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- Al principio será una conversación, ya que pienso presentarme en tu barco. Si la cosa va a combate, que así sea.
- En el caso de una pelea será un 1 vs 1, con posibilidad de muerte, de amputación, y todo lo que pase.
- No habrá saltos de turno, pero si se acepta pido por favor que no caiga en el olvido.
- Es tu barco, de modo que tú elijes en qué isla está o en qué mar.
- El reto en caso de pelea será 100% Bélico.
- Puedes cambiarlo a rol de isla si lo prefieres.
- Para que sea algo memorable, pediría que no se usase el Haki del rey, pero eso a tu gusto totalmente.
MAR QUE CUBRE TODO EL NUEVO MUNDO. EN ÉL ESTÁN TODAS LAS ISLAS MÁS ALLÁ DE LA RED LINE Y, SE DICE, ES EL MÁS PELIGROSO DEL MUNDO.
Comienza Kedra
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- Al principio será una conversación, ya que pienso presentarme en tu barco. Si la cosa va a combate, que así sea.
- En el caso de una pelea será un 1 vs 1, con posibilidad de muerte, de amputación, y todo lo que pase.
- No habrá saltos de turno, pero si se acepta pido por favor que no caiga en el olvido.
- Es tu barco, de modo que tú elijes en qué isla está o en qué mar.
- El reto en caso de pelea será 100% Bélico.
- Puedes cambiarlo a rol de isla si lo prefieres.
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MAR QUE CUBRE TODO EL NUEVO MUNDO. EN ÉL ESTÁN TODAS LAS ISLAS MÁS ALLÁ DE LA RED LINE Y, SE DICE, ES EL MÁS PELIGROSO DEL MUNDO.
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El día final había llegado. El demonio había logrado el título de Yonkou. El trabajo de Kedra como guardián de los pecados había finalizado, y a diferencia de los demás, no había vendido su alma, y había mantenido su objetivo a la perfección. Ahora tenía que enfrentar a su mayor reto en la vida, y si tenía que morir en el intento, pensaba hacerlo. El barco que había robado llevaba días por aquel peligroso mar. Ya había tenido problemas con algunos piratas, que habían caído ante sus puños. Lo bueno es que, tenía a menos de cien metros la meta que le separaba de su mayor tormento. No pasaron ni cinco minutos hasta que por fin estuvo al lado de aquel enorme navío. De un potente salto llegó a la cubierta principal, quedando en ella, y colándose como si fuese lo más normal del mundo.
Kedra no llevaba la camiseta, dejando ver el tatuaje en forma de media luna que había en su pecho, en la zona del corazón. Sus dorados ojos observaban todo a su alrededor. Conociendo al dragón, era muy posible que él ya le hubiese detectado. Ahora que su memoria estaba perfecta, el lobo oscuro debía afrontar lo que pasó aquello noche. Vestía únicamente con unos pantalones largos de color blanco, y unas botas de acero del mismo tono. No llevaba ningún arma con él, y se había deshecho de los ddm y objetos que poseía. Aquello era entre él y el yonkou. Ni su hermano iba a enterarse de aquello. Apretó el puño, y entrecerró los ojos despacio. Kira ya no estaba, había arreglado todo con Drake, y no tenía a nadie más en el mundo. Si terminaba su vida allí, así debía ser. Era el momento de terminar con lo que ocurrió en la isla de los nobles, y no con una mentalidad falsa.
- Deberías salir de una vez, subcapitán.
Dijo en un tono frío como el hielo, mirando a varias direcciones. Algo le decía que su oponente ya estaba por la zona, aunque quizás se equivocaba. Sin pensarlo liberó todo su haki de observación por el lugar, además de que empezó a olfatear todo lo posible para detectarlo. Una pequeña aura oscura empezó a rodearle al mismo tiempo que daba unos leves pasos por la cubierta. Si otra persona que no fuese él le recibía, iba a ponerse muy violento.
- ¡Dexter! ¡Quiero hablar contigo! ¡El cadejo negro está en tu barco!
Su tono fue mucho mayor que el anterior. El cuerpo entero del lobo negro estaba tenso, y bastante listo para afrontar lo que pudiese pasar. No había cogido ni siquiera las rumbles, ya que prefería usar su propia capacidad física a los jodidos objetos.
Dexter Black
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-Y con esta... Doce.
Todas iguales e impolutas, perfectas en su hechura y delicadas a la par que robustas. Podía sentir el frío viento revolverse en las hojas, y el baile que acomentían por apenas unos instantes, todas juntas, era hermoso. No podía decir que se tratara de su obra maestra, o sus obras maestras. Al fin y al cabo, Nadia estaba allí, con esos ojos azules y penetrantes, observándolo. El bastón había sido reforjado ya tres veces, y la última había sido realizada por él personalmente. En un color negro brillante, satinado y con dos zafiros que penetraban su alma con la facilidad de un punzón, el bastón de combate lo había acompañado desde ya hacía diez años... ¿De verdad estaba tan ligado a un pedazo de metal? Era majestuosa la cabeza del dragón, pero tal vez no tanto como el trabajado pomo y la empuñadura de la hoja Fiordiana. Sin embargo, las artes empleadas en el bastón iban mucho más allá de la simple ciencia utilizada para crear las doce espadas. "Cada cosa es perfecta a su manera", se dijo mirando las armas con cariño.
Se quitó de la cabeza las gafas de trabajo y dejó los guantes de cuero sobre el banco, con una sonrisa de suficiencia. Cada una de las hojas tenían un destino tan épico como bromista: épico porque buscaría a doce personas dignas para portarlas, y bromista porque en algún momento se cruzarían y pelearían por destruir la hoja falsa. Una pena que fuesen completamente indestructibles, ¿Verdad? Doce personas en el mundo, pero destinadas a encontrarse. Si no era por la casualidad sería por el orgullo. ¿Qué sucedería el día que se viera a un peligroso pirata portar la misma espada que un laureado Marine? Las cabezas estallarían, aunque sin dudas el objetivo fundamental era otro: El arma digna para un aliado digno.
Salió de la herrería, dejando el mandilete de piel tosca en un colgador y estirando sus brazos, haciendo que sus omóplatos crujiesen. Las escaleras de la infraestructura dejaban ver en el cielo, sobre ellas, la luna, y en la cubierta superior una voz más que conocida sonó. Kedra.
La última vez que lo había visto no tenía memoria, pero reconocerlo como subcapitán demostraba que o bien lo había engañado o había recuperado sus recuerdos. A juzgar por los líos en los que había escuchado estaba metido, lo más probable era lo primero. Se dio la vuelta por un instante, tentado de coger su bastón, pero el barco no debía sufrir las consecuencias de aquello. Él tenía la culpa de que la Pesadilla siguiera recorriendo el mundo... Pero se había acabado.
-En mi barco- la oscuridad se adueñó del cielo nocturno, sólo interrumpida por un relámpago lejano y un trueno ensordecedor.
Veloz y sin detenerse, trató de ponerse a su espalda. Era alto, pero no tanto como él, y podía mirarlo por encima del hombro. Las sombras volvían a cubrirle, y caminando sobre el aire no levantaba ningún ruido. Ninguno hasta que se posase tras él, y otro rayo cayese, éste un poco más cerca.
-La última vez te dije algo- una incipiente lluvia empezó a caer, y la camiseta se le pegó al cuerpo con el agua que resbalaba por todas partes de él-. Te dije que si me engañabas...
Se detuvo por un momento, y respiró.
-¿Qué quieres?
Todas iguales e impolutas, perfectas en su hechura y delicadas a la par que robustas. Podía sentir el frío viento revolverse en las hojas, y el baile que acomentían por apenas unos instantes, todas juntas, era hermoso. No podía decir que se tratara de su obra maestra, o sus obras maestras. Al fin y al cabo, Nadia estaba allí, con esos ojos azules y penetrantes, observándolo. El bastón había sido reforjado ya tres veces, y la última había sido realizada por él personalmente. En un color negro brillante, satinado y con dos zafiros que penetraban su alma con la facilidad de un punzón, el bastón de combate lo había acompañado desde ya hacía diez años... ¿De verdad estaba tan ligado a un pedazo de metal? Era majestuosa la cabeza del dragón, pero tal vez no tanto como el trabajado pomo y la empuñadura de la hoja Fiordiana. Sin embargo, las artes empleadas en el bastón iban mucho más allá de la simple ciencia utilizada para crear las doce espadas. "Cada cosa es perfecta a su manera", se dijo mirando las armas con cariño.
Se quitó de la cabeza las gafas de trabajo y dejó los guantes de cuero sobre el banco, con una sonrisa de suficiencia. Cada una de las hojas tenían un destino tan épico como bromista: épico porque buscaría a doce personas dignas para portarlas, y bromista porque en algún momento se cruzarían y pelearían por destruir la hoja falsa. Una pena que fuesen completamente indestructibles, ¿Verdad? Doce personas en el mundo, pero destinadas a encontrarse. Si no era por la casualidad sería por el orgullo. ¿Qué sucedería el día que se viera a un peligroso pirata portar la misma espada que un laureado Marine? Las cabezas estallarían, aunque sin dudas el objetivo fundamental era otro: El arma digna para un aliado digno.
Salió de la herrería, dejando el mandilete de piel tosca en un colgador y estirando sus brazos, haciendo que sus omóplatos crujiesen. Las escaleras de la infraestructura dejaban ver en el cielo, sobre ellas, la luna, y en la cubierta superior una voz más que conocida sonó. Kedra.
La última vez que lo había visto no tenía memoria, pero reconocerlo como subcapitán demostraba que o bien lo había engañado o había recuperado sus recuerdos. A juzgar por los líos en los que había escuchado estaba metido, lo más probable era lo primero. Se dio la vuelta por un instante, tentado de coger su bastón, pero el barco no debía sufrir las consecuencias de aquello. Él tenía la culpa de que la Pesadilla siguiera recorriendo el mundo... Pero se había acabado.
-En mi barco- la oscuridad se adueñó del cielo nocturno, sólo interrumpida por un relámpago lejano y un trueno ensordecedor.
Veloz y sin detenerse, trató de ponerse a su espalda. Era alto, pero no tanto como él, y podía mirarlo por encima del hombro. Las sombras volvían a cubrirle, y caminando sobre el aire no levantaba ningún ruido. Ninguno hasta que se posase tras él, y otro rayo cayese, éste un poco más cerca.
-La última vez te dije algo- una incipiente lluvia empezó a caer, y la camiseta se le pegó al cuerpo con el agua que resbalaba por todas partes de él-. Te dije que si me engañabas...
Se detuvo por un momento, y respiró.
-¿Qué quieres?
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La tormenta no tardó mucho en hacer acto de presencia, y la lluvia junto a ella comenzó a caer sobre el barco. El cabello del lobo negro quedó completamente empapado, y por ello soltó un pequeño chasquido con la lengua. A decir verdad le daba lo mismo, pero era mucho mejor que aquello ocurriese con un clima bastante diferente, para poder sentir el cálido Sol en su cuerpo. Ahora el frío podía ser otro problema. Se relamió despacio, esperando a sentir alguna presencia o a oler al dragón. Su principal problema era el de pelear en mitad del mar si se daba el caso, y eso podía ser una enorme desventaja. De todas formas, el destino era el destino, y ya nada se podía hacer.
