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Nick tosió repetidas veces hasta conseguir expulsar el agua que había tragado. Tanto su camiseta como sus pantalones estaban mojados. Cuando la fría brisa marina le acarició suavemente sintió que un escalofrío recorría todo su cuerpo y abrió los ojos poco a poco. Se encontraba tumbado encima de unas rocas costeras tenuemente iluminadas por la luz del amanecer y tanto la cabeza como la espalda le dolían intensamente. Sin cambiar de posición, miró al amplio cielo rojizo, moteado tan solo por algunas nubes solitarias y empezó a recordar como había llegado allí:
Había salido de la isla donde se encontraba el laboratorio de su padre hacía un par de días en un pequeño bote de remos, consciente de los peligros que conllevaba que un usuario de Akuma no mi. Después de perderse en el mar durante un día entero volvió a aparecer frente a la isla de la que había salido. Nick se llevó la mano derecha a la cabeza... Pero, ¿cómo podía ser tan mal navegante?
Pasó esa noche en su pequeño bote ya que el cielo no parecía pronosticar tormenta. Nuevamente su "sexto sentido" para la navegación le jugó una mala pasada y, en mitad de la noche, le despertó el ruido de fuertes vientos huracanados y los movimientos bruscos del bote que parecía a punto de volcar con cada nueva ola. Nick se agarró con todas sus fuerzas a los laterales de la embarcación y se dejó arrastrar por la tormenta. Su último recuerdo fue el de una gigantesca ola lanzando el bote por los aires junto con su liviano pasajero.
Se incorporó lentamente mirando hacía el mar con un punzante dolor en la cabeza. Ahora se encontraba en la más absoluta calma, lo cual alegraba y frustraba a Nick a partes iguales. Maldiciendo a las suaves olas que chocaban contra las rocas, se levantó del todo y se estiró para desentumecerse.
-¿Dónde demonios se supone que estoy?- habló despacio -Espero que no sea otra maldita isla desie...- Antes de poder acabar la frase se giró y vio la enorme ciudad de Water Seven. Le causó tanta sorpresa que casi se cae al suelo de la impresión: Nunca había visto nada tan grande, con aquellos muros gigantescos, la infinidad de casas distribuidas en distintos niveles y, sobretodo, aquellas corrientes de agua que salían de la enorme fuente central de la ciudad.
Nick la identificó enseguida gracias a las ilustraciones de uno de los libros de su padre que había leído: se trataba de Water Seven, una ciudad famosa por sus astilleros y carpinteros, entre los cuales se encontraban los mejores del mundo. No pudo contener la alegría y se puso a saltar como un loco gritando:
- ¡Si! ¡He llegado a algún sitio sin morirme!-
Había salido de la isla donde se encontraba el laboratorio de su padre hacía un par de días en un pequeño bote de remos, consciente de los peligros que conllevaba que un usuario de Akuma no mi. Después de perderse en el mar durante un día entero volvió a aparecer frente a la isla de la que había salido. Nick se llevó la mano derecha a la cabeza... Pero, ¿cómo podía ser tan mal navegante?
Pasó esa noche en su pequeño bote ya que el cielo no parecía pronosticar tormenta. Nuevamente su "sexto sentido" para la navegación le jugó una mala pasada y, en mitad de la noche, le despertó el ruido de fuertes vientos huracanados y los movimientos bruscos del bote que parecía a punto de volcar con cada nueva ola. Nick se agarró con todas sus fuerzas a los laterales de la embarcación y se dejó arrastrar por la tormenta. Su último recuerdo fue el de una gigantesca ola lanzando el bote por los aires junto con su liviano pasajero.
Se incorporó lentamente mirando hacía el mar con un punzante dolor en la cabeza. Ahora se encontraba en la más absoluta calma, lo cual alegraba y frustraba a Nick a partes iguales. Maldiciendo a las suaves olas que chocaban contra las rocas, se levantó del todo y se estiró para desentumecerse.
-¿Dónde demonios se supone que estoy?- habló despacio -Espero que no sea otra maldita isla desie...- Antes de poder acabar la frase se giró y vio la enorme ciudad de Water Seven. Le causó tanta sorpresa que casi se cae al suelo de la impresión: Nunca había visto nada tan grande, con aquellos muros gigantescos, la infinidad de casas distribuidas en distintos niveles y, sobretodo, aquellas corrientes de agua que salían de la enorme fuente central de la ciudad.
Nick la identificó enseguida gracias a las ilustraciones de uno de los libros de su padre que había leído: se trataba de Water Seven, una ciudad famosa por sus astilleros y carpinteros, entre los cuales se encontraban los mejores del mundo. No pudo contener la alegría y se puso a saltar como un loco gritando:
- ¡Si! ¡He llegado a algún sitio sin morirme!-
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Aslaug estaba cansada de ir en barco. No paraba de preguntarle a Misa cuanto tardarían en encontrar la siguiente isla. Al principio estaba muy emocionada con haber tocado el agua y pisado la tierra del nuevo mundo, pero… ¿dónde había quedado toda esa emoción del principio? ¿Ya se habría agotado con ver la primera isla? Habían pasado por unas cuantas y ninguna tenía población. Aslaug no podía apreciar la cultura de los extranjeros. Para pasar el rato en alta mar se dedicaba a practicar con Misa el idioma, esta le enseñaba a pronunciar a conjugar y, había mejorado en cuestión de días, pero aún le faltaba por aprender.
Aquella mañana se dedicó pasear por cubierta con Shiro, el cual no paraba de meterse entre sus piernas y la hacía tropezar varias veces. Aslaug siempre le reñía cuando se comportaba así y él le respondía ladrando, no había manera de educarlo. Llegó hasta la baranda y se apoyó en ella, suspirando. Mar y mar, nada de tierra a la vista. Estuvo un buen rato con la mirada perdida hasta que divisó una fuente gigantesca. Sorprendida se lo gritó a todos. Al parecer estaban llegando a la legendaria Water Seven, un paraíso del agua.
El viento había soplado a su favor y llegaron en poco tiempo. Cuando se adentraron hacia los muelles la muchacha no podía estar más impresionada. Las edificaciones eran un gran descubrimiento para ella, enormes cimientos con figuras talladas con sumo cuidado. ¡Las calles estaban hechas de agua! La gente se movía mediante barcas. - Woah… - Musitó. Que paraíso aquel, una maravilla hecha por el hombre, ¿por qué en su tribu vivían a base de refugios? Tomaría nota de aquellas cosas y si regresaba algún día se lo enseñaría a todos. Se preguntaba si su hermano también observaría las maravillas del nuevo mundo.
