Un viaje al pasado (Narahí Collins & Haxter)

Pensaba alejarme del North Blue, pero la verdad es que el mar de mi nacimiento aún me llamaba, sentía que aún tenía aventuras por vivir allí. Había una isla que aún no había visitado, esa isla era "Isla del Puño". De igual manera, debía controlar mis ansias ya que era una isla del gobierno y por ende tendría algún que otro marine dando vueltas por allí y eso para un pirata nunca es bueno. A pesar del peligro, tenía ganas de visitar la isla y ver su gran puño en el centro, además... si me acobardara en cada isla protegida por el gobierno no pisaría más que un par de islas en mi vida.

El viaje no fue largo, después de todo me encontraba bastante cerca de la isla como para demorar. Al descender de mi pequeño bote, pude ver la inmensidad del gran puño que se alzaba sobre la tierra tapando el sol. Según había escuchado, en esa isla se practicaban artes marciales y eso era algo realmente interesante de ver. Como historiador, el arte marcial me interesa bastante, además de que no descartaría aprender alguno de sus variados estilos en un futuro. 

Comencé a adentrarme en el poblado más cercano en busca de un lugar para tomar algo y pedir alguna que otra referencia. El pueblo no era muy grande, tenía aspecto de típico pueblo japonés antiguo, casas prolijas pero no muy ostentosas, cerezos decorando los jardines de las mismas, los senderos hechos con una mezcla entre roca y tierra dura, y los típicos puentes de madera fina para pasar de camino en camino.

Luego una larga caminata, pude encontrar un lugar que parecía ser un café o algo similar. Ya que tenía mesas a la intemperie, decidí sentarme en una de las sillas que estaba a la izquierda de la puerta de entrada y dedicarme a leer uno de los periódicos que estaba en la mesa correspondiente. Por suerte mi "Wanted" no aparecía en las noticias, por lo que estaría seguro en un principio, pero cuando me dediqué a leer el resto de las noticias, un hombre me interrumpió. "Qué desea pedir señor"

La verdad es que la silueta del camarero allí me había asustado, podía haber sido un marine o algún uniformado o cazador, pero el susto había pasado, solo era un hombre pidiéndome mi orden. "Quiero un capuchino grande por favor". El hombre asintió y se retiró lo más rápido que pudo al interior del lugar. Mientras esperaba mi bebida caliente me dediqué a observar los alrededores y obviamente a estudiar con un poco más de detalle el majestuoso puño gigante del centro de la ciudad.

En cuanto llegó el barco donde me había colado a la Isla del puño, no tardé ni un segundo en abrir una de las ventanas más cercanas al agua para salir de allí. Me daba igual mojarme, pues con el sol que hacía ya se iría secando mi ropa. Al subir una pequeña rampa que había, comencé a andar por aquel lugar, la mayoría de la gente se quedaba mirandome. Obviamente por que iba completamente empapada.

Antes de decidir que hacer me di una vuelta, por las zonas mas soleadas de la isla, donde notaba más calor. Por culpa de la akuma también estaba más debil, con lo que era blanco fácil. Para colmo de poder usar mis poderes. Ahora pensandolo friamente, fui tonta, con apoyarme en la repisa de la ventana y convertirme en tucán para salir volando, era más que suficiente.

Después de 15 minutos de paseos, se medió secaron el pantalón y la camiseta, pero las botas iban a ser complicadas de secar. Me dirigí a una cafetería con mesas fuera, daba el sol de pleno, así que me parecía un buen lugar donde parar a tomar algo, y a parte poder sacarme las botas para dejarlas al sol, y que secasen. El chico vino practicamente al momento, preguntandome que quería, le pedí una cerveza.

A unos pocos metros de mí, vi a un chico sentado leyendo un libro, jovencito, de pelo oscuro, y que parecía estar atento a cualquier sonido inesperado para salir corriendo. El chico llegó con lo que le había pedido, y me quedé un rato mirando para el de la mesa, mientras tomaba pequeños soborsos de la cerveza. Como alargandola hasta ver a donde iba aquel chico. Me llamaba bastante la atención, sobre todo por que aparentaba alto, enloquezco con los chicos altos.

