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Noximilien
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Nox no sabía dónde estaba, todo estaba en llamas intensas donde ni la lluvia tormentosa que había no las apagaba. Una figura oscura que no lograba distinguir, se estaba acercándose al mientras que él no podía moverse por algún motivo.
- Adiós Nox, un placer conocerte, disfruta del infierno.- Tras terminar la frase, la figura oscura le asesto un puñetazo volviéndose oscuridad todo de nuevo.
El enmascarado se despertó exaltado pero no pego un grito como el escandaloso del pelirrojo que despertó de paso a la chiquilla con mal genio. Había pasado más de dos décadas pero seguía teniendo las mismas pesadillas a pesar de que todo aquello acabo hace 5 años, unos días antes de conocer a Zane en Sabaody. Aunque su cerebro intentase borrar a aquel hombre que le convirtió en aquel ser que a duras penas se podía considerar una persona, el aun sabía quién era y no dudaría en encontrarlo, pero esa era una historia aparte que no iba a incumbir al pelirrojo y al resto.
El sol en los ojos a través de los cristales redondos de la máscara le estaba abrasando los ojos y las vendas y otros cachos de la armadura tampoco ayudaba. Intento reincorporase sujetándose a la palmera que tuvo encima toda la noche. El ruido del simple aleteo de los pájaros le retumbaba en la cabeza como si le hubiese caído una bomba atómica encima. La garganta le escocía debido a lo seca que lo tenía y las ganas de vomitar no iba ayudarle.
- Nunca… Más… Beberé…- Se dijo a sí mismo, prometiéndose a no tener otra noche igual que esa. La edad le estaba haciéndolo notar, ante hubiese podido aguantar una semana así.
El grupo se dirigieron a una taberna más normalilla comparada con la que la anoche anterior había montado la madre de todos los alborotos. Cada uno fue pidiendo lo que quería, Nox se pidió el café más cargado que hubiese. Por otra parte se quedaba sorprendido lo que estaba pidiendo Haru a pesar de lo enana que era. Estuvo escuchando la conversación que estaba usando Zane para convencer a la chiquilla a unirse a la banda, lo de una sociedad súper tecnológica en Little Garden. Quien sabe a lo mejor encontraba un robot y se lo podía quedar o algo por el estilo, que a pesar de ser un viejales, le gustaban las maquinas desde pequeño.
- ¿Pero qué edad se supone que tiene la niña esta?-. Pensó el enmascarado mientras intentaba no escupir el café por el “Nada sexual” que dijo el pelirrojo.
A la vez, un grupo de personas entro en la taberna y se sentaron en una mesa y a empezar a montar escándalo, cosa que no le sentaba nada bien a la resaca de Nox.
- Agh… Siempre aparecen los capullos más escandalosos.- Musito a sus adentros.
- Adiós Nox, un placer conocerte, disfruta del infierno.- Tras terminar la frase, la figura oscura le asesto un puñetazo volviéndose oscuridad todo de nuevo.
El enmascarado se despertó exaltado pero no pego un grito como el escandaloso del pelirrojo que despertó de paso a la chiquilla con mal genio. Había pasado más de dos décadas pero seguía teniendo las mismas pesadillas a pesar de que todo aquello acabo hace 5 años, unos días antes de conocer a Zane en Sabaody. Aunque su cerebro intentase borrar a aquel hombre que le convirtió en aquel ser que a duras penas se podía considerar una persona, el aun sabía quién era y no dudaría en encontrarlo, pero esa era una historia aparte que no iba a incumbir al pelirrojo y al resto.
El sol en los ojos a través de los cristales redondos de la máscara le estaba abrasando los ojos y las vendas y otros cachos de la armadura tampoco ayudaba. Intento reincorporase sujetándose a la palmera que tuvo encima toda la noche. El ruido del simple aleteo de los pájaros le retumbaba en la cabeza como si le hubiese caído una bomba atómica encima. La garganta le escocía debido a lo seca que lo tenía y las ganas de vomitar no iba ayudarle.
- Nunca… Más… Beberé…- Se dijo a sí mismo, prometiéndose a no tener otra noche igual que esa. La edad le estaba haciéndolo notar, ante hubiese podido aguantar una semana así.
