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Gusi
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Me incline hacia atrás, otra vez, en aquella vieja silla oxidada de oficina, el ruido retumbaba por todo el lugar y hacía remarcar lo vació y silencioso que estaba aquel viejo cuartel, aunque no sabía si estaba en lo correcto llamar a aquel lugar "cuartel marine ". El lugar era viejo y pequeño, como si de una casa antigua se tratara, pero a excepción de un par de celdas que se veían al fondo de la estancia todo lo demás era simple y barato. El "cuartel" no estaba nada más que compuesto por un par de habitaciones, con unas literas húmedas y llenas de chinches u otros insectos asquerosos. Todo el lugar estaba hecho de madera y bambú, excepto las celdas que eran de acero, pero todo aquello daba un poco igual, pues la enorme cantidad de humedad del ambiente hacía que todo estuviera mojado, oxidado y podrido, tenías que ser muy tonto para no ser capaz de escapar de un lugar así si acabaras preso. El mobiliario del lugar era tan escaso que daba pena mirar alrededor, un escritorio con su sillón de oficina se apreciaba en el centro a la entrada del lugar, era la recepción y lugar donde venían los ciudadanos preocupados a quejarse de sus problemas, pero como era de esperar daba asco tan solo con mirarlo; la mesa había tenido tanta humedad a lo largo de su vida que la habían empezado a salir hasta hongos, pero si desviábamos la mirada unos centímetros a la silla/sillón podríamos apreciar la enorme cantidad de óxido que lo rodeaba, llegando a pensar que el hierro que lo formaba había desaparecido hace años y ahora solo se mantenía en pie por ese fenómeno físico. Por último, mencionar del lugar, que este "cuartel" también tenía una pequeña estancia para comer, vamos una cocina diminuta y nauseabunda, en la que no cocinarías ni aunque te estuvieras muriendo de hambre, pero eso no era lo peor, pues el agua de la zona salía de un color verdoso y amarillento que te daba ganas de vomitar con tan solo verlo. En fin, un lugar fantástico para pasar el resto de tu vida.
Bueno, pues allí por suerte o por desgracia me encontraba yo, sentado en esa vieja y destartalada silla de oficina, la cual sufría por mi peso y amenazaba con partirse en cualquier momento. Y pensareis, ¿qué hace un marine tan apuesto como Gusi en un sitio tan desagradable como ese? Pues es muy fácil la respuesta, si aún no la habéis deducido. Todo, como era de esperar, era por culpa de mi amado y querido Capitán, Kimura. El cual tuvo el detalle de mandarme a aquella isla a hacer una enorme cantidad de tareas, y parecía que iba a durar mucho tiempo realizarlas todas, pero como soy más listo que el hambre, decidí traerme conmigo a uno de los miembros de los Crisom Wolves con la excusa de acrecentar nuestras habilidades para un futuro incierto, o algo así le dije. Mi compañero, Bizvan, parecía entusiasmado por empezar un entrenamiento conmigo y yo con malicia no se lo iba a negar, aunque por una parte me daba hasta pena en la situación que se estaba a punto de meter a mi compañero, sin él saberlo.
No llevaba ni medio día en aquel lugar, y como era de esperar me encontraba en el “cuartel” más cercano a la costa esperando a mi buen amigo, Bizvan. Nada más llegar y ver el cartel de la “MARINA” descolorido y a punto de caerse me dieron ganas de darme la vuelta y marcharme del lugar, pero entonces recordé el puñetazo que me dio una vez Kimura por desobedecer sus órdenes y la ganas de irme fueron disminuyendo poco a poco contra mi voluntad. De vez en cuando revisaba un par de informes que hablaban de la isla y sus condiciones, además de darme algunas ideas para empezar algún entrenamiento para el chico si al final se daba el caso y se daba cuenta que solo le estaba utilizando para ayudarme en mis tareas, aunque en el fondo solo los leía para entretenerme. Intente tomármelo con calma, pues a pesar de que no estaba seguro de a qué hora iba a llegar mi nakama, la enorme cantidad de mosquitos no hacían nada más que molestarme y ponerme terriblemente de mal humor, aunque por suerte la mayoría se marcharon al dispersar una serie de espráis anti-mosquitos que había encontrado en uno de los cajones del escritorio, ya que por desgracia el fabuloso aparato que había en la puerta, uno de los mayores avances científicos de la marina que consistía en una luz radiante y caliente que hacía que los mosquitos fueran directos a ella y murieran achicharrados, había decidido estropearse ese mismo día. Por lo que solo me quedaba esperar y disfrutar del agradable aroma a orín de las celdas, acompañado por los gases tóxicos de los anti-mosquitos y las bellísimas vistas de la majestuosa fortaleza que era ese “cuartel”, hasta la llegada de mi fiel nakama.
Bueno, pues allí por suerte o por desgracia me encontraba yo, sentado en esa vieja y destartalada silla de oficina, la cual sufría por mi peso y amenazaba con partirse en cualquier momento. Y pensareis, ¿qué hace un marine tan apuesto como Gusi en un sitio tan desagradable como ese? Pues es muy fácil la respuesta, si aún no la habéis deducido. Todo, como era de esperar, era por culpa de mi amado y querido Capitán, Kimura. El cual tuvo el detalle de mandarme a aquella isla a hacer una enorme cantidad de tareas, y parecía que iba a durar mucho tiempo realizarlas todas, pero como soy más listo que el hambre, decidí traerme conmigo a uno de los miembros de los Crisom Wolves con la excusa de acrecentar nuestras habilidades para un futuro incierto, o algo así le dije. Mi compañero, Bizvan, parecía entusiasmado por empezar un entrenamiento conmigo y yo con malicia no se lo iba a negar, aunque por una parte me daba hasta pena en la situación que se estaba a punto de meter a mi compañero, sin él saberlo.
No llevaba ni medio día en aquel lugar, y como era de esperar me encontraba en el “cuartel” más cercano a la costa esperando a mi buen amigo, Bizvan. Nada más llegar y ver el cartel de la “MARINA” descolorido y a punto de caerse me dieron ganas de darme la vuelta y marcharme del lugar, pero entonces recordé el puñetazo que me dio una vez Kimura por desobedecer sus órdenes y la ganas de irme fueron disminuyendo poco a poco contra mi voluntad. De vez en cuando revisaba un par de informes que hablaban de la isla y sus condiciones, además de darme algunas ideas para empezar algún entrenamiento para el chico si al final se daba el caso y se daba cuenta que solo le estaba utilizando para ayudarme en mis tareas, aunque en el fondo solo los leía para entretenerme. Intente tomármelo con calma, pues a pesar de que no estaba seguro de a qué hora iba a llegar mi nakama, la enorme cantidad de mosquitos no hacían nada más que molestarme y ponerme terriblemente de mal humor, aunque por suerte la mayoría se marcharon al dispersar una serie de espráis anti-mosquitos que había encontrado en uno de los cajones del escritorio, ya que por desgracia el fabuloso aparato que había en la puerta, uno de los mayores avances científicos de la marina que consistía en una luz radiante y caliente que hacía que los mosquitos fueran directos a ella y murieran achicharrados, había decidido estropearse ese mismo día. Por lo que solo me quedaba esperar y disfrutar del agradable aroma a orín de las celdas, acompañado por los gases tóxicos de los anti-mosquitos y las bellísimas vistas de la majestuosa fortaleza que era ese “cuartel”, hasta la llegada de mi fiel nakama.
Bizvan
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Un pequeño sonido de algo achicharrándose se escuchó cerca de mi oreja.- Dios santo, con este ya van 10. –solté un largo suspiro mientras caminaba por el terreno blando y húmedo de la isla. El olor no era el más agradable, por fortuna la constante brisa marina ayudaba a tolerarlo, y de no ser por estar continuamente generando electricidad a mí alrededor, ahora mismo estaría siendo comido por los molestos insectos. Era un desperdicio de energía el realizar esto, más prefería utilizarla para mantenerlos alejados.
Miré los pocos edificios que habían, todos ellos construcciones de madera, las cuales desconocía que función cumplían. El único edificio que reconocí a primera vista fue el cuartel de la marina. Preferí no dedicar mucho tiempo a mirar el tan lamentable estado en el que se encontraba.* Al menos se mantiene en pie.
Más mosquitos murieron en el corto trayecto hasta la entrada del edificio. El interior del cuartel era tan lamentable como el exterior.
- ¿Qué tipo de entrenamiento llevaremos en este lugar? –la razón por la cual me encontraba en este sitio era por Gusi. Con una sonrisa un poco extraña se acercó y menciono algo del futuro de la flota y como aumentar nuestra fuerza era una obligación para todos los integrantes, razón por la cual al ofrecerme una oportunidad para aumentar mi poder no lo pensé 2 veces y acepté, en especial tras el estado tan lamentable en el que terminé cuando acompañé a Tobías.- Corrí con suerte esa vez.
Gusi ya había demostrado ser un maestro excelente. De hecho, la electricidad que en este momento me encontraba canalizando alrededor de mi cuerpo fue algo que él me enseñó. Un escalofrió recorrió mi espalda al recordar el entrenamiento que llevamos a cabo.- Mi opinión sobre de él cambió por completo. –no de manera negativa, solo me ayudó a ver al verdadero Gusi y no al hombre de semblante serio que conocí por primera vez. Ahora lo veía como un querido amigo, claro que mantenía el respeto necesario al tratarse de mi superior.
Caminé por el interior del lugar. No había mucha ventilación y aunque existieran el aroma no mejoraría. Esperaba que con el tiempo me terminara acostumbrando.
Solo me tomó unos minutos llegar hasta la oficina donde mi compañero se encontraba. Llamé a la puerta 3 veces y después entré.- Lamento hacerlo esperar señor. –aunque mis palabras eran respetuosas se podía notar un tono relajado y amigable en mi voz. Más mosquitos morían al acercárseme.
Me senté sobre una silla bastante sucia y nada agradable a la vista. Debido a mi peso rechinó de una manera bastante preocupante. Por unos momentos pensé que terminaría rompiéndose, por fortuna no fue así. Solté una pequeña risa aliviado.- En fin. Este es un muy lindo lugar. –del bolsillo de mi pantalón tomé mi encendedor y la cajetilla de cigarros. Coloqué uno en mi boca, para luego encenderlo.- ¿Gustas alguno? –si aceptaba le daría la cajetilla y el encendedor, en caso de no ser así solo los guardaría.- ¿Ahora qué es lo que sigue señor? –tenía mucha curiosidad por las palabras que diría él.
Miré los pocos edificios que habían, todos ellos construcciones de madera, las cuales desconocía que función cumplían. El único edificio que reconocí a primera vista fue el cuartel de la marina. Preferí no dedicar mucho tiempo a mirar el tan lamentable estado en el que se encontraba.* Al menos se mantiene en pie.
Más mosquitos murieron en el corto trayecto hasta la entrada del edificio. El interior del cuartel era tan lamentable como el exterior.
- ¿Qué tipo de entrenamiento llevaremos en este lugar? –la razón por la cual me encontraba en este sitio era por Gusi. Con una sonrisa un poco extraña se acercó y menciono algo del futuro de la flota y como aumentar nuestra fuerza era una obligación para todos los integrantes, razón por la cual al ofrecerme una oportunidad para aumentar mi poder no lo pensé 2 veces y acepté, en especial tras el estado tan lamentable en el que terminé cuando acompañé a Tobías.- Corrí con suerte esa vez.
Gusi ya había demostrado ser un maestro excelente. De hecho, la electricidad que en este momento me encontraba canalizando alrededor de mi cuerpo fue algo que él me enseñó. Un escalofrió recorrió mi espalda al recordar el entrenamiento que llevamos a cabo.- Mi opinión sobre de él cambió por completo. –no de manera negativa, solo me ayudó a ver al verdadero Gusi y no al hombre de semblante serio que conocí por primera vez. Ahora lo veía como un querido amigo, claro que mantenía el respeto necesario al tratarse de mi superior.
Caminé por el interior del lugar. No había mucha ventilación y aunque existieran el aroma no mejoraría. Esperaba que con el tiempo me terminara acostumbrando.
Solo me tomó unos minutos llegar hasta la oficina donde mi compañero se encontraba. Llamé a la puerta 3 veces y después entré.- Lamento hacerlo esperar señor. –aunque mis palabras eran respetuosas se podía notar un tono relajado y amigable en mi voz. Más mosquitos morían al acercárseme.
Me senté sobre una silla bastante sucia y nada agradable a la vista. Debido a mi peso rechinó de una manera bastante preocupante. Por unos momentos pensé que terminaría rompiéndose, por fortuna no fue así. Solté una pequeña risa aliviado.- En fin. Este es un muy lindo lugar. –del bolsillo de mi pantalón tomé mi encendedor y la cajetilla de cigarros. Coloqué uno en mi boca, para luego encenderlo.- ¿Gustas alguno? –si aceptaba le daría la cajetilla y el encendedor, en caso de no ser así solo los guardaría.- ¿Ahora qué es lo que sigue señor? –tenía mucha curiosidad por las palabras que diría él.
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Akuma no mi
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Tenía un pequeño malestar en mi orificio nasal, y concienzudamente intente librarme de él introduciéndome el dedo meñique en busca de su extracción, pero aquel desagradable ser estaba bien incrustado y me costaba más de lo normal sacarlo sin provocarme una pequeña herida que hiciera que mi nariz sangrara como la de un pervertido. Al cabo de un buen rato, sin tener nada mejor que hacer, conseguí arrancarme aquella sustancia verde y dura que segregaba mi cuerpo en los momentos menos inusuales de mi vida. Intenté hacerlo una bolita a pesar de su dureza y lo lancé al suelo de la sala, cuando de repente la puerta sonó he hizo que diera un salto en la silla por el susto.
-Adelante- dije educadamente mientras me incorporaba en la silla emitiendo otro chirrido desagradable. La puerta se abrió y por ella entró mi nakama, Bizvan, portando su enorme espada y enseñando sus enormes músculos. Lo mire, un poco, con cara de pervertido, pues a lo largo de mi vida siempre había deseado tener un nakama similar a un vikingo gigante, pero como daba la casualidad que los tipos así no tenían afiliación por ser marines, Bizvan acaba siendo lo más parecido que había tenido hasta el momento. No pude evitar sonreír al ver como el chico utilizaba sus habilidades eléctricas para librarse de los molestos mosquitos, sin duda parecía que le había enseñado bien a usar ese ámbito en antaño.
El joven se sentó enfrente de mí, en una silla tan destartalada y chirriante como en la que estaba sentado yo, y se puso a fumar. No pude evitar arrugar la nariz al comprobar que ni nakama era un fumador, ¿no sabía que eso era malo para la salud? Seguro que sí, era uno de los médicos de la banda.-No, gracias. Aunque deberías fumarlo como si fuera el último, ya que tu entrenamiento va a comenzar en dejarlo.- realmente se lo decía por que el tabaco llegaba a desagradarme, pero pensándolo bien, la idea de dejar de fumar le acabaría dejando algo nervioso por la nicotina y sería una buena forma para empezar a controlar mejor los nervios de su cuerpo en situaciones de tensión.
Después me incline hacia delante, llevándome una capa de pintura de la mesa con los codos y mirando muy seriamente a Bizvan.- Este va a ser nuestro hogar durante un largo periodo de tiempo. Permítete explorar el "cuartel" y el pequeño pueblo que nos rodea. Quiero que conozcas cada centímetro de este lugar, para hacer nuestro trabajo más sencillo y fácil.-cogí el informe de la isla y se lo acerque para que lo leyera.- Infórmate de esta isla y comprobaras que hay una gran cantidad de insectos venenosos, así pues a lo largo de nuestra estancia en esta isla tendrás el objetivo de facilitarnos un antídoto para cada especie. Parece un trabajo laborioso y largo, pero tienes mucho tiempo hasta que nos marchemos de aquí y gracias a eso conseguiremos salvar la vida de muchos marines.
Me puse en pie de forma muy teatral y empecé a caminar a grandes zancadas.- Pero antes, debemos arreglar este magnífico "cuartel".- mi sonrisa fue malévola, pero en el fondo si arreglábamos ese lugar nuestras estancia allí sería más placentera, además de que era una de las tareas de Kimura, arreglar todos los cuarteles de la isla, y había un total de cinco repartidos en pequeños pueblos como ese.
-Acompáñame.- dije mientras salía al exterior y me quedaba contemplando la parte frontal del edificio.- Como primera misión tienes que encontrar estos materiales: madera, pintura, barniz,... bueno, todo lo que se te ocurra para arreglar este lugar. No debe ser difícil encontrarlos, pues estamos cerca del puerto. También deberías encontrar alguna tienda de muebles o alguien que arregle los que ya están. Vamos a dejar este lugar como si estuviera nuevo- cogí una cuantiosa bolsa de berries de mi bolsillo y se la arroje a Bizvan.- Yo mientras tanto iré quitando la madera inservible y arreglando todo lo que pueda.
Espere a que Bizvan se alejara un poco de mí y levite hasta la fachada del cuartel, acercándome todo lo que pude a las letras de "MARINA". Cogí con fuerza la "A" que estaba a punto de caerse y tire de ella para arrancarla de la pared. La letra se quitó suavemente sin apenas ejercer fuerza, sin duda toda esa madera estaba podrida y quitarla de allí era la mejor opción para que nadie saliera herido. Fui quitando una a una las letras de la fachada y dejándolas en la entrada, después del exterior al interior, fui arrancando todas las maderas podridas y en mal estado, hasta dejar el lugar peor de lo que estaba. Acabé dejando toda la madera en mal estado en la calle, en un enorme montón que parecía más bien estiércol, y en ese momento pensé que debía haber mandado a Bizvan a comprar un carromato para librarnos de todo lo inservible, pero en el fondo esperaba que la madera que tenía que comprar la portara de alguna manera similar. Cogí una lija maloliente que encontré en la “cocina” y me puse a lijar los barrotes de las celdas para intentar quitar todo el óxido posible, sin duda todos estos ejercicios de restauración harían que nuestro cuerpo entrenase de una forma no directa y tal vez así agradase a mi fiel nakama.
-Adelante- dije educadamente mientras me incorporaba en la silla emitiendo otro chirrido desagradable. La puerta se abrió y por ella entró mi nakama, Bizvan, portando su enorme espada y enseñando sus enormes músculos. Lo mire, un poco, con cara de pervertido, pues a lo largo de mi vida siempre había deseado tener un nakama similar a un vikingo gigante, pero como daba la casualidad que los tipos así no tenían afiliación por ser marines, Bizvan acaba siendo lo más parecido que había tenido hasta el momento. No pude evitar sonreír al ver como el chico utilizaba sus habilidades eléctricas para librarse de los molestos mosquitos, sin duda parecía que le había enseñado bien a usar ese ámbito en antaño.
El joven se sentó enfrente de mí, en una silla tan destartalada y chirriante como en la que estaba sentado yo, y se puso a fumar. No pude evitar arrugar la nariz al comprobar que ni nakama era un fumador, ¿no sabía que eso era malo para la salud? Seguro que sí, era uno de los médicos de la banda.-No, gracias. Aunque deberías fumarlo como si fuera el último, ya que tu entrenamiento va a comenzar en dejarlo.- realmente se lo decía por que el tabaco llegaba a desagradarme, pero pensándolo bien, la idea de dejar de fumar le acabaría dejando algo nervioso por la nicotina y sería una buena forma para empezar a controlar mejor los nervios de su cuerpo en situaciones de tensión.
Después me incline hacia delante, llevándome una capa de pintura de la mesa con los codos y mirando muy seriamente a Bizvan.- Este va a ser nuestro hogar durante un largo periodo de tiempo. Permítete explorar el "cuartel" y el pequeño pueblo que nos rodea. Quiero que conozcas cada centímetro de este lugar, para hacer nuestro trabajo más sencillo y fácil.-cogí el informe de la isla y se lo acerque para que lo leyera.- Infórmate de esta isla y comprobaras que hay una gran cantidad de insectos venenosos, así pues a lo largo de nuestra estancia en esta isla tendrás el objetivo de facilitarnos un antídoto para cada especie. Parece un trabajo laborioso y largo, pero tienes mucho tiempo hasta que nos marchemos de aquí y gracias a eso conseguiremos salvar la vida de muchos marines.
Me puse en pie de forma muy teatral y empecé a caminar a grandes zancadas.- Pero antes, debemos arreglar este magnífico "cuartel".- mi sonrisa fue malévola, pero en el fondo si arreglábamos ese lugar nuestras estancia allí sería más placentera, además de que era una de las tareas de Kimura, arreglar todos los cuarteles de la isla, y había un total de cinco repartidos en pequeños pueblos como ese.
-Acompáñame.- dije mientras salía al exterior y me quedaba contemplando la parte frontal del edificio.- Como primera misión tienes que encontrar estos materiales: madera, pintura, barniz,... bueno, todo lo que se te ocurra para arreglar este lugar. No debe ser difícil encontrarlos, pues estamos cerca del puerto. También deberías encontrar alguna tienda de muebles o alguien que arregle los que ya están. Vamos a dejar este lugar como si estuviera nuevo- cogí una cuantiosa bolsa de berries de mi bolsillo y se la arroje a Bizvan.- Yo mientras tanto iré quitando la madera inservible y arreglando todo lo que pueda.
Espere a que Bizvan se alejara un poco de mí y levite hasta la fachada del cuartel, acercándome todo lo que pude a las letras de "MARINA". Cogí con fuerza la "A" que estaba a punto de caerse y tire de ella para arrancarla de la pared. La letra se quitó suavemente sin apenas ejercer fuerza, sin duda toda esa madera estaba podrida y quitarla de allí era la mejor opción para que nadie saliera herido. Fui quitando una a una las letras de la fachada y dejándolas en la entrada, después del exterior al interior, fui arrancando todas las maderas podridas y en mal estado, hasta dejar el lugar peor de lo que estaba. Acabé dejando toda la madera en mal estado en la calle, en un enorme montón que parecía más bien estiércol, y en ese momento pensé que debía haber mandado a Bizvan a comprar un carromato para librarnos de todo lo inservible, pero en el fondo esperaba que la madera que tenía que comprar la portara de alguna manera similar. Cogí una lija maloliente que encontré en la “cocina” y me puse a lijar los barrotes de las celdas para intentar quitar todo el óxido posible, sin duda todos estos ejercicios de restauración harían que nuestro cuerpo entrenase de una forma no directa y tal vez así agradase a mi fiel nakama.
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“¿Piensas quitarle uno de los pocos placeres que le quedan a tu viejo?” Las palabras de mi padre resonaron en mi cabeza al escuchar a Gusi decir que debía dejar los cigarrillos. En un principio solo fumaba mientras trabajaba con el metal, ya que me hacía recordar a mi padre. Ahora solo fumaba por la dependencia que sentía hacía estos.* Puedo hacer el esfuerzo por dejarlos, aunque solo mientras estemos en esta isla. *solo me matarían de manera lenta, y como médico conocía eso mejor que nadie, aun así, era una de las pocas cosas que compartía con él, por lo cual me resultaba incómodo tener que dejarlos.
En cuanto al tema de los antídotos, comprendo la importancia de estar preparados contra los peligros de la fauna, pero la elaboración de un remedio contra el veneno para cada una de las especies era complicada. Cada antídoto conllevaba un procedimiento bastante complejo de elaboración, quizás si tenía suerte varios de los venenos compartirían compuestos, dando como resultado que solo hiciera falta catalogar a estas especies para conocer que antídoto suministrar… Aun así era una tarea larga. De tan solo pensar las noches que pasaría estudiando la flora local para combatir los venenos (y sin poder fumar) me provocaron un cansancio mental prematuro.
Dejé la cajetilla de cigarros en el escritorio de Gusi para demostrarle que los dejaría (de momento), para luego acompañarlo.- Esto… ¿Sabes que soy herrero y no carpintero cierto? –el que ocupe un martillo para darle forma al metal caliente no me califica para reparar una construcción de madera.* Ya veremos cómo termina todo. *atrapé la bolsa que el marine me arrojó. Con solo el peso de esta comprendí que la cantidad de dinero era alta.- Estaré de regreso lo más pronto que pueda.
El lugar no contaba con muchos edificios, los habitantes con los cuales me encontraba me miraban de manera extraña, puede que se debiera a que la mayoría eran personas de una edad un poco avanzada.- El informe decía algo de ser personas desconfiadas, ¿me pregunto si eso causará problemas?
Entré en un establecimiento mejor cuidado que el cuartel. El aroma y ruido de la madera cortándose, acompañada de las voces de hombres. Ni en todos los bares a los que he estado había escuchado a tantas personas hablar con tal variedad de groserías, de las cuales la mayoría eran desconocidas para mí. Me acerqué hasta el mostrador, donde un hombre alto, con músculos enormes y más peludo que un oso se encontraba bebiendo con entusiasmo una botella de alcohol. Justo cuando estaba a punto de hablar, el hombre lanzó el eructo más largo y mal oliente del mundo en mi cara.
Hablar con ese sujeto fue una experiencia única y tras unos 20 minutos obtuve la madera, barniz, pintura, herramientas e información sobre trabajadores que podrían ayudarnos con la restauración de los muebles. El problema fue que me vi obligado a gastar una gran parte de los fondos que Gusi me brindó, estoy casi seguro que me cobraron más de lo normal… ¿Debería investigarlo después?
Para solucionar el problema de transportar todos los materiales, alquilé una carretilla de madera bastante grande. Comprarla habría sido otra opción más cómoda, para mi mala fortuna no sabía si debía comprarla o alquilarla. Después de un largo tiempo debatiendo conmigo mismo llegué a la conclusión de solo alquilarlo para evitar gastar más dinero.
Llevar la carretilla cargada de todos los materiales por el terreno tan blando fue un infierno, a medio camino me encontraba cubierto de sudor. Me detuve unos momentos para descansar.- No hay remedio. –respiré unas cuantas veces.- Sutemasu. –todos mis músculos crecieron un poco. De este modo llevar la carretilla hasta el cuartel fue una tarea más sencilla.
Cuando encontrara a Gusi le explicaría que las personas que podían reparar los muebles se habían dirigido a uno de los otros pueblos por un encargo y que no regresarían hasta después de 3 días. La cantidad de Berris gastados (más de la mitad de ellos) y aunque no era importante, mi experiencia al comprar todos los materiales, tal vez le provocaría gracia.
En cuanto al tema de los antídotos, comprendo la importancia de estar preparados contra los peligros de la fauna, pero la elaboración de un remedio contra el veneno para cada una de las especies era complicada. Cada antídoto conllevaba un procedimiento bastante complejo de elaboración, quizás si tenía suerte varios de los venenos compartirían compuestos, dando como resultado que solo hiciera falta catalogar a estas especies para conocer que antídoto suministrar… Aun así era una tarea larga. De tan solo pensar las noches que pasaría estudiando la flora local para combatir los venenos (y sin poder fumar) me provocaron un cansancio mental prematuro.
Dejé la cajetilla de cigarros en el escritorio de Gusi para demostrarle que los dejaría (de momento), para luego acompañarlo.- Esto… ¿Sabes que soy herrero y no carpintero cierto? –el que ocupe un martillo para darle forma al metal caliente no me califica para reparar una construcción de madera.* Ya veremos cómo termina todo. *atrapé la bolsa que el marine me arrojó. Con solo el peso de esta comprendí que la cantidad de dinero era alta.- Estaré de regreso lo más pronto que pueda.
El lugar no contaba con muchos edificios, los habitantes con los cuales me encontraba me miraban de manera extraña, puede que se debiera a que la mayoría eran personas de una edad un poco avanzada.- El informe decía algo de ser personas desconfiadas, ¿me pregunto si eso causará problemas?
Entré en un establecimiento mejor cuidado que el cuartel. El aroma y ruido de la madera cortándose, acompañada de las voces de hombres. Ni en todos los bares a los que he estado había escuchado a tantas personas hablar con tal variedad de groserías, de las cuales la mayoría eran desconocidas para mí. Me acerqué hasta el mostrador, donde un hombre alto, con músculos enormes y más peludo que un oso se encontraba bebiendo con entusiasmo una botella de alcohol. Justo cuando estaba a punto de hablar, el hombre lanzó el eructo más largo y mal oliente del mundo en mi cara.
Hablar con ese sujeto fue una experiencia única y tras unos 20 minutos obtuve la madera, barniz, pintura, herramientas e información sobre trabajadores que podrían ayudarnos con la restauración de los muebles. El problema fue que me vi obligado a gastar una gran parte de los fondos que Gusi me brindó, estoy casi seguro que me cobraron más de lo normal… ¿Debería investigarlo después?
Para solucionar el problema de transportar todos los materiales, alquilé una carretilla de madera bastante grande. Comprarla habría sido otra opción más cómoda, para mi mala fortuna no sabía si debía comprarla o alquilarla. Después de un largo tiempo debatiendo conmigo mismo llegué a la conclusión de solo alquilarlo para evitar gastar más dinero.
Llevar la carretilla cargada de todos los materiales por el terreno tan blando fue un infierno, a medio camino me encontraba cubierto de sudor. Me detuve unos momentos para descansar.- No hay remedio. –respiré unas cuantas veces.- Sutemasu. –todos mis músculos crecieron un poco. De este modo llevar la carretilla hasta el cuartel fue una tarea más sencilla.
Cuando encontrara a Gusi le explicaría que las personas que podían reparar los muebles se habían dirigido a uno de los otros pueblos por un encargo y que no regresarían hasta después de 3 días. La cantidad de Berris gastados (más de la mitad de ellos) y aunque no era importante, mi experiencia al comprar todos los materiales, tal vez le provocaría gracia.
- Off Rol:
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Termine de lijar los barrotes lo mejor que pude y tire la lija maloliente y casi desecha al montón de madera mohosa. En ese momento, apareció Biz con un carromato cargado de madera y demás útiles de carpintería. Lo mire un poco extrañado, pues estaba más inflado de lo que recordaba ¿se habría dopado? Si era así era algo que no podía permitir.
-Hola, Biz.¿Qué tal tu viaje? Parece que bien, pues estas más fuerte que la última vez que te vi.- no pude evitar ponerme muy serio al observar como mi nakama estaba haciendo trampa en el entrenamiento que ni siquiera había instaurado.-No me gustan las trampas, así que intenta no pincharte, tomar batidos o lo que sea que hagas para ponerte cachas de golpe.- aunque aquella era una buena técnica para ligar.
Me puse a bajar tablones de la carreta y a dejarlos en el suelo al lado de la puerta principal, la cual parecía más una casa en demolición que un cuartel marine. Una vez descargado todo, notaba algo cansado y dolorido mi cuerpo, aquella maldita madera pesaba más de lo normal y en parte ahora entendía por qué Bizvan había hecho uso de sus habilidades para transportar la carretilla que debía pesar el triple que él.
-¿Sabes algo de carpintería?- por la cara y la contestación de Biz, deduje sabiamente que no.-No pasa nada, ya me ocupó yo.- en verdad no tenía ni idea, y aquella decisión me iba a costar más de lo normal.- Tú puedes ir a tirar esa madera podrida con la carretilla a unas arenas movedizas que hay atravesando el pueblo, en sentido contrario al puerto.- o eso me pareció ver en los mapas de la zona que había en el escritorio del cuartel.-Cuando vuelvas compra algo de comer para toda la semana, digo yo que te quedara dinero.- dije esperanzado de que no hubiera gastado todo en aquellos materiales.
Ayude como pude a cargar toda la madera inservible a la carretilla y espere a que Biz se alejara para ponerme manos a la obra. En principio, ser carpintero no era muy difícil, solo era cortar, serrar y medir para que todo encajara en su sitio. Pues resulta que aquella tarea tan simple y fácil, no era como creía y la cosa se me fue de las manos. El suelo no encajaba de ninguna manera, la madera se había combado al hacer fuerza para que encajara, las paredes estaban repletas de clavos para que sostuvieran las láminas de madera, y ni aun así se mantenían en pie. Aquello era un desastre miraras donde miraras.
Salí al exterior y me tumbe en el suelo, muy cansado, a la espera de que Bizvan llegara. Cuando este lo hizo, volví a mirar horrorizado el estropicio que había formado yo solo. Parecía hasta peligroso entrar ahora a ese cuartel, pues algunos clavos salían disparados y los tablones se caían en avalancha, formando una enorme nube de polvo.- Bueno, ¿y cuando dices que vienen los carpinteros?-dije intentando ocultar lo que acababa de hacer, a pesar de saber que hasta dentro de tres días no podría arreglar aquello. Ahora solo faltaba esperar que Kimura no lo viera y me echara la bronca del siglo.
-Hasta que vengan, podemos empezar el entrenamiento de forma más concisa. Vamos a desarrollar el mantra.- ¿realmente había dicho eso? Si no yo lo dominaba, ¿cómo iba a enseñárselo a mi nakama?- Aunque para ello debemos mejorar más físicamente.- intente arreglarlo.-Podríamos darnos unas vueltas corriendo alrededor de la isla y así vamos reconociendo la isla. Con suerte encontraremos a los carpinteros.-sonreí a Biz y empecé a estirar los brazos y las piernas, aunque en el fondo estaba realmente agotado.
-Hola, Biz.¿Qué tal tu viaje? Parece que bien, pues estas más fuerte que la última vez que te vi.- no pude evitar ponerme muy serio al observar como mi nakama estaba haciendo trampa en el entrenamiento que ni siquiera había instaurado.-No me gustan las trampas, así que intenta no pincharte, tomar batidos o lo que sea que hagas para ponerte cachas de golpe.- aunque aquella era una buena técnica para ligar.
Me puse a bajar tablones de la carreta y a dejarlos en el suelo al lado de la puerta principal, la cual parecía más una casa en demolición que un cuartel marine. Una vez descargado todo, notaba algo cansado y dolorido mi cuerpo, aquella maldita madera pesaba más de lo normal y en parte ahora entendía por qué Bizvan había hecho uso de sus habilidades para transportar la carretilla que debía pesar el triple que él.
-¿Sabes algo de carpintería?- por la cara y la contestación de Biz, deduje sabiamente que no.-No pasa nada, ya me ocupó yo.- en verdad no tenía ni idea, y aquella decisión me iba a costar más de lo normal.- Tú puedes ir a tirar esa madera podrida con la carretilla a unas arenas movedizas que hay atravesando el pueblo, en sentido contrario al puerto.- o eso me pareció ver en los mapas de la zona que había en el escritorio del cuartel.-Cuando vuelvas compra algo de comer para toda la semana, digo yo que te quedara dinero.- dije esperanzado de que no hubiera gastado todo en aquellos materiales.
Ayude como pude a cargar toda la madera inservible a la carretilla y espere a que Biz se alejara para ponerme manos a la obra. En principio, ser carpintero no era muy difícil, solo era cortar, serrar y medir para que todo encajara en su sitio. Pues resulta que aquella tarea tan simple y fácil, no era como creía y la cosa se me fue de las manos. El suelo no encajaba de ninguna manera, la madera se había combado al hacer fuerza para que encajara, las paredes estaban repletas de clavos para que sostuvieran las láminas de madera, y ni aun así se mantenían en pie. Aquello era un desastre miraras donde miraras.