Kedra frunció el ceño al escuchar aquellas palabras a su espalda. Sintió el olor de aquel hombre muy cerca, y no pudo evitar cerrar los ojos. No le había engañado para nada, de hecho, ahora era él en todos los sentidos. Aunque había dejado de matar por placer, ahora solo ejecutaba a los estúpidos que trataban de llevarse su cabeza sin motivo. No pudo evitar quedarse quieto, sin darse la vuelta. Se llevó la mano derecha a la cabeza, y se rascó un poco. El dragón era enorme, mucho más que cuando lo vio por primera vez. Apretó el puño un poco, tratando de no darse la vuelta y empezar un combate bestial. Quería saber demasiadas cosas, y Dexter pese a que le hizo una putada, no era un mal tipo, no al menos como él.
- Vengo a hablar como te he dicho, Dexti-kun. No me gusta mentir para nada, y es cierto que aquella vez mi memoria estaba hecha una mierda. Ahora estoy como nuevo, y recuerdo todo.
Una vez dijo aquello, se dio la vuelta de forma rápida, buscando sus ojos y metiendo ambas manos en los bolsillos. Su aura oscura continuaba rodeándole, pero sabía de sobra que el dragón no podía verse afectaba por ella, pues solo las personas mucho más débiles temblaban. No es que sintiese nervios, sabía perfectamente a lo que iba.
- No voy a preguntarte el porqué de tu traición en la isla de los nobles. Tal vez en aquella época era un idiota sin conocimiento, pero ahora que lo veo todo más claro, tal vez haya entendido todo. Por qué te fuiste, el porqué de que Kira no haya vuelto a mi lado, y muchas cosas más. Aquella noche no me mataste debido a mi estado. Creo que ahora están todas las cartas sobre la mesa.
Una vez dijo aquello, se separó un poco, caminando hasta la borda y mirando el oscuro cielo. La verdad es que no puedo evitar sonreír un poco, aumentando el poder de su aura oscura. El pecado de la pereza estaba listo para lo que iba a pasar en aquella cubierta.
- Ambos sabíamos que este día iba a llegar, y está claro quien tiene más poder de los dos. Pero aun así, aquí y ahora… Lucha conmigo, Dexter.
Dijo entonces el lobo, dándose la vuelta y mirándole a los ojos de forma seria. Tenía pocas posibilidades, por no decir nulas, pero debía luchar al menos una vez contra el que un día fue el subcapitán de su barco. Las gotas de agua resbalaban desde su pecho hasta la zona abdominal, haciendo que sus músculos se marcasen más. Tomó todo el aire que pudo, y sin pensarlo lo soltó de golpe. Debía mentalizarse bien para ello.
- Antes de empezar quiero decirte algo, y escucha bien, porque no vas a volver a escucharlo de mi boca en la vida. Te aprecié, y te hoy en día te considero un gran amigo, uno de los pocos…
No terminó de decir aquella frase. De hecho, cambió su expresión a una siniestra, se colocó en posición de combate, activando su haki armadura, el cual le recubrió totalmente. El tatuaje de su pecho se extendió también, aumentando su dureza considerablemente.
Kedra frunció el ceño al escuchar aquellas palabras a su espalda. Sintió el olor de aquel hombre muy cerca, y no pudo evitar cerrar los ojos. No le había engañado para nada, de hecho, ahora era él en todos los sentidos. Aunque había dejado de matar por placer, ahora solo ejecutaba a los estúpidos que trataban de llevarse su cabeza sin motivo. No pudo evitar quedarse quieto, sin darse la vuelta. Se llevó la mano derecha a la cabeza, y se rascó un poco. El dragón era enorme, mucho más que cuando lo vio por primera vez. Apretó el puño un poco, tratando de no darse la vuelta y empezar un combate bestial. Quería saber demasiadas cosas, y Dexter pese a que le hizo una putada, no era un mal tipo, no al menos como él.
- Vengo a hablar como te he dicho, Dexti-kun. No me gusta mentir para nada, y es cierto que aquella vez mi memoria estaba hecha una mierda. Ahora estoy como nuevo, y recuerdo todo.
Una vez dijo aquello, se dio la vuelta de forma rápida, buscando sus ojos y metiendo ambas manos en los bolsillos. Su aura oscura continuaba rodeándole, pero sabía de sobra que el dragón no podía verse afectaba por ella, pues solo las personas mucho más débiles temblaban. No es que sintiese nervios, sabía perfectamente a lo que iba.
- No voy a preguntarte el porqué de tu traición en la isla de los nobles. Tal vez en aquella época era un idiota sin conocimiento, pero ahora que lo veo todo más claro, tal vez haya entendido todo. Por qué te fuiste, el porqué de que Kira no haya vuelto a mi lado, y muchas cosas más. Aquella noche no me mataste debido a mi estado. Creo que ahora están todas las cartas sobre la mesa.
Una vez dijo aquello, se separó un poco, caminando hasta la borda y mirando el oscuro cielo. La verdad es que no puedo evitar sonreír un poco, aumentando el poder de su aura oscura. El pecado de la pereza estaba listo para lo que iba a pasar en aquella cubierta.
- Ambos sabíamos que este día iba a llegar, y está claro quien tiene más poder de los dos. Pero aun así, aquí y ahora… Lucha conmigo, Dexter.
Dijo entonces el lobo, dándose la vuelta y mirándole a los ojos de forma seria. Tenía pocas posibilidades, por no decir nulas, pero debía luchar al menos una vez contra el que un día fue el subcapitán de su barco. Las gotas de agua resbalaban desde su pecho hasta la zona abdominal, haciendo que sus músculos se marcasen más. Tomó todo el aire que pudo, y sin pensarlo lo soltó de golpe. Debía mentalizarse bien para ello.
- Antes de empezar quiero decirte algo, y escucha bien, porque no vas a volver a escucharlo de mi boca en la vida. Te aprecié, y te hoy en día te considero un gran amigo, uno de los pocos…
No terminó de decir aquella frase. De hecho, cambió su expresión a una siniestra, se colocó en posición de combate, activando su haki armadura, el cual le recubrió totalmente. El tatuaje de su pecho se extendió también, aumentando su dureza considerablemente.
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-No voy a luchar contigo, Kedra- la lluvia cesó, y poco a poco las nubes se desvanecieron en la noche, dejando la Luna reinar en el cielo, rodeada de pequeñas pintas blancas-. No en mi barco, no en el mar... No cuando un abismo nos separa.
Podía sentir su esencia; más débil que Derian, y el rey le había durado apenas unos instantes. Claro que él no había matado a uno de sus mejores amigos, y tampoco le debía la vida. En cualquier caso era una lucha que sólo podía acabar de una forma: Kedra muerto y Dexter convertido en un asesino. No había otra forma de detener el horror que la pesadilla había desencadenado en el mundo, pero no estaba preparado. Aunque una parte de él deseara volver a combatir sin cuestionarse las consecuencias, y otra muy pequeña clamase venganza por todas las vidas que la Pesadilla había dejado, la Sierpe no podía abandonar su creencia de que todos merecían salvación. Al fin y al cabo, tenía la mente tranquila; Nadia no acababa de morir, Byakuro no había sido asesinado a traición... Sólo había un lobo pidiendo su sentencia de muerte. ¿Por qué?
-Tienes siempre un as en la manga, ¿Verdad?- comentó. El cadejo siempre guardaba su mejor baza, y daba igual la diferencia de poder, Kedra planeaba algo. Podía ser un nihilista con tendencias autodestructivas, pero no era idiota. O planeaba morir, o planeaba matar. No podía saber con certeza cuál era, pero dado que eligió un barco para tender la emboscada, la primera opción era la más probable-. Pretendes convertirme en un asesino. O...
¿O qué? Si Kedra había acudido a él era porque no quería morir. ¿Sería una especie de apuesta? Si sobrevivía destruir el mundo y de morir, saber que el Universo estaba mejor sin él. ¿Tenía dudas? Sin saber qué era ya. Si asumiera que su amnesia fue cierta, la probabilidad de que deseara volver a ser el perro asustadizo y bonachón que brotaba de su sin-memoria era escasa, pero existía.
-Has venido hasta aquí para que te detenga, ¿no?- finalmente lo dijo, mirando fijamente a su enemigo, ya preparado para el combate-. Ya no quieres terminar con el mundo sumido en el caos, pero no crees poder luchar contra tu propia naturaleza. Por eso has navegado hasta encontrarme, ¿No es así?
Clavó su mirada en el Lobo Negro. Siempre era difícil saber qué decían sus gestos, sus actitudes, pero aquella vez era un rompecabezas irresoluble. El Cadejo tal vez ocultara algo, pero nunca lo sabría, nunca lo iba a reconocer. Maldita sea, podía cambiar.
-Si quieres que te detenga, no necesitas pelear. Sólo pídeme que te apoye, y te ayudaré a cambiar.
Tragó saliva. ¿Cómo iba a reaccionar su amigo?
Podía sentir su esencia; más débil que Derian, y el rey le había durado apenas unos instantes. Claro que él no había matado a uno de sus mejores amigos, y tampoco le debía la vida. En cualquier caso era una lucha que sólo podía acabar de una forma: Kedra muerto y Dexter convertido en un asesino. No había otra forma de detener el horror que la pesadilla había desencadenado en el mundo, pero no estaba preparado. Aunque una parte de él deseara volver a combatir sin cuestionarse las consecuencias, y otra muy pequeña clamase venganza por todas las vidas que la Pesadilla había dejado, la Sierpe no podía abandonar su creencia de que todos merecían salvación. Al fin y al cabo, tenía la mente tranquila; Nadia no acababa de morir, Byakuro no había sido asesinado a traición... Sólo había un lobo pidiendo su sentencia de muerte. ¿Por qué?
-Tienes siempre un as en la manga, ¿Verdad?- comentó. El cadejo siempre guardaba su mejor baza, y daba igual la diferencia de poder, Kedra planeaba algo. Podía ser un nihilista con tendencias autodestructivas, pero no era idiota. O planeaba morir, o planeaba matar. No podía saber con certeza cuál era, pero dado que eligió un barco para tender la emboscada, la primera opción era la más probable-. Pretendes convertirme en un asesino. O...
¿O qué? Si Kedra había acudido a él era porque no quería morir. ¿Sería una especie de apuesta? Si sobrevivía destruir el mundo y de morir, saber que el Universo estaba mejor sin él. ¿Tenía dudas? Sin saber qué era ya. Si asumiera que su amnesia fue cierta, la probabilidad de que deseara volver a ser el perro asustadizo y bonachón que brotaba de su sin-memoria era escasa, pero existía.
-Has venido hasta aquí para que te detenga, ¿no?- finalmente lo dijo, mirando fijamente a su enemigo, ya preparado para el combate-. Ya no quieres terminar con el mundo sumido en el caos, pero no crees poder luchar contra tu propia naturaleza. Por eso has navegado hasta encontrarme, ¿No es así?
