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Aún faltaban horas para que el sol apareciera. Una densa neblina podía apreciarse, causando que la visibilidad se redujera a cero. Nadie en su sano juicio se atrevería a navegar en semejantes condiciones…
Un navío marine avanzaba en completo silencio atravesando la densa neblina, los fuertes vientos no ayudaban a disipar la neblina, pero brindaban una buena velocidad, la cual era aprovechada majestosamente por el navegante. Era como si conociera esa ruta de memoria o su habilidad con el timón fuera superior a la normal.
Si uno se fijaba en el timonel podría apreciar que él se encontraba completamente serio y enfocado en llevar al barco hasta su destino.
El resto de los marines se dividían en dos grupos:
Aquellos que se aseguraban de tener todo bajo control con las velas y demás cosas relacionas con la navegación.
Mientras que otros montaban vigilancia de manera más rigurosa a la normal. Algunos de los guardias parecían nerviosos de encontrarse en aquel barco o puede que los temblores y el aspecto pálido en sus rostros se debieran al clima frío de ese momento.
Me encontraba realizando vigilancia en el estribor. Aunque para ser honesto no le veía la utilidad esto, pues no podía ver nada, siendo mi audición lo único en lo que podía confiar.* Creo recordar a Kimura mencionar que existía un haki para este tipo de situaciones. *no sería una mala idea realizar un entrenamiento para intentar dominarlo. Cuando esto terminara era probable que comenzaría un entrenamiento de ese haki.
La razón de encontrarme en ese barco se debía una misión te transporte de un extraño metal conocido como kairoseki. Se tenía planeado utilizarlo para la elaboración de esposas y armas para los rangos superiores, ya que ese metal tenía la extraña habilidad de anular y debilitar a aquellos que comieron frutas del diablo. Como herrero sentí curiosidad por ese metal, y con esperanza de poder echarle un vistazo me apunté a la misión, por desgracia la seguridad era muy rigurosa y solo el encargado de la misión y los guardias tenían acceso al almacén donde se encontraba.
*Solo quería verlo con mis propios ojos. *suspiré desanimado al recordar el regaño que recibí por parte del cabo que cuidaba la entrada.
Mi uniforme era el de un recluta, por lo cual el marine no se contuvo en su reprimenda… Claro que, solo soy un humilde sargento, mi rango sigue siendo bastante bajo, aunque tal vez no me había llevado un sermón tan largo de haberle mencionado ese detalle…
Solté otro suspiro, para luego enfocar mi atención en captar cualquier sonido que pareciera extraño.
Partimos del puerto en la madrugada para evitar la menor cantidad de barcos sospechosos, pero en el trayecto la neblina se manifestó. Regresar era lo más indicado, pero al parecer era urgente realizar la entrega del cargamento al cuartel solicitante, por tanto el superior tomó la decisión de continuar con la misión.
“Esta es una ruta secreta, no hay forma de que enemigos la conozcan, además de que está neblina nos ayudará a viajar sin ser detectados.” Esas fueron sus palabras justo antes de continuar con el viaje por el mar.
Un navío marine avanzaba en completo silencio atravesando la densa neblina, los fuertes vientos no ayudaban a disipar la neblina, pero brindaban una buena velocidad, la cual era aprovechada majestosamente por el navegante. Era como si conociera esa ruta de memoria o su habilidad con el timón fuera superior a la normal.
Si uno se fijaba en el timonel podría apreciar que él se encontraba completamente serio y enfocado en llevar al barco hasta su destino.
El resto de los marines se dividían en dos grupos:
Aquellos que se aseguraban de tener todo bajo control con las velas y demás cosas relacionas con la navegación.
Mientras que otros montaban vigilancia de manera más rigurosa a la normal. Algunos de los guardias parecían nerviosos de encontrarse en aquel barco o puede que los temblores y el aspecto pálido en sus rostros se debieran al clima frío de ese momento.
Me encontraba realizando vigilancia en el estribor. Aunque para ser honesto no le veía la utilidad esto, pues no podía ver nada, siendo mi audición lo único en lo que podía confiar.* Creo recordar a Kimura mencionar que existía un haki para este tipo de situaciones. *no sería una mala idea realizar un entrenamiento para intentar dominarlo. Cuando esto terminara era probable que comenzaría un entrenamiento de ese haki.
La razón de encontrarme en ese barco se debía una misión te transporte de un extraño metal conocido como kairoseki. Se tenía planeado utilizarlo para la elaboración de esposas y armas para los rangos superiores, ya que ese metal tenía la extraña habilidad de anular y debilitar a aquellos que comieron frutas del diablo. Como herrero sentí curiosidad por ese metal, y con esperanza de poder echarle un vistazo me apunté a la misión, por desgracia la seguridad era muy rigurosa y solo el encargado de la misión y los guardias tenían acceso al almacén donde se encontraba.
*Solo quería verlo con mis propios ojos. *suspiré desanimado al recordar el regaño que recibí por parte del cabo que cuidaba la entrada.
Mi uniforme era el de un recluta, por lo cual el marine no se contuvo en su reprimenda… Claro que, solo soy un humilde sargento, mi rango sigue siendo bastante bajo, aunque tal vez no me había llevado un sermón tan largo de haberle mencionado ese detalle…
Solté otro suspiro, para luego enfocar mi atención en captar cualquier sonido que pareciera extraño.
Partimos del puerto en la madrugada para evitar la menor cantidad de barcos sospechosos, pero en el trayecto la neblina se manifestó. Regresar era lo más indicado, pero al parecer era urgente realizar la entrega del cargamento al cuartel solicitante, por tanto el superior tomó la decisión de continuar con la misión.
“Esta es una ruta secreta, no hay forma de que enemigos la conozcan, además de que está neblina nos ayudará a viajar sin ser detectados.” Esas fueron sus palabras justo antes de continuar con el viaje por el mar.
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"Neblina... Menudo momento."
Mientras iba de un lado para otro en mi patrulla, pensé en lo que se suele decir sobre la niebla y los malos augurios. Qué demonios, la última vez que había estado en un banco con niebla así casi acabamos cuatro acorazados de la Marina hundidos por un supuesto barco fantasma. Que todo ocurriera en un sueño no significa que para mi no se sintiera real, y aquella era exactamente la misma situación con su propio perverso giro de los acontecimientos.
Estornudé, rompiendo un silencio sepulcral que no tardó en volver a asentarse. Toda la tripulación estaba callada y expectante, muchos de los marines presentes encargándose de navegar en esas funestas condiciones, y el resto ocupados en la seguridad. Yo era de los últimos, me había infiltrado en aquella misión de cargamento de Kairoseki (con permiso de mi superior, por supuesto) como un simple recluta. La verdad, estaba un poco harto de hacer de líder, y esperaba tomarme un pequeño descanso del puesto de Capitán sin dejar de servir a la Justicia durante mi "tiempo libre." ¿Podríamos llamar a esto unas vacaciones?
Se me ofreció que tomara un puesto como uno de los guardias personalmente encargados de vigilar el cargamento, pero lo rechacé. Al fin y al cabo la misión era transportar una importante cantidad de Kairoseki a través del mar, necesitaban a alguien experimentado. Y con mis habilidades bélicas, confiaban en que podría proteger el navío si llegaba a suceder lo peor. Sin embargo no tuvieron en cuenta un delicado punto: como yo soy usuario de las Frutas, estar cerca de tanto Kairoseki me incomodaba un poco. Puede que fuera algo psicológico, que me hubiera auto-inducido a creer que me haría daño pasar todo un viaje junto al extraño metal, que fueran simples nervios o que realmente mi instinto estuviera intentando decirme algo, nunca lo sabré.
Y entonces... Bueno, aquí es donde comienza el relato. Activé mi Mantra por si servía de alguna utilidad, pero al cabo de un rato lo desactivé de nuevo porque no era capaz de sentir nada y me pareció una pérdida de tiempo. Además, ¿quién en su sano juicio atacaría un barco de la Marina incluso en estas circunstancias adversas? "Tengo una sensación de Déjà Vu..." Pensé, suspirando.
Mientras iba de un lado para otro en mi patrulla, pensé en lo que se suele decir sobre la niebla y los malos augurios. Qué demonios, la última vez que había estado en un banco con niebla así casi acabamos cuatro acorazados de la Marina hundidos por un supuesto barco fantasma. Que todo ocurriera en un sueño no significa que para mi no se sintiera real, y aquella era exactamente la misma situación con su propio perverso giro de los acontecimientos.
Estornudé, rompiendo un silencio sepulcral que no tardó en volver a asentarse. Toda la tripulación estaba callada y expectante, muchos de los marines presentes encargándose de navegar en esas funestas condiciones, y el resto ocupados en la seguridad. Yo era de los últimos, me había infiltrado en aquella misión de cargamento de Kairoseki (con permiso de mi superior, por supuesto) como un simple recluta. La verdad, estaba un poco harto de hacer de líder, y esperaba tomarme un pequeño descanso del puesto de Capitán sin dejar de servir a la Justicia durante mi "tiempo libre." ¿Podríamos llamar a esto unas vacaciones?
Se me ofreció que tomara un puesto como uno de los guardias personalmente encargados de vigilar el cargamento, pero lo rechacé. Al fin y al cabo la misión era transportar una importante cantidad de Kairoseki a través del mar, necesitaban a alguien experimentado. Y con mis habilidades bélicas, confiaban en que podría proteger el navío si llegaba a suceder lo peor. Sin embargo no tuvieron en cuenta un delicado punto: como yo soy usuario de las Frutas, estar cerca de tanto Kairoseki me incomodaba un poco. Puede que fuera algo psicológico, que me hubiera auto-inducido a creer que me haría daño pasar todo un viaje junto al extraño metal, que fueran simples nervios o que realmente mi instinto estuviera intentando decirme algo, nunca lo sabré.
Y entonces... Bueno, aquí es donde comienza el relato. Activé mi Mantra por si servía de alguna utilidad, pero al cabo de un rato lo desactivé de nuevo porque no era capaz de sentir nada y me pareció una pérdida de tiempo. Además, ¿quién en su sano juicio atacaría un barco de la Marina incluso en estas circunstancias adversas? "Tengo una sensación de Déjà Vu..." Pensé, suspirando.
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Bostecé tras pasar unos minutos sin detectar nada.* Esto es ridículo. *estiré un poco mis brazos en un intento por mitigar mi aburrimiento.
Los minutos pasaban y no parecía que nada fuera a cambiar. Los marines comenzaron a relajarse poco a poco, y la plática entre algunos de los hombres realizando vigilancia comenzó a manifestarse.
No conocía nadie en este barco, aunque había un recluta que me parecía familiar. Mi atención se enfocó en él.* Estoy seguro de haberlo visto en algún lugar antes. *traté de buscar en lo más profundo de mis recuerdos, pero no encontré lo que buscaba.
No quería parecer extraño así que dejé de mirarlo fijamente. Aun así no podía dejar de pensar que su rostro me parecía conocido, ¿pero dónde?
Un pequeño sonido captó mi atención asiéndome girar mi cabeza en dirección a la neblina. “Chis” emití para que los marines guardaran silencio. Esto pareció enojarlos en un principio, mas al notar la seriedad en mi rostro no objetaron y comenzaron a mirar en la misma dirección que yo.
