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La sangre saltó de golpe contra los árboles cercanos. Los dorados ojos del chico espectral relucieron de forma tétrica en aquella oscuridad. Los pocos marines que quedaban con vida apuntaban a la pesadilla con sus armas. La noche se alzaba glorioso en aquella isla llena de frío y locura. – ¡Fuego! – Gritó de forma desesperada uno de ellos. Las balas comenzaron a salir de forma violenta a por aquel pirata. El castaño simplemente frunció el ceño de forma seria. No llevaba ninguna prenda en la parte superior de su cuerpo, dejando ver un tatuaje en forma de media luna negra. En la parte inferior poseía un pantalón blanco, y de calzado portaba unas botas hechas de acero. Tenía un poco de frío, pero debido al ejercicio que estaba realizando, sentía una agradable sensación de calor. No tardó mucho en desviar aquellos proyectiles imbuyendo su cuerpo en un color negro. El haki no tuvo nada que ver, pues fue su poder del Yami Moon el que actuó.
Su tatuaje podía extenderse con una facilidad sobrehumana, y endurecer el cuerpo del temible luchador. Los marines continuaban disparando de forma rápida, sin dejar apenas al pirata reaccionar. De hecho, uno de ellos sacó una espada, y corrió hacia el castaño. – Terminaste tu papel en el mundo, marine… – Susurró el demonio del miedo, imbuyendo su puño derecho en una temible aura roja, que poco a poco fue tomando la forma de la cabeza de un dragón rojizo. En cuanto aquel tipo estuvo cerca, Kedra impactó aquella fuerza en su pecho, haciendo al hombre escupir una bocanada de sangre y salir despedido hacia atrás. El resto de marines empezaron a temblar de forma exagerada al ver al ser que tenían frente a sus ojos. El perro del infierno estaba allí por orden de Émile. El objetivo era reunirse con un tipo que podía aportar mejores armas a la banda y a sus integrantes. Al parecer dicho tipo fue apresado, y el resultado fue una emboscada al luchador.
A lo mejor el diablo de la piratería había enviado a algún pecado más, pero por el momento solo estaba el chico. De repente un tipo de cabellos dorados y expresión seria hizo acto de presencia. Sus ojos eran rojos como la sangre. Kedra lo miró de forma inexpresiva. Se fijó en que la capa que portaba llevaba el nombre de “Teniente”. La reacción que tuvo el cadejo fue la de tensar un poco sus músculos. Dos sombras comenzaron a rodear al asesino, formándose en poco tiempo dos perros oscuros a cada lado de él. Kage y Yami eran dos de sus mejores creaciones, y por ello las usaba bastante. – No tienes ni una mínima posibilidad, chico. Vete a casa, y no te pasará nada malo. – Mencionó de forma seria. El rubio no pareció escucharle, y sin pleno aviso se lanzó a por él de forma violenta, portando una maza en su mano derecha. Ambos perros se lanzaron a por su presa. Cuando el teniente trató de golpear al primero, Kedra apareció frente a sus ojos con una velocidad asombrosa. De una parada alta lo mandó a volar, tirándole al suelo con fuerza. El resto de marines continuaron apuntándole, empezando a rodearle. Quedarían unos nueve, contando entre ellos al cargo alto.
La expresión seria del chico fue cambiando a una más enfermiza. Poco a poco una sonrisa se formó en sus labios. Sin previo aviso comenzó a reírse de forma siniestra. – ¡Jyahahahahahahahaha! ¡Jyahahahahahaha! – Los ojos del lobo perdieron sus pupilas, quedando totalmente en blancos, hasta que brillaron en un tono azulado. Su rostro y la mitad de su pecho empezaron a llenarse de tatuajes en forma de cadenas negras. Su musculatura aumentó de forma endiablada, resaltando sus abdominales y pectorales. Una terrible aura gris le acompañó, y ambos perros se pusieron a su lado. El cadejo lanzó un terrible rugido al aire, y una especie de humo negro le rodeó. El poder del miedo hizo empezar a llorar a un par de marines, mientras otros dejaban de apuntarle y salían corriendo. El único que pareció soportar aquel poder fue el teniente, el cual se imbuyó en haki y se lanzó por él. Kedra mostró una expresión tétrica, y de un terrible puñetazo le partió el cuello de forma violente. El cuerpo de su presa cayó al suelo, y él simplemente lo alzó con la mano izquierda. Mordió su cuello, y de un tiró le arrancó la cabeza, llenándose totalmente de sangre. Tiró el cuerpo como si de un objeto se tratase, y después empezó a reírse de forma macabra. Los perros empezaron a aullar a la luna mientras que el monstruo continuaba en aquella terrible apariencia.