El grupo se dirigieron a una taberna más normalilla comparada con la que la anoche anterior había montado la madre de todos los alborotos. Cada uno fue pidiendo lo que quería, Nox se pidió el café más cargado que hubiese. Por otra parte se quedaba sorprendido lo que estaba pidiendo Haru a pesar de lo enana que era. Estuvo escuchando la conversación que estaba usando Zane para convencer a la chiquilla a unirse a la banda, lo de una sociedad súper tecnológica en Little Garden. Quien sabe a lo mejor encontraba un robot y se lo podía quedar o algo por el estilo, que a pesar de ser un viejales, le gustaban las maquinas desde pequeño.
- ¿Pero qué edad se supone que tiene la niña esta?-. Pensó el enmascarado mientras intentaba no escupir el café por el “Nada sexual” que dijo el pelirrojo.
A la vez, un grupo de personas entro en la taberna y se sentaron en una mesa y a empezar a montar escándalo, cosa que no le sentaba nada bien a la resaca de Nox.
- Agh… Siempre aparecen los capullos más escandalosos.- Musito a sus adentros.
Mist D. Spanner
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Spanner bostezó mientras entraba por la puerta junto a Zane y Haru. Se limitó a sentarse junto a estos en silencio mientras hablaban y hacían sus pedidos. La voz de Haru pidiendo se clavó en sus oídos, haciéndole recordar aquel tono repelente que le hacía llenarse de odio. ¿Por qué tenía que pedir tanta cosa? Como se le ocurra pensar que va a pagarlo el pelirrojo, va lista. Spanner hizo un gesto con la mano al camarero para indicarle que no quería nada.
- Por mí... -dijo ante la propuesta de tregua de la chica-. Estoy de acuerdo excepto en ese último punto. Solo considero enemigos a aquellos que pueden tener un mínimo de mi interés.
Rara vez el chico se sentía bien soltando ese tipo de pullas. Ignoró el grito que llenó la sala en un principio y se limitó a bostezar de nuevo. Cuando volvió a abrir los ojos vio, con el rabillo del ojo, como tres personas se habían levantado de sus sillas y se estaban dirigiendo a ellos. Spanner miró hacia ellos enseguida. Un hombre de pelo moreno vestido de rojo con espada al cinto, acompañado de dos muchachas de pelo largo. Aquel hombre llegó hasta la mesa del pelirrojo, Haruka y el chico. Entonces, con toda la mala leche, golpeó la mesa con la mano.
"Ay dios..."
- Vosotros la liasteis ayer, ¿verdad? No se para de hablar de vosotros desde anoche. Las palabras vuelan. Piratas sin honor alguno... dais asco -una de las chicas, que llevaba una enorme espada a su espalda, fijó su vista en Spanner-. Un verdadero pirata es un hombre libre, no un ladrón de poca monta.
- Esto... -dijo Spanner asomando la cabeza entre sus brazos, soñoliento y aburrido, apoyado en la mesa-. ¿Te digo la definición de pirata que hay en el diccionario?
- Encima burlones. No merecéis ser llamados piratas. ¡Consideraos retados, rufianes! ¡Os esperamos fuera!
Dicho aquello, se fueron. Unos cuantos más que había en el bar los siguieron. Spanner estiró los brazos y se puso de pie, para después mirar al pelirrojo.
- Supongo que toca partir cabezas. ¿Eh, Zane?
- Por mí... -dijo ante la propuesta de tregua de la chica-. Estoy de acuerdo excepto en ese último punto. Solo considero enemigos a aquellos que pueden tener un mínimo de mi interés.
Rara vez el chico se sentía bien soltando ese tipo de pullas. Ignoró el grito que llenó la sala en un principio y se limitó a bostezar de nuevo. Cuando volvió a abrir los ojos vio, con el rabillo del ojo, como tres personas se habían levantado de sus sillas y se estaban dirigiendo a ellos. Spanner miró hacia ellos enseguida. Un hombre de pelo moreno vestido de rojo con espada al cinto, acompañado de dos muchachas de pelo largo. Aquel hombre llegó hasta la mesa del pelirrojo, Haruka y el chico. Entonces, con toda la mala leche, golpeó la mesa con la mano.
