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Por fin habían llegado a aquella isla y habían pasado bastantes días desde ello. Dranser solo los tenía haciendo ejercicios físicos bastante difíciles, como correr durante cuarenta minutos sin parar. Ella misma había estado castigada el día anterior con un castigo como aquel. Al menos conoció a un revolucionario bastante interesante. Era un hombre alto de cabellos oscuros y pertenecía a una orden de monjes bastante interesante, pero aquel tema ya había pasado. Era un nuevo día y según había escuchado, el depredador estaba en una reunión, por lo que ese día no tendría que correr hasta la muerte. Se alegró bastante por aquello y lo siguiente que hizo fue soltar un enorme suspiro. En ese momento se hallaba en su cuarto, dentro de aquella base revolucionaria. Era una habitación pequeña y con una cama, varias estanterías y una mesa donde escribir o guardar cosas por los cajones.
La joven se levantó de la cama con una pereza increíble. Sus cabellos rosados estaban bastante despeinados. No tardó mucho en ponerse una camiseta negra de tirantes, un pantalón corto vaquero de color marrón y unas botas. En su espalda colocó su espada metida en su funda y después empezó a caminar despacio hacia la salida. Deslizó su mano por el pomo de la puerta y abrió con total calma. Eran como las dos de la tarde, pues había dormido muchísimo. Tenía un hambre considerable y lo primero que hizo fue ir directa hacia la cocina. Se dio cuenta de que no había nadie y ella no sabía mucho de cocina. Se dirigió hacia una de las neveras y la abrió despacio, dándose cuenta de que había un enorme plato de espaguetis con carne picada y tomate. Aquello era una ración para cuatro personas por lo menos. Ella prefería la comida caliente y por ello los metió en un artefacto de cocina llamado mundialmente microondas. Era la mejor forma para calentar las cosas.
Cuando estuvieron listos, la chica los dejó en la mesa de dos personas y se sentó en un extremo. También tomó una enorme botella de dos litros de un refresco de naranja con gas. Se sirvió un vaso entero y después pinchó el tenedor en aquella pasta. Enrolló unos cuantos fideos y después se los llevó a la boca. Estaban deliciosos y tenía que admitirlo. El cocinero se había lucido bastante bien y había que darle las gracias. Ella no sabía quién era, pero sabía que allí había demasiado incluso para ella. Todo estaba muy tranquilo ese día y parecía que los demás miembros estaban también disfrutando del día libe, pues escuchaba el sonido de un balón en la calle y algunos gritos de alegría. Soltó un enorme suspiro debido al día caluroso y después tomó un enorme sorbo de su vaso.
La joven se levantó de la cama con una pereza increíble. Sus cabellos rosados estaban bastante despeinados. No tardó mucho en ponerse una camiseta negra de tirantes, un pantalón corto vaquero de color marrón y unas botas. En su espalda colocó su espada metida en su funda y después empezó a caminar despacio hacia la salida. Deslizó su mano por el pomo de la puerta y abrió con total calma. Eran como las dos de la tarde, pues había dormido muchísimo. Tenía un hambre considerable y lo primero que hizo fue ir directa hacia la cocina. Se dio cuenta de que no había nadie y ella no sabía mucho de cocina. Se dirigió hacia una de las neveras y la abrió despacio, dándose cuenta de que había un enorme plato de espaguetis con carne picada y tomate. Aquello era una ración para cuatro personas por lo menos. Ella prefería la comida caliente y por ello los metió en un artefacto de cocina llamado mundialmente microondas. Era la mejor forma para calentar las cosas.
Cuando estuvieron listos, la chica los dejó en la mesa de dos personas y se sentó en un extremo. También tomó una enorme botella de dos litros de un refresco de naranja con gas. Se sirvió un vaso entero y después pinchó el tenedor en aquella pasta. Enrolló unos cuantos fideos y después se los llevó a la boca. Estaban deliciosos y tenía que admitirlo. El cocinero se había lucido bastante bien y había que darle las gracias. Ella no sabía quién era, pero sabía que allí había demasiado incluso para ella. Todo estaba muy tranquilo ese día y parecía que los demás miembros estaban también disfrutando del día libe, pues escuchaba el sonido de un balón en la calle y algunos gritos de alegría. Soltó un enorme suspiro debido al día caluroso y después tomó un enorme sorbo de su vaso.
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Debía admitir que Saint Reia era... peculiar. No sabía porqué, pero algo me atraía de este lugar. Ya varios días pasaron desde que llegamos a la base y, hasta ahora, no había nada nuevo. Los primeros días nos asentamos en lo que sería nuestros cuartos de ahora en adelante y a conocer el lugar. Además de hacer ejercicios para acostumbrarse al ritmo de la revolución. Para alguien como yo que solo había entrenado sin parar durante la mayor parte de mi vida, el correr no era casi nada. Bueno, al menos aprendía y eso era lo importante. Sensei aún pasaba a lo complicado de momento, y eso me daba tiempo para prepararme. Si así de exigente era lo inicial, no debía imaginarme como serían lo difícil. El solo hecho de pensar hacía que un estremecimiento recorriese mi cuerpo, aunque no lograba descifrar el porqué de eso por el momento. Viendo que mis emociones fueron tan retenidas durante cuatro años, era normal que no consiguiese reconocer de momento algunas cosas. Ya mejoraría con el tiempo... o eso esperaba.
Suspiré de forma pesada y me levanté de la cama. Puesto que no era tan revoltoso como cierta persona que conocía, no me daban tantas tareas que hacer y eso me aburría un poco. Parpadeé levemente al verme al espejo y una mueca apareció en mi rostro. Debido a que mi cabello era largo para un hombre, tendía a tener ciertas... dificultades por la mañana. En más de un ocasión había pensando en cortármelo, pero no podía. A mi madre le gustaba mi pelo, decía que lo tenía bastante suave y sedoso para pertenecer al de un hombre. No supe si tomarlo como un cumplido o no, pero que a mi madre le gustase me hacía desistir de intentar llevar a cabo mi cometido. Lo sé, era algo tonto, pero no podía evitarlo. Me encogí de hombros y me di una ducha rápida. Al salir, todo mi cabello se encontraba lacio, al contrario de lo anterior.
Me encogí de hombros y seleccioné la ropa que me pondría hoy. No era muy selectivo, por lo que escogí lo primero que encontré al abrir el cajón. Se trataba de una camiseta negra y unos pantalones cortos de color azul. Me puse mi collar de plata y mis zapatillas, para luego salir del cuarto. Hacía un calor infernal afuera, por lo que no saldría por ningún motivo. Amaba mi frío, y eso no lo cambiaría por nada en el mundo. Era una suerte que mi vivienda quedase en Gelum, ya que si hubiese sido en un desierto... probablemente me hubiera disparado allí mismo. Suspiré de forma pesada y noté que había llegado a la cafetería. Parpadeé al ver a cierta persona familiar allí, luego me encogí de hombros y me dirigí hasta ella.
– Hola, Galia – le dije mientras me sentaba al otro extremo. Era la única persona, a parte de Sensei, que conocía en este lugar, por lo que era de esperarse que me acercara a ella.
Suspiré de forma pesada y me levanté de la cama. Puesto que no era tan revoltoso como cierta persona que conocía, no me daban tantas tareas que hacer y eso me aburría un poco. Parpadeé levemente al verme al espejo y una mueca apareció en mi rostro. Debido a que mi cabello era largo para un hombre, tendía a tener ciertas... dificultades por la mañana. En más de un ocasión había pensando en cortármelo, pero no podía. A mi madre le gustaba mi pelo, decía que lo tenía bastante suave y sedoso para pertenecer al de un hombre. No supe si tomarlo como un cumplido o no, pero que a mi madre le gustase me hacía desistir de intentar llevar a cabo mi cometido. Lo sé, era algo tonto, pero no podía evitarlo. Me encogí de hombros y me di una ducha rápida. Al salir, todo mi cabello se encontraba lacio, al contrario de lo anterior.
Me encogí de hombros y seleccioné la ropa que me pondría hoy. No era muy selectivo, por lo que escogí lo primero que encontré al abrir el cajón. Se trataba de una camiseta negra y unos pantalones cortos de color azul. Me puse mi collar de plata y mis zapatillas, para luego salir del cuarto. Hacía un calor infernal afuera, por lo que no saldría por ningún motivo. Amaba mi frío, y eso no lo cambiaría por nada en el mundo. Era una suerte que mi vivienda quedase en Gelum, ya que si hubiese sido en un desierto... probablemente me hubiera disparado allí mismo. Suspiré de forma pesada y noté que había llegado a la cafetería. Parpadeé al ver a cierta persona familiar allí, luego me encogí de hombros y me dirigí hasta ella.
– Hola, Galia – le dije mientras me sentaba al otro extremo. Era la única persona, a parte de Sensei, que conocía en este lugar, por lo que era de esperarse que me acercara a ella.