Su tatuaje podía extenderse con una facilidad sobrehumana, y endurecer el cuerpo del temible luchador. Los marines continuaban disparando de forma rápida, sin dejar apenas al pirata reaccionar. De hecho, uno de ellos sacó una espada, y corrió hacia el castaño. – Terminaste tu papel en el mundo, marine… – Susurró el demonio del miedo, imbuyendo su puño derecho en una temible aura roja, que poco a poco fue tomando la forma de la cabeza de un dragón rojizo. En cuanto aquel tipo estuvo cerca, Kedra impactó aquella fuerza en su pecho, haciendo al hombre escupir una bocanada de sangre y salir despedido hacia atrás. El resto de marines empezaron a temblar de forma exagerada al ver al ser que tenían frente a sus ojos. El perro del infierno estaba allí por orden de Émile. El objetivo era reunirse con un tipo que podía aportar mejores armas a la banda y a sus integrantes. Al parecer dicho tipo fue apresado, y el resultado fue una emboscada al luchador.
A lo mejor el diablo de la piratería había enviado a algún pecado más, pero por el momento solo estaba el chico. De repente un tipo de cabellos dorados y expresión seria hizo acto de presencia. Sus ojos eran rojos como la sangre. Kedra lo miró de forma inexpresiva. Se fijó en que la capa que portaba llevaba el nombre de “Teniente”. La reacción que tuvo el cadejo fue la de tensar un poco sus músculos. Dos sombras comenzaron a rodear al asesino, formándose en poco tiempo dos perros oscuros a cada lado de él. Kage y Yami eran dos de sus mejores creaciones, y por ello las usaba bastante. – No tienes ni una mínima posibilidad, chico. Vete a casa, y no te pasará nada malo. – Mencionó de forma seria. El rubio no pareció escucharle, y sin pleno aviso se lanzó a por él de forma violenta, portando una maza en su mano derecha. Ambos perros se lanzaron a por su presa. Cuando el teniente trató de golpear al primero, Kedra apareció frente a sus ojos con una velocidad asombrosa. De una parada alta lo mandó a volar, tirándole al suelo con fuerza. El resto de marines continuaron apuntándole, empezando a rodearle. Quedarían unos nueve, contando entre ellos al cargo alto.
La expresión seria del chico fue cambiando a una más enfermiza. Poco a poco una sonrisa se formó en sus labios. Sin previo aviso comenzó a reírse de forma siniestra. – ¡Jyahahahahahahahaha! ¡Jyahahahahahaha! – Los ojos del lobo perdieron sus pupilas, quedando totalmente en blancos, hasta que brillaron en un tono azulado. Su rostro y la mitad de su pecho empezaron a llenarse de tatuajes en forma de cadenas negras. Su musculatura aumentó de forma endiablada, resaltando sus abdominales y pectorales. Una terrible aura gris le acompañó, y ambos perros se pusieron a su lado. El cadejo lanzó un terrible rugido al aire, y una especie de humo negro le rodeó. El poder del miedo hizo empezar a llorar a un par de marines, mientras otros dejaban de apuntarle y salían corriendo. El único que pareció soportar aquel poder fue el teniente, el cual se imbuyó en haki y se lanzó por él. Kedra mostró una expresión tétrica, y de un terrible puñetazo le partió el cuello de forma violente. El cuerpo de su presa cayó al suelo, y él simplemente lo alzó con la mano izquierda. Mordió su cuello, y de un tiró le arrancó la cabeza, llenándose totalmente de sangre. Tiró el cuerpo como si de un objeto se tratase, y después empezó a reírse de forma macabra. Los perros empezaron a aullar a la luna mientras que el monstruo continuaba en aquella terrible apariencia.