Clavó su mirada en el Lobo Negro. Siempre era difícil saber qué decían sus gestos, sus actitudes, pero aquella vez era un rompecabezas irresoluble. El Cadejo tal vez ocultara algo, pero nunca lo sabría, nunca lo iba a reconocer. Maldita sea, podía cambiar.
-Si quieres que te detenga, no necesitas pelear. Sólo pídeme que te apoye, y te ayudaré a cambiar.
Tragó saliva. ¿Cómo iba a reaccionar su amigo?
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El lobo arqueó una ceja cuando escuchó las primeras palabras del dragón. No quería combatir con él al parecer, cosa que el pirata deseaba con fuerza. Nunca había luchado con su antiguo segundo al mando, y era algo que necesitaba hacer. Podía detectar con su haki, que aquella diferencia era abismal, pero confiaba en sus propias habilidades. Sus oscuros ojos se clavaron en el hombre que tenía frente a él, contemplando la altura que poseía. Recordaba cuando ambos estaban a la par en ese aspecto. Al parecer, el yonkou había subido en todas las características, y eso le llevaba a pensar en unas cuantas cosas. Las palabras que iba diciendo el dragón mantenían alertar al luchador de la oscuridad, hasta que finalmente Dexter dijo unas que provocaron una sonrisa siniestra en el antiguo supernova.
Un aura oscura recorrió totalmente al cadejo negro, el cual también se preparó para el combate, ejerciendo una postura del estilo Akumu. Su puño derecho quedó estirado unos centímetros hacia delante, mientras que la otra mano quedó abierta, elevada un poco hacia arriba. Las piernas tenían una postura que dejaba la izquierda por delante de la derecha, preparado un salto hacia atrás en caso de ser necesario. Al parecer, el combate que el destino había estado echando hacia atrás, iba a desarrollarse por fin. La mirada del lobo era seria en todo momento, y no se apartaba de la propia del capitán dragón. Aquello podía ser el último combate de la pesadilla. De repente, Dexter pronunció aquella última frase, y el cadejo abrió los ojos un poco más de la cuenta, quedando algo confuso. Él pensaba que aquello iba a terminar en puñetazos y sangre, pero resultó que su antiguo segundo al mando no planeaba aquello. Quería ayudarle a cambiar, pero ese no era el plan del luchador.
- ¿Cambiar? Cambié hace tiempo, Dexter. Soy el comandante principal de los Shichi no akuma. Ya no busco la muerte de todos los inútiles de este mundo, pero continúo defendiéndome de ellos. He empezado a ver el lado más humano de las personas, a entender que no todos merecen caer. Pero cuando veo a marines corruptos, agentes del gobierno chantajeando familias, asesinos matando niños, violadores abusando de inocentes… ¡Todo eso hace que mis ganas de matanza vuelvan!
Gritó en último lugar mientras sus dorados ojos tomaban un brillo rojizo. Sus dientes se afilaron un poco, y sus puños se cerraron debido a la rabia. El aura oscura cada vez aumentaba más, dando a entender que estaba a punto de transformarse. Sin embargo, podía controlar su poder a la perfección. No iba a sucumbir a la fruta del diablo, pues él tenía el control absoluto de sus propias habilidades.
- Aquel día íbamos por los putos nobles, pero se me fue la mano con los marines inocentes. Admito que fue mi culpa, pero ahora ese mundo ha ido a mal, quedando una mierda absoluta. Me he dado cuenta que yo antes era parte de esa calaña, pero he venido a enfrentarme a ti. A conocer mis debilidades, y por supuesto ¡Enfrentarme al gobierno mundial! No voy a permitir que esos malnacidos hagan lo que les dé la gana. Me he unido al diablo para de esa forma obtener el poder necesario ¿No quieres que esto cambie?
Una vez formuló aquella pregunta, realizó un movimiento rápido con la mano derecha, el cual desencadenó una pequeña humareda oscura. Del suelo del barco comenzaron a surgir dos cadejos negros de un tamaño algo mayor al de un perro normal. Ambos animales empezaron a caminar alrededor de los dos piratas, hasta que uno se quedó al lado del dragón, buscando caricias, mientras que el otro permaneció tumbado al lado de Kedra. El luchador tenía una mirada mucho más seria que la anterior en su rostro.
- Cambiar el estado del planeta puede hacer morir a miles de personas de una vez. Pero ten en cuenta que esas personas morirán igualmente si nadie hace nada, y puede que muchas más al cabo de los años. Sé de sobra que tú tampoco debes estar satisfecho con la situación actual, emperador de la piratería. Has llegado al punto de tener el poder de cambiar todo, pero continúas siendo un buenazo. Quiero llegar a ser tan fuerte como tú, para enmendarme de mis pecados y ayudar a la gente que en su día, yo mismo le causé dolor. No voy a permanecer en el exilio mirando este cruel espectáculo.
Un aura oscura recorrió totalmente al cadejo negro, el cual también se preparó para el combate, ejerciendo una postura del estilo Akumu. Su puño derecho quedó estirado unos centímetros hacia delante, mientras que la otra mano quedó abierta, elevada un poco hacia arriba. Las piernas tenían una postura que dejaba la izquierda por delante de la derecha, preparado un salto hacia atrás en caso de ser necesario. Al parecer, el combate que el destino había estado echando hacia atrás, iba a desarrollarse por fin. La mirada del lobo era seria en todo momento, y no se apartaba de la propia del capitán dragón. Aquello podía ser el último combate de la pesadilla. De repente, Dexter pronunció aquella última frase, y el cadejo abrió los ojos un poco más de la cuenta, quedando algo confuso. Él pensaba que aquello iba a terminar en puñetazos y sangre, pero resultó que su antiguo segundo al mando no planeaba aquello. Quería ayudarle a cambiar, pero ese no era el plan del luchador.
- ¿Cambiar? Cambié hace tiempo, Dexter. Soy el comandante principal de los Shichi no akuma. Ya no busco la muerte de todos los inútiles de este mundo, pero continúo defendiéndome de ellos. He empezado a ver el lado más humano de las personas, a entender que no todos merecen caer. Pero cuando veo a marines corruptos, agentes del gobierno chantajeando familias, asesinos matando niños, violadores abusando de inocentes… ¡Todo eso hace que mis ganas de matanza vuelvan!
Gritó en último lugar mientras sus dorados ojos tomaban un brillo rojizo. Sus dientes se afilaron un poco, y sus puños se cerraron debido a la rabia. El aura oscura cada vez aumentaba más, dando a entender que estaba a punto de transformarse. Sin embargo, podía controlar su poder a la perfección. No iba a sucumbir a la fruta del diablo, pues él tenía el control absoluto de sus propias habilidades.
- Aquel día íbamos por los putos nobles, pero se me fue la mano con los marines inocentes. Admito que fue mi culpa, pero ahora ese mundo ha ido a mal, quedando una mierda absoluta. Me he dado cuenta que yo antes era parte de esa calaña, pero he venido a enfrentarme a ti. A conocer mis debilidades, y por supuesto ¡Enfrentarme al gobierno mundial! No voy a permitir que esos malnacidos hagan lo que les dé la gana. Me he unido al diablo para de esa forma obtener el poder necesario ¿No quieres que esto cambie?
Una vez formuló aquella pregunta, realizó un movimiento rápido con la mano derecha, el cual desencadenó una pequeña humareda oscura. Del suelo del barco comenzaron a surgir dos cadejos negros de un tamaño algo mayor al de un perro normal. Ambos animales empezaron a caminar alrededor de los dos piratas, hasta que uno se quedó al lado del dragón, buscando caricias, mientras que el otro permaneció tumbado al lado de Kedra. El luchador tenía una mirada mucho más seria que la anterior en su rostro.
- Cambiar el estado del planeta puede hacer morir a miles de personas de una vez. Pero ten en cuenta que esas personas morirán igualmente si nadie hace nada, y puede que muchas más al cabo de los años. Sé de sobra que tú tampoco debes estar satisfecho con la situación actual, emperador de la piratería. Has llegado al punto de tener el poder de cambiar todo, pero continúas siendo un buenazo. Quiero llegar a ser tan fuerte como tú, para enmendarme de mis pecados y ayudar a la gente que en su día, yo mismo le causé dolor. No voy a permanecer en el exilio mirando este cruel espectáculo.
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-Eres el comandante de una banda de violadores y asesinos, Kedra- lo interrumpió, al escuchar la banda del Ángel Negro. Él seguía hablando, y sus voces se fundieron en una reverberación mientras Dexter alzaba el tono para primar sobre él-. No tienes ningún derecho a justificar tus actos alegando el mal de los demás. Eras el terror de los mares, y lo has cambiado por dar vida a un peligro todavía mayor. ¡Deseas cambiar el Mundo a peor!
Por unos segundos ninguna de las voces se escuchó. Tan sólo estaba allí el silencio del viento agitando sus cabellos, el sonido de la noche en las olas que agitaban el barco. Un dragón y un lobo, cara a cara. El dragón con un miedo terrible al lobo, el Emperador con miedo a su mayor Pesadilla. Y entonces, la tensión surcó su rostro; no sabía si se trataba de una estratagema para ganar tiempo o una disculpa formal, pero se arrepentía de lo que hizo a los Marines. Seguía sin ser el punto, había matado durante años, hecho lo que quiso y, tras recuperar la memoria, había vendido su alma al peor de los demonios.
-Aquel día me tuve que hacer pasar por asesino para que alertaran a la Marina- cerró el puño izquierdo con furia, y sus nudillos crujieron-. Ese día pretendíais matar niños, y no sólo eso. ¿Se te pasó por la cabeza en algún momento que nunca se debe dejar a un niño sin madre?- sus ojos brillaron por un momento con la luna, y deseó haber llevado a Nadia con él. Le estaban entrando demasiadas ganas de golpearlo. Tras tanto tiempo, y aún lo recordaba como si fuese ayer-. Todos eran inocentes. Culpables de su modo de vida, pero no eran las formas. Y si teníais que ejecutarlos, podría haber sido sin hacerlos sufrir- respiró hondo, tratando de calmarse, pero poco a poco sus colmillos se iban desarrollando y su cara tomando rasgos más afilados, mientras una cola escamosa nacía en su espalda y una corona ósea coronaba su cabello, poco a poco azul. En sus brazos desnudos, escamas protegían desde las manos hasta el codo, y sus uñas se tornaron garras-. Cada noche veo a Akai quemando viva a la gente, a Inaga cortándolos muy poco a poco y a ti disfrutando mientras apaleabas todo lo que se te ponía por delante. ¿Tú puedes olvidar eso? ¡Lo has convertido en ley! Ya teníamos suficiente con un Mihasy Hayato, como para tener dos demonios reinando en los mares. Has elegido el camino equivocado, Kedra. Pero lo peor es que seas capaz de perdonarte con una excusa tan barata.
Un rayo dorado surcó el cielo despejado, que pronto se cubrió de nuevo con nubes negras, formando un anillo de total oscuridad que sólo dejaba ver la luna llena, y comenzó a llover. Era el comienzo de la tormenta; aquella antinatural calma mientras los viejos compañeros se miraban con una mezcla de furia y solemnidad. Aunque no quisiera, algo debía suceder.