Estaba seguro de haber escuchado el tan peculiar sonido de un DDM cuando recibían una llamada, aunque solo por unos pocos segundos. Ya que apenas fue perceptible podía llegar a dos conclusiones:
1-Un barco a lo lejos se desplazaba dentro de la neblina al igual que nosotros.
2-Me encontraba sugestionado y solo imaginé ese sonido.
Cerca de 10 minutos de tensión pasaron y justo cuando pensé que todo había sido producto de mi imaginación la silueta de un barco acercándose apareció. Había conseguido acercarse lo suficiente para apreciar la silueta, pero era imposible ver qué tipo de barco era, un simple barco mercante o si se trataba de un enemigo.
- ¡Barco sospechoso! -gritó uno de los marines justo antes de recibir un disparo en el hombro que lo derribó a la vez que soltaba un grito de dolor. El sonido de múltiples disparos se hizo presente, los cuales comenzaron a impactar contra la madera de nuestro barco.
Por instinto me arrojé al suelo para intentar evitar el fuego enemigo. Desenvainé a Lanka para combatir en cuanto se presentara la oportunidad.
La poca visibilidad ayudó a minimizar el número de heridos por los proyectiles.
- ¡Bajo ataque, estamos bajo ataque desde babor! -gritó otro marine que se encontraba resguardado tras un par de barriles de madera. No había necesidad de gritar eso, ya que el sonido de las armas de fuego acompañado de las risas de una gran cantidad de hombres dejaban implícito que sufríamos un ataque.
Por un momento creí que la intención del enemigo era causar el mayor número de muertes con ese ataque a ciegas, sin embargo no podía estar más equivocado. Los disparos no tenían el fin de ser un ataque, sino una forma de distraer e impedir lo que se avecinaba.
10 cuerdas con ganchos en las puntas fueron arrojadas quedando enganchadas en los laterales del barco y en las cuerdas de las velas.
- ¡Los bastardos están intentando realizar un abordaje, rápido encárguense de esos ganchos! –La voz del superior se escuchó con fuerza, pero no había forma de retirar los ganchos sin ser alcanzado por alguna de las balas… Sin duda esta no era la primera vez que nuestros enemigos utilizaban esta técnica.
Poco a poco nuestro barco comenzó a moverse hasta chocar con algo.
Las armas dejaron de disparar y al instante hombres comenzaron a abordar nuestro navío… Se trataban de piratas…
Los minutos pasaban y no parecía que nada fuera a cambiar. Los marines comenzaron a relajarse poco a poco, y la plática entre algunos de los hombres realizando vigilancia comenzó a manifestarse.
No conocía nadie en este barco, aunque había un recluta que me parecía familiar. Mi atención se enfocó en él.* Estoy seguro de haberlo visto en algún lugar antes. *traté de buscar en lo más profundo de mis recuerdos, pero no encontré lo que buscaba.
No quería parecer extraño así que dejé de mirarlo fijamente. Aun así no podía dejar de pensar que su rostro me parecía conocido, ¿pero dónde?
Un pequeño sonido captó mi atención asiéndome girar mi cabeza en dirección a la neblina. “Chis” emití para que los marines guardaran silencio. Esto pareció enojarlos en un principio, mas al notar la seriedad en mi rostro no objetaron y comenzaron a mirar en la misma dirección que yo.
Estaba seguro de haber escuchado el tan peculiar sonido de un DDM cuando recibían una llamada, aunque solo por unos pocos segundos. Ya que apenas fue perceptible podía llegar a dos conclusiones:
1-Un barco a lo lejos se desplazaba dentro de la neblina al igual que nosotros.
2-Me encontraba sugestionado y solo imaginé ese sonido.
Cerca de 10 minutos de tensión pasaron y justo cuando pensé que todo había sido producto de mi imaginación la silueta de un barco acercándose apareció. Había conseguido acercarse lo suficiente para apreciar la silueta, pero era imposible ver qué tipo de barco era, un simple barco mercante o si se trataba de un enemigo.
- ¡Barco sospechoso! -gritó uno de los marines justo antes de recibir un disparo en el hombro que lo derribó a la vez que soltaba un grito de dolor. El sonido de múltiples disparos se hizo presente, los cuales comenzaron a impactar contra la madera de nuestro barco.
Por instinto me arrojé al suelo para intentar evitar el fuego enemigo. Desenvainé a Lanka para combatir en cuanto se presentara la oportunidad.
La poca visibilidad ayudó a minimizar el número de heridos por los proyectiles.
- ¡Bajo ataque, estamos bajo ataque desde babor! -gritó otro marine que se encontraba resguardado tras un par de barriles de madera. No había necesidad de gritar eso, ya que el sonido de las armas de fuego acompañado de las risas de una gran cantidad de hombres dejaban implícito que sufríamos un ataque.
Por un momento creí que la intención del enemigo era causar el mayor número de muertes con ese ataque a ciegas, sin embargo no podía estar más equivocado. Los disparos no tenían el fin de ser un ataque, sino una forma de distraer e impedir lo que se avecinaba.
10 cuerdas con ganchos en las puntas fueron arrojadas quedando enganchadas en los laterales del barco y en las cuerdas de las velas.
- ¡Los bastardos están intentando realizar un abordaje, rápido encárguense de esos ganchos! –La voz del superior se escuchó con fuerza, pero no había forma de retirar los ganchos sin ser alcanzado por alguna de las balas… Sin duda esta no era la primera vez que nuestros enemigos utilizaban esta técnica.
Poco a poco nuestro barco comenzó a moverse hasta chocar con algo.
Las armas dejaron de disparar y al instante hombres comenzaron a abordar nuestro navío… Se trataban de piratas…
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Aquel tipo no paraba de mirarme, como si tuviera monos en la cara. No era posible, ¿me habría reconocido? Tal vez fuera alguien con quien coincidí en alguna misión, y por desgracia mi memoria no daba para tanto como para recordar a cada marine con el que me cruzo, así que no tenía ni idea. Bueno, algo sí que me sonaba, pero no demasiado, la verdad. Y si él me había reconocido a mí... Bueno, no es que fuera a pasar nada grave, pero mis vacaciones terminarían un poco antes de lo previsto, prospecto que no me gustaba mucho.
Distraído estaba, pensando en esas cosas, cuando un particular sonido me sacó del ensimismamiento. Estaba acostumbrado a ese sonido, el de una llamada por DDM... Sin embargo, no procedía del interior de nuestro buque, sino de mis espaldas. Y allí solo había agua...
- ¡Barco sospechoso!
Mi Mantra se disparó alertándome de un ataque, y para cuando me cubrí tras la madera todo había pasado muy rápido. Los gritos, los disparos, los ganchos... ¡Nos estaban atacando! Sin poder terminar de creérmelo, me levanté solo para ver un horrible panorama: una gran cantidad de piratas invadían nuestro navío a sangre y plomo, vaciando sus pistolas antes de sacar los sables. No estaban teniendo ninguna piedad... Y yo, furioso, decidí que lo mismo tampoco ellos la merecían.
Mi pelo se ennegreció al instante, y mi piel se puso oscura también, a la par que una serie de marcas en forma de tatuajes se marcaban por todo mi cuerpo con un brillante color carmesí. En mi cabeza no cabía nada que no fuera acabar con aquellos que estaban asesinando a sangre fría a mis compañeros, y darles el justo castigo. Muerte por muerte. Muerte por muerte. Muerte Muerte Muerte MuerteMuerteMuerteMuerte.
- ¡MORID HIJOS DE PUTA! - Una voz que no era la mía salió de mi garganta, al tiempo que me arrojaba sobre los invasores con mis fieles Kanshou y Bakuya en las manos.
Las falcatas chinas hicieron perfectamente su labor. Para cuando podían reaccionar a mi gran velocidad, ya los había decapitado, manchando de sangre las pulidas hojas de las espadas. Al ver el inminente peligro, muchos de los que estaban fuera de mi alcance se giraron y decidieron concentrar su fuego en mí primero, antes de preocuparse por el resto de marines. Normalmente el hecho de que pudiera proteger a aquellos reclutas sería lo que me haría feliz... Pero en ese momento, lo que me excitaba y generaba adrenalina era el calor de la batalla, las miradas de miedo y odio que infundía en mis enemigos.
Con un grito inhumano, protegiéndome de las balas con una mezcla de juego de espadas y reflejos, y Haki de Armadura, me lancé de cabeza a la masacre.
Distraído estaba, pensando en esas cosas, cuando un particular sonido me sacó del ensimismamiento. Estaba acostumbrado a ese sonido, el de una llamada por DDM... Sin embargo, no procedía del interior de nuestro buque, sino de mis espaldas. Y allí solo había agua...
- ¡Barco sospechoso!
Mi Mantra se disparó alertándome de un ataque, y para cuando me cubrí tras la madera todo había pasado muy rápido. Los gritos, los disparos, los ganchos... ¡Nos estaban atacando! Sin poder terminar de creérmelo, me levanté solo para ver un horrible panorama: una gran cantidad de piratas invadían nuestro navío a sangre y plomo, vaciando sus pistolas antes de sacar los sables. No estaban teniendo ninguna piedad... Y yo, furioso, decidí que lo mismo tampoco ellos la merecían.
Mi pelo se ennegreció al instante, y mi piel se puso oscura también, a la par que una serie de marcas en forma de tatuajes se marcaban por todo mi cuerpo con un brillante color carmesí. En mi cabeza no cabía nada que no fuera acabar con aquellos que estaban asesinando a sangre fría a mis compañeros, y darles el justo castigo. Muerte por muerte. Muerte por muerte. Muerte Muerte Muerte MuerteMuerteMuerteMuerte.
- ¡MORID HIJOS DE PUTA! - Una voz que no era la mía salió de mi garganta, al tiempo que me arrojaba sobre los invasores con mis fieles Kanshou y Bakuya en las manos.
Las falcatas chinas hicieron perfectamente su labor. Para cuando podían reaccionar a mi gran velocidad, ya los había decapitado, manchando de sangre las pulidas hojas de las espadas. Al ver el inminente peligro, muchos de los que estaban fuera de mi alcance se giraron y decidieron concentrar su fuego en mí primero, antes de preocuparse por el resto de marines. Normalmente el hecho de que pudiera proteger a aquellos reclutas sería lo que me haría feliz... Pero en ese momento, lo que me excitaba y generaba adrenalina era el calor de la batalla, las miradas de miedo y odio que infundía en mis enemigos.
Con un grito inhumano, protegiéndome de las balas con una mezcla de juego de espadas y reflejos, y Haki de Armadura, me lancé de cabeza a la masacre.
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La situación se había vuelto un caos en tan solo unos segundos. La sangre de los heridos a causa de los disparos manchaba la madera de la cubierta.
Las risas de esos hombres solo conseguían comenzar a enfurecerme. Me coloqué de pie dispuesto a lanzarme directo contra ellos, no obstante un recluta se adelantó. Su aspecto era extraño, una piel oscura con extraños tatuajes en distintas partes de su cuerpo (las visibles). En ambas manos empuñaba un par de espadas cortas, no, creo el nombre de esas armas era falcatas.