Atracaron el puerto para recoger provisiones y descansar un poco. Misa quería acompañar a Aslaug, pero esta se negó. Tan solo estaría dando unas vueltas cerca con Shiro, no le pasaría nada. Antes de salir se retocó las marcas de su cara y se puso la lanza a la espalda. Tras eso bajó corriendo con Shiro del barco. No se paraba con nada, cualquier detalle se quedaba grabado en su mente.
-¡Shiro! – Vociferó.
El cachorro decidió seguirla a toda prisa, aunque al ser paticorto todavía no era muy ágil. Salieron de la zona del puerto y atravesaron pequeños callejones conectados por puentes. Aslaug se detuvo en cada puente para ver correr el agua y, después, se fijó en los grandes chorros que botaban de lo alto de la isla. Vaya… subir ahí arriba sonaba divertido para la muchacha, no era la primera vez que escalaba, lo malo que eso tenía pinta de ser más peligroso.
-Venga, vamos – le dijo a Shiro.
Aquella mañana se dedicó pasear por cubierta con Shiro, el cual no paraba de meterse entre sus piernas y la hacía tropezar varias veces. Aslaug siempre le reñía cuando se comportaba así y él le respondía ladrando, no había manera de educarlo. Llegó hasta la baranda y se apoyó en ella, suspirando. Mar y mar, nada de tierra a la vista. Estuvo un buen rato con la mirada perdida hasta que divisó una fuente gigantesca. Sorprendida se lo gritó a todos. Al parecer estaban llegando a la legendaria Water Seven, un paraíso del agua.
El viento había soplado a su favor y llegaron en poco tiempo. Cuando se adentraron hacia los muelles la muchacha no podía estar más impresionada. Las edificaciones eran un gran descubrimiento para ella, enormes cimientos con figuras talladas con sumo cuidado. ¡Las calles estaban hechas de agua! La gente se movía mediante barcas. - Woah… - Musitó. Que paraíso aquel, una maravilla hecha por el hombre, ¿por qué en su tribu vivían a base de refugios? Tomaría nota de aquellas cosas y si regresaba algún día se lo enseñaría a todos. Se preguntaba si su hermano también observaría las maravillas del nuevo mundo.
Atracaron el puerto para recoger provisiones y descansar un poco. Misa quería acompañar a Aslaug, pero esta se negó. Tan solo estaría dando unas vueltas cerca con Shiro, no le pasaría nada. Antes de salir se retocó las marcas de su cara y se puso la lanza a la espalda. Tras eso bajó corriendo con Shiro del barco. No se paraba con nada, cualquier detalle se quedaba grabado en su mente.
-¡Shiro! – Vociferó.
El cachorro decidió seguirla a toda prisa, aunque al ser paticorto todavía no era muy ágil. Salieron de la zona del puerto y atravesaron pequeños callejones conectados por puentes. Aslaug se detuvo en cada puente para ver correr el agua y, después, se fijó en los grandes chorros que botaban de lo alto de la isla. Vaya… subir ahí arriba sonaba divertido para la muchacha, no era la primera vez que escalaba, lo malo que eso tenía pinta de ser más peligroso.
-Venga, vamos – le dijo a Shiro.
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Después de un rato, cuando Nick por fin se tranquilizó, decidió que era el momento de embarcarse en la exploración de la ciudad. Pero antes emprender su primera inmersión en la sociedad, Nick, pensó que lo más adecuado era acicalarse un poco para no parecer un vagabundo o un naufrago loco. Lo primero que hizo fue desnudarse entero, no sin antes asegurarse de que no hubiese nadie cerca ya que no quería ir mostrando sus cicatrices en cada sitio nuevo que visitase. Dejó la ropa suavemente colgada en las ramas de un árbol cercano lanzándolas hacia arriba y, poniéndose a cuatro patas, empezó a sacudirse el agua de encima como si se tratase de un perro. De repente el aire fresco volvió a atacarle y, con un escalofrío, saltó para alcanzar la ropa. Cogió fácilmente los pantalones y la camiseta pero... no llegaba a alcanzar los calzoncillos.
-Maldita sea...- dijo suspirando - Estoy muy tonto- Y se encaramó en su desnudez al árbol, trepando agarrado al tronco. Cuando por fin llegó a la rama donde se encontraban sus calzoncillos, estiró el brazo para alcanzarlos. Súbitamente, estos se movieron a lo largo de la rama huyendo de él. Nick se sorprendió tanto que se cayó al suelo de culo. Miró incrédulo como su ropa interior se movía de un lado a otro nerviosa. En ese momento una pequeña cabecita apareció por uno de los camales de los calzoncillos, con sus largas orejas peludas y sus adorables dientecillos. Nick se echó a reír sin poder evitarlo. Se trataba de una pequeña ardilla que se había acercado a curiosear que era aquello que había aparecido de repente en una de las ramas del árbol donde vivía. Ahora el pequeño roedor le miraba fijamente con sus enormes ojos negros.
-Venga pequeñita, baja aquí y tráeme mis calzoncillos que los necesito- le dijo Nick con una voz suave y amable. La ardilla giró la cabeza hacia el lado, curiosa de aquellas palabras que no entendía. Nick subió otra vez al tronco del árbol y acercó la mano lentamente hacia el animal mientras le sonreía. En ese momento pareció como si la ardilla también le sonriese a él. De repente el pequeño roedor agarró los calzoncillos con la boca y saltó sobre la cabeza de Nick para después saltar al suelo y salir corriendo hacia las primeras casa de Water Seven. Nick la miró enfadado mientras se ponía de correprisas los pantalones y la camiseta. La ardilla, juguetona, se paró cerca de la primera casa y le volvió a mirar fijamente.
-Asi que quieres jugar ¿eh?- dijo el chico con una leve sonrisa en la cara- ¡Te arrepentirás de esto enana!- le gritó mientras se reía y salió corriendo tras ella.
La ardilla era tremendamente rápida para ser tan joven, pero Nick tampoco se quedaba atrás. Así fue como entró en Water Seven, corriendo por las calles, evitando caerse en los canales y persiguiendo a un pequeño roedor que tenia sus calzoncillos. Toda la gente que estaba en las calles por donde él pasaba le miraba extrañada e incluso algunos le gritaban cuando pasaba como una exhalación a su lado tirando las cosas. A Nick no le importaba lo más mínimo. Estaba jugando y no tenía pensado perder.
