Ivan Markov
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El joven noble observó con una sonrisa fría y amable a los invitados que acababan de entrar, y los saludó con una cortés inclinación de cabeza, para luego intercambiar unas palabras amables con ellos como dictaba el protocolo. Así como se alejaron, una mueca de aburrimiento se hizo visible en su rostro durante apenas un instante, que pronto fue sustituida por un rostro neutro. Iba vestido con una elegante chaqueta roja con hilado dorado en los bordes, pantalones ajustados blancos, guantes y zapatos elegantes. El color de la chaqueta contrastaba con sus fríos ojos azules de una manera un tanto llamativa, hermosa a su manera. Aquella fiesta era en honor a su herencia del trono de su "padre", que había perecido unas semanas atrás. Tras un corto período de luto, había heredado oficialmente el título de lord Roux, convirtiéndose en el señor de aquella baronía, y en honor a ello esa noche se celebraba una fiesta en su castillo. Al principio había esperado con cierta ansia la misma, esperando poder divertirse y tal vez llevarse a la cama a alguna mujer, pero por ahora estaba siendo un muermazo. Era cierto que podría recurrir a sus poderes por hacerlo más fácil, pero eso sería aburrido.
Dio una vuelta por la zona, manteniéndose alejado de la pista de baile y se aproximó a uno de los camareros, cogiendo una copa de vino blanco de la bandeja que llevaba. Si quería aguantar aquella noche entera iba a necesitar alcohol... comenzaba a sentir bastante hambre, y comerse a la mitad de la nobleza de Lvneel no era buena idea. Sin embargo, ahora la idea de llevarse a la cama a alguna joven dama con sus poderes era más tentadora. Al menos podría saciar su hambre, en dos sentidos diferentes. Recorrió la fiesta, manteniendo algunas conversaciones insustanciales con viejos conocidos, sin terminar de elegir. Ninguna chica le llamaba demasiado la atención, y algunas ya lo tenían calado por viejas experiencias. Ahora recordaba por qué no había vuelto a aquella aburrida isla. Se dirigió al balcón y salió a este a relajarse.
- Al fin... - susurró, aspirando el aire nocturno.
Fue todo un alivio librarse de la cargada atmósfera del interior. No es que oliese mal, más bien lo contrario... el dulce olor a humano invadía cada rincón y nublaba sus sentidos. Había necesitado salir fuera para calmarse y relajar su hambre. Se quitó el guante y se mordió con fuerza el dedo derecho, haciendo crecer sus colmillos por un instante. En ese momento, si alguien hubiese podido verle hubiese notado que sus ojos se tornaban dorados por un instante, pero no había nadie para verlo. Estaba de espaldas a la fiesta, y una cortina roja separaba la sala del balcón. Dejó caer unas gotas de sangre de su dedo a su copa, pero casi al instante la herida sano. Bueno... algo era algo. Se chupó el dedo para limpiarlo, y removió la copa para mezclar el contenido, mientras pasaba a su forma híbrida. Cuando era humano seguía teniendo sangre humana, ¿no? Eso debería calmar su mono, al menos un poco. Comenzó a beber ávidamente de la copa, vaciándola en dos largos tragos.
- Esta va a ser una noche larga.
Dio una vuelta por la zona, manteniéndose alejado de la pista de baile y se aproximó a uno de los camareros, cogiendo una copa de vino blanco de la bandeja que llevaba. Si quería aguantar aquella noche entera iba a necesitar alcohol... comenzaba a sentir bastante hambre, y comerse a la mitad de la nobleza de Lvneel no era buena idea. Sin embargo, ahora la idea de llevarse a la cama a alguna joven dama con sus poderes era más tentadora. Al menos podría saciar su hambre, en dos sentidos diferentes. Recorrió la fiesta, manteniendo algunas conversaciones insustanciales con viejos conocidos, sin terminar de elegir. Ninguna chica le llamaba demasiado la atención, y algunas ya lo tenían calado por viejas experiencias. Ahora recordaba por qué no había vuelto a aquella aburrida isla. Se dirigió al balcón y salió a este a relajarse.
- Al fin... - susurró, aspirando el aire nocturno.
Fue todo un alivio librarse de la cargada atmósfera del interior. No es que oliese mal, más bien lo contrario... el dulce olor a humano invadía cada rincón y nublaba sus sentidos. Había necesitado salir fuera para calmarse y relajar su hambre. Se quitó el guante y se mordió con fuerza el dedo derecho, haciendo crecer sus colmillos por un instante. En ese momento, si alguien hubiese podido verle hubiese notado que sus ojos se tornaban dorados por un instante, pero no había nadie para verlo. Estaba de espaldas a la fiesta, y una cortina roja separaba la sala del balcón. Dejó caer unas gotas de sangre de su dedo a su copa, pero casi al instante la herida sano. Bueno... algo era algo. Se chupó el dedo para limpiarlo, y removió la copa para mezclar el contenido, mientras pasaba a su forma híbrida. Cuando era humano seguía teniendo sangre humana, ¿no? Eso debería calmar su mono, al menos un poco. Comenzó a beber ávidamente de la copa, vaciándola en dos largos tragos.
- Esta va a ser una noche larga.
Aki D. Arlia
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No estaba de buen humor. El viaje había sido apresurado y desde luego no había escogido hacerlo, aunque tampoco habría sido capaz de quedarse en la isla. Prácticamente había saltado de la cama en cuanto Jester le dio el alta, solo para montarse en la alfombra cargando con lo imprescindible y ''correr'' hacia el North Blue refunfuñando por todo el camino. Cetus no había ido con ella esta vez... tenía cosas más importantes que atender.
Sonrió al pensarlo mientras se apoyaba en la pared. Esperaba que estuviera ayudando. Desde luego, tenía más probabilidades de éxito que ella. Llevaba una semana por el lugar y todavía no tenía nada. Se había esfumado en el maldito viento. Pero esperaba que eso cambiase. De todas maneras, esta noche era para relajarse. Mañana seguiría investigando por las tabernas, pero hoy podía bailar y disfrutar de la música, el vino y la hipocresía.Todo cómodamente embotellado en una fiesta de la nobleza de Lvneel. Al parecer el joven Roux había conseguido el título de barón al morir su padre. Qué emocionantes eran las tramas de la corte, sin duda.
Pero era bonito, pensó mientras miraba a su alrededor. Todos los vestidos y el cuidado que ponían al bailar sin rozar a ninguna pareja. Era como una rígida cajita de música a escala real. Puesto que la isla era del goobierno, se había colocado el pelo negro y un cuerpo un poco más discreto. Dos centímetros menos aquí, dos tallas menos allá... parecía una jovencita de buena familia así arreglada. La melena oscura recogida y realzada con joyas plateadas; el vestido largo azul oscuro, con detalles en negro y guantes a juego. Sus ojos no los había tocado; ¿Quién iba a reconocerla por ellos?
Se acercó al balcón, con ganas de tomar un poco el aire y mirar la luna. Apartó con cuidado la cortina y se dejó caer hasta apoyarse en la barandilla. No había nadie alrededor, así que aprovechó para volver a su físico habitual. Estaba más cómoda así que en el cuerpo de una desconocida. Lo cierto es que estaba comenzando a aburrirse y a sentirse melancólica. A lo mejor tan solo debería volver a la alfombra y ya mañana...- Pensó antes de oírle. Había alguien al otro lado de la cortina... y por el ligero ruido parecía tener sed. Vaciló antes de acercarse; la idea de volverse a dormir era muy tentadora... pero divertirse un poco molestando a un incauto le vendría bien. Necesitaba animarse.
Con una pequeña sonrisa, apartó la cortina y observó al hombre al otro lado. Pelo castaño y piel pálida, incluso más que la suya. Iba vestido de rojo y blanco, a la moda del lugar y parecía igual de hastiado que ella. Estaba de lado, no terminaba de verle la cara. Ensanchó un poco más su sonrisa y colocó los brazos a la espalda, cerrando la cortina detrás de si.
- Buenas noches, caballero. ¿A vos también os aburre la corte, intuyo?
Sonrió al pensarlo mientras se apoyaba en la pared. Esperaba que estuviera ayudando. Desde luego, tenía más probabilidades de éxito que ella. Llevaba una semana por el lugar y todavía no tenía nada. Se había esfumado en el maldito viento. Pero esperaba que eso cambiase. De todas maneras, esta noche era para relajarse. Mañana seguiría investigando por las tabernas, pero hoy podía bailar y disfrutar de la música, el vino y la hipocresía.Todo cómodamente embotellado en una fiesta de la nobleza de Lvneel. Al parecer el joven Roux había conseguido el título de barón al morir su padre. Qué emocionantes eran las tramas de la corte, sin duda.
Pero era bonito, pensó mientras miraba a su alrededor. Todos los vestidos y el cuidado que ponían al bailar sin rozar a ninguna pareja. Era como una rígida cajita de música a escala real. Puesto que la isla era del goobierno, se había colocado el pelo negro y un cuerpo un poco más discreto. Dos centímetros menos aquí, dos tallas menos allá... parecía una jovencita de buena familia así arreglada. La melena oscura recogida y realzada con joyas plateadas; el vestido largo azul oscuro, con detalles en negro y guantes a juego. Sus ojos no los había tocado; ¿Quién iba a reconocerla por ellos?
Se acercó al balcón, con ganas de tomar un poco el aire y mirar la luna. Apartó con cuidado la cortina y se dejó caer hasta apoyarse en la barandilla. No había nadie alrededor, así que aprovechó para volver a su físico habitual. Estaba más cómoda así que en el cuerpo de una desconocida. Lo cierto es que estaba comenzando a aburrirse y a sentirse melancólica. A lo mejor tan solo debería volver a la alfombra y ya mañana...- Pensó antes de oírle. Había alguien al otro lado de la cortina... y por el ligero ruido parecía tener sed. Vaciló antes de acercarse; la idea de volverse a dormir era muy tentadora... pero divertirse un poco molestando a un incauto le vendría bien. Necesitaba animarse.
Con una pequeña sonrisa, apartó la cortina y observó al hombre al otro lado. Pelo castaño y piel pálida, incluso más que la suya. Iba vestido de rojo y blanco, a la moda del lugar y parecía igual de hastiado que ella. Estaba de lado, no terminaba de verle la cara. Ensanchó un poco más su sonrisa y colocó los brazos a la espalda, cerrando la cortina detrás de si.
- Buenas noches, caballero. ¿A vos también os aburre la corte, intuyo?
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Bueno, parecía que el invento había funcionado. Al menos así no se abalanzaría sobre la primera persona que viera, lo que has ese momento había sido más una preocupante posibilidad que una exageración. Entonces sintió un aroma cercano delicioso y embriagador, que le obligó a morderse el labio para contenerse. Además escuchó el suave rumor de la cortina y supo que alguien se acercaba. Rápidamente pasó a su forma humana, y se giró hacia el recién llegado... o más bien, la. Al instante supo que el aroma venía de ella y que o bien no era una humana corriente, o acababa de descubrir su tipo de sangre preferido. Todo cuanto deseaba era abalanzarse sobre ella y hundir los colmillos en su cuello, pero logró contenerse de alguna manera. Tras controlar su hambre, no pudo evitar fijarse en la chica era increíblemente bella. Una larga mata de pelo rojo como la sangre, un cuerpo con curvas de infarto, una piel pálida como la suya, un rostro hermoso... no creía haberla visto en la fiesta antes, y menos haberla invitado. Debido a esto se puso alerta, si bien decidió no dejarlo traslucir
- Mucho me temo que sí. Estas celebraciones se me antojan superficiales y aburridas. Y por lo que veo, a vos también - dijo, su mejor sonrisa.
En parte por precaución y en parte porque le apetecía divertirse, la miró a los ojos y trató de hipnotizarla. En el peor de los casos, no intentaría atacarlo al menos. Entonces se fijó bien en ella, y se dio cuenta de que le sonaba de algo. "¿La conozco y no me estoy dando cuenta?" Se puso a hacer una lista mental de todas las personas pelirrojas que conocía, pero desde luego no había ninguna tan llamativa, y menos con un rojo tan vivo. No, definitivamente no la conocía, en caso contrario no le cabía duda de que se acordaría de ella. Se aproximó y le tendió la mano para cogerle la suya y besársela. Pasase lo que pasase no iba a olvidar sus modales, menos con tan bella joven. Al acercarse se fijó en unas escarificaciones sobre su pecho que formaban un extraño símbolo. El joven vampiro lo memorizó, sabiendo que podía ser un detalle importante. Al aproximarse su hambre se acrecentó hasta extremos casi dolorosos, pero en su forma humana le era más fácil mantener el autocontrol y la apariencia de normalidad.
- Mi nombre es Ivan, Ivan Roux. ¿Con quién tengo el gusto de hablar? No recuerdo haberos invitado - sonrió burlonamente, con intención de picarla y ver su reacción.
Tenía muy claro que aquella persona no era de Lvneel. No había ninguna familia noble con una apariencia como la suya, y una criada no hubiese ido vestida de aquella manera, menos acabado en la sala de baile. Definitivamente se había colado, y la pregunta era... ¿se trataba de tan sólo una curiosa, de alguien que disfrutaba de la fiestas o de una asesina? No era capaz de quitarse el pensamiento de que la conocía de algo... y ese maldito delicioso aroma sólo lo distraía. Entonces se vio rememorando una conversación con su padre, en Markovia. En una de sus charlas, este le había hablado de la importancia de elegir a parejas discretas al entablar relaciones esporádicas, pues un noble que quisiera mantener su apariencia evitaría quedar de mujeriego. Todo aquello en su momento le había interesado tirando a poco y no había prestado demasiada atención, pero recordaba que le había hablado de una mujer, a la que había descrito como "la única mujer que había logrado hacerle perder el control." Y había visto una foto suya. Ivan abrió los ojos como platos, y la copa se le cayó de las manos.
- ¡No puede ser! - retrocedió un par de pasos - ¿Aki D. Arlia?
¿Qué diablos querría una pirata de él? Y además una con una recompensa tan elevada. Ahora ya convencido del todo de que era una trampa, y olvidándose de que había activado su hipnosis, montó en pánico y se puso en guardia. Lamentó no tener su espada a mano... pero al menos llevaba unos cuantos cuchillos ocultos en el interior de su chaqueta.
- Mucho me temo que sí. Estas celebraciones se me antojan superficiales y aburridas. Y por lo que veo, a vos también - dijo, su mejor sonrisa.
En parte por precaución y en parte porque le apetecía divertirse, la miró a los ojos y trató de hipnotizarla. En el peor de los casos, no intentaría atacarlo al menos. Entonces se fijó bien en ella, y se dio cuenta de que le sonaba de algo. "¿La conozco y no me estoy dando cuenta?" Se puso a hacer una lista mental de todas las personas pelirrojas que conocía, pero desde luego no había ninguna tan llamativa, y menos con un rojo tan vivo. No, definitivamente no la conocía, en caso contrario no le cabía duda de que se acordaría de ella. Se aproximó y le tendió la mano para cogerle la suya y besársela. Pasase lo que pasase no iba a olvidar sus modales, menos con tan bella joven. Al acercarse se fijó en unas escarificaciones sobre su pecho que formaban un extraño símbolo. El joven vampiro lo memorizó, sabiendo que podía ser un detalle importante. Al aproximarse su hambre se acrecentó hasta extremos casi dolorosos, pero en su forma humana le era más fácil mantener el autocontrol y la apariencia de normalidad.
- Mi nombre es Ivan, Ivan Roux. ¿Con quién tengo el gusto de hablar? No recuerdo haberos invitado - sonrió burlonamente, con intención de picarla y ver su reacción.
Tenía muy claro que aquella persona no era de Lvneel. No había ninguna familia noble con una apariencia como la suya, y una criada no hubiese ido vestida de aquella manera, menos acabado en la sala de baile. Definitivamente se había colado, y la pregunta era... ¿se trataba de tan sólo una curiosa, de alguien que disfrutaba de la fiestas o de una asesina? No era capaz de quitarse el pensamiento de que la conocía de algo... y ese maldito delicioso aroma sólo lo distraía. Entonces se vio rememorando una conversación con su padre, en Markovia. En una de sus charlas, este le había hablado de la importancia de elegir a parejas discretas al entablar relaciones esporádicas, pues un noble que quisiera mantener su apariencia evitaría quedar de mujeriego. Todo aquello en su momento le había interesado tirando a poco y no había prestado demasiada atención, pero recordaba que le había hablado de una mujer, a la que había descrito como "la única mujer que había logrado hacerle perder el control." Y había visto una foto suya. Ivan abrió los ojos como platos, y la copa se le cayó de las manos.
- ¡No puede ser! - retrocedió un par de pasos - ¿Aki D. Arlia?
¿Qué diablos querría una pirata de él? Y además una con una recompensa tan elevada. Ahora ya convencido del todo de que era una trampa, y olvidándose de que había activado su hipnosis, montó en pánico y se puso en guardia. Lamentó no tener su espada a mano... pero al menos llevaba unos cuantos cuchillos ocultos en el interior de su chaqueta.
