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El Sol comenzaba a esconderse en el horizonte, tiñendo el cielo de un apagado naranja, entremezclado con diferentes tonalidades de rojo y azul violeta, los cuales eran adoptados también por las nubes que se alzaban sobre la ciudad de Morment. En la lejanía se alzaba orgullosa, como una regia fortaleza, siempre imbatible, siempre vigilante. Los pocos hombres que aún se encontraban fuera de sus murallas eran los últimos comerciantes y transportistas que se disponían a guardar sus productos tras las fortificaciones. Las antorchas sobre los muros comenzaban a ser prendidas por los vigilantes, cuyo número parecía más que suficiente como para cubrirlos sin problema alguno, no dejando trecho sin proteger.
Nizak observaba todo aquello en la lejanía, a varios cientos de metros de las miradas inquisitivas de la guardia de la ciudad, aparentemente a salvo. Llevaba, como horas antes, el rostro cubierto bajo la capucha de su capa, la cual escondía la dorada coraza que portaba consigo. Protegido entre sus brazos se encontraba Seun, quien se asomaba por los recovecos de la sábana que le protegía, curioso por ver aquellas tierras que tan extrañas eran para él y para su guardián. Había resultado realmente complicado esconder a la cría durante todo ese tiempo, especialmente cuando se vio obligado a huir de Dorithia ante la llegada de un nuevo destacamento de soldados, alertados por el incidente con Morgan y sus hombres. Al menos había logrado asegurarse de que no fueran capaces de seguirle la pista. Un suspiro escapó de sus labios al tiempo que reemprendía la marcha, rumbo al Este. tal y como le había indicado Alistar.
- No sé cuánto nos queda, aunque si aún vemos Morment... Probablemente bastante -dijo el caballero, tanto para su peludo amigo como para él mismo, pensativo-. No debería ser muy complicado encontrarles... Una estatua de un hombre encapuchado y a partir de ahí... Sabré cómo encontrarlos -siguió, repitiendo las palabras del albino.
Aún no había llegado a una conclusión demasiado segura de qué podría haber intentado decirle. Tal vez las señales fueran muy obvias de conocer aquella localización, aunque dudaba que esto fuera así. De serlo, cualquiera que hubiera podido ir en busca de los rebeldes por la zona habría terminado por localizarles. ¿Quizá se refería a algo que tan solo él podría reconocer? Si era así, con lo poco que habían hablado, debía de tratarse de algo relacionado con lo ocurrido. Muchas preguntas... Pero muy pocas respuestas.
El camino se iba volviendo más y más abrupto a medida que se alejaban de lo que Nizak habría denominado "civilización", aunque lo cierto es que no tenía muy claro si merecía aquel nombre. La esclavitud restaba significado a la palabra en ese contexto. De hecho, muchos detalles que había apreciado a lo largo de su viaje le hicieron creer que podría haberse quedado dormido, sumido en un sueño fantástico. Animales que jamás había visto, con un aspecto que tan solo sería creíble si pertenecieran a algún mito o cuento de aventuras, campaban allí y allá como si fuera lo más normal del mundo. Incluso los propios campesinos de Greenlyn habían amaestrado algunas de aquellas criaturas. Los llamaban "pelícaros", y prácticamente hacían la misma función que un perro guardián del rebaño... Aunque de forma más extraña e impresionante. Sin duda, aquella era una tierra muy especial.
Poco a poco el atardecer dio paso a la noche, ante lo que Nizak se vio obligado a improvisar una antorcha, dejando que al pequeño Seun en el suelo para que estirase las patas. Le tocaría caminar durante un rato, y pese a que aquello podría haber resultado una temeridad en medio de la civilización, se encontraban lo suficientemente alejados como para que nadie pudiera percatarse de la cría. ¿Cuál sería la reacción del espadachín cuando viera al felino? Con suerte no tendría reparos en acogerle a él también.
- Tiene que ser eso, no hay duda -susurró el león, señalando en la lejanía un enorme pilar con forma de hombre, bastante deteriorado por el paso del tiempo, cubierto por enredaderas que habían decidido convertirle en su nuevo hogar.
Seun gruñó con levedad y miró al caballero con gesto preocupado. No parecía gustarle demasiado el ambiente que podía sentirse en aquel sitio, y no iba a culparle por ello. De no saber que Alistar y los suyos se escondían allí, probablemente jamás se le hubiera ocurrido poner un solo pie en la zona. Era un lugar perfecto para refugiarse. ¿Quién iba a extraviarse tanto del camino como para acabar allí?
Nizak observaba todo aquello en la lejanía, a varios cientos de metros de las miradas inquisitivas de la guardia de la ciudad, aparentemente a salvo. Llevaba, como horas antes, el rostro cubierto bajo la capucha de su capa, la cual escondía la dorada coraza que portaba consigo. Protegido entre sus brazos se encontraba Seun, quien se asomaba por los recovecos de la sábana que le protegía, curioso por ver aquellas tierras que tan extrañas eran para él y para su guardián. Había resultado realmente complicado esconder a la cría durante todo ese tiempo, especialmente cuando se vio obligado a huir de Dorithia ante la llegada de un nuevo destacamento de soldados, alertados por el incidente con Morgan y sus hombres. Al menos había logrado asegurarse de que no fueran capaces de seguirle la pista. Un suspiro escapó de sus labios al tiempo que reemprendía la marcha, rumbo al Este. tal y como le había indicado Alistar.
- No sé cuánto nos queda, aunque si aún vemos Morment... Probablemente bastante -dijo el caballero, tanto para su peludo amigo como para él mismo, pensativo-. No debería ser muy complicado encontrarles... Una estatua de un hombre encapuchado y a partir de ahí... Sabré cómo encontrarlos -siguió, repitiendo las palabras del albino.
Aún no había llegado a una conclusión demasiado segura de qué podría haber intentado decirle. Tal vez las señales fueran muy obvias de conocer aquella localización, aunque dudaba que esto fuera así. De serlo, cualquiera que hubiera podido ir en busca de los rebeldes por la zona habría terminado por localizarles. ¿Quizá se refería a algo que tan solo él podría reconocer? Si era así, con lo poco que habían hablado, debía de tratarse de algo relacionado con lo ocurrido. Muchas preguntas... Pero muy pocas respuestas.
El camino se iba volviendo más y más abrupto a medida que se alejaban de lo que Nizak habría denominado "civilización", aunque lo cierto es que no tenía muy claro si merecía aquel nombre. La esclavitud restaba significado a la palabra en ese contexto. De hecho, muchos detalles que había apreciado a lo largo de su viaje le hicieron creer que podría haberse quedado dormido, sumido en un sueño fantástico. Animales que jamás había visto, con un aspecto que tan solo sería creíble si pertenecieran a algún mito o cuento de aventuras, campaban allí y allá como si fuera lo más normal del mundo. Incluso los propios campesinos de Greenlyn habían amaestrado algunas de aquellas criaturas. Los llamaban "pelícaros", y prácticamente hacían la misma función que un perro guardián del rebaño... Aunque de forma más extraña e impresionante. Sin duda, aquella era una tierra muy especial.
Poco a poco el atardecer dio paso a la noche, ante lo que Nizak se vio obligado a improvisar una antorcha, dejando que al pequeño Seun en el suelo para que estirase las patas. Le tocaría caminar durante un rato, y pese a que aquello podría haber resultado una temeridad en medio de la civilización, se encontraban lo suficientemente alejados como para que nadie pudiera percatarse de la cría. ¿Cuál sería la reacción del espadachín cuando viera al felino? Con suerte no tendría reparos en acogerle a él también.
- Tiene que ser eso, no hay duda -susurró el león, señalando en la lejanía un enorme pilar con forma de hombre, bastante deteriorado por el paso del tiempo, cubierto por enredaderas que habían decidido convertirle en su nuevo hogar.
Seun gruñó con levedad y miró al caballero con gesto preocupado. No parecía gustarle demasiado el ambiente que podía sentirse en aquel sitio, y no iba a culparle por ello. De no saber que Alistar y los suyos se escondían allí, probablemente jamás se le hubiera ocurrido poner un solo pie en la zona. Era un lugar perfecto para refugiarse. ¿Quién iba a extraviarse tanto del camino como para acabar allí?
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- ¡Maíz! -gritó un cuervo, desde lo más alto de la estatua.
El pájaro, del tamaño de un halcón, observaba al recién llegado desde lo alto de la estatua. Sus ojos, completamente negros, comos u plumaje y su pico, eran redondos y brillaban. Casi parecía parte de la propia estatua, pues no se movía más que para abrir el pico y gritar, con un graznido:
- ¡Crane!
El cuervo estiró las alas y alzó el vuelo, alejándose de la estatua. Se interna en el bosque, que empieza a varios metros de allí, y desaparece entre sus árboles, en la oscuridad.
El pájaro, del tamaño de un halcón, observaba al recién llegado desde lo alto de la estatua. Sus ojos, completamente negros, comos u plumaje y su pico, eran redondos y brillaban. Casi parecía parte de la propia estatua, pues no se movía más que para abrir el pico y gritar, con un graznido:
- ¡Crane!
El cuervo estiró las alas y alzó el vuelo, alejándose de la estatua. Se interna en el bosque, que empieza a varios metros de allí, y desaparece entre sus árboles, en la oscuridad.
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- ¿Estás seguro, Alistar?
Ichabod Crane era un hombre de edad avanzada. Su pelo, que era gris, a punto estaba de empezar a mitad de su cabeza. Su rostro, marcado por el tiempo, mostraba una nariz aguileña. Sus ojos eran completamente negros, oscuros, imposible de discernir sus pensamientos.
- Comparte nuestros ideales, es una buena adquisición. Además, es fuerte.
- Tú mandas, lobo. Aunque debo recordarte lo que pasó con Greenlyn la última vez que confié en alguien de esta manera.
- Lo sé, cuervo -dijo Alistar, imitando la extraña necesidad de Crane de llamar a "lobo" a Alistar-. Sí viene, será una buena adquisición.
Dicho aquello, se puso de pie. Hasta entonces, estaba sentado en una roca. Estaban en una cueva, bajo tierra, que habían preparado con maderas y demás para que al menos fuese un escondite digno. Un lugar dónde era bastante difícil que los encontraran. Fue entonces cuando uno de los cuervos de Crane entró volando en "la habitación". Se posó de golpe en el hombro de su dueño, acomodando sus alas. Alistar miró a Ichabod, algo confuso.
- ¡Maíz! -gritó el cuervo.
- Tu amigo ha llegado, lobo.
Alistar torció la boca en algo parecido a una sonrisa. Estaba contento de que el lancero hubiese tomado dicha decisión. Se acercó a la pared dónde estaba apoyada su arma y se la colocó de nuevo en la espalda, para después salir de la cueva. Por suerte, sus hermanos que lo acompañaban en esa guarida, pues habían más esparcidas por todo Greenlyn, habían salido a cazar, y no tuvo que cruzárselos al salir. Abandonó la cueva, la cual era un agujero al lado de un pequeño montículo de roca. Empezó a caminar hacia la estatua, notando el crujir de la tierra y las hojas caídas sobre sus pies, seguido por Ichabod Crane. Cuando salió del bosque y vio la estatua, pudo discernir la enorme figura. Se acercó y, cuando estuvo lo suficientemente cerca, inclinó ligeramente la cabeza.
- Nizak -dijo, a modo de saludo.
Por su parte, Crane, se limitó a acariciar a su cuervo en silencio.
Ichabod Crane era un hombre de edad avanzada. Su pelo, que era gris, a punto estaba de empezar a mitad de su cabeza. Su rostro, marcado por el tiempo, mostraba una nariz aguileña. Sus ojos eran completamente negros, oscuros, imposible de discernir sus pensamientos.
- Comparte nuestros ideales, es una buena adquisición. Además, es fuerte.
- Tú mandas, lobo. Aunque debo recordarte lo que pasó con Greenlyn la última vez que confié en alguien de esta manera.
- Lo sé, cuervo -dijo Alistar, imitando la extraña necesidad de Crane de llamar a "lobo" a Alistar-. Sí viene, será una buena adquisición.
Dicho aquello, se puso de pie. Hasta entonces, estaba sentado en una roca. Estaban en una cueva, bajo tierra, que habían preparado con maderas y demás para que al menos fuese un escondite digno. Un lugar dónde era bastante difícil que los encontraran. Fue entonces cuando uno de los cuervos de Crane entró volando en "la habitación". Se posó de golpe en el hombro de su dueño, acomodando sus alas. Alistar miró a Ichabod, algo confuso.
- ¡Maíz! -gritó el cuervo.
- Tu amigo ha llegado, lobo.
Alistar torció la boca en algo parecido a una sonrisa. Estaba contento de que el lancero hubiese tomado dicha decisión. Se acercó a la pared dónde estaba apoyada su arma y se la colocó de nuevo en la espalda, para después salir de la cueva. Por suerte, sus hermanos que lo acompañaban en esa guarida, pues habían más esparcidas por todo Greenlyn, habían salido a cazar, y no tuvo que cruzárselos al salir. Abandonó la cueva, la cual era un agujero al lado de un pequeño montículo de roca. Empezó a caminar hacia la estatua, notando el crujir de la tierra y las hojas caídas sobre sus pies, seguido por Ichabod Crane. Cuando salió del bosque y vio la estatua, pudo discernir la enorme figura. Se acercó y, cuando estuvo lo suficientemente cerca, inclinó ligeramente la cabeza.
- Nizak -dijo, a modo de saludo.
Por su parte, Crane, se limitó a acariciar a su cuervo en silencio.
- Ichabod Crane:
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El camino a partir de ese punto se vio cubierto por un manto de tonalidades ocres y doradas, propias de las hojas caídas por el paso de las estaciones. Cada paso que daba iba acompañado de un leve golpe metálico, producido por las grebas que portaba, que se mezclaba con el crujir de las hojas bajo sus pies, lo cual advertía de la presencia de aquellos dos extranjeros en la zona. En cualquier otra situación Nizak habría intentado tomar una ruta algo más discreta, pero su objetivo no era el de esconderse como si no fuera más que un espía, sino todo lo contrario. Cuanto antes supieran de su llegada, antes se reencontraría con aquel hombre. Una pequeña figura negra se dejó caer desde el punto más alto de la estatua, graznando como si le llevara la vida en ello y alejándose del lugar rápidamente: un cuervo, quizá asustado por el ruido. La cría de león se aproximó al caballero, algo más calmada aparentemente, observando a su alrededor con curiosidad. Aquellas tierras eran muy distintas a las que formaban parte de su hogar. Antes de huir de Antius apenas había podido ver las áridas tierras que se extendían alrededor de Roarspike. A veces sentía lástima por Seun. Era de los pocos ejemplares que quedaban de su especie, y se había visto obligado a huir junto al pelirrojo para preservar su vida. "Ojalá hubieras nacido en épocas anteriores, pequeño. Tiempos en los que podrías haber vivido en una manada con los tuyos", pensó, mirándole con gesto solemne, sin que el felino se percatara de ello.