Salí al exterior y me tumbe en el suelo, muy cansado, a la espera de que Bizvan llegara. Cuando este lo hizo, volví a mirar horrorizado el estropicio que había formado yo solo. Parecía hasta peligroso entrar ahora a ese cuartel, pues algunos clavos salían disparados y los tablones se caían en avalancha, formando una enorme nube de polvo.- Bueno, ¿y cuando dices que vienen los carpinteros?-dije intentando ocultar lo que acababa de hacer, a pesar de saber que hasta dentro de tres días no podría arreglar aquello. Ahora solo faltaba esperar que Kimura no lo viera y me echara la bronca del siglo.
-Hasta que vengan, podemos empezar el entrenamiento de forma más concisa. Vamos a desarrollar el mantra.- ¿realmente había dicho eso? Si no yo lo dominaba, ¿cómo iba a enseñárselo a mi nakama?- Aunque para ello debemos mejorar más físicamente.- intente arreglarlo.-Podríamos darnos unas vueltas corriendo alrededor de la isla y así vamos reconociendo la isla. Con suerte encontraremos a los carpinteros.-sonreí a Biz y empecé a estirar los brazos y las piernas, aunque en el fondo estaba realmente agotado.
Bizvan
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El marine parecía molesto por algo y no comprendía a que se debía.- ¿Trampa? –incliné mi cabeza un poco a la izquierda.- ¡Oh!, ya lo entiendo. –al parecer el entrenamiento ya había comenzado.* Que ciego fui. *miré a mi camarada con un brillo en mis ojos.* Por un momento pensé que solo estábamos realizando la misión, y la práctica comenzaría una vez terminada la remodelación de todos los cuarteles. Nunca me imaginé que Gusi contemplara ese trabajo a manera de acondicionamiento físico.
Mi cuerpo regresó a la normalidad sin que yo lo notara.- Me encargaré del desperdicio señor. –realicé un saludo militar, para luego comenzar a colocar la madera podrida en la carretilla.
Gracias a la ayuda del peliblanco el trabajo se llevó a cabo con rapidez.- Esta vez me aseguraré de realizar el entrenamiento como es debido. –comencé a moverme llevando conmigo la carretilla.- 1,2,1,2,1,2… -repetí de manera constante esos números mientras avanzaba de manera coordinada.
Mentiría al decir que no me sentía cansado por tener que atravesar todo el pueblo, en especial porque la zona que mi nakama mencionó se encontraba colina arriba.- Vamos, no pierdas el ritmo. –mi rostro se encontraba cubierto por sudor. No pesaba utilizar esa técnica de nuevo, solo dependería de mi fuerza natural durante el resto de mi estancia en la isla.
Terminé llegando hasta donde las arenas se encontraban. Me permití unos cuantos segundos para recuperar el aliento, para luego comenzar a desechar la madera. Mis brazos se encontraban a doloridos y cansados, causando que la madera pareciera más pesada de lo normal. Poco a poco la pila de desechos comenzó a ser absorbida por las movedizas.- Muh, hay que tener cuidado con esas cosas. –en los reportes debería haber un mapa donde se indiqué la posición de estas, más tarde los leería con más calma.
Comencé a buscar algo en mis bolsillos, al poco tiempo recordé donde había dejado mi cigarrillos y suspiré.- Que mala suerte. –del bolsillo de mi camisa saqué mi licorera para dar un pequeño trago del contenido de esta. Se trataba de simple agua, muy rara vez se encontraría alcohol en ella y cuando eso sucedía, era utilizado como sustituto de un desinfectante 100% puro.
Unas cuantas plantas que crecían a poca distancia de las arenas captaron mi atención, haciéndome acercar a ellas para observarlas con mayor detenimiento. Estaba seguro de haberlas visto en alguno de mis libros, por desgracia ahora mismo no recordaba sus propiedades o efectos. Terminé por recolectar la cantidad necesaria para realizar pruebas con ellas. Al final terminé colocando 3 especies diferentes de plantas en la carretilla, posteriormente emprendí el viaje de regreso.
Me detuve en el pueblo para realizar las compras de alimento.* ¿Gusi tiene habilidades para la cocina? *no recordaba que así fuera, por lo cual opté por comprar ingredientes con los cuales poder preparar platillos sencillos… Además de no contar con el dinero suficiente para cosas más elaboradas.- Podríamos intentar cazar nuestro propio alimento. –si el marine se veía decaído por las provisiones que conseguí (arroz, sal, distintos tipos de granos, pescado seco, entre otros por el estilo), le sugeriría recurrir a cazar el resto de ingredientes.
Regresé hasta el cuartel (mientras continuaba repitiendo el “1,2”) en el momento exacto en que una nube de polvo se alzaba a causa de los tablones cayendo al suelo.- Esto es un mal presagio. –comenté a modo de broma.
Gusi compartió una de las metas a conseguir, el mantra. Dominarlo sería bastante útil, no obstante no debía ser una tarea fácil de conseguir. Recordé los días que pasé meditando en la búsqueda del busoshoku.* No creo que esta vez tenga mucho tiempo libre para meditar.
Mi espíritu se vio motivado al escuchar hablar al peliblanco sobre comenzar con un entrenamiento más serio. El problema era mi cuerpo, este se encontraba un poco cansado dando como resultado que mi rostro expresara una sonrisa forzada.- Me parece bien, solo dame unos momentos. –coloqué la carretilla en una zona donde no fuera posible que resultara dañada, y dejándola lo mejor oculta posible. Sería una lástima que nuestro alimento se “perdiera”.
Con eso listo me acerqué hasta donde mi compañero se encontraba calentando.- Ten cuidado con la fauna, no tenemos ningún antídoto preparado. –no necesité realizar estiramientos y comencé a trotar, por el momento mi cuerpo no me permitía realizar un esfuerzo mayor a ese.
Mi cuerpo regresó a la normalidad sin que yo lo notara.- Me encargaré del desperdicio señor. –realicé un saludo militar, para luego comenzar a colocar la madera podrida en la carretilla.
Gracias a la ayuda del peliblanco el trabajo se llevó a cabo con rapidez.- Esta vez me aseguraré de realizar el entrenamiento como es debido. –comencé a moverme llevando conmigo la carretilla.- 1,2,1,2,1,2… -repetí de manera constante esos números mientras avanzaba de manera coordinada.
Mentiría al decir que no me sentía cansado por tener que atravesar todo el pueblo, en especial porque la zona que mi nakama mencionó se encontraba colina arriba.- Vamos, no pierdas el ritmo. –mi rostro se encontraba cubierto por sudor. No pesaba utilizar esa técnica de nuevo, solo dependería de mi fuerza natural durante el resto de mi estancia en la isla.
Terminé llegando hasta donde las arenas se encontraban. Me permití unos cuantos segundos para recuperar el aliento, para luego comenzar a desechar la madera. Mis brazos se encontraban a doloridos y cansados, causando que la madera pareciera más pesada de lo normal. Poco a poco la pila de desechos comenzó a ser absorbida por las movedizas.- Muh, hay que tener cuidado con esas cosas. –en los reportes debería haber un mapa donde se indiqué la posición de estas, más tarde los leería con más calma.
Comencé a buscar algo en mis bolsillos, al poco tiempo recordé donde había dejado mi cigarrillos y suspiré.- Que mala suerte. –del bolsillo de mi camisa saqué mi licorera para dar un pequeño trago del contenido de esta. Se trataba de simple agua, muy rara vez se encontraría alcohol en ella y cuando eso sucedía, era utilizado como sustituto de un desinfectante 100% puro.
Unas cuantas plantas que crecían a poca distancia de las arenas captaron mi atención, haciéndome acercar a ellas para observarlas con mayor detenimiento. Estaba seguro de haberlas visto en alguno de mis libros, por desgracia ahora mismo no recordaba sus propiedades o efectos. Terminé por recolectar la cantidad necesaria para realizar pruebas con ellas. Al final terminé colocando 3 especies diferentes de plantas en la carretilla, posteriormente emprendí el viaje de regreso.
Me detuve en el pueblo para realizar las compras de alimento.* ¿Gusi tiene habilidades para la cocina? *no recordaba que así fuera, por lo cual opté por comprar ingredientes con los cuales poder preparar platillos sencillos… Además de no contar con el dinero suficiente para cosas más elaboradas.- Podríamos intentar cazar nuestro propio alimento. –si el marine se veía decaído por las provisiones que conseguí (arroz, sal, distintos tipos de granos, pescado seco, entre otros por el estilo), le sugeriría recurrir a cazar el resto de ingredientes.
Regresé hasta el cuartel (mientras continuaba repitiendo el “1,2”) en el momento exacto en que una nube de polvo se alzaba a causa de los tablones cayendo al suelo.- Esto es un mal presagio. –comenté a modo de broma.
Gusi compartió una de las metas a conseguir, el mantra. Dominarlo sería bastante útil, no obstante no debía ser una tarea fácil de conseguir. Recordé los días que pasé meditando en la búsqueda del busoshoku.* No creo que esta vez tenga mucho tiempo libre para meditar.
Mi espíritu se vio motivado al escuchar hablar al peliblanco sobre comenzar con un entrenamiento más serio. El problema era mi cuerpo, este se encontraba un poco cansado dando como resultado que mi rostro expresara una sonrisa forzada.- Me parece bien, solo dame unos momentos. –coloqué la carretilla en una zona donde no fuera posible que resultara dañada, y dejándola lo mejor oculta posible. Sería una lástima que nuestro alimento se “perdiera”.
Con eso listo me acerqué hasta donde mi compañero se encontraba calentando.- Ten cuidado con la fauna, no tenemos ningún antídoto preparado. –no necesité realizar estiramientos y comencé a trotar, por el momento mi cuerpo no me permitía realizar un esfuerzo mayor a ese.
Gusi
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Observé como Biz escondía los alimentos que había comprado, los cuales me parecían escasos para todo el dinero que le había proporcionado, mientras terminaba mis estiramientos extravagantes. Nada más acabar, cogí una llave grande y oxidada de mi bolsillo, cerré el "cuartel" con un candado tan o más oxidado como la llave y confié en que a nuestra vuelta volviera abrirse. Aunque tal vez no era buena idea que alguien volviera a entrar a aquel cuartel medio (por no decir "completamente") destruido.
Una vez todo listo y cerrado, me guarde la llave en el bolsillo, y observé como Biz cogía la delantera cuesta abajo (en dirección al puerto). Aprovechando el descanso que había tenido unos minutos antes, tirado en el suelo, di una fuerte bocanada deaire humedad para mis pulmones, sintiéndome algo más lleno de energía y tragándome algún mosquito insensato que pasaba por allí en aquel momento. Me puse a escupir como un desesperado, hasta que el maldito acabo estrellado en el suelo envuelto en un charco de saliva.-Joder, que asco.
Volví a echar un vistazo y observé con horror como Biz me llevaba mucha ventaja, y como superior que era no podía dejar que me ganara, eche a correr con todas mis fuerzas, aprovechando la cuesta abajo para aumentar mi velocidad. Aquella idea fue buena, pues mis piernas se movían rápidas mientras me acercaba poco a poco a mi compañero, pero el terreno era inestable y en varias ocasiones casi pierdo el control y caigo precipitado contra el suelo. Cuando pase a toda velocidad por el lado de Biz, disimule mi cansancio y mis numerosos tropiezos, por no hablar de que bajaba totalmente sin control.-Venga, no te quedes atrás. Esto es un entren...- no pude terminar la frase cuando una nube de mosquitos se estrelló contra mi rostro. Cerré los ojos e intenté seguir hacia delante mientras me quitaba a aquellos malditos seres que empezaron a picarme la cara en un intento de vengarse por llevármelos por delante.
Cuando termine de quitarme el último mosquito había conseguido llegar al puerto. Mire para atrás y observé que seguía en cabeza, aprovechando esos segundos hasta que mi compañero estuviera al lado mío para recuperar el aliento. Pues me encontraba terriblemente agotado, hasta el punto de que la boca me sabía a sangre (tal vez de los mosquitos) y un horrible pinchazo me destrozaba en el costillar. Me preguntó cómo estará Biz siendo un fumador.
Una vez estuvimos los dos juntos, dimos un paseo por el puerto, lo cual fue agradable y necesario para recuperar fuerzas y aliento para subir la cuesta hasta el cuartel. Hicimos un par de favores de marines: como ayudar a cargar unas cajas a un barco, limpiar los bares de borrachos innecesarios, ayudar a buscar a la mama de una niña perdida,... vamos cosas normales del día a día de un marine, que digo, de un buen marine . Cuando nos dispusimos a volver, nuestros cuerpos estaban tan cansados y destrozados que decidimos subir andando, pero algo extraño empezó a sucederme. Empecé a notar unos mareos muy extraños, los cuales no di importancia y achaque que eran debidos al cansancio, pero aquellos síntomas fueron empeorando hasta acabar teniendo alucinaciones y sentir terribles nauseas a cada minuto. Me toque aterrado la cara y noté (no sé si decido a las alucinaciones o que realmente estaba así) unos enormes bultos, los cuales tenían un agujerito pronunciado de los picotazos de los mosquitos.
-Biz...Biz...Necesito ayuda. Creo que me estoy quedando ciego.- dije antes de dar una pronunciada arcada, mientas mi vista se oscurecía por completo a pesar de estar iluminados por una espléndida luna llena.
Una vez todo listo y cerrado, me guarde la llave en el bolsillo, y observé como Biz cogía la delantera cuesta abajo (en dirección al puerto). Aprovechando el descanso que había tenido unos minutos antes, tirado en el suelo, di una fuerte bocanada de
Volví a echar un vistazo y observé con horror como Biz me llevaba mucha ventaja, y como superior que era no podía dejar que me ganara, eche a correr con todas mis fuerzas, aprovechando la cuesta abajo para aumentar mi velocidad. Aquella idea fue buena, pues mis piernas se movían rápidas mientras me acercaba poco a poco a mi compañero, pero el terreno era inestable y en varias ocasiones casi pierdo el control y caigo precipitado contra el suelo. Cuando pase a toda velocidad por el lado de Biz, disimule mi cansancio y mis numerosos tropiezos, por no hablar de que bajaba totalmente sin control.-Venga, no te quedes atrás. Esto es un entren...- no pude terminar la frase cuando una nube de mosquitos se estrelló contra mi rostro. Cerré los ojos e intenté seguir hacia delante mientras me quitaba a aquellos malditos seres que empezaron a picarme la cara en un intento de vengarse por llevármelos por delante.
Cuando termine de quitarme el último mosquito había conseguido llegar al puerto. Mire para atrás y observé que seguía en cabeza, aprovechando esos segundos hasta que mi compañero estuviera al lado mío para recuperar el aliento. Pues me encontraba terriblemente agotado, hasta el punto de que la boca me sabía a sangre (tal vez de los mosquitos) y un horrible pinchazo me destrozaba en el costillar. Me preguntó cómo estará Biz siendo un fumador.
Una vez estuvimos los dos juntos, dimos un paseo por el puerto, lo cual fue agradable y necesario para recuperar fuerzas y aliento para subir la cuesta hasta el cuartel. Hicimos un par de favores de marines: como ayudar a cargar unas cajas a un barco, limpiar los bares de borrachos innecesarios, ayudar a buscar a la mama de una niña perdida,... vamos cosas normales del día a día de un marine, que digo, de un buen marine . Cuando nos dispusimos a volver, nuestros cuerpos estaban tan cansados y destrozados que decidimos subir andando, pero algo extraño empezó a sucederme. Empecé a notar unos mareos muy extraños, los cuales no di importancia y achaque que eran debidos al cansancio, pero aquellos síntomas fueron empeorando hasta acabar teniendo alucinaciones y sentir terribles nauseas a cada minuto. Me toque aterrado la cara y noté (no sé si decido a las alucinaciones o que realmente estaba así) unos enormes bultos, los cuales tenían un agujerito pronunciado de los picotazos de los mosquitos.
-Biz...Biz...Necesito ayuda. Creo que me estoy quedando ciego.- dije antes de dar una pronunciada arcada, mientas mi vista se oscurecía por completo a pesar de estar iluminados por una espléndida luna llena.
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Mi cuerpo se sentía pesado, el único motivo por el cual continuaba moviéndome era por encontrarme trotando colina abajo. Mi respiración era controlada y constante, era el mismo tipo de respiración que utilizaba cuando peleaba. Hasta ahora el tener la costumbre de fumar no era problema, pues no es como si me pasara todos los días fumando. Estoy seguro que nadie podría llegar a tal extremo.
Gusi repentinamente tomó la delantera, parecía estar llevando bastante bien esto de correr a toda velocidad.- Yo, yo no est… -intenté contestarle, pero no podía hablar y controlar mi respiración al mismo tiempo. Motivo por el cual tampoco me fue posible advertirle de los mosquitos a los cuales se dirigía. El resultado fue un choque directo entre los insectos y el rostro del superior. Por alguna razón decidió continuar corriendo (incluso a mayor velocidad) en lugar de detenerse para quitárselos de encima.
Una ligera sonrisa se formó en mi rostro.* Nadie en esta flota es normal, ¿cierto? *no lo pensaba a modo de desprecio, es solo que hasta ahora los integrantes de los CW habían demostrado ser personas extraordinarias. Una sensación desagradable recorrió mi cuerpo al pensar que tal vez mi presencia solo mancharía el nombre de la flota. Agité mi cabeza para dejar de lado esos pensamientos, y enfoqué mi mirada en el camino (para no terminar como Gusi).Ver la espalda del peliblanco alejarse por alguna razón me motivó a ignorar mi inseguridad y cansancio, acelerando el paso para intentar alcanzarlo.* No quiero ser una carga para ellos, me aseguraré de estar a la altura de esos 3. *mi espíritu me ayudó a incrementar mi velocidad, sin embargo no era suficiente para igualarlo.
Al llegar al pueblo no pude evitar toser un poco a causa de mi falta de aliento.* Puede que dejar los cigarrillos en verdad sea una buena idea. *mis pulmones no deberían encontrarse en un estado lamentable, no obstante la sugerencia de Gusi se veía más coherente ahora. Le pedí solo unos momentos para recuperarme.
Una vez mi ritmo cardiaco se estabilizó comenzamos a deambular sin un rumbo en específico. El teniente parecía ser una persona que no se negaba a tareas que irían más acorde con un recluta. No tenía nada de malo, es solo que en contraste de la misión que llevé a cabo junto a Tobías, esta era bastantes “tranquila”.- Supongo que no está mal un poco de tranquilidad de vez en cuando. –susurré mientras veía a mi nakama caminar sujetando de la mano a una niña. La pequeña hasta hace unos momentos había estado llorando, ahora se le podía ver reír con alegría a causa de las extrañas muecas del peliblanco.* Creo que su rostro se ve un poco extraño… Debo de estar viendo mal.
La mirada de algunos de los pobladores se encontraba sobre la niña y el hombre. No se veían nada contentos.* Si tanto les molesta, ¿por qué no hicieron nada? *no terminaba de comprender a que se debía esa desconfianza a los extranjeros.-Investigaré un poco cuando tenga tiempo.
Además de realizar otras tareas que deberían ayudar a mejorar la opinión de nosotros entre los habitantes, me dediqué a intentar recabar información sobre la fauna y flora más común. No fue una tarea sencilla, ya que continuamente nos encontrábamos ayudando a las personas con cosas menores.
Antes de darnos cuenta el día había terminado y era tiempo de regresar al cuartel (si es que este continuaba de pie).- Voy a necesitar que me prestes ese informe de nuevo y en caso de existir más documentos con información de la isla te agradecería que me los incluyeras. –el teniente se encontraba caminando unos pasos delante de mí. Me percaté del extraño comportamiento de mi amigo, pensando que era producto del cansancio no le di mayor importancia, por desgracia no fue así.
La salud de Gusi empeoró de manera significativa, e incluso aseguró comenzar a perder la vista. Cuando se giró para verme, mi corazón casi se detiene al ver su rostro hinchado. Su pérdida de visión se debía a eso.
Me acerqué rápidamente para sujetarlo, tenía miedo de que en cualquier momento cayera al suelo.- Estás ardiendo. –no tenía idea de que le estaba ocurriendo.- Te llevaré al cuartel. –no estaba seguro si era capaz de escucharme. Activé de nuevo mi Sutemasu, en este momento no me importaba si era hacer trampa, solo quería ayudarlo. Cargué a Gusi como si de un costal se tratara (colocándolo en mi hombro) y comencé a correr lo más rápido que pude en dirección al cuartel. Mis cansadas piernas en más de una ocasión casi ceden y me hacen caer al suelo húmedo.
No me preocupé por el estado del cuartel y abrí la puerta de manera violenta. La madera provocó un sonido de querer romperse, por suerte nada de eso ocurrió.
Recosté a Gusi en la cama más limpia del sitio, para luego ir por mi mochila y otros objetos más. Solo me tomó unos segundos regresar a la habitación con todo lo necesario.
- ¡Maldita sea, maldita sea! ¿¡Por dónde carajos empiezo!? –mi cuerpo temblaba no solo por el esfuerzo realizado, sino también por la frustración.- Los mosquitos deben de tener la culpa, pero de ser así necesito a un farmacéutico. –la picadura de un mosquito podía transmitir muchas enfermedades, pero no venenos. Si mi compañero presentaba alguna clase de enfermedad no podría hacer nada por él.
El rostro del hombre estaba cubierto de sudor.
- Tengo que quitarle la ropa. –al despojarlo de su chamarra roja me percaté de un extraño piquete a la altura de sus costillas. El contorno de este se encontraba morado e hinchado y lo que parecía ser un aguijón se podía apreciar incrustado en su piel. En ese momento sufrí una revelación, él había sido envenenado por algún insecto a lo largo del día.
Sin perder tiempo comencé a machacar en un mortero algunas de las hierbas que había recolectado en el día. Comencé a calentar agua a base de resistencia, utilizando un pequeño pedazo de metal y mi propia electricidad. Cuando esta tenía la temperatura cercana a la deseada, vertí un poco del líquido en el mortero y continué machacando la mezcla, hasta que adquirió una consistencia pastosa.
El sudor recorría mi frente y en ocasiones entraba en mis ojos causándome ardor.- Tranquilízate, ya tienes una idea de lo que tienes que hacer. –me repetía una y otra vez para calmarme durante el proceso de creación del antídoto.
Con eso listo retiré el aguijón y utilizando mis dedos índice y medio esparcí la pasta donde lo picaron.- No será suficiente. –era probable que el veneno ya se hubiese expandido por todo su cuerpo.
De mi mochila tomé un libro y de manera rápida comencé a pasar las páginas hasta encontrar lo que buscaba.- ¡Barba del viejo! –grité con emoción el nombre de una de las plantas que había recolectado. Se trataba de un ingrediente básico para la elaboración de antídotos, aunque por sí sola no era muy efectiva, teniendo que combinarse con otras plantas para incrementar su eficacia.
En el mismo vaso de cristal comencé a calentar agua de nuevo. Tomé unas cuantas hojas de la barba de viejo y tras pulverizarlas las diluí en el agua hirviendo. Tenía que esperar a que la poción disminuyera su temperatura. Por tanto trataría de averiguar a qué se debía la hinchazón en el rostro del hombre.
Odiaba admitirlo, pero no tenía idea de la razón de eso.- Puede tratarse de una alergia o alguna clase de reacción a causa de la combinación del veneno y los piquetes de mosquito. –miré su rostro con curiosidad tratando de encontrar la relación.- Da igual, hay que hacer algo con su rostro. –ahora me encontraba más calmado gracias a que la poción pronto estaría terminada. Utilizando mis conocimientos de cirujano realicé pequeños cortes para disminuir la inflamación, además de que no dejarían cicatrices. Coloqué más de la pasta en estos cortes para ayudar a su organismo a expulsar el veneno.
Cuando la temperatura del líquido era la indicada, me dispuse a dársela de beber. No estaba seguro si él podría hacerlo por sí solo, en caso de no poder hacerlo me vería obligado a ayudarlo… ¿De qué manera lo ayudaría? Solo diré que si alguno de los 2 fuera mujer, la escena sería bastante linda…
Con el amargo líquido bebido solo quedaba esperar a que el cuerpo del peliblanco resistiera el veneno.
Para evitar alguna desgracia pasé gran parte de la noche cuidando de él, creando más líquidos y pastas, y dándoselas cada cierta cantidad de tiempo.
Cuando estuviera completamente seguro que su vida no corría peligro dejaría que mi cansado cuerpo se desplomara en el suelo, junto a todos los ingredientes, libros y herramientas que utilicé.
Gusi repentinamente tomó la delantera, parecía estar llevando bastante bien esto de correr a toda velocidad.- Yo, yo no est… -intenté contestarle, pero no podía hablar y controlar mi respiración al mismo tiempo. Motivo por el cual tampoco me fue posible advertirle de los mosquitos a los cuales se dirigía. El resultado fue un choque directo entre los insectos y el rostro del superior. Por alguna razón decidió continuar corriendo (incluso a mayor velocidad) en lugar de detenerse para quitárselos de encima.
Una ligera sonrisa se formó en mi rostro.* Nadie en esta flota es normal, ¿cierto? *no lo pensaba a modo de desprecio, es solo que hasta ahora los integrantes de los CW habían demostrado ser personas extraordinarias. Una sensación desagradable recorrió mi cuerpo al pensar que tal vez mi presencia solo mancharía el nombre de la flota. Agité mi cabeza para dejar de lado esos pensamientos, y enfoqué mi mirada en el camino (para no terminar como Gusi).Ver la espalda del peliblanco alejarse por alguna razón me motivó a ignorar mi inseguridad y cansancio, acelerando el paso para intentar alcanzarlo.* No quiero ser una carga para ellos, me aseguraré de estar a la altura de esos 3. *mi espíritu me ayudó a incrementar mi velocidad, sin embargo no era suficiente para igualarlo.
Al llegar al pueblo no pude evitar toser un poco a causa de mi falta de aliento.* Puede que dejar los cigarrillos en verdad sea una buena idea. *mis pulmones no deberían encontrarse en un estado lamentable, no obstante la sugerencia de Gusi se veía más coherente ahora. Le pedí solo unos momentos para recuperarme.
Una vez mi ritmo cardiaco se estabilizó comenzamos a deambular sin un rumbo en específico. El teniente parecía ser una persona que no se negaba a tareas que irían más acorde con un recluta. No tenía nada de malo, es solo que en contraste de la misión que llevé a cabo junto a Tobías, esta era bastantes “tranquila”.- Supongo que no está mal un poco de tranquilidad de vez en cuando. –susurré mientras veía a mi nakama caminar sujetando de la mano a una niña. La pequeña hasta hace unos momentos había estado llorando, ahora se le podía ver reír con alegría a causa de las extrañas muecas del peliblanco.* Creo que su rostro se ve un poco extraño… Debo de estar viendo mal.
La mirada de algunos de los pobladores se encontraba sobre la niña y el hombre. No se veían nada contentos.* Si tanto les molesta, ¿por qué no hicieron nada? *no terminaba de comprender a que se debía esa desconfianza a los extranjeros.-Investigaré un poco cuando tenga tiempo.
Además de realizar otras tareas que deberían ayudar a mejorar la opinión de nosotros entre los habitantes, me dediqué a intentar recabar información sobre la fauna y flora más común. No fue una tarea sencilla, ya que continuamente nos encontrábamos ayudando a las personas con cosas menores.
Antes de darnos cuenta el día había terminado y era tiempo de regresar al cuartel (si es que este continuaba de pie).- Voy a necesitar que me prestes ese informe de nuevo y en caso de existir más documentos con información de la isla te agradecería que me los incluyeras. –el teniente se encontraba caminando unos pasos delante de mí. Me percaté del extraño comportamiento de mi amigo, pensando que era producto del cansancio no le di mayor importancia, por desgracia no fue así.
La salud de Gusi empeoró de manera significativa, e incluso aseguró comenzar a perder la vista. Cuando se giró para verme, mi corazón casi se detiene al ver su rostro hinchado. Su pérdida de visión se debía a eso.
Me acerqué rápidamente para sujetarlo, tenía miedo de que en cualquier momento cayera al suelo.- Estás ardiendo. –no tenía idea de que le estaba ocurriendo.- Te llevaré al cuartel. –no estaba seguro si era capaz de escucharme. Activé de nuevo mi Sutemasu, en este momento no me importaba si era hacer trampa, solo quería ayudarlo. Cargué a Gusi como si de un costal se tratara (colocándolo en mi hombro) y comencé a correr lo más rápido que pude en dirección al cuartel. Mis cansadas piernas en más de una ocasión casi ceden y me hacen caer al suelo húmedo.
No me preocupé por el estado del cuartel y abrí la puerta de manera violenta. La madera provocó un sonido de querer romperse, por suerte nada de eso ocurrió.
Recosté a Gusi en la cama más limpia del sitio, para luego ir por mi mochila y otros objetos más. Solo me tomó unos segundos regresar a la habitación con todo lo necesario.
- ¡Maldita sea, maldita sea! ¿¡Por dónde carajos empiezo!? –mi cuerpo temblaba no solo por el esfuerzo realizado, sino también por la frustración.- Los mosquitos deben de tener la culpa, pero de ser así necesito a un farmacéutico. –la picadura de un mosquito podía transmitir muchas enfermedades, pero no venenos. Si mi compañero presentaba alguna clase de enfermedad no podría hacer nada por él.
El rostro del hombre estaba cubierto de sudor.
- Tengo que quitarle la ropa. –al despojarlo de su chamarra roja me percaté de un extraño piquete a la altura de sus costillas. El contorno de este se encontraba morado e hinchado y lo que parecía ser un aguijón se podía apreciar incrustado en su piel. En ese momento sufrí una revelación, él había sido envenenado por algún insecto a lo largo del día.
Sin perder tiempo comencé a machacar en un mortero algunas de las hierbas que había recolectado en el día. Comencé a calentar agua a base de resistencia, utilizando un pequeño pedazo de metal y mi propia electricidad. Cuando esta tenía la temperatura cercana a la deseada, vertí un poco del líquido en el mortero y continué machacando la mezcla, hasta que adquirió una consistencia pastosa.
El sudor recorría mi frente y en ocasiones entraba en mis ojos causándome ardor.- Tranquilízate, ya tienes una idea de lo que tienes que hacer. –me repetía una y otra vez para calmarme durante el proceso de creación del antídoto.
Con eso listo retiré el aguijón y utilizando mis dedos índice y medio esparcí la pasta donde lo picaron.- No será suficiente. –era probable que el veneno ya se hubiese expandido por todo su cuerpo.
De mi mochila tomé un libro y de manera rápida comencé a pasar las páginas hasta encontrar lo que buscaba.- ¡Barba del viejo! –grité con emoción el nombre de una de las plantas que había recolectado. Se trataba de un ingrediente básico para la elaboración de antídotos, aunque por sí sola no era muy efectiva, teniendo que combinarse con otras plantas para incrementar su eficacia.
En el mismo vaso de cristal comencé a calentar agua de nuevo. Tomé unas cuantas hojas de la barba de viejo y tras pulverizarlas las diluí en el agua hirviendo. Tenía que esperar a que la poción disminuyera su temperatura. Por tanto trataría de averiguar a qué se debía la hinchazón en el rostro del hombre.
Odiaba admitirlo, pero no tenía idea de la razón de eso.- Puede tratarse de una alergia o alguna clase de reacción a causa de la combinación del veneno y los piquetes de mosquito. –miré su rostro con curiosidad tratando de encontrar la relación.- Da igual, hay que hacer algo con su rostro. –ahora me encontraba más calmado gracias a que la poción pronto estaría terminada. Utilizando mis conocimientos de cirujano realicé pequeños cortes para disminuir la inflamación, además de que no dejarían cicatrices. Coloqué más de la pasta en estos cortes para ayudar a su organismo a expulsar el veneno.
Cuando la temperatura del líquido era la indicada, me dispuse a dársela de beber. No estaba seguro si él podría hacerlo por sí solo, en caso de no poder hacerlo me vería obligado a ayudarlo… ¿De qué manera lo ayudaría? Solo diré que si alguno de los 2 fuera mujer, la escena sería bastante linda…
Con el amargo líquido bebido solo quedaba esperar a que el cuerpo del peliblanco resistiera el veneno.
Para evitar alguna desgracia pasé gran parte de la noche cuidando de él, creando más líquidos y pastas, y dándoselas cada cierta cantidad de tiempo.
Cuando estuviera completamente seguro que su vida no corría peligro dejaría que mi cansado cuerpo se desplomara en el suelo, junto a todos los ingredientes, libros y herramientas que utilicé.
Gusi
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Akuma no mi
Varios
Un mundo de colores y sensaciones recorrían mi mente, mientras la voz de mi compañero Bizvan se escuchaba distorsionada al otro lado de la realidad ¿qué me estaba pasando? No era capaz de comprender la enorme gravedad de mi situación, simplemente disfrutaba del viaje y de aquellos colores y seres que se creaban en mi cabeza debido a las diferentes cantidades de venenos que recorrían mi cuerpo.
Al cabo del tiempo mi mente fue calmándose y las visiones que tenía eran más normales y comunes a la realidad, hasta el punto que todo se calmo y mi mente volvió a la normalidad. Cuando mis ojos se abrieron, un desagradable rayo de luz me daba directo en los ojos. Me tape la cara con las manos y me revolví sobre la cama para intentar ocultarme en un ápice de sombra, pero aquello era muy inútil dado la enorme cantidad de agujeros y grietas que tenían las paredes del cuarto, hacían imposible que taparan toda la luz del exterior.
Después de unos minutos, con un extraño sabor en la boca a flores silvestres (las cuales saben a pura mierda), decidí levantarme. Al hacerlo mi pie piso una sustancia blanda y pegajosa que no termine de identificar en ese momento. Cuando me incorpore en la cama me encontré a Bizvan terriblemente dormido en el suelo, rodeado por un montón de objetos y libros. ¿Qué habría estado haciendo la noche anterior? No le preste atención, pues en ese momento un terrible dolor recorrió todo mi cuerpo. Y entonces recordé lo que paso ayer, parecía que la idea de correr a toda velocidad no fue buena, las agujetas se apoderaban de todo mi cuerpo y hacían moverme de forma muy dolorosa.
Me acabe desplomando de nuevo en la cama, pero en ese momento la puerta del cuartel empezó a ser golpeada. Tac, tac, se repetía una y otra vez, haciéndome pensar que era cosa del viento, pero una voz aguda me hizo darme cuenta que me equivocaba.
