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No podía creer lo aburrido que era esa maldita revista, bueno, esa y todas las que había en el montón. Decidí dejar de perder el tiempo y me dispuse a salir del cuarto de baño, después claro esta de haber desahogado mis necesidades. Quien iba a pensar que mezclar mostaza con chocolate iba a ser una combinación explosiva para mi estomago.
Al salir del cubilete, donde se encontraba el váter, me dirigí a un pequeño lavabo para limpiarme las manos y dejar que el tiempo pasara mientras estuviera en ese barco tan aburrido. Después me dirigí a mi "despacho", un lugar donde tenía que leer y firmar informes de bajo rango y cosas sin importancia que mandaban la marina a gente como yo. Al menos me mantenían entretenido hasta llegar a tierra firme y poder hacer algo de utilidad para la sociedad o ir a visitar algún establecimiento de bellas mujeres de compañía.
Termine la mañana yendo a lo que parecía ser el comedor del barco, un lugar donde se encontraban los reclutas y los encargados del barco comiendo como cerdos una sustancia que no terminaba de comprender, con alguna especie de carne. Cogí uno de las bandejas y me serví una pequeña porción de ese mejunje en mi plato. Recorrí el lugar en busca de una mesa solitaria, pero todas parecían ocupadas. Así pues me dispuse a sentarme con los marines próximos a mi rango o superior, suponiendo que ellos no entablaran una conversación estúpida o sin sentido que hiciera que mi día acabara más aburrido de lo que ya era.
Al salir del cubilete, donde se encontraba el váter, me dirigí a un pequeño lavabo para limpiarme las manos y dejar que el tiempo pasara mientras estuviera en ese barco tan aburrido. Después me dirigí a mi "despacho", un lugar donde tenía que leer y firmar informes de bajo rango y cosas sin importancia que mandaban la marina a gente como yo. Al menos me mantenían entretenido hasta llegar a tierra firme y poder hacer algo de utilidad para la sociedad o ir a visitar algún establecimiento de bellas mujeres de compañía.
Termine la mañana yendo a lo que parecía ser el comedor del barco, un lugar donde se encontraban los reclutas y los encargados del barco comiendo como cerdos una sustancia que no terminaba de comprender, con alguna especie de carne. Cogí uno de las bandejas y me serví una pequeña porción de ese mejunje en mi plato. Recorrí el lugar en busca de una mesa solitaria, pero todas parecían ocupadas. Así pues me dispuse a sentarme con los marines próximos a mi rango o superior, suponiendo que ellos no entablaran una conversación estúpida o sin sentido que hiciera que mi día acabara más aburrido de lo que ya era.
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- ¡Te digo yo que sí, que están por esta zona!
- No puede ser, la última vez que los vieron estaban al otro lado del mundo.
- Pero si tienes en cuenta sus patrones de movimiento...
Aburrido, bostecé tras haberme terminado mi plato de comida (si es que a aquello se le podía llamar comida). Un par de mesas más allá había un par de cabos discutiendo acerca de una banda pirata, a los cuales les presté una mínima atención porque me pareció entretenido ver cómo se argumentaban el uno al otro las razones para creer que estaban en lo cierto.
Personalmente, yo me decantaba por la teoría de que estarían lejos. Aparte de que parecía la más sólida, no me imaginaba a unos piratas rondando por esta zona precisamente ahora, arriesgándose a caer bajo el escrutinio de una Marina más atenta que nunca. Debido a eventos recientes (nombrese por ejemplo la Guerra de Hallstat), la seguridad de esta parte del mar había sido incrementada y los refuerzos no podían haber salido de la nada. Así pues, si unos piratas quisieran saquear, lo más lógico sería que lo hicieran en aquellas zonas que ahora estaban menos protegidas, allá en otros mares bien lejos de aquí.
En realidad, el hecho de que no estuvieran cerca era bueno y malo al mismo tiempo. Era bueno porque significaba que no tendríamos el problema de lidiar con ellos en nuestro camino. Y era malo porque significaba que no podría capturarlos yo mismo. "Oh bueno." Pensé. "Tenemos gente bastante competente ahí fuera, seguro que acaban cayendo bajo el Puño de la Justicia." Despreocupado, me levanté de la mesa y me dirigí a cubierta a supervisar que todo siguiera su curso.
Por el camino me crucé con el Teniente-Comandante Park, al que todos llamaban Gusi por alguna razón que desconozco. Tal vez fuera un diminutivo. Acababa de llegar al comedor, a juzgar por su bandeja llena, así que simplemente le saludé cordialmente al pasar por su lado y continué sin molestarle. Por suerte o por desgracia era uno de los mayores rangos presentes en el barco por debajo de mí... y aún no me quedaba claro de si eso era bueno o malo. No conocía sus capacidades, así que a lo mejor era alguien competente, pero de buenas a primeras era preocupante que no hubiera ningún Comandante presente en la tripulación, así que no sabía si podía confiar en él. Por lo menos hacía sus tareas y no molestaba, supongo que eso era bueno. Tendría que estar ojo avizor con él para asegurarme de que siguiera así, por si las moscas.
En ese momento, perdido como andaba en mis pensamientos, una sacudida en el barco me hizo trastabillar. "¿Pero qué coj...?" algo aturdido y extrañado, no comprendí la razón de aquel fenómeno. "Se supone que estamos en zona abierta, no hay islas cerca y los Reyes Marinos no deberían..." Mi tren de pensamientos se vio interrumpido de nuevo por otra sacudida. Y entonces escuché al vigía:
- ¡PIRATAAAAAAAS!
Frunciendo el ceño, corrí lo que me faltaba hasta llegar a cielo abierto y ver por mí mismo la situación. Cuál no fue mi sorpresa cuando, efectivamente, a un par de decenas de metros a estribor de nuestro navío se encontraba otro barco de tamaño considerable y una bandera negra ondeando a lo alto.
- Pues al final sí que estaban por aquí... - Sonriendo, me dirigí a una zona donde se me pudiera oír bien y me dispuse a organizar el contraataque. No muchas veces podía demostrar que mi puesto de Capitán estaba ganado y no regalado. - ¡Atención a la tripulación! ¡Largad velas y preparad los cañones! ¡No hay tiempo que perder, nos atacan y debemos responder cuando antes! ¡VAMOS VAMOS VAMOS!
Ante la visión de su líder, los marines que estaban perdidos y sin saber que hacer recuperaron la compostura y comenzaron a seguir mis indicaciones. Estaban nerviosos, pero lo hacían con decisión y confianza. Ese era mi papel: darles un faro de esperanza y motivación, encender la moral y dirigir los compases de la batalla. Por fin tenía un trabajo de verdad.
- ¡Timonel! - Exclamé al acercarme. - ¡Dirige el barco a estribor!
- P-pero, ¡nos abordarán! - Me respondió, estupefacto.
- Ese es el plan. - Le dije poniendo una mano en su hombro. - Dejaremos que crean que tienen ventaja y responderemos con contundencia. Eso los pillará desprevenidos. - En cuanto el hombre siguió mis directrices me dirigí de nuevo a la zona central de la cubierta, a la vista de todos. - ¿Están listos esos cañones ya?
- ¡Aún no, queda poco! - Me respondió un Cabo.
- En cuanto estén listos, que apunten al mástil enemigo y esperen a mi orden para disparar.
- ¡Sí, señor!
En cuanto el Cabo se hubo ido, puse la vista en dirección al enemigo y activé mi Mantra. A esa distancia no podía distinguir muy bien el nivel de poder de su propia tripulación, pero eso significaba que tampoco eran especialmente poderosos. "Bueno, ¿quién sabe?" Pensé, la excitación del momento llegándome al corazón. "Tal vez ellos también tengan alguna sorpresa y nos lo pongan interesante. Mientras no peligre la vida de los reclutas, no pasa nada por aprovechar y practicar un poco, ¿no?" Confiando plenamente en la capacidad de los Marines para valerse en situaciones difíciles, empecé a imaginar cómo debía exactamente responder al asalto. ¿Debía abordar yo mismo el navío enemigo y batirme en duelo con su capitán? ¿Dirigirme a sus bodegas y sabotear los cañones? ¿Incapacitar a cuantos pudiera para incrementar la ventaja numérica? Ya lo decidiría cuando fuera el momento.
- ¡Aquí viene! - Exclamé al sentir que iban a dispararnos de nuevo. - ¡Sujetaos!
- No puede ser, la última vez que los vieron estaban al otro lado del mundo.
- Pero si tienes en cuenta sus patrones de movimiento...
Aburrido, bostecé tras haberme terminado mi plato de comida (si es que a aquello se le podía llamar comida). Un par de mesas más allá había un par de cabos discutiendo acerca de una banda pirata, a los cuales les presté una mínima atención porque me pareció entretenido ver cómo se argumentaban el uno al otro las razones para creer que estaban en lo cierto.
Personalmente, yo me decantaba por la teoría de que estarían lejos. Aparte de que parecía la más sólida, no me imaginaba a unos piratas rondando por esta zona precisamente ahora, arriesgándose a caer bajo el escrutinio de una Marina más atenta que nunca. Debido a eventos recientes (nombrese por ejemplo la Guerra de Hallstat), la seguridad de esta parte del mar había sido incrementada y los refuerzos no podían haber salido de la nada. Así pues, si unos piratas quisieran saquear, lo más lógico sería que lo hicieran en aquellas zonas que ahora estaban menos protegidas, allá en otros mares bien lejos de aquí.
En realidad, el hecho de que no estuvieran cerca era bueno y malo al mismo tiempo. Era bueno porque significaba que no tendríamos el problema de lidiar con ellos en nuestro camino. Y era malo porque significaba que no podría capturarlos yo mismo. "Oh bueno." Pensé. "Tenemos gente bastante competente ahí fuera, seguro que acaban cayendo bajo el Puño de la Justicia." Despreocupado, me levanté de la mesa y me dirigí a cubierta a supervisar que todo siguiera su curso.
Por el camino me crucé con el Teniente-Comandante Park, al que todos llamaban Gusi por alguna razón que desconozco. Tal vez fuera un diminutivo. Acababa de llegar al comedor, a juzgar por su bandeja llena, así que simplemente le saludé cordialmente al pasar por su lado y continué sin molestarle. Por suerte o por desgracia era uno de los mayores rangos presentes en el barco por debajo de mí... y aún no me quedaba claro de si eso era bueno o malo. No conocía sus capacidades, así que a lo mejor era alguien competente, pero de buenas a primeras era preocupante que no hubiera ningún Comandante presente en la tripulación, así que no sabía si podía confiar en él. Por lo menos hacía sus tareas y no molestaba, supongo que eso era bueno. Tendría que estar ojo avizor con él para asegurarme de que siguiera así, por si las moscas.
En ese momento, perdido como andaba en mis pensamientos, una sacudida en el barco me hizo trastabillar. "¿Pero qué coj...?" algo aturdido y extrañado, no comprendí la razón de aquel fenómeno. "Se supone que estamos en zona abierta, no hay islas cerca y los Reyes Marinos no deberían..." Mi tren de pensamientos se vio interrumpido de nuevo por otra sacudida. Y entonces escuché al vigía:
- ¡PIRATAAAAAAAS!
Frunciendo el ceño, corrí lo que me faltaba hasta llegar a cielo abierto y ver por mí mismo la situación. Cuál no fue mi sorpresa cuando, efectivamente, a un par de decenas de metros a estribor de nuestro navío se encontraba otro barco de tamaño considerable y una bandera negra ondeando a lo alto.
- Pues al final sí que estaban por aquí... - Sonriendo, me dirigí a una zona donde se me pudiera oír bien y me dispuse a organizar el contraataque. No muchas veces podía demostrar que mi puesto de Capitán estaba ganado y no regalado. - ¡Atención a la tripulación! ¡Largad velas y preparad los cañones! ¡No hay tiempo que perder, nos atacan y debemos responder cuando antes! ¡VAMOS VAMOS VAMOS!
Ante la visión de su líder, los marines que estaban perdidos y sin saber que hacer recuperaron la compostura y comenzaron a seguir mis indicaciones. Estaban nerviosos, pero lo hacían con decisión y confianza. Ese era mi papel: darles un faro de esperanza y motivación, encender la moral y dirigir los compases de la batalla. Por fin tenía un trabajo de verdad.
- ¡Timonel! - Exclamé al acercarme. - ¡Dirige el barco a estribor!