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La joven continuaba comiéndose sus deliciosos espaguetis despacio, notando el sabor del tomate y de la carne pasar por su paladar y finalmente ser tragados. Necesitaba energías ese día y pese a que fuese un día libre, todo era necesario por si eran atacados o algo por el estilo. La pelirosa volvió a beber de aquel refrescante brebaje y después soltó un pequeño suspiro. Se estaba aburriendo un poco, pues ella pasaba de jugar con los demás por el momento. Se llevó la mano derecha al cabello, echándolo a un lado y después comiendo de nuevo. Notaba el peso de su espada en la espalda y eso la tranquilizaba. Podía defenderse bien con ella y desde que había aprendido una nueva habilidad con ella, se sentía muy segura. Ahora sus combos eran más completos y podría simular dicho ataque de Dranser, pero en menor medida.
Entonces fue cuando observó la aparición del chico de la rebelión que conocía mejor que nadie, Ryuken. Observó su humedad, aunque más bien podía olerla y eso indicaba que había estado en la ducha. Ella estuvo la noche antes de dormir, pues lo veía más cómodo. Se quedó mirándole con una sonrisa y después escuchó sus palabras con calma. Le saludó con la mano y entonces se colocó en pie. Con una expresión calmada le colocó cerca un tenedor, unos palillos por si los prefería y un vaso. Después le sirvió de aquella bebida y le dio un leve toque en el hombro. Se volvió a sentar y tomó su cubierto. Pinchó un poco de carne y la llevó a su boca, masticándola de nuevo con bastante tranquilidad.
- Hay demasiado para mí y es posible que tengas hambre. – Le dijo en un tono amable.
Lo siguiente que hizo fue beber de nuevo de aquella deliciosa maravilla y finalmente soltó un enorme suspiro. Tener el día libre era algo que ella solía tener siempre, pero ahora conocía el trabajo y tenía la sensación de que su tiempo se había terminado. Debería aprovechar aquello de la mejor forma posible y no pensarse las cosas mucho respecto a estar cómoda. Entonces observó de nuevo al joven de cabellos blancos y le dedicó una sonrisa ladeada. Volvió a comer un poco de los espaguetis y finalmente se colocó la mano izquierda en la mejilla.
- Toca día libre ¿Qué podríamos hacer?
Entonces fue cuando observó la aparición del chico de la rebelión que conocía mejor que nadie, Ryuken. Observó su humedad, aunque más bien podía olerla y eso indicaba que había estado en la ducha. Ella estuvo la noche antes de dormir, pues lo veía más cómodo. Se quedó mirándole con una sonrisa y después escuchó sus palabras con calma. Le saludó con la mano y entonces se colocó en pie. Con una expresión calmada le colocó cerca un tenedor, unos palillos por si los prefería y un vaso. Después le sirvió de aquella bebida y le dio un leve toque en el hombro. Se volvió a sentar y tomó su cubierto. Pinchó un poco de carne y la llevó a su boca, masticándola de nuevo con bastante tranquilidad.
- Hay demasiado para mí y es posible que tengas hambre. – Le dijo en un tono amable.
Lo siguiente que hizo fue beber de nuevo de aquella deliciosa maravilla y finalmente soltó un enorme suspiro. Tener el día libre era algo que ella solía tener siempre, pero ahora conocía el trabajo y tenía la sensación de que su tiempo se había terminado. Debería aprovechar aquello de la mejor forma posible y no pensarse las cosas mucho respecto a estar cómoda. Entonces observó de nuevo al joven de cabellos blancos y le dedicó una sonrisa ladeada. Volvió a comer un poco de los espaguetis y finalmente se colocó la mano izquierda en la mejilla.
- Toca día libre ¿Qué podríamos hacer?
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En vez de usar las palabras, Galia me saludó con la mano. Aquello estaba bien, puesto que estaba comiendo y no quería incomodarle mucho. En eso, la pelirrosa se puso de pie y me pasó unos cubiertos, así como un vaso con un líquido anaranjado. Dudó o no si aceptar o no, aunque fue su estómago el que decidió por él. Me sonrojé un poco y empecé a comer con lentitud del plato de fideos. Lo cierto era que debido a lo sucedido en mi isla natal, mi estómago era muy chico, por no decirlo de otra forma. Comía las tres veces del día que eran requeridas, y solo lo necesario para sobrevivir el día. Si intentaba comer de más, era muy probable que lo vomitase en algún sitio. Aunque quisiera, mi estómago no me lo permitía. Suspiré de forma pesada y bebí un poco de aquel refrescante líquido naranja. No solo disminuyeron mis emociones, sino que además se llevaron mi estómago los hijos de perra. Juré que destruiría a los restos de ese proyecto, y pese a que sabía donde se encontraban, aún no tenía la suficiente fuerza para hacerles frente. Eso fue lo que me enseñó Karna cuando me destrozó en Gelum.
Suspiré de forma pesada y formé una esfera amarilla diminuta entre mis dedos. Gracias a esa fruta obtenida en mi isla natal, adquirí un poder de lo más peculiar. Oro... no solo podía usarlo para pelear, sino que también era una fuente de dinero. Bueno... al menos ya no tenía que ganarme la vida con un trabajo extra. Una pequeña sonrisa apareció en mi rostro y seguí jugando con aquella esfera. No controlaba bien mi fruta, y solo podía hacer cosas diminutas como estas. Eso o intentar sepultar a alguien bajo veinte litro de oro. En eso, las palabras de Galia me sacaron de mis pensamientos, provocando que perdiese la concentración y que la esfera desapareciera.
Si, era un día libre, pero... Hacía demasiado calor para hacer algo allá afuera. Se que no podría evitarlo para cuando empezara el entrenamiento de verdad, pero por el momento me mantendría lo más alejado del sol. Era chistoso que, pese a mis intentos por alejar del astro rey, igual mi piel era completamente bronceada. Supuse que era hereditario, aunque no podía saberlo al no conocer a mis padres biológicos. Al pensar en eso, desvié mis pensamientos hacia otro lado. Ese era un tema que no iba a tocar por el momento... o nunca si podía evitarlo. Me llevé una mano al mentón para pensar en que hacer y luego suspiré. No, no se me ocurría nada en este momento. Solo sabía que no saldría bajo ningún pretexto.
– No lo sé, pero no me apetece salir con este calor – tomé un poco de aquel delicioso líquido frío y suspiré. – Extraño demasiado el frío – mencioné de forma melancólica. Cuando subiese de rango, establecería una base en Gelum, costase lo que costase.
Suspiré de forma pesada y formé una esfera amarilla diminuta entre mis dedos. Gracias a esa fruta obtenida en mi isla natal, adquirí un poder de lo más peculiar. Oro... no solo podía usarlo para pelear, sino que también era una fuente de dinero. Bueno... al menos ya no tenía que ganarme la vida con un trabajo extra. Una pequeña sonrisa apareció en mi rostro y seguí jugando con aquella esfera. No controlaba bien mi fruta, y solo podía hacer cosas diminutas como estas. Eso o intentar sepultar a alguien bajo veinte litro de oro. En eso, las palabras de Galia me sacaron de mis pensamientos, provocando que perdiese la concentración y que la esfera desapareciera.
Si, era un día libre, pero... Hacía demasiado calor para hacer algo allá afuera. Se que no podría evitarlo para cuando empezara el entrenamiento de verdad, pero por el momento me mantendría lo más alejado del sol. Era chistoso que, pese a mis intentos por alejar del astro rey, igual mi piel era completamente bronceada. Supuse que era hereditario, aunque no podía saberlo al no conocer a mis padres biológicos. Al pensar en eso, desvié mis pensamientos hacia otro lado. Ese era un tema que no iba a tocar por el momento... o nunca si podía evitarlo. Me llevé una mano al mentón para pensar en que hacer y luego suspiré. No, no se me ocurría nada en este momento. Solo sabía que no saldría bajo ningún pretexto.
– No lo sé, pero no me apetece salir con este calor – tomé un poco de aquel delicioso líquido frío y suspiré. – Extraño demasiado el frío – mencioné de forma melancólica. Cuando subiese de rango, establecería una base en Gelum, costase lo que costase.
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La chica pudo darse cuenta de que el joven estaba en su mundo al tener aquella expresión y no hacer mucho caso. Ella continuó comiendo tranquilamente hasta fijarse en la bolita de aquella cosa que estaba formando el chico. No sabía que era un usuario de las frutas del diablo y aquello hizo que ella tuviese algo de curiosidad. Iba a preguntarle, pero al verle de aquella forma decidió continuar comiendo tranquilamente. Se iba dando cuenta de que estaba bastante llena y lo siguiente que hizo fue dar un enorme suspiro. El aburrimiento era demasiado grande y ella también tenía cada vez más calor. Estaba deseando tirarse a una piscina que no cubriese demasiado y tirarse el día entero flotando en ella con una sonrisa de oreja a oreja. Parecía imposible en el mundo en el que estaban, pero era lo que necesitaba hacer.