Aquello era inmenso... no podía creer como algo natural podía ser tan perfecto y majestuoso, incluso siendo un historiador nunca entenderé como se forman esas anomalías en la tierra. Si... como todas las montañas, pero esta no era exactamente una montaña, era literalmente un puño de tierra y roca gigantesco.

Mi pensamiento analítico fue interrumpido por el camarero que finalmente puso mi bebida sobre la mesa y se retiró nuevamente hacia el interior del local. Al darle un sorbo a mi capuchino casi pierdo mi lengua en el intento, estaba demasiado caliente para que un ser humano lo tomase, eso no era normal. En mi lengua aún se sentían como pelotitas y un leve cosquilleo. No podía estar más enojado con el maldito hombre que me atendió, pero de la nada el dolor desapareció cuando miré hacia la zona en frente a donde me encontraba y vi a una mujer morena observándome fijamente. Tenía un cabello hermoso y unos ojos celestes que llegaban hasta mi corazón. Vestía unos shorts azulados y un top blanco, además de sus destacados aros.

Hacía tiempo que no me fijaba en una mujer de esa manera, la verdad es que sus ojos me llamaban mucho la atención y siempre me gustaron las mujeres "canela pasión". A pesar de su atractivo físico, sus ojos me decían algo más, ella ocultaba algo y aparentemente no lo demostraba. Continuaba mirándome, por lo que quería algo conmigo. Por esa razón me paré sin siquiera quitarle los ojos de encima y avancé hacia ella con mi café en la mano derecha. 

Al llegar a un lado de la mesa donde estaba sentada le dije:"Discúlpeme señorita... ¿este asiento está ocupado o puedo sentarme?".

Pobre chico, se quemó la lengua con el café, me sonreí al ver su mueca de molestia, la verdad es que yo era más de cosas frias, al menos para beber. Al igual que el, también me fijaba en la isla, y en el puño de roca que había en su centro, era una maravilla de la naturaleza. Algo para estudiar, pero no era mi caso, si acaso cogería mi violín y empezaría a tocar una melodia, por el hecho de ver si esa roca se despierta.

Cuando volví la mirada hacía el me fijé que me miraba, sus ojos se clavaron en los mios como quien clava una aguja en la tela. Un tono de ojos oscuros que hacía que sintiera curiosidad por el. Después de darle un trago a mi cerveza comprobé si mis botas ya estaban secas. No solo estaban secas, si no que me quemaban los pies, en este caso los tuve que poner un rato a la sombra, y airearlos para no cocerme.

Una vez que las botas ya se podían poner sin temor a quemarme, me fijé que el chico estaba a mi lado, de pie, alto como una torre, y fornido, me gustaban mucho los chicos así, y este puede que no fuese una excepción.

-Claro, adelante -dije mientras me acababa de subir la cremallera de las botas. Y de paso dando otro sorbo a mi cerveza, casi caliente.

Al escuchar la respuesta de la joven no pude evitar sonreír mientras me sentaba en la silla libre de esa mesa. Sus ojos me seguían impactando, no solo era su hermoso color sino que además tenía una mirada penetrante.

- ¿Qué hace una señorita tan hermosa por un lugar como éste? - 

La verdad es que me intrigaba bastante, una mujer como ella en una isla en la que practicaban artes marciales... ¿estaría allí por eso? ¿querría aprender defensa personal para defenderse de hombres con intenciones equivocadas? 

Quizás mis viejas costumbres me invadían un poco, en mi juventud mi madre no hacía más que cocinar y limpiar la casa, ahora las mujeres eran mucho más independientes y fuertes. Aún recuerdo haber leído en algún lado que la cabeza de una de las bandas piratas más fuertes del mundo era una mujer, la verdad es que me gustara que hubiera un poco más de igualdad en el mundo actual.