Aquel marine consiguió que gran parte de los enemigos centrar su atención en él, y no era de extrañar, la cantidad de muertes provocadas sus cortes causó que el resto de los marines (incluyéndome) se quedaran hipnotizados por sus movimientos.
* ¿Ese sujeto es un recluta? *no había forma de que eso fuera posible.
- ¿¡Qué diablos hacen!? ¡Luchen junto a su camarada! –la voz del superior consiguió despertarme de aquel estado hipnótico.
Comencé a correr en dirección de los enemigos. Aprovechando que su atención se encontraba sobre el recluta de las armas duales fue sencillo moverme hasta donde se encontraban.
Para cuando uno de ellos notó mi presencia ya era tarde, mi espada atravesó su pecho. Me desplacé lo más rápido que podía en ese momento con intención de acabar con el siguiente enemigo. A pesar de que ese marine parecía ser capaz de cavar con todos los enemigos por su cuenta, no podía quedarme sin hacer nada al ver a un camarada pelear sólo.
Los demás marines comenzaron a moverse mientras gritaban llenos de energía, quizás al ver a dos simples reclutas lanzándose contra los enemigos fue suficiente para activar su instinto de lucha.
Más piratas intentaron abordar nuestro barco, pero esta vez un grupo de marines respondió utilizando los fusiles de asalto con los cuales contaban. No todos los piratas murieron o resultaron heridos, pero ahora aquellos que se encontraban en la cubierta eran enfrentados por marines, y en especial por el recluta que no paraba de generar muertes. De hecho los enemigos al notar su fuerza trataban de evitarlo y se enfocaban en el resto de los marines.
Uno de esos piratas intentó cortar mi pecho utilizando su sable. Con un fuerte movimiento de mi espada, el sable del pirata salió volando y cayó al mar. Cuando estaba por terminar con su vida la sensación de ser golpeado por algo en la espalda me obligó a realizar un movimiento de 180 grados, al mismo tiempo que realizaba un corte horizontal. Mi espada cortó por la mitad a un pirata que había intentado atacarme por la espalda, mi camisa estaba cortada, pero la cota de malla me protegió del daño.
Una embestida me derribó, seguido de la sensación de un par de manos cerrándose alrededor de mi cuello. Se trataba del enemigo al cual desarmé. La caída me hizo soltar mi espada.
Intenté quitármelo de encima, pero era más pesado de lo que parecía. Su rostro tenía una maldita sonrisa parecida a la de un loco.- ¡Muere maldito perro de la marina, muere! –repetía una y otra vez mientras aumentaba la fuerza en sus manos.
Desenfundé la pistola de mi cintura y la coloqué contra su estómago, para luego jalar el gatillo 3 veces. La expresión del hombre cambió por completo y a los pocos segundos su cuerpo sin vida cayó sobre mí.
Tosí un poco antes de quitármelo de encima. Me coloqué de pie y tomé a Lanka para continuar peleando, pero una extraña risa se manifestó.
- Sí que son persistentes. –se escuchó una voz grave desde el barco pirata. La voz provenía desde uno de los mástiles del barco.
Una saltó sobre la cubierta de nuestro barco provocando que la madera se dañara y que el navío se meciera ligeramente. Se trataba de un hombre de aproximadamente 2.50 metros de altura. En su mano derecha se podía ver una enorme guja de color negra. En su Vestimenta predominaba el color carmesí, con excepción de sus botas negras y la extraña capa de cuero con hoyos de color café claro…Espera… Esa capa… Estaba formada por rostros humanos cosidos como si fueran pedazos de tela…
- Parece que añadiré otro trofeo. –expresó con un tono de voz que causó escalofriante mientras acariciaba con ternura su grotesca capa.- ¡Y el rostro de ese recluta es hermoso! –de nuevo su risa se manifestó, pero esta vez parecía más eufórica…
Las risas de esos hombres solo conseguían comenzar a enfurecerme. Me coloqué de pie dispuesto a lanzarme directo contra ellos, no obstante un recluta se adelantó. Su aspecto era extraño, una piel oscura con extraños tatuajes en distintas partes de su cuerpo (las visibles). En ambas manos empuñaba un par de espadas cortas, no, creo el nombre de esas armas era falcatas.
Aquel marine consiguió que gran parte de los enemigos centrar su atención en él, y no era de extrañar, la cantidad de muertes provocadas sus cortes causó que el resto de los marines (incluyéndome) se quedaran hipnotizados por sus movimientos.
* ¿Ese sujeto es un recluta? *no había forma de que eso fuera posible.
- ¿¡Qué diablos hacen!? ¡Luchen junto a su camarada! –la voz del superior consiguió despertarme de aquel estado hipnótico.
Comencé a correr en dirección de los enemigos. Aprovechando que su atención se encontraba sobre el recluta de las armas duales fue sencillo moverme hasta donde se encontraban.
Para cuando uno de ellos notó mi presencia ya era tarde, mi espada atravesó su pecho. Me desplacé lo más rápido que podía en ese momento con intención de acabar con el siguiente enemigo. A pesar de que ese marine parecía ser capaz de cavar con todos los enemigos por su cuenta, no podía quedarme sin hacer nada al ver a un camarada pelear sólo.
Los demás marines comenzaron a moverse mientras gritaban llenos de energía, quizás al ver a dos simples reclutas lanzándose contra los enemigos fue suficiente para activar su instinto de lucha.
Más piratas intentaron abordar nuestro barco, pero esta vez un grupo de marines respondió utilizando los fusiles de asalto con los cuales contaban. No todos los piratas murieron o resultaron heridos, pero ahora aquellos que se encontraban en la cubierta eran enfrentados por marines, y en especial por el recluta que no paraba de generar muertes. De hecho los enemigos al notar su fuerza trataban de evitarlo y se enfocaban en el resto de los marines.
Uno de esos piratas intentó cortar mi pecho utilizando su sable. Con un fuerte movimiento de mi espada, el sable del pirata salió volando y cayó al mar. Cuando estaba por terminar con su vida la sensación de ser golpeado por algo en la espalda me obligó a realizar un movimiento de 180 grados, al mismo tiempo que realizaba un corte horizontal. Mi espada cortó por la mitad a un pirata que había intentado atacarme por la espalda, mi camisa estaba cortada, pero la cota de malla me protegió del daño.
Una embestida me derribó, seguido de la sensación de un par de manos cerrándose alrededor de mi cuello. Se trataba del enemigo al cual desarmé. La caída me hizo soltar mi espada.
Intenté quitármelo de encima, pero era más pesado de lo que parecía. Su rostro tenía una maldita sonrisa parecida a la de un loco.- ¡Muere maldito perro de la marina, muere! –repetía una y otra vez mientras aumentaba la fuerza en sus manos.
Desenfundé la pistola de mi cintura y la coloqué contra su estómago, para luego jalar el gatillo 3 veces. La expresión del hombre cambió por completo y a los pocos segundos su cuerpo sin vida cayó sobre mí.
Tosí un poco antes de quitármelo de encima. Me coloqué de pie y tomé a Lanka para continuar peleando, pero una extraña risa se manifestó.
- Sí que son persistentes. –se escuchó una voz grave desde el barco pirata. La voz provenía desde uno de los mástiles del barco.
Una saltó sobre la cubierta de nuestro barco provocando que la madera se dañara y que el navío se meciera ligeramente. Se trataba de un hombre de aproximadamente 2.50 metros de altura. En su mano derecha se podía ver una enorme guja de color negra. En su Vestimenta predominaba el color carmesí, con excepción de sus botas negras y la extraña capa de cuero con hoyos de color café claro…Espera… Esa capa… Estaba formada por rostros humanos cosidos como si fueran pedazos de tela…
- Parece que añadiré otro trofeo. –expresó con un tono de voz que causó escalofriante mientras acariciaba con ternura su grotesca capa.- ¡Y el rostro de ese recluta es hermoso! –de nuevo su risa se manifestó, pero esta vez parecía más eufórica…
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Cómo anhelaba aquella emoción... La furia de la batalla me seducía y embriagaba, me hacía querer beber del néctar rojo que brotaba de mis enemigos hasta emborracharme de muerte. De mí brotó una risa maniática que acalló las de los piratas, pero poco a poco todo se fue apagando. Mi locura, mi fuerza... aquel estado en el que me veía inducido sin control sobre él estaba terminando, por fin.
Cuando tuve completa consciencia de nuevo sobre lo que ocurría a mi alrededor, y mi físico había regresado a la normalidad, la vista terminó de borrar la sonrisa de mi cara mientras me sumía en una crisis. ¿Qué cojones acababa de hacer? A mi alrededor los piratas ya no se acercaban, me evitaban por el miedo... Y no era de extrañar, pues yo estaba de pie en una montaña de cadáveres de sus compañeros, manchado hasta la ropa con su sangre.
Respiré pesadamente, intentando en vano calmarme. "Oh, Dios..." Pensé. "¿Qué he hecho? ¿Cómo ha ocurrido esto?" No es que no lo recordara. De hecho, precisamente el vívido recuerdo de ello era lo que me atormentaba. Aquella carnicería no era natural, y por eso no terminaba de creérmelo. Tenía que ser un sueño... bueno, una pesadilla. Y sin embargo podía sentir el dolor de los cortes en mi piel, que había recibido al arrojarme tan temerariamente al corazón de la batalla. Aquella escena por desgracia era completamente real.
¿Y los marines? ¿No habría...? Un rayo de esperanza see iluminó en mi corazón, pues parecía que no había dañado a ninguno de mis compañeros. Al menos me quedaría eso para tranquilizar mi conciencia. Todas mis víctimas eran piratas, de aquellos tan horribles, que aunque desde luego no se merecían aquella forma de perder la vida, tampoco eran dignos de seguir con ella. Bueno, al menos podía aclarar aquel hecho, y me concentré en él para recuperar la compostura. Si me preocupaba únicamente de pensar en eso, podría al menos seguir luchando, seguir protegiendo a los marines. Poco a poco mis ideales superaron a mis traumas, y pude ponerme en pie otra vez...
Solo para ser derribado por un pirata. ¿Qué carajo? En cuanto estuve listo para volver a la carga, descubrí que un par de enemigos se habían acercado, aprovechando que estaba vulnerable. Debo dar gracias que no tenían armas de fuego, pero aun así me costó un poco quitármelos de encima. Tras un buen forcejeo, simplemente los lancé por el aire, mandándolos de vuelta a su propia cubierta.
Al hacer esto fue cuando vi al tipo enorme de la ropa extraña. Y aquella capa, aquella textura... Si me fijaba, podía ver lo que era. Y noté la sangre hervirme de nuevo, aunque esta vez no me transformé. Solo desarrollé un odio puro por aquel que había desollado y vestido los rostros de sus víctimas, como un verdadero monstruo. Comparado con él, mi arrebato había sido una gilipollez, una pelea de risa. Él era el trastornado, y merecía que le ajusticiaran.
Sin embargo no pude ser yo quien se deleitara con ese placer, pues otra persona se interpuso entre nosotros dos. Un esbelto enmascarado con coleta y traje ajustado... ¿Un okama, un pervertido o algo así? El enmascarado de largos cabellos hizo un par de movimientos que a primera vista parecían simplemente una extraña danza, como aspavientos lentos y fluidos... Pero yo tenía suficiente experiencia en batalla para darme cuenta de que se trataba de una postura marcial. Estaba sorprendentemente protegido, no dejaba ningún punto vulnerable por demasiado tiempo, y si me lanzara al ataque sin pensar me contraatacaría de forma inevitable.