Escuchó las palabras del chico y debía darle la razón en aquello. Ella tampoco quería salir a fuera con aquel infierno que se estaba formando. Las gotas de sudor bajaban por su rostro de forma impresionante y aquello la hizo mostrar su enfado golpeando la mesa un poco. Se bebió de golpe su vaso y se colocó en pie sin pensárselo. Se dedicó unos momentos a pasear por la cocina por si alguna maquina manaba calor de alguna parte. Era muy posible teniendo en cuenta que había muchos despistados en el mundo. Entonces se frenó en seco y se dio la vuelta, acercándose a su compañero con toda la calma del planeta. Sus palabras le habían dado una idea y entonces fue cuando le dedicó una nueva sonrisa.
- Deseo concedido.
Galia hizo bajar la temperatura algunos grados y entonces abrazó al joven con fuerza. Un brazo rodeó su cuello, mientras que el otro su espalda. Después la joven empezó a recubrir su piel de una fina capa de hielo que produciría frío al peliblanco. Trataría de hacerle sentir mejor de aquel modo y sonrió en todo momento mientras sacaba un poco la lengua. No se le había ocurrido aquella solución hasta que él lo dijo en voz alta.
- Admítelo, ahora sí que te quedarías todo el día pegado a mí. – Mencionó soltando una ligera carcajada.
Escuchó las palabras del chico y debía darle la razón en aquello. Ella tampoco quería salir a fuera con aquel infierno que se estaba formando. Las gotas de sudor bajaban por su rostro de forma impresionante y aquello la hizo mostrar su enfado golpeando la mesa un poco. Se bebió de golpe su vaso y se colocó en pie sin pensárselo. Se dedicó unos momentos a pasear por la cocina por si alguna maquina manaba calor de alguna parte. Era muy posible teniendo en cuenta que había muchos despistados en el mundo. Entonces se frenó en seco y se dio la vuelta, acercándose a su compañero con toda la calma del planeta. Sus palabras le habían dado una idea y entonces fue cuando le dedicó una nueva sonrisa.
- Deseo concedido.
Galia hizo bajar la temperatura algunos grados y entonces abrazó al joven con fuerza. Un brazo rodeó su cuello, mientras que el otro su espalda. Después la joven empezó a recubrir su piel de una fina capa de hielo que produciría frío al peliblanco. Trataría de hacerle sentir mejor de aquel modo y sonrió en todo momento mientras sacaba un poco la lengua. No se le había ocurrido aquella solución hasta que él lo dijo en voz alta.
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Una sonrisa algo divertida se pasó por mi rostro al ver a la pelirrosa de forma tan inquieta. Bueno, al parecer a ella no le gustaba el calor y eso me agradaba. No entendía como la gente podía gustarle tanto los climas como esos. Del calor no te podías proteger, solo podías aguantarlo o capearlo. Mientras que, por otro lado, el frío lo podías combatir de alguna forma. No es como si lo hiciera, de todas formas. El frío no lo combatía, simplemente lo dejaba ser. Aunque tampoco tanto en extremo. Había que tener cuidado para no coger congelamientos o hipotermias, por lo que igual había que protegerse un poco. Tan absorto estaba en mis cavilaciones, que no me di cuenta del "peligro" en el que estaba hasta que fue demasiado tarde. En retrospectiva, no fue tan malo. Incluso me llegó a agradar si consideramos la posición en la que quedamos.
– ¿Qué ha pasado? – pensé algo aturdido.
De un momento a otro, Galia había rodeado sus brazos por mi cuello y me abrazó. Antes que pudiera preguntarle acerca de eso, noté un cambio en el ambiente. La temperatura bajó de forma absurda y una fina capa de hielo cubrió el cuerpo de la pelirrosa que estaba en mis brazos. Me estremecí ligeramente e inconscientemente le abracé de vuelta. Esta sensación... se sentía realmente bien. No sentía algo así desde que mamá falleció. No solo era por el frío, sino que también por una rara calidez que se esparció por casi todo mi cuerpo. No entendía que era lo que quería decir eso, pero no importaba mucho de momento. Tan solo... me dejaría ser por esta vez.
– Si fuera por mí, lo haría – le dije al oído mientras me que, inconscientemente, me acercaba más. Era cierto, quería seguir sintiendo eso aunque tuviese que quedarme todo el día así.
– ¿Qué ha pasado? – pensé algo aturdido.
De un momento a otro, Galia había rodeado sus brazos por mi cuello y me abrazó. Antes que pudiera preguntarle acerca de eso, noté un cambio en el ambiente. La temperatura bajó de forma absurda y una fina capa de hielo cubrió el cuerpo de la pelirrosa que estaba en mis brazos. Me estremecí ligeramente e inconscientemente le abracé de vuelta. Esta sensación... se sentía realmente bien. No sentía algo así desde que mamá falleció. No solo era por el frío, sino que también por una rara calidez que se esparció por casi todo mi cuerpo. No entendía que era lo que quería decir eso, pero no importaba mucho de momento. Tan solo... me dejaría ser por esta vez.
– Si fuera por mí, lo haría – le dije al oído mientras me que, inconscientemente, me acercaba más. Era cierto, quería seguir sintiendo eso aunque tuviese que quedarme todo el día así.
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La rebelde sonrió de forma ladeada mientras continuaba abrazándole con el poder de su aura y capa de hielo. Se notaba que le molaba mucho el frío, pues la abrazó de vuelta y eso no se lo esperó. A lo mejor daba un salto o algo así, pero era lo contrario. Al menos no sentiría que huía de ella y eso provocó que mostrase una expresión animada. Notó que tenía un poco de espaguetis entre los dientes, aunque más bien era algo de carne y con la lengua se ayudó para despegarla y poder tragarla. Ahora estaba algo acalorada debido a que ella era inmune a su elemento. La joven se sentía normal pero abrazada a él y por ello no podía notar el fresco, pero quería que su compañero estuviese cómodo. En ese momento fue cuando se quedó mirándole después de escuchar sus palabras.
- El frío es algo maravilloso en algunas ocasiones. Es una lástima que yo ya no pueda sentirlo, pero igualmente me alegra que pueda hacer a los demás disfrutar de él.
La joven parecía cómoda al estar haciendo una obra bastante buena. Miles de travesuras le venían a la mente, como por ejemplo meterle hielo en la espalda a su sensei mientras dormía o quizás en otra zona que le hiciera gritar como una colegiala. En ese momento se le ocurrió un juego que pondría en práctica con su compañero. Metió una mano por su camiseta y la dejó en su pecho, convirtiendo su palma en hielo puro para hacerle sentir un frío mayor. A lo mejor aquello le gustaba o provocaba que se quejase. Con la otra mano hizo lo mismo, pero en su zona abdominal. Los azulados ojos de la revolucionaria se abrieron un poco más de la cuenta y entonces le miró fijamente.
- Aunque veamos cómo soportas semejante poder helado… Si lo haces bien te concederé un deseo que esté en mi mano. No vayas a pedirme algo imposible.
Mencionó de forma calmada al mismo tiempo que movía las manos por su torso y espalda con algo de hielo para comprobar cómo se sentiría. Jugando con él decidió morderle la mejilla, pero solo para hacer emanar frío de sus dientes y hacerle también sentir helado en aquella zona. Pretendía ganar aquel juego a base del poder del hielo más que del frío. Además, gracias a su agilidad sobrehumana, la joven podía mover las manos por el cuerpo a una velocidad considerable que pocos podían hacer.
- ¿Es divertido, Ryuken-kun? – Mencionó con un tono siniestro.
- El frío es algo maravilloso en algunas ocasiones. Es una lástima que yo ya no pueda sentirlo, pero igualmente me alegra que pueda hacer a los demás disfrutar de él.
La joven parecía cómoda al estar haciendo una obra bastante buena. Miles de travesuras le venían a la mente, como por ejemplo meterle hielo en la espalda a su sensei mientras dormía o quizás en otra zona que le hiciera gritar como una colegiala. En ese momento se le ocurrió un juego que pondría en práctica con su compañero. Metió una mano por su camiseta y la dejó en su pecho, convirtiendo su palma en hielo puro para hacerle sentir un frío mayor. A lo mejor aquello le gustaba o provocaba que se quejase. Con la otra mano hizo lo mismo, pero en su zona abdominal. Los azulados ojos de la revolucionaria se abrieron un poco más de la cuenta y entonces le miró fijamente.
- Aunque veamos cómo soportas semejante poder helado… Si lo haces bien te concederé un deseo que esté en mi mano. No vayas a pedirme algo imposible.
Mencionó de forma calmada al mismo tiempo que movía las manos por su torso y espalda con algo de hielo para comprobar cómo se sentiría. Jugando con él decidió morderle la mejilla, pero solo para hacer emanar frío de sus dientes y hacerle también sentir helado en aquella zona. Pretendía ganar aquel juego a base del poder del hielo más que del frío. Además, gracias a su agilidad sobrehumana, la joven podía mover las manos por el cuerpo a una velocidad considerable que pocos podían hacer.
- ¿Es divertido, Ryuken-kun? – Mencionó con un tono siniestro.