-Hola, ¿hay alguien?- sonaba una voz masculina y grave en ese momento. ¿Quien sería? Intenté levantarme lo más rápido que pude y sin querer volví a pisar una de las sustancias blandas y pringosas que Biz tenía tiradas por el suelo. ¿Qué mierda sería eso de color verde? No lo pensé mucho y salí del cuarto, mostrándome las siluetas de dos personas, una más grande que la otra, en la puerta del cuartel.
-Hola, ¿qué querían?.- dije algo cansado y de mal humor.
-Oh, dios. ¿Se encuentra usted bien?- dijo la voz masculina con un deje de preocupación. ¿Qué estaba ocurriendo?
-Me encuentro bien, gracias.¿Qué querían?- dije un poco borde, principalmente a que me acaba de levantar y en esos momentos el humor de cualquier persona no era normal.
-Lo siento, creo que le debo una disculpa. Déjeme explicárselo.- aquel hombre dio unos pasos, y a simple vista se me hizo imposible reconocerle, pero después la segunda silueta avanzo también, mostrando a una niña pequeña con una mascarilla blanca en su rostro, que me recordaba terriblemente familiar. La chica se sonrojo un poco y se oculto detrás del hombre.- Lo siento mucho.- dijo con una voz tierna y dulce, en ese momento la recordé. Era la chica que se había perdido el día anterior, pero, ¿qué hacía allí?
Después de aquello me reuní con la pareja de padre e hija en la cocina, para no molestar a Biz, y estuvimos hablando durante horas y horas. Los cuales me explicaron gran cantidad de cosas sobre la isla y sus peligros, entregándome también una caja con una serie de objetos. Al cabo de un tiempo los dos acabaron marchándose dejándome con una sensación de tranquilidad en el cuerpo. Quien iba a pensar que aquella isla era tan peligrosa.
Me puse a recoger todos los cachivaches de Biz y le subí a una de las camas, lo cual me costo bastante pues aquel marine pesaba más de lo que parecía, pero al hacerlo no dio indicios de despertarse. Después me puse a ordenar los tablones que había tirados por el suelo y los amontone todos en un lado del cuartel. Cuando termine de hacer eso me fui a la cocina e intenté preparar un café, pero la bolsa se me volcó y acabe creando un café tan cargado y agrio que con tan solo dar un sorbo se te ponían las pilas.
Espere al lado de la cama hasta que se despertara Biz y cuando este lo hizo le serví una calentita taza de café para que se despertara.
-Biz, no te imaginas todo lo que ha pasado mientras estabas durmiendo.- no se que me pasaba, pero estaba terriblemente alterado ¿sería producto del café?- ¿Te acuerdas de la niña perdida de ayer? Seguro que sí, pues resulta que ha venido esta mañana con su padre a darnos las gracias, y no te imaginas como nos lo ha agradecido.- espere unos segundos para que la intriga de Biz le reconcomiera.- Resulta que su padre es carpintero y se ha ofrecido a ayudarnos a arreglar el cuartel.- esto último lo dije casi gritando de lo contento que me encontraba, a pesar de las terribles agujetas que recorrían mi cuerpo. Después saque un extraño paquete y se lo mostré, enseñándole todos los objetos que nos había traído la familia. Lo primero que saque fue una pomada dentro de un frasco de cristal.- Resulta que lo que me ocurrió en la cara.- dije señalándome el rostro.- fue culpa de una enfermedad que transmitía la niña del puerto. Por eso nadie se acercaba a ella para ayudarla. En principio es como una reacción alérgica si entras en contacto con su saliva, por desgracia mía, la chica me estornudo en la cara y no le di importancia.- me tape la boca con la mano.- Resulta que la niña, se llama Aria, y se le rompió su mascarilla. Su padre fue a comprar una y por eso se perdió ayer. Pero eso no es lo más interesante que me han contado.- saqué un libro infantil de la caja.- En este libro encontraras los venenos que portan los insectos, o casi todos, y sus diferentes antídotos. A simple vista parece un libro infantil, pero lo he echado una ojeada y viene todo muy bien explicado, hasta para que un niño pequeño lo entienda. Espero que te ayude en tu búsqueda de antídotos.- no pude evitar sonreír de forma muy inusual, sacando el último objeto de la caja, un collar rojo.- Resulta que pregunte al padre que si había algún mapa actualizado de la isla y sus arenas movedizas. Este me dijo que no, explicándome que los caminos siempre estaban fijos entre los poblados, pero si te perdías y acababas alejado de dicho camino la única manera de localizar las arenas era a través de la humedad del lugar. Para ti y para mí, es casi imposible saber donde hay más humedad en este lugar, pero para los pueblerinos de este lugar es algo realmente facíl. Por eso para ayudarnos nos han entregado este collar, el cual adquiere un color azulado, cuando se encuentra mucha humedad y en ese lugar esta a punto de formarse una arena movediza. Vamos, que cuando ese chisme se ponga azul, tenemos que salir echando hostias del lugar.- me puse en pie estirando la espalda.- Hoy tienes todo el día para descansar. Mañana viene el carpintero y no podemos estar en el cuartel, y es cuando eso pase continuaremos el entrenamiento.- mi voz era grave y seria.- Intenta canalizar mucha energía dentro de tí sin liberarla a lo largo del día. Es algo que no debería costarte. Hay algo que me gustaría enseñarte.- estire mi mano y empecé a liberar una enorme cantidad de electricidad, iluminando la habitación. Después ese chorretón de energía fue cogiendo forma y acabo adquiriendo la silueta de una daga solida, pero de un color eléctrico e inusual. Deje de expulsar electricidad y la daga desapareció de mi mano, mirando de forma seria a Biz.-Esto no es un juego, esta técnica puede ser muy peligrosa. Espero que no hagas tonterías a partir de ahora.-Sabía que aquello era una técnica peligrosa, pero sin duda seguía vivo gracías a Biz, y que menos que enseñarle una de mis mejores técnicas. Se lo merecía. Era hora de ponerme serio en el entrenamiento.
Al cabo del tiempo mi mente fue calmándose y las visiones que tenía eran más normales y comunes a la realidad, hasta el punto que todo se calmo y mi mente volvió a la normalidad. Cuando mis ojos se abrieron, un desagradable rayo de luz me daba directo en los ojos. Me tape la cara con las manos y me revolví sobre la cama para intentar ocultarme en un ápice de sombra, pero aquello era muy inútil dado la enorme cantidad de agujeros y grietas que tenían las paredes del cuarto, hacían imposible que taparan toda la luz del exterior.
Después de unos minutos, con un extraño sabor en la boca a flores silvestres (las cuales saben a pura mierda), decidí levantarme. Al hacerlo mi pie piso una sustancia blanda y pegajosa que no termine de identificar en ese momento. Cuando me incorpore en la cama me encontré a Bizvan terriblemente dormido en el suelo, rodeado por un montón de objetos y libros. ¿Qué habría estado haciendo la noche anterior? No le preste atención, pues en ese momento un terrible dolor recorrió todo mi cuerpo. Y entonces recordé lo que paso ayer, parecía que la idea de correr a toda velocidad no fue buena, las agujetas se apoderaban de todo mi cuerpo y hacían moverme de forma muy dolorosa.
Me acabe desplomando de nuevo en la cama, pero en ese momento la puerta del cuartel empezó a ser golpeada. Tac, tac, se repetía una y otra vez, haciéndome pensar que era cosa del viento, pero una voz aguda me hizo darme cuenta que me equivocaba.
-Hola, ¿hay alguien?- sonaba una voz masculina y grave en ese momento. ¿Quien sería? Intenté levantarme lo más rápido que pude y sin querer volví a pisar una de las sustancias blandas y pringosas que Biz tenía tiradas por el suelo. ¿Qué mierda sería eso de color verde? No lo pensé mucho y salí del cuarto, mostrándome las siluetas de dos personas, una más grande que la otra, en la puerta del cuartel.
-Hola, ¿qué querían?.- dije algo cansado y de mal humor.
-Oh, dios. ¿Se encuentra usted bien?- dijo la voz masculina con un deje de preocupación. ¿Qué estaba ocurriendo?
-Me encuentro bien, gracias.¿Qué querían?- dije un poco borde, principalmente a que me acaba de levantar y en esos momentos el humor de cualquier persona no era normal.
-Lo siento, creo que le debo una disculpa. Déjeme explicárselo.- aquel hombre dio unos pasos, y a simple vista se me hizo imposible reconocerle, pero después la segunda silueta avanzo también, mostrando a una niña pequeña con una mascarilla blanca en su rostro, que me recordaba terriblemente familiar. La chica se sonrojo un poco y se oculto detrás del hombre.- Lo siento mucho.- dijo con una voz tierna y dulce, en ese momento la recordé. Era la chica que se había perdido el día anterior, pero, ¿qué hacía allí?
Después de aquello me reuní con la pareja de padre e hija en la cocina, para no molestar a Biz, y estuvimos hablando durante horas y horas. Los cuales me explicaron gran cantidad de cosas sobre la isla y sus peligros, entregándome también una caja con una serie de objetos. Al cabo de un tiempo los dos acabaron marchándose dejándome con una sensación de tranquilidad en el cuerpo. Quien iba a pensar que aquella isla era tan peligrosa.
Me puse a recoger todos los cachivaches de Biz y le subí a una de las camas, lo cual me costo bastante pues aquel marine pesaba más de lo que parecía, pero al hacerlo no dio indicios de despertarse. Después me puse a ordenar los tablones que había tirados por el suelo y los amontone todos en un lado del cuartel. Cuando termine de hacer eso me fui a la cocina e intenté preparar un café, pero la bolsa se me volcó y acabe creando un café tan cargado y agrio que con tan solo dar un sorbo se te ponían las pilas.
Espere al lado de la cama hasta que se despertara Biz y cuando este lo hizo le serví una calentita taza de café para que se despertara.
-Biz, no te imaginas todo lo que ha pasado mientras estabas durmiendo.- no se que me pasaba, pero estaba terriblemente alterado ¿sería producto del café?- ¿Te acuerdas de la niña perdida de ayer? Seguro que sí, pues resulta que ha venido esta mañana con su padre a darnos las gracias, y no te imaginas como nos lo ha agradecido.- espere unos segundos para que la intriga de Biz le reconcomiera.- Resulta que su padre es carpintero y se ha ofrecido a ayudarnos a arreglar el cuartel.- esto último lo dije casi gritando de lo contento que me encontraba, a pesar de las terribles agujetas que recorrían mi cuerpo. Después saque un extraño paquete y se lo mostré, enseñándole todos los objetos que nos había traído la familia. Lo primero que saque fue una pomada dentro de un frasco de cristal.- Resulta que lo que me ocurrió en la cara.- dije señalándome el rostro.- fue culpa de una enfermedad que transmitía la niña del puerto. Por eso nadie se acercaba a ella para ayudarla. En principio es como una reacción alérgica si entras en contacto con su saliva, por desgracia mía, la chica me estornudo en la cara y no le di importancia.- me tape la boca con la mano.- Resulta que la niña, se llama Aria, y se le rompió su mascarilla. Su padre fue a comprar una y por eso se perdió ayer. Pero eso no es lo más interesante que me han contado.- saqué un libro infantil de la caja.- En este libro encontraras los venenos que portan los insectos, o casi todos, y sus diferentes antídotos. A simple vista parece un libro infantil, pero lo he echado una ojeada y viene todo muy bien explicado, hasta para que un niño pequeño lo entienda. Espero que te ayude en tu búsqueda de antídotos.- no pude evitar sonreír de forma muy inusual, sacando el último objeto de la caja, un collar rojo.- Resulta que pregunte al padre que si había algún mapa actualizado de la isla y sus arenas movedizas. Este me dijo que no, explicándome que los caminos siempre estaban fijos entre los poblados, pero si te perdías y acababas alejado de dicho camino la única manera de localizar las arenas era a través de la humedad del lugar. Para ti y para mí, es casi imposible saber donde hay más humedad en este lugar, pero para los pueblerinos de este lugar es algo realmente facíl. Por eso para ayudarnos nos han entregado este collar, el cual adquiere un color azulado, cuando se encuentra mucha humedad y en ese lugar esta a punto de formarse una arena movediza. Vamos, que cuando ese chisme se ponga azul, tenemos que salir echando hostias del lugar.- me puse en pie estirando la espalda.- Hoy tienes todo el día para descansar. Mañana viene el carpintero y no podemos estar en el cuartel, y es cuando eso pase continuaremos el entrenamiento.- mi voz era grave y seria.- Intenta canalizar mucha energía dentro de tí sin liberarla a lo largo del día. Es algo que no debería costarte. Hay algo que me gustaría enseñarte.- estire mi mano y empecé a liberar una enorme cantidad de electricidad, iluminando la habitación. Después ese chorretón de energía fue cogiendo forma y acabo adquiriendo la silueta de una daga solida, pero de un color eléctrico e inusual. Deje de expulsar electricidad y la daga desapareció de mi mano, mirando de forma seria a Biz.-Esto no es un juego, esta técnica puede ser muy peligrosa. Espero que no hagas tonterías a partir de ahora.-Sabía que aquello era una técnica peligrosa, pero sin duda seguía vivo gracías a Biz, y que menos que enseñarle una de mis mejores técnicas. Se lo merecía. Era hora de ponerme serio en el entrenamiento.
Bizvan
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Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
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Akuma no mi
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Lentamente comencé a abrir mis ojos. Por unos momentos me sentí desconcertado, ya que lo último que recordaba era haber dormido en el suelo. Froté mi rostro con mis manos para intentar disipar mi cansancio, a la vez que soltaba un largo bostezo.
No lo había notado debido a mi visión borrosa, pero Gusi se encontraba a un costado de la cama. Me ofreció una taza de café la cual acepté sin dudarlo un segundo. El sabor era bastante amargo, por lo menos ayudaría a quitarme el sueño.
Sin aviso alguno, Gusi comenzó a hablar sin control sobre una gran cantidad de cosas. No ayudó mucho el que aún me encontrara medio dormido, no obstante fui capaz de comprender gran parte de las palabras de mi compañero. Terminé de beberme el café, y tomé el libro y collar que Gusi me ofreció. A pesar de que el funcionamiento del collar era algo peculiar, me sentía más interesado por el libro. Al verlo levantarse pensé que era todo lo que tenía planeado decirme, por lo cual abrí el libro en una página al azar para ver su contenido, sin embargo el marine solo se levantó para mostrarme algo bastante peculiar.
Una enorme cantidad de luz me obligó a cerrar los ojos, aunque solo por unos momentos, pues toda la energía que el hombre había liberado comenzó a tomar la forma de una daga.* No tenía idea que la electricidad podía controlarse de tal manera… Es asombroso. *mi mirada no se despegó del arma en la mano del teniente hasta el momento en que esta desapareció como por arte de magia. Supuse que solo había realizado esa demostración para darme un ejemplo de lo que podría conseguir si era constante en mi entrenamiento, razón por la cual mi sorpresa fue grande cuando mencionó que me enseñaría a realizar esa técnica tan peculiar.- Yo, ¡yo le prometo que honraré la confianza que usted me está ofreciendo! –me levanté de golpe de la cama y realicé el saludo de la marina, mi tono de voz fue más alto de lo normal debido a que me sentía nervioso por la seriedad de Gusi.
Más tarde ese día me encontraba en la habitación que había escogido como mía durante nuestra estancia en la isla.
La experiencia del día anterior me había mostrado que no podíamos darnos el lujo de no contar con recursos para combatir los peligros de la isla, en especial en situaciones de emergencia. Motivo por el cual había estado leyendo el libro infantil con bastante seriedad. Tal y como mencionó mi nakama, el libro estaba enfocado para que los más jóvenes conocieran la fauna peligrosa y que plantas podrían ayudarlos (aunque el libro siempre agregaba la frase “acude con un adulto para recibir el tratamiento adecuado”). Palabras como “Ya veo”, “esto tiene sentido” “ahora lo entiendo” y “es buenos saberlo” eran repetidas una y otra vez de manera inconsciente cuando terminaba de leer una de las páginas.
Una vez terminado el libro me di cuenta de la escasez en ingredientes con los que contaba.- Necesitaré salir a recolectar las más esenciales. -eso no sería un problema para la indicación de Gusi con respecto a la canalización de energía, de hecho hasta funcionaba como entrenamiento, pues me ayudaría a mejorar mi canalización de electricidad sin la necesidad de concentrarme en ello. De esta forma la acción de acumular energía en momentos más importantes (por ejemplo en una pelea) se volvería algo tan natural como respirar.
Salí del cuartel llevando conmigo mi mochila, en su interior se encontraban una gran cantidad de frascos vacíos de cristal que sonaban con cada paso que daba. El extraño collar colgaba de mi cuello, moviéndose al ritmo de mis pasos.
Me adentré en las áreas señaladas por el libro, procurando estar alerta de los insectos que vivían por esas zonas. Durante gran parte del día me la pasé buscando y recolectando una gran variedad de ingredientes. Más de la mitad de los frascos se encontraban llenos de estas diversas plantas, raíces y otras cosas más.
- Creo que esto es suficiente por ahora. –originalmente tenía pensado llenar todos los frascos, pero mi cuerpo dolorido me impidió continuar caminando por los pantanos tan inestables.- Si me exijo demasiado no podré entrenar como es debido mañana. –tan solo pensar en la técnica del teniente me provocó una sonrisa estúpida en mi rostro.
Al regresar al cuartel me encerré de nuevo en mi habitación y comencé a trabajar en la elaboración de más antídotos. Los diversos aromas provocados por las combinaciones puestas a hervir y las pantas al ser machacadas en el mortero deberían notarse por toda la base (esto gracias a los hoyos en las paredes).
La elaboración y las constantes interrupciones para leer alguno de los libros y cerciorarme que estaba haciendo lo correcto, provocaron que no me percatara de la noción del tiempo o de la sensación del hambre. Si mi compañero me llamó durante el tiempo en el cual me encontraba en medio de la creación de los antídotos, no habría escuchado su voz para nada.
Rara vez me tomaba unos segundos para estirarme un poco y aliviar mis entumecidos músculos o para asegurarme de que la canalización de energía no se hubiese interrumpido en algún momento.* Mataría por un cigarrillo justo ahora.
Para cuando la noche llegó, el resultado fue la obtención de un repertorio de remedios caseros contra una gran variedad de venenos, todavía faltaban muchos más, no obstante ahora no se repetiría el problema de ayer. La mayoría de estos eran pociones, pues resultaba más sencilla su preservación en comparación de las pastas, lo malo era que su velocidad de reacción era un poco más lenta y sin mencionar el horrible sabor que estas tenían.
En una libreta había realizado una enorme cantidad de apuntes sobre la cantidad de ingredientes a colocar, la temperatura exacta para cada una de las pociones, que combinaciones podían realizarse sin estropear el resultado deseado y otros detalles más específicos con respecto a la salud del paciente (“no ingerir en caso de haber consumido alcohol”). En el corcho de cada una de las botellas había escrita una letra con la cual era posible conocer su función y el veneno al cual combatía. Solo hacía falta buscar la letra en las páginas de la libreta para conocer todo eso.
- Bien. –lancé un suspiro de satisfacción al ver las botellas de cristal con líquidos de distintos colores en su interior sobre la mesa en la que había estado trabajando. A un costado de las botellas se podía apreciar todos los materiales y herramientas que había utilizado.- Ahora toca limpiar todo eso. –mis hombros cayeron con pesadez al saber que debía lavar todo.
Tras terminar con la limpieza busqué en la cocina algo ligero para comer, posteriormente me iría a dormir.
No lo había notado debido a mi visión borrosa, pero Gusi se encontraba a un costado de la cama. Me ofreció una taza de café la cual acepté sin dudarlo un segundo. El sabor era bastante amargo, por lo menos ayudaría a quitarme el sueño.
Sin aviso alguno, Gusi comenzó a hablar sin control sobre una gran cantidad de cosas. No ayudó mucho el que aún me encontrara medio dormido, no obstante fui capaz de comprender gran parte de las palabras de mi compañero. Terminé de beberme el café, y tomé el libro y collar que Gusi me ofreció. A pesar de que el funcionamiento del collar era algo peculiar, me sentía más interesado por el libro. Al verlo levantarse pensé que era todo lo que tenía planeado decirme, por lo cual abrí el libro en una página al azar para ver su contenido, sin embargo el marine solo se levantó para mostrarme algo bastante peculiar.
Una enorme cantidad de luz me obligó a cerrar los ojos, aunque solo por unos momentos, pues toda la energía que el hombre había liberado comenzó a tomar la forma de una daga.* No tenía idea que la electricidad podía controlarse de tal manera… Es asombroso. *mi mirada no se despegó del arma en la mano del teniente hasta el momento en que esta desapareció como por arte de magia. Supuse que solo había realizado esa demostración para darme un ejemplo de lo que podría conseguir si era constante en mi entrenamiento, razón por la cual mi sorpresa fue grande cuando mencionó que me enseñaría a realizar esa técnica tan peculiar.- Yo, ¡yo le prometo que honraré la confianza que usted me está ofreciendo! –me levanté de golpe de la cama y realicé el saludo de la marina, mi tono de voz fue más alto de lo normal debido a que me sentía nervioso por la seriedad de Gusi.
Más tarde ese día me encontraba en la habitación que había escogido como mía durante nuestra estancia en la isla.
La experiencia del día anterior me había mostrado que no podíamos darnos el lujo de no contar con recursos para combatir los peligros de la isla, en especial en situaciones de emergencia. Motivo por el cual había estado leyendo el libro infantil con bastante seriedad. Tal y como mencionó mi nakama, el libro estaba enfocado para que los más jóvenes conocieran la fauna peligrosa y que plantas podrían ayudarlos (aunque el libro siempre agregaba la frase “acude con un adulto para recibir el tratamiento adecuado”). Palabras como “Ya veo”, “esto tiene sentido” “ahora lo entiendo” y “es buenos saberlo” eran repetidas una y otra vez de manera inconsciente cuando terminaba de leer una de las páginas.
Una vez terminado el libro me di cuenta de la escasez en ingredientes con los que contaba.- Necesitaré salir a recolectar las más esenciales. -eso no sería un problema para la indicación de Gusi con respecto a la canalización de energía, de hecho hasta funcionaba como entrenamiento, pues me ayudaría a mejorar mi canalización de electricidad sin la necesidad de concentrarme en ello. De esta forma la acción de acumular energía en momentos más importantes (por ejemplo en una pelea) se volvería algo tan natural como respirar.
Salí del cuartel llevando conmigo mi mochila, en su interior se encontraban una gran cantidad de frascos vacíos de cristal que sonaban con cada paso que daba. El extraño collar colgaba de mi cuello, moviéndose al ritmo de mis pasos.
Me adentré en las áreas señaladas por el libro, procurando estar alerta de los insectos que vivían por esas zonas. Durante gran parte del día me la pasé buscando y recolectando una gran variedad de ingredientes. Más de la mitad de los frascos se encontraban llenos de estas diversas plantas, raíces y otras cosas más.
- Creo que esto es suficiente por ahora. –originalmente tenía pensado llenar todos los frascos, pero mi cuerpo dolorido me impidió continuar caminando por los pantanos tan inestables.- Si me exijo demasiado no podré entrenar como es debido mañana. –tan solo pensar en la técnica del teniente me provocó una sonrisa estúpida en mi rostro.
Al regresar al cuartel me encerré de nuevo en mi habitación y comencé a trabajar en la elaboración de más antídotos. Los diversos aromas provocados por las combinaciones puestas a hervir y las pantas al ser machacadas en el mortero deberían notarse por toda la base (esto gracias a los hoyos en las paredes).
La elaboración y las constantes interrupciones para leer alguno de los libros y cerciorarme que estaba haciendo lo correcto, provocaron que no me percatara de la noción del tiempo o de la sensación del hambre. Si mi compañero me llamó durante el tiempo en el cual me encontraba en medio de la creación de los antídotos, no habría escuchado su voz para nada.
Rara vez me tomaba unos segundos para estirarme un poco y aliviar mis entumecidos músculos o para asegurarme de que la canalización de energía no se hubiese interrumpido en algún momento.* Mataría por un cigarrillo justo ahora.
Para cuando la noche llegó, el resultado fue la obtención de un repertorio de remedios caseros contra una gran variedad de venenos, todavía faltaban muchos más, no obstante ahora no se repetiría el problema de ayer. La mayoría de estos eran pociones, pues resultaba más sencilla su preservación en comparación de las pastas, lo malo era que su velocidad de reacción era un poco más lenta y sin mencionar el horrible sabor que estas tenían.
En una libreta había realizado una enorme cantidad de apuntes sobre la cantidad de ingredientes a colocar, la temperatura exacta para cada una de las pociones, que combinaciones podían realizarse sin estropear el resultado deseado y otros detalles más específicos con respecto a la salud del paciente (“no ingerir en caso de haber consumido alcohol”). En el corcho de cada una de las botellas había escrita una letra con la cual era posible conocer su función y el veneno al cual combatía. Solo hacía falta buscar la letra en las páginas de la libreta para conocer todo eso.
- Bien. –lancé un suspiro de satisfacción al ver las botellas de cristal con líquidos de distintos colores en su interior sobre la mesa en la que había estado trabajando. A un costado de las botellas se podía apreciar todos los materiales y herramientas que había utilizado.- Ahora toca limpiar todo eso. –mis hombros cayeron con pesadez al saber que debía lavar todo.
Tras terminar con la limpieza busqué en la cocina algo ligero para comer, posteriormente me iría a dormir.
Gusi
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Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Bizvan me sorprendió con un cordial saludo de marine, llevándose la mano a la frente en señal de lealtad, algo que sinceramente me halago bastante. Después de aquello cada uno se puso a hacer sus cosas por separado; yo intentaba descansar y entretenerme mientras pensaba en nuevas formas de entrenar a mi compañero o sacar nuevas técnicas para los dos, mientras que por el contrario, Biz estaba sumido en una de las habitaciones sumergido en la investigación de buscar todos los antídotos de la isla. Decidí dejarle solo y no molestarle en todo el día.
Salí a la calle a investigar un poco más sobre ese diminuto pueblo, el cual estaba repleto de gente mayor que había vivido toda su vida allí, algo que era normal. Algunos me miraban realmente mal, seguramente por ser un extraño o extranjero en su isla, pero una vez que les dedicaba una cálida sonrisa y una mano en sus quehaceres diarios, estos empezaron a tener una imagen diferente de mí. Algunos incluso me entregaron una cuerda, algo de comida caliente y algunos objetos que no sabía ni para que servían pero que según ellos me serían útiles para la restauración del cuartel.
Así a lo tonto, se me fue pasando toda la mañana, hasta que decidí ir al cuartel a descansar un poco. Para mi asombro, Biz no se encontraba por allí, pero igualmente le deje la comida de los paisanos en un olla caliente para que se conservara a su regreso. No sabría cuanto tardaría en volver, pero estaba seguro que un buen plato caliente le vendría bien. Después de aquello decidí tomarme una larga siesta hasta bien entrada la media tarde. Cuando desperté escuche a Biz hacer varios ruidos dentro de su cuarto, además de percibir un aroma a hierbas y demás sustancias. Fui hasta la cocina y bebí unos pequeños sorbos del café que aún quedaba, para mi asombro me pusieron las pilas y decidí salir a correr un poco por los alrededores del pueblo sin alejarme mucho.
El pueblo era pequeño, por lo que di unas diez vueltas perfectamente en 30 minutos. También hay que decir que iba de forma tranquila y con un trote relajado, por no mencionar muy lento. Al terminar, fui a beber algo de agua que había en una pequeña fuente en la plaza del pueblo. El agua estaba bastante sabrosa y refrescante, dando una sensación de tranquilidad interior, pero en ese momento, "bam" otro maldito bicho me pico en la pierna. Golpeé con fuerza por encima de mi pantalón y observe como se formaba una mancha de sangre al otro lado.
-Maldita sea, otra vez no.- dije con pesar recordando cómo se me hinchó la cara y lo mal que lo pase. Decidí ir directo al cuartel mientras los síntomas se iban manifestando de forma muy lenta en mi cuerpo. Mientras iba de camino, no pude evitar observar a unos niños que jugaban atando a los mosquitos en un cordón para que este no se fuera volando, y en ese momento una idea alocada ilumino mi cabeza.
Cuando llegue al cuartel, mi mente ya estaba imaginándose seres extraños que se ocultaban en las sombras de las tablas, los cuales se reían y cuchicheaban sobre mí. Corrí todo lo deprisa que pude para que no me cogieran y sin querer acabe estampándome en la puerta de Biz. Caí de espaldas al suelo, y creerme que aquella sensación no fue nada agradable con aquellos síntomas tan extraños. Cuando caí, no pude evitar gritar de miedo y la puerta de Biz se abrió, iluminándome de las sombras que me querían coger.
Entre a gatas como pude en el cuarto de Biz y me escondí en un rincón mientras mi compañero me hablaba sin comprender sus palabras. Cogí un espejo que había tirado por el suelo y me observe unas pupilas terriblemente dilatadas y grandes, de un color negro metálico.
-¡Ah!.- grite tirando el espejo lejos de mí.- Ayúdame, Biz. Me ha vuelto a picar algo.- dije bajándome los pantalones para enseñarle la picadura y el insecto aplastado que aun estaba allí. Observé con temor a un Bizvan de 2 metros, de color naranja y con tentáculos en la espalda que no paraba de hablarme, sin conseguir entenderle una palabra. No sé que estaría diciendo, pero yo no podía parar de pensar que en cualquier momento me iba a devorar con unos terribles colmillos que le asomaban por su boca.
Salí a la calle a investigar un poco más sobre ese diminuto pueblo, el cual estaba repleto de gente mayor que había vivido toda su vida allí, algo que era normal. Algunos me miraban realmente mal, seguramente por ser un extraño o extranjero en su isla, pero una vez que les dedicaba una cálida sonrisa y una mano en sus quehaceres diarios, estos empezaron a tener una imagen diferente de mí. Algunos incluso me entregaron una cuerda, algo de comida caliente y algunos objetos que no sabía ni para que servían pero que según ellos me serían útiles para la restauración del cuartel.
Así a lo tonto, se me fue pasando toda la mañana, hasta que decidí ir al cuartel a descansar un poco. Para mi asombro, Biz no se encontraba por allí, pero igualmente le deje la comida de los paisanos en un olla caliente para que se conservara a su regreso. No sabría cuanto tardaría en volver, pero estaba seguro que un buen plato caliente le vendría bien. Después de aquello decidí tomarme una larga siesta hasta bien entrada la media tarde. Cuando desperté escuche a Biz hacer varios ruidos dentro de su cuarto, además de percibir un aroma a hierbas y demás sustancias. Fui hasta la cocina y bebí unos pequeños sorbos del café que aún quedaba, para mi asombro me pusieron las pilas y decidí salir a correr un poco por los alrededores del pueblo sin alejarme mucho.
El pueblo era pequeño, por lo que di unas diez vueltas perfectamente en 30 minutos. También hay que decir que iba de forma tranquila y con un trote relajado, por no mencionar muy lento. Al terminar, fui a beber algo de agua que había en una pequeña fuente en la plaza del pueblo. El agua estaba bastante sabrosa y refrescante, dando una sensación de tranquilidad interior, pero en ese momento, "bam" otro maldito bicho me pico en la pierna. Golpeé con fuerza por encima de mi pantalón y observe como se formaba una mancha de sangre al otro lado.
-Maldita sea, otra vez no.- dije con pesar recordando cómo se me hinchó la cara y lo mal que lo pase. Decidí ir directo al cuartel mientras los síntomas se iban manifestando de forma muy lenta en mi cuerpo. Mientras iba de camino, no pude evitar observar a unos niños que jugaban atando a los mosquitos en un cordón para que este no se fuera volando, y en ese momento una idea alocada ilumino mi cabeza.
Cuando llegue al cuartel, mi mente ya estaba imaginándose seres extraños que se ocultaban en las sombras de las tablas, los cuales se reían y cuchicheaban sobre mí. Corrí todo lo deprisa que pude para que no me cogieran y sin querer acabe estampándome en la puerta de Biz. Caí de espaldas al suelo, y creerme que aquella sensación no fue nada agradable con aquellos síntomas tan extraños. Cuando caí, no pude evitar gritar de miedo y la puerta de Biz se abrió, iluminándome de las sombras que me querían coger.
Entre a gatas como pude en el cuarto de Biz y me escondí en un rincón mientras mi compañero me hablaba sin comprender sus palabras. Cogí un espejo que había tirado por el suelo y me observe unas pupilas terriblemente dilatadas y grandes, de un color negro metálico.
-¡Ah!.- grite tirando el espejo lejos de mí.- Ayúdame, Biz. Me ha vuelto a picar algo.- dije bajándome los pantalones para enseñarle la picadura y el insecto aplastado que aun estaba allí. Observé con temor a un Bizvan de 2 metros, de color naranja y con tentáculos en la espalda que no paraba de hablarme, sin conseguir entenderle una palabra. No sé que estaría diciendo, pero yo no podía parar de pensar que en cualquier momento me iba a devorar con unos terribles colmillos que le asomaban por su boca.
Bizvan
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- Mañana comenzaré a llevar esto. –sobre mi cama habían 3 objetos. Una cota de malla, una pistola y una bastarda. Estos objetos habían permanecido en mi habitación y podía notarse que eran nuevos.- ¿Debería cambiar de arma? –mi actual espada había estado conmigo desde el momento en que dejé mi hogar. Gracias a ella es que conseguí salir vivo de varias situaciones complicadas, sin mencionar que era un recuerdo de mi padre.
Desenvainé la espada para poder mirar su hoja.- Tantas marcas. –esta presentaba algunas desviaciones y si uno miraba con detenimiento podía notar que la hoja no era simétrica. Uno de los lados parecía ser más delgado que el otro.- Si en ese entonces hubiera tenido más experiencia como espadachín no estaría en esta situación.
El sonido de la puerta siendo golpeada de manera brusca me sorprendió. Colocándome en posición de guardia miré como el cerrojo cedía ante el impacto y la puerta se habría de manera lenta.
Un Gusi asustado entró a gatas a toda velocidad en el cuarto, dirigiéndose a un rincón. Su rostro de terror me preocupó y de inmediato asumí que nos encontrábamos en un gran peligro (pues mi superior estaba aterrado).- ¿¡Qué ocurre!? ¿¡Estamos bajo ataque!? –salí al pasillo preparado para la pelea, pero no había nada, ni un solo ruido.
Mi rostro denotaba confusión, ¿qué diablos estaba ocurriendo? Las siguientes palabras del peliblanco aclararon todo. Un dolor en mi estómago se manifestó al escucharlo decir que algo lo había picado de nuevo.
Antes de que me fuera posible preguntar acerca de lo sucedido, Gusi se bajó los pantalones. En su pierna había un insecto aplastado. Era de un color naranja obscuro. Poseía un par de alas con colores negros y amarillos. Su cola poseía un aguijón parecido al de los escorpiones. Su tamaño parecía ser similar al de una avispa.