Para rematar la faena, el hombre llevaba un arma exótica, una que hacía mucho que no veía: se trataba de un arma de garra, una especie de pulsera que le cubría hasta la mano y se sujetaba a los dedos, y de la cual surgían varias hojas cortantes como la zarpa de una bestia. Mi oponente no era un novato... Parecía que me tocaba bailar un poco.
Cuando tuve completa consciencia de nuevo sobre lo que ocurría a mi alrededor, y mi físico había regresado a la normalidad, la vista terminó de borrar la sonrisa de mi cara mientras me sumía en una crisis. ¿Qué cojones acababa de hacer? A mi alrededor los piratas ya no se acercaban, me evitaban por el miedo... Y no era de extrañar, pues yo estaba de pie en una montaña de cadáveres de sus compañeros, manchado hasta la ropa con su sangre.
Respiré pesadamente, intentando en vano calmarme. "Oh, Dios..." Pensé. "¿Qué he hecho? ¿Cómo ha ocurrido esto?" No es que no lo recordara. De hecho, precisamente el vívido recuerdo de ello era lo que me atormentaba. Aquella carnicería no era natural, y por eso no terminaba de creérmelo. Tenía que ser un sueño... bueno, una pesadilla. Y sin embargo podía sentir el dolor de los cortes en mi piel, que había recibido al arrojarme tan temerariamente al corazón de la batalla. Aquella escena por desgracia era completamente real.
¿Y los marines? ¿No habría...? Un rayo de esperanza see iluminó en mi corazón, pues parecía que no había dañado a ninguno de mis compañeros. Al menos me quedaría eso para tranquilizar mi conciencia. Todas mis víctimas eran piratas, de aquellos tan horribles, que aunque desde luego no se merecían aquella forma de perder la vida, tampoco eran dignos de seguir con ella. Bueno, al menos podía aclarar aquel hecho, y me concentré en él para recuperar la compostura. Si me preocupaba únicamente de pensar en eso, podría al menos seguir luchando, seguir protegiendo a los marines. Poco a poco mis ideales superaron a mis traumas, y pude ponerme en pie otra vez...
Solo para ser derribado por un pirata. ¿Qué carajo? En cuanto estuve listo para volver a la carga, descubrí que un par de enemigos se habían acercado, aprovechando que estaba vulnerable. Debo dar gracias que no tenían armas de fuego, pero aun así me costó un poco quitármelos de encima. Tras un buen forcejeo, simplemente los lancé por el aire, mandándolos de vuelta a su propia cubierta.
Al hacer esto fue cuando vi al tipo enorme de la ropa extraña. Y aquella capa, aquella textura... Si me fijaba, podía ver lo que era. Y noté la sangre hervirme de nuevo, aunque esta vez no me transformé. Solo desarrollé un odio puro por aquel que había desollado y vestido los rostros de sus víctimas, como un verdadero monstruo. Comparado con él, mi arrebato había sido una gilipollez, una pelea de risa. Él era el trastornado, y merecía que le ajusticiaran.
Sin embargo no pude ser yo quien se deleitara con ese placer, pues otra persona se interpuso entre nosotros dos. Un esbelto enmascarado con coleta y traje ajustado... ¿Un okama, un pervertido o algo así? El enmascarado de largos cabellos hizo un par de movimientos que a primera vista parecían simplemente una extraña danza, como aspavientos lentos y fluidos... Pero yo tenía suficiente experiencia en batalla para darme cuenta de que se trataba de una postura marcial. Estaba sorprendentemente protegido, no dejaba ningún punto vulnerable por demasiado tiempo, y si me lanzara al ataque sin pensar me contraatacaría de forma inevitable.
Para rematar la faena, el hombre llevaba un arma exótica, una que hacía mucho que no veía: se trataba de un arma de garra, una especie de pulsera que le cubría hasta la mano y se sujetaba a los dedos, y de la cual surgían varias hojas cortantes como la zarpa de una bestia. Mi oponente no era un novato... Parecía que me tocaba bailar un poco.
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El hombre de la capa miraba con una expresión bastante tétrica a un joven recluta. Sus facciones hacían difícil determinar su sexo, aunque a juzgar por su falta de busto se podía llegar a la conclusión de que se trataba de uno de esos llamados chicos lindos.
- Sí, sí…¡Esa es la clase de expresión que amo, tú serás una de mis mejores adquisiciones! –el pirata comenzó a jadear mientras miraba al pobre marine petrificado por el miedo.- Descuida, sí eres un buen chico no te mataré… Sólo tomaré tu rostro. –el sujeto comenzó a moverse en dirección al joven.
El recluta de hace poco (Amaiar) parecía encontrarse ocupado al estar enfrentando a un oponente con una extraña arma. No parecía que contaríamos con su ayuda durante unos minutos. Por otra parte, el resto de los marines se combatían a los piratas, pues con la aparición del loco obsesionado por los rostros, la moral de los enemigos aumentó y en consecuencia sus ataques parecían más fuertes.
El joven retrocedió un poco al ver al hombre de la guja acercarse con una expresión que recordaba a la de un pervertido.
Un marine se acercó a su compañero para ayudarlo, tratando de levantar al chico, aunque este se encontraba paralizado y no parecía reaccionar ante los jalones de su compañero.
Esto enojó al enemigo, el cual aceleró el pasó y comenzó a preparar su arma para cortar al estorbo que intentaba llevarse su presa.
La guja fue detenida por mi espada, había conseguido llegar a tiempo gracias a utilizar las botas voto-1 para moverme con mayor velocidad y así evitar la muerte de mi camarada.
- ¡Apártate maldita basura, tu rostro maltratado no me interesa! –gritó con furia mientras intentaba mover su arma para cortar mi cabeza.
Utilicé todo mi peso para intentar hacerlo perder el equilibrio y atacar, sin embargo solo conseguí hacerlo retroceder unos pasos.
El rostro del sujeto se deformó por la ira y sin previo aviso comenzó a lanzar ataques en distintas direcciones. Mi visión me permitió bloquear y esquivar gran parte del daño. La cota de malla y los guanteletes también ayudaron a protegerme.
- ¡Muere, muere de una maldita vez! –utilizando ambas manos realizó un ataque horizontal tratando de cortarme a la mitad. El sonido de las armas chocando se escuchó con fuerza por todo el lugar. A causa de la fuerza, mi cuerpo fue desplazado unos cuantos metros. Mis manos se sentían entumecidas, y aun así activé de nuevo los diales en mis botas para salir disparado hasta donde se encontraba mi oponente. El pirata no esperaba esto, dando como resultado que mi espada penetrara su hombro derecho.
Al notar que su puño se dirigía en mi dirección solté el mango de mi espada y me alejé de un salto.
- ¿¡Cómo te atreves hijo de puta!? –tomó mi espada y la arrojó lejos.- ¡Puedes darte por muerto! –ignorando su herida comenzó a correr con intención de acabar conmigo.
Sin perder tiempo desenvainé mi antigua espada y del interior de uno de mis bolsillos de mi pantalón tomé un dial. Permanecí inmóvil esperando el ataque enemigo.
La hoja negra que dirigía de manera vertical hacia mi cabeza fue detenida fácilmente por la palma de mi mano izquierda. El hombre de la capa pareció sorprenderse por esto, no obstante antes de que se alejara enterré mi espada en su pie, consiguiendo así atravesar incluso la madera del suelo. La cosa no quedó ahí, pues imbuí mi puño derecho con haki, adquiriendo un color negro brillante. Electricidad comenzó a rodear mi puño causando un sonido. De nueva cuenta activé mis botas, pero esta vez la utilicé para impulsarme y que mi siguiente golpe llevara todo mi peso.
Mi golpe impactó de manera total en su mandíbula haciéndolo caer al suelo de espaladas inconsciente. No pensaba correr riesgos, por lo que mi golpe liberó electricidad de 400V, la suficiente para dejar a un hombre común y corriente inconsciente.
- Sí, sí…¡Esa es la clase de expresión que amo, tú serás una de mis mejores adquisiciones! –el pirata comenzó a jadear mientras miraba al pobre marine petrificado por el miedo.- Descuida, sí eres un buen chico no te mataré… Sólo tomaré tu rostro. –el sujeto comenzó a moverse en dirección al joven.
El recluta de hace poco (Amaiar) parecía encontrarse ocupado al estar enfrentando a un oponente con una extraña arma. No parecía que contaríamos con su ayuda durante unos minutos. Por otra parte, el resto de los marines se combatían a los piratas, pues con la aparición del loco obsesionado por los rostros, la moral de los enemigos aumentó y en consecuencia sus ataques parecían más fuertes.
El joven retrocedió un poco al ver al hombre de la guja acercarse con una expresión que recordaba a la de un pervertido.
Un marine se acercó a su compañero para ayudarlo, tratando de levantar al chico, aunque este se encontraba paralizado y no parecía reaccionar ante los jalones de su compañero.
Esto enojó al enemigo, el cual aceleró el pasó y comenzó a preparar su arma para cortar al estorbo que intentaba llevarse su presa.
La guja fue detenida por mi espada, había conseguido llegar a tiempo gracias a utilizar las botas voto-1 para moverme con mayor velocidad y así evitar la muerte de mi camarada.
- ¡Apártate maldita basura, tu rostro maltratado no me interesa! –gritó con furia mientras intentaba mover su arma para cortar mi cabeza.
Utilicé todo mi peso para intentar hacerlo perder el equilibrio y atacar, sin embargo solo conseguí hacerlo retroceder unos pasos.
El rostro del sujeto se deformó por la ira y sin previo aviso comenzó a lanzar ataques en distintas direcciones. Mi visión me permitió bloquear y esquivar gran parte del daño. La cota de malla y los guanteletes también ayudaron a protegerme.
- ¡Muere, muere de una maldita vez! –utilizando ambas manos realizó un ataque horizontal tratando de cortarme a la mitad. El sonido de las armas chocando se escuchó con fuerza por todo el lugar. A causa de la fuerza, mi cuerpo fue desplazado unos cuantos metros. Mis manos se sentían entumecidas, y aun así activé de nuevo los diales en mis botas para salir disparado hasta donde se encontraba mi oponente. El pirata no esperaba esto, dando como resultado que mi espada penetrara su hombro derecho.
Al notar que su puño se dirigía en mi dirección solté el mango de mi espada y me alejé de un salto.
- ¿¡Cómo te atreves hijo de puta!? –tomó mi espada y la arrojó lejos.- ¡Puedes darte por muerto! –ignorando su herida comenzó a correr con intención de acabar conmigo.
Sin perder tiempo desenvainé mi antigua espada y del interior de uno de mis bolsillos de mi pantalón tomé un dial. Permanecí inmóvil esperando el ataque enemigo.