Se acercó con calma a la colosal estatua, pasando su mano por la superficie esculpida de esta. Siempre se había interesado por cualquier historia, incluso la más insignificante. Lejos, en Antius, gozaba de disponer de la Gran Biblioteca de la Orden, donde se guardaban cientos de ejemplares con la historia de la isla. Los suficientes como para precisar de toda una vida para poder leerlos todos. Cada página de un libro estaba impregnada de la esencia de su autor, y plasmaba para la posteridad un suceso, un nombre, una existencia... Volviéndolos inmortales. No sabía si aquel lugar tendría su propia historia narrada, o siquiera si sería relevante, pero Nizak decidió que, si salían victoriosos de aquello e instauraban un reinado prometedor, él mismo se encargaría de transcribir la historia de cada recoveco de Greenlyn. Descubriría los secretos que la historia guardaba sobre lugares como aquel, y los transmitiría a aquellos que estuvieran destinados a sucederle.
- Parece que no viene solo, Seun -le dijo con calma al león, quitándose la capucha al escuchar pasos aproximándose hacia su posición.
No precisó de esperar mucho más para ver a Alistar, que venía acompañado de un individuo al que jamás había visto, pero que por algún motivo le inspiraba algo que no habría sabido describir. No era desconfianza, pero parecía un tanto siniestro en cierto sentido... Y aquel cuervo que llevaba con él no ayudaba. El lobo le saludó, ante lo que Nizak inclinó la cabeza a modo de saludo.
- Alistar -dijo, para luego mirar a su acompañante- Sir.
El felino clavó su mirada en el albino, en cuya dirección avanzó unos pocos pasos, sin acercarse demasiado. Parecía no fiarse de aquellos dos hombres, aunque no podía echárselo en cara. Desde que viajaba con Nizak había aprendido por este a no fiarse de nadie que no fuera él mismo. Como advertencia, la pequeña cría mostró los dientes, logrando poco más que crear una situación más divertida que tensa. Supuso que era demasiado joven como para entender que aún le quedaba mucho para ser una bestia a la que temer.
- Espero que no os moleste su presencia -se apresuró a intervenir- Es un preciado amigo que se encuentra a mi cargo. No será molestia alguna, es bastante dócil... Cuando quiere.
El coloso hizo un gesto con la mano, acompañado de un leve silbido, logrando captar la atención de Seun que, rápidamente, pese a sus dudas respecto a los contrarios, retrocedió y tomó asiento sobre sus patas traseras, al lado del pelirrojo.
Se acercó con calma a la colosal estatua, pasando su mano por la superficie esculpida de esta. Siempre se había interesado por cualquier historia, incluso la más insignificante. Lejos, en Antius, gozaba de disponer de la Gran Biblioteca de la Orden, donde se guardaban cientos de ejemplares con la historia de la isla. Los suficientes como para precisar de toda una vida para poder leerlos todos. Cada página de un libro estaba impregnada de la esencia de su autor, y plasmaba para la posteridad un suceso, un nombre, una existencia... Volviéndolos inmortales. No sabía si aquel lugar tendría su propia historia narrada, o siquiera si sería relevante, pero Nizak decidió que, si salían victoriosos de aquello e instauraban un reinado prometedor, él mismo se encargaría de transcribir la historia de cada recoveco de Greenlyn. Descubriría los secretos que la historia guardaba sobre lugares como aquel, y los transmitiría a aquellos que estuvieran destinados a sucederle.
- Parece que no viene solo, Seun -le dijo con calma al león, quitándose la capucha al escuchar pasos aproximándose hacia su posición.
No precisó de esperar mucho más para ver a Alistar, que venía acompañado de un individuo al que jamás había visto, pero que por algún motivo le inspiraba algo que no habría sabido describir. No era desconfianza, pero parecía un tanto siniestro en cierto sentido... Y aquel cuervo que llevaba con él no ayudaba. El lobo le saludó, ante lo que Nizak inclinó la cabeza a modo de saludo.
- Alistar -dijo, para luego mirar a su acompañante- Sir.
El felino clavó su mirada en el albino, en cuya dirección avanzó unos pocos pasos, sin acercarse demasiado. Parecía no fiarse de aquellos dos hombres, aunque no podía echárselo en cara. Desde que viajaba con Nizak había aprendido por este a no fiarse de nadie que no fuera él mismo. Como advertencia, la pequeña cría mostró los dientes, logrando poco más que crear una situación más divertida que tensa. Supuso que era demasiado joven como para entender que aún le quedaba mucho para ser una bestia a la que temer.
- Espero que no os moleste su presencia -se apresuró a intervenir- Es un preciado amigo que se encuentra a mi cargo. No será molestia alguna, es bastante dócil... Cuando quiere.
El coloso hizo un gesto con la mano, acompañado de un leve silbido, logrando captar la atención de Seun que, rápidamente, pese a sus dudas respecto a los contrarios, retrocedió y tomó asiento sobre sus patas traseras, al lado del pelirrojo.
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Por lo visto, el lancero no venía solo. Acompañado de un pequeño felino, el cual Alistar reconoció como un cachorro de león, el cual no parecía contento de tener que recibir a dos extraños. Mientras que a Alistar aquello le recordó a Mondo, Crane parecía impasible ante el pequeño animal. Se encontraba de pie, con su recta postura y con los brazos tras la espalda, casi de forma sofisticada, después de todo Crane era un duque.
- Sé que a veces la compañía de un animal suele ser más reconfortante que la de un ser humano -respondió Alistar, con voz calmada, dando a entender que la presencia del león no le molestaba-. Nizak, este es el Duque Ichabod Crane, de Toussant. Hasta hace poco tenía una alianza con Greenlyn, la cual fue rota por la conquista de la isla perpetuada por el gobernador actual. Quiere ayudarnos en nuestra empresa.
A modo de saludo sofisticado, el duque se inclinó con el brazo derecho frente al torso, para después erguirse de nuevo, con el cuervo aún en su hombro.
- Que tus pasos te lleven por caminos propicios y cada bebida que tomes te sepa al más delicioso vino -dijo Crane, en un tono monótono, un tradicional saludo de Toussant.
Sabía que el vino era el orgullo de Toussant, sin embargo empezaba a pensar que era innecesario que Crane lo sacara a relucir en casi cualquier conversación. Alistar, entonces, se dio la vuelta y señaló al bosque.
- ¿Nos acompañas, Nizak? Te enseñaremos el escondite en el que estamos, aunque ahora esté vacío. Tal vez sea un mejor sitio para hablar.
- Sé que a veces la compañía de un animal suele ser más reconfortante que la de un ser humano -respondió Alistar, con voz calmada, dando a entender que la presencia del león no le molestaba-. Nizak, este es el Duque Ichabod Crane, de Toussant. Hasta hace poco tenía una alianza con Greenlyn, la cual fue rota por la conquista de la isla perpetuada por el gobernador actual. Quiere ayudarnos en nuestra empresa.
A modo de saludo sofisticado, el duque se inclinó con el brazo derecho frente al torso, para después erguirse de nuevo, con el cuervo aún en su hombro.
- Que tus pasos te lleven por caminos propicios y cada bebida que tomes te sepa al más delicioso vino -dijo Crane, en un tono monótono, un tradicional saludo de Toussant.
Sabía que el vino era el orgullo de Toussant, sin embargo empezaba a pensar que era innecesario que Crane lo sacara a relucir en casi cualquier conversación. Alistar, entonces, se dio la vuelta y señaló al bosque.
- ¿Nos acompañas, Nizak? Te enseñaremos el escondite en el que estamos, aunque ahora esté vacío. Tal vez sea un mejor sitio para hablar.
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Asintió ante las palabras del albino, satisfecho con la respuesta, así como aliviado. Era bueno saber que, al menos para el líder de la resistencia, la presencia de Seun no se convertiría en ningún inconveniente. En cualquier caso, tendría que asegurarse de que el león no campara a sus anchas por donde le diera la gana. Al menos así evitaría cualquier posible molestia al resto de hombres que se encontraban en el lado de Alistar. Crane, por su parte, parecía indiferente al respecto. El hombre-cuervo era un tipo realmente curioso, con un aura de serenidad y misterio que cautivaba al pelirrojo. No solo por su título o su forma de actuar, sino por los posibles intereses que pudiera tener en aquella rebelión. La recuperación de territorio podía ser la principal, pero quizá hubiera algo más detrás de ello. En cualquier caso, guardaría silencio por el momento.
- Mi señor Crane -saludó de vuelta, realizando el mismo gesto que hiciera horas antes ante el lobo, con la mano sobre la coraza y el tronco levemente inclinado hacia el frente-. Es un placer conoceros.
No había comprendido demasiado bien el saludo de Ichabod, aunque pudo suponer por este que el vino de su ducado debía de poseer un gran renombre en aquellas tierras. No quiso preguntar, sin embargo, por pura cortesía. Eso, y que no era un tema de conversación oportuno en esos momentos. Los asuntos que había ido a tratar allí eran de una importancia mucho mayor a la supuesta calidad de un vino, lo cual le hizo preguntarse si había sido deliberado o tan solo costumbre, pues sabía bien de la tendencia a alardear de su título o sus posesiones que tenían las sangres nobles. Fuera como fuere, Nizak había sido instruido en los tratos corteses y de alta estirpe, por lo que sabía bien cómo tratar con gente como él.
- Vos abrís el camino, Alistar.
El caballero se situó a un lado del contrario, justo al contrario que Crane, seguido muy de cerca por Seun, quien parecía algo más relajado al ver la actitud de los tres hombres, lejos de ser hostil, diplomática e incluso amigable por parte del líder. El pelirrojo tan solo se aventuró a llamarle directamente por su nombre porque él hizo lo propio. El camino se le volvió realmente monótono, no por ser aburrido, sino porque a excepción de la estatua que cada vez se encontraba más y más lejos de su posición, todo era exactamente igual. Árboles similares, hojas por todas partes, cuervos que les observaban. Al menos le dio tiempo a entender que, probablemente, el ave que reposaba sobre la efigie fuera la que ahora se mantenía junto al duque de Toussant. Si era así, contaban con una buena herramienta a la hora de detectar intrusos. ¿Quién desconfiaría de unos pájaros?
- Me complace ver que contáis con buenas relaciones, Alistar, aunque debo disculparme por mi ignorancia -comenzó, mientras caminaban- ¿A qué distancia se encuentra Toussant de Greenlyn? Temo que mis conocimientos sobre estas tierras son claramente escasos.
Quería obtener información de su aliado, algo evidente, aunque intentó abarcar el tema de la forma más relajada posible, intentando camuflar su curiosidad de simple desconocimiento extranjero. Respondiera lo que respondiera, probablemente para cuando terminasen de hablar habrían llegado a la entrada de la guarida: una cueva subterránea.
- Mi señor Crane -saludó de vuelta, realizando el mismo gesto que hiciera horas antes ante el lobo, con la mano sobre la coraza y el tronco levemente inclinado hacia el frente-. Es un placer conoceros.
No había comprendido demasiado bien el saludo de Ichabod, aunque pudo suponer por este que el vino de su ducado debía de poseer un gran renombre en aquellas tierras. No quiso preguntar, sin embargo, por pura cortesía. Eso, y que no era un tema de conversación oportuno en esos momentos. Los asuntos que había ido a tratar allí eran de una importancia mucho mayor a la supuesta calidad de un vino, lo cual le hizo preguntarse si había sido deliberado o tan solo costumbre, pues sabía bien de la tendencia a alardear de su título o sus posesiones que tenían las sangres nobles. Fuera como fuere, Nizak había sido instruido en los tratos corteses y de alta estirpe, por lo que sabía bien cómo tratar con gente como él.
- Vos abrís el camino, Alistar.
El caballero se situó a un lado del contrario, justo al contrario que Crane, seguido muy de cerca por Seun, quien parecía algo más relajado al ver la actitud de los tres hombres, lejos de ser hostil, diplomática e incluso amigable por parte del líder. El pelirrojo tan solo se aventuró a llamarle directamente por su nombre porque él hizo lo propio. El camino se le volvió realmente monótono, no por ser aburrido, sino porque a excepción de la estatua que cada vez se encontraba más y más lejos de su posición, todo era exactamente igual. Árboles similares, hojas por todas partes, cuervos que les observaban. Al menos le dio tiempo a entender que, probablemente, el ave que reposaba sobre la efigie fuera la que ahora se mantenía junto al duque de Toussant. Si era así, contaban con una buena herramienta a la hora de detectar intrusos. ¿Quién desconfiaría de unos pájaros?
- Me complace ver que contáis con buenas relaciones, Alistar, aunque debo disculparme por mi ignorancia -comenzó, mientras caminaban- ¿A qué distancia se encuentra Toussant de Greenlyn? Temo que mis conocimientos sobre estas tierras son claramente escasos.
Quería obtener información de su aliado, algo evidente, aunque intentó abarcar el tema de la forma más relajada posible, intentando camuflar su curiosidad de simple desconocimiento extranjero. Respondiera lo que respondiera, probablemente para cuando terminasen de hablar habrían llegado a la entrada de la guarida: una cueva subterránea.
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Empezó a caminar de nuevo hacia el bosque, acompañado del cuervo y seguido por el león. El crugir de las hojas y la tierra bajo sus pies era el único sonido, hasta que Nizak habló, preguntando sobre Toussant y su ubicación. El lobo abrió la boca para contestar, sin embargo el cuervo fue más rápido. El lobo decidió dejarle, pues, ¿quién iba a conocer un ducado mejor que su propio duque?
- Toussant se encuentra cerca de Greenlyn, al este. No hay una distancia muy grande, tal vez unas diez leguas. Hasta hace poco, mi ducado dependía completamente de este reino y formaba parte de este, pues nosotros solo exportamos vino, poco más. Sin embargo, la muerte del anterior rey y la coronación del nuevo Gobernador rompieron ese lazo, pues el ducado de Toussant no comparte sus ideologías y métodos. Sin embargo, estuve un tiempo desesperado, sin saber dónde empezar a buscar una mejor manera de mantener altas las riquezas de Toussant y mantener a mis ciudadanos. Fue entonces cuando oí la noticia de una pequeña rebelión en Greenlyn. Hice que Alistar fuese traído a mi ducado y... después de largas negociaciones, llegamos a un trato. Se avecina una segunda guerra civil en Greenlyn, sir Aslan. Quiero estar en el lado correcto.
Cuando terminó de hablar, llegamos a la boca de la cueva, justo junto a un pequeño montículo, adentrándose en este. El lobo la señaló, indicando que aquel era el lugar. El lobo entró en la cueva, indicando que le siguieran. Cuando hubiesen entrado a la caverna principal, le enseñaría al león como todo estaba acomodado. Habían bancos fabricados con madera, así como sacos de dormir estirados en el suelo, con hogueras en el suelo y antorchas pegadas a la pared. Por suerte, habían conseguido hacer que aquello pareciese una base improvisada, más que una cueva fría y oscura.
