Dawn of a New Hope [Priv. Aslaug & Misa]

El viento mecía los cabellos de la pequeña. Ella estaba en lo alto de una roca sentada, mientras vigilaba el horizonte. Había sido un duro día aquel, intentó evitar el contacto con sus seres queridos, pues marcharse ya se le hacía difícil de por sí sola. En donde estaba tenía una bella vista de todo lo que la rodeaba, los bosques se perdían en el horizonte. ¿Qué habrá más allá de ellos? Se preguntaba cada vez que venía a la roca. Era un sitio muy especial para Aslaug, era como una guarida en la que refugiarse cuando el mal acechaba.

Quedaba poco para que anocheciera. Esta noche había la primera luna llena de la temporada, significaba que habría reunión de clanes y Aslaug podría huir perfectamente. ¿Cómo sería la gente allí abajo? ¿Tendrían alas también? Mil preguntas surgían en su cabeza por culpa de la curiosidad que tenía. Arrastró la mano por la roca hasta coger su lanza. Nunca se separaba de ella. Desde que su hermano le había enseñado a luchar en secreto se sentía más fuerte.

Suspiró. Sería difícil huir, pero lo lograría. Lo peor que podía pasar era perderse en el bosque, pero la orientación no era un problema, lo malo era la presencia de esos animales. Bestias salvajes de corazón malvado solían aparecer por las noches. Por suerte, con su agilidad, podía evadirse de las más débiles y, quizás, dejar atrás a las más fuertes.

El cielo empezaba a tomar un tono ocre. El sol iba a ponerse y la morena debía darse prisa. Se levantó y apoyó la lanza sobre la piedra. Echó un último vistazo a las tierras del cielo. Esperaba volver a verlas, era su hogar al fin y al cabo. Su madre, su padre, su hermano pequeño... todos estaban ahí, pero Eric había logrado irse de esta cárcel y ella no quería ser menos. Su expresión era triste, no sabía si era lo correcto lo que haría. ¿Quedarse a vivir algo que no desea o ir en busca de la felicidad?

Golpeó la roca y se bajó.

– ¿Y… Dónde carajos estoy?

El barco de la nada… Había sido disparado… Al cielo. ”Suena tan lógico…” – suspiró con calma y notó que le costaba un poco respirar. ¿Diferencia de altura? Supuso que era lo correcto, pero ante todo, se mordió el labio para ver si estaba soñando o no. ”No… No es un sueño” – había escuchado ciertos rumores de islas que estaban en el cielo, mas nunca se lo creyó, pero ahora… Sí, debía creérselo. Ante sus ojos azulados se levantaba una isla gigante y bastante bonita. Se levantó y empezó a caminar por la cubierta. Su haki le decía que todos estaban vivos y bien, algo que la alivió. Tendría que pasar lista y ver si alguno faltaba, a saber si alguien se cayó del barco mientras subían al cielo. ”¿Qué debería hacer?” – se rascó la cabeza mientras pensaba qué es lo que debía hacer. Volvió a suspirar… Todo era tan blanco… Tan… Majestuoso que parecía estar en un sueño. ”Bien podría estar muerta, ¿no?” – rio por lo bajo ante ese hecho.

– Bien, chicos – empezó a decir mientras se acostumbraba al escaso aire. – Primero, debemos comprobar si no falta nadie – algunos aún seguían desmayados. Los otros, empezaron a moverse lentamente mientras iban buscando a sus compañeros. – Si tienen dudas, no creo que estemos muertos – su tono era el mismo de siempre, tranquilo, calmado y dulce. – Lo segundo… Iremos a esa isla. Bajaremos con muy pocas armas y, sobre todo, mostraremos una actitud pacífica. Si nos atacan, nos defendemos, tan simple como eso – tomó una leve pausa mientras respiraba con tranquilidad. – Quiero que los carpinteros revisen el barco. A saber en qué estado quedó luego de aquella… Corriente.

No tenía claro si vivía gente ahí o si era una isla dominada por los animales, pero… Sea como sea, confiaba en que todo iba a resultar bien… En parte… Quizá, probablemente. ”Y a saber cómo carajos bajamos” – estaba en una situación complicada. ”Supongo que todo se verá más adelante” – el barco no tardó mucho en llegar a tierra y ahí fue cuando ella bajó. Los otros también hicieron lo mismo, le dieron un informe del barco y todo apuntaba a que estaba bien, además, no faltaba ninguno de sus hombres.