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Al escuchar las palabras de Galia, no pude evitar sentirme un poco mal. Que ella no pudiera sentir el frío... lo consideraba mal. Eso quería decir que el calor era mucho peor para ella, ya que no podía sentir otra cosa. Si era por eso...¿Qué sentía en los días de frío extremo? ¿Calor o simplemente nada? Fuese lo que fuese, debía admitir que sentía pena porque ella nunca podría disfrutar de las maravillas del frío. Una cosa era que ella fuese usuaria de ese elemento, y otra cosa muy distinta era experimentar sus poderes por ella misma. Suspiré de forma pesada y seguí abrazándola. Nada se podía hacer con eso, ya que su inmunidad venía de su propio cuerpo y no de un factor externo. Tal vez ella podría sacar un poder para retirar su inmunidad momentáneamente, aunque eso dependía ya de ella. De todas formas, confiaba en ella y tenía la absoluta certeza que podría inventarse algo para experimentar el frío. A veces me sorprendía lo cariñosa que era la pelirrosa, pero me alegraba que hubiese gente así en el mundo.
En eso sintió que algo recorría mi pecho y zona abdominal. Mis ojos se abrieron al ver que se trataban las manos de Galia. Estuve a punto de preguntarle que era lo que se proponía, pero no fue necesario. Mi cuerpo se estremeció por algunos segundos al sentir el frío del hielo que la pelirrosa había invocado, pero se me pasó rápidamente. Toda mi vida había vivido en zonas donde había poco calor, por lo que me había vuelto algo resistente al frío. Al escuchar la propuesta de Galia, arqueé una ceja y bufé por lo bajo. Era una propuesta interesante, y si ganaba... podría pedirle algo a la joven. Tenía muy en claro lo que haría si ganaba, pero... era arriesgado y podría provocar que Galia le odiase.
Suspiré calmádamente y recuperé la compostura. No, no debía pensar en negativo. Era por mi propio bien, de todas formas. Para saber que mierda era ese calor que se propagaba por mi cuerpo. No dije nada mientras veía como Galia seguía moviendo el hielo por mi cuerpo. Al sentir como me mordía mi mejilla y propagaba el frío, me estremecí un poco. Por el frío y por esa sensación que me había estado incomodando desde hace un tiempo. Al escuchar la pregunta de Galia, simplemente reí ligeramente.
– Ryu, simplemente dime así – así era como me llamaba mi madre, y me gustaría que alguien más empezara decirme así. Arqueé una ceja y le dije en un tono de broma. – Sabes que estás hablando con alguien que había estado viviendo en Gelum antes de conocerte, ¿no? – le dije, haciendo alusión al invierno perpetuo que azotaba esa isla.
En eso sintió que algo recorría mi pecho y zona abdominal. Mis ojos se abrieron al ver que se trataban las manos de Galia. Estuve a punto de preguntarle que era lo que se proponía, pero no fue necesario. Mi cuerpo se estremeció por algunos segundos al sentir el frío del hielo que la pelirrosa había invocado, pero se me pasó rápidamente. Toda mi vida había vivido en zonas donde había poco calor, por lo que me había vuelto algo resistente al frío. Al escuchar la propuesta de Galia, arqueé una ceja y bufé por lo bajo. Era una propuesta interesante, y si ganaba... podría pedirle algo a la joven. Tenía muy en claro lo que haría si ganaba, pero... era arriesgado y podría provocar que Galia le odiase.
Suspiré calmádamente y recuperé la compostura. No, no debía pensar en negativo. Era por mi propio bien, de todas formas. Para saber que mierda era ese calor que se propagaba por mi cuerpo. No dije nada mientras veía como Galia seguía moviendo el hielo por mi cuerpo. Al sentir como me mordía mi mejilla y propagaba el frío, me estremecí un poco. Por el frío y por esa sensación que me había estado incomodando desde hace un tiempo. Al escuchar la pregunta de Galia, simplemente reí ligeramente.
– Ryu, simplemente dime así – así era como me llamaba mi madre, y me gustaría que alguien más empezara decirme así. Arqueé una ceja y le dije en un tono de broma. – Sabes que estás hablando con alguien que había estado viviendo en Gelum antes de conocerte, ¿no? – le dije, haciendo alusión al invierno perpetuo que azotaba esa isla.
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La joven continuaba de la mejor forma posible, pero el chico se resistía bastante. El hielo no parecía ser muy eficaz contra él, al menos usado de aquella forma. No pudo evitar soltar un enorme suspiro al mismo tiempo que se llevaba la mano derecha a la frente. Al menos el hielo se convertiría en agua y eso sí podía refrescarla un poco. Fue entonces cuando tras abrazarlo un poco más imbuida en hielo, se colocó en pie y soltó un suspiro. Tampoco quería hacerle daño con una técnica algo más arriesgada y por ello decidió dejarlo así. Tan solo era un juego y él no la iba a mandar a traerla la cabeza de tres almirantes, aunque no le importaría. Esos malditos imbéciles debían pagar por todo lo que habían hecho. La joven de cabellos rosados entonces le dedicó una sonrisa dulce.
- Adelante, pide lo que quieras, Ryu-kun.
Mencionó amablemente mientras se dirigía a la mesa y tapaba el enorme plato con algunos plásticos para que se conservaran bien los espaguetis. Finalmente lo llevó hasta la nevera y lo dejó allí dentro. Puso también la botella de refresco y por último limpió el plato y la mesa. Quería dejarlo todo impecable, al igual que estaba antes de que ella llegase a la cocina. Volvió a colocarse hielo en la frente y aprovechó las gotas de agua para refrescarse. La sensación era aliviadora y cómoda. Finalmente volvió a mirar hacia el chico, esperando que hubiese pensado ya lo que deseaba. Se sentó en la silla de en frente y después le miró sonriendo de lado. Parecía muy calmada y algo aliviada por el agua.
- ¿Te has decidido ya?
Mencionó al mismo tiempo que colocaba su mano derecha en la mejilla y le observaba con aquellos azulados ojos, los cuales tomaron la forma de la pupila de un felino. Una manía que le estaba saliendo al ser una usuaria de las frutas mitológicas del diablo. Permaneció tranquila y paciente para ver de qué se trataba. Escuchaba a los demás rebeldes fuera, reír, continuar con sus cosas y a algunos otros animando. No entendía cómo podían estar en la calle con semejante bochorno. Debían de estar idos de la cabeza o así pensaba al menos la joven de cabellos rosados.
- Adelante, pide lo que quieras, Ryu-kun.
Mencionó amablemente mientras se dirigía a la mesa y tapaba el enorme plato con algunos plásticos para que se conservaran bien los espaguetis. Finalmente lo llevó hasta la nevera y lo dejó allí dentro. Puso también la botella de refresco y por último limpió el plato y la mesa. Quería dejarlo todo impecable, al igual que estaba antes de que ella llegase a la cocina. Volvió a colocarse hielo en la frente y aprovechó las gotas de agua para refrescarse. La sensación era aliviadora y cómoda. Finalmente volvió a mirar hacia el chico, esperando que hubiese pensado ya lo que deseaba. Se sentó en la silla de en frente y después le miró sonriendo de lado. Parecía muy calmada y algo aliviada por el agua.
- ¿Te has decidido ya?
Mencionó al mismo tiempo que colocaba su mano derecha en la mejilla y le observaba con aquellos azulados ojos, los cuales tomaron la forma de la pupila de un felino. Una manía que le estaba saliendo al ser una usuaria de las frutas mitológicas del diablo. Permaneció tranquila y paciente para ver de qué se trataba. Escuchaba a los demás rebeldes fuera, reír, continuar con sus cosas y a algunos otros animando. No entendía cómo podían estar en la calle con semejante bochorno. Debían de estar idos de la cabeza o así pensaba al menos la joven de cabellos rosados.
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Suspiré cuando Galia se separó, pero no dije nada de momento. Al menos, los residuos de hielo que quedaban en mi cuerpo me mantendría refrescados por el momento. Siempre podía pedirle más a la pelirrosa por si me apetecía más. Llevé mi mano a la cabeza al recordar que podía pedirle cualquier cosa a Galia, pero por alguna razón no me sentía cómodo. Desde que empezó ese juego que tenía algo en mente, pero algo me impedía llevarlo a cabo. Tal vez era miedo, o tal vez la valentía se me había ido por el retrete. Cobardía, a final de cuentas. En fin, al menos la pelirrosa me daba el espacio para pensar. Veía de reojo como tapaba el plato de fideos y los metía en la nevera y, en ese lapso de tiempo, pensé mejor las cosas. Fruncí el ceño y me serví un poco de jugo en el vaso de antes, tomando de golpe aquel refrescante líquido, soltando un suspiro de alivio en el proceso. Cualquier cosa que ayudara capear el calor infernal de este día, servía. Dejé el vaso en la mesa y noté que Galia había terminado de limpiar la mesa.