- Mis hermanos están de caza, por tanto... me temo que hoy no los verás. Tienen mucho que capturar, por lo que suelen tardar bastante. Sin embargo, tenemos algo que hacer en Morment, y tal vez con tu ayuda sea más sencillo. Ichabod...
El cuervo asintió. El pájaro de su hombro graznó y alzó el vuelo, dejando la cueva. El duque se llevó la mano al cinturón, donde llevaba colgando una bota de vino. La abrió y le dio un trago, aún estando acostumbrado a la tradicional copa de cristal.
- Va a haber una ceremonia en Morment. Una fiesta organizada por el ascenso del nuevo Capitán de la Guardia, en sustitución de Morgan. Lo que nos hace pensar que el gobierno aún tiene esperanzas de poder acabar con esta rebelión sin llegar a una guerra civil. Toca demostrar que se equivocan.
- Toussant se encuentra cerca de Greenlyn, al este. No hay una distancia muy grande, tal vez unas diez leguas. Hasta hace poco, mi ducado dependía completamente de este reino y formaba parte de este, pues nosotros solo exportamos vino, poco más. Sin embargo, la muerte del anterior rey y la coronación del nuevo Gobernador rompieron ese lazo, pues el ducado de Toussant no comparte sus ideologías y métodos. Sin embargo, estuve un tiempo desesperado, sin saber dónde empezar a buscar una mejor manera de mantener altas las riquezas de Toussant y mantener a mis ciudadanos. Fue entonces cuando oí la noticia de una pequeña rebelión en Greenlyn. Hice que Alistar fuese traído a mi ducado y... después de largas negociaciones, llegamos a un trato. Se avecina una segunda guerra civil en Greenlyn, sir Aslan. Quiero estar en el lado correcto.
Cuando terminó de hablar, llegamos a la boca de la cueva, justo junto a un pequeño montículo, adentrándose en este. El lobo la señaló, indicando que aquel era el lugar. El lobo entró en la cueva, indicando que le siguieran. Cuando hubiesen entrado a la caverna principal, le enseñaría al león como todo estaba acomodado. Habían bancos fabricados con madera, así como sacos de dormir estirados en el suelo, con hogueras en el suelo y antorchas pegadas a la pared. Por suerte, habían conseguido hacer que aquello pareciese una base improvisada, más que una cueva fría y oscura.
- Mis hermanos están de caza, por tanto... me temo que hoy no los verás. Tienen mucho que capturar, por lo que suelen tardar bastante. Sin embargo, tenemos algo que hacer en Morment, y tal vez con tu ayuda sea más sencillo. Ichabod...
El cuervo asintió. El pájaro de su hombro graznó y alzó el vuelo, dejando la cueva. El duque se llevó la mano al cinturón, donde llevaba colgando una bota de vino. La abrió y le dio un trago, aún estando acostumbrado a la tradicional copa de cristal.
- Va a haber una ceremonia en Morment. Una fiesta organizada por el ascenso del nuevo Capitán de la Guardia, en sustitución de Morgan. Lo que nos hace pensar que el gobierno aún tiene esperanzas de poder acabar con esta rebelión sin llegar a una guerra civil. Toca demostrar que se equivocan.
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El león asintió ante las palabras del duque que, al parecer, había visto en él más allá de simple curiosidad por su tierra. No solo había logrado visualizar la localización de Toussant, sino que además pudo comprender un poco mejor los motivos de Crane para ayudar a Alistar en su causa. Al fin y al cabo, nadie lleva a su pueblo a la guerra si no hay un motivo de peso, sea personal o por el bien mayor. No sabía a qué clase de trato habrían llegado ambos hombres, aunque esperaba que no enturbiara el propósito del albino. No preguntaría, sin embargo, pues pensó que no era el momento más apropiado para discutir sobre aquellos términos. De hecho, dudaba que estuvieran dispuestos a contárselos, especialmente cuando acababa de ingresar en aquella resistencia.
- Quedo satisfecho con la respuesta, pues -concluyó una vez hubo terminado su explicación, haciendo un además con la mano de forma cortés.
Fue justo entonces cuando se adentraron en la cueva que se mostraba ante ellos. Desde fuera no parecía gran cosa, tan solo un simple hoyo en la roca, pero a medida que fueron adentrándose en esta Nizak comenzó a apreciar lo que se mostraban como indicios de un campamento. No sería el lugar más cómodo del mundo, ni el más agradable, pero era un buen refugio donde resguardarse de los hombres del Rey, equipado con todo lo que hacía falta para poder asentarse allí, aunque fuera durante un tiempo. Sí le llamó la atención, sin embargo, no ver a nadie más allí. No estaba seguro de si Alistar quería referirse a algo más con "caza", pero le era demasiado extraño ver que la guarida había quedado completamente vacía para la búsqueda de suministros. Comprensible, pues cuantos más fueran mayores serían las piezas, pero inusual igualmente.
- Supongo que habrá que retrasar las presentaciones un tiempo -comentó con un tono más relajado, dando a entender que aquello no supondría mayor inconveniente- ¿En Morment? ¿Qué asuntos nos interesan allí?
El león tomó asiento en uno de los bancos de madera, el cual crujió ante su peso, haciendo que volviera a levantarse rápidamente. No quería empezar rompiendo el escaso mobiliario del que allí disponían, y mucho menos hacer tal ridículo como caer de culo sobre la fría roca. Seun, sin embargo, ajeno a este hecho, decidió tumbarse cerca de una de las fogatas, al lado de algunos sacos, aprovechando la calidez del fuego para acomodarse. Desde el sitio observó a los tres hombres mientras Ichabod explicaba. Se habían dado mucha prisa en sustituir al difunto capitán de la guardia, lo cual hizo que Nizak elaborase algunas teorías. Quizá el ejército de Greenlyn contara con un gran número de oficiales, veteranos de la reciente guerra civil que el reino había sufrido, por lo que la pérdida de alguien como Morgan no les habría resultado un problema. Por otro lado, las guerras suelen propiciar ascensos precipitados, por lo que quizá el nuevo capitán no fuera más que un hombre con suerte, superviviente del conflicto con escasa experiencia más allá de eso. También podían haber ascendido deliberadamente a aquel hombre por temor a que el pueblo pudiera ver señales de debilidad ante la facilidad con la que el ejército había perdido a su cabecilla. Fuera como fuese, acabar con el recién nombrado capitán sería un duro golpe a su fiabilidad.
- Por lo que pude observar en el camino, Morment sería uno de los puntos más fáciles de defender en caso de invasión. Altamente fortificado, con un gran número de hombres custodiando sus muros y sus puertas -respondió ante la explicación, repasando todos los datos que había logrado adquirir-. Tanto Alistar como yo somos hombres buscados, por lo que todos los hombres de la fortaleza estarán en sobre aviso. Y vos no deberíais ser una opción. Sabiendo esto... ¿Cuál es el plan?
Un duque que tomaba tantos cuidados ante la presencia de un posible aliado no podía haber dejado ningún cabo sin atar, especialmente colaborando con el lobo. Si tenían intención de adentrarse allí debían de conocer algún método de evadir a los guardias, alguna ruta a través de los canales de la ciudad o quizá un contacto de confianza tras las murallas. Esas eran siempre las tres opciones principales cuando alguien quería infiltrarse en un lugar como aquél. Lamentablemente, Nizak era ajeno a aquellas tierras, por lo que no podía aportar ninguna de aquellas soluciones al respecto. ¿Habría dado en el clavo o la resistencia tendría planes distintos?
- Quedo satisfecho con la respuesta, pues -concluyó una vez hubo terminado su explicación, haciendo un además con la mano de forma cortés.
Fue justo entonces cuando se adentraron en la cueva que se mostraba ante ellos. Desde fuera no parecía gran cosa, tan solo un simple hoyo en la roca, pero a medida que fueron adentrándose en esta Nizak comenzó a apreciar lo que se mostraban como indicios de un campamento. No sería el lugar más cómodo del mundo, ni el más agradable, pero era un buen refugio donde resguardarse de los hombres del Rey, equipado con todo lo que hacía falta para poder asentarse allí, aunque fuera durante un tiempo. Sí le llamó la atención, sin embargo, no ver a nadie más allí. No estaba seguro de si Alistar quería referirse a algo más con "caza", pero le era demasiado extraño ver que la guarida había quedado completamente vacía para la búsqueda de suministros. Comprensible, pues cuantos más fueran mayores serían las piezas, pero inusual igualmente.
- Supongo que habrá que retrasar las presentaciones un tiempo -comentó con un tono más relajado, dando a entender que aquello no supondría mayor inconveniente- ¿En Morment? ¿Qué asuntos nos interesan allí?
El león tomó asiento en uno de los bancos de madera, el cual crujió ante su peso, haciendo que volviera a levantarse rápidamente. No quería empezar rompiendo el escaso mobiliario del que allí disponían, y mucho menos hacer tal ridículo como caer de culo sobre la fría roca. Seun, sin embargo, ajeno a este hecho, decidió tumbarse cerca de una de las fogatas, al lado de algunos sacos, aprovechando la calidez del fuego para acomodarse. Desde el sitio observó a los tres hombres mientras Ichabod explicaba. Se habían dado mucha prisa en sustituir al difunto capitán de la guardia, lo cual hizo que Nizak elaborase algunas teorías. Quizá el ejército de Greenlyn contara con un gran número de oficiales, veteranos de la reciente guerra civil que el reino había sufrido, por lo que la pérdida de alguien como Morgan no les habría resultado un problema. Por otro lado, las guerras suelen propiciar ascensos precipitados, por lo que quizá el nuevo capitán no fuera más que un hombre con suerte, superviviente del conflicto con escasa experiencia más allá de eso. También podían haber ascendido deliberadamente a aquel hombre por temor a que el pueblo pudiera ver señales de debilidad ante la facilidad con la que el ejército había perdido a su cabecilla. Fuera como fuese, acabar con el recién nombrado capitán sería un duro golpe a su fiabilidad.
- Por lo que pude observar en el camino, Morment sería uno de los puntos más fáciles de defender en caso de invasión. Altamente fortificado, con un gran número de hombres custodiando sus muros y sus puertas -respondió ante la explicación, repasando todos los datos que había logrado adquirir-. Tanto Alistar como yo somos hombres buscados, por lo que todos los hombres de la fortaleza estarán en sobre aviso. Y vos no deberíais ser una opción. Sabiendo esto... ¿Cuál es el plan?
Un duque que tomaba tantos cuidados ante la presencia de un posible aliado no podía haber dejado ningún cabo sin atar, especialmente colaborando con el lobo. Si tenían intención de adentrarse allí debían de conocer algún método de evadir a los guardias, alguna ruta a través de los canales de la ciudad o quizá un contacto de confianza tras las murallas. Esas eran siempre las tres opciones principales cuando alguien quería infiltrarse en un lugar como aquél. Lamentablemente, Nizak era ajeno a aquellas tierras, por lo que no podía aportar ninguna de aquellas soluciones al respecto. ¿Habría dado en el clavo o la resistencia tendría planes distintos?
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- Tengo una invitación -dijo el cuervo, empezando a explicar-. Aún no conocen mi alianza con el lobo, por lo que el gobernador cree que puede ganarse de nuevo la alianza con Toussant con hospitalidad. He traído todo lo necesario, aunque tuve que hacer modificaciones cuando supe que habría alguien más. Es conocido por Greenlyn que el ejército de Toussant es... distinto al de aquí. Allí los soldados más aptos son nombrados caballeros y llevan su honor muy dentro. Por tanto, ese será el disfraz de Alistar. Mi guardaespaldas Sir Daniel de Fortesque, un caballero de Toussant que ha hecho un voto de silencio y ha de tener el rostro cubierto por un yelmo cerrado. Las costumbres de Toussant son inquebrantables, así que nadie querrá quitárselo. En cuanto a vos... Bueno, en Toussant tenemos espectáculos. Podéis ser un arlequín o un trobador que traigo para animar la ceremonia. De hecho, ese león que traeis puede ser útil para el disfraz. Alistar me ha contado que se os dan bien las filigranas con la lanza.
El lobo se encogió de hombros, con una ligera sonrisa en el rostro. Se cruzó de brazos y se mantuvo pensativo.
- ¿Estará el gobernador en la ceremonia?
- ¿Contigo suelto por ahí? No, no se arriesgaría a eso, ni siquiera para hablar conmigo. Prefiere mandar a su representativo. Ya conoces a su administrador, Dettlaff.
Alistar frunció el ceño. Dettlaff debía ser la rata más rastrera que había en todo Greenlyn. Antiguamente sirviendo de administrador al anterior rey, hasta que el gobernador se hizo con el poder y empezó a lamerle el culo y hacerle la pelota a este. No había un tipo de gente que el lobo despreciase más, sin embargo no pensaba que ese hombre mereciese el esfuerzo de intentar matarlo. Tampoco era una amenaza, por ahora.
- Son las ocho de la noche, la fiesta empezará en dos horas. Habrá que ir preparándose.
El lobo asintió. Se apartó a una de las salas de la cueva y, pasado un rato, salió vestido con una pesada armadura de metal, con pequeños trozos de tela del color verdoso de Toussant. Esta vez, su espada estaba colgando de su cintura, en vez de su espalda como la llevaba siempre. Su rostro quedaba completamente oculto tras el yelmo.
- Perfecto, Alistar. No hables, ve haciéndote al papel. Sir Aslan... En esa sala está vuestro traje de trobador, si hacéis el favor.
El lobo se encogió de hombros, con una ligera sonrisa en el rostro. Se cruzó de brazos y se mantuvo pensativo.
- ¿Estará el gobernador en la ceremonia?
- ¿Contigo suelto por ahí? No, no se arriesgaría a eso, ni siquiera para hablar conmigo. Prefiere mandar a su representativo. Ya conoces a su administrador, Dettlaff.
Alistar frunció el ceño. Dettlaff debía ser la rata más rastrera que había en todo Greenlyn. Antiguamente sirviendo de administrador al anterior rey, hasta que el gobernador se hizo con el poder y empezó a lamerle el culo y hacerle la pelota a este. No había un tipo de gente que el lobo despreciase más, sin embargo no pensaba que ese hombre mereciese el esfuerzo de intentar matarlo. Tampoco era una amenaza, por ahora.
- Son las ocho de la noche, la fiesta empezará en dos horas. Habrá que ir preparándose.
El lobo asintió. Se apartó a una de las salas de la cueva y, pasado un rato, salió vestido con una pesada armadura de metal, con pequeños trozos de tela del color verdoso de Toussant. Esta vez, su espada estaba colgando de su cintura, en vez de su espalda como la llevaba siempre. Su rostro quedaba completamente oculto tras el yelmo.