"Ay dios..."
- Vosotros la liasteis ayer, ¿verdad? No se para de hablar de vosotros desde anoche. Las palabras vuelan. Piratas sin honor alguno... dais asco -una de las chicas, que llevaba una enorme espada a su espalda, fijó su vista en Spanner-. Un verdadero pirata es un hombre libre, no un ladrón de poca monta.
- Esto... -dijo Spanner asomando la cabeza entre sus brazos, soñoliento y aburrido, apoyado en la mesa-. ¿Te digo la definición de pirata que hay en el diccionario?
- Encima burlones. No merecéis ser llamados piratas. ¡Consideraos retados, rufianes! ¡Os esperamos fuera!
Dicho aquello, se fueron. Unos cuantos más que había en el bar los siguieron. Spanner estiró los brazos y se puso de pie, para después mirar al pelirrojo.
- Supongo que toca partir cabezas. ¿Eh, Zane?
Zane no pudo evitar esbozar una sonrisa ante la sutil amenaza de Haruka. No es que al pelirrojo le resultara extraño que una mujer le desafiara, al contrario, que lo hicieran era lo más normal del mundo para él. Pero le resulto muy gracioso como una canija que no levantaba ni un palmo del suelo en comparación con él se atreviera a hacerlo.
—No tienes por qué preocuparte –la atención del pelirrojo se centró en el escandaloso grupo que acaba de entrar a la taberna, sentándose en una mesa cerca de la puerta–. Sabes que soy de fiar. Siempre y cuando vayamos a partes iguales, claro está –ligeramente volvió a mirar a Haruka, para justo después dar un sorbo a su té–. Entonces qué… ¿aceptas el tra…
Entonces, uno de los sujetos que entraron en la taberna hacía menos de un par de minutos, interrumpieron a Zane para acusarle a él y a sus amigos de vandalismo, entre otros delitos hechos ayer en la taberna. El pelirrojo no solía ser una persona muy pendenciera a primera hora de la mañana, sobre todo porque en su cuerpo lo único que había era alcohol en grandes cantidades y alguna sustancia ilegal en cualquier lugar decente. Así que dejó hablar a Spanner, quien, pese a todo pronóstico, tuvo una disputa dialéctica con aquellos piratas hippies.
El pelirrojo bebía su té con tranquilidad, alternando un sorbo con un bocado de trozo de pan. Aquel desayuno era una fiesta en su paladar. El amargor del té junto al dulzor de la tostada con mermelada y dátiles lo hacía una comida magnífica. Pero entonces, el cabecilla de aquel grupo hizo algo de lo que, muy posiblemente, se acabaría arrepintiendo… retarlos. Tras eso, aquel grupo dio media vuelta con intención de marcharse del local. Pero antes de que pasaran por el arco de la puerta, Zane se levantó de su silla.
—¡Eh, tú! –alzó la voz en todo el local, haciendo que un silencio sepulcral asolara la taberna–. No tan deprisa, pimpollo.
Zane se acercó a ellos, dando pasos chulescos y analizando a todos y cada uno de ellos. Al levantar la voz, los que habían salido de la taberna volvieron a entrar y el pelirrojo pudo verlos a todos. El cabecilla parecía ser un muchacho, más o menos de la edad de Zane, vestido como si hubiera salido de una escuela para pijos, portando una espada en su cinturón. A su lado, una muchacha de cabellos violáceos, con rasgos parecidos al chico, ¿sería hermanos? Era posible, pero sin duda la chiquilla estaba de buen ver. También, al lado del muchacho, otro chico rubio y algo más alto. Tras ellos, una chiquilla que no tendría más de catorce o quince años. Un proyecto de okama con cascos y un cinturón en el cuello. Y por último, pero no menos importante, una preciosidad de diosa peliazul de gesto serio y caderas peligrosas.