- Dame un minuto, tengo que revisar algo. –expresé mientras me dirigía a la mesa para tomar el libro infantil y comenzar a ojearlo a toda velocidad. A los pocos segundos encontré una ilustración del mismo insecto (aunque el libro lo mostraba como caricatura).* Taratek, su picadura puede provocar alucinaciones, paranoia y ansiedad. Se debe tener cuidado con el aguijón, pues puede picar más de una vez. Son agresivos y siempre buscan nuevos lugares donde poder crear nidos, en caso de encontrar uno de sus numerosos nidos acudir de inmediato con un adulto e informarle. *comencé a buscar entre las botellas de cristal la más indicada para esta situación.- Aquí estas. –en mi mano sostenía una poción de color marrón.
- Tienes suerte, solo tienes que… -por alguna razón Gusi me miraba de manera extraña.- Ay diablos, las alucinaciones. –no tenía idea que clase de aspecto tendría a sus ojos, pero no parecía ser algo lindo de ver.
Por motivos de seguridad comencé a canalizar mi haki para protegerme en caso de un ataque mientras me acercaba de manera lenta hasta el rincón donde se encontraba mi compañero.- Gusi, tienes que ser bueno y tomarte esto. No podemos dejar que el veneno se expanda más por tu cuerpo. –era probable que las palabras no sirvieran de nada.
Intentaría hacer que él mismo sujetara la botella y se la bebiera, no obstante, si notaba que él no tenía intenciones de cooperar, tendría que obligarlo.
¿Qué tan difícil sería eso? No quería imaginarlo…
Desenvainé la espada para poder mirar su hoja.- Tantas marcas. –esta presentaba algunas desviaciones y si uno miraba con detenimiento podía notar que la hoja no era simétrica. Uno de los lados parecía ser más delgado que el otro.- Si en ese entonces hubiera tenido más experiencia como espadachín no estaría en esta situación.
El sonido de la puerta siendo golpeada de manera brusca me sorprendió. Colocándome en posición de guardia miré como el cerrojo cedía ante el impacto y la puerta se habría de manera lenta.
Un Gusi asustado entró a gatas a toda velocidad en el cuarto, dirigiéndose a un rincón. Su rostro de terror me preocupó y de inmediato asumí que nos encontrábamos en un gran peligro (pues mi superior estaba aterrado).- ¿¡Qué ocurre!? ¿¡Estamos bajo ataque!? –salí al pasillo preparado para la pelea, pero no había nada, ni un solo ruido.
Mi rostro denotaba confusión, ¿qué diablos estaba ocurriendo? Las siguientes palabras del peliblanco aclararon todo. Un dolor en mi estómago se manifestó al escucharlo decir que algo lo había picado de nuevo.
Antes de que me fuera posible preguntar acerca de lo sucedido, Gusi se bajó los pantalones. En su pierna había un insecto aplastado. Era de un color naranja obscuro. Poseía un par de alas con colores negros y amarillos. Su cola poseía un aguijón parecido al de los escorpiones. Su tamaño parecía ser similar al de una avispa.
- Aspecto similar del insecto:
- Dame un minuto, tengo que revisar algo. –expresé mientras me dirigía a la mesa para tomar el libro infantil y comenzar a ojearlo a toda velocidad. A los pocos segundos encontré una ilustración del mismo insecto (aunque el libro lo mostraba como caricatura).* Taratek, su picadura puede provocar alucinaciones, paranoia y ansiedad. Se debe tener cuidado con el aguijón, pues puede picar más de una vez. Son agresivos y siempre buscan nuevos lugares donde poder crear nidos, en caso de encontrar uno de sus numerosos nidos acudir de inmediato con un adulto e informarle. *comencé a buscar entre las botellas de cristal la más indicada para esta situación.- Aquí estas. –en mi mano sostenía una poción de color marrón.
- Tienes suerte, solo tienes que… -por alguna razón Gusi me miraba de manera extraña.- Ay diablos, las alucinaciones. –no tenía idea que clase de aspecto tendría a sus ojos, pero no parecía ser algo lindo de ver.
Por motivos de seguridad comencé a canalizar mi haki para protegerme en caso de un ataque mientras me acercaba de manera lenta hasta el rincón donde se encontraba mi compañero.- Gusi, tienes que ser bueno y tomarte esto. No podemos dejar que el veneno se expanda más por tu cuerpo. –era probable que las palabras no sirvieran de nada.
Intentaría hacer que él mismo sujetara la botella y se la bebiera, no obstante, si notaba que él no tenía intenciones de cooperar, tendría que obligarlo.
¿Qué tan difícil sería eso? No quería imaginarlo…
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Sabía que a pesar de mis delirios, era consciente de que todo aquello no era real a costa de verse terriblemente realista. Agarré una jarra con dientes que no paraba de gritar, que me entregó el gigante Biz, y me la bebí de un tragó con los ojos cerrados y muerto de miedo. Después arroje la botella lejos de mi y volví a mi esquina muerto de miedo, mientras sentía como los efectos se iban alejando y la realidad volvía a ser como la recordaba.
Cuando todo acabo, observe el bicho que me había picado y un escalofrió me recorrió todo el cuerpo al pensar que esa cosa había estado dentro de mis pantalones. Me puse en pie y mire firme a Bizvan. Coloqué mi mano sobre mi frente, en señal de saludo oficial, y le di mis más humildes gracias a mi compañero. Después de eso, decidimos cada uno irnos a dormir y esperar que el día siguiente fuera mejor.
Cabe decir que nada más poner la cara en mi almohada mohosa, me quede profundamente dormido, siendo despertado al día siguiente por los continuos golpes provocados en la puerta del cuartel. Me levante de forma muy pesada y camine hasta la puerta del cuartel, donde encontré al enorme carpintero barbudo con una sonrisa en el rostro.
-Buenos días, Teniente Gusi. Le he traído unos bollos caseros para que desayune mientras preparo todo para la reparación.- cogí la bolsa de bollos la cual expulsaba un aroma cálido y dulce, y una vez se lo agradecí, me dirigí a la cocina para preparar un agradable café caliente(eso sí, esta vez menos cargado).
Cuando termine le ofrecí una taza de café al carpintero y me dispuse a despertar a Biz en su cuarto, pero cuando estaba a punto de entrar en este, el carpintero se puso manos a la obra y a realizar un molesto ruido de martillazos en las paredes del lugar. Entre con sigilo dentro del cuarto de Biz y le ofrecí una taza de café y un par de bollos, mientras esperaba que no estuviera molesto por el ruido que estaba formando el carpintero.
-¿Estás listo? En cinco minutos salimos a entrenar. Te espero en la puerta del cuartel.- dije mientras salía del cuarto y me zampaba uno de los esponjosos bollitos.
Una vez fuera me puse a estirar y a terminar de despejarme. Cuando Biz salió le salude con un cálido choque de puños y me dispuse a correr a trote ligero mientras llevaba un ritmo contaste y tranquilo. Al cabo de un par de horas habíamos recorrido casi la mitad de la isla y los dos nos encontrábamos algo cansados y sudados. Me levante la chaqueta y de ella saque una cuerda que estaba enroscada alrededor de mi cuerpo. La desenvolví y se la entregué a Biz.
-Póntela con firmeza. A partir de ahora empieza el entrenamiento.-agarre el otro extremo de la cuerda y mire con firmeza a Biz.- Quiero que atravieses esas arenas movedizas.-espere una reacción de sorpresa por parte de mi compañero, pero este parecía fiarse bastante de mí.
Cuando Biz atravesara las arenas le resultaría, a cada paso, avanzar con más dificultad, además de hundirse más y más, pero gracias a que yo estaré tirando al otro lado de la cuerda, nunca llegaría a hundirse por completo. Esto también serviría para que yo hiciera fuerza al tirar del cuerpo pesado y atrapado de mi compañero para que no se ahogara. Cuando Biz terminó de hacerlo, me cambie el turno con él. Pero hubo algo que no calcule, por culpa de mi akuma y la enorme humedad de las arenas esto hizo que me debilitara a cada centímetro que me iba hundiendo. Esto origino que me resultara más difícil atravesar el lugar y sentirme más débil que mi compañero. Hicimos el mismo ejercicio una decena de veces, a lo largo de la mañana, y una vez descansamos unos minutos, volvimos corriendo hasta la base, en la cual el carpintero seguía a lo suyo.
-Vamos a asearnos y a comer algo para continuar el entrenamiento por la tarde.-dije mientras cogía algo de aire y me quitaba el sudor de la frente.-Voy a preparar algo mientras tú te duchas. No sé cómo estarán las cañerías del cuartel, pero espero que al menos expulsen agua. Te veo en la cocina en un rato.
Atravesé como pude el cuartel, pues estaba todo repleto de tablas y demás objetos de carpintería. Cuando llegué a la cocina, prepare un poco de arroz y unos cuantos trozos de pescado seco que compro Bizvan el primer día. No era un plato muy abundante, pero sería suficiente para recuperar fuerzas. Cuando termine de preparar todo, el carpintero se unió a nosotros y se puso a comer lo que había preparado. Ninguno se puso a vomitar, así pues supuse que no estaba malo, porque la verdad no tenía ni idea de cocina.
Cuando todo acabo, observe el bicho que me había picado y un escalofrió me recorrió todo el cuerpo al pensar que esa cosa había estado dentro de mis pantalones. Me puse en pie y mire firme a Bizvan. Coloqué mi mano sobre mi frente, en señal de saludo oficial, y le di mis más humildes gracias a mi compañero. Después de eso, decidimos cada uno irnos a dormir y esperar que el día siguiente fuera mejor.
Cabe decir que nada más poner la cara en mi almohada mohosa, me quede profundamente dormido, siendo despertado al día siguiente por los continuos golpes provocados en la puerta del cuartel. Me levante de forma muy pesada y camine hasta la puerta del cuartel, donde encontré al enorme carpintero barbudo con una sonrisa en el rostro.
-Buenos días, Teniente Gusi. Le he traído unos bollos caseros para que desayune mientras preparo todo para la reparación.- cogí la bolsa de bollos la cual expulsaba un aroma cálido y dulce, y una vez se lo agradecí, me dirigí a la cocina para preparar un agradable café caliente(eso sí, esta vez menos cargado).
Cuando termine le ofrecí una taza de café al carpintero y me dispuse a despertar a Biz en su cuarto, pero cuando estaba a punto de entrar en este, el carpintero se puso manos a la obra y a realizar un molesto ruido de martillazos en las paredes del lugar. Entre con sigilo dentro del cuarto de Biz y le ofrecí una taza de café y un par de bollos, mientras esperaba que no estuviera molesto por el ruido que estaba formando el carpintero.
-¿Estás listo? En cinco minutos salimos a entrenar. Te espero en la puerta del cuartel.- dije mientras salía del cuarto y me zampaba uno de los esponjosos bollitos.
Una vez fuera me puse a estirar y a terminar de despejarme. Cuando Biz salió le salude con un cálido choque de puños y me dispuse a correr a trote ligero mientras llevaba un ritmo contaste y tranquilo. Al cabo de un par de horas habíamos recorrido casi la mitad de la isla y los dos nos encontrábamos algo cansados y sudados. Me levante la chaqueta y de ella saque una cuerda que estaba enroscada alrededor de mi cuerpo. La desenvolví y se la entregué a Biz.
-Póntela con firmeza. A partir de ahora empieza el entrenamiento.-agarre el otro extremo de la cuerda y mire con firmeza a Biz.- Quiero que atravieses esas arenas movedizas.-espere una reacción de sorpresa por parte de mi compañero, pero este parecía fiarse bastante de mí.
Cuando Biz atravesara las arenas le resultaría, a cada paso, avanzar con más dificultad, además de hundirse más y más, pero gracias a que yo estaré tirando al otro lado de la cuerda, nunca llegaría a hundirse por completo. Esto también serviría para que yo hiciera fuerza al tirar del cuerpo pesado y atrapado de mi compañero para que no se ahogara. Cuando Biz terminó de hacerlo, me cambie el turno con él. Pero hubo algo que no calcule, por culpa de mi akuma y la enorme humedad de las arenas esto hizo que me debilitara a cada centímetro que me iba hundiendo. Esto origino que me resultara más difícil atravesar el lugar y sentirme más débil que mi compañero. Hicimos el mismo ejercicio una decena de veces, a lo largo de la mañana, y una vez descansamos unos minutos, volvimos corriendo hasta la base, en la cual el carpintero seguía a lo suyo.
-Vamos a asearnos y a comer algo para continuar el entrenamiento por la tarde.-dije mientras cogía algo de aire y me quitaba el sudor de la frente.-Voy a preparar algo mientras tú te duchas. No sé cómo estarán las cañerías del cuartel, pero espero que al menos expulsen agua. Te veo en la cocina en un rato.
Atravesé como pude el cuartel, pues estaba todo repleto de tablas y demás objetos de carpintería. Cuando llegué a la cocina, prepare un poco de arroz y unos cuantos trozos de pescado seco que compro Bizvan el primer día. No era un plato muy abundante, pero sería suficiente para recuperar fuerzas. Cuando termine de preparar todo, el carpintero se unió a nosotros y se puso a comer lo que había preparado. Ninguno se puso a vomitar, así pues supuse que no estaba malo, porque la verdad no tenía ni idea de cocina.
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El marine se bebió todo el contenido de la botella, para luego arrojarla lejos (y esta terminó rompiéndose). Al no notar signos de hostilidad en sus acciones dejé de canalizar la energía del haki y esperé a que la poción hiciera efecto.
Solo tomó unos minutos para que el antídoto lograra contrarrestar al veneno en el cuerpo de mi nakama. Su expresión al ver el insecto no fue para menos, esa cosa era desagradable, solo imaginar a un grupo de tarateks volando directo a mí, me provocaron escalofríos.
Respondí el saludo del teniente con otro igual, en mi rostro se formó la sonrisa falsa que utilizaba durante mi servicio como marine. No es que tratara de ocultar algo, es solo que mi sonrisa natural era descrita por mis antiguos compañeros como “tenebrosa”·
Cuando el hombre abandonó mi habitación traté de cerrar la puerta, pero está se abrió de nuevo.* Ah, cierto, creo que Gusi rompió el mecanismo de la cerradura. *no le di más importancia a eso y me preparé para dormir.
Me levanté temprano para poder preparar mis cosas. Me coloqué la cota de malla, la sensación del metal frio no era muy agradable. Sobre esta coloqué mi camisa blanca del uniforme.- Bien, no es fácil de notar a primera vista. –ajusté el nuevo cinturón que venía incluido con la funda para la pistola. La Desert Eagle podía notarse con facilidad en mi costado izquierdo. Finalmente ajusté el tahalí de ambas vainas, posteriormente coloqué ambas espadas en el lado derecho de mi espalda.
Caminé un poco por el cuarto.- El peso no aumentó demasiado, pero estoy seguro que cuando el entrenamiento comience voy a notar una gran diferencia. –empuñé las 2 espadas y miré la diferencia entre estas.- Lanka… –era el nombre que había decidido darle a mi primera creación. Realicé un corte horizontal con Lanka, era un arma de mejor calidad. Su peso era menor y la resistencia del metal más alto.
Me coloqué en posición de combate y comencé a realizar unos cuantos movimientos utilizando ambas armas. Pelear con 2 espadas me permitiría ejecutar una mayor cantidad combinaciones de ataques, aun así, era poco probable que se me viera haciendo eso, por comodidad prefería empuñar solo una.
Durante el pequeño lapso de entrenamiento la hoja de Lanka adquirió un color naranja brillante y la temperatura aumentó un poco. Esto era una habilidad bastante extraña, no podía explicar la razón de esto. Puede que durante la fundición de los metales un material extraño se mezclara, dándole esa habilidad.
El sonido de algo siendo martillado se comenzó a escuchar con fuerza. Coloqué las armas en sus vainas y me dispuse a salir para encontrar la fuente de tales sonidos. Justo en ese momento el peliblanco entró con facilidad ya que la puerta no cerraba, en sus manos llevaba una taza de café y comida. Agradecí el que me trajera el desayuno.- Bien, te veré ahí en unos momentos. –contesté mientras lo veía salir.
Mordí el bollo y los sostuve en mi boca, la taza de café la coloqué sobre la mesa con otro bollo colocado en esta. En mi mochila comencé a colocar unos cuantos antídotos con los cuales era posible hacerle frente a los venenos.
Terminé con mi desayuno y salí del cuarto con la mochila colgando de mi hombro. Antes de abandonar el cuartel saludé al hombre, aunque este pareció no escuchar mi voz debido a los martillazos.
Choqué mi puño contra el de Gusi y de inmediato comenzamos a trotar, provocando que el collar de mi pecho se moviera de un lado a otro. El sonido de las botellas chocando entre sí y el de la cota de malla debajo de mi uniforme se escuchó durante todo el trayecto, debo admitir que después de unos momentos era molesto.
Para cuando dejamos de correr me sentía un poco más cansado de lo normal.* Maldita mochila. *no era solo culpa de la mochila, la nueva espada y cota también era culpables. Mi compañero me extendió una soga cubierta por algo de su sudor, indicándome que debía colocármela con firmeza y cruzar unas movedizas.- ¿Eh? ¿Dónde hay movedizas? –no las había notado para nada. Miré el collar y este había cambiado de color tal y como él había mencionado.* Debo prestarle más atención. *comencé a colocar la cuerda alrededor de mi abdomen realizando fuertes nudos.
- Estoy listo. –levanté mi pulgar y me adentré en la arena. No me había quitado nada, pues de esta forma terminaría acostumbrándome al peso de todas mis cosas.
Los primeros pasos no fueron problema, sin embargo cada vez me hundía y la arena dificultaba el poder moverme. A pocos metros de salir de esa trampa natural, la mitad de mi cuerpo ya se encontraba dentro de las movedizas. Mi rostro se encontraba enrojecido por el esfuerzo de intentar avanzar por ese terreno tan blando, mi respiración era bastante agitada y el sudor resbalaba de manera constante, comencé a utilizar los brazos para darme un poco más de impulso, aun así no noté mucha diferencia.
Finalmente conseguí salir de ese maldito lugar, me sentía fatigado y respiraba dando grandes bocanadas de aire.
Me desaté y esta vez fue el turno de Gusi para cruzar. Durante los primeros momentos pensé que lo tendría más sencillo que yo, por desgracia parecía comenzar a debilitarse poco a poco. Por unos instantes pensé que se encontraba envenenado por tercera ocasión (ese fue el motivo por el cual traje antídotos conmigo), mas no fue así, al parecer la humedad del terreno lo afectaba por ser usuario de fruta.
Para cuando logró salir de ahí mis brazos se sentían doloridos por realizar esfuerzo en evitar que ahogara, tal y como él había hecho conmigo.
Decidimos regresar corriendo a la base.* Estoy seguro que terminaré ganado musculatura si continuamos de esta forma. *no pude evitar imaginarme en el futuro.* Me pregunto si aún podré crecer un poco más. *no me molestaba mi estatura actual, pero no me quejaría en absoluto si esta aumentaba en el futuro.
Al llegar a la base los sonidos del carpintero trabajando se escuchaban con claridad todavía.- Me parece bien, la segunda cosa que deseo más en este momento sería un cigarro. –expresé ante la sugerencia de tomar un baño.
Estando el baño decidí abrir la llave de la regadera y alejarme un poco. La regadera comenzó a moverse de manera errática y un sonido de algo subiendo por la tubería lo acompañaba. Repentinamente un liquido marrón salió disparado, se detuvo unos momentos y a los segundos nuevamente expulsó más de ese líquido, aunque esta vez de manera constante. Al poco tiempo el agua adquirió la transparencia normal.
La ducha fue fría, aunque me ayudó a relajarme y limpiar toda la sucedida de mi cuerpo.
Vistiendo un uniforme limpio me dirigía a la cocina para comer.
Esta vez nos acompañaba el carpintero. Intenté comenzar una conversación casual con ambos hombres, no me gustaba comer en silencio.
Solo tomó unos minutos para que el antídoto lograra contrarrestar al veneno en el cuerpo de mi nakama. Su expresión al ver el insecto no fue para menos, esa cosa era desagradable, solo imaginar a un grupo de tarateks volando directo a mí, me provocaron escalofríos.
Respondí el saludo del teniente con otro igual, en mi rostro se formó la sonrisa falsa que utilizaba durante mi servicio como marine. No es que tratara de ocultar algo, es solo que mi sonrisa natural era descrita por mis antiguos compañeros como “tenebrosa”·
Cuando el hombre abandonó mi habitación traté de cerrar la puerta, pero está se abrió de nuevo.* Ah, cierto, creo que Gusi rompió el mecanismo de la cerradura. *no le di más importancia a eso y me preparé para dormir.
Me levanté temprano para poder preparar mis cosas. Me coloqué la cota de malla, la sensación del metal frio no era muy agradable. Sobre esta coloqué mi camisa blanca del uniforme.- Bien, no es fácil de notar a primera vista. –ajusté el nuevo cinturón que venía incluido con la funda para la pistola. La Desert Eagle podía notarse con facilidad en mi costado izquierdo. Finalmente ajusté el tahalí de ambas vainas, posteriormente coloqué ambas espadas en el lado derecho de mi espalda.
Caminé un poco por el cuarto.- El peso no aumentó demasiado, pero estoy seguro que cuando el entrenamiento comience voy a notar una gran diferencia. –empuñé las 2 espadas y miré la diferencia entre estas.- Lanka… –era el nombre que había decidido darle a mi primera creación. Realicé un corte horizontal con Lanka, era un arma de mejor calidad. Su peso era menor y la resistencia del metal más alto.
Me coloqué en posición de combate y comencé a realizar unos cuantos movimientos utilizando ambas armas. Pelear con 2 espadas me permitiría ejecutar una mayor cantidad combinaciones de ataques, aun así, era poco probable que se me viera haciendo eso, por comodidad prefería empuñar solo una.
Durante el pequeño lapso de entrenamiento la hoja de Lanka adquirió un color naranja brillante y la temperatura aumentó un poco. Esto era una habilidad bastante extraña, no podía explicar la razón de esto. Puede que durante la fundición de los metales un material extraño se mezclara, dándole esa habilidad.
El sonido de algo siendo martillado se comenzó a escuchar con fuerza. Coloqué las armas en sus vainas y me dispuse a salir para encontrar la fuente de tales sonidos. Justo en ese momento el peliblanco entró con facilidad ya que la puerta no cerraba, en sus manos llevaba una taza de café y comida. Agradecí el que me trajera el desayuno.- Bien, te veré ahí en unos momentos. –contesté mientras lo veía salir.
Mordí el bollo y los sostuve en mi boca, la taza de café la coloqué sobre la mesa con otro bollo colocado en esta. En mi mochila comencé a colocar unos cuantos antídotos con los cuales era posible hacerle frente a los venenos.
Terminé con mi desayuno y salí del cuarto con la mochila colgando de mi hombro. Antes de abandonar el cuartel saludé al hombre, aunque este pareció no escuchar mi voz debido a los martillazos.
Choqué mi puño contra el de Gusi y de inmediato comenzamos a trotar, provocando que el collar de mi pecho se moviera de un lado a otro. El sonido de las botellas chocando entre sí y el de la cota de malla debajo de mi uniforme se escuchó durante todo el trayecto, debo admitir que después de unos momentos era molesto.
Para cuando dejamos de correr me sentía un poco más cansado de lo normal.* Maldita mochila. *no era solo culpa de la mochila, la nueva espada y cota también era culpables. Mi compañero me extendió una soga cubierta por algo de su sudor, indicándome que debía colocármela con firmeza y cruzar unas movedizas.- ¿Eh? ¿Dónde hay movedizas? –no las había notado para nada. Miré el collar y este había cambiado de color tal y como él había mencionado.* Debo prestarle más atención. *comencé a colocar la cuerda alrededor de mi abdomen realizando fuertes nudos.
- Estoy listo. –levanté mi pulgar y me adentré en la arena. No me había quitado nada, pues de esta forma terminaría acostumbrándome al peso de todas mis cosas.
Los primeros pasos no fueron problema, sin embargo cada vez me hundía y la arena dificultaba el poder moverme. A pocos metros de salir de esa trampa natural, la mitad de mi cuerpo ya se encontraba dentro de las movedizas. Mi rostro se encontraba enrojecido por el esfuerzo de intentar avanzar por ese terreno tan blando, mi respiración era bastante agitada y el sudor resbalaba de manera constante, comencé a utilizar los brazos para darme un poco más de impulso, aun así no noté mucha diferencia.
Finalmente conseguí salir de ese maldito lugar, me sentía fatigado y respiraba dando grandes bocanadas de aire.
Me desaté y esta vez fue el turno de Gusi para cruzar. Durante los primeros momentos pensé que lo tendría más sencillo que yo, por desgracia parecía comenzar a debilitarse poco a poco. Por unos instantes pensé que se encontraba envenenado por tercera ocasión (ese fue el motivo por el cual traje antídotos conmigo), mas no fue así, al parecer la humedad del terreno lo afectaba por ser usuario de fruta.
Para cuando logró salir de ahí mis brazos se sentían doloridos por realizar esfuerzo en evitar que ahogara, tal y como él había hecho conmigo.
Decidimos regresar corriendo a la base.* Estoy seguro que terminaré ganado musculatura si continuamos de esta forma. *no pude evitar imaginarme en el futuro.* Me pregunto si aún podré crecer un poco más. *no me molestaba mi estatura actual, pero no me quejaría en absoluto si esta aumentaba en el futuro.
Al llegar a la base los sonidos del carpintero trabajando se escuchaban con claridad todavía.- Me parece bien, la segunda cosa que deseo más en este momento sería un cigarro. –expresé ante la sugerencia de tomar un baño.
Estando el baño decidí abrir la llave de la regadera y alejarme un poco. La regadera comenzó a moverse de manera errática y un sonido de algo subiendo por la tubería lo acompañaba. Repentinamente un liquido marrón salió disparado, se detuvo unos momentos y a los segundos nuevamente expulsó más de ese líquido, aunque esta vez de manera constante. Al poco tiempo el agua adquirió la transparencia normal.
La ducha fue fría, aunque me ayudó a relajarme y limpiar toda la sucedida de mi cuerpo.
Vistiendo un uniforme limpio me dirigía a la cocina para comer.
Esta vez nos acompañaba el carpintero. Intenté comenzar una conversación casual con ambos hombres, no me gustaba comer en silencio.
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-...y su madre salió a la mar a buscar una cura para su enfermedad.-dijo aquel hombre antes de ponerme en pie.
-Disculparme, voy a asearme. Que huelo que apesta.- dije oliéndome el sobaco y poniendo una mueca desagradable. Salí de la cocina y deje al carpintero, llamado Mario, y a Bizvan en ella, los cuales parecían seguir charlando y pasando de mi ausencia.
Me dirigí directo a la ducha, y me desnude casi en el interior, mientras giraba la rueda del grifo. Las cañerías empezaron a hacer unos ruidos extraños, y cuando mire para arriba, a la alcachofa de la ducha, esta expulsó un líquido marrón y maloliente que me cayó directo en el rostro. Intenté cerrar el grifo para que dejara de expulsar barro, o lo que quiera que fuera eso, y entonces me resbale. Cayendo de espaldas en la bañera y haciéndome un daño atroz. Estuve unos minutos tirado de forma poco agradable para mi cuerpo, y entonces el agua maloliente dejo de caer, cambiándose por un agua clara y limpia.
Dejé que el agua cayera, mientras me restregaba con una pastillas de jabón que había tirada en la bañera, al igual que yo. Me incorporé en la ducha, con un dolor punzante en el costado, y termine de limpiarme. Cuando ya estaba algo más relajado y menos dolorido, salí de la ducha y me seque con un toalla limpia que había por allí. Después me di una pequeña descarga eléctrica en el pelo, y este se puso de punta al instante. Sacudí un poco la ropa que había por el suelo, y me dispuse a continuar con el entrenamiento. Pero antes de vestirme vislumbre un cardenal morado que empezaba a amenazar con ser más grande y doloroso de lo que parecía.
-Vámonos, Biz. Empieza la segunda parte del entrenamiento.- dije mientras salía del cuarto de baño y me dirigía a la puerta principal.
Una vez fuera, salude de nuevo con un choque de puños a Biz, y nos alejamos dando un paseo hasta las afueras del pueblo.-¿Qué te ha contado Mario en mi ausencia?-dije para hablar de algo por el camino. Al cabo de diez minutos llegamos a una cabaña abandonada, no muy grande, y tampoco con mucho mejor aspecto que el cuartel. Entramos en el interior de esta, y me senté en una alfombra polvorienta que había en el suelo.
-Bien, toma asiento.-dije mientras estiraba la mano y le ofrecía sentarse a Biz delante de mí-Vamos a comenzar un nuevo entrenamiento que consistirá en desarrollar todo el potencial de nuestro ámbito eléctrico.-cruce los brazos y me puse a reflexionar.- Quiero que canalices toda la energía que puedas en la palma de la mano, y la liberes. Ten mucho cuidado con esta técnica, pues es peligrosa y si golpeas a alguien con ella podrías matarlo. Por eso nos hemos alejado del pueblo, para que no haya heridos imprudentes.
Me puse en pie y le hice una demostración. Cargué una cantidad prudente de energía en la palma de mi mano y la libere, esta se manifestó como un rayo, o un montón de mini-rayos, constantes en mi mano. Después deje de liberar la energía y esta desapareció, dejando de iluminar la cabaña.- Quiero que lo intentes tú. Puede que al principio sea difícil, o casi inútil, y te lleve más tiempo del que creías. Pero estoy seguro de que al final lo conseguirás.
Espere unos minutos, para ver como lo hacía mi compañero y poderle darle algún consejo para ayudarle. Después me pondría a acumular energía dentro de mí, al igual que él, y así poder sacar una técnica nueva en un futuro. Solo quedaba entrenar y entrenar.
-Disculparme, voy a asearme. Que huelo que apesta.- dije oliéndome el sobaco y poniendo una mueca desagradable. Salí de la cocina y deje al carpintero, llamado Mario, y a Bizvan en ella, los cuales parecían seguir charlando y pasando de mi ausencia.
Me dirigí directo a la ducha, y me desnude casi en el interior, mientras giraba la rueda del grifo. Las cañerías empezaron a hacer unos ruidos extraños, y cuando mire para arriba, a la alcachofa de la ducha, esta expulsó un líquido marrón y maloliente que me cayó directo en el rostro. Intenté cerrar el grifo para que dejara de expulsar barro, o lo que quiera que fuera eso, y entonces me resbale. Cayendo de espaldas en la bañera y haciéndome un daño atroz. Estuve unos minutos tirado de forma poco agradable para mi cuerpo, y entonces el agua maloliente dejo de caer, cambiándose por un agua clara y limpia.
Dejé que el agua cayera, mientras me restregaba con una pastillas de jabón que había tirada en la bañera, al igual que yo. Me incorporé en la ducha, con un dolor punzante en el costado, y termine de limpiarme. Cuando ya estaba algo más relajado y menos dolorido, salí de la ducha y me seque con un toalla limpia que había por allí. Después me di una pequeña descarga eléctrica en el pelo, y este se puso de punta al instante. Sacudí un poco la ropa que había por el suelo, y me dispuse a continuar con el entrenamiento. Pero antes de vestirme vislumbre un cardenal morado que empezaba a amenazar con ser más grande y doloroso de lo que parecía.
-Vámonos, Biz. Empieza la segunda parte del entrenamiento.- dije mientras salía del cuarto de baño y me dirigía a la puerta principal.
Una vez fuera, salude de nuevo con un choque de puños a Biz, y nos alejamos dando un paseo hasta las afueras del pueblo.-¿Qué te ha contado Mario en mi ausencia?-dije para hablar de algo por el camino. Al cabo de diez minutos llegamos a una cabaña abandonada, no muy grande, y tampoco con mucho mejor aspecto que el cuartel. Entramos en el interior de esta, y me senté en una alfombra polvorienta que había en el suelo.
-Bien, toma asiento.-dije mientras estiraba la mano y le ofrecía sentarse a Biz delante de mí-Vamos a comenzar un nuevo entrenamiento que consistirá en desarrollar todo el potencial de nuestro ámbito eléctrico.-cruce los brazos y me puse a reflexionar.- Quiero que canalices toda la energía que puedas en la palma de la mano, y la liberes. Ten mucho cuidado con esta técnica, pues es peligrosa y si golpeas a alguien con ella podrías matarlo. Por eso nos hemos alejado del pueblo, para que no haya heridos imprudentes.
Me puse en pie y le hice una demostración. Cargué una cantidad prudente de energía en la palma de mi mano y la libere, esta se manifestó como un rayo, o un montón de mini-rayos, constantes en mi mano. Después deje de liberar la energía y esta desapareció, dejando de iluminar la cabaña.- Quiero que lo intentes tú. Puede que al principio sea difícil, o casi inútil, y te lleve más tiempo del que creías. Pero estoy seguro de que al final lo conseguirás.
Espere unos minutos, para ver como lo hacía mi compañero y poderle darle algún consejo para ayudarle. Después me pondría a acumular energía dentro de mí, al igual que él, y así poder sacar una técnica nueva en un futuro. Solo quedaba entrenar y entrenar.
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El marine se levantó de la silla argumentando que iría a darse un baño. No mencioné nada acerca de las tuberías y el agua, pensando que no habría problemas.
Mario continuó hablando sobre más temas relacionados a la isla. Encaminé la conversación de modo que el hombre terminó por hablarme de una zona en la cual podía encontrar ingredientes extraños para los antídotos. El problema era la enorme cantidad de nidos de insectos iguales al que picó a Gusi ayer. Tendría que realizar algunos preparativos si tenía pensado ir a ese lugar.
La plática solo duró unos minutos más, pues la voz de mi compañero indicándome que era hora de reanudar el entrenamiento captó por completo mi atención. Me levanté del asiento y me despedí del carpintero antes de retirarme. Pasé a tomar todas mis pertenencias, solo me tomó unos segundos hacer eso.
Al salir del cuartel saludé a mi nakama de la misma forma que la vez anterior. Esta vez solo caminamos. Ante la pregunta de mi camarada levanté un poco la mirada al cielo, para luego contestar.- Muchas cosas, aunque mencionó un lugar donde poder encontrar ingredientes poco comunes, sin embargo tengo que preparar medidas de seguridad antes de siquiera pensar ir a esa zona dominada por tarateks. –ya tenía en mente algo para minimizar los riesgos de ser picado.- Puedes acompañarme si así lo deseas, pero prométeme que no irás tú solo. –eso ultimo lo dije de manera seria.
Al cabo de 10 minutos llegamos a una cabaña de aspecto lamentable y entramos en ella. El aroma de la madera podrida podía notarse. En el centro podía verse una alfombra no muy limpia.* Solo espero no encontrarnos en el escondite de un asesino que disfrute arrancar el rostro de sus víctimas con intención de crear una capa… Muh…Tengo que dejar de leer novelas de terror. *me senté el lugar que Gusi señaló y escuché sus palabras con atención.