- Perfecto, Alistar. No hables, ve haciéndote al papel. Sir Aslan... En esa sala está vuestro traje de trobador, si hacéis el favor.
- Armadura:
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Su atención se centró en las palabras del duque cuando este comenzó a explicar el plan. Parecía bastante pensado y cuidado, pues si bien era cierto que el gobernador buscaba suavizar las relaciones con Toussant, Alistar podría mantenerse escondido bajo esa armadura sin mayores problemas. Por su parte no tenía problemas con hacer un poco de interpretación. Hacer alguna que otra filigrana con la lanza, no demasiado complicadas, bastaría para mantener al público entretenido. La forma de combatir de los leones era bastante vistosa y espectacular, por lo que resultaría un espectáculo digno de ver. Sin embargo, no le hacía demasiada gracia llevar a Seun. Era muy joven y no estaba acostumbrado a zonas muy transitadas. Podía mantenerlo controlado siempre y cuando se mantuviera a su lado, pero en el momento en que asesinasen al nuevo capitán y tuvieran que darse a la fuga, probablemente tendría que cargar con él para no perderle. Era muy arriesgado, pero parecía ser la vía más efectiva de lograr el objetivo. Tan solo esperaba poder defender a su pequeño compañero.
- Algo sé -respondió, con modestia. no pudiendo evitar fijarse en la sonrisa de Alistar. Ciertamente, había podido contemplar sus habilidades en persona.
Nizak hizo una mueca al saber que el gobernador no se encontraría allí. Probablemente habría estado custodiado por un buen destacamento de soldados, todos ellos curtidos en innumerables batallas y de alta graduación, pero su presencia podría haber resultado una posibilidad mínima de cortarle la cabeza a la serpiente. Notó la reacción del lobo cuando Crane habló sobre el administrador, un tal Dettlaff. Aquel nombre no parecía traerle muy buenos recuerdos, por lo que llegó a la conclusión de que había llegado a conocerle en persona... Y no en situaciones demasiado agradables. Comprensible, teniendo en cuenta que había sido esclavizado.
En cuanto Alistar volvió con su nueva indumentaria el león se dispuso a cambiarse. Era una sala bastante pequeña, precisando apenas de un par de antorchas para lograr algo de iluminación. Fue fácil notar que la temperatura allí era algo más baja por la lejanía de las fogatas principales, aunque nada que no se pudiera soportar. Dentro de un pequeño cofre pudo encontrar las prendas de su disfraz. Las telas mezclaban tonos azules y verdes, mientras que una máscara de arlequín, blanca con dibujos azules, sería la encargada de cubrir su rostro, acompañada por un sombrero con cascabeles. Sería un tanto vergonzoso pasearse por Morment con aquellas pintas, y realmente no comprendía cómo los auténticos arlequines podían campar a sus anchas con ello puesto. Debía de resultar realmente incómodo pasar tanto tiempo sin armadura... O, al menos, se lo resultaría a él.
- Parece que Alistar avisó al duque de mi tamaño -murmuró, observando que, sorprendentemente, aquellas prendas no le quedaban pequeñas.
En cuanto salió junto al resto Seun clavó su mirada en él, ladeando la cabeza al verle con aquellas pintas. Debía de resultarle sumamente extraño, pues apenas le había podido observar con algo más que no fuera su armadura de capitán. A cada paso que daba los cascabeles del gorro tintineaban, haciendo que sus andares fueran bastante animados. Nizak exhaló un suspiro de resignación, sintiéndose ridículo frente al duque y al albino. Tomó la máscara con una mano y se la colocó lo mejor que pudo. Le daba bastante calor, pero lo soportaría en la medida de lo posible. Su armadura había quedado en la pequeña sala, perfectamente acomodada al lado de las rocosas paredes, portando tan solo a Ildirim consigo.
- Supongo que podemos partir ya -comentó tomando la lanza con una mano y recargándola sobre su hombro, al tiempo que hacía una señal con la mano libre a Seun para que le siguiera.
- Algo sé -respondió, con modestia. no pudiendo evitar fijarse en la sonrisa de Alistar. Ciertamente, había podido contemplar sus habilidades en persona.
Nizak hizo una mueca al saber que el gobernador no se encontraría allí. Probablemente habría estado custodiado por un buen destacamento de soldados, todos ellos curtidos en innumerables batallas y de alta graduación, pero su presencia podría haber resultado una posibilidad mínima de cortarle la cabeza a la serpiente. Notó la reacción del lobo cuando Crane habló sobre el administrador, un tal Dettlaff. Aquel nombre no parecía traerle muy buenos recuerdos, por lo que llegó a la conclusión de que había llegado a conocerle en persona... Y no en situaciones demasiado agradables. Comprensible, teniendo en cuenta que había sido esclavizado.
En cuanto Alistar volvió con su nueva indumentaria el león se dispuso a cambiarse. Era una sala bastante pequeña, precisando apenas de un par de antorchas para lograr algo de iluminación. Fue fácil notar que la temperatura allí era algo más baja por la lejanía de las fogatas principales, aunque nada que no se pudiera soportar. Dentro de un pequeño cofre pudo encontrar las prendas de su disfraz. Las telas mezclaban tonos azules y verdes, mientras que una máscara de arlequín, blanca con dibujos azules, sería la encargada de cubrir su rostro, acompañada por un sombrero con cascabeles. Sería un tanto vergonzoso pasearse por Morment con aquellas pintas, y realmente no comprendía cómo los auténticos arlequines podían campar a sus anchas con ello puesto. Debía de resultar realmente incómodo pasar tanto tiempo sin armadura... O, al menos, se lo resultaría a él.
- Parece que Alistar avisó al duque de mi tamaño -murmuró, observando que, sorprendentemente, aquellas prendas no le quedaban pequeñas.
En cuanto salió junto al resto Seun clavó su mirada en él, ladeando la cabeza al verle con aquellas pintas. Debía de resultarle sumamente extraño, pues apenas le había podido observar con algo más que no fuera su armadura de capitán. A cada paso que daba los cascabeles del gorro tintineaban, haciendo que sus andares fueran bastante animados. Nizak exhaló un suspiro de resignación, sintiéndose ridículo frente al duque y al albino. Tomó la máscara con una mano y se la colocó lo mejor que pudo. Le daba bastante calor, pero lo soportaría en la medida de lo posible. Su armadura había quedado en la pequeña sala, perfectamente acomodada al lado de las rocosas paredes, portando tan solo a Ildirim consigo.
- Supongo que podemos partir ya -comentó tomando la lanza con una mano y recargándola sobre su hombro, al tiempo que hacía una señal con la mano libre a Seun para que le siguiera.
- Traje:
- Sin la sangre, lógicamente.
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El camino hacia Morment fue tranquilo y silencioso. Alistar, bajo la pesada armadura, se movía como una enorme mole de metal. No tardaron en colocarse sobre el camino principal, yendo directos a Morment. La ciudad, a lo lejos, empezaba a alzarse segura tras unos altos y resistentes muros pétreos. Dos guardias, vestidos con armaduras que portaban el escudo del Gobernador, se encontraban apostados en la puerta, armados con espadas en la cintura y escudos en el brazo. Uno de ellos alzó la mano cuando el trío se acercó.
- Alto. ¿Quién va?
- El duque Ichabod Crane, de Toussant.
- ¿El duque de Toussant? ¿A pie por el camino principal?
- Yo mismo ordené al cochero detenerse y continuar a pie. ¿Qué ocurre? ¿No puede un duque disfrutar de un paseo y las hermosas vistas del reino?
El guardia frunció el ceño. Levantó su mano cubierta de metal y señaló a Alistar y a Nizak.
- ¿Quién os acompaña?
- Sir Daniel de Fortesque, mi protector y guardaespaldas. Hizo un voto de silencio y una promesa de caballero. Este le prohíbe hablar o mostrarse. Y mi compañero del llamativo traje es un pequeño regalo que traigo de Toussant. Su arte. El trovador Máscara de Plata es conocido por todo Toussant. No por nada es el artista mejor pagado del ducado.
El guardia parecía indeciso. No dejaba de mirar al ahora Sir Daniel, con sospecha en la mirada. Parecía deseoso de pedirle que se quitara el yelmo.
- Edward- dijo el otro guardia-. Si el gobernador se entera de que hemos retenido al duque de Toussant... Puedes ir olvidándote del ascenso.
Edward se quedó un rato en silencio. Finalmente, resignó y se llevó la mano al cinturón, donde le colgaba una enorme llave de aspecto pesado. Se dio la vuelta e introdujo esta en la cerradura, abriendo el enorme portón y, sin quererlo, dejando entrar a la resistencia en la ciudad más segura de la isla.
- Alto. ¿Quién va?
- El duque Ichabod Crane, de Toussant.
- ¿El duque de Toussant? ¿A pie por el camino principal?
- Yo mismo ordené al cochero detenerse y continuar a pie. ¿Qué ocurre? ¿No puede un duque disfrutar de un paseo y las hermosas vistas del reino?
El guardia frunció el ceño. Levantó su mano cubierta de metal y señaló a Alistar y a Nizak.
- ¿Quién os acompaña?
- Sir Daniel de Fortesque, mi protector y guardaespaldas. Hizo un voto de silencio y una promesa de caballero. Este le prohíbe hablar o mostrarse. Y mi compañero del llamativo traje es un pequeño regalo que traigo de Toussant. Su arte. El trovador Máscara de Plata es conocido por todo Toussant. No por nada es el artista mejor pagado del ducado.
El guardia parecía indeciso. No dejaba de mirar al ahora Sir Daniel, con sospecha en la mirada. Parecía deseoso de pedirle que se quitara el yelmo.
- Edward- dijo el otro guardia-. Si el gobernador se entera de que hemos retenido al duque de Toussant... Puedes ir olvidándote del ascenso.
Edward se quedó un rato en silencio. Finalmente, resignó y se llevó la mano al cinturón, donde le colgaba una enorme llave de aspecto pesado. Se dio la vuelta e introdujo esta en la cerradura, abriendo el enorme portón y, sin quererlo, dejando entrar a la resistencia en la ciudad más segura de la isla.
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El trayecto de regreso a Morment no se hizo demasiado largo, aunque sí en silencio. Apenas el tintineo de los cascabeles del gorro del bufón eran capaces de romper el sepulcral silencio que se había formado entre los cuatro. Seun caminaba a su lado, distrayéndose con los extraños paisajes del reino, mientras que Nizak se atormentaba por no poder poner fin al ridículo e incesante sonido que aquella prenda provocaba. Esperaba poder quitárselo cuanto antes, aunque sabía que primero debían localizar al capitán, y quizá después de esto la situación fuera incluso más desagradable. Los muros de la ciudad se alzaban firmes en la lejanía, y para cuando llegaron a las puertas el pelirrojo se quedó estupefacto, pudiendo apreciar con más facilidad el poder que derrochaba la fortaleza. No por nada aquel sitio era la ciudad más segura del reino. Hasta el pequeño león parecía impresionado.
Los guardias que protegían el portón parecían un tanto reticentes a dejarles entrar así como así. No era de extrañar, pues en la situación en la que se encontraba Greenlyn no debían fiarse de nada ni de nadie, por no decir que soldados de a pie como aquellos no conocerían más rostros que los dibujados en los carteles de búsqueda, cosa que podía generarles mayores dudas al ver al duque presentarse con tan poco séquito. Quizá haber ordenado a algunos de los hombres de Alistar acompañarles en aquella misión, vestidos como soldados de Toussant, habría hecho su llegada un poco más creíble. Fuera como fuese, finalmente decidieron dejarles pasar, y cada paso que daban hacía que Nizak rememorase los buenos días del pasado. Definitivamente, aquella no era su gente, ni tampoco eran suyas las ciudades. Se encontraba muy lejos del hogar y, aun así... No era tan distinto. Las calles se encontraban particularmente vacías, cosa que sorprendió al caballero, pues esperaba patrullas recorriendo las calles. Quizá la gran mayoría se encontrara en el castillo, lo cual podría dificultar un poco las cosas.
- Va a ser un espectáculo memorable -dijo el bufón mientras pasaban cerca de un par de guardias, quienes tan solo le miraron por unos instantes, algo sorprendidos quizá por su altura o su aspecto.
No tardaron mucho en llegar hasta el lugar de la ceremonia, y rápidamente fueron confirmadas las sospechas del pelirrojo. Había mucha más gente allí y, sobre todo, muchos más guardias. Muchos de ellos ni siquiera se encontraban de servicio, pues parecían estar celebrando junto a sus superiores el momento. Pese a esto, seguían portando sus armaduras y armas, lo cual era algo que debían tener en cuenta. Quizá el alcohol que pudiera servirse allí sirviera para hacer que sus movimientos fueran más lentos e imprecisos... O eso esperaba. Lo necesitarían si querían tener alguna posibilidad de salir con vida de allí.
- ¡Mi señor Ichabod Crane, duque de Toussant y leal amigo del Reino de Greenlyn! -sonó una voz, la cual hizo que los soldados y las gentes de alta cuna que allí se encontraban dejasen de festejar, centrando su atención en los recién llegados- Esperábamos vuestra llegada con impaciencia.
El hombre que apareció frente a ellos era completamente extraño para Nizak, quien se mantuvo mirándole fijamente sin decir palabra alguna. Si era quien salía a recibirles, muy probablemente se tratara del administrador del gobernador que había sido mencionado por Crane. Junto a él iban dos guardias de notable tamaño, con pesadas corazas. Gorilas que, pese a ello, palidecían ante el enorme bufón.
Los guardias que protegían el portón parecían un tanto reticentes a dejarles entrar así como así. No era de extrañar, pues en la situación en la que se encontraba Greenlyn no debían fiarse de nada ni de nadie, por no decir que soldados de a pie como aquellos no conocerían más rostros que los dibujados en los carteles de búsqueda, cosa que podía generarles mayores dudas al ver al duque presentarse con tan poco séquito. Quizá haber ordenado a algunos de los hombres de Alistar acompañarles en aquella misión, vestidos como soldados de Toussant, habría hecho su llegada un poco más creíble. Fuera como fuese, finalmente decidieron dejarles pasar, y cada paso que daban hacía que Nizak rememorase los buenos días del pasado. Definitivamente, aquella no era su gente, ni tampoco eran suyas las ciudades. Se encontraba muy lejos del hogar y, aun así... No era tan distinto. Las calles se encontraban particularmente vacías, cosa que sorprendió al caballero, pues esperaba patrullas recorriendo las calles. Quizá la gran mayoría se encontrara en el castillo, lo cual podría dificultar un poco las cosas.
- Va a ser un espectáculo memorable -dijo el bufón mientras pasaban cerca de un par de guardias, quienes tan solo le miraron por unos instantes, algo sorprendidos quizá por su altura o su aspecto.