– Descansaremos aquí antes de hacer cualquier cosa. Necesitamos unos minutos de relajo.

La brisa que recorría los bosques de Skypiea era gélida, fruto del anochecer. Las noches en lo alto del cielo eran frías y lúgubres. Bajó de aquella roca agatuñando, a Aslaug se le daba bien escalar todo lo que tuviese para agarrarse. No era la primera vez que se atrevía a ir a la cascada de los chamanes, un lugar majestuoso y, a la vez peligroso, por la altura. Nunca olvidará el día en que escaló hasta lo alto para beber un poco de ese agua que decían que era mágica y tenía propiedades curativas, pero aquello solo eran simples leyendas.

Caminó con parsimonia, aun era temprano para regresar a la tribu. Todos estarían cumpliendo sus tareas y eso no era afán de la pequeña. Necesitaba esperar a que anocheciese del todo para ir a la cabaña. Seguramente estuviese solo Aldair, por un momento se planteó en llevárselo consigo. Sus padres jamás se lo perdonarían, en tan poco tiempo habían perdido de vista a sus tres hijos. Podía sentir el dolor de su madre dentro de su corazón.

Saltó rocas y atravesó zarzales. Conocía bien los bosques que estaban alrededor de la tribu, algún detalle tan simple era incapaz de escapársele a la muchacha. Una tronco caído, un zarpazo en la corteza de un árbol, distinta flora. Todo aquello resultaban ser obviedades para algunos indígenas o extranjeros. No era la primera vez que les tendían trampas en medio del bosque.

Pasó la mano por la rugosa corteza de los árboles. Aslaug estaba conectada mentalmente a la naturaleza y a los animales. Los iba a echar de menos. Cerró los ojos y sonrió.

-Echar de menos, volver a vernos. Madre naturaleza confiar en mí- Musitó.

– ¿Qué haremos, capitana?

– Está por anochecer… – respondió. Era la primera vez en la que no encontraba qué hacer o cómo actuar. – Montaremos aquí nuestro primer campamento – sus hombres la miraron de forma extrañada. – ¿Acaso alguien quiere internarse en el bosque a estas horas? – iba a ser una pérdida de tiempo el caminar durante la noche por los bosques. – Sí… Eso pensé – sonrió de forma tranquila y miró al resto. Algunos seguían bastante cansados y, al parecer, aún no se acostumbraban a la falta de aire del lugar. – Un grupo se quedará en tierra, el otro; en el barco. Estamos muy cerca, pero, de todos modos, no podemos perder nuestro único medio de transporte – su tono era sereno y dulce. Sus hombres asintieron y ayudaron a algunos para llegar hasta el buque. – Yo me quedaré en tierra con unos pocos. Necesitaremos alguna fogata y, en lo posible, encontrar alguna fuente de agua. Si no hay nada en unos cuantos metros de aquí, mañana exploraremos con la luz del sol.

– Capitana – Misa miró al recluta que estaba justo al frente de ella. – ¿Cree que hay personas aquí?

– Ni idea, pero estaremos bien si nos mantenemos a las afueras del bosque – suspiró con calma y se sentó en el suelo. Algunos ya estaban prendiendo la fogata. – Nadie está obligado a quedarse aquí – dijo lo bastante fuerte como para que todos la escucharan. – Pero no nos moveremos en medio de la noche. Este es nuestro único lugar seguro. – Escuchó un sonoro, “Sí, capitana” y se un poco más tranquila. ”¿Qué más puedo hacer?” – seguramente, los den den mushi no funcionarían aquí arriba. Tampoco tenía un mapa de la isla o alguna clase de información. Estaba con las manos atadas.

Se quitó la gabardina y la dejó a un lado, dejando ver su camiseta de un tono azulado. Vestía con unos pantalones del mismo tono. ”Es complicado” – se acomodó en un árbol y cerró sus ojos. Su haki se mantenía activado, así que estaba atenta a cualquier presencia que no conociera. Incluso sus sentidos estaban al máximo, si… Nada la iba a pillar con la guardia baja. ”Debo velar por el bien de mis hombres” – suspiró con calma y trató de tranquilizarse. ¿Cómo podía hacerlo bien sin que nadie saliera lastimado? Negó con la cabeza, despacio… No podía pensar de esa forma. Iba a encontrar la solución, definitivamente lo iba a hacer. ”Solo debemos pasar esta noche”

El sol se fue y dio paso a la luna. Una gran luna llena que iluminaba todo perfectamente. En la isla del cielo siempre se podía apreciar cuán grande era. Aslaug se quedó ensimismada por su belleza durante un momento. -Estar al caer - Dedujo la muchacha mirando hacia todos lados. Ella se refería a su tribu. La reunión de clanes debería empezar a celebrarse justo ahora.