—Vamos a ver, que yo me entere. Vienes aquí con tu cara bonita. Interrumpes mi desayuno, que es con diferencia, para mí, el mejor momento del día. Nos retas y te vas tan campante esperando que vaya tras de ti, ¿estás de coña verdad?
—No. Como he dicho antes, no merecéis ser considerados piratas. Y sobre todo tú, Zane D. Kenshin –golpeó con su dedo índice en el hombro al pelirrojo–. Eres la vergüenza de nuestra facción.
—Sí, seré la vergüenza de la piratería, pero quien ocupa los titulares soy yo y no tú, ¿cierto? Porque, ¿qué has hecho tu como pirata? –preguntó el pelirrojo, mirándole fijamente a los ojos, intentando intimidarle con su presencia–. ¿Luchar con algún marine por algo injusto como liberar a un pueblo oprimido? ¿O eres de esos piratas que se alzan al mar solo porque está de moda? Déjame que te diga algo chaval. El que no sabe lo que no sabe lo que es un verdadero pirata eres tú. Yo lo llevo en la sangre, mi padre es un pirata, al igual que la gente a la que considero mi familia, y algunos de mis compañeros–se giró para señalar a Spanner–, también son hijos de piratas. Todos hemos nacido en el seno de la piratería y tú, pijo con complejo de limpia cubiertas, solo eres un patán que sigue una moda. Pero si es lo que quieres, adelante. Rétanos. Nos vemos a media tarde en el oasis que se encuentra al noreste de aquí.
Dicho esto, el pelirrojo volvió a la mesa y se sentó.
Durante un momento todos estuvieron callados, al menos hasta que el grupo que los retó se fue. Tras eso, Zane volvió a hablar.
—Cuenta la leyenda que nos acaban de retar como banda –Zane sonrió–. Lo que me recuerda… Nox, ¿cuál es tú respuesta a lo que te propuse anoche?
—No tienes por qué preocuparte –la atención del pelirrojo se centró en el escandaloso grupo que acaba de entrar a la taberna, sentándose en una mesa cerca de la puerta–. Sabes que soy de fiar. Siempre y cuando vayamos a partes iguales, claro está –ligeramente volvió a mirar a Haruka, para justo después dar un sorbo a su té–. Entonces qué… ¿aceptas el tra…
Entonces, uno de los sujetos que entraron en la taberna hacía menos de un par de minutos, interrumpieron a Zane para acusarle a él y a sus amigos de vandalismo, entre otros delitos hechos ayer en la taberna. El pelirrojo no solía ser una persona muy pendenciera a primera hora de la mañana, sobre todo porque en su cuerpo lo único que había era alcohol en grandes cantidades y alguna sustancia ilegal en cualquier lugar decente. Así que dejó hablar a Spanner, quien, pese a todo pronóstico, tuvo una disputa dialéctica con aquellos piratas hippies.
El pelirrojo bebía su té con tranquilidad, alternando un sorbo con un bocado de trozo de pan. Aquel desayuno era una fiesta en su paladar. El amargor del té junto al dulzor de la tostada con mermelada y dátiles lo hacía una comida magnífica. Pero entonces, el cabecilla de aquel grupo hizo algo de lo que, muy posiblemente, se acabaría arrepintiendo… retarlos. Tras eso, aquel grupo dio media vuelta con intención de marcharse del local. Pero antes de que pasaran por el arco de la puerta, Zane se levantó de su silla.
—¡Eh, tú! –alzó la voz en todo el local, haciendo que un silencio sepulcral asolara la taberna–. No tan deprisa, pimpollo.
Zane se acercó a ellos, dando pasos chulescos y analizando a todos y cada uno de ellos. Al levantar la voz, los que habían salido de la taberna volvieron a entrar y el pelirrojo pudo verlos a todos. El cabecilla parecía ser un muchacho, más o menos de la edad de Zane, vestido como si hubiera salido de una escuela para pijos, portando una espada en su cinturón. A su lado, una muchacha de cabellos violáceos, con rasgos parecidos al chico, ¿sería hermanos? Era posible, pero sin duda la chiquilla estaba de buen ver. También, al lado del muchacho, otro chico rubio y algo más alto. Tras ellos, una chiquilla que no tendría más de catorce o quince años. Un proyecto de okama con cascos y un cinturón en el cuello. Y por último, pero no menos importante, una preciosidad de diosa peliazul de gesto serio y caderas peligrosas.