No tardaron mucho en llegar hasta el lugar de la ceremonia, y rápidamente fueron confirmadas las sospechas del pelirrojo. Había mucha más gente allí y, sobre todo, muchos más guardias. Muchos de ellos ni siquiera se encontraban de servicio, pues parecían estar celebrando junto a sus superiores el momento. Pese a esto, seguían portando sus armaduras y armas, lo cual era algo que debían tener en cuenta. Quizá el alcohol que pudiera servirse allí sirviera para hacer que sus movimientos fueran más lentos e imprecisos... O eso esperaba. Lo necesitarían si querían tener alguna posibilidad de salir con vida de allí.
- ¡Mi señor Ichabod Crane, duque de Toussant y leal amigo del Reino de Greenlyn! -sonó una voz, la cual hizo que los soldados y las gentes de alta cuna que allí se encontraban dejasen de festejar, centrando su atención en los recién llegados- Esperábamos vuestra llegada con impaciencia.
El hombre que apareció frente a ellos era completamente extraño para Nizak, quien se mantuvo mirándole fijamente sin decir palabra alguna. Si era quien salía a recibirles, muy probablemente se tratara del administrador del gobernador que había sido mencionado por Crane. Junto a él iban dos guardias de notable tamaño, con pesadas corazas. Gorilas que, pese a ello, palidecían ante el enorme bufón.
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A Alistar le costaba ver bajo el yelmo. Sin embargo, ni siquiera el hierro de este era capaz de mermar su fino oído. Dentro del castillo, en una de las mesas, habían dos guardias con sus yelmos quitados y bebiendo cerveza, hablando de sus turnos de vigilancia.
- Cómo te cuento. Cuervos. Cada vez hay más en Greenlyn. Hoy mismo se me han posado en el alféizar unas cuatro veces. Cada dos minutos los estaba ahuyentando.
- Dicen que son presagios. Que los cuervos van donde abunda la carne muerta y dónde se avecinan guerras. Pronto tendrán un banquete para comer, si eso es cierto.
- Tonterías. No son más que una plaga.
Aquello tan solo podía significar que Crane había hecho que volasen cuervos hasta la ciudad. El control y vínculo que tenía el duque con aquellas criaturas era algo que inquietaba al lobo. Sin embargo, sabía que Crane era un valioso aliado. De aspecto y comportamientos perturbadores, pero leal y poderoso.
- Administrador Dettlaff -dijo Crane cuando el administrador se acercó-. Lo cierto es que estoy algo desconcertado. Si la amistad de Toussant fuese tan importante, el gobernador podría haber hecho acto de presencia.
- Oh, mi señor. Es importante, no lo dudéis. Sin embargo, el gobernador se encuentra en peligro. Un despiadado asesino intenta alzarse en armas y tiene un complot para su asesinato.
- ¿Por eso quiero el gobernador a Toussant? ¿Un aliado para una segunda guerra civil que se avecina?
- ¿Guerra civil? No, mi señor. Eso nunca pasará. Ese asesino es... torpe. Cuando ataque será inexperto y no tardará en caer, se lo aseguro. Sin embargo, cualquier precaución es poca, por eso el gobernador me ha mandado en su nombre. ¿Queréis una copa de vino? Tal vez podemos hablar mientras vuestro... bufón... entretiene a la guardia y los invitados.
Alistar miró a Nizak, en silencio. Intentaba transmitirle con aquel gesto que sentía tener que ponerle bajo aquella pequeña humillación, tal vez así el león no lo odiase después por ello. Crane aceptó y siguió al administrador hasta el fondo de la mesa central. Alistar, como el guardaespaldas Sir Daniel, lo siguió en silencio. Esperó que Nizak se quedase allí mientras lo miraban y esperara a que saliese el nuevo capitán.
Cuando Crane se sentó, Alistar se mantuvo de pie tras su silla, intentando parecer más que nunca un guardaespaldas. Mientras Dettlaff se sentaba también, una sirvienta llenaba las copas de ambos desde una jarra de vino. Alistar centró su mirada en la muchacha. No podía creerlo. Era una de las esclavas que no escapó con él durante la revuelta. Era bajita, delgada y muy joven. No debería tener más de catorce años. Tenía el pelo castaño y recogido, limpio. El lobo la recordaba sucia y sin cuidar.
"La habrán limpiado para hoy..."
Cuando la chica terminó de servir, el lobo dio un paso adelante, haciendo que su armadura hiciese ruido. La chica se sobresaltó y la jarra de vino cayó al suelo, provocando el ruido del metal de la jarra al chocar contra el suelo. La chica se disculpó repetidas veces, casi llorando, sacando el pañuelo que tenía colgando de su cinturón y empezando a limpiar.
- ¿Ocurre algo? -preguntó Dettlaff.
- No, nada -contestó Crane-. Sir Daniel es muy... protector. Querría asegurarse de que no ha echado nada en la bebida. ¿Has visto algo raro, Sir Daniel?
El lobo negó con la cabeza. Después de que una segunda sirviente viniese a ayudar a la primera, Crane y Dettlaff volvieron a la conversación. Al lobo le hervía la sangre. Había un motivo claro por el que la chica estaba a punto de llorar, disculpándose tanto por haber tirado el vino. Un motivo que ponía enfermo a Alistar.
- Cómo te cuento. Cuervos. Cada vez hay más en Greenlyn. Hoy mismo se me han posado en el alféizar unas cuatro veces. Cada dos minutos los estaba ahuyentando.
- Dicen que son presagios. Que los cuervos van donde abunda la carne muerta y dónde se avecinan guerras. Pronto tendrán un banquete para comer, si eso es cierto.
- Tonterías. No son más que una plaga.
Aquello tan solo podía significar que Crane había hecho que volasen cuervos hasta la ciudad. El control y vínculo que tenía el duque con aquellas criaturas era algo que inquietaba al lobo. Sin embargo, sabía que Crane era un valioso aliado. De aspecto y comportamientos perturbadores, pero leal y poderoso.
- Administrador Dettlaff -dijo Crane cuando el administrador se acercó-. Lo cierto es que estoy algo desconcertado. Si la amistad de Toussant fuese tan importante, el gobernador podría haber hecho acto de presencia.
- Oh, mi señor. Es importante, no lo dudéis. Sin embargo, el gobernador se encuentra en peligro. Un despiadado asesino intenta alzarse en armas y tiene un complot para su asesinato.
- ¿Por eso quiero el gobernador a Toussant? ¿Un aliado para una segunda guerra civil que se avecina?
- ¿Guerra civil? No, mi señor. Eso nunca pasará. Ese asesino es... torpe. Cuando ataque será inexperto y no tardará en caer, se lo aseguro. Sin embargo, cualquier precaución es poca, por eso el gobernador me ha mandado en su nombre. ¿Queréis una copa de vino? Tal vez podemos hablar mientras vuestro... bufón... entretiene a la guardia y los invitados.
Alistar miró a Nizak, en silencio. Intentaba transmitirle con aquel gesto que sentía tener que ponerle bajo aquella pequeña humillación, tal vez así el león no lo odiase después por ello. Crane aceptó y siguió al administrador hasta el fondo de la mesa central. Alistar, como el guardaespaldas Sir Daniel, lo siguió en silencio. Esperó que Nizak se quedase allí mientras lo miraban y esperara a que saliese el nuevo capitán.
Cuando Crane se sentó, Alistar se mantuvo de pie tras su silla, intentando parecer más que nunca un guardaespaldas. Mientras Dettlaff se sentaba también, una sirvienta llenaba las copas de ambos desde una jarra de vino. Alistar centró su mirada en la muchacha. No podía creerlo. Era una de las esclavas que no escapó con él durante la revuelta. Era bajita, delgada y muy joven. No debería tener más de catorce años. Tenía el pelo castaño y recogido, limpio. El lobo la recordaba sucia y sin cuidar.
"La habrán limpiado para hoy..."
Cuando la chica terminó de servir, el lobo dio un paso adelante, haciendo que su armadura hiciese ruido. La chica se sobresaltó y la jarra de vino cayó al suelo, provocando el ruido del metal de la jarra al chocar contra el suelo. La chica se disculpó repetidas veces, casi llorando, sacando el pañuelo que tenía colgando de su cinturón y empezando a limpiar.
- ¿Ocurre algo? -preguntó Dettlaff.
- No, nada -contestó Crane-. Sir Daniel es muy... protector. Querría asegurarse de que no ha echado nada en la bebida. ¿Has visto algo raro, Sir Daniel?
El lobo negó con la cabeza. Después de que una segunda sirviente viniese a ayudar a la primera, Crane y Dettlaff volvieron a la conversación. Al lobo le hervía la sangre. Había un motivo claro por el que la chica estaba a punto de llorar, disculpándose tanto por haber tirado el vino. Un motivo que ponía enfermo a Alistar.
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Nizak se mantuvo expectante durante la conversación. Tan solo había que fijarse en aquel hombre para comprender cuál era el rostro de la vanidad y la hipocresía. Por favor... Hasta Seun debió haberse dado cuenta del temor que había camuflado tras sus palabras. No había duda alguna de que, fuera como fuese, les asustaba lo que aquella rebelión pudiera acarrearle al reino y, especialmente, a sus grandes culos sobre aquellas sillas de poder. ¿Torpe? Nadie que no tratara de dar una falsa imagen de seguridad habría llamado así al hombre que asesinó al mismísimo capitán de la guardia. Morgan fue un hombre despiadado, sin lugar a dudas, pero esto no quitaba que careciera de una reconocida habilidad. Nadie "torpe" habría podido asesinarlo sin que este dejara un rastro de cadáveres consigo. Casi tuvo que contener un gruñido ante aquella actitud tan descarada.
De vez en cuando echaba un vistazo a su alrededor, sin dejar de prestar atención ni un solo instante a la conversación. La gente que allí había aportaba infinidad de datos al caballero, quien pudo percibir con no mucha dificultad distintas posturas ante la situación de Greenlyn. Algunos parecían bastante despreocupados, como si nada de lo que estaba ocurriendo fuera a afectarles en lo más mínimo. Otros, por su parte, parecían mostrarse cautelosos, y esta posición era adoptada más por parte de algunos guardias que de la plebe en sí, pese a que entre los soldados también se hallara la opinión contraria. La guerra se avecinaba, y si bien los cuervos de Crane podían ser más parte de un truco que de un auténtico presagio, traían consigo oscuras nuevas para el gobernador y su perro. Dettlaff pareció querer cambiar el curso de la conversación rápidamente, así que no tardó en proponer a los recién llegados comida, asiento y una buena copa de vino para calmar los nervios mientras que el payaso hiciera alarde de sus habilidades. Bajo la máscara Nizak torció los labios en una mueca, aunque por fuera pareció tomárselo con normalidad. No le hacía demasiada gracia, pero tenía que cumplir con su parte. Hizo un pequeño gesto con la mano, justo antes de inclinarse hacia el frente con un brazo frente al torso y el otro extendido a un lado. Seun vio la señal y pareció imitarle, haciendo una felina reverencia que provocó las risas de algunos de los allí presentes.
- Permitid que la Máscara ensanche vuestros labios, vuestro corazón y vuestra mente con un pequeño espectáculo -respondió ante la proposición, en un tono tan jovial que ni siquiera parecía suyo.
Los soldados dejaron de lado sus charlas, interrumpidas ante la aparición del trío, para prestar atención al pelirrojo, quien se acababa de convertir en el centro de todas las miradas. Los espectadores se acomodaron, girándose para visualizarle mejor, y todos hicieron espacio para dejar actual al bufón.
- Ejem... -se aclaró la garganta, logrando que se formara un silencio sepulcral por unos instantes. Y entonces, habló.
No era la mayor genialidad del mundo, pero serviría. Nizak llevó la mano a Ildirim, que reposaba en su espalda, para hacerla girar en su mano a gran velocidad. Algunos de los soldados se alteraron, aunque pronto relajaron sus ánimos al ver que aquello tan solo formaba parte del espectáculo.
Cada verso recitado iba acompañado de rápidos movimientos del arma los cuales, junto a algunas señales hacia el león, se acompasaban a graciosos gestos y trucos por parte de Seun, como ponerse en pie sobre sus patas traseras y mostrar los colmillos cuando se hacía alusión a ellos en la narración. Nizak trató de contar una vieja historia escrita por uno de los Capitanes Fundadores de la orden, la cual era conocida por todos los Caballeros Leones. Hablaba sobre la leyenda de un joven león, el más fiero, noble y astuto, que pretendía alcanzar un puesto más alto adoptando la inteligencia y apariencia de los hombres. Una fábula que, en forma de metáfora, trataba de abordar la culminación de la formación de los iniciados de la Orden. Tan solo esperaba no estropearla con su mejorable capacidad para la poesía.
El espectáculo parecía estar resultando agradable o, al menos, tan ridículo que era capaz de divertir a su recién estrenado público. Quizá sin Seun no habría dado resultado, aunque quería confiar en que aquellas florituras que había comenzado a realizar con Ildirim también tuvieran algo que ver. Parecía haberse montado algo de revuelo en la zona donde se encontraban Alistar, Crane y Dettlaff, pero no le prestó demasiada atención, concentrado en su actuación. Tan solo lo suficiente para asegurarse de que todo seguía yendo por buen camino.
De vez en cuando echaba un vistazo a su alrededor, sin dejar de prestar atención ni un solo instante a la conversación. La gente que allí había aportaba infinidad de datos al caballero, quien pudo percibir con no mucha dificultad distintas posturas ante la situación de Greenlyn. Algunos parecían bastante despreocupados, como si nada de lo que estaba ocurriendo fuera a afectarles en lo más mínimo. Otros, por su parte, parecían mostrarse cautelosos, y esta posición era adoptada más por parte de algunos guardias que de la plebe en sí, pese a que entre los soldados también se hallara la opinión contraria. La guerra se avecinaba, y si bien los cuervos de Crane podían ser más parte de un truco que de un auténtico presagio, traían consigo oscuras nuevas para el gobernador y su perro. Dettlaff pareció querer cambiar el curso de la conversación rápidamente, así que no tardó en proponer a los recién llegados comida, asiento y una buena copa de vino para calmar los nervios mientras que el payaso hiciera alarde de sus habilidades. Bajo la máscara Nizak torció los labios en una mueca, aunque por fuera pareció tomárselo con normalidad. No le hacía demasiada gracia, pero tenía que cumplir con su parte. Hizo un pequeño gesto con la mano, justo antes de inclinarse hacia el frente con un brazo frente al torso y el otro extendido a un lado. Seun vio la señal y pareció imitarle, haciendo una felina reverencia que provocó las risas de algunos de los allí presentes.
- Permitid que la Máscara ensanche vuestros labios, vuestro corazón y vuestra mente con un pequeño espectáculo -respondió ante la proposición, en un tono tan jovial que ni siquiera parecía suyo.