- P-pero, ¡nos abordarán! - Me respondió, estupefacto.
- Ese es el plan. - Le dije poniendo una mano en su hombro. - Dejaremos que crean que tienen ventaja y responderemos con contundencia. Eso los pillará desprevenidos. - En cuanto el hombre siguió mis directrices me dirigí de nuevo a la zona central de la cubierta, a la vista de todos. - ¿Están listos esos cañones ya?
- ¡Aún no, queda poco! - Me respondió un Cabo.
- En cuanto estén listos, que apunten al mástil enemigo y esperen a mi orden para disparar.
- ¡Sí, señor!
En cuanto el Cabo se hubo ido, puse la vista en dirección al enemigo y activé mi Mantra. A esa distancia no podía distinguir muy bien el nivel de poder de su propia tripulación, pero eso significaba que tampoco eran especialmente poderosos. "Bueno, ¿quién sabe?" Pensé, la excitación del momento llegándome al corazón. "Tal vez ellos también tengan alguna sorpresa y nos lo pongan interesante. Mientras no peligre la vida de los reclutas, no pasa nada por aprovechar y practicar un poco, ¿no?" Confiando plenamente en la capacidad de los Marines para valerse en situaciones difíciles, empecé a imaginar cómo debía exactamente responder al asalto. ¿Debía abordar yo mismo el navío enemigo y batirme en duelo con su capitán? ¿Dirigirme a sus bodegas y sabotear los cañones? ¿Incapacitar a cuantos pudiera para incrementar la ventaja numérica? Ya lo decidiría cuando fuera el momento.
- ¡Aquí viene! - Exclamé al sentir que iban a dispararnos de nuevo. - ¡Sujetaos!
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Cogí aquella cuchara estándar que todo marine tenía y la introduje en aquel mejunje que era tan parecido a vomito de gaviota que daba asco. Cogí una pequeña porción de "caldo", aunque demasiado espeso para mi gusto, y lo saboreé con cuidado. Para mi asombro, estaba bueno, era como una mezcla de guisantes, patatas y algún vegetal más que no terminaba de descifrar. Decidí arriesgarme más y cogí un trozo de carne que flotaba en la salsa, lo partí por la mitad y me lo introduje en la boca. No sabría decir que carne estaba comiendo, pero era sabrosa y esponjosa, con pequeños matices de tocino que le daban un toque delicioso. En ese momento, alguien me saludo por la espalda, cuando quise darme cuenta me percaté que era un superior. No me dio tiempo a reaccionar, ni siquiera a decirle un simple: "Buenos días, señor", simplemente me quede cayado mirando cómo se marchaba del comedor.
Termine de comer aquella comida tan sabrosa, incluso repetí plato, y me dirigí a mi oficina a terminar el papeleo que tenía entre manos. Mientras, mi mente, iba pensando si el hecho de no saludar a un superior me supondría problemas en un futuro. Cuando estaba a escasos metros de entrar a la puerta de mi despacho, el barco empezó a zarandearse de forma violenta y no pude evitar ponerme en guardia, aunque no sabía si esa pose me salvaría de un ataque inesperado del enemigo.
En ese momento, algunos reclutas empezaron a salir despavoridos de sus camarotes corriendo de un lado a otro, hasta el punto de que se chocaban entre ellos y se lanzaban algo puñetazo nada amistoso.-¡ALTO!- todos los marines se quedaron quietos, incluso los que se estaban pegando, y me miraron con terror.- ¿Qué cojones estáis haciendo, soldados?- algunos se miraron entre ellos.-Formar una fila de dos, detrás mía y seguirme a cubierta.- los reclutas, que parecían que lo único que necesitaban era a alguien que les diera ordenes, se pusieron firmes y me siguieron escaleras arriba. Mientras subía no podía imaginarme que habría en el exterior. Mi mayor pensamiento fue la de un okama gigante que venía a devorarnos, pero aquella idea descabellada salió de mi mente al oír gritar: ¡PIRATAS! Aceleré el paso para terminar de llegar a cubierta, y cuando hice esto me encontré con que íbamos directos a por el barco enemigo.
¿Qué narices estaba haciendo el timonel? Me puse a buscarle con la mirada, ya que había un montón de reclutas de un lado a otro, y entonces me percaté de que el Capitán estaba al lado de este.-Vaya por dios, aquella había sido una orden directa de un superior.-dije tan bajo que solo lo me escuche yo.
-Venga chicos, ya sabéis lo que esto significa. ¡A los cañones!- todos los reclutas que habían venido detrás mía se pusieron a cargar los cañones mientras apuntaban al barco enemigo. Por desgracia el enemigo tenía ventaja y nos atacó primero. Observé la trayectoria de los proyectiles y no pude evitar percatarme de que una de las balas iba directa a un grupo de reclutas. Corrí hacía ellos y los empuje con todas mis fuerzas para que estos se alejaran de la explosión.
La bala impacto de lleno en mi espalda, pero por suerte, mi armadura recubrió todo mi cuerpo a tiempo. El impacto hizo que cayera dos pisos más abajo, cayendo encima de una litera. Me quede durante unos segundos encima de la cama, la cual chillaba de dolor, y active mis poderes de levitación para salir de nuevo por el agujero. Una vez estuve en cubierta, mire de un lado a otro, comprobando que todos los reclutas se encontraban bien. Bueno, todos lo que pude salvar, pues algunos recibieron los disparos y salieron volando al mar.
Desactive mi armadura, haciendo que esta volviera a su estado de brazalete, y caminé con rabia en dirección al Capitán, mientras los cañones de nuestro barco retumbaban al unisonó.-¡Señor!-dije llevándome la mano a la frente y aun mirándole con algo de odio.- No creo que la opción de que nos aborden sea buena. En este barco se encuentran una enorme cantidad de reclutas que no saben ni coger un fusil, ¿cómo se le ocurre que planten cara a unos piratas?- mis palabras eran duras y llenas de reproche, pero lo que más me importaba era proteger a mis compañeros. Mientras, observaba con horror, como el barco enemigo se acercaba a nosotros rápidamente y en breve seriamos abordados.
Termine de comer aquella comida tan sabrosa, incluso repetí plato, y me dirigí a mi oficina a terminar el papeleo que tenía entre manos. Mientras, mi mente, iba pensando si el hecho de no saludar a un superior me supondría problemas en un futuro. Cuando estaba a escasos metros de entrar a la puerta de mi despacho, el barco empezó a zarandearse de forma violenta y no pude evitar ponerme en guardia, aunque no sabía si esa pose me salvaría de un ataque inesperado del enemigo.
- la pose en cuestión:
En ese momento, algunos reclutas empezaron a salir despavoridos de sus camarotes corriendo de un lado a otro, hasta el punto de que se chocaban entre ellos y se lanzaban algo puñetazo nada amistoso.-¡ALTO!- todos los marines se quedaron quietos, incluso los que se estaban pegando, y me miraron con terror.- ¿Qué cojones estáis haciendo, soldados?- algunos se miraron entre ellos.-Formar una fila de dos, detrás mía y seguirme a cubierta.- los reclutas, que parecían que lo único que necesitaban era a alguien que les diera ordenes, se pusieron firmes y me siguieron escaleras arriba. Mientras subía no podía imaginarme que habría en el exterior. Mi mayor pensamiento fue la de un okama gigante que venía a devorarnos, pero aquella idea descabellada salió de mi mente al oír gritar: ¡PIRATAS! Aceleré el paso para terminar de llegar a cubierta, y cuando hice esto me encontré con que íbamos directos a por el barco enemigo.
¿Qué narices estaba haciendo el timonel? Me puse a buscarle con la mirada, ya que había un montón de reclutas de un lado a otro, y entonces me percaté de que el Capitán estaba al lado de este.-Vaya por dios, aquella había sido una orden directa de un superior.-dije tan bajo que solo lo me escuche yo.
-Venga chicos, ya sabéis lo que esto significa. ¡A los cañones!- todos los reclutas que habían venido detrás mía se pusieron a cargar los cañones mientras apuntaban al barco enemigo. Por desgracia el enemigo tenía ventaja y nos atacó primero. Observé la trayectoria de los proyectiles y no pude evitar percatarme de que una de las balas iba directa a un grupo de reclutas. Corrí hacía ellos y los empuje con todas mis fuerzas para que estos se alejaran de la explosión.
La bala impacto de lleno en mi espalda, pero por suerte, mi armadura recubrió todo mi cuerpo a tiempo. El impacto hizo que cayera dos pisos más abajo, cayendo encima de una litera. Me quede durante unos segundos encima de la cama, la cual chillaba de dolor, y active mis poderes de levitación para salir de nuevo por el agujero. Una vez estuve en cubierta, mire de un lado a otro, comprobando que todos los reclutas se encontraban bien. Bueno, todos lo que pude salvar, pues algunos recibieron los disparos y salieron volando al mar.
Desactive mi armadura, haciendo que esta volviera a su estado de brazalete, y caminé con rabia en dirección al Capitán, mientras los cañones de nuestro barco retumbaban al unisonó.-¡Señor!-dije llevándome la mano a la frente y aun mirándole con algo de odio.- No creo que la opción de que nos aborden sea buena. En este barco se encuentran una enorme cantidad de reclutas que no saben ni coger un fusil, ¿cómo se le ocurre que planten cara a unos piratas?- mis palabras eran duras y llenas de reproche, pero lo que más me importaba era proteger a mis compañeros. Mientras, observaba con horror, como el barco enemigo se acercaba a nosotros rápidamente y en breve seriamos abordados.
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Una vez pasada la sacudida, pasé la mirada por encima de cubierta para comprobar que nadie hubiera salido herido. Pude ver cómo algunos marines tuvieron la desgracia de ser alcanzados por el impacto y salieron volando por la borda hacia el mar. "¡Diablos!" Pensé. "¿Qué hacían ahí, tan vulnerables?" Aunque me frustraba que su inexperiencia pudiera suponer su perdición, no tardé en dar instrucciones al respecto:
- ¡Los del fondo! ¡Coged unas cuerdas y rescatad a esos reclutas! - Íbamos a buena velocidad, pero no a tanta como para hacer imposible aquella proeza. - ¡Tan solo conseguid que las agarren, yo me ocupo del resto! - Mientras decía esto, me dirigí corriendo al mástil a coger una que había suelta, a la par que otros marines cerca mío buscaban más cerca de la borda y similares.
Sujetando uno de los extremos, todos lanzamos el otro hacia nuestros compañeros a flote, que al menos habían tenido la sensatez de confiar en que intentaríamos rescatarlos y habían nadado hacia nosotros, reduciendo la distancia que les habríamos ganado de lo contrario. En cuanto todos estuvieron sujetos a sus respectivas cuerdas y se las amarraron a la cintura, me encargué de coger un par de extremos yo mismo y tirar con todas mis fuerzas. Con un esfuerzo inhumano, poco a poco los pude subir de nuevo a cubierta, mientras otros marines a mi alrededor hacían lo propio con los restantes.
- Esta vez habéis tenido suerte. - Les reprendí. - Pero la próxima tal vez no podáis ser rescatados. Primera regla, muchachos: "¡Cúbrete!"
Aunque me hubiera gustado quedarme a darles una mayor lección sobre supervivencia y sentido de la autoconservación, por desgracia no tenía tiempo. Al menos todo había quedado solamente en un susto, habían salvado sus vidas y aprenderían aquella lección con su cuerpo para la siguiente ocasión.
Me dirigí de nuevo a estribor, a observar al navío enemigo, y sonreí de oreja a oreja cuando pude ver que también estaba girando hacia nuestra posición. No tan contento con el prospecto, Gusi apareció a mi lado y me sermoneó con rabia. Suspiré, pues entendía perfectamente lo que estaba pensando y no podía culparle por creer que era una mala idea. Con calma y tratando de ser agradable a pesar de las circunstancias, le expliqué lo que sucedía:
- Teniente-Comandante Park... ¿A qué crees que tendrán más posibilidades de sobrevivir? ¿A un abordaje, o a un bombardeo? - Como no esperaba que entendiera aquella pregunta tal como yo la planteaba, le señalé al barco pirata. Se dirigía directo hacia nosotros, tal como había predicho. - Si nos quedamos lado a lado, sería una batalla de cañones. El barco sufriría daños, posiblemente algunos irreparables, la tripulación estaría en peligro inmediato sin posibilidad de defenderse y con la única esperanza de esconderse o morir, algunos incluso es probable que morirían sin haber podido hacer nada para evitarlo. La moral caería en picado rápidamente. Sería una victoria debido a nuestra potencia de fuego superior, pero las pérdidas serían demasiadas.