- Nunca antes he tratado de liberar tanta electricidad y para ser honesto no creo ser capaz de lograrlo, pero lo intentaré. –estaba a punto de comenzar.- Esto... Podrías alejarte un poco, odiaría perder el control y hacerte daño. –era poco probable que mi poder consiguiera herir de gravedad al peliblanco, aun así prefería no correr riesgos.
Estiré mi mano derecha y de manera inmediata la electricidad comenzó a rodear todo mi brazo generando el ruido característico de la electricidad. La intensidad de esta no se acercaba en lo más mínimo a la mostrada por el hombre. Me concentré en canalizar toda esta electricidad únicamente en mi mano.* Bien, ahora tengo que aumentar la energía. *cerré mis ojos para mejorar mi concentración.
Los minutos pasaron y no sentía que la energía en mi mano se intensificara.* Creo que es parecido al haki, buscar y redireccionar la energía no es suficiente… ¿Puede que la respuesta sea incrementar la velocidad? *era difícil llegar al mismo resultado con solo haberlo visto.* Quizás la advertencia de Gusi me está obligando inconscientemente a reprimir el poder por miedo a lastimar a alguien. *no podía descartar ese pensamiento.* En ese caso solo tengo que practicar el control.
Interrumpí el flujo a causa del cansancio por liberar de manera constante la electricidad.- Solo déjame descansar un poco. –hasta el día de hoy nunca había dejado salir tanta energía y menos utilizando el máximo poder de mi ámbito (al haber intentado imitar a Gusi).
Le pedí unos cuantos consejos a mi maestro y cuando me recuperara continuaría practicando.
Mario continuó hablando sobre más temas relacionados a la isla. Encaminé la conversación de modo que el hombre terminó por hablarme de una zona en la cual podía encontrar ingredientes extraños para los antídotos. El problema era la enorme cantidad de nidos de insectos iguales al que picó a Gusi ayer. Tendría que realizar algunos preparativos si tenía pensado ir a ese lugar.
La plática solo duró unos minutos más, pues la voz de mi compañero indicándome que era hora de reanudar el entrenamiento captó por completo mi atención. Me levanté del asiento y me despedí del carpintero antes de retirarme. Pasé a tomar todas mis pertenencias, solo me tomó unos segundos hacer eso.
Al salir del cuartel saludé a mi nakama de la misma forma que la vez anterior. Esta vez solo caminamos. Ante la pregunta de mi camarada levanté un poco la mirada al cielo, para luego contestar.- Muchas cosas, aunque mencionó un lugar donde poder encontrar ingredientes poco comunes, sin embargo tengo que preparar medidas de seguridad antes de siquiera pensar ir a esa zona dominada por tarateks. –ya tenía en mente algo para minimizar los riesgos de ser picado.- Puedes acompañarme si así lo deseas, pero prométeme que no irás tú solo. –eso ultimo lo dije de manera seria.
Al cabo de 10 minutos llegamos a una cabaña de aspecto lamentable y entramos en ella. El aroma de la madera podrida podía notarse. En el centro podía verse una alfombra no muy limpia.* Solo espero no encontrarnos en el escondite de un asesino que disfrute arrancar el rostro de sus víctimas con intención de crear una capa… Muh…Tengo que dejar de leer novelas de terror. *me senté el lugar que Gusi señaló y escuché sus palabras con atención.
- Nunca antes he tratado de liberar tanta electricidad y para ser honesto no creo ser capaz de lograrlo, pero lo intentaré. –estaba a punto de comenzar.- Esto... Podrías alejarte un poco, odiaría perder el control y hacerte daño. –era poco probable que mi poder consiguiera herir de gravedad al peliblanco, aun así prefería no correr riesgos.
Estiré mi mano derecha y de manera inmediata la electricidad comenzó a rodear todo mi brazo generando el ruido característico de la electricidad. La intensidad de esta no se acercaba en lo más mínimo a la mostrada por el hombre. Me concentré en canalizar toda esta electricidad únicamente en mi mano.* Bien, ahora tengo que aumentar la energía. *cerré mis ojos para mejorar mi concentración.
Los minutos pasaron y no sentía que la energía en mi mano se intensificara.* Creo que es parecido al haki, buscar y redireccionar la energía no es suficiente… ¿Puede que la respuesta sea incrementar la velocidad? *era difícil llegar al mismo resultado con solo haberlo visto.* Quizás la advertencia de Gusi me está obligando inconscientemente a reprimir el poder por miedo a lastimar a alguien. *no podía descartar ese pensamiento.* En ese caso solo tengo que practicar el control.
Interrumpí el flujo a causa del cansancio por liberar de manera constante la electricidad.- Solo déjame descansar un poco. –hasta el día de hoy nunca había dejado salir tanta energía y menos utilizando el máximo poder de mi ámbito (al haber intentado imitar a Gusi).
Le pedí unos cuantos consejos a mi maestro y cuando me recuperara continuaría practicando.
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Me aparté unos centímetros de Biz, y cruce los brazos con pose de malote, mientras lo observaba apoyado desde la pared. Mi compañero intentó poner en práctica mi técnica, pero como era de esperar, no consiguió el resultado que deseaba. Le deje todo el tiempo que necesitara para que se diera cuenta el solo de que era lo que estaba haciendo mal, pero después de unos minutos eternos y unas caras de estreñimiento, por parte de mi compañero, decidí que era el momento de parar y explicarle algunos truquillos.
-No intentes abarcar todo desde el principio. La mejor manera de conseguir algo es empezar desde algo pequeño y agrandarlo, así tu control sobre “eso” es mejor y progresivo. ¿Por qué no intentas liberar la energía en una parte pequeña de tu mano? Así cuando domines eso, solo tienes que ir aumentando hasta que lo consigas en la mano entera.- era un consejo bastante bueno, parecía que a veces mi mente daba buenas ideas.- Cuando te notes cansado, solo ponte a meditar, haciendo que tu energía interior se recargue. No te sobre esfuerces, pues si te quedas sin energía podrías llegar a morir.- realmente no sabía si eso ocurría, pero me había quedado muy bien. Todo maestro comenta alguna limitación de los poderes para que el alumno se haga un poco de caquita en los pantalones y este se encuentre más concentrado.
Me volví a sentar en la alfombra polvorienta y me puse a “meditar”, aunque realmente me puse a pensar en mis cosas ¿o era eso realmente meditar? La verdad, me daba igual, pero había algo que me reconcomía por dentro. ¿Por qué Biz había dicho que no fuera solo al nido de tarateks? ¿Tan loco me veía? Bueno, tampoco era tan raro, ya que solía ser muy imprudente y alocado. Decidí no darle más importancia a la situación y continúe “meditando”, aunque lo que realmente hacía era echar micro cabezadas, ya que el poder aumentaba al encontrarme yo en reposo. Sin duda esperaba que Biz no me pillara roncando, pero el esfuerzo físico que realizábamos por las mañanas me dejaba muy hecho polvo y una pequeña siesta nunca venía mal.
Al final del día, ya entrando la noche, di un enorme bostezo para poner fin al entrenamiento. Cuando abrí los ojos, me encontré a un Biz, cansado y sudoroso, delante de mí. Este parecía algo sorprendido de mi bostezo sonoro y le sonreí amigablemente. – Vamos a terminar por hoy. Debemos descansar para continuar mañana.- me puse en pie y liberé toda la energía que había acumulado en una única daga. La habitación se ilumino entera, como si un sol estuviera dentro de ella, e intenté mantener toda aquella electricidad dentro de la daga, pero esta a los pocos segundos se deformaba y acababa cogiendo la apariencia de una espada irregular. Aquella acción duro apenas cinco minutos, y cuando sentí que mi energía se iba agotando, la espada/daga desapareció en un chasquido, dejándonos totalmente a ciegas hasta que nuestros ojos se acostumbraron otra vez a la oscuridad. –Lo ves, hasta a mí me cuesta dominar esta técnica. Demuéstrame cuanto has avanzado hoy y vámonos a casa.- aquellas palabras eran para motivar a Biz y que este no de rindiera. Observé como mi compañero ponía en práctica lo entrenado y me sorprendí lo mucho que había avanzado en un solo día.
En el instante en el que salimos de la cabaña, un maldito insecto me volvió a picar. Parecía ser que mi sangre era irresistible para estos seres, porque a Biz no le picaba ni uno, y si le picaban no me lo decía. Por suerte, mi compañero llevaba sus antídotos y pudo evitar que los efectos del veneno salieran a la luz. Pero no penséis que ese sería el último mosquito que me iba a picar, pues a lo largo de toda nuestra estancia en la isla, recibí tantos picotazos como días. Aunque gracias a que tenía a Biz cerca de mí, este siempre reaccionaba rápido para que nada malo me pasara, hasta llegar al punto de que algunos picotazos ya no hacían efectos en mí. No sabía si era por la enorme cantidad de hierbas que tenía mi cuerpo, o porque este se estaba inmunizando de los venenos, hasta el punto de que había días que no era necesario que consumiera las medicinas de mi nakama.
Al cabo de dos semanas Mario, el carpintero, terminó de restaurar el cuartel por completo, y él solo. Mientras, Biz y yo, íbamos a entrenar cada día. Los días se pasaron volando, y cuando quisimos darnos cuenta, ya se había acabado nuestra misión allí y nos tocaba irnos a otro nuevo cuartel. Sin duda, la despedida con Mario fue algo triste, pero lo celebramos con una buena cerveza, y un buen asado a la orilla de un agradable fuego, en la chimenea que Mario había instalado en el cuartel. Las risas, el buen olor, y una brisa cálida, rodeaban todos los rincones del lugar, un lugar que ya no parecía el mismo. Miraras donde miraras, encontrabas cosas nuevas que no te esperabas que hubiera en un cuartel marine, dando la impresión de que aquello era una mansión en vez de una prisión. Nuestro amigo había hecho un gran trabajo, y nunca sería capaz de agradecerlo lo mucho que había hecho por nosotros.
Ahora ya si daba gusto entrar en aquel cuartel y ponerse a proteger a los pueblerinos de la zona, los cuales acabaron cogiéndonos cariño debido a las numerosas ayudas que los proporcionábamos. Aunque gracias a eso comimos caliente más de una vez, mientras Mario terminaba la cocina del cuartel.
Al final de la noche todos habíamos acabado dormidos como monos, al calor de la chimenea y acomodados en un sillón que no sabía de dónde había salido. Cuando abrí los ojos a la mañana siguiente, me encontraba arropado por una manta, y Mario, ya no se encontraba por el lugar. Me acurruque en la manta y dormí unos minutos más, dejando que pasara la mañana. La segunda vez que me desperté me encontraba más animado y decidí molestar un poco a Biz. Me coloque delante de él, el cual seguía dormitando en aquel cómodo sillón.
-¡Soldado Bizvan! ¿Qué hace que no se encuentra en su puesto para el entrenamiento?- grité con fuerza para que este se despertara sobresaltado. Esperé a que mi nakama reaccionara.- ¿Qué pasa? ¿no tienes pensado entrenar hoy?- le metí algo de prisa, a pesar de saber que la noche anterior nos habíamos ido a dormir muy tarde.-Te espero en la puerta en cinco minutos, si no estás en ella dejare de entrenarte, soldado.- mi voz se notaba seria y autoritaria, sin duda una de mis mejores actuaciones.
Esperé unos minutos a Biz y echamos a correr como hacíamos cada mañana, pero la diferencia era que hoy llevábamos otra ruta, por el centro del pueblo concretamente. Pasados unos escasos minutos llegamos a un establecimiento, donde me quede parado. Por el exterior parecía una casa de chicas de compañía, pero sinceramente me dijeron que no era lo que parecía y que allí dentro nos atenderían muy bien.-Venga, pasa. Tengo un regalo para ti.
Al entrar, una chica joven y preciosa, nos atendió.- Hola, buenos días. Quería dos sesiones completas para mí y mi compañero.- dije sonriendo a Biz, el cual parecía poner caras raras.- No te preocupes, estas chicas no te harán daño.- dije riéndome. La joven recepcionista nos indico que la acompañáramos y nos introdujo en una habitación con dos camillas.-En unos minutos vendrán a atenderlos.- dijo amablemente la joven.
Me empecé a desnudar delante de mi compañero, sin ningún pudor, y me tumbé en una de las camillas, tapándome con una toalla. A los pocos minutos, entraron dos chicas y estas empezaron a esparcir aceites y cremas por la espalda, acompañado de apretones y golpes que hacían que nuestra espalda se relajara y destensara del enorme esfuerzo físico que habíamos hecho los días anteriores. Esperaba que aquel regalo lo disfrutara mi compañero, pues yo me quede terriblemente dormido a los pocos segundos que empezó a tocarme la masajista. Realmente tenía el sueño fácil en aquel lugar.
-No intentes abarcar todo desde el principio. La mejor manera de conseguir algo es empezar desde algo pequeño y agrandarlo, así tu control sobre “eso” es mejor y progresivo. ¿Por qué no intentas liberar la energía en una parte pequeña de tu mano? Así cuando domines eso, solo tienes que ir aumentando hasta que lo consigas en la mano entera.- era un consejo bastante bueno, parecía que a veces mi mente daba buenas ideas.- Cuando te notes cansado, solo ponte a meditar, haciendo que tu energía interior se recargue. No te sobre esfuerces, pues si te quedas sin energía podrías llegar a morir.- realmente no sabía si eso ocurría, pero me había quedado muy bien. Todo maestro comenta alguna limitación de los poderes para que el alumno se haga un poco de caquita en los pantalones y este se encuentre más concentrado.
Me volví a sentar en la alfombra polvorienta y me puse a “meditar”, aunque realmente me puse a pensar en mis cosas ¿o era eso realmente meditar? La verdad, me daba igual, pero había algo que me reconcomía por dentro. ¿Por qué Biz había dicho que no fuera solo al nido de tarateks? ¿Tan loco me veía? Bueno, tampoco era tan raro, ya que solía ser muy imprudente y alocado. Decidí no darle más importancia a la situación y continúe “meditando”, aunque lo que realmente hacía era echar micro cabezadas, ya que el poder aumentaba al encontrarme yo en reposo. Sin duda esperaba que Biz no me pillara roncando, pero el esfuerzo físico que realizábamos por las mañanas me dejaba muy hecho polvo y una pequeña siesta nunca venía mal.
Al final del día, ya entrando la noche, di un enorme bostezo para poner fin al entrenamiento. Cuando abrí los ojos, me encontré a un Biz, cansado y sudoroso, delante de mí. Este parecía algo sorprendido de mi bostezo sonoro y le sonreí amigablemente. – Vamos a terminar por hoy. Debemos descansar para continuar mañana.- me puse en pie y liberé toda la energía que había acumulado en una única daga. La habitación se ilumino entera, como si un sol estuviera dentro de ella, e intenté mantener toda aquella electricidad dentro de la daga, pero esta a los pocos segundos se deformaba y acababa cogiendo la apariencia de una espada irregular. Aquella acción duro apenas cinco minutos, y cuando sentí que mi energía se iba agotando, la espada/daga desapareció en un chasquido, dejándonos totalmente a ciegas hasta que nuestros ojos se acostumbraron otra vez a la oscuridad. –Lo ves, hasta a mí me cuesta dominar esta técnica. Demuéstrame cuanto has avanzado hoy y vámonos a casa.- aquellas palabras eran para motivar a Biz y que este no de rindiera. Observé como mi compañero ponía en práctica lo entrenado y me sorprendí lo mucho que había avanzado en un solo día.
En el instante en el que salimos de la cabaña, un maldito insecto me volvió a picar. Parecía ser que mi sangre era irresistible para estos seres, porque a Biz no le picaba ni uno, y si le picaban no me lo decía. Por suerte, mi compañero llevaba sus antídotos y pudo evitar que los efectos del veneno salieran a la luz. Pero no penséis que ese sería el último mosquito que me iba a picar, pues a lo largo de toda nuestra estancia en la isla, recibí tantos picotazos como días. Aunque gracias a que tenía a Biz cerca de mí, este siempre reaccionaba rápido para que nada malo me pasara, hasta llegar al punto de que algunos picotazos ya no hacían efectos en mí. No sabía si era por la enorme cantidad de hierbas que tenía mi cuerpo, o porque este se estaba inmunizando de los venenos, hasta el punto de que había días que no era necesario que consumiera las medicinas de mi nakama.
Al cabo de dos semanas Mario, el carpintero, terminó de restaurar el cuartel por completo, y él solo. Mientras, Biz y yo, íbamos a entrenar cada día. Los días se pasaron volando, y cuando quisimos darnos cuenta, ya se había acabado nuestra misión allí y nos tocaba irnos a otro nuevo cuartel. Sin duda, la despedida con Mario fue algo triste, pero lo celebramos con una buena cerveza, y un buen asado a la orilla de un agradable fuego, en la chimenea que Mario había instalado en el cuartel. Las risas, el buen olor, y una brisa cálida, rodeaban todos los rincones del lugar, un lugar que ya no parecía el mismo. Miraras donde miraras, encontrabas cosas nuevas que no te esperabas que hubiera en un cuartel marine, dando la impresión de que aquello era una mansión en vez de una prisión. Nuestro amigo había hecho un gran trabajo, y nunca sería capaz de agradecerlo lo mucho que había hecho por nosotros.
Ahora ya si daba gusto entrar en aquel cuartel y ponerse a proteger a los pueblerinos de la zona, los cuales acabaron cogiéndonos cariño debido a las numerosas ayudas que los proporcionábamos. Aunque gracias a eso comimos caliente más de una vez, mientras Mario terminaba la cocina del cuartel.
Al final de la noche todos habíamos acabado dormidos como monos, al calor de la chimenea y acomodados en un sillón que no sabía de dónde había salido. Cuando abrí los ojos a la mañana siguiente, me encontraba arropado por una manta, y Mario, ya no se encontraba por el lugar. Me acurruque en la manta y dormí unos minutos más, dejando que pasara la mañana. La segunda vez que me desperté me encontraba más animado y decidí molestar un poco a Biz. Me coloque delante de él, el cual seguía dormitando en aquel cómodo sillón.
-¡Soldado Bizvan! ¿Qué hace que no se encuentra en su puesto para el entrenamiento?- grité con fuerza para que este se despertara sobresaltado. Esperé a que mi nakama reaccionara.- ¿Qué pasa? ¿no tienes pensado entrenar hoy?- le metí algo de prisa, a pesar de saber que la noche anterior nos habíamos ido a dormir muy tarde.-Te espero en la puerta en cinco minutos, si no estás en ella dejare de entrenarte, soldado.- mi voz se notaba seria y autoritaria, sin duda una de mis mejores actuaciones.
Esperé unos minutos a Biz y echamos a correr como hacíamos cada mañana, pero la diferencia era que hoy llevábamos otra ruta, por el centro del pueblo concretamente. Pasados unos escasos minutos llegamos a un establecimiento, donde me quede parado. Por el exterior parecía una casa de chicas de compañía, pero sinceramente me dijeron que no era lo que parecía y que allí dentro nos atenderían muy bien.-Venga, pasa. Tengo un regalo para ti.
Al entrar, una chica joven y preciosa, nos atendió.- Hola, buenos días. Quería dos sesiones completas para mí y mi compañero.- dije sonriendo a Biz, el cual parecía poner caras raras.- No te preocupes, estas chicas no te harán daño.- dije riéndome. La joven recepcionista nos indico que la acompañáramos y nos introdujo en una habitación con dos camillas.-En unos minutos vendrán a atenderlos.- dijo amablemente la joven.
Me empecé a desnudar delante de mi compañero, sin ningún pudor, y me tumbé en una de las camillas, tapándome con una toalla. A los pocos minutos, entraron dos chicas y estas empezaron a esparcir aceites y cremas por la espalda, acompañado de apretones y golpes que hacían que nuestra espalda se relajara y destensara del enorme esfuerzo físico que habíamos hecho los días anteriores. Esperaba que aquel regalo lo disfrutara mi compañero, pues yo me quede terriblemente dormido a los pocos segundos que empezó a tocarme la masajista. Realmente tenía el sueño fácil en aquel lugar.
Bizvan
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Escuché las palabras del peliblanco.* Algo más pequeño… *miré la palma de mi mano.* Puede que el verdadero problema sea mi poder actual. *no había contemplado la diferencia de poder que existía entre ambos.
Seguí su consejo y tras recobrar un poco de energía reanudé la práctica.
La electricidad nuevamente comenzó a manifestarse en mi mano. Canalicé la energía en las puntas de mis dedos.* Creo que con esto no debería tener problemas. *en teoría acumular una cantidad de electricidad igual a la de Gusi no debería ser un problema en partes tan pequeñas como esas. Al notar que no existía un problema controlando esa cantidad de poder, decidí intentar recubrir mis dedos de manera completa.-Ah, diablos. –en el momento que todos mis dedos se encontraban imbuidos por la electricidad, esta perdió intensidad tal y como cuando liberé la energía en toda mi mano.
No me encontraba cansado, pero decidí detener el flujo de energía para reflexionar un poco sobre lo sucedido. Parecía ser que no solo carecía de práctica, sino también de poder.
Suspiré a causa de conocer lo difícil que sería conseguir más energía.* Gusi ya me mencionó que incrementar mi electricidad no sería fácil, quizás pueda pedirle… *al girarme noté que mi compañero parecía también estar meditando.* Asombroso, su nivel de concentración es tan alto que casi parece estar a punto de quedar dormido. *si esa persona estaba colocando tal esfuerzo en acumular su energía, no podía interrumpirle. Asumí de nuevo la posición de meditación, acumulando la energía necesaria para entrenar el control de la técnica.
Pasaron las horas y el agotamiento que sentía en ese momento me provocó dolor de cabeza, mi cuerpo se encontraba cubierto de sudor a causa de no permitir que mi energía se restaurara como era debido. Aunque no todo era malo, el control sobre la electricidad había aumentado, permitiéndome mantenerla en la punta de los dedos con un brillo muy similar al de mi compañero, sin embargo también descubrí el limitado poder con el que contaba en ese momento.* Necesito ser capaz de aumentar la producción de energía o incrementar el poder de la que poseo. *la voz del hombre me devolvió a la realidad.
Me coloqué de pie con un poco de dificultad al notar que él se levantaba de la alfombra. No presté atención al bostezo, toda mi atención se encontraba fijada en la daga de tamaño anormal en su mano, aunque para ser honesto era un poco complicado a causa del intenso brillo.* Diablos, esa cosa por si sola podría ser una técnica de ceguera. *era imposible mirar de manera prolongada la daga. *No quiero imaginar la cantidad de energía utilizada para crear algo así. *tras unos pocos minutos el arma desapareció. Gusi me ofreció unas palabras a modo de motivación. Mentiría al decir que no me sentía frustrado y enojado por el (que consideraba) poco avance que demostré. Oculté esos sentimientos ante el pedido de mi superior.
Respiré de manera honda y mientras dejaba escapar el aire lentamente la electricidad en las puntas de mis dedos comenzó a iluminar la habitación. Esto solo duró unos pocos instantes debido a mi cansancio. Me sentía apenado por esa demostración tan lamentable, aunque por alguna razón Gusi parecía sorprendido. Puede que sufra de un complejo de inferioridad pues no me sentía merecedor de esa mirada por parte de mi maestro.* Prometo mostrarle algo mejor en el futuro.
En cuanto salimos de la cabaña, un insecto picó a mi nakama. No se presentaron problemas gracias a encontrarnos preparados para una situación como esta. Durante el camino a casa no pude evitar pensar acerca de la aparente atracción que sentían esos animales por el peliblanco.* ¿Serán hembras? *Gusi tenía fama de ser popular con las mujeres, ¿eso también afectaría a los insectos y otras especies?* Estoy pensando en cosas sin sentido. *una pequeña risa se me escapó mientras veía a mi compañero caminar a mi lado.
Los siguientes días fueron de entrenamiento, no solo enfocado en mejorar nuestra condición física, sino también en un entrenamiento especial con el fin de aumentar nuestras habilidades eléctricas. Para esto realizamos enfrentamientos cuerpo a cuerpo todos los días canalizando electricidad en los puños y piernas con el fin de desarrollar nuestros ámbitos. Los primeros combates fueron intensos y agotadores a causa de mi poca habilidad como peleador, no obstante gracias a todas esas sesiones mi tolerancia al dolor, mis reflejos, visión y velocidad deberían aumentar… Nunca estuve tan feliz de no ser su enemigo, de lo contrario ahora mismo estaría muerto 14 veces.
Después de cada combate era hora de realizar patrullaje por el pueblo. Podía notar que los habitantes comenzaban a vernos de manera más amigable, esto gracias a los esfuerzos del teniente por ayudarlos.
Otra de mis rutinas diarias consistía en la recolección de ingredientes para la fabricación de antídotos. Dando como resultado encontrar de igual manera más especies de insectos peligrosos. Algunos de ellos terminaron picándome, no presenté síntomas extremos como mi compañero gracias a los diversos apuntes realizados en mi libreta y a la gran variedad de pociones que Gusi me ayudó a crear. La experiencia más cercana a la muerte que experimenté con relación a ese tema fue cuando visitamos los nidos de tarateks que Mario mencionó. Al principio conseguimos dejar fuera de combate a esos molestos insectos utilizando bombas de humo creadas al combinar distintos tipos de plantas, dándonos libertad de recolectar ingredientes valiosos. Justo antes de regresar, una buena parte de los tarateks se recuperó y comenzaron a volar hacia nosotros. No recuerdo cuantas veces resulté picado aquel día, pero para cuando desperté me encontraba en una casa desconocida. Mi nakama parecía ser más resistente a los venenos, consiguiendo sacarme cargando de ese sitio y llevándome hasta el pueblo donde consiguió salvar mi vida con ayuda de una anciana.
Por las noches me dedicaba a meditar y practicar la técnica eléctrica que el marine me mostró. Con el paso de los días (y gracias a luchar contra Gusi) comencé a ser capaz de mantener por poco tiempo toda la electricidad en mi mano. Aún faltaba tiempo para igualar el poder de mi maestro, sin embargo era un avance del cual podía sentirme orgulloso.
El día que Mario terminó de remodelar el cuartel decidimos darnos un día libre del entrenamiento y celebrar el enorme esfuerzo realizado por el carpintero. Bebimos y reímos hasta quedar dormidos.
Me levanté de golpe al escuchar mi nombre ser gritado. A causa de haberme despertado en medio de una pesadilla recurrente, me llevé la mano a la pistola y la desenfundé para luego apuntar hacia enfrente. Mi respiración era agitada y mi frente se encontraba cubierta por sudor. Poco a poco comprendí que no me encontraba en aquel bosque de mis pesadillas, y para empeorar las cosas, en ese momento estaba apuntándole a mi amigo con un arma. No pareció darle importancia a esto (o lo disimuló muy bien).
- Yo, so, solo dame unos minutos. –me llevé la mano libre a la cabeza, mientras dejaba de apuntarle con la pistola.
El hombre salió del cuartel mientras decía algo de dejar de entrenarme si no me daba prisa en salir. Me tomó unos segundos conseguir tranquilizarme… Estuve a punto de jalar el gatillo del arma.
Dejé el cuartel antes de que los 5 minutos se cumplieran, y como todos los otros días, me encontraba utilizando mi equipamiento (armas nuevas, cota de malla y collar).
Correr con ese peso extra había dejado de ser un problema, no sabría decir si mi fuerza aumentó o solo me acostumbré. Noté que la ruta actual era distinta a la del resto de los días. Era probable que Gusi planeara algo para este día. Después de correr por unos minutos, el teniente se detuvo frente a un edificio.
Mentiría al decir que nunca había visitado un establecimiento de esos, pero no era algo que me gustaría hacer en compañía de alguien conocido. Miré a mi nakama y este solo me sonrió y afirmó tener un regalo.
En cuanto entramos fuimos recibidos por una hermosa chica. No me sentía cómodo y esto fue notado por Gusi, quien realizó un comentario que provocó que la chica soltara una pequeña risa. Después de eso fuimos llevados a una habitación con 2 camillas.* Muh, esas no parecen ser… Acaso Gusi… *Cuando miré a mi compañero, este se estaba desnudando. Solo aparté la mirada.
2 jóvenes entraron en el cuarto. Una de ellas comenzó a masajear la espalda del peliblanco, fue en ese momento que comprendí todo.
La otra chica permaneció de pie mirándome, parecía estar un poco confundida al verme armado.
- Lo siento, solo me tomará un poco. –expresé mientras comenzaba a quitarme todas las armas que portaba en ese momento.
Al comenzar a recibir el masaje es como si todo el cansancio de mi cuerpo desapareciera, eso era justo lo que necesitaba tras 2 semanas de entrenamiento intenso.
Una parte mía quería dejarse llevar y comenzar a dormir, pero la otra (y la más antigua) me obligó a permanecer despierto hasta el final de la sesión.
Seguí su consejo y tras recobrar un poco de energía reanudé la práctica.
La electricidad nuevamente comenzó a manifestarse en mi mano. Canalicé la energía en las puntas de mis dedos.* Creo que con esto no debería tener problemas. *en teoría acumular una cantidad de electricidad igual a la de Gusi no debería ser un problema en partes tan pequeñas como esas. Al notar que no existía un problema controlando esa cantidad de poder, decidí intentar recubrir mis dedos de manera completa.-Ah, diablos. –en el momento que todos mis dedos se encontraban imbuidos por la electricidad, esta perdió intensidad tal y como cuando liberé la energía en toda mi mano.
No me encontraba cansado, pero decidí detener el flujo de energía para reflexionar un poco sobre lo sucedido. Parecía ser que no solo carecía de práctica, sino también de poder.
Suspiré a causa de conocer lo difícil que sería conseguir más energía.* Gusi ya me mencionó que incrementar mi electricidad no sería fácil, quizás pueda pedirle… *al girarme noté que mi compañero parecía también estar meditando.* Asombroso, su nivel de concentración es tan alto que casi parece estar a punto de quedar dormido. *si esa persona estaba colocando tal esfuerzo en acumular su energía, no podía interrumpirle. Asumí de nuevo la posición de meditación, acumulando la energía necesaria para entrenar el control de la técnica.
Pasaron las horas y el agotamiento que sentía en ese momento me provocó dolor de cabeza, mi cuerpo se encontraba cubierto de sudor a causa de no permitir que mi energía se restaurara como era debido. Aunque no todo era malo, el control sobre la electricidad había aumentado, permitiéndome mantenerla en la punta de los dedos con un brillo muy similar al de mi compañero, sin embargo también descubrí el limitado poder con el que contaba en ese momento.* Necesito ser capaz de aumentar la producción de energía o incrementar el poder de la que poseo. *la voz del hombre me devolvió a la realidad.
Me coloqué de pie con un poco de dificultad al notar que él se levantaba de la alfombra. No presté atención al bostezo, toda mi atención se encontraba fijada en la daga de tamaño anormal en su mano, aunque para ser honesto era un poco complicado a causa del intenso brillo.* Diablos, esa cosa por si sola podría ser una técnica de ceguera. *era imposible mirar de manera prolongada la daga. *No quiero imaginar la cantidad de energía utilizada para crear algo así. *tras unos pocos minutos el arma desapareció. Gusi me ofreció unas palabras a modo de motivación. Mentiría al decir que no me sentía frustrado y enojado por el (que consideraba) poco avance que demostré. Oculté esos sentimientos ante el pedido de mi superior.
Respiré de manera honda y mientras dejaba escapar el aire lentamente la electricidad en las puntas de mis dedos comenzó a iluminar la habitación. Esto solo duró unos pocos instantes debido a mi cansancio. Me sentía apenado por esa demostración tan lamentable, aunque por alguna razón Gusi parecía sorprendido. Puede que sufra de un complejo de inferioridad pues no me sentía merecedor de esa mirada por parte de mi maestro.* Prometo mostrarle algo mejor en el futuro.
En cuanto salimos de la cabaña, un insecto picó a mi nakama. No se presentaron problemas gracias a encontrarnos preparados para una situación como esta. Durante el camino a casa no pude evitar pensar acerca de la aparente atracción que sentían esos animales por el peliblanco.* ¿Serán hembras? *Gusi tenía fama de ser popular con las mujeres, ¿eso también afectaría a los insectos y otras especies?* Estoy pensando en cosas sin sentido. *una pequeña risa se me escapó mientras veía a mi compañero caminar a mi lado.
…
Los siguientes días fueron de entrenamiento, no solo enfocado en mejorar nuestra condición física, sino también en un entrenamiento especial con el fin de aumentar nuestras habilidades eléctricas. Para esto realizamos enfrentamientos cuerpo a cuerpo todos los días canalizando electricidad en los puños y piernas con el fin de desarrollar nuestros ámbitos. Los primeros combates fueron intensos y agotadores a causa de mi poca habilidad como peleador, no obstante gracias a todas esas sesiones mi tolerancia al dolor, mis reflejos, visión y velocidad deberían aumentar… Nunca estuve tan feliz de no ser su enemigo, de lo contrario ahora mismo estaría muerto 14 veces.
Después de cada combate era hora de realizar patrullaje por el pueblo. Podía notar que los habitantes comenzaban a vernos de manera más amigable, esto gracias a los esfuerzos del teniente por ayudarlos.
Otra de mis rutinas diarias consistía en la recolección de ingredientes para la fabricación de antídotos. Dando como resultado encontrar de igual manera más especies de insectos peligrosos. Algunos de ellos terminaron picándome, no presenté síntomas extremos como mi compañero gracias a los diversos apuntes realizados en mi libreta y a la gran variedad de pociones que Gusi me ayudó a crear. La experiencia más cercana a la muerte que experimenté con relación a ese tema fue cuando visitamos los nidos de tarateks que Mario mencionó. Al principio conseguimos dejar fuera de combate a esos molestos insectos utilizando bombas de humo creadas al combinar distintos tipos de plantas, dándonos libertad de recolectar ingredientes valiosos. Justo antes de regresar, una buena parte de los tarateks se recuperó y comenzaron a volar hacia nosotros. No recuerdo cuantas veces resulté picado aquel día, pero para cuando desperté me encontraba en una casa desconocida. Mi nakama parecía ser más resistente a los venenos, consiguiendo sacarme cargando de ese sitio y llevándome hasta el pueblo donde consiguió salvar mi vida con ayuda de una anciana.
Por las noches me dedicaba a meditar y practicar la técnica eléctrica que el marine me mostró. Con el paso de los días (y gracias a luchar contra Gusi) comencé a ser capaz de mantener por poco tiempo toda la electricidad en mi mano. Aún faltaba tiempo para igualar el poder de mi maestro, sin embargo era un avance del cual podía sentirme orgulloso.