La hoja negra que dirigía de manera vertical hacia mi cabeza fue detenida fácilmente por la palma de mi mano izquierda. El hombre de la capa pareció sorprenderse por esto, no obstante antes de que se alejara enterré mi espada en su pie, consiguiendo así atravesar incluso la madera del suelo. La cosa no quedó ahí, pues imbuí mi puño derecho con haki, adquiriendo un color negro brillante. Electricidad comenzó a rodear mi puño causando un sonido. De nueva cuenta activé mis botas, pero esta vez la utilicé para impulsarme y que mi siguiente golpe llevara todo mi peso.
Mi golpe impactó de manera total en su mandíbula haciéndolo caer al suelo de espaladas inconsciente. No pensaba correr riesgos, por lo que mi golpe liberó electricidad de 400V, la suficiente para dejar a un hombre común y corriente inconsciente.
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Respiración agitada, músculos tensos, sangre manando de múltiples rasguños... cualquiera que mirase podría adivinar que no me estaba resultando fácil mantener el ritmo. Los movimientos del silencioso pirata eran ágiles, más de lo que esperaba, y en más de una ocasión habían encontrado un hueco en mi postura que explotar. Mi estilo, basado en el contra-ataque, resultaba totalmente inútil contra un oponente como aquel. entraba y salía de mi zona de confort con demasiada facilidad, invadía mi espacio personal y apenas me daba tiempo de evitarlo por poco o tratar de bloquearle, y antes de que pudiera intentar responder ya había regresado a una posición segura.
Y lo peor de todo era la extraña y caótica forma que tenía de ejecutar su asalto. Con mi Mantra podía leer cuándo pretendía atacar, y con mis reflejos podía reaccionar a tiempo... pero eso era todo. No podía "preveerlo", no podía encontrar un patrón, ni nada en su lenguaje corporal, que me indicase cómo iba a ser el ataque. Dependía por completo de tomar las decisiones correctas en el momento correcto, con pocas décimas de segundo como margen de error. Testigo evidente de ello era la sangre que cubría el arma-garra del hombre, toda ella proveniente de mi cuerpo. Él en cambio no mostraba signos de estar siquiera cansándose... "Vaya suerte he tenido..." Pensé mientras esbozaba una sonrisa amarga.
Estaba claro que mantenerme a la defensiva no era una opción. Y suponía que con mi increíble (nótese la ironía) capacidad ofensiva tampoco podría hacerle sudar aun tomando la iniciativa. Tampoco parecía que pudiera recibir ayuda pronto, y no confiaba en que ninguno de los reclutas pudiera lidiar con él en mi lugar tampoco. Estaba, literalmente, entre la espada y la pared. O en este caso entre la garra y la barandilla, lo único que evitaba en ese momento que cayera por la borda.
Al verme en una situación tan vulnerable, al enmascarado le brillaron los ojos un segundo. Comprendí en ese instante que iba a tratar de rematarme, y si debía buscar un momento para darle la vuelta a la situación era ese o nunca. Tenía que ser capaz de explotar cualquier fallo, por mínimo que fuese, que cometiese mi oponente. Completamente concentrado en él, pude verlo con claridad, si bien solo un instante. Iba a cargar de frente. No, iba a fintar por un lado. No, atacaría desde arriba. No, me asaltaría desde una posición baja. De vuelta a la carga de frente. Su ataque podía venir de cualquier parte, y parecía no decidirse por una forma específica con la que acabar conmigo. Pasó un segundo, y sus pies se movieron... Segundo y medio, mis brazos empezaron a actuar... Dos segundos, el límite de mi Haki en aquel entonces, parecía que al final el misterioso pirata iba a tratar de fintarme por un lado. "Entonces..." Rezando para que mi intuición no me fallara, rápidamente me agaché y posé la mano sobre la cubierta, desconcertando por un momento a mi enemigo. Sonreí, pues me había dado el tiempo que necesitaba para ejecutar mi técnica.
Lo malo era que hasta entonces no había tenido un respiro, un hueco u oportunidad para invocar mis armas y bombardearle con ellas. No había tenido ocasión para usar mi Akuma...
Lo bueno era, precisamente, que no había usado mi Akuma hasta entonces. Así que pude pillar totalmente desprevenido al enmascarado con mi "Flor de Espadas", que al surgir de la madera del barco como una ominosa red de acero y muerte que se avecinaba contra él desde abajo, le resultó prácticamente imposible de evitar del todo.
Comprobé satisfecho cómo caía el brazo del hombre al suelo, en medio de un charco de sangre. El enmascarado se había quedado sin extremidad, y por tanto sin arma. Sus ojos, lo único visible a través de la máscara, mostraban pánico y un dolor insufrible. Varias otras heridas salpicaban su cuerpo por aquí y allá, pero estaba claro que no estaba preparado para algo así como perder todo el conjunto de huesos y carne que iban desde el hombro hasta la punta de los dedos. Sujetándose el muñón con la otra mano, como intentando que no manara más del rojo fluido, emitió unos sonidos ahogados e indescifrables desde debajo de su recubrimiento facial. ¿Entonces era mudo? Eso explicaba su constante silencio. No tardó en mirarme de nuevo a los ojos, solo que esta vez en lugar de desafiante lo hacía suplicante, con lágrimas apenas visibles rodando hacia la oscuridad del interior de la máscara. Casi hasta me daba pena y todo. Casi.
Quizá fue por eso que decidí acabar con su sufrimiento. Con un rápido (si bien algo brusco y violento, no pude evitarlo) movimiento de mi diestra, enterré mi espada hasta el mango en el pecho del hombre. Durante unos segundos más, su cuerpo se movió espasmódicamente hasta quedarse completamente inmovil, y su mirada perdió el brillo de la vida. Solo entonces extraje la espada representante del Yin, deseando que el concepto de luz y reencarnación guiaran el alma de aquel desdichacho.
- Que encuentres en tu siguiente vida la paz que no obtuviste en esta. - Murmuré, sacudiendo la falcata blanca para quitar la mayor parte de la sangre aún fresca de su hoja.
No tenía tiempo que perder, había aún muchos piratas peleando contra las fuerzas de la Marina. Comprobé extasiado que uno de los hombres que viajaban en nuestro barco había conseguido acabar con el hombre de la capa de rostros, hasta pude ser testigo del increíble derechazo que le dedicó al presunto capitán pirata (esperaba que lo fuera, porque si no estaríamos en serios problemas), dejándolo fuera de combate. Pude entonces suspirar aliviado, y comprobé con una simple mirada que la escaramuza estaba acercándose a su final. Para nuestra victoria, claro. Sin líderes ni figuras importantes, la morralla que componía el grueso de la tripulación pirata cayó uno por uno, ya fuera muertos, inconscientes o rindiéndose ante la evidente derrota que habían sufrido.
Había sido un día duro para todos, sin duda. Quizá otros no lo habrían contado, y el cargamento habría acabado en manos de esos criminales, pero nosotros pudimos superar la adversidad y seguri adelante. Aún quedaban muchas preguntas sin responder, claro. ¿Cómo sabían que íbamos a estar en aquel lugar en aquel momento? ¿Por qué nos atacarían? Parecían tener cierta ventaja, especialmente numérica (lo sé, una locura considerando que eran piratas contra marines) y su barco parecía apropiado para la situación, pero tendrían alguna razón detrás de todo aquello, ¿no? Aunque bueno... no me extrañaría que simplemente fuera un capricho de ese repugnante capitán arranca-rostros, o algo así. Que el Karma juzgue su alma, nosotros juzgaremos a los supervivientes y trataremos de sacarles información adicional mediante interrogatorio...
Y lo peor de todo era la extraña y caótica forma que tenía de ejecutar su asalto. Con mi Mantra podía leer cuándo pretendía atacar, y con mis reflejos podía reaccionar a tiempo... pero eso era todo. No podía "preveerlo", no podía encontrar un patrón, ni nada en su lenguaje corporal, que me indicase cómo iba a ser el ataque. Dependía por completo de tomar las decisiones correctas en el momento correcto, con pocas décimas de segundo como margen de error. Testigo evidente de ello era la sangre que cubría el arma-garra del hombre, toda ella proveniente de mi cuerpo. Él en cambio no mostraba signos de estar siquiera cansándose... "Vaya suerte he tenido..." Pensé mientras esbozaba una sonrisa amarga.
Estaba claro que mantenerme a la defensiva no era una opción. Y suponía que con mi increíble (nótese la ironía) capacidad ofensiva tampoco podría hacerle sudar aun tomando la iniciativa. Tampoco parecía que pudiera recibir ayuda pronto, y no confiaba en que ninguno de los reclutas pudiera lidiar con él en mi lugar tampoco. Estaba, literalmente, entre la espada y la pared. O en este caso entre la garra y la barandilla, lo único que evitaba en ese momento que cayera por la borda.
Al verme en una situación tan vulnerable, al enmascarado le brillaron los ojos un segundo. Comprendí en ese instante que iba a tratar de rematarme, y si debía buscar un momento para darle la vuelta a la situación era ese o nunca. Tenía que ser capaz de explotar cualquier fallo, por mínimo que fuese, que cometiese mi oponente. Completamente concentrado en él, pude verlo con claridad, si bien solo un instante. Iba a cargar de frente. No, iba a fintar por un lado. No, atacaría desde arriba. No, me asaltaría desde una posición baja. De vuelta a la carga de frente. Su ataque podía venir de cualquier parte, y parecía no decidirse por una forma específica con la que acabar conmigo. Pasó un segundo, y sus pies se movieron... Segundo y medio, mis brazos empezaron a actuar... Dos segundos, el límite de mi Haki en aquel entonces, parecía que al final el misterioso pirata iba a tratar de fintarme por un lado. "Entonces..." Rezando para que mi intuición no me fallara, rápidamente me agaché y posé la mano sobre la cubierta, desconcertando por un momento a mi enemigo. Sonreí, pues me había dado el tiempo que necesitaba para ejecutar mi técnica.
Lo malo era que hasta entonces no había tenido un respiro, un hueco u oportunidad para invocar mis armas y bombardearle con ellas. No había tenido ocasión para usar mi Akuma...
Lo bueno era, precisamente, que no había usado mi Akuma hasta entonces. Así que pude pillar totalmente desprevenido al enmascarado con mi "Flor de Espadas", que al surgir de la madera del barco como una ominosa red de acero y muerte que se avecinaba contra él desde abajo, le resultó prácticamente imposible de evitar del todo.
Comprobé satisfecho cómo caía el brazo del hombre al suelo, en medio de un charco de sangre. El enmascarado se había quedado sin extremidad, y por tanto sin arma. Sus ojos, lo único visible a través de la máscara, mostraban pánico y un dolor insufrible. Varias otras heridas salpicaban su cuerpo por aquí y allá, pero estaba claro que no estaba preparado para algo así como perder todo el conjunto de huesos y carne que iban desde el hombro hasta la punta de los dedos. Sujetándose el muñón con la otra mano, como intentando que no manara más del rojo fluido, emitió unos sonidos ahogados e indescifrables desde debajo de su recubrimiento facial. ¿Entonces era mudo? Eso explicaba su constante silencio. No tardó en mirarme de nuevo a los ojos, solo que esta vez en lugar de desafiante lo hacía suplicante, con lágrimas apenas visibles rodando hacia la oscuridad del interior de la máscara. Casi hasta me daba pena y todo. Casi.