-Maldita sea...- dijo suspirando - Estoy muy tonto- Y se encaramó en su desnudez al árbol, trepando agarrado al tronco. Cuando por fin llegó a la rama donde se encontraban sus calzoncillos, estiró el brazo para alcanzarlos. Súbitamente, estos se movieron a lo largo de la rama huyendo de él. Nick se sorprendió tanto que se cayó al suelo de culo. Miró incrédulo como su ropa interior se movía de un lado a otro nerviosa. En ese momento una pequeña cabecita apareció por uno de los camales de los calzoncillos, con sus largas orejas peludas y sus adorables dientecillos. Nick se echó a reír sin poder evitarlo. Se trataba de una pequeña ardilla que se había acercado a curiosear que era aquello que había aparecido de repente en una de las ramas del árbol donde vivía. Ahora el pequeño roedor le miraba fijamente con sus enormes ojos negros.
-Venga pequeñita, baja aquí y tráeme mis calzoncillos que los necesito- le dijo Nick con una voz suave y amable. La ardilla giró la cabeza hacia el lado, curiosa de aquellas palabras que no entendía. Nick subió otra vez al tronco del árbol y acercó la mano lentamente hacia el animal mientras le sonreía. En ese momento pareció como si la ardilla también le sonriese a él. De repente el pequeño roedor agarró los calzoncillos con la boca y saltó sobre la cabeza de Nick para después saltar al suelo y salir corriendo hacia las primeras casa de Water Seven. Nick la miró enfadado mientras se ponía de correprisas los pantalones y la camiseta. La ardilla, juguetona, se paró cerca de la primera casa y le volvió a mirar fijamente.
-Asi que quieres jugar ¿eh?- dijo el chico con una leve sonrisa en la cara- ¡Te arrepentirás de esto enana!- le gritó mientras se reía y salió corriendo tras ella.
La ardilla era tremendamente rápida para ser tan joven, pero Nick tampoco se quedaba atrás. Así fue como entró en Water Seven, corriendo por las calles, evitando caerse en los canales y persiguiendo a un pequeño roedor que tenia sus calzoncillos. Toda la gente que estaba en las calles por donde él pasaba le miraba extrañada e incluso algunos le gritaban cuando pasaba como una exhalación a su lado tirando las cosas. A Nick no le importaba lo más mínimo. Estaba jugando y no tenía pensado perder.
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El paraíso del agua cada vez era mucho más sorprendente. Una bella melodía se cernía sobre las calles. Aslaug, al escucharla, sintió la necesidad de ir a ver qué era. Corrió de un lugar a otro tratando de buscar el sonido, pero se acababa perdiendo todo el rato. Finalmente, lo encontró. Un hombre estaba tocando una ocarina. La muchacha estaba muy sorprendida pues nunca había visto un instrumento de ese estilo. En la tribu, para hacer música, solían usar otros objetos, como una flauta hecha a mano o instrumentos de percusión.
La pequeña se quedó mirando con una sonrisa. Shiro ladró, pero esta le dijo que se callase. Nunca había escuchado una melodía tan preciosa. El señor no prestaba atención a la gente que pasaba delante de él, tan solo se dedicaba a emitir dulces notas musicales, capaces de penetrar cualquier oído y ablandar un poco el corazón. Cuando terminó la canción, Aslaug no entendía porque la gente no paraba a aplaudirle o felicitarle, ¡aquello era arte y debía ser reconocido! ella aplaudió con dulce inocencia.
-¿No tendrás una monedita para mí, verdad? – Inquirió el anciano estirando el brazo.
Aslaug, confusa, recordó que Misa le había dado unos cuantos berries para que no le faltase nada, pero aún no sabía muy bien cómo funcionaba el dinero. Metió la mano en el bolsillo y sacó dos monedas, las cuales puso en la palma del señor. Este había posado la ocarina en el suelo.
-¡Por otro par más toco de nuevo! – Exclamó alegremente. – Venga, solo unas monedillas.
La muchacha estaba empezando a asustarse, pues el señor era muy pesado con obtener más monedas así que no le quedó más remedio que marcharse de allí corriendo. Shiro la siguió, no sin antes dedicarle unos ladridos al músico. Ella había intentado ser bondadosa, ¿por qué no se conformaban con lo que había dado? No entendía el comportamiento de algunas personas, dar la mano y coger el brazo. Suspiró mientras vagaba por las calles.
Quizás lo mejor era volver al barco y regresar acompañada. No estaba preparada para ir sola visitando calle por calle. Cierto era que le dijeron que tuviese cuidado y no se metiera en líos, pero ella no se los buscaba, simplemente era curiosa. Cuando atravesaban un puente, en la calle de enfrente pasaron unos calzoncillos corriendo. Aslaug se quedó sorprendida y se detuvo; sin embargo, Shiro, al ver aquello echó a correr detrás de ellos.
-¡Shiro! – Gritó la pequeña. - ¡Vuelve aquí!
El grito que dio debió escucharse en varios canales del agua. Echó a correr persiguiéndolo. ¿Qué era lo que llevaban dentro esos calzoncillos? Porque dudaba que fuese magia. Al parecer no era la única persiguiendo la prenda de ropa. Cuando se paró a tomar aire vio que un chico los perseguía también. Gracias a los ladridos de su huargo, podía localizarlos fácilmente. Iba un tanto descolocado el muchacho, seguramente la prenda fuese suya, pensó. Tras eso continuó yendo a por Shiro.
La pequeña se quedó mirando con una sonrisa. Shiro ladró, pero esta le dijo que se callase. Nunca había escuchado una melodía tan preciosa. El señor no prestaba atención a la gente que pasaba delante de él, tan solo se dedicaba a emitir dulces notas musicales, capaces de penetrar cualquier oído y ablandar un poco el corazón. Cuando terminó la canción, Aslaug no entendía porque la gente no paraba a aplaudirle o felicitarle, ¡aquello era arte y debía ser reconocido! ella aplaudió con dulce inocencia.
-¿No tendrás una monedita para mí, verdad? – Inquirió el anciano estirando el brazo.
Aslaug, confusa, recordó que Misa le había dado unos cuantos berries para que no le faltase nada, pero aún no sabía muy bien cómo funcionaba el dinero. Metió la mano en el bolsillo y sacó dos monedas, las cuales puso en la palma del señor. Este había posado la ocarina en el suelo.
-¡Por otro par más toco de nuevo! – Exclamó alegremente. – Venga, solo unas monedillas.