Echó a caminar. Un silencio sepulcral se cernía sobre el bosque. Solo podía escuchar los latidos de su corazón y su agitada respiración. No era seguro estar en el bosque de noche. Las fieras y depredadores estaban al acecho, un mínimo ruido podía llamar su atención y provocar la perdición de alguien. Aslaug intentaba pisar con cuidado cada paso que daba, pues el mínimo roce contra el suelo hacía ruido, ya fuese por una rama o alguna hoja seca que al pisar se rompía.

Estaba tensa. No bajaba la guardia en ningún momento. El piar de algún pájaro nocturno la asustó un par de veces. Tras un buen rato caminando escuchó algo. Parecía estar quemándose algo, pero a su vez diversas voces. ¿Fuego? Olía a humo. Aslaug siguió el rastro de este. Le asustaba pensar que podía haber un incendio, recordaba la última vez que hubo uno y destruyó gran parte de la naturaleza.

Corrió hasta que llegó cerca de un claro. No era un incendio, era una fogata. Suspiró aliviada; sin embargo, las personas que había allí... No tenían alas y vestían de manera diferente. No podían ser los chamanes. ¿Por qué hacían tanto ruido? Se preguntaba todo el rato la pequeña. Sacó su lanza y atravesó los matorrales apuntándolos.

-¿Quiénes ser? - Inquirió. - ¡Hablar!

Aparecer de las sombras quizás asustaba un poco a aquellos hombres. Aslaug estaba sorprendida de ver a gente diferente de los de su clan. ¿Serían otras tribus hostiles? Nunca habían sobrepasado los límites...

Si tenía que admitir algo, era el hecho de que sus compañeros lograban relajarse y rápido. No tardaron en empezar a conversar de cualquier cosa e iban alegrando el ambiente. Ella se mantenía en silencio, con los ojos cerrados y sonriendo con calma. ”Al menos, ya todos se han tranquilizado” – incluso los que estaban en el barco lo estaban pasando bien. Nada como una buena fogata al aire libre, en medio de la noche, para aliviar corazones. Suspiró con calma y puso sus dos manos detrás de su nuca. El sitio era el ideal para descansar, casi parecía que el suelo se hundía lo justo para sentarse de forma cómoda e incluso el árbol tenía una ligera curva para apoyar su espalda. ”Y está fresco, es lo mejor” – no hacía ni mucho calor ni mucho frío, quizá porque estaba cerca de la fogata o, bien, porque esta era una isla primaveral.

Abrió los ojos y notó que ahora se estaban poniendo a cocinar y a beber. Sí… Esos tipos eran los mejores. Había algunas armas en el suelo, pero, en general, eran pocas tirando a casi ninguna. Uno que otro rifle o alguna espada. ”Me pregunto si vivirá alguien aquí” – seguía pensando que podía ser una isla de animales. Quizá por el hecho de que solo escuchaba extraños sonidos provenientes de los interiores del bosque. O porque nadie había llegado a “recibirlos”. ”De todos modos, no podemos bajar la guardia” – su mantra se desplegaba en varios metros a la redonda, así que sabría si algo o alguien se acercaba. ”Vaya…” – su mantra le advirtió de la presencia que estaba por llegar, suspiró con calma y se quedó mirando el lugar por donde aparecería. No tardó mucho en llegar y portaba una lanza. Notó que sus compañeros agarraban sus armas y se ponían en posiciones de ataque.

– ¡Todo el mundo quieto! – gritó con fuerza. – ¿Qué les dije? Todos, bajen sus armas, ya. No lo repetiré dos veces y retrocedan, yo me encargaré. – Sus hombres asintieron y se alejaron. Su mantra le decía que ella no era tan fuerte, pero tampoco se iba a confiar. ”Es nuestra única fuente de información” – ella parecía del lugar y debía saber alguna forma de bajar. Suspiró con calma y la miró de forma tranquila.