Aki D. Arlia
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-Desde luego. - Comentó con una pequeña sonrisa.- Es por eso que me he refugiado en el balcón, como puede ver.- Adelantó la mano para que se la besara, como marcaban los buenos modales. Ah, qué gesto tan artificial. Casi le pareció jocoso ver como el joven se inclinaba ante ella... pero lo disimuló a la perfección, como siempre. La miró a los ojos, con una expresión que Aki no fue capaz de descifrar. Retiró la mano notando como su mirada resbalaba hasta su cuello y se detenía ahí... un segundo más de lo normal.
En sus ojos se formó un pequeño atisbo de alerta. Había olvidado cubrirse el tatuaje, ya que pensaba estar camuflada toda la noche. Por suerte para ella no parecía haberlo relacionado con nada. Y dado que la naturaleza del dibujo era cuando menos extravagante... era lógico que le llamara la atención. ¿Cuántas jóvenes se cortaban la piel para instalar un dibujo en ella? No muchas y todavía menos en la corte.
Volvió a la realidad al oírle hablar. Tenía una voz dulce y la manera en que curvaba la boca al sonreír le recordaba a algo. No estaba segura de qué, pero se le hacía familiar. ¿Tendría algún pariente suyo? No recordaba a nadie con los ojos de miel... hm. Más aún, no conocía a nadie de la corte de Lvneel que ella supiera. Ivan Roux... debía de ser el chico que se había convertido en barón. Parecía cómodo en su sitio y seguro de si mismo. Tenía algo extraño en la mirada, pero no era complicado ver el deseo nublándola. Aki se sonrió y le respondió haciéndose la interesante. El extraño jovencito había logrado que se olvidara por un rato de su tarea.
- Quizás sea porque no me habéis invitado. Yo sí había oído hablar de vos.- Mentira. Apenas había escuchado esa noche el motivo de la fiesta y era de hecho todo lo que le interesaba. - Mi nombre es...
Pero antes de que terminara de la frase, su nombre barbotó de los labios del muchacho. Aki frunció el ceño, confundida. ¿La había reconocido? Bien podría ser, no habían retirado los carteles de ''Se busca''. ¿O era otra cosa? Activó el mantra, por si acaso. Su presencia... ¿Oh? ¿Cómo podía ser tan poderosa en un pequeño noble de un Blue? Tendría que interrogarle, aunque no le suponía una amenaza. Le miró algo frustrada. No quería matarlo y armar un escándalo, ¿No podía tener la noche en paz? Él se había puesto en guardia y casi podía ver el humo salir de su cabeza de las veinte cosas que debían de pasar por ella. Se acercó a él, que había retrocedido y con gentileza le puso una mano en el pecho. Con voz suave, le miró a los ojos sin sonreír y le dijo:
-Vamos, no te asustes. ¿Alguien de tu posición preocupado por algo así? Qué vergonzoso, yo solo quiero tener la fiesta en paz... Además.- Añadió mientras comenzaba a sonreír.- ¿Quién iba a creerte?
Se separó de él y se llevó un dedo a los labios para indicarle que callara. Se agachó a recoger los restos de la copa de vino y regresó a su apariencia anterior, morena y pequeñita, justo a tiempo para sonreírle al camarero que acababa de entrar. Debía de haber oído el cristal rompiéndose al pasar. Le tendió la copa y aceptó la que le ofreció a cambio. Cuando desapareció recuperó su apariencia y su seriedad. Dio un sorbo de vino y volvió a apoyarse en el balcón, de espaldas, mientras le miraba.
- Puesto que ya me conoces, no me presentaré dos veces pero...amaría saber de qué labios oíste mi nombre.
En sus ojos se formó un pequeño atisbo de alerta. Había olvidado cubrirse el tatuaje, ya que pensaba estar camuflada toda la noche. Por suerte para ella no parecía haberlo relacionado con nada. Y dado que la naturaleza del dibujo era cuando menos extravagante... era lógico que le llamara la atención. ¿Cuántas jóvenes se cortaban la piel para instalar un dibujo en ella? No muchas y todavía menos en la corte.
Volvió a la realidad al oírle hablar. Tenía una voz dulce y la manera en que curvaba la boca al sonreír le recordaba a algo. No estaba segura de qué, pero se le hacía familiar. ¿Tendría algún pariente suyo? No recordaba a nadie con los ojos de miel... hm. Más aún, no conocía a nadie de la corte de Lvneel que ella supiera. Ivan Roux... debía de ser el chico que se había convertido en barón. Parecía cómodo en su sitio y seguro de si mismo. Tenía algo extraño en la mirada, pero no era complicado ver el deseo nublándola. Aki se sonrió y le respondió haciéndose la interesante. El extraño jovencito había logrado que se olvidara por un rato de su tarea.
- Quizás sea porque no me habéis invitado. Yo sí había oído hablar de vos.- Mentira. Apenas había escuchado esa noche el motivo de la fiesta y era de hecho todo lo que le interesaba. - Mi nombre es...
Pero antes de que terminara de la frase, su nombre barbotó de los labios del muchacho. Aki frunció el ceño, confundida. ¿La había reconocido? Bien podría ser, no habían retirado los carteles de ''Se busca''. ¿O era otra cosa? Activó el mantra, por si acaso. Su presencia... ¿Oh? ¿Cómo podía ser tan poderosa en un pequeño noble de un Blue? Tendría que interrogarle, aunque no le suponía una amenaza. Le miró algo frustrada. No quería matarlo y armar un escándalo, ¿No podía tener la noche en paz? Él se había puesto en guardia y casi podía ver el humo salir de su cabeza de las veinte cosas que debían de pasar por ella. Se acercó a él, que había retrocedido y con gentileza le puso una mano en el pecho. Con voz suave, le miró a los ojos sin sonreír y le dijo:
-Vamos, no te asustes. ¿Alguien de tu posición preocupado por algo así? Qué vergonzoso, yo solo quiero tener la fiesta en paz... Además.- Añadió mientras comenzaba a sonreír.- ¿Quién iba a creerte?
Se separó de él y se llevó un dedo a los labios para indicarle que callara. Se agachó a recoger los restos de la copa de vino y regresó a su apariencia anterior, morena y pequeñita, justo a tiempo para sonreírle al camarero que acababa de entrar. Debía de haber oído el cristal rompiéndose al pasar. Le tendió la copa y aceptó la que le ofreció a cambio. Cuando desapareció recuperó su apariencia y su seriedad. Dio un sorbo de vino y volvió a apoyarse en el balcón, de espaldas, mientras le miraba.
- Puesto que ya me conoces, no me presentaré dos veces pero...amaría saber de qué labios oíste mi nombre.
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La reacción de ella lo asustó un poco. Mayormente por su mirada... ¿le había molestado que la descubriera y no poder jugar antes de cargárselo? Mierda. La última vez que se había enfrentado a un criminal tan famoso apenas había salido vivo, y sólo lo logró gracias al kairoseki. En esa ocasión no tendría tanta suerte en un combate directo. De repente ella se aproximó a él y le apoyó la mano en el pecho, y se olvidó de todo pensamiento de alerta. El deseo, el ansia lo superó, y a duras penas pudo contenerse. Tuvo que cerrar los ojos y centrar todo su autocontrol para ignorar ese suave sonido rítmico, ese continuo golpeteo que lo estaba volviendo loco. El sonido de los latidos del corazón de Aki, que parecía que estuviera pidiendo a gritos que bebiera de su sangre hasta apagarlo, hasta que ese ruido se extinguiera para siempre. Sin embargo, su última frase fue una puñalada en su orgullo. Perdiendo parte del control, abrió los ojos y la miró.
- Ten cuidado con lo que dices - dijo, con una nota de ira mal contenida - El Gobierno está dispuesto a pagar generosamente a cualquier que de información sobre tu paradero.
Entonces se dio cuenta del error que acababa de cometer revelando eso. Por un instante el miedo nubló toda su ira y hambre, y eso fue su salvación. Aki se llevó un dedo a los labios para que se callara, y uno de los camareros entró. Qué inesperado... menos mal que ella lo había percibido, porque había estado a punto de transformarse. De hecho... al mover la lengua percibió que sus colmillos habían crecido. ¿Había entrado en su forma híbrida? ¿En qué momento? Sin dejar que le mirase los ojos y viera el brillo dorado en estos, cogió una copa de la bandeja y le dio la espalda al camarero. Dio un trago y miró al horizonte, fingiendo normalidad mientras esperaba a escuchar al hombre irse. Tras eso, se giró hacia ella y aunque fingió inexpresividad, le sorprendió el dato de que ella diese por supuesto que alguien le había hablado con ella. ¿Acaso no debería haber supuesto que lo sabía por los carteles de recompensa? ¿Significaba eso que había notado su gran parecido con Derian, y debido a eso sospechaba que tenía algún parentesco con él? Tal vez podía tirar de aquel hilo para evitar que lo matara... por otro lado, había dicho que sólo quería tener la fiesta en paz. ¿No estaba allí para eliminarlo pues? Algo más calmado, volvió a su forma humana. Visualmente el cambio realmente era mínimo, simplemente su piel se volvió algo menos pálida y sus ojos azules de nuevo. Pero para él era infinitamente más sencillo controlar su hambre de esa manera.
- Disculpadme... perdí el control por un instante - inspiró hondo tratando de tranquilizarse - Conocí a alguien que os conocía a vos, y debido a esa persona os reconocí. No hay más. Y no habéis de preocuparos, no pretendo delataros... no gano nada ganándome más enemigos a cambio de unos berries - dijo con una media sonrisa - Ya tengo dinero de sobra.
Estaba mintiendo como una rata. Tenía mucho dinero, eso era cierto, pero nunca desdeñaba unos berries de más. En el caso de que Aki resultase caerle bien cabía la posibilidad de que no dijera nada, pero en otro caso... bueno, sería meterse unos cuantos berries más en el bolsillo. Y ahora... tocaba preguntarle qué diablos acababa de hacer. No había podido examinar en detalle porque estaba ocupado intentando que el camarero no viera su transformación, pero había percibido que ella había cambiado de aspecto. Ahora volvía a parecer la de antes y aquel era un dato que no podía pasar por alto. Por otro lado... calmado de nuevo y seguro de sí mismo, dijo mientras avanzaba hacia ella.
- No creo que tengáis que cambiar vuestro aspecto por mucho que venga nadie. Al natural ganáis muchísimo más - le sonrió - Por otro lado esa habilidad es un tanto curiosa... y poco frecuente.
Se había aproximado bastante a ella, mirándola de nuevo directamente a los ojos y tratando nuevamente de hipnotizarla. No tenía claro que estuviese dando resultado, pero por intentarlo... si lo lograba, podría darle un mordisco y probar un poco de esa deliciosa sangre. Apenas podía contenerse, dando en cierto momento un vistazo mal disimulado a su cuello, donde casi creía podía percibir el desesperante sonido de la sangre corriendo por su yugular. La volvió a mirar a los ojos, y dijo:
- ¿Creéis en las coincidencias - dijo, esbozando una media sonrisa muy similar a la de su padre.
- Ten cuidado con lo que dices - dijo, con una nota de ira mal contenida - El Gobierno está dispuesto a pagar generosamente a cualquier que de información sobre tu paradero.
Entonces se dio cuenta del error que acababa de cometer revelando eso. Por un instante el miedo nubló toda su ira y hambre, y eso fue su salvación. Aki se llevó un dedo a los labios para que se callara, y uno de los camareros entró. Qué inesperado... menos mal que ella lo había percibido, porque había estado a punto de transformarse. De hecho... al mover la lengua percibió que sus colmillos habían crecido. ¿Había entrado en su forma híbrida? ¿En qué momento? Sin dejar que le mirase los ojos y viera el brillo dorado en estos, cogió una copa de la bandeja y le dio la espalda al camarero. Dio un trago y miró al horizonte, fingiendo normalidad mientras esperaba a escuchar al hombre irse. Tras eso, se giró hacia ella y aunque fingió inexpresividad, le sorprendió el dato de que ella diese por supuesto que alguien le había hablado con ella. ¿Acaso no debería haber supuesto que lo sabía por los carteles de recompensa? ¿Significaba eso que había notado su gran parecido con Derian, y debido a eso sospechaba que tenía algún parentesco con él? Tal vez podía tirar de aquel hilo para evitar que lo matara... por otro lado, había dicho que sólo quería tener la fiesta en paz. ¿No estaba allí para eliminarlo pues? Algo más calmado, volvió a su forma humana. Visualmente el cambio realmente era mínimo, simplemente su piel se volvió algo menos pálida y sus ojos azules de nuevo. Pero para él era infinitamente más sencillo controlar su hambre de esa manera.
- Disculpadme... perdí el control por un instante - inspiró hondo tratando de tranquilizarse - Conocí a alguien que os conocía a vos, y debido a esa persona os reconocí. No hay más. Y no habéis de preocuparos, no pretendo delataros... no gano nada ganándome más enemigos a cambio de unos berries - dijo con una media sonrisa - Ya tengo dinero de sobra.
Estaba mintiendo como una rata. Tenía mucho dinero, eso era cierto, pero nunca desdeñaba unos berries de más. En el caso de que Aki resultase caerle bien cabía la posibilidad de que no dijera nada, pero en otro caso... bueno, sería meterse unos cuantos berries más en el bolsillo. Y ahora... tocaba preguntarle qué diablos acababa de hacer. No había podido examinar en detalle porque estaba ocupado intentando que el camarero no viera su transformación, pero había percibido que ella había cambiado de aspecto. Ahora volvía a parecer la de antes y aquel era un dato que no podía pasar por alto. Por otro lado... calmado de nuevo y seguro de sí mismo, dijo mientras avanzaba hacia ella.
- No creo que tengáis que cambiar vuestro aspecto por mucho que venga nadie. Al natural ganáis muchísimo más - le sonrió - Por otro lado esa habilidad es un tanto curiosa... y poco frecuente.
Se había aproximado bastante a ella, mirándola de nuevo directamente a los ojos y tratando nuevamente de hipnotizarla. No tenía claro que estuviese dando resultado, pero por intentarlo... si lo lograba, podría darle un mordisco y probar un poco de esa deliciosa sangre. Apenas podía contenerse, dando en cierto momento un vistazo mal disimulado a su cuello, donde casi creía podía percibir el desesperante sonido de la sangre corriendo por su yugular. La volvió a mirar a los ojos, y dijo:
- ¿Creéis en las coincidencias - dijo, esbozando una media sonrisa muy similar a la de su padre.
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- Disculpadme... perdí el control por un instante. Conocí a alguien que os conocía a vos, y debido a esa persona os reconocí. No hay más. Y no habéis de preocuparos, no pretendo delataros... no gano nada ganándome más enemigos a cambio de unos berries. Ya tengo dinero de sobra.
Aki alzó una ceja, cruzándose de brazos. Entonces efectivamente no la había reconocido por el wanted. En otras condiciones se habría preguntado como un noble de un Blue... pero no hacía falta. Por supuesto que conocía a alguien que la conocía, como no. Debía de estar maldita, no podía ser de otra manera. ¿El tercero? ¿En serio? ¿Y en tan poco tiempo? Por supuesto no iba a quejarse de que aquel inepto se hubiera muerto... todavía le recordaba borracho, puesto y colgando bocabajo de una farola. Menudo imbécil, sabe dios como consiguió aquella fruta. Pero este... le miró directamente, interrogante.
Se le habían puesto los ojos dorados tan pronto le rozó y fue en ese momento que la sospecha cruzó su mente como un rayo. Volvió a escanear su presencia, segura de haberse equivocado. Pero a cada segundo encontraba más indicios. Demonios. La piel perdiendo y ganando bronceado según el momento, esos ojos que no había logrado esconderle... oh, y ahora se estaba acercando y mirándola a los ojos como si fuera irresistible. ¿Qué rayos intentaba? ¿Acaso no se daba cuenta de que podía tenerlo a sus pies en cuestión de segundos? ¿Creía que había ganado ese wanted jugando al las casitas?
Suspiró y dejó la copa en el balcón, llevándose una mano a la frente y cerrando los ojos. Ignoró sus palabras y fue directa al grano, todavía guardando una pequeña esperanza. Quizás se había equivocado.
- Dime por favor, por favor, que no eres usuario de la fruta de vampiro.
Le miró, confirmando lo que sospechaba y se incorporó. Utilizó su akuma para que el deseo del joven aumentara lenta pero perceptiblemente y entonces habló, influenciándole.
-No des un paso hacia mi. Ni te muevas.- No importaba lo mucho que la deseara, haría caso a su voz porque en el momento querría hacerlo. Y entonces sonrió y adelantando un dedo,le rozó todo el cuello hasta cogerle de la barbilla.