Quizá fue por eso que decidí acabar con su sufrimiento. Con un rápido (si bien algo brusco y violento, no pude evitarlo) movimiento de mi diestra, enterré mi espada hasta el mango en el pecho del hombre. Durante unos segundos más, su cuerpo se movió espasmódicamente hasta quedarse completamente inmovil, y su mirada perdió el brillo de la vida. Solo entonces extraje la espada representante del Yin, deseando que el concepto de luz y reencarnación guiaran el alma de aquel desdichacho.
- Que encuentres en tu siguiente vida la paz que no obtuviste en esta. - Murmuré, sacudiendo la falcata blanca para quitar la mayor parte de la sangre aún fresca de su hoja.
No tenía tiempo que perder, había aún muchos piratas peleando contra las fuerzas de la Marina. Comprobé extasiado que uno de los hombres que viajaban en nuestro barco había conseguido acabar con el hombre de la capa de rostros, hasta pude ser testigo del increíble derechazo que le dedicó al presunto capitán pirata (esperaba que lo fuera, porque si no estaríamos en serios problemas), dejándolo fuera de combate. Pude entonces suspirar aliviado, y comprobé con una simple mirada que la escaramuza estaba acercándose a su final. Para nuestra victoria, claro. Sin líderes ni figuras importantes, la morralla que componía el grueso de la tripulación pirata cayó uno por uno, ya fuera muertos, inconscientes o rindiéndose ante la evidente derrota que habían sufrido.
Había sido un día duro para todos, sin duda. Quizá otros no lo habrían contado, y el cargamento habría acabado en manos de esos criminales, pero nosotros pudimos superar la adversidad y seguri adelante. Aún quedaban muchas preguntas sin responder, claro. ¿Cómo sabían que íbamos a estar en aquel lugar en aquel momento? ¿Por qué nos atacarían? Parecían tener cierta ventaja, especialmente numérica (lo sé, una locura considerando que eran piratas contra marines) y su barco parecía apropiado para la situación, pero tendrían alguna razón detrás de todo aquello, ¿no? Aunque bueno... no me extrañaría que simplemente fuera un capricho de ese repugnante capitán arranca-rostros, o algo así. Que el Karma juzgue su alma, nosotros juzgaremos a los supervivientes y trataremos de sacarles información adicional mediante interrogatorio...
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Parecía que todo estaba llegando a su fin, no conocía el número de bajas sufridas por nuestra parte, aunque era seguro que fueron menores a las de los enemigos.
Me acerqué al marine que estuvo a punto de ser desollado. Aún se encontraba en el suelo mirando el cuerpo del gran hombre, pequeños espasmos podían apreciarse. Su compañero había decidido dejarlo ahí para poder atender a los heridos.
- ¿Estás bien? –extendí una de mis manos para ayudarlo a levantar. Noté que mi mano de igual forma presentaba ligeros espasmos. Por un momento pensé que se trataba de miedo, pero al percatarme de las abolladuras en los guanteletes llegué a la conclusión de que era producto del dolor. Seguramente no me había percatado del daño sufrido a causa de estar concentrado por evitar que mi cabeza fuera cortada.
- Estás sangrando… -expresó el marine mientras señalaba mi abdomen.
Bajé mi mirada y noté que mi blanco uniforme poco a poco comenzaba a mancharse de sangre. Rápidamente desabotoné mi camisa. Era cierto que la cota de malla salvó mi vida, no obstante presentaba signos de haberse roto en algunas partes.- Son cortes superficiales, no hay de qué preocuparse. Tengo que fabricar más anillos para reparar la cota… Oh, discúlpame, hablaba conmigo mismo. –el marine me miraba con una expresión de duda.- Como sea, ya descansaste demasiado. –sujetándolo del brazo lo obligué a ponerse de pie.- Ayuda los heridos, asegúrate de que los médicos no se queden sin materiales, no podemos darnos el lujo de relajarnos, otro barco enemigo podría aparecer.
Los minutos pasaron...
Gracias a la insistencia de un marine un pequeño grupo fue designado a investigar el interior del barco enemigo, al parecer al superior designado de esta misión no le agradaba la idea de permanecer ni un solo minuto dentro de la neblina, no obstante también deseaba conocer cómo diablos esos piratas consiguieron encontrarnos en una ruta supuestamente secreta.
De ese modo se montaron 4 grupos:
·Los que continuaban vigilando el cargamento.
·Encargados de interrogar los piratas capturados.
·El grupo de inspección del barco enemigo.
·Médicos a cargo de los heridos.
Yo me encontraba en ese último grupo. Contábamos con los materiales necesarios para salvar la vida de aquellos con daños graves, pero sería recomendable darnos prisa en llegar a la base.
-¡Que alguien consiga más vendajes y desinfectante!
-¡Necesito realizar una sutura!
-¡Alguien ayúdeme a sostenerlo!
Francamente odiaba el ruido causado por el resto de mis compañeros, aunque comprendía lo estresante que resultaba ser el responsable de la vida de otro.- Bien, procura no moverte demasiado o los puntos podrían soltarse. –limpié el sudor de mi frente con el antebrazo, para luego desplazarme hacía el siguiente marine para atender sus heridas.
Al no poder darme el lujo de desechar los guantes de látex me vi obligado a utilizar alcohol para desinfectarlos cada vez que necesitaba entrar en contacto con heridas, esto no era para nada agradecido por mis pacientes.
¿Me pregunto si alguno de esos piratas hablará o se hallará algo en el barco?
Me acerqué al marine que estuvo a punto de ser desollado. Aún se encontraba en el suelo mirando el cuerpo del gran hombre, pequeños espasmos podían apreciarse. Su compañero había decidido dejarlo ahí para poder atender a los heridos.
- ¿Estás bien? –extendí una de mis manos para ayudarlo a levantar. Noté que mi mano de igual forma presentaba ligeros espasmos. Por un momento pensé que se trataba de miedo, pero al percatarme de las abolladuras en los guanteletes llegué a la conclusión de que era producto del dolor. Seguramente no me había percatado del daño sufrido a causa de estar concentrado por evitar que mi cabeza fuera cortada.
- Estás sangrando… -expresó el marine mientras señalaba mi abdomen.
Bajé mi mirada y noté que mi blanco uniforme poco a poco comenzaba a mancharse de sangre. Rápidamente desabotoné mi camisa. Era cierto que la cota de malla salvó mi vida, no obstante presentaba signos de haberse roto en algunas partes.- Son cortes superficiales, no hay de qué preocuparse. Tengo que fabricar más anillos para reparar la cota… Oh, discúlpame, hablaba conmigo mismo. –el marine me miraba con una expresión de duda.- Como sea, ya descansaste demasiado. –sujetándolo del brazo lo obligué a ponerse de pie.- Ayuda los heridos, asegúrate de que los médicos no se queden sin materiales, no podemos darnos el lujo de relajarnos, otro barco enemigo podría aparecer.
Los minutos pasaron...
Gracias a la insistencia de un marine un pequeño grupo fue designado a investigar el interior del barco enemigo, al parecer al superior designado de esta misión no le agradaba la idea de permanecer ni un solo minuto dentro de la neblina, no obstante también deseaba conocer cómo diablos esos piratas consiguieron encontrarnos en una ruta supuestamente secreta.
De ese modo se montaron 4 grupos:
·Los que continuaban vigilando el cargamento.
·Encargados de interrogar los piratas capturados.
·El grupo de inspección del barco enemigo.
·Médicos a cargo de los heridos.
Yo me encontraba en ese último grupo. Contábamos con los materiales necesarios para salvar la vida de aquellos con daños graves, pero sería recomendable darnos prisa en llegar a la base.
-¡Que alguien consiga más vendajes y desinfectante!
-¡Necesito realizar una sutura!
-¡Alguien ayúdeme a sostenerlo!
Francamente odiaba el ruido causado por el resto de mis compañeros, aunque comprendía lo estresante que resultaba ser el responsable de la vida de otro.- Bien, procura no moverte demasiado o los puntos podrían soltarse. –limpié el sudor de mi frente con el antebrazo, para luego desplazarme hacía el siguiente marine para atender sus heridas.
Al no poder darme el lujo de desechar los guantes de látex me vi obligado a utilizar alcohol para desinfectarlos cada vez que necesitaba entrar en contacto con heridas, esto no era para nada agradecido por mis pacientes.
¿Me pregunto si alguno de esos piratas hablará o se hallará algo en el barco?
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Tras encerrar apropiadamente al capitán enemigo, fuimos separados en cuatro grupos para abarcar mejor las tareas tras el inesperado abordaje. Una parte se mantuvo a la defensiva, preparados para dar la voz de alarma si éramos atacados de nuevo; otra se encargó de atender a los heridos; otra se dispuso a hacer los interrogatorios; y en la última estaba yo, a punto de investigar el navío enemigo.
Hacía un rato que se había llegado a una conclusión: había un topo. Tenía que haberlo, era la única forma de que pudiese orquestarse un ataque así. No podía ser demasiada casualidad, hasta habían aprovechado el banco de niebla casi a la perfección... Así pues, lo más lógico era pensar que dicho infiltrado intentaría destruir pruebas que pudieran incriminarle. En la situación en la que estábamos no podría simplemente huir, tendría que fingir ignorancia y asegurar que no lo descubríamos. Y mi trabajo, me confesó el oficial al mando (pues no confiaba demasiado en otros, mas yo me había ganado cierta reputación en la Marina), era precisamente desbaratar su tapadera y apresarlo también.
Así pues, y tras canalizar un poco de energía "Micaiah" en sanar las heridas que tenía, seguí al grupo de investigación por la retaguardia, no perdiéndome ni una sola reacción gracias a mi Mantra. Todos los presentes estaban nerviosos, eso estaba claro y no sería de mucha ayuda. Pero había otras emociones que podía explotar y usar para descubrir a alguien sospechoso. Por ejemplo...
Mientras fingía rebuscar entre unas cajas en los camarotes de los piratas, mantuve los sentidos alerta y la concentración puesta en un par de individuos. Por simple descarte había podido reducir el número de posibles topos drásticamente. La mayoría de los marines allí eran demasiado torpes como para hacer un trabajo así de forma tan eficiente y ofuscada. El par de marines que tenía bajo mi punto de mira metafórico se andaban con cuidado, habían perdido su nerviosismo en su mayor parte y mantenían ocultos sus pensamientos. Cualquiera de ellos podía ser un infiltrado, o simplemente alguien experimentado en las artes del subterfugio. Habían unos cuantos de esos por aquí y por allá, así que no era tan raro encontrarse alguno en una brigada concreta.
Pero en particular estaba aquél a un par de metros de distancia de mí, que no parecía ni siquiera interesado en la tarea que tenía entre manos. Sonreí furtivamente. Las posibilidades eran altas, pero debía confirmarlo. ¿Estaba tan centrado en parecer inocente que su búsqueda sin ánimos le había delatado? Era poco probable, pero era una opción.
Y luego estaba el otro de la habitación de al lado... si mal no me equivocaba ese era el almacén de comida, no estaba seguro de que allí pudiera haber alguna clase de prueba incriminatoria, pero el marine que estaba investigando dentro parecía excepcionalmente preocupado, casi diría que sentía su aura agitada frenéticamente, como buscando una salida más que una prueba.