-A lo mejor crees que me he quedado de brazos cruzados- trató de acariciar por un momento la sombra de lobo que lo rondaba-, pero llevo años sin parar sentado. He luchado por el Gobierno, por la gente libre y ahora por toda la maldita gente renegada del Gobierno Mundial. A lo mejor tú ves un capricho en unir los terrenos que protejo, pero sólo busco salvar a quien necesite un respiro. Proteger a quien me busque, y conquistar la justicia sin perder el norte. Tú has perdido el Norte, y dudo que lo recuperes. Tienes poder y aptitudes, pero has dejado que te vuelvan a corromper. Has elegido el camino fácil y taparte los oídos cuando no te gusta lo que escuchas, pero a mí no me vas a acallar con eso. Ahora, siente el miedo, Pesadilla.
Sus ojos centellearon por un instante, y adoptaron un color azul relámpago. Sus ojos divinos eran una técnica engañosa, que no servía para nada. Sin embargo, el que alguien se sintiera intimidado provocaba la visión de la Gran Sierpe lanzándose a por él, y eso esperaba que sucediera, pues deseaba que sucediera. Si daba con su propia medicina tal vez, sólo tal vez, estuviera más dispuesto a cambiar el rumbo.
Ojos Divinos+Activación Ámbito Escenificación. Ilusión de Devastación
Por unos segundos ninguna de las voces se escuchó. Tan sólo estaba allí el silencio del viento agitando sus cabellos, el sonido de la noche en las olas que agitaban el barco. Un dragón y un lobo, cara a cara. El dragón con un miedo terrible al lobo, el Emperador con miedo a su mayor Pesadilla. Y entonces, la tensión surcó su rostro; no sabía si se trataba de una estratagema para ganar tiempo o una disculpa formal, pero se arrepentía de lo que hizo a los Marines. Seguía sin ser el punto, había matado durante años, hecho lo que quiso y, tras recuperar la memoria, había vendido su alma al peor de los demonios.
-Aquel día me tuve que hacer pasar por asesino para que alertaran a la Marina- cerró el puño izquierdo con furia, y sus nudillos crujieron-. Ese día pretendíais matar niños, y no sólo eso. ¿Se te pasó por la cabeza en algún momento que nunca se debe dejar a un niño sin madre?- sus ojos brillaron por un momento con la luna, y deseó haber llevado a Nadia con él. Le estaban entrando demasiadas ganas de golpearlo. Tras tanto tiempo, y aún lo recordaba como si fuese ayer-. Todos eran inocentes. Culpables de su modo de vida, pero no eran las formas. Y si teníais que ejecutarlos, podría haber sido sin hacerlos sufrir- respiró hondo, tratando de calmarse, pero poco a poco sus colmillos se iban desarrollando y su cara tomando rasgos más afilados, mientras una cola escamosa nacía en su espalda y una corona ósea coronaba su cabello, poco a poco azul. En sus brazos desnudos, escamas protegían desde las manos hasta el codo, y sus uñas se tornaron garras-. Cada noche veo a Akai quemando viva a la gente, a Inaga cortándolos muy poco a poco y a ti disfrutando mientras apaleabas todo lo que se te ponía por delante. ¿Tú puedes olvidar eso? ¡Lo has convertido en ley! Ya teníamos suficiente con un Mihasy Hayato, como para tener dos demonios reinando en los mares. Has elegido el camino equivocado, Kedra. Pero lo peor es que seas capaz de perdonarte con una excusa tan barata.
Un rayo dorado surcó el cielo despejado, que pronto se cubrió de nuevo con nubes negras, formando un anillo de total oscuridad que sólo dejaba ver la luna llena, y comenzó a llover. Era el comienzo de la tormenta; aquella antinatural calma mientras los viejos compañeros se miraban con una mezcla de furia y solemnidad. Aunque no quisiera, algo debía suceder.
-A lo mejor crees que me he quedado de brazos cruzados- trató de acariciar por un momento la sombra de lobo que lo rondaba-, pero llevo años sin parar sentado. He luchado por el Gobierno, por la gente libre y ahora por toda la maldita gente renegada del Gobierno Mundial. A lo mejor tú ves un capricho en unir los terrenos que protejo, pero sólo busco salvar a quien necesite un respiro. Proteger a quien me busque, y conquistar la justicia sin perder el norte. Tú has perdido el Norte, y dudo que lo recuperes. Tienes poder y aptitudes, pero has dejado que te vuelvan a corromper. Has elegido el camino fácil y taparte los oídos cuando no te gusta lo que escuchas, pero a mí no me vas a acallar con eso. Ahora, siente el miedo, Pesadilla.
Sus ojos centellearon por un instante, y adoptaron un color azul relámpago. Sus ojos divinos eran una técnica engañosa, que no servía para nada. Sin embargo, el que alguien se sintiera intimidado provocaba la visión de la Gran Sierpe lanzándose a por él, y eso esperaba que sucediera, pues deseaba que sucediera. Si daba con su propia medicina tal vez, sólo tal vez, estuviera más dispuesto a cambiar el rumbo.
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Kedra frunció el ceño cuando escuchó los nombres de los antiguos miembros de su banda, de aquellos traidores que osaron desertar. Uno se fue con su peor enemigo, Madara. El otro decidió unirse al Ouka, y el resto habían desaparecido. En ese tema estaba totalmente solo, pues incluso la mujer que amaba había partido de su lado. Apenas le quedaba nada, y tratar de terminar con el gobierno era su forma de perdonarse todo lo que había hecho. Al parecer, para aquel yonkou no era suficiente, y no solo parecía estar echándole la bronca, parecía como si estuviese a punto de acceder al combate. A medida que la transformación de aquel hombre se iba desarrollando, el lobo negro comenzó a activar su primera técnica. Sus ojos tomaron un color azulado intenso, perdiendo la pupila, y formando unas marcas oscuras que se extendieron por su rostro, y pecho. Su musculatura aumentó, y su mirada se clavó en la de aquel dragón.
Una sonrisa ladeada se formó en su rostro mientras escuchaba aquellas palabras. El pasado no podía cambiarse de ninguna forma, por lo que pensó en no sentirse culpable por sus crímenes pasados. Su orgullo le impedía hacerlo. Las palabras sobre la banda en la que estaba, le hicieron arquear una ceja. Émile podía ser el mismísimo demonio, pero el trato que iba a tener con él merecía la pena totalmente. De modo que si debía vender su alma, lo haría sin problema alguno. Al menos eso pensaba hacía unos meses, pero viendo que su mayor tesoro ya no estaba, no iba a realizar dicho sacrificio. Apretó el pucho derecho con rabia, formando una especie de cabeza de dragón rojo, imbuyéndola en haki armadura. En ese instante, una especie de dragón gigante comenzó a emerger del yonkou. Los ojos del cadejo se abrieron de forma exagerada. En cuanto aquella bestia se lanzó a por él, respondió con un rugido fiero, tratando de estamparle su puño en la cabeza.
- ¡No te atrevas a subestimarme!
Kedra se dio cuenta de que no golpeó nada, y eso no solo le hizo alzar una ceja. Una sensación incomoda empezó a recorrer su pecho. No tardó mucho en clavar una rodilla en la madera del suelo, llevándose la mano derecha al corazón. Por alguna extraña razón estaba temblando. Él nunca le había temido a nadie, y aquella sensación parecía ser similar a lo que veía en sus presas. Trató de hablar, pero al ver que sus palabras eran tartamudeos, dejó de intentarlo. Trató de poner una expresión fiera, pero le costaba bastante, pues la angustia que sentía era enorme. Sus marcas oscuras desaparecieron, al igual que los perros de oscuridad. El poder del pirata parecía ser algo indescriptible. Si él estaba causando eso, no había nada que pudiese pararlo. El cadejo cayó entonces al suelo, quedando bocabajo con la frente pagada al piso. Sus ojos se entrecerraron, y notó bastante impotencia. En ese momento empezó a pensar en sus seres queridos, dándose cuenta de que la única persona que quería, ya no estaba.
- “Inaga ¿Has visto a Kira esta mañana?”
- “No, capitán. La verdad es que desde anoche en la cena, no sé nada de ella.”
Aquella fue la conversación que tuvo con el sustituto del dragón cuando se fue. La verdad es que la vida de Kedra había sido demasiada dura, y quizás todo lo pasado le hizo así. Una sonrisa ladeada se formó en su rostro, como si viese a la asesina frente a él, tendiéndole la mano. Eso hizo que él estirase su propia mano hacia la nada, aunque sabiendo que no era real. No tardó mucho en activar su aura oscura pese a aquella sensación de terror, tratando de mantener su orgullo pese a todo. Entonces se acordó del combate que tuvo con el diablo. Aquel intercambio de tiros y ondas cortantes, aquellas amenazas a sus hombres, y el trato que estuvo a punto de hacer.
- “Mi alma será tuya con una condición, quiero que protejas a una persona si a mí me pasara algo. Quiero el máximo respeto hacia ella, su seguridad, y todo lo que ella desee. A cambio de eso, no solo te entregaré mi alma llegado el momento, protegeré a todos tus hombres de cualquier amenaza.”
Una carcajada salió entonces de la boca del lobo oscuro. Se colocó en pie de la mejor forma que pudo, notando sus musculosas piernas flaquear. Hizo un esfuerzo sobrehumano para mostrar su típica expresión fría, y entonces se relamió despacio. Observaba al dragón mientras algunas gotas de sudor frías caían por su frente.
- “Lo siento, Kedra. Tu liderazgo en esta banda ha terminado, quedas oficialmente eliminado de la tierra. Incluso Akai está ahora de nuestra parte.”
Incluso las palabras de Madara antes de aquel ataque de tres contra uno le llegaron a la mente. La compañía de su hermano no contaba, pues era algo entre familia. En serio ¿Nadie le quería? Incluso buscó a Kai por todos lados, arriesgándose a ir a Impel Down. Su objetivo era luchar con él, porque de esa forma se sentía bien, y encima podía considerarlo un compañero de batallas. Entonces recordó algo importante. Esa sensación no era nueva para él. Era la misma sensación que sentía cada día de su vida, estando solo. Tal vez incluso su maldad nació de ese momento.
- ¿Sentir el miedo, Dexter? No me hagas reír. Llevo sintiendo esta sensación desde que tenía cuatro años. S-si esto es lo que los demás lla-llaman miedo, llevo sintiéndolo toda la vida. P-pero… ¡No pienso quedarme cruzado de brazos como un simple chucho! A-a-aunque esté solo en este jodido mundo lleno de traidores y basuras ¡No pienso darme por vencido!
Gritó entre tartamudeos, sintiendo aquella incómoda sensación recorrerle. “No pienso dejarte solo ni un momento, Kedra. Yo siempre estaré contigo”. No podía creer a nadie. No podía fiarse de nadie. Tan solo le quedaba la oscuridad, y por ello estaba en el barco del dragón, buscando la única persona que pensaba que le quedaba con algo de cariño. Al parecer estaba equivocado. Su mirada se perdió en el suelo del barco, tratando de recuperar la respiración.