Tomé una breve pausa. Quería que entendiera por dónde iban los tiros.
- En cambio, imagina el abordaje. Cada recluta será dueño de su propio destino, podrán pelear por vivir y lo harán sabiendo que sus superiores están luchando a su lado, protegiéndolos de los mayores peligros que en este caso serían las personas más poderosas del bando oponente. Si nos repartimos siguiendo esa regla, podemos acabar este combate sin desperdiciar ni una sola vida, ni siquiera enemiga. Fíjate en su barco, embistiéndonos de frente. Así no pueden dispararnos con su cañones, eso de por sí ya es una pequeña victoria para nuestra causa.
No tuve tiempo de seguir explicando, porque tenía que asumir de nuevo el mando de la tripulación. Los barcos estaban peligrosamente cerca uno del otro y había llegado el momento que esperaba. Nuestra aproximación a su propio barco había sido ligeramente diagonal, para abrirnos en una curva larga por fuera y evitar el choque con el espolón frontal del otro barco, por lo que al contrario que ellos, nosotros sí que podíamos abrir fuego una última vez antes del abordaje. Y justamente eso fue lo que ordené:
- ¡Cañones, fuego! ¡Timonel, péganos a su babor! ¡Marines, preparaos para abordar el navío enemigo!
En orden, mi estrategia dio sus frutos. Los primeros cañonazos fallaron por completo, debido al blanco tan difícil que les había puesto. Pero los últimos lograron un impacto de lleno, derribando el mástil principal del barco pirata. Con su velocidad gravemente dañada y su impulso aminorado hasta casi la detención, nuestro propio navío pudo rodear sin problemas la proa del otro y nos pegamos lado a lado, nuestro estribor con su babor. Desde aquella distancia ninguno de los dos podía disparar con sus cañones, así que todo quedaba en manos de lo hombres... Y ya podíamos ver las caras de estupefacción de los piratas, que no terminaban de creerse que le diéramos la vuelta a la tortilla de aquella forma, tan rápido. Su moral se había desmoronado, tal como yo quería evitar que le pasara a los nuestros, que a su vez estaban llenos de energía y valor. La mitad de la batalla ya estaba decidida a nuestro favor y yo sonreí, al grito de:
- ¡Vamos muchachos! ¡AL ATAQUE!
- ¡Los del fondo! ¡Coged unas cuerdas y rescatad a esos reclutas! - Íbamos a buena velocidad, pero no a tanta como para hacer imposible aquella proeza. - ¡Tan solo conseguid que las agarren, yo me ocupo del resto! - Mientras decía esto, me dirigí corriendo al mástil a coger una que había suelta, a la par que otros marines cerca mío buscaban más cerca de la borda y similares.
Sujetando uno de los extremos, todos lanzamos el otro hacia nuestros compañeros a flote, que al menos habían tenido la sensatez de confiar en que intentaríamos rescatarlos y habían nadado hacia nosotros, reduciendo la distancia que les habríamos ganado de lo contrario. En cuanto todos estuvieron sujetos a sus respectivas cuerdas y se las amarraron a la cintura, me encargué de coger un par de extremos yo mismo y tirar con todas mis fuerzas. Con un esfuerzo inhumano, poco a poco los pude subir de nuevo a cubierta, mientras otros marines a mi alrededor hacían lo propio con los restantes.
- Esta vez habéis tenido suerte. - Les reprendí. - Pero la próxima tal vez no podáis ser rescatados. Primera regla, muchachos: "¡Cúbrete!"
Aunque me hubiera gustado quedarme a darles una mayor lección sobre supervivencia y sentido de la autoconservación, por desgracia no tenía tiempo. Al menos todo había quedado solamente en un susto, habían salvado sus vidas y aprenderían aquella lección con su cuerpo para la siguiente ocasión.
Me dirigí de nuevo a estribor, a observar al navío enemigo, y sonreí de oreja a oreja cuando pude ver que también estaba girando hacia nuestra posición. No tan contento con el prospecto, Gusi apareció a mi lado y me sermoneó con rabia. Suspiré, pues entendía perfectamente lo que estaba pensando y no podía culparle por creer que era una mala idea. Con calma y tratando de ser agradable a pesar de las circunstancias, le expliqué lo que sucedía:
- Teniente-Comandante Park... ¿A qué crees que tendrán más posibilidades de sobrevivir? ¿A un abordaje, o a un bombardeo? - Como no esperaba que entendiera aquella pregunta tal como yo la planteaba, le señalé al barco pirata. Se dirigía directo hacia nosotros, tal como había predicho. - Si nos quedamos lado a lado, sería una batalla de cañones. El barco sufriría daños, posiblemente algunos irreparables, la tripulación estaría en peligro inmediato sin posibilidad de defenderse y con la única esperanza de esconderse o morir, algunos incluso es probable que morirían sin haber podido hacer nada para evitarlo. La moral caería en picado rápidamente. Sería una victoria debido a nuestra potencia de fuego superior, pero las pérdidas serían demasiadas.
Tomé una breve pausa. Quería que entendiera por dónde iban los tiros.
- En cambio, imagina el abordaje. Cada recluta será dueño de su propio destino, podrán pelear por vivir y lo harán sabiendo que sus superiores están luchando a su lado, protegiéndolos de los mayores peligros que en este caso serían las personas más poderosas del bando oponente. Si nos repartimos siguiendo esa regla, podemos acabar este combate sin desperdiciar ni una sola vida, ni siquiera enemiga. Fíjate en su barco, embistiéndonos de frente. Así no pueden dispararnos con su cañones, eso de por sí ya es una pequeña victoria para nuestra causa.
No tuve tiempo de seguir explicando, porque tenía que asumir de nuevo el mando de la tripulación. Los barcos estaban peligrosamente cerca uno del otro y había llegado el momento que esperaba. Nuestra aproximación a su propio barco había sido ligeramente diagonal, para abrirnos en una curva larga por fuera y evitar el choque con el espolón frontal del otro barco, por lo que al contrario que ellos, nosotros sí que podíamos abrir fuego una última vez antes del abordaje. Y justamente eso fue lo que ordené:
- ¡Cañones, fuego! ¡Timonel, péganos a su babor! ¡Marines, preparaos para abordar el navío enemigo!
En orden, mi estrategia dio sus frutos. Los primeros cañonazos fallaron por completo, debido al blanco tan difícil que les había puesto. Pero los últimos lograron un impacto de lleno, derribando el mástil principal del barco pirata. Con su velocidad gravemente dañada y su impulso aminorado hasta casi la detención, nuestro propio navío pudo rodear sin problemas la proa del otro y nos pegamos lado a lado, nuestro estribor con su babor. Desde aquella distancia ninguno de los dos podía disparar con sus cañones, así que todo quedaba en manos de lo hombres... Y ya podíamos ver las caras de estupefacción de los piratas, que no terminaban de creerse que le diéramos la vuelta a la tortilla de aquella forma, tan rápido. Su moral se había desmoronado, tal como yo quería evitar que le pasara a los nuestros, que a su vez estaban llenos de energía y valor. La mitad de la batalla ya estaba decidida a nuestro favor y yo sonreí, al grito de:
- ¡Vamos muchachos! ¡AL ATAQUE!
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Me quede perplejo al escuchar las sabias palabras con las que me argumentaba el Capitán, haciéndome dar cuenta que su plan proporcionaba una mejor situación para todos. Me quede a su lado, callado y quieto, escuchándole y dándome cuenta de lo equivocado que estaba a pesar de querer proteger a todos los reclutas. Nunca había luchado en mar abierto y eso explicaba mi falta de experiencia en situaciones así. Decidí tomarme aquellas palabras como una dura lección que debía aprender en mi vida. Me quede al lado de ese hombre, al igual que un perro fiel y me quede mirando el transcurso de la batalla.
Después de aquellas palabras, aquel hombre me transmitió una sensación de paz y tranquilidad que solo había conseguido transmitir mi Capitán Kimura. Los dos a simple vista no se parecían, pero tenían una forma de actuar y una rapidez a la hora de plantear estrategias que me dejaban totalmente sorprendido.
Observé como los cañones de nuestro barco se disparaban una y otra vez a las órdenes del Capitán peliblanco. Un fuerte olor a pólvora rondaba por el aire, haciendo que me sintiera lleno de energía para la batalla. En ese momento, el palo mayor del barco enemigo cedió, haciendo que su avanzada fuera cada vez más escasa, hasta parar a nuestro lado. Rápidamente, todos se prepararon para lo esperado, el sabotaje al barco.
-Señor, yo me encargo de la defensa del barco. Esos enemigos seguro que intentan apoderarse de nuestro barco al haber inmovilizado al suyo. Espero volver a verle al final de la batalla- baje corriendo a cubierta, donde se encontraban los soldados corriendo de un lado a otro y señalando a unos cuantos de ellos les ordene que me siguieran. Consiguiendo una patrulla de unos quince hombres bajo mis órdenes.
-¡Tengo un nuevo cometido para vosotros, soldados! No dejéis que ningún mal nacido del barco enemigo pise la cubierta de nuestro barco. Si alguno pisa nuestro preciado suelo, clavarle vuestro sable o pegarle un tiro en la cabeza, pero acabar con ellos. Si alguno no está preparado para la batalla que coja un fusil y cubra a sus compañeros desde un lugar seguro. ¡Venga chicos, vamos por ellos! - todo respondieron al unisonó "sí, señor" tan típico de la marina que ya daba asco, después desvié la mirada al barco enemigo y con horror comprobé que nos estaban apuntando con un montón de cañones. -¡Cuidado, sold ...!- no termine la frase cuando un montón de cañones retumbaron el lugar, acompañado por una lluvia de balas, que destrozaban todos lo que pillaban por su paso.
Me cubrí con mi armadura y con todas mis fuerzas, bloqueé la trayectoria de uno de los proyectiles, haciendo que casi saliera disparado por cubierta. Después un grito estruendoso, acompaño el ruido de los cañonazos, saliendo detrás de una nube de pólvora un montón de enemigos saltando a cubierta. La imagen que os describiré a continuación, era más aterradora de lo que parece. Los dos bandos saltaron a la vez, creando un enfrentamiento aéreo, en el que se chocaban los enemigos con los marines y hacían que cayeran algunos al mar, reventandose con el choque de los barcos. Los pocos piratas que caían a nuestra cubierta, eran fusilados al instante, pero por desgracia, algunos de estos eran rápidos y se cubrían con los cadáveres de los marines. Como era de esperar, la rabia fluyo por las venas de mis chicos y los más valientes se lanzaban como locos al ataque, dando lo mejor de ellos. Era el momento de echarles una mano, no podía abandonarlos, teníamos que ganar esa batalla.
Cogí la enorme bala que tenía entre mis manos y la lancé con todas mis fuerzas a un puñado de piratas que saltaban a cubierta, haciendo que salieran por los aires. Después corrí todo lo rápido que pude (con la armadura) y fui golpeando a todos los piratas que me encontraba por mi camino. Las balas rebotaban en mi armadura, de las cuales algunas me desconcertaban, pues venían de mi propio bando. Solo esperaba que aquellos reclutas inexpertos solo me disparen a mí y no a sus demás compañeros. Seguí golpeando a todos los enemigos que me encontraba, cuando algo pesado y rápido me golpeo en el costado haciendo que saliera volando unos metros por la cubierta. Cuando me puse en pie, después de dar varias vueltas, encontré a un ser similar a un león, pero a dos patas y con una musculatura nada normal. Aquel ser rugió con rabia y fue desgarrando a todos los reclutas que se interponían ante su paso y se dirigía con rabia hacía mi. Me puse en guardia y espere su llegada, mientras cargaba mis guantes a su modo explosivo.
-Venga, gatito. Voy a enseñarte a no meterte con la marina.
Después de aquellas palabras, aquel hombre me transmitió una sensación de paz y tranquilidad que solo había conseguido transmitir mi Capitán Kimura. Los dos a simple vista no se parecían, pero tenían una forma de actuar y una rapidez a la hora de plantear estrategias que me dejaban totalmente sorprendido.