Mi compañera se sentó en la silla y yo hice lo mismo. En eso, noté como ponía su mano en mi mejilla, haciendo que un estremecimiento familiar recorriera mi espalda. Otra vez... lo que daría por saber lo que eso significaba. Noté como los ojos de la mujer cambiaban, y aquello me hizo fruncir el ceño. Ya había notado que ella era una usuaria como yo, pero pensé que se trataba del tipo logia o paramecia. Por lo que pude ver, sus orbes tomaron un rasgo felino... y eso quería decir que se trataba de una zoan. No una cualquiera, sino una de las más raras que existían en el mundo: las mitológicas. Sentí curiosidad por saber de que ser se trataba, pero no era el lugar ni el momento indicado.
– Tengo algo en mente – admití mientras escuchaba el sonido de las personas de afuera. Verdaderamente, no sabía como la gente podía jugar con semejante clima. O estaban acostumbrados o simplemente estaban algo locos. Suspiré de forma pesada y miré tranquilamente a los ojos de Galia. – Pero me gustaría guardarlo para después, aún no estoy seguro – le pedí, sabiendo muy bien que se trataba de un tema algo delicado y podría causar que la pelirrosa se alejara de él, o peor.
Me serví otro poco de aquel delicioso líquido, pero esta vez me tomé mi tiempo en saborearlo. Al terminar, dejé el vaso en la mesa y miré con curiosidad a Galia. Ella ya sabía mi historia, pero debido al estado en el que me encontraba... no podía negar que sentía curiosidad por el pasado de la pelirrosa.
– Bueno, admito que siento curiosidad... ¿Qué te hizo unirte a la revolución? – finalmente le pregunté. Solo esperaba que no se enojase por meterme en su vida personal.
Mi compañera se sentó en la silla y yo hice lo mismo. En eso, noté como ponía su mano en mi mejilla, haciendo que un estremecimiento familiar recorriera mi espalda. Otra vez... lo que daría por saber lo que eso significaba. Noté como los ojos de la mujer cambiaban, y aquello me hizo fruncir el ceño. Ya había notado que ella era una usuaria como yo, pero pensé que se trataba del tipo logia o paramecia. Por lo que pude ver, sus orbes tomaron un rasgo felino... y eso quería decir que se trataba de una zoan. No una cualquiera, sino una de las más raras que existían en el mundo: las mitológicas. Sentí curiosidad por saber de que ser se trataba, pero no era el lugar ni el momento indicado.
– Tengo algo en mente – admití mientras escuchaba el sonido de las personas de afuera. Verdaderamente, no sabía como la gente podía jugar con semejante clima. O estaban acostumbrados o simplemente estaban algo locos. Suspiré de forma pesada y miré tranquilamente a los ojos de Galia. – Pero me gustaría guardarlo para después, aún no estoy seguro – le pedí, sabiendo muy bien que se trataba de un tema algo delicado y podría causar que la pelirrosa se alejara de él, o peor.
Me serví otro poco de aquel delicioso líquido, pero esta vez me tomé mi tiempo en saborearlo. Al terminar, dejé el vaso en la mesa y miré con curiosidad a Galia. Ella ya sabía mi historia, pero debido al estado en el que me encontraba... no podía negar que sentía curiosidad por el pasado de la pelirrosa.
– Bueno, admito que siento curiosidad... ¿Qué te hizo unirte a la revolución? – finalmente le pregunté. Solo esperaba que no se enojase por meterme en su vida personal.
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La joven infló un poco los mofletes al darse cuenta de que el chico no quería usar el poder del deseo en ese momento. La curiosidad la invadió de una forma impresionante y lo siguiente que hizo fue cruzarse de brazos mientras le observaba. Al decir que no estaba seguro, la joven ladeó un poco la cabeza sin entender muy bien. A lo mejor quería que fuese con él al baño para mostrarle los trucos de orinar sentada o algo por el estilo, pero pensó en que sería una tontería enorme. La pelirosa en ese momento se rascó un poco la cabeza y después de unos instantes se quedó algo pensativa. No sabía qué hacer o decir en aquel momento. Pero entonces volvió a escuchar a su compañero hablar. Mostró una expresión amable y después asintió con la cabeza despacio.
- Yo fui raptada de pequeña. Con menos de dos años fui vendida en el mercado negro como esclava para los degenerados del lugar, pero entonces los rebeldes me rescataron. Ellos me criaron como una más y los considero mi familia.
Lo había resumido bastante bien y por ello colocó ambas manos detrás de la cabeza. Todo estaba listo ahora, pero continuaba con aquella enorme curiosidad rematándola por dentro y no sabía qué hacer para satisfacerla de alguna forma, aunque eso significase molestarle un poco insistiendo. De modo que lo siguiente que hizo fue colocarle la mano en el hombro y mirarle de forma intensa. Sus orbes tenían la forma de los de un felino y unos bigotes blancos se formaron a los lados de su nariz. Ahora tenía el aspecto casi de una chica disfrazada de gata.
- Quiero el deseo ahora, la curiosidad me está matando. No tengas miedo, hay confianza, hombre. Si no te fías de mí ahora, no sé cuándo lo vas a hacer.
Le comentó sonriéndole de forma cálida y amable. Ella no tenía problemas en hablar con su compañero de cualquier cosa, pues era al único rebelde aparte de su maestro al que conocía. Los demás habían muerto, por lo que por el momento la cosa era de esa forma.
- Yo fui raptada de pequeña. Con menos de dos años fui vendida en el mercado negro como esclava para los degenerados del lugar, pero entonces los rebeldes me rescataron. Ellos me criaron como una más y los considero mi familia.
Lo había resumido bastante bien y por ello colocó ambas manos detrás de la cabeza. Todo estaba listo ahora, pero continuaba con aquella enorme curiosidad rematándola por dentro y no sabía qué hacer para satisfacerla de alguna forma, aunque eso significase molestarle un poco insistiendo. De modo que lo siguiente que hizo fue colocarle la mano en el hombro y mirarle de forma intensa. Sus orbes tenían la forma de los de un felino y unos bigotes blancos se formaron a los lados de su nariz. Ahora tenía el aspecto casi de una chica disfrazada de gata.
- Quiero el deseo ahora, la curiosidad me está matando. No tengas miedo, hay confianza, hombre. Si no te fías de mí ahora, no sé cuándo lo vas a hacer.
Le comentó sonriéndole de forma cálida y amable. Ella no tenía problemas en hablar con su compañero de cualquier cosa, pues era al único rebelde aparte de su maestro al que conocía. Los demás habían muerto, por lo que por el momento la cosa era de esa forma.
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Nuevamente, un escalofrío recorrió mi espalda, pero no dije nada. Al parecer a Galia no le gustó que no usase el deseo ahora, o eso pensaba al menos. Que inflara los mofletes y se cruzara de brazos, no podía significar nada bueno. De todas formas no me dijo nada acerca de eso... de momento. Al menos la chica parecía dispuesta hablar sobre como se unió a la rebelión. Parpadeé un poco y ladeé la cabeza a un lado. Pese a que no eran tan similares, igual compartían ciertos rasgos. Ambos fueron secuestrados siendo unos infantas y ambos fueron usados para fines malévolos posteriormente. Ella como esclava para vender al mejor postor, y yo siendo usado como conejillo de indias para gente enferma y sin escrúpulos. Ambos consiguieron escapar, pero con resultados muy distintos. Galia se crío bien, en cambio yo... tuve problemas en mi cabeza al salir de ese lugar. El precio fue mi madre al no controlar mis impulsos y, hasta el día de hoy, lamentaba la forma en la que murió. Si no hubiera sucumbido ante la desesperación... probablemente no la hubiese matado y todo sería distinto.
– Si no la hubieras matado, nunca hubieses salido de la isla y hubieras conocido a Galia y Sensei – mi consciencia... o lo que quedaba de ella, me recordó eso.
Suspiré pesadamente y me crucé de brazos, sin saber como tomar aquel pensamiento. Esas dos personas o mi madre... la verdad es que no sabía como elegir. Fruncí el ceño levemente y dejé eso para después; no era el momento para pensar en cosas como esas. En eso, la pelirrosa me tomó del hombro e hizo que mirara fijamente sus ojos. Vagamente noté que su fruta tendría que ser la de algún felino, pero le resté importancia de momento. Si, estaba frito. No había escapatoria alguna, a no ser que la pelirrosa se enojara conmigo por no confiar. Dos opciones y las dos que tendrían resultados negativos. Podría mentir y decir otra cosa... pero me sentiría mal por hacerlo descaradamente frente a ella.
– Está bien – le respondí luego de suspirar.
No iba a escapar, pero torcería un poco el deseo. Llamadlo cobardía, pero no me arriesgaría. Antes que Galia pudiese decir algo, le di un beso en la mejilla y, luego, rápidamente azoté la cabeza en la mesa para que no pudiese verle el rostro. No era lo que tenía en mente, pero pasaba para que la pelirrosa no se diese cuenta. De todas formas... ¿Esto era sentir vergüenza? Era algo incómodo, y por eso mismo no me atreví a levantar el rostro. No me apetecía ver como tenía la cara la joven en estos momentos.