El día que Mario terminó de remodelar el cuartel decidimos darnos un día libre del entrenamiento y celebrar el enorme esfuerzo realizado por el carpintero. Bebimos y reímos hasta quedar dormidos.
- Si no te vuelves fuerte, la próxima vez que nos encontremos te mataré.
Me levanté de golpe al escuchar mi nombre ser gritado. A causa de haberme despertado en medio de una pesadilla recurrente, me llevé la mano a la pistola y la desenfundé para luego apuntar hacia enfrente. Mi respiración era agitada y mi frente se encontraba cubierta por sudor. Poco a poco comprendí que no me encontraba en aquel bosque de mis pesadillas, y para empeorar las cosas, en ese momento estaba apuntándole a mi amigo con un arma. No pareció darle importancia a esto (o lo disimuló muy bien).
- Yo, so, solo dame unos minutos. –me llevé la mano libre a la cabeza, mientras dejaba de apuntarle con la pistola.
El hombre salió del cuartel mientras decía algo de dejar de entrenarme si no me daba prisa en salir. Me tomó unos segundos conseguir tranquilizarme… Estuve a punto de jalar el gatillo del arma.
Dejé el cuartel antes de que los 5 minutos se cumplieran, y como todos los otros días, me encontraba utilizando mi equipamiento (armas nuevas, cota de malla y collar).
Correr con ese peso extra había dejado de ser un problema, no sabría decir si mi fuerza aumentó o solo me acostumbré. Noté que la ruta actual era distinta a la del resto de los días. Era probable que Gusi planeara algo para este día. Después de correr por unos minutos, el teniente se detuvo frente a un edificio.
Mentiría al decir que nunca había visitado un establecimiento de esos, pero no era algo que me gustaría hacer en compañía de alguien conocido. Miré a mi nakama y este solo me sonrió y afirmó tener un regalo.
En cuanto entramos fuimos recibidos por una hermosa chica. No me sentía cómodo y esto fue notado por Gusi, quien realizó un comentario que provocó que la chica soltara una pequeña risa. Después de eso fuimos llevados a una habitación con 2 camillas.* Muh, esas no parecen ser… Acaso Gusi… *Cuando miré a mi compañero, este se estaba desnudando. Solo aparté la mirada.
2 jóvenes entraron en el cuarto. Una de ellas comenzó a masajear la espalda del peliblanco, fue en ese momento que comprendí todo.
La otra chica permaneció de pie mirándome, parecía estar un poco confundida al verme armado.
- Lo siento, solo me tomará un poco. –expresé mientras comenzaba a quitarme todas las armas que portaba en ese momento.
Al comenzar a recibir el masaje es como si todo el cansancio de mi cuerpo desapareciera, eso era justo lo que necesitaba tras 2 semanas de entrenamiento intenso.
Una parte mía quería dejarse llevar y comenzar a dormir, pero la otra (y la más antigua) me obligó a permanecer despierto hasta el final de la sesión.
Gusi
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Oh, dios, un tarateks gigante viene a por mí. Corrí con todas mis fuerzas para que no me cogiera, pero el incesante ruido de las alas zumbar impedía que me concentrara para plantarles cara. Al final, como era de esperar, acabaron alcanzándome clavándome cada uno de sus aguijones. El dolor era insoportable, hasta el punto de que no pude evitar emitir un fuerte grito.
Cuando abrí los ojos, ya no me encontraba en el mismo lugar que hacía unos segundos. A mí alrededor estaba: Biz tumbado en una camilla, una joven frotándole la espalda y mirándome sonrojada, y otra joven, medio inconsciente tirada en el suelo al lado mía. Los mire sin comprender nada y me toque todo el cuerpo con las manos en busca de los aguijones de los tarateks, pero entonces me di cuenta que estaba completamente desnudo. Me puse rojo como un tomate por la vergüenza al comprender que todo lo sucedido era un sueño y que me encontraba en un establecimiento de masajes, o eso recordaba levemente. Me tapé todo lo rápido que pude con la toalla y sonreí como un bobo mientras intentaba convencer a Biz de que se había acabado la sesión por hoy.- Biz, creo que será mejor que nos marchemos. Tenemos cosas importantes que hacer.
Salté de la camilla y me dirigí a un vestuario que había contiguo a la habitación para vestirme. Al salir de este, las masajistas ya no se encontraban en la habitación y todo parecía más calmado.- Biz, tenemos que volver al cuartel. Debemos recoger nuestras cosas para marcharnos, te veo allí.- salí despavorido del lugar, agachando la cabeza super avergonzado frente a la recepcionista y echando casi a correr hacía el cuartel. Al llegar, organicé todas mis pertenencias y la mitad de la comida en mi mochila, para después terminar de colocar todo y esperar a Biz en la puerta.
Cuando los dos ya estábamos listos para partir, esperamos unos minutos a que un nuevo recluta apareciera. Era un chico joven y fuerte, parecía firme a los principios de la marina. Le entregué las llaves del lugar y decidimos partir a nuestro siguiente destino. Aquel joven sería el nuevo encargado en aquel puesto de la marina, tendría que ocuparse de que el cuartel fuera activo y que estuviera en perfectas condiciones. Sin duda se lo habíamos dejado fácil, ahora solo quedaba esperar que no la cagara mucho en su puesto.
Nada más terminar de arreglar los asuntos con el joven recluta, entregué un pañuelo azul a Biz.- Póntelo.- dije mientras yo me ponía uno rojo por encima de la nariz, ocultando esta y mi boca.- Vamos a seguir aumentando nuestra resistencia.- cargué mis pertenencias, las cuales pesaban bastante ahora que estaban todas juntas, y me dispuse a correr a trote moderado hasta el siguiente puesto de control. El trayecto transcurrió sin complicaciones, en un periodo de media hora sin descansos. Cuando llegamos al segundo cuartel, me quite (por no decir arranque) aquel maldito pañuelo que me impedía respirar con facilidad y di una fuerte bocanada de aire.
Sonreí a Biz por demostrarme el inmenso interés en mis alocados entrenamientos y me adentré en el nuevo cuartel. Nada más pasar por la puerta comprobé que el lugar estaba perfectamente organizado, a excepción de algún clavo suelto. Me acerque a un pequeño timbre que había en el mostrador y lo golpee repetidamente con un sonoro ritmo pegadizo. A los pocos segundos apareció un anciano vestido de recluta, no pude evitar abrir mucho los ojos al verle.-Hola, buen hombre. Somos una parte de los Crimson Wolves y venimos por la isla con intención de hacer estables y activos todos los cuarteles de esta. ¿Quién es usted?- el anciano parecía algo tembloroso ante mi presencia, o tal vez era cosa de la edad. El hombre se llevo la mano a la frente en señal de saludo militar.
-Buenos días, mi nombre en Tazón, recluta Tazón. Como podrá comprobar este cuartel se encuentra en perfectas condiciones, llevo ocupándome de él desde hace cincuenta años.- el hombre empezó a toser de forma desagradable, no pude evitar mirarle con algo de pena.
-Esa tos no suena bien. Mi compañero debería echarle un vistazo mientras yo reviso el cuartel.- el hombre asintió y desvió la mirada al suelo. ¿Se sentía intimidado por nuestra presencia, o tal vez simplemente era vergonzoso? No sabría decirlo con facilidad de que se trataba.
Aproveche la situación para revisar por completo el lugar y me sorprendí de encontrar un par de borrachos tirados en una celda, además de un montón de fotos del anciano en la que se podía apreciar cómo había estado toda su vida en ese lugar. Me dirigía donde estaba Tazón y Biz, y me puse a hablar seriamente con el anciano.
-¿Lleva usted cincuenta años en este lugar?- dije con una voz seria.
-Sí, señor. ¿Ocurre algo malo?¿Ha encontrado algún desperfecto en el cuartel?- el hombre parecía bastante preocupado.
-No, esta todo correcto.- dije para que se calmara.- Ha hecho un buen trabajo todos estos años, y por ellos me gustaría compensarlo.-saque un informe de mi mochila y empecé a rellenarlo.- Con este informe, el Teniente Gusi, ósea yo, le otorgó la oportunidad de ascender por sus meritos y el permiso para jubilarse.-dije con orgullo mientras le entregaba el informe.
-Pero, señor,...no es que no me sienta halagado por sus gestos, pero no me gustaría abandonar el cuartel. Llevo toda mi vida aquí y no conozco otro hogar más que este. Además mis amigos y mujer se encuentran en este lugar.- me sorprendí ante sus palabras y me puse a reflexionar sobre la mejor situación para aquel hombre.
-Bueno, está bien, le permito ocuparse de este cuartel. Pero de todas maneras vendrá un recluta a ayudarlo y a ocuparse de todo lo que necesite. Para que mentir, la edad acaba pagando factura. ¿Verdad, Biz?- pregunte esperando que mi compañero planteara el informe de lo que le pasaba al viejo anciano.- No hay nada más que decir, estaremos un tiempo hospedándonos aquí hasta que llegue el nuevo compañero que se le ha encomendado.
Rápidamente me puse a organizar el papeleo y a llamar con los den den mushi en busca de algún candidato que estuviera dispuesto a las condiciones. Después de cuatro horas eternas, conseguí encontrar a un recluta, pero este por desgracia tardaría tres semanas en llegar a la isla. Lo cual no era tan malo, pues así tendríamos tiempo suficiente para entrenar.
-Biz, ¿estás listo para continuar con los entrenamientos? Vamos a ponernos manos a la obra, el tiempo vuela.
Todo el tiempo que estuvimos esperando la llegada del nuevo recluta estuvimos incrementando nuestro entrenamiento. Cambie la técnica del pañuelo por la de una bolsa de plástico con tan solo tres agujeros para respirar. Aquella decisión casi me deja medio muerto en varias ocasiones, pero al pasar la primera semana, casi resultaba hasta fácil respirar a través de esa maldita cosa. También incremente las veces que teníamos que atravesar una arena movediza, un total de quince veces por día, con la bolsa de plástico, y reduciendo el tiempo en nuestras carreras matutinas. Dejándonos las tardes completamente libres, cambiando los combates cuerpo a cuerpo, en los cuales Biz ya se desenvolvía con soltura, por unos combates con espada. Sin duda Biz era mejor que yo, y dado que yo no usaba lo que digamos una espada, sino algo similar generado con mi electricidad, la cosa fue algo difícil.
Al poco tiempo de llegar allí, la energía de Biz había igualado a la mía y no tardo mucho en aprender la técnica de las dagas, mientras yo seguía investigando nuevas técnicas con ese poder. Al final de la tercera semana, podía crear una especie de látigo de electricidad, y mi espada eléctrica había conseguido una dureza similar al acero para plantarle algo de cara a mi compañero. Aunque este parecía dominar una técnica extraña, recubriendo su espada en electricidad, o algo así, no terminaba de entenderlo.
Así a lo tonto los días se nos iban agotando y el tiempo para entrenar el mantra se nos iba agotando. Decidí por el bien de los dos, utilizar las noches para meditar nuestro haki de observación, tan solo con meditación. Aquello serviría para descansar y para ir entrenando aquel fastidioso poder. Como a los dos nos había entrenado Kimura en el haki de armadura, simplemente seguí sus consejos para continuar el entrenamiento. Los dos sabíamos canalizar nuestro haki interior, solo teníamos que liberarlo en nuestro cerebro, y no en nuestra piel. Yo lo entendía como que eso haría que nuestro cerebro se intensifique y funcione como un radar, de esa manera suponía que los usuarios de mantra podían localizar a otras personas, pero no estaba seguro de cómo dominarlo. Sería una tarea complicada buscar un método para entrenarlo, pero seguro que se ocurrirá algo.
Cuando abrí los ojos, ya no me encontraba en el mismo lugar que hacía unos segundos. A mí alrededor estaba: Biz tumbado en una camilla, una joven frotándole la espalda y mirándome sonrojada, y otra joven, medio inconsciente tirada en el suelo al lado mía. Los mire sin comprender nada y me toque todo el cuerpo con las manos en busca de los aguijones de los tarateks, pero entonces me di cuenta que estaba completamente desnudo. Me puse rojo como un tomate por la vergüenza al comprender que todo lo sucedido era un sueño y que me encontraba en un establecimiento de masajes, o eso recordaba levemente. Me tapé todo lo rápido que pude con la toalla y sonreí como un bobo mientras intentaba convencer a Biz de que se había acabado la sesión por hoy.- Biz, creo que será mejor que nos marchemos. Tenemos cosas importantes que hacer.
Salté de la camilla y me dirigí a un vestuario que había contiguo a la habitación para vestirme. Al salir de este, las masajistas ya no se encontraban en la habitación y todo parecía más calmado.- Biz, tenemos que volver al cuartel. Debemos recoger nuestras cosas para marcharnos, te veo allí.- salí despavorido del lugar, agachando la cabeza super avergonzado frente a la recepcionista y echando casi a correr hacía el cuartel. Al llegar, organicé todas mis pertenencias y la mitad de la comida en mi mochila, para después terminar de colocar todo y esperar a Biz en la puerta.
Cuando los dos ya estábamos listos para partir, esperamos unos minutos a que un nuevo recluta apareciera. Era un chico joven y fuerte, parecía firme a los principios de la marina. Le entregué las llaves del lugar y decidimos partir a nuestro siguiente destino. Aquel joven sería el nuevo encargado en aquel puesto de la marina, tendría que ocuparse de que el cuartel fuera activo y que estuviera en perfectas condiciones. Sin duda se lo habíamos dejado fácil, ahora solo quedaba esperar que no la cagara mucho en su puesto.
Nada más terminar de arreglar los asuntos con el joven recluta, entregué un pañuelo azul a Biz.- Póntelo.- dije mientras yo me ponía uno rojo por encima de la nariz, ocultando esta y mi boca.- Vamos a seguir aumentando nuestra resistencia.- cargué mis pertenencias, las cuales pesaban bastante ahora que estaban todas juntas, y me dispuse a correr a trote moderado hasta el siguiente puesto de control. El trayecto transcurrió sin complicaciones, en un periodo de media hora sin descansos. Cuando llegamos al segundo cuartel, me quite (por no decir arranque) aquel maldito pañuelo que me impedía respirar con facilidad y di una fuerte bocanada de aire.
Sonreí a Biz por demostrarme el inmenso interés en mis alocados entrenamientos y me adentré en el nuevo cuartel. Nada más pasar por la puerta comprobé que el lugar estaba perfectamente organizado, a excepción de algún clavo suelto. Me acerque a un pequeño timbre que había en el mostrador y lo golpee repetidamente con un sonoro ritmo pegadizo. A los pocos segundos apareció un anciano vestido de recluta, no pude evitar abrir mucho los ojos al verle.-Hola, buen hombre. Somos una parte de los Crimson Wolves y venimos por la isla con intención de hacer estables y activos todos los cuarteles de esta. ¿Quién es usted?- el anciano parecía algo tembloroso ante mi presencia, o tal vez era cosa de la edad. El hombre se llevo la mano a la frente en señal de saludo militar.
-Buenos días, mi nombre en Tazón, recluta Tazón. Como podrá comprobar este cuartel se encuentra en perfectas condiciones, llevo ocupándome de él desde hace cincuenta años.- el hombre empezó a toser de forma desagradable, no pude evitar mirarle con algo de pena.
-Esa tos no suena bien. Mi compañero debería echarle un vistazo mientras yo reviso el cuartel.- el hombre asintió y desvió la mirada al suelo. ¿Se sentía intimidado por nuestra presencia, o tal vez simplemente era vergonzoso? No sabría decirlo con facilidad de que se trataba.
Aproveche la situación para revisar por completo el lugar y me sorprendí de encontrar un par de borrachos tirados en una celda, además de un montón de fotos del anciano en la que se podía apreciar cómo había estado toda su vida en ese lugar. Me dirigía donde estaba Tazón y Biz, y me puse a hablar seriamente con el anciano.
-¿Lleva usted cincuenta años en este lugar?- dije con una voz seria.
-Sí, señor. ¿Ocurre algo malo?¿Ha encontrado algún desperfecto en el cuartel?- el hombre parecía bastante preocupado.
-No, esta todo correcto.- dije para que se calmara.- Ha hecho un buen trabajo todos estos años, y por ellos me gustaría compensarlo.-saque un informe de mi mochila y empecé a rellenarlo.- Con este informe, el Teniente Gusi, ósea yo, le otorgó la oportunidad de ascender por sus meritos y el permiso para jubilarse.-dije con orgullo mientras le entregaba el informe.
-Pero, señor,...no es que no me sienta halagado por sus gestos, pero no me gustaría abandonar el cuartel. Llevo toda mi vida aquí y no conozco otro hogar más que este. Además mis amigos y mujer se encuentran en este lugar.- me sorprendí ante sus palabras y me puse a reflexionar sobre la mejor situación para aquel hombre.
-Bueno, está bien, le permito ocuparse de este cuartel. Pero de todas maneras vendrá un recluta a ayudarlo y a ocuparse de todo lo que necesite. Para que mentir, la edad acaba pagando factura. ¿Verdad, Biz?- pregunte esperando que mi compañero planteara el informe de lo que le pasaba al viejo anciano.- No hay nada más que decir, estaremos un tiempo hospedándonos aquí hasta que llegue el nuevo compañero que se le ha encomendado.
Rápidamente me puse a organizar el papeleo y a llamar con los den den mushi en busca de algún candidato que estuviera dispuesto a las condiciones. Después de cuatro horas eternas, conseguí encontrar a un recluta, pero este por desgracia tardaría tres semanas en llegar a la isla. Lo cual no era tan malo, pues así tendríamos tiempo suficiente para entrenar.
-Biz, ¿estás listo para continuar con los entrenamientos? Vamos a ponernos manos a la obra, el tiempo vuela.
Todo el tiempo que estuvimos esperando la llegada del nuevo recluta estuvimos incrementando nuestro entrenamiento. Cambie la técnica del pañuelo por la de una bolsa de plástico con tan solo tres agujeros para respirar. Aquella decisión casi me deja medio muerto en varias ocasiones, pero al pasar la primera semana, casi resultaba hasta fácil respirar a través de esa maldita cosa. También incremente las veces que teníamos que atravesar una arena movediza, un total de quince veces por día, con la bolsa de plástico, y reduciendo el tiempo en nuestras carreras matutinas. Dejándonos las tardes completamente libres, cambiando los combates cuerpo a cuerpo, en los cuales Biz ya se desenvolvía con soltura, por unos combates con espada. Sin duda Biz era mejor que yo, y dado que yo no usaba lo que digamos una espada, sino algo similar generado con mi electricidad, la cosa fue algo difícil.
Al poco tiempo de llegar allí, la energía de Biz había igualado a la mía y no tardo mucho en aprender la técnica de las dagas, mientras yo seguía investigando nuevas técnicas con ese poder. Al final de la tercera semana, podía crear una especie de látigo de electricidad, y mi espada eléctrica había conseguido una dureza similar al acero para plantarle algo de cara a mi compañero. Aunque este parecía dominar una técnica extraña, recubriendo su espada en electricidad, o algo así, no terminaba de entenderlo.
Así a lo tonto los días se nos iban agotando y el tiempo para entrenar el mantra se nos iba agotando. Decidí por el bien de los dos, utilizar las noches para meditar nuestro haki de observación, tan solo con meditación. Aquello serviría para descansar y para ir entrenando aquel fastidioso poder. Como a los dos nos había entrenado Kimura en el haki de armadura, simplemente seguí sus consejos para continuar el entrenamiento. Los dos sabíamos canalizar nuestro haki interior, solo teníamos que liberarlo en nuestro cerebro, y no en nuestra piel. Yo lo entendía como que eso haría que nuestro cerebro se intensifique y funcione como un radar, de esa manera suponía que los usuarios de mantra podían localizar a otras personas, pero no estaba seguro de cómo dominarlo. Sería una tarea complicada buscar un método para entrenarlo, pero seguro que se ocurrirá algo.
Bizvan
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Me encontraba despierto, pero con cada minuto que pasaba comenzaba a quedarme dormido.* No quiero tener otra pesadilla… Debo mantenerme despierto. *sería un problema si terminaba atacando a una de la chicas.
De repente el sonido de algo cayendo me ayudó a recobrar por completo mis sentidos. Giré mi cabeza y lo único que vi fue a Gusi recostado sobre la camilla, pero la masajista había desaparecido. A los pocos segundos mi compañero abrió sus ojos.
Aparté la mirada en el momento que se sentó sobre la camilla.- Comprendo, te alcanzaré dentro de poco. –solo escuché los pasos del hombre alejándose.
La chica dejó de masajear mi espalda y se acercó al lugar donde su compañera antes se encontraba de pie. Me levante (cubriéndome con la toalla) y al mirar de cerca me percaté que la otra joven se encontraba en el suelo.
Pensando que algo había ocurrido ofrecí mi ayuda, pero la chica (que me había atendido) solo sonrió de manera forzada mientras me explicaba que era algo normal en ella y que no había de que preocuparse. Comenzó a arrastrar a su compañera por el piso como si fuera lo más normal del mundo y no regresó.
Me encogí de hombros, tomé mis cosas comencé a vestirme. Solo tenía puestos los pantalones y la cota de malla cuando Gusi regresó a la habitación, me indicó que se adelantaría y sin esperar mi respuesta se marchó.* ¿Qué le habrá picado?... *suspiré.* Espero que no sea literal. *terminé de arreglarme y salí del establecimiento.
Durante mi regreso al cuartel no se presentaron situaciones fuera de lo normal. Saludé a algunos de los habitantes y estos me devolvieron el saludo.* El cambio en su actitud es muy notorio. *recordé los primeros días y como sus miradas expresaban una clara desconfianza hacia nosotros, ahora se podía notar que nos consideraban 2 habitantes más.
Observé a mi nakama esperándome en la puerta del cuartel, al parecer ya tenía todas sus cosas preparadas y esperando por mi llegada.- Solo tengo que guardar unos cuantos objetos. –expresé mientras entraba en el edificio y me dirigía a mi habitación. Comencé a meter dentro de mi mochila una porción de los ingredientes, mis libros, unos cuantos antídotos y las herramientas para las elaboraciones de estos. Había decidido dejar la mayor parte de los remedios, de ese modo no habría problemas por si se presentaban casos de envenenamientos. También había preparado una libreta con todos mis apuntes y observaciones, no se trataba de mi libreta personal, sino de una en la cual me dediqué a trasladar los apuntes más importantes y con una caligrafía que fuera entendible para todo el mundo (mi manera de escribir natural es sumamente fea y parecen garabatos o un lenguaje antiguo).
Después de que el teniente le entregara las llaves al nuevo recluta que se encargaría del cuartel, yo le entregué la libreta y le indiqué la ubicación de los ingredientes en caso de necesitar crear más antídotos.
El peliblanco me ofreció un pañuelo azul y me indicó que debía colocármelo. Ya había llegado a un punto en el cual no cuestionaba casi nada de lo que el hombre me indicaba hacer, pues de alguna forma u otra, siempre se le ocurrían nuevos métodos de entrenamiento. No comprendía como colocarme un pañuelo ayudaría a mejorar la resistencia.
Con eso listo comenzamos a correr hacia el siguiente cuartel.
Me gustaría pensar que mi resistencia actual me ayudaría a soportar el peso de todas mis pertenencias mientras corríamos, aunque a medio camino me faltaba el aire, no estaba seguro si se debía al peso extra, al pañuelo húmedo de sudor o era a causa de las dos cosas.
En el momento que el superior se detuvo me quité el pañuelo y comencé a toser mientras trataba de recuperar el aliento entre tosidos.* ¿Cómo puedes sonreír? *no podía emitir palabras a sí que solo miré al marine.
Entré en el cuartel justo detrás de Gusi. Este lugar se encontraba en mejores condiciones que el cuartel anterior.
Me quité la mochila para descansar y me senté en una silla de madera común y corriente. Mi compañero comenzó a hacer sonar una pequeña campana y a los pocos segundos un hombre bastante mayor con el uniforme de recluta apareció. Después de intercambiar palabras con el peliblanco, este le sugirió al anciano que me dejara examinarlo, pues parecía estar enfermo.
El anciano aceptó la sugerencia y yo solo suspiré cansado, pues no me considero alguien calificado para tratar enfermedades, esa era labor de un farmacéutico, no un cirujano.
- Esto, abra la boca y saqué la lengua. –no tenía idea de lo que estaba haciendo.- Ya veo, creo que entiendo cuál es el problema. –solo estaba mintiendo, pero tal vez podía hacer algo por este hombre.
De mi mochila comencé a buscar un frasco de hierbas, tomé un puñado de estas y las trituré en mi mano para luego introducirlas en mi licorera. Utilicé mi electricidad para calentar un poco el líquido.- Beba esto, pero no lo haga de golpe, solo cuando el dolor en su garganta se presente.
Tazón dio un pequeño sorbo y su rostro se arrugó a causa del mal sabor.
Justo en ese momento el teniente regresó y nuevamente comenzó a hablar con el recluta. No pensé que me vería involucrado en la conversación, motivo por el cual cuando Gusi mencionó mi nombre solo me limité a explicar que necesitaba recolectar otro tipo de plantas para poder crear algo que se encargara por completo de la tos del anciano. Agregué una hipótesis, donde la humedad del cuartel podía ser uno de los factores que empeoraban su condición, esto con base en el collar el cual cambió de color en el momento que entramos en el edificio. Mis palabras fueron expresadas de manera seria para ocultar mi clara falta de conocimiento en esa área médica.
Mientras el peliblanco realizaba llamadas yo comencé a buscar una habitación en la cual poder colocar mis pertenencias. Una vez encontrada dediqué alrededor de una hora y media en organizar todo, mi intención era tener todo preparado en caso de ser necesario el tener que comenzar a crear nuevos antídotos.
Observé a mi nakama realizando llamadas.* En momentos como esos es cuando agradezco no tener un rango alto. *salí del cuartel y me senté en las escaleras de la entrada. Sin nada mejor que hacer comencé a entrenar mi dominio sobre la técnica de las dagas eléctricas. Mi control sobre ese poder aún era bajo y solo conseguí mantenerla durante escasos segundos. Realicé esto por unas 2 horas, posteriormente ingresé en el cuartel. El teniente continuaba con las llamadas, sentí un poco de lástima pero no había nada que pudiera hacer por él. Me senté en una silla y comencé a leer una novela ligera para matar el tiempo.
Una hora más tarde mi superior me indicó que era tiempo de continuar con el entrenamiento y que pasaríamos cerca de 3 semanas en este cuartel.
Lo siguientes días los dedicamos a entrenar, aunque esta vez con la peculiaridad de siempre llevar puesto una bolsa plástica con solo 3 agujeros para respirar. Esa cosa complicó las sesiones pues no podía realizar mucho esfuerzo sin comenzar a sentirme mareado a causa del poco oxígeno que recibía. Incluso estuve a punto de ahogarme durante los entrenamientos cruzando las arenas movedizas, ya que me desmallé después de la décima vez atravesándola.
Los combates comenzaron a realizarse con armas, en un principio no comprendía la razón de esto, mas al ver a mi nakama crear un espada de electricidad pura todas mis dudas se disiparon. Al principio los combates tenían un inclinación a mi favor a causa de la poca experiencia del luchador utilizando armas, sin embargo poco a poco comenzó a acostumbrarse a utilizar su nueva técnica, realizando movimientos más fluidos. En ocasiones utilizaba esos combates para practicar con las dagas, eran como espadas pequeñas, por tanto no presenté problemas en acostumbrarme a utilizarlas, aunque no podía evitar sentirme un poco extraño a causa de la diferencia de peso.
Al terminar las prácticas dedicaba una parte del día para realizar patrullaje y ayudar con lo que fuera necesario, ver a Gusi hacer esto tantas veces causó que yo también comenzara a actuar de esa manera.
La búsqueda de más ingredientes dejó de ser necesario, pues Tazón se encontraba muy bien surtido de diversas plantas, hierbas y otras cosas, haciendo que solo me enfocara en la elaboración de pociones. Incluso terminé creando un remedio para la tos del viejo, no era gran cosas, y realicé hincapié en la importancia de visitar un especialista, pero el recluta parecía confiar más en la medicina tradicional.
En cuanto al tema de los insectos. Me enfrenté a nuevos de estos, como una especie de ciempiés con manchas violetas por todo su cuerpo, arañas que solían adentrarse en las casas de las personas en busca de un hogar acogedor, algo parecido a un escarabajo con la capacidad de arrojar una sustancia bastante irritante para la piel, entre otros pequeños monstruos que solo dios sabe que existen. Mi libreta de apuntes se llenó de aun más garabatos que solo yo comprendía sobre estos insectos y que hacer para contrarrestar sus distintos venenos.
Tanto Gusi como yo resultamos afectados a lo largo de esas 3 semanas. El peliblanco parecía comenzar a desarrollar una resistencia esos venenos, por mi parte no puedo decir que mi cuerpo se adaptara tan bien como el del teniente, pero era obvio que de igual forma mi cuerpo comenzara a desarrollar una ligera inmunidad. También debíamos agradecer a Tazón, pues sin él y su inventario bien surtido ahora mismo podríamos estar muertos.
Por las noches y a sugerencia del peliblanco comenzamos la búsqueda del mantra. No podía estar más feliz con esa decisión, no solo porque me parecía emocionante aprender una nueva habilidad, sino que también funcionaba como descanso para el exigente entrenamiento físico… Aunque no me quejaba, mi cuerpo comenzaba a presentar resultados visuales y me encantaba…
Pasé el resto de las noches sumido en profundas meditaciones. No era la primera vez que buscaba la energía del haki, por tanto esa parte fue como coser y cantar, por el contrario, no estaba seguro de que hacer una vez encontrado el flujo de energía. Quiero decir, cuando se trataba del busoshoku solo había que crear una segunda piel de energía con un suministro constante. Gusi mencionó algo de dirigir la energía al cerebro para incrementar la percepción de este. Pase el resto de las noches meditando y canalizando el flujo en mi cabeza. Era difícil no terminar materializando el busoshoku, ya que me encontraba acostumbrado a crear la armadura una vez redirigida la energía.
El desarrollo de esta habilidad pasó a ser una de mis mayores prioridades. Durante el día me dedicaba a mantener una constante alimentación de energía dirigida a mi cabeza mientras llevaba a cabo los entrenamientos físicos con Gusi, esto a modo de entrenamiento para conseguir canalizar ese flujo de manera natural y sin que requiriera de concentración, quería que se convirtiera en algo tan natural como respirar. Durante las noches me dedicaba a intentar descubrir la manera de utilizar toda esa energía acumulada en mi cabeza, pero en lugar de dejarla salir trataba de utilizarla a modo de un sexto sentido, tratando de potenciar mi percepción e intentando detectar a las otras dos personas que se encontraban en el cuartel (Gusi y Tazón).
De repente el sonido de algo cayendo me ayudó a recobrar por completo mis sentidos. Giré mi cabeza y lo único que vi fue a Gusi recostado sobre la camilla, pero la masajista había desaparecido. A los pocos segundos mi compañero abrió sus ojos.
Aparté la mirada en el momento que se sentó sobre la camilla.- Comprendo, te alcanzaré dentro de poco. –solo escuché los pasos del hombre alejándose.
La chica dejó de masajear mi espalda y se acercó al lugar donde su compañera antes se encontraba de pie. Me levante (cubriéndome con la toalla) y al mirar de cerca me percaté que la otra joven se encontraba en el suelo.
Pensando que algo había ocurrido ofrecí mi ayuda, pero la chica (que me había atendido) solo sonrió de manera forzada mientras me explicaba que era algo normal en ella y que no había de que preocuparse. Comenzó a arrastrar a su compañera por el piso como si fuera lo más normal del mundo y no regresó.
Me encogí de hombros, tomé mis cosas comencé a vestirme. Solo tenía puestos los pantalones y la cota de malla cuando Gusi regresó a la habitación, me indicó que se adelantaría y sin esperar mi respuesta se marchó.* ¿Qué le habrá picado?... *suspiré.* Espero que no sea literal. *terminé de arreglarme y salí del establecimiento.
Durante mi regreso al cuartel no se presentaron situaciones fuera de lo normal. Saludé a algunos de los habitantes y estos me devolvieron el saludo.* El cambio en su actitud es muy notorio. *recordé los primeros días y como sus miradas expresaban una clara desconfianza hacia nosotros, ahora se podía notar que nos consideraban 2 habitantes más.
Observé a mi nakama esperándome en la puerta del cuartel, al parecer ya tenía todas sus cosas preparadas y esperando por mi llegada.- Solo tengo que guardar unos cuantos objetos. –expresé mientras entraba en el edificio y me dirigía a mi habitación. Comencé a meter dentro de mi mochila una porción de los ingredientes, mis libros, unos cuantos antídotos y las herramientas para las elaboraciones de estos. Había decidido dejar la mayor parte de los remedios, de ese modo no habría problemas por si se presentaban casos de envenenamientos. También había preparado una libreta con todos mis apuntes y observaciones, no se trataba de mi libreta personal, sino de una en la cual me dediqué a trasladar los apuntes más importantes y con una caligrafía que fuera entendible para todo el mundo (mi manera de escribir natural es sumamente fea y parecen garabatos o un lenguaje antiguo).
Después de que el teniente le entregara las llaves al nuevo recluta que se encargaría del cuartel, yo le entregué la libreta y le indiqué la ubicación de los ingredientes en caso de necesitar crear más antídotos.
El peliblanco me ofreció un pañuelo azul y me indicó que debía colocármelo. Ya había llegado a un punto en el cual no cuestionaba casi nada de lo que el hombre me indicaba hacer, pues de alguna forma u otra, siempre se le ocurrían nuevos métodos de entrenamiento. No comprendía como colocarme un pañuelo ayudaría a mejorar la resistencia.
Con eso listo comenzamos a correr hacia el siguiente cuartel.
Me gustaría pensar que mi resistencia actual me ayudaría a soportar el peso de todas mis pertenencias mientras corríamos, aunque a medio camino me faltaba el aire, no estaba seguro si se debía al peso extra, al pañuelo húmedo de sudor o era a causa de las dos cosas.
En el momento que el superior se detuvo me quité el pañuelo y comencé a toser mientras trataba de recuperar el aliento entre tosidos.* ¿Cómo puedes sonreír? *no podía emitir palabras a sí que solo miré al marine.
Entré en el cuartel justo detrás de Gusi. Este lugar se encontraba en mejores condiciones que el cuartel anterior.
Me quité la mochila para descansar y me senté en una silla de madera común y corriente. Mi compañero comenzó a hacer sonar una pequeña campana y a los pocos segundos un hombre bastante mayor con el uniforme de recluta apareció. Después de intercambiar palabras con el peliblanco, este le sugirió al anciano que me dejara examinarlo, pues parecía estar enfermo.
El anciano aceptó la sugerencia y yo solo suspiré cansado, pues no me considero alguien calificado para tratar enfermedades, esa era labor de un farmacéutico, no un cirujano.