Mientras esperaba la respuesta de la chica me puse a mirarla fijamente a los ojos, como si intentara sacarle sus secretos de adentro. Todo mientras soplaba mi vaso con café intentando no quemarme la lengua en mi próximo sorbo.

Después de que se sentase, seguí notando como me miraba, y esa sonrisa me dejó un poco torcida, en el sentido de que me sorprendió. Le miraba a los ojos sonriendo, con mi cabeza apoyada en mi mano derecha, mis labios aparentaban mas gruesos cuando sonreía.

-Vine a que me afilasen las hojas de mis armas, aunque no las estes viendo -dije sonriendo, pues el no sabía que en mi Bö había unas katanas ocultas. Volví a dar un sorbo de mi cerveza, mirandole fijamente a los ojos, me llamaban demasiado la atención.

-¿Y tu?, ¿que haces tu por un lugar como este? -dije mientras me recostaba en la espaldera de la silla, mirandole, en este caso ya no solo miraba sus ojos, si no que también su boca.

Aparentemente la chica mordía, había venido a afilar sus armas, eso no me sorprendía en lo más mínimo, una belleza así debía saber como cuidarse en los peligrosos mares, pero... ¿porqué a la isla del puño? Quizás estaba cerca cuando decidió que era tiempo de afilar sus armas, si... podría ser eso, o no era tanta coincidencia y había elegido esta isla por alguna razón en especial.

De todas formas dejé de darle importancia a asuntos que no eran de mi incumbencia y regresé al mundo real donde la chica me había devuelto la pregunta y ahora esperaba atenta mi respuesta.

- Siéndote sincero no tengo ni la más mínima idea de porqué vine, puede ser porque soy un historiador y me gusta simplemente apreciar la anomalía del centro de la isla, o simplemente porque quería regresar al North Blue una vez más antes de decir un último adiós. O quizás, solo quizás fue para poder encontrarme con una mujer como tú -

Posiblemente si, mi frase había quedado bastante cursi, pero bueno. Al fin y al cabo yo en sí era bastante cursi. Mientras ella analizaba mi respuesta pude sentir el olor de su perfume inundando mis narinas, era un olor delicioso que hacía ya tiempo no apreciaba. Una cosa se me había olvidado preguntarle, "QUE TONTO" me dije a mi mismo al recordar ese detalle. No le había preguntado su nombre.

- Lo siento, pero se me había olvidado presentarme, mi nombre es Juka B.Volpi ¿me daría el honor de saber el suyo? -

Oculté el hecho de que era un pirata por si eso la asustaba de alguna manera. No era que tenía miedo de decirlo, simplemente que no quería arruinar el momento por un detalle menor.

Estaba bastante atento a mí, cosa que me sorprendió bastante. No esperaba tanta atención por parte de alguien que no me conocía. Sus ojos me causaban curiosidad, por saber su vida, sus secretos, conocerlo a fondo. Por lo poco que había hablando me dio la sensación de que era un chico dulce. No tardé en saberlo en cuanto dijo eso de ``quizás fue para poder encontrarme con una mujer como tú´´. Eso ya me dejó completamente anonadada.

En realidad sería muy buena compañía pasar el día con el, lo único es que probablemente no me pueda hacer de guía, un lugar para hospedarme, algo así. Yo seguramente sería tan nueva aquí como él.

-Ciertamente somos unos maleducados dije sonriendo mientras me tapa la cara con falsa vergüenza.

-Me llamo Narahí, pero me suelen llamar Nara o Naí, llamame como prefieras -me presenté ofreciendole mi mano para estrecharla. Aunque visto lo visto, igual me da un beso en ella, ya verémos a ver que hace.

Que nombre más llamativo y extraño pensé al escucharlo. Aunque luego de razonarlo, su nombre era igual de exótico que su figura.