– Si no la hubieras matado, nunca hubieses salido de la isla y hubieras conocido a Galia y Sensei – mi consciencia... o lo que quedaba de ella, me recordó eso.
Suspiré pesadamente y me crucé de brazos, sin saber como tomar aquel pensamiento. Esas dos personas o mi madre... la verdad es que no sabía como elegir. Fruncí el ceño levemente y dejé eso para después; no era el momento para pensar en cosas como esas. En eso, la pelirrosa me tomó del hombro e hizo que mirara fijamente sus ojos. Vagamente noté que su fruta tendría que ser la de algún felino, pero le resté importancia de momento. Si, estaba frito. No había escapatoria alguna, a no ser que la pelirrosa se enojara conmigo por no confiar. Dos opciones y las dos que tendrían resultados negativos. Podría mentir y decir otra cosa... pero me sentiría mal por hacerlo descaradamente frente a ella.
– Está bien – le respondí luego de suspirar.
No iba a escapar, pero torcería un poco el deseo. Llamadlo cobardía, pero no me arriesgaría. Antes que Galia pudiese decir algo, le di un beso en la mejilla y, luego, rápidamente azoté la cabeza en la mesa para que no pudiese verle el rostro. No era lo que tenía en mente, pero pasaba para que la pelirrosa no se diese cuenta. De todas formas... ¿Esto era sentir vergüenza? Era algo incómodo, y por eso mismo no me atreví a levantar el rostro. No me apetecía ver como tenía la cara la joven en estos momentos.
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Galia continuaba observando al chico con toda la calma del mundo y esperando a ver lo que pedía. En su rostro se notaba algo de ilusión para saber sus intenciones. Él dijo que pensaba decirlo y aquello hizo que la pelirosa estuviera más ansiosa aún. Sus ojos continuaban con aquella forma y parecía bastante intrigada. Ahora llegaba el momento en el que tendría que explicarle como iban las mujeres al baño de dos en dos o cosas así. Cualquier cosa podía ser posible viniendo del chico de cabellos plateados. Aunque lo conocía de poco, al menos lo conocía de algo. Se llevó la mano al pelo unos momentos, acariciando lo suave que estaba después de la ducha de la noche anterior y por eso mostró una sonrisa calmada. Se entretenía con todo tipo de cosas que otras personas no harían.
Entonces fue cuando se encontró el rostro del joven pegado al suyo y estuvo a punto de echarse hacia atrás debido al susto. Notó sus labios besar su mejilla y entonces el joven pegó la cabeza a la madera como si fuese una comadreja escondiéndose. La revolucionaria se quedó un poco paralizada y confusa. No entendía que malo tenía aquello. Ella era una persona cariñosa y al ver que parecía tener vergüenza por aquello, soltó una pequeña carcajada. Después le pasó la mano por los cabellos y los acarició despacio mientras soltaba un pequeño suspiro. Era como si ella fuese la más madura pese a ser una irresponsable en la mayoría de las cosas. Se llevó la mano derecha un momento a la barbilla y después le dio varios toquecitos al joven en su cabeza.
- Oe oe Ryu, no sientas vergüenza. Los besos no matan a las personas y yo también soy muy cariñosa. No te preocupes, que no me enfadaría por una tontería así.
La chica entonces soltó un suspiro por no reír un poco. Le levantó el rostro y después le dedicó una dulce sonrisa. Acto seguido le devolvió el beso en la mejilla, dejándole una pequeña sensación de frío para ser más divertido. También juntó su frente con él y le guiñó un ojo. A continuación la joven se volvió a sentar frente a él, mirándole con ambas manos en los bolsillos y estando más cómoda. El calor poco a poco iba desapareciendo y eso era un alivio para ella. Dentro de poco podrían salir a fuera sin problema alguno.
- Estás bastante mono cuando te pones nervioso… ¿Te pongo yo nervioso, pequeño? – Le dijo entonces en un tono juguetón y mostrando una sonrisa ridículamente maligna.
Entonces fue cuando se encontró el rostro del joven pegado al suyo y estuvo a punto de echarse hacia atrás debido al susto. Notó sus labios besar su mejilla y entonces el joven pegó la cabeza a la madera como si fuese una comadreja escondiéndose. La revolucionaria se quedó un poco paralizada y confusa. No entendía que malo tenía aquello. Ella era una persona cariñosa y al ver que parecía tener vergüenza por aquello, soltó una pequeña carcajada. Después le pasó la mano por los cabellos y los acarició despacio mientras soltaba un pequeño suspiro. Era como si ella fuese la más madura pese a ser una irresponsable en la mayoría de las cosas. Se llevó la mano derecha un momento a la barbilla y después le dio varios toquecitos al joven en su cabeza.
- Oe oe Ryu, no sientas vergüenza. Los besos no matan a las personas y yo también soy muy cariñosa. No te preocupes, que no me enfadaría por una tontería así.
La chica entonces soltó un suspiro por no reír un poco. Le levantó el rostro y después le dedicó una dulce sonrisa. Acto seguido le devolvió el beso en la mejilla, dejándole una pequeña sensación de frío para ser más divertido. También juntó su frente con él y le guiñó un ojo. A continuación la joven se volvió a sentar frente a él, mirándole con ambas manos en los bolsillos y estando más cómoda. El calor poco a poco iba desapareciendo y eso era un alivio para ella. Dentro de poco podrían salir a fuera sin problema alguno.
- Estás bastante mono cuando te pones nervioso… ¿Te pongo yo nervioso, pequeño? – Le dijo entonces en un tono juguetón y mostrando una sonrisa ridículamente maligna.
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Seguía con mi cabeza pegada a la mesa, aún sin atreverme a mirar la expresión del rostro de Galia. Pasaron algunos tensos segundos y escuché algo parecido a una... ¿Risa? Si, la pelirrosa se estaba carcajeando a todo volumen. Me encontraba algo confundido, ¿acaso no estaba enojada? En eso, noté como Galia ponía su mano en mi barbilla y me daba algunos toques suaves en la cabeza. Al escuchar que no se encontraba enojada conmigo, solté un suspiro de alivio. Bien, de momento estaba salvado y no se dio cuenta cambié un poco el deseo. Me aplaudí mentalmente ante lo que conseguí. Tendría que quedarme con la duda respecto a eso por el momento, pero era lo mejor. Ya lo intentaría más adelante. Suspiré de forma pesada, aún con la cabeza en la mesa. Realmente la tenía complicada con el tema de los sentimientos y emociones, pero sabía muy bien que, en parte, fue por culpa de mi debilidad.
En eso, Galia levantó mi cabeza antes que pudiese hacer algo. Al ver su sonrisa, internamente dejé escapar un suspiro de alivio. Una cosa era que lo dijese, y otra cosa era ver que no estaba enfadada con mis propios ojos. Antes que pudiese darme cuenta, noté una sensación fría en una de mis mejillas. Tardé un poco en darme cuenta de lo que pasó, y al enterarme... bajé mi cabeza un poco para que Galia no viese el rubor. Nunca esperé que me devolviese el favor de esa forma.
– Vamos, tranquilízate, Ryuken – intenté animarme mentalmente, pero era difícil teniendo mi frente pegada con la de ella.
En eso, la joven se separó y dijo algo con un tono con el que no estaba familiarizado. No sabía porque, pero tenía la sensación que liberé un pequeño monstruo sin darme cuenta. Ahora entendía porque Dranser se quejaba de las bromas pesadas de la pelirrosa a cada rato. Y a todo esto... no era pequeño, era más grande que ella, tanto en edad como estatura. Una mueca apareció en mi rostro, pero tenía la sensación que parecía de todo menos atemorizante y frío. Suspiré e intenté mantener la calma, al tiempo que me servía otro vaso de aquel líquido.
– Es tu culpa por ser así de bella, Lía. Tener una personalidad y físico así, debería ser un crimen – exploté de repente.
Suspiré tranquilamente al liberar eso y seguí bebiendo del vaso, como si lo que dije anteriormente no me hubiese afectado. La realidad era otra, puesto que me sentía mortificado por dentro. Al menos... conseguí recuperar la compostura y ya no parecía como si fuera a morir allí mismo. Y...¿Lia? Bueno... lo dije sin pensar, pero le queda, la verdad.
En eso, Galia levantó mi cabeza antes que pudiese hacer algo. Al ver su sonrisa, internamente dejé escapar un suspiro de alivio. Una cosa era que lo dijese, y otra cosa era ver que no estaba enfadada con mis propios ojos. Antes que pudiese darme cuenta, noté una sensación fría en una de mis mejillas. Tardé un poco en darme cuenta de lo que pasó, y al enterarme... bajé mi cabeza un poco para que Galia no viese el rubor. Nunca esperé que me devolviese el favor de esa forma.
– Vamos, tranquilízate, Ryuken – intenté animarme mentalmente, pero era difícil teniendo mi frente pegada con la de ella.