-Así que no me has reconocido por el Wanted... ¿Quién te habló de mi? ¿Fue el último usuario, antes de que le mataras? Ni siquiera recuerdo su nombre, pero pareces algo más... digno, que él. De todas formas, relájate un poco.- Añadió apartándose y cesando todo efecto de su akuma.- Ya te lo dije antes, tan solo quiero tener una noche tranquila. De ahí el disfraz. Aunque... no voy a negarme a una buena conversación.
Bebió otro sorbo de su copa, mirándole mientras sonreía con la inocencia pintada en el rostro.
Aki alzó una ceja, cruzándose de brazos. Entonces efectivamente no la había reconocido por el wanted. En otras condiciones se habría preguntado como un noble de un Blue... pero no hacía falta. Por supuesto que conocía a alguien que la conocía, como no. Debía de estar maldita, no podía ser de otra manera. ¿El tercero? ¿En serio? ¿Y en tan poco tiempo? Por supuesto no iba a quejarse de que aquel inepto se hubiera muerto... todavía le recordaba borracho, puesto y colgando bocabajo de una farola. Menudo imbécil, sabe dios como consiguió aquella fruta. Pero este... le miró directamente, interrogante.
Se le habían puesto los ojos dorados tan pronto le rozó y fue en ese momento que la sospecha cruzó su mente como un rayo. Volvió a escanear su presencia, segura de haberse equivocado. Pero a cada segundo encontraba más indicios. Demonios. La piel perdiendo y ganando bronceado según el momento, esos ojos que no había logrado esconderle... oh, y ahora se estaba acercando y mirándola a los ojos como si fuera irresistible. ¿Qué rayos intentaba? ¿Acaso no se daba cuenta de que podía tenerlo a sus pies en cuestión de segundos? ¿Creía que había ganado ese wanted jugando al las casitas?
Suspiró y dejó la copa en el balcón, llevándose una mano a la frente y cerrando los ojos. Ignoró sus palabras y fue directa al grano, todavía guardando una pequeña esperanza. Quizás se había equivocado.
- Dime por favor, por favor, que no eres usuario de la fruta de vampiro.
Le miró, confirmando lo que sospechaba y se incorporó. Utilizó su akuma para que el deseo del joven aumentara lenta pero perceptiblemente y entonces habló, influenciándole.
-No des un paso hacia mi. Ni te muevas.- No importaba lo mucho que la deseara, haría caso a su voz porque en el momento querría hacerlo. Y entonces sonrió y adelantando un dedo,le rozó todo el cuello hasta cogerle de la barbilla.
-Así que no me has reconocido por el Wanted... ¿Quién te habló de mi? ¿Fue el último usuario, antes de que le mataras? Ni siquiera recuerdo su nombre, pero pareces algo más... digno, que él. De todas formas, relájate un poco.- Añadió apartándose y cesando todo efecto de su akuma.- Ya te lo dije antes, tan solo quiero tener una noche tranquila. De ahí el disfraz. Aunque... no voy a negarme a una buena conversación.
Bebió otro sorbo de su copa, mirándole mientras sonreía con la inocencia pintada en el rostro.
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Se quedó mudo y sin palabras, sorprendido. ¿Se había dado cuenta? ¿Cómo? No le había enseñado los colmillos, había procurado que no se le notara... ¿qué diablos había pasado? Podía ser que lo hubiera reconocido por Derian, pero aún así era raro. Y sus palabras y reacción habían sido extrañas... ¿qué habría de malo en que fuese el usuario de la zoan de vampiro? Sus palabras casi lo molestaron, por un instante... y entonces sintió una irremediable e intensa atracción hacia la mujer. Toda su hambre vino, acompañada de un voraz deseo. Todo en lo que podía pensar era en aproximarse hacia ella y besarla... no, en adorar a aquella diosa viviente. Parecía como si la estuviera viendo bien por primera vez. Cuando ella le dio la orden, la desesperación lo invadió totalmente... no podía desobedecerla, pero la mera idea de no poder seguir aproximándose a ella lo quemaba por dentro. Sentía que ardería en cualquier momento si no podía acariciar aquella piel perfecta y besar esos dulces labios. Cuando le acarició el cuello, la sensación de placer que experimentó fue muy superior a cualquier otra... mejor incluso que cuando se alimentaba. Se dejó hacer, y cuando ella lo agarró por la barbilla, no pudo hacer nada más que mirarla con desesperación, rogándole silenciosamente que continuara.
- N..no... fue mi padre - dijo, conteniendo un jadeo.
Cuando ella se apartó de ella, fue como despertar de un sueño. Se apartó un paso, sintiendo un enorme alivio al terminar el efecto y se frotó la zona donde le había acariciado. Su sangre aún estaba bullendo y seguía excitado. Cerró los ojos y trató de relajarse, con el corazón a mil por hora, y recuperó la compostura. Por supuesto no pensaba mencionar nada sobre lo que acababa de pasar, actuaría como si nada. Lo contrario sería renunciar a su orgullo, y tenía en demasía. Sin embargo seguía aun turbado y molesto, pues no comprendía lo que acababa de pasar. Se puso recto y alzó la barbilla con altanería, adoptando una pose serena y fría.
- No me compares con ese... desperdicio humano. No era digno de portar la akuma no mi de mi padre, y me ocupé de arrebatársela.
Mantuvo las distancias y dio un trago a su copa. El hambre lo torturaba, exigiéndose que se alimentara de ella, pero comparado con lo que acababa de sentir era apenas una molestia. Entonces se dio cuenta de que había revelado ya de quién era hijo... lástima. Había pretendido mantener el misterio un rato más y tal vez incluso no decirlo, pero aquella habilidad le había nublado el juicio.
- Como decía antes - continuó - Fue mi padre el que me habló sobre ti, y supongo que a estas alturas ya habrás adivinado quién era.
Se aproximó un poco más a ella, no tanto como antes, y se apoyó en la balaustrada. No se atrevía a ponerse a su lado como antes por miedo a volver a caer bajo el influjo de aquel extraño poder y volver a no ser él mismo. Pero al mismo tiempo, algo lo impulsaba a aproximarse. Aun habiendo sido liberado de aquella habilidad, seguía deseándola. Es más, el hambre lo acosaba cada vez más. La miró a los ojos de nuevo, observándola con interés:
- ¿Qué demonios eres?
- N..no... fue mi padre - dijo, conteniendo un jadeo.
Cuando ella se apartó de ella, fue como despertar de un sueño. Se apartó un paso, sintiendo un enorme alivio al terminar el efecto y se frotó la zona donde le había acariciado. Su sangre aún estaba bullendo y seguía excitado. Cerró los ojos y trató de relajarse, con el corazón a mil por hora, y recuperó la compostura. Por supuesto no pensaba mencionar nada sobre lo que acababa de pasar, actuaría como si nada. Lo contrario sería renunciar a su orgullo, y tenía en demasía. Sin embargo seguía aun turbado y molesto, pues no comprendía lo que acababa de pasar. Se puso recto y alzó la barbilla con altanería, adoptando una pose serena y fría.
- No me compares con ese... desperdicio humano. No era digno de portar la akuma no mi de mi padre, y me ocupé de arrebatársela.
Mantuvo las distancias y dio un trago a su copa. El hambre lo torturaba, exigiéndose que se alimentara de ella, pero comparado con lo que acababa de sentir era apenas una molestia. Entonces se dio cuenta de que había revelado ya de quién era hijo... lástima. Había pretendido mantener el misterio un rato más y tal vez incluso no decirlo, pero aquella habilidad le había nublado el juicio.
- Como decía antes - continuó - Fue mi padre el que me habló sobre ti, y supongo que a estas alturas ya habrás adivinado quién era.
Se aproximó un poco más a ella, no tanto como antes, y se apoyó en la balaustrada. No se atrevía a ponerse a su lado como antes por miedo a volver a caer bajo el influjo de aquel extraño poder y volver a no ser él mismo. Pero al mismo tiempo, algo lo impulsaba a aproximarse. Aun habiendo sido liberado de aquella habilidad, seguía deseándola. Es más, el hambre lo acosaba cada vez más. La miró a los ojos de nuevo, observándola con interés:
- ¿Qué demonios eres?
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Aki abrió los ojos como platos al oír las palabras del chico. ¿Padre? Ese inútil... no, por supuesto que no. Le miró fijamente. ¿Era el hijio de... Derian? Oh... de ahí le sonaba la sonrisa. Sí, por supuesto. Contuvo una risa cuando le vio obviar lo que había pasado y refugiarse en su orgullo. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? Sonriendo ahora con calidez y sinceridad, se acercó y le dio un abrazo. Se apartó al segundo, para no turbarle demasiado. Su padre no tenía problemas para controlarse, pero recordaba la inutilidad del otro... y al ver al chaval no podía evitar pensar que quizás él todavía tuviera mucho que aprender.
-Entonces, ¿Tu padre era Derian Markov? ¿Cómo demonios has acabado aquí?
Y era cierto, Hallstat estaba a varias islas de distancia. Nuevamente, meneo la cabeza. ¿Cómo podía tener tanta puntería? No solo era el tercer usuario de la fruta de vampiro con el que se topaba, sino que además era el hijo de su viejo... ¿Amigo? Más bien amante. Nunca habían llegado a tener una relación mucho más cercana que eso. Cosas de que hubiera una guerra rugiendo fuera del castillo, aunque él se ocupaba muy bien de que hubiera otros sonidos que la taparan.
Todavía sin quitarse la sonrisa de la cara, volvió al presente e imitándole se apoyó sobre la balaustrada. Parecía una gata estirada al sol. No terminaba de creerse que Derian hubiera tenido un hijo. Y tan mayor, debía de tener al menos 18. Menos mal que su akuma le daba eterna juventud, porque lo que era joven precisamente no se sentía al pensarlo. Dio un sorbo al vino, cavilando y mirándole de reojo. Era más cálido que su padre y sus reacciones más honestas, por mucho que tratara de ocultarlas. Podía ser fruto de su inexperiencia o de su naturaleza, pero desde luego eso le gustaba. Era un juguetito adorable.
Rió cantarina al escucharle y preguntó a su vez, esquivando parcialmente su pregunta.
-Bueno, tú mismo lo has dicho. Más o menos. Pero cuéntame, ¿Cómo es que tu padre te habló de mí? Me sorprende que me recuerde teniendo en cuenta la cantidad de mujeres que pasaban por esa mazmorra... que diga, dormitorio.
-Entonces, ¿Tu padre era Derian Markov? ¿Cómo demonios has acabado aquí?
Y era cierto, Hallstat estaba a varias islas de distancia. Nuevamente, meneo la cabeza. ¿Cómo podía tener tanta puntería? No solo era el tercer usuario de la fruta de vampiro con el que se topaba, sino que además era el hijo de su viejo... ¿Amigo? Más bien amante. Nunca habían llegado a tener una relación mucho más cercana que eso. Cosas de que hubiera una guerra rugiendo fuera del castillo, aunque él se ocupaba muy bien de que hubiera otros sonidos que la taparan.
Todavía sin quitarse la sonrisa de la cara, volvió al presente e imitándole se apoyó sobre la balaustrada. Parecía una gata estirada al sol. No terminaba de creerse que Derian hubiera tenido un hijo. Y tan mayor, debía de tener al menos 18. Menos mal que su akuma le daba eterna juventud, porque lo que era joven precisamente no se sentía al pensarlo. Dio un sorbo al vino, cavilando y mirándole de reojo. Era más cálido que su padre y sus reacciones más honestas, por mucho que tratara de ocultarlas. Podía ser fruto de su inexperiencia o de su naturaleza, pero desde luego eso le gustaba. Era un juguetito adorable.
Rió cantarina al escucharle y preguntó a su vez, esquivando parcialmente su pregunta.
-Bueno, tú mismo lo has dicho. Más o menos. Pero cuéntame, ¿Cómo es que tu padre te habló de mí? Me sorprende que me recuerde teniendo en cuenta la cantidad de mujeres que pasaban por esa mazmorra... que diga, dormitorio.
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Arqueó una ceja y contuvo un suspiro cuando ella esquivó su pregunta y le formuló otra más, sumada al cómo había acabado allí. Antes de contestarle, se cercioró de que nadie husmeaba la conversación, acercándose a las cortinas y mirando tras ellas. Aun cuando hubo comprobado que nadie los espiaba no se sentía tranquilo para continuar la conversación allí. Le hizo un gesto a la mujer para que lo siguiera, y pasó a su forma completa. Flexionó las piernas y dio un poderoso salto de varios metros, aterrizando en el alféizar de una ventana. Acto seguido la miró con una sonrisa burlona, tentándola a que lo siguiera. No le cabía duda de que sería capaz, y tal vez en el proceso descubriría el origen de sus poderes. Había dicho que "más o menos" en respuesta a su "qué demonios eres." La conclusión lógica era que poseía una zoan de demonio, y pronto lo sabría. Entró en la habitación, volviendo a su forma híbrida, y se acomodó en la cama. Entonces se fijó en que buena parte del vino se le había ido en el salto y soltó una pequeña maldición. Al menos le quedaba un poco, del que dio buena cuenta de un trago.
- Mi padre de joven solía disfrutar bastante de la compañía femenina - dijo, con una sonrisa irónica - Y así llegué yo al mundo. Se me conoce como Ivan Roux, pero Roux no es más que el apellido del hombre que creía ser mi padre. Pobre diablo - soltó una carcajada - En realidad soy Markov de la cabeza a los pies. A los dieciocho años mi padre vino a buscarme, y me llevó consigo a Hallstat, donde me entrenó y educó. El resto de la historia...
Esbozó una sonrisa pícara. Se le ocurría una manera de salirse con la suya. Tal vez pudiera intercambiar su historia a cambio de una noche de pasión, un poco de sangre o ambas cosas. De hecho por el precio adecuado y que jurase mantener el secreto estaba dispuesto a contar la verdadera historia. Era una espina que le había quedado desde lo de Anthony... le habían quedado ganas de poder contar su historia junto a Iliana. Sabía perfectamente por qué no podía ni debía, pero, ¿realmente iba a hacer daño que se lo contara a ella? Poseía el secreto de que seguía viva como "rehén" para asegurarse de que no hablaba. Y el abrazo de antes... lo había tentado mucho, había aumentado su hambre. Pero también su confianza, ¿tanto aprecio le guardaba a su padre? "Jamás hubiese imaginado que nadie pudiese apreciar a ese hombre salvo nosotros, sus hijos. Y hasta para nosotros fue una tarea ardua comprender a ese psicópata." Aún en aquel momento no tenía claro qué pensar de su padre. Lo apreciaba y admiraba por ser quien era y por haberlo educado y adiestrado y lo odiaba por todo el daño que le había hecho a Iliana. Volvió a mirarla y esbozó un amago de sonrisa.
- Estoy dispuesto a contarte mi historia, con todo. Los secretos vergonzosos, las intimidades... incluso a responder toda duda que tengas al respecto. A cambio, solo tengo dos peticiones. La primera es que guardes el más absoluto silencio sobre esto, y la segunda... - su mueca se convirtió en una verdadera sonrisa - Bueno, a cambio quiero un pago. Te lo dejo a tu imaginación, pero si no me convence no te contaré lo mejor de la historia.
Amplió aún más su sonrisa y esperó a su respuesta. Realmente estaba dispuesto a ser flexible, había muchas maneras en que podía lograr convencerle... y algo que no sabía Aki es que él mismo estaba deseando contar esa historia. Y bueno, si le quisiera algún mal ya podría habérselo causado, ¿no? Sabía que era un pensamiento un poco ingenuo, pero le dio igual. Aquella noche no le apetecía pensar ni ser racional, tan solo dejarse llevar.
- Mi padre de joven solía disfrutar bastante de la compañía femenina - dijo, con una sonrisa irónica - Y así llegué yo al mundo. Se me conoce como Ivan Roux, pero Roux no es más que el apellido del hombre que creía ser mi padre. Pobre diablo - soltó una carcajada - En realidad soy Markov de la cabeza a los pies. A los dieciocho años mi padre vino a buscarme, y me llevó consigo a Hallstat, donde me entrenó y educó. El resto de la historia...
Esbozó una sonrisa pícara. Se le ocurría una manera de salirse con la suya. Tal vez pudiera intercambiar su historia a cambio de una noche de pasión, un poco de sangre o ambas cosas. De hecho por el precio adecuado y que jurase mantener el secreto estaba dispuesto a contar la verdadera historia. Era una espina que le había quedado desde lo de Anthony... le habían quedado ganas de poder contar su historia junto a Iliana. Sabía perfectamente por qué no podía ni debía, pero, ¿realmente iba a hacer daño que se lo contara a ella? Poseía el secreto de que seguía viva como "rehén" para asegurarse de que no hablaba. Y el abrazo de antes... lo había tentado mucho, había aumentado su hambre. Pero también su confianza, ¿tanto aprecio le guardaba a su padre? "Jamás hubiese imaginado que nadie pudiese apreciar a ese hombre salvo nosotros, sus hijos. Y hasta para nosotros fue una tarea ardua comprender a ese psicópata." Aún en aquel momento no tenía claro qué pensar de su padre. Lo apreciaba y admiraba por ser quien era y por haberlo educado y adiestrado y lo odiaba por todo el daño que le había hecho a Iliana. Volvió a mirarla y esbozó un amago de sonrisa.