- Es un placer Nara - le dije mientras tomaba su mano con mi mano derecha y le daba un beso sobre el lado opuesto a la palma. Sus manos apenas se veían comparadas con las mías, pero la verdad es que sería extraño si fuera lo contrario, además mi mano era bastante más grande que la de un hombre promedio y seguramente la de ella fuera un poco más pequeña. Su piel era tal cual lo imaginé, cálida, suave y lisa.

Según ella estaba allí para que le afilaran sus armas, me había enterado no mucho tiempo antes que cerca del puño de la isla se encuentra una pequeña población de forjadores y herreros, por lo que pensé que podía ser buena idea escoltarla hasta el lugar para que cumpliera su cometido.

- Nara, si realmente quieres afilar tus armas puedo guiarte, sé que cerca del puño central de la isla se encuentran los mejores herreros de la isla y ellos podrían ayudarte con eso -

Esperando su respuesta tomé un pequeño sorbo de café que se encontraba un poco menos caliente que antes, al menos ahora estaba pasable.

Mientras tomaba un sorbo de mi cerveza, el me dio un beso la mano, por poco me atraganto, no esperaba que finalmente fuese a hacer eso.

-El placer es mio -le dije mirandole a los ojos, con la boca entreabierta. Pronto me sacudí la cabeza para aclarar mis ideas. Le prestaba atención mientras me hablaba de que en la zona había unos forjadores y herreros.

Terminé mi cerveza a la vez que el tomaba un sobro de su café. Llamé al camarero, y le pedí que me pasase la cuenta del café y mi cerveza para pagar ambas cosas.

-De acuerdo, te sigo -le dije mientras iba a sacar el dinero para pagar al chico, que ya esperaba de pie a nuestro lado.

Por suerte accedió a hacer ese recorrido conmigo, pero la verdad es que me había olvidado pagar la cuenta ya que casi siempre que pido algo en una taberna o bar o lo que sea termino destrozando el lugar o escapando. 

Antes de que ella pudiera alcanzarle la paga al mozo, me puse al lado del mismo y le di la cantidad correspondiente de dinero para pagar ambas bebidas, al fin y al cabo no podía ser descortés con una mujer, los modales siempre se deben mantener.

Luego de efectuar el pago correspondiente, comencé a caminar lentamente hacia nuestro destino esperando que me siguiera. Tenía ganas de conocerla un poco mejor y ese pequeño paseo me daría el tiempo suficiente para hacerlo.

- ¿Vamos? - le dije a Nara mientras caminaba y miraba hacia ella de una manera pícara

Mientras caminaba sentí un poco de sed y ya que el café estaba demasiado caliente y apenas lo disfruté, saqué de uno de los bolsillos de mi chaqueta una cantimplora con agua que no tardé más de dos segundos en destapar y beber un poco saciando de esta manera mi sed.

En mi intento de pagar yo las bebídas de ambos, el se interpuso entre el camarero y yo, pagando el finalmente. Yo le miré educadamente, y le dí las gracias, no valía la pena empezar esa típica discusión de ``no hacía falta´´, pues saldría perdiendo igual. Finalmente le seguí a donde me iba a llevar, mientras que el sácaba de su bolsa una cantimplora con agua.

-Y bueno, ¿a donde me vas a llevar? -le pregunté colocando mi bötana a la espalda, pues la había sacado para sentarme comodamente. También me coloqué la ropa, pues se me había descolocado en el proceso de ponerme la bötana. Al estar de pie a su lado me veía raquitica, desde luego era un chico muy alto, y eso me gustaba, en parte me sentía protegida al llevarme de mi lado, y no en mi contra.

Luego de un par de segundos en los que me dediqué a beber de mi cantimplora, Nara se puso a mi lado y comenzamos a caminar rumbo a la herrería. Para ser sinceros no sabía exactamente hacia donde iba, sabía que en esa dirección estaba la famosa herrería de la isla, pero no sabía exactamente la ubicación ni nada menos. Pero la verdad es que no me importaba, solo quería pasar un rato con ella y conocerla un poco mejor y si el camino se hacía largo era mejor para mí.