—Vamos a ver, que yo me entere. Vienes aquí con tu cara bonita. Interrumpes mi desayuno, que es con diferencia, para mí, el mejor momento del día. Nos retas y te vas tan campante esperando que vaya tras de ti, ¿estás de coña verdad?
—No. Como he dicho antes, no merecéis ser considerados piratas. Y sobre todo tú, Zane D. Kenshin –golpeó con su dedo índice en el hombro al pelirrojo–. Eres la vergüenza de nuestra facción.
—Sí, seré la vergüenza de la piratería, pero quien ocupa los titulares soy yo y no tú, ¿cierto? Porque, ¿qué has hecho tu como pirata? –preguntó el pelirrojo, mirándole fijamente a los ojos, intentando intimidarle con su presencia–. ¿Luchar con algún marine por algo injusto como liberar a un pueblo oprimido? ¿O eres de esos piratas que se alzan al mar solo porque está de moda? Déjame que te diga algo chaval. El que no sabe lo que no sabe lo que es un verdadero pirata eres tú. Yo lo llevo en la sangre, mi padre es un pirata, al igual que la gente a la que considero mi familia, y algunos de mis compañeros–se giró para señalar a Spanner–, también son hijos de piratas. Todos hemos nacido en el seno de la piratería y tú, pijo con complejo de limpia cubiertas, solo eres un patán que sigue una moda. Pero si es lo que quieres, adelante. Rétanos. Nos vemos a media tarde en el oasis que se encuentra al noreste de aquí.
Dicho esto, el pelirrojo volvió a la mesa y se sentó.
Durante un momento todos estuvieron callados, al menos hasta que el grupo que los retó se fue. Tras eso, Zane volvió a hablar.
—Cuenta la leyenda que nos acaban de retar como banda –Zane sonrió–. Lo que me recuerda… Nox, ¿cuál es tú respuesta a lo que te propuse anoche?
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Un tipo dio un golpe en la mesa, recibiendo a cambio una gélida mirada por mi parte. Pero su atención no fue dirigida hacia mí, sino hacia el pelirrojo, así que me limité a seguir disfrutando de mi desayuno.
Para ser sinceros, no había tomado una comida decente en días. Viajar en aquel barco de mala muerte no había sido cómodo, y la mayor parte de la comida era pescado. Y cuando al fin había llegado a la isla, no me había dado casi tiempo a cenar nada antes de verme envuelta en una trifulca de bar de mala muerte.
Continué saboreando el yogur con frutas y notando como el azúcar y los nutrientes ponían a funcionar mi cerebro a pleno rendimiento. Necesitaba alimentarme apropiadamente si quería seguir usándolo correctamente.
Las palabras del tipo llamaron mi atención, y no pude evitar soltar un comentario sarcástico sin mirarlo, casi para mí misma.
-Bueno, estoy en shock. No sabía que los piratas tuviesen honor.
El pelirrojo no dudó en seguirlos cuando se dispusieron a marcharse, y lo seguí con la mirada curiosa al tiempo que me agazapaba en mi silla, casi en pose gatuna, y me terminaba el desayuno.
Cuando Zane señaló a Spanner, levanté una mano con desgana y apostillé:
-Yo soy hija de piratas también.
Una vez finalicé el desayuno, me estiré con ganas hasta que me crujieron los huesos, y volví a posar mis orbes violáceos en el pollo ardiente.
-Resumiendo, esos tipos son imbéciles y tú lo eres más porque has aceptado un reto que ni te va ni te viene, y que ni siquiera sabes en qué consiste. Y has hecho que asuman que nosotros -señalé a los demás con un gesto- somos parte de la misma banda. Así que... ¿qué pretendes que hagamos, exactamente? Ninguno de nosotros tiene obligación alguna de participar en tu jueguecito. Bueno, excepto... tu mujercita -añadí, mirando a Spanner de arriba abajo.