- Estoy dispuesto a contarte mi historia, con todo. Los secretos vergonzosos, las intimidades... incluso a responder toda duda que tengas al respecto. A cambio, solo tengo dos peticiones. La primera es que guardes el más absoluto silencio sobre esto, y la segunda... - su mueca se convirtió en una verdadera sonrisa - Bueno, a cambio quiero un pago. Te lo dejo a tu imaginación, pero si no me convence no te contaré lo mejor de la historia.
Amplió aún más su sonrisa y esperó a su respuesta. Realmente estaba dispuesto a ser flexible, había muchas maneras en que podía lograr convencerle... y algo que no sabía Aki es que él mismo estaba deseando contar esa historia. Y bueno, si le quisiera algún mal ya podría habérselo causado, ¿no? Sabía que era un pensamiento un poco ingenuo, pero le dio igual. Aquella noche no le apetecía pensar ni ser racional, tan solo dejarse llevar.
Aki D. Arlia
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Observó las maniobras del chico para cerciorarse de que nadie los escuchaba... todas en vano, porque al final saltó por el balcón a otro más abajo tras haber pasado a su forma completa. Aki le observó saltar con una pequeña sonrisa en los labios. No dejaba de sorprenderle. Sin necesidad de transformarse, se descalzó y con delicadeza subió a la balaustrada. Con ambas manos se agachó y se recogió el vestido con una mano para no pisárselo, revelando un cacho algo escandaloso de pierna y muslo. Saltó en el aire dando una voltereta y aterrizando al lado de él sin haberse despeinado.
Observó como se acomodaba en la cama y comenzaba a hablar sin que tuviera que decirle nada. Parecía complacerle hablar de sí mismo...supuso que el egocentrismo lo había sacado de su padre, pero a Aki le parecía bien. Nunca rechazaría una buena historia. Mientras se acercaba a él, esbozó una sonrisa traviesa y le miró de arriba abajo.
- Oh, ¿De la cabeza a los pies? Eso habría que comprobarlo... aunque no es tu noche de suerte.
Al oír lo que pedía a cambio de la historia se le iluminó la mirada. Los juegos de ese tipo la perdían, pero pretendía ganar sin darle nada de valor. Mirándole con una sonrisa de inocencia, se sentó muy recta en el borde de la cama. Jugueteó con su pelo, deshaciéndose el recogido para que le cayera suelto y ondulado por los hombros. Estaba más cómoda así. Se giró hacia él y le puso la mano en el hombro como para atraer su atención.
- Yo nunca rechazaría la oportunidad de conseguir una buena historia. Aunque no lo parezca, me crié recitándolas frente al fuego.
Se inclinó un poco más, lo justo para sin rozarle susurrarle al oído, mientras se llevaba la otra mano al escote tapando el tatuaje:
- Y creo que desde luego tengo un par de historias interesantes que contarte.
Se apartó de nuevo e inocente, le puso la mano con dos dedos levantados frente a la cara:
-Te doy dos opciones. Por cada cosa que me cuentes, puedo darte una pista sobre la akuma que poseo... o contestar fielmente a una de tus preguntas. Tú dirás, pequeño. - Añadió con una sonrisa un tanto burlona.
Observó como se acomodaba en la cama y comenzaba a hablar sin que tuviera que decirle nada. Parecía complacerle hablar de sí mismo...supuso que el egocentrismo lo había sacado de su padre, pero a Aki le parecía bien. Nunca rechazaría una buena historia. Mientras se acercaba a él, esbozó una sonrisa traviesa y le miró de arriba abajo.
- Oh, ¿De la cabeza a los pies? Eso habría que comprobarlo... aunque no es tu noche de suerte.
Al oír lo que pedía a cambio de la historia se le iluminó la mirada. Los juegos de ese tipo la perdían, pero pretendía ganar sin darle nada de valor. Mirándole con una sonrisa de inocencia, se sentó muy recta en el borde de la cama. Jugueteó con su pelo, deshaciéndose el recogido para que le cayera suelto y ondulado por los hombros. Estaba más cómoda así. Se giró hacia él y le puso la mano en el hombro como para atraer su atención.
- Yo nunca rechazaría la oportunidad de conseguir una buena historia. Aunque no lo parezca, me crié recitándolas frente al fuego.
Se inclinó un poco más, lo justo para sin rozarle susurrarle al oído, mientras se llevaba la otra mano al escote tapando el tatuaje:
- Y creo que desde luego tengo un par de historias interesantes que contarte.
Se apartó de nuevo e inocente, le puso la mano con dos dedos levantados frente a la cara:
-Te doy dos opciones. Por cada cosa que me cuentes, puedo darte una pista sobre la akuma que poseo... o contestar fielmente a una de tus preguntas. Tú dirás, pequeño. - Añadió con una sonrisa un tanto burlona.
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Soltó una carcajada al escuchar su respuesta. ¿Así que intentaba salirse por la tangente? Oh no, no iba a a dejarla. Aquel era un juego al que podían jugar dos. La hipnosis ya había probado ser cuanto menos inútil, pero suponía que un mínimo efecto debería hacer, así que recurriría a ella. No pensaba contarle sus secretos más íntimos a cambio de un par de preguntas o pistas sobre su poder. Es más, creía poder adivinar ya su akuma sólo con los datos que poseía. Ahora que había tenido más tiempo para reflexionarlo, era hasta el pensamiento lógico. Un demonio que causaba placer y cambiaba de aspecto... para él era evidente que se trataba de una súcubo, lo que también explicaría por qué su sangre le resultaba tal atractiva. Era lo lógico pensar que un demonio de la seducción atrajese a cada uno en función de lo que le gustara, ¿no? Y si bien no tenía nada que ver con el sexo, había algo casi sexual en alimentarse de la sangre de alguien... especialmente si se hacía durante el sexo. Ya lo había probado varias veces, y era de lo mejor.
- Lo siento, mi dama - contestó, con una sonrisa burlona - Me temo que el precio es un poco más alto que un par de historias, y eso ya lo sabes. ¿Verdad, súcubo? - le echó la lengua.
Se detuvo a pensar en lo que sabía de los súcubos, buscando la mejor manera de sacar provecho de ello. Con un gesto pícaro y juguetón, alzó la mano para deslizar el índice por la espalda de ella (si no se lo impedía), mientras pensaba. Eran demonios que se alimentaban del sexo, en un sentido bastante literal. Podían seducir a los humanos con facilidad, cambiar de apariencia a voluntad y convertirse en lo que más deseaban. Alguna historias decían que se alimentaban también de sangre. Con una sonrisa traviesa, dijo:
- Podemos hacer otro trato. No me importaría alimentarme de tu sangre, la verdad es que hueles deliciosa. Por otro lado... tal vez no quieras alimentarme con tu sangre - volvió a mirarla a los ojos, activando de nuevo su hipnosis - ¿Prefieres alimentarte tú? No me importaría... y creo que sería divertido. O...
Se incorporó y se sentó sobre la cama, mirándola con una sonrisa insinuante y pícara.
- Podríamos alimentarnos el uno del otro a la vez. Nos lo pasaríamos bien ambos, y luego te contaría mi historia. ¿Qué me dices?
- Lo siento, mi dama - contestó, con una sonrisa burlona - Me temo que el precio es un poco más alto que un par de historias, y eso ya lo sabes. ¿Verdad, súcubo? - le echó la lengua.
Se detuvo a pensar en lo que sabía de los súcubos, buscando la mejor manera de sacar provecho de ello. Con un gesto pícaro y juguetón, alzó la mano para deslizar el índice por la espalda de ella (si no se lo impedía), mientras pensaba. Eran demonios que se alimentaban del sexo, en un sentido bastante literal. Podían seducir a los humanos con facilidad, cambiar de apariencia a voluntad y convertirse en lo que más deseaban. Alguna historias decían que se alimentaban también de sangre. Con una sonrisa traviesa, dijo:
- Podemos hacer otro trato. No me importaría alimentarme de tu sangre, la verdad es que hueles deliciosa. Por otro lado... tal vez no quieras alimentarme con tu sangre - volvió a mirarla a los ojos, activando de nuevo su hipnosis - ¿Prefieres alimentarte tú? No me importaría... y creo que sería divertido. O...
Se incorporó y se sentó sobre la cama, mirándola con una sonrisa insinuante y pícara.
- Podríamos alimentarnos el uno del otro a la vez. Nos lo pasaríamos bien ambos, y luego te contaría mi historia. ¿Qué me dices?
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Sonrió traviesa al escucharle. Lo había adivinado, no era sin tiempo. Le había dado varias pistas ya. Pero el pobre... Qué oportunidad había rechazado. Podría haberla hecho atenerse a sus palabras y preguntar toda clase de cosas peligrosas para ella... pero no. El jovencito solo quería algo de sangre. No le costaba nada dársela, y desde luego... oh. Los ojos de Aki se iluminaron mientras su sonrisa se acrecentaba. Se le había ocurrido algo muy, muy divertido. Y dado que al parecer conseguiría su historia de una forma o de otra, ¿Por qué no tomarle un poco el pelo?
La súcubo se levantó y paseó por la habitación con calma, examinándola. El cuarto era espacioso y opulento, pero no tenía demasiadas cosas. Curioso. Sin mirarle, comentó con voz inocente.
-Lo cierto es que estoy bien alimentada, descuida. ¿Y me dices que tienes hambre? Qué ingenuo por tu parte, ¿No?
Sonrió, girándose. Si, ciertamente no tenía hambre. Los Erotes y sus dos cielos se cuidaban muy bien de ello... y Karl, por supuesto. Cada vez que se pasaba por la isla la joven se daba un banquete... como era natural. Así que no tenía ninguna necesidad de utilizar al joven para ese fin. Sin embargo...
Se acercó a él, rodeando la cama. Le colocó delicadamente las manos en los hombros y susurró a sabiendas de que él lo oiría:
-¿Es que tu padre no te enseñó nada, jovencito? La sangre de una presa como yo no se pide... -Le dejó caer inclinándose hasta rozarle la oreja.- Se roba.
Dio la vuelta y se quedó delante de él. Con sonrisa de gata y algo de ayuda de su influencia le empujó gentilmente el pecho para que se tumbase cómodamente en la cama. Se llevó la mano a a boca y pasó el colmillo por la palma, cortándola. Cerró la mano en un puño, evitando que gotease, y la colocó sobre Ivan, a la altura de su boca.
- Quizás seas una presa frente a mi. Eres igual de arrogante que tu padre y eso me gusta, pero también eres tres veces más ingenuo. Has de curtirte, joven noble. ¿Tienes sed? Abre la boca y deja que te alimente con lo que tanto deseas, pero comprende entonces que yo estoy al mando. - Sonrió aún más, mirándole con sus enormes ojos azules.- O mantenla cerrada y demuéstrame que sabes controlarte.
Abrió la palma, dejando que goteara sobre él poco a poco. Activó el mantra, atenta para sujetarle por las muñecas si intentaba revolverse contra ella. Su fruta no estaba haciendo efecto, quería investigar más la naturaleza del chico. ¿Cuánto se parecería a Derian?
La súcubo se levantó y paseó por la habitación con calma, examinándola. El cuarto era espacioso y opulento, pero no tenía demasiadas cosas. Curioso. Sin mirarle, comentó con voz inocente.
-Lo cierto es que estoy bien alimentada, descuida. ¿Y me dices que tienes hambre? Qué ingenuo por tu parte, ¿No?
Sonrió, girándose. Si, ciertamente no tenía hambre. Los Erotes y sus dos cielos se cuidaban muy bien de ello... y Karl, por supuesto. Cada vez que se pasaba por la isla la joven se daba un banquete... como era natural. Así que no tenía ninguna necesidad de utilizar al joven para ese fin. Sin embargo...
Se acercó a él, rodeando la cama. Le colocó delicadamente las manos en los hombros y susurró a sabiendas de que él lo oiría:
-¿Es que tu padre no te enseñó nada, jovencito? La sangre de una presa como yo no se pide... -Le dejó caer inclinándose hasta rozarle la oreja.- Se roba.
Dio la vuelta y se quedó delante de él. Con sonrisa de gata y algo de ayuda de su influencia le empujó gentilmente el pecho para que se tumbase cómodamente en la cama. Se llevó la mano a a boca y pasó el colmillo por la palma, cortándola. Cerró la mano en un puño, evitando que gotease, y la colocó sobre Ivan, a la altura de su boca.
- Quizás seas una presa frente a mi. Eres igual de arrogante que tu padre y eso me gusta, pero también eres tres veces más ingenuo. Has de curtirte, joven noble. ¿Tienes sed? Abre la boca y deja que te alimente con lo que tanto deseas, pero comprende entonces que yo estoy al mando. - Sonrió aún más, mirándole con sus enormes ojos azules.- O mantenla cerrada y demuéstrame que sabes controlarte.
Abrió la palma, dejando que goteara sobre él poco a poco. Activó el mantra, atenta para sujetarle por las muñecas si intentaba revolverse contra ella. Su fruta no estaba haciendo efecto, quería investigar más la naturaleza del chico. ¿Cuánto se parecería a Derian?
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Lástima... la idea de alimentarse el uno del otro a la vez le había sonado muy excitante. Cuando ella se le acercó y le tocó los hombros la sed volvió a asaltarlo, percibiendo su delicioso aroma muy de cerca. Demasiado. Se tensó y apretó casi imperceptiblemente los labios, mientras ella se le acercaba le hablaba. Lo cierto es que lo que dijo la súcubo le ayudó a contenerse, pues claramente lo irritó. El efecto fue en parte contrarrestado por su excesiva cercanía. Cuando le susurró al oído, tuvo su cuello expuesto por un instante, y tuvo que apretarse las manos para no lanzarse, sabedor de que la pirata podría matarlo en un instante si se pasaba. Podía ser impulsivo, pero tenía sus límites. Entonces la pelirroja lo empujó para tumbarlo sobre la cama, y nuevamente sintió en menor medida aquella intensa atracción... pero esta vez no se dejó. Frunció ligeramente el ceño cerrando los ojos y se centró en controlar aquella sensación, centrándose en sus recuerdos sobre Iliana. Su sonrisa, el sabor de su boca, el olor de su pelo, el tacto de su piel... el efecto no fue exactamente el deseado, pero al menos logró contener la influencia de ella, que ahora había puesto su puño frente a él. Podía captar perfectamente el aroma de la sangre, y por un instante estuvo a punto de perder los papeles.
- Así que así quieres que sea... - murmuró, con una voz algo más grave.
La sangre goteando... por un instante entreabrió su boca y sus colmillos crecieron, mientras sus ojos brillaban en dorado, pero entonces se mordió el labio inferior con fuerza, hasta hacerse sangre. El dolor lo devolvió a la realidad y lo ayudó a contenerse. Podía sentirse muy atraído por ella y su sangre oler más delicioso que nada que hubiese visto, pero tenía un orgullo. Estaba siguiendo su juego su juego al contenerse, pero al mismo tiempo estaba evitando dejarse llevar por su hambre, pues él estaba por encima de eso. Más aún, tras sus palabras no podía dejarse llevar... ahora tenía que encontrar la manera de devolverle el golpe y tratar de sorprenderla. Con los ojos brillando de nuevo, alzó la mano para agarrarle la muñeca y miró a Aki con intensidad. Entonces esbozó una media sonrisa y se incorporó lentamente mientras abría la boca, como disponiéndose a beber de la herida, sin dejar de mirarla en ningún momento. Entonces se detuvo a unos centímetros del dedo, amplió sus sonrisa y le apartó la mano. Se incorporó del todo y dijo:
- Me temo que esta no es tu noche. Tal vez aún no esté a la altura de mi padre, pero no voy a dejarme domar ni a renunciar a mi orgullo. Sí, con esos poderes tuyos tal vez podrías obligarme, pero... ¿tendrías eso gracia? - soltó una ligera carcajada - No, ¿verdad?
Se apartó y se levantó, caminando un poco por la habitación para relajarse. Se lamió los labios para quitarse la sangre que se había hecho al morderse y trató de poner en orden sus pensamientos. Estaba algo molesto por lo que había hecho ella, pero no por eso quería dejar el juego. Ah, no... claro que no. ¿Y si le proponía volver a la idea inicial, la que había dicho ella? Por otro lado aquello complicaría más contar su historia. Era bastante larga, y tenía bastantes detalles, y podían tirarse la noche y el día siguiente y más si a cada cosa que decía le tenía que preguntar otra. Por otro lado...
- Mi historia es un poco... larga y compleja como para que por cada detalle tengas que contestarme una pregunta. Créeme, me encantaría, pero mis obligaciones como anfitrión me impiden pasarme las próximas setenta horas aquí encerrado contigo. Así pues... ¿se te ocurre alguna alternativa? Me reservo el derecho a aceptarla o no, obviamente.