La muchacha estaba empezando a asustarse, pues el señor era muy pesado con obtener más monedas así que no le quedó más remedio que marcharse de allí corriendo. Shiro la siguió, no sin antes dedicarle unos ladridos al músico. Ella había intentado ser bondadosa, ¿por qué no se conformaban con lo que había dado? No entendía el comportamiento de algunas personas, dar la mano y coger el brazo. Suspiró mientras vagaba por las calles.
Quizás lo mejor era volver al barco y regresar acompañada. No estaba preparada para ir sola visitando calle por calle. Cierto era que le dijeron que tuviese cuidado y no se metiera en líos, pero ella no se los buscaba, simplemente era curiosa. Cuando atravesaban un puente, en la calle de enfrente pasaron unos calzoncillos corriendo. Aslaug se quedó sorprendida y se detuvo; sin embargo, Shiro, al ver aquello echó a correr detrás de ellos.
-¡Shiro! – Gritó la pequeña. - ¡Vuelve aquí!
El grito que dio debió escucharse en varios canales del agua. Echó a correr persiguiéndolo. ¿Qué era lo que llevaban dentro esos calzoncillos? Porque dudaba que fuese magia. Al parecer no era la única persiguiendo la prenda de ropa. Cuando se paró a tomar aire vio que un chico los perseguía también. Gracias a los ladridos de su huargo, podía localizarlos fácilmente. Iba un tanto descolocado el muchacho, seguramente la prenda fuese suya, pensó. Tras eso continuó yendo a por Shiro.
-Travieso... - Murmuró.
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Nick, sudando sin parar, seguía corriendo tras el pequeño roedor que parecía incansable, trepando por las paredes y saltando desde los puentes. En un par de ocasiones estuvo a punto de capturarlo pero siempre se escapaba en el último momento con un espectacular salto o un acelerón inesperado. De repente, después de girar una de las esquinas y chocarse estrepitosamente contra un puesto de frutas, Nick se puso de pie nuevamente y tomó un poco de aire. En ese momento vio pasar, como una exhalación, un joven huargo, blanco como la nieve que parecía tener el mismo objetivo que él. Nick temió por la vida de la pobre ardilla, ya que si le atrapaba entre sus fauces aquel carnívoro su muerte estaba asegurada.
- ¡Aaaarg! ¿Qué hace aquí un huargo?- gritó mientras se levantaba de un salto y se ponía a correr nuevamente, esta vez para salvar a la traviesa ardilla.[/color]
Por su lado, el roedor, que ya había advertido la presencia del depredador, soltó los calzoncillos al pasar por un puente, por lo que estos salieron volando. Nick pasó corriendo al lado de los calzoncillos, pero ni siquiera reparó en su presencia ya que estaba concentrado en rescatar a la ardilla. De repente sendos animales giraron una esquina y se detuvieron en seco: Se trataba de un callejón sin salida, una calle rodeada de paredes lisas que el joven roedor no podía escalar. El huargo se acercó peligrosamente a su presa, pero de repente algo se puso entre ellos: un chico alto y delgado con unos brillantes ojos dorados y una siniestra sonrisa en la cara. A los pocos segundos la expresión de Nick cambió de nuevo y se tornó en una amable y cariñosa. Con una voz lo más suave y melodiosa que pudo, miró al huargo a los ojos y le dijo:
-Hey pequeño, ¿qué te parece si dejas a mi amiguita y te buscamos algo más suculento?- el huargo también le miró, pero no parecía muy convencido. La ardilla, por su parte, se subió al hombro de su rescatador y se escondió detrás de su cuello sacando solo la cabecita curiosamente.
- ¡Aaaarg! ¿Qué hace aquí un huargo?- gritó mientras se levantaba de un salto y se ponía a correr nuevamente, esta vez para salvar a la traviesa ardilla.[/color]
Por su lado, el roedor, que ya había advertido la presencia del depredador, soltó los calzoncillos al pasar por un puente, por lo que estos salieron volando. Nick pasó corriendo al lado de los calzoncillos, pero ni siquiera reparó en su presencia ya que estaba concentrado en rescatar a la ardilla. De repente sendos animales giraron una esquina y se detuvieron en seco: Se trataba de un callejón sin salida, una calle rodeada de paredes lisas que el joven roedor no podía escalar. El huargo se acercó peligrosamente a su presa, pero de repente algo se puso entre ellos: un chico alto y delgado con unos brillantes ojos dorados y una siniestra sonrisa en la cara. A los pocos segundos la expresión de Nick cambió de nuevo y se tornó en una amable y cariñosa. Con una voz lo más suave y melodiosa que pudo, miró al huargo a los ojos y le dijo:
-Hey pequeño, ¿qué te parece si dejas a mi amiguita y te buscamos algo más suculento?- el huargo también le miró, pero no parecía muy convencido. La ardilla, por su parte, se subió al hombro de su rescatador y se escondió detrás de su cuello sacando solo la cabecita curiosamente.
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Jadeaba, la muchacha empezaba a cansarse, nunca había corrido tanto así en su vida, ni siquiera en la isla del cielo cuando eran perseguidos por una bestia salvaje. Quizás el hecho de perder a Shiro en una ciudad tan grande de la que no conocía absolutamente nada aún le aterraba, era demasiado pequeño para defenderse por sí solo y, además, podía haber otros animales más grandes. Perder a su compañero de vida le aterraba y, lo peor, no sabía que el canijo corriese tanto.
Dobló en una esquina mientras iba gritando por su huargo incansable. A ratos tenía que parar a coger aire o podría encontrarse mal repentinamente. Escuchó el grito de un chico quejándose del huargo. Volvió a correr hasta donde estaban de nuevo y los encontró. A Shiro ladrando sin parar al animalito y el chico con la ardilla en el cuello. Aslaug se rio al ver aquella escena tan extravagante.
Se acercó con parsimonia y rasco detrás de las orejas al huargo. Este se tranquilizó y empezó a querer mimos, pero la muchacha le riñó.
-Mal Shiro, tú no debes correr detrás de animales desconocidos – Él respondió con un fuerte ladrido y ella con una mueca de silencio. – ¡Shhh!
Las palabras se le atragantaban a veces o estaban mal pronunciadas, pero al menos ya dominaba mejor que antes el dialecto. Hizo una reverencia al muchacho pidiendo perdón. No estaba acostumbrada a que Shiro escapase de aquella manera y esperaba que no volviese a hacerlo. Ante la pregunta del muchacho, el huargo sacó la lengua afuera como si quisiese comer. Aslaug se cruzó de brazos, sorprendida ante el comportamiento de Shiro.