A pesar de quejarme de esa manera, en el fondo estaba deseando participar.
Después de todo, era una oportunidad para meterme con una panda de ineptos con sueños por alcanzar.
Alguien tenia que destruir esos sueños y mostrarles la cruel y dura realidad. Y si podía ser yo, pues... mejor.
Para ser sinceros, no había tomado una comida decente en días. Viajar en aquel barco de mala muerte no había sido cómodo, y la mayor parte de la comida era pescado. Y cuando al fin había llegado a la isla, no me había dado casi tiempo a cenar nada antes de verme envuelta en una trifulca de bar de mala muerte.
Continué saboreando el yogur con frutas y notando como el azúcar y los nutrientes ponían a funcionar mi cerebro a pleno rendimiento. Necesitaba alimentarme apropiadamente si quería seguir usándolo correctamente.
Las palabras del tipo llamaron mi atención, y no pude evitar soltar un comentario sarcástico sin mirarlo, casi para mí misma.
-Bueno, estoy en shock. No sabía que los piratas tuviesen honor.
El pelirrojo no dudó en seguirlos cuando se dispusieron a marcharse, y lo seguí con la mirada curiosa al tiempo que me agazapaba en mi silla, casi en pose gatuna, y me terminaba el desayuno.
Cuando Zane señaló a Spanner, levanté una mano con desgana y apostillé:
-Yo soy hija de piratas también.
Una vez finalicé el desayuno, me estiré con ganas hasta que me crujieron los huesos, y volví a posar mis orbes violáceos en el pollo ardiente.
-Resumiendo, esos tipos son imbéciles y tú lo eres más porque has aceptado un reto que ni te va ni te viene, y que ni siquiera sabes en qué consiste. Y has hecho que asuman que nosotros -señalé a los demás con un gesto- somos parte de la misma banda. Así que... ¿qué pretendes que hagamos, exactamente? Ninguno de nosotros tiene obligación alguna de participar en tu jueguecito. Bueno, excepto... tu mujercita -añadí, mirando a Spanner de arriba abajo.
A pesar de quejarme de esa manera, en el fondo estaba deseando participar.
Después de todo, era una oportunidad para meterme con una panda de ineptos con sueños por alcanzar.
Alguien tenia que destruir esos sueños y mostrarles la cruel y dura realidad. Y si podía ser yo, pues... mejor.
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Era un don o algo, pero Nox sentía como iba a volver a meterse en problemas. Los escandalosos de antes parecían ser de la noche anterior, pues parecían reconocerlos. Intento no darles mucha importancia, pues el pelirrojo parecía encargarse, pero no pudo quedarse inmutable al recibir tal insulto como la falta de honor. Nadie, y menos unos críos que parecían sacados de un internado de ricos, iban a insultar el honor que tenía.
- Que engreídos, yo ya me liaba a cañonazos contra marines y monstruos marinos mucho antes de que os pusieran esos trajecitos de colegiales -. Comento. En general, no había sido un pirata cien por cien, pero uno hacia lo suficiente para conseguir unos ricos berries.
La proposición de Zane, a pesar que parecía que había estado evitándola toda la noche anterior, estuvo pensándoselo bien. Por una parte, había estado estancado durante todos estos años en el mar de Paraiso, y si el pelirrojo estaba organizando una banda, seguramente tenía un barco. Era su oportunidad para volver a navegar, en condiciones, sin tener que regatear de nuevo con los abusivos comerciantes para que le llevasen entre islas. Además, ninguno aparte de él, parecía tener idea de cómo darle mantenimiento a un barco. Tenía suerte de haber vivido en una isla donde, si no sabías trabajar con maderas y barcos, eras el tonto del pueblo.
Cogió el café, se lo bebió de un trago a pesar que ardia exageradamente, incluso saliendo humo bajo su máscara. Acto seguido se levantó de su asiento.
- Muy bien, vamos a enseñar a esos parguelas como se las gasta una banda de piratas de verdad. – le contesto. De esta manera, esperaba que Zane se diese por entendido que el enmascarado había aceptado su oferta.