- Así que así quieres que sea... - murmuró, con una voz algo más grave.
La sangre goteando... por un instante entreabrió su boca y sus colmillos crecieron, mientras sus ojos brillaban en dorado, pero entonces se mordió el labio inferior con fuerza, hasta hacerse sangre. El dolor lo devolvió a la realidad y lo ayudó a contenerse. Podía sentirse muy atraído por ella y su sangre oler más delicioso que nada que hubiese visto, pero tenía un orgullo. Estaba siguiendo su juego su juego al contenerse, pero al mismo tiempo estaba evitando dejarse llevar por su hambre, pues él estaba por encima de eso. Más aún, tras sus palabras no podía dejarse llevar... ahora tenía que encontrar la manera de devolverle el golpe y tratar de sorprenderla. Con los ojos brillando de nuevo, alzó la mano para agarrarle la muñeca y miró a Aki con intensidad. Entonces esbozó una media sonrisa y se incorporó lentamente mientras abría la boca, como disponiéndose a beber de la herida, sin dejar de mirarla en ningún momento. Entonces se detuvo a unos centímetros del dedo, amplió sus sonrisa y le apartó la mano. Se incorporó del todo y dijo:
- Me temo que esta no es tu noche. Tal vez aún no esté a la altura de mi padre, pero no voy a dejarme domar ni a renunciar a mi orgullo. Sí, con esos poderes tuyos tal vez podrías obligarme, pero... ¿tendrías eso gracia? - soltó una ligera carcajada - No, ¿verdad?
Se apartó y se levantó, caminando un poco por la habitación para relajarse. Se lamió los labios para quitarse la sangre que se había hecho al morderse y trató de poner en orden sus pensamientos. Estaba algo molesto por lo que había hecho ella, pero no por eso quería dejar el juego. Ah, no... claro que no. ¿Y si le proponía volver a la idea inicial, la que había dicho ella? Por otro lado aquello complicaría más contar su historia. Era bastante larga, y tenía bastantes detalles, y podían tirarse la noche y el día siguiente y más si a cada cosa que decía le tenía que preguntar otra. Por otro lado...
- Mi historia es un poco... larga y compleja como para que por cada detalle tengas que contestarme una pregunta. Créeme, me encantaría, pero mis obligaciones como anfitrión me impiden pasarme las próximas setenta horas aquí encerrado contigo. Así pues... ¿se te ocurre alguna alternativa? Me reservo el derecho a aceptarla o no, obviamente.
Aki D. Arlia
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La sonrisa de la súcubo se amplió al ver como los ojos del joven se volvían dorados y sus colmillos crecían. La estampa le era familiar y no dejaba de fascinarle. El hambre pintado en las pupilas; si quisiera habría intentado devorarla. Pero no lo hizo. La picó, sujetándole con firmeza de la muñeca y acercándose a la herida... para apartarse después y actuar como si no fuera la gran cosa.
Había habido algo en el medio. Aki no era idiota, había notado el deseo del joven y sabía que no era por ella. No en ese momento, cuando tenía los ojos cerrados. Otra mujer se ocultaba bajo sus párpados y la pelirroja había tomado ese objeto de su deseo de rehén en el mismo instante en que él lo pensó. Pero eso el joven Markov no lo sabía.
Atendió a sus palabras mientras le dejaba caminar. Distraída, se ocupó de rasgar su vestido hasta medio muslo por ambos lados. Cruzó una pierna sobre otra, más cómoda ahora. Enseñar piel no era algo que le molestara, aunque vagamente se preguntó si eso influiría en el hambre del chico. Los límites entre el apetito y la lujuria era algo que se desdibujaba a la hora de tratar con vampiros. Siempre le había parecido fascinante. Ocurría algo parecido con el dolor, en ciertos casos... pero eso no importaba ahora.
-Desde luego, razón no te falta. Pero yo sé que es aquello de lo que careces... y puedo dártelo si me lo compras.
Asegurándose de que los ojos azules del vampiro estuvieran clavados en los suyos, los intercambió unos largos instantes por aquellos ojos que había visto en su mente. Los ojos de Iliana. Los ojos de la chica que más deseaba... y amaba, sin que Aki lo supiera. Cuando volvió a la normalidad, se acercó a él por detrás y le colocó la barbilla en el hombro.
-Venga... cuéntame un cuento. Es una buena manera de pasar la noche y a cambio... podría contarte cómo conocí a tu padre. Si te interesa.- Añadió antes de ir a sentarse en cama y mirarle con expectación. Aguardando a que comenzara el relato.
Había habido algo en el medio. Aki no era idiota, había notado el deseo del joven y sabía que no era por ella. No en ese momento, cuando tenía los ojos cerrados. Otra mujer se ocultaba bajo sus párpados y la pelirroja había tomado ese objeto de su deseo de rehén en el mismo instante en que él lo pensó. Pero eso el joven Markov no lo sabía.
Atendió a sus palabras mientras le dejaba caminar. Distraída, se ocupó de rasgar su vestido hasta medio muslo por ambos lados. Cruzó una pierna sobre otra, más cómoda ahora. Enseñar piel no era algo que le molestara, aunque vagamente se preguntó si eso influiría en el hambre del chico. Los límites entre el apetito y la lujuria era algo que se desdibujaba a la hora de tratar con vampiros. Siempre le había parecido fascinante. Ocurría algo parecido con el dolor, en ciertos casos... pero eso no importaba ahora.
-Desde luego, razón no te falta. Pero yo sé que es aquello de lo que careces... y puedo dártelo si me lo compras.
Asegurándose de que los ojos azules del vampiro estuvieran clavados en los suyos, los intercambió unos largos instantes por aquellos ojos que había visto en su mente. Los ojos de Iliana. Los ojos de la chica que más deseaba... y amaba, sin que Aki lo supiera. Cuando volvió a la normalidad, se acercó a él por detrás y le colocó la barbilla en el hombro.
-Venga... cuéntame un cuento. Es una buena manera de pasar la noche y a cambio... podría contarte cómo conocí a tu padre. Si te interesa.- Añadió antes de ir a sentarse en cama y mirarle con expectación. Aguardando a que comenzara el relato.
Ivan Markov
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Inspiró hondo y retuvo el aire, cerrando los ojos. Al abrirlos de nuevo, su rostro era una máscara inexpresiva y fría. Que se estuviese dejando llevar no significaba que no supiera contener sus emociones y eso iba a hacer visto lo visto. A pesar de que evidentemente disfrutaba de la vista, apenas le dedicó más que una mirada falta de emoción alguna mientras destrozaba su vestido. Tampoco reaccionó al escucharla, si bien despertó su curiosidad al afirmar eso. ¿Cómo podía saber qué era lo que carecía? De hecho... ¿qué era? La respuesta llegó a su mente al tiempo que Aki le mostraba los ojos de la única mujer que había logrado despertar en él el amor. Perdió por un instante la compostura, mirando dolorido y anhelante aquellos ojos oscuros con tintes verdes y se vio atrapado en aquella mirada. Sin embargo se recompuso y volvió a mostrarse frío, sosteniéndole la mirada sin vacilar.
- Si te cuento mi historia, a cambio tendrás que responder a cinco preguntas que te haga, sin derecho a negarte. Al fin y al cabo, te estaré contando secretos que no son sólo míos.
Cerró los ojos e hizo memoria, aprovechando el momento para relajarse. Había logrado contener sus sentimientos, pero ver los ojos de Iliana había estado a punto de ser más de lo que podía soportar. Por un momento lo invadió la nostalgia y el dolor... pero volvió a ahogar aquellas sensaciones. Debía ser fuerte. Un cazador vivía sus emociones, pero no dejaba que lo dominaran. Volvió a abrirlos y miró a la súcubo, y comenzó a contárselo todo. Su infancia en aquel castillo y su frustrante adolescencia. Sus primeras aventuras con hijas de nobles y chicas de pueblos cercanos, sus primeros viajes en barco... no se explayó mucho en aquellos temas y parecía contarlo todo en un tono casi aburrido y perezoso, pero en el fondo se notaba una nota de emoción contenida.
- El día que vi por primera vez a mi padre fue cuando cambió todo. Creo que nunca me impactó tanto conocer a alquien como aquella vez - recordó, apoyándose en la ventana y mirando al cielo.
Y entonces continuó con la historia de Derian y de cómo le desveló sus verdaderos orígenes, su llegada a Hallstat, su dura instrucción... se paró especialmente a quejarse de los crueles métodos de enseñanza de Derian, que incluían encerrarlo en un ala del castillo sin comida ni bebida durante días cuando no daba la talla. Y habló, dejándose llevar y contando todo lo que no le había desvelado a Anthony: sus propios sentimientos en cada situación. Liberó su rabia, su frustración, sus miedos... fue muy liberador, en cierto sentido. Y entonces llegó al punto clave de la historia: la reunión con Derian. Le explicó todo el plan de su padre para moldear la personalidad de Iliana a su imagen y semejanza quebrando su voluntad, tras lo cual se frenó y esbozó una sonrisa irónica.
- Sin embargo, hubo algo en su plan que él no se esperaba y que estuvo a punto de dar al traste con todo - la miró, ampliando aún más su sonrisa. No era una alegre - ¿Te haces una idea de qué fue eso?
- Si te cuento mi historia, a cambio tendrás que responder a cinco preguntas que te haga, sin derecho a negarte. Al fin y al cabo, te estaré contando secretos que no son sólo míos.
Cerró los ojos e hizo memoria, aprovechando el momento para relajarse. Había logrado contener sus sentimientos, pero ver los ojos de Iliana había estado a punto de ser más de lo que podía soportar. Por un momento lo invadió la nostalgia y el dolor... pero volvió a ahogar aquellas sensaciones. Debía ser fuerte. Un cazador vivía sus emociones, pero no dejaba que lo dominaran. Volvió a abrirlos y miró a la súcubo, y comenzó a contárselo todo. Su infancia en aquel castillo y su frustrante adolescencia. Sus primeras aventuras con hijas de nobles y chicas de pueblos cercanos, sus primeros viajes en barco... no se explayó mucho en aquellos temas y parecía contarlo todo en un tono casi aburrido y perezoso, pero en el fondo se notaba una nota de emoción contenida.
- El día que vi por primera vez a mi padre fue cuando cambió todo. Creo que nunca me impactó tanto conocer a alquien como aquella vez - recordó, apoyándose en la ventana y mirando al cielo.
Y entonces continuó con la historia de Derian y de cómo le desveló sus verdaderos orígenes, su llegada a Hallstat, su dura instrucción... se paró especialmente a quejarse de los crueles métodos de enseñanza de Derian, que incluían encerrarlo en un ala del castillo sin comida ni bebida durante días cuando no daba la talla. Y habló, dejándose llevar y contando todo lo que no le había desvelado a Anthony: sus propios sentimientos en cada situación. Liberó su rabia, su frustración, sus miedos... fue muy liberador, en cierto sentido. Y entonces llegó al punto clave de la historia: la reunión con Derian. Le explicó todo el plan de su padre para moldear la personalidad de Iliana a su imagen y semejanza quebrando su voluntad, tras lo cual se frenó y esbozó una sonrisa irónica.
- Sin embargo, hubo algo en su plan que él no se esperaba y que estuvo a punto de dar al traste con todo - la miró, ampliando aún más su sonrisa. No era una alegre - ¿Te haces una idea de qué fue eso?
Aki D. Arlia
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Aki se acurrucó en la cama, sumergiéndose en la historia según él la contaba. No importaba su tono frío o su máscara de indiferencia; el dolor tras sus ojos era palpable y pesado. Se arremolinó en la estancia alrededor de los dos, dotando al relato de cuerpo y esencia. Según iba desgranando las palabras, la pelirroja suspiró y se dejó relajar.
¿Cuánto hacía que no le contaban una historia? No quiso hacer memoria para no salirse de la trama, pero desde luego habían sido al menos años. Bien contada, por supuesto. Se notaba que Ivan estaba acostumbrado a hablar de si mismo. ¿Habría contado esa historia muchas veces? Cinco preguntas le parecían un precio irrisorio por volver a su niñez. Y es que allí sentada, abrazada a las rodillas con la barbilla apoyada en estas casi parecía una niña ilusionada y una temible pirata. Mucho menos una súcubo. Pero no podía evitarlo... y la seguridad de que Ivan no era para ella amenaza ninguna jugaba a su favor. Podía bajar la guardia sin problemas, ¿No? Ya planeaba relajarse esa noche, qué mejor manera.
Él hablaba como si fuera una árida lección de historia, pero los tonos ocultos bajo su voz contaban algo muy distinto. Disfrutaba explicándole todo eso. Parecía que hacía mucho tiempo que nadie le escuchaba con verdadera atención, o quizás llevaba demasiado guardando esos secretos. En cualquiera de los dos casos la mezcla era una delicia para los oídos de la pelirroja. Su corazón de nómada de troupe, de cuentacuentos autodidacta y de coleccionista de aventuras estaba contento de poder escucharle. La historia era desgarradora, por supuesto. Pero eso nunca le había importado mucho.
Al fin y al cabo, su propia historia era de todo menos un camino de rosas.
Suspiró sin recato segundos antes de que él la mirara y le preguntara cómo seguía la historia. Ella meneó imperceptiblemente la cabeza antes de responder con un hilo de voz.
-Iliana... Iliana y tú.
Estaba adorable, completamente deseable sin necesidad de utilizar engaño alguno. Era un punto débil, por supuesto. No podía resistirse a una buena historia. Y el saberse confiada de la situación la hacía bajar la guardia y mostrar sus emociones genuinas por una vez. Quería oír más. Quería saber el final. E iba a averiguarlo. Podía notar como se acercaba en la atmósfera del cuarto, en los gestos y las miradas de Ivan y en el dolor en su boca. En su sonrisa. En todo. Casi, casi la envolvía a ella, pero no. Sus recuerdos eran tanto o más amargos, pero no por ello dejaría de sonreír. Tímidamente. Como si le diera vergüenza estar contenta mientras él sufría. Pero le alegraba poseer esos secretos. Esa historia. Toda suya para guardarla. Para recordarla.
¿Cuánto hacía que no le contaban una historia? No quiso hacer memoria para no salirse de la trama, pero desde luego habían sido al menos años. Bien contada, por supuesto. Se notaba que Ivan estaba acostumbrado a hablar de si mismo. ¿Habría contado esa historia muchas veces? Cinco preguntas le parecían un precio irrisorio por volver a su niñez. Y es que allí sentada, abrazada a las rodillas con la barbilla apoyada en estas casi parecía una niña ilusionada y una temible pirata. Mucho menos una súcubo. Pero no podía evitarlo... y la seguridad de que Ivan no era para ella amenaza ninguna jugaba a su favor. Podía bajar la guardia sin problemas, ¿No? Ya planeaba relajarse esa noche, qué mejor manera.
Él hablaba como si fuera una árida lección de historia, pero los tonos ocultos bajo su voz contaban algo muy distinto. Disfrutaba explicándole todo eso. Parecía que hacía mucho tiempo que nadie le escuchaba con verdadera atención, o quizás llevaba demasiado guardando esos secretos. En cualquiera de los dos casos la mezcla era una delicia para los oídos de la pelirroja. Su corazón de nómada de troupe, de cuentacuentos autodidacta y de coleccionista de aventuras estaba contento de poder escucharle. La historia era desgarradora, por supuesto. Pero eso nunca le había importado mucho.
Al fin y al cabo, su propia historia era de todo menos un camino de rosas.
Suspiró sin recato segundos antes de que él la mirara y le preguntara cómo seguía la historia. Ella meneó imperceptiblemente la cabeza antes de responder con un hilo de voz.
-Iliana... Iliana y tú.
Estaba adorable, completamente deseable sin necesidad de utilizar engaño alguno. Era un punto débil, por supuesto. No podía resistirse a una buena historia. Y el saberse confiada de la situación la hacía bajar la guardia y mostrar sus emociones genuinas por una vez. Quería oír más. Quería saber el final. E iba a averiguarlo. Podía notar como se acercaba en la atmósfera del cuarto, en los gestos y las miradas de Ivan y en el dolor en su boca. En su sonrisa. En todo. Casi, casi la envolvía a ella, pero no. Sus recuerdos eran tanto o más amargos, pero no por ello dejaría de sonreír. Tímidamente. Como si le diera vergüenza estar contenta mientras él sufría. Pero le alegraba poseer esos secretos. Esa historia. Toda suya para guardarla. Para recordarla.