-No conozco ningún sitio de aquí y… tengo poco dinero. Tendrás que aguantarte hasta el puerto, pequeño – En ese momento gruñó a la ardillita de nuevo.
Era muy mona. Ese día el animal iba a acabar con ella. La verdad es que le gustaría acariciarla, tenía un don para los animales y estos siempre la acababan queriendo, quizás su forma de tratar con ellos.
Dobló en una esquina mientras iba gritando por su huargo incansable. A ratos tenía que parar a coger aire o podría encontrarse mal repentinamente. Escuchó el grito de un chico quejándose del huargo. Volvió a correr hasta donde estaban de nuevo y los encontró. A Shiro ladrando sin parar al animalito y el chico con la ardilla en el cuello. Aslaug se rio al ver aquella escena tan extravagante.
Se acercó con parsimonia y rasco detrás de las orejas al huargo. Este se tranquilizó y empezó a querer mimos, pero la muchacha le riñó.
-Mal Shiro, tú no debes correr detrás de animales desconocidos – Él respondió con un fuerte ladrido y ella con una mueca de silencio. – ¡Shhh!
Las palabras se le atragantaban a veces o estaban mal pronunciadas, pero al menos ya dominaba mejor que antes el dialecto. Hizo una reverencia al muchacho pidiendo perdón. No estaba acostumbrada a que Shiro escapase de aquella manera y esperaba que no volviese a hacerlo. Ante la pregunta del muchacho, el huargo sacó la lengua afuera como si quisiese comer. Aslaug se cruzó de brazos, sorprendida ante el comportamiento de Shiro.
-No conozco ningún sitio de aquí y… tengo poco dinero. Tendrás que aguantarte hasta el puerto, pequeño – En ese momento gruñó a la ardillita de nuevo.
Era muy mona. Ese día el animal iba a acabar con ella. La verdad es que le gustaría acariciarla, tenía un don para los animales y estos siempre la acababan queriendo, quizás su forma de tratar con ellos.
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De repente ocurrió algo completamente inesperado: una chica bajita y delgada apareció en escena. Mientras se reía, se acercó al huargo y le acarició, a lo que este respondió buscando más caricias. Nick relajó sus músculos y recobró su posición totalmente erguida. Entonces, de golpe, la chica empezó a reñir al huargo, lo cual le provocó al chico una sonora carcajada. Mientras este se reía, la chica, al ver que su animal aún estaba hambriento le dijo que no tenia casi dinero y no conocia ningún sitio, por lo que le tocaría esperar. La verdad esto no pareció convencer al huargo que volvió a gruñirle a la ardilla con hambre en los ojos. Nick miró la escena y no pudo evitar reírse:
-Que mona- dijo entre risas- Pareces una niña pequeña riñendo a su hermanito mayor- le soltó con una carcajada.
Puso una mano enfrente del huargo, a cierta distancia por si acaso, y, con la otra, acarició la cabeza de la ardilla hasta que esta se colocó en su hombro, más relajada y segura. Nick miró a la chica de arriba a abajo: parecía una niña, pero tenía un toque... Nick no sabía como explicarlo, tal vez salvaje, pero tampoco era la palabra adecuada para definirla. Además, por lo que había leído, los huargos eran un animal noble, fiel, fuerte y... escaso, así que la chica tenía que tener algo especial si esa era su mascota. La miró a los ojos y añadió:
-Me parecía raro ver un huargo aquí, pero más raro me parece que tenga dueña... y que sea una chica tan pequeña- dijo con una sonrisa. A continuación se giró hacía el huargo y, acercando muy lentamente el reverso de la mano al hocico del animal, le habló suavemente:
-Shiro, ¿verdad? - le sonrió sin enseñar los dientes, pues algunos animales toman el enseñarlos como un gesto de desafío- ¿Qué te parece si buscamos un sitio donde comer los cuatro y yo pago? Aunque a cambio tendrás que dejar vivir a mi amiguita claro-
Dicho esto, mientras esperaba la respuesta del huargo, miró a la pequeña chica a los ojos y añadió: - Si a tu compañera humana le parece bien claro- le sonrió entrecerrando un poco los ojos- Me llamo Nick-
-Que mona- dijo entre risas- Pareces una niña pequeña riñendo a su hermanito mayor- le soltó con una carcajada.
Puso una mano enfrente del huargo, a cierta distancia por si acaso, y, con la otra, acarició la cabeza de la ardilla hasta que esta se colocó en su hombro, más relajada y segura. Nick miró a la chica de arriba a abajo: parecía una niña, pero tenía un toque... Nick no sabía como explicarlo, tal vez salvaje, pero tampoco era la palabra adecuada para definirla. Además, por lo que había leído, los huargos eran un animal noble, fiel, fuerte y... escaso, así que la chica tenía que tener algo especial si esa era su mascota. La miró a los ojos y añadió:
-Me parecía raro ver un huargo aquí, pero más raro me parece que tenga dueña... y que sea una chica tan pequeña- dijo con una sonrisa. A continuación se giró hacía el huargo y, acercando muy lentamente el reverso de la mano al hocico del animal, le habló suavemente:
-Shiro, ¿verdad? - le sonrió sin enseñar los dientes, pues algunos animales toman el enseñarlos como un gesto de desafío- ¿Qué te parece si buscamos un sitio donde comer los cuatro y yo pago? Aunque a cambio tendrás que dejar vivir a mi amiguita claro-
Dicho esto, mientras esperaba la respuesta del huargo, miró a la pequeña chica a los ojos y añadió: - Si a tu compañera humana le parece bien claro- le sonrió entrecerrando un poco los ojos- Me llamo Nick-
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El chico que tenía a la ardilla echó a reír. Aslaug lo miró confusa. Verla discutir con su huargo no era gracioso aunque desde un punto de vista diferente, quizás... quizás si lo fuese. Ella sonrió, imaginando la situación, pintaba un tanto extravagante y a la vez divertida. Ante el comentario del muchacho la pequeña se sonrojó. No estaba acostumbrada a que le hiciesen cumplidos así, lo normal era que la confundiesen con un niño, pero... detalles.
La muchacha vio lo que trataba de hacer el chico. Mantener una mínima distancia de seguridad entre la ardilla y el cachorro. La pequeña se agachó y pasó una mano por delante de Shiro. Esperaba que no le entrase de nuevo el enfurruñamiento.
-¡No soy pequeña! - Exclamó Aslaug.