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-Esto es una molestia...- Se quejó la chica de cabellos oscuros mientras caminaba por entre la vegetación de aquella zona de la isla, y con razón. Llevaba meses sin saber de nadie, ni de la banda pirata en la que estaba infiltrada, ni de los miembros de la brigada de Kusanagi, cosa que la tenía de bastante mal humor desde hacía un tiempo. Y, para una condenada vez que Émile decide contactar con ella, lo hace únicamente para pedirle que vaya a hacer de niñera porque ha enviado de misión a pereza. ¿Por qué de entre todos los miembros de la banda, había tenido que enviarla a ella? La joven dejó escapar un bufido, enfadada. Según había entendido, su parte del trabajo sería vigilar al cánido para que no tomara la vida del hombre que traía los planos junto con estos, así que en principio solo debería observar. Sin embargo, el destino, o la mala suerte, o como quisieras llamarlo, hizo que el chico cayera en una emboscada. -No pienso meterme. No vale la pena.- [b] Se dijo a sí misma, escuchando todo lo que ocurría en la batalla gracias a la Hana hana, desde detrás de un árbol, a varios metros del lugar, por dos simples motivos: Primero, por que el pecado se bastaba el solo, y lo mismo dañaba su orgullo de macho todopoderoso. "Hombres". Suspiro la chica, exasperada. El segundo motivo era que, aunque dudaba que quedase nadie vivo tras esa matanza, no iba a arriesgarse a que la relacionaran con él y pensasen que estaba traicionando al Cp. Ya que por infiltrada que estuviera, eso seguiría siendo sospechoso.
De esa forma, a la joven le toco esperar, escuchando como la vida de esos infelices iba despareciendo, hasta que solo quedó la macabra risa de su compañero. "¿En que clase de banda me he metido?" Pensó, por decimonovena vez en la noche, antes de salir de su escondite, como quien sale de su casa para dar un paseo. [b]-Vaya... Parece que te lo estás pasando bien. Aunque podrías haber causado un estrago menor, ¿no crees?- Dijo la joven de ojos heterocromos, antes de acercarse a él, guardando una distancia de unos dos metros. -Tiempo sin vernos, pereza.- Continuó a modo de saludo, dedicándole una sonrisa, al tiempo que hacía una leve reverencia, por costumbre, más que otra cosa. -Y bien, ¿qué pretendes hacer ahora respecto a esto? Si no me equivoco, estos trozos de carne no son los planos que esperaba nuestro capitán.-
De esa forma, a la joven le toco esperar, escuchando como la vida de esos infelices iba despareciendo, hasta que solo quedó la macabra risa de su compañero. "¿En que clase de banda me he metido?" Pensó, por decimonovena vez en la noche, antes de salir de su escondite, como quien sale de su casa para dar un paseo. [b]-Vaya... Parece que te lo estás pasando bien. Aunque podrías haber causado un estrago menor, ¿no crees?- Dijo la joven de ojos heterocromos, antes de acercarse a él, guardando una distancia de unos dos metros. -Tiempo sin vernos, pereza.- Continuó a modo de saludo, dedicándole una sonrisa, al tiempo que hacía una leve reverencia, por costumbre, más que otra cosa. -Y bien, ¿qué pretendes hacer ahora respecto a esto? Si no me equivoco, estos trozos de carne no son los planos que esperaba nuestro capitán.-
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El lobo continuaba observando la oscuridad de la noche. La sangre manchaba su cuerpo de forma exagerada, cosa que le hizo sonreír de lado. Lo primero que hizo fue tomar el uniforme de aquel marine con el rango de teniente, y colocárselo con toda la calma del mundo. No le agradaba llevar aquel símbolo pero, por desgracia empezaba a tener un poco de frío. Con un simple chasquido de dedos deshizo a los dos perros de sombra. Soltó un pequeño suspiro, y decidió relajar su cuerpo, por si debía volver a usarlo en un tiempo cercano. Sus ojos volvieron al tono dorado de siempre, y los tatuajes desaparecieron de su piel, quedando únicamente el de la luna en el pecho. Se relamió un poco las comisuras de los labios, notando el salado sabor de la sangre en su boca, y sonriendo de lado por ello. Su misión era muy clara, y no pensaba permitir que le molestasen en la ejecución de ella.