Mientras avanzábamos por los caminos de tierra y piedra de la isla, giré un poco mi cabeza mirándola directamente a los ojos para hacerle una pregunta.

- Y dime... ¿porqué una chica como tú debe defenderse con tales armas, tienes muchos fans ? -dije en tono risueño

Era la verdad, me sorprendía que una mujer como ella tuviera que llevar tales armas para defenderse, quizás alguien la buscaba o era solo una precaución, pero la intriga por averiguar el motivo aún rondaba mi cabeza y esperaba con ansias su respuesta.

Al ir andando me fijaba en como me miraba, me sonreía a mí misma, ya que no esperaba tanta atención. De vuelta también lo miraba yo, era un chico muy guapo, y no me importaba en absoluto mirarle. Cosa que me fijaba, que me pasaba mucho, pues la gente del pueblo también se le quedaban mirando. Caminabamos por zonas con piedras y tierra, un lugar bonito sin duda.  

Le llama la atención que tenga que andar con armas, desde luego no tiene ni idea de lo que ocurre, no sabe el problema que tengo siendo mujer.

-Es por un poco de todo -dije mientras seguíamos caminando, aunque me daba la sensación de que no tenía ni idea de adonde nos dirigíamos -al ser una chica, debo defenderme, no soporto a los babosos, así que me tengo que defender de vez en cuando, no suelen esperar encontrarse lo que llevo a la espada -dije dandole unos pequeños toques a mi bötana -y por otro lado, soy una revolucionaria, por ahora es solo de protección, pero si alguna vez pasa algo con lo que me tenga que defender, el pequeñin que llevo a mi espalda me ayudará -dije estallandome los nudillos y los huesos de la espalda.

"Ciertamente una fiera" pensé. Aunque la verdad ni siquiera sabía si ella entendía como usar las armas, quizás solo era para espantarlos o para alejar a los débiles, ¿realmente lo había usado con alguna persona? Veía difícil como esta chica podía lastimar a alguien, pero como siempre, las apariencias engañan.

Me tomó por sorpresa el hecho de que fuera revolucionaria, no tenía nada contra eso, pero la verdad es que si yo fuera un revolucionario no lo estaría diciendo por todos lados. Imaginemos solo por un segundo que yo fuera un marine. Estaría en bastantes problemas en tal situación, pero por suerte, no lo era.

- Supongo que no tendrás que usarlo conmigo - dije en un tono gracioso. 

Una vez que llegamos a una explanada de la pequeña montaña, detuve mi andar y me dediqué a admirar el horizonte. El sol brillaba como nunca y un espectáculo de colores se alzaba frente a mí.

- La verdad es que tengo que confesarte algo Nara... no tengo ni idea de dónde se encuentra la herrería, solo quería pasar un rato contigo y conocerte un poco mejor -

Quizás me golpeara por eso, o quizás le gustara y decidiese quedar conmigo, no lo sabía, pero preferí decir la verdad antes de llegar a un lugar más alto. Ademas donde nos encontrábamos era perfecto, el sol llenando la vista en el horizonte y nadie en los alrededores que pudiera molestar. Era un lugar muy romántico.

Me sonreí cuando digo aquello, obviamente no iba a usarlas contra el, a no ser que se portase mal.

-No, a no ser que me des motivos -dije sonriendo hacia él. Nos estábamos acercando a una explanada, donde obviamente no había ningún herrero. Miré a mi alrededor, completamente solos, ¿y si no debía fiarme de él?, no sabría que hacer, sería demasiado alto para mí, y con mucha más fuerza que yo.

Lo escuchaba hablar, diciendo que realmente no tenía ni idea de donde estaba el herrero, que solo quería pasar un rato conmigo. Simplemente me sorprendí, me acerqué a el muy despacio, poniendome de frente. Acaricié su cara sonriendo, no sabía bien por que querría conocerme más.

-¿Porqué quieres conocerme? -pregunté mirándole a los ojos, y acariciando con mi mano su cara y su cuello.