Observé como los cañones de nuestro barco se disparaban una y otra vez a las órdenes del Capitán peliblanco. Un fuerte olor a pólvora rondaba por el aire, haciendo que me sintiera lleno de energía para la batalla. En ese momento, el palo mayor del barco enemigo cedió, haciendo que su avanzada fuera cada vez más escasa, hasta parar a nuestro lado. Rápidamente, todos se prepararon para lo esperado, el sabotaje al barco.
-Señor, yo me encargo de la defensa del barco. Esos enemigos seguro que intentan apoderarse de nuestro barco al haber inmovilizado al suyo. Espero volver a verle al final de la batalla- baje corriendo a cubierta, donde se encontraban los soldados corriendo de un lado a otro y señalando a unos cuantos de ellos les ordene que me siguieran. Consiguiendo una patrulla de unos quince hombres bajo mis órdenes.
-¡Tengo un nuevo cometido para vosotros, soldados! No dejéis que ningún mal nacido del barco enemigo pise la cubierta de nuestro barco. Si alguno pisa nuestro preciado suelo, clavarle vuestro sable o pegarle un tiro en la cabeza, pero acabar con ellos. Si alguno no está preparado para la batalla que coja un fusil y cubra a sus compañeros desde un lugar seguro. ¡Venga chicos, vamos por ellos! - todo respondieron al unisonó "sí, señor" tan típico de la marina que ya daba asco, después desvié la mirada al barco enemigo y con horror comprobé que nos estaban apuntando con un montón de cañones. -¡Cuidado, sold ...!- no termine la frase cuando un montón de cañones retumbaron el lugar, acompañado por una lluvia de balas, que destrozaban todos lo que pillaban por su paso.
Me cubrí con mi armadura y con todas mis fuerzas, bloqueé la trayectoria de uno de los proyectiles, haciendo que casi saliera disparado por cubierta. Después un grito estruendoso, acompaño el ruido de los cañonazos, saliendo detrás de una nube de pólvora un montón de enemigos saltando a cubierta. La imagen que os describiré a continuación, era más aterradora de lo que parece. Los dos bandos saltaron a la vez, creando un enfrentamiento aéreo, en el que se chocaban los enemigos con los marines y hacían que cayeran algunos al mar, reventandose con el choque de los barcos. Los pocos piratas que caían a nuestra cubierta, eran fusilados al instante, pero por desgracia, algunos de estos eran rápidos y se cubrían con los cadáveres de los marines. Como era de esperar, la rabia fluyo por las venas de mis chicos y los más valientes se lanzaban como locos al ataque, dando lo mejor de ellos. Era el momento de echarles una mano, no podía abandonarlos, teníamos que ganar esa batalla.
Cogí la enorme bala que tenía entre mis manos y la lancé con todas mis fuerzas a un puñado de piratas que saltaban a cubierta, haciendo que salieran por los aires. Después corrí todo lo rápido que pude (con la armadura) y fui golpeando a todos los piratas que me encontraba por mi camino. Las balas rebotaban en mi armadura, de las cuales algunas me desconcertaban, pues venían de mi propio bando. Solo esperaba que aquellos reclutas inexpertos solo me disparen a mí y no a sus demás compañeros. Seguí golpeando a todos los enemigos que me encontraba, cuando algo pesado y rápido me golpeo en el costado haciendo que saliera volando unos metros por la cubierta. Cuando me puse en pie, después de dar varias vueltas, encontré a un ser similar a un león, pero a dos patas y con una musculatura nada normal. Aquel ser rugió con rabia y fue desgarrando a todos los reclutas que se interponían ante su paso y se dirigía con rabia hacía mi. Me puse en guardia y espere su llegada, mientras cargaba mis guantes a su modo explosivo.
-Venga, gatito. Voy a enseñarte a no meterte con la marina.
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Gusi parecía haber entendido mi forma de pensar, eso me pareció un buen punto a su favor. Era pasional, sin duda, y eso era magnífico, pero podía ser un error dejarse llevar en momentos calientes. Por eso me gustó tanto comprobar que era alguien comprensivo y razonable. Tal vez sí que tuviera potencial como líder después de todo, solo era cuestión de pulir las partes ásperas de su personalidad explosiva para enfocarla de forma adecuada.
En el momento que estaba juntando a un par de reclutas para la defensa, una nueva sacudida estremeció la madera del casco. Al parecer no todos los piratas enemigos pensaban darse por vencido, y una sorprendente mayoría se estaba recuperando de la conmoción, dispuestos a vender cara su piel.
- Me cago en la... - Murmuré. Estaban sacando los cañones a cubierta para poder usarlos contra nuestras tropas, lo que ralentizó nuestro abordaje hasta el punto de que ellos pudieron asaltarnos primero. - Dicen que los planes nunca salen como esperas...
Decidí imponerme una nueva prioridad: dar cuenta de los cañones para detener el fuego de artillería, que al fin y al cabo siempre fue lo que más me preocupaba. Como estaban las bordas pegadas, no me costó saltar de un navío al otro, despachando tras aterrizar a un par de intrépidos (o temerarios) piratas que se lanzaron a por mí. Las espadas gemelas que sujetaba desarmaron las manos y cortaron los pantalones de los piratas, que se tuvieron que retirar avergonzados. "Esto será fácil." Pensé, iluso de mí.
Al mirar a mi propia cubierta pude ver a Park luchando con una especie de hombre león bastante grande, pero confié en que podría controlar la situación y me centré en mi propia tarea. De frente pero con agilidad, evité los torpes ataques de aquellos hombres y mujeres de mar, dirigiéndome directamente contra los artificieros antes de que pudieran abrir fuego una vez más. El problema era que no podía hacer desaparecer los propios cañones así como así, por lo que aunque me libré de los que los manipulaban, nada impedía que otros ocuparan su lugar. Había subestimado los números de nuestros enemigos, y seguían saliendo más y más de las escaleras en medio de la cubierta...
Por si fuera poco, evité de milagro un disparo que vino desde arriba. Al mirar, pude ver a un francotirador en la cofa de otro mástil que no habíamos derribado, mascando lo que parecía ser un tallo de trigo. Me apuntaba con su rifle, algo más moderno que los que había visto en el resto de su tripulación, y apenas le llevó unos segundos tirar de una palanca y prepararse para disparar de nuevo. "Joder, esto se pone feo..." No podía librarme de los cañones si ese tipo me seguía molestando, y no podía subir a lidiar con él sin desatender mi tarea autoimpuesta. ¿El hijo puta estaba sonriendo? A pesar de mi gran vista no podía distinguirlo bien, pero juraría que el franco me estaba mirando con una sonrisa de lado, como si se creyera superior ahí arriba.
Irritado, pateé un par de traseros piratas más y me dirigí al mástil, esquivando gracias a mi Mantra el fuego rival, y golpeé con fuerza una y otra vez la madera con el filo de Kanshou y Bakuya. Usé algo de energía en reforzarlas usando el poder básico de mi Akuma, de forma que aguantaran el embate sin problemas, y con mi gran fuerza no tardé en destrozar gran parte del palo. Ahora era yo el que sonreía, pues el mismo empezó a inclinarse hacia un lado hasta caer, haciendo que el tirador tuviera que saltar a medio camino. El cabrón era ágil, y nada más llegar al suelo sin sufrir daños, sacó una pistola y trató de abatirme sin dudarlo. "Este tipo es peligroso, odio cuando mis enemigos también mantienen la cabeza fría."
Cubriéndome con mis espadas, me lancé a por él.
En el momento que estaba juntando a un par de reclutas para la defensa, una nueva sacudida estremeció la madera del casco. Al parecer no todos los piratas enemigos pensaban darse por vencido, y una sorprendente mayoría se estaba recuperando de la conmoción, dispuestos a vender cara su piel.
- Me cago en la... - Murmuré. Estaban sacando los cañones a cubierta para poder usarlos contra nuestras tropas, lo que ralentizó nuestro abordaje hasta el punto de que ellos pudieron asaltarnos primero. - Dicen que los planes nunca salen como esperas...
Decidí imponerme una nueva prioridad: dar cuenta de los cañones para detener el fuego de artillería, que al fin y al cabo siempre fue lo que más me preocupaba. Como estaban las bordas pegadas, no me costó saltar de un navío al otro, despachando tras aterrizar a un par de intrépidos (o temerarios) piratas que se lanzaron a por mí. Las espadas gemelas que sujetaba desarmaron las manos y cortaron los pantalones de los piratas, que se tuvieron que retirar avergonzados. "Esto será fácil." Pensé, iluso de mí.
Al mirar a mi propia cubierta pude ver a Park luchando con una especie de hombre león bastante grande, pero confié en que podría controlar la situación y me centré en mi propia tarea. De frente pero con agilidad, evité los torpes ataques de aquellos hombres y mujeres de mar, dirigiéndome directamente contra los artificieros antes de que pudieran abrir fuego una vez más. El problema era que no podía hacer desaparecer los propios cañones así como así, por lo que aunque me libré de los que los manipulaban, nada impedía que otros ocuparan su lugar. Había subestimado los números de nuestros enemigos, y seguían saliendo más y más de las escaleras en medio de la cubierta...
Por si fuera poco, evité de milagro un disparo que vino desde arriba. Al mirar, pude ver a un francotirador en la cofa de otro mástil que no habíamos derribado, mascando lo que parecía ser un tallo de trigo. Me apuntaba con su rifle, algo más moderno que los que había visto en el resto de su tripulación, y apenas le llevó unos segundos tirar de una palanca y prepararse para disparar de nuevo. "Joder, esto se pone feo..." No podía librarme de los cañones si ese tipo me seguía molestando, y no podía subir a lidiar con él sin desatender mi tarea autoimpuesta. ¿El hijo puta estaba sonriendo? A pesar de mi gran vista no podía distinguirlo bien, pero juraría que el franco me estaba mirando con una sonrisa de lado, como si se creyera superior ahí arriba.
Irritado, pateé un par de traseros piratas más y me dirigí al mástil, esquivando gracias a mi Mantra el fuego rival, y golpeé con fuerza una y otra vez la madera con el filo de Kanshou y Bakuya. Usé algo de energía en reforzarlas usando el poder básico de mi Akuma, de forma que aguantaran el embate sin problemas, y con mi gran fuerza no tardé en destrozar gran parte del palo. Ahora era yo el que sonreía, pues el mismo empezó a inclinarse hacia un lado hasta caer, haciendo que el tirador tuviera que saltar a medio camino. El cabrón era ágil, y nada más llegar al suelo sin sufrir daños, sacó una pistola y trató de abatirme sin dudarlo. "Este tipo es peligroso, odio cuando mis enemigos también mantienen la cabeza fría."
Cubriéndome con mis espadas, me lancé a por él.
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Observé, algo asustado, como se acercaba aquella enorme bestia, con ganas de destrozarme, seguramente. Mantuve la respiración, dentro de mi armadura y fui calmándome poco a poco, para concentrarme por completo en la batalla. Espere hasta el último segundo, en el que aquella bestia se lanzaba con todas sus ganas a por mí. Salté, con ayuda de mi poder de levitar, por encima de aquella enorme cosa peluda y aprovechando que estaba debajo mía, en desventaja, le golpeé con mis guantes (los cuales estaban en color negro). La explosión que se produjo en la cabeza de aquel ser fue, como decirlo, descontrolada. Mi cuerpo salió por los aires dando vueltas sin control, en busca de agarrarme a algo para cesar aquel vuelo tan desagradable que empezaba a darme nauseas.
Mi cuerpo iba chocándose con palos y cuerdas que había por el aire, hasta que por suerte o desgracia, aterrice encima de uno de los palos mayores del barco enemigo. Me aferré con todas mis fuerzas a él, como si de un gato asustado me tratará y miré a mí alrededor observando con terror lo cerca que había estado de caer al agua.
Miré de un lado a otro, buscando al Capitán de la marina, cuando para mi asombro se encontraba golpeando el mástil del palo donde me encontraba. Lo mire sin comprender que estaba haciendo, parecía que estaba loco y la había tomado con aquel enorme tronco. Me puse en pie y busque con la mirada a la enorme bestia que había golpeado. Aquel ser, seguía desplomado en el suelo, con una desagradable calva en su pelaje y un humito negro que emanaba de él. Parecía que aquel bicho no volvería a dar problemas, pero para mi asombro, aquella cosa empezó a ponerse en pie, dejándome con la boca tan abierta que parecía que se me iba a desencajar la mandíbula.