– Soy Amane Misa, un placer – su tono, como siempre, era bastante dulce y tierno. – No venimos con malas intenciones – su posición corporal era relajada, no estaba a la ofensiva. Ella eran los visitantes, los forasteros… Estaban invadiendo su terreno. – No sabemos casi nada de este lugar… Solo queremos saber cómo podemos bajar a nuestro mar – tomó una ligera pausa y respiró de forma profunda. – Si nos dices como podemos bajar, te prometo que nos iremos – su forma de hablar era lenta y pausada. Sin elevar su voz en ningún momento, no quería que ella los viera como enemigos. – Y tú, ¿quién eres? – Le preguntó con una suave sonrisa.

Tenía ganas de gritarles a todos aquellos bárbaros que no debían hacer eso. Estaban mancillando la tierra de sus ancestros. ¿Es que acaso no sabían de las historias que había sobre este lugar? Ingenuos. Al ver como los hombres cogían sus armas Aslaug se puso en modo defensivo. Sabía que tenía las de perder, pero no le costaba nada escaparse y avisar a la tribu de que les atacaban. Era mucho más ágil y conocía el terreno.

No habló, pues una mujer rubia estaba gritando sin parar. Para la pequeña eso era nuevo, su forma de hablar, sus vestimentas... seguía tan sorprendida como al principio. En cuanto la mujer trató de acercarse a Aslaug esta solo podía alzar la lanza y echarse hacia atrás, hasta que se detuvo. Su nombre era Amane Misa, la muchacha lo pronunció, pero apenas llegó a escucharse.

-Aslaug - Musitó.

A la muchacha se le iluminaron los ojos en cuanto escuchó bajar al mar. Resultaron ser forasteros pacíficos. Escuchó atentamente a la rubia y luego posó la lanza, de pie, sobre el suelo.

-Escuchar - Dijo con confianza refiriéndose a los hombres. - Su deber es estar en silencio. Hay peligros de noche. Cuidado. Tu mandarlos a lugar seguro para cuando lleguemos.

Esperaba que entendiesen lo que quería decir, no aguantarían mucho si hacían ese jaleo y, por muy fuertes que fuesen, no tendrían escapatoria ni ayuda en lo alto del cielo.

-Tu - Señaló a Misa. - Yo llevarte a tu mar si tu ayudar a mí. Sígueme.

Aslaug caminó hacia la espesura del bosque y allí se dio la vuelta. Quería saber si la rubia la seguiría. Lo único que quería era recoger sus cosas, despedirse de su hermano pequeño nada mas. No le llevaría mucho tiempo.

”Bien” – sonrió de forma amistosa al escuchar sus palabras. Tenía sus dudas, pero era lo mejor que tenía en ese momento. Incluso… ¿No se había emocionado al escucharla hablar? Suspiró con calma y mandó a uno de sus hombres a apagar la fogata y que todos se fueran al buque.

– Te ayudaré en lo que pueda – le dio la espalda por unos segundos a Aslaug. – Alejen el buque unos metros de la costa. Estaré bien sola, no se preocupen – suspiró con calma y notó que algunos miraban a Aslaug con cierta desconfianza. – Vigilen el barco, pero en silencio. No hagan ruidos. Tú – apuntó a un hombre pelirrojo. – Quedas a cargo mientras no este. – Él asintió e hizo el saludo militar.

Se giró para ver a la chica. ¿En qué la debería ayudar? ¿Luchar? Quizá, iba preparada para todo, en todo caso. Agarró su gabardina y se la colocó por sobre los hombros. Suspiró con calma y se terminó por relajar. Era luna llena y la luz era suficiente como para avanzar sin muchos problemas, pensó, por unos segundos, en tomar la iniciativa, pero no conocía para nada el lugar y no quería perderse. ¿Qué era lo debía hacer? Tenía muchas preguntas qué hacer, pero no quería sonar muy… Impertinente. ”Solo… Síguela. – su curiosidad por saber del lugar también eran grandes, pero… Nuevamente, no quiso emitir alguna palabra que la molestara.