- S-si debo luchar solo… L-lo h-haré…
Una sonrisa ladeada se formó en su rostro mientras escuchaba aquellas palabras. El pasado no podía cambiarse de ninguna forma, por lo que pensó en no sentirse culpable por sus crímenes pasados. Su orgullo le impedía hacerlo. Las palabras sobre la banda en la que estaba, le hicieron arquear una ceja. Émile podía ser el mismísimo demonio, pero el trato que iba a tener con él merecía la pena totalmente. De modo que si debía vender su alma, lo haría sin problema alguno. Al menos eso pensaba hacía unos meses, pero viendo que su mayor tesoro ya no estaba, no iba a realizar dicho sacrificio. Apretó el pucho derecho con rabia, formando una especie de cabeza de dragón rojo, imbuyéndola en haki armadura. En ese instante, una especie de dragón gigante comenzó a emerger del yonkou. Los ojos del cadejo se abrieron de forma exagerada. En cuanto aquella bestia se lanzó a por él, respondió con un rugido fiero, tratando de estamparle su puño en la cabeza.
- ¡No te atrevas a subestimarme!
Kedra se dio cuenta de que no golpeó nada, y eso no solo le hizo alzar una ceja. Una sensación incomoda empezó a recorrer su pecho. No tardó mucho en clavar una rodilla en la madera del suelo, llevándose la mano derecha al corazón. Por alguna extraña razón estaba temblando. Él nunca le había temido a nadie, y aquella sensación parecía ser similar a lo que veía en sus presas. Trató de hablar, pero al ver que sus palabras eran tartamudeos, dejó de intentarlo. Trató de poner una expresión fiera, pero le costaba bastante, pues la angustia que sentía era enorme. Sus marcas oscuras desaparecieron, al igual que los perros de oscuridad. El poder del pirata parecía ser algo indescriptible. Si él estaba causando eso, no había nada que pudiese pararlo. El cadejo cayó entonces al suelo, quedando bocabajo con la frente pagada al piso. Sus ojos se entrecerraron, y notó bastante impotencia. En ese momento empezó a pensar en sus seres queridos, dándose cuenta de que la única persona que quería, ya no estaba.
- “Inaga ¿Has visto a Kira esta mañana?”
- “No, capitán. La verdad es que desde anoche en la cena, no sé nada de ella.”
Aquella fue la conversación que tuvo con el sustituto del dragón cuando se fue. La verdad es que la vida de Kedra había sido demasiada dura, y quizás todo lo pasado le hizo así. Una sonrisa ladeada se formó en su rostro, como si viese a la asesina frente a él, tendiéndole la mano. Eso hizo que él estirase su propia mano hacia la nada, aunque sabiendo que no era real. No tardó mucho en activar su aura oscura pese a aquella sensación de terror, tratando de mantener su orgullo pese a todo. Entonces se acordó del combate que tuvo con el diablo. Aquel intercambio de tiros y ondas cortantes, aquellas amenazas a sus hombres, y el trato que estuvo a punto de hacer.
- “Mi alma será tuya con una condición, quiero que protejas a una persona si a mí me pasara algo. Quiero el máximo respeto hacia ella, su seguridad, y todo lo que ella desee. A cambio de eso, no solo te entregaré mi alma llegado el momento, protegeré a todos tus hombres de cualquier amenaza.”
Una carcajada salió entonces de la boca del lobo oscuro. Se colocó en pie de la mejor forma que pudo, notando sus musculosas piernas flaquear. Hizo un esfuerzo sobrehumano para mostrar su típica expresión fría, y entonces se relamió despacio. Observaba al dragón mientras algunas gotas de sudor frías caían por su frente.
- “Lo siento, Kedra. Tu liderazgo en esta banda ha terminado, quedas oficialmente eliminado de la tierra. Incluso Akai está ahora de nuestra parte.”
Incluso las palabras de Madara antes de aquel ataque de tres contra uno le llegaron a la mente. La compañía de su hermano no contaba, pues era algo entre familia. En serio ¿Nadie le quería? Incluso buscó a Kai por todos lados, arriesgándose a ir a Impel Down. Su objetivo era luchar con él, porque de esa forma se sentía bien, y encima podía considerarlo un compañero de batallas. Entonces recordó algo importante. Esa sensación no era nueva para él. Era la misma sensación que sentía cada día de su vida, estando solo. Tal vez incluso su maldad nació de ese momento.
- ¿Sentir el miedo, Dexter? No me hagas reír. Llevo sintiendo esta sensación desde que tenía cuatro años. S-si esto es lo que los demás lla-llaman miedo, llevo sintiéndolo toda la vida. P-pero… ¡No pienso quedarme cruzado de brazos como un simple chucho! A-a-aunque esté solo en este jodido mundo lleno de traidores y basuras ¡No pienso darme por vencido!
Gritó entre tartamudeos, sintiendo aquella incómoda sensación recorrerle. “No pienso dejarte solo ni un momento, Kedra. Yo siempre estaré contigo”. No podía creer a nadie. No podía fiarse de nadie. Tan solo le quedaba la oscuridad, y por ello estaba en el barco del dragón, buscando la única persona que pensaba que le quedaba con algo de cariño. Al parecer estaba equivocado. Su mirada se perdió en el suelo del barco, tratando de recuperar la respiración.
- S-si debo luchar solo… L-lo h-haré…
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-No te subestimo, Kedra- dijo. Su mirada se mantuvo fija en él, desde que la cabeza del dragón surgió en su puño cerrado hasta que lo derrochó en la simple ilusión. Impasible, dio un paso hacia él, pero el lobo negro cayó al suelo antes de que pudiera acercarse más-. Nunca me he atrevido a dudar de tu poder, pero tengo mis armas- dio un segundo paso, quedando casi en el punto donde Kedra alzaba la mano. ¿Le estaba pidiendo que lo levantara? No, él no era así. O quizá, en el fondo... ¿Qué sabía en realidad de él?-. Eres tú el que ha querido luchar, y mírate. Ahí tumbado, temblequeando como un cachorrito. Sinceramente, ¿De verdad esperabas otra cosa? Prometí hacerme más fuerte para contrarrestar tu efecto, y por el medio me he encontrado muchos escollos, tantos que no puedes ni imaginarte.
Su voz era dura, como un martillo golpeando metal. Aséptica, como un bisturí rasgando carne, sin rencor. Había sido un juego divertido. Ambos retrasando conscientemente el encuentro final, pues uno de los dos debía morir en él. ¿Kedra tampoco querría matarlo? No importaba, era algo que debían de hacer. Tal vez no lo deseaban, pero sabían que el día llegaría, y probablemente fuera aquel.
-¿Cuántos años hace que nos conocemos? ¿Cinco? ¿Diez? Qué más da, ¿Verdad? Yo sólo soy un traidor por irme y tú una víctima sin culpa. Claro, ¿Por qué te vas a culpar? Lo hecho hecho está, en el caso de que supieras que estuvo mal ni siquiera dedicarías un minuto a cada persona que has matado- tuvo que parar. No podía seguir por ahí o acabaría terminando con él-. La razón de que ahora sientas mied...
Lo interrumpió mientras se levantaba. Le temblaban las piernas y le costaba hablar, pero no se daba por vencido. Él sí que sentía miedo en aquel momento, un pavor oscuro a la fuerza de voluntad de aquel hombre. Iba a acabar muriendo si seguía así, podría simplemente quedarse ahí y desaparecer cuando él no mirara. "El coraje de los valientes asusta a cualquier otro", recordó que le había dicho Greedo en una ocasión, pero no le convencía aquello. Tal vez ahora debiera creerlo, y más con aquellas palabras. Sin retroceder, luchando solo de ser necesario... Eso era en parte estupidez, pero debía reconocer que tenía valor.
-No tienes que luchar solo. No tienes que luchar- le costaba mantener el tono tranquilo-. ¿Es que no te das cuenta? ¡Podrías hacer el bien! ¡Ayudar a la gente! Mira, no sé si seguimos esto qué pasará, pero sé cómo termina. Un día, uno de los dos matará al otro. Podrías matarme tú a mí, o podría matarte yo a ti. Y no quiero llegar a eso si no estoy seguro de que tengo una opción, por mínima que sea, de salvarte la vida.
El Decreto de Indra abandonó su cuerpo. La cola se desvaneció y el cabello volvió a su tonalidad bicolor habitual, mientras sus facciones volvían a la normalidad y los brazos retornaban a su estado normal. Si no podía disuadirlo con una transformación, no iba a enfrentarlo con ella. Sería estúpido.
-Kedra, de verdad. Eres mi amigo, pero estás frente a mí, y no puedo consentirlo. No vas a morir hoy aquí; vete. Si no lo haces...
Cortó ahí la amenaza. No sabía qué decir, y esperaba que no fuera necesario. Aunque Kedra no era la clase de persona que se dejaba amedrentar, tal vez tuviera suerte esta vez.
Su voz era dura, como un martillo golpeando metal. Aséptica, como un bisturí rasgando carne, sin rencor. Había sido un juego divertido. Ambos retrasando conscientemente el encuentro final, pues uno de los dos debía morir en él. ¿Kedra tampoco querría matarlo? No importaba, era algo que debían de hacer. Tal vez no lo deseaban, pero sabían que el día llegaría, y probablemente fuera aquel.
-¿Cuántos años hace que nos conocemos? ¿Cinco? ¿Diez? Qué más da, ¿Verdad? Yo sólo soy un traidor por irme y tú una víctima sin culpa. Claro, ¿Por qué te vas a culpar? Lo hecho hecho está, en el caso de que supieras que estuvo mal ni siquiera dedicarías un minuto a cada persona que has matado- tuvo que parar. No podía seguir por ahí o acabaría terminando con él-. La razón de que ahora sientas mied...
Lo interrumpió mientras se levantaba. Le temblaban las piernas y le costaba hablar, pero no se daba por vencido. Él sí que sentía miedo en aquel momento, un pavor oscuro a la fuerza de voluntad de aquel hombre. Iba a acabar muriendo si seguía así, podría simplemente quedarse ahí y desaparecer cuando él no mirara. "El coraje de los valientes asusta a cualquier otro", recordó que le había dicho Greedo en una ocasión, pero no le convencía aquello. Tal vez ahora debiera creerlo, y más con aquellas palabras. Sin retroceder, luchando solo de ser necesario... Eso era en parte estupidez, pero debía reconocer que tenía valor.
-No tienes que luchar solo. No tienes que luchar- le costaba mantener el tono tranquilo-. ¿Es que no te das cuenta? ¡Podrías hacer el bien! ¡Ayudar a la gente! Mira, no sé si seguimos esto qué pasará, pero sé cómo termina. Un día, uno de los dos matará al otro. Podrías matarme tú a mí, o podría matarte yo a ti. Y no quiero llegar a eso si no estoy seguro de que tengo una opción, por mínima que sea, de salvarte la vida.
El Decreto de Indra abandonó su cuerpo. La cola se desvaneció y el cabello volvió a su tonalidad bicolor habitual, mientras sus facciones volvían a la normalidad y los brazos retornaban a su estado normal. Si no podía disuadirlo con una transformación, no iba a enfrentarlo con ella. Sería estúpido.
-Kedra, de verdad. Eres mi amigo, pero estás frente a mí, y no puedo consentirlo. No vas a morir hoy aquí; vete. Si no lo haces...
Cortó ahí la amenaza. No sabía qué decir, y esperaba que no fuera necesario. Aunque Kedra no era la clase de persona que se dejaba amedrentar, tal vez tuviera suerte esta vez.