Ivan Markov
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Parecía que iba entendiendo lo que quería decir. Con una sonrisa amarga, cogió una silla y se sentó, sin contestar aún. Rememoró el rostro de su hermana, su voz susurrándole dulcemente "te amo" antes de besarle y cerró los ojos, como esperando sentir aquella dulce sensación de nuevo. Pero el momento nunca llegó y la tristeza rodeó a Ivan como si fuese un manto de cuchillas. Abrió de nuevo los ojos y comenzó a hablar, contándole su llegada al castillo, su primer encuentro con ella y cómo poco a poco fue dándose cuenta de que cada vez quería pasar más tiempo con ella, de cómo se quedaba mirando al verla marchar hasta que desaparecía del todo... Inconscientemente dejó de usar el tono frío de antes y sus verdaderos sentimientos impregnaron cada una de sus palabras.
- Al principio no supe decir qué me pasaba. Al principio... bueno, me lo negué. Era mi hermana y disfrutaba pasando el tiempo con ella. ¿Qué había de raro en ello? Luego, poco a poco, fue yendo a más. Cada momento sin ella era aburrido y vacío... mis noches eran largas y me costaba conciliar el sueño.
Continuó explicándole cómo acabó reconociendo que se había enamorado de su hermana, y poco a poco ella fue mostrando signos de sentir algo también por él. Y entonces empezaron las escapadas a los jardines, los momentos acurrucados juntos tras los arbustos, las caricias... pero ninguno iba más lejos. Ambos sabían que bailaban al borde de un límite prohibido que no debían cruzar. Y no lo hicieron, aunque tampoco dejaron de verse, cada vez más a menudo. A medida contaba la historia, Ivan parecía menos el orgulloso hijo de Derian, y más simplemente un hombre dolido y enamorado. Se notó sobre todo en su manera de mirarla, al principio con hambre y algo de lujuria y poco a poco con tristeza y gratitud en la mirada por permitirle liberarse de su carga. Y entonces llegó a aquel terrible momento...
- Esa noche cometí el mayor error de mi vida. Mi egoísmo le arrebató su felicidad a mi hermana... y nos separó para siempre. Cruzamos la línea prohibida y tuvimos una noche juntos, una única noche. Creo que nunca fui tan feliz en mi vida como cuando la tenía en mis brazos. Irónicamente, fue todo eso lo que nos separó.
Y entonces continuó, contándole sus momentos juntos (sin entrar en los detalles íntimos, claro), buscando retrasar el momento que más temía rememorar... pero llegó a él y le contó el enfrentamiento con Derian, cuando salvó a Iliana y sus últimas palabras antes de morir. Tras una breve pausa para calmarse, continuó con todo lo demás: su resurrección a manos del misterioso chico de pelo castaño, su exilio de Hallstat, su viaje por el mundo y finalmente la muerte de Tom Miller.
- Y desde entonces me limito a viajar por el mundo, viviendo del dinero de las recompensas que cobro. La idea de volver es como un martillo en mi mente, repiqueteando una y otra vez, pero... no puedo - suspiró pesadamente - La engañé. La amaba y aún así le seguí el juego a mi padre. Y por mi culpa sufrió a manos de Derian, dios sabe qué cosas le habrá hecho. Si volver implica ver a otra mujer que no es Iliana, a lo que sea que haya quedado de ella cuando Derian terminó de "moldearla" y ver el odio en sus ojos por haber participado en aquello... es más, ella al fin tiene su reino. Le espera una vida larga y próspera rodeada de todo cuanto desee e ir ante ella sería sólo hacerle revivir fantasmas del pasado. Los muertos deberían permanecer muertos - dijo, con una mirada triste.
- Al principio no supe decir qué me pasaba. Al principio... bueno, me lo negué. Era mi hermana y disfrutaba pasando el tiempo con ella. ¿Qué había de raro en ello? Luego, poco a poco, fue yendo a más. Cada momento sin ella era aburrido y vacío... mis noches eran largas y me costaba conciliar el sueño.
Continuó explicándole cómo acabó reconociendo que se había enamorado de su hermana, y poco a poco ella fue mostrando signos de sentir algo también por él. Y entonces empezaron las escapadas a los jardines, los momentos acurrucados juntos tras los arbustos, las caricias... pero ninguno iba más lejos. Ambos sabían que bailaban al borde de un límite prohibido que no debían cruzar. Y no lo hicieron, aunque tampoco dejaron de verse, cada vez más a menudo. A medida contaba la historia, Ivan parecía menos el orgulloso hijo de Derian, y más simplemente un hombre dolido y enamorado. Se notó sobre todo en su manera de mirarla, al principio con hambre y algo de lujuria y poco a poco con tristeza y gratitud en la mirada por permitirle liberarse de su carga. Y entonces llegó a aquel terrible momento...
- Esa noche cometí el mayor error de mi vida. Mi egoísmo le arrebató su felicidad a mi hermana... y nos separó para siempre. Cruzamos la línea prohibida y tuvimos una noche juntos, una única noche. Creo que nunca fui tan feliz en mi vida como cuando la tenía en mis brazos. Irónicamente, fue todo eso lo que nos separó.
Y entonces continuó, contándole sus momentos juntos (sin entrar en los detalles íntimos, claro), buscando retrasar el momento que más temía rememorar... pero llegó a él y le contó el enfrentamiento con Derian, cuando salvó a Iliana y sus últimas palabras antes de morir. Tras una breve pausa para calmarse, continuó con todo lo demás: su resurrección a manos del misterioso chico de pelo castaño, su exilio de Hallstat, su viaje por el mundo y finalmente la muerte de Tom Miller.
- Y desde entonces me limito a viajar por el mundo, viviendo del dinero de las recompensas que cobro. La idea de volver es como un martillo en mi mente, repiqueteando una y otra vez, pero... no puedo - suspiró pesadamente - La engañé. La amaba y aún así le seguí el juego a mi padre. Y por mi culpa sufrió a manos de Derian, dios sabe qué cosas le habrá hecho. Si volver implica ver a otra mujer que no es Iliana, a lo que sea que haya quedado de ella cuando Derian terminó de "moldearla" y ver el odio en sus ojos por haber participado en aquello... es más, ella al fin tiene su reino. Le espera una vida larga y próspera rodeada de todo cuanto desee e ir ante ella sería sólo hacerle revivir fantasmas del pasado. Los muertos deberían permanecer muertos - dijo, con una mirada triste.
Aki D. Arlia
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Notó como la historia cambiaba de rumbo. De repente, reparó en la luna asomando por el balcón. Ya debía ser de madrugada... qué tarde. Cuando volvió a mirar a Ivan, la atmósfera había cambiado. Era fría, como atravesada. Y él era ahora un hombre consumido. Casi podía ver sus propios recuerdos sobrevolándole, alimentándose de él como alimañas. Lo dejó estar, sin hacer comentario alguno. Ella no tenía nada que decirle que pudiera serle de ayuda.
En lugar de eso, aguardó. Sin opinar, sin juzgar. Dejó que hablara todo lo que quiso y más mientras notaba el cambio. Ya no le estaba contando la historia, se estaba excusando ante si mismo. Aki se encogió en un intento por hacerse pequeñita e imperceptible; no quería interrumpirle. Era un momento delicado, sin duda. Pero pese a eso, no perdió la concentración. La historia le interesaba mucho... más cuando tras las palabras del chico descubrió a un viejo conocido. Ahogó una sonrisa en su garganta y escondió la cabeza tras las rodillas por unos segundos, como si estuviera dolida. En realidad nada más lejos, pero no podía dejarlo traslucir.
Cuando él llegó al final suspiró. Dejó que poco a poco la calma volviera al cuarto y el tuviera tiempo para recomponerse. Un par de minutos después, susurró finalmente:
- Tienes razón. Sería una mala idea, pero por ti y no por ellai. No creo que te hiciera bien volver a verla y ver cuánto ha cambiado. Sin embargo, hay otras maneras. ¿Por qué no le mandas una carta? Te quedarías más tranquilo habiendo explicado las cosas.
No sabía si le haría caso o si siquiera le estaría escuchando. Después de recordar cosas así siempre era complicado volver al presente. Pero no pasaba nada, al fin y al cabo solo era su opinión. No tenía tanta importancia. Aki se estiró levantándose de la cama y dando un par de pasos para desentumecer el cuerpo. ¿Cuánto tiempo llevaba sentada? Ah, daba igual. Estaba contenta y una sonrisa jugueteaba en la sombra de sus labios. Había sido una buena, muy buena historia. Necesitaba algo así. Se giró hacia él, recuperando a cada segundo su ser travieso habitual.
-Has hablado de un hombre castaño que te resucitó... estoy segura de que sé quién es. No muchos hombres podrían hacer eso, al fin y al cabo. ¿Te interesa saberlo?
La joven se pasó los dedos por el pelo, haciéndose cargo de los pequeños nudos que pudiera haber. Fuera cual fuera la respuesta del muchacho, todavía tenía deudas que pagar.
-De todas maneras, no me olvido. Aún tienes 5 preguntas en la mano... utilízalas bien. Sé muchas cosas y he conocido a mucha gente, seguro que puedes sacar provecho de la situación.
Le guiñó un ojo, sonriente. En principio sería sincera con él, a no ser que fuera totalmente imprescindible mentirle. Pero con semejante historia, se lo había ganado.
En lugar de eso, aguardó. Sin opinar, sin juzgar. Dejó que hablara todo lo que quiso y más mientras notaba el cambio. Ya no le estaba contando la historia, se estaba excusando ante si mismo. Aki se encogió en un intento por hacerse pequeñita e imperceptible; no quería interrumpirle. Era un momento delicado, sin duda. Pero pese a eso, no perdió la concentración. La historia le interesaba mucho... más cuando tras las palabras del chico descubrió a un viejo conocido. Ahogó una sonrisa en su garganta y escondió la cabeza tras las rodillas por unos segundos, como si estuviera dolida. En realidad nada más lejos, pero no podía dejarlo traslucir.
Cuando él llegó al final suspiró. Dejó que poco a poco la calma volviera al cuarto y el tuviera tiempo para recomponerse. Un par de minutos después, susurró finalmente:
- Tienes razón. Sería una mala idea, pero por ti y no por ellai. No creo que te hiciera bien volver a verla y ver cuánto ha cambiado. Sin embargo, hay otras maneras. ¿Por qué no le mandas una carta? Te quedarías más tranquilo habiendo explicado las cosas.
No sabía si le haría caso o si siquiera le estaría escuchando. Después de recordar cosas así siempre era complicado volver al presente. Pero no pasaba nada, al fin y al cabo solo era su opinión. No tenía tanta importancia. Aki se estiró levantándose de la cama y dando un par de pasos para desentumecer el cuerpo. ¿Cuánto tiempo llevaba sentada? Ah, daba igual. Estaba contenta y una sonrisa jugueteaba en la sombra de sus labios. Había sido una buena, muy buena historia. Necesitaba algo así. Se giró hacia él, recuperando a cada segundo su ser travieso habitual.
-Has hablado de un hombre castaño que te resucitó... estoy segura de que sé quién es. No muchos hombres podrían hacer eso, al fin y al cabo. ¿Te interesa saberlo?
La joven se pasó los dedos por el pelo, haciéndose cargo de los pequeños nudos que pudiera haber. Fuera cual fuera la respuesta del muchacho, todavía tenía deudas que pagar.
-De todas maneras, no me olvido. Aún tienes 5 preguntas en la mano... utilízalas bien. Sé muchas cosas y he conocido a mucha gente, seguro que puedes sacar provecho de la situación.
Le guiñó un ojo, sonriente. En principio sería sincera con él, a no ser que fuera totalmente imprescindible mentirle. Pero con semejante historia, se lo había ganado.
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Al terminar, se sintió como si hubiese estado conteniendo un torrente en su interior y ahora lo hubiera liberado de golpe. Había quedado... vacío, apático. No sentía el alivio que había esperado encontrar. Algo decepcionado y notándose un poco cansado, se apoyó contra la pared, decidiendo no romper el silencio que se había adueñado de la estancia. Si ella quería decir algo lo acabaría haciendo, ¿no? Pero él en aquel momento ya no tenía nada que decir. Ahora era más dolorosamente consciente que nunca de cuánto había perdido, de a cuánto estaba renunciando... ¿realmente quería aquello? No. Él era una persona decidida y resuelta, ¿por qué no afrontaba el riesgo y se presentaba frente a su hermana? ¿Por el miedo al rechazo? Definitivamente no era eso. No eran la clase de cosas que le detendrían, nunca lo habían sido ni lo serían jamás. De haber sido una cuestión tan simple, hubiese ido hacía mucho tiempo. Entonces la voz de Aki lo sacó de su ensimismamiento.
- Tienes razón. Sería una mala idea, pero por ti y no por ella. No creo que te hiciera bien volver a verla y ver cuánto ha cambiado. Sin embargo, hay otras maneras. ¿Por qué no le mandas una carta? Te quedarías más tranquilo habiendo explicado las cosas.
Eso era. Su motivo para no volver era la propia Iliana y como le había dicho a Aki, todo lo que podía arrebatarle. Sin embargo, ni siquiera sabía si era feliz. Si había encontrado de nuevo a alguien que volviese a llenarla, o si por el contrario seguía sola aún creyéndole muerto. Y... ¿realmente importaba cuánto hubiera cambiado? Sin duda le haría daño descubrir que no era la misma persona de la que se había enamorado, pero seguía siendo lo mismo de antes. No era la clase de cosas que retenían a alguien como él. Apretó un puño, mientras sentía su corazón comenzar a latir con fuerza. Su único motivo de peso, lo único que lo retenía, era la posibilidad de irrumpir en la vida de Iliana y hacerla desdichada. "Y eso es una estupidez. ¿En qué he estado pensando todo este tiempo?" Un cazador toma lo que desea, sin más. Y lo que él deseaba era a su querida hermana. Y su padre ya no estaba por ahí para separarlos de nuevo. Su rostro volvió a recuperar su orgullo y sus ojos brillaron con intensidad mientras una media sonrisa se dibujaba en el rostro de Ivan.
- Me has ayudado a aclarar mis pensamientos. No olvidaré esto.
Suspiró y su sonrisa se ensanchó mientras la escuchaba. Se cruzó de brazos y sopesó sus opciones. Era cierto que sentía cierta gratitud hacia la súcubo, pero un trato era un trato y pensaba aprovecharlo. Y seguía siendo él... su agradecimiento tenía poco valor. Aún así no olvidaría fácilmente lo que Aki había hecho por él.
- Bien... mi primera pregunta es, ¿qué es lo que sabes sobre la persona que me resucitó? Y cuando digo eso me refiero a todo. Su nombre, sus poderes, a qué se dedica, de qué lo conoces... esas cosas.
Si bien el joven no le había dado motivos para odiarle, es más, lo había resucitado, le guardaba cierta inquina por cómo lo había tratado. Además no había podido evitar escuchar sus palabras y no podía perdonar a alguien que había asistido a la tortura de su hermana sin hacer nada por detenerla.
- Tienes razón. Sería una mala idea, pero por ti y no por ella. No creo que te hiciera bien volver a verla y ver cuánto ha cambiado. Sin embargo, hay otras maneras. ¿Por qué no le mandas una carta? Te quedarías más tranquilo habiendo explicado las cosas.
Eso era. Su motivo para no volver era la propia Iliana y como le había dicho a Aki, todo lo que podía arrebatarle. Sin embargo, ni siquiera sabía si era feliz. Si había encontrado de nuevo a alguien que volviese a llenarla, o si por el contrario seguía sola aún creyéndole muerto. Y... ¿realmente importaba cuánto hubiera cambiado? Sin duda le haría daño descubrir que no era la misma persona de la que se había enamorado, pero seguía siendo lo mismo de antes. No era la clase de cosas que retenían a alguien como él. Apretó un puño, mientras sentía su corazón comenzar a latir con fuerza. Su único motivo de peso, lo único que lo retenía, era la posibilidad de irrumpir en la vida de Iliana y hacerla desdichada. "Y eso es una estupidez. ¿En qué he estado pensando todo este tiempo?" Un cazador toma lo que desea, sin más. Y lo que él deseaba era a su querida hermana. Y su padre ya no estaba por ahí para separarlos de nuevo. Su rostro volvió a recuperar su orgullo y sus ojos brillaron con intensidad mientras una media sonrisa se dibujaba en el rostro de Ivan.
- Me has ayudado a aclarar mis pensamientos. No olvidaré esto.
Suspiró y su sonrisa se ensanchó mientras la escuchaba. Se cruzó de brazos y sopesó sus opciones. Era cierto que sentía cierta gratitud hacia la súcubo, pero un trato era un trato y pensaba aprovecharlo. Y seguía siendo él... su agradecimiento tenía poco valor. Aún así no olvidaría fácilmente lo que Aki había hecho por él.
- Bien... mi primera pregunta es, ¿qué es lo que sabes sobre la persona que me resucitó? Y cuando digo eso me refiero a todo. Su nombre, sus poderes, a qué se dedica, de qué lo conoces... esas cosas.
Si bien el joven no le había dado motivos para odiarle, es más, lo había resucitado, le guardaba cierta inquina por cómo lo había tratado. Además no había podido evitar escuchar sus palabras y no podía perdonar a alguien que había asistido a la tortura de su hermana sin hacer nada por detenerla.