– Primero… Te pido disculpas por lo que hicimos. Solo actuamos en consecuencia de las circunstancias y por eso te pido disculpas – le dijo con un tono dulce y bastante amable. En verdad, esas disculpas eran bastante sinceras. – Lo otro… ¿En qué te debo ayudar? – Le preguntó con cierto… Tono serio. Caminar por el bosque, en mitad de la noche, no era lo que le preocupaba, su fuerza debía bastar como para evitar cualquier peligro. Guardó silencio y esperó respuesta de ella. ”Debe tener entre dieciséis y dieciocho años, no más.” – pensó con calma. ¿Qué era esa ayuda que le estaba pidiendo?

Sonrió al ver que la rubia accedía a ir a con ella. Puso la lanza sobre la espalda y comenzó a caminar. Llevaban un buen ritmo. Aslaug no miraba a la cara a Misa cuando esta hablaba, parecía muy concentrada en llegar pronto al poblado, pero a pesar de eso, la escuchaba perfectamente. Para ella eran unos simples novatos que se adentraron en la selva, no sabían como iba el mundo de los cielos. Si hubiesen permanecido toda la noche las bestias más salvajes los habrían arrollado.

-Shhh - Hizo una mueca. No quería que se lo tomase mal, pero si quería hablar debía hacerlo en voz baja. - Yo querer escapar. Tu servir para escapar, llevarme con vosotros al mundo nuevo.

Para Aslaug, el mundo nuevo era aquello que nunca había pisado, pero si había oído historias sobre él. Sobre todo de su hermano Eric, en cuanto estuviese ahí abajo lo encontraría a toda costa. ¡Ella también era como él!

Caminaron durante un buen rato, atravesaron matorrales, zarzales y árboles caídos. A lo lejos se podía escuchar mucho jaleo y en el horizonte se veía alguna luz. Aslaug se detuvo y pasó la mano por delante de Misa para que hiciera lo mismo. Ahí empezaba el peligro. Tenían que acercarse sin levantar sospechas. La cabaña de Aslaug estaba hacia el norte así que rodearían todo el campamento. Solo esperaba que estuviese vacía.

-Vamos.

Aslaug fue de primera. Llegaron al límite del campamento.

-Cuidado. Hacer lo que yo diga. Sígueme - Susurró.

Ya se veían las luces de las cabañas y como resonaba el jaleo de la reunión. Vio su hogar, no había nadie cerca. Podían entrar.

”¿Escapar?” – pensó confundida. Por sus palabras, al parecer, quería ir al mundo de donde ella venía. Quería ir al “mundo nuevo”. ¿Era lo correcto ayudarla a hacer eso? Quizá no tanto, pero… Debía tener sus razones como para querer huir de su hogar, dejar la protección de este, a sus familiares, amigos, etc… Las cosas que ella no pudo elegir. ”Supongo que tarde o temprano hubiera hecho lo mismo” – si nada de su pasado… Negó con la cabeza, últimamente, pensaba mucho en ello. Se mostraba tranquila y hacía caso a todas las indicaciones que le daba Aslaug.

– ¿Qué harás vez llegues a mi mundo? – le preguntó con curiosidad, en un tono bastante silencioso. – No tengo problemas en llevarte conmigo, pero… ¿Qué harás una ves lleguemos?

A lo lejos escuchaba los sonidos de mucha gente, incluso con su mantra sentía sus presencias. ”Estaré atenta a sus movimientos…” – no era su problema, pero si lo iba a ser si a ella la atacaban sin razón. Solo estaba echándole una mano a la única persona que sabía cómo salir de ahí. ”Ya veré qué hacer dependiendo de la situación” – de todos modos, lo tenía bastante claro. Agarrar a aquella chica y llevársela. Por si indumentaria, por su arma y por como hablaba, debía pertenecer a una tribu o algo por el estilo y… Personas así no es que fueran muy… Abiertas. ”O bien me ha engañado y me lleva a una trampa” – también estaba en su cabeza aquella opción, pero la iba descartando a cada segundo. Si fuera eso, bien pudieron atacarlos en aquel campamento improvisado que montaron en la costa.

La siguió con calma y tratando de no hacer ningún ruido. ”¿Qué haré si todo se complica?” – podía ocultarlo bastante bien, pero estaba un poco nerviosa. Ir en silencio y escapar en medio de la noche era un tanto peligroso. No solo para ella, si no que para la misma Aslaug. Suspiró con calma mientras notaba que ya llegaban a lo que parecía ser su hogar.

– ¿Tengo que entrar contigo o lo harás sola? – Le preguntó en un susurro lo suficientemente alto para que ella lo escuchara.