En ese momento el lobo activó su haki de observación, notando la presencia del traficante de armas. Al parecer se dirigía hacia el mar, y no por voluntad propia. Estaba a unos doscientos metros, casi fuera del rango del cadejo. Entonces, el luchador notó una presencia conocida, la cual no iba a olvidar fácilmente. En ese momento se quedó callado, con los ojos cerrados, y totalmente quieto. El chico pudo notar el olor de la joven, acercándose cada vez más. Entonces abrió sus orbes, observando la reverencia de ella, y aquella sonrisa. No esperaba esa muestra de respeto, a lo mejor ese fue el motivo por el que no la mandó a volar de una onda. Estaba molesto, debido a que la última vez que se vieron, la chica le llamó chucho. – Los planos están a doscientos doce metros, y alejándose. Será mejor que nos demos prisa. – Mencionó antes de empezar a caminar hacia el Oeste.
Esperaba que la chica le siguiera. Debido a la noche, era fácil que no les viesen el rostro, y por ello el traje de marine le iba a venir bien. Lo malo era la enorme cantidad de sangre que tenía dicho uniforme. – Cierto es que ha pasado tiempo desde nuestro encuentro en el barco, Lujuria. Espero que no hayas tenido problemas con nadie, o deberé cumplir mi deber de guardián de los pecados. – Dejó caer de forma amenazante y totalmente seria, haciendo que un leve brillo inundará sus ojos. Mientras caminaba, clavó su mirada en la de la joven, fijándose en su orbe dorado. Su expresión era totalmente tranquila, como si se hubiese relajado por el momento. Continuaba con el haki de observación activado para de esa forma no perder el rastro. No iba a permitir que esos imbéciles se llevasen a su objetivo. – ¿Qué haces aquí? ¿El diablo no se fía de mí o algo similar? – Preguntó aumentando la velocidad de sus pasos. Estaban alcanzándolos lentamente, y eso le hizo sentir mejor.
En ese momento el lobo activó su haki de observación, notando la presencia del traficante de armas. Al parecer se dirigía hacia el mar, y no por voluntad propia. Estaba a unos doscientos metros, casi fuera del rango del cadejo. Entonces, el luchador notó una presencia conocida, la cual no iba a olvidar fácilmente. En ese momento se quedó callado, con los ojos cerrados, y totalmente quieto. El chico pudo notar el olor de la joven, acercándose cada vez más. Entonces abrió sus orbes, observando la reverencia de ella, y aquella sonrisa. No esperaba esa muestra de respeto, a lo mejor ese fue el motivo por el que no la mandó a volar de una onda. Estaba molesto, debido a que la última vez que se vieron, la chica le llamó chucho. – Los planos están a doscientos doce metros, y alejándose. Será mejor que nos demos prisa. – Mencionó antes de empezar a caminar hacia el Oeste.