- Esto, abra la boca y saqué la lengua. –no tenía idea de lo que estaba haciendo.- Ya veo, creo que entiendo cuál es el problema. –solo estaba mintiendo, pero tal vez podía hacer algo por este hombre.
De mi mochila comencé a buscar un frasco de hierbas, tomé un puñado de estas y las trituré en mi mano para luego introducirlas en mi licorera. Utilicé mi electricidad para calentar un poco el líquido.- Beba esto, pero no lo haga de golpe, solo cuando el dolor en su garganta se presente.
Tazón dio un pequeño sorbo y su rostro se arrugó a causa del mal sabor.
Justo en ese momento el teniente regresó y nuevamente comenzó a hablar con el recluta. No pensé que me vería involucrado en la conversación, motivo por el cual cuando Gusi mencionó mi nombre solo me limité a explicar que necesitaba recolectar otro tipo de plantas para poder crear algo que se encargara por completo de la tos del anciano. Agregué una hipótesis, donde la humedad del cuartel podía ser uno de los factores que empeoraban su condición, esto con base en el collar el cual cambió de color en el momento que entramos en el edificio. Mis palabras fueron expresadas de manera seria para ocultar mi clara falta de conocimiento en esa área médica.
Mientras el peliblanco realizaba llamadas yo comencé a buscar una habitación en la cual poder colocar mis pertenencias. Una vez encontrada dediqué alrededor de una hora y media en organizar todo, mi intención era tener todo preparado en caso de ser necesario el tener que comenzar a crear nuevos antídotos.
Observé a mi nakama realizando llamadas.* En momentos como esos es cuando agradezco no tener un rango alto. *salí del cuartel y me senté en las escaleras de la entrada. Sin nada mejor que hacer comencé a entrenar mi dominio sobre la técnica de las dagas eléctricas. Mi control sobre ese poder aún era bajo y solo conseguí mantenerla durante escasos segundos. Realicé esto por unas 2 horas, posteriormente ingresé en el cuartel. El teniente continuaba con las llamadas, sentí un poco de lástima pero no había nada que pudiera hacer por él. Me senté en una silla y comencé a leer una novela ligera para matar el tiempo.
Una hora más tarde mi superior me indicó que era tiempo de continuar con el entrenamiento y que pasaríamos cerca de 3 semanas en este cuartel.
Lo siguientes días los dedicamos a entrenar, aunque esta vez con la peculiaridad de siempre llevar puesto una bolsa plástica con solo 3 agujeros para respirar. Esa cosa complicó las sesiones pues no podía realizar mucho esfuerzo sin comenzar a sentirme mareado a causa del poco oxígeno que recibía. Incluso estuve a punto de ahogarme durante los entrenamientos cruzando las arenas movedizas, ya que me desmallé después de la décima vez atravesándola.
Los combates comenzaron a realizarse con armas, en un principio no comprendía la razón de esto, mas al ver a mi nakama crear un espada de electricidad pura todas mis dudas se disiparon. Al principio los combates tenían un inclinación a mi favor a causa de la poca experiencia del luchador utilizando armas, sin embargo poco a poco comenzó a acostumbrarse a utilizar su nueva técnica, realizando movimientos más fluidos. En ocasiones utilizaba esos combates para practicar con las dagas, eran como espadas pequeñas, por tanto no presenté problemas en acostumbrarme a utilizarlas, aunque no podía evitar sentirme un poco extraño a causa de la diferencia de peso.
Al terminar las prácticas dedicaba una parte del día para realizar patrullaje y ayudar con lo que fuera necesario, ver a Gusi hacer esto tantas veces causó que yo también comenzara a actuar de esa manera.
La búsqueda de más ingredientes dejó de ser necesario, pues Tazón se encontraba muy bien surtido de diversas plantas, hierbas y otras cosas, haciendo que solo me enfocara en la elaboración de pociones. Incluso terminé creando un remedio para la tos del viejo, no era gran cosas, y realicé hincapié en la importancia de visitar un especialista, pero el recluta parecía confiar más en la medicina tradicional.
En cuanto al tema de los insectos. Me enfrenté a nuevos de estos, como una especie de ciempiés con manchas violetas por todo su cuerpo, arañas que solían adentrarse en las casas de las personas en busca de un hogar acogedor, algo parecido a un escarabajo con la capacidad de arrojar una sustancia bastante irritante para la piel, entre otros pequeños monstruos que solo dios sabe que existen. Mi libreta de apuntes se llenó de aun más garabatos que solo yo comprendía sobre estos insectos y que hacer para contrarrestar sus distintos venenos.
Tanto Gusi como yo resultamos afectados a lo largo de esas 3 semanas. El peliblanco parecía comenzar a desarrollar una resistencia esos venenos, por mi parte no puedo decir que mi cuerpo se adaptara tan bien como el del teniente, pero era obvio que de igual forma mi cuerpo comenzara a desarrollar una ligera inmunidad. También debíamos agradecer a Tazón, pues sin él y su inventario bien surtido ahora mismo podríamos estar muertos.
Por las noches y a sugerencia del peliblanco comenzamos la búsqueda del mantra. No podía estar más feliz con esa decisión, no solo porque me parecía emocionante aprender una nueva habilidad, sino que también funcionaba como descanso para el exigente entrenamiento físico… Aunque no me quejaba, mi cuerpo comenzaba a presentar resultados visuales y me encantaba…
Pasé el resto de las noches sumido en profundas meditaciones. No era la primera vez que buscaba la energía del haki, por tanto esa parte fue como coser y cantar, por el contrario, no estaba seguro de que hacer una vez encontrado el flujo de energía. Quiero decir, cuando se trataba del busoshoku solo había que crear una segunda piel de energía con un suministro constante. Gusi mencionó algo de dirigir la energía al cerebro para incrementar la percepción de este. Pase el resto de las noches meditando y canalizando el flujo en mi cabeza. Era difícil no terminar materializando el busoshoku, ya que me encontraba acostumbrado a crear la armadura una vez redirigida la energía.
El desarrollo de esta habilidad pasó a ser una de mis mayores prioridades. Durante el día me dedicaba a mantener una constante alimentación de energía dirigida a mi cabeza mientras llevaba a cabo los entrenamientos físicos con Gusi, esto a modo de entrenamiento para conseguir canalizar ese flujo de manera natural y sin que requiriera de concentración, quería que se convirtiera en algo tan natural como respirar. Durante las noches me dedicaba a intentar descubrir la manera de utilizar toda esa energía acumulada en mi cabeza, pero en lugar de dejarla salir trataba de utilizarla a modo de un sexto sentido, tratando de potenciar mi percepción e intentando detectar a las otras dos personas que se encontraban en el cuartel (Gusi y Tazón).
Gusi
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El tiempo en aquellas tres semanas paso más deprisa de lo esperado, hasta el punto de que cuando apareció el nuevo recluta tuve que mirar repetidamente el calendario para comprobarlo. El joven que la marina me mandó era bastante grande y de piel morena, haciendo que mostrara respeto su presencia. Le explique por encima su cometido en ese lugar, y este se mostró bastante feliz de tener solo que cuidar a un viejo marine. No le di mucha importancia a su comportamiento, siempre y cuando lo hiciera bien.
Decidí tomarnos ese día allí para terminar de realizar los entrenamientos y márchanos al día siguiente. Como cada día, nos pusimos nuestras bolsas en la boca y salimos a correr para adentrarnos en las arenas movedizas. Aquella acción la hicimos en apenas media hora y notando un cansancio regular, no el extremo que habíamos tenido los días anteriores. Además de que no me apetecía sacar de nuevo el cuerpo pesado e inconsciente de Biz, otra vez de las arenas.
Después nos pusimos rápidamente a combatir con nuestras técnicas de electricidad, quedando sorprendido por la rapidez con la que aprendía Biz y su enorme manejo con las armas creadas. Sin duda aquel joven conseguiría superarme, estaba orgulloso de él. Decidí dar por finalizado el entrenamiento y centrarnos en el desarrollo del haki de observación. A lo largo de las tres semanas, mientras meditaba, se me fue ocurriendo una serie de pruebas para desarrollar este poder, algunas de lo más pintorescas.
Saqué una hoja de servilleta del bolsillo, la cual estaba muy mojada, sin saber si era por el sudor o la humedad de las arenas, y me puse a revisarla.- Veamos, vamos a empezar el entrenamiento de haki.- no se me escuchaba nada. Me arranqué la bolsa de plástico y la arroje a una arena.- Perdón, prosigamos. Vamos a continuar con el haki. Para ello, espero que hayas entrenado su activación en estas tres semanas.- yo no sabía si realmente había conseguido liberarlo, ya que a los pocos días podía localizar a las personas del cuartel sin saber donde se encontraban, o eso creía, ya que no iba a comprobarlo. Al cabo de la segunda semana deduje que en alguna ocasión ya había despertado mi haki(en el pasado), pero nunca lo había dominado, por eso tal vez me fue tan fácil utilizarlo en poco tiempo. Esperaba que a Biz también le hubiera ido bien y hubiera conseguido despertarlo.
Decidí volver al cuartel para plantear mejor mis teorías. Cuando quise darme cuenta, ya era el mediodía y acabamos comiendo, posponiendo el entrenamiento. Para mi asombro, el nuevo recluta había preparado una suculenta comida típica de su ciudad natal. Aquella comida estaba deliciosa, y para mi agrado, el anciano parecía contento de tener algo de compañía adicional. Cuando habría sufrido allí solo todo este tiempo.
Cuando terminamos de comer, me dirigí con Biz a mi cuarto. Cerré la puerta con pestillo y me puse a hurgar detrás del armario.- Biz, cierra los ojos.- cuando este me hizo caso, saqué un tarro con una sustancia pegajosa. En su interior se podían apreciar un número relativo de insectos.-Bien, mantente con los ojos cerrados. Enfrente de ti hay un tarro con varios insectos dentro. Con ayuda de tu mantra, tienes que decirme el número exacto de insectos que hay en su interior. Si fallas, recibirás una descarga.
Coloque el tarro en el suelo, y sin contar el numero de insectos que había en su interior, activé mi mantra para intentar contarlos. Como sospechaba que Biz se tomaría su tiempo, para no recibir una descarga, yo también me lo tome con calma.
Uno, dos, tres,...iba contando poco a poco a aquellos seres, mientras que los iba separando para no contarlos de nuevo. Aquella acción me llevo más de lo normal, y en varias ocasiones tuve que parar por el cansancio que me provocaba el mantra. Menos mal que con mi teoría de ir incrementando poco a poco la energía, esta era más fácil de dominar y de no sentirme tan fatigado.
Al cabo de media hora, conté un total de veintitrés insectos dentro del tarro. Suspiré con calma, para recuperar algo de aliento, y me acerque al tarro para comprobarlo. Para mi asombro conseguí acertar el número. No pude sentirme más contento, menos mal que había hecho la prueba varias veces para que siempre me diera el mismo resultado. Me acerque a Biz y espere a que este contestara, si acertaba seguiríamos con el entrenamiento, si fallaba recibiría una descarga hasta que acertara.
Terminamos el día entrenando de esa manera, pero reduciendo el tiempo de respuesta, y manipulando el contenido del tarro para que no siempre fuera el mismo. En varias ocasiones no realicé ninguna modificación en el interior para que Biz me demostrara de lo que era capaz. Al final del día me encontraba cansado a pesar de no aplicar tanta concentración como mi compañero. Saque fuerzas de flaqueza para terminar de recoger mis cosas antes de irme a dormir, y partir al día siguiente para recorrer los cuarteles que aun quedaban.
-Estoy orgulloso de ti, has progresado mucho en estos días.- dije a Biz una vez terminado el entrenamiento.- Recoge tus cosas para partir mañana nada más despertarnos, aun quedan muchos cuarteles por recorrer.- dije pesadamente.
Al día siguiente, deje descansar a Biz todo lo que necesitara, y cuando pase por su habitación para comprobar que estaba dormido, encontré su libro de apuntes, eche un vistazo rápido por su interior y me quede sorprendido del impresionante estudio que tenía mi compañero entre manos, aunque algunas partes no pude ni saber que ponía, el maldito escribía realmente mal.
Cuando este término de levantarse nos pusimos manos a la obra, y para mi asombro, Tazón y el morenito nos habían preparado un suculento desayuno por nuestra partida.
-Dios, esto está realmente delicioso. Tienes que probarlo, Biz.- dije acercándole un bollo de frutas a mi compañero y casi metiéndoselo en la boca.
-Bueno, ¿y cuál es vuestro próximo destino?- dijo el anciano mientras bebía café y nos miraba con una sonrisa al ver que nos gustaba su detalle.
-Pues nos quedan los tres cuarteles que están al este.-dije con la boca llena y casi atragantándome.
-¿Tres cuarteles? Al este solo queda un cuartel. Los demás que había fueron tragados por arenas movedizas.- el anciano hizo una risa muy extraña.- Solo se le ocurre a la marina poner puestos de control en medio de un mar de arenas. No iba a salir nada bueno de aquello, por suerte nadie salió herido. Qué raro que el cuartel general no supiera nada del asunto.- miré dudoso a Biz y seguí comiendo.
-¿Donde se encuentra el cuartel que falta?- dije pinchando una serie de salchichitas calientes con queso.
-Al otro lado de la isla, cerca de la costa.- el rostro del anciano se puso serio.- Pero tener cuidado si vais en línea recta. El camino es impredecible y cuando menos te lo esperas aparecen enormes arenas movedizas que te impiden el paso. Yo perdí una mula hace mucho por ir por ese camino.- el hombre parecía realmente apenado.- La mejor opción es recorrer la costa, pero os llevaría dos días a trote ligero.
-No se preocupe, ya nosotros nos buscaremos las mañas para llegar.-mire el collar de Biz.- Gracias por todo.-dije terminando de desayunar con un buen sorbo de zumo recién hecho.
Al salir del cuartel y al alejarnos un poco de la zona, mire a Biz con una sonrisa.- Vamos a terminar bien nuestro entrenamiento.- me até una cuerda a la cintura.- Vamos a atravesar esas malditas arenas.- le entregué el otro extremo a Biz y nos pusimos a correr en dirección recta, siguiendo el camino y a una distancia alejada el uno del otro, para poder reaccionar en caso de encontrarnos una arena impredecible.
Decidí tomarnos ese día allí para terminar de realizar los entrenamientos y márchanos al día siguiente. Como cada día, nos pusimos nuestras bolsas en la boca y salimos a correr para adentrarnos en las arenas movedizas. Aquella acción la hicimos en apenas media hora y notando un cansancio regular, no el extremo que habíamos tenido los días anteriores. Además de que no me apetecía sacar de nuevo el cuerpo pesado e inconsciente de Biz, otra vez de las arenas.
Después nos pusimos rápidamente a combatir con nuestras técnicas de electricidad, quedando sorprendido por la rapidez con la que aprendía Biz y su enorme manejo con las armas creadas. Sin duda aquel joven conseguiría superarme, estaba orgulloso de él. Decidí dar por finalizado el entrenamiento y centrarnos en el desarrollo del haki de observación. A lo largo de las tres semanas, mientras meditaba, se me fue ocurriendo una serie de pruebas para desarrollar este poder, algunas de lo más pintorescas.
Saqué una hoja de servilleta del bolsillo, la cual estaba muy mojada, sin saber si era por el sudor o la humedad de las arenas, y me puse a revisarla.- Veamos, vamos a empezar el entrenamiento de haki.- no se me escuchaba nada. Me arranqué la bolsa de plástico y la arroje a una arena.- Perdón, prosigamos. Vamos a continuar con el haki. Para ello, espero que hayas entrenado su activación en estas tres semanas.- yo no sabía si realmente había conseguido liberarlo, ya que a los pocos días podía localizar a las personas del cuartel sin saber donde se encontraban, o eso creía, ya que no iba a comprobarlo. Al cabo de la segunda semana deduje que en alguna ocasión ya había despertado mi haki(en el pasado), pero nunca lo había dominado, por eso tal vez me fue tan fácil utilizarlo en poco tiempo. Esperaba que a Biz también le hubiera ido bien y hubiera conseguido despertarlo.
Decidí volver al cuartel para plantear mejor mis teorías. Cuando quise darme cuenta, ya era el mediodía y acabamos comiendo, posponiendo el entrenamiento. Para mi asombro, el nuevo recluta había preparado una suculenta comida típica de su ciudad natal. Aquella comida estaba deliciosa, y para mi agrado, el anciano parecía contento de tener algo de compañía adicional. Cuando habría sufrido allí solo todo este tiempo.
Cuando terminamos de comer, me dirigí con Biz a mi cuarto. Cerré la puerta con pestillo y me puse a hurgar detrás del armario.- Biz, cierra los ojos.- cuando este me hizo caso, saqué un tarro con una sustancia pegajosa. En su interior se podían apreciar un número relativo de insectos.-Bien, mantente con los ojos cerrados. Enfrente de ti hay un tarro con varios insectos dentro. Con ayuda de tu mantra, tienes que decirme el número exacto de insectos que hay en su interior. Si fallas, recibirás una descarga.
Coloque el tarro en el suelo, y sin contar el numero de insectos que había en su interior, activé mi mantra para intentar contarlos. Como sospechaba que Biz se tomaría su tiempo, para no recibir una descarga, yo también me lo tome con calma.
Uno, dos, tres,...iba contando poco a poco a aquellos seres, mientras que los iba separando para no contarlos de nuevo. Aquella acción me llevo más de lo normal, y en varias ocasiones tuve que parar por el cansancio que me provocaba el mantra. Menos mal que con mi teoría de ir incrementando poco a poco la energía, esta era más fácil de dominar y de no sentirme tan fatigado.
Al cabo de media hora, conté un total de veintitrés insectos dentro del tarro. Suspiré con calma, para recuperar algo de aliento, y me acerque al tarro para comprobarlo. Para mi asombro conseguí acertar el número. No pude sentirme más contento, menos mal que había hecho la prueba varias veces para que siempre me diera el mismo resultado. Me acerque a Biz y espere a que este contestara, si acertaba seguiríamos con el entrenamiento, si fallaba recibiría una descarga hasta que acertara.
Terminamos el día entrenando de esa manera, pero reduciendo el tiempo de respuesta, y manipulando el contenido del tarro para que no siempre fuera el mismo. En varias ocasiones no realicé ninguna modificación en el interior para que Biz me demostrara de lo que era capaz. Al final del día me encontraba cansado a pesar de no aplicar tanta concentración como mi compañero. Saque fuerzas de flaqueza para terminar de recoger mis cosas antes de irme a dormir, y partir al día siguiente para recorrer los cuarteles que aun quedaban.
-Estoy orgulloso de ti, has progresado mucho en estos días.- dije a Biz una vez terminado el entrenamiento.- Recoge tus cosas para partir mañana nada más despertarnos, aun quedan muchos cuarteles por recorrer.- dije pesadamente.
Al día siguiente, deje descansar a Biz todo lo que necesitara, y cuando pase por su habitación para comprobar que estaba dormido, encontré su libro de apuntes, eche un vistazo rápido por su interior y me quede sorprendido del impresionante estudio que tenía mi compañero entre manos, aunque algunas partes no pude ni saber que ponía, el maldito escribía realmente mal.
Cuando este término de levantarse nos pusimos manos a la obra, y para mi asombro, Tazón y el morenito nos habían preparado un suculento desayuno por nuestra partida.
-Dios, esto está realmente delicioso. Tienes que probarlo, Biz.- dije acercándole un bollo de frutas a mi compañero y casi metiéndoselo en la boca.
-Bueno, ¿y cuál es vuestro próximo destino?- dijo el anciano mientras bebía café y nos miraba con una sonrisa al ver que nos gustaba su detalle.
-Pues nos quedan los tres cuarteles que están al este.-dije con la boca llena y casi atragantándome.
-¿Tres cuarteles? Al este solo queda un cuartel. Los demás que había fueron tragados por arenas movedizas.- el anciano hizo una risa muy extraña.- Solo se le ocurre a la marina poner puestos de control en medio de un mar de arenas. No iba a salir nada bueno de aquello, por suerte nadie salió herido. Qué raro que el cuartel general no supiera nada del asunto.- miré dudoso a Biz y seguí comiendo.
-¿Donde se encuentra el cuartel que falta?- dije pinchando una serie de salchichitas calientes con queso.
-Al otro lado de la isla, cerca de la costa.- el rostro del anciano se puso serio.- Pero tener cuidado si vais en línea recta. El camino es impredecible y cuando menos te lo esperas aparecen enormes arenas movedizas que te impiden el paso. Yo perdí una mula hace mucho por ir por ese camino.- el hombre parecía realmente apenado.- La mejor opción es recorrer la costa, pero os llevaría dos días a trote ligero.
-No se preocupe, ya nosotros nos buscaremos las mañas para llegar.-mire el collar de Biz.- Gracias por todo.-dije terminando de desayunar con un buen sorbo de zumo recién hecho.
Al salir del cuartel y al alejarnos un poco de la zona, mire a Biz con una sonrisa.- Vamos a terminar bien nuestro entrenamiento.- me até una cuerda a la cintura.- Vamos a atravesar esas malditas arenas.- le entregué el otro extremo a Biz y nos pusimos a correr en dirección recta, siguiendo el camino y a una distancia alejada el uno del otro, para poder reaccionar en caso de encontrarnos una arena impredecible.
Bizvan
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Un nuevo recluta apareció, al principio no comprendía la razón de su presencia en este lugar, tras comenzar a buscar en mi memoria recordé las llamadas que Gusi había realizado en búsqueda de un ayudante para Tazón. Me alegré por el anciano, ahora su trabajo debería ser más sencillo. Aunque su llegada significaba que era hora de marcharnos al siguiente cuartel.* Creo que aún faltan otros 3. *supuse que pasaría un aproximado de otros 30 o 40 días en esta isla despendiendo de las condiciones en las cueles encontráramos esos edificios.
Decidí no darle más importancia a ese tema y concentrarme en el entrenamiento con el teniente. Me coloqué la bolsa a modo de mascada y comencé a correr siguiéndolo. Aún era difícil, pero comenzaba a acostumbrarme a la falta de oxígeno. Había escuchado de personas que se retiraban a montañas a entrenar, ya que el oxígeno en esos lugares era menor a causa de la presión, obligando al cuerpo a adaptarse para funcionar. Cuando comprendí que las bolsas intentaban imitar esas condiciones no pude evitar sentir bastante admiración por ese hombre, utilizando un objeto tan común consiguió imitar las condiciones de entrenamiento en una montaña, simplemente era admirable.
Las prácticas de ese día fue más ligero de lo normal, por ende ya esperaba que el marine tuviera algo planeado. El problema era que no podía imaginar que podría ser, tratar de adivinar cuál sería la siguiente sorpresa era imposible, aunque no por eso menos emocionante.
Cuando terminamos la sesión de combate rutinaria, el hombre reveló que comenzaríamos con el entrenamiento del haki, hasta ahora solo habíamos practicado la búsqueda de la energía e intentar utilizarla. Por mi parte no tenía problemas en encontrar el flujo y dirigirlo a donde quería (era parecido a utilizar el busoshoku), sin embargo no era capaz de utilizarlo como se supone que debía hacerlo.* Ya veremos que ocurre.
Regresamos al cuartel con intención de comenzar a practicar, pero Tazón y el nuevo marine nos tenían preparada comida que nunca había visto. Decidimos comer antes de dar por comenzado las sesiones. Fue un platillo bastante peculiar, con un sabor agridulce, nunca había probado algo parecido, me hubiese gustado comer más de eso hasta saciarme, no obstante no era buena idea, especial con el hecho de comenzar a practicar con el mantra dentro de poco.
Agradecimos la comida y seguí a Gusi hacia su cuarto, creo haber escuchado al nuevo preguntarle a Tazón “¿Qué piensan hacer esos 2 ahí dentro?
Estando en la habitación del teniente me senté sobre el suelo con los ojos cerrados en espera de que él terminara de buscar algo (lo deduje a causa del sonido que realizaba). Escuché sus palabras con atención y no puede evitar sentirme un poco nervioso, no a causa del castigo por fallar, sino por el hecho de no ser capaz de utilizar el haki.
Comencé a concentrarme en canalizar toda la energía acumulada a lo largo del día, actualmente podía mantener el flujo de manera natural. Intenté utilizar toda esta energía a modo de una extensión más de mi cuerpo, como si intentara captar a todos los insectos dentro del tarro. Los minutos pasaron y por más que lo intentaba no podía notar nada o ver nada.* Espera, creo…*algo parecía comenzar a ser notado. Era una especie de pequeña luz, aunque su resplandor apenas si era perceptible.- Solo hay uno. –respondí creyendo haber dominado la habilidad, pero una descarga me indicó que estaba equivocado.* ¿Qué hice mal? *no comprendía el motivo de mi error.
Más tiempo transcurrió y mi cuerpo había recibido tantas descargas que comenzaba a sentirme mareado, también puede que se debiera a causa de utilizar de manera continua la energía del mantra. No todo era malo, con cada intento notaba la presencia de más de esas pequeñas luces, todas ellas juntas y moviéndose de un lado a otro.- Son… 19. –otra descarga causó que dejara salir un alarido de dolor y una maldición. Parecería que solo estaba adivinando, pero con cada uno de los castigos de Gusi comenzaba a notar más presencias.
Aumenté el flujo y comencé a utilizarla a modo de estimulante para todos mis sentidos. 4 pequeñas luces más se iluminaron.- 23, deben ser 23. –esperé que la descarga se presentara, por suerte esta vez no hubo una. Me dejé caer al suelo para descansar unos minutos, podía sentir como si mi cabeza fuera a explotar en cualquier momento y todos mis músculos me dolían a causa de las innumerables veces que fui electrocutado.
El entrenamiento se reanudó después de tomar un pequeño descanso. Todo el tiempo realizamos lo mismo, la única diferencia era la cantidad de insectos dentro del tarro, en ocasiones el peliblanco retiraba algunos cambiando el resultado. Ni una solo vez fui capaz de acertar en el primer intento, aunque los castigos disminuyeron ligeramente y no hacían falta tantos intentos para llegar a la respuesta correcta. No era sencillo y el dolor en mi cabeza no dejaba de aumentar con cada minuto transcurrido.
Al terminar no fui capaz de responder a las palabras de mi nakama, solo levanté mi pulgar e intenté sonreír mientras trataba levantarme de suelo.
Cuando llegué a mi cuarto caí sobre mi cama y quedé dormido al instante.
A la mañana siguiente lo primero que realicé tras levantarme fue preparar mis cosas para solo tener que recoger mi mochila cuando llegara la hora de marcharnos.
El moreno y Tazón nos prepararon un desayuno a modo de despedida. Después de todo lo sucedido anoche, no podía saborear nada.* Supongo que solo será algo pasajero. *suspiré pesadamente y terminé mi desayuno, a la vez que prestaba atención a la plática entre el recluta y el teniente.
Para cuando nos marchamos, Gusi amarró una soga en su cintura y me entregó el otro extremo, ya sabía lo que esto significaba, pero no esperaba que de pronto comenzara a correr. Lo seguí manteniendo un buen ritmo, de vez en cuando me reía un poco a causa de ver a mi compañero correr con la soga amarrada y yo sosteniendo el otro extremo.* Parece un cachorro emocionado.
Decidí no darle más importancia a ese tema y concentrarme en el entrenamiento con el teniente. Me coloqué la bolsa a modo de mascada y comencé a correr siguiéndolo. Aún era difícil, pero comenzaba a acostumbrarme a la falta de oxígeno. Había escuchado de personas que se retiraban a montañas a entrenar, ya que el oxígeno en esos lugares era menor a causa de la presión, obligando al cuerpo a adaptarse para funcionar. Cuando comprendí que las bolsas intentaban imitar esas condiciones no pude evitar sentir bastante admiración por ese hombre, utilizando un objeto tan común consiguió imitar las condiciones de entrenamiento en una montaña, simplemente era admirable.
Las prácticas de ese día fue más ligero de lo normal, por ende ya esperaba que el marine tuviera algo planeado. El problema era que no podía imaginar que podría ser, tratar de adivinar cuál sería la siguiente sorpresa era imposible, aunque no por eso menos emocionante.
Cuando terminamos la sesión de combate rutinaria, el hombre reveló que comenzaríamos con el entrenamiento del haki, hasta ahora solo habíamos practicado la búsqueda de la energía e intentar utilizarla. Por mi parte no tenía problemas en encontrar el flujo y dirigirlo a donde quería (era parecido a utilizar el busoshoku), sin embargo no era capaz de utilizarlo como se supone que debía hacerlo.* Ya veremos que ocurre.
Regresamos al cuartel con intención de comenzar a practicar, pero Tazón y el nuevo marine nos tenían preparada comida que nunca había visto. Decidimos comer antes de dar por comenzado las sesiones. Fue un platillo bastante peculiar, con un sabor agridulce, nunca había probado algo parecido, me hubiese gustado comer más de eso hasta saciarme, no obstante no era buena idea, especial con el hecho de comenzar a practicar con el mantra dentro de poco.
Agradecimos la comida y seguí a Gusi hacia su cuarto, creo haber escuchado al nuevo preguntarle a Tazón “¿Qué piensan hacer esos 2 ahí dentro?
Estando en la habitación del teniente me senté sobre el suelo con los ojos cerrados en espera de que él terminara de buscar algo (lo deduje a causa del sonido que realizaba). Escuché sus palabras con atención y no puede evitar sentirme un poco nervioso, no a causa del castigo por fallar, sino por el hecho de no ser capaz de utilizar el haki.
Comencé a concentrarme en canalizar toda la energía acumulada a lo largo del día, actualmente podía mantener el flujo de manera natural. Intenté utilizar toda esta energía a modo de una extensión más de mi cuerpo, como si intentara captar a todos los insectos dentro del tarro. Los minutos pasaron y por más que lo intentaba no podía notar nada o ver nada.* Espera, creo…*algo parecía comenzar a ser notado. Era una especie de pequeña luz, aunque su resplandor apenas si era perceptible.- Solo hay uno. –respondí creyendo haber dominado la habilidad, pero una descarga me indicó que estaba equivocado.* ¿Qué hice mal? *no comprendía el motivo de mi error.
Más tiempo transcurrió y mi cuerpo había recibido tantas descargas que comenzaba a sentirme mareado, también puede que se debiera a causa de utilizar de manera continua la energía del mantra. No todo era malo, con cada intento notaba la presencia de más de esas pequeñas luces, todas ellas juntas y moviéndose de un lado a otro.- Son… 19. –otra descarga causó que dejara salir un alarido de dolor y una maldición. Parecería que solo estaba adivinando, pero con cada uno de los castigos de Gusi comenzaba a notar más presencias.
Aumenté el flujo y comencé a utilizarla a modo de estimulante para todos mis sentidos. 4 pequeñas luces más se iluminaron.- 23, deben ser 23. –esperé que la descarga se presentara, por suerte esta vez no hubo una. Me dejé caer al suelo para descansar unos minutos, podía sentir como si mi cabeza fuera a explotar en cualquier momento y todos mis músculos me dolían a causa de las innumerables veces que fui electrocutado.
El entrenamiento se reanudó después de tomar un pequeño descanso. Todo el tiempo realizamos lo mismo, la única diferencia era la cantidad de insectos dentro del tarro, en ocasiones el peliblanco retiraba algunos cambiando el resultado. Ni una solo vez fui capaz de acertar en el primer intento, aunque los castigos disminuyeron ligeramente y no hacían falta tantos intentos para llegar a la respuesta correcta. No era sencillo y el dolor en mi cabeza no dejaba de aumentar con cada minuto transcurrido.
Al terminar no fui capaz de responder a las palabras de mi nakama, solo levanté mi pulgar e intenté sonreír mientras trataba levantarme de suelo.
Cuando llegué a mi cuarto caí sobre mi cama y quedé dormido al instante.
A la mañana siguiente lo primero que realicé tras levantarme fue preparar mis cosas para solo tener que recoger mi mochila cuando llegara la hora de marcharnos.
El moreno y Tazón nos prepararon un desayuno a modo de despedida. Después de todo lo sucedido anoche, no podía saborear nada.* Supongo que solo será algo pasajero. *suspiré pesadamente y terminé mi desayuno, a la vez que prestaba atención a la plática entre el recluta y el teniente.
Para cuando nos marchamos, Gusi amarró una soga en su cintura y me entregó el otro extremo, ya sabía lo que esto significaba, pero no esperaba que de pronto comenzara a correr. Lo seguí manteniendo un buen ritmo, de vez en cuando me reía un poco a causa de ver a mi compañero correr con la soga amarrada y yo sosteniendo el otro extremo.* Parece un cachorro emocionado.
Gusi
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Corría con entusiasmo, mientras atravesábamos aquel camino en dirección a nuestro nuevo objetivo, sin conocer con certeza lo que nos íbamos a encontrar más adelante. No sabría decir si era porque no llevábamos las bolsas de plástico en la boca o por el enorme resultado que había mostrado con el haki de observación, pero me sentía realmente bien y lleno de energía. La velocidad de mi compañero y la mía, era bastante más rápida que los primeros días, por no decir que me sentía realmente rápido.
Al cabo de quince minutos, el terreno se empezó a hacer más dificultoso, con arena que nos llegaba hasta los tobillos, pero no nos impedía seguir. Seguíamos manteniendo la distancia y de vez en cuando echábamos un ojo al collar de Biz, para no caer en una arena inesperada. Por suerte y gracias a nuestros entrenamientos previos, atravesábamos las arenas que se nos interponían con facilidad, casi como si atravesáramos una piscina espesa y pastosa.
La situación más complicada que llegamos a encontrarnos fue una en la que apareció una arena movediza tan grande que empezó a tragarnos sin previo aviso. Por más que intentábamos avanzar la arena para atravesarla, esta parecía ser interminable, hasta el punto de que cuanto más me hundía más débil me sentía. Decidí por el bien de mi nakama, dar uso de mis poderes, y ayudarle a atravesar la arena, mientras yo tiraba de él desde el aire con la cuerda. Ya que no tenía la fuerza suficiente para volar con él y sus pertenencias. Reconozco que me costó demasiado tirar de la cuerda para que mi compañero no terminara de ahogarse, hasta el punto de que en varias ocasiones le vi con la cabeza totalmente enterrada. Si no llega a ser por mi enorme fuerza este seguramente hubiera acabado muerto.
Al cabo de media hora, conseguimos llegar a lo que parecía un poblado. Atravesamos este con algo de cansancio en el cuerpo, y encontramos lo que parecía ser un cuartel. El lugar tenía la puerta llena de candados, además de un montón de pintadas en la fachada, que ponían: "FUERA DE AQUÍ", "CERDOS", "MALNACIDOS", "NO OS QUEREMOS",...etc. Algo que sinceramente me sorprendió bastante, pero como estaba demasiado cansado, decidí entrar a pesar de las pintadas. Agarré el candado oxidado de la puerta y tirando de él con fuerza, conseguí arrancarlo. Mire a Biz un poco cabreado por las pintadas de la fachada y me introduje en el establecimiento.