Shiro ladró ante lo que le dijo el chico y la pequeña le acarició la frente. Era un cachorro muy aprovechado; demasiado inteligente. Aslaug sonrió cuando habló de invitar. Podría disfrutar por primera vez de eso, pero en el fondo le apetecía mucho más al huargo, al parecer.
-Claro que me parece bien - Respondió ante su comentario.
Él nombre del desconocido resultó ser Nick. - Aslaug - Dijo después de su presentación. -¿Cuál será el nombre de tu amiguita? - Inquirió refiriéndose a la pequeña ardilla.
Se acercó cuidado hasta donde estaba Nick y estiró la mano con cuidado. Trataba de crear un vínculo de confianza con el animalito y, finalmente, lo consiguió. Le acarició la cabecita con suavidad. Dulce y tranquila, sería una buena mascota para aquel muchacho. La pequeña tenía el don de empatizar fácilmente con los animales y ganarse su amor y cariño.
Después, regresó junto con Shiro.
La muchacha vio lo que trataba de hacer el chico. Mantener una mínima distancia de seguridad entre la ardilla y el cachorro. La pequeña se agachó y pasó una mano por delante de Shiro. Esperaba que no le entrase de nuevo el enfurruñamiento.
-¡No soy pequeña! - Exclamó Aslaug.
Shiro ladró ante lo que le dijo el chico y la pequeña le acarició la frente. Era un cachorro muy aprovechado; demasiado inteligente. Aslaug sonrió cuando habló de invitar. Podría disfrutar por primera vez de eso, pero en el fondo le apetecía mucho más al huargo, al parecer.
-Claro que me parece bien - Respondió ante su comentario.
Él nombre del desconocido resultó ser Nick. - Aslaug - Dijo después de su presentación. -¿Cuál será el nombre de tu amiguita? - Inquirió refiriéndose a la pequeña ardilla.
Se acercó cuidado hasta donde estaba Nick y estiró la mano con cuidado. Trataba de crear un vínculo de confianza con el animalito y, finalmente, lo consiguió. Le acarició la cabecita con suavidad. Dulce y tranquila, sería una buena mascota para aquel muchacho. La pequeña tenía el don de empatizar fácilmente con los animales y ganarse su amor y cariño.
Después, regresó junto con Shiro.
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Después de que la chica aceptase la invitación, el huargo, parecía mucho más feliz y no volvió a gruñirle a la pequeña ardilla. La joven se llamaba Aslaug, un nombre bastante peculiar o eso le parecía a Nick. A continuación, acercándose a acariciar al animalito, le preguntó a Nick el nombre de la ardilla:
-No lo se la verdad- contestó el chico riéndose- Yo también acabo de conocerla- empezó a acariciarle la cabecita al roedor y este, mirándole con sus enormes ojos negros, pareció entender toda la conversación así que respondió rápidamente:
-Chip chip- chilló alegremente. Nick le miró con una carcajada y añadió: - Parece que está decidido, se llama Chipy- la ardillita asintió con alegría, parecía que le gustaba su mote. -Bueno, yo tampoco se ningún sitio donde comer, ya que también acabo de llegar a la ciudad...- dijo mientras suspiraba.
De repente el huargo ladró y empezó a correr de nuevo con el hocico levantado en una dirección concreta. Ambos, Aslaug y Nick empezaron a seguirle esperando que les llevara a una tienda de comida. Al cabo de unos pocos minutos, los cuatro se pararon delante de una gran tienda en la que ponía el siguiente título: BRASERIA EL YAGARA FELIZ. El sabroso olor a carne llegó a las fosas nasales de todos ellos y tanto Nick como el huargo empezaron a babear.
-¡Decidido! Entremos, que tengo un hambre que me muero- Dijo Nick entre babeos. Chipy no parecía contenta con la decisión pero seguro que encontrarían alguna cosa que darle. Lo que Nick no tenía tan claro es que dejasen entrar al huargo, aunque parecía que a Shiro no le iba a importar demasiado.
-No lo se la verdad- contestó el chico riéndose- Yo también acabo de conocerla- empezó a acariciarle la cabecita al roedor y este, mirándole con sus enormes ojos negros, pareció entender toda la conversación así que respondió rápidamente:
-Chip chip- chilló alegremente. Nick le miró con una carcajada y añadió: - Parece que está decidido, se llama Chipy- la ardillita asintió con alegría, parecía que le gustaba su mote. -Bueno, yo tampoco se ningún sitio donde comer, ya que también acabo de llegar a la ciudad...- dijo mientras suspiraba.
De repente el huargo ladró y empezó a correr de nuevo con el hocico levantado en una dirección concreta. Ambos, Aslaug y Nick empezaron a seguirle esperando que les llevara a una tienda de comida. Al cabo de unos pocos minutos, los cuatro se pararon delante de una gran tienda en la que ponía el siguiente título: BRASERIA EL YAGARA FELIZ. El sabroso olor a carne llegó a las fosas nasales de todos ellos y tanto Nick como el huargo empezaron a babear.
-¡Decidido! Entremos, que tengo un hambre que me muero- Dijo Nick entre babeos. Chipy no parecía contenta con la decisión pero seguro que encontrarían alguna cosa que darle. Lo que Nick no tenía tan claro es que dejasen entrar al huargo, aunque parecía que a Shiro no le iba a importar demasiado.
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Chipy era un nombre muy gracioso, eso provocó en la pequeña una risilla inocente. Al parecer el chico estaba tan perdido como ella respecto a buscar un lugar para comer. Sin embargo, Shiro no podía aguantarse las ganas y echó a correr en abrir y cerrar de ojos. Aslaug suspiró con resignación. El huargo le estaba dando un día... al final iban acabar enfadándose si continuaba así.
La muchacha echó a correr a toda velocidad y Nick la siguió. Shiro iba en una sola dirección y, al tener el olfato más desarrollado seguramente encontrase algún restaurante. Ambos lograron alcanzarlo y llegaron hasta un edificio de estilo moderno. Era una taberna con un gran letrero que llamaba la atención a simple vista. Su nombre era “Brasería el yagara feliz”.
Shiro miraba fijamente el lugar, de donde a cada rato salía y entraba gente. La verdad es que el aroma que producía aquel local hacía la boca agua a alguien. Aslaug miró a Nick y su mascota, parecían idénticos en ese momento. Ambos debían estar hambrientos. Sonrió.
Ya que Nick quería entras la muchacha no se iba a oponer. Cogió a Shiro en brazos y este le lamió la cara. Cada vez pesaba más y le costaba cogerlo. Aslaug entró después de Nick. La muchacha aún no tenía los conocimientos suficientes sobre que no dejasen entrar al animal. En su tribu eran sagrados, debían rendirse culto y no tratarlos mal. Al principio pusieron mala cara en cuanto entraron al establecimiento.