En eso, la joven se separó y dijo algo con un tono con el que no estaba familiarizado. No sabía porque, pero tenía la sensación que liberé un pequeño monstruo sin darme cuenta. Ahora entendía porque Dranser se quejaba de las bromas pesadas de la pelirrosa a cada rato. Y a todo esto... no era pequeño, era más grande que ella, tanto en edad como estatura. Una mueca apareció en mi rostro, pero tenía la sensación que parecía de todo menos atemorizante y frío. Suspiré e intenté mantener la calma, al tiempo que me servía otro vaso de aquel líquido.
– Es tu culpa por ser así de bella, Lía. Tener una personalidad y físico así, debería ser un crimen – exploté de repente.
Suspiré tranquilamente al liberar eso y seguí bebiendo del vaso, como si lo que dije anteriormente no me hubiese afectado. La realidad era otra, puesto que me sentía mortificado por dentro. Al menos... conseguí recuperar la compostura y ya no parecía como si fuera a morir allí mismo. Y...¿Lia? Bueno... lo dije sin pensar, pero le queda, la verdad.
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La joven se mantuvo en todo momento con una sonrisa en su rostro, observando al chico despacio. Entonces fue cuando su compañero dijo aquellas palabras. La chica se quedó callada unos momentos sin entender muy bien al principio. Entonces se quedó algo pensativa con la boca abierta y lentamente sus mejillas se tornaron en un color rojo intenso. Notó bastante vergüenza ante aquellas palabras, pero no podía dejarse intimidar así. Debía ser fuerte y no tener vergüenza de aquella clase de cosas y menos dichas por él. Se mantuvo mirándole fijamente todo el tiempo, pero con aquellos nuevos colores adornando su rostro. Tragó un poco de saliva y después de unos momentos miró a otro lado al no poder evitarlo. Finalmente no pudo contenerse y después le señaló con el rostro rojo y los ojos muy abiertos.
- ¡Eso no es cierto! Mi físico es muy normalito y mi personalidad simplemente es tratar de ser amable, como harían todos…
Dijo dándose la vuelta entonces. Una temperatura de menos veinte grados comenzó a inundar entonces aquella habitación, haciendo que los cristales se empañasen debido al frío y muchas cosas se recubrieran de escarcha. Los sentimientos de la chica despertaron su potencia algo más de lo que se había imaginado y por ello no pudo evitar tragar un poco de saliva. Esperaba no haber congelado al joven y por ello se dio la vuelta despacio. Al ver que Ryuken no estaba hecho una figura de hielo, no puedo evitar silbar de forma inocente, queriendo hacer parecer que no había sido su culpa. Entonces el rubor de sus mejillas había desaparecido y ahora estaba un poco confusa. Ella no podría aprovechar aquella bendición, pero algo le decía que su compañero podría estar feliz.
- L-lo siento… Me temo que tus palabras hicieron que me pusiera nerviosa… ¡Digo! ¡No! Tus palabras no fueron…
Dijo entonces excusándose al mismo tiempo que se ponía en pie y se acercaba a las ventanas. Todo fuera continuaba igual y nadie se había dado cuenta. Aquello parecía estar poniéndose interesante y el poder de la chica continuaba aumentando a medida que pasaban los días. Galia estaba segura de que tenía una habilidad fantástica, pero lo siguiente que debía hacer era controlar sus poderes. Miró de nuevo hacia el chico de cabellos plateados y fue entonces cuando le sacó la lengua de forma amable.
- Al menos ahora sabes que puedes darme mimos cuando quieras… Jejejeje…
- ¡Eso no es cierto! Mi físico es muy normalito y mi personalidad simplemente es tratar de ser amable, como harían todos…
Dijo dándose la vuelta entonces. Una temperatura de menos veinte grados comenzó a inundar entonces aquella habitación, haciendo que los cristales se empañasen debido al frío y muchas cosas se recubrieran de escarcha. Los sentimientos de la chica despertaron su potencia algo más de lo que se había imaginado y por ello no pudo evitar tragar un poco de saliva. Esperaba no haber congelado al joven y por ello se dio la vuelta despacio. Al ver que Ryuken no estaba hecho una figura de hielo, no puedo evitar silbar de forma inocente, queriendo hacer parecer que no había sido su culpa. Entonces el rubor de sus mejillas había desaparecido y ahora estaba un poco confusa. Ella no podría aprovechar aquella bendición, pero algo le decía que su compañero podría estar feliz.
- L-lo siento… Me temo que tus palabras hicieron que me pusiera nerviosa… ¡Digo! ¡No! Tus palabras no fueron…
Dijo entonces excusándose al mismo tiempo que se ponía en pie y se acercaba a las ventanas. Todo fuera continuaba igual y nadie se había dado cuenta. Aquello parecía estar poniéndose interesante y el poder de la chica continuaba aumentando a medida que pasaban los días. Galia estaba segura de que tenía una habilidad fantástica, pero lo siguiente que debía hacer era controlar sus poderes. Miró de nuevo hacia el chico de cabellos plateados y fue entonces cuando le sacó la lengua de forma amable.
- Al menos ahora sabes que puedes darme mimos cuando quieras… Jejejeje…
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Bueno... aquello fue algo peculiar. No era mi intención hacer que perdiese la compostura de esa forma, pero lo tomaba como una victoria personal. Pensé que sería difícil seguirle el juego, aunque al parecer me equivoqué en eso. ¿Así me veía cuando Galia hacía ese tipo de cosas? Debía admitir que parecía un tomate maduro de esa forma, pero no dije nada ante eso. Sería un hipócrita si hiciera eso. Por supuesto, no pude evitar que se formase una sonrisa en mi rostro, la más grande hasta ahora. Con esa personalidad, era difícil mantener estoico y sereno por mucho tiempo. Incluso yo, que era el señor sonrisas, no podía escapar de aquel encanto natural. En eso, Galia se dio la vuelta y me dio la espalda. ¿Tan avergonzada se encontraba? Pero si solo se trataba de un cumplido. Ahora entendía las palabras de mi madre cuando decía que era imposible comprender al sexo opuesto. Había más probabilidades para encontrar el one piece, que intentar lograr una hazaña como la antes mencionada.
En eso, la temperatura del lugar disminuyó de forma muy considerable. Mis ojos se abrieron como platos y no pude evitar abrazarme fuertemente. Si bien era algo resistente al frío, nunca pensé que mi compañera podría lograr algo como eso. Afortunadamente no terminé congelado por accidente, por lo que no diría nada acerca de eso. Al ver como se puso a balbucear de esa forma... fue la gota que rebalsó el vaso. Eché mi cabeza hacia atrás y... me reí. Desde que murió mamá que no reía con tantas ganas y no de forma falsa. Se sentía... bien, como si me hubiese quitado un peso de encima. Respiré lo más que pude y miré fijamente a la pelirrosa, mientras mantenía una sonrisa en mi rostro. La más grande que había hecho en presencia de otra persona.
– Vale... gracias hacerme saber que aún tengo emociones. Nunca pensé que volvería a reír luego de... eso – le dije, haciendo referencia acerca de lo que le conté en Lvneel.
Me paré del asiento y, luego de asegurarme que mis músculos no estaban entumecidos por lo que Galia hizo anteriormente, me acerqué hasta ella. Le coloqué una mano en su mejilla y le miré fijamente a los ojos, manteniendo la sonrisa de antes.
– Y esa es la cosa, no todas las personas son así de amables y eso lo sé mejor que nadie. Esta es la primera vez que despliego tantas emociones desde que murió mi madre. Debo agradecerte eso – luego de eso, quité la mano y seguí mirando a sus ojos. Estaba cambiando mi forma de ser, y eso lo sabía muy bien. Lo único que faltaba... era deshacerme de ese problema mental que tenía. Sería duro... pero por primera vez en años, tenía algo de esperanza para lograrlo. Un estremecimiento recorrió mi cuerpo, haciendo que recordara que las condiciones del salón no eran las adecuadas.
En eso, la temperatura del lugar disminuyó de forma muy considerable. Mis ojos se abrieron como platos y no pude evitar abrazarme fuertemente. Si bien era algo resistente al frío, nunca pensé que mi compañera podría lograr algo como eso. Afortunadamente no terminé congelado por accidente, por lo que no diría nada acerca de eso. Al ver como se puso a balbucear de esa forma... fue la gota que rebalsó el vaso. Eché mi cabeza hacia atrás y... me reí. Desde que murió mamá que no reía con tantas ganas y no de forma falsa. Se sentía... bien, como si me hubiese quitado un peso de encima. Respiré lo más que pude y miré fijamente a la pelirrosa, mientras mantenía una sonrisa en mi rostro. La más grande que había hecho en presencia de otra persona.
– Vale... gracias hacerme saber que aún tengo emociones. Nunca pensé que volvería a reír luego de... eso – le dije, haciendo referencia acerca de lo que le conté en Lvneel.
Me paré del asiento y, luego de asegurarme que mis músculos no estaban entumecidos por lo que Galia hizo anteriormente, me acerqué hasta ella. Le coloqué una mano en su mejilla y le miré fijamente a los ojos, manteniendo la sonrisa de antes.
