraños, se llevó al pequeño. El dragón sonrió. A veces olvidaba que su altura era bastante inusual, al menos en ciudades pacíficas. Aquel niño podía ir con su familia a decir que había visto un gigante. La imagen del pequeño ilusionado alegró al dragón más de lo que debería, mientras esperaba.
- ¡Woah, mamá! ¡Es enorme! -gritó un niño que iba de la mano con su madre, señalando a Zuko.
La madre, recriminando su falta de educación y enseñándole que no se señalaba a extraños, se llevó al pequeño. El dragón sonrió. A veces olvidaba que su altura era bastante inusual, al menos en ciudades pacíficas. Aquel niño podía ir con su familia a decir que había visto un gigante. La imagen del pequeño ilusionado alegró al dragón más de lo que debería, mientras esperaba.
Alyss
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Era una bonita mañana en el helado Reino de Sakura. El cielo estaba despejado, algo que rara vez sucedía, y la nieve brillaba, dándole una apariencia mágica a la ciudad portuaria en la que se encontraban. Sin embargo. Esa magia no venía con calor incluido, pues el sol no era capaz de competir con las bajas temperaturas de Sakura. Aunque dentro de la cafetería en la que se encontraba la chica eso no era preocupante. La estufa junto a la que se encontraba sentada, esperando, junto al chocolate caliente que acababan de traerle humeando. Y es que, por uno u otro motivo, la vida había decidido realizar un giro inesperado en su vida. Medio año después de unirse al gobierno, con única intención de poder escapar de su familia, acabó siendo reclutada por un "escuadrón", en el que se encontraba el que se había auto-proclamado como su hermano mayor, Issei. Bueno, no podía quejarse. Se llevaba bien con el jefe del escuadrón, aunque trataba de mantenerse un tanto distante en cuanto al resto. Quizás fuese eso mismo lo que hizo que Kusanagi-san, su superior, le ordenase empezar a involucrarse y hablar con el resto de miembros. Lo que no esperaba, era que fuese a ser uno a uno, y que acabaría en la otra punta del mundo para hacerlo.
"Supongo que este es mi castigo por no haber congeniado con ellos de forma voluntaria..." Pensó, antes de cerrar los ojos, dibujando una leve sonrisa, antes de dar un sorbo a su taza de chocolate. -Me pregunto si se retrasará mucho...Bueno, tampoco pasa nada si lo hace. Este lugar está bien para relajarse en soledad.- Comentó, llevando la vista a su regazo, donde descansaba Rom, en su forma de gato. Le acarició la cabeza con gentileza por un momento, dejando la taza en la mesa que tenía en frente. Tras aquello, miró por la ventana, buscando a alguien que coincidiera con la descripción que le habían dado.
No tardó mucho en visualizarlo. Un hombre bastante alto, con el cabello negro y una gran quemadura en el rostro, que llevaba unas prendas poco apropiadas para el lugar en el que se encontraban, a excepción de la bufanda. Ella por su parte, iba con unos leotardos de color negro, una falda a tablas de color azul y un jersey, también negro, de cuello alto, y tenía el pelo recogido en una trenza a un lado, botas y una chaqueta, pero esta colgaba del respaldo de la silla. "Parece que nos encontraremos con una persona algo...extravagange..¿No crees? Tal vez podamos divertirnos un poco".
"Supongo que este es mi castigo por no haber congeniado con ellos de forma voluntaria..." Pensó, antes de cerrar los ojos, dibujando una leve sonrisa, antes de dar un sorbo a su taza de chocolate. -Me pregunto si se retrasará mucho...Bueno, tampoco pasa nada si lo hace. Este lugar está bien para relajarse en soledad.- Comentó, llevando la vista a su regazo, donde descansaba Rom, en su forma de gato. Le acarició la cabeza con gentileza por un momento, dejando la taza en la mesa que tenía en frente. Tras aquello, miró por la ventana, buscando a alguien que coincidiera con la descripción que le habían dado.