-Por favor… - Una voz hizo que se girase. Aslaug se quedó mirando. – Le pediría, por favor, que dejase su perro en el suelo, podría incomodar a los clientes.
La pequeña no entendía muy bien lo que quería decir, pero al parecer, si querían quedarse tendrían que obedecer. Puso a Shiro en el suelo y el camarero los llevó hasta una mesa. Allí se sentaron y su mascota la miraba con cara de no entender nada. Aslaug le acarició la cabeza para que estuviese tranquilo.
-¡Qué hambre! – Exclamó.
La muchacha echó a correr a toda velocidad y Nick la siguió. Shiro iba en una sola dirección y, al tener el olfato más desarrollado seguramente encontrase algún restaurante. Ambos lograron alcanzarlo y llegaron hasta un edificio de estilo moderno. Era una taberna con un gran letrero que llamaba la atención a simple vista. Su nombre era “Brasería el yagara feliz”.
Shiro miraba fijamente el lugar, de donde a cada rato salía y entraba gente. La verdad es que el aroma que producía aquel local hacía la boca agua a alguien. Aslaug miró a Nick y su mascota, parecían idénticos en ese momento. Ambos debían estar hambrientos. Sonrió.
Ya que Nick quería entras la muchacha no se iba a oponer. Cogió a Shiro en brazos y este le lamió la cara. Cada vez pesaba más y le costaba cogerlo. Aslaug entró después de Nick. La muchacha aún no tenía los conocimientos suficientes sobre que no dejasen entrar al animal. En su tribu eran sagrados, debían rendirse culto y no tratarlos mal. Al principio pusieron mala cara en cuanto entraron al establecimiento.
-Por favor… - Una voz hizo que se girase. Aslaug se quedó mirando. – Le pediría, por favor, que dejase su perro en el suelo, podría incomodar a los clientes.
La pequeña no entendía muy bien lo que quería decir, pero al parecer, si querían quedarse tendrían que obedecer. Puso a Shiro en el suelo y el camarero los llevó hasta una mesa. Allí se sentaron y su mascota la miraba con cara de no entender nada. Aslaug le acarició la cabeza para que estuviese tranquilo.
-¡Qué hambre! – Exclamó.
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Por fin los cuatro habían entrado al restaurante y les inundaron los olores a carne asada, a la barbacoa, frita... Disfrutaron el condimentado aroma a orégano, albahaca, clavo, salsa barbacoa, pesto y sales de infinitos tipos. Inmediatamente los ojos de Nick se clavaron en un gran cartel cerca de la mesa en el que ponía: "COME TODO LO QUE PUEDAS POR SOLO 30 BERRIS" Había leído sobre eso en algunos diarios antiguos de su padre. Su mirada se iluminó y se levantó gritando:
- ¡ESO ESO, QUIERO ESO!- dijo señalando el cartel de la oferta mientras babeaba. Todos en el local se giraron de golpe hacía él mirándole con cara de disgusto. Uno de los camareros acudió a la mesa rápidamente y haciéndole gestos le intentó calmar: -Enseguida se lo servimos señor, pero sientese y no grite por favor- Nick, aun babeando, hizo caso al camarero mientras pensaba en la suculenta carne. Mientras esperaba se giró hacía Aslaug y la miró nuevamente de arriba a abajo. Una chica tan pequeña seguro que no rentabilizaba tanta comida, pero por 30 berris tampoco había problema si no comían hasta reventar.
Mientras traían los manjares, la curiosidad de Nick le atacó de repente y mirando a Aslaug con la cabeza medio torcida le espetó:
-Oye, Aslaug, ¿tú que haces aquí?- se lo soltó tal cual, con una sonrisa en la cara, directamente y sin miramientos -Yo he venido a parar aquí por accidente- le resumió con una carcajada.
- ¡ESO ESO, QUIERO ESO!- dijo señalando el cartel de la oferta mientras babeaba. Todos en el local se giraron de golpe hacía él mirándole con cara de disgusto. Uno de los camareros acudió a la mesa rápidamente y haciéndole gestos le intentó calmar: -Enseguida se lo servimos señor, pero sientese y no grite por favor- Nick, aun babeando, hizo caso al camarero mientras pensaba en la suculenta carne. Mientras esperaba se giró hacía Aslaug y la miró nuevamente de arriba a abajo. Una chica tan pequeña seguro que no rentabilizaba tanta comida, pero por 30 berris tampoco había problema si no comían hasta reventar.
Mientras traían los manjares, la curiosidad de Nick le atacó de repente y mirando a Aslaug con la cabeza medio torcida le espetó:
-Oye, Aslaug, ¿tú que haces aquí?- se lo soltó tal cual, con una sonrisa en la cara, directamente y sin miramientos -Yo he venido a parar aquí por accidente- le resumió con una carcajada.
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La recluta no sabía a qué atender, tanta comida la volvía loca. No sabía por donde empezar. Los modales no es que fuesen los más refinados del mundo, pero estaba aprendiendo poco a poco las costumbres de esta gente. El camarero dejó los platos que pidieron en la mesa y este se retiró, aunque varias veces tuvo que venir a llamarles la atención a ambos. Eran nuevos en estos temas.
Nick le hizo una pregunta a la muchacha mientras esta comía. Se le quedó mirando hasta que al fin respondió.
-Pues... he venido con una amiga. Tuvimos que parar en el puerto para que arreglasen el barco de la marina.
El comentario de Nick le hizo reír y la dejó un poco confusa. ¿Cómo se paraba en una isla por accidente? Ella misma conocía los mapas de orientación e incluso sabía leerlos. Pero quizás no entendía que otras personas no fuesen capaz de hacerlo. Siguió comiendo y, después, sacó un poco de comida del plato para dársela a Shiro. Este la comió directamente de la mano de la muchacha y a cada rato le iba dando un poco más.
-Además, me acabo de unir al gobierno y estoy ansiosa de demostrar mi valía - Dijo con una sonrisa. - Aunque no planeo quedarme mucho tiempo aquí... Creo que viajaré con mi amiga durante un tiempo, hasta que conozca bien como funciona el mundo.
Bebió un poco.
-¿Y tú? ¿Te quedarás aquí?
Nick le hizo una pregunta a la muchacha mientras esta comía. Se le quedó mirando hasta que al fin respondió.