Me propuse ir a por aquel enemigo antes de que se llevara a algún recluta inocente, me coloqué para saltar desde aquel enorme palo, observando una cuerda que por allí volaba, para descender con maestría, pero entonces algo extraño ocurrió. El palo donde me encontraba, tembló de una forma muy brusca, y cuando quise darme cuenta estaba descendiendo sin control. Sin pensármelo dos veces salté con todas mis fuerzas, a la cubierta del barco marine, observando como unos cuantos piratas también me hacían compañía en el aire. Los salude de forma amigable, mientras estos gritaban con miedo por lo que los estaba a punto de suceder.
Activé mi poder de levitar y me quede flotando en el aire, con una fuerte envestida que hizo que viera como se estrellaban los piratas contra la cubierta del barco. Una imagen que me recordó a un montón de moscas aplastadas y muertas hizo que sonreirá. Fui desactivando mi poder y descendiendo despacio, mientras buscaba a la bestia, que debido a la caída había perdido de vista y no era capaz de encontrar.
En ese momento, nada más poner un pie en la cubierta, una enorme mano me agarró de la cabeza (casco) y me estampó repetidamente contra el suelo, para después lanzarme contra uno de los mástiles del barco y dejándome incrustados en él. Cuando mi mente dejo de dar vueltas, mire al causante de lo ocurrido y me encontré a aquel león esquilado que parecía más molesto que al principio. Aquel ser parecía sacar una especie de puño americano, con una cuchilla y se lanzó a por mí, corriendo a cuatro patas y rugiendo como un loco. Intenté liberarme de aquella situación, pero parecía que mi trasero se había quedado bien incrustado en la madera. Solo quedaba esperar si aquel ser tenía los huevos necesarios para plantarme cara o realmente era tan ingenuo como parecía.
Mi cuerpo iba chocándose con palos y cuerdas que había por el aire, hasta que por suerte o desgracia, aterrice encima de uno de los palos mayores del barco enemigo. Me aferré con todas mis fuerzas a él, como si de un gato asustado me tratará y miré a mí alrededor observando con terror lo cerca que había estado de caer al agua.
Miré de un lado a otro, buscando al Capitán de la marina, cuando para mi asombro se encontraba golpeando el mástil del palo donde me encontraba. Lo mire sin comprender que estaba haciendo, parecía que estaba loco y la había tomado con aquel enorme tronco. Me puse en pie y busque con la mirada a la enorme bestia que había golpeado. Aquel ser, seguía desplomado en el suelo, con una desagradable calva en su pelaje y un humito negro que emanaba de él. Parecía que aquel bicho no volvería a dar problemas, pero para mi asombro, aquella cosa empezó a ponerse en pie, dejándome con la boca tan abierta que parecía que se me iba a desencajar la mandíbula.
Me propuse ir a por aquel enemigo antes de que se llevara a algún recluta inocente, me coloqué para saltar desde aquel enorme palo, observando una cuerda que por allí volaba, para descender con maestría, pero entonces algo extraño ocurrió. El palo donde me encontraba, tembló de una forma muy brusca, y cuando quise darme cuenta estaba descendiendo sin control. Sin pensármelo dos veces salté con todas mis fuerzas, a la cubierta del barco marine, observando como unos cuantos piratas también me hacían compañía en el aire. Los salude de forma amigable, mientras estos gritaban con miedo por lo que los estaba a punto de suceder.
Activé mi poder de levitar y me quede flotando en el aire, con una fuerte envestida que hizo que viera como se estrellaban los piratas contra la cubierta del barco. Una imagen que me recordó a un montón de moscas aplastadas y muertas hizo que sonreirá. Fui desactivando mi poder y descendiendo despacio, mientras buscaba a la bestia, que debido a la caída había perdido de vista y no era capaz de encontrar.
En ese momento, nada más poner un pie en la cubierta, una enorme mano me agarró de la cabeza (casco) y me estampó repetidamente contra el suelo, para después lanzarme contra uno de los mástiles del barco y dejándome incrustados en él. Cuando mi mente dejo de dar vueltas, mire al causante de lo ocurrido y me encontré a aquel león esquilado que parecía más molesto que al principio. Aquel ser parecía sacar una especie de puño americano, con una cuchilla y se lanzó a por mí, corriendo a cuatro patas y rugiendo como un loco. Intenté liberarme de aquella situación, pero parecía que mi trasero se había quedado bien incrustado en la madera. Solo quedaba esperar si aquel ser tenía los huevos necesarios para plantarme cara o realmente era tan ingenuo como parecía.
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¿Ese era Gusi? ¿Qué hacía saltando desde la cofa que acabo de derribar? Más importante: ¿Cómo llegó allí arriba? Con cara de circunstancia, me hice esas y más preguntas que no encontrarían respuesta hasta mucho más tarde.
Volví a mirar a mis pies, donde estaba el francotirador con los ojos en blanco. Mucha agilidad, pero poca resistencia, como acababa de demostrar un recluta que le golpeó por la espalda con el mango de su sable. Suspiré y me aparté del inconsciente pirata, a la par que evaluaba la situación. Parecía que el que más problemas estaba teniendo era Park, pero también que a pesar de todo, lo tenía bajo control. Por otra parte, los refuerzos de nuestros enemigos habían dejado de llegar, y por fin le estábamos dando los retoques finales a la escaramuza. No sabía qué recompensa podían tener por sus cabezas los integrantes de esta banda, pero incluso si eran débiles eran un montón, así que lo mismo podía cobrar una paga extra y todo.
Por otra parte, no todo eran buenas noticias. Habían habido muchas vidas perdidas, sobretodo por parte de los propios piratas, pero nosotros también habíamos sufrido algunas. Apreté los labios con fuerza y me puse una nota mental para recordar sus caras y nombres: en algún momento debería darles la mala noticia a sus familias. No dejando que aquellos sentimientos me distrajesen, volví a centrarme en la batalla, a punto de acabar.
Fue en ese momento cuando me encontré con el capitán enemigo. Había estado ocupado lidiando con un grupo de reclutas y algunos cabos, que lo mantenían a duras penas a raya contra el timón. En cuanto me vio, el capitán pareció animarse y un brillo peligroso en sus ojos me advirtieron (demasiado tarde) de lo que se avecinaba.
- ¡Cuidado! - Grité, inútilmente.
El enorme hombre levantó la cabeza, agitando su barba por el aire e hinchando sus pulmones. Al bajar de nuevo, un grito salido desde el mismísimo inframundo surgió de su boca, resquebrajando la madera tras los ahora inconscientes reclutas. La onda no había sido dirigida en mi dirección, y sin embargo el rebote había sido suficiente para dejarme mareado. "¿Qué coj...?" El hombre me sonrió con malicia, y de un saltó bajó hasta la cubierta para enfrentarse a mí. A nuestro alrededor no quedaban personas en pie a varios metros a la redonda, la mayoría de los que estaban en el suelo tenían espuma en la boca... No se habían salvado ni los propios piratas.
- ¡Te arrastraré conmigo al fondo del mar, Marine! - Exclamó con una voz grave como el crujir del fuego, antes de lanzarse contra mí.
Volvió a hinchar sus pulmones, pensando seguramente en gritarme a la cara esa especie de onda suya, y por acto reflejo la contrarresté con mi propia técnica de Explosión Galáctica. Puse la mano delante de mí y chasqueé con todas mis fuerzas, lanzando una potente vibración que hizo temblar los tablones de madera bajo mis pies. Aquello chocó con el grito del capitán pirata, anulando parte de su potencia, pero no fue suficiente.
Lo que sobró de su onda me sacudió por dentro, desequilibrándome. El tío aprovechó para sacar una gran alfanje de su cinto, y trató de cortarme la cabeza. Solo gracias a mi Mantra pude reaccionar a tiempo e interponer mi propia espada en el camino, haciendo que la fuerza de su golpe me mandara a volar varios metros hacia atrás. Al levantarme no tenía heridas, me había cubierto con Haki de Armadura en el último momento, pero seguía estando algo perturbado por la conmoción.
- Nada mal, nada mal... - Reconoció el gran hombre. - ¡Pero caerás más pronto que tarde, te lo aseguro! - Y exclamando aquello, se lanzó de nuevo a por mí.
Volví a mirar a mis pies, donde estaba el francotirador con los ojos en blanco. Mucha agilidad, pero poca resistencia, como acababa de demostrar un recluta que le golpeó por la espalda con el mango de su sable. Suspiré y me aparté del inconsciente pirata, a la par que evaluaba la situación. Parecía que el que más problemas estaba teniendo era Park, pero también que a pesar de todo, lo tenía bajo control. Por otra parte, los refuerzos de nuestros enemigos habían dejado de llegar, y por fin le estábamos dando los retoques finales a la escaramuza. No sabía qué recompensa podían tener por sus cabezas los integrantes de esta banda, pero incluso si eran débiles eran un montón, así que lo mismo podía cobrar una paga extra y todo.
Por otra parte, no todo eran buenas noticias. Habían habido muchas vidas perdidas, sobretodo por parte de los propios piratas, pero nosotros también habíamos sufrido algunas. Apreté los labios con fuerza y me puse una nota mental para recordar sus caras y nombres: en algún momento debería darles la mala noticia a sus familias. No dejando que aquellos sentimientos me distrajesen, volví a centrarme en la batalla, a punto de acabar.
Fue en ese momento cuando me encontré con el capitán enemigo. Había estado ocupado lidiando con un grupo de reclutas y algunos cabos, que lo mantenían a duras penas a raya contra el timón. En cuanto me vio, el capitán pareció animarse y un brillo peligroso en sus ojos me advirtieron (demasiado tarde) de lo que se avecinaba.
- ¡Cuidado! - Grité, inútilmente.
El enorme hombre levantó la cabeza, agitando su barba por el aire e hinchando sus pulmones. Al bajar de nuevo, un grito salido desde el mismísimo inframundo surgió de su boca, resquebrajando la madera tras los ahora inconscientes reclutas. La onda no había sido dirigida en mi dirección, y sin embargo el rebote había sido suficiente para dejarme mareado. "¿Qué coj...?" El hombre me sonrió con malicia, y de un saltó bajó hasta la cubierta para enfrentarse a mí. A nuestro alrededor no quedaban personas en pie a varios metros a la redonda, la mayoría de los que estaban en el suelo tenían espuma en la boca... No se habían salvado ni los propios piratas.
- ¡Te arrastraré conmigo al fondo del mar, Marine! - Exclamó con una voz grave como el crujir del fuego, antes de lanzarse contra mí.
Volvió a hinchar sus pulmones, pensando seguramente en gritarme a la cara esa especie de onda suya, y por acto reflejo la contrarresté con mi propia técnica de Explosión Galáctica. Puse la mano delante de mí y chasqueé con todas mis fuerzas, lanzando una potente vibración que hizo temblar los tablones de madera bajo mis pies. Aquello chocó con el grito del capitán pirata, anulando parte de su potencia, pero no fue suficiente.
Lo que sobró de su onda me sacudió por dentro, desequilibrándome. El tío aprovechó para sacar una gran alfanje de su cinto, y trató de cortarme la cabeza. Solo gracias a mi Mantra pude reaccionar a tiempo e interponer mi propia espada en el camino, haciendo que la fuerza de su golpe me mandara a volar varios metros hacia atrás. Al levantarme no tenía heridas, me había cubierto con Haki de Armadura en el último momento, pero seguía estando algo perturbado por la conmoción.
- Nada mal, nada mal... - Reconoció el gran hombre. - ¡Pero caerás más pronto que tarde, te lo aseguro! - Y exclamando aquello, se lanzó de nuevo a por mí.
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Sentía como la madera vibraba a cada paso de aquel león musculoso, mientras intentaba sacar mi trasero de aquella dura madera. La bestia lanzó un fuerte rugido y se lanzó de un salto en mi dirección, echando el brazo del arma hacía atrás seguramente para golpearme con más fuerza. Vi que era el momento adecuado para demostrar a esa cosa que no era rival para mí. Desactive mi armadura y esta volvió a su estado de brazalete, haciendo que mi cuerpo se deslizara con facilidad hasta el suelo, eso sí, clavándome alguna que otra astilla inesperada.