Los soldados dejaron de lado sus charlas, interrumpidas ante la aparición del trío, para prestar atención al pelirrojo, quien se acababa de convertir en el centro de todas las miradas. Los espectadores se acomodaron, girándose para visualizarle mejor, y todos hicieron espacio para dejar actual al bufón.
- Ejem... -se aclaró la garganta, logrando que se formara un silencio sepulcral por unos instantes. Y entonces, habló.
Permitidme, a mí, a este simple bufón
contar la más bella historia,
la más grande y más oída
de tierras lejanas venida.
contar la más bella historia,
la más grande y más oída
de tierras lejanas venida.
No era la mayor genialidad del mundo, pero serviría. Nizak llevó la mano a Ildirim, que reposaba en su espalda, para hacerla girar en su mano a gran velocidad. Algunos de los soldados se alteraron, aunque pronto relajaron sus ánimos al ver que aquello tan solo formaba parte del espectáculo.
El león de la sabana
el más noble y grande felino,
rey de reinos sin fronteras
y ejemplo del más decidido.
Fuertes zarpas y colmillos
para sus presas atrapar
y con todo, pese a ello
postrado le toca avanzar.
¿A qué aspira el rey
si no es a gobernar?
¿Por qué debe él entonces
a cuatro patas acabar?
Es más digno, si lo piensas,
con tan solo dos decidir.
Si en hombre se convierte
más alto llegará su rugir.
el más noble y grande felino,
rey de reinos sin fronteras
y ejemplo del más decidido.
Fuertes zarpas y colmillos
para sus presas atrapar
y con todo, pese a ello
postrado le toca avanzar.
¿A qué aspira el rey
si no es a gobernar?
¿Por qué debe él entonces
a cuatro patas acabar?
Es más digno, si lo piensas,
con tan solo dos decidir.
Si en hombre se convierte
más alto llegará su rugir.
Cada verso recitado iba acompañado de rápidos movimientos del arma los cuales, junto a algunas señales hacia el león, se acompasaban a graciosos gestos y trucos por parte de Seun, como ponerse en pie sobre sus patas traseras y mostrar los colmillos cuando se hacía alusión a ellos en la narración. Nizak trató de contar una vieja historia escrita por uno de los Capitanes Fundadores de la orden, la cual era conocida por todos los Caballeros Leones. Hablaba sobre la leyenda de un joven león, el más fiero, noble y astuto, que pretendía alcanzar un puesto más alto adoptando la inteligencia y apariencia de los hombres. Una fábula que, en forma de metáfora, trataba de abordar la culminación de la formación de los iniciados de la Orden. Tan solo esperaba no estropearla con su mejorable capacidad para la poesía.
El espectáculo parecía estar resultando agradable o, al menos, tan ridículo que era capaz de divertir a su recién estrenado público. Quizá sin Seun no habría dado resultado, aunque quería confiar en que aquellas florituras que había comenzado a realizar con Ildirim también tuvieran algo que ver. Parecía haberse montado algo de revuelo en la zona donde se encontraban Alistar, Crane y Dettlaff, pero no le prestó demasiada atención, concentrado en su actuación. Tan solo lo suficiente para asegurarse de que todo seguía yendo por buen camino.
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Casi de un momento para otro, las gentes y los guardias que no se encontraban vigilando empezaban a unirse alrededor de Nizak y su espectáculo. Alistar, por su parte, se encontraba de pie y en silencio, escuchando la conversación de Crane y Dettlaff. Sin embargo, no era precisamente una conversación que valiese la pena escuchar. Más bien parecía que hacían tiempo hasta que llegara el nuevo capitán, hablando de vinos y de la mejor forma de moverse entre ciudades. Pasaron unos minutos cuando entró por la puerta del lugar un hombre vestido con pantalones bombachos de colores chillones, con un sombrero en la cabeza que hacía gala de una enorme pluma multicolor. El hombre, que Alistar reconoció enseguida como el pregonero, extendió un pergamino frente a él. Todos los que rodeaban a Nizak se colocaron en dirección al anunciador.
- Distinguidos señores, distinguidas señoras, valerosos miembros de la guardia; presento ante el administrador Dettlaff, fiel representante de nuestro Gobernador, al nuevo capitán de la guardia. Sir Garrison Marlowe.
El público rompió en aplausos. La puerta se abrió y pasó por su umbral un hombre de una estatura considerable, aunque no alcanzaba el tamaño del lancero. Llevaba una brillante armadura de hierro, seguramente a estrenar, con relieves grabados de caballos rampantes. Tras su espalda colgaba una larga capa roja junto a un espadón enorme. Parecía bastante más fuerte de lo que fue Morgan.
El capitán Marlowe llegó hasta donde estaba el pregonero y este, con una reverencia, dejó la sala. Marlowe esperó a que los aplausos terminaran y habló:
- Ciudadanos de Greenlyn. Hace años, cuando entré como nuevo recluta en la guardia, juré protegeros a todos vosotros y a los que trabajan con esfuerzo fuera de estas paredes. Hoy, en este nuevo puesto, lo haré muchísimo mejor liderando. Os prometo que no os defraudaré. Y la sombra que se avecina sobre palacio será erradicada antes incluso de que pueda mostrar sus hocicos.
El público volvió a aplaudir, para después esparcirse de nuevo. Algunos volvieron a rodear a Nizak, esperando más espectáculo. Marlowe, por su parte, se movió hasta donde estaban Dettlaff y Crane, sentándose al otro lado de la mesa junto a estos.
- Marlowe, por fin. Mira, quiero presentarte al duque de Toussant, Lord Ichabod Crane -el duque saludó sin cambiar de expresión, inclinando la cabeza.
- ¿Quién es la mole? -preguntó Marlowe.
- Es mi guardaespaldas. Sir Daniel de Fortesque.
- Vaya... Siempre he querido probar la fuerza de los caballeros de Toussant. ¿Qué me dices, Sir Daniel? ¿Un pequeño duelo en la arena?
Alistar no respondió, manteniéndose en el papel. En su lugar miró a Crane, esperando una respuesta por su parte.
- Disculpa que Sir Daniel no hable, hizo un voto de silencio. Sin embargo, creo que estará encantado de batirse con vos en la arena.
Dettlaff sonrió. Parece que todo iba como quería y que las negociaciones irían bien. Pobre de él. Se levantó de golpe y gritó, llamando la atención de todo el mundo.
- Atención, señores. Marlowe, nuestro nuevo capitán, ha decidido demostrar de primera mano sus habilidades en el combate, luchando contra Sir Daniel de Fortesque, de Toussant. Siganme a la arena para ver el espectáculo.
Empezaron a escucharse los murmullos. Dettlaff empezó a caminar, seguido por Marlowe, Crane y Alistar, hacia la puerta. El lobo sabía que la arena se encontraba junto al campo de entrenamiento de los soldados de Greenlyn. ¿Esperaba Crane que el lobo efectuase allí lo que habían venido a hacer? Sin duda, parecía la ocasión perfecta.
- Distinguidos señores, distinguidas señoras, valerosos miembros de la guardia; presento ante el administrador Dettlaff, fiel representante de nuestro Gobernador, al nuevo capitán de la guardia. Sir Garrison Marlowe.
El público rompió en aplausos. La puerta se abrió y pasó por su umbral un hombre de una estatura considerable, aunque no alcanzaba el tamaño del lancero. Llevaba una brillante armadura de hierro, seguramente a estrenar, con relieves grabados de caballos rampantes. Tras su espalda colgaba una larga capa roja junto a un espadón enorme. Parecía bastante más fuerte de lo que fue Morgan.
- Spoiler:
El capitán Marlowe llegó hasta donde estaba el pregonero y este, con una reverencia, dejó la sala. Marlowe esperó a que los aplausos terminaran y habló:
- Ciudadanos de Greenlyn. Hace años, cuando entré como nuevo recluta en la guardia, juré protegeros a todos vosotros y a los que trabajan con esfuerzo fuera de estas paredes. Hoy, en este nuevo puesto, lo haré muchísimo mejor liderando. Os prometo que no os defraudaré. Y la sombra que se avecina sobre palacio será erradicada antes incluso de que pueda mostrar sus hocicos.
El público volvió a aplaudir, para después esparcirse de nuevo. Algunos volvieron a rodear a Nizak, esperando más espectáculo. Marlowe, por su parte, se movió hasta donde estaban Dettlaff y Crane, sentándose al otro lado de la mesa junto a estos.
- Marlowe, por fin. Mira, quiero presentarte al duque de Toussant, Lord Ichabod Crane -el duque saludó sin cambiar de expresión, inclinando la cabeza.
- ¿Quién es la mole? -preguntó Marlowe.
- Es mi guardaespaldas. Sir Daniel de Fortesque.
- Vaya... Siempre he querido probar la fuerza de los caballeros de Toussant. ¿Qué me dices, Sir Daniel? ¿Un pequeño duelo en la arena?
Alistar no respondió, manteniéndose en el papel. En su lugar miró a Crane, esperando una respuesta por su parte.
- Disculpa que Sir Daniel no hable, hizo un voto de silencio. Sin embargo, creo que estará encantado de batirse con vos en la arena.
Dettlaff sonrió. Parece que todo iba como quería y que las negociaciones irían bien. Pobre de él. Se levantó de golpe y gritó, llamando la atención de todo el mundo.
- Atención, señores. Marlowe, nuestro nuevo capitán, ha decidido demostrar de primera mano sus habilidades en el combate, luchando contra Sir Daniel de Fortesque, de Toussant. Siganme a la arena para ver el espectáculo.
Empezaron a escucharse los murmullos. Dettlaff empezó a caminar, seguido por Marlowe, Crane y Alistar, hacia la puerta. El lobo sabía que la arena se encontraba junto al campo de entrenamiento de los soldados de Greenlyn. ¿Esperaba Crane que el lobo efectuase allí lo que habían venido a hacer? Sin duda, parecía la ocasión perfecta.
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Mientras el pelirrojo continuaba con su improvisado espectáculo, con la ayuda de Seun, los ánimos parecieron ir en aumento y buena parte de los allí presentes se encontraban distraídos. Sin embargo, a los pocos minutos, las puertas se abrieron para dejar paso a un hombre algo menudo, que se situó en un punto elevado para anunciar la llegada del recién nombrado capitán de la guardia. Las miradas dejaron de estar fijas en Nizak, quien se sintió aliviado de poder dejar de hacer el ridículo durante un tiempo, al igual que el felino, que pudo tomarse un respiro. El hombre que apareció tras el pregonero era considerablemente grande, con un porte que inspiraba respeto y temor a partes iguales. Parecía bastante más fuerte que Morgan, o esa era la sensación que tenía él. ¿Quizá decidieron sustituir al difunto por un soldado capaz de defenderse mejor? No iba a menospreciarle, desde luego, pero por lo general aquella clase de personas tenían más músculo que cerebro.
Se unió a los aplausos del público cuando el tal Garrison concluyó con su discurso. Era corto, aunque contenía el significado que necesitaban para hacer que el pueblo escuchara lo que quería escuchar. Seguramente tan solo fueran las palabras del gobernador en boca de su nuevo y rearmado secuaz, o quizá realmente se tratara de alguien que pretendía convertir Greenlyn en un lugar mejor. Improbable, teniendo en cuenta que debía estar al tanto de los esclavos. No, definitivamente aquel hombre no era más que un amasijo de mentiras y falsas promesas embutido en una armadura nueva. Fue incapaz de quitarle la mirada de encima mientras avanzaba hasta su asiento junto a las altas esferas de la fiesta: Crane y Dettlaff.
- Reanudemos, damas y caballeros -dijo al fin el bufón, extendiendo los brazos y dedicándole una reverencia a Garrison.
Durante los siguientes minutos Nizak se aseguró de continuar con el relato de la misma forma que lo estuviera haciendo momentos atrás. La gente que no cuchicheaba acerca del recién llegado volvía a mantenerse expectante ante las palabras del camuflado caballero, quien continuaba con ahínco su tarea. No pasó demasiado hasta que fue nuevamente interrumpido, momentos que atesoraba como si se tratara de oro mismo, pues a ese ritmo sus rimas amenazaban de volverse más que mediocres, y el espectáculo mucho menos vistoso. Al parecer iba a haber un duelo con el capitán, y su oponente no podía ser otro que Alistar. ¿O debía decir Sir Daniel? Miró de forma alternativa al lobo y al cuervo, figurándose que el momento de entrar en escena se acercaba. El combate sería un momento perfecto para acabar con la vida de Garrison, y dispondrían del público apropiado para recordarles que las Espadas continuaban luchando.
La gente rápidamente se movilizó, saliendo de allí y encaminándose hacia la arena, que se encontraba situada cerca de los campos de entrenamiento. El lugar era, de por sí, todo un espectáculo, pues la propia arquitectura del recinto era arte. Impresionante, cuanto menos, aunque no tanto para Nizak, quien estaba acostumbrado a ver aquellas edificaciones desde que tenía uso de razón. Rápidamente los invitados y los soldados se posicionaron en las gradas, mientras que los campeones de Toussant y Greenlyn eran conducidos hasta el centro de la arena. Nizak y Seun, por su parte, se situaron cerca de Crane. Algunas personas miraban con curiosidad a la cría, queriendo acercarse, aunque el pelirrojo les disuadía diciéndoles que podía volverse agresivo si se le presionaba. Le creían, por algún motivo. ¿Qué pensaban que podía hacerles una cría? Cierto es que ya era más grande que cualquier gato, pero aún estaba lejos de convertirse en un depredador mortal.
Las trompetas sonaron y las miradas volvieron a los contendientes, curiosas, aunque muchos de los presentes daban por hecho que el ganador sería el nuevo capitán. "Ilusos", pensó Nizak, quien ya estaba preparado para acabar con los soldados cercanos cuando Alistar concluyera con la misión.
Se unió a los aplausos del público cuando el tal Garrison concluyó con su discurso. Era corto, aunque contenía el significado que necesitaban para hacer que el pueblo escuchara lo que quería escuchar. Seguramente tan solo fueran las palabras del gobernador en boca de su nuevo y rearmado secuaz, o quizá realmente se tratara de alguien que pretendía convertir Greenlyn en un lugar mejor. Improbable, teniendo en cuenta que debía estar al tanto de los esclavos. No, definitivamente aquel hombre no era más que un amasijo de mentiras y falsas promesas embutido en una armadura nueva. Fue incapaz de quitarle la mirada de encima mientras avanzaba hasta su asiento junto a las altas esferas de la fiesta: Crane y Dettlaff.
- Reanudemos, damas y caballeros -dijo al fin el bufón, extendiendo los brazos y dedicándole una reverencia a Garrison.