Llegaron a la entrada de la cabaña. Aslaug se giró para responder a Misa. Las preguntas era mejor dejarlas para otro momento. - No saber - Respondió. Después, no podía dejarla fuera. Si aparecía alguien de la tribu podrían cogerla y acabar con su vida de las peores maneras. No estaba permitido el paso de forasteros y extranjeros a las tribus y, si lo hacían, su único destino era la muerte. Una muerte horrorosa.

Aslaug abrió la puerta con cuidado y le hizo señas con la mano para que entrase detrás de ella. Entró con sumo cuidado, la madera chirriaba bajo sus pies. No había ni una sola vela para alumbrar. Tan solo podía guiarse por los halos de la luz de la luna que entraban por las ventanas.

Miró la mesa, ahí encima estaban los guantes de su prometido y, al pie de la mesa, unas botas. Aslaug se asustó al ver sus cosas allí, esperaba que no estuviese en la cabaña o sería su perdición y, de paso, habría arruinado la vida de Misa. Esas cosas no eran suyas, él las había robado a otras gentes. La rabia la consumió y, en voz baja, se dirigió hacia Misa.

-Tu coger esas cosas - señaló hacia los objetos. - Para ti. Ser un regalo por ayuda. Coge.

Dejó a Misa allí sola y fue hacia la habitación, abrió la puerta con cuidado y de dentro salió Shiro. Correteando torpemente. Aslaug le acarició la cabeza para que estuviese tranquilo, este fue hacia afuera y se topó con Misa, el cual empezó a olisquearla. Aslaug estaba en la habitación de su hermano pequeño. Se agachó junto al borde de la cama y le dio un dulce beso en la frente a Aldair. Él estaba profundamente dormido. Dejó su lanza junto a él, como recuerdo y salió adonde estaba Misa de nuevo.

Allí cogió la lanza de su padre, un arma majestuosa y totalmente diferente a la que tenía antes y, por último, quitó de la pared la máscara con capa. Se la colocó en la cabeza y puso la lanza a la espalda. Se aseguró de que Misa había cogido lo que le mandó y cogió en brazos a Shiro.

-Tu delante - Le pidió a Misa. - Deber escapar pronto ahora. Rápido - Apresuró.

”Debo aprender a no preguntar tanto o hablar tanto” – pensó con calma mientras entraba. Aslaug era una chica interesante, quizá hasta podía entrar en la marina y llegar alto. ”Recordatorio: No pensar que todos pueden entrar en la Marina” – últimamente se estaba dejando llevar por las primeras impresiones y pensaba que todos podían entrar en aquella organización. Pero… Con ella era un tanto diferente. Quizá si podía hacerlo bien y hasta la ayudaba… De cierta forma. No tardó en entrar con ella y notó que no había luz. ”Vaya…” – sus ojos tardaron un poco en acostumbrarse a la poca luz. Escuchó las palabras de ella y arqueó una ceja, confundida. ¿Regalo por la ayuda? No buscaba nada a cambio, pero tampoco podía decírselo.

– Veamos… – lo primero que le llamó la atención, una vez llegó a la mesa, fueron los guantes. Algo tenían… – Kairoseki… – sentía la misma energía que cuando combatía contra Xemnas. Era la misma sensación… Pero mucho más fuerte. Tuvo que tener mucho cuidado para no sentirse debilitada al tomarlos. – Y ahora… Esas. – Susurró mientras tomaba las botas. No tenían, a simple vista, nada especial. Suspiró con calma mientras buscaba una especie de mochila o bolsa para llevar ambos objetos, no podía cargar con ellos y moverse de forma cómoda con estos. No tuvo que buscar mucho… En una de las sillas había una pequeña bolsa.

Suspiró con calma y se quedó esperando a Aslaug. Ya había guardado los guantes y las botas en aquella bolsa. Ya nada las ataba ahí. En eso, notó como un pequeño… ¿Perro? La olfateaba, era tierno y casi parecía juguetón. Dejó que hiciera lo que quisiera, con cierto temor de hacerle cariño por si la mordía. ”Es una monada” – pensó mientras se cruzaba de brazos. La bolsa colgaba en su espalda.

– Esta bien – dijo mientras salía haciendo el más mínimo ruido. – Mis hombres deben estar preparados. Solo es cosa de llegar. – Le dijo en un susurro mientras hacía el mismo camino que ella para llegar. Había recordado el camino y no creía perderse y, además, solo debía dirigirse al sitio donde más presencias, cercanas a la costa, estuvieran reunidas. ”Esto es muy emocionante y divertido” – rio por lo bajo mientras se volvían a entrar en el bosque.