El puño de aquel ser golpeo con mucha fuerza el mástil del barco, haciéndome temer por un segundo que conseguiría derribarlo, pero por suerte, solo consiguió atravesar al otro lado y quedarse atrapado. La bestia parecía sorprendida al darse cuenta que no podía sacar el brazo, mientras yo la observaba tumbado en el suelo, entre sus piernas. No lo pensé dos veces y me puse a patalear como un niño malcriado, golpeando repetidamente las joyas de la corona de aquel adorable felino. A cada patada que daba, sentía como algo se ablandaba y se destrozaba bajo mis pies, acompañado por un rugido nada agradable de aquel ser. Fui aminorando poco a poco las patadas, al darme cuenta de las lagrimas que recorrían el rostro de aquel ser. Di una pequeña voltereta por el suelo y me coloque detrás del león.
-Estate ahí quieto, voy a seguir aniquilando a tus compañeros.- dije subiéndome los pantalones hasta los sobacos como si fuera una persona mayor. No pude esperarme lo que vino a continuación. Aquel animal, lleno de rabia, se libero del mástil sacando el brazo con rabia, desgarrándose el pelaje y parte de la piel. Después se volteo tan rápido que apenas me dio tiempo a reaccionar, recibiendo un puñetazo en el pecho, que hizo que saliera dando vueltas por la cubierta del barco hasta estrellarme con la barandilla de este.
Cuando mi cuerpo ceso de dar vueltas, un montón de chorretones de sangre empezó a salirme por diferentes puntos del cuerpo. Escupí un poco de sangre de la boca y me apoyé en la barandilla para ponerme en pie, haciendo que este crujiera avisándome de que estaba a punto de romperse. Una vez me puse en pie, la barandilla cedió cayendo al mar de forma brusca, me quede observando al enorme león, mientras un chorro de sangre, procedente de la cabeza, me hacía cerrar uno de los ojos. Intenté buscar alguna herida grave en mi cuerpo, pero a simple vista todo parecía superficial, a excepción del puñetazo en el pecho, que a pesar de haberlo cubierto con haki, había conseguido romperme una costilla. Estiré el dedo corazón de la mano, mostrando un gesto grosero, con intención de que la bestia se cabreara y viniera directa a mí, pero parecía que la feroz bestia no podía moverse, por no decir que no dio ni un solo paso desde el golpe en sus partes.
-Vaya, vaya,...parece que el gatito no va a poder tener mininos.- dije con voz de pena mientras me iba acercando a él, de forma desafiante.-Me parece que te has metido con el marine equivocado, por no decir que la has cagado mucho.-me coloque al lado de aquel ser y espere a que me golpeara. Como era de esperar me lanzó un puñetazo desde lo alto, esquivándolo con facilidad y colocándome detrás suya con un simple movimiento de pies. Me agache y agarra con mi mano sus bolsas escrotales, o lo que quedaban de ella. La bestia al sentir mi mano caliente en su zona más vulnerable, se quedo totalmente paralizado.
-Dime porque habéis atacado nuestro barco y te dejare lo poco que queda con vida.- mi voz sonaba calmada y tan extraña que daba hasta miedo oírla.
El puño de aquel ser golpeo con mucha fuerza el mástil del barco, haciéndome temer por un segundo que conseguiría derribarlo, pero por suerte, solo consiguió atravesar al otro lado y quedarse atrapado. La bestia parecía sorprendida al darse cuenta que no podía sacar el brazo, mientras yo la observaba tumbado en el suelo, entre sus piernas. No lo pensé dos veces y me puse a patalear como un niño malcriado, golpeando repetidamente las joyas de la corona de aquel adorable felino. A cada patada que daba, sentía como algo se ablandaba y se destrozaba bajo mis pies, acompañado por un rugido nada agradable de aquel ser. Fui aminorando poco a poco las patadas, al darme cuenta de las lagrimas que recorrían el rostro de aquel ser. Di una pequeña voltereta por el suelo y me coloque detrás del león.
-Estate ahí quieto, voy a seguir aniquilando a tus compañeros.- dije subiéndome los pantalones hasta los sobacos como si fuera una persona mayor. No pude esperarme lo que vino a continuación. Aquel animal, lleno de rabia, se libero del mástil sacando el brazo con rabia, desgarrándose el pelaje y parte de la piel. Después se volteo tan rápido que apenas me dio tiempo a reaccionar, recibiendo un puñetazo en el pecho, que hizo que saliera dando vueltas por la cubierta del barco hasta estrellarme con la barandilla de este.
Cuando mi cuerpo ceso de dar vueltas, un montón de chorretones de sangre empezó a salirme por diferentes puntos del cuerpo. Escupí un poco de sangre de la boca y me apoyé en la barandilla para ponerme en pie, haciendo que este crujiera avisándome de que estaba a punto de romperse. Una vez me puse en pie, la barandilla cedió cayendo al mar de forma brusca, me quede observando al enorme león, mientras un chorro de sangre, procedente de la cabeza, me hacía cerrar uno de los ojos. Intenté buscar alguna herida grave en mi cuerpo, pero a simple vista todo parecía superficial, a excepción del puñetazo en el pecho, que a pesar de haberlo cubierto con haki, había conseguido romperme una costilla. Estiré el dedo corazón de la mano, mostrando un gesto grosero, con intención de que la bestia se cabreara y viniera directa a mí, pero parecía que la feroz bestia no podía moverse, por no decir que no dio ni un solo paso desde el golpe en sus partes.
-Vaya, vaya,...parece que el gatito no va a poder tener mininos.- dije con voz de pena mientras me iba acercando a él, de forma desafiante.-Me parece que te has metido con el marine equivocado, por no decir que la has cagado mucho.-me coloque al lado de aquel ser y espere a que me golpeara. Como era de esperar me lanzó un puñetazo desde lo alto, esquivándolo con facilidad y colocándome detrás suya con un simple movimiento de pies. Me agache y agarra con mi mano sus bolsas escrotales, o lo que quedaban de ella. La bestia al sentir mi mano caliente en su zona más vulnerable, se quedo totalmente paralizado.
-Dime porque habéis atacado nuestro barco y te dejare lo poco que queda con vida.- mi voz sonaba calmada y tan extraña que daba hasta miedo oírla.
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- No eres el primer Capitán al que elimino, y desde luego no serás el último. - Riendo por lo bajo, el capitán pirata me sujetaba por el cuello justo por encima del mar. Si me soltaba en ese momento, estaría muerto. - Pero primero déjame ver tu expresión de terror... Estremecete al saber que tus esfuerzos no han servido para nada, y que tu preciada Justicia es inútil. - Su presa se hizo más fuerte, estrangulándome.
Intenté forcejear, pero ni siquiera mi gran fuerza servía para nada si no podía concentrarme en usarla, y la falta de aire me estaba pasando factura. El brazo de aquel hombre podría ser perfectamente del grosor de mi torso, y su mano sin duda podría escacharme la cabeza como si fuera un huevo. Mi cuello comenzó a ceder, mis esfuerzos solamente lograban cansarme más y mi consciencia estaba desapareciendo. Con un último esfuerzo, miré de forma desafiante al tipo y le propiné una débil patada en el pecho. Decepcionado, el hombre abrió la mano y me dejó caer al mar...
O eso pensaba él. Fue un error no terminar de estrangularme primero, porque en cuanto empecé a notar la caída creé una larga espada bajo mis piés y la clavé en el casco, a pocos centímetros del borde del agua. Parecía que iba a aguantar mi peso, aunque tal vez no por mucho tiempo. La prueba a la que me habían sometido para demostrar que merecía mi cargo me había enseñado a enfrentarme al miedo, y había desarrollado el talento de mantener la cabeza fría en todo momento. Eso me salvó esta vez.
El ruido de la espada clavándose debió de ser audible para el capitán enemigo, que se asomó alertado por el borde y me vio agazapado y tratando de mantener el equilibrio sobre la parte roma de la hoja de la espada.
- Hijo de puta... - Pude escuchar que murmuró. Enseguida pude ver cómo tomaba aire y se disponía a lanzar su onda, y no tardé demasiado en ponerme en marcha.
De una en una pero sin pausa, comencé a crear espadas similares que pudiera usar como escalones, y las hice que se clavaran por el casco a medida que avanzaba, dejando que la altura aumentara en una suave pendiente como si fuera una escalera. No pude correr a gran velocidad, ya que no quería caerme ni tirar las espadas que en ese momento eran la diferencia entre si me ahogaba o no, y el aullido del pirata levantó una gran salpicadura al estrellarse contra el agua a escasos centímetros de mi posición. Si no me llego a mover, soy hombre muerto.
Por suerte el agua no hizo rebotar la onda, sino que la absorbió, impidiendo que me diera como lo había hecho antes en la cubierta del barco. Aliviado de no tener que lidiar con aquel mareo de nuevo, decidí aprovechar que volvía a estar en condiciones para acabar con aquello antes de que empezara. No me gustaba la idea, y el esfuerzo que me estaba llevando crear las armas para subir de nuevo al navío se notaba en mi agotamiento. Solo tendría una oportunidad, así que debía aprovecharla al máximo.
Por fin, llegué a la altura adecuada para plantarme de un salto de nuevo en suelo firme, y al caer posé la mano sobre la madera de forma sutil. El pirata parecía reticente a acercarse, pero también tenía pinta de no poder seguir usando su ataque sónico mucho más, a juzgar por los chorros de sudor que le corrían por la frente. Iguales que los míos... La pelea estaba en un punto crítico, y al final el capitán pirata decidió volver a usar su alfanje para derrotarme, seguramente pensando que como estaba exhausto no podría defenderme. Sonreí, habiéndolo hecho caer en mi trampa.
Del suelo surgió una flor de metal, cada pétalo era una afilada cuchilla que extendía sus letales deseos al sol, y que trincharon desde abajo al hombre como si fuera un cerdo en un matadero. Suspirando, me dejé caer hasta sentarme, y observé el campo de batalla: Habíamos ganado, y el mío había sido el último combate.
- ¿Quién lo hubiera dicho, eh? - Murmuré en voz baja. - Más les vale a estos cabrones tener una buena recompensa...
Minutos más tarde, cuando regresé al barco marine, encontré un espectáculo que no me esperaba para nada. Frunciendo el ceño, exclamé:
- Tentiente-comandante, ¿se puede saber qué hace sujetándole las joyas de la corona a ese... hombre? - El asustado hombre-bestia estaba murmurando cosas que no pude oír, y Gusi tenía cara de estar satisfecho con su trabajo. Llevándome una mano a la cara, sacudí la cabeza de lado a lado sin entender lo que estaba pasando, pero decidí no hacer más preguntas. Había mucho que recoger, y debíamos poner el barco de nuevo en marcha cuanto antes.
Intenté forcejear, pero ni siquiera mi gran fuerza servía para nada si no podía concentrarme en usarla, y la falta de aire me estaba pasando factura. El brazo de aquel hombre podría ser perfectamente del grosor de mi torso, y su mano sin duda podría escacharme la cabeza como si fuera un huevo. Mi cuello comenzó a ceder, mis esfuerzos solamente lograban cansarme más y mi consciencia estaba desapareciendo. Con un último esfuerzo, miré de forma desafiante al tipo y le propiné una débil patada en el pecho. Decepcionado, el hombre abrió la mano y me dejó caer al mar...
O eso pensaba él. Fue un error no terminar de estrangularme primero, porque en cuanto empecé a notar la caída creé una larga espada bajo mis piés y la clavé en el casco, a pocos centímetros del borde del agua. Parecía que iba a aguantar mi peso, aunque tal vez no por mucho tiempo. La prueba a la que me habían sometido para demostrar que merecía mi cargo me había enseñado a enfrentarme al miedo, y había desarrollado el talento de mantener la cabeza fría en todo momento. Eso me salvó esta vez.
El ruido de la espada clavándose debió de ser audible para el capitán enemigo, que se asomó alertado por el borde y me vio agazapado y tratando de mantener el equilibrio sobre la parte roma de la hoja de la espada.
- Hijo de puta... - Pude escuchar que murmuró. Enseguida pude ver cómo tomaba aire y se disponía a lanzar su onda, y no tardé demasiado en ponerme en marcha.
De una en una pero sin pausa, comencé a crear espadas similares que pudiera usar como escalones, y las hice que se clavaran por el casco a medida que avanzaba, dejando que la altura aumentara en una suave pendiente como si fuera una escalera. No pude correr a gran velocidad, ya que no quería caerme ni tirar las espadas que en ese momento eran la diferencia entre si me ahogaba o no, y el aullido del pirata levantó una gran salpicadura al estrellarse contra el agua a escasos centímetros de mi posición. Si no me llego a mover, soy hombre muerto.