Durante los siguientes minutos Nizak se aseguró de continuar con el relato de la misma forma que lo estuviera haciendo momentos atrás. La gente que no cuchicheaba acerca del recién llegado volvía a mantenerse expectante ante las palabras del camuflado caballero, quien continuaba con ahínco su tarea. No pasó demasiado hasta que fue nuevamente interrumpido, momentos que atesoraba como si se tratara de oro mismo, pues a ese ritmo sus rimas amenazaban de volverse más que mediocres, y el espectáculo mucho menos vistoso. Al parecer iba a haber un duelo con el capitán, y su oponente no podía ser otro que Alistar. ¿O debía decir Sir Daniel? Miró de forma alternativa al lobo y al cuervo, figurándose que el momento de entrar en escena se acercaba. El combate sería un momento perfecto para acabar con la vida de Garrison, y dispondrían del público apropiado para recordarles que las Espadas continuaban luchando.
La gente rápidamente se movilizó, saliendo de allí y encaminándose hacia la arena, que se encontraba situada cerca de los campos de entrenamiento. El lugar era, de por sí, todo un espectáculo, pues la propia arquitectura del recinto era arte. Impresionante, cuanto menos, aunque no tanto para Nizak, quien estaba acostumbrado a ver aquellas edificaciones desde que tenía uso de razón. Rápidamente los invitados y los soldados se posicionaron en las gradas, mientras que los campeones de Toussant y Greenlyn eran conducidos hasta el centro de la arena. Nizak y Seun, por su parte, se situaron cerca de Crane. Algunas personas miraban con curiosidad a la cría, queriendo acercarse, aunque el pelirrojo les disuadía diciéndoles que podía volverse agresivo si se le presionaba. Le creían, por algún motivo. ¿Qué pensaban que podía hacerles una cría? Cierto es que ya era más grande que cualquier gato, pero aún estaba lejos de convertirse en un depredador mortal.
Las trompetas sonaron y las miradas volvieron a los contendientes, curiosas, aunque muchos de los presentes daban por hecho que el ganador sería el nuevo capitán. "Ilusos", pensó Nizak, quien ya estaba preparado para acabar con los soldados cercanos cuando Alistar concluyera con la misión.
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La tierra del suelo crujía bajo sus pies de hierro. El lobo caminó hasta el centro de la arena, seguido al otro lado por el nuevo capitán de la guardia. Marlowe se colocó frente a él, tanteando la tierra del suelo con los pies. Alrededor, en las gradas de la arena, empezaban a sentarse todos los invitados de la fiesta. Alistar buscaba con la mirada la inmensa figura de Nizak. Cuando todo parecía preparado, el ahora guardaespaldas desenvainó a Luz del Alba de su cinturón. Su rival se llevó la mano a la espalda y sacó de esta su enorme espadón, sujetándolo con una mano como si de una espada normal se tratase. Alistar sabía que su espada era de una calidad excepcional y, a menos que el espadón de su contrincante fuese mejor, no debería poder romperla. Suspiró bajo el yelmo.
Hizo el primer ataque, un espadazo horizontal que fue bloqueado con facilidad por el espadón. La armadura dificultaba sus movimientos, pues no estaba acostumbrado a combatir así. Normalmente, las armaduras que lleva el lobo son ligeras y permiten los movimientos amplios y veloces. Aquella pesada armadura era más un inconveniente para él que otra cosa. No por el peso, sino por lo mucho que dificultaba su estilo de combate.
El capitán atacó por arriba, en vertical. Alistar se movió a un lado, pero debido a la armadura fue demasiado lento y la hombrera metálica de su izquierda se llevó el impacto. La fuerza del golpe hizo que la correa que la sujetaba se rompiese y la pieza cayese al suelo. Como consecuencia, la armadura que cubría su brazo izquierdo cayó al suelo también, mostrando las delgadas ropas que tenía bajo el brazo. Marlowe parecía orgulloso de su gesta. Alistar aprovechó su distracción para embestir con el hombro al capitán, el cual recibió el impacto en el costillar y se movió hacia atrás. Era resistente y difícil de tirar. Giró su espadón en el aire y dirigió un segundo ataque diagonal al torso del lobo. El peto de la armadura fue golpeado y un sonido metálico llenó el lugar. Alistar utilizó la mano izquierda para quitarse la armadura de su brazo derecho, con el que cogía el arma, para tener más libertad.
Aquello empezaba a confundir al capitán, el cual siguió atacando. Poco a poco, la armadura de Sir Daniel Fortesque estaba empezando a deshacerse a trozos, golpe por golpe, hasta que Alistar quedó con el yelmo nada más, jadeando por el cansancio. Sin embargo, ahora podía moverse mejor. Sin embargo, antes de que pudiera reaccionar, recibió un fuerte golpe en la cabeza, dado con el pomo del espadón de su rival. Se sintió aturdido. La vibración del yelmo de metal lo estaba matando, por lo que no tuvo más remedio que quitárselo.
Cuando por fin se hubo recobrado del aturdimiento, se fijó en que el capitán lo miraba con los ojos abierto. El silencio se había formado en el público también.
- ¡Tú! ¡Esto es un complot de asesinato! ¡Volved a vuestras casas!
- ¡Nizak! ¡Ahora!
El caos se formó entre el público. El capitán de la guardia volvió a girar su espada en el aire, yendo a matar aquella vez. Alistar, con control total de sus movimientos, esquivó el ataque casi sin dificultad, girando y haciendo florituras, bailando con un juego de pies alrededor del devastador. Poniéndose tras él, dio una fuerte patada a una de sus pantorrillas, haciendo que se doblara hacia delante y gritara de dolor. Se dio la vuelta atacando con su espada, pero Alistar la detuvo con Luz del Alba. Sin embargo, no consiguió desviarla. El capitán tenía demasiada fuerza. Debía ser más rápido atacando.
Tras un largo rato de baile de pies, esquivando los potentes ataques del devastador, Alistar dirigió un espadazo a la junta de sus rodillas, dándole casi por los pelos. El capitán gritó y cayó al suelo de rodillas. Alistar no perdió un solo segundo más. Giró sobre su propio dando un ataque circular con la espada a la altura del cuello de Marlowe. Su cabeza cayó al suelo y rodó. El cuerpo, ahora decapitado, cayó hacia delante. Alistar envainó su espada y empezó a correr hacia la salida de la arena.
Hizo el primer ataque, un espadazo horizontal que fue bloqueado con facilidad por el espadón. La armadura dificultaba sus movimientos, pues no estaba acostumbrado a combatir así. Normalmente, las armaduras que lleva el lobo son ligeras y permiten los movimientos amplios y veloces. Aquella pesada armadura era más un inconveniente para él que otra cosa. No por el peso, sino por lo mucho que dificultaba su estilo de combate.
El capitán atacó por arriba, en vertical. Alistar se movió a un lado, pero debido a la armadura fue demasiado lento y la hombrera metálica de su izquierda se llevó el impacto. La fuerza del golpe hizo que la correa que la sujetaba se rompiese y la pieza cayese al suelo. Como consecuencia, la armadura que cubría su brazo izquierdo cayó al suelo también, mostrando las delgadas ropas que tenía bajo el brazo. Marlowe parecía orgulloso de su gesta. Alistar aprovechó su distracción para embestir con el hombro al capitán, el cual recibió el impacto en el costillar y se movió hacia atrás. Era resistente y difícil de tirar. Giró su espadón en el aire y dirigió un segundo ataque diagonal al torso del lobo. El peto de la armadura fue golpeado y un sonido metálico llenó el lugar. Alistar utilizó la mano izquierda para quitarse la armadura de su brazo derecho, con el que cogía el arma, para tener más libertad.
Aquello empezaba a confundir al capitán, el cual siguió atacando. Poco a poco, la armadura de Sir Daniel Fortesque estaba empezando a deshacerse a trozos, golpe por golpe, hasta que Alistar quedó con el yelmo nada más, jadeando por el cansancio. Sin embargo, ahora podía moverse mejor. Sin embargo, antes de que pudiera reaccionar, recibió un fuerte golpe en la cabeza, dado con el pomo del espadón de su rival. Se sintió aturdido. La vibración del yelmo de metal lo estaba matando, por lo que no tuvo más remedio que quitárselo.
Cuando por fin se hubo recobrado del aturdimiento, se fijó en que el capitán lo miraba con los ojos abierto. El silencio se había formado en el público también.
- ¡Tú! ¡Esto es un complot de asesinato! ¡Volved a vuestras casas!
- ¡Nizak! ¡Ahora!
El caos se formó entre el público. El capitán de la guardia volvió a girar su espada en el aire, yendo a matar aquella vez. Alistar, con control total de sus movimientos, esquivó el ataque casi sin dificultad, girando y haciendo florituras, bailando con un juego de pies alrededor del devastador. Poniéndose tras él, dio una fuerte patada a una de sus pantorrillas, haciendo que se doblara hacia delante y gritara de dolor. Se dio la vuelta atacando con su espada, pero Alistar la detuvo con Luz del Alba. Sin embargo, no consiguió desviarla. El capitán tenía demasiada fuerza. Debía ser más rápido atacando.
Tras un largo rato de baile de pies, esquivando los potentes ataques del devastador, Alistar dirigió un espadazo a la junta de sus rodillas, dándole casi por los pelos. El capitán gritó y cayó al suelo de rodillas. Alistar no perdió un solo segundo más. Giró sobre su propio dando un ataque circular con la espada a la altura del cuello de Marlowe. Su cabeza cayó al suelo y rodó. El cuerpo, ahora decapitado, cayó hacia delante. Alistar envainó su espada y empezó a correr hacia la salida de la arena.
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En cuanto se dio la señal los dos campeones se acercaron el uno al otro. La primera vez que vio combatir a Alistar fue con una indumentaria muy diferente. Por aquel entonces su armadura era ligera, lo cual le permitió moverse con suma facilidad y evadir los golpes del enemigo, pese a que este le superara en número por mucho. Quizá los soldados no fueran tan habilidosos como un capitán de la guardia, pero en ningún caso enfrentarte a más de dos oponentes es un desafío sencillo, por poca que sea la experiencia de los adversarios. Nizak sabía la diferencia que marcaba en un hombre combatir de una forma a la que no estaba acostumbrado, y sus sospechas y temores no hicieron más que confirmarse a los pocos segundos. El albino se estaba moviendo mucho más lento de lo que acostumbraba, no siendo capaz de evadir por completo los embates de Garrison. Las gentes de Greenlyn aclamaban a su campeón cada vez que este lograba alcanzar la pesada armadura de Sir Daniel, y el león era incapaz de apartar la mirada del lobo, temeroso por un momento de que fuera incapaz de cumplir con su cometido y acabar con la nueva cabeza del ejército. Su mirada se desviaba de vez en cuando al conde que, para su sorpresa, se encontraba extraordinariamente tranquilo, incluso pese a los comentarios de Dettlaff, que parecía querer mofarse de su guardaespaldas.
- Bueno, no seáis muy duro con él después de esto -decía-. Al fin y al cabo se trata de nuestro capitán de la guardia, pocos hombres podrían llegarle siquiera a la suela de los zapatos.
Para el pelirrojo aquella impasibilidad produjo que sus miedos se calmaran, justo antes de volver la mirada al combate. Cada golpe que alcanzaba a Alistar hacía que parte de su armadura se desprendiera, además de producir los exagerados suspiros del público, pues los espectadores pensaban que su campeón debía haber herido de gravedad al de Toussant cada vez que este lograba alcanzarle. Nizak, sin embargo, no pudo hacer otra cosa más que sonreír bajo la máscara de bufón. "Así que ese es tu plan", pensó para sí mismo, observando cómo poco a poco el albino iba desprendiéndose de la pesada coraza, ganando más y más movilidad con cada asalto.
- Mi querido amigo Dettlaff -respondió tras unos segundos Crane-. Os aconsejo que prestéis más atención en lo que ocurre a vuestro alrededor. El curso de las circunstancias podría llegar a sorprenderos en más de una forma.
El administrador pareció mostrarse un tanto nervioso, pues pese a que "Sir Daniel" aún no había pasado al contraataque parecía que Garrison comenzaba a confundirse. Cada vez se estaba moviendo más rápido y, al mismo tiempo, parecía verse más desprotegido. Cuán lejos de la realidad. Fue entonces cuando el caballero enmascarado pudo fijarse en un detalle que no había percibido todavía: infinidad de cuervos habían comenzado a posarse sobre la edificación en distintos puntos de la arena, especialmente sobre la zona en la que ellos se encontraban. Fue incapaz de evitar cuestionarse si el duque les había ordenado ir allí a propósito o si, simplemente, aquellos animales profesaban una amistad tan grande hacia ese hombre que eran incapaces de mantenerse alejados de él. Y, al fin, tras varios frenéticos intercambios, el yelmo de Sir Daniel cayó, dejando que su melena argéntea cayera sobre sus hombros y sus ojos, así como sus facciones, pudieran ser fácilmente reconocibles. Las gradas enmudecieron y un frío letal azotó los cuerpos de los allí presentes.
- Parece que se acabó el espectáculo -dijo Nizak, dejando caer la máscara al suelo y desprendiéndose de aquel ridículo gorro.
Ildirim se deslizó entre sus dedos, girando a gran velocidad, para acabar ensartando al guardia que se encontraba a la derecha de su amo, atravesándole el costado limpiamente y haciendo que su vida se apagara en un lastimero gruñido. Seun se escondió bajo los asientos, poniéndose a salvo tras un gesto del pelirrojo, quien con firmes y rápidos movimientos se deshizo de otros dos guardias antes de que pudieran siquiera darse cuenta de lo que estaba ocurriendo.
- ¿¡P-pero qué hacéis!? ¡Esto es traición! ¡Traición al gobernador! ¡Al reino! -gritaba Dettlaff- ¡Haremos que claven vuestras cabezas en...!
Pero no fue capaz de acabar la frase. En apenas un parpadeo Ichabod había sacado una daga de entre sus ropas y el acero había atravesado la garganta del administrador. Con un tono de ultratumba y una terrorífica expresión, el duque se dirigió al ya no tan bravo hombre en sus últimos segundos de vida.
- Ya sabe lo que dicen, mi señor Dettlaff -comenzó, hundiendo más y más el arma en su cuerpo- Nunca te fies de un cuervo.
El cuerpo regordete cayó del asiento, justo al momento en que los soldados desenvainaban sus espadas y se disponían a atacar al duque y al lancero. Sin embargo, antes de que pudieran acercarse a ellos, una enorme bandada de cuervos descendió desde las alturas de la arena y atacó con violencia salvaje a todo hombre armado con el que se toparon. Los hombres de Greenlyn daban tajos a diestro y siniestro, tratando de zafarse en vano de aquellos animales que les arañaban, picoteaban y gritaban cosas desagradables e irritantes. Algunos, presa del pánico, se dejaron caer desde las gradas hasta la arena, matándose con la caída o quedando incapacitados en el suelo. Un perfecto festín para los cuervos, que decidían perseguir a sus moribundas presas para arrancarles los ojos entre gritos de agonía y dolor.
- ¡Nizak! Reúnete con Alistar y salid de aquí. Yo os cubro el paso.