Esperaba que la chica le siguiera. Debido a la noche, era fácil que no les viesen el rostro, y por ello el traje de marine le iba a venir bien. Lo malo era la enorme cantidad de sangre que tenía dicho uniforme. – Cierto es que ha pasado tiempo desde nuestro encuentro en el barco, Lujuria. Espero que no hayas tenido problemas con nadie, o deberé cumplir mi deber de guardián de los pecados. – Dejó caer de forma amenazante y totalmente seria, haciendo que un leve brillo inundará sus ojos. Mientras caminaba, clavó su mirada en la de la joven, fijándose en su orbe dorado. Su expresión era totalmente tranquila, como si se hubiese relajado por el momento. Continuaba con el haki de observación activado para de esa forma no perder el rastro. No iba a permitir que esos imbéciles se llevasen a su objetivo. – ¿Qué haces aquí? ¿El diablo no se fía de mí o algo similar? – Preguntó aumentando la velocidad de sus pasos. Estaban alcanzándolos lentamente, y eso le hizo sentir mejor.
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La joven le miró divertida. "Por favor, como si necesitara que alguien como tú me defendiera. Puedo cuidarme solita." Pensó, y de hecho, a punto estuvo de contestarle de esa forma, pero prefirió no empezar una disputa. No quería fallar en su doble misión y llevarse una reprimenda. Por un lado, tenía que ayudar a Pereza, como miembro de la banda de Émile, para que obtuviera los planos. No es que el chico parecía muy fiable, al menos no según su capitán, quien, a parte, le dijo que diera información al Cp sobre aquello. Llevaba tiempo sin darles información sobre la "actividad" del barco pirata y eso podría acabar levantando sospechas. Así lo hizo. Aquello le daría una excusa para estar ayudando al cánido. Para el gobierno, la razón de que fuera era encargarse de cambiar los planos reales por unos falsos que le habían entregado y que lucirían lo más reales posible. La chica suspiró. ¿Quién la mandaba meterse en esos líos. Con lo tranquila que podría estar trabajando solo para el gobierno...Pero necesitaba asegurarse alguna vía de escape una vez su plan para huir se pusiera en marcha.
-Si te lo preguntas será porque ni tú mismo piensas que puedes lograrlo. ¿No crees?- Contestó la joven de cabellos azabaches, con tono pícaro, antes de dedicarle una sonrisa divertida, adelantándose segundos después con el Soru. "Encima me va a tocar cuidar de este chucho y... ¿Por qué siempre me toca la parte complicada? Tan solo espero que ambas partes se ocupen de recompensarme bien." Se volvió a quejar en su mente. Y es que, a parte de tener que recuperar los planos, hacer un falso intercambio, copiando los originales para dárselos al gobierno y que no sospecharan de ella, etc... Tendría que apañárselas para sacar al chico de ahí, en caso de ser capturado, debiendo fingir primero que lo traicionaba. Todo ello para "no traicionar" a ningún bando.
La chica se detuvo, saliendo de sus pensamientos al alcanzar el final de la vegetación, donde comenzaba la playa. Miro a los lados, con su Haki activado, ya que había perdido de vista a Kedra. ¿Se habría adelantado, o se había quedado atrás? -Más vale que no me causes problemas.- Murmuró en tono serio.
-Si te lo preguntas será porque ni tú mismo piensas que puedes lograrlo. ¿No crees?- Contestó la joven de cabellos azabaches, con tono pícaro, antes de dedicarle una sonrisa divertida, adelantándose segundos después con el Soru. "Encima me va a tocar cuidar de este chucho y... ¿Por qué siempre me toca la parte complicada? Tan solo espero que ambas partes se ocupen de recompensarme bien." Se volvió a quejar en su mente. Y es que, a parte de tener que recuperar los planos, hacer un falso intercambio, copiando los originales para dárselos al gobierno y que no sospecharan de ella, etc... Tendría que apañárselas para sacar al chico de ahí, en caso de ser capturado, debiendo fingir primero que lo traicionaba. Todo ello para "no traicionar" a ningún bando.
La chica se detuvo, saliendo de sus pensamientos al alcanzar el final de la vegetación, donde comenzaba la playa. Miro a los lados, con su Haki activado, ya que había perdido de vista a Kedra. ¿Se habría adelantado, o se había quedado atrás? -Más vale que no me causes problemas.- Murmuró en tono serio.
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