Aki D. Arlia
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La pelirroja no era la única que se estaba despertando después del letargo causado por la historia. Las palabras pueden sumirte en un plácido descanso sin necesidad de dormir, cuando están bien utilizadas. Te relajan el cuerpo y te alejan de la realidad y del presente por unos instantes. Pero una vez el hechizo se rompe los demonios vuelven a jugar. Los buenos, los malos y los locos todos vuelven a reír y a reclamar lo que creen merecer.
Algo así sucedía en los ojos de Ivan, o al menos eso fue lo que pensó Aki mientras lo miraba. Habían recuperado su chispa y de repente se erguía sobre la cama en lugar de encorvarse sobre ella. Parecía confiado y orgulloso, decidido. Estaba más que claro que ese idiota había resuelto volver a por su hermana pese a la advertencia de la pelirroja. Pero eso no era asunto suyo; ya averiguaría el desenlace cuando ocurriera.
Escuchó la primera de las preguntas con una sonrisa revoloteándole en los labios. Retrocedió un poco hasta salir al balcón y apoyarse en la balaustrada. El viento le revolvía ligeramente el pelo y se la notaba relajada y alerta a un tiempo. Era una combinación inusual, una paradoja que la pelirroja controlaba como la palma de su mano. Era el resultado de estar segura de dónde y cómo estaba, segura de sus habilidades y aún así guardar algo de desconfianza por sus alrededores.
Cerró los ojos, pensando en esa persona. Habían pasado buenos momentos juntos, ¿Qué sería de él? Y mira que había cambiado... desde la primera vez que le vio mientras huían de unos marines hasta aquella en la que le pilló en plena guerra enfrentándose a... ¿Era un ángel? ¿Un querubín? Algo de eso, pero poderoso. No había vuelto a saber de él, pero algo le decía que estaría bien. Ese capullo siempre lo estaba, al final.
Abrió los ojos y sonrió mientras le constestaba:
- Qué pregunta tan avariciosa. Su nombre es Lion D. Émile. Conocí a su padre.- Comentó encogiéndose de hombros. - Aunque creo que eso él no lo sabe. Sus poderes... posee la zoan mitológica de Lucifer, por eso consiguió resucitarte. Pocas personas más podrían, así que estoy segura de que fue él. Y bueno... en cuanto a qué se dedica, no tengo ni idea. A vivir la vida, supongo. Participó en la batalla de Hallstat, también y sé que desde algo antes estaba aliado con tu padre. Sus motivos tendría, aunque dudo que fueran puros. No sé donde esta ahora.
Era la verdad, aunque hubiera omitido cosas. Él no lo sabría y tampoco necesitaba más datos. Si intentaba ir a por él, por el motivo que fuera... Bueno. Su sonrisa se ensanchó. Tan solo pedía poder estar delante.
-¿Su segunda pregunta, joven noble?- Le dijo medio burlona medio juguetona.
Algo así sucedía en los ojos de Ivan, o al menos eso fue lo que pensó Aki mientras lo miraba. Habían recuperado su chispa y de repente se erguía sobre la cama en lugar de encorvarse sobre ella. Parecía confiado y orgulloso, decidido. Estaba más que claro que ese idiota había resuelto volver a por su hermana pese a la advertencia de la pelirroja. Pero eso no era asunto suyo; ya averiguaría el desenlace cuando ocurriera.
Escuchó la primera de las preguntas con una sonrisa revoloteándole en los labios. Retrocedió un poco hasta salir al balcón y apoyarse en la balaustrada. El viento le revolvía ligeramente el pelo y se la notaba relajada y alerta a un tiempo. Era una combinación inusual, una paradoja que la pelirroja controlaba como la palma de su mano. Era el resultado de estar segura de dónde y cómo estaba, segura de sus habilidades y aún así guardar algo de desconfianza por sus alrededores.
Cerró los ojos, pensando en esa persona. Habían pasado buenos momentos juntos, ¿Qué sería de él? Y mira que había cambiado... desde la primera vez que le vio mientras huían de unos marines hasta aquella en la que le pilló en plena guerra enfrentándose a... ¿Era un ángel? ¿Un querubín? Algo de eso, pero poderoso. No había vuelto a saber de él, pero algo le decía que estaría bien. Ese capullo siempre lo estaba, al final.
Abrió los ojos y sonrió mientras le constestaba:
- Qué pregunta tan avariciosa. Su nombre es Lion D. Émile. Conocí a su padre.- Comentó encogiéndose de hombros. - Aunque creo que eso él no lo sabe. Sus poderes... posee la zoan mitológica de Lucifer, por eso consiguió resucitarte. Pocas personas más podrían, así que estoy segura de que fue él. Y bueno... en cuanto a qué se dedica, no tengo ni idea. A vivir la vida, supongo. Participó en la batalla de Hallstat, también y sé que desde algo antes estaba aliado con tu padre. Sus motivos tendría, aunque dudo que fueran puros. No sé donde esta ahora.
Era la verdad, aunque hubiera omitido cosas. Él no lo sabría y tampoco necesitaba más datos. Si intentaba ir a por él, por el motivo que fuera... Bueno. Su sonrisa se ensanchó. Tan solo pedía poder estar delante.
-¿Su segunda pregunta, joven noble?- Le dijo medio burlona medio juguetona.
Ivan Markov
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¿Lion D. Émile? ¿Estaba hablando en serio? ¿Y de qué conocía ella a un Yonkou? Demasiada información de golpe... por un instante mostró una expresión de incomprensión, pero pronto la ocultó y se puso pensativo. Así que Lucifer... eso explicaba que hubiese sido capaz de revivirle y curarlo. Si Aki no hubiese dicho que Émile no sabía que ella había conocido a su padre, hubiese pensado que así era como había entablado relación con el Angel Negro. Un momento, el padre de Émile no era otro que... ¡¿Lion D. Karl?! ¿A cuánta gente famosa conocía aquella mujer? La observó con cierta curiosidad, comenzando a preguntarse quién sería realmente. ¿Podría ser que los hubiera conocido por su fruta? Era lo único que se le ocurría con esos datos, más aún sabiendo de qué conocía a su padre. Por otro lado, sospechaba que no era eso... tenía una corazonada. Al fin y al cabo, era una pirata con un gran precio por su cabeza, ¿no? Dudaba que conociese a esa gente sólo por ser buena en la cama. Comenzó a frotarse la barbilla con curiosidad.
- Conociste a un Yonkou, al Almirante que asalto Mariejoa y a mi padre el rey. Empiezo a preguntarme en serio quién demonios eres, Aki D. Arlia.
Observó con cierta fascinación a la súcubo. Ya no la miraba con hambre ni deseo, si no con cierta admiración y respeto. Comenzó a percatarse de pequeños y sutiles gestos que delataban la habilidad y destreza que ocultaba aquel cuerpo. Aquella manera de moverse si causar apenas un ruido, esos gestos elegantes y medidos... incluso su actitud confiada pero en guardia denotaba que tenía años de experiencia. Cada vez lo tenía más claro; definitivamente aquella mujer no era quien aparentaba de primeras. Y estaba seguro de que su cabeza merecía muchísima más recompensa de la que se suponía que tenía... mucho más. Pero, ¿cómo seguir la pista y conocer todas las actividades de una mujer capaz de cambiar su aspecto a voluntad? Aquella akuma no mi era temible. Ivan la miró con intensidad y dijo:
- La verdad, cinco preguntas no me bastarían para todo lo que quiero saber sobre ti. Eres un auténtico rompecabezas. Sin embargo, tendré que conformarme, ¿verdad?
Esbozó una media sonrisa, divertido y comenzó a darle vueltas a la cabeza. Quería seguir tirando de lo que le había contado, pero antes quería analizar la información de la que disponía con cuidado. Le llamaba especialmente la atención el hecho de que hubiera conocido tanto a Karl como a Émile y que sin embargo este último no lo supiera. Que lo hubiese mencionado... ¿era importante? ¿Por qué decirlo? Comenzaba a sospechar que le interesaba saber más sobre esos dos y su relación con Aki... ¿tal vez saber de qué conocía al ex-Almirante? Sí. Había algo raro en todo aquello, no acababa de percibir el qué, pero... no. Realmente no tenía motivos reales para pensar que Karl fuese la persona de la tirar. Era más intuición que otra cosa, además de cierta curiosidad. No todos los días se conocía a alguien relacionado con una leyenda como él.
- ¿Qué clase de relación tenías con Lion D. Karl? - preguntó, esbozando de nuevo su media sonrisa, ligeramente burlón.
- Conociste a un Yonkou, al Almirante que asalto Mariejoa y a mi padre el rey. Empiezo a preguntarme en serio quién demonios eres, Aki D. Arlia.
Observó con cierta fascinación a la súcubo. Ya no la miraba con hambre ni deseo, si no con cierta admiración y respeto. Comenzó a percatarse de pequeños y sutiles gestos que delataban la habilidad y destreza que ocultaba aquel cuerpo. Aquella manera de moverse si causar apenas un ruido, esos gestos elegantes y medidos... incluso su actitud confiada pero en guardia denotaba que tenía años de experiencia. Cada vez lo tenía más claro; definitivamente aquella mujer no era quien aparentaba de primeras. Y estaba seguro de que su cabeza merecía muchísima más recompensa de la que se suponía que tenía... mucho más. Pero, ¿cómo seguir la pista y conocer todas las actividades de una mujer capaz de cambiar su aspecto a voluntad? Aquella akuma no mi era temible. Ivan la miró con intensidad y dijo:
- La verdad, cinco preguntas no me bastarían para todo lo que quiero saber sobre ti. Eres un auténtico rompecabezas. Sin embargo, tendré que conformarme, ¿verdad?
Esbozó una media sonrisa, divertido y comenzó a darle vueltas a la cabeza. Quería seguir tirando de lo que le había contado, pero antes quería analizar la información de la que disponía con cuidado. Le llamaba especialmente la atención el hecho de que hubiera conocido tanto a Karl como a Émile y que sin embargo este último no lo supiera. Que lo hubiese mencionado... ¿era importante? ¿Por qué decirlo? Comenzaba a sospechar que le interesaba saber más sobre esos dos y su relación con Aki... ¿tal vez saber de qué conocía al ex-Almirante? Sí. Había algo raro en todo aquello, no acababa de percibir el qué, pero... no. Realmente no tenía motivos reales para pensar que Karl fuese la persona de la tirar. Era más intuición que otra cosa, además de cierta curiosidad. No todos los días se conocía a alguien relacionado con una leyenda como él.
- ¿Qué clase de relación tenías con Lion D. Karl? - preguntó, esbozando de nuevo su media sonrisa, ligeramente burlón.
Aki D. Arlia
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La cara del joven era todo un poema. ¿Tan extraño era que conociera a Émile? Era poderoso y todo, pero había mucha gente que lo conocía. Bueno, y Aki tenía tetas y se lo había encontrado. En aquellos días aquel chico perseguía a todo lo que tuviera tetas. No tenía pinta de que ahora hubiera cambiado la cosa, pero ¿Quién sabe?
Le observó con curiosidad cuando habló. ¿Sabía quién era el padre de Émile? Se incorporó un poco sobre la balaustrada, mirándole seriamente. No le extrañaba que conociera a Karl por sus logros, pero sí que lo relacionara con su hijo. No sabía que eso era de dominio público. Ah, debería leer el periódico más a menudo, sin duda. Se puso en tensión, alerta por qué le preguntaría ahora el chico. No debió haber comentado ese detalle, pero pensar en Émile sin pensar en Karl era complicado y había hablado sin pararse a pensar qué tan buena idea era.
Se relajó un poco cuando volvió a hablar y riéndose un poco caminó de vuelta al cuarto, inspeccionándolo. Notaba los ojos del noble clavados en su nuca, preguntándose quién era ella. Lástima que la verdad tuviera bastante menos esplendor.
-Yo no soy más que el personaje secundario, Ivan. Tuve la suerte de estar en el lugar adecuado en el momento preciso. Por suerte.
Añadió con melancolía. Y había sido así, tal cual. Todas las veces. El día en el que conoció a Émile y el día en que conoció a Karl. Y realmente muchos de sus encuentros estaban guiados por la casualidad. Se sentó en la cama, erguida y orgullosa pero pensando en sus recuerdos. Solo sus palabras la sacaron del pozo de su memoria. Podría haber disimulado, pero no lo hizo. Dejó que en su cara se formara una genuina expresión de sorpresa. ¿Tenía? ... Oh. Claro. Nadie sabía todavía que Karl seguía vivo. La pelirroja suspiró, esbozando una sonrisa triste. Tendría que jugar el papel de viuda y recordar esos días todavía le dolía en el pecho como si lo abriesen en dos con un cuchillo caliente.
Su imagen, arrodillada en el mausoleo de Karl, acurrucada contra la fría piedra, inundó su mente. Volvió a suspirar, sustituyéndolo por la primera vez que lo vio en aquella cafetería. Nervioso e imponente a la vez. Ella también había cambiado mucho desde aquella. Sonrió con orgullo y le dijo, simplemente:
- Yo era la pareja de Lion D. Karl.
Y se notaba. Su sonrisa era algo más sincera y aunque en sus ojos se apreciaba el cansancio también había una inconfundible nota de orgullo y atrevimiento. ¿Como no ser así? Jugueteó con un mechón de pelo, mientras le miraba. Al final, cedió y terminó por aclarar:
- No soy la madre de Émile, por descontado. Dios mio, el incesto no me va. De hecho a él le conocí antes que a Karl... pero ya basta de historias. Te quedan tres preguntas y lo cierto es que me está gustando como me miras. Así que continúa, por favor.
Había otra sonrisa en su rostro. Sonrisa de gata.
Le observó con curiosidad cuando habló. ¿Sabía quién era el padre de Émile? Se incorporó un poco sobre la balaustrada, mirándole seriamente. No le extrañaba que conociera a Karl por sus logros, pero sí que lo relacionara con su hijo. No sabía que eso era de dominio público. Ah, debería leer el periódico más a menudo, sin duda. Se puso en tensión, alerta por qué le preguntaría ahora el chico. No debió haber comentado ese detalle, pero pensar en Émile sin pensar en Karl era complicado y había hablado sin pararse a pensar qué tan buena idea era.
Se relajó un poco cuando volvió a hablar y riéndose un poco caminó de vuelta al cuarto, inspeccionándolo. Notaba los ojos del noble clavados en su nuca, preguntándose quién era ella. Lástima que la verdad tuviera bastante menos esplendor.
-Yo no soy más que el personaje secundario, Ivan. Tuve la suerte de estar en el lugar adecuado en el momento preciso. Por suerte.
Añadió con melancolía. Y había sido así, tal cual. Todas las veces. El día en el que conoció a Émile y el día en que conoció a Karl. Y realmente muchos de sus encuentros estaban guiados por la casualidad. Se sentó en la cama, erguida y orgullosa pero pensando en sus recuerdos. Solo sus palabras la sacaron del pozo de su memoria. Podría haber disimulado, pero no lo hizo. Dejó que en su cara se formara una genuina expresión de sorpresa. ¿Tenía? ... Oh. Claro. Nadie sabía todavía que Karl seguía vivo. La pelirroja suspiró, esbozando una sonrisa triste. Tendría que jugar el papel de viuda y recordar esos días todavía le dolía en el pecho como si lo abriesen en dos con un cuchillo caliente.
Su imagen, arrodillada en el mausoleo de Karl, acurrucada contra la fría piedra, inundó su mente. Volvió a suspirar, sustituyéndolo por la primera vez que lo vio en aquella cafetería. Nervioso e imponente a la vez. Ella también había cambiado mucho desde aquella. Sonrió con orgullo y le dijo, simplemente:
- Yo era la pareja de Lion D. Karl.
Y se notaba. Su sonrisa era algo más sincera y aunque en sus ojos se apreciaba el cansancio también había una inconfundible nota de orgullo y atrevimiento. ¿Como no ser así? Jugueteó con un mechón de pelo, mientras le miraba. Al final, cedió y terminó por aclarar:
- No soy la madre de Émile, por descontado. Dios mio, el incesto no me va. De hecho a él le conocí antes que a Karl... pero ya basta de historias. Te quedan tres preguntas y lo cierto es que me está gustando como me miras. Así que continúa, por favor.
Había otra sonrisa en su rostro. Sonrisa de gata.
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Ivan arqueó mucho una ceja, bastante sorprendido. Definitivamente, sí que era una caja de sorpresas. No había dicho que simplemente se hubieran acostado, ni que simplemente hubiesen estado enrollados, no... era su maldita pareja. Ni siquiera había sabido hasta ese momento que Lion D. Karl tuviera una mujer en su vida. Bueno, dado que tenía un hijo era algo de suponer, claro. ¿Era Aki la madre de Émile? ¿Entonces cómo no sabía el Yonkou que ella lo conocía? Ah... vale, no lo era. Eso tenía mucho más sentido. Escuchó sus palabras con mucho interés y se volvió a sorprender, aunque esta vez sólo ligeramente, cuando dijo lo del incesto. ¿Quería decir eso que había estado también con el Yonkou? Menudo historial tenía aquella mujer. Comenzaba a preguntarse seriamente si lo hacía a propósito o simplemente era cuestión de pura probabilidad. "Si conoces a mucha gente importante, no es impensable que acabes estando con unas cuantas de esas personas, ¿no?" Sonrió cuando le dijo que continuara mirándola así y contestó:
- Sólo te ha faltado un "por favor, continúa halagándome, humano." ¿También quieres un cuenco de leche y que te rasque la cabeza?