¿El que parecía demasiado sospechoso, o el que parecía demasiado "poco" sospechoso? ¿A cuál debía vigilar más de cerca? En cuanto eligiera un objetivo, este se daría cuenta, tendría que actuar rápido en caso de descubrirse el pastel. Pero si me equivocaba...
Al final opté por la salida fácil. Ante la duda debía asegurar al más intranquilo, pues si resultaba ser él el topo tal vez se viera acorralado y cometiera una estupidez como volar el casco en pedazos con alguna carga explosiva, o algo similar. Antes de que nos matase a todos, prefería tomar el riesgo y quitar el peligro de la ecuación lo antes posible.
- Aquí no hay nada, voy a ayudar con el almacén. - Mencioné mientras me dirigía a dicho cuarto. El tipo de antes... ¿le habían brillado los ojos, o solo había sido mi imaginación?
Con cierta mueca de amargura, al salir de los camarotes le pedí a uno de los reclutas de por allí que mantuviera vigilado al otro de dentro, pero disimuladamente. El chico me miró algo confuso, pero pude convencerle de que confiara en mí con una simple mirada. "Estos novatos de hoy en día... Se dejan amedrentar demasiado fácilmente." Pensé mientras cambiaba de pasillo y tocaba a la puerta del almacén.
- ¿Estás bien, chico? - Pregunté en voz alta, como de casualidad. - ¿Necesitas ayuda?
Escuché un sonido fuerte dentro, como de algo cayéndose, seguido de otro más, y frunciendo el ceño eché abajo la puerta de una fuerte patada para ver qué estaba ocurriendo. La escena me sorprendió, para bien o para mal, al encontrarme al marine sentado en el suelo con una caja de madera encima y sus contenidos desparramados por el suelo. Estaba temblando... pero no me miraba a mí. Miraba al vacío, como si no estuviera, y me acerqué para levantarlo y preguntarle directamente, cuando el muchacho emitió un pequeño quejido y masculló entre dientes de forma atropellada:
- L-lo siento, yo no quería, pero él me obligó, dijo que mataría a mi hermana pequeña, me obligó a provocar una distracción, dijo que era la única forma de...
- Hey, hey muchacho, tranquilizate. - Intenté hacerle entrar en razón. Por alguna razón, sentía una compasión extraña y concreta por ese pobre recluta, tal vez debido a la mención de su hermana. - ¿Quién te obligó? ¿Quién fue? - Inquirí, con cierta prisa. Debíamos localizarlo pronto, o...
- F-Fue un m-marine con el pelo corto y...
No tuvo tiempo de terminar. La pared a nuestro lado se rompió repentinamente en pedazos y astillas cuando una bala de cañón la atravesó de lado a lado. El pedazo redondo de pesado metal entró en mi campo de visión al mismo tiempo que el ruido del disparo llegaba a mis oídos, amortiguado por el casco del navío. Me cubrí con los brazos y Haki, evitando el daño de la repentina madera convertida metralla, aunque la onda expansiva me desequilibró un poco. El recluta al que trataba de sonsacar información... Bueno, ¿de cual de sus trozos debo hablar? El impacto lo llevó hasta el lado opuesto de la habitación hasta hacer otro boquete y desaparecer en las aguas, dejando atrás dos extremidades y la cabeza del desdichado.
Apenas tuve tiempo de gritar un improperio, antes de que otro cañonazo abriera otro hueco en alguna parte del barco. Por el hueco de antes pude apreciar que el nivel del agua ascendía rápidamente... no, era el barco que se estaba hundiendo. "¡Tienes que estar de coña!" Pensé mientras salía pitando y gritando al resto de marines que regresaran al buque de la justicia.
- ¡¿QUIÉN HA DADO LA ORDEN DE ABRIR FUEGO?! - Oí gritar enfurecido al oficial al mando del transporte.
- ¡No hemos abierto fuego, mi capitán! - Pude oír mientras salía a cubierta. - ¡El cañonazo se realizó desde dentro!
- ¡¿Qué?!
Una expresión sombría me cubrió el rostro. Me había equivocado, ¿y ahora pagaría las consecuencias? No pensaba dejar a ninguno de aquellos reclutas atrás, y debido a mi debilidad de Akuma no podría nadar si no evacuábamos a tiempo. Dicho sea de paso, al ritmo al que el barco se hundía debería darnos tiempo a todos de... "¡El topo!" Recordé. "¡El recluta que dejé vigilándolo!"
Con expresión frustrada corrí de nuevo hacia los camarotes, esperando encontrar al menos a dicho recluta. El saboteador habría abandonado la estancia para poder acceder a los cañones, si bien me sorprendía la velocidad con la que lo había hecho. ¿Tendría a su disposición alguna técnica especial o poder de Fruta? Por desgracia, en la habitación solo encontré un cuerpo inerte y desangrado, pero no tenía tiempo de lamentarme por el destino de aquel muchacho. Ya habría ocasión de llorar sus pérdidas junto a las del resto de caídos en combate, lo importante ahora era encontrar al infiltrado antes de que escapara.
Regresé a cubierta, para descubrir alarmado que la diferencia de altura entre las cubiertas habían imposibilitado el uso de la rampa de acceso por la empinada pendiente que tenía ahora. Los pocos marines restantes subían a bordo del buque por cuerdas, y barrí a todos los que pude con mi Haki buscando la presencia de antes. "Tantos marines, es imposible recordar un rostro, pero el aura aún la tengo fresca..." O eso pensaba. Parpadeé varias veces extrañado, no podía localizarla. Revisé una segunda vez, y ya notaba el agua mojando mis zapatos, pero no hubo suerte. El barco pirata ya estaba vacío, no quedaba nadie vivo atrás, yo era el último... Y no podía encontrar lo que buscaba entre la tripulación propia. Encima la maldita niebla aún no se había despejado, y no podía ver nada en alta mar.
Frustrado y notando el agua de mar empapando mis calcetines, me apoyé en la baranda de la borda, desde la cual salté hacia el buque marine. Pude sujetarme a la propia borda del mismo con una mano, mientras observaba los restos del navío enemigo terminar de descender hasta el fondo del océano. Fue entonces, y solo durante un momento, que pude ver un brillo salir de debajo de su quilla, y al concentrar el Haki en aquella dirección lo identifiqué, pero solo durante un instante antes de que desapareciera.
- Bastardo... - se me escapó mientras mis compañeros me ayudaban a subir a cubierta.
Lo que más me jodía no era que se hubiera escapado... era que durante el segundo que lo tuve en rango de mi Haki, pude sentir un atisbo de sus emociones. Y estas eran francamente repugnantes para mí dada la situación. Satisfacción. Confianza. Diversión. El muy hijo de una hiena se había salido con la suya y encima estaba orgulloso de ello. Pero no había caso en intentar perseguirle. Era rápido, incluso bajo el agua, lo que me hacía sospechar que contaba con algún equipo de buceo profesional o algo así. Además, aún teníamos que entregar el Kairoseki... Y yo tenía que dar unas cuantas explicaciones a mi furibundo superior, así como el resto de confusos compañeros.
Hacía un rato que se había llegado a una conclusión: había un topo. Tenía que haberlo, era la única forma de que pudiese orquestarse un ataque así. No podía ser demasiada casualidad, hasta habían aprovechado el banco de niebla casi a la perfección... Así pues, lo más lógico era pensar que dicho infiltrado intentaría destruir pruebas que pudieran incriminarle. En la situación en la que estábamos no podría simplemente huir, tendría que fingir ignorancia y asegurar que no lo descubríamos. Y mi trabajo, me confesó el oficial al mando (pues no confiaba demasiado en otros, mas yo me había ganado cierta reputación en la Marina), era precisamente desbaratar su tapadera y apresarlo también.
Así pues, y tras canalizar un poco de energía "Micaiah" en sanar las heridas que tenía, seguí al grupo de investigación por la retaguardia, no perdiéndome ni una sola reacción gracias a mi Mantra. Todos los presentes estaban nerviosos, eso estaba claro y no sería de mucha ayuda. Pero había otras emociones que podía explotar y usar para descubrir a alguien sospechoso. Por ejemplo...
Mientras fingía rebuscar entre unas cajas en los camarotes de los piratas, mantuve los sentidos alerta y la concentración puesta en un par de individuos. Por simple descarte había podido reducir el número de posibles topos drásticamente. La mayoría de los marines allí eran demasiado torpes como para hacer un trabajo así de forma tan eficiente y ofuscada. El par de marines que tenía bajo mi punto de mira metafórico se andaban con cuidado, habían perdido su nerviosismo en su mayor parte y mantenían ocultos sus pensamientos. Cualquiera de ellos podía ser un infiltrado, o simplemente alguien experimentado en las artes del subterfugio. Habían unos cuantos de esos por aquí y por allá, así que no era tan raro encontrarse alguno en una brigada concreta.
Pero en particular estaba aquél a un par de metros de distancia de mí, que no parecía ni siquiera interesado en la tarea que tenía entre manos. Sonreí furtivamente. Las posibilidades eran altas, pero debía confirmarlo. ¿Estaba tan centrado en parecer inocente que su búsqueda sin ánimos le había delatado? Era poco probable, pero era una opción.
Y luego estaba el otro de la habitación de al lado... si mal no me equivocaba ese era el almacén de comida, no estaba seguro de que allí pudiera haber alguna clase de prueba incriminatoria, pero el marine que estaba investigando dentro parecía excepcionalmente preocupado, casi diría que sentía su aura agitada frenéticamente, como buscando una salida más que una prueba.
¿El que parecía demasiado sospechoso, o el que parecía demasiado "poco" sospechoso? ¿A cuál debía vigilar más de cerca? En cuanto eligiera un objetivo, este se daría cuenta, tendría que actuar rápido en caso de descubrirse el pastel. Pero si me equivocaba...
Al final opté por la salida fácil. Ante la duda debía asegurar al más intranquilo, pues si resultaba ser él el topo tal vez se viera acorralado y cometiera una estupidez como volar el casco en pedazos con alguna carga explosiva, o algo similar. Antes de que nos matase a todos, prefería tomar el riesgo y quitar el peligro de la ecuación lo antes posible.
- Aquí no hay nada, voy a ayudar con el almacén. - Mencioné mientras me dirigía a dicho cuarto. El tipo de antes... ¿le habían brillado los ojos, o solo había sido mi imaginación?
Con cierta mueca de amargura, al salir de los camarotes le pedí a uno de los reclutas de por allí que mantuviera vigilado al otro de dentro, pero disimuladamente. El chico me miró algo confuso, pero pude convencerle de que confiara en mí con una simple mirada. "Estos novatos de hoy en día... Se dejan amedrentar demasiado fácilmente." Pensé mientras cambiaba de pasillo y tocaba a la puerta del almacén.
- ¿Estás bien, chico? - Pregunté en voz alta, como de casualidad. - ¿Necesitas ayuda?
Escuché un sonido fuerte dentro, como de algo cayéndose, seguido de otro más, y frunciendo el ceño eché abajo la puerta de una fuerte patada para ver qué estaba ocurriendo. La escena me sorprendió, para bien o para mal, al encontrarme al marine sentado en el suelo con una caja de madera encima y sus contenidos desparramados por el suelo. Estaba temblando... pero no me miraba a mí. Miraba al vacío, como si no estuviera, y me acerqué para levantarlo y preguntarle directamente, cuando el muchacho emitió un pequeño quejido y masculló entre dientes de forma atropellada:
- L-lo siento, yo no quería, pero él me obligó, dijo que mataría a mi hermana pequeña, me obligó a provocar una distracción, dijo que era la única forma de...