Y entonces, para su sorpresa, el que antes era hombre se transformó en ave. Un enorme cuervo de oscuras plumas y monstruoso pico alzó el vuelo ante sus ojos desde el punto donde antes estuviera Crane. Otro usuario más, que tiró a algún que otro guardia en su trayecto, dejando que sus menores terminaran el trabajo. El pelirrojo, por su parte, se inclinó para tomar a Seun bajo un brazo y salió corriendo de allí, aprovechando el caos que se había formado. Pudo ver de reojo cómo la cabeza de Garrison caía, separada de su cuerpo, ante el fiero albino que comenzaba su fuga.
- ¡Deteneos, asesino! -gritó un guardia, que se interpuso en el camino del coloso una vez este abandonó las gradas, acompañado de otro más.
El caballero frunció el ceño y apretó el agarre de Ildirim. Combatir con una sola mano no era su especialidad, pero no podía permitir que pudieran herir al felino, y esos hombres no debían resultarle un gran problema. Dio un rápido paso al frente y trazó un lanzazo directo, el cual fue bloqueado por acto reflejo por el escudo de uno de los soldados, que trastabilló, retrocediendo ante la fuerza del impacto. El otro trató de aprovechar esto para atacar a Nizak por el flanco desprotegido, más vio su ofensiva desmontada cuando este dio otro lago paso al frente, acortando la distancia para placarle, aprovechando su superior tamaño. Su hombro impactó contra el rostro del guardia, que cayó al suelo. En un rápido movimiento el pelirrojo hizo girar la lanza, apuntando con su filo hacia abajo y haciéndola descender con fuerza sobre su torso. Cuando su compañero quiso prestarle ayuda ya era demasiado tarde, y pese a que cargó con todo su ímpetu contra el rebelde fue incapaz de lograr nada. El león hizo alarde de experiencia, empleando el menor número de movimientos posibles para que estos fueran menos complicados y más sencillos de soportar, apenas desclavando su arma del cuerpo para golpear el rostro de su agresor de frente.
- ¡Por favor! ¡Por favor! -gritaba el soldado, que había dejado caer las armas al recibir el impacto- ¡Piedad!
La bota del caballero silenció al pobre hombre, dejándole inconsciente de una patada... Y quizá con unos cuantos dientes menos. Quizá fuera un enemigo, pero no iba a rematar a alguien que acababa de rendirse, y menos aún cuando su objetivo principal era el de salir de allí cuanto antes. La alarma había sido dada en la ciudad y, pese a la ayuda de los cuervos de Crane, pronto aquella zona se llenaría de guardias. Se apresuró a avanzar hacia la entrada de la arena, a paso ligero, aún con Seun bajo el brazo, que gruñía incómodo.
- Lo siento pequeño, pero tendrás que aguantar un poco más.
- Bueno, no seáis muy duro con él después de esto -decía-. Al fin y al cabo se trata de nuestro capitán de la guardia, pocos hombres podrían llegarle siquiera a la suela de los zapatos.
Para el pelirrojo aquella impasibilidad produjo que sus miedos se calmaran, justo antes de volver la mirada al combate. Cada golpe que alcanzaba a Alistar hacía que parte de su armadura se desprendiera, además de producir los exagerados suspiros del público, pues los espectadores pensaban que su campeón debía haber herido de gravedad al de Toussant cada vez que este lograba alcanzarle. Nizak, sin embargo, no pudo hacer otra cosa más que sonreír bajo la máscara de bufón. "Así que ese es tu plan", pensó para sí mismo, observando cómo poco a poco el albino iba desprendiéndose de la pesada coraza, ganando más y más movilidad con cada asalto.
- Mi querido amigo Dettlaff -respondió tras unos segundos Crane-. Os aconsejo que prestéis más atención en lo que ocurre a vuestro alrededor. El curso de las circunstancias podría llegar a sorprenderos en más de una forma.
El administrador pareció mostrarse un tanto nervioso, pues pese a que "Sir Daniel" aún no había pasado al contraataque parecía que Garrison comenzaba a confundirse. Cada vez se estaba moviendo más rápido y, al mismo tiempo, parecía verse más desprotegido. Cuán lejos de la realidad. Fue entonces cuando el caballero enmascarado pudo fijarse en un detalle que no había percibido todavía: infinidad de cuervos habían comenzado a posarse sobre la edificación en distintos puntos de la arena, especialmente sobre la zona en la que ellos se encontraban. Fue incapaz de evitar cuestionarse si el duque les había ordenado ir allí a propósito o si, simplemente, aquellos animales profesaban una amistad tan grande hacia ese hombre que eran incapaces de mantenerse alejados de él. Y, al fin, tras varios frenéticos intercambios, el yelmo de Sir Daniel cayó, dejando que su melena argéntea cayera sobre sus hombros y sus ojos, así como sus facciones, pudieran ser fácilmente reconocibles. Las gradas enmudecieron y un frío letal azotó los cuerpos de los allí presentes.
- Parece que se acabó el espectáculo -dijo Nizak, dejando caer la máscara al suelo y desprendiéndose de aquel ridículo gorro.
Ildirim se deslizó entre sus dedos, girando a gran velocidad, para acabar ensartando al guardia que se encontraba a la derecha de su amo, atravesándole el costado limpiamente y haciendo que su vida se apagara en un lastimero gruñido. Seun se escondió bajo los asientos, poniéndose a salvo tras un gesto del pelirrojo, quien con firmes y rápidos movimientos se deshizo de otros dos guardias antes de que pudieran siquiera darse cuenta de lo que estaba ocurriendo.
- ¿¡P-pero qué hacéis!? ¡Esto es traición! ¡Traición al gobernador! ¡Al reino! -gritaba Dettlaff- ¡Haremos que claven vuestras cabezas en...!
Pero no fue capaz de acabar la frase. En apenas un parpadeo Ichabod había sacado una daga de entre sus ropas y el acero había atravesado la garganta del administrador. Con un tono de ultratumba y una terrorífica expresión, el duque se dirigió al ya no tan bravo hombre en sus últimos segundos de vida.
- Ya sabe lo que dicen, mi señor Dettlaff -comenzó, hundiendo más y más el arma en su cuerpo- Nunca te fies de un cuervo.
El cuerpo regordete cayó del asiento, justo al momento en que los soldados desenvainaban sus espadas y se disponían a atacar al duque y al lancero. Sin embargo, antes de que pudieran acercarse a ellos, una enorme bandada de cuervos descendió desde las alturas de la arena y atacó con violencia salvaje a todo hombre armado con el que se toparon. Los hombres de Greenlyn daban tajos a diestro y siniestro, tratando de zafarse en vano de aquellos animales que les arañaban, picoteaban y gritaban cosas desagradables e irritantes. Algunos, presa del pánico, se dejaron caer desde las gradas hasta la arena, matándose con la caída o quedando incapacitados en el suelo. Un perfecto festín para los cuervos, que decidían perseguir a sus moribundas presas para arrancarles los ojos entre gritos de agonía y dolor.
- ¡Nizak! Reúnete con Alistar y salid de aquí. Yo os cubro el paso.
Y entonces, para su sorpresa, el que antes era hombre se transformó en ave. Un enorme cuervo de oscuras plumas y monstruoso pico alzó el vuelo ante sus ojos desde el punto donde antes estuviera Crane. Otro usuario más, que tiró a algún que otro guardia en su trayecto, dejando que sus menores terminaran el trabajo. El pelirrojo, por su parte, se inclinó para tomar a Seun bajo un brazo y salió corriendo de allí, aprovechando el caos que se había formado. Pudo ver de reojo cómo la cabeza de Garrison caía, separada de su cuerpo, ante el fiero albino que comenzaba su fuga.
- ¡Deteneos, asesino! -gritó un guardia, que se interpuso en el camino del coloso una vez este abandonó las gradas, acompañado de otro más.
El caballero frunció el ceño y apretó el agarre de Ildirim. Combatir con una sola mano no era su especialidad, pero no podía permitir que pudieran herir al felino, y esos hombres no debían resultarle un gran problema. Dio un rápido paso al frente y trazó un lanzazo directo, el cual fue bloqueado por acto reflejo por el escudo de uno de los soldados, que trastabilló, retrocediendo ante la fuerza del impacto. El otro trató de aprovechar esto para atacar a Nizak por el flanco desprotegido, más vio su ofensiva desmontada cuando este dio otro lago paso al frente, acortando la distancia para placarle, aprovechando su superior tamaño. Su hombro impactó contra el rostro del guardia, que cayó al suelo. En un rápido movimiento el pelirrojo hizo girar la lanza, apuntando con su filo hacia abajo y haciéndola descender con fuerza sobre su torso. Cuando su compañero quiso prestarle ayuda ya era demasiado tarde, y pese a que cargó con todo su ímpetu contra el rebelde fue incapaz de lograr nada. El león hizo alarde de experiencia, empleando el menor número de movimientos posibles para que estos fueran menos complicados y más sencillos de soportar, apenas desclavando su arma del cuerpo para golpear el rostro de su agresor de frente.
- ¡Por favor! ¡Por favor! -gritaba el soldado, que había dejado caer las armas al recibir el impacto- ¡Piedad!
La bota del caballero silenció al pobre hombre, dejándole inconsciente de una patada... Y quizá con unos cuantos dientes menos. Quizá fuera un enemigo, pero no iba a rematar a alguien que acababa de rendirse, y menos aún cuando su objetivo principal era el de salir de allí cuanto antes. La alarma había sido dada en la ciudad y, pese a la ayuda de los cuervos de Crane, pronto aquella zona se llenaría de guardias. Se apresuró a avanzar hacia la entrada de la arena, a paso ligero, aún con Seun bajo el brazo, que gruñía incómodo.
- Lo siento pequeño, pero tendrás que aguantar un poco más.
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- ¡Abrid la puerta! ¡Sigue ahí dentro!
Tres guardias se habían alejado del caos que estaban provocando Nizak e Ichabod fuera de la arena y se habían acercado a la entrada de esta. Una enorme puerta de madera oscura que separaba a los luchadores del mundo exterior. Uno de los guardias se dirigió raudo y veloz a abrir la puerta, espada en mano. Nunca esperó ver lo que surgió en cuanto la puerta estaba abierta. Una enorme criatura peluda de color blanco grisáceo emergió del umbral, rugiendo con fiereza y atacando con su enorme zarpa al necio que quiso ofrecerse en abrir la puerta. Los otros dos guardias retrocedieron, armas en mano. El licántropo, que al colocarse de pie superaba los dos metros de altura, los miraba con sus ojos amarillentos y enseñando los colmillos. Uno de los guardias, acobardado, soltó su espada y empezó a correr. El otro, algo más valiente, soltó un grito de guerra y alzó su arma para atacar.
El lobo embistió al guardia con el hombro y lo estampó contra la pared. Después empezó a correr por el largo pasillo a cuatro patas, buscando la salida definitiva de la arena. Cuando la encontró, habían civiles corriendo despavoridos. Al ver al monstruo gritaron aún más y se alejaron, aunque algunos decidieron pararse a mirarlo. El lobo rugió con furia, para asustarlos y que se marchasen. No quería atacar civiles. Estos parecieron captar el mensaje porque empezaron a huir. El lobo miró al cielo y observó la enorme y negra figura de un gigantesco cuervo.
"Crane... Solo falta..."
Un grito llamó su atención. Miró a su izquierda y, hacia él, venía corriendo Nizak, lanza y león en mano. Tras él corrían guardias con el propósito de atraparle que o bien no se fijaron en el lobo o no les asustaba su presencia. El lobo se colocó en posición, a cuatro patas y mirando hacia el portón que marcaba la salida de la ciudad. Cuando Nizak hubo llegado hasta él, saltó sobre su lomo. El lobo empezó a correr lo más rápido que pudo utilizando sus cuatro extremidades, dejando atrás enseguida a los guardias que los perseguían. A lo lejos, los guardias empezaban a cerrar el portón.
Uno de ellos cometió el error de ponerse en el camino de la bestia lanza en mano en vez de terminar de cerrar la puerta. El guardia fue embestido y golpeado hacia un lado mientras el lobo atravesaba el portón y empezaba a alejarse de la ciudad. Escuchaba los gritos a sus espaldas, pero sabía que no lo alcanzarían. Esperaba haberles dejado claro aquella vez que la guerra es inminente. Que el lobo ya se está alzando.
Tres guardias se habían alejado del caos que estaban provocando Nizak e Ichabod fuera de la arena y se habían acercado a la entrada de esta. Una enorme puerta de madera oscura que separaba a los luchadores del mundo exterior. Uno de los guardias se dirigió raudo y veloz a abrir la puerta, espada en mano. Nunca esperó ver lo que surgió en cuanto la puerta estaba abierta. Una enorme criatura peluda de color blanco grisáceo emergió del umbral, rugiendo con fiereza y atacando con su enorme zarpa al necio que quiso ofrecerse en abrir la puerta. Los otros dos guardias retrocedieron, armas en mano. El licántropo, que al colocarse de pie superaba los dos metros de altura, los miraba con sus ojos amarillentos y enseñando los colmillos. Uno de los guardias, acobardado, soltó su espada y empezó a correr. El otro, algo más valiente, soltó un grito de guerra y alzó su arma para atacar.
El lobo embistió al guardia con el hombro y lo estampó contra la pared. Después empezó a correr por el largo pasillo a cuatro patas, buscando la salida definitiva de la arena. Cuando la encontró, habían civiles corriendo despavoridos. Al ver al monstruo gritaron aún más y se alejaron, aunque algunos decidieron pararse a mirarlo. El lobo rugió con furia, para asustarlos y que se marchasen. No quería atacar civiles. Estos parecieron captar el mensaje porque empezaron a huir. El lobo miró al cielo y observó la enorme y negra figura de un gigantesco cuervo.
"Crane... Solo falta..."
Un grito llamó su atención. Miró a su izquierda y, hacia él, venía corriendo Nizak, lanza y león en mano. Tras él corrían guardias con el propósito de atraparle que o bien no se fijaron en el lobo o no les asustaba su presencia. El lobo se colocó en posición, a cuatro patas y mirando hacia el portón que marcaba la salida de la ciudad. Cuando Nizak hubo llegado hasta él, saltó sobre su lomo. El lobo empezó a correr lo más rápido que pudo utilizando sus cuatro extremidades, dejando atrás enseguida a los guardias que los perseguían. A lo lejos, los guardias empezaban a cerrar el portón.
Uno de ellos cometió el error de ponerse en el camino de la bestia lanza en mano en vez de terminar de cerrar la puerta. El guardia fue embestido y golpeado hacia un lado mientras el lobo atravesaba el portón y empezaba a alejarse de la ciudad. Escuchaba los gritos a sus espaldas, pero sabía que no lo alcanzarían. Esperaba haberles dejado claro aquella vez que la guerra es inminente. Que el lobo ya se está alzando.
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