Nada más entrar la oscuridad me inundo, además de un montón de polvo que empezaba a flotar a cada paso que daba. Intenté buscar un interruptor en el lugar, y cuando lo conseguí, la estancia se ilumino. Mostrando un cuartel fantástico y grande, sin ningún estropicio a excepción de algunas ventanas rotas, de las cuales se apreciaban como habían sido rotas desde el exterior.
-Parece que no hay nadie en casa. Tenemos trabajo que hacer, pero por el momento, vamos a descansar por unas horas. Puedes usar este tiempo para meditar o dormir, haz lo que quieras, pero ten cuidado si sales solo al pueblo. Está claro que odian a los marines, y si se nos ocurre ir por separado podríamos meternos en problemas.- me acerque a Biz y le revolví el pelo, del cual empezó a caer arena.- También deberías darte una ducha.- me eche a reír.
Mientras Biz hacía sus cosas, yo deje mis pertenencias en una de las habitaciones y me puse a recoger un poco el lugar. Parecía que nadie había entraba en aquel lugar desde hacía años, no podía comprender porque, pues en algunos estantes aun se encontraba comida, además de algunos platos sucios en la pila. Sin duda quien viviera allí salió con algo de prisa del lugar. Decidí investigar más adelante y termine de limpiar el cuartel, dejándolo como nuevo.
Aun quería dejar unos minutos tranquilos a Biz, y mientras tanto me puse a coger insectos y a meterlos en diferentes tarros. Aquel cometido me llevo más tiempo del normal, pues los bichos eran rápidos y se escabullían entre mis manos. Al final del todo, tenía cinco tarros, con bastantes insectos en su interior. Escondí los tarros en diferentes sitios del cuartel y llamé a Biz para que fuera a la puerta principal. Una vez allí, me puse serio, bueno, serio pero con una sonrisa picarona en los labios.
-Vamos a seguir con el entrenamiento del mantra. He escondido ciertos tarros en todo el cuartel, en cada tarro hay cierta cantidad de insectos. Tu objetivo es decirme donde se encuentra cada tarro y cuantos insectos tiene.- cogí un papel e hice un dibujo aproximado del lugar y sus habitaciones. No era un gran dibujo, pero serviría para que Biz me indicara donde estaban los tarros y el número de insectos. Yo también decidí participar en el entrenamiento, pero debido a que sabía dónde estaban los tarros, solo me puse a intentar percibir la presencia de los insectos dentro de estos, realizando el mismo método que realice el día anterior.
El tiempo paso más rápido de lo que me hubiera gustado, y cuando quise darme cuenta, ya era de noche. Ese día no creí conveniente torturar con electricidad a mi nakama, así que simplemente le deje concentrarse por completo. Una vez terminamos de apuntar nuestros números de insectos y el lugar donde se encontraban los tarros, nos dirigimos a las diferentes habitaciones en busca de estos. Para mi asombro, los encontramos todos, hasta algunos que se me habían olvidado donde estaban. Después nos pusimos a contar los insectos, acertando en casi todos los números, menos en el último tarro y dado que había una mantis devorando a sus compañeros decidí dar por bueno el resultado de ese tarro. Cuando quise darme cuenta, me encontraba con el cuerpo cansado y con un hambre feroz.
-Biz, podrías preparar algo de comer. Necesito cambiarme de ropa y ahora te ayudo.- la verdad que nunca llegue a ayudarle, dado que cuando llegue a mi cama, me quede profundamente dormido.
Mis sueños esta vez eran más tranquilos, en los cuales nos encontrábamos todos los Crimson disfrutando de una fiesta en la cual estaba hasta el carpintero y el viejo recluta, pero en ese momento un ruido extraño hizo que me despertara. “Maldita sea” pensé, intuyendo que la enorme espada de Biz se había vuelto a caer al suelo. Cuando abrí los ojos, una silueta extraña estaba a mi lado. Intenté reaccionar pero, esta me colocó una especie de paño húmedo en la boca que hice que poco a poco perdiera el sentido y mis fuerzas se fueran mermando.
Al cabo de quince minutos, el terreno se empezó a hacer más dificultoso, con arena que nos llegaba hasta los tobillos, pero no nos impedía seguir. Seguíamos manteniendo la distancia y de vez en cuando echábamos un ojo al collar de Biz, para no caer en una arena inesperada. Por suerte y gracias a nuestros entrenamientos previos, atravesábamos las arenas que se nos interponían con facilidad, casi como si atravesáramos una piscina espesa y pastosa.
La situación más complicada que llegamos a encontrarnos fue una en la que apareció una arena movediza tan grande que empezó a tragarnos sin previo aviso. Por más que intentábamos avanzar la arena para atravesarla, esta parecía ser interminable, hasta el punto de que cuanto más me hundía más débil me sentía. Decidí por el bien de mi nakama, dar uso de mis poderes, y ayudarle a atravesar la arena, mientras yo tiraba de él desde el aire con la cuerda. Ya que no tenía la fuerza suficiente para volar con él y sus pertenencias. Reconozco que me costó demasiado tirar de la cuerda para que mi compañero no terminara de ahogarse, hasta el punto de que en varias ocasiones le vi con la cabeza totalmente enterrada. Si no llega a ser por mi enorme fuerza este seguramente hubiera acabado muerto.
Al cabo de media hora, conseguimos llegar a lo que parecía un poblado. Atravesamos este con algo de cansancio en el cuerpo, y encontramos lo que parecía ser un cuartel. El lugar tenía la puerta llena de candados, además de un montón de pintadas en la fachada, que ponían: "FUERA DE AQUÍ", "CERDOS", "MALNACIDOS", "NO OS QUEREMOS",...etc. Algo que sinceramente me sorprendió bastante, pero como estaba demasiado cansado, decidí entrar a pesar de las pintadas. Agarré el candado oxidado de la puerta y tirando de él con fuerza, conseguí arrancarlo. Mire a Biz un poco cabreado por las pintadas de la fachada y me introduje en el establecimiento.
Nada más entrar la oscuridad me inundo, además de un montón de polvo que empezaba a flotar a cada paso que daba. Intenté buscar un interruptor en el lugar, y cuando lo conseguí, la estancia se ilumino. Mostrando un cuartel fantástico y grande, sin ningún estropicio a excepción de algunas ventanas rotas, de las cuales se apreciaban como habían sido rotas desde el exterior.
-Parece que no hay nadie en casa. Tenemos trabajo que hacer, pero por el momento, vamos a descansar por unas horas. Puedes usar este tiempo para meditar o dormir, haz lo que quieras, pero ten cuidado si sales solo al pueblo. Está claro que odian a los marines, y si se nos ocurre ir por separado podríamos meternos en problemas.- me acerque a Biz y le revolví el pelo, del cual empezó a caer arena.- También deberías darte una ducha.- me eche a reír.
Mientras Biz hacía sus cosas, yo deje mis pertenencias en una de las habitaciones y me puse a recoger un poco el lugar. Parecía que nadie había entraba en aquel lugar desde hacía años, no podía comprender porque, pues en algunos estantes aun se encontraba comida, además de algunos platos sucios en la pila. Sin duda quien viviera allí salió con algo de prisa del lugar. Decidí investigar más adelante y termine de limpiar el cuartel, dejándolo como nuevo.
Aun quería dejar unos minutos tranquilos a Biz, y mientras tanto me puse a coger insectos y a meterlos en diferentes tarros. Aquel cometido me llevo más tiempo del normal, pues los bichos eran rápidos y se escabullían entre mis manos. Al final del todo, tenía cinco tarros, con bastantes insectos en su interior. Escondí los tarros en diferentes sitios del cuartel y llamé a Biz para que fuera a la puerta principal. Una vez allí, me puse serio, bueno, serio pero con una sonrisa picarona en los labios.
-Vamos a seguir con el entrenamiento del mantra. He escondido ciertos tarros en todo el cuartel, en cada tarro hay cierta cantidad de insectos. Tu objetivo es decirme donde se encuentra cada tarro y cuantos insectos tiene.- cogí un papel e hice un dibujo aproximado del lugar y sus habitaciones. No era un gran dibujo, pero serviría para que Biz me indicara donde estaban los tarros y el número de insectos. Yo también decidí participar en el entrenamiento, pero debido a que sabía dónde estaban los tarros, solo me puse a intentar percibir la presencia de los insectos dentro de estos, realizando el mismo método que realice el día anterior.
El tiempo paso más rápido de lo que me hubiera gustado, y cuando quise darme cuenta, ya era de noche. Ese día no creí conveniente torturar con electricidad a mi nakama, así que simplemente le deje concentrarse por completo. Una vez terminamos de apuntar nuestros números de insectos y el lugar donde se encontraban los tarros, nos dirigimos a las diferentes habitaciones en busca de estos. Para mi asombro, los encontramos todos, hasta algunos que se me habían olvidado donde estaban. Después nos pusimos a contar los insectos, acertando en casi todos los números, menos en el último tarro y dado que había una mantis devorando a sus compañeros decidí dar por bueno el resultado de ese tarro. Cuando quise darme cuenta, me encontraba con el cuerpo cansado y con un hambre feroz.
-Biz, podrías preparar algo de comer. Necesito cambiarme de ropa y ahora te ayudo.- la verdad que nunca llegue a ayudarle, dado que cuando llegue a mi cama, me quede profundamente dormido.
Mis sueños esta vez eran más tranquilos, en los cuales nos encontrábamos todos los Crimson disfrutando de una fiesta en la cual estaba hasta el carpintero y el viejo recluta, pero en ese momento un ruido extraño hizo que me despertara. “Maldita sea” pensé, intuyendo que la enorme espada de Biz se había vuelto a caer al suelo. Cuando abrí los ojos, una silueta extraña estaba a mi lado. Intenté reaccionar pero, esta me colocó una especie de paño húmedo en la boca que hice que poco a poco perdiera el sentido y mis fuerzas se fueran mermando.
Bizvan
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* Maldita arena. *al sentir que mi cabeza salía del interior de esa cosa comencé a respirar grandes bocanadas de aire fresco. Limpié la arena húmeda que se encontraba en mis ojos para poder ver algo. Aún quedaba un tramo para salir de esa trampa. Debería agradecerle a Gusi, ya que sin su ayuda estaría ahogándome en el fondo. No dejé que el pánico me dominara, pues sabía que tenía a mi compañero apoyándome, sin mencionar que confiaba en que el entrenamiento llevado a cabo me ayudaría a continuar avanzando de una u otra forma.
Cuando por fin escapamos de ese terreno mortal me desplomé sobre el suelo cansado. Por lo general me sentiría incómodo al estar completamente sucio, pero ahora mismo no le di importancia a eso, solo quería descansar un poco.
Al reanudar el viaje nos tomó 30 minutos llegar hasta el siguiente cuartel* Tengo arena hasta en el… *el aspecto del edificio llamó mi atención.* Algo me dice que nuestra estancia en ese lugar no será muy grata. *suspiré cansado. Para ser honesto no me importaba como las personas me veían por ser marine, solo me limitaba a realizar mi trabajo y procurar actuar de manera profesional.
El interior del cuartel no parecía estar en malas condiciones, lo único que me preocupaba eran las ventanas rotas.* Tendré que cerciorarme de que insectos venenosos no hayan entrado y ahora vivan aquí. *Gusi mencionó que podía descansar, meditar o salir a dar una vuelta (aunque esto último con una advertencia), pero antes debería tomar una ducha.
- Tomaré un baño y después dormiré un poco. –meditar hubiera sido una mejor opción, sin embargo preferí no excederme con el entrenamiento.
El agua de la regadera era fría, aunque esta fue cristalina desde el comienzo. Limpie toda la maldita arena de mi cuerpo, en especial en mi cabello, sin importar cuantas veces enjuagaba mi cabeza en esta continuaba encontrando más arena.- Odio la arena. –después de una larga batalla conseguí erradicarla por completo.
Estando en mi habitación comencé colocarme un uniforme limpio. La ventaja de vestir como recluta era la gran cantidad de mudas de ropa con las que podía contar. Tras colocarme por completo el uniforme me aproxime a la cama y me recosté en ella. Un aroma a humedad podía notarse en las sábanas y almohada. No le presté importancia y me dormí al poco tiempo.
Escuchar mi nombre me despertó. Me senté sobre la cama estando un poco adormilado. Mi nombre fue repetido de nuevo, se trataba de mi compañero.- Ya debe ser hora de continuar entrenando. –bostecé mientras comenzaba a colocarme las botas, para luego salir de la habitación siguiendo la voz del marine.
Lo encontré en la entrada. Su semblante serio y en especial esa sonrisa me indicaron que durante el tiempo que estuve dormido él planeó algo.
Escuché sus indicaciones, al parecer tendría que encontrar los jarrones ocultos por todo el lugar e indicarle el número de insectos en cada uno de estos. No escuchar nada sobre un castigo me hizo sospechar un poco.
Comencé a concentrarme. Esta vez no conocía la ubicación del jarrón y por ende tendría que estimular ese extraño sexto sentido para ser capaz de detectar una señal de vida. No hubo resultado, por lo cual cerré los ojos para aumentar mi concentración. Una pequeña luz que provenía de uno de las alacenas de la cocina fue notada por mi energía. Me acerqué hasta ese mueble y antes de abrirlo volví a concentrarme. Más señales de vida fueron captadas.* Que fastidio, necesito estar muy concentrado o de lo contrario no puedo notar nada. *eso solo significaba que necesitaba más entrenamiento.
Para cuando se hizo de noche entregué el mapa con varias X marcando la ubicación de cada uno de los jarrones, aun costado había un pequeño número que indicaba la cantidad de insectos que yo creía era la respuesta correcta.
Al parecer las respuestas fueron acertadas, con excepción de uno donde una mantis se encontraba dándose un festín con los pobres insectos que no podían escapar de ella. ¿Gusi tenía un lado sádico o no notó la presencia de ese insecto?
El teniente me dejó a cargo de preparar la cena. Un recuerdo de una cocina en llamas pasó por mi mente.* Eso ocurrió hace un año, no creo que se repita de nuevo. *al poco tiempo de empezar a cocinar, el sartén que sostenía comenzó a arder y el humo se espacio por toda la cocina. Las ventanas rotas ayudaron a evitar que el sitio se llenara de un humo negro.
Tras apagar el fuego me percaté que el pescado que había intentado preparar ahora parecía un pedazo de carbón.- Que desperdicio. –ni siquiera yo podría comerme eso.
Sin percatarme que el peliblanco nunca llegó a ayudarme como había mencionado continué realizando intentos de un platillo que por lo menos fuera comestible. Ya me había rendido con el sabor, si conseguía que fuera comestible podría considerarlo una victoria personal.
Repentinamente alguien me sujetó por la espalda y colocó algo húmedo sobre mi rostro cubriendo mi boca y nariz. Por instinto ofrecí resistencia, incluso cree una daga de electricidad y la enterré en la pierna de mi atacante. Moví la daga de izquierda a derecha con intención de causar un daño considerable y liberarme. Un grito de dolor se escuchó con fuerza y la sensación de ser soltado lo acompañó.
Justo cuando creí que podría ver el rostro de mi enemigo, mi cabeza comenzó a dar vueltas y mi visión se oscurecía.- No… Gusi podría… -otra daga se materializó en mi mano y pude ver una silueta caer de espaldas como si tuviera miedo (o puede que fuera a causa de la herida). Mi cuerpo se sentía pesado y solo pude dar dos pasos antes de caer inconsciente al suelo.
No noté su presencia por estar concentrado en la cocina y el haki tampoco lo notó a causa de mi poco dominio. Sin duda este era un muy grave error por mi parte.
Cuando por fin escapamos de ese terreno mortal me desplomé sobre el suelo cansado. Por lo general me sentiría incómodo al estar completamente sucio, pero ahora mismo no le di importancia a eso, solo quería descansar un poco.
Al reanudar el viaje nos tomó 30 minutos llegar hasta el siguiente cuartel* Tengo arena hasta en el… *el aspecto del edificio llamó mi atención.* Algo me dice que nuestra estancia en ese lugar no será muy grata. *suspiré cansado. Para ser honesto no me importaba como las personas me veían por ser marine, solo me limitaba a realizar mi trabajo y procurar actuar de manera profesional.
El interior del cuartel no parecía estar en malas condiciones, lo único que me preocupaba eran las ventanas rotas.* Tendré que cerciorarme de que insectos venenosos no hayan entrado y ahora vivan aquí. *Gusi mencionó que podía descansar, meditar o salir a dar una vuelta (aunque esto último con una advertencia), pero antes debería tomar una ducha.
- Tomaré un baño y después dormiré un poco. –meditar hubiera sido una mejor opción, sin embargo preferí no excederme con el entrenamiento.
El agua de la regadera era fría, aunque esta fue cristalina desde el comienzo. Limpie toda la maldita arena de mi cuerpo, en especial en mi cabello, sin importar cuantas veces enjuagaba mi cabeza en esta continuaba encontrando más arena.- Odio la arena. –después de una larga batalla conseguí erradicarla por completo.
Estando en mi habitación comencé colocarme un uniforme limpio. La ventaja de vestir como recluta era la gran cantidad de mudas de ropa con las que podía contar. Tras colocarme por completo el uniforme me aproxime a la cama y me recosté en ella. Un aroma a humedad podía notarse en las sábanas y almohada. No le presté importancia y me dormí al poco tiempo.
Escuchar mi nombre me despertó. Me senté sobre la cama estando un poco adormilado. Mi nombre fue repetido de nuevo, se trataba de mi compañero.- Ya debe ser hora de continuar entrenando. –bostecé mientras comenzaba a colocarme las botas, para luego salir de la habitación siguiendo la voz del marine.
Lo encontré en la entrada. Su semblante serio y en especial esa sonrisa me indicaron que durante el tiempo que estuve dormido él planeó algo.
Escuché sus indicaciones, al parecer tendría que encontrar los jarrones ocultos por todo el lugar e indicarle el número de insectos en cada uno de estos. No escuchar nada sobre un castigo me hizo sospechar un poco.
Comencé a concentrarme. Esta vez no conocía la ubicación del jarrón y por ende tendría que estimular ese extraño sexto sentido para ser capaz de detectar una señal de vida. No hubo resultado, por lo cual cerré los ojos para aumentar mi concentración. Una pequeña luz que provenía de uno de las alacenas de la cocina fue notada por mi energía. Me acerqué hasta ese mueble y antes de abrirlo volví a concentrarme. Más señales de vida fueron captadas.* Que fastidio, necesito estar muy concentrado o de lo contrario no puedo notar nada. *eso solo significaba que necesitaba más entrenamiento.
Para cuando se hizo de noche entregué el mapa con varias X marcando la ubicación de cada uno de los jarrones, aun costado había un pequeño número que indicaba la cantidad de insectos que yo creía era la respuesta correcta.
Al parecer las respuestas fueron acertadas, con excepción de uno donde una mantis se encontraba dándose un festín con los pobres insectos que no podían escapar de ella. ¿Gusi tenía un lado sádico o no notó la presencia de ese insecto?
El teniente me dejó a cargo de preparar la cena. Un recuerdo de una cocina en llamas pasó por mi mente.* Eso ocurrió hace un año, no creo que se repita de nuevo. *al poco tiempo de empezar a cocinar, el sartén que sostenía comenzó a arder y el humo se espacio por toda la cocina. Las ventanas rotas ayudaron a evitar que el sitio se llenara de un humo negro.
Tras apagar el fuego me percaté que el pescado que había intentado preparar ahora parecía un pedazo de carbón.- Que desperdicio. –ni siquiera yo podría comerme eso.
Sin percatarme que el peliblanco nunca llegó a ayudarme como había mencionado continué realizando intentos de un platillo que por lo menos fuera comestible. Ya me había rendido con el sabor, si conseguía que fuera comestible podría considerarlo una victoria personal.
Repentinamente alguien me sujetó por la espalda y colocó algo húmedo sobre mi rostro cubriendo mi boca y nariz. Por instinto ofrecí resistencia, incluso cree una daga de electricidad y la enterré en la pierna de mi atacante. Moví la daga de izquierda a derecha con intención de causar un daño considerable y liberarme. Un grito de dolor se escuchó con fuerza y la sensación de ser soltado lo acompañó.
Justo cuando creí que podría ver el rostro de mi enemigo, mi cabeza comenzó a dar vueltas y mi visión se oscurecía.- No… Gusi podría… -otra daga se materializó en mi mano y pude ver una silueta caer de espaldas como si tuviera miedo (o puede que fuera a causa de la herida). Mi cuerpo se sentía pesado y solo pude dar dos pasos antes de caer inconsciente al suelo.
No noté su presencia por estar concentrado en la cocina y el haki tampoco lo notó a causa de mi poco dominio. Sin duda este era un muy grave error por mi parte.
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-¿Qué mierdas ha pasado?- balbuceaba mientras un fuerte dolor de cabeza no me dejaba pensar con claridad y mis ojos se abrían poco a poco mostrando una oscuridad absoluta. Intenté moverme para descubrir donde me encontraba y en ese momento note un dolor en los hombros, además de notar mis brazos enrollados en cadenas, las cuales me producían heridas que me hacían sangrar levemente.
Decidí ejercer un poco de fuerza para deshacerme de estas, pero las malditas estaban bien incrustadas en mi piel. En ese momento, oí el tintineo de cadenas a mi lado. Me quede callado y sin hacer ruido, esperando que alguien hablara o volviera a emitir ruido. -Hola, ¿hay alguien ahí?- dije algo nervioso por la situación, pues a pesar de tirarme casi todo el día con los pies en el aire no me gustaba que fuera por estar encadenado al techo en una habitación oscura.
Para mi asombro, a mi lado estaba Bizvan, mi compañero. -¿Te encuentras bien? ¿Qué ha pasado?- mientras esperaba que mi compañero contestara, empecé a notar como unas gotitas de lo que parecía agua caían por todo mi cuerpo.- Biz, ¿tú también notas agua caer del techo? Te cuidado, no utilices tu...-en ese momento una enorme puerta se abrió enfrente nuestras, dejando entrar una luz cegadora que me obligaba a cerrar los ojos.
-Vaya, vaya, vaya, pero mira lo que tenemos aquí colgados, un par de cerdos de la marina.- dijo una voz ronca y desagradable que me hizo fruncir el ceño, mostrándome enojado antes sus palabras.-No me gusta que la marina ande metida en mi ciudad, parece que la represalia de los anteriores no os a servido de nada.- mi vista parecía acostumbrarse algo a la luz y pude abrir levemente los ojos para ver a aquel molesto sujeto. Pude distinguir a tres personas: un tipo con un enorme abrigo de piel, que parecía estas colocándose un puño americano o algo similar, un enorme mastodonte calvo que se encontraba en la puerta con los brazos cruzados y otro mucho más delgado, pero igual de grande con una espada singular a sus espaldas. El tipo del abrigo se acercó a Bizvan y le sonrió de forma sádica.- Parece que tu eres el cerdo más molesto de los dos, pues has conseguido mandar a uno de mis cazadores al hospital.- el tipo lanzó un puñetazo a mi compañero, a la altura del estomago, haciendo que se balanceara tras el golpe. No pude evitar ver la cara de rabia de mi compañero e intente con la mirada llamar su atención para que no atacara. No podía permitir que mi nakama perdiera los nervios y nos tuviéramos que enfrentar a esos enemigos que no conocíamos en esta situación tan en desventaja. Nunca hay que subestimar al enemigo, pensé para mis adentros.
-Como tú has mandado a uno de mis chicos al hospital, yo tendré que hacerte lo mismo.- aquel tipo hizo un gesto con la mano y el tipo de la espada se acercó hacía mi. Se colocó enfrente y sacando su espada con rapidez me produjo un potente corte en todo el pecho. Por suerte, active mi haki de armadura y no sufrí herida alguna, pero seguí con la actuación. Me puse a gritar como un loco, mientras me balanceaba en las cadenas de una lado a otro e intentaba avisar con una sonrisa a Biz de que no pasaba nada, después simplemente acabe la actuación con una bonita imitación en la cual perdía el conocimiento.
-Jajajaja. Si que sois blandos los marines, os quedáis inconscientes con un simple corte.- aquel tipo se quito el puño americano y se lo entregó al grandullón que seguía en la puerta.- Acabar con ellos, no quiero volver a verlos.- el grandullón asintió y el tipo del abrigo se fue del lugar, volviendo a cerrar la puerta por la que había entrado. Después una bombilla parpadeante alumbró el lugar, mientras el grandullón se acercaba a Biz y empezaba a utilizarle como un saco de boxeo mientras el otro le sujetaba para que no se balanceara.
Al ver que mi compañero parecía sufrir un poco, decidí ayudarle para que se diera cuenta que esos tipos no eran tan fuertes como aparentaban.-Vaya, que caricia me ha hecho el tipo ese con la espada.- dije abriendo los ojos y poniendo cara de tonto, mientras el tipo de la espada me miraba con cara de mala leche y se acercaba hacía mi.- Ha hecho que me quedara hasta dormido con la suavidad con la que me ha balanceado.
-¿Qué has dicho, saco de mierda?- dijo aquel tipo desenfundando la espada y rasgándome la chaqueta para mostrar el tajo que me había hecho. Cuando este termino de romperme la ropa se quedó sorprendido al no encontrar ninguna herida.-¿Qué cojon...- no termino de decir aquel tipo cuando me pareció oportuno seguir molestándole un poco más.
-Joder, has roto mi chaqueta favorita.- puse cara de preocupación.- De todas maneras creo que deberías afilar más esa espada cuando vayas a torturar a alguien, pues a mí solo me has hecho cosquillas.-dije sacándole la lengua. Aquel tipo pareció molestarse demasiado por mis palabras, pues se puso a darme tajos con su espada como loco, mientras yo activaba mi haki de armadura para no sentir ningún daño.- Jajajajaja.- reía exageradamente, mientras me balanceaba de un lado a otro, mostrando en mi torso el color negro del haki para que Biz se percatara de la situación.
-¡Bizvan! Esto es un entrenamiento, bueno más bien una prueba. Vamos a ver quién es más duro, si estos malditos con sus ataques de mierda o nosotros con nuestra resistencia.- le guiñe un ojo. Después de aquello, los dos tipos enormes parecían más molestos y motivados de lo normal, pues se tiraron horas y horas golpeándonos y dándonos cortes sin parar. Se notaba que los dos bandos nos encontrábamos cansados, pues un sudor recorría nuestros cuerpos y un jadeo continuo demostraba nuestra fatiga.- ¿Eso es todo lo que sabéis hacer?- dije a pesar de lo cansado que me sentía. Aquel tipo de la espada parecía molestarse de nuevo y volvió a lanzarme una lluvia de cortes, notando en una de las ocasiones un pequeño calor que provenía de mi costado. No podía creerlo, estaba llegando a mi límite. Mi haki había llegado a su tope y habían conseguido herirme. Decidí cerrar los ojos y calmarme, canalizando mi energía para que esta fluyera con más facilidad por todo el cuerpo y fuera más fuerte, por lo menos un par de minutos más. En ese momento, la voz de Kimura vino a mi mente, recordando sus palabras cuando realizamos el entrenamiento del haki.
-La única manera de superarnos y hacernos más fuertes es sobrepasando nuestros límites hasta el punto de que creamos que vayamos a morir.- dije recordando las palabras de mi superior (no eran exactamente esas, pero en ese momento creía que eran así) Las dije lo suficientemente alto para mi compañero me oyera y no se diera por vencido. Necesitábamos aquella dura prueba para superarnos y ser mejores, porque si no éramos capaces de protegernos a nosotros mismo como seríamos capaces de proteger al mundo. Debíamos ser cada vez más y más fuertes para que nadie se atreviera a plantarnos cara. -¡No te rindas!- grité para que mi nakama sacara fuerzas y diera los mejor de él, además de para motivarme a mí también con su esfuerzo y dedicación, pues nunca le había visto rendirse y eso me llenaba de esperanza.
Decidí ejercer un poco de fuerza para deshacerme de estas, pero las malditas estaban bien incrustadas en mi piel. En ese momento, oí el tintineo de cadenas a mi lado. Me quede callado y sin hacer ruido, esperando que alguien hablara o volviera a emitir ruido. -Hola, ¿hay alguien ahí?- dije algo nervioso por la situación, pues a pesar de tirarme casi todo el día con los pies en el aire no me gustaba que fuera por estar encadenado al techo en una habitación oscura.
Para mi asombro, a mi lado estaba Bizvan, mi compañero. -¿Te encuentras bien? ¿Qué ha pasado?- mientras esperaba que mi compañero contestara, empecé a notar como unas gotitas de lo que parecía agua caían por todo mi cuerpo.- Biz, ¿tú también notas agua caer del techo? Te cuidado, no utilices tu...-en ese momento una enorme puerta se abrió enfrente nuestras, dejando entrar una luz cegadora que me obligaba a cerrar los ojos.
-Vaya, vaya, vaya, pero mira lo que tenemos aquí colgados, un par de cerdos de la marina.- dijo una voz ronca y desagradable que me hizo fruncir el ceño, mostrándome enojado antes sus palabras.-No me gusta que la marina ande metida en mi ciudad, parece que la represalia de los anteriores no os a servido de nada.- mi vista parecía acostumbrarse algo a la luz y pude abrir levemente los ojos para ver a aquel molesto sujeto. Pude distinguir a tres personas: un tipo con un enorme abrigo de piel, que parecía estas colocándose un puño americano o algo similar, un enorme mastodonte calvo que se encontraba en la puerta con los brazos cruzados y otro mucho más delgado, pero igual de grande con una espada singular a sus espaldas. El tipo del abrigo se acercó a Bizvan y le sonrió de forma sádica.- Parece que tu eres el cerdo más molesto de los dos, pues has conseguido mandar a uno de mis cazadores al hospital.- el tipo lanzó un puñetazo a mi compañero, a la altura del estomago, haciendo que se balanceara tras el golpe. No pude evitar ver la cara de rabia de mi compañero e intente con la mirada llamar su atención para que no atacara. No podía permitir que mi nakama perdiera los nervios y nos tuviéramos que enfrentar a esos enemigos que no conocíamos en esta situación tan en desventaja. Nunca hay que subestimar al enemigo, pensé para mis adentros.
-Como tú has mandado a uno de mis chicos al hospital, yo tendré que hacerte lo mismo.- aquel tipo hizo un gesto con la mano y el tipo de la espada se acercó hacía mi. Se colocó enfrente y sacando su espada con rapidez me produjo un potente corte en todo el pecho. Por suerte, active mi haki de armadura y no sufrí herida alguna, pero seguí con la actuación. Me puse a gritar como un loco, mientras me balanceaba en las cadenas de una lado a otro e intentaba avisar con una sonrisa a Biz de que no pasaba nada, después simplemente acabe la actuación con una bonita imitación en la cual perdía el conocimiento.
-Jajajaja. Si que sois blandos los marines, os quedáis inconscientes con un simple corte.- aquel tipo se quito el puño americano y se lo entregó al grandullón que seguía en la puerta.- Acabar con ellos, no quiero volver a verlos.- el grandullón asintió y el tipo del abrigo se fue del lugar, volviendo a cerrar la puerta por la que había entrado. Después una bombilla parpadeante alumbró el lugar, mientras el grandullón se acercaba a Biz y empezaba a utilizarle como un saco de boxeo mientras el otro le sujetaba para que no se balanceara.
Al ver que mi compañero parecía sufrir un poco, decidí ayudarle para que se diera cuenta que esos tipos no eran tan fuertes como aparentaban.-Vaya, que caricia me ha hecho el tipo ese con la espada.- dije abriendo los ojos y poniendo cara de tonto, mientras el tipo de la espada me miraba con cara de mala leche y se acercaba hacía mi.- Ha hecho que me quedara hasta dormido con la suavidad con la que me ha balanceado.
-¿Qué has dicho, saco de mierda?- dijo aquel tipo desenfundando la espada y rasgándome la chaqueta para mostrar el tajo que me había hecho. Cuando este termino de romperme la ropa se quedó sorprendido al no encontrar ninguna herida.-¿Qué cojon...- no termino de decir aquel tipo cuando me pareció oportuno seguir molestándole un poco más.
-Joder, has roto mi chaqueta favorita.- puse cara de preocupación.- De todas maneras creo que deberías afilar más esa espada cuando vayas a torturar a alguien, pues a mí solo me has hecho cosquillas.-dije sacándole la lengua. Aquel tipo pareció molestarse demasiado por mis palabras, pues se puso a darme tajos con su espada como loco, mientras yo activaba mi haki de armadura para no sentir ningún daño.- Jajajajaja.- reía exageradamente, mientras me balanceaba de un lado a otro, mostrando en mi torso el color negro del haki para que Biz se percatara de la situación.
-¡Bizvan! Esto es un entrenamiento, bueno más bien una prueba. Vamos a ver quién es más duro, si estos malditos con sus ataques de mierda o nosotros con nuestra resistencia.- le guiñe un ojo. Después de aquello, los dos tipos enormes parecían más molestos y motivados de lo normal, pues se tiraron horas y horas golpeándonos y dándonos cortes sin parar. Se notaba que los dos bandos nos encontrábamos cansados, pues un sudor recorría nuestros cuerpos y un jadeo continuo demostraba nuestra fatiga.- ¿Eso es todo lo que sabéis hacer?- dije a pesar de lo cansado que me sentía. Aquel tipo de la espada parecía molestarse de nuevo y volvió a lanzarme una lluvia de cortes, notando en una de las ocasiones un pequeño calor que provenía de mi costado. No podía creerlo, estaba llegando a mi límite. Mi haki había llegado a su tope y habían conseguido herirme. Decidí cerrar los ojos y calmarme, canalizando mi energía para que esta fluyera con más facilidad por todo el cuerpo y fuera más fuerte, por lo menos un par de minutos más. En ese momento, la voz de Kimura vino a mi mente, recordando sus palabras cuando realizamos el entrenamiento del haki.
-La única manera de superarnos y hacernos más fuertes es sobrepasando nuestros límites hasta el punto de que creamos que vayamos a morir.- dije recordando las palabras de mi superior (no eran exactamente esas, pero en ese momento creía que eran así) Las dije lo suficientemente alto para mi compañero me oyera y no se diera por vencido. Necesitábamos aquella dura prueba para superarnos y ser mejores, porque si no éramos capaces de protegernos a nosotros mismo como seríamos capaces de proteger al mundo. Debíamos ser cada vez más y más fuertes para que nadie se atreviera a plantarnos cara. -¡No te rindas!- grité para que mi nakama sacara fuerzas y diera los mejor de él, además de para motivarme a mí también con su esfuerzo y dedicación, pues nunca le había visto rendirse y eso me llenaba de esperanza.
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