Ambas salieron de la cabaña. Aslaug recordaba perfectamente el camino de vuelta y si no, esperaba que Misa recordase algo. De vez en cuando tenía que ir acomodando a Shiro en sus brazos, este no paraba de revolverse y ya empezaba a pesar lo suyo, crecía demasiado rápido. Estaban dejando la tribu atrás. Aslaug se detuvo y miró lo que una vez fue su hogar, lo iba a echar de menos, pero ella no podía quedarse ahí. Con la cabeza gacha suspiró y decidió continuar su camino. Sentía dejar su vida.

Llevaban un buen rato caminando y la muchacha no era capaz de entablar conversación. No tenía mucha confianza para hablarle a la rubia y, su lenguaje, dificultaba un poco la comunicación. Debería aprender a hablar correctamente.

Shiro de vez en cuando echaba algún ladrido y Aslaug no sabía como hacerlo callar. No le gustaba el ruido de la noche y no quería que por culpa de su mascota se liasen las cosas. Miró a la rubia de reojo y después al frente. Ella era diferente, no parecía preocupada por las cosas de la isla del cielo. Que chica más extraña.

A lo lejos se podían divisar unas luces de barco. Ya estaban llegando, el camino se había hecho corto porque habían ido demasiado deprisa. Llegaron hasta él y la muchacha se sorprendió de ver un objeto tan grande. Vio la pasarela y como los hombres subían y bajaban. Había escuchado hablar de los barcos, pero nunca vio uno de cerca. ¡Era enorme!

Fue detrás de Misa, ensimismada con todo lo que había a su alrededor. Llegó hasta cubierta y miró la madera que pisaba. Posó a Shiro en el suelo y este no paraba de ladrar a los hombres.

-Etto... - Dijo tocando el brazo de Misa para que le prestase atención y señalando hacia el oeste, donde se perdía en mar de nubes todo. - Ir recto para salir.

Sonrió de forma tranquila al ver el barco. Ya… Era hora de partir. ”Algún día tengo que volver y conocer esta isla” – se dijo mientras notaba que sus hombres ya estaba poniendo todo a punto para partir. ¿Qué secretos escondería esta isla? ¿Qué podría aprender de los habitantes? Había muchas interrogantes sobre esta isla que quería conocer, mucho que aprender… Sí, era una niña y estaba demasiado emocionada al descubrir esta isla. ”Pero, no va a poder ser hoy o mañana. Pero tengo que volver” – no sería mala idea entablar algún tipo de contacto con esta isla y así todos podrían aprender de ellos. Subió al barco y sus compañeros celebraron a la par que seguían con lo suyo. ”Son unos verdaderos idiotas” – sonrió de forma agradable y se quedó en el centro de la cubierta. Viendo que todo anduviera bien.

– ¿Recto? ¿En serio? – no pudo evitar sentirse confundida ante la indicación de Aslaug, pero ella era la que sabía de eso, no ella. – Bien, chicos, ya escucharon. ¡Todo recto!

Más de uno la miró de forma extraña. Pero… ¿Quién más podía afirmar otra cosa? Nadie que estuviera en ese barco podía argumentar que era una locura. Se quedó tranquila mientras el barco avanzaba sin pausa alguna. El viento los favorecía y la luna llena los acompañaba, era un viaje de ensueño: Un viaje en la isla del cielo.

– Por el resto, Aslaug… ¿Te puedo decir Asla? – le preguntó con una sonrisa. – Puedes buscar una habitación para ti, hay muchas disponibles – su tono era tranquilo y bastante sereno. – O bien puedes ir al comedor y comer algo. Nuestra comida es deliciosa – tomó una leve pausa mientras miraba al horizonte. El mar blanco y el sonido del viento… Que agradable. – Incluso, si deseas, puedes ir a la biblioteca. Tenemos de todo en nuestro buque.

Se apoyó en la baranda del barco y se quedó ahí. Ya pronto estarían en su mar y podrían seguir con sus aventuras. ”Aslaug, ¿eh?” – cuando llegarán debía hacer un par de llamadas y preguntar ciertas cosas, pero ya lo vería una vez estuvieran abajo.