- Que engreídos, yo ya me liaba a cañonazos contra marines y monstruos marinos mucho antes de que os pusieran esos trajecitos de colegiales -. Comento. En general, no había sido un pirata cien por cien, pero uno hacia lo suficiente para conseguir unos ricos berries.
La proposición de Zane, a pesar que parecía que había estado evitándola toda la noche anterior, estuvo pensándoselo bien. Por una parte, había estado estancado durante todos estos años en el mar de Paraiso, y si el pelirrojo estaba organizando una banda, seguramente tenía un barco. Era su oportunidad para volver a navegar, en condiciones, sin tener que regatear de nuevo con los abusivos comerciantes para que le llevasen entre islas. Además, ninguno aparte de él, parecía tener idea de cómo darle mantenimiento a un barco. Tenía suerte de haber vivido en una isla donde, si no sabías trabajar con maderas y barcos, eras el tonto del pueblo.
Cogió el café, se lo bebió de un trago a pesar que ardia exageradamente, incluso saliendo humo bajo su máscara. Acto seguido se levantó de su asiento.
- Muy bien, vamos a enseñar a esos parguelas como se las gasta una banda de piratas de verdad. – le contesto. De esta manera, esperaba que Zane se diese por entendido que el enmascarado había aceptado su oferta.
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El chico observó como su capitán empezaba a liarla, como siempre. Pero, esta vez, el espadachín no intentaría detenerlo. Rara vez el pirata se dejaba llevar por sus emociones, pero por algún extraño motivo aquello le había tocado la moral. Por algún extraño motivo, aquel día, se sentía como debía sentirse siempre Zane. Impulsivo y peligroso. Sí, era muy peligroso. Un malote de la vida. Utilizando el mango de la espada, lo acercó a una de las jarras en la mesa y la empujó hasta el borde para luego tirarla. El ruido de romper cristales hizo que la muchacha que iba con ellos lo mirase fijamente. Spanner le devolvió la mirada. Una mirada que decía:
"Seh, así es. Soy malote"
Aunque lo cierto es que en realidad era todo bastante incómodo y daba un poco de vergüenza ajena. Por suerte, nadie estaba atento a lo que hacía el pelimorado. Los "piratas" se marcharon. Spanner asintió al oír a su capitán, pero su rostro se torció en una mueca de enfado bastante evidente hacía la científica que había decidido referirse a él como "mujercita". ¿Cómo se atrevía?
Intentó sacudirse el cabreo de encima y, aunque parece que lo consiguió, seguía algo enfadado. Se dirigió, en silencio, a la salida de la taberna. ¿Qué tipo de reto iba a ser? Combates, lo más probable, viendo que eran piratas "de honor". ¿Quién sabe? Tal vez puede que incluso se lo pase bien aquel día.
"Seh, así es. Soy malote"
Aunque lo cierto es que en realidad era todo bastante incómodo y daba un poco de vergüenza ajena. Por suerte, nadie estaba atento a lo que hacía el pelimorado. Los "piratas" se marcharon. Spanner asintió al oír a su capitán, pero su rostro se torció en una mueca de enfado bastante evidente hacía la científica que había decidido referirse a él como "mujercita". ¿Cómo se atrevía?
Intentó sacudirse el cabreo de encima y, aunque parece que lo consiguió, seguía algo enfadado. Se dirigió, en silencio, a la salida de la taberna. ¿Qué tipo de reto iba a ser? Combates, lo más probable, viendo que eran piratas "de honor". ¿Quién sabe? Tal vez puede que incluso se lo pase bien aquel día.
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- [Privado - Arashi no kyoudai] Leyendas del mañana. Juegos en la isla de las mil y una noches. [Parte 2]
- [Privado -Arashi no Kyoudai] Nuevos miembros, mafiosos y mucha locura. El reencuentro de los Arashi no Kyoudai.
- [Pasado][Privado-Arashi no Kyoudai] Traición en la Isla Esmeralda.
- [Privado -Arashi no Kyoudai] Un tesoro, el hijo de un viejo amigo y un puto pez. Aventuras en la isla prehistórica.
- [Privado-Arashi No Kyoudai] Fui a por cobre y encontré oro.
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