Por suerte el agua no hizo rebotar la onda, sino que la absorbió, impidiendo que me diera como lo había hecho antes en la cubierta del barco. Aliviado de no tener que lidiar con aquel mareo de nuevo, decidí aprovechar que volvía a estar en condiciones para acabar con aquello antes de que empezara. No me gustaba la idea, y el esfuerzo que me estaba llevando crear las armas para subir de nuevo al navío se notaba en mi agotamiento. Solo tendría una oportunidad, así que debía aprovecharla al máximo.
Por fin, llegué a la altura adecuada para plantarme de un salto de nuevo en suelo firme, y al caer posé la mano sobre la madera de forma sutil. El pirata parecía reticente a acercarse, pero también tenía pinta de no poder seguir usando su ataque sónico mucho más, a juzgar por los chorros de sudor que le corrían por la frente. Iguales que los míos... La pelea estaba en un punto crítico, y al final el capitán pirata decidió volver a usar su alfanje para derrotarme, seguramente pensando que como estaba exhausto no podría defenderme. Sonreí, habiéndolo hecho caer en mi trampa.
Del suelo surgió una flor de metal, cada pétalo era una afilada cuchilla que extendía sus letales deseos al sol, y que trincharon desde abajo al hombre como si fuera un cerdo en un matadero. Suspirando, me dejé caer hasta sentarme, y observé el campo de batalla: Habíamos ganado, y el mío había sido el último combate.
- ¿Quién lo hubiera dicho, eh? - Murmuré en voz baja. - Más les vale a estos cabrones tener una buena recompensa...
Minutos más tarde, cuando regresé al barco marine, encontré un espectáculo que no me esperaba para nada. Frunciendo el ceño, exclamé:
- Tentiente-comandante, ¿se puede saber qué hace sujetándole las joyas de la corona a ese... hombre? - El asustado hombre-bestia estaba murmurando cosas que no pude oír, y Gusi tenía cara de estar satisfecho con su trabajo. Llevándome una mano a la cara, sacudí la cabeza de lado a lado sin entender lo que estaba pasando, pero decidí no hacer más preguntas. Había mucho que recoger, y debíamos poner el barco de nuevo en marcha cuanto antes.
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Aquel enorme ser empezó a rugir de una forma muy extraña, como si intentará hablar, pero dado que los minutos pasaban y aquel ser no me daba ninguna respuesta coherente, decidí poner fin al asunto. Por suerte, para aquella enorme mole peluda, apareció el Capitán, salvándole la vida por unos segundos más.
-Nada, señor. Solo intentaba sacar algo de información a la bestia.- el Capitán parecía un poco avergonzado por mis métodos y se alejo de mi posición mientras iba negando con la cabeza.
Aquel ser intentó hablar de nuevo, pero dada la extraña situación con el superior decidí poner fin a su sufrimiento. Descargué una potente carga eléctrica en los testículos de aquel ser, haciendo que recorriera todo su cuerpo y chamuscándole las pocas neuronas que le quedaban. Cuando termine de torturar a esa pobre bestia, esta se quedo petrificada de pie, mientras poco a poco se iban levantando sus pelos, hasta acabar pareciendo un pompón gigante y adorable. El animal dio un último mini-rugido y se desplomó contra el suelo, mientras una pequeña nube de humo blanco flotaba de su boca.
-Puede que me haya excedido un poco con el cachorro.- me quedé unos minutos mirando el cuerpo de aquel ser, hasta que comprobé, con algo de alegría, que seguía con vida. Después mire de un lado a otro, en busca de marines en condiciones para poner algo de orden en aquel lugar. Por desgracia solo encontré menos de media docena. Los ordené que buscaran supervivientes de nuestro bando y que atendieran a todos los heridos, después que amontonaran los cuerpos de los muertos para que no estuvieran todos desperdigados por el lugar. Al cabo de unos minutos, estaban amontonados todos los cuerpos de los piratas, como una pila de trapos inservibles y los cuerpos de los marines caídos en combate, estirados firmes y separados, por el suelo de la cubierta. Era una imagen muy triste de contemplar, pero si los piratas hubieran ganado habrían hecho lo mismo o algo peor con nuestros cuerpos.
Intenté impartir primeros auxilios a los marines que tenían las heridas menos graves, mientras los médicos se encargaban de los heridos de gravedad. Una vez termine de vendar, limpiar y coser a los pocos marines que estaba heridos, me dispuse a investigar el otro barco , mientras observaba como el Capitán se encargaba de los pocos piratas, aun vivos, capturándolos sin piedad.
Mientras bajaba las escaleras del barco pirata, encontré a una docena de mujeres y niños asustados debajo de esta. Intenté calmarlos a todos, pero parecían algo irritados y esquivos. Por suerte, una de las niñas más pequeñas acabo confiando en mi, haciendo que el resto del grupito fuera cogiendo confianza, a pesar de mirarme peor que un perro abandonado. -Acompañarme a mi barco. Allí tengo comida rica y juguetes para todos.- dije sonriendo y cogiendo de la mano a la niña, que por extraño que pareciera confiaba en mí.
Nada más salir al exterior, todos los marines presentes, se me quedaron observando.-No os preocupéis, no son enemigos.- seguí avanzando hasta el barco marine, mientras los reclutas no les quitaban ni un ojo de encima. Baje con mi pelotón de mujeres y niños hasta el enorme comedor y una vez allí les ofrecí algo de comer y mantas para que entraran en calor. Después uno de los reclutas trajo una caja de juguetes que siempre guardábamos en el almacén para situaciones como estas. Para mi asombro, me encontré una baraja de cartas entre los objetos y sin pensármelo dos veces me la guarde, aunque parecía más bien que me la estaba escondiendo.
-Nada, señor. Solo intentaba sacar algo de información a la bestia.- el Capitán parecía un poco avergonzado por mis métodos y se alejo de mi posición mientras iba negando con la cabeza.
Aquel ser intentó hablar de nuevo, pero dada la extraña situación con el superior decidí poner fin a su sufrimiento. Descargué una potente carga eléctrica en los testículos de aquel ser, haciendo que recorriera todo su cuerpo y chamuscándole las pocas neuronas que le quedaban. Cuando termine de torturar a esa pobre bestia, esta se quedo petrificada de pie, mientras poco a poco se iban levantando sus pelos, hasta acabar pareciendo un pompón gigante y adorable. El animal dio un último mini-rugido y se desplomó contra el suelo, mientras una pequeña nube de humo blanco flotaba de su boca.
-Puede que me haya excedido un poco con el cachorro.- me quedé unos minutos mirando el cuerpo de aquel ser, hasta que comprobé, con algo de alegría, que seguía con vida. Después mire de un lado a otro, en busca de marines en condiciones para poner algo de orden en aquel lugar. Por desgracia solo encontré menos de media docena. Los ordené que buscaran supervivientes de nuestro bando y que atendieran a todos los heridos, después que amontonaran los cuerpos de los muertos para que no estuvieran todos desperdigados por el lugar. Al cabo de unos minutos, estaban amontonados todos los cuerpos de los piratas, como una pila de trapos inservibles y los cuerpos de los marines caídos en combate, estirados firmes y separados, por el suelo de la cubierta. Era una imagen muy triste de contemplar, pero si los piratas hubieran ganado habrían hecho lo mismo o algo peor con nuestros cuerpos.
Intenté impartir primeros auxilios a los marines que tenían las heridas menos graves, mientras los médicos se encargaban de los heridos de gravedad. Una vez termine de vendar, limpiar y coser a los pocos marines que estaba heridos, me dispuse a investigar el otro barco , mientras observaba como el Capitán se encargaba de los pocos piratas, aun vivos, capturándolos sin piedad.
Mientras bajaba las escaleras del barco pirata, encontré a una docena de mujeres y niños asustados debajo de esta. Intenté calmarlos a todos, pero parecían algo irritados y esquivos. Por suerte, una de las niñas más pequeñas acabo confiando en mi, haciendo que el resto del grupito fuera cogiendo confianza, a pesar de mirarme peor que un perro abandonado. -Acompañarme a mi barco. Allí tengo comida rica y juguetes para todos.- dije sonriendo y cogiendo de la mano a la niña, que por extraño que pareciera confiaba en mí.
Nada más salir al exterior, todos los marines presentes, se me quedaron observando.-No os preocupéis, no son enemigos.- seguí avanzando hasta el barco marine, mientras los reclutas no les quitaban ni un ojo de encima. Baje con mi pelotón de mujeres y niños hasta el enorme comedor y una vez allí les ofrecí algo de comer y mantas para que entraran en calor. Después uno de los reclutas trajo una caja de juguetes que siempre guardábamos en el almacén para situaciones como estas. Para mi asombro, me encontré una baraja de cartas entre los objetos y sin pensármelo dos veces me la guarde, aunque parecía más bien que me la estaba escondiendo.
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Me aseguré de que todos los piratas estaban bien apresados y listos para meter en los calabozos, incluso comprobé los cuerpos para asegurarme de que ninguno se estaba haciendo el muerto. Podía parecer algo inhumano, pero era mi deber como parte de la Justicia que tanto amaba y defendía.
Entonces, del navío pirata salió Gusi acompañado de un grupo de mujeres y niños. Mi rostro se ensombreció, y le dejé lo poco que faltaba a un cabo cercano, para poder ir a ayudar con su rescate. Al parecer estaban nerviosos y desconfiados, lo cual era normal si te ponías en su lugar: habían pasado Dios sabe cuánto tiempo allí abajo metidos, a saber con qué clase de tratos, y ahora unos desconocidos les decían que fueran al suyo. Bien podríamos haber sido compradores de esclavos desde su punto de vista, si aquella gente nunca había visto un Marine.
Dadas mis escasas capacidades en aquel tipo de situaciones, decidí que lo mejor que podía hacer era como mínimo prepararles una comida decente. Obligarles a tomar el rancho de la brigada hubiera sido contraproducente, así que improvisé rápidamente algunos platillos y bandejas de carne y pescado simples, con algo de verdura para acompañar. Mientras veía cómo unos reclutas se llevaban la comida recién hecha para llevársela al grupo, me di cuenta de lo atento que había sido Gusi en cuanto al tema se refiere. Un poco cabreado conmigo mismo por no haber pensado en buscar rehenes también, tuve que agradecerle a Park mentalmente que los hubiera rescatado.
Tras este episodio, decidí dejar que los niños entablaran relación con el Teniente-Comandante, parecían confiar más en él que en otros marines. Yo mejor terminaría de poner orden y asegurarme de requisar cualquier otro bien robado que pudieran tener aquellos criminales, mientras aguantaba las ganas de darles a todos un buen golpe. De hecho, ya no me arrepentía de haber matado al Capitán: en mi opinión, los esclavistas eran la peor de la calaña, y si encima eran mujeres e infantes significaba que aquellos hombres sin honor eran menos que escoria. No merecían siquiera ser llamados personas.
Conseguí calmar mis impulsos, el episodio de furia que me había dado debía de haber sido un reflejo de mi propio pasado como esclavo. Un doloroso recuerdo que a veces me costaba ignorar, pero es que se me hacía realmente difícil perdonar a gente sin escrúpulos. De repente, mis maneras de llevar la situación y darles órdenes a los piratas para que se movieran, se volvieron un poco tensas y perdieron la suavidad y gentileza que tenían antes.
No veía el momento en que por fin dejaríamos atrás aquellas amargas aguas.
Entonces, del navío pirata salió Gusi acompañado de un grupo de mujeres y niños. Mi rostro se ensombreció, y le dejé lo poco que faltaba a un cabo cercano, para poder ir a ayudar con su rescate. Al parecer estaban nerviosos y desconfiados, lo cual era normal si te ponías en su lugar: habían pasado Dios sabe cuánto tiempo allí abajo metidos, a saber con qué clase de tratos, y ahora unos desconocidos les decían que fueran al suyo. Bien podríamos haber sido compradores de esclavos desde su punto de vista, si aquella gente nunca había visto un Marine.