Le dirigió una sonrisa burlona y se sentó en la cama, apoyando una pierna sobre la otra. Se lo estaba pasando tan bien que hasta había olvidado que un par de pisos bajo ellos había una fiesta a la que se suponía que debía acudir. Bueno... no pasaba nada porque continuara desaparecido unos minutos. No todos los días se conocía a alguien como ella. Además, ahora le llamaba la atención por otros motivos un poco diferentes. La observó con detenimiento, con una mirada similar a las primeras que le había dirigido... y totalmente diferentes a la vez. Antes sentía simplemente excitación, y como para no. Tanto su actitud como su cuerpo eran lujuria pura. Sin embargo ahora era más bien una atracción un poco diferente. La simple idea de acostarse con una mujer como ella, mayor que él, sensual, experimentada, bella y con esa actitud tan jodidamente sexy hacía que la sangre le ardiera en las venas. Sin importarle todo lo de antes y decidiendo deliberadamente ignorar que tal vez estuviera cometiendo un error y bajando demasiado la guardia, se levantó y se aproximó a ella.
- Si yo intentara cazarte... ¿cuántas posibilidades crees que tendría de robarte una noche? - dijo, con su mejor sonrisa y alzando la mano para hacerle alzar la mirada sujetándole el mentón - Creo que empiezo a entender por qué tantos hombres cayeron a tus pies.
Le dirigió una mirada muy intensa, manteniéndole el contacto visual. La deseaba, oh, vaya si lo hacía. Sí, puede que amara profunda e irremediablemente a Iliana y que hubiese decidido ir a por ella, pero... en fin, no eran pareja aún y de todos modos para ello aquel no sería más de lo que era. No había sentimientos, así que... ¿que importaba? Esbozó una media sonrisa y observó la curva de su cuello y casi pudo sentir su yugular latiendo. Se imaginó deleitándose con ello mientras acariciaba sus hermosas curvas y no pudo evitar sentir una presión en su pantalón. "Es increíble lo fina que es a veces la línea entre el sexo y la alimentación en un vampiro. ¿Para mi padre sería igual?" Bueno... el cazador toma lo que desea, no lo pide, ¿verdad? Con una sonrisa, se agachó hacia su cuello de repente mientras trataba de sujetarla por los hombros. No fue un acto violento, si bien sí repentino, la actitud fue más bien casi más un acto de lujuria y pasión. Y nada más lejos de la realidad, pues todo lo que cabía en su mente eran las ganas que tenía de llevársela a la cama y hacérselo durante horas hasta caer rendido de agotamiento.
- Sólo te ha faltado un "por favor, continúa halagándome, humano." ¿También quieres un cuenco de leche y que te rasque la cabeza?
Le dirigió una sonrisa burlona y se sentó en la cama, apoyando una pierna sobre la otra. Se lo estaba pasando tan bien que hasta había olvidado que un par de pisos bajo ellos había una fiesta a la que se suponía que debía acudir. Bueno... no pasaba nada porque continuara desaparecido unos minutos. No todos los días se conocía a alguien como ella. Además, ahora le llamaba la atención por otros motivos un poco diferentes. La observó con detenimiento, con una mirada similar a las primeras que le había dirigido... y totalmente diferentes a la vez. Antes sentía simplemente excitación, y como para no. Tanto su actitud como su cuerpo eran lujuria pura. Sin embargo ahora era más bien una atracción un poco diferente. La simple idea de acostarse con una mujer como ella, mayor que él, sensual, experimentada, bella y con esa actitud tan jodidamente sexy hacía que la sangre le ardiera en las venas. Sin importarle todo lo de antes y decidiendo deliberadamente ignorar que tal vez estuviera cometiendo un error y bajando demasiado la guardia, se levantó y se aproximó a ella.
- Si yo intentara cazarte... ¿cuántas posibilidades crees que tendría de robarte una noche? - dijo, con su mejor sonrisa y alzando la mano para hacerle alzar la mirada sujetándole el mentón - Creo que empiezo a entender por qué tantos hombres cayeron a tus pies.
Le dirigió una mirada muy intensa, manteniéndole el contacto visual. La deseaba, oh, vaya si lo hacía. Sí, puede que amara profunda e irremediablemente a Iliana y que hubiese decidido ir a por ella, pero... en fin, no eran pareja aún y de todos modos para ello aquel no sería más de lo que era. No había sentimientos, así que... ¿que importaba? Esbozó una media sonrisa y observó la curva de su cuello y casi pudo sentir su yugular latiendo. Se imaginó deleitándose con ello mientras acariciaba sus hermosas curvas y no pudo evitar sentir una presión en su pantalón. "Es increíble lo fina que es a veces la línea entre el sexo y la alimentación en un vampiro. ¿Para mi padre sería igual?" Bueno... el cazador toma lo que desea, no lo pide, ¿verdad? Con una sonrisa, se agachó hacia su cuello de repente mientras trataba de sujetarla por los hombros. No fue un acto violento, si bien sí repentino, la actitud fue más bien casi más un acto de lujuria y pasión. Y nada más lejos de la realidad, pues todo lo que cabía en su mente eran las ganas que tenía de llevársela a la cama y hacérselo durante horas hasta caer rendido de agotamiento.
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La pelirroja abrió los ojos con sorpresa al escucharle. ¿De verdad acababa de compararla con un gato? Se echó a reír ante la desfachatez del chico. Apoyándose en el mueble que tenía a la espalda y todavía terminando de reírse, le apuntó con la barbilla:
- ¿Qué ocurre, a ti no te gustan los halagos? Sin embargo,.- Añadió mientras su sonrisa se afilaba.- La leche no suelo tomarla en un tazón y acariciarme la cabeza es más bien una recompensa que pocos llegan a merecer.
Le observó mientras él le miraba. Siempre la fascinaba el ver cómo la contemplaban. Notar como el deseo crecía, cambiando la atmósfera del cuarto y de la escena, arremolinándose en torno al actor principal. Pero el guión estaba en su mano y ella podía llevarlo hasta su cúspide o derribarlo todo y alimentar la chimenea con las cenizas del fuego perdido. Era un poder asombroso. La mayoría de la gente lo experimentaba al menos una vez en su vida... o así debería de ser. A los ojos de la pelirroja, todo el mundo debería saber lo que es ser deseado con fervor y admiración al menos una vez antes de morir. Sentirse confiado, poderoso, lujurioso. Divertirse con las posibilidades al alcance de la mano y disfrutar de cualquier consecuencia que pudiera aparecer.
Sin embargo, el poder de Aki no era algo volátil. Ella tenía el deseo en sus garras y esa posibilidad de notar la impaciencia, la lujuria, la necesidad a cada segundo era una sensación muy placentera. En verdad, un gato no se alejaba mucho de como se comportaba en esas situaciones. Zalamera, tentadora. Coqueta, sabedora de sus movimientos. Con las garras a punto y el pelaje y el cuerpo tan suaves como para abrazarse a ellos en todo momento. Qué delicia.
Y Ivan había caído en esa trampa para los sentidos. Se acercó a ella ardiente, mirándola a los ojos. Ella parpadeó y sonrió, devolviéndole el escrutinio. Sintió su mirada en su cuello y notó como uno de sus mechones resbalaba hasta el comienzo de sus pechos, dejando la yugular al descubierto. Se mordió ligeramente el labio, sin dejar de mirarle. Él se volvió valiente y le sujetó el mentón. La sonrisa de Aki se ensanchó y aún desde esa postura le miró desafiándole... sin decir nada. No aún. Contó hasta cinco, lentamente, mientras el chico la sujetaba por los hombros con firmeza y galantería a un tiempo. Y entonces, delicadamente, llevó una mano a la cara del chico. La giró para se incorporara y le mirara de frente, utilizando justo la fuerza necesaria para vencer su resistencia. Con cuidado, se inclinó sobre él y le susurró al oído:
- Ni una sola posibilidad, Ivan. No es culpa tuya.
Acto seguido, con delicadeza apartaría sus manos de sus hombros, sujetándole las muñecas, y caminaría hasta situarse detrás de él. Apoyaría la cabeza en su hombro, casi con ternura y diría suavemente:
-No es algo personal... últimamente prefiero reservarme.
Entonces, solo entonces, le daría un beso, ligero como una mariposa, en la base del cuello... y le soltaría. Se alejaría un par de pasos con los brazos a la espalda, antes de que pudiera reaccionar, y sonreiría con inocencia.
- Dos preguntas, me temo. Espero que no quieras malgastar estas... esa te la habría contestado sin problemas.
- ¿Qué ocurre, a ti no te gustan los halagos? Sin embargo,.- Añadió mientras su sonrisa se afilaba.- La leche no suelo tomarla en un tazón y acariciarme la cabeza es más bien una recompensa que pocos llegan a merecer.
Le observó mientras él le miraba. Siempre la fascinaba el ver cómo la contemplaban. Notar como el deseo crecía, cambiando la atmósfera del cuarto y de la escena, arremolinándose en torno al actor principal. Pero el guión estaba en su mano y ella podía llevarlo hasta su cúspide o derribarlo todo y alimentar la chimenea con las cenizas del fuego perdido. Era un poder asombroso. La mayoría de la gente lo experimentaba al menos una vez en su vida... o así debería de ser. A los ojos de la pelirroja, todo el mundo debería saber lo que es ser deseado con fervor y admiración al menos una vez antes de morir. Sentirse confiado, poderoso, lujurioso. Divertirse con las posibilidades al alcance de la mano y disfrutar de cualquier consecuencia que pudiera aparecer.
Sin embargo, el poder de Aki no era algo volátil. Ella tenía el deseo en sus garras y esa posibilidad de notar la impaciencia, la lujuria, la necesidad a cada segundo era una sensación muy placentera. En verdad, un gato no se alejaba mucho de como se comportaba en esas situaciones. Zalamera, tentadora. Coqueta, sabedora de sus movimientos. Con las garras a punto y el pelaje y el cuerpo tan suaves como para abrazarse a ellos en todo momento. Qué delicia.
Y Ivan había caído en esa trampa para los sentidos. Se acercó a ella ardiente, mirándola a los ojos. Ella parpadeó y sonrió, devolviéndole el escrutinio. Sintió su mirada en su cuello y notó como uno de sus mechones resbalaba hasta el comienzo de sus pechos, dejando la yugular al descubierto. Se mordió ligeramente el labio, sin dejar de mirarle. Él se volvió valiente y le sujetó el mentón. La sonrisa de Aki se ensanchó y aún desde esa postura le miró desafiándole... sin decir nada. No aún. Contó hasta cinco, lentamente, mientras el chico la sujetaba por los hombros con firmeza y galantería a un tiempo. Y entonces, delicadamente, llevó una mano a la cara del chico. La giró para se incorporara y le mirara de frente, utilizando justo la fuerza necesaria para vencer su resistencia. Con cuidado, se inclinó sobre él y le susurró al oído:
- Ni una sola posibilidad, Ivan. No es culpa tuya.
Acto seguido, con delicadeza apartaría sus manos de sus hombros, sujetándole las muñecas, y caminaría hasta situarse detrás de él. Apoyaría la cabeza en su hombro, casi con ternura y diría suavemente:
-No es algo personal... últimamente prefiero reservarme.
Entonces, solo entonces, le daría un beso, ligero como una mariposa, en la base del cuello... y le soltaría. Se alejaría un par de pasos con los brazos a la espalda, antes de que pudiera reaccionar, y sonreiría con inocencia.
- Dos preguntas, me temo. Espero que no quieras malgastar estas... esa te la habría contestado sin problemas.
Ivan Markov
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Akuma no mi
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Sus palabras le cayeron como un cubo de agua fría. Apretó los puños y cerró los ojos, notando toda la emoción y el calor desvanecerse en un instante. Apenas notó cuando Aki lo agarró, aunque en el momento en que le besó el cuello sí que lo sintió. Vaya si lo hizo... apretando los labios, contó mentalmente hasta cinco para relajarse, tras lo que volvió a encararla con una expresión fría e impasible. No iba a dejar que un rechazo le hiciera perder la compostura, aunque le había dolido profundamente en el orgullo. Más aún, que recordara... era la primera vez que alguien lo hacía y no estaba acostumbrado a ello. Así pues, incapaz de reprimir totalmente su frustración y emociones, el joven noble decidió soltarle una pequeña pulla.
- En buen momento decidiste tomarte un descanso - dijo con cierta ironía - Te has perdido una oportunidad de oro. ¿No querías completar la segunda pareja padre-hijo?
Soltó una pequeña carcajada por lo bajo, apenas un bufido y se acercó de nuevo a la cama, sentándose en ella. Se centró en la idea de que no iba a lograr nada y en reprimir sus emociones, tras lo cual la observó intentando pensar cuál sería su siguiente pregunta. Podría preguntarle por... ¿su pasado? ¿El por qué de sus crímenes? Pero su mente vagaba continuamente hacia aquella molesta respuesta. "Reservándose... ¿para quién o para qué?" Probablemente si preguntaba aquello estaba malgastando una valiosa pregunta y ya lo había hecho con una. Pero... probablemente sería información interesante y valiosa. Por otro lado también podría ser cualquier tontería. Cabía la posibilidad de que estuviese con alguien y por eso no quisiera hacerlo y de ser así, tanto podría estar malgastando su oportunidad como averiguando algo interesante. Agh, maldita indecisión. Se llevó un pulgar a la boca y lo mordió, pensativo.
- Hm... ese tatuaje... bueno, escarificación o lo que sea, me ha llamado la atención. Háblame de ese símbolo, ¿representa a algún grupo o creencia? - pronunció la última palabra en un tono irónico y burlón - No creo que sea un simple dibujo bonito.
Al instante lamentó haber escogido esa pregunta, pero no dejó que trasluciera. Se había precipitado, intentando quitarse la tentación de formular la otra pregunta. Por otro lado, no merecía la pena llorar por la leche derramada. Ahora ya estaba hecho y aún era posible que hubiese formulado una pregunta interesante, todo se vería pronto. De todos modos, aquello comenzaba a resultar repetitivo: él preguntaba sin más y ella respondía. Le apetecía hacer el juego algo más interesante, y se le ocurría la manera perfecta. Se acomodó en la cama, esbozó una sonrisa y dijo:
- Hagamos esto más divertido. Por cada pregunta mía, tú también puedes hacerme una. ¿Te parece?
- En buen momento decidiste tomarte un descanso - dijo con cierta ironía - Te has perdido una oportunidad de oro. ¿No querías completar la segunda pareja padre-hijo?
Soltó una pequeña carcajada por lo bajo, apenas un bufido y se acercó de nuevo a la cama, sentándose en ella. Se centró en la idea de que no iba a lograr nada y en reprimir sus emociones, tras lo cual la observó intentando pensar cuál sería su siguiente pregunta. Podría preguntarle por... ¿su pasado? ¿El por qué de sus crímenes? Pero su mente vagaba continuamente hacia aquella molesta respuesta. "Reservándose... ¿para quién o para qué?" Probablemente si preguntaba aquello estaba malgastando una valiosa pregunta y ya lo había hecho con una. Pero... probablemente sería información interesante y valiosa. Por otro lado también podría ser cualquier tontería. Cabía la posibilidad de que estuviese con alguien y por eso no quisiera hacerlo y de ser así, tanto podría estar malgastando su oportunidad como averiguando algo interesante. Agh, maldita indecisión. Se llevó un pulgar a la boca y lo mordió, pensativo.
- Hm... ese tatuaje... bueno, escarificación o lo que sea, me ha llamado la atención. Háblame de ese símbolo, ¿representa a algún grupo o creencia? - pronunció la última palabra en un tono irónico y burlón - No creo que sea un simple dibujo bonito.
Al instante lamentó haber escogido esa pregunta, pero no dejó que trasluciera. Se había precipitado, intentando quitarse la tentación de formular la otra pregunta. Por otro lado, no merecía la pena llorar por la leche derramada. Ahora ya estaba hecho y aún era posible que hubiese formulado una pregunta interesante, todo se vería pronto. De todos modos, aquello comenzaba a resultar repetitivo: él preguntaba sin más y ella respondía. Le apetecía hacer el juego algo más interesante, y se le ocurría la manera perfecta. Se acomodó en la cama, esbozó una sonrisa y dijo:
- Hagamos esto más divertido. Por cada pregunta mía, tú también puedes hacerme una. ¿Te parece?
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