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El lobo continuaba mirando a los ojos al dragón, el cual lentamente volvió a su forma normal. El sudor que caía por la frente del cadejo no paraba de aumentar, y no sabía cuánto le iba a durar aquel jodido tartamudeo. Empezaba a ver al yonkou como otra persona, pues no le reconocía en algunos aspectos. No paraba de echarle en cara su pasado, y era algo que ya sabía de sobra. En el fondo el cadejo estaba sentándose un poco mal, tal vez por ser el culpable de que su mejor amigo ahora estuviese de aquella forma tan fría. Recordaba que el dragón solía ser un tío muy amable, pero a lo mejor solo era así con él. El perro del diablo agitó un poco la cabeza, tratando de sacarse de encima aquellas visiones que empezaban a torturarle sin piedad alguna. Debía calmarse y controlarse de una vez por todas.
- ¡¿S-si no lo h-hago qué?!
Gritó de forma seria ante lo que dijo el dragón. Las amenazas no iban a funcionar con él. Dexter había dicho unas palabras que le habían hecho quedar bastante confuso. No le estaba reconociendo para nada. No quería continuar aquella conversación con aquel hombre que llevaba el título de emperador de la piratería. El lobo pudo dar un par de pasos hacia aquel tipo, sintiéndose incómodo todavía. Su aura oscura se fue desvaneciendo a propósito, mientras que sus ojos se entrecerraban. No tardó mucho en quedar en frente de aquel poderoso guerrero, mirando hacia arriba debido a su altura. Mostró sus afilados dientes, y frunció el ceño. Aquel tema iba a ponerse un poco más agresivo de lo que parecía que iba a ser. El miedo a la muerte no era algo que el perro del demonio tuviese, y por ello se atrevía a usar aquel tono.
- Tú eres el que debe irse, y dejarme hablar con mi verdadero amigo. D-déjame hablar con el Dexter que conocí… ¿T-te estas oyendo? ¿En serio crees que esto termina con uno de los d-dos m-matando al otro? S-se supone que el a-asesino soy yo, pero tus respuestas m-me hacen pensar otra cosa. Hacer el bien es una mentira… P-pero si derroto a e-este gobierno… p-podré asegurar un futuro m-mejor a l-las personas inocentes…
Una vez dijo aquello, gruñó un poco con fuerza, y trató de colocar su mano derecha en el hombro del dragón. Sin embargo, no pudo hacerlo. Un estallido interno le hizo toser violentamente, y entonces se clavó de rodillas en el suelo, escupiendo una bocanada de sangre. Toda aquella tensión, la sensación que le había hecho sentir el yonkou, y las palabras duras como cuchillas afiladas, le habían dejado en un estado malo. Su enfermedad había tenido una oportunidad de oro para hacerse notar. La visión del lobo se nubló unos momentos, y una tos más fuerte y violenta se desencadenó. Tras unos instantes, se limpió la boca de sangre, y volvió a colocarse en pie a base de fuerza de voluntad. Se quedó mirando al pirata con el ceño fruncido de nuevo.
- S-se supone que eres la única persona de este puto mundo q-que podría llamarse eso que todos nombran como amigo… P-pero no paras de echarme en cara mi puto pasado… ¿Q-quieres oír q-que me arrepiento? Pues m-me arrepiento. No puedo c-cambiar mis hechos, p-pero quiero que borres esa mala impresión que tienes de mí. No te mataría ni aunque tuviese la ocasión… ¡¿C-como puedes decir que terminará así?! M-me da lo mismo tu título, m-me da lo mismo tu poder…
El lobo oscuro tosió de nuevo, echando aquel rojizo líquido a un lado para no manchar al dragón de ninguna forma. Entonces negó un par de veces, empezando a caminar hacia la borda, mirando el barco en el que había llegado. Se quedó de pie en el borde, mirando el mar con la mirada perdida, y el ceño fruncido.
- Venía con la esperanza de recibir un abrazo… Un “pasa y tomemos algo mientras hablamos”. Esperaba una cálida sonrisa, y ese sentimiento que los humanos llaman amistad. P-pero supongo que eso es lo que s-soy para ti. Un asesino que algún día te matará o que morirá a tus manos. T-te pido p-perdón si tanto daño te he causado, Dexter…
- ¡¿S-si no lo h-hago qué?!
Gritó de forma seria ante lo que dijo el dragón. Las amenazas no iban a funcionar con él. Dexter había dicho unas palabras que le habían hecho quedar bastante confuso. No le estaba reconociendo para nada. No quería continuar aquella conversación con aquel hombre que llevaba el título de emperador de la piratería. El lobo pudo dar un par de pasos hacia aquel tipo, sintiéndose incómodo todavía. Su aura oscura se fue desvaneciendo a propósito, mientras que sus ojos se entrecerraban. No tardó mucho en quedar en frente de aquel poderoso guerrero, mirando hacia arriba debido a su altura. Mostró sus afilados dientes, y frunció el ceño. Aquel tema iba a ponerse un poco más agresivo de lo que parecía que iba a ser. El miedo a la muerte no era algo que el perro del demonio tuviese, y por ello se atrevía a usar aquel tono.
- Tú eres el que debe irse, y dejarme hablar con mi verdadero amigo. D-déjame hablar con el Dexter que conocí… ¿T-te estas oyendo? ¿En serio crees que esto termina con uno de los d-dos m-matando al otro? S-se supone que el a-asesino soy yo, pero tus respuestas m-me hacen pensar otra cosa. Hacer el bien es una mentira… P-pero si derroto a e-este gobierno… p-podré asegurar un futuro m-mejor a l-las personas inocentes…
Una vez dijo aquello, gruñó un poco con fuerza, y trató de colocar su mano derecha en el hombro del dragón. Sin embargo, no pudo hacerlo. Un estallido interno le hizo toser violentamente, y entonces se clavó de rodillas en el suelo, escupiendo una bocanada de sangre. Toda aquella tensión, la sensación que le había hecho sentir el yonkou, y las palabras duras como cuchillas afiladas, le habían dejado en un estado malo. Su enfermedad había tenido una oportunidad de oro para hacerse notar. La visión del lobo se nubló unos momentos, y una tos más fuerte y violenta se desencadenó. Tras unos instantes, se limpió la boca de sangre, y volvió a colocarse en pie a base de fuerza de voluntad. Se quedó mirando al pirata con el ceño fruncido de nuevo.
- S-se supone que eres la única persona de este puto mundo q-que podría llamarse eso que todos nombran como amigo… P-pero no paras de echarme en cara mi puto pasado… ¿Q-quieres oír q-que me arrepiento? Pues m-me arrepiento. No puedo c-cambiar mis hechos, p-pero quiero que borres esa mala impresión que tienes de mí. No te mataría ni aunque tuviese la ocasión… ¡¿C-como puedes decir que terminará así?! M-me da lo mismo tu título, m-me da lo mismo tu poder…
El lobo oscuro tosió de nuevo, echando aquel rojizo líquido a un lado para no manchar al dragón de ninguna forma. Entonces negó un par de veces, empezando a caminar hacia la borda, mirando el barco en el que había llegado. Se quedó de pie en el borde, mirando el mar con la mirada perdida, y el ceño fruncido.
- Venía con la esperanza de recibir un abrazo… Un “pasa y tomemos algo mientras hablamos”. Esperaba una cálida sonrisa, y ese sentimiento que los humanos llaman amistad. P-pero supongo que eso es lo que s-soy para ti. Un asesino que algún día te matará o que morirá a tus manos. T-te pido p-perdón si tanto daño te he causado, Dexter…
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-Si lo haces... Te mataré- sabía que no podía, pero debía hacerlo irse. No quería luchar con él, aunque tuviera que hacerlo. Todo era más sencillo cuando no era más que una obligación lejana.
No podía perdonarle muchas cosas, pero era incapaz de luchar contra él. No después de todo el tiempo juntos. Era un asesino, pero no podía dejar de verlo como ese mal que aún podía contener, como esa pesadilla que no era más que eso, un mal sueño. Un pirata que robaba y, de vez en cuando, atacaba barcos de la Marina. Pero no podía aceptar que hubiera vendido su alma al diablo. Era estúpido pensar que alguien cuyo único fin era la aniquilación total de la humanidad se hubiera puesto al servicio de un hombre como Émile, aunque tampoco le extrañaba. Al fin y al cabo el pirata era el mayor mal que se había extendido por los mares en décadas, desde que Mihasy se hizo Emperador del Nuevo Mundo. Ni siquiera Derian había podido hacer tanto daño...
-Aunque quisiera no podría- la rotundidad de sus palabras lo hizo titubear por un momento. ¿Aquello era cierto? Era inevitable cambiar, evolucionar... Aunque nunca creyó que hubiera sido para tanto-. Tú has perdido a Kira, ¿Te hago una lista de la gente que he perdido yo? He cambiado, Kedra, ¿Es lo que querías oír?- dio una vuelta sobre sí mismo y ejecutó unos airados aspavientos-. Eso no quiere decir que hayas dejado de ser un asesino, ni me convierte a mí en un santo- volvió a plantarse en el sitio, con la mirada fija en él. Le estaban entrando ganas de romper algo-. Hacer el bien... Nunca es una mentira. Lanzarse como un imbécil frente al Gobierno es una locura si lo pretendes realmente, y una mentira si sólo lo gritas. Y con derribar esa estructura no ganas nada- ¿Qué hacía explicándole aquello a la Pesadilla?-. No puedes asegurar nada para la gente inocente si no tienes algo detrás que te apoye. Y tú eres el apoyo de Émile.
Fue rotundo. La palabra resonó como si la hubiera dicho varias veces, y casi pudo paladearla. Tenía un sabor oscuro, negro, como si nadie debiera pronunciar su nombre en vano. Tal como Dios y el Diablo, no debían ser puestos en boca mortal sin un buen motivo. ¿Llegaba hasta ahí el poder del Yonkou? ¿Al de no poder nombrarlo? Seguramente sería impresión suya, en cualquier caso. Nadie podía tener tanto poder. Sólo tenía miedo a que Kedra hubiera despertado un mal inabarcable.
-¡Claro que te echo en cara tu pasado!- le recriminó-. ¡Soy tu amigo, tengo que hacerte entrar en razón! Y ojalá pudiera fiarme de ti, pero ¿Cuánto hace que recuperaste la memoria? Has vivido sin ella siendo bueno. Sin pasado, y todo un futuro feliz delante de ti. No sé cómo te las ingeniaste para volver a ser tú, pero no te molestaste en venir aquí. Si tan amigo me considerabas, ¿Por qué no apareciste entonces? Me dijiste que matarías a cualquier traidor, ¿Recuerdas? ¿Cómo voy a olvidarlo?
Apretó los puños hasta hacerse sangre en las manos. Debía contener las lágrimas por un rato. ¿Cuándo iba a irse?
-Sólo me uní al Ouka Shichibukai porque quería proteger a mi gente del Gobierno, para poder centrarme sólo en el otro peligro que tú representabas. Porque no podía tener tantos enemigos si tú eras uno de ellos. Y prometí que cuando fueras una amenaza para el mundo terminaría contigo- no podía cumplirlo, y lo sabía, pero Kedra con suerte no.