– Y esa es la cosa, no todas las personas son así de amables y eso lo sé mejor que nadie. Esta es la primera vez que despliego tantas emociones desde que murió mi madre. Debo agradecerte eso – luego de eso, quité la mano y seguí mirando a sus ojos. Estaba cambiando mi forma de ser, y eso lo sabía muy bien. Lo único que faltaba... era deshacerme de ese problema mental que tenía. Sería duro... pero por primera vez en años, tenía algo de esperanza para lograrlo. Un estremecimiento recorrió mi cuerpo, haciendo que recordara que las condiciones del salón no eran las adecuadas.
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La chica mostró una sonrisa dulce cuando el chico colocó su mano en la mejilla de ella. No pudo evitar sacar un poco la lengua. Después de aquel piropo que la llevó por sorpresa, pues nunca antes había recibido uno así, se relajó bastante. Que Ryuken estuviera tomando una personalidad mejor, la hacía sentir muchísimo mejor y eso la reconfortaba por dentro. Ella sería su sello en caso de que se descontrolase. Tendría sus propias formas de pararlo o al menos intentarlo. Algunas algo vergonzosas, pero nada graves. Entonces se rascó un poco la cabeza y pudo darse cuenta de los temblores del chico. Parecía molesto y eso la hizo alzar una ceja ¿Tanto fría podía ejercer? Una lástima no poder comprobarlo. Soltó un suspiro y entonces lo siguiente que hizo fue abrazarle.
Rodeó su cuello con los brazos y después colocó la cabeza en el hombro de él, acariciándole la mejilla con sus pelos y después pegándose un poco. Eso la hizo pensar que le daría más frío y anuló su poder, volviendo aquello a la normalidad. De todas formas continuó abrazándole para tratar de darle todo el calorcito posible. Entonces soltó un suspiro y después permaneció pegada a él, tratando de que se encontrase lo más cómodo posible. Ella era una chica lista y no tardó en empezar a hablarle para que pudiese sentirse algo mejor.
- Yo seré tu sello en los momentos difíciles y te seguiré arrancando muchas sonrisas, Ryu-kun. Tan solo permanece a mi lado y no te marches.
Le dijo entonces sacándole la lengua de forma amistosa y después dándole un leve mordisco en la nariz de forma cariñosa, dejándole un pequeño témpano de hielo. A continuación se separó un poco y después de unos momentos levantó las ventanas. El calor empezó a hacer acto de presencia y fue cuando la chica le dijo que la siguiera. Salió de aquel sitio y lo condujo hasta su habitación. Una vez dentro cerró y colocó un pequeño chisme que lanzaba ráfagas de aire frío. Al encenderlo sonrió de lado y después se tumbó en la enorme cama, mirando al joven con una expresión calmada.
- Nos veo en un futuro como un equipo legendario. Tan solo debemos permanecer juntos durante años, entrenando y haciéndonos fuertes. – Mencionó mientras le hacía un hueco y sonreía al sentirse ya un poco más fresca. – Piensa que esto será genial. Nos quedan muchos años, incluso puede que más de cuarenta, juntos como compañeros y viviendo el uno al lado del otro. Ha sido una gran suerte conocerte. – La chica se notaba bastante feliz, pues tendría un amigo para siempre.
Rodeó su cuello con los brazos y después colocó la cabeza en el hombro de él, acariciándole la mejilla con sus pelos y después pegándose un poco. Eso la hizo pensar que le daría más frío y anuló su poder, volviendo aquello a la normalidad. De todas formas continuó abrazándole para tratar de darle todo el calorcito posible. Entonces soltó un suspiro y después permaneció pegada a él, tratando de que se encontrase lo más cómodo posible. Ella era una chica lista y no tardó en empezar a hablarle para que pudiese sentirse algo mejor.
- Yo seré tu sello en los momentos difíciles y te seguiré arrancando muchas sonrisas, Ryu-kun. Tan solo permanece a mi lado y no te marches.
Le dijo entonces sacándole la lengua de forma amistosa y después dándole un leve mordisco en la nariz de forma cariñosa, dejándole un pequeño témpano de hielo. A continuación se separó un poco y después de unos momentos levantó las ventanas. El calor empezó a hacer acto de presencia y fue cuando la chica le dijo que la siguiera. Salió de aquel sitio y lo condujo hasta su habitación. Una vez dentro cerró y colocó un pequeño chisme que lanzaba ráfagas de aire frío. Al encenderlo sonrió de lado y después se tumbó en la enorme cama, mirando al joven con una expresión calmada.
- Nos veo en un futuro como un equipo legendario. Tan solo debemos permanecer juntos durante años, entrenando y haciéndonos fuertes. – Mencionó mientras le hacía un hueco y sonreía al sentirse ya un poco más fresca. – Piensa que esto será genial. Nos quedan muchos años, incluso puede que más de cuarenta, juntos como compañeros y viviendo el uno al lado del otro. Ha sido una gran suerte conocerte. – La chica se notaba bastante feliz, pues tendría un amigo para siempre.
Ryuken Shirou
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Galia volvió abrazarme, pero esta vez no me paralicé como otras veces. Si bien seguía sintiendo ese calor interior, esta vez no reaccioné de forma tan avergonzada. Simplemente sonreí un poco y le abracé de vuelta por la cintura. Internamente, suspiré de alivio al notar que la temperatura volvía a la normalidad. No tenía idea cuanto más hubiese resistido, y tampoco quería averiguarlo. Ni siquiera Gelum tenía una temperatura como la que mi compañera manejaba. Al escuchar las palabras de Galia, simplemente cerré los ojos mientras me dejaba estar. No pensaba hacerlo, de todas formas. Ella se ganó mi lealtad, y en respuesta le protegería en todo momento pese a que no lo necesitase. La revolución, especialmente a mujer en mi brazos y Dranser, eran mi nueva familia. En respuesta, haría todo a mi alcance para lograr sus objetivos.
Al cabo de unos segundos, nos separamos, no sin antes que la pelirrosa dejase un pequeño tempano en mi nariz. Suspiré ante eso, pero no dije nada. Ya había notado que tenía un pequeño problema con el hielo. En eso, Galia abrió la ventana de repente. Mis ojos se abrieron ampliamente al sentir tal calor, y no pude evitar echarme un poco para atrás. Mierda, nunca pensé que el clima llegaría a esos extremos. Como estábamos dentro, no lo notamos. Galia me hizo una señal para que la siguiese, y yo felizmente fui hacia su dirección. Cualquier cosa con tal de escapar de ese infernal calor.
Llegamos a la habitación de Galia y miré curiosamente a mi alrededor. Era casi igual a la que yo tenía, pero obviamente con detalles más femeninos. Me crucé de brazos mientras oía a la pelirrosa a hablar. Debía admitir que esas palabras calaron hondo en mi corazón, y si no fuese porque ya se habían acabado mis lágrimas hace años... probablemente me hubiese puesto a llorar allí mismo. Cerré los ojos y me incliné ante mi compañera. Ya había tomado una decisión.
– Entonces, juro protegerte de todo hasta el fin de los días. Pese a que no lo necesitas, seré tu espada y escudo en todo momento. Además de un confidente y amigo que estará a tu lado para siempre – le dije con una sonrisa. Me acerqué hasta su cama y me eché al lado de ella. Si, verdaderamente fue una suerte haberla conocido a ella y a Dranser. Quién sabe qué estaría haciendo en estos momentos si no hubiese ido a parar en Lvneel.
Al cabo de unos segundos, nos separamos, no sin antes que la pelirrosa dejase un pequeño tempano en mi nariz. Suspiré ante eso, pero no dije nada. Ya había notado que tenía un pequeño problema con el hielo. En eso, Galia abrió la ventana de repente. Mis ojos se abrieron ampliamente al sentir tal calor, y no pude evitar echarme un poco para atrás. Mierda, nunca pensé que el clima llegaría a esos extremos. Como estábamos dentro, no lo notamos. Galia me hizo una señal para que la siguiese, y yo felizmente fui hacia su dirección. Cualquier cosa con tal de escapar de ese infernal calor.
Llegamos a la habitación de Galia y miré curiosamente a mi alrededor. Era casi igual a la que yo tenía, pero obviamente con detalles más femeninos. Me crucé de brazos mientras oía a la pelirrosa a hablar. Debía admitir que esas palabras calaron hondo en mi corazón, y si no fuese porque ya se habían acabado mis lágrimas hace años... probablemente me hubiese puesto a llorar allí mismo. Cerré los ojos y me incliné ante mi compañera. Ya había tomado una decisión.
– Entonces, juro protegerte de todo hasta el fin de los días. Pese a que no lo necesitas, seré tu espada y escudo en todo momento. Además de un confidente y amigo que estará a tu lado para siempre – le dije con una sonrisa. Me acerqué hasta su cama y me eché al lado de ella. Si, verdaderamente fue una suerte haberla conocido a ella y a Dranser. Quién sabe qué estaría haciendo en estos momentos si no hubiese ido a parar en Lvneel.
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