Dadas mis escasas capacidades en aquel tipo de situaciones, decidí que lo mejor que podía hacer era como mínimo prepararles una comida decente. Obligarles a tomar el rancho de la brigada hubiera sido contraproducente, así que improvisé rápidamente algunos platillos y bandejas de carne y pescado simples, con algo de verdura para acompañar. Mientras veía cómo unos reclutas se llevaban la comida recién hecha para llevársela al grupo, me di cuenta de lo atento que había sido Gusi en cuanto al tema se refiere. Un poco cabreado conmigo mismo por no haber pensado en buscar rehenes también, tuve que agradecerle a Park mentalmente que los hubiera rescatado.
Tras este episodio, decidí dejar que los niños entablaran relación con el Teniente-Comandante, parecían confiar más en él que en otros marines. Yo mejor terminaría de poner orden y asegurarme de requisar cualquier otro bien robado que pudieran tener aquellos criminales, mientras aguantaba las ganas de darles a todos un buen golpe. De hecho, ya no me arrepentía de haber matado al Capitán: en mi opinión, los esclavistas eran la peor de la calaña, y si encima eran mujeres e infantes significaba que aquellos hombres sin honor eran menos que escoria. No merecían siquiera ser llamados personas.
Conseguí calmar mis impulsos, el episodio de furia que me había dado debía de haber sido un reflejo de mi propio pasado como esclavo. Un doloroso recuerdo que a veces me costaba ignorar, pero es que se me hacía realmente difícil perdonar a gente sin escrúpulos. De repente, mis maneras de llevar la situación y darles órdenes a los piratas para que se movieran, se volvieron un poco tensas y perdieron la suavidad y gentileza que tenían antes.
No veía el momento en que por fin dejaríamos atrás aquellas amargas aguas.
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No pude evitar ponerme a hacer el payaso, como hacía casi siempre, pero el hecho de conseguir sacar una sonrisa a esos niños y a sus madres, me hacía sentir realmente feliz y lleno de energía. Tal vez mi vocación debería ser bufón y no marine, pero el hecho de ayudar a todas las personas que lo necesitaban me hacían sentir realmente útil y lleno de satisfacción por dentro.
Cuando termine mi "espectáculo", en el que me encontré algunos de los marines heridos, vislumbre a gran parte de los rescatados dormidos entre las mantas. Parecía que habían sufrido demasiado y hacía mucho que no se sentían a salvo para descansar. Cogí a la niña que me tenía mucho cariño y la acune entre mis brazos hasta que se quedara dormida, una vez esta cayo, la deje delicadamente en unas mantas al lado de un puñado de pequeños. Sin duda se me acongojo un suspiro en el corazón al ver esa imagen tan conmovedora y bonita. Tal si estaba preparado para ser padre, a pesar de huir constantemente de aquella situación.
Decidí salir a cubierta, para coger algo de aire, mientras observaba como los reclutas transportaban mercancías y tesoros del barco de los piratas. Sin duda aquellas reservas nos vendrían geniales para estar más tiempo en alta mar, y todo aquel dinero nos sería útil para compensar a las familias de los reclutas caídos en combate y para los que aun seguían en pie. Camine con calma por la cubierta, mientras iba observando todos los destrozos que había, los cuales en su mayoría eran culpa de mi combate. De repente, un objeto me deslumbró con la luz del sol, me acerque a él y para mi asombro encontré el arma tan peculiar que portaba el león. Lo cogí con las dos manos, pues era tan grande que parecía una espada y decidí guardármelo como trofeo del combate. Sin duda quedaría genial en la pared de mi camarote.
Decidí volver a las habitaciones para guardar aquel enorme premio y sin esperármelo, me cruce con el Capitán.-¿Señor!- dije llevándome la mano a la frente.- A sido todo un placer haberle tenido al mando de este impetuoso ataque.- le sonreí.- Tal vez es una proposición algo indecente, pero ¿qué le parecería ser aliado de los Crimson Wolves?, la banda a la que pertenezco.
Cuando termine mi "espectáculo", en el que me encontré algunos de los marines heridos, vislumbre a gran parte de los rescatados dormidos entre las mantas. Parecía que habían sufrido demasiado y hacía mucho que no se sentían a salvo para descansar. Cogí a la niña que me tenía mucho cariño y la acune entre mis brazos hasta que se quedara dormida, una vez esta cayo, la deje delicadamente en unas mantas al lado de un puñado de pequeños. Sin duda se me acongojo un suspiro en el corazón al ver esa imagen tan conmovedora y bonita. Tal si estaba preparado para ser padre, a pesar de huir constantemente de aquella situación.
Decidí salir a cubierta, para coger algo de aire, mientras observaba como los reclutas transportaban mercancías y tesoros del barco de los piratas. Sin duda aquellas reservas nos vendrían geniales para estar más tiempo en alta mar, y todo aquel dinero nos sería útil para compensar a las familias de los reclutas caídos en combate y para los que aun seguían en pie. Camine con calma por la cubierta, mientras iba observando todos los destrozos que había, los cuales en su mayoría eran culpa de mi combate. De repente, un objeto me deslumbró con la luz del sol, me acerque a él y para mi asombro encontré el arma tan peculiar que portaba el león. Lo cogí con las dos manos, pues era tan grande que parecía una espada y decidí guardármelo como trofeo del combate. Sin duda quedaría genial en la pared de mi camarote.
Decidí volver a las habitaciones para guardar aquel enorme premio y sin esperármelo, me cruce con el Capitán.-¿Señor!- dije llevándome la mano a la frente.- A sido todo un placer haberle tenido al mando de este impetuoso ataque.- le sonreí.- Tal vez es una proposición algo indecente, pero ¿qué le parecería ser aliado de los Crimson Wolves?, la banda a la que pertenezco.
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Me crucé con Gusi mientras salía del interior del barco, sonriente porque acababa de recibir unas muy buenas noticias. Él me saludó respetuosamente y dijo algo de haber sido un honor tenerme como líder, sin embargo yo no dejé que el ego se me subiera a la cabeza y actué de forma humilde:
- No ha sido nada, en serio. Otros muchos lo habrían hecho mejor que yo. Tú mismo, por ejemplo, te has volcado mucho más sobre la defensa del inocente y de los tuyos, algo que aún me falta por pulir. Son grandes dotes para un Capitán, el poder anteponer la seguridad de tu tripulación antes que la tuya propia. Hmm... Sí, diría que con al más de preparación y sacandote brillo en las partes donde flojeas podrías llegar a mi rango perfectamente. - Sonreí con amabilidad. - Yo mismo no estaba igual de preparado en su momento, y tuve que pasar por algunas pruebas que... - Reprimí un esaclofrío. - Pero creo que tú podrías pasarlas. Solo tienes que esforzarte un poco.
Le puse la mano en el hombro a Park, había visto potencial en él. Y aunque no me correspondía a mí ser el que lo sacara a relucir, podía darle un empujoncito. Tal vez tuviera que hablar con algunas personas para irle haciendo un poco de renombre entre las altas esferas, a ver si se fijaban en él como lo hicieron conmigo en su momento.
- Respecto a lo de la alianza... ¿Crimson Wolves, dices? Me suena... - Medité durante un segundo. - ¿Esa no es la brigada del Teniente Kimura? Sí... podría ser... Desde que me enteré de lo que pasó con Misa, tengo cierta curiosidad sobre ese hombre, sería una buena oportunidad de conocerlo a fondo. Hagamos una cosa: - Le propuse a Gusi. - Cuando veas al Teniente Kimura, no le digas nada de lo que pasó aquí hoy. Simplemente dile que...
Y así, le transmití una serie de simples instrucciones para formalizar un reto amistoso con el hombre en cuestión.
-... ¿de acuerdo? Si veo que sus ideales no chocan con los míos, aceptaré gustoso la proposición. - Sonreí de oreja a oreja. - ¡Ah! Antes de que me olvide... ¡Mira esto!
Le enseñé lo que llevaba en la mano, un par de carteles Wanted que teníamos en el tablón. Sus caras coincidían, eran inconfundibles. Al parecer sí que podríamos llevarnos algún beneficio de todo aquello, y ayudaría a compensar a los seres queridos de los reclutas caídos. Sé que no sería mucho consuelo, pero al menos podrían seguir viviendo mientras buscaran una nueva fuente de ingresos. Superar los problemas y seguir progresando era parte de la naturaleza humana, al fin y al cabo.
- Al parecer el Capitán enemigo era un hombre buscado por numerosos asaltos y secuestros de civiles y marines, particularmente famoso desde que decapitó a otro Capitán de la Marina. - Una gota de sudor frío me recorrió la espalda. Yo casi sufro el mismo destino. - Y sus hombres de armas más cercanos, el Mink que enfrentaste tú y el Francotirador que... bueno, podemos decir que cierto recluta tenía agallas. Ambos tenían también recompensa por sus crímenes, no tanto como el hombretón al mando pero sigue siendo un pico. Repartiremos la recompensa con la tripulación, y dado que tomaste un buen papel en esta batalla creo que te merece un extra. - Le guiñé el ojo como un cómplice y me separé de él de nuevo. - ¡No te olvides de lo de Kimura, por favor!
Y con estas palabras, salí de nuevo a cubierta, dando instrucciones para reparar los daños y darle toda vela al barco para llegar cuanto antes al cuartel.
- No ha sido nada, en serio. Otros muchos lo habrían hecho mejor que yo. Tú mismo, por ejemplo, te has volcado mucho más sobre la defensa del inocente y de los tuyos, algo que aún me falta por pulir. Son grandes dotes para un Capitán, el poder anteponer la seguridad de tu tripulación antes que la tuya propia. Hmm... Sí, diría que con al más de preparación y sacandote brillo en las partes donde flojeas podrías llegar a mi rango perfectamente. - Sonreí con amabilidad. - Yo mismo no estaba igual de preparado en su momento, y tuve que pasar por algunas pruebas que... - Reprimí un esaclofrío. - Pero creo que tú podrías pasarlas. Solo tienes que esforzarte un poco.
Le puse la mano en el hombro a Park, había visto potencial en él. Y aunque no me correspondía a mí ser el que lo sacara a relucir, podía darle un empujoncito. Tal vez tuviera que hablar con algunas personas para irle haciendo un poco de renombre entre las altas esferas, a ver si se fijaban en él como lo hicieron conmigo en su momento.
- Respecto a lo de la alianza... ¿Crimson Wolves, dices? Me suena... - Medité durante un segundo. - ¿Esa no es la brigada del Teniente Kimura? Sí... podría ser... Desde que me enteré de lo que pasó con Misa, tengo cierta curiosidad sobre ese hombre, sería una buena oportunidad de conocerlo a fondo. Hagamos una cosa: - Le propuse a Gusi. - Cuando veas al Teniente Kimura, no le digas nada de lo que pasó aquí hoy. Simplemente dile que...
Y así, le transmití una serie de simples instrucciones para formalizar un reto amistoso con el hombre en cuestión.
-... ¿de acuerdo? Si veo que sus ideales no chocan con los míos, aceptaré gustoso la proposición. - Sonreí de oreja a oreja. - ¡Ah! Antes de que me olvide... ¡Mira esto!
Le enseñé lo que llevaba en la mano, un par de carteles Wanted que teníamos en el tablón. Sus caras coincidían, eran inconfundibles. Al parecer sí que podríamos llevarnos algún beneficio de todo aquello, y ayudaría a compensar a los seres queridos de los reclutas caídos. Sé que no sería mucho consuelo, pero al menos podrían seguir viviendo mientras buscaran una nueva fuente de ingresos. Superar los problemas y seguir progresando era parte de la naturaleza humana, al fin y al cabo.
- Al parecer el Capitán enemigo era un hombre buscado por numerosos asaltos y secuestros de civiles y marines, particularmente famoso desde que decapitó a otro Capitán de la Marina. - Una gota de sudor frío me recorrió la espalda. Yo casi sufro el mismo destino. - Y sus hombres de armas más cercanos, el Mink que enfrentaste tú y el Francotirador que... bueno, podemos decir que cierto recluta tenía agallas. Ambos tenían también recompensa por sus crímenes, no tanto como el hombretón al mando pero sigue siendo un pico. Repartiremos la recompensa con la tripulación, y dado que tomaste un buen papel en esta batalla creo que te merece un extra. - Le guiñé el ojo como un cómplice y me separé de él de nuevo. - ¡No te olvides de lo de Kimura, por favor!
Y con estas palabras, salí de nuevo a cubierta, dando instrucciones para reparar los daños y darle toda vela al barco para llegar cuanto antes al cuartel.
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Akuma no mi
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