Dejó que hablara luego, y lo que escuchó le hizo hervir la sangre. ¿De verdad? ¡¿De verdad?!
-¡¿Cómo esperas que te crea?! ¡Tengo una casa, ¿Lo sabías?! Podrías aparecer llamando al timbre, o llegar a mi barco de día, con una bandera blanca. ¡Vienes a mi nave, de noche y gritando por mí! ¡No puedes esperar un amigo después de esto! ¡No después de...!
Su voz se apagó. No podía decirlo. ¿Tanto tiempo mentalizándose para matarlo? Bajó la mirada y le dio la espalda. Pese a las lágrimas, pudo mantener el tono firme.
-Vete de mi barco, Kedra. Último aviso.
Comenzó a dirigirse hacia su camarote. Tenía muchas cosas en las que pensar, y una de ellas era el Cadejo.
No podía perdonarle muchas cosas, pero era incapaz de luchar contra él. No después de todo el tiempo juntos. Era un asesino, pero no podía dejar de verlo como ese mal que aún podía contener, como esa pesadilla que no era más que eso, un mal sueño. Un pirata que robaba y, de vez en cuando, atacaba barcos de la Marina. Pero no podía aceptar que hubiera vendido su alma al diablo. Era estúpido pensar que alguien cuyo único fin era la aniquilación total de la humanidad se hubiera puesto al servicio de un hombre como Émile, aunque tampoco le extrañaba. Al fin y al cabo el pirata era el mayor mal que se había extendido por los mares en décadas, desde que Mihasy se hizo Emperador del Nuevo Mundo. Ni siquiera Derian había podido hacer tanto daño...
-Aunque quisiera no podría- la rotundidad de sus palabras lo hizo titubear por un momento. ¿Aquello era cierto? Era inevitable cambiar, evolucionar... Aunque nunca creyó que hubiera sido para tanto-. Tú has perdido a Kira, ¿Te hago una lista de la gente que he perdido yo? He cambiado, Kedra, ¿Es lo que querías oír?- dio una vuelta sobre sí mismo y ejecutó unos airados aspavientos-. Eso no quiere decir que hayas dejado de ser un asesino, ni me convierte a mí en un santo- volvió a plantarse en el sitio, con la mirada fija en él. Le estaban entrando ganas de romper algo-. Hacer el bien... Nunca es una mentira. Lanzarse como un imbécil frente al Gobierno es una locura si lo pretendes realmente, y una mentira si sólo lo gritas. Y con derribar esa estructura no ganas nada- ¿Qué hacía explicándole aquello a la Pesadilla?-. No puedes asegurar nada para la gente inocente si no tienes algo detrás que te apoye. Y tú eres el apoyo de Émile.
Fue rotundo. La palabra resonó como si la hubiera dicho varias veces, y casi pudo paladearla. Tenía un sabor oscuro, negro, como si nadie debiera pronunciar su nombre en vano. Tal como Dios y el Diablo, no debían ser puestos en boca mortal sin un buen motivo. ¿Llegaba hasta ahí el poder del Yonkou? ¿Al de no poder nombrarlo? Seguramente sería impresión suya, en cualquier caso. Nadie podía tener tanto poder. Sólo tenía miedo a que Kedra hubiera despertado un mal inabarcable.
-¡Claro que te echo en cara tu pasado!- le recriminó-. ¡Soy tu amigo, tengo que hacerte entrar en razón! Y ojalá pudiera fiarme de ti, pero ¿Cuánto hace que recuperaste la memoria? Has vivido sin ella siendo bueno. Sin pasado, y todo un futuro feliz delante de ti. No sé cómo te las ingeniaste para volver a ser tú, pero no te molestaste en venir aquí. Si tan amigo me considerabas, ¿Por qué no apareciste entonces? Me dijiste que matarías a cualquier traidor, ¿Recuerdas? ¿Cómo voy a olvidarlo?
Apretó los puños hasta hacerse sangre en las manos. Debía contener las lágrimas por un rato. ¿Cuándo iba a irse?
-Sólo me uní al Ouka Shichibukai porque quería proteger a mi gente del Gobierno, para poder centrarme sólo en el otro peligro que tú representabas. Porque no podía tener tantos enemigos si tú eras uno de ellos. Y prometí que cuando fueras una amenaza para el mundo terminaría contigo- no podía cumplirlo, y lo sabía, pero Kedra con suerte no.
Dejó que hablara luego, y lo que escuchó le hizo hervir la sangre. ¿De verdad? ¡¿De verdad?!
-¡¿Cómo esperas que te crea?! ¡Tengo una casa, ¿Lo sabías?! Podrías aparecer llamando al timbre, o llegar a mi barco de día, con una bandera blanca. ¡Vienes a mi nave, de noche y gritando por mí! ¡No puedes esperar un amigo después de esto! ¡No después de...!
Su voz se apagó. No podía decirlo. ¿Tanto tiempo mentalizándose para matarlo? Bajó la mirada y le dio la espalda. Pese a las lágrimas, pudo mantener el tono firme.
-Vete de mi barco, Kedra. Último aviso.
Comenzó a dirigirse hacia su camarote. Tenía muchas cosas en las que pensar, y una de ellas era el Cadejo.
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El lobo por fin se estaba recuperando de aquella maldita sensación, lo que le hizo cerrar los ojos despacio. Tomó todo el aire que pudo, y después notó un alivio interno recorrerle. Al parecer, su enfermedad se había calmado bastante. Se limpió la boca por última vez, haciendo que sus ojos se abriesen en un tono rojizo. Había escuchado a su amigo en todo momento, sabiendo que no iba a poderle hacer cambiar de opinión. Cierto era que había recuperado la memoria, pero estuvo bastante liado con los problemas de su hermano. Debía cambiar aquello de una vez, y debía admitir que el dragón tenía razón en bastantes cosas. Sin embargo, se equivocaba cuando decía que no creía que el lobo hubiese cambiado. Era su opinión, pero Kedra sabía bien la verdad. Llevaba sin terminar con la vida de un inocente bastante tiempo, por no decir meses. Al parecer, el problema de Dexter también iba con la banda en la que estaba.
En ese momento escuchó el último aviso. Lo que decía tenía sentido, pero el objetivo del cadejo era que subiese que ya tenía bien su memoria. De modo que para ahorrar la explicación entró a lo bestia. El lobo decidió calmarse al máximo, y por ello hizo un esfuerzo sobrehumano. “Estoy harto” pensó para sí mismo mientras se daba la vuelta, saltando al piso y observando al dragón. De repente, activó su Mayin Okami, desplazándose a una velocidad similar al soru, y colocándose frente a su antiguo segundo al mando. Algo le estaba diciendo que no se largase, o le iba a perder para siempre. A su mente se formó la sonrisa de su hermano, diciéndole que podía hacerlo. Aquello le hizo soltar un suspiro. Miró a los ojos al dragón, y sin pensárselo estiró su mano hacia él.
- Dexter, siempre he odiado nuestras discusiones. Tu no crees que haya cambiado, y estoy seguro de que no voy a poder mostrártelo en un solo día por lo que parece. Pero cuando he aparecido, gritando como dices… ¿No te ha recordado cuando aparecía en el barco? ¿No te recordaba a cuando alguien se comía mi carne sin permiso? Creo que deberías saber que tus avisos me dan lo mismo. Puedes partirme en dos, puedes huir, pero no te vas a librar de mí con palabras.
Los rojizos ojos del lobo, cambiaron a su tono habitual dorado, dejando el fondo de estos totalmente negro. En ese momento, trató de cogerle la mano, con toda su velocidad posible para que el pirata no lo impidiese. Si lo lograba, le trataría de poner aquella mano en el tatuaje de la media luna de su pecho. Su corazón estaba bastante calmado, tal vez sus latidos más fuertes eran a causa de esa habilidad que aún le tenía un poco amedrentado.
- ¿Notas que estoy mintiendo? ¿Cuántos enemigos han venido a tu barco provocándote? ¿Cuántos de ellos te han considerado un amigo? Me importa una mierda lo que hayas cambiado, ya que ambos lo hemos hecho. Para mí siempre serás ese luchador que me sermoneaba cada cinco minutos. Mi alma no ha sido vendida, Dexter. Aún no he hecho ningún pacto, y ahora que Kira ya no está, no será necesario. Tú quieres llevarme por un camino mejor, yo intentaré lo mismo con Émile. Ahórrate el sermón de que es imposible volver bueno al diablo, tan solo quiero decirte, que tú lo hiciste con una pesadilla.
Una vez le dijo eso, le dedicó una sonrisa sincera, para después mirarle fijamente. La verdad, es que ya no sabía qué decirle para que no se fuera, y por ello le dejó el camino libre. Lo que sí hizo, fue tratar de colocarle la mano en el hombro, con un poco de dificultad debido a que era más alto. Entonces soltó un suspiro.
- Voy a intentar cambiar, Dexter. Pero para eso voy a necesitar tu ayuda, de modo que… ¿Te importa si hoy me quedo contigo en tu habitación? Puedes atarme con Kairouseki, pero no te pienses cosas raras ¿Eh?
Una vez le dijo aquello, le ofreció al mano de nuevo, pero esta vez esperaría que fuese el dragón aquel que la aceptase.
En ese momento escuchó el último aviso. Lo que decía tenía sentido, pero el objetivo del cadejo era que subiese que ya tenía bien su memoria. De modo que para ahorrar la explicación entró a lo bestia. El lobo decidió calmarse al máximo, y por ello hizo un esfuerzo sobrehumano. “Estoy harto” pensó para sí mismo mientras se daba la vuelta, saltando al piso y observando al dragón. De repente, activó su Mayin Okami, desplazándose a una velocidad similar al soru, y colocándose frente a su antiguo segundo al mando. Algo le estaba diciendo que no se largase, o le iba a perder para siempre. A su mente se formó la sonrisa de su hermano, diciéndole que podía hacerlo. Aquello le hizo soltar un suspiro. Miró a los ojos al dragón, y sin pensárselo estiró su mano hacia él.
- Dexter, siempre he odiado nuestras discusiones. Tu no crees que haya cambiado, y estoy seguro de que no voy a poder mostrártelo en un solo día por lo que parece. Pero cuando he aparecido, gritando como dices… ¿No te ha recordado cuando aparecía en el barco? ¿No te recordaba a cuando alguien se comía mi carne sin permiso? Creo que deberías saber que tus avisos me dan lo mismo. Puedes partirme en dos, puedes huir, pero no te vas a librar de mí con palabras.
Los rojizos ojos del lobo, cambiaron a su tono habitual dorado, dejando el fondo de estos totalmente negro. En ese momento, trató de cogerle la mano, con toda su velocidad posible para que el pirata no lo impidiese. Si lo lograba, le trataría de poner aquella mano en el tatuaje de la media luna de su pecho. Su corazón estaba bastante calmado, tal vez sus latidos más fuertes eran a causa de esa habilidad que aún le tenía un poco amedrentado.