No tardó mucho en visualizarlo. Un hombre bastante alto, con el cabello negro y una gran quemadura en el rostro, que llevaba unas prendas poco apropiadas para el lugar en el que se encontraban, a excepción de la bufanda. Ella por su parte, iba con unos leotardos de color negro, una falda a tablas de color azul y un jersey, también negro, de cuello alto, y tenía el pelo recogido en una trenza a un lado, botas y una chaqueta, pero esta colgaba del respaldo de la silla. "Parece que nos encontraremos con una persona algo...extravagange..¿No crees? Tal vez podamos divertirnos un poco".
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El chico miró el cigarrillo a medio consumir. Lo tiró al suelo y lo pisó para apagarlo, aunque la nieve ya se había ocupado de ello. Lo cierto es que sus hábitos fumadores se estaban volviendo algo preocupantes. Si bien no le dañaba los pulmones debido a su condición de dragón, el chico había empezado a tomar como costumbre fumar cuando se encontraba en una situación estresante o de nerviosismo hasta que derivó en fumar casi a cualquier hora del día, como en aquel momento que había decidido pararse a fumar antes de entrar en la cafetería. Se separó de la pared, haciendo que sus pies hicieran sonar el crujido de la nieve. Lo cierto es que era un sonido que le hacía sentirse bien. Estaba en un lugar tranquilo y agradable y aquello era algo que sin duda agradecía. Empezaba a estar algo harto de misiones.
Aún tenía pesadillas con el incidente de Water Seven. Por suerte, ningún civil murió, aunque hubo heridos. Ese pensamiento lo reconfortaba, pero no demasiado. Después de todo, lo único que él hizo aquel día fue luchar contra el criminal y destruir propiedades de la ciudad. La Marina de Water Seven, que se encargó de cuidar de los heridos, evacuar la zona durante la lucha y evitar tragedias, lo trataron de héroe, cuando ellos mismos deberían haberse colgado esa medalla. Él no era un héroe.
Finalmente, abrió la puerta de la cafetería, donde por fin se quitó la bufanda y la llevó en la mano. Pasó la mirada por las mesas, buscando a la persona con la que había quedado. Finalmente, encontró a la chica. O al menos tenía aquel rasgo que, según Kus, le era imposible de confundir. Sus ojos. Su ojo izquierdo era de un color caoba rojizo y el derecho, que era el peculiar, era color ambárino y tenía extrañas formas dibujadas, dándole un aspecto extraño. Aquellos ojos le gustaron al chico y, sin duda, la muchacha le fue de buen ver a sus ojos en un inicio. Era guapa, no se podía negar.
- ¿Haine? -dijo, acercándose. Estaba seguro de que era ella, pero por si acaso debía preguntar.
En el caso de que la chica afirmase ser Haine, Zuko sonreiría y se sentaría en la otra silla de la mesa.
- Yo soy Zuko.
Aún tenía pesadillas con el incidente de Water Seven. Por suerte, ningún civil murió, aunque hubo heridos. Ese pensamiento lo reconfortaba, pero no demasiado. Después de todo, lo único que él hizo aquel día fue luchar contra el criminal y destruir propiedades de la ciudad. La Marina de Water Seven, que se encargó de cuidar de los heridos, evacuar la zona durante la lucha y evitar tragedias, lo trataron de héroe, cuando ellos mismos deberían haberse colgado esa medalla. Él no era un héroe.
Finalmente, abrió la puerta de la cafetería, donde por fin se quitó la bufanda y la llevó en la mano. Pasó la mirada por las mesas, buscando a la persona con la que había quedado. Finalmente, encontró a la chica. O al menos tenía aquel rasgo que, según Kus, le era imposible de confundir. Sus ojos. Su ojo izquierdo era de un color caoba rojizo y el derecho, que era el peculiar, era color ambárino y tenía extrañas formas dibujadas, dándole un aspecto extraño. Aquellos ojos le gustaron al chico y, sin duda, la muchacha le fue de buen ver a sus ojos en un inicio. Era guapa, no se podía negar.
- ¿Haine? -dijo, acercándose. Estaba seguro de que era ella, pero por si acaso debía preguntar.
En el caso de que la chica afirmase ser Haine, Zuko sonreiría y se sentaría en la otra silla de la mesa.
- Yo soy Zuko.
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