-Pues... he venido con una amiga. Tuvimos que parar en el puerto para que arreglasen el barco de la marina.
El comentario de Nick le hizo reír y la dejó un poco confusa. ¿Cómo se paraba en una isla por accidente? Ella misma conocía los mapas de orientación e incluso sabía leerlos. Pero quizás no entendía que otras personas no fuesen capaz de hacerlo. Siguió comiendo y, después, sacó un poco de comida del plato para dársela a Shiro. Este la comió directamente de la mano de la muchacha y a cada rato le iba dando un poco más.
-Además, me acabo de unir al gobierno y estoy ansiosa de demostrar mi valía - Dijo con una sonrisa. - Aunque no planeo quedarme mucho tiempo aquí... Creo que viajaré con mi amiga durante un tiempo, hasta que conozca bien como funciona el mundo.
Bebió un poco.
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Cuando empezaron a comer, Nick, estalló en un frenesí alimenticio lanzando los huesos de múltiples tipos de carnes hacia todos los lados. La chica tampoco parecía quedarse atrás al devorar lo que se le ponía por delante mientras compartía algunos trozos con el huargo que los ingería felizmente. Para la pequeña ardilla guardaban trocitos de pan duros ya que disfrutaba enormemente al roerlos. Pese a que el aguafiestas del camarero fue en varias ocasiones a llamarles la atención, los cuatro parecían estar disfrutando de la comida. La chica comentó que se acababa de unir al gobierno. Nick nunca había pensado en esa posibilidad antes... seguro que había gente importante que pagaba a los científicos a cambio de una porción de sus conocimientos e investigaciones lo cual podría significar un buen punto de partida para sus experimentos y le permitiría al mismo tiempo empezar a familiarizarse con el funcionamiento del mundo en el cual se estaba adentrando. La chica también le preguntó que pensaba hacer él.
-Pues mira, ahora que lo dices no me suena mal eso de unirme al gobierno... aunque no lo parezca soy un científico y me vendría bien algo de dinero y apoyo para mis investigaciones - dijo mientras devoraba el último trozo de carne - Supongo que voy a buscar a alguien que me explique como unirme a los laboratorios del gobierno- mientras decía eso se recostó en la silla completamente hinchado. La ardilla se tumbó en su hombro y empezó a dormirse con la panza llena de pan.
El camarero les trajo la cuenta de lo que tenían que pagar y Nick lo pagó haciendo uso de una pequeña parte de los ahorros de su padre. A continuación se levantó de la mesa y se despidió de Aslaug y el huargo:
-Bueno, la verdad es que me ha encantado conoceros pero creo que nuestros caminos se separan aquí de momento, tendreis que volver pronto con vuestra amiga y yo tengo que ponerme en marcha también... - y con una gran sonrisa añadió -Espero que tengas mucha suerte en tus aventuras y que volvamos a coincidir alguna vez- dicho esto se preparó para marcharse en busca de una forma de enrolarse en el departamento de ciencia del gobierno.
-Pues mira, ahora que lo dices no me suena mal eso de unirme al gobierno... aunque no lo parezca soy un científico y me vendría bien algo de dinero y apoyo para mis investigaciones - dijo mientras devoraba el último trozo de carne - Supongo que voy a buscar a alguien que me explique como unirme a los laboratorios del gobierno- mientras decía eso se recostó en la silla completamente hinchado. La ardilla se tumbó en su hombro y empezó a dormirse con la panza llena de pan.
El camarero les trajo la cuenta de lo que tenían que pagar y Nick lo pagó haciendo uso de una pequeña parte de los ahorros de su padre. A continuación se levantó de la mesa y se despidió de Aslaug y el huargo:
-Bueno, la verdad es que me ha encantado conoceros pero creo que nuestros caminos se separan aquí de momento, tendreis que volver pronto con vuestra amiga y yo tengo que ponerme en marcha también... - y con una gran sonrisa añadió -Espero que tengas mucha suerte en tus aventuras y que volvamos a coincidir alguna vez- dicho esto se preparó para marcharse en busca de una forma de enrolarse en el departamento de ciencia del gobierno.
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Definitivamente la recluta había comido hasta hartarse y Shiro ya estaba completamente tranquilo. Se tumbó en el suelo a echarse una pequeña siesta mientras Aslaug y Nick hablaban. De vez en cuando la muchacha lo miraba; menudo mimado, pensó enfurruñada. Siempre acababa consiguiendo todo lo que quería.
Escuchó con atención todas las palabras de Nick. Al parecer él también quería unirse al gobierno. A Aslaug le parecía bien, cuanta más gente mejor, aunque eso a veces no era lo correcto. Después de comer ella le dedicó unas palabras.
-Entonces seremos aliados.
Sonrió.
Una vez terminaron todo, e incluso Nick pagó. Ella también se levantó de la mesa y le dio con el pie a Shiro, para que se pusiese en pie. El huargo se despertó ladrando y se puso en guardia. Aslaug pensó en Misa, seguramente estuviese preocupada... lo mejor era irse lo antes posible.
-Seguro que nos volveremos a encontrar. ¡Suerte en tu viaje!
Tras eso, Nick escogió un camino diferente al suyo. Aslaug, mientras tanto, tenía que poner rumbo a los muelles. Acarició la cabeza de Shiro y echó a correr. Tenía que llegar lo antes posible o a saber la que se liaría. Ambos sabían que se volverían a reencontrar y, en el fondo, le había caído muy bien el chico incluida su mascota. Continuó su camino.
Escuchó con atención todas las palabras de Nick. Al parecer él también quería unirse al gobierno. A Aslaug le parecía bien, cuanta más gente mejor, aunque eso a veces no era lo correcto. Después de comer ella le dedicó unas palabras.
-Entonces seremos aliados.
Sonrió.
Una vez terminaron todo, e incluso Nick pagó. Ella también se levantó de la mesa y le dio con el pie a Shiro, para que se pusiese en pie. El huargo se despertó ladrando y se puso en guardia. Aslaug pensó en Misa, seguramente estuviese preocupada... lo mejor era irse lo antes posible.
-Seguro que nos volveremos a encontrar. ¡Suerte en tu viaje!
Tras eso, Nick escogió un camino diferente al suyo. Aslaug, mientras tanto, tenía que poner rumbo a los muelles. Acarició la cabeza de Shiro y echó a correr. Tenía que llegar lo antes posible o a saber la que se liaría. Ambos sabían que se volverían a reencontrar y, en el fondo, le había caído muy bien el chico incluida su mascota. Continuó su camino.
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