- ¿Notas que estoy mintiendo? ¿Cuántos enemigos han venido a tu barco provocándote? ¿Cuántos de ellos te han considerado un amigo? Me importa una mierda lo que hayas cambiado, ya que ambos lo hemos hecho. Para mí siempre serás ese luchador que me sermoneaba cada cinco minutos. Mi alma no ha sido vendida, Dexter. Aún no he hecho ningún pacto, y ahora que Kira ya no está, no será necesario. Tú quieres llevarme por un camino mejor, yo intentaré lo mismo con Émile. Ahórrate el sermón de que es imposible volver bueno al diablo, tan solo quiero decirte, que tú lo hiciste con una pesadilla.
Una vez le dijo eso, le dedicó una sonrisa sincera, para después mirarle fijamente. La verdad, es que ya no sabía qué decirle para que no se fuera, y por ello le dejó el camino libre. Lo que sí hizo, fue tratar de colocarle la mano en el hombro, con un poco de dificultad debido a que era más alto. Entonces soltó un suspiro.
- Voy a intentar cambiar, Dexter. Pero para eso voy a necesitar tu ayuda, de modo que… ¿Te importa si hoy me quedo contigo en tu habitación? Puedes atarme con Kairouseki, pero no te pienses cosas raras ¿Eh?
Una vez le dijo aquello, le ofreció al mano de nuevo, pero esta vez esperaría que fuese el dragón aquel que la aceptase.
Dexter Black
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-Tienes razón. Con palabras no.
Se detuvo en seco mientras escuchaba a Kedra. ¿Por qué estaba razonando más el asesino que él? No era posible, ¿Cuándo había perdido el camino? No, Kedra sólo estaba tratando de manipularlo, de hacerse con el control de la situación. Lo sabía, siempre había sido así y nunca cambiaría. ¿O era él, que era incapaz de verlo aun estando la demostración delante de sus narices? Podría haber hundido el barco y marchado sin más, o podría haber matado en el silencio de la noche a todos y cada uno de los tripulantes en aquel momento dormidos.
-Kedra, no puedo creerte- sencillamente no podía. Aunque quisiera, no era capaz. Demasiados años odiándolo, temiendo el momento de enfrentarlo. No podía simplemente dejarlo ir, porque había mucho por debajo. ¿Y ahora qué? La Pesadilla no pensaba abandonar el barco, y él no iba a matarlo. Él lo sabía, el Lobo lo sabía... ¿Por qué se lo ponía tan difícil? ¿Por qué la única persona a la que pretendía aterrorizar no se intimidaba ante él?-. Que tu alma no haya sido vendida no hace que Émile conserve la suya, compañero.
No volteó la cabeza. No quería que lo viese llorar, y evitó que su llanto se elevase. La voz se mantenía firme, a pesar de todo, y evitó alterar su respiración en la medida de lo que pudo, aunque se le escaparon un par de sollozos. Mierda. No podía ser débil, no ante él. Sólo lo aprovecharía y todo se iría a la mierda.
-Émile no es humano ya. Está centrado en propagar el mal allá donde va, concentrar poder y dominar el mundo. He tenido que extremar las precauciones en mis territorios, pues sus emisarios campan libres intentando extender ese mal. El peligro que representa, la maldad que emana... Sólo pasar cerca de Frigus ha hecho que se me helara la sangre; su presencia ominosa envuelve todo, desde los glaciares hasta el mar que rodea la isla. No quiero pensar en sus demás territorios, o donde su barco atraque.
Siguió acercándose a la puerta de la habitación, subiendo las escaleras peldaño tras peldaño. No podía... Bah, a la mierda.
-Sube, tenemos que hablar. Tras tantos años que nos conocemos y aún no sabes nada de mí.
Era cierto. Durante mucho tiempo llevó con celo el asunto de Nadia, y mientras estuvo en la banda nadie se dio cuenta de que la estaba buscando, aunque tal vez ésa era sólo la impresión que el cadejo quería dar... Muchos secretos guardaba la pesadilla, tantos que no sabía si quería destaparlos, pero sí que iba a tener una profunda conversación con él.
Se detuvo en seco mientras escuchaba a Kedra. ¿Por qué estaba razonando más el asesino que él? No era posible, ¿Cuándo había perdido el camino? No, Kedra sólo estaba tratando de manipularlo, de hacerse con el control de la situación. Lo sabía, siempre había sido así y nunca cambiaría. ¿O era él, que era incapaz de verlo aun estando la demostración delante de sus narices? Podría haber hundido el barco y marchado sin más, o podría haber matado en el silencio de la noche a todos y cada uno de los tripulantes en aquel momento dormidos.
-Kedra, no puedo creerte- sencillamente no podía. Aunque quisiera, no era capaz. Demasiados años odiándolo, temiendo el momento de enfrentarlo. No podía simplemente dejarlo ir, porque había mucho por debajo. ¿Y ahora qué? La Pesadilla no pensaba abandonar el barco, y él no iba a matarlo. Él lo sabía, el Lobo lo sabía... ¿Por qué se lo ponía tan difícil? ¿Por qué la única persona a la que pretendía aterrorizar no se intimidaba ante él?-. Que tu alma no haya sido vendida no hace que Émile conserve la suya, compañero.
No volteó la cabeza. No quería que lo viese llorar, y evitó que su llanto se elevase. La voz se mantenía firme, a pesar de todo, y evitó alterar su respiración en la medida de lo que pudo, aunque se le escaparon un par de sollozos. Mierda. No podía ser débil, no ante él. Sólo lo aprovecharía y todo se iría a la mierda.
-Émile no es humano ya. Está centrado en propagar el mal allá donde va, concentrar poder y dominar el mundo. He tenido que extremar las precauciones en mis territorios, pues sus emisarios campan libres intentando extender ese mal. El peligro que representa, la maldad que emana... Sólo pasar cerca de Frigus ha hecho que se me helara la sangre; su presencia ominosa envuelve todo, desde los glaciares hasta el mar que rodea la isla. No quiero pensar en sus demás territorios, o donde su barco atraque.
Siguió acercándose a la puerta de la habitación, subiendo las escaleras peldaño tras peldaño. No podía... Bah, a la mierda.
-Sube, tenemos que hablar. Tras tantos años que nos conocemos y aún no sabes nada de mí.
Era cierto. Durante mucho tiempo llevó con celo el asunto de Nadia, y mientras estuvo en la banda nadie se dio cuenta de que la estaba buscando, aunque tal vez ésa era sólo la impresión que el cadejo quería dar... Muchos secretos guardaba la pesadilla, tantos que no sabía si quería destaparlos, pero sí que iba a tener una profunda conversación con él.
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Ninguno de ellos era humano. Era había sido una cosa que le había quedado claro al cadejo desde su nacimiento. Portaban un poder increíblemente peligroso que los convertía en bestias legendarias. Tanto él como Émile como Dexter. El diablo, el dragón y el cadejo. Los dorados ojos del pirata se cerraron despacio y se quedó algo pensativo. Él mismo había estado cerca de los hombres del demonio y tan poco era para tanto el espectáculo de terror. A lo mejor era que estaba acostumbrado a la maldad desde hacía tiempo. Se dio cuenta de los sollozos de su amigo y no puedo evitar mirar a otro lado sintiéndose culpable por ello. Soltó un pequeño suspiro y después de unos momentos simplemente colocó su mano derecha en su nuca, rascándose un poco.
- He estado en su barco y no es para nada tétrico. El primer día cierto era que sentía algo de presión por las miradas y risas de sus hombres hacia mí. Pero ese mismo día combatí con Émile, uno de sus ataques me dio tan fuerte que me hizo recuperar la memoria al parecer. Todo cambió entonces, amenacé a todos aquellos insectos y asumí el cargo de comandante.
Se explicó con calma. Recordó el momento en que volvió a ser él y se puso violento con todos, fue gracioso ver las caras de los demás. Se rascó un poco la barbilla y después de unos momentos escuchó lo que dijo el dragón. Iba detrás de él en todo momento subiendo aquellas escaleras con calma. El barco de los Blue Rose… Tuvo recuerdos de los Kage Akuma entonces. El destino era un cabrón. Entonces entraron en la habitación. El lobo se quedó de pie y pegó su espalda a una de las paredes mientras se cruzaba de brazos. Soltó un suspiro y después de unos instantes clavó sus dorados ojos en los de su compañero.
- Creo que es el momento de que empiece la conversación, Dexter. Aunque antes de nada te diré una última cosa. Si en el plazo de tres meses no he logrado cambiar a Émile, pasaré a estar en su lista negra. – Dijo mirando a otro lado y cerrando los ojos.
Claramente planeaba abandonar aquella banda si no lograba nada. Ya no tenía nada por lo que ofrecer su alma. Notó un ligero picor incómodo en su pecho y acto seguido mostró una sonrisa irónica, la cual parecía incluso siniestra. Admiraba al dragón por llevar también un dolor similar al suyo después de haber perdido a la persona que amaba. Era una sensación dolorosa y para él lo era mucho más. Ver incluso al yonkou en aquel estado en el que parecía estar conteniendo las ganas de gritar le hizo sentirse peor. Tenía ganas de hacer el suicida, pero se contenía por pura fuerza de voluntad. Su mente era poderosa. El lobo negro entonces se llevó la mano derecha a la frente y acto seguido se sentó donde pudo.
- Adelante. – Dijo entonces con una expresión relajada.
- He estado en su barco y no es para nada tétrico. El primer día cierto era que sentía algo de presión por las miradas y risas de sus hombres hacia mí. Pero ese mismo día combatí con Émile, uno de sus ataques me dio tan fuerte que me hizo recuperar la memoria al parecer. Todo cambió entonces, amenacé a todos aquellos insectos y asumí el cargo de comandante.
Se explicó con calma. Recordó el momento en que volvió a ser él y se puso violento con todos, fue gracioso ver las caras de los demás. Se rascó un poco la barbilla y después de unos momentos escuchó lo que dijo el dragón. Iba detrás de él en todo momento subiendo aquellas escaleras con calma. El barco de los Blue Rose… Tuvo recuerdos de los Kage Akuma entonces. El destino era un cabrón. Entonces entraron en la habitación. El lobo se quedó de pie y pegó su espalda a una de las paredes mientras se cruzaba de brazos. Soltó un suspiro y después de unos instantes clavó sus dorados ojos en los de su compañero.
- Creo que es el momento de que empiece la conversación, Dexter. Aunque antes de nada te diré una última cosa. Si en el plazo de tres meses no he logrado cambiar a Émile, pasaré a estar en su lista negra. – Dijo mirando a otro lado y cerrando los ojos.
Claramente planeaba abandonar aquella banda si no lograba nada. Ya no tenía nada por lo que ofrecer su alma. Notó un ligero picor incómodo en su pecho y acto seguido mostró una sonrisa irónica, la cual parecía incluso siniestra. Admiraba al dragón por llevar también un dolor similar al suyo después de haber perdido a la persona que amaba. Era una sensación dolorosa y para él lo era mucho más. Ver incluso al yonkou en aquel estado en el que parecía estar conteniendo las ganas de gritar le hizo sentirse peor. Tenía ganas de hacer el suicida, pero se contenía por pura fuerza de voluntad. Su mente era poderosa. El lobo negro entonces se llevó la mano derecha a la frente y acto seguido se sentó donde pudo.
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