- Hey, hey muchacho, tranquilizate. - Intenté hacerle entrar en razón. Por alguna razón, sentía una compasión extraña y concreta por ese pobre recluta, tal vez debido a la mención de su hermana. - ¿Quién te obligó? ¿Quién fue? - Inquirí, con cierta prisa. Debíamos localizarlo pronto, o...
- F-Fue un m-marine con el pelo corto y...
No tuvo tiempo de terminar. La pared a nuestro lado se rompió repentinamente en pedazos y astillas cuando una bala de cañón la atravesó de lado a lado. El pedazo redondo de pesado metal entró en mi campo de visión al mismo tiempo que el ruido del disparo llegaba a mis oídos, amortiguado por el casco del navío. Me cubrí con los brazos y Haki, evitando el daño de la repentina madera convertida metralla, aunque la onda expansiva me desequilibró un poco. El recluta al que trataba de sonsacar información... Bueno, ¿de cual de sus trozos debo hablar? El impacto lo llevó hasta el lado opuesto de la habitación hasta hacer otro boquete y desaparecer en las aguas, dejando atrás dos extremidades y la cabeza del desdichado.
Apenas tuve tiempo de gritar un improperio, antes de que otro cañonazo abriera otro hueco en alguna parte del barco. Por el hueco de antes pude apreciar que el nivel del agua ascendía rápidamente... no, era el barco que se estaba hundiendo. "¡Tienes que estar de coña!" Pensé mientras salía pitando y gritando al resto de marines que regresaran al buque de la justicia.
- ¡¿QUIÉN HA DADO LA ORDEN DE ABRIR FUEGO?! - Oí gritar enfurecido al oficial al mando del transporte.
- ¡No hemos abierto fuego, mi capitán! - Pude oír mientras salía a cubierta. - ¡El cañonazo se realizó desde dentro!
- ¡¿Qué?!
Una expresión sombría me cubrió el rostro. Me había equivocado, ¿y ahora pagaría las consecuencias? No pensaba dejar a ninguno de aquellos reclutas atrás, y debido a mi debilidad de Akuma no podría nadar si no evacuábamos a tiempo. Dicho sea de paso, al ritmo al que el barco se hundía debería darnos tiempo a todos de... "¡El topo!" Recordé. "¡El recluta que dejé vigilándolo!"
Con expresión frustrada corrí de nuevo hacia los camarotes, esperando encontrar al menos a dicho recluta. El saboteador habría abandonado la estancia para poder acceder a los cañones, si bien me sorprendía la velocidad con la que lo había hecho. ¿Tendría a su disposición alguna técnica especial o poder de Fruta? Por desgracia, en la habitación solo encontré un cuerpo inerte y desangrado, pero no tenía tiempo de lamentarme por el destino de aquel muchacho. Ya habría ocasión de llorar sus pérdidas junto a las del resto de caídos en combate, lo importante ahora era encontrar al infiltrado antes de que escapara.
Regresé a cubierta, para descubrir alarmado que la diferencia de altura entre las cubiertas habían imposibilitado el uso de la rampa de acceso por la empinada pendiente que tenía ahora. Los pocos marines restantes subían a bordo del buque por cuerdas, y barrí a todos los que pude con mi Haki buscando la presencia de antes. "Tantos marines, es imposible recordar un rostro, pero el aura aún la tengo fresca..." O eso pensaba. Parpadeé varias veces extrañado, no podía localizarla. Revisé una segunda vez, y ya notaba el agua mojando mis zapatos, pero no hubo suerte. El barco pirata ya estaba vacío, no quedaba nadie vivo atrás, yo era el último... Y no podía encontrar lo que buscaba entre la tripulación propia. Encima la maldita niebla aún no se había despejado, y no podía ver nada en alta mar.
Frustrado y notando el agua de mar empapando mis calcetines, me apoyé en la baranda de la borda, desde la cual salté hacia el buque marine. Pude sujetarme a la propia borda del mismo con una mano, mientras observaba los restos del navío enemigo terminar de descender hasta el fondo del océano. Fue entonces, y solo durante un momento, que pude ver un brillo salir de debajo de su quilla, y al concentrar el Haki en aquella dirección lo identifiqué, pero solo durante un instante antes de que desapareciera.
- Bastardo... - se me escapó mientras mis compañeros me ayudaban a subir a cubierta.
Lo que más me jodía no era que se hubiera escapado... era que durante el segundo que lo tuve en rango de mi Haki, pude sentir un atisbo de sus emociones. Y estas eran francamente repugnantes para mí dada la situación. Satisfacción. Confianza. Diversión. El muy hijo de una hiena se había salido con la suya y encima estaba orgulloso de ello. Pero no había caso en intentar perseguirle. Era rápido, incluso bajo el agua, lo que me hacía sospechar que contaba con algún equipo de buceo profesional o algo así. Además, aún teníamos que entregar el Kairoseki... Y yo tenía que dar unas cuantas explicaciones a mi furibundo superior, así como el resto de confusos compañeros.
Bizvan
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
- Ese fue el último, bien hecho chicos. –el marine que podíamos designar como jefe de médicos nos felicitó mientras se apoyaba en la pared para descansar un poco.- Los marines se enfrentan a la muerte todos los días, pero los médicos marines nos encargamos de alejar la guadaña de la muerte posada sobre nuestros camaradas.
Los médicos se miraron unos a otros mientras sonreían cansadamente.
No pude evitar recordar a un viejo marine con quien conviví durante un corto tiempo. Él fue quien me inicio en el mundo de la medicina, además de ser uno de los motivos por los cuales me enlisté en la marina. “Cuando estás en el campo de batalla el deber del médico es conseguir que sus compañeros puedan seguir peleando, no hay tiempo de asegurarse de salvar su vida… Ese marine morirá a causa de sus heridas o en manos de un enemigo…¿No es algo horrible?”
Mi mirada se desplazó inconscientemente hacia la neblina. Los recuerdos de aquellos días comenzaron a manifestarse.* Han pasado años desde la última vez que lo vi. *era poco probable que se encontrara muerto, aunque hasta ahora no había encontrado registros militares que le mencionara.* Ese sujeto siempre fue un perezoso, es probable que su rango continúe siendo el mismo…
El sonido de explosiones llamó la atención de todos, provocando que algunos marines se acercaran a la barandilla para intentar ver que ocurría.
Escuché al superior gritar enojado y a alguien más hablar con él.
- ¡El barco se hunde, ayuden a quienes intentan subir a nuestro navío! –ordenó el capitán.
Algunos de los hombres designados a investigar el barco habían resultado ligeramente dañados a causa de los escombros arrojados por las explosiones, algunas quemaduras, trozos de madera incrustados, nada muy serio y podrían dar gracias de continuar con vida.
Me apoye en la barandilla para mirar el barco hundirse en el mar lentamente.
- ¿¡Qué diablos ocurrió ahí dentro!? –el superior se había acercado hasta el marine de cabello blanco que me parecía extrañamente familiar.
El hombre se acercó al peliblanco y susurró algo. Me pareció haber escuchado al superior mencionar “Mordió su lengua…” quizás mis oídos fallaron y el mensaje era otro, sin mencionar que solo escuché un pequeño fragmento.
El capitán se percató de mi presencia y su atención se posó en mí.
- ¿Ocurre algo? –el tono de voz de su pregunta fue seco y frio.
- Esto, yo… -con algo de nervios realicé el saludo militar.- Sargento Bizvan Oresan C. –me esforcé por evitar que mi voz se quebrara.- Tengo entendido que el marine que se encuentra con usted estuvo en el barco durante las explosiones, como médico es mi deber asegurarme que no se encuentre herido y en caso de estarlo asegurarme que sus heridas no corran riesgo de infección. –para ser honesto solo fue casualidad encontrarme junto a ellos en ese momento, pero el argumento no era mentira, fuera yo u otro marine, el peliblanco sería revisado por alguien del equipo médico junto con el resto de hombres, en especial tras estar tan cerca de una explosión, las ondas expansivas podían provocar daños en las terminaciones nerviosas, entre otros efectos.
Con algo de suerte evitaría un posible regaño.
Los médicos se miraron unos a otros mientras sonreían cansadamente.
No pude evitar recordar a un viejo marine con quien conviví durante un corto tiempo. Él fue quien me inicio en el mundo de la medicina, además de ser uno de los motivos por los cuales me enlisté en la marina. “Cuando estás en el campo de batalla el deber del médico es conseguir que sus compañeros puedan seguir peleando, no hay tiempo de asegurarse de salvar su vida… Ese marine morirá a causa de sus heridas o en manos de un enemigo…¿No es algo horrible?”
Mi mirada se desplazó inconscientemente hacia la neblina. Los recuerdos de aquellos días comenzaron a manifestarse.* Han pasado años desde la última vez que lo vi. *era poco probable que se encontrara muerto, aunque hasta ahora no había encontrado registros militares que le mencionara.* Ese sujeto siempre fue un perezoso, es probable que su rango continúe siendo el mismo…
El sonido de explosiones llamó la atención de todos, provocando que algunos marines se acercaran a la barandilla para intentar ver que ocurría.
Escuché al superior gritar enojado y a alguien más hablar con él.
- ¡El barco se hunde, ayuden a quienes intentan subir a nuestro navío! –ordenó el capitán.
Algunos de los hombres designados a investigar el barco habían resultado ligeramente dañados a causa de los escombros arrojados por las explosiones, algunas quemaduras, trozos de madera incrustados, nada muy serio y podrían dar gracias de continuar con vida.
Me apoye en la barandilla para mirar el barco hundirse en el mar lentamente.
- ¿¡Qué diablos ocurrió ahí dentro!? –el superior se había acercado hasta el marine de cabello blanco que me parecía extrañamente familiar.
El hombre se acercó al peliblanco y susurró algo. Me pareció haber escuchado al superior mencionar “Mordió su lengua…” quizás mis oídos fallaron y el mensaje era otro, sin mencionar que solo escuché un pequeño fragmento.
El capitán se percató de mi presencia y su atención se posó en mí.
- ¿Ocurre algo? –el tono de voz de su pregunta fue seco y frio.
- Esto, yo… -con algo de nervios realicé el saludo militar.- Sargento Bizvan Oresan C. –me esforcé por evitar que mi voz se quebrara.- Tengo entendido que el marine que se encuentra con usted estuvo en el barco durante las explosiones, como médico es mi deber asegurarme que no se encuentre herido y en caso de estarlo asegurarme que sus heridas no corran riesgo de infección. –para ser honesto solo fue casualidad encontrarme junto a ellos en ese momento, pero el argumento no era mentira, fuera yo u otro marine, el peliblanco sería revisado por alguien del equipo médico junto con el resto de hombres, en especial tras estar tan cerca de una explosión, las ondas expansivas podían provocar daños en las terminaciones nerviosas, entre otros efectos.
Con algo de suerte evitaría un posible regaño.
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